Las Adicciones No Existen

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Publicado el 05 de noviembre de 2013 en la categoría: Arte y Cultura

Joseph M. Fericgla es antropólogo, etnomusicólogo, etnopsicólogo y psicoterapeuta. Ha realizado


estudios de campo en Europa, el Kurdistan turco, en el Magreb y en la Alta Amazonia, es el fundador y
director de La Societat d’Etnopsicologia Aplicada i Estudis Cognitius y experto en drogas y enteógenos.
Aquí van algunos esbozos de diversas entrevistas sustraidas de internet:

¿Qué drogas has consumido?

Pues… Mira, vamos a ver, como estimulantes, café, té, cocaína, teobromina (o sea el principio activo del
chocolate, del cacao), hojas de coca en bruto, diversos tipos de metamfetaminas, de síntesis naturales
también. Luego, como estupefacientes he consumido pues opiáceos, varios tipos: morfimna, apomorfina,
codeína, opio natural. Alcohol, hachís, en varias formas, fumado, cocinado en pastelitos… Como
sustancias visionarias o enteógenos. pues LSD, psilocibina, mezcalina, 2CB, ayahuasca, dimetiltriptamina
pura, ergot, Amanita muscaria…

¿Cuál es tu posición en el debate en torno a la despenalización de las drogas?

Los políticos las prohíben porque es un magnífico negocio que estén prohibidas. Y es mucho más negocio
todavía que estén prohibidas precisamente porque el ser humano las seguirá consumiendo de todas
formas, entonces el precio puede multiplicarse y prácticamente todos los políticos de un cierto nivel para
arriba reciben beneficios del narcotráfico, de una forma o de otra, con lo cual, cómo la van a legalizar
¿no? Para mí éste fue uno de los descubrimientos más duros de mi vida, descubrir de pronto que la mayor
parte de políticos consumen drogas, y drogas ilegales además, no sólo drogas legales, que no hay mucha
diferencia químicamente, entre codeína que es legal y morfina que es ilegal por ejemplo. La clasificación
es una arbitrariedad, es como decir, las pizzas de pimiento son legales y las pizzas de gambas son ilegales.
Es una estupidez arbitraria como tantas otras.

Yo hago lo que tengo qué hacer y a veces he tenido discusiones con políticos de aquí y les he dicho,
“mirad vosotros haced vuestro trabajo y hacedlo lo mejor que podáis, yo he de hacer mi trabajo, yo soy
científico; entonces yo no me meto en lo vuestro y vosotros no me molestéis a mí, y yo como científico
voy a seguir haciendo mis investigaciones porque tienen que ver con el bien de la humanidad y no voy a
haceros caso por más tonterías”. Yo sé que puedo terminar en la cárcel, pero es mi vida, es mi integridad y
de todas formas pienso que mientras estén prohibidas vamos a tener que aguantar este negocio de unos
pocos en detrimento de todo el resto de la sociedad.

¿Cómo surgió tu interés por los enteógenos y la etnopsicología?

Desde que era adolescente me ha interesado la mente humana, cómo funciona mi mente, cómo construyo
yo el mundo, mi mundo de valores, de referencias perceptuales, en todo su enorme abanico. Entonces
primero estudié psicología, luego me di cuenta de que no servía prácticamente para nada. Estudié
neurología y luego antropología. Y mientras estudiaba antropología sucedieron dos cosas en mi vida que
la cambiaron. Una, que probé una dosis de LSD en la época de los jipis, digamos, en los años 70. Y luego
descubrí algo en antropología que nunca se dice pero es capital la importancia que tiene, es el hecho de
que 89% de sociedades no occidentales consumen sustancias psicoactivas, las que están prohibidas
precisamente, y que se las acusa de ser fuente de marginación, de delincuencia, de psicopatologías, de
trastornos sociales y personales… Resulta que estas 89% de sociedades, yo he hecho los cálculos, y son
todo contrario, son fuente de virtuosismo, digamos, son origen de aglutinamiento social, se celebran ritos
de cohesión social en torno al consumo de estas sustancias; se usan en ámbitos médicos, religiosos,
chamánicos, de procesos de educación y socialización…

Entonces esto a mí me dejó extrañamente sorprendido, el que estas sustancias que para nosotros desde
hace poco más de treinta años, o sea desde el año 60 aproximadamente, se han convertido en la propia
imagen del diablo, que en otras sociedades resulta que son Dios en la tierra, literalmente, son sustancias
sagradas.

Cuando probé LSD por primera vez, entonces entendí exactamente a raíz de qué era todo. O sea, que
realmente estas sustancias producen estados que se pueden comparar con la máxima beatitud o divinidad.
Entonces decidí que iba a dedicar mi vida a estudiar esto. Y lo primero que tuve que entender y hacer
entender a los demás en mi entorno, es que estas sustancias no son un problema, sino que pueden ser
tratadas como tema, no como problema. Así fue como surgió mi interés y a medida que fui leyendo más y
más, me fui dando cuenta de que no se puede hablar en absoluto de evolución de la especie humana sin
tener en cuenta estas sustancias.

El 89% de los pueblos de la Tierra toma sustancias psicoactivas potentísimas., y en el 11% restante ahí
estamos nosotros, los occidentales. Somos la excepción. Y agresiva, pues la imponemos a los demás
pueblos. Nosotros tomamos drogas de esclavos: son drogas para trabajar mucho y pensar poco. La cafeína
estimula los músculos, pero no el cerebro, y el alcohol embota la mente. Carajillo y cubata: perfecto
combinado para esclavos.

”Dime qué droga tomas y te diré quién eres” Cada sociedad ha crecido en función de una droga que la
impregna. Occidente, por el alcohol (desde hace dos mil años) :el alcohol genera agresividad y
egocentrismo. El islam, por el cannabis: Se sientan a la puerta de casa a esperar ver pasar por delante el
cadáver de su enemigo. El budismo oriental está impregnado de opio, la droga del extatismo, de la
estupefacción ante el universo. Los indios norteamericanos tabaco virgen, con mucha nicotina,
neuroestimulante: guerreros y visionarios. Al chocar con el blanco agresivo, guerra segura. ¡Sólo
exterminándolos los dominaron! Sobre los indios sudamericanos, conozco muy bien a los amazónicos.
Hace nueve años que convivo largas temporadas con los “shuar”, conocidos aquí como jíbaros. Es la
cultura de la ayahuasca, al tomarla, ven la selva llena de espíritus, de vida. Por ejemplo, toman ayahuasca
para “visitar” a parientes lejanos. Es en lo que creen, porque los jíbaros sólo creen en aquello que ven, en
nada más. Por eso dicen a los misioneros cristianos: “¿Cómo queréis hacernos creer en cosas que ni
vosotros mismos veis?” ¡Y se burlan de ellos!

Las creencias, o sea, las religiones, derivan de las drogas. Ciertas drogas han sido y son sustancias
sagradas para muchas culturas. Las que llamamos “enteógenos”, que significa “generadoras de Dios
dentro de uno”. No me refiero a los narcóticos, ni estimulantes, ni hipnóticos. No tienen nada qué ver un
estimulante con un narcótico, sea legal o ilegal. Enteógenos son la ayahuasca, el hongo peyote, los hongos
psilocíbicos, la seta “Amanita muscaria”, la datura, el LSD… ¡Hay muchas! Son drogas liberadoras de la
mente. Tomarlas supone hacer una excursión por la psique. La conciencia se modifica, se abre el
inconsciente. Los pueblos que ingieren enteógenos lo hacen en rituales muy serios. Si les dices que en
Occidente hay quien los toma como diversión de fin de semana, ¡no lo entienden! En el cristianismo, es
herencia de ritos griegos, de los Misterios de Eleusis. Allí se ingería cornezuelo (un enteógeno tipo LSD),
y eso pasó al cristianismo…, pero como placebo: es la hostia. Nuestra cultura contemporánea ha pasado
por el LSD: la iconografía del pop es efecto de esa droga. Y las discotecas intentan reproducir
mecánicamente sus efectos. Y del arte. Las visiones incluyen iconografías -espirales, curvas, líneas,
cruces…- que encontramos luego en los estampados de los tejidos, en los grabados de las vasijas…

¿Desde tu perspectiva cuál es la diferencia entre una experiencia mística a través de los enteógenos y una
experiencia mística sin ellos?

Estoy en contacto con un gran maestro de budismo zen. Una persona que ya es mayor y es un maestro
reconocido dentro del budismo zen y el tiene su propia comunidad y dirige un templo de budismo zen. Y
alguna vez que hemos tomado enteógenos juntos él me ha dicho que efectivamente, era lo mismo, pero
que le era incluso más fácil entrar en mundos que él ya conocía. Y que a él le ha costado mucho entrar a
estos mundos, mucho entrenamiento de muchas horas diarias, durante meses y años de su vida…

O sea, que en cierto aspecto ¿son una vía más corta?

Es una vía más corta y por tanto es más peligrosa también. Yo no quiero decir que no tengan peligro los
enteógenos. Tampoco quiero decir que el budismo o la meditación estén exentos de peligros, pero todas
estas técnicas de meditación siempre están dentro de escuelas. Lo que ocurre es que con los enteógenos lo
que éstos hacen es darnos mucha más información de nosotros mismos, como que de pronto abren las
compuertas del inconsciente, dicho en términos de psicología analítica, y la persona que lo está tomando
dispone de mucha más información emocional, biográfica y de otros tipos de sí misma. La palabra éxtasis
tiene etimología griega y significa literalmente “verse a uno mismo desde afuera”. Entonces, la
experiencia extática profunda, buscada por todo ser humano con más o menos conciencia de ello, es la
posibilidad que tenemos de vernos a nosotros desde afuera, y, por tanto, de observar nuestros
condicionamientos y los límites de nuestro propio ego. Los budistas hablan del testigo, esa conciencia
exterior que uno busca para poderse observar. Los sufís hablan de estar en el mundo sin ser del mundo
para referirse a la capacidad de verse. Los mayas precolombinos hablaban del ojo desencarnado. Y
cualquier técnica psicoterapéutica contemporánea occidental seria lo primero que busca es que el paciente
se pueda ver a sí mismo en sus conductas compulsivas para que vaya tomando conciencia de dónde
nacen.

Pero entonces hay que saber qué hacer con esta información. Y esto no es fácil, esto depende de lo
maduro que sea la persona, depende de la prestancia que tenga, de su propia sabiduría vital, digamos, y
esto no se improvisa, porque a veces tanta información de pronto en la mente, de la parte oscura de la
mente, produce estados de ansiedad o de angustia o de trastorno de diversos tipos… Pero esto también es
lo que también tiene de bueno, el abrir estas compuertas que es lo que llaman el mundo místico, como que
de pronto en el mundo interior desaparece la guerra civil habitual que todo el mundo lleva. La neurosis de
pelearse unas pulsiones internas con otras, y esto es hacia lo que van llevando las técnicas religiosas de
meditación y el éxtasis o la sensación de trance extático. Uno se siente dentro de una nube de inmensa paz
y de gran trascendencia de su propia vida.

Entonces éste es el problema que hay con los enteógenos, que hay que saberlos tomar. El problema es que
son ilegales, pero yo estoy empeñado en crear una escuela para esto.

¿Cómo defines tú la adicción?

Para mí no existe la adicción. Bueno, existe una adicción física, pero esto se sabe que la persona más
adicta en diez días su cuerpo está limpio. Y luego está lo que se llama adicción psicológica, que todas las
personas que tratan toxicómanos dicen: “no, esto es el problema, la adicción psicológica”. Pero para mí la
adicción no existe. Lo que realmente hay, en términos más estrictos desde el punto de vista descriptivo,
son comportamientos compulsivos. O sea, comportamientos que a la persona algo le obliga a hacerlos
incluso dándose cuenta de que van en contra de sus propios intereses.Y todo comportamiento compulsivo
es lo mismo, en el fondo da igual si es al sexo, a las máquinas de echar monedas, alguna sustancia
psicoactiva, el trabajo, una secta… Lo importante es el comportamiento compulsivo, no a la cosa a la que
está enganchada la persona. Entonces todo comportamiento compulsivo lo que hace es estar llenando
algún vacío interior de la persona, emocional, existencial, depende, algún vacío interior. La adicción lo
que hace es llenar el espacio de este vacío interior, y lo que hay que hacer no es cortar con la adicción,
sino que lo importante es descubrir qué es el vacío de cada persona, de dónde surgió el vacío. Entonces en
cuanto la persona lo pueda llenar, automáticamente dejan el comportamiento compulsivo porque ya no
tiene espacio.

La ayahuasca es apropiada en este sentido, porque nos hace viajar hacia el pasado. Sirve para ver lo que
está pasando dentro de uno. Es como coger el inconsciente y darle la vuelta para que salga todo lo que
está ahí encerrado. También he aprendido a hacer análisis de sueños entre los indios de la amazonía que
tienen un complejo sistema de analizar sueños, y con ancianos kurdos también, y por supuesto de acuerdo
a nuestra psicología analítica.Yo les ayudo a que construyan su propio sistema de autoconocimiento, les
explico muy a menudo cómo funciona nuestro inconsciente, cómo funciona nuestra psique, cómo
funciona nuestro sistema nervioso…

Es fantástico porque en unos meses las personas pasan de vivir de forma desordenada a descubrir, de
pronto, que su existencia tiene un sentido profundo. Conocen el vacío interior en el que estaban viviendo
y han sido capaces de descubrir el origen de sus problemas. Se atreven a mirar a su abismo cara a cara y
muchos de ellos consiguen llenarlo porque encuentran su lugar en el mundo. Entonces, el problema de
conducta compulsivo desaparece.

A las personas nos cortan la vida las promesas que nos hemos hecho cuando éramos pequeños. Si alguien
nos humilla de niños prometemos que nunca más vamos a permitirlo; si sentimos que nos abandona
alguien querido prometemos que nunca más nos van a abandonar y, por lo tanto, nunca más queremos a
nadie para no volver a sentimos en manos de otra persona. Esas son las cosas que nos cierran a la vida.
Por eso es delicado tomar enteógenos. Tampoco puede uno ir rompiendo su sistema cada dos por tres. Yo
diría que son substancias mucho menos delicadas de lo que los prohibicionistas nos quieren hacer creer y
un poco más delicadas de lo que creen los jóvenes que las toman en discotecas para divertirse. Las drogas
son poderosas. Por eso hay que enseñar a usarlas, como hoy hacemos con el alcohol o los fármacos, o
nuestros abuelos con la adormidera. ¡Seamos adultos! Debería haber escuelas para aprender a tomar
drogas.

La cultura desempeña un papel importante en la forma en que vemos el mundo, influencia cómo
pensamos e incluso determina nuestra forma de actuar. Una persona que nace en una cultura puede
desarrollar una forma de pensar muy diferente a alguien que ha nacido en una cultura diferente.

Hace poco el psicólogo social Richard Nisbett compartió una parte de su extensa investigación sobre
cómo las mentes occidentales y orientales difieren en muchos aspectos, desde la forma de pensar hasta la
percepción y las normas sociales y la estructura política.

Uno de los descubrimientos más interesantes se refiere a que los occidentales tenemos la tendencia a
centrarnos más en los objetos y desarrollamos un pensamiento analítico, mientras que los orientales se
centran más en las relaciones y tienen un pensamiento holístico.

Todo parece indicar que los occidentales nos centramos más en los objetos, nos interesa identificar las
propiedades, categorizarlas y descubrir las leyes y principios que rigen su comportamiento. Por eso, a
menudo rompemos las cosas para intentar entenderlas, y asumimos una perspectiva más reduccionista o
atomista.

Esta forma de pensar es una de las razones por la cual la cultura occidental ha realizado importantes
avances en la lógica, la ciencia y la tecnología. De hecho, la ciencia se basa precisamente en aislar
variables y comprobarlas en ambientes controlados donde todos los demás factores se mantienen
constantes.

Al contrario, los orientales se centran más en las relaciones que se establecen entre las cosas, se interesan
por descubrir la interdependencia y asumen que siempre están a mitad del camino de la verdad. Esta
forma de ver el mundo les permite ser más flexibles, dependiendo del contexto o situación.

Por eso, la cultura oriental suele ser más abierta a las paradojas y contradicciones, a los fenómenos que no
siguen las reglas ordenadas y específicas que ha establecido Occidente sobre cómo funciona el mundo.

Por supuesto, esto no quiere decir que todas las personas de una cultura piensen de la misma manera, pero
son patrones generales que se aplican a muchos de sus integrantes. Tampoco se trata de que un tipo de
pensamiento sea mejor que el otro ya que ambos son complementarios y tienen sus propias ventajas y
desventajas.

Enfoque analítico vs. Enfoque holístico

Para comprobar si los occidentales se centran más en los objetos y sus propiedades, y los orientales en las
relaciones entre los objetos, este psicólogo ideó una serie de experimentos muy interesantes.

En un estudio, a los asiáticos y a los americanos les mostraron dos fotos similares y se les pidió que
encontraran pequeñas diferencias entre ellas. Algunas de las diferencias estaban relacionadas con el
objeto (como una parte faltante del avión) y otras estaban relacionadas con las relaciones (como dos
aviones más cercanos). Los resultados mostraron que los americanos eran más propensos a identificar las
diferencias relacionadas con el objeto, mientras que los asiáticos solían notar las diferencias en las
relaciones.

En otro estudio, a los participantes les presentaron películas animadas en las que se apreciaba una escena
bajo el agua con peces, plantas, piedras y otros elementos de fondo, como una rana y un caracol. Se les
pidió que describieran la escena. Todos los participantes indicaron los objetos que aparecían en el primer
plano, pero los asiáticos eran más propensos a mencionar los elementos de fondo y también describían la
escena en su conjunto.

Este tipo de estudios sustentan la idea de que los occidentales tenemos una "visión más estrecha" cuando
exploramos nuestro entorno, lo cual se debe a que le prestamos mucha atención a los objetos en particular
y a sus propiedades, mientras que los orientales tienen una "visión más amplia", logran ver las relaciones
entre los objetos y el medio ambiente.

Pensamiento categorial vs. Pensamiento relacional

Según la investigación de Nisbett, los occidentales tenemos la propensión a agrupar objetos formando
"categorías", mientras que los orientales suelen agrupar las cosas en términos de "relaciones".

En un experimento muy sencillo, a estudiantes universitarios asiáticos y estadounidenses les dieron una
serie de fotografías en las que debían elegir qué objetos podían corresponder entre sí, como este ejemplo
que aparece a continuación.

¿Qué figura se ajusta mejor al toro que aparece en la parte inferior? Tómate un minuto para responder.
La mayoría de los estadounidenses eligieron el "pollo" porque incluyeron a ambos en la misma categoría:
"animales". Sin embargo, la mayoría de los asiáticos escogieron la "hierba" porque buscaron una relación:
"el toro se come la hierba".

Una vez más, este experimento muestra cómo los occidentales se centran más en los objetos, sus
propiedades y categorías, mientras que los orientales prefieren centrarse en las relaciones, el contexto y el
medio ambiente.

Reglas vs. Paradojas

Según Nisbett, los occidentales solemos ser muy estrictos cuando se trata de aplicar la lógica y las reglas.
Esto proviene de nuestra tendencia a agrupar las cosas en categorías basándonos en sus propiedades.

Haz este pequeño ejercicio: ¿A qué grupo crees que pertenece la flor en la parte inferior?
En este experimento, la mayoría de los orientales pensaban que la flor pertenecía al Grupo A, pero la
mayoría de los occidentales pensaban que la flor pertenecía al Grupo B.

La flor muestra el "aire de familia" del Grupo A (tenía pétalos redondos y una hoja). Sin embargo, la flor
compartía una regla con el Grupo B: los tallos son rectos, no curvados.

Esto demuestra que los occidentales aplicamos la ley de identidad (A es A) y la ley de la no contradicción
(A y no-A son imposibles). Sin embargo, los orientales suelen ser más abiertos frente a las paradojas y las
contradicciones (A veces A es A, y a veces no es A).

De hecho, una representación del "pensamiento paradójico" de la cultura oriental es el popular símbolo de
Yin y Yang, que ilustra cómo todo está compuesto, en parte, por su opuesto.

Ser fijo vs. Ser dinámico

Dado que los occidentales nos centramos en los objetos y sus propiedades, tendemos a ver nuestro “yo”
como algo más fijo e invariable, independientemente de la situación. Los orientales, al contrario, se
consideran más dinámicos y cambiantes, según la situación.

De hecho, en la Psicología Social existe lo que se conoce como "error de atribución", un fenómeno que
hace referencia a la tendencia de las personas a darles un peso excesivo a los factores de personalidad
para explicar el comportamiento de alguien, en vez de analizar los factores situacionales. Según Nisbett,
los occidentales somos más susceptibles a este sesgo de los orientales.
Para demostrarlo, ideó un experimento en el cual les contó a los participantes una historia sobre un
hombre que iba corriendo para no llegar tarde al trabajo y se negó a darle a un dólar a un vagabundo.
Cuando les pidieron que buscaran una explicación a ese comportamiento, los occidentales tendían a
catalogar a este hombre como egoísta, mientras que los orientales solían tener en cuenta la situación y
aducían que tenía prisa.

En práctica, los occidentales pensamos que tenemos una personalidad fija: "Yo soy el que soy" y "ellos
son lo que son" sin importar la situación. Pero los orientales consideran que tienen una personalidad más
dinámica y comprenden que pueden actuar de manera diferente dependiendo de la situación.

¿Qué podemos concluir?

En realidad, ninguna forma de pensamiento es correcta o incorrecta, cada una nos da una perspectiva
diferente del mundo y de cómo interpretarlo. Una perspectiva es más estrecha y analítica, mientras la otra
es más amplia y holística. Cada una nos conducirá por un camino diferente.

Obviamente, habrá situaciones en las que necesitaremos aplicar el pensamiento analítico, centrado en los
detalles, mientras que en otras circunstancias necesitaremos un pensamiento más flexible, amplio y
holístico.

Lo más importante es saber qué tipo de pensamiento ponemos en práctica normalmente, para poder
desarrollar una nueva perspectiva que nos enriquezca.

Fuentes:

Por: Noemí Maza


Fuente: entretantomagazine

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Nisbett, R. (2003) The Geography of Thought: How Asians and Westerners Think Differently. Nueva
York: Free Press.
Nisbett, R. & Masuda, T. (2003) Culture and point of view. PNAS; 100(19): 11163–11170.

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