Felisberto Hernández / La Casa Inundada

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La casa inundada

[Cuento. Texto completo]

Felisberto Hernndez

De esos das siempre recuerdo las vueltas en un bote alrededor de una pequea isla de
plantas. Cada poco tiempo las cambiaban; pero all las plantas no se llevaban bien. Yo
remaba colocado detrs del cuerpo inmenso de la seora Margarita. Si ella miraba la isla
un rato largo, era posible que me dijera algo; pero no lo que me haba prometido; slo
hablaba de las plantas y pareca que quisiera esconder entre ellas otros pensamientos. Yo
me cansaba de tener esperanzas y levantaba los remos como si fueran manos aburridas
de contar siempre las mismas gotas. Pero ya saba que, en otras vueltas del bote, volvera
a descubrir, una vez ms, que ese cansancio era una pequea mentira confundida entre
un poco de felicidad. Entonces me resignaba a esperar las palabras que me vendran de
aquel mundo, casi mudo, de espaldas a m y deslizndose con el esfuerzo de mis manos
doloridas.
Una tarde, poco antes del anochecer, tuve la sospecha de que el marido de la seora
Margarita estara enterrado en la isla. Por eso ella me haca dar vueltas por all y me
llamaba en la noche -si haba luna- para dar vueltas de nuevo. Sin embargo el marido no
poda estar en aquella isla; Alcides, -el novio de la sobrina de la seora Margarita- me
dijo que ella haba perdido al marido en un precipicio de Suiza. Y tambin record lo que
me cont el botero la noche que llegu a la casa inundada. l remaba despacio mientras
recorramos "la avenida de agua", del ancho de una calle y bordeada de pltanos con
borlitas. Entre otras cosas supe que l y un pen haban llenado de tierra la fuente del
patio para que despus fuera una isla. Adems yo pensaba que los movimientos de la
cabeza de la seora Margarita -en las tardes que su mirada iba del libro a la isla y de la
isla al libro- no tenan relacin con un muerto escondido debajo de las plantas. Tambin
es cierto que una vez que la vi de frente tuve la impresin de que los vidrios gruesos de
sus lentes les enseaban a los ojos a disimular y que la gran vidriera terminada en cpula
que cubra el patio y la pequea isla, era como para encerrar el silencio en que se
conserva a los muertos.
Despus record que ella no haba mandado hacer la vidriera. Y me gustaba saber que
aquella casa, como un ser humano, haba tenido que desempear diferentes cometidos;
primero fue casa de campo; despus instituto astronmico; pero como el telescopio que
haban pedido a Norte Amrica lo tiraron al fondo del mar los alemanes, decidieron
hacer, en aquel patio, un invernculo; y por ltimo la seora Margarita la compr para
inundarla.
Ahora, mientras dbamos vuelta a la isla, yo envolva a esta seora con sospechas que
nunca le quedaban bien. Pero su cuerpo inmenso, rodeado de una simplicidad desnuda,
me tentaba a imaginar sobre l un pasado tenebroso. Por la noche pareca ms grande, el
silencio lo cubra como un elefante dormido y a veces ella haca una carraspera rara,
como un suspiro ronco.
Yo la haba empezado a querer, porque despus del cambio brusco que me haba hecho
pasar de la miseria a esa opulencia, viva en una tranquilidad generosa y ella se prestaba
-como prestara el lomo una elefanta blanca a un viajero- para imaginar disparates
entretenidos. Adems, aunque ella no me preguntaba nada sobre mi vida, en el instante
de encontrarnos, levantaba las cejas como si se le fueran a volar, y sus ojos, detrs de tos
vidrios, parecan decir: "Qu pasa, hijo mo?".
Por eso yo fui sintiendo por ella una amistad equivocada; y si ahora dejo libre mi
memoria se me va con esta primera seora Margarita; porque la segunda, la verdadera, la
que conoc cuando ella me cont su historia, al fin de la temporada, tuvo una manera
extraa de ser inaccesible.
Pero ahora yo debo esforzarme en empezar esta historia por su verdadero principio, y no
detenerme demasiado en las preferencias de los recuerdos.

Alcides me encontr en Buenos Aires en un da que yo estaba muy dbil, me invit a un


casamiento y me hizo comer de todo. En el momento de la ceremonia, pens en
conseguirme un empleo, y ahogado de risa, me habl de una "atolondrada generosa" que
poda ayudarme. Y al final me dijo que ella haba mandado inundar una casa segn el
sistema de un arquitecto sevillano que tambin inund otra para un rabe que quera
desquitarse de la sequa del desierto. Despus Alcides fue con la novia a la casa de la
seora Margarita, le habl mucho de mis libros y por ltimo le dijo que yo era un
"sonmbulo de confianza". Ella decidi contribuir, enseguida, con dinero; y en el verano
prximo, si yo saba remar, me invitara a la casa inundada. No s por qu causa, Alcides
no me llevaba nunca; y despus ella se enferm. Ese verano fueron a la casa inundada
antes que la seora Margarita se repusiera y pasaron los primeros das en seco. Pero al
darle entrada al agua me mandaron llamar. Yo tom un ferrocarril que me llev hasta una
pequea ciudad de la provincia, y de all a la casa fui en auto. Aquella regin me pareci
rida, pero al llegar la noche pens que poda haber rboles escondidos en la oscuridad.
El chofer me dej con las valijas en un pequeo atracadero donde empezaba el canal, "la
avenida de agua", y toc la campana, colgada de un pltano; pero ya se haba
desprendido de la casa la luz plida que traa el bote. Se vea una cpula iluminada y al
lado un monstruo oscuro tan alto como la cpula. (Era el tanque del agua). Debajo de la
luz vena un bote verdoso y un hombre de blanco que me empez a hablar antes de
llegar. Me convers durante todo el trayecto (fue l quien me dijo lo de la fuente llena de
tierra). De pronto vi apagarse la luz de la cpula. En ese momento el botero me deca:
"Ella no quiere que tiren papeles ni ensucien el piso de agua. Del comedor al dormitorio
de la seora Margarita no hay puerta y una maana en que se despert temprano, vio
venir nadando desde el comedor un pan que se le haba cado a mi mujer. A la duea le
dio mucha rabia y le dijo que se fuera inmediatamente y que no haba cosa ms fea en la
vida que ver nadar un pan".
El frente de la casa estaba cubierto de enredaderas. Llegamos a un zagun ancho de luz
amarillenta y desde all se vea un poco del gran patio de agua y la isla. El agua entraba
en la habitacin de la izquierda por debajo de una puerta cerrada. El botero at la soga
del bote a un gran sapo de bronce afirmado en la vereda de la derecha y por all fuimos
con las valijas hasta una escalera de cemento armado. En el primer piso haba un
corredor con vidrieras que se perdan entre el humo de una gran cocina, de donde sali
una mujer gruesa con flores en el moo. Pareca espaola. Me dijo que la seora, su ama,
me recibira al da siguiente; pero que esa noche me hablara por telfono.
Los muebles de mi habitacin, grandes y oscuros, parecan sentirse incmodos entre
paredes blancas atacadas por la luz de una lmpara elctrica sin esmerilar y colgada
desnuda, en el centro de la habitacin. La espaola levant mi valija y le sorprendi el
peso. Le dije que eran libros. Entonces empez a contarme el mal que le haba hecho a
su ama "tanto libro" y "hasta la haban dejado sorda, y no le gustaba que le gritaran". Yo
debo haber hecho algn gesto por la molestia de la luz.
-A usted tambin le incmoda la luz? Igual que a ella.
Fui a encender un porttil; tena pantalla verde y dara una sombra agradable. En el
instante de encenderla son el telfono colocado detrs del porttil, y lo atendi la
espaola. Deca muchos "s" y las pequeas flores blancas acompaaban conmovidas los
movimientos del moo. Despus ella sujetaba las palabras que se asomaban a la boca can
una silaba o un chistido. Y cuando colg el tubo suspir y sali de la habitacin en
silencio.
Com y beb buen vino. La espaola me hablaba pero yo, preocupado de cmo me ira en
aquella casa, apenas le contestaba moviendo la cabeza como un mueble en un piso flojo.
En el instante de retirar el pocillo de caf de entre la luz llena de humo de mi cigarrillo,
me volvi a decir que la seora me llamara por telfono. Yo miraba el aparato esperando
continuamente el timbre, pero son en un instante en que no lo esperaba. La seora
Margarita me pregunt por mi viaje y mi cansancio con voz agradable y tenue. Yo le
responda con fuerza separando las palabras.
-Hable naturalmente -me dijo-; ya le explicar por qu le he dicho a Mara (la espaola)

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