Análisis Del Aprendizaje Social de La Agresión
Análisis Del Aprendizaje Social de La Agresión
Análisis Del Aprendizaje Social de La Agresión
Un estilo distinto de conducta pierde rápidamente su valor positivo a través del uso
excesivo. Cuando se emplean repetidamente la misma retórica y las mismas
tácticas, las actividades de protesta adoptan la cualidad de escenificaciones
largamente ensayadas en lugar de expresiones genuinas de un principio. A
medida que la retórica trillada reduce la autenticidad de los líderes, las excitativas
de éstos tienden a ser consideradas más bien como manipulaciones y cada vez
hay mayor resistencia a cumplirlas. Algunos de los seguidores más idealistas
terminarán por desilusionarse ante los usos del poder dictados no por
consideraciones morales, sino por necesidades estratégicas.
INSTIGADORES DE LA AGRESIÓN
Una teoría debe explicar no únicamente la manera cómo se adquieren los
patrones de agresión, sino también la forma en que se activan y canalizan. La
mayor parte de los acontecimientos que hacen que la gente agreda, como son los
insultos, los desafíos verbales, las amenazas en contra del estatus, el tratamiento
injusto y las acciones provocadoras adquieren esta capacidad de activación, no
por la notación genética del individuo, sino a través de experiencias de
aprendizaje. La gente aprende a detestar y a atacar a ciertos tipos de individuos.
Tal aprendizaje puede consistir en encuentros desagradables con aquellos o bien
en experiencias simbólicas y vicarias que suscitan odio; pero los estímulos
también llegan a desempeñar funciones de encauzar la agresión, asociándose con
las consecuencias de respuestas diferentes.
Influencias del modelamiento
Gran parte de la conducta humana está bajo el control de estímulos de
modelamiento. Por consiguiente, una manera eficaz de que la gente sea inducida
a agredir consiste en que haya otros que lo hagan. La teoría del aprendizaje social
distingue cuatro procesos mediante los cuales las influencias de modelamiento
activan la conducta agresiva. Un modo de operación se da en razón de la función
discriminativa de las acciones modeladas. En muchos casos, conducirse como los
demás es satisfactorio porque los modos prevalecientes han dado pruebas de ser
más funcionales, al paso que otros cursos de acción son menos eficaces e incluso
podrían ser desaprobados. Por consiguiente, a través de la asociación con
reforzamientos pasados, los actos modelados terminan por servir de indicios
informativos para que otros se conduzcan de modo similar.
Tratamiento aversivo
En la teoría del aprendizaje social, en lugar de que la frustración genere una
pulsión agresiva que pueda reducirse únicamente emitiendo conducta lesiva, el
tratamiento aversivo crea un estado general de activación emocional que puede
facilitar toda una variedad de conductas, según los tipos y la eficacia de las
respuestas que la persona haya aprendido para enfrentarse al stress (Bandura,
1973). Sometidos a la adversidad, hay quienes buscan ayuda y apoyo; quienes
incrementan sus esfuerzos de logro; quienes prefieren retirarse y resignarse;
algunos agreden; otros experimentan intensa reactividad somática; otros más
todavía se “anestesian” a sí mismos en contra de una existencia miserable con
drogas o con alcohol; y la mayoría intensifica sus esfuerzos constructivos para
vencer las fuentes de aflicción. Supuesto que diferentes formas de estimulación
aversiva tienen a menudo efectos conductuales distintos, en el análisis del
aprendizaje social la conducta lesiva se relaciona con diferentes clases de
antecedentes aversivos.
Móviles de incentivos
La discusión precedente se ocupó exclusivamente de la agresión motivada
aversivamente que ocupa un lugar preeminente en la teoría psicológica, aunque
no así en el terreno de lo empírico. La capacidad cognoscitiva de los humanos
para representarse consecuencias futuras los ayuda a guiar sus conductas
mediante resultados que se proyectan en el tiempo. Gran cantidad de agresión
humana es, de hecho, impulsada por consecuencias positivas antevistas. Aquí, el
instigador es el “jalón” de la recompensa esperada, antes de que el “empujón” del
tratamiento doloroso.
Control instruccional
Durante el proceso de socialización, la gente es enseñada a obedecer órdenes.
Recompensando la obediencia a los mandatos y castigando el incumplimiento a
los mismos, las órdenes terminan por adquirir poder suscitador. Establecida esta
forma de control social, las autoridades legítimas pueden ordenar y lograr que los
demás agredan, especialmente cuando las acciones se presentan como
justificadas y necesarias, y cuando los agentes poseen gran poder coercitivo. Es
relativamente fácil herir a una persona cumpliendo órdenes, cuando los
sufrimientos de ésta no son visibles y cuando las acciones causales parecen estar
física o temporalmente remotas de los efectos nocivos. Ciertas formas de guerra
mecanizada, donde puede darse muerte a gran número de gente liberando
remotamente fuerzas destructivas, ilustra este tipo de agresión despersonalizada.
Por otra parte, cuando las consecuencias lesivas de las acciones de uno son del
todo evidentes, el dolor suscitado vicariamente y la pérdida del respeto a sí mismo
sirven de influencia restrictiva sobre la conducta agresiva que, por otra parte, está
sancionada autoritariamente.
El control ilusorio
Además de los diversos instigadores externos, la conducta agresiva puede quedar
sometida a control simbólico grotesco. Cada cierto tiempo ocurren episodios
trágicos en que, impulsados por creencias ilusorias, hay individuos que cometen
actos de violencia. Algunos obedecen voces divinas interiores que los instan a
cometer asesinatos. Otros se sienten instigados a realizar ataques defensivos bajo
el impulso de sospechas paranoicas de que los demás están conspirando para
destruirlos (Reich y Hepps, 1972).
CONDICIONES DE MANTENIMIENTO
El tercer rasgo principal del modelo de aprendizaje social es el relativo a las
condiciones que mantienen el responder agresivo. Prolongadas investigaciones
psicológicas han fundamentado que la conducta está controlada extensamente por
sus consecuencias. Este principio se aplica igualmente a la agresión. Los modos
agresivos de responder, como otras formas de conducta social, pueden ser
inducidos, eliminados y restablecidos con sólo alterar los efectos que producen
(Bandura, 1963). En las teorías tradicionales, las influencias del reforzamiento se
confinan extensamente a los efectos de resultados externos que inciden
directamente sobre quien ejecuta la conducta. La teoría del aprendizaje social, por
otra parte, distingue tres formas de control del reforzamiento: se incluyen entre
éstas la influencia del reforzamiento directo, el reforzamiento vicario u observado y
el autorreforzamiento.
Reforzamiento externo directo
La agresión es fuertemente influida por sus consecuencias directas, las cuales
adoptan muchas formas. Las recompensas extrínsecas adquieren importancia
especial en la agresión interpersonal porque tal conducta, por su propia
naturaleza, origina comúnmente cierto precio doloroso. La persona que se lance a
pelear sufrirá algunas lesiones aunque a la larga triunfe sobre su antagonista. En
condiciones no coercitivas, se necesitan incentivos positivos para vencer las
inhibiciones que surgen de los concomitantes aversivos de la agresión. Los
análisis del reforzamiento social de la conducta agresiva en ambientes naturales
concuerdan en general con los resultados de los estudios de laboratorio. Los
padres de niños agresivos por lo general no permiten que sus hijos manifiesten
conductas agresivas en el hogar, pero perdonan, alientan activamente y refuerzan
los actos de provocación y agresión que cometen con otras personas de la
comunidad (Bandura, 1960; Bandura y Walters, 1969).
Hay diversos factores sociales que pueden alterar considerablemente los efectos
habituales de las consecuencias observadas. Modelos y observadores difieren a
menudo de maneras perceptibles, de modo que una conducta considerada
aceptable por uno, tal vez sea castigable por el otro, según diferencias de sexo,
edad y estatus social. Cuando la misma conducta produce consecuencias
desiguales en miembros diferentes, la recompensa observada acaso no eleve el
nivel de agresividad imitativa (Thelen y Soltz, 1969).
Con todo, de la misma manera que los principios morales elevados pueden servir
para justificar actividades despiadadas, los vínculos positivos pueden aumentar la
agresividad en ciertas condiciones. Dada la gran variedad de mecanismos de
autoabsolución, una sociedad no puede confiar en que sus individuos ennoblezcan
sus convicciones, para protegerse en contra de hechos brutales. De la misma
manera que la agresión no arraiga en el individuo, tampoco el control de aquella
reside solamente allí. La humanidad requiere, además de códigos benevolentes
de autorreforzamiento, sistemas de reforzamiento social que apoyen
continuamente la conducta compasiva y desalienten la crueldad.
Como en muchos otros problemas a los que se enfrenta el hombre, no hay aquí
ningún gran proyecto único, con cuya realización se disminuya el nivel de
destructividad dentro de una sociedad. Es preciso que así el individúo como el
grupo emprendan acciones destinadas a cambiar las prácticas de los sistemas
sociales. Como la agresión no es un aspecto inevitable o inmutable del hombre,
sino un producto de condiciones que fomentan la agresión, las cuales operan
dentro de una sociedad, la teoría del aprendizaje social sostiene una concepción
más optimista de la capacidad del hombre para reducir su nivel de agresividad.