Siempre Será Verano - Daniela Gesqui
Siempre Será Verano - Daniela Gesqui
Siempre Será Verano - Daniela Gesqui
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Recogí las cenizas de mi abuela depositadas en una vasija de
cerámica con un gran crisantemo pintado al óleo. Firmé unos papeles y
me retiré de la funeraria con muchos reproches en mi haber: había
descuidado a la nonna Adda, a la única persona que me había sido
incondicional y leal durante todo este tiempo.
continente.
con demasiado
tabaco, el final estaba escrito. Aunque llegó más tarde que para
muchos otros con la misma adicción.
Lidiando con su eterna artritis y problemas en la cadera que la
tenían a maltraer, ya no podía moverse con tanta facilidad ni
dedicarse a su casa como quería a pesar de contar con la ayuda de
una vecina amiga, Vicenza.
Colocando la vasija cuidadosamente entre los asientos
consigo.
con las de ese vecindario noble y apacible que había visitado tantos
el mayor entretenimiento.
ellos.
Más deteriorada que como la conservaba en mi mente, los
ahogándolos,
retrocedí en el tiempo por unos veintidós años, más precisamente
a mi último verano en Italia.
Para cuando la pena cedió tras algunos minutos, limpié mi
profundo. Llené de aire mis mejillas por unos cuantos segundos hasta
jarrón,
queso podrido. Con asco, lo arrojé a una bolsa junto con algunos
trozos de pan que la abuela solía arrojarles a las palomas que comían
en el patio.
Revolviendo el interior de mi bolso agradecí haber
subir al avión.
Tomando asiento frente a la pequeña y redonda mesa de madera
cruzados.
Agendando
apoyé la cabeza sobre mis manos y el cansancio fluyó por cada parte
de mi cuerpo.
desenredé mi cabello
fino y ensortijado color dorado - naturalmente con tintes rojizos
- ,observé las líneas de expresión que rodeaban mis ojos, a mi boca y
a las pecas que se asentaban a lo largo de mi escote.
Yo era una mujer con un atractivo peculiar; lejos de tener un
físico propio de modelo de pasarela, con una figura de guitarra,
siempre fui elogiada por mis curvas pronunciadas.
Eso me provocó una sonrisa.
los Herssig.
adolescente.
EN MARCHA
heredera.
En su momento, todo se veía lejano. Heredar esta casa en Italia,
eternamente.
Soltar.
que la cubría y
presioné las teclas aleatoriamente, escuchando el mismo “tac-tac”
que cuando a escondidas, le respondía las cartas de amor a Renzo,
avergonzada por mi caligrafía tan desordenada.
Caminando por delante de la biblioteca, recorrí los lomos de los
trágico final.
problemáticos.
indicado.
Abriendo el pequeño libro encontré el puñado de margaritas
marchitas que me entregó Renzo el mismo día en que prometió que
regresaría al verano siguiente, dispuesto a buscarme y a mostrarle al
mundo entero cuánto nos amábamos.
Con sus estudios universitarios recién iniciados, obligaciones
Venecia.
brazo del sofá evaluando cuán correcto sería vender estar casa.
Me respondí afirmativamente sin dudarlo, puesto que no podía
hacer frente a los gastos de otra. Mi apartamento de 65m2 en San
Francisco era lo suficientemente costoso como para pensar en el
mantenimiento de una segunda propiedad.
¿Rentarla era una opción? Nadie se mudaría a una vivienda
con tantos arreglos por hacerle. Sin reproches, me convencí de estar
haciendo lo mejor; apunté mentalmente retomar las sesiones con mi
terapeuta al regresar a casa, con la intención de tratar, nuevamente,
mis conductas culposas.
rama de nogal.
la intrusa que venía desde San Francisco a pasar sus vacaciones aquí.
construir sobre
estas tierras y actualmente, el único que quedaba vivo de aquella
“legión extranjera”.
El cielo plomizo me acompañó por varios minutos de soledad y
más ni menos que cuando mi hijo Gabriel nació, más de dos décadas
atrás.
crema similar a una sábana sin forma -el blanco era virginal y yo ya no
lo era -, un
ramo de camelias rojas y menos de quince invitados, me casé con
deseaba en el
unas maderas viejas arrumbadas y sin uso, apoyé mis manos sobre
intentaba incorporarse.
de tránsito.
mi abuela.
dejar de hacerlo.
una blanda.
para todos.
hecho…
fluido y
diariamente. Aprendiendo por fonética y luego, de manera formal
hablarlo.
hubiera pasado.
en
distintos tonos de dorados me recordó al pequeño Renzo.
presencia del cachorro. Aún sin haberlo visto sino tan sólo
extremidades.
blanco y fresco,
perfectamente planchado. Jovial, ni sus cabellos entrecanos producto
demasiado.
presencia.
marcando territorio.
―¿Y ésta? ¿De dónde salió? ―Su tono fue despectivo y casi
en un murmullo sin imaginar que yo no solo la había escuchado sino,
además, traducido mentalmente su italiano.
―Soy Ivana. Una vecina ― dije en su lengua, extendiendo mí
gesto.
su esposa dudó
menos y me dio un beso obligado en ambas mejillas, rompiendo el
futuro toque.
―Mirella Herssig, soy la esposa de Renzo. Yo también lo
siento mucho. Conocí a tu abuela. Una gran mujer ―En impecable
inglés, compuso sus iniciales malos modales.
Yo sabía que mi abuela y ella se habían cruzado varias veces,
como así también, lo mal que esta le caía a Adda.
―Gracias. Realmente lo era ― expresé para cuando Giorgio
llamó nuestra atención batiendo sus palmas y propuso armar la mesa
para seis en la sala familiar.
Tragando en seco fui testigo del sensual andar de Mirella, una
reconocida modelo del ámbito local, quien encaminaba a sus niños
para que fueran a lavarse las manos en el baño de la casa. Renzo y yo
quedamos a solas, en el patio.
―No tenía idea acerca de tu abuela ―vaciló y rascó su nuca ―.
Puede que el viejo se haya olvidado de decírmelo. ―Asumió, nervioso.
Leí su mentira a la legua.
―A tu padre jamás se le pasaría por alto semejante detalle
― Exhalé con rigidez y dientes apretados.
―Ivana, no seas así…
―Así ¿cómo? ―Una burbuja de aire, de rencor y furia se atascó
en mí garganta.
―Así de cruel.
acaloradas.
ignorando si tenía algo por decir, para cuando me sujetó por el codo y
nueva.
O algo parecido...
CIELITO LINDO
escribía
unas breves líneas que solían hablar de “amistad interminable,
juventud eterna y corazones unidos por el Cosmos”.
Ella, indiscreta, me comentaba lo adorable que era Giorgio pero
en el vecindario.
ensanchó.
fortuna.
pueblo y lugares
vecinos. Contábamos las estrellas por las noches aquí mismo, tirados
en el patio junto a tu tía Cecilia― la incluí a mi amiga, quien siempre
estaba a nuestro lado...excepto cuando Renzo y yo nos
encontrábamos a escondidas para amarnos en silencio.
―Eso no suena muy divertido―La pequeña frunció su
cantaba
ridículo.
de su niña, aceptó.
No llores luego.
aceptó.
advertí cortante:
―Renzo, no pretendamos hacer de cuenta que mantenemos la
misma complicidad de hace veintidós años. Hoy por hoy somos dos
del cuento.
daba
LA VIEJA CECÉ
realizara las
curaciones de los raspones en sus brazos y rodilla, me despedí de la
mi nonna.
― ¿Para qué?
son de la culpa.
agudos.
―Lo soy, claro. Tengo un hijo que lo es todo para mí ―Resalté
con el corazón abierto.
―Claro, sí. Has tenido un hijo con ese chico que
susurro.
hipócrita
no admitirlo.
dolor
que aun residía en mi cuerpo, pero me contenté con esta tregua;
el rostro?
correcto.
Cecilia Herssig, mi gran amiga, la hermana del hombre que amé del
suntuoso vehículo.
como
cuerpo.
excusó porque
bien sabía dónde encontrarme.
con pausa.
separándola.
no creí
volver a verte…― dijo esto en un suspiro avergonzado.
primer beso y yo
era una chica enamoradiza.
lado.
sentada en un enorme sillón de pana rojo, con sus rizos rubios largos
y sus ojos
azules e iguales a los de mi abuela, sosteniendo a una regordeta beba.
vida misma.
padre de mi hijo.
matrimonio.
Blanco como un papel, sus rizos castaños se humedecieron por
situación.
Contestando monosilábicamente cada pregunta de mi madre, al
terminar su fusilamiento verbal, nos encerramos en nuestro cuarto.
Obviamente él sabía que no era el padre de mi bebé por nacer
fácil de asumir.
Enredada en mis
amenazó que, de
no casarme, entregaría a mi hijo en adopción. Por instinto, llevé mis
puerta.
permití el ingreso.
esta.
―¿Y la has encontrado?
―¿Perdón?
bolsillos
traseros de mis jeans, dispuesta a perderla cuanto antes ―. ¿Eso es
todo? Tengo que continuar ordenando.
Se quedó mirándome por un momento, en un silencioso
escrutinio, hasta que chasqueé frente a sus ojos.
―Oh, sí, claro. No pretendo ocupar más de tu valioso tiempo―
Has sido el gran amor de Renzo y puedo jurar que aún lo sigues
sarcástica.
tenemos nada en
Altiva, aun así, las piernas me temblaban. Pasé por delante de ella y
nombre.
―Adiós, Ivana.
MUJER BARROCA
abrir.
inquisitivos.
vida y el
emparejamiento resultó algo natural y sin conflictos.
Consensuado y anhelado.
Una jornada en la cual Cecilia había salido con sus amigas de
instituto, Renzo pasó por mí. Nerviosa por intuir que esa noche sería
especial, me puse un vestido ligero, blanco con grandes flores color
rojo y azul. Una campera de denim ceñida a mí ya prominente busto,
me sentaba de maravilla.
prestada a su padre.
palabras como las de alguien que solo quería verme con un cinturón
de castidad.
fue distinto: tres semanas bastaron para desplegar todas las aristas
quería enamorar y que toda suegra soñaría por tener. Excepto por mi
madre, claro, que apostaba sus fichas al inocente Charly.
Ella no sabía que con solo diez años yo ya había sentido el
revueltas.
Hasta el momento, resultaba invisible para él; viéndose
claramente mayor que nosotras, yo solo era la amiga de su pequeña
hermana, la niña católica americana que pasaba sus vacaciones de
verano en la casa de su abuela.
Mi corazón, sin embargo, aseguraba que Renzo iba a ser su
Monferrato
mis ojos y mi boca carnosa, recibí los primeros elogios por parte de
mujer.
y una ligera sombra de barba rubia que lo hacía lucir mayor aún.
―Que tu hermana no te escuche, podría matarte de la furia ―
destinataria de
palabras tan bellas.
un vínculo paralelo.
atención, con absoluta devoción, contando los días que faltaba para
adolescente y febril.
― “Es casi ley, que los amores eternos son los más breves”
―Leí en la cama, vestida como una abuelita y sin mejor plan que
mente.
Necesitaba una buena cuota de acción con alguien del sexo
relucía en su mano.
―No pensé que volvería con Brenda. Pero es la madre de mis
hombres.
primer amor.
8
LAS FOTOS
cierto encanto.
mente.
de goma.
protagonistas exclusivos.
mano...
había
conmovedor.
―Éramos chicos, fue un amor de verano― Reduje a
afianzó en
su corazón en tanto que su tono se evaporaba entre ambos.
mirando fotografías.
―¿Cómo dice?
juntos de otro
modo. Decía que estábamos viejos para darnos besos en la boca o
compartir el mismo techo por las noches. A mí ni siquiera me
importaba el chismerío del vecindario, ¿sabes por qué?
―¿Por qué?
llamado.
―Chi parla?[1]
―Ci-Ciao ― respondí en un nervioso italiano. Sin embargo, lo
siguiente salió en un inglés lento y conciso ―. Mi nombre es Ivana y
necesito hablar con Renzo. Renzo Herssig ― El barullo a su
alrededor era ensordecedor hasta para mí.
―¿Renzo? Él no se encuentra aquí. ―al menos, el chico se
novia.
se estaba
figurando ante mis ojos. O para ser más precisa, ante mis oídos.
lágrimas de
comunicación.
―No lo sé.
renta, la casa de Adda poco tenía que ver con el estilo de esta agencia.
corazón se paralizó.
polo azul y dibujó una de esas sonrisas tan demoledoras que dolían.
en la misma sintonía.
paranoia?
Sin perder de vista mis verdaderos planes e ignorando que
parcialmente su boca.
hablaban puramente en
italiano. Renzo se aclaró la garganta, introduciéndome en la
conversación
exageración.
sala delantera,
santiamén, su asistente nos acercó una bella jarra de cristal con dos
copas.
cargo.
Renzo se dio
los hombros,
desorientada.
tiempo y forma.
por haber pertenecido a una anciana solitaria, no debe ser una casa
refiero?
Jamás podré olvidar lo feliz que he sido allí durante los veranos ―
satisfecha.
casa, siempre será verano” ― con sus manos en alto emuló una
operación.
COSQUILLA DE CELOS
puchero.
Mi piel se encendió como la de una adolescente
te lo recuerda a
esquina.
―Paz y armonía.
la vereda, fue
lágrimas de risa.
―En el fondo sigues siendo la misma chiquita impertinente que
me lleva al límite― Abruptamente hincó su cuchara en mi postre, lo
que me llevó a una protesta aniñada.
―Deberás saber que no puedes meterte con mi chocolate
con almendras. Eso sí que será imperdonable.
Hablando sobre sus largas horas de trabajo, expresó estar muy
―Cuéntame de tu hijo.
este punto.
―En algún momento pensé que el niño era mío, pero cuando
pero…
especial, sino una aventura más que ocupaba sus veranos. La bilis
mantuvo al margen.
proporcional a mi
inversión y solicitar un crédito para empezar mi negocio en este
país, tan lejos de todos mis afectos?
Desde que mi hijo recibió una beca de estudios en Standford,
ligera.
perfecto.
11
LO INESPERADO
Agotada, caí desplomada en el sofá. Limpieza de tela de arañas
saciar mi sed con alcohol no era muy inteligente, dejé la botella por
la mitad.
aplauso.
Bebí una copa más prometiendo que sería la última, me quité la
mis
músculos y aliviar las tensiones de haber estado limpiando todo el
jodido día.
Pasé la esponja por mi cuello, por mis brazos y por mis
lo que hizo
cuestionarme si acaso estaba fantaseando. Sin certezas, me puse en
Como una fotografía, se mantenía igual al del último verano que pasé
vivienda o de la suya.
Agité mi cabeza y
apostada en la
casa de lado, las luces del vehículo no dejaban de girar.
prodigaban.
embarazada.
Tras un largo instante en el cual el silencio perforó la línea,
Cecilia acusó reacción.
―¿Embarazada? P.…pero… ¿de quién? ¿De tu amigo Charly?
estoy
embarazada de tu hermano.
chillido.
Roma y tiene
echar incógnitas
en un panorama bastante claro a mi criterio.
carrera brillante por delante y aún es muy joven para complicarse con
misma.
hacer.
―¿Renzo?
fue elocuente. Quise negarme, decirle que no era yo quien debía estar
―No me tardo.
12 VERDADES ATEMPORALES
Subiendo los escalones de dos en dos, imprimí velocidad
a mi carrera y con lo primero que hallé en el camino, me vestí. Por
fortuna, serían unos jeans y una blusa oscura.
Bajé un tanto agitada, tomé mis zapatos bajo el mueble
recibidor y cerré la puerta tras de mí, aun descalza.
Para entonces, Renzo estaba subiendo a su coche y sin perder
hecho,
posó sus ojos en los míos, azules, intensos como la propia noche.
hebilla del cinto. Él volteó su torso hacia adelante, aferró sus manos al
asiento.
―Me temo que será muy difícil lo que viene ―su voz salió
rasposa.
gimoteos.
necesitaba de una rápida salida laboral que me diera dinero extra para
orgullosa.
su nieto mayor?
sobrino.
en la sala de
―No es momento.
hacia el sector
crees que es tan fácil decirle a tu padre que tiene un nieto de veintiún
pronunciar.
encontrarme si desean ayuda, pero este tema está terminado para mí.
más me necesitaste.
―Yo solo quería que me escucharas, no que me juzgaras.
Estaba lejos y con un gran asunto que resolver. Pero ¿sabes? pude
salir adelante. Sin tu ayuda, sin la de Renzo. Mi amigo Charly fue un
gran compañero. Aún lo es.
Sus dedos nerviosos se entrelazaban entre sí.
años de atraso.
volumen de su voz.
Miró hacia ambos lados, no muchos médicos merodeaban, pero no me
fiaba de nada dadas las circunstancias.
―Él te quería como una hermana. Te vio crecer a mi lado,
maldita sea. ¿Cómo…? ¿Cómo? ¿Cuándo sucedieron las cosas?
¿Cómo no me dijiste nada? ¿Cómo no me di cuenta? ―Agitando sus
manos, miraba al techo.
Sonreí de lado, agradecí al camarero la llegada de nuestras
infusiones y abrí dos sobres de azúcar en mi té. Giré la cuchara
dándome tiempo para responder.
―Supongo que sucedió y ya. Yo siempre estuve enamorada
de Renzo― mis mejillas se sonrojaron, juvenilmente ―, pero él era
mayor, inaccesible. Cuando se mudó a Roma, mi corazón se detuvo.
Apenas puse un pie en San Francisco pasé semanas llorando,
echándolo de menos con anticipación.
―Aun así estaba ese tal Charly ―lo menciona con desdén.
Ignoro su ironía.
―Charly estuvo a mi lado, sin saber la verdadera causa de mi
cambiaba para mí. Y así fue como, al volver al año siguiente, que toda
menudo, pero él enviaba algunos correos que los tenían juntos. Ella
se llamaba Greta y su
familia vivía en Génova ― dio detalles poco importantes pero que
coincidían con el del amigo de cuarto de Renzo―. No pensé que
llevarías adelante el embarazo, lo juro― Clavó su mirada en la mía,
pidiendo explicaciones sin pedirlas.
―Fue una idea recurrente, un plan que se derrumbó en cuanto
caí en la cuenta de que ese bebé era el producto del amor que yo tenía
todo su rostro.
―¿Cómo es él? ― se permitió preguntar, esperando porque
no le quitara la oportunidad de saberlo.
―Un hombre extraordinario. Bello por dentro y por fuera.
puedo ―.
acceder a él.
Era el popular, el muchachito lindo del instituto y el
vecindario, el inteligente de la clase.
―Cecé, nos conocemos de pequeñas incluso, desde antes
―Reconocí
con nostalgia.
ama como tal. Y Renzo está muy bien así, ignorando que lo es.
―Lo primero, no lo dudo. Lo segundo, te aseguro que no ―
contrario.
―Sea como fuese, Renzo tiene una vida que no nos incluye. Yo
Monferrato.
de encima,
extraño incluso
llamarlo así ―. Después de todo, tienen el mismo padre ― me miró
apuesto.
14 ROMEO Y JULIETA
Hacer unos huevos revueltos con tocino trajeron a San
Francisco a mi mesa.
Hablando con Wendy por más de dos horas, me tranquilizó
saber que el salón de belleza funcionaba de maravillas sin mí. La
opción de vender mi parte hizo contacto en mi cabeza. Mordí mi labio,
pensativa más de lo normal.
Con el bullicio de la televisión de fondo, lavé los platos y caí
desplomada sobre el sofá en el que mi abuela solía tejer todos los
inviernos. Casi por tradición me regalaba un sweater año tras año y al
ponérmelo, un poquito de Monferrato venía a mí.
Abrazándome a la lana durante el invierno, sentía que acariciaba
aquellas mantas gruesas que Renzo colocaba en su camioneta y sobre
la que mirábamos el cielo frente al río.
Mi pasado, ligado al verano italiano, era imborrable e
marchado nunca
de Alessandria?
de adorar al sol
hiriente”.
mis pies.
menos
deberías agradecer que tus hijos se quedarán con un bello recuerdo
―Tú lo has dicho: está vivo y como tal, debes hacer que su
vida siga teniendo sentido. Todos sabemos cuál será nuestro final,
tampoco.
delgada, intimidante.
Renzo tomó mi rostro con ambas manos, mirándome con ese aire
sombrío capaz de consumirme y sin siquiera pedirme permiso,
sometió mi boca a sus deseos.
Con el magnetismo intacto a pesar del tiempo perdido, con la
emocional.
su piel.
La respiración era un mecanismo de supervivencia, porque el
Éramos pasado.
contigo.
intuía.
amaba, Ivana. Todo lo que dije bajo aquel árbol ― señaló hacia el
―¡Eres un descarado!
―Lo sé. Egoísta, estúpido, infantil...podrías pasar toda la
apareciste aquí,
nuevamente. Todavía más hermosa de lo que mi mente
estudiantil recordaba.
Mi labio inferior tembló. Mi pecho ardía ante su admisión.
echadas y, a
tomar
―¿Para qué?
―Para nosotros. ―dije
a cuestas. Era ni más ni menos que “Mil maestros, mil vidas” de Brian
aroma a libro que los destellos brillantes de la TV, sobre todo cuando
belleza.
preconceptos.
Y así fue como por horas, pasé y pasé las páginas sin cesar,
paranormales.
la resbaladiza
remembranza de lo que pudo haber sido, sino que bastaría con
reeditar el encuentro de sus labios en mi piel desnuda.
Sus manos me acababan de tocar con la misma torpeza que
aquella primera vez en la camioneta, cuando las estrellas fueron
cómplices de nuestro arrebato. Sin desnudarnos, con pudor, él se las
había ingeniado para quitarme las bragas y ubicar su miembro dentro
de mí. Bajo su enorme cuerpo, el punzante ardor me tuvo al borde del
llanto y de escapar corriendo de allí.
relajé, haciendo del empuje algo más excitante para ambos. Con mis
momento.
Robándonos momentos, escabulléndonos en el patio de mi
secreto.
mujer.
destino.
Arrastrada por lo mitos, por pensar que sin protección todo era
más intenso, no tuve la valentía de detenerlo en cuanto él se introdujo
en mi cuerpo alborotado. Él nunca preguntó si estaba en control de
natalidad. Tampoco, si quería que usara condón.
Claro, para entonces, yo había escuchado que los chicos
disfrutaban más “hacerlo a pelo” y no quise ser menos; por el
contrario, deseé que él tuviera la experiencia completa.
Vaya paradoja, fui yo quien obtuvo el premio mayor,
quedándome embarazada.
Extraña, percibiéndome sucia, subí hacia la primera planta
con el horror de haber caído nuevamente en su plática suave, en su
necesidad de escapar de una realidad que lo superaba.
Me estaba usando como paño de lágrimas. No podía
ese repiqueteo de luces que solía tenerme en vela por las noches.
15 AIRES DE ESPERANZA
con los
truenos de fondo, pensé en quedarme encerrada mirando TV para
cuando el teléfono se ensañó conmigo sonando a destajo.
―Lo siento, ¿te he despertado? ―La inconfundible voz de Cecé
fue
suave.
su café.
Hay
algo...importante que no te he dicho en la cafetería. ―Recalcó.
sobreactuado?
―¿Cecé?
―Correcto.
fuera de
lugar.
―No sería justo para ti. Sería una gran pérdida de dinero,
por no decir que no creo que tengas que sentir compasión por mí.
amistades…
lejos de
asentimiento de cabeza.
venir a
hermana, en voz
susurrada.
intercambio.
¿entendido?
casa de mi abuela.
parte.
cosquilleo y
la masajeé, favoreciendo la circulación ―. ¿Alguna novedad?
en mi
al
―Oh, Ivana. ¿Te estás yendo? ―Se quitó los lentes. Las
líneas de expresión que surcaban sus ojos y daban cuenta del paso
del tiempo, solo aumentaban su atractivo.
―Sí, tengo que volver rápido a casa.
timón ―.
de belleza.
saciar mi curiosidad.
―Si bien Cecé suele ser impulsiva muchas veces, no es ninguna
compró.
―No creo que sea una mala idea. Míralo como una
oportunidad increíble para...
―¿Para qué? ― exigí una rápida respuesta.
interesante.
también.
su altura, físico y actitud con solo 12 años, dio sus primeros pasos
de la industria local.
y equipaje.
―Parece que Renzo está por matrimoniarse con su noviecita,
esa que nunca come― Mi abuela anunció por teléfono una tarde y
aunque en otro contexto su comentario me hubiera hecho reír, en ese
instante solo agradecí tener el sofá lo suficientemente cerca como
para no caer de bruces al piso.
la clínica médica y su romance con Mirella era una relación más que
consolidada.
helado al pasar.
primera vez que entré siendo una adolescente con las hormonas
revuelta.
Paseando alrededor de las grandes mesas repletas de libros de toda
clase, llegué a las estanterías abarrotadas del fondo.
Sacando y poniendo libros en su lugar, navegué entre los
español.
italiano:
su armadura.
romance había trascendido las barreras del tiempo y que, con las
disparado de mi boca.
otros clásicos de la
literatura moderna, distrajo mi espíritu de fisgona para
de la cuenta.
recuerdo.
de turno.
central.
Con las manos nerviosas, desprovistas de alhajas de cualquier
enamorarme si su
objetivo ulterior era desecharme?¿Realmente me amaba?
literatura.
No podría culparlo.
en el
camino.
Pedí perdón por las veces en las que maldije a mi madre sin
comprender que ella había querido lo correcto para su hija. Pedí
perdón por no ser tan persistente, por no continuar luchando para que
Renzo supiera que estaba embarazada…
Envuelta en un sollozo doloroso, me puse de pie.
interpuso.
17 QUIÉN ERAS?
vería llamativa.
mesa.
Yo tenía las de ganar y aunque la discusión era desleal, quise
saborear mi segundo de gloria.
Para entonces, el camarero le imprimió un poco de
explícitamente llamado.
que vivir.
chantajearé, no me
importa hacerlo. No tengo por qué, tampoco. Lo que hagas de tu
vida, si engañas o no a tu esposo, es tu asunto y no me importa.
―No me culpes si no te creo. Sé perfectamente quién eres y lo
daré el gusto.
milisegundo dejó el
desesperanzado.
«Frustrada por no obtener la respuesta ansiada, atribuí su
garganta.
Tenemos una gran conexión sexual. Nos conocemos del derecho y del
actitud no condecía con la edad real que tenía y tuve que esforzarme
escondida en mi automóvil.
mi té.
indiferente.
de su
con una compañera de trabajo, con la madre de uno de los amigos del
para él.
Recuperándome, minimizando mis sentimientos y los que
porque para
Renzo, el recuerdo de sus promesas, se habían convertido en una
tortura difícil de enfrentar.
―Mirella, no puedo negar que me asombra lo que dices. Lo que
pasó entre Renzo y yo no fue más que un romance tonto repleto de
promesas que se desvanecieron tan pronto como me fui de aquí. Él
supo encontrar rápido consuelo en otras mujeres, sé de lo que hablo
―Cargando mi relato de una hostilidad impropia de mí, rogué porque
me dejara en paz de una vez por todas.
testigos.
hermano.
Cuando fue su turno, Renzo se ajustó a un beso tibio, timorato.
sabiendo
que mi destino tenía acento americano y que, en buena parte,
dependía de mis calificaciones poco felices.
Desde dentro de aquel taxi, puse mi mano en el cristal, triste,
con una opresión sobre el pecho que no me dejaba respirar. Mi
madre, a mi lado, solo hablaba del horario del vuelo en tanto que mi
padre protestaba por el calor.
Había pasado más de dos décadas de la última vez que nos
escabullimos entre los árboles que delimitaban las regiones de
Lombardía y Piamonte, cerca de Valenza. Más de veinte años de contar
las estrellas en ese diáfano cielo y donde juramos que el próximo
verano nos encontraría en el mismo sitio.
acobardó.
18 PAPÁ Y TÚ
distancia.
encantadora novia.
ser un profesional con todas las letras y que ahora no tengas que
que te cuides. Ya
hemos tenido varias charlas alrededor de las cigüeñas y los niños,
protección sexual.
enredo.
sus vidas.
desalentador.
antes
inmobiliarios.
anticuado mobiliario.
extremadamente sincera ―.
Habría que rentar un depósito temporario para quedarnos solo con lo
básico
calidad. Debemos vender esta casa como una propiedad que conserva
su elegancia y tradición.
tecleó en su teléfono.
―Yo...yo no puedo afrontar una reforma ahora mismo ―
siseé, ya que no tenía previsto ponerme en gastos por adelantado.
―Lo deduciremos de las futuras ganancias, descuida ― Era
baratijas de cerámica.
destacado lo mismo.
alcance, rogué que las polillas no se hubieran hecho un festín con los
para las camas y nuevas fundas para los múltiples cojines, en el fondo
de su armario.
viejos, con las anécdotas perpetradas en cada hoja, mientras que ella
nada alentador.
―Estos libros no son atractivos y el aroma es a …cof-cof…
aún más
agudo de lo normal.
Ella era la experta mientras que yo, solo una sentimentalista que
puñado de recuerdos.
dispuesta a permitir que lo quitaran del lugar. Ese nogal, donde Renzo
inexpugnable.
sus pulgares.
―Mañana tendrás a mis muchachos a las ocho. en punto. No
los tendrás aquí por más de una semana.
―¿¡Una semana!? ―Mis manos se movieron
quitarte ese peso cuanto antes de tus hombros, pero se trata de una
Bertolini”
imposible de develar.
19 SE HIZO LA MAGIA
a salir al patio.
Con las manos en los bolsillos, consciente de que en la
próxima semana nada volvería a ser igual para esta casa, caminé
descalza sobre el césped fresco.
Tomé una regadera, la llené con agua del grifo y comencé a
regar las platas, bastante verdes pese al poco cuidado de los últimos
días. Poco me importó que mis pies se humedecieran.
La luz trasera de la casa vecina se encendió
advertido mi cercanía?
propiedad.
cambio.
sitio de citas.
Escogiendo las mejores fotografías, enalteciendo su don de
oportunidad y a
sorpresa.
Coqueto, apoyaba sus brazos sobre el muro que separaba nuestras
esgrimí
una respuesta:
cafeína.
mayor.
nada.
y una esposa por la que velar. Es lógico que no puedas dedicar tiempo
a tus
aficiones― Enumeré, obviando el pequeño detalle del flirteo de
Mirella en la biblioteca del centro de la ciudad.
―Sí, lo sé. Aun así, debería hacer cosas por mí, más allá de
las responsabilidades de sostener a una familia.
―Te vendría bien hacer terapia.
imposible que esté en sus zapatos ―. Quiero creer que está cuidando
servía té con una tetera. Por detrás, se podía ver a Renzo sacándole la
una historia cuyo factor común era el afecto y cariño que se tenían los
miembros de esta familia. Dado que fui amiga de Cecé por mucho
―Ah, ¿no?
marcador.
la lectora.
resignado al instante ―.
tenue oscuridad que nos proveyó la huida del sol. Nuestro beso a
baja de mi espalda. Por acto reflejo bajé la mirada, con las mejillas
calientes y sonrosadas.
“stop”.
telenovela ― Bromeé con la certeza de que ese beso había sido uno
hueso de goma.
esfumó.
―¿Era mi papá?
juvenil.
20 MALEFICIO
Mirella han sido una constante desde que nos casamos. Por eso,
cuando me dijo algo acerca de tener otro nieto, fue extraño ― inspiró
cerrar los ojos y hacer una ligera convulsión, besó mi mano y me hizo
su estilo, chasqueó su lengua y cito textual: “serás feliz solo con ella.
por su garganta.
Con ambas tazas sobre la mesa y los álbumes sobre una de las
incómodas.
floja.
―¿De Charly?
esposas
sin sentido.
en la universidad?
―Shhh, necesito concentrarme. ― Girando la taza, mirando
compenetradamente hacia su interior, parecía un entendido en el tema.
O un gran embustero.
―¿Qué ves?
acento italiano.
―¿Y ves algo sobre el amor? ― Lo desafié, arrastrándolo a
un límite peligroso.
―Déjame ver…mmm...no mucho…mmm ― Giró y giró la taza
sin que se le moviera un pelo de sitio.
―Oh qué pena. Supongo que tendré que seguir con la postura
de no confiar en nadie, entonces.― Fui categórica y un tanto hostil.
¿Innecesariamente? Sí. Pero, quién podía culparme.
―Eso dolió.
ver que me mantendré célibe hasta los ochenta y que apenas llegue a
ocurrencia.
sutileza.
mis pies.
mismo de antes.
―Dame una buena razón para estar aquí conmigo ― Primó
paso de
arrepentirme y salir corriendo, pero su perfume, su aliento a café
sofocante.
cuello.
nos reconocimos uno para el otro; algo más de dos décadas habían
deseado e impostergable.
Mi boca entreabierta dejó escapar un jadeo impropio al sentir su
rastro sobre mi clavícula; relamí mis labios cuando sus besos se
desplomaron sobre la línea superior de mi sostén. Fue entonces
cuando dejé de ser una estatua para tener un papel un tanto más
activo: tomándolo por los codos, acompañé cada uno de sus
movimientos sin denuncias ni reclamos.
aquel sitio que poco había explorado con sus dedos y, mucho menos,
con su boca.
rostro.
cosas, pero no fue adrede; yo tenía una chica que esperaba por mí
en Roma, un trabajo bien remunerado, una carrera a la cual
nunca lo hice
antes.
era
mezquino y angustiante.
Presionando mi mano
una persona a la que nunca dejé de engañar. Siempre has estado entre
quites esto.
―¿Y qué es “esto”?
volver a enamorarte.
Sus ojos se llenaron una terrible nostalgia y un desgarrador
silencio que apagaron la intensidad de su mirada. Abrazándolo fuerte,
colgándome de su cuello, me puse en puntillas de pie; él rodeó mi
cintura con sus brazos robustos y subió sus manos por mi espalda
desnuda, dispuesto a volver a empezar en todo sentido.
cerrarse.
“Renzo está casado. Ante la ley y los ojos de Dios. Ante los
santo!”
de lado, tomó su maletín médico del que obtuvo una tira de condones.
reencuentro.
21 el negociador
Despacio, con movimientos precisos y cortos, Renzo entró
corazón.
Extendió sus
piernas y yo me reubiqué sobre su polla firme, emprendiendo un
nuevo camino.
Mechones de cabello ondeado, caían desordenados sobre mis
explotaron detrás de mis ojos: él elevó sus caderas con frenesí y yo,
para que se
quitara el condón ―. He jurado no dejarme embaucar por nadie. Tuve
mi buena cuota de drama y dolor. Sin embargo, aquí me tienes,
teniendo sexo con mi enemigo.
―¿Eso es lo que soy?¿Tu enemigo? ― Gruñó. Arrojó el condón
bajo mi piel.
descubierto.
―Ah, ¿sí?
―¿Quieres que te lo demuestre? ―Logró que mis labios
de esta historia.
selló el pacto.
―Eres adictiva. Ni en el más optimista de mis sueños pensé que
barriga
signó su ascendente camino. Me dio beso casto en los
miedo.
bueno para nada que se creía muy hombre, pero que al fin y al cabo
era un
no estaba en casa.
cada vez que venía a casa de mi padre soñaba con encontrarte, con
¿Sabes? Fue una tortura saber que estabas embarazada y ese niño
embarazo.
¿Quién lo
deseado.
mostré más nerviosa de lo necesario ―. Creo que estoy más cerca del
abuelazgo.
―Fruncí la nariz, suplicando porque mi hijo fuera más cuidadoso que
excitándose. Se lo notaba
ejercitado, las venas de sus antebrazos se marcaban como
cables en permanente tensión. Ya no era solo el muchacho ancho
de espalda y músculos sin trabajar, sino un hombre vigoroso y
entrenado, listo para calentar mis hormonas.
―Me encantan los niños. Pero no lo creo posible.
perdonaría.
decisiones.
consigo que
te quedes a mi lado, al menos pretendo que de este encuentro
surja mi fortaleza para hablar con ella. Ser franco con mis
sentimientos.
gritos.
―No soy quién para decirte qué hacer y qué no, pero te sugiero
que medites tu decisión. Enfría tu cabeza. No es algo para tomar a la
ligera. Tus niños deben salir indemnes de esto.
―Ellos son lo único que siempre me han preocupado y haré
estamos siendo.
momento de hacerlo.
de verano.
parte.
pensamientos
atrás.
quedaré.
resistencia.
―¡Mierda, Renzo! Odio que dejes las llaves colgando del lado de
adentro ― lo regañó en un italiano tan cerrado que apenas pude
comprender ―. ¿Qué...quién…? ― disminuyendo la velocidad del
ingreso a su vieja casa, Cecé lo miró de los pies a la cabeza. Permanecí
en la cocina, sin saber si debía aparecer en escena o aguardar el modo
en que se diera el diálogo entre hermanos.
Cecilia Herssig.
―Habló en inglés y
de inmediato, supe que no esperaba que sea solo su hermana
quien escuchara.
―¿Entonces…?
cabello detrás mi
oreja e inesperadamente, recibí un abrazo tierno y un beso en la
sien de parte Renzo.
―Era cuestión de tiempo Cecé.
que no sea una gran fan de Mirella, pero le debes respeto y fidelidad.
Te has casado con ella ante el Señor. Prometiste cuidarla. Tienes dos
hijos.
y a mí.
fin se haya quitado el velo de los ojos y admita que quiere ser feliz.
Y acababa de reaccionar.
23 en pie de guerra
Furious”.
habitual.
volante y
movimientos.
enfermeros.
corredor con el
de los ojos.
sollozo y desazón.
―¡Me reconoció, Ivana! ¡Me llamó por mi nombre y me dijo
pronto.
crucificada en la pared.
― La
brazo de su marido.
prioridad, es
papá ― Él acunó mi rostro, dejando un beso suave sobre mis labios ―.
este plano.
actitud y extendió su mano para que fuese contenida por mí, por su
única hija.
Llorando a la par, acepté sus palabras y simplemente, le dije
cuánto la quería y que todo había quedado en el pasado.
Tantos años después, este incómodo deja vù, me tenía en
una cita ― Adicta a las bromas simples que quitaran presión a las
situaciones difíciles, le susurré sujetándole la mano rugosa y con
machas típicas de la edad.
Él esbozó apenas una curvatura de labios; yo había logrado mi
cometido, alegrarlo tan solo por un segundo. Continué sin querer
ocupar el horario de visita por más tiempo.
―Renzo me ha dicho que quería platicar conmigo, pero no
de mis ojos.
voz, no se rindió.
tozudo nadie le
ser vibrantes.
volvió al cuerpo
tenía la capacidad de
hacerme reír aun en los momentos más incómodos de la vida. Por eso
lo amaba. Por eso había elegido tener a nuestro hijo: para tener
hijo el amor inmenso que nos habíamos sabido tener pese a los
obstáculos.
opiáceo? ― Se
mofó la exmodelo, destilando aún más veneno.
afilados.
Mirella.
batientes del ingreso. O que alguien se topara con ella y la hiciera caer
de culo en el piso.
su humanidad.
Nunca la había visto tan vulnerable y quebradiza.
intención.
24 palabras, palabras
acerca de lo que mi padre quería decirte ― Como una tonta, soñé con
pantalones por completo y nos llevó hacia el sofá para seguir con la
contienda.
la efectividad.
Respirando intermitentemente, apretando sus bíceps
vergonzosamente.
flojas.
―Y tú, un charlatán.
adolescente.
Sin dudas, esto era algo delicado. Había una esposa e hijos
tipo casado?
fuerte.
pie,
jalando de mis manos, invitándome a seguirlo.
pensado.
puntos
transeúntes.
blanda, por perdonarlo tan fácil. Por permitir que se metiera bajo mi
piel nuevamente.
imponente y
esta
Renzo, sin sus caricias y sus matices por más de veintidós años.
un niño con la ayuda de otro hombre que supo ocupar el rol de padre
misma.
―¿Seguimos
desentonar con mis expectativas, nos esperaba una casona con los
increíble.
hermana.
flores frescas no eran un detalle menor. Era obvio que Renzo había
tenido algo que ver con la preparación de esta casa para recibirnos.
rojos y blancos.
tazas.
manos, como esta misma mañana. Besó mis nudillos, se acarició con
lado. Sé que puede sonar injusto y a destiempo, pero contigo seré feliz
agradecer a Mirella, pero ¿sabes qué? Ellos no son felices. Nos ven
así…
esta vez, estoy segura de que está obteniendo lo que quiere lejos de
mí.
familia?
―¿No es apresurado decir que te está engañando? Algunas
casa.
de una vez por todas ―. Entiendo que sería mucho más fácil evadir la
años.
párpados cerrados.
dejándolo al descubierto.
una palabra.
santiamén.
¿Estás ahí?
aquí.
Tapando el auricular, pidiéndole disculpas a mi hijo, atendí a
las señas exageradas de Renzo.
―¿Él está aquí? ― susurró.
tono.
y nueve años.
íntima.
aquel
desconocido hombre que tan importante era en nuestras vidas.
aeropuerto.
―Sonrió de lado.
motores.
Renzo.
cerradura.
―Son dos, mamá. No debería resultarte muy difícil después
curiosamente.
exageradamente,
buscando compasión ―. ¿Pizza? A unas calles de aquí venden una
contra ellos.
― ¡Hecho! ― Gabriel
se frotó las manos y sin esperar más, se fue a lavar las manos.
académico.
toser groseramente.
mirada en claro
conflicto.
anular.
El silencio fue tan pesado, que Renzo corrió su silla hacia atrás
y se excusó pobremente.
―Estaré en casa de mi padre. Mañana temprano iré a visitarlo al
claro.
mi mejilla.
lejos estaba yo de
confesarles la verdad.
Defendiéndote. Cuidándote.
―Hijo... ¡te amo tanto! ― Rompí en llanto, quebrando la
coraza imaginaria que me había colocado desde su nacimiento.
Abrazándolo con fuerza, desahogué mis penas en su
camisa. El peinó mi cabello ensortijado con sus dedos.
―Ahora entiendo por qué te tardaste tanto en venir a Italia.
entendiéndolo.
Mi hijo besó el
ropa para
donar a la caridad, agradecí que mi hijo estuviera aquí para
facilitarme la tarea.
El contratista enviado por Illona era eficiente, silencioso y muy
trabajador; con solo una mano de pintura, todo ya lucía más limpio y
grande pese a los plásticos que colgaban por doquier. Quedarnos con
los muebles más elegantes y vistosos de la abuela, sin duda fue un
acierto de la especialista en bienes raíces.
más recientes
Gabriel continuó pasando las imágenes dando con una que nos
que me has
―¿Y por qué nunca regresaste por él? ¿Por qué nunca voló a
San Francisco?
―Porque él estaba en pareja ― elevé los hombros con la voz
de su compañero de cuarto diciéndome que se había ido con su novia
a Génova ―y porque yo quedé embarazada.
El miró la imagen suelta en sus manos.
cocina. Costó que el aire volviera a mis pulmones; era una perspicaz,
cuya simple
respiración podía dejarme en falta demasiado pronto.
rostro.
que tener una cita de negocios con Cecilia Herssig era el próximo
paso.
mi salón.
que para las instituciones bancarias yo era una extranjera que recién
histriónico.
reemplazo.
en un
pasatiempo saludable y entretenido, y que, gracias a esas largas
charlas, estrecharon lazos más fuertes.
Ambos viudos, sin compromisos, se acompañaron
mutuamente hasta la muerte de mi abuela.
Secundando a mi hijo, capturé su alegría en una fotografía
justificativo.
merecían la dicha.
emprendimiento local.
¿Y si esto era una señal? ¿Si estaba escrito en alguna página
sentimos
nuestro alrededor.
―Vaya, vaya, ¡mira a quién tenemos aquí!
Cerré los párpados con pesadez. Mi día era demasiado bueno
para ser cierto.
Mirella Herssig, cruzada de brazos, mostraba una gran sonrisa
de lado. Mirando de arriba hacia abajo a mi hijo, no solo lo comía con
los ojos sino que, además, lo hacía en gesto triunfalista.
―Mirella, ¿cómo estás? Él es mi hijo Gabriel ― Evidentemente
evitó la hecatombe.
Renzo.
belleza.
27 MUCHO GUSTO
―¿Los conoces?
dentro suyo
cohabitaba un extraño sentimiento. La conexión con este sitio, sus
buenas migas con Renzo, los niños…
Creí necesario comenzar a abrir el juego; ¿cuánto más
podría sostener mi secreto bajo siete llaves?
―Hijo, estás raro. Muy distinto al Gabriel de esta mañana.
tiempo me he acercado al yoga. Sydney tiene mucho que ver con esto
―Lloriqueé.
aquí antes. Y Renzo, pues Renzo me parece un tipo súper genial, pero
cobarde.
dieciocho y en
―Estudiaba en Roma.
pesado abrazo.
bailaba con
inestabilidad.
―Cecé, ¿estás segura de que el médico dijo eso?¿Con
esas palabras?
―No es un tipo que habla por hablar ― fijó sus ojos
lacrimosos en los míos.
―Entonces, si es cuestión de horas, ¿qué estás haciendo
estando sola
hilo delgado de
voz.
la habían traído hasta aquí, se puso de pie como resorte para acercarse
a mi hijo.
Cecé Herssig.
la
me atormentó:
pensando en mi propuesta.
―Sí...bueno...quizás…
―Es lo mejor.
accesible.
detuvo.
porque
no se accidentara en la bañera.
así…
en mí.
teléfono.
perfecta armonía.
Recordaba bien ese día: salió con una gran fascinación por las
cebras.
―¿Y por qué tiene una foto mía? ― Debía presentar una
excusa válida y no tenía idea cuál.
―Porque eras el hijo de mi mejor y más querida amiga,
hijo regresó la
aflicción hablaban
por sí solos.
suficiente.
primer nieto.
destilar su odio.
quería gritar victoria, pero parecía que mis palabras habían tocado su
cigarrillo de su
costoso bolso al mismo tiempo que Cecilia, Renzo y mi hijo se
acercaron con el peso de lo inevitable sobre sus espaldas.
―Se nos fue…― Cecé, más elocuente que su hermano se
desplomó en la silla con el dolor de la pérdida atravesándole el cuerpo.
Renzo negó con la cabeza, con los labios temblando y giró para
mecerse en los brazos de su esposa.
Gabriel se arrodilló ante su -desconocida aún para él- tía y le
por teléfono.
tres de la tarde. Hasta entonces, no hay nada qué hacer aquí ― Renzo
―No quiero estar solo en esa casa, con los recuerdos a flor de
mirada.
carreras los
domingos.
―No exageres.
―Me consuela pensar que todo esto fue un plan ideado por
sondeó la
mía, en cuanto sus manos se aferraron a mi culo y las mías,
rasguñó su espalda.
―Por favor, lo necesito― su solicitud sopló mis labios. Y como
no podía ser de otra manera, cedí. Porque era una mala mujer, porque
29 CITADOS
Tres horas más tarde, abrí los ojos. Contracturada por el poco
renovarían la energía.
últimas horas. De
imprevisto, me eché a llorar.
atrás.
me sobresaltó.
grifo.
contra su piel.
―Sí, claro.
fuera de control.
―¿Lo intentaremos?
Me vestí en un
incómodo silencio, prometiéndome qué pensaría en qué momento
abrir mi boca.
Abrí la puerta en puntillas de pie agradeciendo que Gabriel no
puso llave en la puerta. ¿Había sido prudente hacerlo? Claro que sí,
pero – caso contrario – hubiera tenido que presionar el timbre hasta el
fin de los días para despertarlo.
Procuré subir la escalera sin hacer ruido...para cuando un
fresco Gabriel, taza de lo que parecía café en mano, apareció con
una sonrisa capciosa estampillada en su rostro.
―Oh, Gabo...hola...pensé que aún dormías…― Retrocedí sobre
ardor y culpa.
―Es complicado.
―Sé que mi pensamiento es un tanto inocente e idealista, pero
que ser un
pegamento a la fuerza.
éramos
Brindándome lecciones
verlo con los niños de Renzo jugando con un balón. Ellos compartían
postura.
confundían.
―Todavía no puedo hacerlo, Ivana. Necesito un par de días más.
tengo.
abogado, en un
testamento.
acompañarnos.
agitado.
idioma
abandonar a mi
madre cuando más lo necesitaba y si bien aprendí a convivir con
ello, siempre quedé resentida al respecto.
Sin embargo, no era el hecho de que fuera con su hijo a su casa
matrimonio.
vaya.
tiempo de visita.
despacho.
sofás de cuero
experiencia laboral.
impecable, tomó
asiento en una silla frente a nosotros, presidiendo el encuentro ―.
las cosas ― una gota de sudor frío corrió por mi espalda. Pensé en la
mirarme, sin
entender lo que pasaba.
―Papá nunca nos ha dicho nada al respecto y la abuela de
Rafaello?
Mucho menos
sé qué pudo haber sido del destino del dinero de la venta ― acababa
de darme cuenta de que, a excepción de las cenizas de mi abuela, no
tenía motivos para haber regresado. ¿Cómo pude haber ignorado el
marco legal en todo este asunto?
―Es solo una cuestión de papeles; yo no pretendo quedarme
con esa vivienda y puedo asegurarte de que no está en miras de
Cecé apropiársela.
―Ya no se trata solo de ustedes dos, Renzo.
esposa sobre nuestra relación clandestina. ¿Qué iba a hacer aquí sin
mi muñeca.
padre.
próximo que escucharán los sorprenderá, pero compré la casa que era
sus ojos.
participar.
―Creo que está todo dicho ― elevé mis hombros y en cuanto
dolor en el alma.
opción.
desastre.
sus palabras era cierta y tan filosa como una daga ―. ¿Qué clase de
―Cariño…
había mantenido
de la situación.
―Deberías ser más respetuoso con tu madre Es lo mínimo
que se merece ― me defendió, envuelta en llamas.
―¿Desde cuándo la defiendes? ¡Tú también has sido víctima de
esta historia! ― increpó mi hijo, agitando los brazos.
―Te equivocas ―la pequeña rubia se plantó frente a su sobrino
―, porque cuando ella quiso decir la verdad, yo no se lo permití― la
culpa vio la luz, dominando su semblante. Los dos hombres de la sala
se mantuvieron estáticos, rígidos y por primera vez en lo que iba de la
reunión, no fui el centro de las miradas.
matrimonio por la fuerza. Una joven que pese a todo eso, emprendió la
la responsabilidad de mi conducta.
―Tenía miedo…
sueños se
enorme. Ese error, como lo llamaba ella, estaba parado allí, frente a
minuto a minuto.
voz.
―Lo sé y no me lo perdonaré.
―Rastrilló su cabello en
jugar futbol…
qué?
―Lo hice, pero estabas muy ocupado con una noviecita tuya ―
los celos aparecieron, aunque ya era muy tarde y ese detalle formaba
parte de un pasado sin peso propio ―. Luego, pues no tuve el valor
de seguir haciéndolo, mi madre me presionó para casarme con Charly
cuanto antes. Perdóname por estar tan confundida y presionada ―
Mezclando reproches actuales con algunos bastante viejos, el dolor
no pasaba de moda, ni prescribía.
―…pudimos…pude…ayudarte…― dijo.
rol que te cabía en esta historia. Pero estabas ocupado con otros
devastada.
que sentía por mi… fue el héroe en esta novela, hijo. Charly también
era joven y resignó sus sueños por criarte, por darte todo y más.
esfuerzo?
―No lo sé.
daño que con tus palabras ― marcó. A paso firme, vino hacia mí, la
cambiar el pasado.
―¿Qué me perdí?
ajustarnos a la
dominó.
―Ve a tu casa, Ivana. Estoy seguro de que Gabriel terminará su
día
allí.
―No es mi casa― tragué en seco, dolida por la decisión de mi
abuela. Los papeles que yo tenía eran viejos e inservibles. ¿Cómo fue
capaz de anoticiarme de sus cambios de planes?
De haberlo hecho, ¿hubiera venido en busca de sus cenizas
siquiera?
persona. Debo darte las gracias a ti y a Charly. Eres una mujer fuerte…
y por eso…― pasó saliva con rudeza, tomó mis manos y me miró
fijamente ―, por eso es por lo que nunca pude olvidarte. Por eso es
por lo que te amo ahora ― con una sonrisa nerviosa, desinflé mi pecho
la familia.
había
acercarse a mí.
débiles.
venir, pues que lo haga. Pero no decidiré más sobre él, le he causado
satisfecha.
idea tan idealista de mi amiga, porque sabía que era una fuerte
hijo.
que había sido al pensar que las cosas jamás se sabrían y que me
llevaría ese pesado secreto a la tumba. Pero como decía mi mamá,
cual fuera;
vez. ¡Fui tan tonta al creer que vendría corriendo a mis brazos
Renzo solía decirme que no era así, que habían muerto en su ley,
perpetuos.
rechazó entre
balbuceos inconexos. Nunca lo había visto así, perdido y en mal
hombros.
escalones.
Pero no podía.
―¿Me amaste?
la puerta.
―No tiene sentido para mí. Ya no tengo nada que hacer allí
― él asintió, dándome la razón.
―¿Cuándo volverás a San Francisco?
y dos grandes
corresponde.
―¡No!
niegues la posibilidad de que sea mi hijo con todas las letras, con
muerte.
hace bien.
―¿Hace bien? ¿Acaso no han pasado los últimos veinte
años viviendo una vida miserable?
―Él tiene su familia, Gabriel. Dos hijos.
33 RAYO DE ESPERANZA
legal?
mi memoria.
sido feliz, te has animado a salir de tu zona de confort. Has tenido más
―La beca solventa mis gastos, madre. Hoy por hoy, lo único
que quiero es tu felicidad, ¿es mucho pedir que reconsideres
priorizarte por una vez en tu vida?
Gabriel tenía un corazón enorme, más grande que su propio
pecho. Orgullosa de haber criado un hombre ejemplar, un ser
generoso y pensante, me eché a llorar.
―¿Y esta vez por qué estás llorando? Si continúas
así, te deshidratarás en dos horas ― bromeó.
―Lloro porque eres un ángel.
convenientemente,
apagamos el televisor.
¿O sí?
Gran debate.
trabajo
la mañana.
Me contentó saber que se darían la oportunidad de conocerse
instalaciones por dentro ―. Parece que aquí hubo una barbería ― Leyó
nosotros.
Lejos de su habitual altanería, se llevó una mano al pecho.
esa simple señal de vulnerabilidad me llamó la atención; su
cabello estaba cubierto con una gran pañoleta turquesa y sus
grandes lentes ahumados tapaban parcialmente su rostro.
―Lo-lo siento. Hola a ambos― su voz rasposa la traicionó.
Llamó mi atención una sombra morada rodeando su ojo derecho
apenas bajó sus lentes de sol.
―Buenos días, Mirella.
estar contigo.
que exagero las cosas. Incluso, que estoy un poco loca ― mencionó
También es el sujeto con mal genio y bebedor que pierde los estribos
pese a ocultar sus ojos, sé que me mira fijo―. Te sugiero que vayas
mi hijo.
aeropuerto?
pero la realidad es
impidiendo el
movimiento del automóvil.
integridad?
años,
en este tiempo, es que dirá las cosas como son, pese a los secretos
mi hijo era mi faro, aquel que me permitía ver más allá de la niebla.
comer
les cree porque sus esposos tienen una buena reputación y…bueno…
encrucijada.
pierda el
scudetto, pero jamás, ¡jamás! sería capaz de una conducta semejante
de su integridad?
lo que a apoyo se refiere ―. Ivana, en todo este tiempo que has pasado
concurrida…
Ivana ―lo dice tan convencida que me asusta ―. Lo que ella quería es
perfecto.
perra.
vueltas.
Gracias Gabriel.
mí.
―Sí, claro.
cálido.
35 MENTIRAS VERDADERAS
añoranza.
De a poco, esta historia, la historia de esta casa, estaba
siendo reescrita. Nadie quitaba a Gabriel la idea de venderla y
como dueño absoluto, no quise discutirle.
Frente a la pantalla de mi tableta, escogí una fecha disponible
algún joven
citadino al que no le interesaran las plantas.
despedidas nunca
fueron lo mío.
de tía.
era tan real como atrapante ―. ¡Ya, ya, ya! ― chillé ― ¡Detente! ―
descoordinados.
Lo sentí, lo vi.
Él no podía ser el maldito golpeador que atacaba a su esposa…él
no…
jadeo.
casa?
de un hilo
que él mismo mantenía tenso y nunca soltaba. Yo no podía pedirle
consecuencias.
Mirando a los tres Herssig, era fácil notar que Gabriel era digno
hijo de su padre; aun sin haberse criado con él, tenía sus mismos ojos,
tallarines.
―Tu abuelo volvería a morir si te viera con un cuchillo cortando
latente en
los eventos familiares.
bien.
―No todo…
Lo más importante, sí.
dárselo aunque trabaje las veinticuatro horas del día por años.
verdes.
―Me ha costado mucho digerir esta sensación, esto que hace
espacio para
escucharla ―. Pero necesitaba que lo supieras, porque no sé
cuándo volveremos a vernos.
―¡Cecé, tú y tu drama! ― le di un ligero golpecito con el
nerviosa.
morir,
significaba― explicó
mi echo adolorido.
―Siento mucho la incomodidad del caso; pero no podía
callarme más. Espero que sepas entenderme.
―Lamento no corresponderte.
súplica.
―¿Qué cosa?
todavía. Eres una mujer bellísima, por dentro y por fuera. Deja de lado
―Por ella, por sus hijos, por la distancia entre nuestras vidas.
Ni siquiera Renzo está seguro de cómo procederá con ella; incluso,
ha dejado una puerta abierta a la reconciliación.
Cecé retrajo el ceño, desconcertada, sin poder dar crédito a lo
podía abrazarme
espacio.
todo aquello que estaba ocupando su habitación. Una caja más daba
igual.
―¿Cuándo tienes pensado regresar a San Francisco? ―
asombro.
―No les he explicado acerca del vínculo que nos une todavía,
pero los niños son más receptivos y sencillos que los adultos; te
mayor, me consoló.
viaje Ivana.
resto de mis días, tuve que conformarme con uno suave sobre la
mejilla izquierda.
36 EN MIL PEDAZOS
Al día siguiente comencé con los preparativos de mi viaje.
envolví con papel los recuerdos que fui comprando durante mis días
novedades?
resto
haga falta. Tendré que hablar con Megan para que me asesore ―
plática muy larga, los tres juntos, pero para tu tranquilidad, le agradecí
mucho.
faringitis.
de Turín.
sitio.
fijamente. ―Que tengas buen viaje, pero por sobre todas las
a practicar el
voto de silencio.
odio
mutismo.
tú has estado por allí. ¿Me equivoco? ―¿Ella le habría hablado sobre
nuestro
encuentro? ¿Por qué se lo veía tan tranquilo?
incomodidad?
disgusto con mi
―Violento. Irascible.
creía.
esperé.
¿Pero qué esperaba?¿Que confesara su agresión?¿Que la
negara hasta el hartazgo?
Enganchando sus manos a los lados de sus caderas, giró y
sin dar vueltas, me enfrentó.
―Necesito saber si realmente crees en ella. Porque eso significa
una
emocionalmente por veintidós años y que optó por creer que no has
Me miraste a los ojos cientos de veces antes de que todo saliera a luz
y aun con
el dolor penetrándome la carne, vencido, con la muerte de mi padre
sin saber qué hacer, hostigada mental y físicamente por una madre
correspondida.
mundos?
―Adiós Ivana, te deseo un muy buen viaje. Y a pesar de
haberte vuelto a
ver ni de amarte como lo hice.― Marchándose sin más, Renzo cumplió
con su parte del trato.
Se fue sin mirar atrás.
37 LOGÍSTICA
imperturbable que tenía hacia mí, fui incapaz de ver que no existía
vacío.
trampa de su
un cosquilleo de nostalgia.
salarios y chismerío barato. Era una buena forma de pasar el día, por
supuesto, como también, una máscara para ocultar el verdadero dolor
adusto.
por ello.
¿Cuál era la solución? ¿Que debía hacer?
insumos y
yo
acababa de fabular que alguien ingresó.
llave y avancé por el salón con sigilo, con el chirrido del ir y venir de
atrás.
―P-pues sí.
tiempo de
haberlo pensado.
ilusionarme en vano.
―Hace dos meses que ya no vivo con ella. Si mantuvimos
entienden la
magnitud de la responsabilidad de cada uno de nosotros en esta
estaba fuera
vez. Quizás no sea fácil lidiar con el ir y venir, ya que ninguno de los
martes y yo, había llorado por él cuando regresé a Italia tras la muerte
de Adda.
como una hostería para viajantes, una idea que había tenido incluso
juntos.
mente.
―No, todavía falta una pieza. ―confundido, detuvo sus besos ―:
vidas.
FIN