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FILOSOFÍA DEL
DERECHO
PROFESOR: Gonzalo Lobos Fuica
PRIMERA PARTE PANORAMA DE LA FILOSOFÍA JURÍDICA Y SU EVOLUCIÓN
Basados en el texto “Manual de Filosofía del Derecho” de Ariel
Álvarez Gardiol PRIMERA PARTE EL DERECHO NATURAL MODERNO. Esta etapa también se conoce como Escuela clásica del derecho natural o concepción iluminista del derecho. Durante la E. Media, el conocimiento manaba de las fuentes del dogma cristiano y la Iglesia fue el centro de la vida europea. Esta pretensión totalizante generó la crisis de la teología. Pese a que el protestantismo confirma el dogma de Dios, genera el crecimiento del individualismo, porque permite al hombre formar su propia opinión acerca de las leyes y principios conforme a los cuales Dios dirige a la humanidad. Los cambios de paradigma se verificaron con la Reforma en lo religioso, la oposición al feudalismo (enfrentando al Imperio con los principados). En lo económico se arrasa con el sistema feudal y las formas coactivas del medioevo (servidumbres). En lo político, ataca los fueros y privilegios de los señores feudales. El poder del imperio se quiebra, comienzan a nacer las naciones e inicia la preocupación por la teoría del Estado. Se termina la universalidad de la cristiandad y emergen las ciudades. Y así como la teología protestante aceptó la razón como la fórmula de encontrar a Dios, los juristas sostuvieron que se podía descubrir el derecho sólo con la razón. El principio ordenador es “la razón”, pero en la fórmula medieval: una “razón absoluta” una razón que “es todo lo que es”. Ha llegado el Renacimiento: El humanismo con su amor por lo antiguo. Nace el interés por la naturaleza donde antes el interés sólo era Dios y la teología. Busca el “naturalismo humano”, por el sólo hecho de ser hombre. Derecho natural, moral natural, religión natural, etc. Un materialismo más allá de la divinidad. El hombre no es un eslabón de una cadena que lo obligaba a ser algo, es hombre, se basta a sí mismo y se manda solo. Eso sí, para entender el concepto jusnaturalista, deberemos aclarar la concepción de “naturaleza” en aquella época. “Naturaleza”, en el pensamiento iluminista, no significa el ámbito del mero ser físico, distinguible de lo psíquico-espiritual: A la naturaleza pertenecen todas las verdades susceptibles de una motivación puramente inmanente que no requieren una revelación trascendental, sino que son por sí ciertas y evidentes. La naturaleza de las cosas (de la que habla Montesquieu) existe tanto en lo posible como en lo real, en lo pensado como en lo existente, en lo físico como en lo moral. La actitud filosófica no es completamente antimedieval, sino que Descartes fue un continuador de la dialéctica de los problemas filosóficos de esta época. A la luz del cartesianismo se desarrolla el jusnaturalismo moderno, ya que todos los pensadores de esta nueva filosofía tuvieron formación escolástica y sus ideas conectan con ella. Por eso, ninguno de ellos estima que la razón sea el único camino para explorar el derecho natural y no rechazan la revelación. ¿En qué consiste este derecho natural? El auténtico derecho es el derecho natural, de modo que el derecho positivo, que lo encuentra a través de la razón, debe ceder ante él. Es la búsqueda de lo humano en estado de pureza, porque se cree que la vida social lo ha degenerado. Es el hombre en estado de naturaleza. Entonces, se busca aquella edad previa a la existencia del Estado, sin leyes ni autoridad, una situación prelegal: “el estado de naturaleza”. No hay acuerdo entre los autores acerca de este estado de naturaleza y sus efectos, pero en un momento determinado este estado termina y se pasa a un “estado societario”, a través de un contrato o pacto social, en el que se obligan a la no agresión y el mutuo respeto y a subordinarse al gobernante que designen. Así se exalta la personalidad del ciudadano, que pasa a primer plano en la vida política, y se pone de relieve que el poder político es emanación del pueblo. Este pacto será doctrina preponderante hasta el S. XVIII. En este contrato, el individuo transfiere a la sociedad cierta parte de sus derechos y su libertad, para que la sociedad le asegure la protección de su vida y su propiedad. Pero, sus derechos básicos: vida, libertad, propiedad no pueden ser disminuidos por la sociedad, ya que esos derechos los había otorgado Dios, previos a toda sociedad, ínsitos a la naturaleza humana e inalienables. a.- Hugo Grocio: Junto a Francisco de Vitoria son los padres del derecho internacional. En su obra más famosa “Derecho en la paz y en la guerra” prepara el terreno para la separación del derecho de la teología y postula la existencia de una derecho natural que tiene su fuente en la naturaleza humana, presente aún en ausencia de Dios. Lo propio de la naturaleza humana es la tendencia a convivir en sociedad, de manera pacífica y ordenada. Define derecho natural como el “dictado de la recta razón que nos indica que una acción, por su conveniencia o no conveniencia con la razón natural, es mala moralmente o posee una necesidad moral y que por ello Dios, como autor de la naturaleza, la ha prohibido o la ha ordenado”. Esta noción, vinculada con la moralidad, está teñida de una concepción individualista, de modo que el derecho natural existe aún en cuando Dios no exista o no se interese por nosotros. Entonces, el derecho natural el conceptual, donde la voluntad de Dios no tiene cabida (como un axioma matemático). Se opone al derecho natural el “derecho voluntario” cuyas reglas no se infieren de principios inmutables, sino que de una voluntad (humana o divina) y, por lo mismo, variable. El derecho voluntario emana de Dios o de los hombres y cualquiera de ellos, a su arbitrio, puede modificarlo. El derecho divino opera respecto quienes voluntariamente se someten a Dios. El derecho humano implica: a) el derecho positivo interno emanado del poder civil; b) el derecho de gentes, al que otorga los mayores aportes originales y una tercera forma híbrida c) originada de fuentes diversas que reúne diversos grupos de derechos y preceptos paternos. b) Thomas Hobbes. Parte de supuestos completamente distintos: el hombre no es social ni gregario, es naturalmente egoísta y malvado. Su estado natural es ser “lobo del hombre”. La única medida de lo justo es el provecho, pero es el instinto de conservación lo lleva a buscar medios y principios para terminar con este estado de naturaleza. Estos principios nos son otros que los postulados del derecho natural y los define como “el dictado de la recta razón que hay en nosotros, acerca de las cosas que hay que hacer u omitir para la conservación constante de la vida y los miembros de la sociedad”. El Estado nace del temor, para reprimir al hombre. Busca proteger a todos contra todos: porque tiene el deber de proteger al individuo, tiene el derecho de mandarlo. Se muestra como un teórico del autoritarismo, de modo que busca acreditar que la violación de las leyes positivas no puede quebrantarse ni disculparse bajo ningún pretexto (Leviathan). Su preocupación consiste en encontrar, a través del derecho natural, un derecho positivo que cumpla una efectiva labor ordenadora que evite el posible retorno al conflictivo estado de naturaleza. El derecho positivo debe asegurar un rol coactivo que luche contra el estado de naturaleza, lográndolo sólo a través de la fuerza. Los conceptos de Justicia y Estado emanan de la naturaleza humana: El orgullo y la vanidad son los motores que mueven al hombre en busca de temor o estima. La idea del pacto es la autorestricción, para lograr la autoconservación y la armonía, a través del castigo. Las leyes de la naturaleza son contrarias a nuestras pasiones (las que nos llevan a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes). El pacto debe ser espada, sino sería solo palabras sin fuerzas para proteger a los hombres. c) Baruch Spinoza. Sindicado como uno de los más grandes judíos en la historia de la humanidad. AAG cree que su desconsoladora soledad condicionó su postura filosófica. Los términos de su naturalismo es la “sustancia” y con este concepto básicamente distinto y de una profundidad metafísica a la que nadie de los jusnaturalistas llegó, comprenderemos su legado. “Sustancia” no es la materia de la que se forma la cosa (como el mármol en la estatua), sino que se asemeja el sentido escolástico del ser íntimo o esencial de las cosas. La sustancia es “lo que es”, eterno, inmutable, siendo todas las otras cosas sólo modos o formas de ésta. La sustancia se identifica con la naturaleza y hasta con Dios y es concebida (como los maestros medievales) en un doble sentido: natura naturans (sentido productor) y natura naturata (resultado de la producción). La primera, en sentido de producción, implica una total identificación entre “sustancia”, “naturaleza” y “Dios”. La segunda, como producto, no se identifica en el proceso creador con aquellas. Estos principios inciden en su ética, ya que en virtud de esta dicotomía, afirma que el bien y el mal no “importan nada positivo en las cosas en cuanto consideradas en sí mismas”, son sólo nociones que formamos al hacer comparaciones. Una y la misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, también indiferente. Su inconcluso Tratado Político, muestra su aporte a la teoría del derecho natural y del Estado: “La ley y la ordenación de la naturaleza bajo las cuales han nacido todos los hombres y viven en su mayoría, únicamente prohíben lo que nadie desea ni es capaz de hacer y no se oponen a la lucha, al odio, a la cólera a la traición o en general a lo que requiere el apetito”. Ello fuerza al hombre a asociarse a través del Estado, limitando sus derechos individuales, de forma que el ejercicio de sus poderes sea limitado por la libertad de los demás. Pierdo el derecho a la violencia, pero también los demás no pueden violentarme. Así aparece la idea de un estado que no ejerce dominación, sino que busca quitar a los hombres el temor para que obren con seguridad y sin daños. Se han comparado las ideas de Hobbes (autoritarista) con Spinoza y, si bien hay acuerdos, las divergencias son notorias. Convergen en el estado social prelegal del hombre y que el poder de la razón los lleva a organizarse. Pero difieren en cuanto a los fines del Estado y la forma de gobierno. Spinoza estima que el Estado no se agota en mantener la paz y seguridad, sino que agrega que debe mantener la libertad. Su soberano está limitado por el derecho natural, y si no respeta el dictado de la razón viola la ley de la naturaleza que le ha dado existencia. d.- John Locke. Inglés que fue siempre un creyente sincero, considerando a la fe como un complemento de la razón. Su obra fundamental: Ensayo sobre el entendimiento humano. Su concepción política se edifica en la idea de la libertad, convirtiéndolo en un apóstol del liberalismo. Para entender el poder político es necesario entender que los hombres están en un estado natural de plena y absoluta libertad, tanto para actuar como para disponer de lo que poseen. Este estado, también implica una situación de igualdad, en la que nadie tiene más que otro, ya que todos nacen para participar sin ventajas del bienestar de lo natural. Esta igualdad es la base del recíproco amor que los hombres se profesan de las que nacen las máximas esenciales del ser humano: justicia y caridad. Entonces, se nace con un patrimonio que da derecho a la libertad absoluta y al disfrute ilimitado de los derechos de la ley natural. Asimismo, el hombre tiene derecho a proteger su propiedad (que incluye vida, libertad y bienes), a la vez que puede juzgar y castigar los quebrantamientos a esta ley natural por parte de otros (incluso con la muerte). Así resuelve en el plano utilitarista la justificación moral del castigo, ya que el castigo busca evitar nuevas faltas. La idea es que el responsable salga perdiendo de lo ocurrido, se arrepienta e inspire a los otros a no incurrir en tales conductas. Pero, si el hombre es realmente tan libre en el estado natural descrito, hacedor de su vida y señor absoluto de su existencia con el control de su razón ¿para qué renunciar a ese estado y someterse a una autoridad? Locke lo explica en el hecho de que la asociación civil es el origen del poder de la sociedad civil. Cuando los hombres renuncian al ejercicio individual del derecho natural, cediéndolo a la comunidad, sólo entonces se constituye una sociedad civil o política. La relación de dependencia entre gobernados y gobernantes es extrapolable, según Locke, al plano familiar. La diferencia está en que en este plano el fin es la protección a los hijos como garantía del afecto que Dios puso en los hombres. En el caso delo poder político, el sustrato es dirigir la comunidad conforme a los intereses generales y respetando los derechos naturales. Su teoría de la libertad se proyecta con la doctrina de la propiedad y esta es una derivación de aquella que proviene del trabajo y se convierte en una prolongación de la personalidad. Locke representa la época que le tocó vivir (1632-1704). En política comienza el nacimiento de las naciones. El fracaso del absolutismo inglés dio paso a una salida liberal y Locke es su portavoz. Más allá de los excesos del liberalismo, se debe reconocer que la liberación del individuo de todo tipo de autoridad y la afirmación de la suficiencia de la razón abrieron las puertas a un gran desarrollo científico. Pero las ventajas fueron paliadas por las miserias del propio sistema. Para Locke, fundador del empirismo inglés (inspirado en el derecho natural), la construcción del Estado es el punto de partida de la doctrina liberal, vigente (con modificaciones) hasta el día de hoy en occidente. Con él, comienza la Ilustración en Inglaterra, propugnando la separación entre Iglesia y Estado. Sólo la tolerancia a todas la religiones lleva a la religión verdadera. La tolerancia permite la convivencia. La idea del pacto en Locke es distinta a la de Hobbes porque no se trata de un estado de naturaleza violenta, sino que gobernado por la razón. Es un estado de libertad, no de licencia. Es un estado de naturaleza sujeto a ley natural. Siendo todos independientes e iguales nadie dañará a otro en su vida, libertad o posesiones. El mito del homo hominis lupi, es cambiado por la ley de la razón para el pacto. A diferencia del Leviathan los derechos a la libertad, propiedad, vida y los bienes en general no son creación del Estad merced del pacto, sino cualidades de la naturaleza humana y el pacto no podrá restringirlos ni mutilarlos. e.- Samuel Pufendorf. El extraordinario filósofo luterano, considera que el principio supremo del derecho natural es la societas, principio regulativo racional con el que el hombre supera su primera condición de naturaleza humana (la imbecilitas o debilidad). Se basa en la observación empírica de la naturaleza humana, que tiene como rasgo principal la imbecilitas o el desamparo del hombre entregado a sí mismo. Entonces, lo característicamente humano se deriva del principio regulativo supremo del derecho natural, la socialitas o necesidad del hombre de vivir en sociedad. Ésta es solo el principio (aún no es derecho natural) y alcanza carácter jurídico y fuerza obligatoria al prescribir Dios la necesidad de la observancia de la socialitas, de donde se derivan los postulados básicos del derecho natural: Las ideas de “libertad” e “igualdad” de los hombres. Coincide con Hobbes en el egoísmo del hombre y con Grocio en la necesidad de asociarse para convivir en humana y pacífica sociabilidad. De allí nacen sus dos postulados esenciales: la conservación de la vida y el aseguramiento de la sociedad. En Pufendorf, el contrato es un pacto doble: 1°.- el hombre abandona el estado de naturaleza y penetra en una comunidad permanente con la idea de garantizarse mutua seguridad. Luego se entroniza la forma de gobierno y nace el segundo pacto. 2° Entre el gobierno y los ciudadanos, donde el gobernante compromete el cuidado de la seguridad común y los ciudadanos prometen obediencia y a él para que disponga de la seguridad del Estado. El soberano está sujeto al derecho natural, pero su deber es más bien imperfecto, ya que o existe tribuna ante el cual pueda enjuiciarse al príncipe y sólo Dios es el vengador del derecho natural, el que admite, en casos extremos, el derecho a resistencia al soberano. f.- Christian Thomasius o Tomasio. Discípulo y contemporáneo de Pufendorf. Tiene como elemento contingente en su concepción de pacto el afán de la “dicha”, cimenta las bases del moderno derecho natural y establece rudimentariamente una de las notas diferenciales entre derecho, moral y convencionalismos sociales, usando las famosas palabras justum (para el derecho), honestum (para la moral) y decorum (para los usos sociales); las cuales son tomadas y precisadas por Kant bajo la forma de la interioridad de la moral y la exterioridad del derecho (diferencia que hoy nuevamente está en crisis). De la escuela de Pufendorf y Tomasio, debemos destacar también a Gottfried Leibniz, quien desarrolla una concepción del gran pureza y a Christian Wolff, quien pese a no ser muy original en su planteamientos, realizó un notable esfuerzo de sistematización de las ideas de Pufendorf y Leibniz. g.- Russeau y Montesquieu. Con estos autores ya casi nos confundimos con la concepción racionalista del derecho natural. Para Jean-Jacques Russeau la libertad es también un derecho innato y natural del hombre y busca en la faz política la solución de su garantía. Para eso es necesario poner al derecho natural bajo la potestad de la mayoría, pero no del legislador, sino que en la mayoría del pueblo. En el contrato social afirma que se debe encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, de modo que uniéndose cada uno a todos, no obedezca sin embargo más que en sí mismo y quede tan bien como antes. Por el contrato, el hombre cede sus derechos naturales a la comunidad y ésta se los devuelve en forma de derechos civiles, quedando subordinados a la voluntad general, que se convierte en el verdadero soberano. Por su parte, Charles de Secondat, Barón de Montesquieu, vinculado temáticamente con Locke, dedica especial atención a la organización del sistema político que asegure la observancia del derecho natural, intentando plantear un sistema donde la autoridad tenga barreras que impidan el abuso. En cuanto al concepto de Estado, Russeau se acerca a Hobbes al plantear al pacto social no como un hecho histórico, sino como simple principio regulador. La teoría Jusnaturalista posterior a Hobbes limita el concepto de soberanía del Estado y en Russeau regresa a su omnipotencia, frente al cual el individuo no tiene el más absoluto derecho. Russeau, como Hobbes, no era totalitarista. No pretendía aniquilar la libertad, sino que para asegurarla funda al Estado y le da el poder absoluto frente al individuo. Pero este poder, aparentemente omnímodo, se diluye cuando afirma que es sólo un mandato para ejecutar la voluntad general, susceptible de revocar, limitar o modificar por esta voluntad soberana del pueblo. Eso sí, puede llevarnos al absolutismo democrático con la fuerza de esta voluntad general. La “tiranía de las mayorías” (A decir de Tocqueville). LA SEPARACIÓN DE PODERES Y LA LIBERTAD HUMANA. El Principio de separación de poderes (incorporado como precepto fundamental en casi todas los ordenamientos institucionales occidentales supone, conforme a Montesquieu, en un sistema de división de funciones (denominados “poderes”) entre los distintos órganos del Estado, conforme a la materia. En razón de su contenido, se atribuyen distintos actos de la estructura jurídico política de un Estado a la jurisdicción de uno de los predeterminados poderes del mismo, sin perjuicio de las conexiones entre ellos. Importa esta atribución de jurisdicción por su materia por una observación que AAG la considera fundamental: Este principio, científico y téórico, no se aplica idénticamente en todos los casos. Algunas estructuras constitucionales ponen el acento en la función legislativa (ej: Parlamento Británico) y otros lo trasladan al poder judicial, un sistema judicialista (Argentina y USA). Incluso, dentro de idéntica estructuras teóricas, diferencias prácticas fundamentales. Lo que es incuestionable es que el principio ha sido considerado siempre como una garantía de la efectiva libertad natural y una defensa contra el despotismo y el abuso de poder. En todo caso, el Estado descrito por Montesquieu, la independencia de su órganos y la división de funciones no es absoluta, sino relativa. Existen interconexiones entre ellos. AAG no pretende hacer una exposición crítica del principio de separación de poderes, de modo que sólo señala aquellos principios fundamentales en los que entronca la garantía de la libertad como consecuencia necesaria del sistema respectivo. Tampoco aclarará si fue fruto de la especulación del autor o si fue un reflejo de la realidad política inglesa, lo que le interesa determinar es si este sistema, llevado a sus extremos más puros, tiene vigencia como postulado político o como verdad teórica y si puede significar per se una garantía efectiva de la libertad individual. Se ha repetido, sin mayor análisis, que la separación de poderes en el orden constitucional implica la libertad del individuo, pero esto requiere mayor análisis. En primer lugar, aclaremos si el concepto de libertad de Montesquieu es equivalente al actual. Si bien en El espíritu de las leyes no la define, la obra está teñida de una concepción de libertad típica de la doctrina liberal del romanticismo francés. Pero, la filosofía contemporánea ha abandonado este concepto de libertad natural. La concepción vigente va más allá del simple acatamiento a la ley como suma total del principio de libertad. La idea de Montesquieu se resume en que la experiencia de siglos ha demostrado que quien ostenta el poder abusa o intenta abusar de él, poniendo en riesgo la libertad. Hay que ponerle trabas y lo óptimo es dividir funcionalmente el poder único en varios poderes, para que se “compensen” y moderen recíprocamente. Pero, una separación total de poderes (o funciones) traería una desmembración del poder en tres poderes absolutamente independientes. En esta hipótesis la quiebra del principio de libertad aparece con claridad, ya que al ser de la esencia del sistema el hecho de que las decisiones de los poderes no tengan igualdad valorativa, es indudable que serán efectivos los mandatos del poder jerárquicamente superior, mientras que los subordinados más débiles pierden su facultad de decisión. Es discutible que Montesquieu haya contemplado esta noción de la graduación jerárquica de las funciones, pero la mayoría de los sistemas políticos que sigue su teoría sí la contempla, diluyéndose la pretendida garantía de libertad. En el caso de Inglaterra, que era el que tenía a la vista, no había limitación de funciones del legislativo en la confección de normas (ni siquiera las del tipo constitucional), de modo que la los jueces quedaban supeditados jerárquicamente, ya que quedaba limitada a dirimir las controversias del derecho con sujeción precisa al texto de la ley (los jueces no son sino la boca que pronuncia las palabras de la ley). ¿Dónde queda el principio de libertad si la prevalencia del legislativo está supeditada como rasgo que caracteriza la infalibilidad parlamentaria? Se puede sostener que en los sistemas constitucionales que aceptan el dogma de Montesquieu más que acatar la ley hay una incuestionable obediencia a la Constitución, en la medida que los poderes que aplican la ley pueden no hacerlo si estiman que la vulnera. Sin embargo, tal análisis no produce mayor efecto en nuestras conclusiones, porque la Constitución no es más que una manifestación del poder de crear normas (poder constituyente) y en la teoría de la división de poderes no hay diferencia entre poder legislativo y poder constituyente. La idea de Montesquieu no es la creación de varios poderes, sino la organización constitucional de un poder estatal dividido en sectores con independencia funcional relativa. Para analizar el efectivo cumplimiento de la libertad, debemos analizar la teoría desde el punto de vista axiológico. Podríamos afirmar que este principio es una efectiva garantía de libertad cuando tal división de estructura de estructura formal del Estado va dirigida hacia un criterio valorativo del ideal de libertad. Más aún, cabe preguntar en que medida una cuestión formal, como lo es la división de poderes y la determinación de la esfera de competencia de sus órganos puede llegar a determinar un valor de libertad. O sea, el postulado de Montesquieu no podrá significar per se una garantía de libertad, sino en la medida que su estructura formal sea llenada de contenido axiológico. Encarado así el problema, el análisis del principio de separación sólo puede realizarse una vez agotada la instancia valorativa previa. Entonces, la postulación política debe formularse de manera distinta y con referencia al valor (la libertad) cuyo valor se prohíbe. Pues bien, afirmaremos algo no discutido en filosofía: que la instancia valorativa debe resolverse sólo en atención a valores y que, despojando las formas de todo contenido télico o axiológico, la ausencia de tales referencias valorativas aparecerá claramente en cualquier estructura formal que se trace. Ahora estamos en condiciones de determinar si la teoría de Montesquieu significa un efectiva garantía de libertad individual y si, con referencia a esta finalidad, otra estructura puede reemplazar a aquella para lograr de mejor forma este fin. Sólo nos falta aclarar que no sólo la libertad es el valor cuya protección se busca, sino también otros como justicia, orden y seguridad. Pues bien, hemos indicado que la separación de poderes distribuye las funciones conforme la materia y que la determinación del contenido material de las normas y los actos son insuficientes para calificar y tipificar la actividad funcional. Es que esta división conforme a la materia no parece tan clara al momento de analizar las facultades de los órganos del Estado, por cuanto el legislador, a su arbitrio, va poniendo en cabeza de cada órgano potestades que, de acuerdo a Montesquieu, no les corresponderían. Ej: La facultad sancionadora administrativa, la facultad de dictar leyes por DFL del presidente, la facultad de actuar como jueces por parte del senado frente a las acusaciones por notable abandono de deberes de ministros de corte. Esto lo notó Kelsen y opuso al concepto de separación de poderes la noción de distribución del poder como garantía efectiva de la libertad. Más allá del nombre, si importa el criterio utilizado para atribuir competencia a los órganos del Estado. Kelsen y Merkl plantean la normodinámica como un sistema integral y completo de normas generales e individuales que, desde una norma fundamental, establece la arquitectura jurídica abarcando el problema de la unidad del orden normativo y de jerarquía de las normas. Este orden (que genera la validez derivativa de todas las normas) tiene como característica esencial que la dinámica de su gradación responde a un proceso de derivación formal. Las normas inferiores no se extraen del contenido de la norma fundamental que corona la pirámide por un proceso intelectual, ya que esta norma sólo establece un principio de autoridad y las normas que le deriven serán actos de voluntad de los órganos autorizados por la norma fundamental o la norma fundante para crearlas. A diferencia de los ordenamientos estáticos, donde la validez de la normes evidente, ya que entre la norma fundada y la norma fundante hay una correlación de contenido, en la normodinámica se prescinde de esta vinculación, ya que el contenido de la norma puede ser cualquiera, y sólo se exige que las fundadas se creen conforme a las fundantes por un proceso de derivación formal. Esto no implica que no interese el contenido (ya que la mayoría de las veces sí hay correlato), pero lo que determina la derivación es que no se hace atendiendo a ese contenido, sino a un aspecto formal de autoridad. Esta teoría otorga un nuevo enfoque a lo que nos preocupa. En principio, la aplicación de esta teoría de la gradación hace desaparecer el dualismo tradicional entre proceso de creación y proceso de aplicación del derecho, identificando ambos en todas las escalas de la pirámide jurídica. Todo acto de creación (ej. La ley) es también un principio de aplicación de la norma fundante (en el ej. CPR) y paralelamente toda aplicación (en el ej. Reglamento) es un acto de creación jurídica. Todos los peldaños de la pirámide de Kelsen crean y aplican derecho. Conforme a esta teoría de la gradación, podemos afirmar que el principio de Montesquieu no garantiza la libertad individual, ya que esta puede quedar sujeta a la voluntad del poder ejecutivo con el correcto empleo de las normas emanadas del legislador. Lo mismo ocurre con el poder judicial. En definitiva, no hay independencia de la función si todos hacen lo que el legislador manda. Kelsen plantea la teoría de la distribución de funciones conforme a esta teoría de la gradación, según la cual el derecho surge de algo que genéticamente es derecho y que todo proceso de aplicación es a la vez creación de la norma y viceversa. Entonces, si las funciones de los distintos órganos son a la vez actos de creación y aplicación del derecho, en el proceso de su concretización no habrá ninguna diferencia material de contenido en virtud de la cual deba atribuirse a uno u otro la competencia. En el Estado sólo hay un conjunto de funciones distribuidas, no en razón de contenido, sino en relación con un criterio de jerarquía formal. Entonces, distinguir dos órganos o funciones del Estado no implica establecer distintos contenidos materiales, la distinción está en la distinta posición que cada uno de los actos de los órganos ocupan en la estructura total del derecho. Esto implica que la función de cada órgano no esta supeditada a la revisibilidad de otro, ya que cada uno de los órganos (L., E. y J.) no son más que grados en el proceso de concretización del D°. Entonces, la función se colige por su posición en la estructura jurídica, desapareciendo la preeminencia de un órgano sobre otro y si el sistema es presidencialista, parlamentarista o judicial. Ningún poder tiene con respecto a otro mejores o mayores facultades resolutivas. Todos actúan en un mismo nivel dependientes sólo del imperio constitucional. Aún cuando se admita que algún órgano deba declarar el imperio constitucional (de manera de tener preeminencia sobre el resto), es indudable que esta interpretación sólo debe darse en los márgenes del texto de la CPR, territorio más acotado que la revisión en la doctrina general que lo permite aún cuando la CPR no esté en juego. En definitiva, toda referencia a la libertad debe hacerse desde una pauta valorativa, ya que toda estructura formal, por definición, está desprovista de contenido axiológico. Entonces, integrando el valor libertad a las estructuras formales para dividir el poder del Estado en distintos órganos que impidan el despotismo, AAG entiende que esta teoría de la escuela de Viena desplaza a la de Montesquieu, ya que el contenido de las materias no es el medio idóneo para determinar competencias. La clara distinción formal de Kelsen, distribuyendo competencia, sino que entendiendo en todo acto de aplicación una creación jurídica, no son más que grados en la realización del derecho, grados sin diferenciación jerárquica. Pero, AAG insiste, aún considerando superada la doctrina de Montesquieu la garantía de la libertad no será jamás consecuencia de ningún modelo teórico, ya que puede estar ausente en cualquiera de ellos. La historia lo demuestra. Estima que la libertad es un valor metajurídico. Puede y debe ser agregado a los sistemas constitucionales, cualquiera sea. Aunque cree que la libertad tiene mejores posibilidades de consagración con las ideas de Kelsen que con las de Montesquieu. RESUMEN DE LAS TEORÍAS CONTRACTUALISTAS SOBRE ORIGEN, FINES Y JUSTIFICACIÓN DEL ESTADO. Los sofistas fueron los primeros en no mostrarse indiferentes en cuanto a la formación del Estado, de los escritos de Platón puede atisbarse su consideración contractualista de la sociedad. Tras un siglo, aparece el epicureísmo y el estoicismo, donde se vuelve a esta discusión. La sociedad humana, la comunidad de los hombres es, para los estoicos, un imperativo al que no puede escapar el sabio que busca perfeccionarse. El hombre es naturalmente social, hay un imperativo racional fundado en la raíz del alma humana, apoyada en una razón cósmica, que lo lleva a fundar una comunidad de vida. Al revés, el epicureísmo sistematiza las ideas de la sofística, donde el Estado se origina en el interés como resultado de la creación reflexiva de los hombres y su consecuencia es un pacto de no agresión mutuo. Ya en Epicuro podemos ver, en esta concepción pactista del Estado, que la organización jurídica de la sociedad (creación del Estado) es una de las condiciones que permiten al hombre pasar a un estadio de civilización superior. En la E. Media, el contractualismo, pese a su terminología equivalente a la de la Antigüedad, es sustancialmente distinto, yaq que el contrato oculta el conflicto subyacente entre el poder temporal y el poder espiritual (lo que no ocurría en el mundo antiguo). El escolasticismo barroco, representado por el jesuita Francisco Suárez, desarrolla una idea equivalente al contractualismo, enraizada en el consentimiento de los miembros de la comunidad, pero negando que sea una mera convención. Aunque tiene algo novedoso al decir que son dos contratos: el contrato social, por medio del cual se constituye la comunidad política y el contrato político, mediante al cual la sociedad nomina al gobernante y celebra con este un contrato de sumisión. Por su parte, en el Renacimiento, toda la teoría filosófica-política admite la teoría pactista. Esta tesis llegaría a su formulación definitiva y adquiere su denominación con la obra de Russeau el Contrato Social. Las dos novedades de Russeau fueron sus hipótesis fudamentales para desarrollar la idea del pacto: La hipótesis del Estado de Naturaleza humana y la Teoría del contrato social. Ambos conceptos funcionan en su teoría como acontecimientos históricos realmente acaecidos, pese a que en realidad son meras conjeturas de trabajo. Sólo imaginación de casos límites para basar en ellos la organización política y el régimen jurídico de la comunidad. Puede que esta idea (del acontecimiento histórico acaecido) no sea completamente novedosa o completamente aceptada por todos los autores (ej. Hobbes), pero tiene el mérito de sistematizar las ideas jurídico-políticas del pacto social como sistema racional normativo. En su texto previo al Contrato, Russeau distinguió entre el plano de la mera facticidad natural y el plano de lo cultural, de la civilización o de la vida inmersa en la valoración. Esta tesis, que se opone al optimismo enciclopedista no cree en el poder de la ciencia, sino que sostiene que la civilización solo incorpora impurezas al ser humano, corrompiéndolo en vez de depurarlo. Pero Russeau no intenta el retorno sin condiciones a la naturaleza. No hay en él una ética naturalista que abjure de la cultura y persiga la vuelta al estado originario perfecto, sino que la naturaleza es un mero punto de referencia racional, a partir del cual es posible fundar una consideración ética. Como consecuencia de esta distinción, examina la diferencia entre los poderes de hecho (apoyados en la fuerza que ejercen sobre los individuos a los que se impone) de los poderes legítimos. La legitimidad del poder no puede estar fundada en la fuerza, porque esta no genera derecho. Tampoco surge de su concordancia con el derecho positivo, ya que Russeau no se mueve en el ámbito de la positividad normativa. Para él, legítimo es lo mismo que lo justo, siempre que no sea contrario al derecho racional, lo que puede pasar si el pacto es irracional o absurdo. Bien puede decirse, que en Russeau termina definitivamente el Naturrecht (Derecho natural) y comienza el Vernunftrecht (Derecho racional) que culmina con Kant. Otra idea brillantemente desarrollada por Russeau es la del contrato social que se reduce a un esquema de alienación de todos los derechos de todos los integrantes de la sociedad. Una transferencia de derechos naturales a la sociedad que esta devuelve con forma de derechos civiles. Pero, en realidad no hay una enajenación de derechos a través del pacto, ya que los derechos solo se conciben dentro de la asociación política. Fuera del Estado sólo hay facticidad, fuerza, poder. Entonces, esto es lo que realmente el particular transfiere a la sociedad política: su fuerza, que se convierte en derechos, cuyo ejercicio garantiza el Estado mediante la fuerza y el poder recibidos de la comunidad. Entonces, ¿este pacto es un mero enunciado racional o se trata de un contrato efectivo con los recaudos y formalidades de tal? La idea roussoniana del pacto no es la celebración de un contrato real, ya que es imposible la enunciación de sus cláusulas, sino que se trata de establecer una total alienación de todos y cada uno de los particulares, con toda su fuerza natural y sus poderes innatos en favor de la comunidad. Esos sí todos los individuos participan de pacto, sin excepción, y todo queda incorporado en él. El pacto de Russeau no es un contrato interindividual entre todos y cada uno de los sujetos de la sociedad, como lo pensaron los iluministas renacentistas, ni tampoco es un contrato entre el soberano y la sociedad políticamente organizada con el individuo. Es un contrato multilateral, que cada hombre celebra con la totalidad de los demás, de la que surge la famosa idea de Russeau de la “voluntad general”. La voluntad general no es la suma de las voluntades particulares, sino que la generalidad es un atributo que se opone a la idea de singularidad. Más precisamente aún, la generalidad implica que la voluntad comunitaria se funda en un principio universal de libertad que prescinde de intereses individuales y encuentra sus fundamentos en principios racionales de libertad. Entonces, el particular se encuentra en una relación que lo vincula como una parte del “todo”, respecto de los demás particulares, y como una parte de la comunidad, respecto del gobernante. De esto, podemos extraer ciertas conclusiones: 1.- La tesis pactista tiene sus fundamentos en el pensamiento griego antiguo, pese a la desarrollo en tiempos modernos, el “descubrimiento” fue de ellos. 2.- En su avance a través del tiempo, la idea aparece indisolublemente unida al concepto de “Soberanía”, porque la fuente del poder va unida a la teoría del contrato, aunque tanto la idea del contrato como su alienación de atributos no tiene para todos los autores el mismo significado. Hobbes y Locke son de la idea de que el total poder del Estado debía concentrarse en una única cabeza, fijando límite a su poder y delimitando el poder temporal del espiritual. Russeau, preocupado por la idea de soberanía popular construye su doctrina con prescindencia de lo eclesiástico-religioso, fijando límites al soberano, quien, de autócrata del poder divino se convierte en mandatario de la soberanía de sus súbditos, guardián celoso de la cosa común y protector de los derechos y libertades naturales de los hombres. En definitiva, AAG estima que la teoría contractualista es una estructura formal, vacía de todo contenido empírico y en cuya horma se pueden fraguar todas las ideologías políticas posibles, desde el absolutismo personalista más concentrado hasta las más refrescantes ideas del liberalismo moderno.
EVALUACIÓN DEL PENSAMIENTO MODERNO
Finalizaremos con una evaluación de los resultados de la especulación del clasisismo jusnaturalista, proyectando sus consecuencias. La crítica histórica la juzga por su vana pretensión de deducir al “derecho natural” de una entidad metafísica contingente (la “naturaleza humana”) con mucha severidad. No olvidemos que Russeau inspiró a la revolución francesa y Pufendorf hizo lo propio, de manera indirecta, con la Revoución de USA. Pero, prescindiendo de la significancia individual de cada uno de sus aportantes, resulta indudable que la escuela clásica logra esclarecer los ingredientes indispensables de todo sistema jurídico desarrollado y maduro. Más allá de todo comentario que merezcan las normas contenidas en las constituciones políticas modernas, tributarias de esta escuela, es innegable que siguen siendo los hitos capitales en los que se sostienen los valores jurídicos en los que se apoya la humanidad. Sus ideas se incorporan con forma de Declaración de derechos del hombre, como constituciones francesa y americana, en las codificaciones austríacas y prusianas. Domina la conciencia jurídica del siglo y su “idealismo” se convierte en realidad. Russeau significa la afirmación de que el individuo (y no Dios) es el postulado básico para construir el orden político. Sobre esta afirmación se construye el derecho positivo del S. XIX, fundada en el pacto social, como idea regulativa, racional, sin contenido histórico, superando el error metodológico del derecho natural. En efecto, el derecho natural pretendía deducir racionalmente los principios del derecho natural de un objeto metafísico (la naturaleza humana). Pero, así como la postura teológica falla en situar al derecho natural en la inteligencia o voluntad divina, el jusnaturalismo moderno falla en situarlo en otra entidad metafísica: la naturaleza humana. Más aún, convertir la naturaleza humana en un hecho empírico y contingente se encontraron con la imposibilidad de crear un sistema de principios inmutables que derivaran de circunstancias históricas, empíricas y contingentes. Además, que sus cultores volvieran atributos esenciales de la naturaleza humana diversos factores (socialitas, imbecillitas, afán de dicha, temor, etc.) perjudicó las especulaciones de esta escuela sobre el ideal jurídico. La racionalización de esta corriente llega con Russeau y Kant, emancipándose de las bases empíricas referidas, donde sus especulaciones sí adquieren racionalidad. Termina el Naturrecht (Derecho natural) y comienza el Vernunftrecht (Derecho racional).