Aristoteles

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c.

Aristóteles y “Acerca del Cielo”

Según Friederich Solmsen, conocido filólogo y experto en la Grecia clásica,


la obra de Aristóteles «Peri ouranou», “Acerca del cielo”, se originó como
comentario polémico al “Timeo” de Platón, por lo que la utilizaremos como
referencia fundamental para estudiar su propuesta cosmológica que, tal como
hemos señalado, estuvo vigente hasta los comienzos de la modernidad.
Complementaremos el análisis de la cosmología aristotélica consultando
primariamente su “Física” cuando sea necesario clarificar o profundizar en
algunos conceptos y, de manera puntual, sus obras “Acerca de la generación y
la corrupción”, “Metafísica” y “Meteorológicos”.
Aristóteles señala, para el término “ouranou” (cielo), tres significados distintos,
a saber:
- El firmamento, o esfera donde están situadas las estrellas fijas, que
constituye el orbe extremo del universo
- El cuerpo contiguo al orbe extremo donde se encuentran la luna, el
sol y algunos astros (es decir, los planetas)
- El cuerpo que incluye la totalidad de lo englobado por el firmamento,
es decir, al universo (to pán).
Esta última acepción es la que se utiliza en la obra que vamos a analizar, que,
por tanto, trata acerca del universo entendido como totalidad.

1) Libro I: La perfección del universo


Aristóteles comienza estableciendo que la ciencia de la naturaleza trata
sobre los cuerpos (“soma”), sus movimientos y sus magnitudes. La forma de los
cuerpos, no su materia, es perfecta por definirse a partir del número tres, lo que
significa, que con tres dimensiones se alcanza la perfección de los cuerpos. En
cualquier dimensión que nos movamos, se da una continuidad hasta llegar al
Todo; los cuerpos, quedan limitados por lo contiguo y son divisibles. Solo el
universo (“to pán”) es necesariamente perfecto. Esta tesis aristotélica, aunque
se inspira en los pitagóricos, es ligeramente distinta, ya que niega la posibilidad
del punto, al carecer éste de toda magnitud. Los pitagóricos asignan el uno al
punto, el dos a la recta, el tres al plano y el cuatro al volumen. Aristóteles parte
de la recta como magnitud primaria a la que asigna el número uno, y por tanto
asigna el dos al plano y el tres al cuerpo. En resumen, el universo está constituido
por todos los cuerpos, que forman un continuo material, y que son a su vez
divisibles en sus partes, sin llegar nunca a partes sin magnitud (puntos). El
universo, por tanto, es un “plenum” material formado por cuerpos contiguos y
divisibles a su vez en partes corporales (formalmente perfectas, es decir, de tres
dimensiones). Una consecuencia lógica del sistema aristotélico es la inexistencia
del vacío (entendido como ausencia total de ser), tal como se desarrolla en los

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capítulos 6 a 9 del libro IV de la Física. Como veremos, no todas las propuestas
cosmológicas niegan la posibilidad del vacío entendido como “no ser” o nada
absoluta. Sin embargo, hay otra consecuencia del sistema aristotélico, que sí
podemos postular como candidato a invariante epistémico, que es el rechazo a
la acción a distancia, que se postula en la física contemporánea como “principio
de localidad” y que el estagirita expresa de la siguiente manera:

«Lo que mueve y es movido tiene que estar en contacto»102

Aristóteles parte de la constatación empírica del movimiento y lo hace


consustancial a la naturaleza, tal como afirma en el inicio del Libro III de la Física:

«Puesto que la naturaleza es un principio del movimiento y del cambio, y


nuestro estudio versa sobre la naturaleza, no podemos dejar de investigar qué
es el movimiento; porque si ignorásemos lo que es, necesariamente
ignoraríamos también lo que es la naturaleza».103

Todos los entes naturales tienen en sí un principio de movimiento. El


universo es un todo compuesto de cuerpos en constante movimiento y cambio;
es necesario por tanto estudiar el movimiento para poder comprender la
naturaleza, que es principio del movimiento. El movimiento está referido a las
cosas en relación al lugar (“topos”), concepto que Aristóteles también precisa
en el libro IV de su Física donde se pregunta sobre él. El lugar tendría parecido
con la forma si fuera lo que inmediatamente contiene un cuerpo, pero también
se puede relacionar con la materia, pues parece ser la extensión de la magnitud,
pero el hecho de que el lugar se pueda separar de las cosas le lleva a rechazar
estas dos posibilidades:

«Pero no es difícil ver que el lugar no puede ser alguna de estas dos cosas,
pues la forma y la materia no son separables de la cosa, mientras que el lugar
puede serlo»104.

El concepto de lugar es distinto de la cosa que ocupa el lugar; los


cuerpos tienen materia y forma, mientras que el lugar no. Aristóteles define el
lugar como relaciones entre las cosas, una categoría primariamente epistémica
sin más realidad ontológica que marcar el límite entre los cuerpos:

«Ahora bien, si el lugar no es (…) ni la forma ni la materia ni una extensión


que esté siempre presente y sea diferente de la extensión de la cosa desplazada,
el lugar tendrá que ser (…) el límite del cuerpo continente <que está en contacto
102
(Aristóteles, Física, 1995, págs. VII,2)
103
(Física III,1,200b13-15).
104
(Física IV,2,209b22-25)

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con el cuerpo contenido>. Entiendo por cuerpo contenido aquello que puede
ser movido por desplazamiento».105

Vemos que Aristóteles rechaza la idea del tercer género planteado por
Platón (la khôra), que a veces se confunde con el concepto de lugar (topos),
descartando cualquier realidad ontológica relacionada con el lugar y, por ende,
del espacio geométrico:

«Así, por estas razones se ha supuesto que el lugar es algo distinto de los
cuerpos y que todo cuerpo sensible está en un lugar. Y podría parecer que
Hesíodo hablaba con razón cuando hizo del Caos la realidad primordial, cuando
dice: Lo primero de todos fue el Caos, luego Gea, de amplio seno como si
tuviera que haber un espacio primordial para las cosas, pues pensaba, con la
opinión común, que todas las cosas tienen que estar en un “donde”, tener un
lugar. Si así fuera, el poder del lugar sería maravilloso, anterior a todas las cosas;
porque aquello sin lo cual nada puede existir, pero que puede existir sin las
cosas, sería necesariamente la realidad primaria; pues el lugar no se destruye
cuando perecen las cosas que hay en él».106

En consecuencia, podemos decir que el concepto de lugar como


categoría epistémica relacionada con la geometría, es un candidato a invariante
epistémico, pero no así el concepto de espacio como un género anterior y
necesario para que se den los cuerpos, que requiere una justificación ontológica.
Para Aristóteles ambos conceptos son equivalentes, y no tienen realidad
ontológica. El lugar es meramente el límite entre cuerpos contiguos.
En la conceptualización de los movimientos naturales, Aristóteles
identifica dos tipos de movimientos simples de los cuerpos en relación a un lugar
dado, a saber, los rectilíneos y los circulares y afirma que todos los movimientos
de la naturaleza se pueden descomponer en estos dos tipos. Postula que el
movimiento de los cuerpos simples debe ser simple, por lo que los cuatro
elementos (cuya justificación está en el Libro III) deben tener movimientos
simples: los elementos simples agua y tierra, tienen un movimiento rectilíneo
descendente y los elementos simples aire y fuego, un movimiento rectilíneo
ascendente. Del análisis de los elementos y sus movimientos naturales, llega a
la conclusión de que falta un quinto elemento, al que denomina éter, que es el
correspondiente al elemento simple circular. Al ser el movimiento simple circular
más perfecto que el rectilíneo, argumenta que el éter es anterior y eterno, pues
el movimiento circular no tiene principio ni fin. El cuerpo que se mueve según
ese movimiento es inalterable. Este razonamiento está en la base de la
concepción de los cuerpos celestes, que no estarían sujetos a generación ni

105
(Física IV,2,212a1-10)
106
(Física IV,1,208b27-209a)

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corrupción por no estar compuestos por ninguno de los cuatro elementos.
Serían, por tanto, inalterables, incaducables e impasibles, y constituirían el
ámbito de lo supra-lunar, que es perfecto y eterno, lo que sería consistente con
lo percibido empíricamente por distintas razas de hombres:

«pues en todo el tiempo trascurrido, de acuerdo con los recuerdos


transmitidos de unos hombres a otros, nada parece haber cambiado, ni en el
conjunto del último cielo, ni en ninguna de las partes que le son propias»107

Como podemos ver, el lento cambio de los fenómenos a escala


astronómica los hace aparecer en las civilizaciones antiguas como inmutables y
eternos, y, por tanto, el material del que están compuestos los astros sería el
elemento simple cuyo movimiento natural sería el circular, no sujeto a
generación ni corrupción alguna. Los astros tendrían, por tanto, una naturaleza
divina.
En los capítulos 5 a 7 del libro I, se argumenta sobre la necesaria finitud
del universo, en base a la imposibilidad de los movimientos circular o rectilíneos
de cuerpos simples infinitos. De la inexistencia de cuerpos simples infinitos, se
deduce la inexistencia de cuerpos compuestos infinitos y, por ende, la finitud
del universo. La tesis acerca de la finitud del universo será objetada en
propuestas cosmológicas posteriores, por lo que no constituye un invariante
epistémico.
A continuación, se deduce la unicidad del universo, partiendo del
postulado de que no hay naturalezas simples distintas a las que conocemos, lo
que necesariamente obliga a un único centro y una única periferia para el
desarrollo de los movimientos naturales de los cuerpos simples. La unicidad del
universo es una “éndoxa”, o principio generalmente aceptado por todos los que
estudian la cosmología. Sin embargo, la mera posibilidad de rechazo de este
principio nos permite rechazar epistemológicamente la pretensión de que la
cosmología como ciencia se identifique con la ontología.
Por último, en los capítulos 10 a 12 del Libro I se argumenta que el
universo es ingenerado e incorruptible y, por tanto, es eterno:

«Pues el límite que abarca el tiempo de la vida de cada uno, fuera del
cual no hay por naturaleza nada más, ha sido llamado “duración” (“aión”) de
cada uno. Por la misma razón, el límite de todo el cielo y el que abarca todo el
tiempo y toda su infinitud es su duración, que ha tomado dicha denominación
del hecho de “existir siempre”, inmortal y divino».108

107
(Aristóteles, Acerca del cielo, 1996, pág. 53)
108
(Aristóteles, Acerca del cielo, 1996, pág. 88)

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El concepto de tiempo y su naturaleza está tratado en la Física, donde se
comienza admitiendo la dificultad que supone:

«Que [el tiempo] no es totalmente, o que es de manera oscura y difícil de


captar, lo podemos sospechar de cuanto sigue. Pues una parte de él ha
acontecido y ya no es, otra está por venir y no es todavía, y de ambas partes se
compone tanto el tiempo infinito como el tiempo periódico. Pero parece
imposible que lo que está compuesto de no ser tenga parte en el ser»109

Parece claro que, si la existencia es la pura presencia, el tiempo no tiene


una existencia como la de los cuerpos, y estrictamente hablando se puede
pensar que sólo existe un universo que se mueve continuamente. Ni el pasado,
ni el presente ni el futuro tienen entidad, sino que las entidades están en
permanente proceso de movimiento y cambio, son “enérgeia”, es decir, son
ser-en-acción (pero las entidades también son ser-en-potencia o “dynamis”).
Entonces el “ahora”, considerado en sí mismo, es estrictamente indivisible,
se puede pensar como el límite del pasado donde no hay nada de futuro
coincidente con el límite del futuro donde no hay nada de pasado; entonces,
así considerado, en el “ahora” nada puede estar en movimiento, ni tampoco
en reposo. Analógicamente, el “ahora” equivaldría al punto en una recta y
tanto el movimiento como el reposo se dan en el tiempo. 110
Aristóteles identifica el tiempo con el número del movimiento:

«Es evidente, entonces, que el tiempo es número del movimiento según el


antes y el después, y es continuo, porque es número de algo continuo».111

Sin embargo, esta definición plantea dos dificultades:


- En primer lugar, podría deducirse que sin una inteligencia que
asigne el número, no existiría el tiempo que es número del
movimiento.
- En segundo lugar, ¿de qué movimiento el tiempo sería número?
La solución que da Aristóteles a estos problemas es que el tiempo es siempre
el mismo para todos los movimientos, y que no depende de la inteligencia,
sino de que los movimientos sean numerables:

«Entonces el movimiento circular uniforme es la medida por excelencia,


porque su número es el más conocido. […]. Por eso se piensa que el tiempo es
el movimiento de la esfera, porque por este son medidos los otros
movimientos, y el tiempo por este movimiento».112

109
(Aristóteles, Física, 1995, págs. 10,217b34-218a2)
110
(Aristóteles, Física, 1995, págs. VI,3)
111
(Aristóteles, Física, 1995, págs. IV,11,220a24-25)
112
(Aristóteles, Física, 1995, págs. IV,14,223b17-23)

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Naturalmente, la relación del tiempo con el movimiento de las esferas
vuelve a aparecer como un candidato a invariante epistémico. El número del
movimiento no es dependiente de una inteligencia que numere, sino que, el
propio movimiento circular natural constituye una referencia numerable; por
ejemplo, el día tiene la misma duración para todos los movimientos que
suceden en la Tierra y se constituye en el marco de referencia desde el que
podemos asignar números a todos ellos, aunque sean de naturaleza y
duraciones distintas. Además, el concepto de antes y después para determinar
el número de movimiento prefigura el concepto de flecha del tiempo: el
devenir se desarrolla invariablemente desde el antes hacia el después; de
nuevo la flecha del tiempo aparece como un candidato a invariante
epistémico, entendiendo que el origen de la flecha temporal es el “antes” y su
destino es el “después”. El tiempo es como un río que no se puede remontar y
que fluye siempre hacia el “después” que marca cada “ahora”, que no se
puede sujetar.

2) Libro II: Acerca del cielo


El segundo libro comienza afirmando la unicidad y eternidad del universo,
entendida ésta en el sentido de una duración infinita, es decir, sin comienzo ni
fin. El no tener fin equivale a tener un ser inmortal; la naturaleza divina del
universo y su ser inmortal no es producido por su tendencia al sumo bien, como
afirmaba Platón, sino que es consustancial con el propio ser eterno del
universo; para Aristóteles, en consonancia con la cultura griega, no estaba en
duda la inmortalidad del universo, por ser su naturaleza divina, y para él, su
tesis sobre la inmortalidad del universo es más consistente con esta naturaleza
divina que atribuirla a la bondad de un artesano que lo hubiera generado, en
clara crítica al planteamiento del Timeo (para Aristóteles el sumo bien es lo que
justifica el movimiento circular y eterno del cielo). El movimiento perfecto, no
generado y no corruptible del firmamento está producido por la tendencia
eterna hacia el sumo bien. El movimiento del universo queda así
teleológicamente justificado.
El universo eterno contiene un tiempo que en sí es infinito; es el tiempo de
los números que se corresponde con el infinito virtual tal como lo define Alain
Badiou113. El universo finito, está en constante movimiento en un infinito virtual
que es numerable. Por muy grande que sea el número, éste siempre es finito,
como lo es el universo en cada momento. El movimiento circular, eterno, no
generado, incorruptible e insensible a toda contrariedad no tiene límite, sino
que es él mismo el límite de todas las cosas.
Naturalmente, esta tesis prefigura una posible aporía: si el universo es
finito y eterno, los movimientos circulares no presentan problemas; sin

113
(Badiou, 2019, págs. 36-37)

79
embargo, los movimientos ascendentes y descendentes de los cuerpos simples
sometidos a un tiempo eterno llevarían a una acumulación de los mismos, o
bien en el firmamento o bien en el centro del universo. La solución que da
Aristóteles a este problema es postular una “materia prima” común a los cuatro
elementos, que pueden transformarse, los unos en los otros, mediante
procesos que denomina de generación y corrupción y que trata
específicamente en el tratado con este nombre, donde los sitúa en el mundo
sublunar:
«¿O su materia es la misma en un sentido, pero distinta en otro? En
efecto, lo que subyace en un momento cualquiera es lo mismo, pero no es el
mismo su ser [319b]». 114
Aristóteles introduce, de manera indirecta, el principio epistemológico de
perspectiva del observador, que se mantendrá (explícita o implícitamente) a lo
largo de toda la historia de los conocimientos empíricos. E introduce los
conceptos fundamentales de lo que será el sistema de coordenadas euclídeo,
al objetar la primacía de la “derecha” y la “izquierda” formulada por los
pitagóricos, y razonar la necesidad de incorporar las tres dimensiones de los
cuerpos en el análisis de los movimientos del universo: además de “derecha”
e “izquierda”, hay que considerar “delante” y “detrás” así como “arriba” y
“abajo”. Esto supone identificar seis principios para el movimiento, contra los
dos propugnados por los pitagóricos basados en el movimiento del cielo (de
“derecha” a “izquierda”).
Sin embargo, Aristóteles utiliza un criterio ontológico para asignar
preferencia a la longitud (“arriba” y “abajo”) que está determinada por el eje
que une los polos de la gran esfera celeste, siendo el polo principal el de las
estrellas del polo sur que no se mueven y el secundario las estrellas que no se
mueven que configuran el polo norte. De esta manera, el movimiento natural
de rotación del firmamento sería situar el orto de los astros en la derecha, con
un movimiento hacia la derecha, si nos situamos mirando al polo sur celeste.
Este movimiento sería consistente con la costumbre de los banquetes griegos
de pasar la copa de vino al comensal situado a la derecha, lo que corresponde
a un movimiento levógiro, es decir, contrario al de las agujas del reloj. El polo
invisible desde el hemisferio norte, es decir, el polo sur, constituye para
Aristóteles el “arriba”, punto de referencia fundamental de la esfera del
universo. Implícitamente Aristóteles asigna forma esférica a la Tierra, al dividirla
en dos hemisferios, lo que posteriormente justifica con argumentos lógicos y
basados en la observación. En definitiva, la esfericidad del firmamento donde
se encuentran las estrellas fijas y su movimiento único de rotación circular se
postula a partir de la observación empírica del firmamento, y es el punto de
partida para la construcción conceptual del cosmos aristotélico.

114
(Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción, 1998)

80
El estagirita justifica a continuación la esfericidad del universo como un todo
partiendo del principio de que lo uno y lo simple son anteriores por naturaleza
respecto de lo múltiple y lo compuesto. De acuerdo con este principio, el
círculo es anterior a cualquier otra figura plana y la esfera sería la primera de
los sólidos.
Adicionalmente, solo una esfera girando permite pensar un todo coherente;
en efecto, cualquier representación del universo basada en un poliedro que
gire, trazaría un todo que abarcaría el ser y el no ser en los movimientos de sus
aristas; y lo mismo sucedería con figuras de tipo ovoidal o de tipo lenticular.
Como vemos, Aristóteles parte de la totalidad del universo como un Uno
que contiene todo el ser. Fuera del universo no hay ser, lo que hace que la
esfera donde están las estrellas fijas tenga que ser absolutamente perfecta,
«torneada con una precisión tal que no tienen parangón con ninguna cosa
salida de la mano del hombre»115 y su movimiento es regular, uniforme y
eterno. El universo en su totalidad es el cuerpo primero, lo que le permite
criticar la teoría planteada en el Timeo que afirmaba que todos los elementos
están compuestos con triángulos más primordiales. Para Aristóteles, esto iría
en contra de la primacía del uno, ya que el triángulo es en sí mismo una díada
(por sumar sus ángulos dos rectos) y sería imposible construir con ellos tanto la
figura del círculo plano, como la esfera perfecta que se identifica con el Uno.
El movimiento del firmamento es la medida de todos los movimientos, a causa
de su naturaleza continua, regular y eterna. Ahora bien, ¿cómo se justifica que
este movimiento sea en un único sentido y no en el contrario? Para ello, se
introduce el principio de que la naturaleza siempre realiza la mejor de las
posibilidades. En este caso, la opción mejor es clara: un movimiento simple,
uniforme y en el sentido que corresponde hacia el lado más digno (el
equivalente a la entrega de las copas de vino en los simposios, es decir,
levógiro). Vemos que, en el ámbito de los principios y las hipótesis, no solo se
están teniendo en cuenta argumentos de tipo numérico y geométrico, sino
también preferencias derivadas de la propia cultura griega. Veremos que, a lo
largo de la historia, la ciencia no se restringirá al uso de principios matemáticos
o lógico-matemáticos, sino que también se seguirán empleando principios
relacionados con la eficiencia y la simplicidad, así como principios de
naturaleza estética e, incluso, ética. Este hecho constituye un candidato a
invariante epistemológico y trataremos más adelante la dificultad que supone
tratar de eliminar completamente este tipo de referencias en las teorías
científicas.
Lo expuesto corresponde al primer cielo, donde están situadas las
estrellas fijas, pues en los cielos inferiores se combinan más movimientos para
componer el movimiento final que observamos, con la Tierra ocupando el centro
de la gran esfera que constituye el firmamento. El movimiento de los astros

115
(Aristóteles, Acerca del cielo, 1996, pág. 123)

81
situados por debajo de las estrellas fijas es tratado por Aristóteles en el capítulo
8 del libro L de la Metafísica, donde cuestiona los modelos homocéntricos de
26 esferas de Eudoxo y de 33 esferas de Calipo, postulando la necesidad de 55
esferas concéntricas, pero de ejes distintos, para dar cuenta del movimiento del
Sol, la Luna y los cincos planetas (estrellas errantes).116Los cuerpos celestes no
estarían dotados de movimientos propios, sino que serían movidos por las
esferas. Un argumento importante para esta explicación es negar la existencia
de la música producida por la armonía de las esferas planteada tanto por los
pitagóricos y por Platón. Esta música no se oye simplemente porque no se
produce, ya que los planetas son arrastrados por las esferas como un barco es
arrastrado por la corriente. El ruido del barco al navegar solo se produce si este
se mueve en relación a la corriente, no si es arrastrado por ella.
Los cuerpos celestes son esféricos y son similares unos a otros. Un
argumento fundamental para ello es la esfericidad observada de la luna y las
formas de los eclipses parciales de sol. Sin embargo, el argumento principal que
se plantea se deriva de la tesis sobre la ausencia de movimiento propio de los
astros que exige que estos adopten la figura menos móvil; para Aristóteles, esta
figura es la esfera, por no tener ningún asidero que facilite su movimiento.
Aristóteles establece que los astros errantes están más alejados de la Tierra
que la Luna, en base a la observación a simple vista de la ocultación de Marte
por la Luna (datado por Kepler en el 4 de abril de 357 a.C.) y a las observaciones
realizadas históricamente por egipcios y babilonios, e incluye al Sol entre los
cuerpos más cercanos a la Tierra. Los astros errantes estarían entre la esfera de
las estrellas fijas y las esferas del Sol y la Luna con la Tierra situada en el centro.
La complejidad de los movimientos de los astros errantes (planetas) suscita dos
tipos de preguntas:
- ¿Por qué cada uno de ellos sigue una única órbita mientras que el
firmamento está plagado de estrellas?
- ¿Por qué es menor la complejidad, medida en número de
movimientos circulares, de las órbitas del Sol y la Luna, que están más
alejadas del firmamento y más cerca del centro, que la de los astros
errantes?
La respuesta que da Aristóteles a estas preguntas es de naturaleza ética en base
al esfuerzo necesario para alcanzar el principio más divino que constituye el bien
último: el primer cielo lo alcanza directamente con un solo movimiento, y el
esfuerzo para alcanzarlo es mayor en los astros errantes que hacen más
movimientos para acercarse a la esfera de lo divino, mientras que los astros que
están próximos a la Tierra no lo intenta en absoluto.
En cuanto a la Tierra, se argumenta que está en el centro del Cosmos a causa
de que es el movimiento natural del elemento más pesado que es el elemento
tierra. En los procesos de generación y corrupción, el elemento agua está

116
(Aristóteles, Metafísica, 2014, pág. 497)

82
encima del elemento tierra y tiende también hacia el centro, mientras que el aire
se aleja del centro, así como el fuego, que es el elemento más ligero.
Se establece que la Tierra es esférica, como confirma el ángulo de caída
de los graves que no caen en trayectorias paralelas, sino que se dirigen al centro
de la Tierra que es, también, el centro del Universo; adicionalmente, se dan
como argumento la sombra de la Tierra en los eclipses de luna, que siempre
genera una convexidad en la superficie de la Luna. A continuación, se dan los
argumentos para rechazar cualquier movimiento de rotación alrededor de su
eje, por lo que la Tierra estaría en reposo en el centro del universo. Aristóteles
señala que los matemáticos han calculado que el tamaño del círculo máximo de
la Tierra es de cuarenta miríadas de estadios. Aunque el cálculo es erróneo, pues
supone un tamaño casi del doble que los mejores cálculos actuales, el orden de
magnitud es sorprendentemente adecuado. Por otra parte, de la observación
del cielo desde distintos lugares de la superficie terrestre, se justifica que el
tamaño de la Tierra es muy pequeño comparado con el tamaño del universo y
con las distancias de los astros más cercanos a su centro. Este hecho, permitió
que en el siglo III a.C. Erastótenes, aprovechando la formalización de la
geometría euclídea, realizara el cálculo del tamaño del círculo máximo de la
esfera terrestre con un error tan solo del 15% sobre los cómputos actuales;
Erastótenes utilizó como hipótesis que el Sol está tan alejado de la Tierra que
sus rayos llegan en paralelo a los distintos `puntos de su superficie y que la Tierra
tiene forma esférica perfecta, y midió empíricamente el ángulo de incidencia de
los rayos solares sobre la superficie de la Tierra en Alejandría y Asuán. El uso de
modelos matemáticos aproximados, junto con la obtención de datos empíricos,
para calcular magnitudes cosmológicas constituye un candidato a invariante
epistemológica en la historia de la cosmología.

83
3) Libro III: Sobre los elementos y su generación
Una vez establecida que la naturaleza del primer cielo, compuesto por las
esferas del firmamento y los astros, es el éter, ingénito e incorruptible, se pasa
a discutir la cuestión de si se existe o no la generación y corrupción de los
cuerpos y los elementos que componen el mundo sublunar, postulando dos
parejas por su naturaleza: el par leve (fuego y aire) y el par grave (agua y tierra).
Aristóteles parte del hecho incuestionable de que todos los cuerpos
naturales manifiestan tener gravedad (movimiento natural hacia abajo) y/o
levedad (movimiento natural hacia arriba) y rechaza el planteamiento
pitagórico de que los números sean la base de la naturaleza, por no tener
dimensión ni peso.
También cuestiona el planteamiento del Timeo basado en que todos los
cuerpos son generables a partir de superficies triangulares elementales. El uso
de superficies para componer sólidos, sería equivalente al uso de líneas para
componer superficies, que su vez sería equivalente al uso de puntos para
componer líneas. Pero los puntos carecen de dimensión y peso, por lo que su
composición también carecería de ello. Este razonamiento es crucial en
Aristóteles y supone un rechazo radical a la matematización de la naturaleza.
Discutiremos más adelante el problema que supone el paso de los entes
matemáticos (invariantes en el espacio y en el tiempo) a una naturaleza en
devenir en el marco que supone el espacio y el tiempo. Aristóteles lo
argumenta en la Física117, donde diferencia entre lo sucesivo, lo que está en
contacto, lo contiguo, y lo continuo.
Lo primero es lo sucesivo, dos entes del mismo género están en
sucesión (“ephexês”) si una cosa está después de otra sin nada del mismo
género entre ellas, por ejemplo, dos casas sucesivas, pueden tener un jardín
en medio de ellas, pero no otra casa. Lo sucesivo está claramente relacionado
con la numeración, cada número es anterior al siguiente que le sucede.
Se dice que dos entes están en contacto (“haptesthai”) cuando sus
extremos están juntos, por ejemplo, la túnica que está en contacto con el
cuerpo.
Cuando dos cosas están en sucesión y en contacto, diremos que son
contiguas (“echómenon”). Obsérvese que entonces los entes tienen que ser
del mismo género, por ejemplo, dos casas que se tocan.
Por último, tenemos el concepto de continuo (“synechés”) que sería un
subconjunto de lo contiguo en los casos en que los límites en contacto no solo
se tocan, sino que son uno y lo mismo. La continuidad se puede producir de
muchas maneras, y hace que los continuos constituyan un todo unitario.

117
(Aristóteles, Física, 1995, págs. VI,1)

84
La unión natural sería lo último en generarse, pues es obvio que lo que
no está en contacto no constituye una unión natural, pero el contacto es previo
a dicha unión que sería continua.
En base a estos conceptos el estagirita afirma que es imposible que lo
continuo (i.e. los cuerpos) estén hechos de componentes indivisibles. Todo lo
grave y que tiene dimensión sería divisible. Entonces el punto que es
indivisible y no tiene peso ni dimensión alguna, no podría ser el componente
último de la naturaleza. Vemos que, para Aristóteles, el universo en su
totalidad es finito, pero infinitamente divisible, sin que los componentes
esenciales fueran entes matemáticos como el punto o los números, por carecer
de dimensión y peso. Más adelante discutiremos este problema y su relación
con el concepto de infinito actual planteado por Badiou.
Otro argumento en contra de la tesis de los elementos triangulares del
Timeo es la inconsistencia que se produce al transformarse un elemento en
otro, pues, por ejemplo, triángulos con gravedad pasan a ser triángulos con
levedad por la mera conversión formal de un cuerpo grave en un cuerpo leve.
Resumiendo, los elementos no pueden reducirse a ser ni superficies
(triángulos) ni números.
Entonces, cabe preguntarse: ¿De qué cuerpos hay generación? ¿Cuáles
de esos cuerpos son elementos (es decir, principios constitutivos de todos los
cuerpos)? ¿Cuántos elementos hay y de qué clase?
Para Aristóteles, elemento es aquel cuerpo que no es formalmente
(aunque sí materialmente) divisible en otros cuerpos. La continuidad de la
naturaleza es, entonces de la materia y no de la forma. Los elementos están
intrínsecamente presentes en los cuerpos compuestos, si bien en potencia y no
en acto.118 El estagirita rechaza, en dialéctica con las propuestas de los físicos
griegos, que los elementos sean infinitos y también que sea uno solo. A
continuación, establece que los elementos no son eternos, y acepta la tesis de
Empédocles de que los elementos son indivisibles, pero pueden disolverse
completamente sin que nunca lleguen a dividirse. Esto significa que los
elementos serán generables y corruptibles, y además solo habrá un número
limitado de elementos mayor que uno. Si aceptamos que todo elemento se
genera a partir de algo, debemos rechazar la generación desde lo incorpóreo,
pues postularía un vacío separado. Además, los elementos no se pueden
generar a partir de otro cuerpo, pues exigiría que ese cuerpo fuera también un
elemento. En conclusión:

118 Si los elementos persistieran en acto, no habría verdadera combinación: «Nosotros, en cambio, afirmamos que, si hay
combinación, necesariamente lo combinado debe ser homeómero, y que, así como la parte del agua es también ella agua, lo mismo
debe ocurrir con la parte de la mezcla. Si, por el contrario, la combinación fuera una combinación de pequeñas partículas, no
ocurrirá nada de esto, sino que los ingredientes solo estarán combinados desde la perspectiva de la percepción sensible [328a10-14]»
(Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción, 1998)

85
«Y puesto que no es posible que se generen ni de algo incorpóreo ni de
algo distinto, <sólo> queda que se engendren mutuamente [305a32-35]»119

Este planteamiento, que podríamos denominar como principio de


conservación de los elementos, podría considerarse la primera formulación del
principio de conservación de la energía, también formulado como principio de
conservación de la materia. Por ello lo consideramos candidato a invariante
epistemológico.
La generación recíproca es la clave de bóveda que explica las
transformaciones en el mundo sublunar. Dado que las transformaciones exigen
el contacto, se parte del análisis del catálogo de las contrariedades de los
cuerpos tangible mismos, que establece en siete pares120; el par pesado y
liviano, no es ni activo ni pasivo, por lo que no participa en el proceso de
transformación; son el par caliente y frío, que es activo, y el par seco y
húmedo, que es pasivo, los candidatos a participar en la acción recíproca que
subyace a los procesos de transformación; el resto de las diferencias tangibles
son derivadas. Los cuerpos simples estarían formados por la combinación de
estas cuatro cualidades elementales (“stoicheîa”)121:

«En efecto, el fuego es caliente y seco, el aire caliente y húmedo (pues el aire
es casi un vapor), el agua fría y húmeda, la tierra fría y seca, con lo cual las
diferencias se distribuyen entre los cuerpos primarios y su número responde a
un orden lógico [330b 3-6]».122

Así, Aristóteles establece las diferencias de los cuerpos simples en base a «sus
afecciones, sus efectos y sus potencias»123, después de rechazar que la
transformación entre cuerpos simples se produzca por mera separación, según
plantearon Empédocles y Demócrito, así como que la transformación sea un
mero cambio de forma.
Cabe destacar su rechazo a las tesis del Timeo, basadas en las formas
geométricas de los elementos, pues no solo impiden la continuidad dentro del
Todo, sino que impiden la transformación del elemento Tierra en los demás
elementos124.
Es la eterna interacción entre las cualidades contrarias de los cuatro elementos
que comparten una misma materia prima lo que justifica el incesante proceso
de generación y corrupción en el mundo sublunar.

119
(Aristóteles, Acerca del cielo, 1996, pág. 190)
120
«Las contrariedades correspondientes al contacto son las siguientes: caliente-frío, seco-húmedo, pesado-liviano, duro-blando,
viscoso, desmenuzable, áspero-liso, grueso-fino [329b 16-20]» (Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción, 1998)
121
Esta palabra también se utiliza para los elementos
122
(Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción, 1998)
123
(Aristóteles, Acerca del cielo, 1996, págs. 370b-20)
124
«En efecto, los cuatro géneros de cuerpos parecían tener su origen unos de otros, pero esto era una apariencia incorrecta, ya que
los cuatro géneros se generan de los triángulos que hemos elegido: tres proceden de uno solo, el que tiene los lados desiguales, y el
cuarto es el único que se compone del triángulo isósceles [54c]» (Platón, Timeo, 2010)

86
Libro IV: Sobre la gravedad y la levedad
Este libro constituye una investigación sobre lo grave y lo leve, entendidos
ambos como la capacidad de un ente de moverse naturalmente de algún
modo; en el libro IV se señala que este concepto se ha manejado con un
criterio relativo, es decir, un cuerpo puede ser más grave o más leve que otro
que, por tanto, es más ligero. Sin embargo, Aristóteles pretende investigar lo
grave y lo leve sin más, es decir, en sentido absoluto, y liga este concepto con
el hecho observado tanto de la caída de graves, como de la ascensión en
sentido contrario de cuerpos ligeros como el fuego. Estos dos movimientos
están determinados por el centro del universo, que coincide con el centro de
la esfera terrestre, y determinan la existencia de un “arriba” y un “abajo” en
oposición a lo expresado en el Timeo.125 El “arriba” coincide con la esfera del
firmamento y lo leve, en sentido estricto, es aquello que se desplaza
naturalmente hacia “arriba”. El “abajo” coincide con el centro del universo, y
lo grave, en sentido estricto, es aquello que se desplaza de forma natural hacia
él. De las tres clases de movimientos que señala Aristóteles en el libro V de la
Física, estos movimientos no serían ni por accidente (“katà symbebêkós”), ni
por cambios en alguna de sus partes (“katà méros”), sino que sería
primariamente por sí (“kath’hautò prôton”). Aristóteles se opone a la tesis del
Timeo de unicidad de la materia, compuesta por triángulos elementales, pues
esa tesis le lleva lógicamente a que no sería posible lo grave y lo ligero en sí
mismo, lo que iría en contra de sus observaciones.
Podemos afirmar que en estas consideraciones ya está presente el debate
sobre la naturaleza de la gravedad, que sigue abierto en la actualidad. Este
debate constituye, en nuestra opinión, un candidato a invariante
epistemológico.
Aristóteles compara el movimiento de cambio de lugar o de traslación, con
los otros dos tipos de movimiento (de cambio cualitativo y de cambio
cuantitativo) para examinar si la causa del movimiento está en las cosas
mismas, o fuera de ellas, y rechaza el principio de que lo semejante va a lo
semejante como causa del movimiento de cambio de lugar. Lo grave y lo leve
tienen en sí mismos el principio del cambio, por estar su materia más cerca de
la entidad, como lo muestra que la traslación es propia de cuerpos
independizados. Aunque la traslación sea el último movimiento en lo que a la
generación se refiere, sin embargo, sería el primer movimiento considerado
desde una perspectiva entitativa. Eso significa, que siempre que se genera un

125
«En efecto, si suponemos un sólido en equilibrio en el centro del universo, nunca se trasladaría hacia ninguno de los extremos, a
causa de la absoluta semejanza entre ellos. Asimismo, si alguien marchara en círculo alrededor de él, permanecería muchas veces en
las antípodas y llamaría al mismo punto del sólido abajo y arriba. Por tanto, al ser el universo esférico, como acabamos de decir, no
es propio de alguien sensato decir que un lugar está abajo y otro arriba [63a]» (Platón, Timeo, 2010, pág. 291)

87
elemento a partir de otro, si es ligero va hacia arriba, y si es grave va hacia
abajo.
Lo grave sin más es aquello para lo que es natural el movimiento de
traslación hacia el centro del universo; en sentido escrito sería la tierra que no
tiene ligereza alguna. Lo leve sin más sería aquello para lo que es natural el
movimiento hacia arriba, alejándose del centro del universo; en sentido
estricto, sería el fuego que no tiene gravedad alguna. El resto de los cuerpos,
incluidos el agua y el aire compartirían las dos características. Este movimiento
de cambio de lugar se produce por traslación al lugar propio natural de cada
cuerpo (por supuesto, Aristóteles reconoce otro tipo de movimiento de
cambio de lugar de carácter violento que siempre es producido por causas
externas).

4) Conclusiones
En resumen, la cosmología aristotélica postula la unicidad del universo, que
incluye todo el ser y es finito. Fuera del cosmos no hay nada, por lo que el
universo no está en ningún lugar, el concepto de lugar siempre será el de un
cuerpo en relación con el universo. El universo es el marco espacial donde están
todos los cuerpos.
La forma del universo es la más perfecta y se corresponde con la esfera
formada por el firmamento donde se encuentran las estrellas fijas. Este
planteamiento es consistente con la percepción de la bóveda celeste en una
noche estrellada, que nos aparece con forma semiesférica y que hoy sabemos
que constituye un efecto óptico causado por la elevada distancia a la que están
las estrellas, lo que anula la capacidad de situar objetos tridimensionales que
tienen nuestros dos ojos. Dentro de la esfera del universo hay una continuidad
de los cuerpos, que siempre son divisibles, no alcanzándose nunca un cuerpo
indivisible (átomo), por lo que el vacío, entendido como no ser, no se da en
ningún modo, pues siempre hay cuerpos más o menos densos o sutiles. Esto
significa que hay un infinito oculto en la cosmología de Aristóteles, que es la
posibilidad ilimitada de dividir a los cuerpos sin encontrar nunca un cuerpo
indivisible.
El universo se subdivide en dos grandes regiones, a saber, la sublunar,
que es la que se encuentra dentro de la esfera inferior de la Luna y la supralunar,
que es la comprendida entre la esfera del firmamento y la esfera inferior a la
propia Luna, que quedaría así incluida en esta región.
La región supralunar comprende las 55 esferas que explican el movimiento
homocéntrico de los siete astros (Sol, Luna y cinco planetas) así como la esfera
exterior de las estrellas fijas, que es absolutamente perfecta. En la región
supralunar los movimientos son circulares, sin comienzo ni fin. No ha sido
generada y es imperecedera e indestructible; su movimiento se justifica por la

88
tendencia natural al sumo bien. El movimiento de la esfera exterior se transmite
a las esferas interiores.
La región supralunar está compuesta por un quinto elemento, que es el
éter126, cuyo movimiento natural es el circular. La razón es que por su propia
naturaleza es imposible que esté compuesto por ninguno de los cuatro
elementos postulados por Empédocles.
En definitiva, la región supralunar es perfecta, su movimiento no tiene
principio ni fin ni experimenta cambios, al carecer el éter de contrarios, por lo
que no puede producirse cambio alguno, aparte de su puro movimiento circular.
Es un movimiento de lo mismo a lo mismo, que por tanto permanece inalterado
en el mismo lugar. Por esta razón, en los Meteorológicos se sitúa el movimiento
de los cometas y estrellas fugaces en la región sublunar, dentro de la atmósfera
que llena la región sublunar.
La región supralunar es eterna, es decir no tiene comienzo ni fin en el tiempo,
pero además es atemporal, es decir, no está sujeta a cambios temporales, razón
por la cual constituye el marco perfecto para medir el tiempo de los movimientos
que se producen en la región sublunar.
El tiempo no constituye una dimensión material, mientras que el espacio
donde están los cuerpos tiene tres dimensiones donde se dan las extensiones
de los cuerpos, siendo la longitud (“arriba” y “abajo”) la dirección privilegiada
por corresponderse con la dirección natural del movimiento de los cuatro
elementos. Es la extensión de los cuerpos lo que da consistencia material al
universo, por lo que el espacio tampoco tiene entidad material para Aristóteles.
La región sublunar está compuesta por dos pares de elementos cuyo
movimiento natural es rectilíneo: los graves (tierra y agua) cuyo movimiento es
descendente hacia el centro del universo y los leves (aire y fuego) cuyo
movimiento es ascendente hacia la esfera inferior de la región sublunar, que
nunca se traspasa. Es en la región sublunar donde se producen los distintos tipos
de movimiento entre contrarios que caracterizan su apariencia cambiante. La
Tierra es el centro del universo, donde se depositan de manera natural los
elementos más pesados. La Tierra, además permanece completamente estática
en el centro, siendo el único lugar del universo donde se puede dar el reposo.
Su forma es esférica, lo que se justifica con argumentos tanto geométricos y
como basados en la observación.
Observamos que la dinamicidad del universo es intrínseca a los cinco elementos
y constituye la esencia de lo natural; esto hace imposible la reducción de lo
natural a lo numérico, que carece de toda dinamicidad.

126
«A partir de esto resulta evidente, entonces, que existe por naturaleza alguna otra entidad corporal aparte de las formaciones de
acá, más divina y anterior a todas ellas; [...] si el desplazamiento en círculo es natural en alguna cosa, está claro que habrá algún
cuerpo, entre los simples y primarios, en que sea natural que, así como el fuego se desplaza hacia arriba y la tierra hacia abajo, él lo
haga naturalmente en círculo. […]. Por consiguiente, razonando a partir de todas estas consideraciones, uno puede llegar a la
convicción de que existe otro cuerpo distinto, aparte de los que aquí nos rodean, y que posee una naturaleza tanto más digna cuanto
más distante se halla de los de acá (12,269a30-b17)» (Aristóteles, Meteorológicos)

89
Desde una perspectiva epistemológica, en Aristóteles se dan ya algunos
componentes fundamentales de la ciencia moderna:
1) Identificación de principios racionales inmutables (o de validez universal
en el ámbito de una ciencia dada), con especial énfasis en el principio de
causalidad. Además, podemos considerar como candidatos los principios
de localidad, de simplicidad y de conservación de la materia (energía).
2) Observación atenta de los fenómenos y consideración de los mismos en
la argumentación
3) Construcción de una teoría que trata de dar cuenta de la totalidad de
todo lo observado con la razón de manera coherente (por ejemplo,
construir una cosmología coherente con la Física y la Lógica)
4) Diálogo racional crítico con otros modelos explicativos
5) Utilización de conceptos matemáticos (geométricos y aritméticos) para
mostrar tanto la estructura como la dinámica del cosmos desde una
perspectiva exterior al mismo.
6) Utilización de planteamientos matemáticos para calcular magnitudes (por
ejemplo, cálculo del diámetro de la tierra)
En cuanto a candidatos a invariantes epistémicos, podemos destacar los
siguientes:
1) Los movimientos de los astros como marco de referencia fundamental
para la medida del tiempo (calendarios, ciclo de estaciones, etc)
2) Tridimensionalidad de los cuerpos naturales. El cosmos como marco de
referencia del lugar de los cuerpos.
3) Uso de conceptos matemáticos intemporales , que dieron lugar a la
geometría que Euclides sistematizó en el siguiente siglo.
4) El catálogo de conceptos astronómicos relacionados con el que hoy
conocemos como sistema solar: movimiento errante de los planetas,
eclipses de sol y luna, esfericidad de la Tierra y de los astros, etc.
5) Un primer catálogo de las estrellas situadas en el firmamento y su
movimiento relativo a la Tierra.
6) Formulación de la esencial dinamicidad del universo, al ser la naturaleza
principio del movimiento (“dynamis katá kínesis”)
7) Prefigura el concepto de la flecha del tiempo, al definirlo como número
del movimiento según el antes y el después.
8) Esfericidad de la Tierra y de los astros (la esfera constituye una buena
representación epistémica de la forma de los planetas y la Tierra, aunque
hoy sepamos que no corresponde exactamente con su forma real, mucho
más compleja según la escala de análisis que se utilice)
9) Obtención de magnitudes cosmológicas (mediante el uso de modelos
geométricos)
10) Destacar el fenómeno de la gravedad y su relación con la caída de los
cuerpos.

90
11) Unicidad del Cosmos e identificación del cosmos con lo Uno (lo Uno solo
se da a nivel del cosmos, y no de los elementos)

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