Take A Bow - Hebe Lynn

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This story was first published on February 4th, 2010, and was last updated on
October 28th, 2011.

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feature requests etc. to [email protected].
Table of Contents

Summary
1. Reencuentro
2. Intuición
3. ¿Miel o mermelada?
4. ¿Padre perfecto?
5. Más vale tarde que nunca
6. Disfraz
7. Celos
8. Haciendo lo correcto
9. Verdades que duelen part1
10. Verdades que duelen part2
11. Antonio
12. Respira
13. Problemas de Comunicación
14. Caridad
15. ¿Reconocer o conocer?
16. Día en familia
17. Confesiones endulzadas
18. Final

-3-
Summary

Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber que detrás
dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella prima su orgullo y decide
ocultárselo ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks y se encuentre a su pequeña
miniatura?

-4-
Reencuentro

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

- ¿Y? ¡¿Qué dice? - gritó una ansiosa Alice desde el otro lado de la puerta.

Inhalé lo más hondo que pude y bajé mi vista hacía el pequeño test de embarazo
que sostenía en mi mano derecha. Antes de llegar a verlo volví a subirla al techo en
un vano intento por calmar la contracción que se apoderaba del centro de mi
estomago. Todo se me revolvía y me faltaba el valor para ver aquella laminilla
blanca. Me incorporé de un salto y abrí la puerta para encontrarme con Alice
mordiéndose las uñas casi tan nerviosa como yo.

- ¿Y? ¿Voy a ser tía o no? - preguntó elevando ambas cejas, expectante.

- No lo sé - respondí nerviosa encogiéndome de hombros - Me da miedo ver, hazlo


tú - ordené extendiendo mi mano para que ella alcanzará el test.

- Ay Bella, acabas de orinar esa cosa y quieres que la tome, es asqueroso.

- Más asqueroso será si la veo y no te digo nada - amenacé.

- Ridícula, eso no sería asqueroso - me corrigió - Eso sería crueldad - murmuró


enarcando una ceja y arrebatando de mis manos el test para echarle ella un vistazo.

- Idiota - bufé justo antes de ver como abría los ojos ante la sorpresa. - ¿Voy a ser
madre o no?

- ¿Qué significa que ambas rayitas estén de color rosa? - inquirió entrecerrando
los ojos para verme.

Me encogí de hombros y busqué el envase de cartón para leer la respuesta a eso.

-5-
- Espero que no signifique que son dos niñas - mascullé entre dientes mientras leía
las instrucciones y los resultados. Se me imaginaba una especie de raspe, algo así
como Si obtiene una línea, no gana nada, Si obtiene dos, gana un bebe. Sacudí mi
cabeza y me ordené mentalmente no seguir pensando idioteces. Alto, si obtiene dos
líneas, gana un bebe. - ¡Alice! ¿Cuántas líneas me dijiste que aparecen?

- Dos.

Solté un juramento antes de dejarme caer sobre la cama de mi mejor amiga…esto


no me podía estar pasando. Veinte años y un bebe en camino, sin mencionar que el
padre era una especie de caldero andante, cuya única preocupación era tener una
chica en su cama cada viernes…sábado…domingo…que mierda importaba el día.
Edward vivía un mundo perfecto con sus amigos y sus conquistas de medianoche.
Solo había querido a Tanya y aún así, la engaño conmigo y con la mitad de la
universidad. ¿Qué le esperaba a mi hijo con un padre como él?

Primer capitulo: El reencuentro.

- ¡Me encanta la nieve! - exclamó Lucas dando saltos emocionado en el asiento


trasero de mi todoterreno.

- Y yo… la odio… - murmuré entre dientes mientras cambiaba a segunda para


disminuir la velocidad a veinticinco kilómetros por hora. A este paso me adelantaban
hasta los pingüinos. - Estupido Servicio Nacional de Climatología - seguí
murmurando, ignorando por completo el entusiasmo de mi hijo, tenía mis hombros y
la espalda completamente tensionados y un pequeño calambre comenzaba a
apoderarse de mis brazos - ¿en donde obtienen sus títulos para pronosticar, llenando
cupones?...

- Mami… - canturreó mi pequeño Bunny Money golpeando con sus pies la parte
plástica de su sillita de seguridad.

- ¿Qué pasa? - inquirí con mis ojos aún clavados en la carretera, tan solo una
vuelta más y ya estaríamos en nuestra casa.

- Te dibuje - anunció orgulloso de si mismo.

Observé su bello reflejo a través del espejo retrovisor y a la señora patata con lazo
en la cabeza, esculpida en su cristal.

- ¿Me hiciste solo una ceja o es que no alcanzo a ver bien desde aquí? - indagué
frunciendo el ceño.
-6-
Lucas se llevó ambas manos a su boca y comenzó a reír bajito y susurró "Beto"
entremedio, pequeño bastardo, siempre burlándose de mí. Debía impedirme seguir
viendo Plaza Sésamo, eso estaba claro.

Quité mis ojos del espejo y volví a enfocar mi vista en el camino, cuando una
figura que contrastaba completamente con el blanco que cubría todo llamó mi
atención. Reduje aún más si podía la velocidad, hasta detenerme justo frente al
extraño que alzaba los brazos con la esperanza de que alguien pasara por aquel
camino. El hombre caminó rápidamente hacía mi vehiculo cubriendo su cara con
una bufanda gris oscura y un largo abrigo del mismo color. Golpeó suave pero aún
así de manera ansiosa, la ventanilla de mi lado, llevé mí vista al botón para bajarla y
al momento que alcé mis ojos me arrepentí de inmediato de haberme detenido.

Mierda…

- ¿Bella? - preguntó luego de reconocerme aquel hombre que hacía que mi


estomago se retorciera de los nervios cada vez que sabía de él. - ¿Bella Swan?

¿Qué podía decirle? - No, estas equivocado, esa niña idiota se lanzó de un puente
luego que la abandonaras por irte con otra -… más bien conotras - me corregí
mentalmente.

Asentí débilmente y me forcé a sonreír, mi boca se encontraba completamente


seca por lo que no pude decir palabra y el corazón me latía tan fuerte que me
piteaba en los oídos. ¿Podía subir el vidrio y acelerar a unos rapidísimos treinta
kilómetros por hora? Luego le diría a Alice: dile a tu hermano que se equivocó, no
era yo, tinturarme el cabello rubio y decir que alucinó conmigo…uy si, Edward
Cullen alucinando conmigo, eso si que era nuevo.

Me arrepentía completamente de no haberle dado el si a Mike Newton cuando


tuve la oportunidad, por lo menos con el podría justificar el maravilloso color
esmeralda de los ojos de mi hijo.

- ¡Pero que suerte tengo!- vociferó exhibiendo una sonrisa de alivio y alejándome
así de mis ensoñaciones - Llevo alrededor de una hora esperando que alguien pase
por este camino y me saque de aquí, estoy congelándome. No hay línea en los
teléfonos, mi auto se paró y ni siquiera tenía buena la calefacción. Te juro,
imaginaba que me convertiría en Pie Grande o alguna mierda así antes de que
alguien me encontrara y mira tú, las coincidencias de la vida.

Menudas coincidencias las que me tocaban a mí.

-7-
- ¿Y que demonios haces por aquí? - pregunté sin ánimos de ser entrometida ni de
sonar antipática como lo hice.

- A mi también me da gusto verte luego de estos años - se burló - Ya te lo dije, me


congelo el culo - se apresuró a contestar evadiendo darme cualquier dato concreto,
como siempre. Corrió con su típica arrogancia por delante de la camioneta y se
subió en el asiento del copiloto frotando sus enrojecidas manos - ¿Me invitas un
café? - preguntó sonriendo y elevando sus cejas.

- Creo que no tengo otra opción - bufé por lo bajo y volví a poner en marcha el
vehiculo. - Difícilmente veras pasar otro vehiculo por aquí y sin teléfonos no podrás
pedir una grúa.

- ¡Mami siento que se me congelan las bubies! - se quejó Lucas por la corriente de
frío que se colaba por mi ventana, entre el shock de encontrarme después de estos
años con Edward y alinear mi estrategia fallida de escape, había olvidado por
completo a mi pequeño acompañante.

Edward abrió sus ojos como platos y se giró bruscamente para contemplar a mi
hijo. Sentía como la sangre huía de mi cara, por poco y me mimetizaba con el paisaje
nevado.

- ¿Tu hijo? - articuló.

- Si - reconocí lo obvio - Y tú acabas de decir culo en frente de él, que buen


ejemplo - solté para escabullirme de las preguntas típicas ¿Te has casado? ¿Qué
edad tiene?, o peor aún, la pregunta de mis pesadillas diarias… ¿Quién es el padre?

- ¿Culo?- repitió Lucas divertido con aquella palabra, liberé mis ojos de los de
Edward y me concentré en mi hijo - ¿Puedo decirlo yo?

- No, no puedes - contesté tajante - ¿Y bubies? Lucas los hombres no tienen


bubies, ¿De donde sacaste eso?

- Tía Rose le dijo al tío Emmet que si seguía tomando tetoides terminaría con las
bubies más grandes que las de ella.

Doble mierda, Edward no debía enterarse de que tenía un hijo y mucho menos que
sus hermanas eran aún mis mejores amigas, aunque no sé cual sería el orden
correcto para esas confesiones y con él al lado mío, mucho menos lo averiguaría.

- Lucas, ¿Qué te he dicho acerca de las conversaciones de tía Rose con tía Emmet?
-8-
- ¡Nunca, pero nunca… repitas lo que escuches de la boca sucia de esos dos! - citó
mi sermón oficial, imitando fallidamente mi tono de voz.

- Exacto - le guiñé un ojo a través del espejo - Además - agregué - No son tetoides,
son esteroides

Seguí manejando, hasta llegar a nuestra solitaria y ahora nívea calle. Mi casa era
apenas visible debido a la nieve que continuaba cayendo, pero yo ya reconocía todo
de memoria.

Me detuve justo enfrente del pórtico, eché el freno de mano y quité el, ahora
lujoso, estereo.

- ¡Llegamos! - avisé con una sonrisa, luego de detener por completo mi vehiculo.

- Ya bajare las cosas - anunció Edward.

Bajo y rodeó al vehiculo para sacar las bolsas que estaban al lado de Lucas y yo
me apresuré a hurgar en mi bolso y sacar las llaves antes de abrir la puerta de mi
casa y volver corriendo entre la nieve para sacar a mi pequeño envuelto en su manta
azul. Sentí una mano mucho más grande que la de mi pequeño hijo, aferrarse con
fuerza a mi brazo, alcé automáticamente la cabeza para encontrarme a Edward a mi
lado sujetándome fuerte.

- ¿Qué haces? - acucié frunciendo el ceño.

- Tenía miedo que resbalaras en la nieve con el niño en brazos - explicó caminando
a mi lado hasta el pórtico de la casa.

Sentí como se me encogía el corazón, cinco años es demasiado tiempo para


olvidar, pero no para curar. Edward había sido el hijo de puta más grande en la
historia de mi vida, pero aún así lo amaba y justificaba cada una de sus mentiras.
Una mujer que ama, no es ciega, es idiota.

- No sé en que estaba cuando se me ocurrió salir a comprar tus tontas bolitas de


chocolate - me quejé dejando a Lucas por fin dentro de la casa, sobre el sofá - ¿No
podías solo conformarte con unas Hojuelas de maíz azucaradas?

Enarcó una de sus cejas y abrió su boca para decir algo, pero de inmediato volvió
a cerrarla. Frunció su ceño y se mordió el labio pensativo.

- Zucaritas Lucas, Zucaritas.


-9-
- Serán Frosted Flakes - me corrigió elevando la comisura derecha de sus labios.
Pequeño sabelotodo - Quizás Frosties - agregó llevando sus ojos al techo de manera
ausente.

- Si, si, lo que sea - refunfuñé quitándome el abrigo para colgarlo en perchero
mientras la nieve derretida comenzaba a caer sobre el piso de madera.

Caminé hacía la cocina, seguida por Edward. Busqué la leche en la bolsa de los
víveres y llené el lechero luego de encender el horno microondas para calentarla un
poco. - ¿Quieres tus bolitas de chocolate junto a tu leche? - grité hacía la sala.

- No son bolitas de chocolate - respondió asomando su cabeza por la puerta - Son


Choco Krispies.

- Tomaré eso como un no.

-¡Si! - se apresuró a corregirme… otra vez. - Si quiero mami.

Rodé los ojos y busqué a Edward, quien ya se había acomodado sobre una de las
antiguas sillas en la cocina.

- ¿Café?

- Preferiría algo un poco más fuerte - insinuó.

- ¿Café con leche?

Rió y guiñó un ojo para aceptar.

Aproveché de preparar ambos cafés mientras Lucas veía la televisión a la espera


de su leche.

- Veo que todo sigue igual por aquí - comentó apoyando su cabeza sobre una de
sus manos despreocupadamente, apoyando su codo en la mesa. - Lo digo por la casa
eso si, ya que tu estas mucho más hermosa que antes.

- Y tu igual de idiota también - dije a la defensiva negando con la cabeza, mientras


vertía el agua caliente en las tazas.

Tomé ambas tazas y las dejé en el lugar de cada uno.

Di un pequeño sorbo a mi café con cuidado de no quemarme y la volví a dejar


- 10 -
sobre la mesa. Miré a Edward quien ya se había quitado el gorro que impedía ver su
aún revoltosa cabellera y sonreí.

- Bueno y… - comenzó a hablar luego de un breve silencio - ¿Cuándo se supone


que me dirías que tenía un hijo?

Y? Qué les pareció?

Haganmelo saber dejandome un review, que no cuesta nada y así me entero si les
gusta o no...

Como ya se habrán dado cuenta, la historia va con saltos de tiempo, casi todos los
capitulos comienzan con un recuerdo y luego volvemos al presente. Espero no
confundirlas demasiado...

Según los reviews y la aceptación del ff subiré capitulo tres veces por semana, si
no, lo haré solo una.

Nos leemos!

Por cierto...el titulo del ff es el de una canción de Leona Lewis y significa algo así
como "me inclino ante ti" o "hago una reverencia". Luego dejare la traducción
completa en mi perfil junto al playlist de este fic.

Besos!

- 11 -
Intuición

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

La música estaba a un volumen ensordecedor, tanto que las paredes de aquella


mansión vibraban junto a las bases electrónicas que retumbaban en los gigantescos
parlantes acomodados por toda la sala.

El olor a alcohol mezclado con el humo de los cigarrillos me tenía asqueada, ya


eran pasadas las tres de la madrugada y lo único que quería hacer era irme a
dormir, estaba harta, pero dudaba que con todo ese ruido pudiese pegar ojo. Solo a
mi se me podía ocurrir vacacionar con Alice y Rosalie Cullen.

- Quizás dar un paseo por la playa no sea tan malo - susurré desde la terraza
viendo la claridad de la noche y tentada por como se reflejaba la luna sobre el mar.

Me quité los estúpidos zapatos de tacón que Alice me había obligado a usar y
caminé hacía el mar - Solo mojaré mis pies - me dije a mi misma, pero antes de
llegar siquiera a la orilla - por el lado de el roquerío - una mano amordazó mi boca
con fuerza.

- No digas nada - murmuró rodeándome por la cintura y apegándome más a su


torso.

Intenté patalear mientras me arrastraban hacía una zona más apartada en donde
no podrían verme. Sentí como mis ojos comenzaban a aguarse por el miedo y como
mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.

- No voy a hacerte daño - prometió el hombre detrás de mi - Solo estate quieta y


- 12 -
callada, por favor.

Asentí en silencio y permanecí completamente quieta. No sabía si podía confiar en


aquel hombre, pero mientras más dilatara el momento de lo que fuese que estaba
por venir, mejor.

- ¿Escuchaste eso? - preguntó en un murmullo tensándose detrás de mi.

Pasos en la arena. Murmullos alrededor. Estaban buscando a alguien, pero mi


mente no lograba entender nada. Intenté forcejear con la desesperación de soltarme
y así pedir ayuda a quienes estaban cerca, pero solo conseguí ser apretada más
fuerte.

- ¡Que te quedes quieta! ¡Por Dios!- ordenó furioso el hombre detrás de mi - Si nos
pillan aquí, nos matan a ambos, te lo digo.

Eso quería decir que lo buscaban a él. ¡Mierda! Era un psicópata, quizás ya había
atacado a alguien. Noté como su mano me sujetaba más fuerte a mi cintura y como
un sudor frío comenzaba a empapar mi frente.

Me giró hacía él y me soltó lentamente. Unos tenues rayos de luna me enseñaron


su rostro. Tenía unas facciones muy marcadas y por lo poco que veía parecía ser de
unos veintitantos años, no más, pero no fue eso lo que llamó mi atención, ni su
cabello alborotado, ni lo anguloso de su nariz. Sus ojos, el color de ellos. Era ver un
océano completo en esa mirada.

Pestañeé repetidas veces para quitarme el aturdimiento y lo miré furibunda. No


permitiría que un par de ojos me congelara, claro que no. Lucharía dejando mis uñas
postizas enterradas en su cara para librarme de él.

Soltó una maldición cuando mi puño impactó de lleno contra su mejilla y se lanzó
a mi, arrojándome a la arena, colocándose sobre de mi.

- ¡¿Qué haces? - gruñó enfurecido.

- Pensaste que dejaría que abusaras de mí, así como así - repliqué iracunda
intentando soltarme nuevamente.- ¡Auxilio! - grité lo más fuerte que pude justo
antes de que colocara su mano sobre mi boca para impedirme volver a chillar.

- ¡Maldita sea! ¡Que no hables!- ordenó nuevamente cargando su peso sobre mi


abdomen. - Además no pienso hacerte daño.

- 13 -
Fruncí el ceño y dejé de moverme. Terminé por rendirme. Paso un buen rato hasta
que ya no quedó más que silencio alrededor, solo el reventar de las olas quebraba la
extraña calma que envolvía todo.

- Voy a soltarte, ahora mismo - anunció con cautela - Solo no vayas a gritar, por
favor. ¿Entendido?

Asentí como pude con la cabeza y apreté mis labios cuando apartó la mano. Se
hizo a un lado y se levantó, situándose justo a mi lado. Me incorporé de a poco y
sacudí la arena que se había apegado a mi vestido y a mí por todas partes.

- Eres como Selene - susurró de pronto con admiración.

- Lastima no poder decir que tu eres como Endimión - murmuré alzando la barbilla
para echarle cara.- ¡Ahora aparta! - agregué pasando por su lado para volver a la
mansión.

Tomó mi muñeca y detuvo mi andar.

- Siento lo que paso.

- No más que yo - repliqué.

- ¿Podría al menos saber tu nombre? Es interesante ver que una señorita tan joven
conozca algo de historia griega.

- Cualquier persona que haya visto Sailor Moon sabe quien es Selene - contesté
dando un tirón para soltarme de su agarre, sin éxito alguno. Soltó una risotada y
volvió a insistir en saber mi nombre.

- No te lo diré. Ni siquiera sé quien eres.

- Puedes decirme Endimión, si te gusta. Aunque preferiría que me llamaras


Edward. Edward Cullen - se presentó con una sonrisa en sus labios.

Capitulo II

Intuición

.
- 14 -
¿Por qué no huí de él la primera vez que lo vi? Sabía que era peligroso, algo en mí
siempre lo supo, pero insistí en quedarme ahí. Con él.

Mi boca parecía haberse descolgado de la mandíbula, no podía moverla, mis labios


estaban completamente secos y mis ojos no podían ver más allá de las lágrimas que
luchaban por salir. Haberme tomado de un sorbo el café hirviendo hubiese sido
mejor que lo que acababa de sentir, un puñetazo directo al estomago que me dejo
sin aire fueron sus palabras. Su rostro seguía sin mostrar ningún tipo de emoción,
no sabía si estaba burlándose de mi o si en realidad sabía la verdad.

- Tarde o temprano todos caemos alguna vez Isabella - advirtió mi madre con tono
de reprobación ante la crueldad que según ella le estaba haciendo a Edward y a mi
bebe.

- Él nunca va a saber que tenemos un hijo- juré besando mi pulgar y alzándolo al


cielo - lo conozco, sé que si se lo digo, pensara que es para atarlo a mi vida. No
quiero ser más patética de lo que he sido hasta ahora, ¿Cómo no lo ves?

- ¿Cómo no lo ves tu? ¿Qué importa lo que él piense?, basta con que lo sepa,
hazme caso.

Sacudí mi cabeza y tragué saliva estrepitosamente antes de abrir la boca, ya no


era una niña insegura y que temía decir algo que hiciera que Edward desapareciera,
al contrario, ahora era precisamente lo que debía hacer, tenía un hijo al que durante
todos estos años había mantenido sin la ayuda de nadie y mi vida completa armada,
Edward ya no era el tipo que podía manipular las situaciones a su antojo.

- ¿De qué estas hablando? - logré preguntar al fin cuando el colapso mental se
hizo a un lado y logró darme así un momento de lucidez.

- Dejémonos de volteretas absurdas, están de más. Lucas es igual a mí y no es muy


difícil hacer un cálculo mental entre su edad y la última vez que estuvimos juntos.

Lo miré indignada.

- ¿Qué sabes tu? Ni siquiera sabes que edad tiene y te aseguro que no recuerdas
la última vez que estuvimos juntos, es más, dudo que recuerdes alguna de las veces
que estuviste conmigo - eso estaba completamente de más, por más que trataba de
mostrarme indiferente con él, no hacía solo ponerme en evidencia acerca de lo
resentida que me sentía, aun después de tanto tiempo.

- Recuerdo bastante Selene, aunque no viene al caso - habló calmado, alzó su café
- 15 -
y bebió un pequeño sorbo sin despegar sus ojos de mí. Estaba segura que examinaba
cada una de mis acciones, por lo que intenté mantenerme lo más calmada posible.
Dejó su taza nuevamente sobre la mesa y continuó hablando - Lucas tiene cuatro
años, él me lo dijo cuando sacaba las bolsas de tu auto. No sacas nada con seguir
negándolo Isabella, es más, podría jactarme de ser un buen matemático, pero
cualquiera puede sumar uno más uno.

Fruncí los labios antes de contestar algo, estaba buscando un insulto lo


suficientemente fuerte en otro idioma para que Lucas no pudiera entenderlo. No sé
que tenía ese niño que cada vez que oía algo que no debía decir lo repetía como
loco.

- Mami, tengo hambre - bostezó el rey de Roma arrastrando sus pies por la cocina.

Había olvidado por completo la comida de mi hijo. Estupido Edward tenía la


capacidad de hacerme olvidar todo a mí alrededor.

- ¡Lucas!- exclamó Edward sonriendo - Ven aquí - palmoteó su pierna, para que mi
hijo se sentara con él. - Quiero contarte una historia… - continuó a medida que mi
hijo caminaba hacía el.

- Edward ni lo pienses - amenacé por lo bajo, pero me ignoró por completo.

Hijo de puta - gruñí en mi interior, eso era jugar sucio, aunque no por nada se
había convertido en uno de los mejores y más jóvenes abogados de todo Estados
Unidos, ese había sido su don desde que lo conocí, aunque claro, para él los dones
eran invenciones humanas, él les llamaba habilidades.

- ¡Lucas!- chillé apretando mis puños a mi lado - Si vas a quedarte aquí en la


cocina, será mejor que vayas a apagar la televisión, no tenemos porque elevar la
cuenta de luz por nada.

Detuvo su paso y cambió de dirección. Fulminé con mis ojos a Edward mientras de
reojo veía a mi pequeño alejarse a paso lento, los insultos poco apropiados se
taponaban en mi garganta.

- ¿Quién te crees Edward Cullen? - mascullé con los dientes apretados


acercándome velozmente a su mesa y dando un golpe con mi puño aún apretado
sobre esta - Puedo aceptar muchas cosas ya que mi paciencia es bastante generosa,
pero manipular a mi hijo…

- Nuestro - corrigió secamente, dejándome con todo atorado en la lengua - Y no lo


- 16 -
estaba manipulando - dijo con gesto indignado - ¿Cómo se te ocurre que haría algo
así?

- Sé lo inescrupuloso que puedes llegar a ser, así que no te vanaglories tanto de


esta falsa moral que no te queda - repliqué enfurecida. - Además - añadí - ¿de donde
sacaste que es tu hijo?

- Llámalo intuición.

- ¿Femenina? - me burlé.

- ¡Mami!- gritó Lucas interrumpiendo nuestra pequeña discusión moral, desde la


sala - ¡Te llama tía Alice!- anunció.

- ¿No era que no había línea? - pregunté a Edward entrecerrando los ojos.

- Debe haber vuelto - contestó soltando una pequeña carcajada, antes de llevarse
otra vez la taza de café a la boca. Bufé y di la vuelta para ir por mi teléfono - Dale
mis saludos a mi hermana, dile que mañana temprano estaré por la casa.

- ¿Mañana?- repetí alarmada, vi como una sonrisa se extendía por su rostro y


comprendí la indirecta de inmediato - ¡Oh no! Ni siquiera te atrevas a pensarlo, no
te quedaras en mi casa.

- ¡Dice que es urgente! - volvió a gritar mi hijo.

Salí de la cocina echando humo por las orejas, caminé hacía el hall donde se
encontraba el teléfono y atendí.

- ¿Hola?

- ¡Bella! ¡Oh por Dios! Al fin atiendes, tengo que advertirte una cosa, Edward ha
vuelto - anunció atropelladamente.

- No me digas - murmuré desganada y un poco molesta. Eso me hubiese servido


hace unas horas atrás, antes de salir de compras un día de nieve y dármelas de
buena samaritana ayudando a un imbécil.

- Eso no es todo, se enteró que tienes un hijo, bueno que tienen un hijo. Mierda,
no sé ni como explicártelo. Por eso volvió.

- Alice, Edward está aquí.


- 17 -
- ¡Eso es lo que te estoy diciendo! - exclamó tan fuerte que tuve que alejar el
aparato de mi oído por temor a quedar sorda.

- No tonta, está aquí, en mi casa - musité con toda la calma que pude. Escuché el
grito desde el otro lado y esperé hasta que se calmó para continuar hablando -
Ahora que ya dejaste tu ataque histérico… - añadí - ¿Podrías explicarme como se
enteró?

- Fue culpa de Emmet, pero en realidad él no quería hacerlo - se disculpó por él


con voz apenada - Te juro que fue un accidente, cuando vengas te lo explicaré mejor.

Fruncí el ceño al recordar la conversación con Edward un minuto antes - Intuición


- dijo. Canalla mentiroso.

- Ya veo - murmuré planeando mi futura venganza - Tenme las palas listas y el


hoyo cavado en el patio de tu casa, porque mañana lo voy a matar.

- ¡Corazón te juro que no fue mi culpa! - gritó Emmet.

- ¿Por qué demonios tienes tu teléfono en alta voz? - acucié ignorando a Emmet.

- No sé, estaba nerviosa de hablar sola contigo.

- ¿Está Jasper por ahí? - inquirí en un intento de calmar la rabia que comenzaba a
apoderarse de mi.

- Aquí estoy - anunció mi querido amigo.

- Ten dos hoyos cavados, por que la lista suma y sigue - mascullé lo más
amenazadoramente posible - Hablamos mañana.

Corté la llamada y volví a la sala en donde mi pequeño ya no estaba. Corrí a la


cocina y lo encontré muy contento con sus mejillas infladas producto de todos los
cereales que tenía dentro de la boca y con un chorro de leche derramándose por su
mentón.

- Hola mami - murmuró apenas sin aire.

- ¿Qué haces? - le pregunté a Edward al observarlo con mi delantal de cocina,


revolviendo la mezcla que se encontraba dentro de una de mis fuentes con la
espumadera.

- 18 -
- ¡Hot cakes!- anunció con una sonrisa - Lucas dijo que le encantaban y hasta
donde tengo recuerdos a ti también. Espero que no te moleste que me meta en tu
cocina.

- En mi cocina - repetí negando con la cabeza - En mi cocina, en mi camioneta, en


mi casa. ¿En qué lugar no te has metido?

- ¡En tu dormitorio! - vociferó Lucas divertido, llevándose otra cucharada


rebosante de alimento a su boca.

Oí la melodiosa risa de Edward retumbar dentro de la casa, tal cual como años
atrás.

Si supieras - pensé agradecida de que mi pequeño granuja aún no entendiera ese


tipo de cosas.

Que alegría me da ver la buena aceptación que tuvo este ff :)

Como ya había dicho, subire capitulo tres veces por semana y si puedo más
seguido lo hare, pero no prometo nada, haré todo lo posible por cumplirles y no
tenerlas esperando demasiado.

En mi perfil deje parte del playlist de esta historia por si les interesa oirlo.

Norma Edith no te preocupes que no creo que llegues a odiar a este Edward,
quizá a ratos les caiga bastante mal, pero no es malo.

Y otra cosa! para que no se confundan, los flashback estan en letra cursiva, espero
no liarlas demasiado con eso :)

Besos y gracias por sus reviews!

- 19 -
¿Miel o mermelada?

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Me desvestí aún molesta luego del incidente en la playa. Por suerte mi habitación
estaba lo suficientemente alejada del bullicio, por lo cual no me sería difícil
quedarme dormida.

Bajé de un tirón la cremallera de mi vestido blanco y al dejarlo caer me encontré


con mi cuerpo lleno de arena. ¡Ah! ¡Ese Cullen era el primero en ser persona no
grata en mi vida! Idiota, imbécil y sexy… ¡Alto! Ese adjetivo no concuerda con los
anteriores… mmm… ¿Dónde me quedé?- me pregunté haciendo sonar mis dedos
sobre la mesita de noche que estaba a un lado - cretino y tonto Edward - terminé la
oración.

Su rostro era perfecto, alto y delgado como su padre, era todo un Cullen, ¿como
no me di cuenta antes del parecido que tenía con Alice y con Esme?

- Como si me hubiese dado la oportunidad de mirarlo tan detalladamente - bufé


sentándome sobre la cama para poder quitarme los zapatos.

Y esos ojos…aquellos ojos podían ser la perdición de muchas seguramente. Pero


no la mía, claro que no.

- Además - susurré escarbando dentro de mi maleta para sacar mi camisón de


seda - ¿Qué se supone que hacía escapando? ¿Por qué? ¿De quien?

Sacudí mi cabeza y me cerré mis ojos con fuerza - Hora de irse a la cama y dejar
de pensar - me ordené mentalmente. Era lo mejor que podía hacer después de todo,
cubrirme completamente y dormir.

Así, decidida como estaba, me dirigí a la ventana para correr las cortinas, pero al
llegar ahí, detrás del vidrio algo me devolvió la mirada, mi corazón se subió a mi
- 20 -
garganta provocando que un grito de espanto saliera de mi boca.

- ¡Tranquilízate! - pidió la figura abriéndose paso entre las cortinas y alzando


ambas manos sobre su cabeza para demostrarme que no me haría daño. - Soy
Edward - anunció una vez dentro de mi cuarto.

- ¿Edward? - pregunté entrecerrando los ojos.

- ¿No es un poco obvia tu pregunta? - se burló elevando la comisura de sus labios -


Ya te lo había dicho.

- ¿Cómo demonios llegaste aquí?

- Tengo complejo de gato y digamos que estos árboles son muy resistentes.

- ¿Trepaste hasta aquí? - inquirí con incredulidad.

- No, volé - ironizó con una sonrisa deslumbrante - Por supuesto, soy muy hábil.

- Y humilde - añadí.

Volvió a sonreír, provocando unas adorables arruguitas a los lados de sus ojos, Ay,
esos ojos… se paseaban con descaro por mi cuerpo y fue recién ahí cuando reparé
en que solo llevaba puesto el camisón, el cual por cierto dejaba muy poco a la
imaginación. Me puse firme y crucé mis brazos sobre mi pecho con vergüenza.

- Ahora respóndeme una cosa, ¿qué haces aquí, en mi habitación?

- ¿Mi habitación? - repitió enarcando una ceja. Caminó a mi lado y luego de


tomarme la mano me acercó a la puerta y encendió la luz, hizo un gesto con su
cabeza señalando hacía el muro - ¿Decías?

Pestañeé repetidas veces ya que el foco de luz que encendía el dormitorio era tan
fuerte que me encandiló. Luego de unos segundos, pude fijarme con detalle en las
paredes en donde se encontraban algunas fotografías de él con quienes supuse
serían sus amigos y amigas y fue cuando caí en cuenta de que era yo quien estaba
en su dormitorio.

- ¿Y por qué si es tu habitación entras por la ventana? - acucié colocando mis


brazos en jarra y alzando la barbilla para encararlo.

- Eso no es asunto tuyo - dijo con sequedad.


- 21 -
Bufé y me di la vuelta para buscar mi maleta, la bajé de la cama y arrastrándola
por la manilla me dirigí a la puerta.

- ¿Dónde crees que vas? - me detuvo Edward, jalándome con suavidad del brazo.

- A buscar otra habitación - contesté mirando la mano que seguía sosteniéndome.

Negó con la cabeza y chasqueó repetidas veces su lengua.

- No, no, no señorita, usted no va así a ninguna parte. ¿Sabes cuantos jóvenes
borrachos están deambulando por esta casa? Si te encuentran en esas fachas quien
sabe lo que intentarían hacerte.

- Para ser un idiota, eres muy preocupado. Aunque me temo que ese no es tu
problema - repliqué tomando el pomo de la puerta.

- Te equivocas - objetó Edward, colocando una de sus manos sobre la mía - Yo te


encontré en la playa y ahora te encuentro en mi dormitorio - me obligó a girarme
hacía él y pasó su mano sobre mi hombro para apagar la luz dejando todo iluminado
solo por el reflejo de la luna - Tú eres "mi" problema.

- ¿A que te refieres con eso?

- Me gustas mucho Selene - susurró Edward sin dejar de mirarme, tan cerca de mi
que su aliento tibio me llenó la boca. Alzó su mano lentamente hasta posarla sobre
una de mis mejillas, la mantuvo ahí durante un rato, hasta que la deslizó a mis labios
- ¿Eres una especie de bruja?...- entrecerró los ojos - Por que me has hechizado.

- Los magos hechizan, las brujas embrujan - corregí con voz trémula mientras
sentía como el corazón me latía descontrolado. - Además - agregué - Selene es una
diosa, no una bruja.

Su risa no tardó en hacer eco en la habitación.

- Eres única - murmuró con una sonrisa radiante, sacudiendo su cabeza sin quitar
las manos de mi rostro - ¿lo sabías?

Me sentía aturdida, nerviosa, mi pecho se veía agitado y cada respiración que


daba era cada vez más irregular, estaba incluso avergonzada. No estaba asustada. Y
tampoco era rabia lo que sentía en esos momentos, me sentía…encantada.

Sus manos se movieron hasta mi cuello y atrajeron mi rostro al suyo, nuestras


- 22 -
respiraciones se mezclaron volviéndose una sola. Sus labios se estremecieron sobre
los míos con suavidad, besándome con delicadeza y quietud. Estaba impresionada y
aturdida, no podía cerrar mis ojos y observaba con detalle cada uno de sus gestos,
sus parpados apretados y su ceño fruncido. Bajó su otra mano a mi cintura y me
apretó contra él con fuerza - ¡Dile que te suelte! - gritó mi razón, pero mis labios
estaban tan ocupados delineando la boca de Edward, que se negaron a darle forma a
aquella frase.

Él me gusta - descubrí con rabia cuando noté como mi corazón galopaba dentro de
mi pecho.

Apenas estaba besándome y sin embargo parecía ser la experiencia más extrema y
excitante de mi vida. Su aroma era extraño, intenté descifrarlo, pero solo pude
compararlo con tierra mojada, quizás madera. Por primera vez me dejé llevar, me
embriagué en su esencia y me hundí en su sabor.

Respiró profundamente sin separarse de mis labios, les dio un suave mordisco y
volvió a atraparlos ejerciendo un poco más de presión.

- Eres deliciosa - murmuró contra mi boca - Demasiado como para tenerte toda en
solo una noche.

Capitulo III

¿Miel o mermelada?

- ¿Miel o mermelada?- preguntó Lucas sosteniendo con dificultad los pesados


envases, uno en cada mano.

- Mermelada - contestó Edward colocando el plato llenó de hot cakes sobre la


pequeña mesa de la cocina. - Bella - agregó volteándose hacía mi - Deberías
comprarte una mesa más amplia, aquí apenas alcanzan dos tazas, ¿Dónde se supone
que pondré la mía?

- ¿Qué te parece en tu casa? - inquirí con sarcasmo.

- ¡Me parece perfecto!- exclamó con una sonrisa - ¿Mañana?

- ¿Mañana qué? - pregunté frunciendo el ceño.

- ¿Desayuno o cena en mi casa? - se dirigió a Lucas y me ignoró a mi.

- 23 -
Lucas se encogió de hombros y me miró en busca de ayuda. Sacudí levemente mi
cabeza para que entendiera que debía negarse, pero, ¿cuándo en la vida ha hecho
algo que le haya pedido?

- ¿Dónde vives? - le preguntó a Edward con entusiasmo, hincándose sobre su silla


para aproximarse más a él.

Puse mis ojos en blanco y cogí uno de los famosos hot cakes de Edward para
untarle un poco de mermelada, lo enrollé y me lo llevé a la boca.

- Hace unos días vivía en Nueva York - comentó distraído - Pero he vuelto a Forks
así que hasta que encuentre algo mejor me quedaré en casa de mis padres, ya debes
conocerlos, los Cullen - sentí que mi garganta se cerraba y me impedía el paso del
aire, por lo que comencé a toser y a alzar los brazos para poder respirar. Edward se
levantó rápidamente de su asiento y me agarró de la cintura con fuerza hasta que el
trozo de masa salió disparado por mi boca.

- Si hubiese sabido que querías asesinarme te dejaba congelándote en la carretera


- mascullé entre dientes una vez que mi respiración se acompasó.

- Y si yo hubiese sabido lo mal agradecida que seguías siendo, te dejaba ahí hasta
que no pudieses respirar.

- Idiota - gruñí por lo bajo.

- Hermosa - susurró sonriendo y guiñándome un ojo. Será puto.

- Hijo de…

- ¡Mamá! - llamó mi atención, mi querido y despabilado hijo.

- ¡Exacto! Era justamente lo que iba a decirle…hijo de mamá - miré a Edward con
furia y luego relajé mi expresión para ver a "mi" pequeño - Gracias Lucas, has sido
de gran ayuda - me levanté de mi silla y me acerqué a mi hijo para tomarlo en
brazos - Ahora despídete que es hora de que vayas a la cama.

- Pero mamá… - rezongó haciendo un puchero rodeando mi cuello con sus


delgados y largos brazos - apenas pude probar los hot cakes que hizo Edward…

- ¿No acabas de ver lo que me pasó a mi? No quiero que los comas, te puede pasar
lo mismo. De todas maneras no te preocupes, que para comer piedras ya iremos a
casa de tía Alice, le pediré que te prepare un queque como los de tu cumpleaños.
- 24 -
- ¿Los que usamos para trancar las puertas?

Sentí una suave risita proveniente del asiento continuo, pero lo ignoré, no
pretendía hacerle gracias a él.

- Vale - suspiró refregando sus ojos con una de sus manos - Nos vemos mañana
Edward.

Rodeó mi cintura con sus piernas como un mono y me lo llevé al dormitorio. Luego
de lavarle sus dientes, sus manos y su cara y de colocarle correctamente su pijama,
abrí mi cama y lo metí en ella. Encendí "San televisor" y apagué las luces para que
se quedará dormido.

No acostumbraba dejarlo ver tantos dibujos animados, pero esta vez lo ameritaba,
necesitaba tenerlo distraído y de paso darme un tiempo a mi para pensar. Esto era
demasiado, tantas veces imaginando estar con Edward en mi casa, preguntándome
como sería si se conocieran y ahora que él estaba aquí, todas mis hipótesis se
hicieron humo. Mi cabeza estaba vuelta un caos, ni siquiera podía hilar ideas con
claridad.

- ¿Mami? - me llamó Lucas cuando me incorporé y caminé hacía la puerta.

- ¿Qué pasa cariño?

- ¿Edward es…es Edward cierto?

Mis peores temores se desataron luego de aquella pregunta inocente y tímida de


Lucas, ¿qué culpa tenía él de nuestros errores? ¿Por qué hacerlo pagar por algo que
no tuvo culpa? ¿Era la mejor madre del mundo, criando a un hijo yo sola, o era la
peor por negarle a mi hijo el derecho de tener a su padre solo por mi orgullo herido?

- Por supuesto que Edward es Edward - contesté con una sonrisa forzada
rehuyendo al trasfondo de esa inquietud. - Ahora mira… - dije señalando la televisión
- está comenzando Lazy Town y tío Emmet dijo que se disfrazaría de Stephanie para
jugar contigo, así que memoriza este capitulo para que mañana se lo cuentes.

Perfecta venganza - pensé.

- ¿Mañana vamos donde los abuelos?

- Si cariño, ahora ve la tele que yo ya vuelvo a acostarme contigo - me acerqué a él


para besar su frente y luego me volteé para salir del dormitorio. Cerré la puerta a mi
- 25 -
espalda y caminé por el vestíbulo con el nudo de mi garganta quemándome hasta el
esófago.

Bajé las escaleras y caminé hacia el hall donde se encontraba mi abrigo el cual
seguía estando húmedo. Busqué dentro de los bolsillos hasta dar con mi cajetilla de
cigarrillos y salí a sentarme al pórtico de la casa. Estaba helando demasiado por lo
que me crucé de brazos para apresar el poco calor que había en mi cuerpo y una vez
que solté la segunda bocanada de humo, dejé salir las lágrimas contenidas. Sentía
como la angustia se apoderaba de mi pecho y como mis costillas se oprimían
causándome dificultad para respirar.

- Antes odiabas hasta el olor del cigarrillo - dijo Edward desde mi espalda.

- Si y amaba otras cosas… - comenté inhalando suavemente el filtro, haciendo que


la punta encendida brillara a medida que consumía más el papel - ¿pero ya ves? el
tiempo te hace cambiar de opinión.

- Creo que tenemos que hablar - musitó parándose a mi lado y viendo en la misma
dirección que veía yo.

- Ya lo sé - dije con la voz quebrada.

- Pero no hoy, hablaremos cuando tú te sientas bien para hacerlo, ahora ven aquí -
resopló acercándose a mí y pasando su brazo por encima de mi hombro.

- ¿Qué diablos piensas que estas haciendo?

- Nada - dijo encogiéndose de hombros de manera inocente - Solo te doy un poco


de calor.

Ya había tenido bastante calor de él en el pasado, suficiente como para hacer


parecer que el infierno era un refrigerador y lo único bueno que había conseguido
de eso había sido Lucas. Aunque la verdad es que ahí, debajo del pórtico viendo la
nieve, las mariposas muertas resucitaron volando alrededor de mí estomago.
Estúpidas, de haber tenido un cañón para dispararles, las mataba a todas. Quizás
luego tendría que tomarme un sorbo de insecticida…solo para prevenir.

- ¿Sabes una cosa? - interrumpió mi verborrea mental.

- Sé muchas - bufé.

- Presumida - murmuró riendo.


- 26 -
- Otros me llamarían sabia.

- ¿Otros? ¿Hay otros en tu vida? - indagó soltándome de pronto para tomarme por
los brazos y me giró hacía él, su ceño estaba fruncido y su boca formaba una línea
recta - Digo, ¿hay alguien en tu vida que no sea Lucas? ¿Algún…otro… hombre?

- Ese no es tu problema.

- Tú eres mi problema, Selene, ¿lo recuerdas?

- Edward no seas ridículo ¿quieres? Eso fue hace muchos años atrás. Y no me
sigas diciendo así, estoy a años luz de parecer una diosa, con suerte podría ser la
profesora de Snoopy.

- Bella sé que nunca me creíste las cosas que te dije pero…

- ¿Y Tanya? - pregunté para huir del tema que comenzaba a presentárseme.

Frunció aún más el ceño y me soltó los brazos, dejando caer los suyos a ambos
lados. Respiró hondo y sacudió su cabeza antes de comenzar.

- La última vez que la vi fue hace un año - comentó con tono melancólico - Estaba
internada en el hospital de Nueva York y yo la visité…se veía hermosa como
siempre, incluso podría decir que más… - la punzada de los celos se clavó en mi
pecho al oír sus halagos hacía "la" otra, pero lo disimule mirando hacía otro lado -
Estaba sobre una camilla con una mascarilla de oxigeno cubriendo su rostro - de
pronto la alegría de la voz de Edward desapareció por completo, llevé mis ojos a su
cara y me quedé viéndolo mientras continuaba con su relato - se veía muy pálida y
ojerosa, estaba incluso más delgada que antes y me acerqué a tomar su mano, luego
abrió los ojos y murmuró "hijo de puta Cullen" - dijo imitando la voz de un mujer
agónica - después de eso, sus parpados se cerraron y nunca más volvió a abrirlos. Al
rato descubrí que había pisado la manguera de su tanque y que le había cortado la
respiración.

- ¡¿Qué? - di un pequeño grito espantada.

Noté como el rostro de Edward comenzaba a volverse rojo y sus labios se


fruncían, hasta que no pudo luchar más y dejó escapar su risa.

- ¡Eres un idiota!- bramé golpeándole el hombro.

- No puedo creer que te lo creyeras…- exclamó apretando su estomago sin parar


- 27 -
de reír. - Te hubieses visto la cara…

- No me causa gracia alguna tu historia.

- A mi si, por lo menos ya no tienes esa cara de pena, no me gusta ver tus ojos
tristes…- dijo acercando una de sus manos a mi mejilla, la acarició con su pulgar y
sonrió sin alegría. - En todo caso si te interesa saber de Tanya - dijo bajando su
mano y cambiando la dirección de su mirada - Se casó hace unos tres años y tiene
dos bebes, quizás tres, ya que la última vez que hablamos sospechaba estar
embarazada otra vez. La verdad es que me alegro por ella, se merecía un tipo que la
quisiera de verdad y no alguien como yo. No creo que alguien hubiese soportado
tanto por estar conmigo como ella.

- Yo creo que si - solté sin pensarlo.

- ¿Perdón? - inquirió Edward.

Sentí como si mi corazón se saltará un latido y solo pude hacer, lo que mejor sé
hacer… cambiar el tema.

- No.

- ¿No qué? - preguntó confundido.

- No te perdono.

- ¿Por qué no?

- Por que no quiero - expliqué, lo que mejor podía hacer era confundirlo, así luego
ya no se acordaría de que estábamos hablando antes.

- ¿Por qué no me quieres perdonar? ¿Y a todo esto, perdonar de qué? - ¡bingo! Ya


lo había olvidado.

- No lo sé, fuiste tu quien me pidió perdón - dije restándole importancia y


encogiéndome de hombros.

- ¿En verdad estamos teniendo esta conversación absurda?

- Así parece. Ven - caminé hacia la entrada - Será mejor que vayamos dentro antes
de morir congelados aquí afuera.

- 28 -
- Pensé que nunca me lo pedirías - resopló sacudiendo sus hombros. Se me
adelantó y abrió la puerta por mí - Las damas primero.

Avancé por su lado y me encaminé hacía la cocina seguida por él, metí un dedo
dentro de la miel antes de cerrar el envase y me lo llevé a la boca de manera
distraída para saborearla. Cuando alcé la vista, me encontré con los ojos de Edward
que me veían con descaró y antes de que se me ocurriera algo divertido para
decirle, se acercó a mi y aferró su mano a mi cintura, retrocedimos juntos hasta
chocar contra la gélida pared al lado de la ventana

- Llega a ser demente la manera en que te extrañé - susurró en mi oreja frotando


su cuerpo contra el mío - Antes estaba completamente equivocado, prefiero la miel.

Como prometí estoy subiendo capitulos lo más seguido posible, aunque en


el segundo bajaron considerablemente los reviews, no sé si fue porque no les
gusto el capitulo o por que no les dio gana, de todos modos, agradezco a
quienes se dan el tiempo de dejar un mensaje xD!

Daniel me preguntó si Bella era virgen o no antes de conocer a Edward,


pero no puedo responder a eso aún ya que en unos capitulos más lo sabrán y
marca un cambio bastante relevante en la historia, así que a esperar un
poquito.

En mi perfil deje el playlist de esta historia por si les interesa revisarlo.

Les dejo muchos saludos y les doy las gracias por pasar, leer y comentar :)

Muá!

- 29 -
¿Padre perfecto?

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Luego de la fatidica muerte de sus padres y de un intento de suicidio,


Bella Swan llega a casa del doctor Cullen en donde tendrá que vivir con su familia,
incluyendo a Edward, un chico que lo tiene todo, pero que luego de conocerla
decubre que en realidad no tiene nada.

- ¿Hola?– pregunté a la voz que sonaba al otro lado del citófono, mientras recogía
mi cabello en un moño desdeñoso – ¿Está Alice?

Comencé a empinarme y a bajar sobre mis pies, una y otra vez a la espera de oír
nuevamente la voz de Edward.

- ¿Selene?– inquirió con sorpresa – Dame un minuto ya voy.

- Bella – corregí demasiado tarde, ya que los pasos no tardaron en sentirse cada
vez más cerca, hasta que se abrió la puerta y detrás de ella, Edward vistiendo nada
más que unos bermudas de color negro me recibía con una gran sonrisa.

- ¡Selene!– exclamó un entusiasmado viéndome de pies a cabeza – Aún es


temprano para que salga la luna – bromeó mirando su muñeca como si investigara
su ausente reloj – ¿Te fugaste de Zeus?

- Hola Edward – saludé ignorando su comentario y de paso cambiando la dirección


de donde veían mis ojos. - ¿Está Alice?

- No, pero vuelve pronto – dijo haciéndose a un lado para cederme el paso. –
Puedes esperarla si quieres.

Dudé un segundo antes de aceptar y entrar a la casa.

Caminé por el gran vestíbulo hasta llegar a la sala seguida por Edward. Me dejé
caer con pereza sobre el sillón mientras lo veía caminar en dirección a la cocina.

- ¿Sabes si tardara mucho Alice? – grité.

- 30 -
- Lo suficiente – dijo regresando a la sala y entregándome un vaso de agua – Lo
siento es lo único que encontré – se disculpó encogiendo sus hombros y rascando su
cabeza con molicie.

- Edward, las botellas con los concentrados de frutas están en la despensa blanca
que queda al lado de la nevera, último compartimento, detrás de las conservas. El de
naranja es de Alice, y el de manzana Light es de Rose, nunca bebas de ninguno de
esos dos a menos que quieras ser encontrado sepultado por rocas en algún espacio
baldío.

Frunció el ceño y comenzó a reír. Su risa era natural, nada forzada y sus ojos se
empequeñecían, era bastante expresivo y muy guapo.

De pronto se quedó viéndome fijo y sentí como un nudo se formaba en mi


estomago. Luego de nuestro único beso en la humildemente llamada "Casa de
veraneo" no habíamos tenido tiempo para estar solos. Ese día Edward había
correctamente decidido dejarme dormir en su cama, mientras él se marchó a un
cuarto de invitados, dejándome con la desilusión y un corazón al borde de un
ataque.

- ¿Qué? – pregunté nerviosa luego de unos segundos de silencio.

- Nada – contestó sonriendo – Es solo que es extraño no tener idea de donde se


encuentran las cosas en mi propia casa.

- Eso es normal, Alice muchas veces tampoco lo sabe y eso que ella nunca se ha
ido de aquí.

- Pero puedo apostar mi cabeza a que jamás se le olvida donde deja su ropa –
murmuró – y eso que tiene muchos más vestidos que granos en un barril de arroz.

- ¿Granos de arroz?– repetí frunciendo el ceño – Recuerdo haber oído una historia
que involucraba granos de arroz y un tablero de ajedrez.

- ¿Ajedrez? ¿Sabes jugar? – inquirió divertido levantándose de golpe y caminando


hacía donde guardaban los juegos de mesa. - ¿Te gustaría echar una partida
conmigo?

- No te respondí si sabía hacerlo.

- Sé que si – dijo dejando con cuidado sobre la mesa de centro un tablero de


ajedrez preparado para la contienda – Me encanta jugar, pero parece que a nadie le
- 31 -
gusta.

Quince minutos mas tarde ambos estábamos tan concentrados que olvidé todo lo
demás. Era un desafío constante cada movimiento que Edward hacia. Sus manos se
movían con elegancia, tenía dedos largos y brazos fuertes. Por suerte se había
colocado una polera, aunque aquello no aminoró en lo más mínimo la tensión que
sentía al estar tan cerca de él.

Cuando él atacó, me defendí. Cuando avancé, él dio el contraataque.

- ¡Jaque mate! – exclamó alzando ambas manos empuñadas en gesto de victoria.

Me quedé viendo el tablero fijamente, sorprendida por no haber adivinado o


calculado con anterioridad aquel encasillamiento.

- Vaya, has ganado en muy buena ley – comenté sonriendo.

- ¿Es que acaso hay otra?– preguntó sosteniendo el rey negro de madera – No creo
en las malas leyes Selene, por eso estudio Derecho.

- Eso es bueno para tu espalda – me burlé.

Era imposible no saber que sería un futuro abogado. Carlisle siempre que tenía la
ocasión, hablaba con orgullo de Edward por ser un estudiante destacado y por
cursar tercer año en Leyes. Era un chico inteligente, guapo y muy carismático. Eso
sumado a que besaba como los dioses nos daba como resultado; chica patética
enamorada del hermano de sus amigas.

Dejó la pieza nuevamente sobre el tablero y se sentó a mi lado riendo de la


pequeña tontería que había salido de mi boca.

- No creas que no había escuchado eso con anterioridad, es un chiste sin gracia –
musitó apretando los labios para no volver a reír.

- Tu cara dice lo contrario – repliqué.

- ¿Yo te gusto? – preguntó de pronto cambiando de manera radical el tema,


dejándome sin aire. Tomé el vaso de agua - antes intacto – y me lo bebí de un sorbo.
Jadeé un par de veces antes de dejar el cristal vacío nuevamente sobre la mesa.

- ¿A que viene esa pregunta? – acucié entrecerrando los ojos.

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- Solo respóndela.

Negué con la cabeza y di vuelta la cara para que no viera el sonrojo que
gobernaba mis mejillas.

- Tu cara dice lo contrario – repitió mi frase dándole otro significado


completamente diferente al que tenía en un principio.

- Es mi boca la que habla – rebatí.

- Y tu cara la que expresa.

Fruncí el ceño disgustada conmigo misma por ser tan obvia y demostrar de
manera tan fácil que me pasaban cosas con él.

- Tú me gustas – susurró posando una mano en mi mejilla.

Antes de que pudiera siquiera decir palabra, la boca de Edward descendió hasta la
mía apoderándose de mis labios. Sus brazos me rodearon por la cintura al tiempo
que su lengua se abría paso por entre mis labios.

Capitulo IV

¿Padre perfecto?

Traté de mantener mi vista en la cara de Edward, pero si veía sus ojos me


sonrojaba como idiota y si miraba sus labios, me derretía como tal cual como hace
años atrás. No podía ser que después de tanto tiempo, él siguiera ejerciendo ese
poder sobre mí.

Es solo por el sexo – me dije a mi misma sintiendo un escalofrío recorrer mi


espalda al recordar brevemente nuestro último encuentro.

- ¿La miel? – repetí con voz trémula mientras intentaba inútilmente pensar con
claridad – Pues yo la detesto.

Enarqué una ceja así como muchas veces lo había practicado delante del espejo y
respiré hondo. Terrible error, su fragancia comenzó a nublarme el juicio y su
sonrisa… aquella sonrisa me desafiaba y me invitaba a borrarla a punta de golpes…o
besos.

- No parece – refutó enarcando una ceja.


- 33 -
Deslizó su mano por mi espalda hacia mi muslo y me apretó hacía él provocando
que una ola de calor se expandiera por todo mi cuerpo concentrándose en su
mayoría en mi centro.

¡Mierda! – gemí para mis adentros, cinco años sin sexo me estaban pasando la
factura. ¿Por qué no le di el si a Mike cuando tuve la oportunidad? – volví a pensar,
de seguro que por lo menos las ganas me las quitaba.

Aunque quitarme las ganas con Edward valía la pena.

- Edward ¿A qué juegas? – pregunté con dificultad.

- No estoy jugando Isabella. Sin embargo quizás este no sea el mejor momento
para esto – confesó soltándome y alejándose de mí unos pasos.

Se giró hacía el fregadero y buscó un vaso para luego llenarlo de agua. Mi cuerpo
notó y extraño demasiado pronto su calor.

Me sentí humillada por su falta de tacto. Primero me busca y luego, cuando mi


debate interno esta a punto de fallar a su favor, me deja y se aleja.

- Puedes dormir en el que era el cuarto de mi padre. De seguro recuerdas donde


queda – dije saliendo de la cocina. Caminé hacía la sala y busqué el control remoto
para buscar algo en que distraerme mientras esperaba que el calor que me recorría
el cuerpo se desvaneciera. Así de excitada como me sentía me podían utilizar
fácilmente para derretir la nieve de la carretera.

- ¿Bella…?

- Que tengas buenas noches Edward – dije sin despegar la vista de la televisión.

Oí un bufido seguido de sus pasos subiendo la escalera y el piso del segundo piso
resonando en dirección al dormitorio de mi padre.

Una música orquestal y espeluznante salía de la televisión. Me levanté de un salto


y corrí a la cocina para buscar una de las cajas de cereales de Lucas, volví a la sala
con un recipiente lleno de "Frosted Flakes" y un vaso hasta el tope de soda. Apagué
la luz y me dispuse a disfrutar la película de terror. Lo único que podría alejar a mi
mente de que en el piso de arriba estaba el hombre de mis más perversas fantasías
sexuales realizadas, era ver a un monstruo terrorífico comiendo sesos.

Puse el recipiente sobre mi regazo y comí casi sin percatarme que lo hacía. Estaba
- 34 -
tan metida en la película que cuando la densa niebla se desvaneció, precedida de
unos crujidos y puntuales notas de piano noté que ya no comía cereales, sino que
mis uñas. Cuando el rostro del asesino apareció en la pantalla, ahogué un grito y
cerré mis ojos para cubrirlos luego, además con una mano.

Estaba espantada.

- Apuesto a que la verías mejor si abrieras los ojos – señaló Edward desde la
oscuridad.

- ¡Nunca vuelvas a hacer eso! – gruñí al divisar sobre su cara una sonrisa
jactanciosa.

- ¿Para que tienes la televisión encendida si no piensas verla?

- Que te importa. Deja de meterte en mi vida. ¿A qué bajaste?

- Me dio miedo pensar en que tu padre viniera y me sacara a punta de escopetazos


de su cuarto.

- ¿Estas bromeando? – inquirí ceñuda.

- ¿Por? – indagó confundido.

- Edward, mi padre murió hace tres años.

- ¿De que estas hablando?– preguntó claramente sorprendido - ¿De qué murió? Lo
siento, no quería hacerte sentir mal. Te juro que no tenía idea.

- Déjalo. No te preocupes, ya ha pasado tiempo y si bien siempre me hace falta, he


aprendido a vivir con ese dolor. Falleció de un paro cardiaco fulminante, no se pudo
hacer nada.

Edward se veía conmocionado, ellos siempre tuvieron una extraña relación de


amor y odio, se fastidiaban entre ellos y hasta bebían cerveza de vez en cuando
viendo algún partido en la televisión. Se dejó caer sobre un sillón y se quedó con los
ojos fijos mirando a la nada.

- Aún recuerdo el día que me encontró trepándome en tu ventana. Luego de eso,


mandó a talar ese árbol…- murmuró con una sonrisa melancólica.

Recordé también la cara de Charlie, enfurecido y divertido al mismo tiempo.


- 35 -
Siempre había sabido que Edward se trepaba a mi ventana, así que solo para poner
a prueba su capacidad ingeniosa, taló el árbol y esperó para ver que idea se le
ocurría a Edward para saltarse las visitas oficiales.

- Es extraño – musité.

- ¿Qué cosa?

- No recordaba nada de eso – confesé con tristeza.

- Al parecer has olvidado todo lo que tiene referencia conmigo – dijo enarcando
una ceja.

- Eso parece.

- Incluso olvidaste que era el padre de tu hijo – comentó con resentimiento.

Ojala hubiese podido – pensé – nunca pude olvidarme. Cada gesto de Lucas me lo
recordaba, es un sabelotodo, presumido, orgulloso, nunca pierde y además de todo
es un pequeño de Don Juan. Es el "mini me" de su padre.

- Creo que será mejor que me vaya a la cama – dije colocándome de pie y dejando
el recipiente sobre la mesa. – Hasta mañana Edward.

- Que descanses Bella.

- Mami…– canturreó la dulce voz de mi hijo – ¡Madre! – Hundí aún más mi cabeza
en la almohada y me quedé quieta pensando en que si no abría los ojos me dejaría
en paz. – ¡Mamá! – ni un solo movimiento o no me quedara más remedio que
levantarme – ¡Ma! – insistió, pero si era igual a su padre – ¿Mamita? ¿Mamacita?
¡Mother… - ¿y este donde aprendió a hablar otro idioma? - fucker!

- ¡Lucas!– lo reté sentándome de golpe sobe la cama - ¿Dónde aprendiste a decir


eso?

- ¡Que bien, despertaste! – exclamó con una sonrisa radiante y con su pelo
alborotado.

- Como si me quedara otra opción – gemí al ver que se encontraba sentado sobre
mi – Ahora respóndeme ¿Dónde aprendiste a decir eso?

- ¿Qué cosa?– inquirió con cara inocente - ¿Mother Fuc…?


- 36 -
- ¡Deja de repetirlo!– lo interrumpí molesta – ¿Quién te enseño eso?

- La consola del tío Emmet – comenzó a explicar – El otro día, cuando me quedé
allá, en un video juego un tipo dijo algo así como wirubiruli mader faker. Y cuando
pregunté que era eso, tío Jasper me explicó que "Mother" era madre, y luego tío
Emmet me explicó que "Fucker" era querida. O sea te dije madre querida – concluyó
su magnifica explicación, encogiendo sus hombros y sonriendo de lado.

No quería ni pensar en que significaría ese wirubiruli que señaló Lucas. Estaba
pensando seriamente en no acercarme a la casa de los Cullen en muchos años, no
quería que me encarcelaran por un asesinato en serie. Por lo menos no hasta que
Lucas pudiese mantenerse por si mismo y me hubiese dado unos hermosos nietos.

- ¿Bella…? – llamaron dando una suaves golpecitos en la puerta de mi cuarto.

Me quedé helada, no estaba preparada para ver a Edward aún. Puse un dedo
sobre mi boca, para hacerle saber a Lucas que se mantuviera callado, mientras
pensaba en lo que haría para escapar de tener que hablar con él.

- ¡Edward entra! ¡Ya la desperté!- gritó el pequeño traidor saltando sobre la cama.

- Permiso – dijo asomando la cabeza – Solo quería avisarte que nos esperan en mi
casa para desayunar.

- Debo darle antes su desayuno a Lucas – repuse para encontrar tiempo para
inventar alguna escusa y poder quedarme en casa.

- ¡Ya desayuné!– dijo Lucas entusiasmado por la idea de salir de casa - ¡Edward
me preparó huevos, tostadas, cereal con leche y zumo de naranjas con zanahoria!

- Perfecto te hizo el desayuno para toda la semana – bufé.

- Se despierta más temprano que yo – alabó Lucas asombrado. El pobre pensaba


que despertarse antes de las once era una gran virtud – Cocina muy bien – continuó
enumerando la interminable lista de atributos – Es soltero y sabe nadar. ¡Es el padre
perfecto!

Me quedé viendo a Edward quien luchaba por reprimir la sonrisa que se estaba
formando en sus labios. Idiota manipulador.

¿Padre perfecto?– grité mentalmente – Vaya mierda en la que estoy metida.

- 37 -
La idea de ese desayuno en su casa estaba comenzando a volverse interesante.

Como prometí, estoy subiendo capitulo lo más seguido posible.

Intentare actualizar el fin de semana, aunque lo veo dificil y no creo poder


subir capitulo hasta el proximo lunes, aunque no es tanto. No prometo nada
pero voy a tratar de subir antes.

Daniel querido, aquí usted es libre de leer o no, la verdad es que siempre
me gusta leer recomendaciones y a veces incluso vario las tramas de
acuerdo a lo que me comentan, pero esta historia ya la tengo avanzada y no
la puedo cambiar. En la historia es relevante por un punto de vista de
Edward si Bella es virgen o no y no lo puedo adelantar aun porque me
adivinarian lo que sigue y quiero mantener un poco el suspenso. Aunque si
pienso parecido a ti no creo que te desiluciones, pero como te dije antes,
eres libre de leer o no :)

Una pequeñita aclaración, en un review de poly_uchiha, me corrijió en la


autora de la canción, pero aunque no deja de tener razón en cuanto a que
Rihana tiene un tema llamado Take a Bow, el tema que les dije en el primer
capitulo en realidad es de Leona, se llaman igual pero son distintas
canciones, si pasan por mi perfil lo van a encontrar.

Norma Edith no debes preocuparte que los capitulos seran siempre Bella's
Pov, aunque más adelante viene una vista de Edward y cuando asi sea, lo
aclararé en un principio.

Bueno, nada mas agradecerles por tomarse el tiempo de leer y de dejar


sus reviews, me alegran mucho, sean buenos, malos, una carita, una
recomendación, un que tal o lo que sea, me gusta saber si les gusta o no.

Nos leemos pronto!

Muá!

- 38 -
Más vale tarde que nunca

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Luego de la fatidica muerte de sus padres y de un intento de suicidio,


Bella Swan llega a casa del doctor Cullen en donde tendrá que vivir con su familia,
incluyendo a Edward, un chico que lo tiene todo, pero que luego de conocerla
decubre que en realidad no tiene nada.

Los rayos del sol se abrieron paso por el delgado visillo que apenas cubría la
ventana y golpearon mi cara, obligándome a cambiar de posición para evitarlos.
Refunfuñé idioteces mientras me giraba sobre la cama y tapaba mi cabeza con una
almohada, no había nada que detestara más que dormir poco y luego de las
vacaciones con los hermanitos Cullen, lo que menos había podido hacer, habia sido
descansar.

-¡Ah no puedo seguir durmiendo! - gruñí sentándome sobre la cama de Edward


con mis parpados apretados. Refregué mis ojos y solté un bufido.

- Te apuesto que yo te puedo hacer dormir otra vez - susurró Edward


alcanzándome de la cintura y lanzando mi cuerpo de vuelta al colchón.

- ¿Edward?

- Si, amor.

- Cállate…

Soltó un bufido y se volteó para volver a dormir. Yo acomodé mi cabeza en la


almohada y traté de apelar a la pereza que me quedaba en el cuerpo para volver a
dormirme, pero luego de oír la puerta abrirse de par en par, supe que eso sería
imposible.

- ¡Isabella Marie Swan! ¡¿Qué haces en la cama con mi hermanito? - preguntó una
escandalizada Rosalie desde el marco de la puerta.

- ¿Lo confiesas tu o lo hago yo? - rezongué apretando mis parpados, me dolía la


cabeza y lo que menos necesitaba era un ataque moral de una persona que pensaba
- 39 -
que los valores eran solo números aplicables en las matemáticas.

- Rosalie déjame tranquilo, solo dormimos… - refunfuñó Edward con la cabeza


pegada a la almohada - y pretendo seguir haciéndolo por un rato mas, ¡así que vete
de mi cuarto!

Sentí a Rose cerrar la puerta de mala gana y el sonido de sus tacones alejándose
rápidamente. Ella era la única persona que conocía en el mundo, que tenía por
pantuflas unas sandalias de cinco centímetros de altura.

- ¿Por qué le mentiste a tu hermana?- pregunté una vez que deje de oír el replique
de su taconeo, apoyándome sobre mis codos y girándome hacía Edward quien ni
siquiera se volteó a verme - Sabes bien que anoche no solo dormimos.

- Rosalie preguntó sobre lo que estábamos haciendo ahora en la cama, no anoche -


explicó abrazando su almohada y girando la cabeza hacía donde me encontraba yo
para regalarme una sonrisa pícara. - Además - agregó - solo nos besamos.

Pues claro que solo nos besamos - pensé casi con desilusión.

- Si - coincidí de mala gana - Llevamos casi todas las vacaciones solo besándonos -
¿grillos? Eso parecía resonar en la habitación a la espera de que me dijera algo.

- ¿Acaso te molesta que te respete? - preguntó entrecerrando los ojos.

- No es eso, es solo que las vacaciones están por terminar y este será mi primer
año de universidad y no sé aún si tengo que presentarme como soltera cuando un
chico sexy se me acerqué a pedir mi teléfono.

- ¿Chico sexy? - inquirió sentándose de golpe y alzando una de sus perfectas cejas.

- Aja.

- ¿Más sexy que yo? - preguntó levantando el rostro para que yo pudiera verlo
mejor.

- Por supuesto, no creo que seas gran cosa - dije de manera desprendida.

- En ese caso preséntate como quieras - se encogió de hombros y se incorporó


caminando hacía el baño y dejándome sola en la habitación.

- ¿Te enojaste?
- 40 -
- No creo que seas gran cosa - repitió imitando mi voz con sorna una vez dentro
del baño.

- ¡Tienes un serio problema de ego! ¿Lo sabías?

Busqué mis pantalones con la vista y apenas di con ellos los cogí y me los coloqué.
Estaba enamorada de Edward por que era apasionado y revolucionaba
exageradamente mis hormonas, era el chico más guapo del mundo a mis ojos, con su
nariz puntiaguda, sus ojos verdes y su cabello cobrizo despeinado. Apasionado hasta
la medula, pero sobre todo respetuoso. Hasta ahora no me había tocado un pelo.
Aun cuando mi cuerpo entero vibraba con solo un beso, él me había respetado.

Mordí mi dedo índice inconcientemente mientras mi vista vagaba por su cuarto en


búsqueda de la blusa perdida, hasta que una manga blanca se asomó por debajo de
la cama. Me agaché para recogerla, pero antes de que me encontrara
completamente de pie, me vi rodeada por unos brazos fuertes y un aroma delicioso.

- ¿Qué haces? - inquirió Edward pegando sus labios a mi cuello.

- ¿Qué no ves? Busco mi ropa - dije volteándome hacía él y levantando mi mano


para enseñarle la tela blanca que sostenía - No creo que a mi padre le guste verme
llegar en ropa interior a mi casa. Mucho menos pensando en el frío que hace allá
fuera.

- No te vayas - pidió tomando mis manos para luego acercarlas a su boca y besar
mis nudillos.

Abrí mis ojos, sorprendida de que por primera vez Edward me pedía que me
quedara más tiempo con él.

- Lo siento Endimión, pero mi hermano sol ya salió y eso significa que debo volver
a mi mazmorra.

- No, no iras a una mazmorra - sacudió su cabeza y frunció el ceño - Te iras a


alumbrar otro lugar, a otra persona.

- ¿De que estas hablando Edward? Solo bromeaba. ¿Qué te pasa? No soy la diosa
Luna.

- Para mi si. No quiero que te vayas, quiero que seas mi propio satélite. Tú eres mi
luna.

- 41 -
- Edward, para de leer libros de historia, en verdad la mitología griega te esta
afectando mal - repliqué retrocediendo un paso y sonriendo. Era extraño ver a
Edward así, se le veía frustrado y posesivo. - Creo que me voy a mi casa.

- Y yo creo que no - murmuró con aplomo estrechándome entre sus brazos justo
antes de besarme con súbita fiereza.

No me molesté en resistirme. ¿Para qué? Si los brazos de Edward eran el lugar


donde siempre quería estar, su lengua saboreando cada hueco de mi boca y su
aroma embriagador llenando cada espacio de mis pulmones.

Entrelacé mis manos tras su nuca para acercarlo más y me hundí en un beso cada
vez más fogoso.

- Bella… - murmuró de pronto entre mis labios al tiempo que mis manos se
deleitaban jugando con su abdomen - Si sigues así no voy a poder detenerme.

- Esa es justamente la idea…

Solté una risotada de victoria cuando lo sentí alzarme en brazos y caminar de


vuelta a la cama.

Capitulo V

Más vale tarde que nunca

- Sé que no había estado aquí en varios años, pero por muy excéntrica que sea mi
hermana, estoy casi seguro que no transformó mí hogar en una tienda de disfraces -
advirtió Edward con su ceño fruncido, mirando de un lado a otro para examinar el
lugar una vez que detuve mi todoterreno.

- Si quieres darme una bienvenida como me merezco puedes pasar por el pasillo
ocho - susurró acercándose a mi para que Lucas no pudiera oír su insinuación.

Sacudí mi cabeza ignorando su comentario, quité la llave del auto y descendí sin
decir ni una palabra.

- ¿Podemos bajar mientras te esperamos? - gritó Edward asomando su cabeza por


la ventanilla.

Estaba a punto de negárselo, cuando vi a Lucas que batía sus pestañas como lo
hacia Rose cada vez que quería conseguir algo. Bufé antes de asentir de mala gana y
- 42 -
hacer un gesto de aceptación con mi mano.

- ¡Mami! ¿Puedo comer nieve? - gritó Lucas desde su ventana.

- No - ordené tajante antes de girarme para subir los tres escalones que daban a la
entrada de la tienda - ¡La nieve no es helado! - agregué antes de tomar el pomo y así
evitar caer por lo resbaladizo del piso.

Abrí la puerta de la tienda, seguida por el sonido de una campanilla que anunció
mi entrada y fui recibida por una hermosa vendedora trigueña de ojos pardos que
llevaba un ridículo sombrero de copas junto a un vestido verde que brillaba producto
del reflejo de la luz que golpeaba sobre las lentejuelas.

- Bienvenida seas a "Carnaval y Magia" - dijo con una mueca de aburrimiento en


su rostro y apoyando su cabeza sobre una mano.

- Solo te faltó bostezar para demostrar todo tu entusiasmo - contesté acercándome


a la vitrina y quitándome la bufanda que envolvía mi cuello. - ¿Mala noche?

- Al contrario, lo malo fue la mañana - resopló Fiorela, mi querida amiga de Italia.


En oportunidades habíamos hablado del porque instalarse con una tienda de
disfraces y ella me había contestado que un restaurante era demasiado cliché para
su gusto. Ella y Antonio, su hermano, habían decidido instalarse en Estados Unidos
luego de la muerte de su padre, don Giuseppe Boschetto y pusieron todo su empeño
en ser los mejores en el arte del cotillón. - Supongo que no tengo que preguntar por
Lucas a quien seguramente has dejado con Edward.

- ¿Debe extrañarme que lo sepas? - musité colocando mis ojos en blanco.

- No, ya sabes que Alice no sabe guardar un secreto y aunque lo hiciera, no


tendría poder contra mi letal Negrori - contestó sin mostrar el más mínimo ápice de
vergüenza.

- Alice se emborracha hasta con olor del café - resoplé dándole la espalda a
Fiorela y caminando hacia los pasillos para encontrar lo que buscaba. - ¿Dónde
encuentro…?

- ¡Pasillo tres! - respondió Fiorela antes de terminar de formular mi pregunta. -


Debes saber que la tienda la abrí solo por ti. Imaginé que querrías cobrártela con
tus cuñadas de algún modo.

- ¡No son mis cuñadas! - gruñí buscando la talla de Emmet en un vestido que no
- 43 -
superaba la talla nueve.

- ¡Que bueno oír eso signorina! - exclamó Antonio apareciendo de pronto con una
caja en sus manos. - Ven acá - añadió dejando la caja sobre el suelo. - Ahí no
encontraras nada para Emmet. ¿Por cierto de que quieres disfrazarlo esta vez? El
burro no funcionó como quisiste y con el de Tarzán solo le subiste la autoestima.

- ¿Cómo sabes que buscaba algo para Emmet?

- Bella, ayer estuvieron haciendo apuestas toda la noche de lo que harías con él y
con Alice. Fiorela no pensaba abrir la tienda hoy, pero estábamos casi seguros que
aparecerías por acá temprano, así que ahora deja de perder el tiempo y dime que es
lo que buscas.

- Había pensado en una peluca rosada junto a unas mallas del mismo color -
contesté caminando detrás de él.

- ¿Lazy Town?- adivinó enarcando una ceja y colocando una mano sobre su cintura
- ¡Que clásico!- resopló - Yo tenía algo mejor en mente…- dijo sacando de la caja un
traje de terciopelo negro, con corbatín y orejas de conejo.

- ¿Emmet de Coneja Play Boy?

- Con braguitas incluidas - rió Fiorela enseñándome la parte baja del traje.

- ¿Y como meteré a Emmet dentro de esto?

- Ay querida, eso no debe ser tu problema, tu preocúpate de llevar la cámara y


hacerle muchas fotos para poder burlarnos luego - contestó mi amiga sin borrar su
sonrisa divertida de su cara.

Tomé el disfraz y fruncí los labios mientras pensaba en si sería o no apropiado


meter a esa tremenda masa de músculos dentro de un trajecito tan lindo.

- Además - agregó Fiorela llamando mi atención - Si te arrepientes puedes darle


un mejor uso - insinuó guiñándome un ojo. - Ya sabes, con Edward aquí y todo eso…

- ¡¿Cómo se te ocurre? - exclamamos al mismo tiempo, Antonio y yo.

- Es algo totalmente absurdo - musité sonrojada.

- Ridículo - añadió Antonio volteando su cabeza a otro lado.


- 44 -
- Ustedes dos piensan igual, ¿se han dado cuenta? Me producen escalofríos -
Fiorela se estremeció de manera exagerada para luego soltar el aire sonoramente
por su boca.

- Bueno, bueno, bueno - sacudí mi cabeza mientras tomaba el lindo trajecito y de


paso le quitaba las bragas a Fiorela - yo no vine aquí para discutir acerca de mi vida
privada que para eso ya tengo mi psicoanalista.

- Exacto - coincidió Antonio pasando su brazo por mi hombro y acercándome a él


para darme un beso en la frente - Ella ya te ha dejado muy claro a ti y a todos que no
le interesa nadie, así que deja de molestarla con eso.

Fiorela puso sus ojos en blanco y negó con su cabeza antes de tomar aire y volver
a hablar.

- Si, si, ya…es absurdo, aberrante, ridículo y todo lo que quieran - dijo Fiorela
moviendo sus manos - pero apuesto que se te hace agua la boca, no niegues que
siempre estuviste enamorada de Edward y que cuando nos conocimos, si él te
hubiese llamado aunque fuera una vez, te habrías vuelto loca y hubieses corrido a su
lado solo con un chasquido de sus dedos.

- Creo haberla llamado más de una vez.

- Bienvenidos a "Carnaval y magia" - exclamó una entusiasmada y coqueta Fiorela.


- ¿Siempre tengo que repetir está misma estupidez Antonio? - preguntó fastidiada -
¿No basta con el letrero de bienvenida en la entrada?

- Por mi está bien - habló la persona desde la entrada.

Por favor que no sea él - rogué mentalmente.

Con lo concentrada que estaba en la conversación ni siquiera había reparado en


que la campanilla de la entrada seguía tintineando por el movimiento de la puerta
de la tienda.

¿Es que mi vida siempre tendría que girar en torno a Edward? ¿Por qué no había
entrado cuando me estaba burlando de Emmet? Por supuesto que no, Edward Cullen
debía hacer una presentación dramática para ser recordado. Idiota.

Con la sangre de todo mi cuerpo agolpada en mis mejillas, me giré para


encontrarlo apoyado contra el marco de la puerta y sosteniendo la pequeña mano de
Lucas. Tenía una sonrisa socarrona en su rostro, a la que respondí sacándole la
- 45 -
lengua.

Un momento.

¿Le había sacado la lengua?

¡Oh mierda!

¿Es qué acaso me creía una niña de cinco años? Esas eran las reacciones que
tenía con Lucas cuando me molestaba, pero sacarle la lengua a Edward era una
estupidez. Debería haberle respondido con un "No seas idiota" o haberlo ignorado y
terminado de hacer mis compras, pero por supuesto que no, mi cabeza y toda mi
cordura quedaban flotando en el limbo cuando él estaba cerca.

- ¡Antonio! - exclamó Lucas con entusiasmo soltando la mano de Edward y


corriendo a abrazar a mi amigo.

Antonio quitó su brazo de mi hombro y se giró para recibir a mi hijo y alzarlo en


brazos.

- Vaya, pero si has crecido mucho desde el jueves - comentó Antonio revolviendo
el cabello de Lucas quien sonreía orgulloso.

- Pero si solo es sábado - dijo Fiorela.

- ¡Si y mira que grande está! - habló Antonio ignorando por completo a todos los
demás. Tal y como había sido siempre desde que nos conocimos, él solo tenía ojos
para mi hijo. - Al parecer tu madre te ha estado dando la leche mágica estos días.

- Por supuesto que si - afirmé. Lucas había pasado por la temporada de no querer
beber su leche y Antonio me había ayudado diciéndole que él enviaría una leche
mágica que sería deliciosa y que lo haría crecer tanto como él, cosa que era
bastante, ya que si Edward era alto, Antonio le sacaba por lo menos dos cabezas.

- Más te vale beberla toda, mira que Antonio no es muy reconocido como mago,
pero hace unos hechizos con esas vacas. Las cafés dan la leche chocolatada y las
rosadas de frutilla, es todo un espectaculo ver cuando las ordeña - musitó Fiorela
aguantando la risa.

- ¿En serio?- inquirió Lucas abriendo sus ojos de par en par - ¿Puedo acompañarte
un día? ¡Por favor!

- 46 -
- Por supuesto que puedes, cuando quieras - contestó Antonio, quien no podía
negarle nada a Lucas.

- Pero no hoy - negó Edward con la mandíbula tensada, quien se había acercado a
donde me encontraba yo - Recuerda que tenemos que ir a casa de tus abuelos.

- ¿Vas donde tus abuelos ahora? - preguntó Antonio ignorando por completo la
manera autoritaria con la que Edward acababa de dirigirse a Lucas. Mi hijo afirmó
con su cabeza. - En ese caso, dale muchos cariños a Carlisle y a Esme de mi parte. Y
ya va siendo hora que se vayan ¿no?- inquirió fijando su vista en mi - Recuerda Bella
que a ellos les gusta la puntualidad y tu no eres muy dada a esa cualidad - comentó
sonriendo forzadamente y elevando disimuladamente sus cejas, tal como lo hacía
cuando quería hacerme saber algo - Llegar tan tarde puede ofender a las personas -
continuó - No puedes llegar pidiendo disculpas cuando te has demorado tanto.

- Tienes toda la razón - concordé con él, quien acababa de dejarme claro que
pensaba de Edward, con él teníamos nuestros propios códigos y no era necesario ser
muy perspicaz para darse cuenta que todo eso iba dirigido a mi acompañante.

- Bella no estará llegando tarde - añadió Edward, volviendo a la conversación


entre líneas que mantenía con mi amigo. - Ella no sabe a que hora la esperan.

- Las excusas agravan la falta - repuso Antonio.

- ¿A quien le importa a que hora lleguen? Más vale tarde que nunca - agregó
Fiorela con su ceño fruncido, quien parecía no entender nada de lo que estábamos
diciendo.

- Más vale tarde que nunca - repitió Edward sonriendo torcidamente y elevando
una ceja. Pasó su brazo por mi cintura y me pegó a él. - Ahora ya va siendo hora que
vayamos a casa de mis padres - dijo mirando el lujoso reloj que llevaba en su
muñeca - Vamos Lucas, despídete del mago lechero.

Lucas hizo un pequeño puchero y plantó un sonoro beso en la mejilla de Antonio -


Chao - dijo mientras lo dejaban en el piso.

- Te quiero hijo - contestó Antonio.

Sentí como los dientes de Edward sonaban por la fuerza con la que apretó su
mandíbula y noté como el agarré en mi cintura se hacía más estrecho.

Luego de despedirnos y abandonar la tienda, Lucas comenzó a jugar con la nieve.


- 47 -
- No puedo creer que tenga que soportar que otro le diga hijo a mi hijo - farfulló
indignado Edward de camino a mi camioneta.

- Se lo dice de cariño.

- ¿De cariño a él o a ti?

- A ambos.

- ¡Mira mamá, nieve amarilla!- gritó Lucas, corriendo hacía mi y apuntando con su
mano para indicarme el lado de un árbol en donde claramente habían marcado hace
poco el territorio - ¿Puedo probarla? ¡Te apuesto que esta si tiene sabor!

- Ni pienses en dejarlo comer eso - murmuró Edward.

- ¡Por supuesto que no!

- ¿Por qué no?- rezongó Lucas - Pero si parece helado de vainilla.

- Pero es de orinilla - explicó Edward riendo a mandíbula batiente.

Lucas lo quedó viendo extrañado durante unos segundos y cuando al fin


comprendió lo que Edward había dicho, soltó a reír junto con él.

- ¡Hombres!- bufé sacudiendo mi cabeza y sacando las llaves de la camioneta para


abrir la puerta.

- ¿O sea que cuando veo la que parece chocolate es de cacalate? - preguntó Lucas
quien no paraba de reír.

De tal palo, tal astilla - pensé mientras los veía divertidos compartiendo la
mañana.

Chicas siento haber demorado tanto, pero estoy con una Epicondilitis
(problema al codo que duele y jode los tendones del brazo) así que tengo
prohibido hacer muchas cosas y entre ellas estan escribir en el computador.
Ahora estoy aprovechando que estoy sola para dejar este capitulo, espero
que les guste!

Muá!

- 48 -
Disfraz

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Edward quitó el pasador que sostenía mi cabello y hundió una de sus manos en la
espesa cascada castaña que caía desdeñosa por mi espalda. Con su otra mano
sostuvo mi cuello y me acercó a él para pegar sus labios a los míos. Su beso fue todo
y más de lo que yo anhelaba, una mezcla perfecta entre pasión y posesión.

Avanzó uno, dos, tres, cuatro pasos, hasta que mi espalda chocó contra uno de los
muros de su cuarto, desocupó raudamente el escritorio que estaba a un lado sin
romper el beso, y dejando caer torpemente en la maniobra los que supuse habían
sido fichas de algunos casos que estaba revisando días atrás, ya que a pesar de ser
aún un estudiante, Edward ayudaba a uno de sus maestros como practicante.

- Me encantas - susurró entre mis labios mientras me dejaba sentada suavemente


sobre el - ahora - desocupado escritorio, posicionándose entremedio de mis piernas
y dejándome clara la magnitud de su excitación al rozar concientemente su virilidad
contra mi intimidad.

Sentía como sus manos se deslizaban desde mis mejillas hacía el cuello y se
cruzaban en mi espalda para culminar su camino hacía mis muslos. Nuestra
respiración se volvía una, creando una hasta ahora - desconocida para mi - melodía,
estábamos inconcientemente sincronizados como por reloj, bailábamos al mismo
ritmo, nos fundíamos al mismo tiempo y a la misma temperatura. Podía notar como
sus caricias se volvían más desesperadas y a ratos torpes, el aroma de Edward
parecía hacerse cada vez más necesario para mí ya que intentaba
desesperadamente inhalar lo más profundo que podía, como si el tenerlo tan cerca
no fuera suficiente, necesitaba más de él, tanto como estuviera dispuesto a darme.

Por primera vez sentía lo que era desear a alguien, notar como tu cuerpo
reacciona a una caricia, como tu centro anhela ser mancillado y como las hormonas
pisotean toda tu razón y tu vergüenza.
- 49 -
Sus manos se deslizaron debajo de la delgada tela de mi blusa, y en una maniobra
digna de un mago de deshizo de mi brasier. Bajó su boca jadeante por mi cuello
dejando huellas húmedas en su camino hacía uno de mis pechos, mi respiración se
cortó por un segundo cuando su lengua rozó por primera vez mi pezón y luego un
sonoro suspiró escapó de mi boca, como una aceptación irrevocable. Mi razón se
encontró flotando en el limbo luego que mi libido tomara control absoluto de mi
cuerpo, sabía que estaba mal, algo en lo más hondo de mi ser me decía que debía
parar pero me era imposible, mi virginidad deseaba con todas sus fuerzas perderse
en el bosque…o mejor dicho en el dormitorio de Edward.

Mientras las diestras manos de Edward descendían por mi estomago para


desembocar en el botón de mi pantalón, sus labios volvían a divertirse con mi boca,
nuestras lenguas danzaban entrelazadas y en mi cabeza comenzaban a manifestarse
conversaciones anteriores con amigas sobre como había sido su primera vez.

- ¿Cómo…se supone - comenzó a balbucear Edward quien luchaba por


desabotonar mi pantalón - que…se quita…esto?

- Déjame que yo lo hago - murmuré bajando mi mano tan deprisa que pasé a llevar
por primera vez en mi vida el bulto de su pantalón e inmediatamente sentí como mis
mejillas se teñían por completo de rojo y un espasmo involuntario me hacia dar un
pequeño salto hacía atrás, aunque lo suficientemente fuerte como para hacer
tambalear el escritorio, tanto que me hizo caer en seco al suelo al lado de las
carpetas desordenadas.

- ¡Auch! - me quejé con el poco aire que quedaba en mis pulmones, ya que el dolor
que palpitaba en mi trasero era tal que parecía robarme el oxigeno.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó Edward, quien fallidamente hacía un esfuerzo


por no romper a reír, agachándose a mi lado y tendiendo su mano para ayudarme a
levantarme.

Tomé aire y me apoyé para ponerme de pie cuando mi vista se enfocó en una
imagen que llamó mi atención. Cogí la fotografía que estaba sobre una de las
carpetas que habían caído al suelo y la miré con el ceño involuntariamente fruncido.

- ¿Quién es ella? - inquirí enseñándole la foto a Edward.

En ella aparecía una chica un poco mayor que yo, de inmensos ojos azules y
cabello rizado cereza, su piel se veía pálida y sobre sus mejillas había un camino de
pecas que las unía a través de la respingada nariz.

- 50 -
Cogió la foto, la vio y despreocupadamente la volvió a meter dentro de una de las
carpetas.

- Es la hija de mi jefe.

- ¿Y por qué tienes una foto de ella? - pregunté entrecerrando los ojos.

- No es nada, solo estoy revisando un caso, asesorándola más bien en una


demanda civil, nada que te incumba a ti. ¿Ahora dime como te sientes?

- No te preocupes, no fue nada - musité mientras me ponía de pie y me sobaba la


espalda que parecía haber quedado contusionada tras el golpe.

- Ven aquí - dijo colocando sus brazos alrededor de mi cintura y elevándome unos
centímetros del suelo para llevarme hacía su cama. - Déjame examinar ese trasero
travieso.

- ¿Trasero travieso? ¿Y eso de donde salió? ¿Fue en Derecho civil traseril o en


Filosofía de traseros? - bromeé colocándome de boca abajo sobre la cama.

- Lo aprendí en no toques bultos si no quieres estropear tu retaguardia - contestó


riendo y haciendo círculos en mi espalda con sus dedos.

- Muy gracioso - murmuré apretando mis ojos y hundiendo mi cabeza en su


almohada.

Noté como las manos de Edward comenzaban a masajear mi espalda y fue recién
en aquel momento cuando me percaté que no llevaba nada más que mi pantalón,
alcé la cabeza y me giré avergonzada para encontrarme con el torso delgado y bien
formado de Edward a mi lado.

¡Oh mierda! - gemí para mis adentros, había estado a punto de hacerlo sobre un
escritorio. ¿Dónde estaban los pétalos de rosas tendidos sobre una colcha blanca?
¿Las velas aromáticas y el ambiente propicio para la primera vez soñada?

- ¿Qué pasa? - preguntó Edward sonriendo quien había apoyado su cabeza sobre
una de sus manos y con la otra quitaba los mechones que caían sobre mi cara y los
acomodaba detrás de mi oreja.

- Nada - suspiré devolviéndole la sonrisa, asombrada por la realidad de mis


palabras, en verdad no me pasaba nada, mientras estuviera con él todo estaba bien.

- 51 -
¡Aunque por dios como me dolía el culo!

Capitulo VI

Disfraz

- ¿Qué llevas ahí mami? - inquirió mi curioso hijo desde su lugar en el asiento de
atrás, alzando la cabeza para intentar ver el paquete que había dejado a su lado
donde llevaba el disfraz para Emmet.

- No seas intruso - contesté mientras pasaba a segunda para acelerar un poco más
la velocidad.

Durante la noche había dejado de nevar y aunque el camino seguía siendo


resbaladizo debido al hielo, podía conducir un poco más rápido.

- Ten cuidado - dijo Edward colocando sus manos en el panel delantero de mi


todoterreno afirmándose de manera exagerada - Si subes un poco más la velocidad
puedes aplastar ese caracol que va delante de nosotros.

- ¡Ja! Muy gracioso - mascullé entre dientes - Si quieres te puedes ir caminando.

- No gracias, no quiero llegar antes que tu - replicó entrecerrando los ojos.

Bufé y sacudí mi cabeza.

El resto del viaje decidí concentrarme en el camino y en las curvas que venían
más adelante para dejar de prestarle atención a Edward y a su conversación con
Lucas que parecía cada vez más entusiasmado en enterarse de cada detalle del
exitoso de mi "ex" lo que haya sido.

Al llegar a la casa de los Cullen descendimos del vehiculo y antes de poder decirle
cualquier cosa a Lucas, salió disparado hacía la casa llamándolos a todos como loco.

- ¡Ya llegué! - gritó abriendo la puerta de la casa y corriendo por el vestíbulo,


desapareciendo de mi vista y dejando solo el eco de sus vociferaciones.

Coloqué mis ojos en blanco y me dirigí al asiento trasero para coger el disfraz que
llevaba preparado para Emmet, solo me faltaba afinar ciertos detalles acerca de mi
venganza contra Alice y descubrir cómo diablos Edward se había enterado de la
existencia de Lucas.

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Abrí el paquete para chequear que todo se encontrará dentro y luego de echarle
dos vistazos para estar segura lo tomé y cerré la puerta.

- Veo que cambiaste de idea con respecto a darme una bienvenida como me
merezco - musitó de pronto Edward quien descansaba su peso contra mi camioneta.

- ¡Mierda, me asustaste! - exclamé llevando ambas manos a mi pecho sin soltar lo


que llevaba entre mis manos.

- Lo siento, no quería arruinar la sorpresa - susurró sonriendo de lado y guiñando


un ojo como lo hacía cuando éramos más jóvenes.

- Olvídame Cullen - repliqué imitando su gesto para burlarme de su arrogancia y


con paso firme caminé hacía la casa para alejarme de él.

- No puedo - dijo tomándome del brazo impidiendo así mi perfecta salida


dramática. - Insisto en que debiste haberme hechizado o algo parecido, porque no
he podido sacarte de mi cabeza durante todos estos años.

- Eso se llama conciencia Edward, incluso tu tienes una.

Me giré sobre mis talones y aceleré mi paso para que no pudiera alcanzarme,
concentrada únicamente en no resbalar y caer como antiguamente me pasaba. Al fin
había podido dejarlo con la boca cerrada.

- ¡Isabella Marie Swan!- vociferó Emmet quien cargaba sobre sus hombros a un
risueño Lucas - ¡Que alegría tenerte por nuestra casa!

- No malgastes tu saliva Emmet, mi venganza será cruel y despiadada así que no


intentes suavizarme con palabras bonitas que esta vez no te funcionara.

- Pero si ya me haz perdonado otras veces - musitó haciendo sobresalir


notoriamente su labio inferior formando un puchero que solo me hizo recordar a la
cara de Lucas cada vez que le negaba algo - ¿Qué hay de diferente ahora?

- Comenzando por el hecho de que le contaste a ya sabes quien, de la existencia


de quien no puedo nombrar y que le enseñaste ciertas cosas que no debe decir a
quien nuevamente no puedo nombrar y que no me parecen bien.

Emmet me quedó viendo, alzó una ceja y abrió la boca para decir algo, pero solo
logró balbucear un poco entendible - ¿Ah?

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- En tres palabras "la cagaste Emmet" - aclaré con una sonrisa irónica y entré en
la casa - Por cierto si te sorprende mi mal humor, agradécele a tu cuñadito que me
despertó temprano, se burló de mi manera de conducir y para culminar con broche
de oro, acaba de coquetearme.

No le di tiempo para reaccionar y me alejé lo más rápido que pude para huir de la
atronadora risa de Emmet que resonaba en la entrada de la casa.

- ¡Estás perdiendo el toque Cullen! - le gritó a Edward quien venía unos pasos
detrás de mi.

- ¿Le coqueta…a mi mamá? ¿Cómo se dice?- preguntaba Lucas riendo - ¿Qué es


eso?

Entrometido - pensé mientras emprendía mi camino a la cocina.

Al llegar a ella me encontré con las tres mujeres de la familia conversando


animadamente y disfrutando de lo que quedaba en sus tazas.

- Lo siento pensamos que ya no llegaban al desayuno - se disculpó Esme luego de


tragar lo que le quedaba en la boca y de limpiar su boca sonriente con una
servilleta.

- No te preocupes - dije encogiéndome de hombros y acercándome a la mesa - No


tengo apetito.

Dejé el disfraz en el lugar de Alice y me senté entre ella y Rosalie.

- ¿Qué es esto? - preguntó Alice abriendo el paquete.

- Mi venganza - contesté mientras cogía un trozo de pan tostado y lo embetunaba


de mantequilla.

- ¿No que no tenías hambre? - inquirió Rosalie.

- Es verdad, por eso solo me comeré un pan y no todo lo que tienen aquí - señalé
con un gesto de mi mano la cantidad de comida que parecía no alcanzar toda sobre
la mesa - Ya veo de donde sacó Edward esa manía por cocinar todo lo que está a su
paso por las mañanas. No entiendo como se mantienen delgados.

- Eso es por que nos ejercitamos mucho - respondió una risueña Rosalie - ya ves a
Alice que se va de maratón cada tarde y corre los mil metros mall para no perder la
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figura. De hecho ahora es baja solo porque sus pies se gastaron de tanto correr
¿Acaso creías que siempre fue pequeña? Por supuesto que no, hubo un tiempo en
que Alice fue la más alta de la clase.

- Claro, eso fue cuando comenzó su práctica como asistente de párvulos - gritó
Emmet entrando a la cocina

- Muy graciosos - masculló Alice entre dientes.

- ¡Arruinaste mi historia! - bufó Rosalie lanzándole una miga de pan en la cabeza. -


Por cierto ¿donde dejaste a Lucas?

- Se fue con Edward a despertar a Jasper - respondió encogiéndose de hombros y


quitándole el traje de conejita a Alice, quien aún no había alcanzado a verlo. - Esto
es por lo menos seis tallas más grandes que mi cuñada - indicó sosteniendo las
orejas de conejo en una mano y en la otra el resto del traje.

- Exacto. Porque no es para ella, es para ti - expliqué antes del estallido de


risotadas.

- ¿Qué? ¡Oh no!- negó enérgicamente con la cabeza - ¡No hay forma que me hagas
entrar en esta cosa!

- Yo no te haré entrar ahí, será Alice - dije masticando tranquilamente mi tostada -


Así mato dos pájaros de un tiro. Los espero en la sala y no se atrevan a tardar
demasiado.

Me levanté ágilmente y salí de la cocina en busca de mi hijo, necesitaba hablar


con Jasper para que lo mantuviera entretenido en otra cosa, no me interesaba que
Lucas viera a su tío Emmet con unas bragas metidas en medio del culo.

Caminé hasta el dormitorio de Jasper y luego de explicarle la idea y reír un rato


salí a buscar a Lucas que se encontraba con Edward en el jardín, sentía ganas de
estrangularlo, no llevábamos ni medio día aún y Lucas ya había pasado su cuota de
frío anual, si no le daba una hipotermia de tanto jugar en la nieve, como mínimo
seguramente le daba un resfriado.

Mientras caminaba por el pasillo, una voz llamó mi atención. Retrocedí unos pasos
y pegué la oreja en la puerta contigua a la del dormitorio de Alice.

- ¡Póntelo! - ordenaba la mandona voz de Alice del otro lado.

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- ¡No puedo!- respondía Emmet - ¡Esto no entra! ¡Es muy pequeño!

No quería ni imaginar que parte era la que estaban intentando meter, pero solo de
pensarlo tuve que apretarme la boca con ambas manos para evitar estallar en risas.

- ¡Empuja más fuerte! - sugería mi amiga.

- Alice, como empuje un poco más fuerte daré a luz mi propio colón.

Estaba a punto de romper a reír, cuando sentí a alguien atrás de mí.

- ¿Qué estamos escuchando?- preguntó de pronto Edward pegando su boca a mi


cuello y cubriéndome la boca para impedir que el grito que estaba a punto de salir
de mi boca no se oyera más allá que en mi cabeza.

Estaba a medio segundo de darle un pisotón en el pie cuando sentí pasos


acercarse.

- ¡Ahí estaban! - exclamó Carlisle desde detrás nuestro provocando que Edward
me soltara de inmediato - ¿Por qué Alice perseguía a Emmet con un par de orejas de
conejo?

- Dale gracias a tu padre por llegar, que sino te dejaba cojo de por vida - mascullé
con la mandíbula apretada y entrecerrando mis ojos para adoptar una actitud más
amenazante.

- Ideas de Bella - contestó Edward ignorando por completo mi amenaza y


exhibiendo una hilera de dientes perfectamente alineados y blancos.

- Bella, que alegría tenerte aquí, cada vez que vienes me rió como nunca -
comentó Carlisle acercándose a mí para darme un abrazo - ¿Y qué tal ha estado
todo?

- Dale gracias a mi padre por no dejar la escopeta cargada antes de morir, que
sino te juro que le metía un tiro a tu hijo - murmuré luego de darle un beso en la
mejilla.

- Si es por dar gracias, debo dártelas a ti - dijo Edward apoyando su peso contra el
muro y cruzando sus brazos a la altura de su pecho.

- ¿A mi?- pregunté frunciendo el ceño - ¿y por qué?

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- Por ser…

No alcanzó a terminar la frase cuando la puerta del dormitorio se abrió de par en


par y una muy molesta Alice salió refunfuñando y sosteniendo lo que supuse sería lo
que quedaba del hermoso traje de conejita, o sea lo que quedaba de mi anhelada
venganza.

- ¡No hay caso! ¡La próxima vez recuérdale a Antonio que el disfraz es para
Emmet y no para ti! ¡Ni siquiera sus testículos caerían en ese brasier! - gruñó
enojada dando zancadas hasta encerrarse en su dormitorio donde aún permanecía
Jasper.

- Antonio - bufó Edward enojado viéndome directamente a los ojos. Sacudió su


cabeza, dio media vuelta y se alejó rápidamente de nosotros.

Pestañeé repetidas veces sintiéndome total y completamente confundida, no


entendía que acababa de ocurrir. Mientras mi cerebro intentaba enterarse que le
había molestado a Edward oí las risotadas de Carlisle resonar a mi lado.

- ¿Sabes que le dio a Edward que ríes tanto? - acucié enarcando una ceja.

- ¿A Edward? Ni idea - confesó encogiéndose de hombros - ¡Pero Alice tiene cada


ocurrencia!

Como ya dije en mi otro ff, siento haberme demorado tanto, pero entre el
terremoto en mi país, los problemas de mi brazo y algunos pequeños
problemas personales, no había tenido animos de estar escribiendo...en fin,
ya he vuelto y volvere a actualizar con la misma frecuencia que lo hacía en
un principio siempre y cuando mi tiempo lo permita...

Quiero agradecer a todas por tomarse el tiempo de leer y comentar en esta


historia, me alegran mucho :)

Nos leemos!

Muá

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Celos

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Parecía ser que nunca me acostumbraría a la belleza de Edward. Por más que mi
mirada lo escrutaba, seguía dejándome sin respiración. Todo en él me fascinaba, su
cabello alborotado tan rebelde como su misma personalidad, aquellos ojos verdes
adornados con unas espesas pestañas negras y aquella boca tan sensual que me
incitaba a besarlo cada vez que lo veía.

- Como me sigas viendo así nunca terminaremos esta partida - murmuró sin
despegar la vista del tablero de ajedrez que nos separaba en medio de su cama.

Esperé paciente hasta que con sus delgados dedos tomó el alfil y avanzó seguro
hasta ponerse frente a mi rey.

- ¡Jaque!- murmuró enarcando una de sus perfectas cejas, seguro de si mismo. Sin
darse cuenta que con aquella jugada, acababa de darme la victoria.

Tomé mi reina y avancé hasta sacar de escena a su alfil, dejando a su rey atrapado
entre mi torre, el caballo, un peón y ahora mi reina, ganando de esa forma la
partida.

- ¡Jaque mate! - exclamé alzando mis brazos en signo de victoria, con una sonrisa
jactanciosa en mi rostro luego de treinta intensos minutos de batalla contra Edward.

- ¡Eres una tramposa!- masculló entrecerrando sus hermosos ojos verdes - Apuesto
que cambiaste las piezas apenas salí del dormitorio para buscar tu bolsa de papitas.
¡Oh no! Acabo de descubrir aquel maquiavélico plan que tu cabeza astuta articulo
para ganar.

- ¿De qué estupidez estas hablando? - pregunté frunciendo el ceño luego de ver
como se incorporaba y alzaba uno de sus dedos paseándose de un lado para el otro
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del dormitorio, cual inspector Gadget.

- ¡Tu! sucia perversa - soltó señalándome - Ese cuello sexy tan expuesto de esa
manera tan seductora, ¿Cómo no lo vi venir? - se preguntó sacudiendo la cabeza
teatralmente - Toda esa seducción para comer y el lamerte los dedos luego ¿creíste
que no te descubriría?

- ¡Oh he sido desenmascarada! - exclamé con fingida angustia, para seguirle el


juego. Riendo y echándome una papita frita a la boca mientras con mi otra mano le
lanzaba una dándole en la cara.

- ¡¿Y encima se atreve a atacarme?- acució bajando su vista al piso donde acababa
de caer la friturita.

Se inclinó hacía mi, metió su mano entre los castaños mechones y bajó su rostro
para besarme.

- Creo que tendré que castigarla… señorita sensual - murmuró contra mi boca y
colocando ambas manos detrás de mi nuca.

La invasión de su lengua fue belicosamente sensual y me apreté contra su cuerpo


sin poder evitarlo.

- ¿No habrá algo que pueda hacer para remediarlo? - pregunté jugando con los
botones de su camisa.

- ¿Intenta sobornarme? - inquirió separándose abruptamente de mi. Me miró


alzando una ceja y frunció sus labios en un gesto demasiado sensual.

- Ajá.

- ¡Es peor de lo que pensaba, esta totalmente fuera de si! - farfulló mirando hacía
el techo, de manera dramática. Luego bajo la cabeza y clavó sus ojos en mi con un
gesto que no pude descifrar. De pronto sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó
contra mí quedando encima y me besó con pasión.

Aquel súbito arrebato me desarticulo por completo provocando que el deseo


corriera por mi cuerpo como una serie de explosiones de distintas sensaciones. Me
besaba con un erotismo que me embrujaba. La excitación me quitaba el aliento y
tenía el corazón desbocado. Sentí la intima y dura prueba de su excitación clavarse
en mi bajo vientre provocándome un estremecimiento involuntario.

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Sentía un nudo de deseo aflojarse y distenderse en mi pelvis, llenándome de
anhelo e impaciencia. Mis dedos se enredaban en su cabello cobrizo y disfrutaba de
su sedosa textura y el olor de su piel ejercía un delicioso efecto afrodisíaco.

Sin darme cuenta como, ni cuando, ambos nos recorríamos con nuestras manos,
grabando cada detalle, nos desnudamos con urgencia y nos besábamos con
ansiedad. Se situó sobre mí con un ágil y fluido movimiento, presionando mi parte
baja, provocándome un leve temblor. Cerré los ojos y respiré hondo justo antes de
escuchar un grito agudo escapar de mi boca en el momento justo que Edward me
penetraba con un gruñido de satisfacción.

- Mierda - bufó irguiéndose lo suficiente para ver mi rostro acalorado. Tenía sus
cejas fruncidas y un gesto desconcertado - ¿Eres virgen?

- Técnicamente ya no - contesté arrugando mi frente. No me era muy cómodo


comenzar a discutir acerca de mi virginidad con el encima mío.

- Será mejor que paremos - comentó apoyando su peso sobre sus codos.

- No, no te detengas - pedí cerrando mis ojos con fuerza y abrazándolo fuerte
contra mi. Me sentía en el centro de un tornado, a pesar del insoportable dolor, mi
cuerpo quería más y aunque el rostro torturado de Edward me hacía pensar que era
mejor detenernos, no podía ni quería hacerlo.

No dijo nada, pero supuse que acababa de ganar, pues colocó sus manos bajo mis
caderas y haciendo uso de una lenta destreza sexual intensamente erótica, entró
completamente en mí en un vaivén lento y sensual haciendo que la excitación
volviera incluso más fuerte que antes. De a poco comencé a sentir que las oleadas
de placer se acontecían aferrándome con mayor fuerza cada vez, abrumándome con
una necesidad imposible. Escalé buscando la última y me entregué a un clímax que
me consumió con la potencia de un huracán.

Luego de besarme con una ternura que no conocía hasta entonces, Edward rodó
hacía un costado y alcanzó el edredón para cubrirnos.

Su rostro había adquirido un matiz de tristeza que no me cuadraba para nada con
la felicidad que yo sentía por haber estado con él y las dudas comenzaron a inundar
mi mente a una velocidad vertiginosa. ¿Y si no había sido lo suficientemente buena
para él? Quizá era ese el motivo de que le molestara el hecho de no saber acerca de
mi nula experiencia sexual previa a él. ¿Por qué su rostro se veía tan torturado
después de hacerme tan inmensamente feliz?

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¡Oh mierda!

- ¿Qué te pasa? - pregunté cuando las no respuestas a mis preguntas me dieron un


receso y pude pensar con algo de claridad.

- Nada - susurró tomando mi mano y acercándola a su boca para besarla. - ¿Por


qué lo preguntas?

- Por nada - contesté recargando mi cabeza sobre su hombro.

- ¿Estas bien? - inquirió acariciando mi hombro desnudo con su pulgar.

- Ajá.

- Bella…

- Dime.

- Pase lo que pase mas adelante en nuestras vidas, no olvides nunca este momento
¿Está bien?

- ¿A que te refieres? - pregunté frunciendo el ceño sin entender ni una palabra de


lo que me decía.

- No lo sé - bufó frustrado - Es solo que me siento tan bien así. Justo en este
momento y no me gustaría que lo olvidaras nunca.

- No veo el motivo de querer olvidar esto - susurré alzándome un poco para


besarle la mejilla.

Nos quedamos unos minutos en silencio, solo el sonido del crujir de la cama cada
vez que nos movíamos para abrazarnos o acariciarnos interrumpía la quietud de
aquel momento.

- Bella…

- ¿Si?

- Te amo.

- Yo también.

- 61 -
Capitulo VII

Celos

El aire helado se metió de lleno en mis fosas nasales, sentía mis mejillas
entumecidas, tanto que comenzaban a dolerme, pero era tal mi necesidad de pensar
y estar a solas que sin analizarlo me había salido a la entrada para estar a solas.
Aunque lo que en un principio me parecía el lugar perfecto para despejarme,
acababa de volverse el sitio perfecto para congelarme.

Eran tantos mis recuerdos de Edward, tan tangibles, cercanos. Y aunque intentara
esconderlo, algunas veces con mayor éxito que otras, aún muy en el fondo, dolía.
Diablos como dolía. Ver a Lucas todos los días y ver su reflejo en él. Cada gesto,
guiño, incluso sus pataletas eran una reproducción en vivo de su padre.

- ¿Estas bien? - interrumpió mis pensamientos la voz de Rosalie desde mi espalda.

Exhalé el humo del cigarrillo por la boca, disfrutando con culpabilidad aquel vicio
contra el que tanto había luchado por dejar y que ahora parecía ser mi mejor amigo.

- Si, ¿por qué lo preguntas?

- Porque no le encuentro sentido alguno a estar sentada aquí congelándote el culo


- bromeó caminando hasta donde me encontraba yo - A menos claro, que no te
encuentres bien. ¡Además apestas!

Suspiré fuerte y friccioné mis brazos para darme calor, después de todo Rosalie
tenía razón. El frío que comenzaba a caer, parecía volverse cada vez más intenso,
tanto que ya apenas podía sentir mi nariz. El sonido de unas llantas estacionar
frente a mi, me obligó a alzar la vista para encontrar la todoterreno de Antonio unos
pocos metros más allá de nosotras.

- Solo quería pensar un rato - murmuré a duras penas entre el castañear de mis
dientes, incorporándome rápidamente y dando unos pequeños saltos para hacer que
el calor regresara a mis articulaciones.

- Y de paso transformarte en la reina de hielo - replicó Rose rodando sus ojos.

- ¡No podría ser la reina de hielo, ella es rubia! - gritó Antonio descendiendo de su
vehiculo.

- Tienes razón, en ese caso sería yo - pronunció Rosalie acercándose a él para


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saludarlo con un abrazo, seguido de un sonoro beso en la mejilla.

- ¿Qué tal todo por aquí? - preguntó Antonio caminando en mi dirección


sosteniendo a Rose por la cintura. - ¿Tu marido donde está? - inquirió frunciendo el
ceño.

- Escondido en el dormitorio, dice que nunca superara el trauma de las braguitas -


contestó ella sacudiendo su cabeza, provocando que el estallido de risotadas
proveniente de Antonio no se hiciera esperar. - ¡Ja! Muy graciosos ustedes dos…
Como sigas enviándole ese tipo de disfraces pensaré que eres gay.

- Bella puede dar fe de lo contrario - replicó enarcando una ceja y soltando a Rose
para colocar ambas manos en mi cintura, o donde se supone que quedaba esta, pues
entre lo congelado que tenia el cuerpo y la cantidad de ropa que llevaba para capear
el frío, podía fácilmente agarrarme una nalga y ni me hubiese percatado.

- ¡Oh si nene!- bromeé colgándome de su cuello - ¿Cuándo repetimos?

- Cuando dejes de fumar - dijo colocando cara de asco. Yo solo volteé los ojos y
solté una risita - Por cierto hoy olvide colocarme el traje de bombero, así que
procura no quemarme ¿vale?

- Yo no sé en que están ustedes dos que no se juntan aún - bufó Rosalie


sacudiendo su cabeza y pasando por nuestro lado para volver a la casa -
¡Definitivamente son tal para cual!

Quedé mirando a mi amigo y sonreí ante la insinuación de Rosalie, después de


todo era lo mismo que decían Alice, Emmet, Jasper, incluso yo pensaba aquello de
vez en cuando. Antonio era guapo, adoraba a Lucas y a mí. Había estado conmigo
desde mi embarazo y luego de la muerte de mi padre se había convertido en la
figura paterna más fuerte para mi hijo.

- ¿Qué tanto piensas? - preguntó Antonio, devolviéndome de golpe a la realidad. -


¿Acaso estas de acuerdo con Rosalie?

- Por supuesto que si - contesté - Claro, si no fueras tan gay - bromeé de manera
inocente jugando con los cordones de la capucha de su chaqueta.

- Creo que puedo demostrarte lo contrario - replicó en mi oído - Bueno… - agregó -


si a ti no te gustara tanto mi hermana - insinuó enarcando una ceja.

Solté a reír por la ridiculez del tema. Ambos teníamos claro que nuestras
- 63 -
preferencias eran completamente heterosexuales, pero era divertido bajarle los
humos de vez en cuando a mi amigo.

- ¿Y por qué viniste? - pregunté apoyando mi cabeza sobre su pecho y pasando mis
brazos alrededor de su cintura en busca de calor - Apuesto que me extrañabas -
bromeé.

- ¡Non riuscivo a respirare a causa della vostra assenza! - exclamó colocando sus
brazos sobre mis hombros.

- ¿Qué?- fruncí el ceño - Siempre me hablas en italiano y aún no logro entender ni


media palabra, a pesar de todos estos años frecuentándote a ti y a Fiorella.

- Dice que no puede respirar a causa de tu ausencia - gritó una voz perfectamente
conocida por mi desde mi espalda. - ¡Eh tú! ¡Mago lechero!- exclamó dirigiéndose a
Antonio - ¿Conquistas a muchas con eso?

- No realmente - respondió Antonio negado con la cabeza.

- No seas modesto - repuse para fastidiar a Edward. No me gustaba para nada


aquel tono de burla y superioridad que adquiría cada vez que quería molestar a
alguien. - Sabes que no necesitas valerte de trucos para conquistar a ninguna mujer.
Estoy segura que la que quieras puede caer rendida a tus pies.

- No realmente - volvió a decir sonriendo y bajando el rostro para verme - Si fuera


tan fácil Isabella…

- ¡Lucas te llama! - exclamó de pronto Edward interrumpiendo mi perfecto


momento con mi mejor amigo.

Quedé viendo a Antonio a la espera de que terminará la frase inconclusa, pero se


limitó a sonreír ligeramente y a alzar un poco las cejas indicándome que debía ir.

- ¡Ahora! - apuró Edward haciéndome sentir unas ganas irrefrenables de darle un


puñetazo por ser tan intruso.

- Será mejor que me vaya - insinuó Antonio besando sonoramente mi mejilla -


Llámame cuando vayas de regreso a tu casa para ir a verlos allá.

- Pero si acabas de llegar… ¿Por qué no te quedas?

- No me parece una buena idea.


- 64 -
- ¡Tonterías! - bufé.

- Isabella. Solo vine a ver que te encontrabas bien y lo estas - sacudió mi cabeza
para luego quitarse su gorra y colocarla sobre mi cabeza - Ahora soluciona tus cosas
y luego nos vemos.

Me solté de Antonio de mala gana y me giré sobre mis talones para caminar hacía
la entrada de la casa. Di grandes zancadas hasta llegar al pasamano y sintiendo la
mirada de Edward clavada en mí, me apoyé en él para subir los escalones que
debido a la nieve que aún no se derretía seguían congelados.

- ¡Nos vemos luego! - vociferé desde la puerta agitando mi mano para despedirme
de Antonio quien ya se encontraba dentro de su camioneta.

La brisa helada, parecía levantarse con mayor fuerza por lo que bajé un poco más
el gorro de lana que Antonio me había dado y absorbí por última vez el áspero y
tibio humo de mi cigarrillo, proporcionando una extraña sensación de relajo y
desahogo al pasar por mi garganta. Esperé viendo con un deje de tristeza la
camioneta de Antonio alejarse y suspiré.

Ignoré completamente a Edward y su mirada la cual parecía taladrarme y solté el


resto que me quedaba de cigarro para luego apagarlo con la punta de mi bota.
Decidí entrar, pero sentí la mano de Edward sujetándome con poderío del brazo.

- ¿Dónde está Lucas? - proferí girándome bruscamente.

- ¿Te gusta verdad? - inquirió entrecerrando los ojos.

- ¿Ah?

- ¿Te gusta él? ¿Ese tipo?

- ¿Antonio?- pregunté confundida pestañeando repetidas veces - Por supuesto que


si. ¿A quien no? - contesté sin pensarlo.

Pude sentir como a pesar de intentar mantener la compostura su agarré en mi


brazo se hacía más firme por lo que volví a dirigirme a él.

- ¿Me sueltas?

- Primero quiero hablar contigo - avisó plegando mas sus gestos con rabia sin
soltarme. - Vamos a mi dormitorio.
- 65 -
- Olvídalo - exclamé sacudiendo mi cabeza.

- O caminas o te cargó - amenazó entre dientes. Traté de soltarme de él, pero me


fue imposible, por lo tanto no me quedo más remedio que caminar hacía el sitio
indicado por Edward ya que no quería plantar un escándalo. Con un poco de suerte
nos encontraríamos con todos en la sala y ahí hallaría la forma de escabullirme de
manera sutil.

Atravesamos toda la casa y como nunca nadie nos interrumpió en todo el camino.
Alice, Jasper y Lucas se encontraban jugando en la cocina. Carlisle y Esme habían
salido y Rose estaba intentando subirle el ego a Emmet en la habitación en donde
seguramente habían encontrado un mejor uso para el disfraz de conejita.

No nos detuvimos hasta estar parados frente a la puerta del dormitorio de


Edward. Dormitorio en el que no me había atrevido a entrar desde el día que decidí
que el era el hijo de puta más grande de mi universo.

Abrió la puerta sosteniendo ahora mi mano. Sentía que el aire comenzaba a


volverse más pesado y como la angustia volvía a invadir mi pecho. Recuerdos de
tiempos pasados bombardeaban mi mente a una velocidad tan vertiginosa que la
cabeza parecía querer estallarme.

Decidí que no me dejaría amedrentar por una estupidez tan insignificante como
los recuerdos, para doblegarme ahora necesitaba mucho más que eso. Ahora era
una mujer valiente y no una niña despechada. Fui yo misma quien recogió cada
pedazo de mi corazón cuando Edward lo rompió, cuando me utilizó y me engañó, por
lo tanto decidí abrir mis ojos y alzar la cara con valentía.

- ¿Qué demonios es tan importante como para que me arrastres hasta tu


habitación? - inquirí mirándolo directamente a los ojos.

- ¿Te parece poco el querer saber por qué hasta unos días no sabía que un hijo
mío estaba dando vueltas por el mundo?- replicó sosteniendo mi mirada - ¿O eso no
es importante? ¡Tan poco te importé para que fueras capaz de negarme la existencia
de mi hijo!

- Nunca lo negué - repliqué.

- No por supuesto que no…omitirlo es mucho mejor ¿no? - acució encolerizado.

Por un segundo di gracias de encontrarnos tan alejados de todos, ya que no me


hubiese gustado para nada que se enteraran de esta conversación.
- 66 -
- Y encima toda mi familia lo sabía - siguió hablándome y acercándose a mi, tanto
que tuve que retroceder varios pasos por temor de ser aplastada - ¿desde cuando?
¿Antes de irme? ¿Ya lo sabías cuando te despediste de mi ¿no es así? ¿Por eso me
dejaste?

- Edward…- dije para intentar calmarlo, pero pareció no notar que yo aún me
encontraba frente a él.

- Puedo entender que hayas pensado que era un cobarde, un manipulador y lo que
quieras, incluso es bastante probable que tengas razón en todo lo que crees de mí,
pero aún así yo merecía saber de Lucas. ¡Diablos! - gimió pasando uno de sus brazos
sobre mi hombro y dando un golpe seco en la muralla. - Y encima de todo, ahora
tengo que aguantar que un idiota perfecto venga a mi casa poco menos que a
burlarse de mi, que le diga hijo a mi hijo, que te abrace y ver como le correspondes
en frente de mis narices.

- No metas a Antonio en esto, lo que yo haga o deje de hacer con él es asunto mío
y no tienes derecho a entrometerte - vociferé pronunciadamente.

- Tengo todo el derecho…

- ¡No te equivoques Edward!- voceé apretando los dientes con rabia - Que seas el
padre de Lucas no te da derecho alguno sobre mi persona, puedo estar con quien
me de la puta gana - tiré de mi brazo con brusquedad para soltarme de su agarre y
él me volvió a agarrar estrellando con fuerza su boca contra la mía.

Por un momento me quedé petrificada, la lengua de Edward intentaba abrirse


paso entre mis labios y aquello me hizo reaccionar. Me zarandeé con fuerza y
estrellé mi mano contra su mejilla con pasión.

- En tu vida te atrevas a volver a hacer eso - lo amenacé restregando la palma de


mi mano contra mi boca.

- Te quería…te quería tanto y tu…

- ¿Yo qué?

- Me engañaste - murmuró dejando caer su brazo a un lado de su cuerpo y bajó la


vista al piso.

Sentí como el corazón se me estremecía dentro del pecho. Quería abrazarlo y


consolarlo, pero mi orgullo era mayor. Simplemente no podía hacerlo.
- 67 -
- Siempre fui honesta contigo Edward, no fui yo quien estaba en la cama con otra
persona.

- ¡Ya te expliqué como fueron las cosas!- protestó alzando la voz - Además - añadió
- eso no justifica lo que me hiciste.

Estaba a punto de explicarle tantas cosas cuando el sonido de la puerta al abrirse


de par en par nos distrajo y nos obligó a voltear la vista.

- ¡Aquí estaban! - exclamó Lucas entrando cual huracán en el cuarto. - ¡Vaya! -


soltó emocionado viendo cada detalle. Aquel era el único lugar de la casa que no
conocía y como buen niño de su edad estaba maravillado - Este lugar es genial -
murmuró viendo la colección de autos en miniatura que Edward mantenía dentro de
un aparador - ¿Ya viste mami?

Solo pude asentir ya que el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta


quemaba demasiado como para permitirme hablar. Tanto tiempo soñando con
encontrarnos los tres juntos y ahora que ocurría me sentía fuera de lugar.

- ¡Mira! - gritó de pronto apuntando hacía un marco de fotos de madera que se


encontraba sobre la cómoda - ¡En esa foto estoy yo!

- ¿Dónde? - le hablé con dificultad caminando hacía donde él apuntaba.

Suspiré hondo y me acerqué para ver mejor. Ahí, detrás del vidrio se encontraba
una hermosa aunque antigua fotografía del rostro de Edward a la edad de Lucas.
Llevaba el cabello un poco más largo y miraba hacía el cielo. El parecido era
indiscutible, dos gotas de agua.

- Te ves muy guapo en esa foto - comentó Edward lanzándome un salvavidas ya


que yo no sabía que decir - ¿No te parece Bella?

- Si, muy guapo - confesé sintiendo como mis mejillas comenzaban a arder.

Al fin después de todo el tiempo que estuve bajo la nieve estaba olvidando el frío
que por un momento pareció congelarme.

Uff...he estado metida en un torbellino de cosas que me tienen todo el día


ocupada, lo siento por tardar tanto en actualizar...intentare demorar menos
en el proximo capitulo, sé lo que es tener que esperar por un capitulo

- 68 -
cuando lees una historia, de hecho: odio cuando eso me pasa...quiero leer y
no veo nunca capis nuevos...es lo peor, asi que de ser posible antes del
domingo subire capitulo.

Luego pasen por mi perfil ya que ahora voy a colgar un one shot que hice
hace unos meses a ver que opinan :)

Les dejo besos y gracias a todas por sus reviews ^_^

Beba!

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Haciendo lo correcto

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Suspiré un par de veces y moví mi cuello de un lado al otro para relajar la tensión
acumulada en mis hombros. Lancé mi bolso sobre la silla al lado del escritorio y me
dejé caer con pesadez sobre mi cama.

La noche estaba fría, demasiado incluso para tratarse de un lugar como Forks en
donde siempre helaba. Busqué el edredón que se encontraba a mis pies y me cubrí
con él.

Hacía dos semanas que no veía a Edward. Catorce días sin tocarlo. Trescientas
treinta y seis horas sin besarlo. Veinte mil ciento sesenta minutos sin olerlo. Un
millón doscientos nueve mil seiscientos segundos de ansiedad, en los que mi
pasatiempo preferido había pasado de colgarme de su cuello a hacerlo del reloj. Y mi
nivel de ansiedad se veía solo sobrepasado por el de angustia. Quería verlo,
abrazarlo, besarlo, lo extrañaba tanto como nunca había extrañado a nadie.

Tan solo dos días después de nuestra primera vez, él había tenido que viajar de
manera urgente a Nueva York. - Este caso solo puedo solucionarlo yo Bella, lo siento
- había dicho aquel día.

A pesar del tono cariñoso con el que había dicho mi nombre, sabía que dentro de
aquel beso ansioso que me dio a escondidas dentro de mi habitación había algo más.
Un presentimiento extraño me invadió las entrañas, pero lo dejé pasar,
convenciéndome a mi misma de que no era nada más que el nerviosismo de tener
- 70 -
que separarnos por un tiempo indeterminado.

Un pitido molesto interrumpió mi casi perfecto momento de calma y busqué su


procedencia con mis ojos reparando en la pantalla iluminada de mi celular. Estiré mi
brazo para alcanzarlo y apreté el botón de menú para leer los mensajes.

- Usted tiene tres mensajes en su buzón de voz - anunciaba la pantalla de fondo


azul.

Marqué el número de la buzonera y pegué mi oreja al auricular.

- ¡¿Dónde te metiste toda esta tarde? Te he discado hasta que mis uñas postizas se
hicieron pedazos…me debes por lo menos una manicura completa. ¡Cabezota y
burra! Siempre te he dicho que las noticias importantes no deben esperar para
poder…

Enarqué una ceja cuando el pitido de la finalización del mensaje me dejó sorda.

- Segundo mensaje: - anunció la grabadora - ¡¿Qué demonios…? - exclamaba la voz


chillona de mi amiga. Procedido de otra pitada.

- Tercer mensaje: ¡Mierda! Aún no se como se usan estas cosas…en fin. ¿Adivina
quien acaba de llagar de Nueva York? - canturreó al otro lado de la línea la ansiosa
voz de Alice - Si…ese mismo idiota. Anda escondido y no quiere que te enteres que
ha llegado, aun no sé porque, supongo que querrá darte una sorpresa…A dicho ¡No
le digas nada a Bella aún! Tengo algo importante que anunciarles a todos…- se burló
imitando su voz - Apuesto a que querrá pedirte matrimonio… ¡Oh Por Dios! Eres una
mal nacida con suerte…vas a casarte con un exitoso abogado y encima tendrás a la
cuñada mas hermosa de todo el planeta… Conociéndote a la hora que escuches el
mensaje ya va a estar en casa…no le digas que yo te avisé…te amo amiga. ¡Bye!

Dejé caer mi teléfono a un lado y me levanté como impulsada por un resorte de la


cama. Mi corazón adormilado durante todos estos días eternos comenzó a latir con
fuerza dentro de mi pecho y la ansiedad no hacía más que plantarme una sonrisa
idiota en la cara.

Me olvidé del frío y de la lluvia que caía a cantaros fuera de la casa y corrí hacía
mi camioneta. Por suerte Charlie no volvería a casa hasta la mañana pues le tocaba
guardia nocturna y eso me otorgaba libertad para salir y para poder quedarme toda
la noche afuera.

No tardé demasiado en llegar a casa de Edward la cual se encontraba a oscuras y


- 71 -
me pregunté si quizá no seria demasiado tarde para golpear la puerta. Miré el reloj
en mi muñeca el cual marcaba quince para las doce lo que me obligó a replantearme
si esta era o no una buena idea. Por lo que conocía a Edward sabía que no era muy
amigo de las sorpresas, es más, las aborrecía con todo su ser, pero tras mirar mi
camioneta y pensar en volver a casa sin verlo sabiendo que se encontraba en su
cama, no pude aguantar y determinada me encaramé en la jardinera para llegar a la
ventana de mi amado. Me sentía casi una versión desvirtuada de Romeo y Julieta,
claro, esta era una versión feminista, ya que Julieta no se quedaba esperando en su
ventana y saltaba a la de él.

La tenue luz en el interior del dormitorio anunciaba que seguía despierto, me


acerqué más a la ventana y pude oír susurros del otro lado. Pensé que se trataba de
Alice o Rosalie cuando empujé la ventana y lo vi. La peor pesadilla que podría haber
imaginado se desarrollaba frente a mis ojos. Edward se encontraba tendido sobre su
cama, descalzo y con sus manos puestas detrás de su nuca. A su lado una chica de
cabellera color rubio cereza sonreía encantada y jugaba casi inconcientemente con
el cierre de su polerón, mientras el cordón de su capucha se encontraba dentro de
su boca. Quien los viera pensaría que eran la pareja perfecta. Ella era una chica
hermosa y él…él no era más que el hijo de puta más grande del mundo.

- ¿Bella? - preguntó Edward incorporándose con rapidez y frunciendo el ceño


sorprendido cuando me vio. Como si no estuviera seguro de si era producto de su
imaginación o en realidad me encontraba justo frente a él.

- ¿Quién es ella? - logré preguntar sintiendo como las mariposas dentro de mi


estomago se convertían en escorpiones listos para clavarme su cola.

- ¡Hola! - lanzó ella exhibiendo una hermosa sonrisa y sacudiendo su mano la muy
perra. Encima de hermosa, simpática la muy idiota. - Mi nombre es Tanya, soy la
novia de…

- ¡No! - vociferó Edward atajándola antes que terminara la frase.

- ¿No… qué?

- No es lo que parece - contestó nervioso saliendo con lentitud por su ventana,


mientras yo comenzaba a retroceder preparándome para saltar del segundo piso y
correr a todo lo que mi orgullo y mis pulmones me permitieran.

- ¿Es tu novia? - inquirí sintiendo el primer aguijón dentro de mi pecho cuando lo


vi como lentamente asentía con su cabeza.

- 72 -
- Soy una estúpida - susurré sintiendo como el ardor de mi garganta se expandía
por todo mi pecho. Mis ojos comenzaron a escocer, pero me obligué a mantener la
dignidad y no lloré, no frente a él…no en frente de ella.

- No…no lo eres…- murmuró Edward extendiendo su mano para que yo la tomara.


¿Es que caso pensaba que yo podía llegar a ser más imbécil de lo que ya había sido?
- Déjame explicarte - pidió avanzando un paso hacía mi acortando la distancia - Por
favor.

- Olvídalo - mascullé entre dientes apresurándome para descender por la misma


jardinera que acababa de subir.

Capitulo VIII

Haciendo lo correcto

- ¿Mami? ¡Mamá! ¡Despiértate! - exclamó Lucas sacudiendo sus brazos delante de


mis ojos trayéndome de golpe a la realidad.

- ¿Qué pasa? - murmuré soltando un sordo suspiro.

- Te digo que Edward es genial - comentó enarcando una ceja con dificultad en un
intento de imitar sus gestos.

El aludido quien seguía viendo la fotografía, se incorporó y camino exhibiendo una


hermosa sonrisa de lado a lado hasta apoyar ambas manos sobre los hombros de mi
hijo. Solo faltaba Carlisle detrás de él para hacer el cuadro perfecto.

Sentía que el corazón se me iba a partir por la mitad luego de ver con la
admiración con que Lucas veía a Edward. En verdad era un ser diabólico y me iba a
pudrir en el infierno. - Ni siquiera haciéndote monja te salvas de aquello - me
recriminé mientras contemplaba la escena.

- No es por presumir pero que inteligente que es Lucas - murmuró Edward


caminando hacía mi lado y deteniéndose solo para murmurarme - ¿A quien habrá
salido?

- Por supuesto que a mi - contesté a la defensiva girándome para encararlo, pero


- 73 -
ya no se encontraba dentro de la habitación.

- ¡No lo dudo ni un segundo! - exclamó desde el vestíbulo.

- Hablas sola - canturreó Lucas apuntándome con uno de sus dedos y moviendo
sus caderas para burlarse de mi.

Pequeño granuja.

Si no se tratara de mi hijo estaba bastante segura que le hubiese dado una patada
en las canillas para que dejara de bailar.

- ¡Ven a ver esto! - ordenó jalándome del brazo y arrastrándome literalmente hacía
las escaleras.

Bajó los escalones a grandes brincos sin soltar mi mano y con un entusiasmo
envidiable. No paraba de dar saltos una vez llegados al vestíbulo y no se detenía ni
por piedad a mis años.

- ¡Ey chico! - clamó Emmet alcanzándonos y tomando a Lucas en brazos ayudando


de esta manera a mi pobre corazón que parecía estar a punto de tener un ataque
cardiaco -No me dijiste ¿que tal ha estado la escuela?

- Excelente tío - contestó Lucas sonriendo - El profesor nos mostró un micopio y


vimos insectos - agregó muy orgulloso de si mismo - ¿Y tu universidad que tal?

- ¿Un micopio? - repitió Emmet haciendo un mohín e ignorando por completo la


pregunta de Lucas.

No era ni la primera ni seria la última vez que tenía que traducir lo que mi querido
trabalenguas intentaba decir, por lo general siempre confundía las letras, cambiaba
las "r" por "d" y omitía silabas completas.

- Microscopio - aclaré yo con el poco aire que me quedaba en los pulmones debido
a la maratón que había sido obligada a correr, debido a algún motivo que aún
desconocía.

- Ah…microscopio - dijo Emmet riendo - Pues mira que bien. ¿Y que tal eso?

- ¡Genial! ¡Vimos una araña! Quería darle una hormiga para ver como se la comía
pero la profesora no me dejo.

- 74 -
- Ug, Lucas eso es asqueroso y malvado - comenté frunciendo el ceño y sacando la
lengua en una mueca de desagrado.

- No mami, en verdad si hubieras visto cuando tío Emmet quemó las hormigas con
la lupa en las vacaciones…eso si era malva…mal…malo - tartamudeó un poco con
nerviosismo y terminó por rendirse tras olvidar la palabra - Yo solo habló del ciclo de
la vida.

- ¿Quemaste hormigas en frente de mi hijo?- pregunté mirando a Emmet - ¿Pero


que acaso tienes diez años Emmet? - acucié molesta. Me gustaba la relación que
mantenían ellos, pero a veces me costaba diferenciar entre cual de los dos era el
niño.

- Los hombres hacemos esas cosas nena - exclamó golpeándose el pecho como los
gorilas y luego chocando la mano de mi hijo que lo veía riendo entretenido. - ¿Cierto
Lucas?

- Si - afirmó este imitando los ridículos movimientos de Emmet y agravando su voz


para sonar más adulto - Nosotros los hombres hacemos esas cosas, nena.

- ¡Oh por dios! - gemí tapando mi boca con ambas manos para controlar el ataque
de risa que amenazaba con delatarme y rebajarme a ser "su nena" de aquí hasta que
se fuera a la universidad.

Lucas tenía una fijación desde bebe por cada cosa que me hiciera reír. Cualquiera
fuera por insignificante, pero que me doblegara en momentos de rabia, él la usaba a
su favor.

De bebe hacía gárgaras con la comida luego que la primera vez me pusiera a reír,
como luego ya no me causo gracia, empezó a escupirla. Esme me consolaba diciendo
que eso era normal en los niños a esa edad, pero yo estaba segura que lo hacía a
propósito. Podía notar ese brillo de burla en su mirada y en las carcajadas que
soltaba mientras limpiaba la comida que caía por su mentón, o cuando lavaba su
ropa a mano porque sino las manchas quedaban como medallas en el pecho.

- ¿Lucas que es el ciclo de la vida según tu? - inquirí rápidamente para retomar el
tema anterior. Me felicité mentalmente por poder salir del pequeño aprieto y esperé
hasta que dejó de dar saltos como mono y me quedó viendo.

- Eso del ciclo sin fin.

- ¿Qué cosa? - preguntamos a coro con Emmet.


- 75 -
- Eso por lo que Scar mató a Mufasa con ayuda de las hienas y luego Simba tuvo
que huir y conoció a Timón y a Pumba. ¡Hakuna Matata…! - terminó cantando.

- Emmet por favor deja de explicarle las películas a mi hijo - pedí enarcando una
ceja y ladeando mi cabeza de manera suspicaz. No esperé a que me contestara y
cambié la conversación - ¿Qué tal la universidad?

- ¡Genial!- profirió emocionado - El jueves estuvimos haciendo una rampa para


patinetas, pero con tanta nieve dudo que podamos utilizarla.

- ¿O sea que mientras mi hijo examina insectos con un microscopio en el kinder, tu


patinas en la universidad?

Nuevamente no esperé a que me respondiera y caminé hacía la sala. Lucas


acababa de olvidar que era lo tan importante que quería decirme y yo tenía una
conversación pendiente y urgente con Edward. Si bien había esperado cinco años,
esta vez me parecía importantísimo aclarar las cosas de una vez. Por buena o mala
suerte, la parte difícil de contarle que teníamos un hijo ya estaba clara y él ni
siquiera lo había dudado. Ahora, ¿por qué estaba tan seguro? Era algo que me
interesaba saber. ¿Y que haríamos de ahora en adelante? Era incluso más
importante que todo lo demás. ¿Cómo demonios le explicaría a Lucas que su padre
había vuelto y que era Edward? Oh demonios, quizá podía retrasar la platica otros
cinco años, o diez…incluso veinte.

Busqué por toda la casa sin detenerme, ya que estaba segura que si paraba un
segundo me arrepentiría y saldría corriendo de aquella casa, pero no había rastros
de Edward. Caminé hacía la puerta de entrada cuando lo vi.

Se encontraba sentado de espaldas a mí, y podía ver el vapor saliendo con cada
respiración que daba. Sus manos se encontraban entrelazadas sobre sus rodillas y
parecía ser que su vista estaba perdida en algún punto imaginario del blanco que
cubría todo.

- ¿Qué te pasa? - pregunté apoyándome contra el marco de la puerta.

- Solo pensaba - murmuró con su voz cargada de melancolía sin voltearse a verme.

- ¿Pensabas?

- Si, es un fenómeno psicológico racional, objetivo y externo derivado del pensar


para la solución de problemas que nos aquejan día tras día.

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- Vaya, eso si que es nuevo ¿De donde lo sacaste? ¿Wikipedia? - bromeé dando
media vuelta para observar la casa ya que con Emmet dando vueltas, debía tener
especial cuidado acerca de lo que los puros oídos de mi hijo podían llegar a
escuchar.

- ¿Cómo lo supiste?

- No lo sé, solo adiviné.

Un silencio incomodo se apoderó del momento y barajé varias opciones antes de


decidir que lo mejor era esperar un poco más para hablar con Edward. Me giré
sobre mis talones para volver a la casa, pero apenas di el primer paso, la voz de él
me detuvo.

- ¿Cómo llegamos a esto? - murmuró interrumpiendo mi huida. Me detuve de


espaldas a él sin querer contestar, ya que no sabía si aquello me lo acababa de decir
a mi o estaba pensando en voz alta - ¿Tanto fue el daño que te hice que ni siquiera
merecía saber que teníamos un hijo? - Ok, duda aclarada. Definitivamente iba para
mí.

Me giré a verlo y caminé sin tener muy claro como responder a aquello, ya que ni
yo misma entendía como mi orgullo me había segado tanto como para ocultárselo.
Tomé asiento a su lado y me abracé a mi misma para mantener un poco el calor.

- No sé exactamente cuando fue el momento en que todo se pudrió - pensé en voz


alta, entrelacé mis dedos y jugué con mis pulgares antes de volver a hablar -
¿Recuerdas la primera vez que te encontré con Tanya?

- Si.

- Creo que eso fue lo que arruinó todo.

- Pero Bella, eso fue dos años antes de que termináramos nuestra relación. O lo
que sea que tuviéramos luego - se apresuró a corregir.

Difícilmente podríamos haber llamado relación a coger semanas enteras y luego


vernos como si ni nos conociéramos.

- Solo te digo que ahí fue cuando todo comenzó. ¿Quieres oír mi parte de la
historia o no?

- Por supuesto.
- 77 -
Tomé aire sintiendo como el hielo se metía por mi nariz provocándome un ligero
dolor de cabeza. Acababa de tomar la decisión de dejar mi alma al descubierto en
esta conversación. Era hora de aclarar todo con Edward si quería de alguna poder
entablar una relación por lo menos amistosa, eso era lo correcto; lo mejor para
Lucas y lo mejor para mí.

hii!

bueno chicas, nada más me pongo los anteojos y me lanzan los tomates!
xD!

jajajaja...me demoré pero aqui estoy. Prometo que aunque tarde no


abandonare la historia...es que he estado muy ocupada con un monton de
cosas y casi no paro...pero en fin, estoy aqui y les dejo capi capi... ! Por
cierto en el siguiente AL FIN van a saber que es lo que pasó...asi que tratare
de no hacerlas esperar demasiado :) ok?

Subi otra historia, esta en mi perfil y se llama "Te amare"...para que pasen
si quieren :)

POLLY! que alegria verte por aca, aun no subo estos capitulos en el foro
de crep, asi que tienes primicia xD! jajaja! te quiero mucho linda ^^

Nos leemos!

muá!

- 78 -
Verdades que duelen part1

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Capitulo IX

Verdades que duelen

Intenté con todas mis fuerzas contener las lágrimas mientras conducía de camino
a casa. Mis manos temblaban en el volante y sollozos entrecortados escapaban de
vez en cuando por mis labios. La calle de vuelta a casa parecía no tener fin, solo veía
cemento negro, extenso, interminable. Me dolía tanto que lo único que quería era
tener mi colchón bajo mi cuerpo y sobre mi cabeza apretada la almohada para poder
gritar tranquila. Sentía incluso que los árboles me veían con lastima cuando se
mecían debido a la fuerza con la que los golpeaba el viento.

Estaba tan conciente de todo.

Me detuve de golpe frente a mi casa sin preocuparme si estaba bien o mal


estacionada y bajé corriendo para meterme en ella. Subí las escaleras dando largas
zancadas y entré en mi dormitorio dejándome caer contra la puerta con las piernas
completamente estiradas. Me mantuve así por unos largos minutos sin siquiera
parpadear, sabia que si lo hacía iba a llorar y si lloraba confirmaba lo que acababa
de ver.

Suspiré con dificultad sintiendo como el pecho me quemaba con tal intensidad que
no pude evitar tomar aire con fuerza para romper en llanto. Grité tapando mis orejas
con fuerza porque quería escapar del dolor que me provocaba escucharme a mi
misma y no poder encontrar algo que me consolara.

Cada mirada, cada gesto, cada sonrisa, cada caricia, cada beso, cada recuerdo,
todos momentos que se desarrollaban de manera simultanea en mi memoria.

- 79 -
Cada mentira.

Un dolor como este no debería ser experimentado. Me sentía delirante.

Lloré con tanta fuerza, creyendo que mientras más fuerte lo hiciera mas rápido
expulsaría todo lo que sentía.

- Ese día perdí mi confianza en ti - confesé sintiendo como se desgarraba mi


corazón.

Después de todos estos años seguía llorando la perdida de mi confianza en él. El


desamor y la desilusión eran heridas que permanecían intactas.

- Bella, yo no te mentí.

- ¿Sabías que se van a casar? pobre, me da un poco de pena verla así - comentaba
Jessica a Angela en los pasillos de la universidad., luego de haberme saludado
efusivamente y mirado con lastima - Dicen que están muy enamorados, ya hasta han
salido fotos de ellos en las páginas sociales.

Me encontraba escondida detrás de los lockers luego de haber dejado mis cosas y
por lo que acababa de oír no tenía más que hacer que tomarlas nuevamente y salir
de ahí. Me sentía enferma, asqueada.

- No confiaste en mi - repliqué negando enérgicamente con mi cabeza - Si lo


hubieses hecho no habríamos terminado así.

Dos meses huyendo de Edward, de él y de todo lo que me lo recordara. Tanya


había resultado ser una chica adorable. Hija del rector y - ahora jefe - de él. Eran el
uno para el otro y a pesar de que Edward me buscó durante cada día luego de
haberlo encontrado con ella, sin tener claro como, había logrado esconderme
perfectamente.

- Tú tampoco confiaste en mí - resopló frunciendo los labios y apretando los puños


que reposaban sobre sus rodillas - Te lo conté todo y no me creíste.

- Ven aquí - ordenó Edward jalándome del brazo con fuerza.

- Déjame en paz - mascullé entre dientes forcejeando disimuladamente, ya que no


quería llamar la atención de las pocas personas que permanecían en la biblioteca.

- Olvídalo. Si te suelto eres capaz de salir corriendo gritando alguna estupidez


- 80 -
para no hablar conmigo - susurró acercando su boca a mi oído para que pudiera
escucharlo bien.

- Mira…no se me había ocurrido - musité con sarcasmo elevando ambas cejas y


sonriendo cínicamente. Tomé aire mientras Edward me veía extrañado - ¡AUXI…!

- ¡No! - gimió colocando rápidamente su mano sobre mi boca para impedir que el
grito saliera más allá de mis pensamientos. - ¡Que te calles te digo! Voy a hablar
contigo y a explicarte toda esta mierda.

Me limité a mirarlo mientras caminábamos hasta el rincón más apartado de la


biblioteca, aquel al que nadie iba nunca jamás, a menos que quisieran conversar en
privado.

- No voy a casarme - prometió colocándose frente a mi. Dejándome entre su


cuerpo y uno de los estantes de libros.

- No me interesa - repuse bajando el rostro para no tener que verlo.

- Claro que si - rebatió poniendo su mano sobre mi cuello y subiendo mi mentón


con su pulgar - Te interesa porque me amas, yo también te amo, por eso estoy aquí.
Quiero explicártelo todo.

- No te amo.

- ¡Déjame hablar!- moduló con fuerza apretando los dientes - ¿Recuerdas cuando
nos conocimos? - asentí rodando mis ojos. Por supuesto que lo recordaba, cada cosa
y momento con él estaba grabado a fuego en mi memoria - Bueno, ese día estaba
escapando de la familia de Tanya. Nosotros fuimos pareja durante dos años, pero
ella se enamoró de un chico que era guardia en un supermercado. Como un favor
seguí haciéndome pasar por su novio para que ella pudiera seguir viéndose con él,
ya que su padre jamás aceptaría que su única hija saliera con alguien que no fuera
digno para ella.

- ¿Y tu que ganabas con eso?

- ¿No es obvio?

- Si lo fuera no te lo preguntaría, idiota.

- Sin ofensas ¿quieres?- farfulló entrecerrando los ojos - Es obvio que ganaba
algunos beneficios siendo el yerno del rector, además no olvides que el es mi jefe.
- 81 -
- Conveniencia…- deduje frunciendo los labios - Supongamos que te creo. Aun no
comprendo porque escapabas de la familia de ella.

- Porque esta embarazada - murmuró apartando la mirada. Sentí como se me


estrujó literalmente el corazón. Mi estomago pareció quedar libre de materia sólida
ya que solo era capaz de sentir un gran vacío en todo mi cuerpo.

- Espera. ¿Quedó embarazada del guardia o de ti? - pregunté temiendo que mis
piernas dejaran de sostenerme en cualquier momento.

- No lo sabemos aún - confesó luego de un rato. Sentí como si me hubiesen


arrancado el corazón de un tirón tan fuerte que tuve que esforzarme en no perder el
equilibrio frente a él, pensaba que haberlo visto con otra chica sería lo peor y que ya
había pasado pero estaba completamente equivocada. - Por eso que aún no hemos
dicho nada, yo no puedo solo dejarla sin saber si ese hijo es mío o no. Las fechas
coinciden, pero Tanya me explicó que en ese momento ya estaba con David. No
vamos a casarnos, es solo para aparentar.

- ¿Desde cuando sabes todo esto? ¿Del embarazo y todo eso?

- Desde un poco antes de conocerte, te lo juro. Es todo una mierda tan grande y no
sé que hacer para que entiendas mi posición…yo solo quiero estar contigo.

Fruncí el ceño profundamente antes de apretar mi puño derecho con fuerza y


lanzarle un golpe en el pómulo tan violentamente que sentí mis dedos crujir al tocar
su piel.

- No podía creerte - confesé riendo involuntariamente ante el recuerdo de su cara


siendo impactada por mi puño.

- ¿A mi no, pero a Tanya si?

- Ella no tenía porque mentirme.

- Yo no estoy enamorada de Edward ni el de mí - dijo Tanya encogiéndose de


hombros. Se veía diminuta y con expresión abatida - Nuestra relación siempre fue
de amistad más que cualquier cosa.

- ¿Te sientes bien? - inquirí preocupada viendo como su rostro se encontraba más
pálido que lo normal.

- No mucho. Solo quería que supieras que Edward te quiere y que no te ha sido
- 82 -
infiel. Solo somos amigos y hasta ahora me ha estado ayudando mucho con esto -
señaló su ya abultada barriga con una sonrisa ladina - pero es solo eso. Confía en él.

- Puedo creer todo eso, pero de todos modos tu sigues esperando un bebe de…no
lo sé - confesé con frustración apoyando mi espalda contra la muralla.

- Un bebe de David, no de Edward - se apresuró a aclarar - Él lo sabe, solo quiere


guardar las apariencias para cuidar en cierto modo mi reputación.

- Por supuesto que no. Si aquí el malo era yo ¿cierto?

Froté mis manos con fuerza sintiendo como el frío comenzaba a calar cada vez
más hondo. Rememorar cosas pasadas que no me agradaban, me hacían sentir mal
incluso físicamente. Todos estos años había escondido mi pasado, mis miedos y mis
penas. Tener que enfrentarlas era demasiado.

- No es eso Edward - resoplé encorvando un poco mi espalda y bajando mi vista al


piso. - Éramos jóvenes, inmaduros. Y todo lo que pasó después de eso fue demasiado
para soportarlo.

- Pero estábamos enamorados - replicó él arqueando una ceja - ¿No se supone que
el amor supera todos los obstáculos?

- Deberías haber estudiado filosofía en lugar de leyes - bromeé sacudiendo mi


cabeza.

Cerré mis ojos y eché mi cabeza para atrás. Necesitaba un poco de aire para
continuar.

Había pasado un mes desde el funeral de la hija de Tanya. Vivió solo dos días y
tras nacer con un defecto cardiaco murió dejando desolada a su madre. Nunca supe
si era de Edward o de David y tampoco quise preguntárselo, ya tenía demasiado con
tener que lidiar con un casamiento suspendido y la muerte prematura de su bebe.

- Nunca pude superar todo lo que paso después de la muerte de la bebe de Tanya -
susurré apoyando mis codos sobre mis rodillas - Las cosas que hablaban de mi, de ti,
de ella.

- Los tres sabíamos como era todo en realidad ¿Qué importaba lo que pensaran los
demás?

- No es así. Solo Tanya y yo sabíamos como eran las cosas. Ella siempre te quiso,
- 83 -
pero se hizo a un lado cuando vio que no la querías. Ella…no quería obligarte a estar
con ella por compromiso. Supongo que después de todo en eso nos parecemos.

- ¿De qué estas hablando?

Me encontraba fuera del casino observando desde una de las bancas como caían
algunas hojas amarillentas victimas del otoño, cuando una mano presionó
ligeramente mi hombro.

Giré mi rostro para encontrarme a Edward con gesto abatido, su cabello se veía
más que despeinado; descuidado y vestía la misma ropa que el día anterior.

- ¿Puedo acompañarte? - preguntó con su vista perdida.

- Claro. ¿Te sientes bien?

- No.

- ¿Qué te pasa?

- Te extraño - declaró escondiendo su cabeza entre sus manos. Sus codos estaban
apoyados en sus rodillas y podía notar la frustración en su voz.

- Yo también - confesé colocando mi mano sobre su cabeza. - Será mejor que


vayamos a mi casa. Necesitas darte un baño, ponerte ropa limpia y quitarte ese olor
a alcohol. Realmente apestas.

- Un mes después de…bueno…de que muriera la hija de Tanya, tú y yo fuimos a mi


casa y tuvimos una conversación. ¿Recuerdas?

- Eres una mujer increíble - comentó Edward abrazándose a mi cintura mientras le


secaba el pelo con una toalla - Lo supe desde el primer día que te vi.

Besó mi estomago y luego apoyó su cabeza contra mi pecho. Se encontraba


sentado sobre mi cama con sus piernas rodeando las mías.

- No confundas las cosas.

- Pero te amo - murmuró apretando levemente su abrazo - No es justo tener que


estar escondidos aún, yo no voy a casarme con Tanya, eso lo sabes. ¿Por qué insistes
en alejarte de mí?

- 84 -
- Edward, todo el mundo piensa que tú y Tanya acaban de perder una hija y
realmente pudo haber sido así. ¿No sientes nada de tristeza al pensar en que esa
niña pudo ser tuya?

- ¡No lo era! - exclamó violentamente colocándose de pie de golpe y caminando


hacía la ventana de mi dormitorio - ¡No era mi hija! Si lo hubiese sido te aseguro que
estaría conmigo ahora. De todos modos - añadió con un poco más de calma, podía
notarlo en las venas de sus brazos y en sus músculos que se encontraban más
relajados - cada cosa pasa por algo. Tener un bebe ahora sería algo fuera de mis
planes, arruinaría mi carrera…arruinaría mi vida. Sea como sea, hubiese terminado
odiando a Tanya por haber jodido mi futuro. A ella y a la bebe.

- Tengo claro lo que dije, sabes que en una situación normal jamás diría una
aberración como esa - justificó levantándose con velocidad y quedando de pie frente
a mi - Solo…solo fui capaz de pensarlo porque estaba borracho, perdido - siguió
hablando con un gesto abrumado, igual como hace años atrás. Se hincó frente a mí y
dudó un poco antes de tomar mis manos - Había demasiadas cosas en mi cabeza y
no tenía idea de cómo lidiar con ellas. Tú mejor que nadie lo sabe.

Exhalé todo el aire que contenía en mis pulmones y volví a inhalar con fuerza.
Claro que sabía que era un pensamiento irracional, pero el hecho de que pasara por
su cabeza y formulara aquella frase, había cambiado completamente mi perspectiva
de la forma de ser de Edward.

- ¿Bella acaso pensaste que no querría a Lucas? - preguntó de pronto rompiendo


completamente el silencio que nos envolvió por un momento.

Aquellas palabras me golpearon con la violencia de un tornado. Nunca lo había


pensado así y no era exactamente esa la razón.

- ¡Contéstame!- exigió sacudiéndome por los hombros - ¿Pensaste que sería capaz
de odiar a mi hijo? ¡¿Pero que monstruo piensas que soy?

- No quiero hablar de esto ahora, definitivamente fue una mala idea - musité
incorporándome con dificultad, pues las manos de Edward seguían sujetando mis
brazos - Suéltame - pedí retrocediendo un paso.

- ¡Edward déjame! - exigí luchando contra las manos que me sujetaban con fuerza
y me mantenían en aquel dormitorio en contra de mi voluntad.

- ¡No! - bramó soltándome solo para golpear con violencia la puerta. Tanto que sus
nudillos se bañaron rápidamente de sangre. - ¡¿Por qué?
- 85 -
Podía ver la furia llameando cual fuego en sus ojos. Aquellas esmeraldas brillaban
con odio en la penumbra de la noche.

Su camisa negra se encontraba desabrochada en los primeros cuatro botones y


fuera de su pantalón. Estos, estaban llenos de lodo en las rodillas.

Era todo un desastre.

- No pienso responderte el porque de mis decisiones. Déjame en paz.

- Te vi, sé que estuviste con él. Te vi besándolo - escupió aquellas palabras como si
fueran veneno.

- ¿Y a ti que demonios te importa? Yo también te vi besando a Tanya - repliqué


sentándome a los pies de la cama de Alice. Estaba segura que no se pondría feliz
cuando viera como acaba de manchar su plumón preferido con coca cola.

- Eso es diferente, yo no siento nada por ella ahora, solo la besé por que tú querías
que dejaran de pensar que estábamos juntos.

- Si, pero mi idea no era ver como tenían sexo con ropa en la sala de literatura
inglesa en frente de toda la clase.

- Bella respóndeme - masculló Edward entre dientes. - ¿Por qué me ocultaste a


Lucas?

- Nosotros no teníamos futuro. Luego que rompiéramos por…bueno tú sabes. Tú te


volviste otro, siempre te veía con distintas chicas y cuando estábamos juntos
siempre sentía que querías castigarme por haber estado con Ángel.

- No seas ridícula. Nada de eso justifica el que me ocultaras a Lucas, es mi hijo. Yo


tenía todo el derecho a saber.

- ¡Tu no querías ser padre!

- ¡Pero lo fui!- gritó colocando ambas manos sobre su cabeza - Iba a serlo - se
corrigió frunciendo el ceño - y me quitaste a mi hijo, le entregaste mi obligación y mi
derecho a otro. A ese… mago… lechero…estúpido. Lucas tenía que haber tenido un
padre, yo debía ser su padre.

- Tarde o temprano terminarías cansándote y abandonándolo.

- 86 -
- ¿A él o a ti? De eso se trata todo esto ¿no? Me ocultaste a mi hijo por temor a que
te odiara a ti, no a él.

- Por favor - bufé sacudiendo mi cabeza enérgicamente para negar - No seas idiota
- exclamé.

- Pensaste que te odiaría a ti - murmuró sin despegar sus ojos de mi cara.

¿En que momento había pasado a ser yo la malvada y perversa de la historia?


Edward estaba invirtiendo la situación, él era un mal ejemplo para Lucas, era
promiscuo, irresponsable, sentimentalmente desapegado y no quería ser padre. No
había razón alguna para que compartiera una paternidad con él. Eso solo nos
hubiese hecho infelices a todos.

- Hice lo mejor para todos.

- ¡No es cierto! Hiciste lo mejor para ti. ¿Quieres saber como supe que era padre?-
no esperó a que respondiera y arremetió con una velocidad increíble de palabras -
Hace dos años atrás mi madre me visitó en Nueva York, una tarde me pidió que
sacara unas cosas de su bolso y encontré esta foto - dijo sacando del bolsillo trasero
de su pantalón una billetera negra de cuero. La abrió y me enseñó una imagen en
donde se veía a Lucas de bebe vistiendo el único traje que Esme había guardado de
Edward - Como vestía mi ropa y era igual a mi, se la quité pensando que era yo.
Imaginas mi sorpresa cuando escuché a Emmet preguntando porqué tenía una foto
de tu hijo. ¡Anduve dos años con una foto de mi hijo en la billetera sin saber que era
él!

No tengo mucho que decir...solo explicarles que este capitulo


continua...no me odien ¿vale? Es que había demasiados cabos sueltos dando
vuelta y tenía que unirlos todos...(o en su mayoria) de todas formas, queda
casi todo resuelto en este capitulo, la continuacion son cosillas que
quedaron en el aire...

SE ACERCA EL FINAL!

estoy con una gripe que no me deja ni pensar...es mas, de aqui a la


cama...¿es normal ver enanitos azules paseado sobre el escritorio?...jajajaja

bueno chicas, nos leemos luego, en menos de una semana actualizo :)

- 87 -
muá!

- 88 -
Verdades que duelen part2

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

- Hice lo mejor para todos.

- ¡No es cierto! Hiciste lo mejor para ti. ¿Quieres saber como supe que era padre?-
no esperó a que respondiera y arremetió con una velocidad increíble de palabras -
Hace dos años atrás mi madre me visitó en Nueva York, una tarde me pidió que
sacara unas cosas de su bolso y encontré esta foto - dijo sacando del bolsillo trasero
de su pantalón una billetera negra de cuero. La abrió y me enseñó una imagen en
donde se veía a Lucas de bebe vistiendo el único traje que Esme había guardado de
Edward - Como vestía mi ropa y era igual a mi, se la quité pensando que era yo.
Imaginas mi sorpresa cuando escuché a Emmet preguntando porqué tenía una foto
de tu hijo. ¡Anduve dos años con una foto de mi hijo en la billetera sin saber que era
él!

Capitulo IX

Verdades que duelen, part 2

Oh. Mierda.

Decir que me sentí mal al ver el rostro acongojado de Edward sería subestimar la
palabra dolor. Pocas veces lo había visto dejando caer la mascara de frialdad y
control que mantenía y al contrario de lo que pensé mucho tiempo, esto no lo
disfrutaba nada.

Quedé perpleja viendo como la cara de a quien tanto tiempo amé era sacudida por
la tristeza y caía a pedazos junto a mi corazón. Su rostro se veía desolado y dolido,
esto definitivamente no tenía arreglo.

La fiesta de primavera en la universidad era el momento ideal para despejarme.


- 89 -
Estaba triste por todo lo ocurrido con Edward durante estos días y Ángel - mi
compañero de literatura - había resultado ser un buen salvavidas para sobrellevar el
peso que caía sobre mí.

Obviamente Edward iría con Tanya, era como debía ser.

- Sé que esto no cambiara nada las cosas, pero lo siento - murmuré angustiada
bajando la mirada al piso.

Edward había llegado hacía solo unos minutos y todo el mundo se había acercado
a ellos para felicitarlos cínicamente por su relación y reían con todos. Se tomaban de
la mano y si bien los ojos de él me pedían perdón, no podía. Mi nobleza no alcanzaba
para mártir.

- Bella, eres una chica hermosa, no es justo que debas pasar por esto - murmuró
Ángel acomodando los mechones de mi cabello detrás de mi oreja, acariciando de
paso mis mejillas con suavidad. - Déjalo.

- Si fuera fácil.

- Lo es. Bella no quieres compromisos y yo tampoco. ¿Por qué no solo nos dejamos
llevar esta noche? Hagamos lo que los jóvenes mayores de edad hacen en estos días.

- ¿Sexo en el baño?

- No ridícula - negó riendo exageradamente para llamar la atención - Aunque no


me parece una mala idea - añadió dándome una vuelta y cogiéndome por la cintura
al final - Solo veamos como sigue la noche. Quizá un beso al despedirnos…o un poco
antes.

- ¿Qué tan antes?

- ¿Ahora?

- Es una broma - pregunté como si fuera una afirmación.

- Pasémoslo bien. Eres mi pareja esta noche y la disfrutaremos - dijo justo antes de
posar sus labios suavemente sobre los míos.

Entreabrí con lentitud mi boca para darle acceso a su lengua, era áspera en
comparación con la de Edward, pero aún así me gustó. Quizá solo fue el estar tan
conciente de que él me veía que me apreté más a Ángel y me dejé llevar por el
- 90 -
momento. Disfruté el saber que Edward sentía lo mismo que yo. Al fin.

- Tienes razón - admitió soltando su agarré y bajando la vista al piso - No las


cambia en nada.

Sin decir nada más paso por mi lado y se metió en la casa cerrando la puerta a mis
espaldas con brusquedad.

- Edward se va - dijo Alice abrazándome con fuerza. - Por favor recapacita y díselo.
Bella dile, te aseguro que no te dejara. Ni a ti ni al bebe.

- Alice no quiero - sollocé aferrándome a ella. Estaba tan triste y no sabía como
tenía que actuar.

Aún no se lo contaba a nadie y estaba aterrada imaginando la reacción que


tendría mi padre cuando se enterara, él era demasiado protector conmigo y estaba
segura que por lo menos dejaría de hablarme durante un largo periodo, eso en mi
mejor panorama. El peor involucraba armas y prisión, no quería ni imaginarlo.

- Bella en serio, hoy harán una fiesta de despedida los chicos de la facultad. Ven
conmigo.

- ¡Alice ya basta! Edward ha hecho cuanto ha querido sin importarle lo que a mi


me pase. ¿Por qué no me acompañó al médico cuando se lo pedí? Esa era su
oportunidad para enterarse, pero me dijo que no podía ir. ¿Quién fue su cita ese día?
¿Kate?, ¿Jesse?, ¿O estaba demasiado ocupado bajándole la chica a James?

- Pero Bella…

- Pero nada. Edward es un cabrón llorón. Me culpa por haberme dado un beso con
Ángel, ¡Alice…un beso! Mientras él coquetea con cada cosa que tenga vagina
enfrente de mis narices.

Me senté o más bien, me dejé caer sobre los escalones del pórtico y me quedé ahí
sintiendo como el hielo comenzaba a crear una capa sobre mí.

Saqué la cajetilla y encendí un cigarrillo, a este paso me daría cáncer pulmonar


antes de que dieran las tres de la tarde. Inhalé profundamente dejando que el humo
se deslizara por mi garganta produciendo una extraña y familiar sensación de
amarga tranquilidad, expulsé el aire con fuerza y acomodé nuevamente el gorro que
Antonio me había dejado para cubrir aun mas mi cara, mientras me hundía en un
sicoanálisis que para lo único que servía era para sentirme cada vez más mal.
- 91 -
Después de todo mi dignidad volvía a perder la batalla y había decidido ir a la
fiesta de despedida de Edward para contarle lo que ocurría. Mi cara estaba repleta
de toneladas y toneladas de maquillaje para cubrir y esconder aquellas ojeras
violáceas que estaban bajo mis ojos debido a la poca piedad del insomnio conmigo.

Tirité violentamente cuando el viento frío y húmedo me golpeó el rostro


enredándose en mi cabello y levantándolo en un ondeado movimiento. Recordar
tantas cosas malas me entristecía y no me hacía para nada bien pero necesitaba
meditar desde mi pasado las decisiones que tomaría en el futuro.

La música resonaba estruendosamente en el bar. El olor a nicotina invadía mis


fosas nasales y los perfumes baratos entremezclados con alcohol no ayudaban en
nada a sentirme mejor. Todo lo contrario, me sentía mareada y asqueada.

Al parecer tanto estrés no me ayudaba en nada al embarazo.

El lugar se encontraba repleto de gente, amigos de la facultad y de otras


universidades, todos bailaban muy animados y más de alguno llevaba por lo menos
dos litros de alcohol más que el que su cuerpo permitía.

Choqué contra Alice quien apenas me vio soltó un grito efusivo y se lanzó contra
mí abrazándome con fuerza.

- ¡Lo sabía! ¡Sabia que vendrías! - gritó en mi oreja. - El imbécil de mi hermano me


ha preguntado a lo menos treinta veces si vendrías - vociferó agarrándome de una
mano y obligándome a caminar hacia el bar en donde acercó un taburete para mi,
mientras ella se sentaba cruzando coquetamente sus piernas en el que tenía su
chaqueta de cuero.

- ¿Y donde está?

- Hace poco estaba por aquí - anunció frunciendo los labios pensativa y
buscándolo con la mirada.

Un lindo chico cara de chica se posicionó al lado de mi amiga y le entregó una


copa de tequila blue - el favorito de Alice -, esta sonrió coqueta y le guiñó un ojo
antes de girarse hacía mi para presentarnos.

- Amiga, te presento a Jasper - dijo elevando ambas cejas de manera sugerente.

La conocía lo suficiente como para saber que era su conquista de la noche.


Calificaba completamente con el tipo de hombres que le gustaban; caras de bebes,
- 92 -
ojos claros y cabello rubio. Estaba segura que con un vestido hasta Edward se lo
ligaba.

- Hola, soy Bella - dije alzando mi mano como saludo.

Cuando me lo proponía podía ser una chica realmente encantadora.

- Hola - contestó y al contrario de lo que pensé en un primer momento su voz era


varonil, descartando totalmente mi hipótesis del lesbianismo de mi amiga.

- ¿Has visto a mi hermano?- preguntó Alice tomando la mano de Jasper y


acariciándola cariñosamente.

- Subió hace un rato con Vicky - respondió él provocando en mi estomago una


rápida sensación de vacío que no tardó demasiado en extenderse por todo mi
cuerpo, la misma se reflejó en el rostro de Alice.

Ambas nos quedamos viendo unos segundos sin decir nada antes de caminar en
dirección al segundo piso.

Toda nuestra relación estaba llena de mierda, era imposible construir algo sano
sobre cimientos tan enfermos. Lucas sabía que tenía un padre, no era tonto como
para creer que la cigüeña me lo había regalado dejándolo dentro de un repollo
frente a mi puerta, pero yo no estaba lista para afrontar su parentesco con Edward.

En lo más profundo de mi permanecía la esperanza de que solo se encontrara


conversando con ella, ilusamente me aferraba a las migajas de amor que alguna vez
me prometió y rezaba interiormente por que eso fuera suficiente, aún sabiendo que
era una estúpida.

Mis ojos confirmaron lo que mi corazón se negaba a ver una vez que llegamos al
cuarto de almacenamiento en el segundo nivel. La chica bailaba eróticamente a
horcajadas sobre él mientras la vista de Edward vagaba por el lugar sin reparar en
ella, pero ahí estaba, burlándose de mí nuevamente.

El poco orgullo que aún me quedaba me impidió hacerle una escena, solo me
quedé de pie memorizándolo, cada uno de sus detalles lo grabaría a fuerza en mi
retina para que cada vez que lo recordara me recordara a mi misma el porque de mi
decisión.

Él no merecía ser padre y yo no me merecía vivir sufriendo por él.

- 93 -
Sentí la mano de Alice sobre mi hombro como un apoyo silencioso a mi
desconsuelo, sabía que ella me entendía y que aquello también le dolía.

El aire comenzó a escasear en mi pecho y las lágrimas corrieron por mis mejillas
libremente sin poder detenerlas. Tenía que escapar de ahí, necesitaba huir y tomar
aire, no la brisa…el aire, el respiro que te proporciona escapar del dolor.

Me giré rápidamente botando a mi paso una repisa repleta de botellas, que


sonoramente se precipitaron contra el suelo, estallando estruendosamente y
dejándome en evidencia.

Edward alzó la vista urgido y miró justo en mi dirección.

- ¿Bella?

- Púdrete - mascullé entre dientes negando inconcientemente con mi cabeza.

- ¡Bella espera! - gritó Edward acomodándose los pantalones y quitando a la chica


de encima suyo para poder llegar donde mi.

Me sentía patética, ridícula…no entendía como una persona no podía aprender de


una vez. Me volteé para mirar a Alice y en el oído le imploré que no le permitiera
alcanzarme, asintió silenciosamente y luego me dio un beso en la mejilla como
despedida.

- ¡Ni siquiera puedo decir que eres un hijo de puta por que sería joder a mi
madre!- profirió mi amiga deteniéndole el paso a Edward - ¡Cabrón!

¿Podría perdonar a Edward alguna vez? ¿Y él me perdonaría a mí? ¿Podría Lucas


perdonarme? Oh. Santa. Mierda.

Sin apagar el cigarrillo al que no lo quedaba más que el filtro, saqué otro y lo
encendí. No sabía que tenía que hacer y no sabía a quien preguntarle…en momentos
así era cuando más extrañaba la calma y los consejos de mi padre.

Sabía que estaría en casa cuando volviera, sobre todo después de saberse los
turnos de mi padre de memoria y tener la copia de mi llave. Estúpida de mí que
luego de que Charlie cortara el árbol por el cual se trepaba le hubiese dado la llave.

- Soy un imbécil - murmuró Edward desde una esquina de mi dormitorio apenas


entré en el.

- 94 -
- No - negué quitándome la chaqueta y lanzándola sobre la cama - Eres un infeliz,
un idiota cabrón, inmaduro y estúpido.

- Bella, lo de Vicky era un juego…algo estúpido, fue idea de James que lo


hiciéramos y ni siquiera la miré. Sabes que no me metería con la chica de un amigo

- Por lo menos una que respetes - bufé al tiempo que me quitaba el reloj.

- Te respeto a ti. Te amo a ti. Pídeme que me quede y lo haré.

- Sal de mi vida, no me llames, no me busques. Hazme feliz de una vez y déjame


en paz.

- No quiero.

- Edward por favor. ¿Qué más quieres?

- Te quiero a ti. Dejar toda esta mierda atrás y ser solos tú y yo, así como al
principio.

- Nunca fuimos tú y yo. Siempre hubo otra persona, Edward yo ya no siento lo


mismo por ti.

- ¿Qué sientes por mi?

- Asco. No puedo estar contigo nunca más.

Mi celular vibró en el bolsillo de mi pantalón, despertándome de mis


ensoñaciones. Sequé mis mejillas las cuales estaban mojadas y sorbí con fuerza mi
nariz antes de sacarlo y mirar la pantalla. Sonreí inconcientemente al ver que se
trataba de Antonio.

- ¿Qué tal homosex? - me burlé sin animo.

- ¿Qué hay llorona? - saludó imitándome.

- ¿Llorona? - pregunté frunciendo el ceño.

- ¿Homosex?

- Juego de palabras - expliqué rodando mis ojos. Podía imaginar su ceja alzada al
no comprender el sobrenombre.
- 95 -
- ¿Por qué estabas llorando? No es bueno que Lucas te vea triste y a mi tampoco
me gusta saber que lo estas.

- No estoy llorando - mentí para zanjar el tema. Estaba claro que no lo creería ya
que me conocía demasiado como para darse cuenta con solo un saludo, pero no
quería reconocerlo, no a él - ¿Para que me llamas?

- Solo quería saber que estabas bien. Cuando me fui me quedé preocupado por ti y
ya sabes, para eso estamos los amigos ¿no? Un hombro para llorar y eso.

- Te aseguro que si llorara en tu hombro arruinaría tus camisas, y con lo que


gastas en ellas terminaría consolándote yo.

- Te llamo para hacerte sentir mejor y te burlas de mí - se quejó del otro lado -
será mejor que te llame luego - añadió luego de que oyera un grito detrás. - Fiorella
esta como loca y dudo servir de algo si no me apuro en ayudarla.

- Bien - suspiré resignada.

Ya tendría tiempo para conversar con él luego.

- Arrivederci.

No alcancé a responderle cuando la llamada finalizó.

Un fuerte suspiró salió de mi boca y me abracé las rodillas para rememorar un


recuerdo más feliz que los anteriores.

La banca de la plaza era el lugar ideal para dejar mi mente volar lejos. Me veía
más pálida y ojerosa que de costumbre y por el contrario de lo habitual en un
embarazo, en lugar de obtener peso lo estaba perdiendo. Parecía un saco de huesos
con un pequeño bulto en el estomago como única evidencia de mi estado. Desde que
Edward se había marchado acostumbraba visitar aquel lugar para llorar tranquila,
mi padre estaba desilusionado podía verlo en sus ojos, a pesar de prometerme su
apoyo y ayudarme en todo lo necesario, me sentía tan sola. No veía a Alice, ni a
nadie que me recordara o hablara de él.

Una pareja que discutía llamó mi atención y me sentí hundir en la miseria al


comparar mi relación con la de ellos. Mi animo decayó aún mas de ser posible y
agotada apoyé mi cabeza sobre mis manos.

- ¿Stai bene?- habló el chico rubio viéndome con extrañeza - ¿Hai bisogno di
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qualcosa? ¿Posso aiutarla?

- ¿Qué? - inquirí alzando el rostro para verlo mejor. Era un tipo hermoso, no como
Edward, pero tampoco menos que él.

- ¡Idiota!- exclamó una chica trigueña a sus espaldas dándole un golpe con su
mano en la cabeza - La chica no es italiana. Háblale en español.

El muchacho la quedó viendo mal por un momento para luego romper a reír.

- Lo siento - dijo sonrojado carraspeando su garganta - Aún no me acostumbro a


estar fuera de Italia. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Puedo ayudarte? - tradujo para
mi lo que supuse fueron sus preguntas anteriores.

- Estoy bien, gracias.

-Io sono Antonio e questa loca è mia … emm… sorella ¿hermana? Fiorella

La trigueña sonrió calidamente y extendió su mano para saludarme. No parecían


en nada hermanos, Antonio era muy alto, tenía unos hermosos ojos azules y rubio,
mientras ella era más menuda, trigueña y de ojos pardos.

- Bella - me presenté.

- ¡Hay que linda!- exclamó Fiorella - tu también eres linda.

- No, yo soy Bella. De Isabella - aclaré largándome a reír.

Era la primera vez que me reía en mucho tiempo y se sentía tan bien. Antonio se
burlaba del ego de su hermana mientras yo disfrutaba del momento.

Un extraño movimiento en mi vientre pareció compartir mi despertar y sentí por


primera vez el movimiento de mi aletargado hijo.

- Se movió - murmuré tocando involuntariamente donde lo acababa de sentir.

- ¿Ah?

- ¡Se movió! - exclamé con mas fuerza al sentirlo otra vez. Tomé la mano de
Antonio por reflejo y la coloqué en el lugar donde sentía patear al bebe. - ¡Ahí
siéntelo!

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- ¡Oh Dio! ¡Se mueve!

¿Qué pasaría con Antonio luego que Lucas se enterara de Edward? Hasta ahora no
me lo había preguntado, nunca se me había pasado por la cabeza plantearme en
esta situación y me sentía ridículamente perdida. Vagaba en el limbo de las
preguntas sin respuesta. Un impulso incontrolable me obligó a levantarme de golpe,
subí los escalones del pórtico con rapidez y me metí en la casa en búsqueda de
Alice.

- Cuida a Lucas por mí - pedí más como una orden que como un favor una vez que
la encontré sentada sola en la cocina.

Tomé mi bolso y hurgué en él para sacar las llaves de mi todoterreno antes de


precipitarme hacía el vestíbulo.

- ¿Dónde vas? - quiso saber Alice asomando la cara.

- Tengo que ver a Antonio - anuncié dándome la vuelta para salir a toda prisa de
ahí.

Estaba a punto de subir a mi camioneta cuando la puerta se trabó y pude notar


que Edward trotaba hacia mí. Me apresuré a abrirla y me subí en ella.

- ¿Qué haces? - preguntó más calmado y habiendo recobrado por completo la


compostura.

- Voy a ver a Antonio - anuncié cerrando la puerta y bajando la ventanilla para


hablarle.

- Bella, siento lo de hace un rato. Ya sabes que soy un idiota llorón - soltó con una
sonrisa amarga.

- Si, lo sé.

- Mira… - musitó nervioso. Podía notarlo en la manera que fruncía el ceño y como
sacudía su cabello con una mano - solo quiero que hablemos de Lucas.

- Luego - respondí encendiendo el motor.

La mano libre de Edward se metió dentro de la camioneta y la depositó sobre la


mía y me miró entre el espesor de sus pestañas negras.

- 98 -
- Tengo rabia porque me lo ocultaste, estoy furioso porque mi familia me lo ocultó
y lo que más me molesta es saber que es por mi culpa. Solo no quieras desplazarme
de su vida ahora.

- Me alegra saber que reconozcas tus errores.

- Sé que hice las cosas mal, pero no es como que tú te lleves el titulo a las
decisiones correctas.

- ¿De eso se trata? ¿Es una manera de castigarme por dejarte el querer
inmiscuirte en la vida de él?

- ¿Inmiscuirme?- inquirió ofuscado quitando su mano bruscamente - ¡Por dios,


pero si soy su papá! No quiero estar con Lucas para dañarte, lo quiero a él.

La sinceridad se vio tan clara reflejada en su cara que me sentí culpable. Edward
era promiscuo, pero no un demonio diabólico sediento de venganza, o por lo menos
eso esperaba.

- Lo siento - murmuré ceñuda soltando un suspiro.

- Hace años te perdí, por lo que más quieras no me obligues a perder lo único que
me queda de ti.

Luego de decir aquello bajó los brazos que hasta ese momento se encontraban
cruzados sobre la ventana y se giró para volver a la casa.

Lo vi alejarse y extrañamente supe que ambos nos sentíamos igual, perdidos y


estúpidos, la diferencia era que yo tenía mi brújula para ayudarme a encontrar mi
camino y hacía allá me dirigiría ahora.

Hace un buen rato tenía listo este capitulo y no tengo idea de porque aun
no lo había subido...disculpenme, es que como subo en otras paginas, a
veces me olvido de cual me falta ¬¬

¿No me detestan cierto? Espero que no...si quieren lanzenme


tomates...(están muy caros últimamente y tengo antojo...jajaja)

Bueno, ya queda muy poquito para el final, así que solo espero que les
guste este capitulo.

- 99 -
nos leemos pronto...

muá!

- 100 -
Antonio

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

- Hace años te perdí, por lo que más quieras no me obligues a perder lo único que
me queda de ti.

Luego de decir aquello bajó los brazos que hasta ese momento se encontraban
cruzados sobre la ventana y se giró para volver a la casa.

Lo vi alejarse y extrañamente supe que ambos nos sentíamos igual, perdidos y


estúpidos, la diferencia era que yo tenía mi brújula para ayudarme a encontrar mi
camino y hacía allá me dirigiría ahora.

Capitulo X

Antonio

Me encontraba con los brazos cruzados sobre la ventana y mi cabeza recostada


sobre ellos. El día era más calido que lo normal y una brisa deliciosa me daba en el
rostro, mientras con melancolía recordaba a Edward. Había llamado un par de
veces, pero Charlie había sido muy amable en hacerle saber que nunca estaba en
casa.

Un plato de galletas con chocolate se encontraba, ya vacío, en el escritorio a mi


lado, siendo aquel el único antojo de todo mi embarazo y, en mi vientre, el bebe
jugaba a darle patadas a mamá.

- ¿Estas bien? - preguntó Antonio quien se encontraba sentado sobre mi cama al


lado de Alice.

- Aja.

- 101 -
- ¿Ya decidiste el nombre? - inquirió Alice jugando con el control remoto hasta
detenerse en un canal infantil.

- No.

- ¿Qué tal Lucas? - propuso mi amigo.

- ¿Lucas?

- El monstruo come galletas de Plaza Sésamo - me aclaró Alice, apuntando con un


movimiento de cabeza hacia el televisor, en donde un peluche de color azul
devoraba una alacena - Es una excelente idea, apuesto a que este niño será un
adicto a las de chocolate. Tú las odiabas y ahora no puedes parar de comerlas.

Sonreí al recordar aquello, mientras con precaución, conducía en dirección a la


tienda de disfraces. Antonio me había ayudado incluso en decidir el nombre de mi
hijo.

Antonio y Alice se habían convertido en grandes amigos y la afición de Fiorella por


las tiendas comerciales me había salvado de ir de compras, ya que ellas lo hacían
juntas todo el tiempo. Mi casa era una especie de sede en la cual nos juntábamos
todos los días, pues los turnos de Charlie me dejaban demasiado tiempo a solas y
tenía miedo de que me pasara algo y no tener a nadie a mi lado.

Fiorella había encontrado mis viejos patines mientras terminábamos de ordenar la


pieza que sería para Lucas y quería enseñarnos a Antonio y a mí las proezas que
hacía de niña.

Desde que se puso los patines supe que no saldría bien, quizás el hecho de que
apenas y le entraban los pies debía decirle algo, pero ella insistió y dando una
elegante vuelta en un pie, trastabilló hasta caer de bruces contra la escalera.

Comencé reír sin poder parar, sentía incluso como si las costillas se me
comprimían mientras lo hacía.

- ¡Oh por dios! - chillé cuando sentí un liquido tibio escurrir por mis piernas.

- ¿Qué pasa? - preguntó Antonio quien seguía riendo de su hermana.

- Reza porque me haya orinado de tanto reír.

- ¿De que estas hablando? - inquirió acercándose hasta quedar a mi lado.


- 102 -
- Creo que rompí la fuente.

- ¿Qué fuente? - preguntó Fiorella colocándose de pie con dificultad. - Ahí esta la
fuente, aun quedan nachos.

- ¡Mi fuente tonta! ¡Voy a tener al bebe! - grité apretando con fuerza el brazo de
Antonio. Tanto, que no tardó demasiado, en formarse una mancha violácea, en
donde mis dedos ejercieron fuerza.

El nombre de mi hijo, el día de su nacimiento, su primer cumpleaños. Cada


recuerdo con Antonio a mi lado contrarrestaba por completo con los de Edward,
podía saberlo solo con ver mi reflejo en el espejo, sonreía cada vez que pensaba en
él. La única gran diferencia radicaba en que a Antonio lo amaba como a un amigo y
a Edward como hombre. Como mi hombre, aun cuando ese titulo nunca fue
completamente correcto.

- Es hermoso - dijo Antonio meciendo a Lucas en sus brazos con una facilidad
envidiable. - ¿Quieres…? - preguntó haciendo una seña hacia el bebe - Creo que es
tiempo de su muda.

- Lo mudé hace diez minutos - le recordé.

Comenzaba a parecerse a aquellos padres quisquillosos y fanáticos de sus hijos. -


Espera - me atajé de inmediato luego de pensar en aquello, él no era su padre, ni
siquiera era mi novio.

- No creo que a ti te guste estar con todo eso húmedo ahí abajo - dijo elevando las
comisuras de sus labios.

La imagen era realmente adorable, en aquel momento supe que lo amaría por toda
mi vida, no como a un novio, no como de Edward, lo amé como hombre, por ser
alguien tan imperfectamente bueno para mí.

Me detuve justo antes de la curva que daba a la tienda. Busqué mi bolso y cogí mi
celular para telefonear a Antonio. Conté los repiques, jugueteando con mis dedos
sobre el volante con nerviosismo. Los eventos recientes me tenían completamente
tensionada y estresada.

No sabía como lidiar con todo lo que tenía encima, mi pasado era sin duda alguna,
lo peor que podía pasarle a mi presente y a mi futuro.

- ¿Qué sucede? - preguntó luego del quinto repique, sin saludarme.


- 103 -
- Estoy a medio minuto de la tienda - expliqué ceñuda, por lo general Antonio era
un hombre demasiado cortés y esa actitud arisca me hacía sentir incomoda - ¿Estas?

- No realmente.

- ¿Cómo?

- Mira por el retrovisor - pidió, y al hacerlo, descubrí que su camioneta se


encontraba justo detrás de la mía. Al cruzar nuestras miradas sonrió y saludó dando
un movimiento lento con su mano.

Lo vi quitarse el cinturón de seguridad, para luego descender y caminar hasta


subir al lado del copiloto en mi todoterreno.

- ¿Qué pasó? - preguntó apenas se sentó a mi lado.

- Estoy confundida - confesé.

No quise mirarlo, pero al oírlo resoplar supe que o estaba negando con su cabeza,
o sus ojos habían sido rodados.

- ¿Y eso es algo nuevo? - se burló dejando caer su espalda contra el respaldo del
asiento, golpeando sonoramente su cabeza contra éste.

- Antonio, estoy preocupada y tengo miedo - solté sin más, cruzando mis dedos
sobre el volante y echándole un vistazo de reojo.

- ¿Miedo de qué?

- Edward quiere que Lucas sepa que él es su papá.

- ¿Por qué no me extraña?

- Pero él no lo merece.

- Isabella, no puedes castigar a Edward por…

- No lo estoy castigando - lo corté de inmediato. Podía oír aquello de cualquier


persona, pero no de él. Si lo escuchaba decirme aquello, cobraba sentido y no quería
pensar en eso. No quería verme a mi misma de esa manera. - Lo que he hecho es por
el bien de Lucas.

- 104 -
Antonio me observó durante unos eternos segundos en los cuales no dijo nada.
Luego suspiró con fuerza y volteó su cabeza hacia el frente pegando su vista en el
parabrisas.

- Isabella - bufó de pronto con su rostro acongojado.

Esperé pacientemente hasta que volviera a hablar, pero no lo hizo. Y a decir


verdad mi paciencia parecía haberse extraviado entre la casa de los Cullen y la
tienda de disfraces.

- Sigues enamorada de Edward - soltó de pronto.

- ¡¿Qué?- exclamé exaltada, agitando mis manos en el aire de manera exagerada -


No, eso no es verdad. Yo no estoy enamorada de él. Me conoces sabes que no es así.
¡Ah! Estas confundiendo las cosas como todos los demás.

- La manera casi vehemente que tienes de negar aquello es la que me convence de


lo contrario. Amar a alguien no es un pecado.

- Es enfermizo amarlo a él - murmuré cruzando mis brazos sobre el volante y


dejando caer mi cabeza sobre ellos - No es mentalmente sano.

- El amor no busca tu sanidad mental - replicó observando fijamente algún punto


lejano. Muy, muy lejano.

- Esta claro que no. Si fuera por eso estaría enamorada de ti y tú de mí.

- Eso sería sano - concordó haciendo un amague de sonrisa. No era una expresión
triste, pero si parecía melancólica. Quizás el hecho que sus ojos azules brillaran con
más fuerza que lo normal le daba ese aspecto nostálgico - ¿Pero seriamos felices?

- ¿Por qué no?

- Deja de contestarme con una pregunta. Piensa en lo que te digo. ¿Crees en


realidad que seriamos felices juntos?

- Eres una señorita realmente hermosa - susurró acariciando mi mejilla con su


pulgar.

Su mano se sentía calida en comparación a lo frío de mi rostro. Sus ojos azules y


hermosos, reflejaban el brillo de la luna y parecía que en su mirada podía ver cada
estrella del cielo.
- 105 -
- Tú también lo eres.

- No. Yo no soy una señorita.

- Quería decir que eres hermoso - dije riendo. Todo con él era fácil, sin
complicaciones. Me sentía tranquila y feliz a su lado.

Las olas se oían romper con fuerza a unos pocos metros de donde nos
encontrábamos. La arena fría se adhería a mis pies descalzos y en el momento que
nuestros labios comenzaron a acercarse cerré los ojos para dejarme llevar.

Esperé con anhelo que su boca tocara la mía, pero antes de que eso ocurriera,
Antonio carraspeó obligándome a abrir los ojos. Estaba preparada para asesinara
quien fuese el culpable de aquella interrupción, pero al observar a mi alrededor,
noté que estábamos solos.

Completamente solos.

- ¿Qué…qué pasa? - inquirí sintiéndome ridícula y avergonzada.

- Lo siento. No puedo hacerlo - se disculpó frunciendo el ceño y tras tragar


sonoramente saliva, se giró y se alejó de mi, volviendo a la casa.

Antonio me observaba a la espera de mi respuesta, mientras, aquel recuerdo de


nuestro casi primer encuentro fallido me gritaba que yo nunca sería la mujer para
él.

Me había costado toda la mañana dar con él, pero por fin podía verlo. Sobre el
roquerío, sentado de espaldas a mí, vistiendo solo unos jeans desgastados, subidos
hasta sus rodillas, a pesar del clima.

Antonio, simple hasta la última célula de su cuerpo.

Subí con dificultad hasta situarme a su lado. Permanecimos observando el


reventar de las olas, en silencio. Uno que duró lo que a mi me parecieron horas.

- ¿No tienes frío? - me atreví a preguntar luego de un rato, en que me entretuve


viendo como la brisa jugaba a su antojo con sus hermosos rizos dorados.

Su expresión era triste cuando me miró y eso me partió el corazón. Estaba segura
que eso era lo mismo que sentía él cada vez que me veía sufrir por Edward.

- 106 -
- Isabella necesito que entiendas…

- ¿No eres tu soy yo? ¿Es eso? Por favor Antonio, eres un hombre inteligente, estoy
segura que puedes encontrar una escusa mejor que esa.

- ¡No es una escusa! - exclamó exasperado apoyando el mentón en sus rodillas y


cubriendo su cabeza con ambas manos.

Nuevamente el silencio, la omisión de una conversación necesaria entre nosotros,


se apoderaba de todo.

No me atrevía a levantarme, pues de hacerlo, estaba segura que Antonio no me


buscaría. Estaba dejando la última gota de dignidad que me quedó luego de Edward
y tenía claro que valía la pena hacerlo por él.

- No puedo amarte - susurró de pronto.

- ¿Qué quieres decir?

- No me parece justo para ti ni para mí. Te mereces alguien para quien seas única
y considero que es lo mismo para mí.

- Sigo sin entender una sola palabra de lo que quieres decir.

- Estoy enamorado de otra mujer.

- Oh. Lo…lo siento - tartamudeé sintiéndome patética - Debe ser un chica muy
afortunada.

- Esta muerta.

- Estoy segura que seriamos felices - contesté al fin. Ambos habíamos sufrido en el
pasado, pero ¿y qué?

No por eso íbamos a perder el derecho o la posibilidad de vivir una vida tranquila,
en la cual de una manera muy reconfortante para ambos, viviríamos bien.

- Yo no. Siempre voy a amar a Renata, pero ni siquiera ella tiene que ver en esto,
por favor entiéndeme - pidió soltando un suspiro derrotado - Lidiar con un fantasma
no es lo mismo que con el padre de tu hijo. Seriamos seguros, no felices.

- ¿No me quieres?
- 107 -
- Te amo, pero no de la manera necesaria para formar una familia.

- ¿Y qué hay de Lucas? Antonio, ¿Cómo le explico todo? Va a odiarme y… ¿si luego
no quiere vivir más conmigo?… ¿si quiere irse con Edward? Soy la peor madre en la
historia de la humanidad. Podría contarle la historia de la virgen María, Edward
encaja perfectamente como espíritu santo, plantó la semilla y luego se voló…

- Cálmate - dijo soltando una carcajada - Es solo un niño, bastante inteligente cabe
recalcar, pero un niño al fin y al cabo. A su edad todo suma. Lo que a mi me importa
en estos momentos eres tu.

- ¿Qué hay conmigo?

- ¿Qué te pasa a ti con Edward?

- No lo sé - confesé intentando tomármelo a broma - Esa pregunta abarca


demasiado. Siento una extraña polaridad de deseos cuando estoy cerca de él, la
mayoría de mis pensamientos oscila entre cortarle la cabeza con un cuchillo o las
bolas con un alicate.

Antonio soltó una carcajada relajada a la que no tardé demasiado en unirme.


Parecía incluso que no nos reíamos desde hace meses y Edward apenas acababa de
llegar. A decir verdad, no quería ni pensar en lo que vendría luego, pero esta vez,
estaba segura que las riendas de la relación las llevaría yo.

- No creo que sea recomendable, piensa que Lucas salió de ahí - dijo entremedio
de sus risas.

Luego de un rato en el que seguimos riendo sin razón, tomó una de mis manos y
besó el torso de esta con cariño.

- ¿Qué piensas hacer?

- Lo mejor será hablar con Edward sin ver atrás - contesté a medias segura y
medio en pregunta.

No tenía muy claro nada aún y el miedo mantenía un agujero gobernando mi


estomago.

- Si, eso será lo mejor - meditó apretando ligeramente mi mano para infundirme
valor, uno que durante cinco años había estada rehuyendo de mi.

- 108 -
Tras despedirnos y quedar en encontrarnos por la tarde, encendí el motor y di la
vuelta para volver a casa de los padres de Edward.

El vibrar de mi celular interrumpió mi camino de vuelta, puesto que no tenía el


manos libres y mi descoordinación alcanzaba el punto de maniobras con las manos,
decidí detenerme para atender la llamada de Alice.

- ¿Esta todo bien? - pregunté al atender.

- No la culpes - habló una voz masculina. Una que sería capaz de reconocer donde
fuera. Aquella que producía una adrenalina ridícula en mis venas.

Estaba a dos personas de convertirme en una asesina en serie. De aquellas muy,


pero muy peligrosas. Al borde de la sicosis.

- No la culpo, simplemente voy a asesinarla. ¿Qué quieres Edward?

- Que hablemos a solas. Fuera de la casa - dijo con tranquilidad - Lucas salió con
mi madre, así que no veo ningún motivo por el cual no pudieras aceptar.

- ¿Dónde? - inquirí observando mis ojos en el espejo retrovisor.

Odiaba que mis mejillas admitieran de manera tan evidente la ilusión que le
provocaba a mi cuerpo encontrarse a solas con él. Por suerte para mi orgullo, ya no
era una chiquilla hormonada, ahora era una mujer hecha y derecha.

Apreté el botón rojo luego de anotar la dirección y puse en marcha el vehiculo


para el encuentro con Edward, con mi pasado y con todos mis temas pendientes.

Hola chicas!

perdon por haber tardado, pero estaba entre el final de "Cicatrices", una
nueva historia que aun no cuelgo, y un monton de cosas más... perdon por la
demora. Espero poder colgar capitulo el martes para no tenerlas tanto
tiempo colgadas =)

Nos estamos leyendo!

muá!

- 109 -
Respira

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Capitulo XI

Respira

"Oía a lo lejos el aporrear de una puerta con insistencia. Llevaba un cansancio


ridículo en el cuerpo y simplemente me negaba a abrir los ojos, aún cuando llevaba
varios minutos despierta.

Lucas estaba cercano a cumplir su primer año y se había convertido en todo un


problema para mí. Era testarudo y había decidido hacerme la vida de cuadritos.
Odiaba su cuna, odiaba su cochecito y sobre todo, luego de haberse caído de frente,
odiaba su andador. Lo único que le gustaba era ser cargado o gatear por toda la
casa. Parecía un perrito, siempre debajo de la mesa, de las sillas, de la escalera. Y yo
como buena madre, debía poner especial atención a los enchufes, ya que gracias al
buen gusto del constructor de la casa, todos se encontraban a su alcance.

Me acurruqué con fuerza, sosteniendo el edredón contra mi pecho y solté un


suspiro.

Charlie, sin querer darse por vencido, arremetió en mi habitación con la energía
característica de un hombre que duerme poco y bebe café de forma compulsiva,
aplaudiendo con fuerza y entonando Smells like teen spirit de Nirvana.

¡Ugh, como lo odiaba cuando arruinaba mis canciones favoritas!

- ¡Isabella Swan, despierta ahora mismo! -exclamó moviendo el colchón de mi


cama-. Pareces una marmota -agregó sacudiendo con más fuerza.

Cuando por fin se dio cuenta que nada de lo que hiciera podría resultar, decidió
- 110 -
usar su última carta.

- Lucas ya despertó, tu como su madre debes encargarte de él…

- ¡Oh, está bien! Mensaje captado -gruñí enderezándome de golpe y lanzando lejos
la ropa de mi cama. Tallé mis ojos y me estiré con fuerza soltando un bostezo- No
tienes que hacer todo esto para despertarme.

Mi padre rodó los ojos al tiempo que esbozaba una calida sonrisa. Sus ojos,
surcados en sus bordes, se veían incluso divertidos.

- Estas perdiéndote un día hermoso -dijo caminando en dirección a la ventana-


Debe ser el único día de mi vida, que he visto un sol tan resplandeciente como esté
-agregó arrancando la cortina para demostrar aquello.

Un rayo de luz se coló de lleno en dirección directa a mis ojos obligándome a


cerrarlos con fuerza. Era casi como si el sol hubiese estado esperando fuera del
cristal para molestarme.

- ¡Oh por dios! Hace diez segundos yo tenia un hermoso par de corneas -gemí
tapando mi cara con ambas manos- ¿Lo recuerdas? ¿Castaños y hermosos?

- No más drama Bella, ¿quieres? Tu solo recuerda que ya debo irme a trabajar y
Lucas debe ser mudado, alimentado y amado -enlistó caminando con rapidez
alrededor de mi habitación-. En la cocina hay leche, pan y mantequilla para que
desayunes. Puede que por la tarde pase al mercado y traiga algunas cosas. ¿Cuántos
pañales quedan en la bolsa?

Ante mi silencio volvió a aplaudir para llamar mi atención.

- ¡Bella! -exclamó agitando su mano frente a mis ojos.

- Me perdí en la parte de que Lucas debe ser mudado -confesé intentando


fallidamente esconder la sonrisa de vergüenza que atravesaba mi cara.

- ¡Oh por favor! -gimió ante mi falta de concentración.

Lo miré durante un segundo y luego simplemente me encogí de hombros.

- Hablas demasiado y muy rápido. No es mi culpa. ¿No tienes un botón de pausa


por ahí?

- 111 -
- ¿Cuántos pañales quedan en la bolsa? -volvió a preguntar con paciencia.

- Hem… ¿Bastantes?

- Dime un número.

- Diez.

- Ay Bella… ¿Qué harías sin tu padre? ¿Cómo puedes pensar que diez son
bastantes? Cuando tenías la edad de Lucas, usabas diez pañales en un solo día.
Tenías el estomago igual que los pollos, comías y…

- ¡OK! Otro punto captado -interrumpí antes de que pudiera continuar.

Mi padre a veces parecía carecer de filtro entre su cabeza y la boca. Disparaba lo


que se le venía a la memoria sin preocuparse de la incomodidad de las personas.

Su gesto, divertido y liviano, cambió de pronto de manera drástica, convirtiéndose


en una mascara de incomodidad absoluta. Lo conocía lo suficiente como para
adivinar lo que diría.

- Edward llamó.

- Y espero que le hayas informado a tiempo de mi muerte.

- ¡No digas eso ni en broma! -gimió exageradamente alarmado, se acercó


apresuradamente al escritorio junto a la venta y lo golpeó tres veces-. Toco madera
-dijo viéndome ceñudo-. En serio, tenemos que hablar de esto.

Sacudí ligeramente mi cabeza y me puse de pie, el tema "Cullen" me ponía los


nervios de punta. Definitivamente no encajaba en mis prioridades al despertarme.

La habitación se encontraba fría en relación a la cama, por suerte llevaba puesto


mi pijama de franela. Caminé hacia el baño, pero antes de poder huir de la
conversación que mi padre insistía en tener conmigo, el llanto del pequeño Lucas,
desvió mis pasos…"

La todoterreno se encontraba calida en su interior, tanto, que cuando observé por


quinta vez mi reflejo en el espejo retrovisor y noté que mi cara se encontraba
exageradamente sonrojada, decidí apagar la calefacción. No le daría a Edward ni un
solo motivo para que pudiese volver a insinuárseme. Mucho menos le haría pensar
que mi cuerpo reaccionaba de formas indebidas cuando pensaba en él, aún cuando
- 112 -
yo misma me negara a admitirlo, era evidente.

Aunque eso último no era necesario hacérselo saber.

"Lucas se encontraba vestido, alimentado y demasiado consentido gracias a mi


padre. Papi, era como lo llamaba cada vez que aparecía. Por lo menos alguien había
decidido llamarlo como a él le gustaba, ya que yo aún parecía olvidar que no debía
gritar su nombre de pila en el supermercado.

Con mi hijo en brazos, oliendo a perfume de bebe natural, volví a mi dormitorio.


Era momento de sacar el desayuno que había pasado directamente desde su
garganta… al pañal.

Cuando al fin estuvo listo, limpio y oliendo delicioso, decidí dejarlo en su corral
para que jugara, mientras yo aprovechaba de hacer mi cama, aunque para mi mala
suerte, mi padre no había querido olvidar nuestra conversación inconclusa, e
ignorando por completo el hecho de que me interesaba más oír hablar durante horas
al "Doctor Oz" una de sus cátedras de comida saludable, que de Edward "hijo de
puta" Cullen, se dispuso a retomar nuestra charla.

- Hija, entiendo que no quieras hablar de él. Yo nunca he querido entrometerme


en tus asuntos y siempre me he mantenido al margen de todo…

- Y espero que sigas haciéndolo -agregué observándolo por medio del espejo que
se encontraba a los pies de mi cama.

- No puedo -dijo tomando mi almohada para sacudirla-. Bella, entiende, soy padre
y no puedo imaginar mi vida sin haberte tenido.

- Es diametralmente opuesto, no tienen un punto en común. Papá no quiero que


Edward sepa nada. Solo dejémoslo así, ¿vale?

- Mi pequeña, aún eres joven e impulsiva. Debes dejar de huir del pasado, no fue
nada tan malo lo que pasó, el no es ni un asesino, drogadicto, bebedor...

- En eso último no estoy tan segura, creo haberlo visto beber más seguido que el
común de las personas, dos copas de vino antes de la cena no puede ser normal
-interrumpí mirándolo de reojo. Sabía que no tenía base alguna para asegurar
aquello, simplemente quería dejar de hablar de aquello…de él.

- Sabes que Edward no es así.

- 113 -
Antes de que mi cerebro procesara alguna respuesta ingeniosa que sirviera para
escapar de la discusión que se aproximaba, mi pequeño, quien parecía haber
olvidado por completo sus juguetes y se encontraba de pie afirmado en su corral y
viéndonos directamente, balbuceó un demasiado entendible "Etuar", que ocasionó
que mi pobre cerebro se cegara por la ira, impidiéndome cerrar la boca cuando era
debido.

- ¿Qué quieres Charlie?-gruñí al fin- ¿Qué lo perdone como hizo mi mamá contigo?
Lo siento, pero yo no soy René.

Su rostro, hasta aquel momento ligeramente sonrosado, se volvió blanco, dejó


caer mi almohada a la cama y contuvo por un segundo la respiración. Estaba segura
que él pensaba que yo nunca me había enterado del motivo de su ruptura con mamá,
pero era imposible no haberlo descubierto. Entre las llamadas a horas imprudentes,
las reuniones inventadas y por último la foto de otra mujer en su billetera, eran
pruebas más que suficientes. ¡Culpable! Gritaba mi inconciente ante tamaña
evidencia.

Mi padre no dijo nada, parecía sopesar incluso cada exhalación que salía de su
boca. Estaba segura que acababa de herirlo profundamente, pero la vergüenza y el
arrepentimiento me impidieron decir palabra alguna cuando esté salió de mi
habitación luego de besar la frente de Lucas.

Pude escuchar cuando tomó sus llaves de la mesa, cerró la puerta a sus espaldas y
hecho andar la patrulla.

Esa fue la última vez que lo vi con vida…"

Me detuve un momento antes de tomar la última curva y volví a revisar la


dirección que tenía anotada en un colorido y delgado papel. Al girarlo comprobé que
se trataba de la boleta de mi última compra en "Carnaval y Magia" y antes de que
pudiera siquiera procesarlo, me encontraba sonriendo.

¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

Antonio era y sería siempre mi pareja perfecta, el hombre torturado, sincero y


sexy. ¿Es que acaso había algo malo en mí que tenía que seguir pensando en el
gilipollas?

"Un presentimiento extraño invadía mis entrañas, pero lo atribuí a mi discusión


con Charlie. Quería llamarlo, pero cada vez que cogía el auricular y comenzaba a
marcar su número, antes de discar el último ocho, me arrepentía al no saber que
- 114 -
decir y colgaba la llamada.

Luego de hacer dormir a Lucas una siesta y sin tener nada que hacer, decidí subir
al dormitorio de mi padre y ordenar sus cosas. Quizás si veía que me esforzaba en
dejar su cuarto limpio, entendería que estaba arrepentida. Iba en el décimo escalón,
cuando tocaron la puerta obligándome a desandar el camino. Bajé con rapidez,
haciendo resonar exageradamente las tapillas de mis botas contra la madera.

Abrí la puerta y encontré a Alice frente a mí con sus ojos hinchados y la nariz roja
como un tomate, al verme se lanzó contra mí y comenzó a llorar.

- ¡Oh Bella! -gimoteó aforrándose con fuerza.

Detrás de ella, Esme y Rosalie caminaban en dirección al pórtico.

- ¿Qué pasa?

- Tu papá está en el hospital…"

Mi teléfono vibró en mi bolsillo antes de volver a ponerme en marcha, anunciando


que tenía un nuevo mensaje de texto procedente de Antonio.

"B, te prometo que siempre estaré aquí…Encontraras mis huellas en la arena…A"

Sonreí recordando la única canción que había sido capaz de dedicar y me sentí
rápidamente ridícula y algo sosa por hacerlo. Más aún cuando Antonio se encargaba
de recordármelo más veces de lo que mi orgullo era capaz de tolerar.

Solté un suspiró y volví a inhalar profundo antes de volver a poner en marcha la


camioneta.

"Me encontraba sentada en el pórtico de mi casa, viendo fijamente algún punto


lejano, tan lejano como la vida que hasta aquel momento había conocido. Todo en
cuanto podía pensar era en las palabras de Carlisle luego de llegar al hospital-
Cariño, no pudimos hacer nada -murmuró justo antes de sepultar cualquier
esperanza de disculparme con él-. Falleció en la ambulancia.

Mi cuerpo se sentía extraño, la gente a mi alrededor no eran más que extraños


viéndonos con lastima, a Lucas y a mi, y el molesto zumbido de sus conversaciones
me hacía sentir ganas de vomitar.

Lucas se encontraba con Esme y Rosalie, mientras Carlisle se encargaba de de


- 115 -
todo lo demás. Yo acababa de declararme oficialmente una inútil. Ni siquiera era
capaz de llorar, talvez la culpa, o simplemente el hecho de no ser capaz de asumir
que un infarto me quitara a mi padre.

Toda la situación me parecía exageradamente irreal.

Una motocicleta negra y brillante, derrapó justo enfrente de mi casa. De ella


descendió, un muy despeinado Antonio. Su cabello rubio, resplandecía por sobre
todo lo oscuro y lúgubre de la situación. Llevaba una barba un tanto descuidada y
sus ojos se veían preocupados cuando, en la distancia, me observó.

Me incorporé temiendo que mis piernas no fuesen capaces de sostenerme, me


sentía aletargada y agotada. Noté como su cuerpo se destensaba, sus hombros
cayeron y su entrecejo se juntó levemente. Apresuró sus pasos volviéndolos casi un
trote para llegar prontamente donde me encontraba y al estar frente a mí, sin
dudarlo ni un segundo, se abalanzó con velocidad y me envolvió en un abrazo. Olía a
humo de cigarrillos, mezclado con loción.

- Lo siento tanto -masculló apretándome con fuerza contra él.

- Debes afeitarte -murmuré alejándome un paso-. Me pinchaste.

Sentía la voz completamente ajena a mí, un eco lejano de lo que alguna vez fui.

- Bella…

Pero lo que hubiese estado a punto de decir en aquel momento, quedó apagado
por la llegada de la carroza fúnebre con el cuerpo de mi padre. Parecía una lujosa
limosina y de inmediato recordé un día que Charlie había dicho que soñaba con
pasear en una de ellas- Soy un hombre sencillo Bella, de gustos comunes. Ser
millonario, pasearme en una limosina por todos lados y unas cuantas sirvientas en
vestidos diminutos. ¡Y todos los canales de deportes! -había dicho esa tarde.

Por lo menos uno de tus sueños se cumplió -pensé soltando un bufido, medio risa,
medio sollozo-, lástima que no estés aquí para disfrutarlo.

En aquel momento, las lagrimas contenidas, brotaron a tropel por mis parpados,
empapando su camisa en solo segundos.

Carlisle me miró esperando quizás alguna indicación, y yo simplemente pude


largarme a llorar…y llorar… y llorar. Antonio volvió a abrazarme y en lugar de
hablarme, me guió por mi propia casa hacia mi habitación y se quedó junto a mí en
- 116 -
todo momento…"

Me sentía protegida dentro de mi todoterreno, aún así, me dominaba una


exagerada sensación de vulnerabilidad al acercarme a la dirección en la cual me
encontraría con Edward. Era un tema demasiado complicado el que trataríamos y
estaba segura que seguía siendo demasiado pronto para poder ponernos de acuerdo
en cualquier cosa.

Antes de entrar en la calle señalada en el papel y ponerme a buscar la dirección,


mis manos comenzaron a sudar y mi estomago se contrajo evidenciando de manera
física el terror que me invadía.

Volví a detenerme y marqué el número de Alice. Si mis conjeturas estaban en lo


cierto, Edward lo tendría consigo y no mi amiga.

Esperé hasta el quinto timbre cuando contestó.

- Hola "¿Princesa cisne?" -preguntó Edward confundido. Y he de admitir que me


extrañó que no comprendiera de inmediato-. ¿Qué significa eso?

- Larga historia y pocos minutos en mi celular -mascullé entre dientes. Estaba a


punto de mentirle inventando que no daba con la dirección, estando prácticamente
enfrente de la casa, así que mientras menos debiera hablar, mejor-. No doy con la
dirección y mi estanque está al mínimo. No puedo arriesgarme a quedar varada por
ahí.

- Bella, conoces a todo el mundo en está ciudad. No inventes que no das con la
dirección.

- Lo siento, no quiero congelarme y en verdad no sé donde demonios queda el


lugar donde estás.

- ¿No tienes GPS en tu camioneta?

-Edward, no es por nada, pero te recuerdo que con suerte tengo trabajo para
mantener a mi hijo.

- Nuestro -se apresuró a corregir.

¿Nuestro? ¿En verdad acababa de decir nuestro?

- ¡Aún no es tuyo! -gruñí apretando mis manos contra el volante.


- 117 -
- Lo es desde que lo planté ahí -soltó con toda la calma del mundo, provocando
que una ola de rabia se extendiera por todo mi cuerpo. Siempre había envidiado su
control, según él, las discusiones las ganaba sacando de sus casillas a su
contrincante. ¡Y diablos que se la dejaba fácil!

- ¡Oh por dios, Edward! ¿Estas comparando a Lucas con un árbol? ¿En verdad
puedes ser tan idiota? A él no lo "plantaste", grandísimo imbécil.

- Sin descalificaciones, ¿quieres?

- No lo son -aclaré inhalando profundamente para retomar mi autocontrol-.


Además, si supieras las descalificaciones en las cuales te clasifico, pensarías que son
adjetivos calificativos.

- No quiero clases gramaticales. Quiero que hablemos de Lucas. Así que baja de la
camioneta que puedo ver tu cara desde la ventana.

- ¿De qué estas…?

Pero mi pregunta quedó en el aire, cuando miré a mi lado derecho en donde unos
hermosos números tallados en madera, señalaban que acababa de detenerme justo
enfrente del lugar acordado.

- ¡Hola Bella! -gritó abriendo la ventana, enseñando una sonrisa jactanciosa y


sacando una mano para hacer aún más obvia su posición-. ¡Apresúrate! ¡Quiero
saber que significa "Princesa Cisne"! -añadió con mofa.

Lo mato -pensé antes de bajar de la todoterreno-. A todos, los mato.

Les dije que no iba a abandonar ninguna de mis historias, así que no me
odien demasiado por tardar. Quienes me conocen, saben que los ultimos
meses fueron bastanta caoticos en mi vida y que con suerte tenía tiempo
para mi misma.

Espero que este capitulo les haya gustado, si tengo suerte mañana cuelgo
el siguiente en mi nuevo blog, la direccion está en mi perfil...

Nos leemos...

muá!

- 118 -
Problemas de Comunicación

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Mi cabeza era una trampa ridícula a mi cordura. Cada imagen que veía me
recordaba a mi padre y en estos momentos necesitaba pensar con claridad por
Lucas.

Aunque por otro lado, solo era una chica demasiado joven… sola… con un bebe.

Podía llorar, gritar y hacer un escándalo, no era aún una mujer.

El hecho de que supiera mantener limpio a un niño, no me hacía una adulta.

Por problemas en el clima, mi madre no pudo viajar pues los aeropuertos estaban
cerrados y si bien, en un principio, eso me hizo sentir abandonada, no podía
culparla. Suerte que Esme había resultado ser más que útil en el cuidado de Lucas y
gracias a dios, mi bebe no parecía molestarse por quedarse con ella.

Después de todo, eso de que la sangre tiraba podía ser cierto.

Me sentía dentro de un refrigerador, la casa se encontraba tan fría, tan vacía, tan
jodidamente sola. Solté un suspiro lleno de angustia y me dejé caer sobre la
escalera. Abracé mis piernas y recargué el mentón en mis rodillas.

Todo mi cuerpo temblaba y estaba cansada hasta los huesos. Sentía que algo
dentro de mi pecho se estaba quebrando, como cuando una grieta se produce en el
hielo, solo debes esperar hasta que se haga trizas y estaba agotada de intentar
detenerlo. Era inevitable. Las costillas me dolían de tanto llorar y simplemente
quería desparecer durante días, dormir y ser despertada nuevamente por mi padre.

Estaba segura que lo recibiría con los brazos abiertos, aún cuando tarareara a
Metallica esta vez.
- 119 -
Oí la escalera chirriar con el sonido de unos pasos acercándose, pero mantuve mis
ojos cerrados.

Sentí un peso sobre mis hombros y prontamente reconocí la calidez de la cazadora


de mi padre. Aún conservaba su olor, a loción de afeitar y cafeína.

- ¿Cómo sigues?-preguntó Antonio. Pude sentir cuando se sentó a mi lado en el


mismo peldaño de la escalera, pero me negué a abrir los ojos. Si lo hacía, el peso de
la realidad caería como plomo sobre mí y no necesitaba eso. No quería pensar en
nada aún-. ¿Quieres café? -insistió golpeando levemente mi hombro con el suyo.

Lo observé de reojo y abrí la boca para responderle, pero mi asentimiento se vio


opacado a mitad de camino por un sollozo atormentado.

- Ey, tranquila -susurró pasando un brazo a mí alrededor y acariciando mi cabello


con cariño-. Todo va a estar bien, ya veras. Puedes llorar conmigo, sabes que estoy
aquí, no estas sola.

No pude contestarle y en lugar de eso, pasé mis manos por su cintura y me aferré
a él como un naufrago a su salvavidas.

No sé muy bien cuanto tiempo estuvimos así, simplemente sé que luego de mucho
rato, me sentía mejor. Antonio preparó café para los dos, mientras yo iba a darme
una ducha. Me sentía agotaba y estaba segura que el agua caliente aliviaría de
alguna manera la pesadez que lleva en mi cuerpo.

Metí las manos en los bolsillos de la cazadora y descubrí un montón de papeles


doblados. Los saqué y con tristeza comencé a observarlos. Boletas de Starbucks por
donas y café, típico de mi padre, casi podía imaginar que era él quien se encontraba
en la cocina, en lugar de mi amigo. Oía lejano el sonido de los platos siendo
colocados sobre la mesa de diario y mi mente enseguida detuvo aquel pensamiento.
Necesitaba asimilar su perdida de alguna manera, no engañarme a mi misma.

Seguí mirando las antiguas boletas, cuando el apellido Cullen escrito con la letra
de papá, llamó completamente mi atención. Desdoblé el papel y comprobé el nombre
de mis pesadillas. "Edward Cullen" se leía claramente en color azul, seguido de un
número de teléfono.

- ¿Y qué se supone que haga con esto? -pensé sosteniendo con firmeza el trozo de
papel.

La ventisca del exterior hizo un agudo sonido en el exterior. Pequeños escombros


- 120 -
chocaron contra la ventana, al tiempo que un estremecimiento extraño, me recorría
la columna vertebral.

- Supongo que esta es tu manera de ganar nuestra última discusión, ¿no?


-murmuré sintiendo un vacío en el estomago.

No creía en fantasmas. Y hasta ahora nunca me había planteado el hecho de que


hubiera otra vida después de esta, pero extrañamente, pensar en que mi padre me
estaba dando una señal, me hacía sentir menos desolada.

Tal vez esa era mi manera de asimilar todo lo que estaba pasando. Quizás
simplemente era el hecho de compensar la memoria de Charlie cumpliendo su
última voluntad. Lo que haya sido, definitivamente me haría arrepentirme luego.

Cogí el teléfono de mi dormitorio y marqué el número apuntado. Al octavo repique


decidí cortar, ya que dudaba poder hablar si él contestaba la llamada. Además, ¿qué
demonios le diría?

Observé la hora en mi reloj mural. Marcaba las once en punto de la noche. Una
hora bastante imprudente para llamar, pero si no lo hacía ya, estaba segura que no
me atrevería nunca.

Volví a marcar y esperé hasta que sentí como contestaban del otro lado.

- ¡Edward duérmete, ya contesté yo! -escuché decir a una voz femenina-. Quien
sea te dejara un mensaje.

Oh por supuesto. ¡¿Podrías decirle a Edward que en Forks hay una chica que tiene
un hijo suyo, mientras él sigue siendo un jodido hijo de puta?

- ¿Si… diga? -preguntó con insistencia la chica del otro lado. Lo que me hizo
suponer que llevaba demasiado tiempo en silencio.

Con la adrenalina gorgoreando en mis entrañas, y la valentía que muestra un


conejo frente a la escopeta, corté la llamada.

- ¡Te dije que no debía hablar con él! -gemí recordando a mi papá. Rememoré su
rostro sereno y la manera en que encogía sus hombros cuando se equivocaba.

Dejé caer el teléfono sobre mi cama y me metí en el baño para darme una ducha,
mientras maldecía una y otra vez por ser tan idiota.

- 121 -
Capitulo XII

Problemas de Comunicación

El frío exterior me golpeó el rostro con fuerza apenas puse los pies fuera de mi
todoterreno, aunque estaba segura que eso no tenía nada que ver con el escalofrío
que me recorrió desde la nuca hasta el final de mi espalda.

Edward seguía viéndome divertido y a mi lo único que me interesaba era darle un


puñetazo en su jodida y perfecta nariz.

Me puse de pie con dificultad sobre la gruesa capa de hielo, sintiendo como mis
piernas se hundían hasta los tobillos y rápidamente el frío traspasó mis botas. Luego
de cerrar la puerta de mi camioneta, bajé la gorra que Antonio me había dado hasta
las cejas y me puse en marcha, implorando silenciosamente el no caer sobre mi culo
al avanzar. Exhalé bruscamente, formando un camino de vapor donde mi aliento
tibio se congelaba y a paso decidido, caminé.

- ¿Necesitas ayuda? -preguntó Edward desde la ventana, sonando genuino. No


había rastro de burla en su tono. Y si bien estaba segura de no haber tenido nunca
claro cuando él era autentico conmigo, rápidamente decidí no analizar demasiado y
seguir concentrándome en el camino, en lugar de responderle.

Ya demasiado estaba haciendo coordinando mis piernas y mis brazos, si incluía mi


boca, estaba segura que terminaría en el suelo.

Tras llegar entera al pórtico de la casa, sacudí un poco mis pies y respiré hondo.

Edward ya se encontraba en la puerta y de un solo paso se quitó para que yo


pudiera entrar. El interior se encontraba cálido y agradable. La casa, o por lo menos
la sala, era amplia y muy iluminada.

- ¿Te gusta? -inquirió de pronto llamando mi atención.

- ¿Qué cosa?

- Mi casa -contestó. No alcancé a digerir aquella información cuando sentí sus


manos sobre mis hombros. Intenté girarme para encararlo, pero antes de poder
hacerlo, me sostuvo presionando ligeramente-. Solo quiero tu abrigo -dijo divertido.

- No llevo ni un minuto en esta casa y ya intentas quitarme la ropa -bufé sin


pensar.
- 122 -
Obviamente, el intentar analizar cada paso que daba, y calcularlo todo, estaba
provocando serias lesiones en mi cerebro.

- Podría decir que las viejas costumbres no se olvidan, pero estoy seguro que
jugaría en mi contra -murmuró haciendo una extraña mueca con su boca. Casi se
veía arrepentido de haber dicho aquello.

- Idiota -bufé.

Edward soltó en el acto una carcajada suave y musical, al tiempo que mi abrigo
caía por mis hombros, luego, quité mis guantes y el gorro de Antonio y los sostuve.
Tomé aire y me giré para encararlo.

Sin duda alguna el filtro entre mi lengua y me cerebro se había quedado


congelado y las palabras simplemente resbalaban hasta ser enunciadas.

- Aunque debo añadir que la idea no me desagrada en lo más mínimo -murmuró


intentando reprimir la sonrisa jactanciosa que comenzaba a aflorar en su rostro-,
hoy te cité para que conversemos. En serio. No me veas así -exclamó de pronto.
Observé mi reflejo en el espejo que quedaba a su espalda y comprendí el porqué de
aquella acotación. Mi entrecejo se encontraba profundamente fruncido y mi boca
era una línea recta, completamente recta-, no quiero que peleemos, solo quiero
aclarar las cosas por Lucas.

- ¿Qué cosas quieres aclarar?

- ¡Lo primero es lo primero! -exclamó- ¿Por qué mi hermana te tiene como "La
Princesa Cisne" y no cómo Selene?

- La verdad no debería tenerme como ninguna de las dos, mi nombre es Bella,


¿recuerdas?

- No realmente. Tu nombre es Isabella.

- Idiota sabelotodo -bufé con molestia. Sobre todo porque cuando lo dijo fue
inevitable pensar en Lucas y en su "característico" sentido del humor. Estilo Cullen
ciento por ciento.

- Bueno ¿y? ¿De donde viene eso de princesa cisne?

- Me extraña que aún no lo entiendas.

- 123 -
- Cisne igual a Swan en ingles. Eso lo capto. ¿Pero porqué te dicen así?

- Fue idea de Antonio -comencé a explicar. Su rostro se ensombreció ligeramente,


pero lo ignoré y continué-. Un día decidimos arrendar películas para ver con Lucas y
le llamó la atención que la portada en ingles tuviese mi nombre. Eso es todo, ahora
deja de verme así.

- ¿Así como? -preguntó, frunciendo el ceño al tiempo que sonreía.

- Como si quisieres arrancarme la cabeza.

- Deseo arrancarte muchas cosas, pero la cabeza no está en mi lista -murmuró con
descaro.

Sentí unas ganas terribles de abofetearlo por la osadía de sus palabras, pero me
aguanté. Eso demostraría que me afectaba de sobremanera las cosas que él pudiese
decirme, y en aquel momento, sin duda alguna debía mantenerme serena y a la
altura de la situación.

- ¿Podrías dejar de comportarte de este modo? -solté intentando mostrar


indiferencia.

- ¿Cuál modo? -inquirió elevando sus cejas con una mueca de sorpresa.

¿Cuál modo? Será cabrón -pensé.

- Este…así como eres tu. No me siento cómoda.

- Vale -contestó arrastrando las letras y encogiéndose de hombros-. No lo hago


aposta, es simplemente que me pones… ¿Cómo decirlo sin sonar demasiado
patético? -meditó unos segundos golpeando su labio inferior con su dedo índice.
Observé su boca, un tanto fruncida y curvada exageradamente hacia el lado
izquierdo. Se veía sexy cuando hacía aquel gesto nervioso.

¡Oh, oh! ¡Alerta! ¡¿Sexy?

Mierda…piensa en otras cosas. ¡Calcetines sucios! -me grité mentalmente cuando


sus ojos chocaron con los míos y sentí mi cara caliente.

¡Oh por dios! ¿Por qué tenía que sonrojarme? ¿En verdad era necesario
traicionarme a mi misma, exponiéndome de esa manera.

- 124 -
- Me pones nervioso -confesó de pronto-. Muy…nervioso.

- ¿Perdón? -pregunté con la mente en blanco.

- Eso, me pongo nervioso cuando estoy contigo. No puedo pensar con claridad y
eso me altera. Digo cosas que no quiero y dejo de hacer las que si deseo.

- No me vaciles Edward.

- No lo hago. Necesito confesar un montón de cosas y siempre me turbo cuando


intento hacerlo contigo.

- ¿Has probado hacerlo con un cura? Se supone que con ellos la gente se confiesa.

- ¡Ja! Que graciosa -masculló entre dientes-. Lo que quiero decir es que cada ves
que voy a decirte algo importante, termino comportándome como un tonto, o
haciendo algo que no debo. Cuando volví a este lugar solo tenía una cosa en mente
-dijo haciendo un gesto con su cabeza para instarme a tomar asiento en uno de sus
sillones-. Lucas -añadió una vez estuve sentada y el también-. Un hijo mío.

Me mordí la lengua para no gritarle que estaba equivocado. Después de todo,


Lucas si era su hijo. Además me extrañó el tono que utilizó al nombrarlo. Era
demasiado soñador para alguien tan práctico como él.

- Siento haberte hablado como lo hice en mi casa y por haberme comportado como
un grandísimo imbécil. A veces me cuesta olvidar que las cosas entre nosotros
pasaron hace mucho tiempo y que en realidad ya no nos conocemos.

- Dudo haberlo hecho alguna vez.

- Claro que si -contradijo molesto-. Amabas el chocolate y las trufas. Nunca te ha


gustado el mazapán ni las legumbres. Siempre duermes con una pierna fuera de la
cama, por lo general la derecha, pues duermes boca abajo tocando el muro o el piso.
Cuando te mareas solo debes comer un poco de azúcar y no soportas las aceitunas
rellenas. Tienes un montón de cicatrices diminutas en los brazos por caerte en tus
patines a los diez años, y una gigante en la rodilla por culpa de una bicicleta. Lees
mucho, adoras el café muy dulce…Eres inteligente, planificadora, meticulosa y muy
desordenada. Cuando estás nerviosa te muerdes el labio y cuando te enojas
empuñas las manos. Les temes a los perros grandes y a los globos muy inflados.
Eres testaruda y adorable. Buena amiga y una excelente mujer. La verdad me
retracto, yo si te conozco.

- 125 -
Sentí un vacío en el estomago luego de oírlo. Una sensación de ternura y empatía
me envolvió por completo, pero firmemente, lo oculté.

- Me conoces -coincidí seriamente-. Por lo menos en algún momento de mi vida si.


Pero seamos honestos, yo no lo hago.

- Siempre fui sincero contigo.

- Y eso es aún peor. Las acciones, por mucho que sean consentidas, duelen. Dejan
marcas en las vidas de las personas, tú en verdad me hiciste daño.

- Lo sé...pero…

- Pero nada Edward. El pasado es eso. Ni siquiera puedo estar segura de que mis
propios recuerdos son tales, pues creo haberme dejado llevar por la rabia que sentía
y así como en algún momento te idealicé, luego de los años, creé una imagen tuya de
cabrón. De todos modos aún no la deshecho por completo -me apresuré a agregar-,
así que deja de sonreír como bobo.

- ¿Hacemos las paces entonces? ¿Por Lucas?

La sonrisa que se extendía por su rostro se veía tan genuina, que me costó
recordar que hace solo unas horas estábamos agarrándonos de los pelos.

- Está bien.

- ¡Dame un segundo! -exclamó incorporándose de un salto y corrió por el


vestíbulo, alejándose de mi.

Me quedé de una pieza y sin entender que diablos le pasaba a ese hombre. En
verdad teníamos un conflicto serio de mala comunicación. Ahora que hacíamos las
paces, se iba y me dejaba sola. ¿Pero quien demonios lo entiende?

De pronto y antes poder cavilar demasiado, apareció sosteniendo el palo de una


escoba con un pañuelo blanco en la punta.

- ¿Qué haces con eso?

- ¡La bandera de la paz! En caso de precaución, por si las cosas se ponían difíciles
-explicó ruborizándose y riendo- Era mi arma de salvación.

- Eres un idiota -negué riéndome con él, por lo ridículo que podía llegar a ser.
- 126 -
- Lo sé. ¿Quieres algo de tomar? ¿Un café o un té? -ofreció señalando con su
pulgar la dirección de la cocina. Me levanté y decidí acompañarlo por el vestíbulo.

Al llegar noté que, como toda la casa, era un sitio amplio. Iluminado, aunque de
muros más oscuros. Las alacenas eran blancas y en centro había un gran mesón con
lavaplatos y sillas de bar.

- ¿Qué quieres?

- Café. Sin azúcar -contesté sentándome y apoyando los codos sobre el mesón.

- ¿Sin azúcar?

- La evito desde que mi padre murió.

- Oh, ya veo -murmuró con los ojos ligeramente entristecidos-. Al parecer ya no te


conozco tan bien como suponía -añadió girándose para poner el hervidor.

- No seas ridículo -exclamé entendiendo de inmediato que no quería verlo mal. Lo


de las paces iba realmente en serio, ya no necesitaba ese rencor en mi vida-. Aun no
puedo con los mazapanes. Y no he podido quitarme las cicatrices de los brazos. Eso
de la Rosa mosqueta y la baba de caracol es una soberana mierda.

Edward soltó a reír fuertemente mientras acomodaba dos tazas sobre sus
respectivos platillos.

-Aún no he tenido tiempo de traer suministros, pero mi madre y Emmet se han


estado encargando de traer las cosas más indispensables -contó mientras rebuscaba
en algunas bolsas. Tomó dos de ellas y las puso sobre el mesón frente a mi-
¡Perfecto! Aquí estaban. Café -comenzó sacando una a una las cosas-… azúcar…algo
de leche y… ¿pornografía?, mierda Emmet -gimió avergonzado.

No pude reprimir las carcajadas que salieron de mi boca. Estaba ahogándome de


tanto reír, era demasiado irreal la situación. Edward y yo riendo, por una revista
pornográfica, en la cocina de su nueva casa.

Reíamos...

Juntos…

Era ver y oír a Lucas…

- 127 -
Completamente irreal…

- Se parece tanto a ti -susurré, ensimismada en mi ensoñación, tragando saliva


sonoramente.

Edward se congeló en su lugar. Dejó el hervidor nuevamente sobre la base y me


miró como si no me hubiese visto nunca antes.

- Repítelo -rogó.

- Dos gotas de agua.

- ¡Oh dios! -suspiró apoyando los codos sobre la mesa. Con sus manos tapó sus
ojos y comenzó a llorar.

Si hasta aquel momento pensaba que la situación era irreal, ahora de lleno creía
que acababa de volverme loca.

Incluso pensé en haber volcado la camioneta en el camino y estar alucinando todo


aquello producto de un accidente.

- No llores. Vamos eres un macho, fuerte. Tu Edward yo Bella. ¿Quieres


chocolate?

- ¿Qué?

- Chocolate. Tengo uno relleno de menta. Era tu sabor favorito, igual que el de
Lucas -informé. Ya era hora que se enterara de algunos detalles de mi pequeño.

Si él era capaz de hacer la vista gorda a todos los problemas que acarreábamos
del pasado, no veía porque yo no podía.

Volvió a coger el hervidor y llenó de agua caliente las tazas.

- Tengo que confesarte algo -dijo serio cuando me pasó la mía.

Tomó asiento justo en frente de mi, colocando la mesa de por medio y golpeteó su
taza con sus dedos.

- ¿Qué cosa?

- No puedo tener más hijos.


- 128 -
Su cara estaba escondida bajo una mata de pelos cobrizos. Unos que por la luz a
ratos parecían más anaranjados que otra cosa.

- ¿Cómo que no? ¿Por qué?

- Porque no puedo.

- Edward, eso no es una respuesta coherente.

- Y una mierda que no lo es -profirió alzando el rostro orgulloso. Sus mejillas


estaban encendidas y sus ojos aún enrojecidos, pero así y todo, me miró fijamente-.
Además es súper categórica. No puedo, pues porque no puedo. Clara y categórica.

- Cuando quieres eres tan frustrante e irritante -resoplé sacudiendo mi cabeza.

Definitivamente avanzábamos un paso y retrocedíamos cuatro.

- Lo sé. Ya te advertí que me cuesta hablar contigo. Y es peor cuando el tema a


tratar soy yo mismo.

- Edward, no te pongas nervioso. Es más, si quieres puedes traer la banderita de


la paz.

- No es necesaria. Es solo que es una larga historia…

- Casi todas comienzan así -susurré rodando los ojos.

- Hace tres años me practicaron una Orquidectomía.

- ¿Qué es eso?

- Velo en Wikipedia -respondió distante-. Apuesto que hay un montón de


información al respecto.

Se levantó de su silla y dándome la espalda, comenzó a vaciar las bolsas sobre el


mesón.

- Te lo estoy preguntando a ti. Me suena a extirpación de amígdalas -medité.

- Se le parecen, solo que sus raíces son mucho más largas -indicó sonriendo con
un claro gesto de tristeza.

- 129 -
- Y sigo sin entender ni una palabra. ¿Por qué no solo eres claro y me dices que te
pasa?

- No tengo huevos -lanzó, dando un golpe seco sobre la mesa.

- ¡Tienes un serio problema de temperamento! -gruñí como cuando Lucas me


hacía enojar. Solo me faltó decirle jovencito y enviarlo a la cama- ¿A quien le
importa que no tengas huevos? Luego puedes pasar al mercado y comprar. Además
yo solo quiero café.

Edward solo alzó una ceja a la espera de que yo misma cayera en lo que me estaba
diciendo.

¿Cómo podía ser tan distraída?

Sentí ganas de darme cabezazos contra el muro, cuando lo miré y con sus ojos
señaló la parte baja de su cuerpo.

- Esos huevos… -fue todo lo que atiné a decir.

OK! apuesto a que todo el mundo quiere lincharme, pero vamos! que
estaba de vacaciones...panza al sol, gafas y muchas caipiriñas!

De todos modos antes de desaparecer dejé colgado el capitulo en mi blog,


asi que quien se lo haya perdido es solo de despistada ^^

Ya estoy escribiendo el siguiente capitulo, asi que espero el viernes poder


actualizar...¿Qué mas?...eeeemmmm...Hay un nuevo fanfic... solo tengo
colgado el primer capitulo, se llama "Alas rotas" así que a quienes les
gusten las locas y dramaticas ideas que pasan por mi cabecita, pasense!

Quienes leyeron Cicatrices, les aviso que el epilogo lo cuelgo mañana!


(Amo como está, pero aún hay algunos retoques, por eso no me comprometo
a subirlo hoy)

Y creo que eso sería por hoy...las adoro por sus mensajes...siempre los
leo...me encantan...y aaaahhhh necesito cariño digital...en serio...estaba
volviendome loca en la playa sin tener nada que hacer... definitivamente
estoy jodida por completo, soy adicta al teclado ¬¬'

- 130 -
wn! les dije que las extrañé? Siii? cuantas veces?
dos...tres...multipliquenlo por milquinientos y sumenle el resultado...

En fin...la insolación con la que llegue me tiene mal...creo que soy la


mujer mas roja del mundo...directo a los record guinnes...jejeje...

Y bueno...verborrea mental ModeOn...no puedo parara de escribir xD!

Ah! me llaman...luego las leo...besos gigantescos a todo el mundo!

muá!

- 131 -
Caridad

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Una brisa calida me acariciaba el rostro, mientras observaba a Lucas jugar con
Emmet en el jardín de los Cullen. El día estaba ideal para estar al aire libre, pero los
ánimos no eran los mejores.

Con nostalgia pensaba en mi padre y en los feliz que hubiese estado de haber
visto a mi hijo darle al balón con tanto entusiasmo.

Siempre reía al ver a Lucas lanzar las cucharas lejos de su bandeja-. Te lo digo,
este niño tiene un brazo que vale oro. ¡Mira donde tiró ese trozo de pan! -exclamaba
mientras yo rabiaba al fallar miserablemente en la educción de sus modales.

- Bella -murmuró de pronto Esme, desde mi espalda-. ¿Puedes venir?, necesito


hablar contigo.

Me sentía reacia a acompañarla - no, reacia no, terca, burra, avergonzada,


encajaban mejor -. Sobre todo luego de haber confesado que el hermoso niño, de
cabello cobrizo y orbes esmeraldas, era su nieto y que gracias a mi, habían perdido
la oportunidad de conocerlo desde su nacimiento.

Me sentía realmente como una perra maldita.

Abracé mis piernas y descansé mi cabeza sobre mis rodillas. Esme sostenía dos
vasos con refresco y, tras darse cuenta que no respondería, me pidió permiso para
acompañarme. Asentí, aun avergonzada del trato que les había dado durante tanto
tiempo, solo por ser la familia de Edward. Los había tratado como la paria, ignorado
- 132 -
y rehuido de ellos cada vez que tuve oportunidad, y de todos modos ellos hicieron
vista gorda a todo, me apoyaron en uno de los momentos más tristes de mi vida y
aún permanecían a mi lado.

Por suerte nadie había resultado ser demasiado rencoroso y aunque pareciera
imposible, ellos solo me pidieron tener contacto con Lucas.

Obviamente no pude negarme. Mi única condición era no decirle nada a Edward.

Increíblemente todos aceptaron.

- ¿Qué pasa Esme?

- Nada -dijo frunciendo profundamente el ceño y tragando sonoramente-. Algunas


cosas no van del todo bien y estoy algo estresada.

Su semblante era melancólico, sus ojos observaban de manera añorante a mi


pequeño niño, y unas violáceas ojeras enmarcaban sus expresivos ojos.

Tragué con dificultad antes de hablar-. ¿El negocio?

Negó con su cabeza, agitando suavemente su melena lustrosa y observó a Lucas


unos minutos más, antes de volver a hablar.

- Es igual a Edward de niño -susurró con tristeza.

Una ola de culpa me golpeó con la fuerza de un camión tolva. Lucas era su primer
nieto y yo, egoístamente sin pensar en nada más que mi propio dolor y ego herido, le
había negado la oportunidad de verlo nacer. Igual como se lo estaba haciendo a su
padre.

Esme y todos los Cullen encajaban perfectamente en lo bien llamado "daño


colateral"

Sacudí mi cabeza y alejé aquel sentimiento de mi cabeza, enviándolo de vuelta a lo


más oscuro de mis pensamientos, al mismo sitio donde enviaba toda la mierda de
Edward.

- Esme, estoy muy agradecida contigo y con tu familia por estar conmigo, aún
cuando yo no he actuado de la mejor manera. Pero por favor, yo no quiero que
Edward se entere de nada.

- 133 -
Alzó la cabeza con lentitud y me miró directamente-. No te preocupes, no creo que
sea el momento para decírselo de todos modos.

- Nunca será el momento -repliqué.

- Bella, hablas desde la herida -dijo con tono cansino-. Confía en mí, yo no le diré
nada a mi hijo porque ahora no sería bueno que se enterara, pero yo soy su madre.
Lo que tu sientes por Lucas, yo lo siento por Edward y no puedo ocultarle esto.

- Esme…

- Tranquila, yo no le diré nada -me interrumpió-. Pero él tendrá que enterarse.


Cuando esté bien, lo sabrá. No puedes ocultar esto por siempre, Edward es bueno,
no un monstruo y ahora está pasando por un mal momento y necesita que lo
dejemos en paz.

- Él vive en paz.

- Y espero que por mucho.

Capitulo XIII

Caridad

Edward me miraba expectante. Cuando el tiempo prudente de espera se excedió,


decidió hablar- ¿Ves? -preguntó retóricamente alzando una ceja, y yo intenté no
derretirme contra el suelo. - Sabía que no era buena idea decirte nada. Pones la
misma cara de funeral que todo el mundo -dijo para luego darle un sorbo a su café.

Pestañeé reiteradas veces y estoy segura de haber abierto la boca más de una vez
para decir algo, pero estaba muda. Mi voz, junto a mi inteligencia, había decidido
abandonarme en el peor momento.

Siguió viéndome con la ceja alzada antes de insistir- ¿Y?

- Pero -comencé aún algo aletargada-, ¿por qué? -inquirí estúpidamente- ¿Los
usaste demasiado y los secaste? -añadí en broma para aligerar el ambiente y
mantener a raya mis propios miedos y cavilaciones.
- 134 -
Abrió la boca desmesuradamente- Si, los convertí en higos -contestó estallando en
carcajadas, dejando la taza sobre la mesa.

- Ya. En serio, ¿qué te pasó? ¿Por qué?

Él suspiró. - ¿De verdad nadie te lo dijo? ¿Ni siquiera Alice?

Alcé una ceja y lo miré para responder esa pregunta solo con mi gesto.

- Al parecer en mi familia son todos expertos en ocultar cosas -murmuró bebiendo


otro sorbo de su café.

- Ok. Eso dolió -. Mi intento de sonar casual no resultó efecto, en verdad eso había
sido un tiro directo a mi pecho.

- Lo digo en serio. Es extraño que nadie te lo haya comentado nunca. La verdad es


que hace nueve años me diagnosticaron cáncer de testículos. Antes de conocerte ya
me habían extirpado uno. Luego, tres años atrás, en los exámenes de rutina,
encontraron el segundo, así que se practicó otra Orquidectomía.

Edward hablaba de manera pausada. Explicó detalladamente la operación, con sus


nombres clínicos y todo, como si fuese el quien daba el diagnostico. Y aunque me
pareció más claro que muchos doctores, yo lo único que fui capaz de oír fue
"cáncer".

- ¿Tienes cáncer? -pregunté cuando paró de hablar.

- Tuve.

No era algo tan terrible, estuvo enfermo, se sanó y ahora se encontraba frente a
mí perfectamente bien. Su sentido del sarcasmo y el de superioridad seguían
intactos, pero de todos modos no podía evitar sentirme aún más mierda que antes.

Edward había estado enfermo, gravemente enfermo y yo realmente había pensado


y dicho más de alguna vez "Muérete hijo de perra".

Jodida. Mierda. De. Vida.

No solo le había negado un hijo a Edward, sino que le había quitado su única
oportunidad de ser padre. Y todo por orgullo.

Sentía ganas de vomitar lo poco que había ingerido durante el día. El café
- 135 -
acababa de convertirse en bilis, la cual se sentía amarga pasear por mi garganta y
detenerse justo al llegar a mi lengua, dejando un acido sabor en mi boca.

Era demasiado para procesarlo.

Fruncí el ceño-. Yo… lo siento -balbuceé con dificultad. Era vergonzosamente


conciente del tono verdoso que comenzaba a adquirir mi rostro-. ¿Hace cuanto
tiempo estuviste enfermo? ¿Cuánto tiempo de la operación? ¿De la
orquidec…decto…demia?

- Orquidectomía -aclaró-. Tres años -respondió- Exactamente un catorce de


noviembre.

Sentí mi estomago vacío al oír la fecha. Era justamente el día del entierro de mi
padre.

- ¿Pero quien te cuidó? ¿Quién te acompañó? -insistí.

- Mi madre contrató una enfermera para cuidarme. Ella no podía viajar en esa
fecha, así que, no quedó de otra.

Cogí el teléfono de mi dormitorio y marqué el número apuntado. Al octavo repique


decidí cortar, ya que dudaba poder hablar si él contestaba la llamada. Además, ¿qué
demonios le diría?

Observé la hora en mi reloj mural. Marcaba las once en punto de la noche. Una
hora bastante imprudente para llamar, pero si no lo hacía ya, estaba segura que no
me atrevería nunca.

Volví a marcar y esperé hasta que sentí como contestaban del otro lado.

- ¡Edward duérmete, ya contesté yo! -escuché decir a una voz femenina-. Quien
sea te dejara un mensaje.

Oh por supuesto. ¡¿Podrías decirle a Edward que en Forks hay una chica que tiene
un hijo suyo, mientras él sigue siendo un jodido hijo de puta?

- ¿Si… diga? -preguntó con insistencia la chica del otro lado. Lo que me hizo
suponer que llevaba demasiado tiempo en silencio.

Con la adrenalina gorgoreando en mis entrañas, y la valentía que muestra un


conejo frente a la escopeta, corté la llamada.
- 136 -
El mismo pensamiento se repitió una y otra vez. Mi cabeza era invadida a una
velocidad vertiginosa, por imágenes antiguas y otras inventadas.

Dramáticamente inventadas.

Imaginaba a Edward, solo, afrontando un tratamiento que requiere apoyo,


pensando que tal vez moriría, mientras yo me encontraba en casa disfrutando de
Lucas. Nuestro Lucas.

¡Oh por dios! Tenía que impedirle a mi imaginación volar libremente.

- Edward, lo siento. Te lo juro.

- No seas condescendiente conmigo solo porque estuve a gravemente enfermo y a


punto de morir -soltó de pronto intentando parecer casual.

- No estas ayudándome -murmuré sosteniendo mi cabeza sobre mis manos.

Mi padre debía saber la situación de Edward, de ahí la insistencia en que lo


confesara. Y yo la muy idiota le había cortado la llamada a su enfermera, no a una
chica. No a su chica.

Edward podría haberse enterado de Lucas muchísimo antes, pero como siempre
actué antes de analizar o investigar la realidad de la situación.

- Deja de ser ridícula -me retó-. Estoy aquí, y estoy bien. Además, debo reconocer
que a la larga ha sido para mejor.

- ¿Qué quieres decir?

- Eso -dijo, se puso de pie y comenzó a dar brincos cortos, imitando la acción de
quien salta la cuerda-, me siento más ligero, creo que incluso puedo llegar a saltar
más alto que antes.

Reí -. Solo alguien como tu puede verle la gracia a esta situación.

Edward giró alrededor de la mesa que nos separaba y acortó la distancia. Tomó mi
taza de café y bebió de él despreocupado-. Lo sé. Ya pasé por lo peor -añadió
encogiéndose de hombros-, ahora solo quiero encausar mi vida.

Entrecerré mis ojos-. ¿Cómo se lo diré a Lucas?

- 137 -
- Ya habrá tiempo. ¿Qué es lo que sabe hasta ahora?

- Que lo encontré en el mercado dentro de un repollo.

Su cabellera cobriza se agitó cuando una banda de carcajadas brotó de sus labios.
Se veía despreocupado, encantador.

Resplandeciente.

Detuvo las risotadas y me miró serio- Bien, pues podemos decirle que fui yo quien
sembró ese repollito -para mi sorpresa, curvó los labios en una media sonrisa que
me robó el aliento-, así que eso aclararía las cosas.

- Deja de bromear.

- ¿Crees que no me va a querer?

- ¿Lo quieres tú?

- ¿Cuál es la respuesta correcta a eso? -. Me miró y esperó. Ambas manos, largas y


delgadas, abrazaban la taza de café como si intentara sostenerse de alguna manera
en ella. Había pasado de radiante a preocupado. Se veía confundido y, de alguna
manera, frágil.

- La real.

Tomó aire antes de contestar. -Bueno, Lucas es un niño especial y el hecho de que
sea mi hijo lo vuelve más especial -habló manteniendo la distancia, pero
inclinándose levemente hacia mí-, pero no lo conozco -susurró. La frustración
rezumaba su voz y me sentí culpable, nuevamente. A este paso estaba plenamente
conciente de cumplir cadena perpetua en el infierno-. No sé nada de sus gustos a
excepción de las cosas que mi madre me ha contado. Me siento ligado a él, pero no
sé muy bien que es lo que siento. Intento parecer calmado a su lado, y seguro, pero
me da un poco de miedo.

- Debe ser su color de pelo, es muy poco común, suele asustar a todo el mundo.

Sus labios se curvaron hacia arriba, divertido. -Bella…

- ¿Te sentiste extraño cuando lo viste?

- ¿Bromeas? Estaba aterrado, fue como viajar al pasado y verme a mi mismo. No lo


- 138 -
sé, quiero hacer las cosas bien, supongo.

- Hagámoslas bien entonces.

- ¿Qué quieres decir?

- Pasa mañana por él. Compartan, salgan. Conócelo, y enamórate de él. Lucas es
maravilloso y te va a encantar.

- ¿Y nosotros?

- Las cosas no han cambiado entre nosotros -Mi voz sonaba plenamente bajo
control, apropiada para una conversación de ese tipo, una que aclarara las cosas. O
al menos eso esperaba.

Una de las comisuras de sus labios se alzó en una media sonrisa. -Oh si. Claro que
han cambiado.

- Edward…

- ¿Bella…? -Su melodiosa voz sonaba ligeramente arrogante.

- Llevemos la fiesta en paz.

- No soy el mismo de antes -habló recuperando la compostura y alejándose un


paso.

Cuando al fin pude volver a respirar sin temer volverme adicta a su perfume,
hablé. -Por lo mismo. Yo conozco al Edward de diecinueve, veinte, veintiuno…pero al
hombre de veintiséis años, de pie frente a mi, no. Debo reconocer que es bastante
más educado que el jovencito ridículo que conocí yo.

- O sea que… ¿me prefieres ahora? -acució fanfarrón elevando ambas cejas de
manera sugerente. Se acercó nuevamente un paso y se irguió frente a mi.

Puse mi mano sobre su pecho y lo empujé juguetonamente. Solo esperaba que no


confundiera las cosas, pensando que estaba coqueteando con él. Aun cuando eso era
justamente lo que acababa de hacer.

- Enfócate Edward... - dije, pero mi discurso paternalista fue prontamente


interrumpido con un beso.

- 139 -
Ansioso, aplastó sus labios contra los míos, esclavizándome con el roce de su
lengua, la cual aprovechándose de mi asombro, entró cual torbellino.

-Tengo veintisiete -murmuró con voz ronca, antes de volver a besarme-. Casi
veintiocho.

- No -dije en un suspiro tembloroso. Mi resolución estaba comenzando a hacerse


añicos cuando una de sus manos se posicionó con poderío bajo mis costillas.

- Isabella, por favor -suplicó sin ceder ni un milímetro-. No le niegues su último


deseo a un pobre terminal. Es solo un beso.

Estaba segura que esto me traería serios problemas con mi conciencia luego, pero
después de todo Edward tenía razón, no podía no cumplir el deseo de un hombre
enfermo.

- Ya no estas enfermo. Tú lo dijiste.

Sin separar nuestros labios, tomó mis manos y las posicionó en su espalda,
sujetando cariñosamente mis muñecas.

-Claro que si, estoy enfermo por ti. Siento que agonizo y la cura para mi mal son
tus labios, ¿ves? -Inquirió mordiendo suavemente mi labio inferior, tirándolo con
cuidado-, ya comienzo a sentirme mejor. Apuesto que mis mejillas están tan rosadas
como las tuyas.

No había nada que mi boca pudiese hacer en aquel momento salvo seguir
besándolo. Ya tendría tiempo para lidiar con mis miedos y mis preocupaciones. Por
ahora, estaba cumpliendo con mi deber moral.

Definitivamente podría dedicarme a la caridad si ésta me hacía sentir tan bien.

Hi everyone!

¿Quien más se apunta a ser caritativa? jajajaja...A sacar numerito entonces


xD!

tantos soles sin leernos, ¿me extrañaban? espero que si ¬¬'

Bueno ¿les gustó el capitulo? Ya estoy trabajando en el siguiente para no

- 140 -
tenerlas a la espera durante mucho tiempo. Además que ya le falta tan
poquito para terminar! me da pena ¬¬' primero Cicatrices y ahora
esta...tengo el sindrome del nido vacio...jejeje...

Okaaaaaaaayyy lo admito, soy un poco extraña...¿aun así me quieren,


verdad? *No escucho ningun si* ¬¬'

Bien, servicio de utilidad publicitaria! Pasen por "Bound to you", se los


digo de verdad, esta en mi perfil. Ustedes saben que yo no soy muy asidua a
hacer publicidad de mis otras historias, pero esta me gusta mucho y me
gustaria que la leyeran. Les dejo el Summary para que se interesen.

Bound tu you: El primer amor es siempre el más fuerte...¿Pero, qué pasa cuando
tu no eres la primera en su vida?...lidiar con el fantasma de alguien mucho mejor
que tu. Edward Cullen es divertido y buen chico, pero vive atormentado por su
pasado. Construir un presente que supere lo anterior...¿es realmente posible?

Si bien el summary te hace pensar en un drama, no lo es. Así que tranquis.

Okis, no hay mucho más que pueda decir, solo que las quiero, diviertanse,
good luck!

rock & roll y buena vida!

muá!

- 141 -
¿Reconocer o conocer?

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Capitulo XIV

¿Reconocer o conocer?

Siempre me había burlado de las personas inseguras y que vivían cometiendo


errores de cálculos, mejor llamados, "Falta de comunicación". Ahora era el vivo
ejemplo de aquella afirmación.

La inmadurez me había hecho ver el orgullo como un arma para proteger mi


dignidad, sin pensar en todo el daño que producía. Incluida a mi misma, pues cada
paso dado anteriormente, además de dejar una estela de dolor tan grande como la
Estatua de la Libertad, me volvía cada vez una persona más cobarde.

Definitivamente la cobardía es el peor sentimiento.

Un beso. Solo eso. Puro, simple, entregado. No segundas intenciones ocultas en


las manos fuertes que gentilmente se deslizaban por mi espalda deteniéndose en mi
cintura. Sentía la respiración acompasada de Edward en mi labio superior, su aroma
invadiendo mis fosas nasales, atravesando todas mis barreras autoimpuestas. Sus
labios suaves, ansiosos y correctos. Dolorosamente correctos. Sin querer
reconocerlo, los había anhelado todos estos años.

No quería pensar, sabía que si lo hacía, el peso de la realidad y la incertidumbre


me arrastrarían en una oleada de pensamientos confusos.

Edward inspiró profundo antes de detenerse y separarse unos pocos centímetros


de mi, para poder observarme.

- Extrañé esto -susurró soltando un sonoro suspiro. Sus manos, aún en mi espalda,
- 142 -
me acariciaban con movimientos circulares. Irónicamente todas mis dudas se
disiparon en cuanto abrí mis ojos y lo vi.

Era raro lo intimo y tranquilo que se sentía todo en aquel momento.

- Yo también -confesé con cierta reticencia. La sonrisa que se plantó en el rostro


de Edward fue tan genuina, que no pude arrepentirme de decirlo.

Se sentía como si lo viera por primera vez. Ver en realidad más allá de toda
aquella mascara de compostura y de sus acciones anticipadamente calculadas. Me
encontraba frente al hombre de mis sueños, idealizado quizás, pero feliz.

- ¿Y ahora que hacemos? -inquirió ceñudo. No tengo recuerdo alguno de haberlo


visto preguntar algo alguna vez. Era la primera vez que lo veía dudar.

Aun cuando mi cabeza vitoreaba; "dignidad, dignidad, dignidad", una y otra vez,
como siempre que el tema a tratar era el hombre frente a mi, por primera vez decidí
mandar a callar ese pensamiento. Ya bastante daño había hecho mi súper sentido
común, y mi falso orgullo.

Me encogí de hombros antes de contestar-; No lo sé, dímelo tú. Estoy cumpliendo


tu último deseo, ¿recuerdas?

- A decir verdad, no imaginé que lo harías -dijo soltando una risotada.

- Pues ya somos dos -murmuré rodando los ojos. Edward se irguió por completo,
dejándome a unos buenos veintiséis centímetros al menos más baja y me miró
intensamente. Parecía escudriñar cada milímetro de mi rostro-. ¿Qué? -inquirí
toscamente-, ¿quieres una foto? -me burlé.

- Ya tengo una -dijo con soltura. Como si aquello fuese lo más natural del mundo.

- Mentira.

- Yo no miento, lo sabes -replicó. Sus brazos, calidos, dejaron su lugar en mi


cintura y se dirigieron al bolsillo trasero de sus vaqueros, sacó su billetera de cuero,
la misma que mantenía la fotografía de Lucas y metió la mano para darme la prueba
de su afirmación-. Mira.

La imagen ante mis ojos hizo que el corazón se me encogiera. Era una fotografía
mía de las vacaciones en la casa Cullen, desgastada en los bordes y algo
descolorida. Estaba solo la mitad de ella, al lado, en donde mi brazo derecho
- 143 -
descansaba, faltaba mi mejor amiga.

- Ven, quiero que tener un recuerdo de cuando nuestras pieles aún estaban
completamente perfectas.

- Cuando "tu" cara estaba completamente perfecta -bufé de mala gana-. Maldita
bastarda de piel de porcelana. ¿No eres una adolescente igual que yo? ¿Por qué no
tienes ni un solo grano? Eso no puede ser justo. Espero que cuando cumplas treinta
las arrugas te dejen ciegas.

- ¡Oh Bella, deja de ser así! ¡Edward! -gritó para despertar al flojo que dormía bajo
los matorrales del jardín de la casa veraniega de los Cullen-. Haznos una foto
-continuó lanzándole la cámara cuando la miró.

Se limitó a gruñir antes de incorporarse, con la cámara en su mano derecha y la


otra sobre el nido de pájaros que tenía por cabello.

- Ven aquí Bella, abrázame como si me quisieras -ordenó Alice. Estaba nerviosa.
No quería posar y mucho menos cuando el fotógrafo se trataba del hermano de mi
mejor amiga a quien casi no conocía y él que por cierto, me había besado en su
dormitorio cuando apenas sabía su nombre-. ¡Venga ya! Este es el último día, quiero
tener un recuerdo de estas vacaciones.

Asentí, rodé mis ojos y fruncí el ceño. Miré a Edward, quien alzó una ceja y se rió.
-Deja de hacer morisquetas Selene.

- ¿Selene? -interrogó Alice.

- No preguntes o te castigare en el nombre de la luna -exclamé en una pobre


imitación de "Sailor Moon". Las risotadas de Edward no se hicieron esperar,
uniéndose rápidamente las de Alice y luego las mías. Sin enterarme, el flash de la
cámara nos anunció que la foto estaba lista.

- Alice dijo que esa película se había extraviado en el viaje de regreso -murmuré
sin dejar de observarla. Me veía tan despreocupada, reía abiertamente, mientras los
mechones de mi flequillo cubrían casi por completo mi frente. Realmente parecía
feliz.

- Digamos que se perdió dentro de mi bolso -soltó Edward, encogiéndose de


hombros, viéndose algo avergonzado.

- ¡Edward!
- 144 -
- ¿Qué? -acució elevando ambas cejas-. Tenía un montón de cosas en él.

Me reí. No pude evitarlo. De alguna forma sentía qué, el solo hecho de que él
conservara una foto desde hacía tantos años, fuera algo importante.

- No sé si burlarme por que hayas conservado una foto mía desde hace tanto
tiempo o sentirme honrada. Creo que voy a burlarme de ti.

- ¡Ey! -exclamó arrebatándome el retrato. Se veía molesto, pero su sonrisa, tirando


de la comisura de sus labios, lo delataba-. Tú no estás en pie de burlarte de nadie
-continuó frunciendo el ceño-. O sea, conservaste un hijo mío, eso vale mucho más.

¡Y he aquí al gran superior padre de todos los imbéciles!

- ¡Por supuesto que vale más! -grité. A veces me costaba comprenderlo, era
abogado pero tenía unas salidas de madre épicas-. Lucas versus un trozo de papel
tiene todas las de ganar.

- Lucas fue hecho a mi imagen y semejanza.

- ¡Oh por dios! -gemí tapando mi boca para no reírme-. Siempre supe lo ególatra
que podías llegar a ser pero esto me parece ridículo -mascullé sacudiendo mi
cabeza-. ¿Tienes las demás fotos?

Negó con su cabeza. -No. Era la única en la que tú aparecías.

- Edward -suspiré con cierto aire de frustración. ¿Me encontraba frente a otro
hombre? O este era realmente él. ¿Siempre había sido así? Definitivamente me
sentía confundida-. Estoy hecha un lío.

- No te estoy proponiendo nada, aún. Solo juntémonos, dejemos que las cosas
fluyan, y permíteme estar cerca de Lucas. Conozcámonos.

Los verdes ojos de él brillaban intensamente bajo la luz artificial de la cocina.


Parecía todo tan fácil cuando me dejaba llevar, pero me sentía confundida.
¿Simplemente dar vuelta la página y avanzar? ¿Era eso lo que en realidad tenía que
hacer?

Conocer a Edward, dejarlo entrar nuevamente a mi vida podría traer


consecuencias terribles en ella, pero eso era simplemente porqué yo seguía teniendo
la imagen de un adolescente desvergonzado e irresponsable. ¿Era realmente así?

- 145 -
Si Edward ya había tenido una orqui…orquídeo...orquidemio… ¡operación de
mierda! cuando estaba con Tanya, era lógico que no la abandonara.

- ¿Conozcámonos? -repetí arrugando mi frente- ¿Cómo? El juego de las veinte


preguntas me parece realmente ridículo.

- ¿Y el de las veinte salidas? -replicó rápidamente.

Fruncí el ceño- ¿Qué?

- Eso, solo salgamos, a cenar. Un día de estos. Hoy por la noche.

- ¿Estas un poco ansioso? -me mofé.

- Solo un poco -declaró mordiéndose el labio-. Me siento peor que un adolescente.

- Eso es porque sabes lo que puedes causar si te equivocas.

- Bella…

Alcé el rostro para mirarlo- No lo decía por ti en particular -aclaré


interrumpiéndolo-. Solo estaba generalizando.

- Ya veo.

- ¿Qué te parece si me abrazas durante un tiempo más y luego vamos por Lucas?

- Solo si me dejas besarte otra vez.

- ¿Cuál de todos los Edward me lo está pidiendo? ¿El enfermo terminal o el


arrogante hombre de negocios?

- No creo que quiera encajar en ninguno de los dos -resopló acercándose


nuevamente a mi y descansando ambas manos sobre mi cintura-. Digamos mejor que
Edward Cullen -añadió soplando un mechón de mi cabello que caía sobre mis ojos-,
el padre de tu hijo -continuó, besando mi frente-, quien te extrañó mucho.

- Me parece justo -dije cerrando los ojos.

Por primera vez en mucho tiempo simplemente quería ser sostenida por él, aun
cuando no quisiera admitirlo, había imaginado este momento en muchas
oportunidades.
- 146 -
Bueno chicas, este capitulo es cortito y de transición, para que vean que
estos dos pueden llevarse bien, aun cuando las dudas de Bella no la quieren
abandonar. Son una perras, odio dudar...En fin...lo importante aquí es que
de alguna manera ya comienzan a comunicarse, un poco...al menos.

El capitulo que sigue es mucho mas largo y emocionante que éste, de


hecho había pensado subirlos juntos, pero luego decidí que mejor no. Son
distintos, así que debían ir por separado...

Bueno chicas, anuncio! Nueva historia, les dejo el summary a ver si les
interesa, como estoy en los ultimos capitulos de Take a Bow, me animé y la
colgué!

Summary Lift me up:

Reprimir y ocultar los sentimientos, puede convertir un vaso de agua en una


tormenta completamente devastadora.

Se aman. Se necesitan. Se apoyan.

Entonces, ¿por qué lo suyo no funciona?

Esta historia comienza donde las otras terminan, cuando se apagan las luces y la
vida sigue con el anonimato de las palabras no dichas.

¿Qué viene luego de los felices por siempre?

Interesante no? Okey! nos leemos mañana con el siguiente capitulo, las
quiero!

muá!

- 147 -
Día en familia

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Capitulo XV

Día en familia

- ¿Por qué tienes que ser tu quien conduzca? -me quejé tomando lugar de copiloto.
Antes de salir de la casa de Edward, él me había quitado mis llaves y ahora, estaba
acomodando tranquilamente su cinturón de seguridad-. Es mi camioneta -le recordé.

Estaba a punto de meter la llave y hacer contacto, pero se detuvo y se giró para
mirarme-. Bella, por favor, conduces como una tortuga, quiero llegar a casa de mis
padres antes de la graduación de Lucas.

Sentí ganas de darle un puñetazos justo ahí, donde le faltaban los huevos.

- ¡No es verdad! -exclamé. Una nota más alta y me convertía en Lucas haciendo un
berrinche-. Conduzco de las mil maravillas -agregué más calmada-, el que no sea
una loca de la velocidad, no me convierte en una lenteja.

- No quiero discutir por esto.

- Entonces, devuélveme las llaves de mi camioneta y cámbiate a este asiento.

Edward me observó de reojo con una mueca picara en los labios- ¿Me estás
haciendo una propuesta indecente Selene? -acució enarcando una ceja.

- Edward, por favor, deja de decirme Selene o comenzare a llamarte Tuxedo Mask.

- No puedes hacer eso, al menos no cuando estoy sin la mascara, todos


descubrirían mi identidad secreta.
- 148 -
Quería sacarle la lengua o partirle la cabeza con un alicate. Ambas las descarté; la
primera era demasiado infantil y la segunda, pues…bueno, supongo que esa no la
deseché por completo, solo la reprimí.

- Está bien, Darien Shields -me burlé enojada. Crucé los brazos a la altura de mi
pecho y me dejé caer contra el respaldo, mientras sus risotadas resonaban dentro
del vehiculo-. Nunca he podido comprender como conoces tanto sobre Sailor Moon.

- Este asunto de Selene, fuiste tu quien lo tergiversó. Yo te hablaba de historia,


mitología. El manga no tiene nada que ver.

- De todos modos, conoces cada uno de los personajes.

- Tengo dos hermanas, ¿recuerdas? Cuando pequeños Alice me hizo usar mascara
y llevar rosas rojas a su internado. Todavía no se lo perdono, es una burra, ella
siempre fue Sailor Mercury. No tenía ni una sola posibilidad conmigo.

- Dugh. Asco.

Con mis instintos asesinos medianamente aplacados, enfoqué mi vista en el frente.


Edward encendió la todoterreno y nos pusimos en marcha de vuelta a la casa
"familiar". No quería ni imaginar la cara que pondrían todos cuando nos vieran
llegar juntos, solos y vivos. El último pensamiento de todos modos, lo dudé por
media hora de camino, pues Edward en verdad conducía como un loco. No lo
detenía ni la nieve, ni los cruces peatonales.

Intenté mantener la poca cordura que me quedaba durante el viaje, pero era
imposible- ¡Edward, baja la velocidad! -grité aferrándome con ambas manos a mi
asiento- ¡No quiero un hijo huérfano antes de siquiera conocer a su padre!

Él simplemente soltó un bufido y resopló-; Exagerada.

- No lo soy. ¿Sabes siquiera lo que significa la luz amarilla en ese semáforo?

- Si, que si no nos apresuramos no alcanzaremos a cruzar.

- ¡No grandísimo idiota! -exclamé. En verdad me estaba costando toda mi


paciencia reprimir el pánico que me envolvía el estomago-. ¡Significa que debes
detener la…! -intenté continuar, pero un grito salió desde lo más profundo de mi
miedo y mis pulmones, impidiéndome por completo terminar la frase. El muy hijo de
puta acababa de acelerar la velocidad y cruzó en el mismo instante que la luz
amarilla se convertía en roja.
- 149 -
-Te lo dije, exagerada -repitió, sonriendo burlonamente. Quería borrarle esa
estúpida sonrisa a punta de martillazos-. ¿Qué pasa que vas tan pálida?

Me observé en el espejo retrovisor para asegurarme de que mi rostro no se


hubiese convertido en el de un zombi-. Omitiendo el hecho de ver pasar mi vida por
completo ante mis ojos, y que gracias a ti comienzo a saborear nuevamente el café
en mi lengua, soy pálida por naturaleza.

- ¿Y el tono verdoso ese que repentinamente adorna tus mejillas es debido a la


falta de betacaroteno en tu dieta?

- Edward, no abuses de mi paciencia. En verdad, estoy a dos latidos de una


aneurisma.

- Tranquila -dijo, soltando la palanca de cambios para poner su mano sobre la mía.
Le dio un ligero apretón y de reojo me observó-. Soy un poco imprudente, pero es
que estoy demasiado ansioso. Quiero compartir con Lucas y contigo. Así que no te
asustes porque nunca te va a pasar nada malo conmigo.

- ¿Seguro?

- Nunca más, Bella -contestó con completa seguridad-. Te lo juro.

Ese definitivamente fue un momento de los más bizarro. ¿Yo confiaba en Edward?
Al parecer mi rostro gritaba que si, pero como siempre, las dudas no se iban tan
rápido como el velocímetro de mi camioneta.

Al llegar a casa de la familia de Edward, no me extrañó nada qué, como siempre,


Lucas fuese el único despierto. Emmet y Alice estaban recostados en el gran sofá de
la sala, con sus ojos cerrados y roncando, mientras mi hijo veía una película de
Winnie the Pooh, en donde Tigger hacía su típico "Up de luper, lup de luper súper
rebotar". Al ritmo de la canción, mi pequeña bestia traviesa, se dedicaba a saltar de
un sillón a otro.

- ¡Mami! -gritó apenas me vio.

Alice, quien temía otro reto de mi parte, abrió los ojos de golpe y comentó media
adormilada-; ¡Oh si, Emmet, es una excelente película!

Le atizó un codazo a su cuñado en el centro de las costillas.

Él pelinegro, quien era muy conocido por su mal temperamento al despertar,


- 150 -
frunció el ceño y como un perro ciego intentó mirar a Alice- ¿Qué jodida mierda pasa
en tu diminuta cabeza? -acució incorporándose con torpeza.

- ¡Emmet! -lo retó Rosalie, quien acababa de entrar en la sala- ¡Cuida esa boca,
está el niño! -anunció enojada, señalando a Lucas con un movimiento de su cabeza-
¡Y límpiate esa saliva que tienes en el mentón!

Lucas los miró a todos y susurró-; Las nenas no deben gritar -en el oído de
Edward.

Espera un segundo.

En verdad acababa de dar un salto a los brazos de Edward, quien al igual que
todos en aquel lugar se había quedado como piedra.

- ¿Qué? -pregunté ceñuda saliendo lentamente de mi estado de shock inicial.


Lucas era un chico cariñoso por naturaleza, igual a su abuelo, así que no era de
extrañar que se diera con su padre, se supone que la sangre tiraba más que yunta
de bueyes, ¿no? Al menos eso era lo que decía Charlie, a quien claramente nunca le
entendí ni media palabra.

- Nada mami -habló mi hijo abrazando a Edward por el cuello-. Es charla de


chicos, ¿cierto Edward?

- Eh… ¿si? -dudó el aludido observando a todos los presentes, en busca de alguna
señal que le advirtiera que debía responder a ello. Me reí y elevé mis pulgares para
hacerle saber que estaba en lo correcto.

Era indudable de la química que existía entre ambos. Una hora más tarde,
instalados en una de las mesas de la pizzería de don Bartolo - por invitación de
Edward -, comíamos y reíamos de cualquier cosa.

Lucas, como cualquier niño al conocer una nueva persona, y sobre todo cuando
ésta le prestaba completa atención a él, estaba ofreciendo el espectáculo del siglo.
Cantaba, se reía, incluso, cuando una canción de Ne-Yo sonó en la música de
ambiente, se subió a una silla y bailó. Encantador.

Habían charlado de todos los dibujos animados preferidos de mi hijo y obviamente


Edward con suerte conocía Plaza Sésamo.

- Antonio dice que soy el monstruo come galletas, por eso me llamo Lucas -empezó
a comer felizmente mientras hablaba-, ¿cierto mami?
- 151 -
- Aja. Deja de balancearte en la silla que te puedes caer.

- Que suerte que no te gustaba Snoopy -murmuró Edward, sarcásticamente,


elevando una ceja antes de beber un sorbo de su Coca cola. Sentía mis mejillas
hirviendo ante el rumbo incomodo que acababa de tomar la conversación-. Yo te
hubiese nombrado Darien -agregó colocando su mano sobre mi pierna, provocando
que me atragantara con el trozo de pizza que acababa de meter en mi boca.

- ¿Daniel? -preguntó Lucas, quien obviamente seguía desafiando mi precaria


autoridad y continuaba moviendo la silla, impulsándose con sus pies, haciendo que
dos de las cuatro patas se levantaran y volvieran a golpear el suelo- Tengo un amigo
que se llama así.

- No, Darien -aclaró Edward con una sonrisa burlona.

Lucas solo sonreía y seguía hablando, mientras comía, llenaba su boca de bebida y
movía la silla. Casi era capaz de sentir la vena sobresaliendo en mi frente-. A mi me
gusta Benjamin, como Ben 10. Son mis caricaturas preferidas. Antonio me regaló un
Omnitrix en mi cumpleaños.

El rostro de el hombre frente a mi, estaba comenzando a adquirir lentamente un


color rojizo, típico de cuando se enfurecía y debía disimularlo de alguna manera.
Bebió de un sorbo el resto de su bebida y forzó una mueca similar a las sonrisas.

- ¿Te llevas muy bien con él? -le preguntó a mi hijo. Nuestro. A nuestro hijo.

- Sip. Mi mamá también.

¡Oh, por dios! ¡Un inhalador! Sentía que en cualquier momento me daba un
ataque de asma, o al corazón. Sino, buscaría una escopeta y me suicidaría ahí
mismo. Mi sangre sería el reemplazo de la salsa de tomates.

Estaba convertida en toda una reina del drama.

- Ya lo creo que si -masculló entre dientes.

- Somos buenos amigos -balbuceé ante la mirada afilada de Edward-. Lucas deja
de balancearte en la silla. ¡Por última vez, hijo haz caso!

- Miren, soy un monstruo "tedofifico" -profirió mi hijo, bien apodado "pequeño


demonio", alzando ambas manos llenas de queso y algo de tomate. Movía sus deditos
y salpicaba comida a todas partes mientras seguía moviendo la silla.
- 152 -
- ¿Tedofifico? -repitió Edward carcajeándose de lo lindo- Terrorífico, Lucas.
Terrorífico -corrigió con cariño.

En realidad el cuadro que representábamos los tres juntos, cenando pizza, y


riendo, era bastante decente. Mucho mejor que estar de los pelos como me
imaginaría que sería.

- No entiendo porqué no puede hablar bien, ya tiene cuatro años -dije, acercando
unas servilletas para limpiarle las manos al monstruo terrorífico.

- Es solo un niño. Dale tiempo, aún es pequeño. Además -añadió cogiendo un trozo
de pizza para darle un mordisco-, si no quieres que hable así, no le permitas ver
Whinnie the Pooh. ¿Haz oído como habla Tigger? -preguntó de manera retórica-. No
me extraña nada que aún no conozca la letra "R".

Tenía un punto. Un buen punto. Tigger en realidad hablaba como un niño con
serios trastornos de lenguaje.

- Quizás tengas razón -coincidí con reticencia. Últimamente estábamos


concordando en más cosas de las que quería admitir.

- Oh, por supuesto que la tengo -replicó Edward quien seguía masticando
elegantemente su trozo de masa y lo odiaba por ello. Se veía impecable comiendo,
como un anuncio de Pizza Hut, con el chico guapo, con una pierna sobre la silla y el
codo apoyado sobre la mesa-. Lucas, hijo, deja de balancearte en la silla, hazle caso
a tu madre -soltó de pronto, colocando su mano sobre la de mi hijo, con toda la
naturalidad del mundo. Lucas lo miró y se sentó bien obedeciendo de inmediato, con
una sonrisa en su rostro correspondida de igual manera por Edward.

Fue casi como un capitulo del "Encantador de perros", claro, mi hijo no era un
perro, y yo acababa de sentirme una mierda de madre al compararlo con uno, pero
seamos honestos, Lucas puede ser todo un amor, excelente hijo y muy inteligente,
pero es desobediente como nadie.

Luego de la experiencia más bizarra e increíble de mi vida, en donde nos


habíamos convertido en la típica familia feliz a los ojos de todo el mundo, volvimos a
mi todoterreno, esta vez siendo conducida por mí, y nos dirigimos a mi casa.

Había anochecido y Lucas estaba exhausto. Para mi sorpresa, Edward lo había


sacado de su silla y sin permiso se había metido en la casa, subido las escaleras y
entrado a mi dormitorio. Dejó a Lucas sobre la cama y le quitó las botas. Lo observó
durante unos segundos y rió quedito para no despertarlo.
- 153 -
- ¿Qué pasa? -susurré frunciendo el ceño.

- Ahora entiendo porque mi madre me ponía pantalones con esos ridículos parches
oscuros en las rodillas. ¿En que momento se arrodilló sobre el queso y el tomate?

- Ni idea -contesté pasando al lado de Edward para buscar un pijama para mi hijo-.
Es una lastima que aquí nunca haga calor. Tengo un montón de pantaloncillos cortos
que nunca podrá usar -dije enseñándole uno de los jeans de Lucas que de tanto
gastarle las rodillas había sido cortado y transformado en bermuda.

Edward volvió a reír y se sentó sobre la cama. Siguió mirando a Lucas durante un
buen rato y yo intenté no prestarle atención. Obviamente había resultado ser un
rotundo fracaso y cada vez estaba más atenta a cada gesto de él con mi hijo. Lo
miraba maravillado, como si fuese el tesoro más preciado del mundo. Acarició sus
mechones con tanto cariño que sentí ganas de vomitar por la culpa.

Una parte de mi quería retroceder el tiempo y gritarle que estaba esperando un


hijo, sustituir la cara de Antonio en cada uno de los momentos importantes de la
vida de Lucas por la de Edward y atarlo a mi vida. Pero la otra, la más realista y
sensata, me decía que cruelmente todo había resultado ser mejor así. Después de
todo, Edward si había cometido errores, los cuales, de haber continuado juntos en
aquel momento, hubiesen sido el cimiento de arena de nuestra relación.

A veces, parecía sentir que podía controlarlo todo. Que aquella espina oculta,
alejada de la vida de los demás y de mi misma, no molestaba. Y cuando aquello
pasaba, siempre intenté mantenerme erguida, con la cabeza en alto y el orgullo
como arma de defensa. Pero, inevitablemente, cuando menos lo esperaba, ésta salía
a flote y me dejaba al descubierto y vulnerable. No quería volver a sentir cosas por
Edward. Juro que no quería, pero dios, cuando me miró con esos ojos verdes,
impresos de ternura y amor infinito que solo yo, como madre, podía compartir y
comprender, fue inevitable.

Seguía amando a ese hombre. Amándolo con cada partícula de mi cuerpo.

- Hoy ha sido un día estupendo -murmuró luego de besar la frente de su hijo y


ponerse de pie para salir de la habitación. Asentí cuando me miró y lo seguí por el
vestíbulo hacia las escaleras-. Gracias Isabella. Me haz hecho un hombre
inmensamente feliz -continuó, tomando mis manos e inclinando el rostro para verme
directamente a los ojos- y cursi. Pero lo último será mejor que no se lo digamos a
nadie.

Edward siempre había sido, a pesar de su agudo sentido al tomar decisiones,


- 154 -
espontáneo. Demostraba una seguridad innata para vivir y nunca se equivocaba. Yo
por otro lado, vivía mi vida con prudencia y cierta amargura de vez en cuando.
Desde pequeña había sido así. Cada una de mis acciones era en base a un
meticuloso estudio de pros y contras. Analizaba cada decisión minuciosamente, pero
a pesar de mi inquebrantable cautela y mis infructuosos estudios, era yo quien se
sentía como mierda. Yo, que cuidé de Lucas desde bebe no tenía más opción que
admitir, a pesar de mi negación absoluta, que me había equivocado.

- ¿Qué haremos de aquí en adelante?

Él ignoró el real significado de mi pregunta y sonrió ampliamente, enseñando sus


blancos y relucientes dientes. -En un futuro próximo, me besaras.

- ¿Qué tan próximo?

Esbozó otra sonrisa- Ahora mismo.

Tan pronto como cerré los ojos, una mano voló hacia mi rostro y otra me rodeó la
cintura. Sentí sus labios, suaves y ansiosos sobre los míos. Su lengua aún mantenía
un ligero sabor dulce, a bebida.

Enlacé mis brazos a su cuello y sonreí contra su boca, estaba tan concentrada que
no fui capaz de pensar en nada más fuera de los deliciosos labios que me besaban.
De todos modos debería haber estado más atenta. Si lo hubiese estado, no habría
sido sorprendida por los sigilosos pasitos del pequeño Lucas, quien desde la puerta
del dormitorio gritó-; ¡Los pillé!

Mierda.

Chicas no tengo mucho que decir porque tengo los dedos congelados, casi
literalmente. Puto frio, en verdad me encanta, más que el verano, lo admito
soy una chica invernal, pero dentro de mi casa me gusta el calor y hoy me
quedé sin calefaccion, asi que desde mi camita, les escribo, tiritando como
pez en la sarten...

Uh! por cierto, les he dicho que las amo? y todas esas cosas melosas que
se dicen para agradecer infinitamente que sigan leyendo el fic? pues por si
no...LAS AMO BITCHES DEL MAL!

en serio, gracias a todas, y a quienes leyeron Lift me up, les aviso que hoy

- 155 -
en la noche publico ahi...y quienes aun no lo han leido, ¿SE PUEDE SABER
QUE ESTÁN ESPERANDO, AH? jejeje...lo dije, el frío, me atrofia el cerebro y
mi inteligencia se congela por segundos...otra cosa! tambien voy a actualizar
"Bound to you" y "Te amare", los tengo casi listos, si alcanzo subo todo hoy,
sino entre hoy y mañana...y si nada de eso pasa es por que la mierda de iglu
que es mi casa, me congeló y he muerto...si estoy como Bella, toda una
drama queen!

En fin, las quiero!

Nos leemos!

muá!

- 156 -
Confesiones endulzadas

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

- ¡Lucas deja las cosas ahí! -grité, con la voz rezumando frustración.

Me sentía incapaz de comprender a que se refería la hoja de instrucciones, al


poner que la parte B debía ir unida a la C, por debajo de la F, que a su vez, estaba
conectada con la A. -Hijo por favor -agregué con cansancio-, ¡no te metas en la boca
la parte D!

Era nuestro primer verano sin salir de la ciudad y, aunque encontrar un día
soleado aquí, era casi tan difícil como hacer que Lucas me obedeciera, este verano
en particular, parecía desobedecer completamente a la norma de tiempo lluvioso.

Llevaban ya dos semanas de intenso calor, en donde el termómetro registraba un


alza de dos décimas en la temperatura. Algo realmente histórico y gracias a lo cual
la tienda de los Newton estaba volviéndose millonaria a base de las ventas de
piscinas y con Lucas no pudimos quedarnos atrás.

- Mami, yo voy a patinar en la piscina -dijo Lucas entusiasmado dando vueltas


alrededor de la goma azul que aún no era capaz de levantar del suelo.

Lo miré de reojo- Es para nadar -farfullé a penas, ya que con mi boca afirmaba
una pata de goma, para poder liberar una de mis manos y, así, limpiar la gota de
sudor que escurría por mi frente.

- 157 -
- No importa -replicó encogiéndose de hombros-. Yo quiero patinar.

Solté un suspiro caliente, y juro que quería apretarle el cuello, solo un poco, nada
que le hiciera daño- ¿Y por qué no me lo dijiste antes? -inquirí entrecerrando los
ojos-. Los patines los venden armados.

- Mami, quiero patinar en el agua -exclamó riendo, mientras me enseñaba unos


rollies que se abrazaban a sus pies.

- ¡Oh, no Lucas! ¡ni siquiera lo pienses! No te meterás con esas ruedas a la


piscina, o lo que sea que logré armar.

- ¿Por qué no?

- Porque se puede rajar el plástico y todo el esfuerzo de mami quedaría reducido a


nada.

- ¿Qué? -preguntó enarcando una de sus pequeñas cejas con gesto interrogante.

- Porque dije que no y se acabó. Fin del asunto.

- ¿Y la vaquita?

- ¿Ah?

- ¿Puedo meter mi vaquita?

- No.

- ¿Por qué no?

- Porque las patas de tu vaquita… -dije con esfuerzo, mientras levantaba la


segunda pata lateral, viendo por primera vez en más de una hora que la piscina
comenzaba a adquirir forma. Con un poco de suerte antes de cenar podría verla
lista.

- ¿Qué tienen las patas de la vaca?

- Son un poco filosas y si la pisas puedes romper la piscina.

- ¿Y mi torito? Ya no tiene patas, ¿me puedo meter con él?

- 158 -
A decir verdad, creo que lo hacía a propósito-. ¡No Lucas, no!, con nada. El toro
tiene cachos y esos también pueden dañar tu piscina.

- ¿Y mi…?

- ¡Lucas con nada! -exclamé exasperada- ya te lo dije, con nada. Fui clara y no
quiero que metas nada en la piscina. Nada ¿Entendiste? Ninguna cosa, nada.

- Solo quería el patito -murmuró bajando la cabeza y asomando de manera


exagerada su labio inferior formando un puchero.

- ¿El de hule? -inquirí alzando la cabeza para mirarlo bien. No soportaba ver su
cara triste.

- Ajá -balbuceó moviendo las caderas de un lado a otro.

- Ah bueno, con ese si puedes meterte.

Lucas gritó un emocionado ¡sí! y salió corriendo en dirección a la casa. Las


diabólicas ruedas habían quedado en el camino, sobre el césped. Al menos ya no
arruinarían la piscina.

-¿Necesita ayuda la signorina? -preguntó Antonio desde mi espalda. No tuve que


girarme ni nada, reconocería su voz en cualquier lugar, ese acento tan marcado, era
imposible obviarlo.

Sonreí y desde mi posición, arrodillada y con las rodillas llenas de tierra, el sudor
escurriendo por mi frente y seguramente apestando, lo miré. Por supuesto él se veía
impecable, informal, de sandalias y bermudas, el pelo mojado y sosteniendo una lata
de coca cola en una de sus manos.

-No me viene nada mal.

-Ten -dijo dándome la lata de refresco, fría, casi congelada. Me puse de pie y fue
en aquel momento cuando su aroma me vació el estómago. Conocía ese perfume,
era el mismo que usaba Edward. Dios, casi sentí ganas de abrazarlo, arrancarle la
ropa y quedármela para poder olerla. Sí, estaba realmente mal, ya que lo correcto
en esa frase, era hacer algo diferente a estar como un perro tras el rastro de su
amo, pero no podía evitarlo. Memoria emotiva le llaman, yo le digo estupidez,
masoquismo, ser una completa retardada…

-¡Listo! -exclamó de pronto Antonio sacándome de mi ensoñación, admirando su


- 159 -
obra realizada.

La cosa plástica azul, era en verdad una piscina. Realmente increíble.

-¿Cómo lo hiciste?

-Fiorella me hace armar toldos como loco, una piscina es cosa de niños -dijo, pero
algo en mi expresión debió alertarlo ya que de inmediato se corrigió-. Bueno, cuando
pasas rodeado de estas cosas. Cuando no, puede ser una pesadilla intentar armar
una.

-Como sea. Gracias.

Horas más tardes Lucas estaba sentado sobre las piernas de Antonio, con la
cabeza recostada contra su pecho, mientras el helado de chocolate escurría por sus
brazos. Ambos veían televisión, hablaban de todo y reían por nada. Todo dentro de
los parámetros normales en un dialogo entre un adulto y un niño de tres años y
medio, por eso no puse demasiada atención hasta que ya era demasiado tarde.

-Tigger tampoco tiene papá. Es como nosotros.

-La familia, Lucas, es quien te cuida y te protege. Tienes una mamá maravillosa,
tíos, abuelos.

- ¿Papá?

-Mi pequeño, tu mamá es como "Head and Shoulders", dos en uno.

-Quiero tener un papá, las familias tienen papás y yo no. Quiero uno, de verdad
-rezongó Lucas, por primera y única vez-. Con pilin.

¿Bastaría ponerme una salchicha en mi pantalón?...seguramente no.

Capitulo XVI

Confesiones endulzadas

Santísima. Mierda. ¡Oh, si! Santa y jodida mierda.


- 160 -
Lucas aún mantenía el resto de su cuerpo escondido tras la puerta, pero sus ojos,
verdes y brillantes, observaban la escena con una maravillada esperanza
reflejándose en ellos. Su sonrisa era tan amplia que me recordó al sombrerero y he
de confesar que por un segundo me asustó, solo hasta que sus cejas comenzaron a
alzarse con un gesto demasiado sugerente para alguien tan pequeño como él. Ahí
definitivamente sentí mucho más que pánico invadirme.

- ¡Lucas Antonio! -grité colocando ambas manos en mi cintura y golpeando el piso


con mi talón-. ¡Vete ahora mismo a la cama!

- Pero mamá…-rezongó formando un puchero.

Lo miré através de mis entrecerrados ojos, creando aquella mirada de "soy yo


quien manda" y repetí-; A la cama, ahora.

Estoy segura que cualquier persona que me viera, estaría segura que aquel
susurro con el terminé hablando era el clásico de un asesino en serie, esos que
esconden una sierra eléctrica en sus espaldas. Pero, Oh, vamos, era Lucas de quien
hablaba. Así que hizo todo lo que se supone que un niño de su edad haría.

- Mi mami tiene novio -canturreó saltando de un lado para otro-. Mi mami tiene
novio. Son novios -continuó, mientras Edward intentaba reprimir inútilmente la
risa-. Se dan besos. En la boca. De lengua.

- ¡Lucas! -vociferé caminando en su dirección. Lo tomé del brazo y lo encerré, casi


literalmente, en el dormitorio-. Hora de dormir -dije cogiéndolo en brazos para
meterlo dentro de la cama. Era eso, o aguantar la humillación a la que estaba siendo
sometida.

- ¿Son novios? -preguntó cuándo lo arropaba-. ¿Cómo tía Alice y el tío Jasper?, ¿o
como tía Rose con el tío Emmet?

Fruncí el ceño y continué arreglando su almohada- ¿Cuál es la diferencia Lucas?


-inquirí confundida-Y no, no somos novios -aclaré de paso.

- ¿Y los besos?

- El beso, Lucas -dije nerviosa, sentándome a su lado-. Uno. Singular.

Él muy sabelotodo me miró con sus enormes ojos fijos en los míos y la frente
ligeramente arrugada- ¿Sindudar, qué es sindudar?

- 161 -
Perfecto, no era capaz de explicarle que singular era uno, mucho menos sería
capaz de hacerle entender la relación que tenía con Edward. ¿Relación, Bella?
Siquiera era eso lo que teníamos. Digo, somos padres, ¿pero qué más?

Resoplé y sacudí mi cabeza antes de acercarme a él para besar su frente-. Solo


duérmete, ¿sí? -pedí. Aunque en realidad, mi entonación fue más bien una súplica.

- Pero no tengo sueño.

-Solo hazlo.

En el mismo instante que me puse de pie, Edward golpeó rítmicamente la puerta y


asomó su cabeza-. ¿Les parece si preparo algo de comer? -preguntó sonriendo
avergonzado.

Me acerqué a él y lo empujé fuera para que Lucas no pudiera oírme, cerrando la


puerta tras de mi.

- Edward, por favor, deja de comportarte como Maire Poppins. Eres su papá, no
una ancianita cariñosa que prepara pasteles.

Él ignoró mi sarcasmo y sonrió ampliamente, enseñando sus blancos y relucientes


dientes-. Maire Poppins no era ninguna ancianita -murmuró bajito y esbozó otra
sonrisa-, solo la envidias porque podía volar con un paraguas, eso es genial.

- Si, tan genial como una patada en el culo -mascullé rodando los ojos-. Estoy
segura que de niño nunca saliste a pasear y te la llevabas viendo televisión. Es
imposible que sepas tanto de musicales y anime.

-Cualquier idiota sabe quién era Maire Poppins -bufó sin dejar de sonreír.

Hijo de puta. Yo no era ninguna idiota.

-Yo no sabía -repliqué entrecerrando los ojos.

Su cara, hasta ese entonces, arrogante y risueña, se convirtió en una oda a la


burla y, por supuesto, el motivo de aquel cambio era yo. Me miró sin siquiera
pestañear antes de romper a reír a mandíbula batiente. Cambiar, si, por supuesto
que había cambiado; ahora era más imbécil que a los dieciséis años.

Tenía unas ganas terribles de golpearlo pero en cambio, y contra todo pronóstico,
me uní a sus risotadas.
- 162 -
Nos reíamos sin parar, es más, era como si cada carcajada incentivara al otro y le
provocara reír incluso más fuerte. Así estuvimos durante unos eternos segundos
antes de poder recuperar el aliento.

Cuando paré de carcajearme, Edward me miraba fijamente y una mueca extraña


tiraba su boca.

- ¿Qué? -acucié.

- ¿Antonio?

- ¿Qué pasa con él?

- ¿Lucas Antonio, en serio? -preguntó con su rostro ligeramente enrojecido. Jode.


Mi. Puta. Vida…de mierda. Esperaba que aquel sonrojo que adornaba sus mejillas
fuese por la risa y no por una furia asesina carcomiendo sus entrañas-. ¿Antonio?
¿De verdad? -prosiguió dejándome claro el porqué de aquella vena palpitando en su
frente-. No podías al menos llamarle, no se… ¿Eduardo?

-¿Eduardo? -repetí intentando con todas mis fuerzas no volver a romper en


carcajadas. Edward celoso me parecía tan adorable.

-Es mi nombre en español -aclaró, como si hubiese sido necesario-. A mí me gusta


-dijo cada vez más fastidiado. Estoy casi segura que su enojo se debía a mi cara
socarrona-. De todos modos es mucho más lindo que "Antonio, mago lechero de
mierda" -O, en efecto, se debía a que estaba celoso.

-No se llama Antonio por mi mejor amigo.

-¿Ah, no? ¿Y entonces?

-Aunque merito no le falta -murmuré bajito, solo que no lo suficientemente bajo,


ya que Edward "oído biónico" entrecerró amenazante los ojos-. Se llama Antonio por
su padre -me apresuré a aclarar-. Anthony me recordaba demasiado a Candy, así
que lo modifiqué, idiota. Y deja de llamarlo de ese modo.

-¿Cuál modo? ¿Mago lechero de mierda? -masculló con su voz rezumando


inocencia y haciendo ojitos. He de admitir que se veía realmente tierno- ¿O solo
Antonio? Da igual, no me interesa, ¿de verdad su segundo nombre es por mí?

-Si. Aunque no lo creas quería que estuvieras presente en su vida de algún modo.
Llamémoslo expiación de culpas.
- 163 -
-También podemos llamarlo amor -murmuró colocando sus manos sobre mis
caderas para atraerme a él, elevando ambas cejas sugerentemente.

-Expiación de culpas y no se hable más del tema -reiteré antes de enlazar mis
manos detrás de su cuello para luego besarlo.

Me parecía sacado de la dimensión desconocida todo lo que estaba pasando, con


la música misteriosa de fondo y todo. Era la primera vez que me atrevía a besarlo y
en verdad se sentía tan bien. Correcto.

Algo sucio, pero correcto.

-No puedo replicar nada a eso- murmuró Edward una vez separamos nuestros
labios. Una sonrisa tiraba de las comisuras de su boca, una genuina, no aquella
mueca arrogante y extraña que hacía cuando alzaba un solo lado. Se veían tan mal
cuando lo hacía.

-Tengo mis métodos. Ahora vamos a ir a la habitación de Lucas y aclararemos esto


-sentencié decidida, armada de un valor que nunca había sentido.

¿Qué otra opción tenía? Debía hacer lo correcto y además, conociendo a mi hijo,
debía tener los ojos como platos, luchando por mantenerse despierto.

Edward me miró asombrado, definitivamente no esperaba que yo hiciera eso-. ¿De


verdad?

-Si, y lo haremos de la mejor manera que una madre podría hacerlo.

Sus ojos se entrecerraron al tiempo que su frente se arrugó-¿Cuál? -inquirió


cauteloso. Lo cogí de la mano y caminé hacia las escaleras.

-¡Vamos por helado a la cocina!

Preparé los pocillos con dos copas cada uno, chocolate y vainilla. Los bañé en
salsa de chocolate y puse un barquillo sobre cada uno. Gritaban dulce y kilos de más
por donde se les mirara.

Edward estaba tan nervioso que en un momento sentí ganas de darle un puñetazo,
de hecho, últimamente sentía bastante seguido aquel impulso. Tal vez un día tendría
que hacerle caso.

-Y tu querías preparar galletitas -solté con sarcasmo, al ver como las manos de
- 164 -
Edward temblaban con la bandeja- ¿Los huevos pensabas ponerlos tú, gallina?

Me miró sin sonreír, de verdad se veía angustiado-. Estoy nervioso. ¿Tú no?

-Como la puta madre -confesé-, pero ¿qué se supone que debemos hacer?
-continué, encogiéndome de hombros-. Por favor dios, si estoy actuando bien
envíame una señal -rogué en silencio.

Estábamos frente a la puerta de mi dormitorio, abrimos la puerta tras contar


hasta tres, cuatro veces, pero para cuando logramos entrar a la habitación, los
únicos sorprendidos fuimos nosotros. Mi querido hijo no estaba en la cama.

Dejamos la bandeja sobre la cama y lo llamé-. ¡Estoy haciendo pis! -gritó de vuelta
desde el baño.

Aquello fue toda la señal que necesité para saber que estaba haciendo lo correcto.

Me metí en el baño y lo miré. Su cara se veía tan tierna, era tan parecido a su
padre, ¿Cómo no se había dado cuenta aún, si él era un niño sumamente inteligente?

-Lucas, tenemos que decirte algo.

-Dime, mami.

Mi corazón no palpitaba, estaba galopando. Las manos me temblaban y sentía a


ratos el cerebro atrofiado-Vamos al dormitorio, es una sorpresa.

Se subió rápidamente el pijama y corrió al dormitorio, donde Edward ya había


comenzado a comer y estaba sentado a los pies de la cama.

La mejor manera era confesarlo de largo, rápido. "La muela se saca entera, no por
partes que así duele más", solía decir mi padre, ahora entiendo a qué se refería con
eso

-Hay helado -dije a toda la velocidad que mi lengua me lo permitió-, de chocolate y


vainilla, con salsa de chocolate, Edward es tu papá y tiene galletitas.

-¡Rico! -exclamó Lucas, saltando sobre la cama. Se cruzó de piernas y cogió su


pote con helado-. Gracias, para el próximo beso quiero una cajita feliz -dijo con toda
inocencia metiendo la cuchara llena a su boca. De no haber confesado nada, estaba
segura que lo hubiese retado y ese helado jamás habría sido probado por él.

- 165 -
Edward estaba pálido. Le temblaba todo el cuerpo.

Lucas alzó de pronto la cabeza y bajó los hombros, junto a la cuchara vacía-.
¿Edward tiene galletitas? -preguntó confundido.

-No, él tiene pilin -contesté sintiéndome una completa idiota, mientras ambos se
miraban e increíblemente…se reconocían.

¿Que les pareció? Es tan Bella (por no decirle bruta) para hacer las
cosas...jejejeje...

Ahora ando un poco apurada asi que solo les aviso que restan el capitulo
siguiente, que es el final y el epilogo...buh! Me encanta la aceptacion que ha
tenido esta historia, amo a Lucas, a Antonio...a todos...a ustedes. Gracias
infinitas por siempre darse el tiempo de dejar un review...bueno, el capitulo
final ya está terminado asi que puede que lo suba en unos dos días más, asi
les doy tiempo a todas de leer y comentar en este.

Un beso gigante a todas. Por cierto, anoche actualicé "A song for the
lovers", asi que quienes quieran pasen por allá, y a las que aun no la
conocen, pues ¿que esperan? xD!

Ah! lo ultimo antes de irme...para las que me preguntaron, estoy


trabajando en el blog de Galerna, asi que el primer capitulo pienso subirlo
ahí. Ya está listo, asi que teniendo la pagina lista subo.

muá!

- 166 -
Final

Disclaimer: Los personajes no son mios, obviamente, pero la historia si,


prohibido copiar!

Summary: Edward Cullen siguió con su vida como tenía que hacerlo, sin saber
que detrás dejaba a Bella herida y con un hijo en camino. Ella por orgullo decide
ocultárselo, convirtiéndose en madre soltera. ¿Qué pasara cuando él vuelva a Forks
y se encuentre con su pequeña miniatura?

Capitulo XVII

Final

Los siguientes veinte minutos, a lo menos, fueron terribles. Trágicos. Del tipo que
incluye pañuelos, mocos, remordimientos, abrazos y reconciliaciones. ¿Qué puedo
decir? Soy un poco idiota cuando me pongo nerviosa, eso ya debería ser de
información pública. Y bueno, Lucas parecía ser más inteligente de lo que yo creía,
pues lo único que hizo fue gritar que al fin tendría alguien con quien compartir el
día de padres del kínder, se agarró a Edward y le quitó sus "galletitas". Según él,
debía ser recompensado por los terribles años de ausencia.

Pequeño granuja.

Luego de hacer dormir a un Lucas que tenía más glucosa que glóbulos rojos en la
sangre, por fin pudimos mirarnos con Edward y respirar. Él se encontraba al lado de
nuestro hijo y acariciaba su cabello con tanto cariño que por medio segundo me
sentí celosa. Soy humana, dios, no pueden juzgar mis pensamientos.

Rodé los ojos a mis incoherencias y volví a enfocarlos en Edward. Sonreí


débilmente cuando descubrí que en verdad llevaba todos estos años soñando este
momento. La pesada mochila que había decidido cargar, al fin me había dejado
descansar, ya estaba en el suelo y todo su contenido era ahora compartido.
Compartido con el hombre de mis pesadillas, las más bizarras pesadillas.
Obviamente eso nunca lo diría... a nadie.

Alcé una ceja y sonreí más abiertamente antes de preguntar-; ¿Un trago?

-Pensé que no tenías alcohol en tu casa -contestó Edward, acomodando la cabeza


- 167 -
de Lucas sobre su almohada, para luego ponerse de pie.

-Es solo para casos excepcionales.

-¿Soy un caso excepcional?

-¿Es en serio Edward? -inquirí sarcásticamente. Él era simplemente "el caso". De


mi vida, completa.

Lo vi sonreír y rendirse a lo que fuera que iba a decir-. Está bien, un trago -fue
todo lo que dijo. Luego me siguió, salimos y cerré la puerta.

Había comenzado a caminar por el vestíbulo con dirección a la cocina, cuando una
ligera nota molesta en la voz masculina que me habló llamó mi atención- ¿Pilin? -me
increpó Edward apenas salimos del dormitorio, tras dejar a un emocionado Lucas
durmiendo. Se veía realmente indignado cuando me giré a verlo-. Creía que me
recordabas mejor, ¿Qué es eso de pilin?

Lo miré ceñuda antes de que me dejara explicarle a qué me refería con eso. -No es
como que te recuerde demasiado.

-Ya lo harás. No te preocupes.

Reí y sacudí mi cabeza para negar. No podía creer que estuviéramos coqueteando
tan abiertamente, era casi como algo natural entre nosotros.

Continuamos nuestro camino hasta llegar a la cocina, Edward se acomodó en una


silla y apoyó sus codos sobre ella, mientras yo buscaba el vino-¿Sabes una cosa?
-dijo de pronto.

La última botella que tenía se la había llevado Fiorella. Mierda-. Sé


muchas-contesté. Saqué mi celular y rápidamente le mandé un mensaje; "Necesito
urgente mi vino".

-Eso ya lo has dicho demasiadas veces como para que me haga reír. No es
gracioso.

-No pensaba ser graciosa -repliqué dando media vuelta para poder verlo. Me
acerqué a la mesa, tomé una silla y me senté frente a él-, solo estaba constatando y
enfatizando un hecho.

-¡Oh, solo cállate y bésame! -exclamó alcanzando mis manos sobre la mesa.
- 168 -
-Antes dime lo que querías.

Entrecerró los ojos-. Eres una especialista en arruinar momentos, ¿sabías? -se
burló y luego resopló- Bueno, me resulta un tanto extraño imaginar cómo te las has
apañado para hacer todo esto sola. Imagino que debías odiarme demasiado para no
pedirme ayuda.

-Nunca te he odiado. Solo hay cosas que no quería enfrentar.

-Isabella yo odié cada uno de mis días en Nueva York. Detesté estar solo, me
sentía un fracasado, triste, te extrañé mucho… - Oh. Por. Dios… Edward estaba…
¿declarándose?- te admiro mucho.

Oh, oh. Eso no es lo que una mujer espera escuchar. "Te admiro mucho", era casi
o tanto más malo que "te quiero… como amiga". Lo peor; el silencio que envolvió y
la atmosfera en la que nos sumergimos tras eso. No podía creer como en solo unos
días mi percepción y las cosas que deseaba habían cambiado tanto. Hace solo una
semana atrás ni siquiera habría dejado que Edward se acercase a mí, y ahora
deseaba que se me declarara; era increíble la manera en que me volvía una
adolescente a su lado.

Tragué saliva e intenté mantener una expresión casual y desinteresada, no dejaría


que nadie me hiciera sentir así, me lo había prometido a mí misma. Aparté mis
manos y las puse sobre mis piernas, no quería que me tocara. Quería definir lo que
teníamos, pero oírlo decir eso, había matado rotundamente cualquier cosa que
pudiese decirle; era como si me hubiese abofeteado la cara. Y se atrevía a decir que
yo era una experta en arruinar momentos.

-Lucas estaba feliz -solté para desviar la conversación.

El rostro de Edward se iluminó al recordarlo -No puedo creer que lo hayas soltado
así de golpe. Sentí que el corazón no me iba a volver a latir.

-Pero funcionó. Ni siquiera lo pensé…solo lo hice -dije y solté a reír. En realidad


era bastante increíble el modo en que lo había dicho. ¿Aunque, después de todo, qué
era lo peor que podría haber pasado? ¿Causarle un daño irreparable y arruinar su
vida para siempre? Si, cabía esa posibilidad.

Op's…por suerte todo había ido bien.

Definitivamente debía comenzar a comportarme más responsablemente.

- 169 -
-¡Bella! -llamaron desde fuera. Conocía demasiado bien esa voz para saber que el
vino había llegado en tiempo record.

Al ver el rostro frente a mí fue inevitable preguntarme; ¿Por qué diablos no había
puesto timbre cuando tuve la oportunidad?

Fruncí el ceño. Se suponía que Fiorella debía traerlo, no Antonio. Mierda. No


estaba de humor para sudor y testosterona. Seguía oyendo el "te admiro mucho" en
mi cabeza.

-¿Qué hace él aquí? -preguntó Edward.

Me levanté de la silla y comencé a caminar hacia el vestíbulo-. Llego el vino


-anuncié-. Espérame un momento.

Seguí hasta llegar al pórtico. Antonio sostenía el vino en alto y me veía serio, no
enojado… solo serio. Abrí la puerta y salí arrepintiéndome inmediato de no haber
tomado antes un abrigo. Tirité antes de abrazarlo para saludarlo.

-¿Cómo va todo? -preguntó, apenas me separé de él.

¿Qué le podía responder? ¿En qué momento se había invertido todo? Mi relación
con Antonio era fácil y lo contrario con el hombre que me acompañaba en la cocina,
no al revés.

-Bien. Lucas sabe todo.

Juro que la cara de Antonio se mantuvo inmóvil, ni un solo musculo de su cara se


alteró, pero algo en sus ojos, debajo del brillo azul me dijo que no lo estaba. No
estaba bien, estaba triste.

-Te dije que no sería tan terrible -dijo guiñando un ojo.

Tenía el pecho tan apretado que pensé que estallaría a llorar de un momento a
otro. En mi cabeza todo estaba bien, pero en mi pecho, la sensación de haberlo
traicionado no quería abandonarme.

-No sé qué decir.

-Gracias me parece una buena idea -dijo sonriendo. Me entregó el vino y colocó
ambas manos detrás de su cabeza-. Fiorella estaba ocupada así que me envió a mí
-añadió. Su sonrisa era algo que me hacía sentir incluso peor. ¿Por qué debía ser tan
- 170 -
comprensivo?

Tragué en seco, sintiendo un miedo terrible de lo que venía. Lo conocía suficiente


para saber lo que haría.

-Antonio.

-Tranquila Isabella. Somos amigos -murmuró posicionando sus manos sobre mis
hombros. Primero uno me admira y el otro… ¡ah!- Solo tienes que saber que yo
siempre voy a estar para ti, pero considero que en estos momentos debo hacerme a
un lado.

Mi labio inferior se asomó demasiado, tanto como para considerarlo un puchero-.


Pero no quiero que nos dejes…no quiero dejar de verte y de compartir contigo…

-Signorina -suspiró pegando su frente a la mia. Nos quedamos unos segundos en


silencio y luego se apartó, pero sus manos permanecieron en mis hombros-. No te
preocupes, debes saber que siempre voy a tener las puertas de la tienda abiertas
para ti…

-Pero…¿y Lucas…?

Antonio sonrió con tristeza y yo creí que me derretiría contra el suelo. Lo quería
mucho, no como a Edward, pero era una parte de mi vida, una demasiado
importante y me hacía sentir tan egoísta lo que le quedaba a él.

-Esto lo hago por él -me aclaró-. Ni siquiera por ti.

Fruncí el ceño, confundida. No me hacía sentido eso-. ¿Cómo? ¿Por él? -Estaba
lista para bombardearlo con preguntas y con mi parloteo, pero antes de seguir
hablando, me acercó y pasó sus manos por mi espalda dándome un abrazo.

-Ustedes dos son mi familia -susurró en mi cuello-, esto es lo mejor para Lucas,
necesito hacerme a un lado para que pueda acercarse a su padre sin que tú te
preocupes por lo que yo pueda o no sentir.

Me atraganté y respiré pesado. Tenía un nudo de tristeza situado en mi


garganta… un nudo que no me permitió abrir la boca.

-Quédate tranquila, no me voy a ninguna parte, tienes mi número, conoces mi


dirección, si me llamas te voy a contestar y si necesitas que le parta el culo a ese
americano me avisas.
- 171 -
Reí-. Italiano arrogante.

-¿Entiendes que no está bien que siga dando vueltas por aquí? Al menos hasta que
Lucas se adapte a Edward…solo por un tiempo.

No quería admitirlo, pero tenía razón. Siempre tenía razón y yo pena, así nos
llevábamos. Envolví mis manos a su cintura y lo abracé apretado. Quería llorar y era
realmente absurdo; Antonio no había pasado más allá de ser mi amigo, pero durante
años se había convertido en un compañero, lo más cercano a una pareja que había
tenido en la vida. Solo nos faltaban el sexo y las discusiones…los enredos, los celos…

A decir verdad, creo que era mucho mejor que una pareja.

Éramos como Scully y Molder. Clark Kent y Chloe en Smalville…

Bella y Antonio…y Lucas…

-Lo entiendo -dije. Besé su mejilla y luego volví a abrazarlo apretado.

La campana de la puerta vibró produciendo un gracioso tintineo y pronto descubrí


que Edward acababa de unirse a nosotros. El mágico y triste momento acababa de
volverse tétrico.

Carraspeó innecesariamente fuerte. Era un exagerado.

"Te admiro mucho"

Me separé de Antonio aun con la garganta apretada y me volteé para ver a


Edward-.¿Resfriado? -me burlé alzando una ceja. Me abracé a mí misma para
recuperar el calor que había perdido tras separarme de mi amigo y me forcé a
sonreír. Estaba triste y era solo mi culpa, lo cual lo volvía incluso peor-. ¿Aún no te
acostumbras a este frío?

-Antonio -habló Edward ignorándome por completo. Inclinó ligeramente la cabeza


a modo de saludo, a mi parecer, bastante impersonal. Era la primera vez que lo
escuchaba llamarlo por su nombre-, entiendo que ustedes dos sean amigos, pero no
quiero que te acerques a ella así.

Hijo de puta. ¿Cómo podía pensar que lo amaba y al segundo siguiente querer
ahorcarlo con sus propias bolas?…o en su caso…la piel de ellas. Oh, mierda, era una
persona cruel.

- 172 -
-Edward no te metas.

Su cara se volvió roja-¿Qué? -exclamó alzando las manos al aire- ¿Acaso no has
escuchado nada de lo que te he dicho?

-¡Si, de hecho me ha quedado más que clara la "admiración" que sientes por mí!
-proferí enojada. No más falta de comunicación; ahora nos sobraban palabras para
gritarnos.

La boca de Edward se abrió de golpe y sus ojos se entrecerraron-¡Por supuesto


que te admiro! -exclamó viéndome como si fuese una tarada, en los términos de
nuestros eventos recientes, no estaba tan alejado de la realidad-. Eres la madre de
mi hijo, lo criaste sola, sea como fuesen las circunstancias que te llevaron a eso y
aun cuando las odie, hiciste un trabajo increíble. Es lógico que te admire, fuiste la
primera niña que me gustó de verdad, la única persona que me ha ganado una
partida de ajedrez y la única mujer de la que he estado enamorado. ¿Qué pensabas
cuando te dije que te admiraba?

¡Wow! Detengan la cinta y rebobinen- ¿Estuviste enamorado de mí?

Entrecerró los ojos y abrió la boca- ¿Lo haces a propósito? -inquirió asombrado-.
Solo oyes lo que tu desconfianza te permite. Yo te amo. ¿Quieres una pancarta y
pompones para que quede claro?

-Creo que yo no debería estar oyendo todo esto -masculló Antonio colocando su
mano en mi cintura para despedirse de mí. Lo miré y sonrió-. Ni tus vecinos
tampoco.

Me dio un beso en la mejilla y se despidió de Edward. Por supuesto él era muy


maduro; obviamente Edward hizo una mueca apenas este se fue. Idiota.

-Te amo -repitió en un susurro-, lo juro. Siempre lo he hecho.

Se acercó a mí con la cabeza agachas, pero sin perder nunca el contacto visual.
Estaba avergonzado, eso estaba claro. Yo también lo estaba.

Suspiré-.Tenemos que comportarnos como adultos. No podemos dejar que el


pasado nos convierta en adolescentes, ya crecimos.

-Yo crecí, tú quedaste a la misma altura -rió. Me abordó de un momento a otro y


me besó.

- 173 -
Un beso en toda la norma, suave, contorneando el borde de mis labios con la
punta de su lengua, luego apretado, entregándome todo lo que su boca había
pronunciado. Me besó con amor.

Y luego hicimos el amor.

-Tres veces -suspiré con los ojos cerrados. Tenía la espalda descubierta mientras
Edward paseaba las yemas de sus dedos por la línea de mi columna vertebral.

-¿Qué? -inquirió.

-Te gané tres partidos de ajedrez, no uno.

-En la ley ganaste uno, los otros dos te los regalé.

-Idiota.

-¡Mamá! -gritó de pronto Lucas desde nuestra habitación. Me puse de pie


rápidamente, pasé la blusa sobre mi cabeza y calcé mis jeans olvidando de paso la
ropa interior. Ultima vez, lo juro, esa mierda de costura raspa como nada más-
¡Papá! -exclamó luego que no le contesté. Edward de inmediato alzó la cabeza y me
miró, dejó su camisa donde estaba, asombrado o en shock, ambas quizás. Lucas se lo
estaba tomando exageradamente bien y natural.

-Antes de que te pongas a llorar voy a ir a ver qué tiene.

Dejé a Edward en la habitación antigua de mi padre y me apresuré por el


vestíbulo para llegar donde Lucas.

Descalzo y sentado en el suelo jugaba con un robot transformers. El pijama nuevo


estaba con las rodillas brillantes de tanto arrastrarse y había derramado yogurt en
el piso.

Fruncí el ceño ¿Estaba bien que lo retara?, o ¿debía darle tiempo para que
asimilara las cosas?

-Mamá ¿Dónde dormiste?

Y ahí se iba el tiempo de asimilación-. ¡Lucas, súbete a la cama!

-Te voy a acusar con mi papá.

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Me reí. Juro que no quería hacerlo, pero era eso o ponerme a llorar. Seguramente
siempre había querido un aliado que pudiese hacerme frente. Esto era perfecto,
desde ahora en adelante tendría que lidiar con dos sabelotodo.

Y su cara al decirlo; era tan pequeño pero con una seguridad tal, arrogante igual
que Edward, pero muy bien educado gracias a Antonio. Lo mejor de mis dos amores,
porque si, Antonio era un tipo de amor que no podía explicar, pero amor al fin y al
cabo.

-Que te subas a la cama… ¡AHORA! -grité.

Obviamente luego de casi desgarrarme la garganta, obedeció. De todos modos al


desayunar esa mañana el muy traidor me acusó con Edward y, por la tarde, lo hizo
con Antonio tras llamarlo por teléfono para contar las buenas nuevas. Soplón.

A la hora de las compras me vengué y en lugar de comprarle su saborizante de


chocolate, compré el de frutilla. Claramente no lo hice a propósito, pero de todos
modos sirvió de escarmiento; su lealtad me la debía a mí.

Ese fin de semana decidimos ir a pasarlo a la casa de "mis suegros", ya era oficial;
siempre había tenido un millón de motivos para decir que enamorarme de Edward
Cullen era un terrible error. Lo extraño en todo esto era que habiendo tantas
razones para no hacerlo, ahora no se me ocurría ninguna. Mucho menos luego de
que definiéramos el nombre de nuestra relación; éramos y siempre seriamos
"padres". Eso era algo mucho más fuerte que cualquier otra cosa.

Las noticia habían volado rápido y nadie quería esperar para ver a Edward ejercer
su rol de padre, en otras palabras; burlarse de su nula experiencia.
Sorprendentemente lo hizo bastante bien.

Ya era hora de la cena del domingo, todos estábamos reunidos en la mesa y


conversábamos de todo y nada. Lucas se encontraba en medio de Edward y yo y reía
sin parar por ver a Emmet hacer la imitación de una morsa, colocándose dos palitos
en la boca y haciendo un ridículo sonido. Mal día para encargar comida china.

Lucas reía y reía. No paraba. Y parecía contagiar a toda la casa, pronto todos nos
carcajeamos por su culpa. Era una alegría.

Luego de comer, conversó con Edward. Lo llamaba papá, papi, papito,


pá…paralapapiricoipi; por suerte no se le ocurrió nada más. Era bastante ingenioso,
tanto que en un momento intenté integrarme a la conversación que mantenía con su
"padre" y me cortó por completo; - Estas son cosas de chicos, mami -dijo.
- 175 -
Toda la mesa se quedó en silencio y me miraron, seguramente esperaban que
estallara la tercera guerra mundial, yo solo me reí. Ahora era feliz, podía compartir
mi felicidad con el causante de ella.

Entrecerré los ojos- ¿En verdad acabas de excluirme de tu conversación?

Lucas arrugó la frente- ¿Qué es eso? -preguntó bajito, dirigiéndose a su nuevo


aliado.

- Bueno, excluir es dejar fuera -explicó Edward, muy seguro de sí mismo-.


Exceptuar, quitar, prescindir, apartar…

No pude evitarlo y rompí a reír nuevamente, Edward parecía diccionario y Lucas


solo lo veía de lado y asentía. Conocía muy bien esa carita para saber que no tenía
idea de qué le decía su papá- Edward, Lucas solo tiene cuatro años, recuérdalo.
Basta con que le digas que no me quiere hablar.

- No fui yo quien dijo "excluir".

Idiota presumido.

Al volver por la noche a mi casa, Edward estacionó la camioneta y cargó a un


exhausto y dormido Lucas a su cama. Le puso el pijama, lo arropó y además de todo
dejó la ropa sucia en la canasta.

Salimos del dormitorio y cerramos la puerta desde fuera-. No sé de qué tanto te


quejas, esto es de lo más sencillo -murmuró Edward abrazándome desde atrás-.
Podría hacerlo con los ojos cerrados.

Oh, no. Ese no era camino seguro-. Tengo más cojones que tú, no me desafíes
Cullen.

Imitó un fracasado sonido de irritación-. Eso fue un golpe bajo Serene -reprochó-.
Es como cuando yo digo que tengo más busto.

Eso sí era un golpe bajo. Me di vuelta y me alejé un paso-. ¡No es cierto! Además
yo amamanté.

-Mmmm…gracias por la imagen mental -dijo riendo de lado- Por cierto, ¿probaste
tu leche alguna vez?

-Ni que tuviera una foto de niño perdido pegada al pecho.


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Alzó ambas cejas sugerentemente-. ¿Podría revisar si hay alguna foto pegada ahí?
-acució coqueto. Uno de sus dedos alcanzó mi sweater y lo abrió para dar una
ojeada- ¿Sin ropa interior? ¿Y eso en qué momento pasó?

-Sorpresa -exclamé elevando una ceja y frunciendo los labios- ¿Te gusta?

-Te amo -fue todo lo que respondió antes de besarnos.

Cada beso con él era como acercarse un metro más al cielo. Era sentirse amada,
deseada, era tener la certeza absoluta que los malos entendidos nunca volverían,
nuestro pasado nos había dado la madurez para afrontar una paternidad algo
extravagante, pero nuestra…juntos.

-¡Los pillé otra vez! -gritó Lucas corriendo por el pasillo. Descalzo.

Los tres.

-Voy a engraparte unas suelas a esos pies -dije fingiendo molestia.

Por supuesto, me ignoró. Sobre todo luego que Edward lo alzara en brazos.

-Ya me deben dos cajitas felices y una ida al zoo -enumeró Lucas, por los besos
que nos había pillado.

Al menos ya no le debía un papá; le había dado una familia.

Mama, papá y Lucas, felices y comiendo perdices.

Bueno perdices no, son muy pequeñitas, ¿Quién puede ser feliz comiendo un
pajarito tan pequeño? Yo no.

Pero decir "comiendo pollitos" no sonaba muy bien. Un momento, ¿las perdices no
son pequeñitas o sí? Creo que son las codornices…

El punto es que teníamos nuestro final feliz, un final que fue el principio de una
hermosa vida.

Fin.

tan tan...

- 177 -
y terminó!

no lo puedo creer...estoy tan agradecida con todas ustedes por haberse


dado el tiempo de leer, comentar, enviar mp's, agregar a favoritos, face,
twitter...de todo corazón, si bien tengo una sensación de penita por ver
como termina un largo proceso, estoy muy feliz de haber podido darle un
final a esta historia. Hay toda una (valga la redundancia) historia tras ella,
momentos de alegría, otros no tanto, tiempo, sobre todo tiempo, ese tan
escaso y que a veces insiste en huir de nosotras...inspiración que decide irse
de vacaciones a china...en fin...solo estoy divagando.

Agradecerles a TODAS Y CADA UNA DE USTEDES. Son el motor de esta


maquinita, sin lectoras no existe una historia...gracias a ustedes pueden
salir a la luz, de todo corazón; infinitas gracias por acompañarme y
hacermelo saber.

Este capítulo va dedicado a ustedes, con mucho cariño y espero que les
haya gustado. Antes de que lo pregunten; Antonio dice que es feliz,
tranquilas, en el epilogo ya está MUY feliz...

Bien y como no puedo irme sin dejar mi aviso de utilidad publica y porque
estoy tan apasionada en mis historias originales quería pedirles que pasaran
por mi blog, ya saben está en mi perfil, Me gustaría recibirlas ahí (es como
mi casa virtual) que lean y disfruten de las cosas que hago con mucho cariño
para ustedes.

Les dejo un abrazo gigante, un beso con labial rojo marcado en cada
mejilla y un trozo de mi alma en cada escrito...

Las adoro!

muá!

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