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Revista Latinoamericana
45 | 2016
Avances hacia otra economía
Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/polis/12228
ISSN: 0718-6568
Editor
Centro de Investigación Sociedad y Politicas Públicas (CISPO)
Referencia electrónica
Francisco Soto Barrientos y Felipe Viveros Caviedes, « Organizaciones de la sociedad civil en Chile:
propuestas para financiamiento público y fortalecimiento institucional », Polis [En línea], 45 | 2016,
Publicado el 11 mayo 2017, consultado el 10 diciembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/
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© Polis
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2002).Clásicos estudios del Banco Mundial, entre otros, demuestran que la participación
de las OSCs en políticas públicas permiten reducir costos, mostrando flexibilidad
operativa y presupuestaria (Brown y Korten, 1989).
3 Con todo, la lógica de los programas gubernamentales se ha orientado a focalizar y
canalizar los recursos públicos mediante subsidios y transferencias hacia beneficiarios
individuales, sin pasar por esquemas colectivos de intermediación. En México por
ejemplo, el Programa Nacional de Solidaridad y el primer Fondo de Co-inversión Social
han buscado revertir esta tendencia y aprovechar el potencial de las OSCs, elaborando
esquemas de colaboración y programas para apoyar su trabajo (Verduzco y otros, 2009:4).
4 En Chile ha existido una tradicional presencia de OSCs en la satisfacción de nececsidades
sociales y de bien público, posteriormente integrada en la implementación de políticas
sociales (Salinas:1980). Como antecedentes remotos, durante el siglo XIX, destacan las
“sociedades desocorros mutuos”, a través de las cuales se organizó un verdadero sistema
de servicios de bienestar que funcionaba de manera paralela al Estado en materias tan
relevantes como la prestación de atenciones de salud, creación de escuelas, beneficios
previsionales y actividades culturales. Varios de los promotores de estas mutualidades,
pertenecientes a sectores mesocráticos emergentes se involucraron políticamente desde
una posición crítica del orden establecido, cuya expresiñon más notable fue la Sociedad
de la Igualdad (Gazmuri, 1999; Illanes, 2003). De igual manera, con sus luchas los obreros
del salitre, de los ferrocarriles y los portuarios contribuyeron a las primeras regulaciones
laborales y al reconocimiento de la negociación colectiva y la huelga (Viveros, 2002: 437).
5 A partir de la segunda mitad del siglo XX, las organizaciones sociales adquieren nuevas
características y cobran fuerza vinculándose al desarrollo de las comunidades locales y de
los habitantes de sectores urbanos pobres (Salazar, 2012). Avanzado el siglo, prueba del
importante trabajo desplegado por las OSCs en el mundo popular en la década de los
sesentas, en el marco de las políticas gubernamentales de “Promoción Popular” se elabora
y se dicta la Ley 16.880, del 7 de agosto de 1968, sobre Juntas de Vecinos y Organizaciones
Comunitarias, que reconoció a las organizaciones vecinales de carácter territorial y
funcional, a sus uniones comunales y federaciones de grado superior, y dotándolas de un
conjunto de funciones y atribuciones en el ámbito local, con capacidad de interlocución
formal con las autoridades municipales (Silva, 1997; Soto: 2013).
6 Siguiendo una tendencia latinoamericana, las OSCs ocuparon en Chile, durante los años
ochentas, un papel clave en la recuperación de la democracia y en la propuesta de
alternativas para su implementación y, por ende, en el diseño y aplicación de las políticas
públicas de los últimos 30 años. Hoy las OSCs se han transformado en un importante actor
de la economía chilena, pues emplea en forma remunerada y voluntaria a 303.000
personas en jornada completa. Si solo se considera el empleo remunerado, este
representa al 2,6% de la población económicamente activa. El tamaño relativo de las OSCs
en términos de gastos, representan un 1,5% del PIB, es decir, US$ 1.408,9 millones, lo que
lo convierte en uno de los más significativos de la región (Irarrázaval y otros, 2006).
7 Al carácter cada vez más complejo del mundo asociativo chileno se ha sumado una
creciente legislación regulatoria con intención muchas veces de promoverlas y apoyarlas
a su inserción social. Contrario a lo que se pudiera pensar, desde la propia experiencia de
las OSCs estos afanes regulatorios no han contribuido al desarrollo y buen
funcionamiento de las mismas en Chile. El informe del PNUD del año 2000 concluyó
enfatizando dificultades en su institucionalización y consideró como prioritario
establecer reformas legislativas. Se refiere a una sociedad civil que pese a tener un
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participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional” (art. 1, inciso 5). Por su
parte, el inciso tercero señala: “El Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios a
través de los cuales se organiza y estructura la sociedad, y les garantiza la adecuada
autonomía para cumplir sus propios fines específicos” (art. 1, inciso 3). El Tribunal
Constitucional en la sentencia N° 1259, de 2009, señaló, en su considerando 57, que
entiende la Constitución por “reconocer y amparar. Declarando al respecto: “el
reconocimiento implica que [la entidad] puede existir sin su intervención y el derecho de
asociación que la constitución garantiza para crear todo tipo de agrupaciones es “sin
permiso previo” (artículo 19 N° 15). Incluso cuando alguna de estas asociaciones obtiene
su personalidad jurídica, es por el solo hecho de depositar sus actas constitutivas en los
registros que lleva algún órgano del Estado. El amparo, por su parte, implica que
12 “Pueden hacer valer en defensa de sus derechos todos los recursos y acciones que
propendan a hacerlos efectivos [..También implica..] La obligación del Estado de
protegerlos, colaborar con ellos y, con sujeción al principio de subsidiaridad, ayudarlos y
fomentar su existencia y desenvolvimiento” (Fallo del Tribunal Constitucional rol N°
1295, del 6 de octubre de 2009, considerando 57)
13 En este sentido, la Ley 20.500 aporta sustancialmente al derecho chileno la concreción y
desarrollo normativos de la asociatividad civil, al identificar significativamente a los
grupos intermedios de la sociedad con las organizaciones de interés público que
colaboran en la gestión pública de los ministerios, servicios y municipalidades. Lo que nos
agrega las citadas disposiciones constitucionales y la sentencia N° 1259 es que el Estado no
sólo debe someter su apoyo a estas organizaciones bajo los principios de legalidad,
igualdad y transparencia, sino que además se resguarda constitucionalmente la necesidad
de velar por la subsistencia de ellas bajo los estándares de la participación y de la
colaboración. Esto último tiene plena conexión con la reflexión comparada sobre el
fortalecimiento de la sociedad civil, a la cual aluden las experiencias de Brasil y México,
destacadas entre las de varios países de la región.
14 La interpretación antes señalada, que sitúa y dimensiona la relación político jurídica
entre el Estado y los grupos intermedios, supone un distanciamiento frente a dos tesis
altamente ideólogicas que han dominado el debate constitucional chileno desde los años
setenta. La primera, que supuso dar un rol de vanguardia en la acción política al
movimiento popular, se manifestó durante el período de la Unidad Popular a través de
organizaciones que tendían a generar un poder social o “popular” paralelo al Estado, y fue
contrarrestada, al menos en el nivel normativo, a través de la reforma constitucional de
enero de 1971, que agregó un numeral 17 al artículo 10 de la Constitución de 1925,
consagrando “el derecho a participar activamente en la vida social, cultural, cívica,
política y económica con el objeto de lograr el pleno desarrollo de la persona humana y su
incorporación efectiva a la comunidad nacional” (Soto, 2013:199). Esta garantía
comprendía el deber del Estado de remover los obstáculos a la libertad e igualdad de las
personas y grupos, su acceso a la educación y a la cultura y a los servicios necesarios para
conseguir esos objetivos. Asimismo, se aseguraba la independencia de las organizaciones
sociales para generar democráticamente sus organismos directivos y se establecía
categóricamente que en ningún caso esas instituciones podrán arrogarse el nombre o
representación del pueblo, ni intentar ejercer poderes propios de las autoridades del
Estado.
15 Por otra parte, durante la dictadura y desde la comisión de estudios para la nueva
Constitución que dicho régimen propiciaba, se fue estructurando una teoría que derivó en
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23 La ley reconoció derechos especiales para las OSCs, de acuerdo con su naturaleza
asociativa, entre los que destacan el derecho a incidir en las políticas públicas, el derecho
a participar en consultas, el derecho al respeto de su autonomía interna. Tanto o más
significativo es la definición legal de los apoyos y estímulos a las organizaciones, que
pueden ser de tipo económico, ya en dinero o en especie, o bajo formas de capacitación
presencial o a distancia, asesorías, servicios, difusión y concertación y coordinación.
24 A su turno, la ley identifica específicas “acciones de fomento” que deben desarrollar los
organismos públicos en relación con las OSCs, tales como promoción de la participación
de las organizaciones en los órganos, instrumentos y mecanismos de consulta para la
planeación, ejecución y seguimiento de políticas públicas; adopción de medidas,
instrumentos de información, incentivos y apoyos en favor de las organizaciones;
concertación y coordinación con organizaciones para impulsar sus actividades; diseño y
ejecución de instrumentos y mecanismos que contribuyan a que las OSCs accedan al
ejercicio pleno de sus derechos y cumplan con sus obligaciones; realización de estudios e
investigaciones que permitan apoyar a las OSCs en el desarrollo de sus actividades;
celebración de convenios de coordinación entre ámbitos de gobierno, a efecto de que
estos contribuyan al fomento de las actividades objeto de la ley; y otorgamiento de los
incentivos fiscales previstos en las leyes de la materia.
25 Finalmente, es particularmente relevante en la LFOSC el deber de la Comisión de
Fomento, en coordinación con las dependencias y entidades de la administración pública
federal, de elaborar y publicar un Informe Anual de las acciones de fomento y de los
apoyos y estímulos otorgados a favor de OSCs que se acojan a esta ley, cuestión que ha
venido sucediendo periódicamente y generando el necesario debate nacional para
mejorar el ambiente legal y sociopolítico para el funcionamiento de las OSCs. El informe
respectivo, consolidado por la Secretaría de Hacienda, debe ser incluido como un
apartado específico del Informe Anual que rinde el Presidente de la República al Congreso
de la Unión y de la Cuenta Pública elaborada con base en las leyes de Presupuesto,
Contabilidad y Gasto Público, de Transparencia y Acceso a la Información, de Fiscalización
Superior de la Federación y demás leyes aplicables.
26 Aunque rica y sugerente en los compromisos públicos que contempla, sin duda, la LFOSC
no ha venido a resolver todos los problemas de este amplio sector en México,
suscitándose en la actualidad nuevos problemas y un debate en torno a la evaluación de la
ley a diez años de su vigencia, con todo, ha sido pionera en encaminarse en una veta
conforme con la cual las OSCs se convierten en sujetos facultados para exigir un espacio
legitimado de actuación en el desarrollo humano y social y encontrar en los diversos
niveles y campos de la administración estatal un interlocutor válido y, eventualmente, un
“partner” estratégico para su propio desarrollo en consonancia con el desarrollo de la
sociedad toda (Tapia y Verduzco, 2013).
27 En el caso brasileño, a partir del proceso de redemocratización de mediados de los
ochentas, el Estado amplió progresivamente la esfera de interacción con las OSCs, siendo
posible identificar tres fases evolutivas: i) redemocratización; ii) participación ciudadana;
y iii) contractualización (Storto, 2014; Lopes y otros: 2013).
28 La fase de “redemocratización” consistió en la definición de la garantía de los derechos a
la libertad de creación y de acción de las OSCs, ocurrida durante las décadas del ‘80 y ‘90.
Al efecto, la Constitución Federal de 1988 previó la no interferencia estatal en la creación,
funcionamiento y auto-organización de tales entidades. Consolidada la situación anterior,
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una segunda fase de “participación ciudadana” se inicia con la dinamización del mandato
constitucional de participación y control social por representantes de OSCs en el proceso
de elaboración, implementación y evaluación de políticas públicas, ejercido en ámbitos
tales como planificación municipal, usuarios de servicios públicos, seguridad social, salud,
educación, protección del patrimonio cultural, entre otros. La acción de las OSCs bajo esta
perspectiva se vio reflejada en su integración en consejos de políticas públicas y, por otra
parte en su movilización, incidencia y aportes proposititos en diversas leyes, como la Ley
de Recursos Hídricos, la Ley Nacional de Telecomunicaciones, el Estatuto del Niño y del
Adolescente, la Ley Orgánica de Asistencia Social, la Ley de Incentivos Fiscales para
Proyectos Culturales. El derecho a participar se tradujo en esta fase en el deber del Estado
de crear y regular espacios significativos de participación.
29 Las OSCs brasileñas y el mismo gobierno apuntan actualmente a una nueva fase llamada
de “contractualización” caracterizada por la regulación jurídica de las relaciones entre
OSCs y órganos del Estado. Este proceso comenzó con la reforma del Estado en los ’90 y el
reconocimiento de la cooperación de las OSCs como factor decisivo de la “acción pública
no estatal” (Bresser y Cunill, 2000). En este contexto, se dictaron la Ley 9.637/98 de
Organizaciones Sociales y la Ley 9.790/99 de Organizaciones de la Sociedad Civil de
Interés Público, que crean instrumentos jurídicos de cooperación y alianza contractual (el
contrato de gestión y los “términos de parcería”, respectivamente). Adicionalmente, se
pone en ejecución el Sistema de Convenios con la Unión (SICONV), que unifica y
reglamenta el ámbito de la contratación Estado-OSCs en un marco de transparencia. Esta
fase de contractualización se caracteriza especialmente por la búsqueda de instrumentos
para la implementación de programas estatales que efectivicen derechos económicos,
sociales y culturales a través de un trabajo conjunto con las OSCs, lo que implica
desarrollar alianzas y convenios de transferencia en áreas de servicios no exclusivos del
Estado, como la salud y la educación.
30 La propia jurisprudencia del Tribunal Supremo Federal ha reconocido la dimensión
constitucional de esta participación a través de la ejecución directa de acciones en
colaboración con el Estado, incluso con la posibilidad de financiamiento público de las
OSCs para la realización de servicios de relevancia pública. De este modo, se afirma el
deber del Estado brasileño de relacionarse con las OSCs, garantizando su libertad de
existencia, de acción y de expresión, al mismo tiempo de su deber de crear espacios para
la práctica de la ciudadanía y difundir las buenas prácticas que contribuyan al desarrollo
de la sociedad.
31 De este modo, la dimensión del financiamiento público se conecta en Brasil con el deber
del Estado de invertir, directa o indirectamente, a través de incentivos fiscales,
mecanismos de exención y simplificación financiera, en la creación y desarrollo de OSCs
consideradas esenciales para la vida democrática.
32 Cabe agregar que en los primeros días del mes de julio de 2014, la Cámara de Diputados
federal aprobó el Proyecto de Ley Nº 7.618, cuya promoción ha sido un emblema de los
esfuerzos de colaboración entre las OSCs y el Ejecutivo federal en Brasil, en términos del
planteamiento de un adecuado marco regulatorio para las OSCs, capaz de generar un
ambiente habilitante para su desarrollo libre e independiente y, desde esta premisa, a la
vez cooperador con las políticas públicas. Este proyecto de ley busca establecer “el
régimen jurídico de las alianzas (o parcerias) voluntarias, que pueden incluir o no
transferencias de recursos financieros, entre la Administración Pública y las
organizaciones de la sociedad civil, en régimen de mutua cooperación, para la
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evidencia que una parte sustancial de las grandes instituciones receptoras está
constituida por fundaciones ligadas a los gremios empresariales, corporaciones ligadas a
los gobiernos municipales y entidades vinculadas a la Iglesia, sin considerar el caso
específico de las universidades privadas creadas al amparo del D.F.L. Nº 1 del Ministerio
de Educación, de 1981, que cuentan con el dispositivo del artículo 69 de la Ley 18.681 de
1987, que les permite acceder a donaciones con beneficios tributarios para sus donantes.
En este sentido, los datos muestran un “mercado filantrópico” altamente concentrado,
que para la enorme mayoría de las organizaciones de la sociedad civil chilenas ha
resultado de hecho inaccesible. Lo anterior denota una particular y rígida estructura
económica y sociocultural de circuitos de instituciones y de empresas y empresarios que
generan flujos significativos de recursos orientados hacia un número relativamente
pequeño de organizaciones, la mayoría de ellas de carácter benéfico o asistencial con
sesgo confesional o conservador. A esta tendencia, que podría llamarse “histórica”, se une
en las últimas décadas otra que inspirada en determinadas visiones de ética o
responsabilidad empresarial, muestra un importante caudal de donaciones efectuadas a
fundaciones creadas o ligadas, por propiedad o interés, a las propias empresas donantes.
Se trataría de la extensión de estrategias empresariales hacia la promoción del capital
humano y del bienestar de las comunidades en las que están insertos o que les sirven
productivamente. He aquí un problema complejo de resolver en aras de una
universalización y democratización de las donaciones con beneficios tributarios en Chile.
57 Recogiendo una trayectoria reciente, que tiene entre sus antecedente la dictación en 1990
de la llamada “Ley Valdés” sobre donaciones con fines culturales (art. 8º de la ley 18.985),
las décadas de los noventas y del 2000 dieron paso a nuevas leyes de donaciones como la
Ley 19.247 de 1993, de Donaciones con Fines Educacionales y la Ley 19.712 de 2001, que
junto con crear la institucionalidad pública del deporte y reconocer las organizaciones
deportivas, contiene normas sobre donaciones con fines deportivos. Investigaciones
previas (Irarrázaval y Guzmán, 2000) y estudios preparatorios, encargados por la División
de Organizaciones Sociales (DOS) que posteriormente dieron lugar al proyecto de ley
sobre asociaciones y participación ciudadana (Viveros y otros, 2003), habían llamado la
atención de las OSCs sobre esta temática estratégica como fuente de financiamiento y de
colaboración público-privada.
58 Un hito importante de este itinerario fue la dictación en 2003 de la Ley 19.885 que regula
“el Buen Uso de las Donaciones que dan origen a Beneficios Tributarios y los extiende a
otros Fines Sociales y Públicos”, que incorporó al circuito filantrópico tributario a un
sector de OSCs de alta significación social, esto es, las dedicadas a enfrentar la pobreza, la
discapacidad y la exclusión social. Con todo, es sintomático que esta iniciativa legislativa
se originó en la propuesta de promover las donaciones a campañas electorales y partidos
políticos, cosa que efectivamente también reguló, pero que no es materia de este trabajo.
La misma ley creó el “fondo mixto de apoyo social” con una fracción de las donaciones
(33%) que los contribuyentes hacían a las OSCs de su preferencia, operando como
mecanismo de compensación y equidad. De esta manera y a través de otras reglas, límites
y controles, la Ley 19.885 pretendió introducir una ampliación de espacios, dinamismo,
control y transparencia al sistema de donaciones con renuncia fiscal, pero el rigor de
parte de su normativa terminó por confundir y generar incertidumbres y temores,
inhibiendo en buena medida y por un tiempo considerable la voluntad de los donantes.
59 Sin embargo, la necesidad de reactivar y hacer fluida la veta de las donaciones de
empresas privadas motivó a un conjunto de organizaciones concernidas en esta materia 2 y
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NOTAS
1. Sentencias del Tribunal Constitucional Nº 252/1997, c. 7 y Nº 467/2006, c. 14.
2. Se puede mencionar entre estas entidades, a riesgo de omitir algunas, a Fundación Minera
Escondida, Fundación ProHumana, Fundación Pro Bono, Fundación Para la Superación de la
Pobreza, Protectora nacional de la Infancia, Fundación Simón de Cirene, Fundación Hogar de
Cristo, entre varias otras.
3. Sobre el carácter elitista y regresivo de las donaciones a las OSCs en Chile ver diagnóstico que
establece el Mensaje de la 19.885/2003 que incentiva y norma el buen uso de Donaciones.
RESÚMENES
El presente trabajo analiza brevemente el marco legal de las organizaciones de la sociedad civil
(OSCs) en función de las necesidades de su fortalecimiento o fomento y, partiendo de la base que
lapresencia y desarrollo de ellas un componente esencial del sistema de convivencia democrático,
postula la necesidad de sus sustentación pública e identifica opciones de financiamiento público
que aseguren su estabilidad y desarrollo y su interacción y cooperación con los demás sectores de
la sociedad. Se afirma que, si bien la ley 20.500 de 2011 sobre Asociaciones y Participación
Ciudadana en la Gestión Pública avanzó en reconocer y registrar las organizaciones de interés
público, estableciendo espacios para que estas organizaciones se vinculen con ministerios,
servicios y municipios y que dicha ley creó un fondo especial para el “fortalecimiento de las
organizaciones de interés público”, orientado a contribuir a la sustentabilidad organizacional de
las OSCs, la institucionalidad legal chilena mantiene importantes deficiencias en materia de
transferencias y franquicias, dispositivos que se proyectan como las principales fuentes de
recursos para las OSCs en Chile.
This paper briefly analyzes the legal framework for civil society organizations (CSOs) in light of
the needs fot its empowerment or promotion and on the basis that their support is an essential
component of the system and the system of democratic coexistence, seeks to identify proposals
for public funding to ensure its stability and development and cooperation with other sectors of
society. It is stated that while the law 20.500 of 2011 on Associations and Citizen Participation in
Public Administration made progress in incorporating public interest organizations, establishing
spaces for these organizations to be linked to ministries, municipalities and services, and finally
the Act created a fund for the “strengthening of organizations of public interest”, aimed at
contributing to organizational sustainability of CSOs, the Chilean legal institutions has important
deficiencies in transfers and franchises, devices that are projected as the main sources for CSOs
resources in Chile.
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O presente trabalho analisa brevemente o marco legal das organizações da sociedade civil (OSC’s)
em função das necessidades de seu fortalecimento ou fomento e, partindo da base que a presença
e desenvolvimento delas representa um fator essencial do sistema de convivência democrático,
postula-se a necessidade de sua sustentação pública e identifica opções de financiamento público
que afirmem sua estabilidade e desenvolvimento e sua interação e cooperação com os outros
setores da sociedade. Afirma-se que, se bem a lei 20.500 de 2011 sobre Associações e Participação
Cidadã na Gestão Pública avançou em reconhecer e registrar as organizações de interesse
público, estabelecendo espaços para que estas organizações se vinculem com ministérios,
serviços e municípios e que esta lei crio um fundo especial para o “fortalecimento das
organizações de interesse público”, orientado a contribuir à sustentabilidade organizacional das
OSC’s, a institucionalidade legal chilena mantem importantes deficiências em matéria de
transferências e franquias, dispositivos que se projetam como as principais fontes de recursos
para as OSC’s no Chile.
ÍNDICE
Palavras-chave: Sociedade civil, participação, cooperação, instituições
Palabras claves: Sociedad civil, participación, cooperación, institucionalidad
Keywords: Civil Society, participation, cooperation, institutionality
AUTORES
FRANCISCO SOTO BARRIENTOS
Universidad de Chile, Santiago, Chile. Email: [email protected]
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