MODULO_3
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Índice de contenidos
1. Introducción...................................................................................................................... 3
2. Conducta agresiva ................................................................................................................. 4
3. La agresividad en las aulas..................................................................................................... 5
3.1. Variables del comportamiento antisocial en el ámbito educativo ................................... 7
3.2. Fenómeno Bullying ......................................................................................................... 9
3.2.1. Perfil psicosocial y adquisición de roles .................................................................. 10
3.2.2. Indicadores característicos de la víctima ................................................................ 12
3.2.3. Indicadores generales que caracterizan a la persona agresora ............................... 13
3.2.4. Tipología de bullying .............................................................................................. 14
3.2.5. Repercusiones del bullying..................................................................................... 15
4. Prevención de la conducta agresiva..................................................................................... 15
4.1. Prevención en el ámbito escolar ................................................................................... 17
4.1.1. Proyecto de convivencia ........................................................................................ 19
4.2. Prevención en el ámbito familiar .................................................................................. 21
4.3. Colaboración preventiva: escuela y familia ................................................................... 22
El conflicto y el desacuerdo forman parte de nuestras vidas, siendo en ocasiones el motor que
impulsa la sociedad generando diálogo, puntos de vistas diversas y concibiendo alternativas de
actuación. Entre las definiciones que podemos aportar de dicho término se encuentra
“proceso que se origina cuando una persona percibe que otra ha frustrado o está a punto de
frustrar alguno de sus objetivos o intereses” (García, 2006)
Sin embargo, y aún considerando el conflicto como un acto que facilita aspectos que generan
la diversificación de ideas, en numerosas ocasiones entra en divergencia con el de violencia,
llegando a ser considerados sinónimos, es decir, se considera que el conflicto genera violencia.
Cuando tiene lugar un conflicto de intereses entre iguales, sobre todo en ciertas edades, el
saber ejercer un control sobre la agresividad se establece como una tarea compleja sino existe
una adecuada y sólida base de aprendizaje de habilidades sociales, de ahí que se esté
trabajando para proporcionar herramientas que faciliten la incorporación de éstas así como de
pautas de convivencia en las instituciones escolares.
Son por estos y otros motivos por los que hemos considerado relevante incluir una
aproximación a diversos aspectos relacionados con la conducta agresiva.
No se trata sólo de que el alumnado trabaje adecuadamente en las tareas académicas que
requieren participación en grupos, se trata además de corroborar que las vivencias que se
producen en las experiencias comunes sean adecuadas y sirvan para ir construyendo su
personalidad social, el concepto de sí mismo y su autoestima. Ahora bien, cuando el grupo lo
que promueve o promulga son modelos agresivos o violentos comienza a constituir un gran
inconveniente.
2. Conducta agresiva
Contar con una concepción unitaria de agresión, aceptable para las diferentes áreas de
especialización, ha venido siendo un problema más sin resolver dentro la psicología en general
y para la psicología social en particular. Así, no resulta sorprendente como señala Marsh (1978)
encontrar más de doscientas cincuenta definiciones diferentes de agresión, además de las
definiciones operacionales desarrolladas para trabajos experimentales específicos.
Haciendo una revisión de los escritos con los que contamos sobre agresividad, reparamos en
que son muchos los autores que han proporcionado definiciones del término, coincidiendo
mayoritariamente en sus aportaciones. A modo de ejemplo citar:
Visto esto, podemos entender que generalmente hablamos de agresividad para referirnos al
hecho de provocar daño a una persona u objeto, ya sea éste animado o inanimado. Así, con el
término “conductas agresivas” nos referimos a las conductas intencionales que pueden causar
daño ya sea físico o psicológico. Conductas como pegar a otros, burlarse de ellos, ofenderlos,
tener rabietas (del tipo de arrojarse al suelo, gritar y golpear muebles, por ejemplo) o utilizar
palabras inadecuadas para llamar a los demás, generalmente se describen como conductas
agresivas.
Las manifestaciones de conductas agresivas son mucho más frecuentes en los primeros años
observándose una declinación en frecuencia posteriormente. Se puede decir que el máximo
apogeo de esta conducta tiene lugar aproximadamente a los dos años de edad, a partir de los
cuales disminuye hasta alcanzar niveles más moderados observables en la edad escolar.
Hacia los cuatro años, empiezan a disminuir sustancialmente la destructividad y los intentos de
humillar a otros. Hacia los cinco años, la mayoría de los niños y niñas emplean menos el
negativismo, la rebelión o las acciones físicas de rechazo (Herbert, 1985). Sin embargo, esta
conclusión depende de cómo se entienda la conducta agresiva. Algunos trabajos diferencian
entre agresión instrumental y agresión hostil o emocional en función del principal objetivo de
la agresión.
Una de las primeras dificultades a las que nos enfrentamos al comenzar a analizar los
fenómenos de supuesta violencia en la escuela es la imprecisión en el lenguaje. En efecto, no
podemos considerar dentro de la misma categoría un insulto u otra falta más o menos leve de
disciplina que, por ejemplo, un episodio de vandalismo o de agresión física con un arma. No
obstante, existe una clara tendencia en la opinión pública y tal vez entre muchos docentes a
“incluir todo en el mismo saco” y, como consecuencia a entender, aunque de manera
simplista, que se trata de manifestaciones distintas de un mismo sustrato violento.
A pesar de ello, puesto que muchos fenómenos no pueden considerarse propiamente como
violentos, se puede entender como más inclusiva y adecuada la expresión de comportamiento
o conducta antisocial en las escuelas. A partir de aquí se puede decir que son seis los tipos o
categorías de comportamiento antisocial entre los que debemos diferenciar. Aunque no
debemos olvidar realizar un análisis exhaustivo de cada caso en particular con el objeto de
utilizar de forma adecuada y con propiedad el término “violencia”.
En este caso, se trata de conductas que implican una mayor o menor dosis de violencia
desde la resistencia o el “boicot” pasivo hasta el desafío y el insulto activo al
profesorado, que pueden desestabilizar por completo la vida cotidiana en el aula. Sin
olvidar que, en muchas ocasiones, las agresiones pueden ser de profesorado a
alumnado y no viceversa.
5. Acoso sexual y discriminación por orientación sexual. El acoso sexual es, como el
bullying, un fenómeno o manifestación “oculta” de comportamiento antisocial, en la
misma medida que podríamos considerar también en tales términos el maltrato de
carácter racista o xenófobo. Son muy pocos los datos de que se dispone a este
respecto. Sin embargo, el maltrato, la agresión y el acoso de carácter sexual tienen la
suficiente relevancia como para considerarlos en una categoría aparte.
Desde el punto de vista del profesorado y de los centros de enseñanza, esta dimensión
educativa tiene una importancia crítica. Resulta fundamental poder ser capaces de identificar
qué aspectos de la vida del aula y de la escuela tienen una incidencia en la configuración de las
relaciones interpersonales de nuestro alumnado, en los modelos y patrones de convivencia; en
definitiva, en la posible prevención del comportamiento antisocial. En otras palabras, aunque
sabemos que el comportamiento antisocial en los centros puede estar muy determinado por
variables sociales y familiares ajenas a la escuela, también existen variables internas al propio
centro educativo que parecen estar positivamente relacionadas con la mayor o menor
ocurrencia o aparición de fenómenos de comportamiento antisocial.
Por último, las distintas manifestaciones de comportamiento antisocial en las escuelas ocurren
con más frecuencia de lo que usualmente se piensa y que, puesto que la relación entre los
agresores y las víctimas es necesariamente muy extensa en el tiempo y muy estrecha en el
espacio (conviven en el centro durante años y muchas horas al día), las consecuencias
personales, institucionales y sociales de dicha violencia son incalculables
De todos es conocido que la atribución de conducta violenta en los centros escolares aparece
directamente vinculado a acciones tales como: robos, destrozos sobre el mobiliario escolar,
peleas, etc. Sin embargo, existe y es patente otro tipo de agresividad que se efectúa de
manera indirecta y no aparece generalmente de forma explícita, este fenómeno es conocido
internacionalmente con el nombre de “Bullying”, término utilizado para determinar la
intimidación o agresión que se produce entre iguales (Cerezo y Esteban, 1992).
Dicha conducta posee unos rasgos o características muy concretas que la definen como se
expone a continuación:
Sintetizando podemos decir que el fenómeno Bullying podría ser definido como: forma de
conducta agresiva, intencionada y perjudicial, cuyos protagonistas son jóvenes escolares.
Violencia mantenida, mental o física, guiada por un individuo o por un grupo y dirigida contra
otro individuo que no es capaz de defenderse por sí mismo en esta situación que se desarrolla
en el ámbito escolar.
A. Las víctimas
Características generales. Algunas veces son personas cuya debilidad se deriva de su ambiente
familiar; ya que en éste no han tenido que hacer frente a confrontaciones agresivas. Se trata
de un ambiente familiar con cierto grado de sobreprotección o, simplemente, un ambiente
familiar tolerante y responsable. Así, se sienten muy inseguras cuando deben utilizar una
actitud asertiva para hacer valer sus necesidades y derechos ante ataques agresivos. Son
chicos o chicas que tienden a protegerse en su mundo y evitar a las grandes pandillas,
recluyéndose en un grupo reducidos de amigos íntimos.
Ajuste Social. Casi siempre posee pocas habilidades sociales, aunque no tiene porque ser una
persona tímida o reservada. Generalmente son sujetos rechazados y con dificultad hacen
amistades. Normalmente no hay víctimas puras, es decir, un chico o chica que haya tenido una
experiencia de victimización en un periodo largo de su vida es frecuente que termine siendo
agresor de otros, produciéndose así una espiral de violencia. Por lo expuesto y, en conclusión,
Ámbito Académico. Este perfil no tiene características homogéneas, ya que puede ser un
buen, medio o mal estudiante.
Las víctimas suelen pasar por episodios de burlas, marginación social o bromas pesadas. A
nivel escolar están bien integradas, atienden al profesorado, son sensibles a las recompensas
en cuanto a tareas académicas y pueden provocar envidias y celos entre los demás chicos que
no están en ese status.
B. Los agresores/agresoras
Características generales. Suelen ser chicos o chicas de media de edad y superior a la media de
su curso, fuertes físicamente, que mantienen con frecuencia conductas agresivas con aquellos
que consideran débiles o cobardes. Además, se consideran individuos líderes y sinceros,
mostrando alta autoestima y extroversión. En cuanto a su ambiente familiar, lo perciben como
conflictivo. Por último, poseen una actitud negativa hacia la escuela y su rendimiento escolar
suele ser bajo.
Ajuste social. Suelen ser personas prepotentes y abusadoras, hábiles en ciertas conductas
sociales, parece que han aprendido cómo hacer daño y evitar el castigo pertinente. Siempre
tienen una excusa o una explicación más o menos creíble de lo sucedido y siempre exponen
que no comienzan y aluden a la intervención primero de la que ha sido su víctima. Pueden
C. Los espectadores/espectadoras
Son sujetos espectadores diarios de la violencia y acatan la “Ley invisible de Silencio”, es decir,
se ven obligados directa o indirectamente a callar e ignorar la violencia a un tercero, con lo
que son instados a asumir cierto grado de culpabilidad cómplice en el asunto.
1. Maltrato Físico. Serían todas aquellas conductas en las cuales las manifestaciones físicas
son patentes, ejemplo de ellas serían: empujones, patadas, puñetazos, agresiones con
objetos, etc.
2. Maltrato Verbal. Está considerado como el más habitual. Generalmente son los insultos,
menosprecios, motes, etc.
3. Maltrato Psicológico. Dentro de este apartado se engloban todas aquellas actuaciones cuya
intencionalidad está próxima a disminuir la autoestima de la otra persona, fomentando su
sensación de inseguridad y temor. Este componente psicológico, virtualmente está
presente en las otras formas de violencia escolar, pero también puede producirse de
manera única, sin que vaya acompañado de violencia física o social. La violencia verbal es
una de las manifestaciones más habituales de la violencia psicológica. Mediante insultos,
descalificaciones y humillaciones de naturaleza verbal, ejercidas frecuentemente a por
medio de actos de menosprecio público que tienen como finalidad destrozar la reputación
de la víctima y anular su autoestima.
Añadir que son numerosos los estudios que ponen de relieve que dentro de cada tipo de
maltrato expuesto se puede encontrar graduaciones en sus manifestaciones, así como se
observa el maltrato psicológico en todas las variantes anteriormente expuestas.
2. Consecuencias para la persona agresora. El sujeto que arremete contra alguien para
conseguir algo o reivindicar una posición dentro del grupo realiza un aprendizaje que a
largo plazo va a tener consecuencias nefastas, como puede ser la conducta delictiva.
Ya que dicho aprendizaje viene a reforzar la conducta agresiva como una forma de
establecer relaciones sociales generalizando dichas actuaciones a otros ámbitos.
Las actuaciones preventivas pueden tener lugar en tres momentos distintos y en función de
éstos nos encontramos con tres tipos de prevención tal y como se muestra en el siguiente
cuadro:
Es frecuente que los programas de intervención abarquen más de un tipo de prevención de los
anteriormente expuestos.
• La prevención primaria, en el campo de la violencia actúa, por una parte, sobre los factores
ambientales (nivel socioeconómico, recursos disponibles por la población, medios de
comunicación, escuela, etc.) y, por otra parte, sobre actores personales (características de
las familias, métodos de educación, consumo de alcohol y drogas, rasgos de personalidad,
etc.) en la población general y en poblaciones o grupos específicos de alto riesgo.
En los siguientes apartados se abordarán en función de distintos ámbitos: escolar, familiar, los
factores que mayoritariamente inciden en la aparición de conductas agresivas, así como
aquellos que bloquean o impiden su aparición.
Así, para explicitar un proyecto educativo de prevención contra la violencia desde esta
posición, y sabiendo que la violencia no sigue un proceso de causa-efecto, sino que se debe a
la intersección de varios factores como se ha dicho anteriormente, se propone un modelo de
investigación-acción, con el cual se irán trabajando las relaciones interpersonales en el aula y
en el centro para llegar a lograr la mejora de la convivencia en el mismo. Éste es el Modelo
Comunitario.
Desde este modelo se entiende el centro educativo como una comunidad de convivencia en la
cual están insertos distintos microsistemas sociales, configurada ésta a partir de la coexistencia
y la articulación mejor o peor de varios grupos humanos básicos. Estos grupos humanos son:
Como hemos podido observar hasta el momento, el equipo docente desempeña un papel
imprescindible en la realización de un programa preventivo en el centro escolar.
Es por este motivo que debe conocer algunos de los factores que inciden de forma clara en la
aparición y mantenimiento de conductas agresivas en el centro escolar para ser contemplados
en la elaboración de un programa preventivo. Como bien se ha comentado hasta el momento
el contexto escolar constituye un espacio determinante en el establecimiento de las relaciones
A partir de aquí, el trabajo de prevención se debe tomar como una muestra de interés del
profesorado por la innovación educativa, con lo cual necesitan una formación complementaria
y una mejor capacitación profesional en ciertos ámbitos. También implica la necesidad de
realizar un trabajo en grupo coordinándose todo el equipo de profesores y profesoras, y si la
labor docente se desarrolla en un IES esta complicidad también se ha de tener con el
Departamento de Orientación, para establecer unos mínimos acuerdos entre ellos y poder
comenzar a trabajar.
CUESTIONES ORIENTATIVAS
Para esta gestión se propone, como medio, la asamblea, la cual es una actividad grupal
específica para introducir en el aula un espacio, un tiempo y unos métodos específicos
de gestión democrática de la convivencia. Se debería implantar el hábito de realizar
una asamblea semanal como foro en el cual se pueda hablar de la convivencia, los
sentimientos y las actitudes de cada uno en relación con el grupo, convirtiéndose en
un lugar donde se hable de conflictos y dificultades, pero también de éxitos, alegrías y
logros sociales. Además, puede ser considerado un espacio donde cada persona pueda
identificar y comunicar sus percepciones sociales sobre asuntos personales, siempre
bajo el equilibrio moderador del profesor o profesora, que ejercerá en ella esa parte
tan importante de su función docente que es la función tutorial. Facilita al alumnado
una mejor interiorización de las convenciones adoptadas por el grupo.
Se plantearía un modelo de trabajo con una secuencia que permita integrar el trabajo
individual, que cada alumno o alumna debe aportar a la sesión de grupo, con la
colaboración, la negociación y la búsqueda de acuerdos comunes que se realizaría en
la fase de trabajo conjunto. La sesión de trabajo en grupo cooperativo se prolonga en
una tercera fase final de debate que se desarrolla en el conjunto completo del aula y
que cierra la secuencia haciendo públicos los aspectos más importantes que se han
producido en la actividad.
Según aportaciones de Olweus (1998), hay tres factores dentro del ámbito familiar que son
decisivos a la hora de desarrollar modelos agresivos, a saber:
1. Actitud emotiva de las figuras paternas. Así pues, una actitud fría carente de afecto y
dedicación hará que a largo plazo el menor sea agresivo con los demás.
2. Grado de permisividad de las familias ante la conducta agresiva del menor. Los niños y
niñas deben conocer dónde están los límites de sus actuaciones. Un comportamiento en
exceso permisivo ante determinadas conductas hace perder la perspectiva de la norma.
3. Métodos de afirmación de la autoridad. La utilización habitual de castigo físico y el
maltrato emocional generará a largo plazo violencia.
Además, el ámbito familiar se encuentra bajo el influjo de ciertos factores o variables que
pueden incidir en la manifestación de conductas agresivas, ejemplo de ello sería: la base
genética, la psicopatología y la conducta delictiva, la interacción entre progenitores e hijos, la
relación matrimonial, el orden de nacimiento y número de miembros de familia, la clase social
y la ausencia de habilidades sociales dentro y fuera del ámbito familiar y que pasamos a
describir a continuación, aunque previamente mostramos un cuadro resumen con aquellas
que serán tratadas.
Tras analizar algunos de los factores de riesgo que inciden en el ámbito familiar en el
surgimiento o mantenimiento de conductas agresivas, a continuación procedemos a presentar
una serie de factores de protección que consideramos relevante incluir con el objeto de
facilitar algunas pautas de intervención con carácter preventivo ante la manifestación de este
tipo de conductas.
No obstante, de forma general podemos extraer a modo de síntesis que la prevención debe ir
dirigida a:
En ocasiones, se lleva a cabo una extraña práctica, según la cual las familias prefieren no
intervenir en las cosas del centro y por otro lado el profesorado prefiere no dar muchas
explicaciones, con lo que se están dañando las vías de comunicación entre la familia y la
institución educativa, que resultan imprescindibles para ayudar al alumnado a afrontar
problemas que habitualmente no pueden asumir en solitario, como es el caso del maltrato.
Tanto las víctimas, como los que desarrollan una conducta antisocial y agresiva para hacia los
demás están demandando la actuación conjunta del centro educativo y de la familia, actuación
que no puede demorarse cuando aparecen los problemas.
Todo proceso educativo requiere la exploración de la situación social y familiar del alumnado.
Tanto la planificación como el desarrollo curricular se ven facilitados cuando el equipo docente
tiene un buen nivel de comprensión sobre el tipo de vida familiar de su alumnado. Pero si se
trata de intervenir para mejorar la convivencia y prevenir los problemas de violencia, el
conocimiento de las familias y la buena relación con ellas resulta imprescindible.
El centro educativo tiene la responsabilidad de planificar el encuentro entre los docentes y las
familias, tomando las medidas necesarias para que transcurra en un clima razonablemente
positivo, en el cual, cada parte pierda su miedo a inmiscuirse en los asuntos de la otra y la
comunicación sea fluida y espontánea.
Es muy probable que una de las causas de la violencia se refiera a la desestructuración de los
lazos sociales. Cuando un centro da oportunidad a las familias para que se encuentren con los
padres y las madres de las amistades de sus hijos e hijas, está abriendo las puertas a que la red
social se haga más tupida y solidaria. En este tipo de clima es mucho más difícil guardar la ley
del silencio, que hace que el abuso y los malos tratos se mantengan.
Las familias tienen obligación de participar en todo lo que beneficie y optimice la educación de
sus hijos e hijas. En el tema de los problemas de abusos y malos tratos entre iguales el camino
idóneo es el que hemos descrito como medidas preventivas, pero además de éstas, hay que
ayudar a las familias a estar preparados para realizar una intervención directa si la situación lo
requiere.
Posiblemente, los programas que proporcionen alternativas a la violencia física, que fomenten
la discusión razonada y la búsqueda de sensaciones o de estimulación en el deporte pueden
constituir un camino a seguir. Desde esta perspectiva, la sublimación de la agresividad se ha de
producir a través del trabajo, la creatividad y el deporte.
Los factores sociológicos y económicos constituyen, sin duda, la causa más importante a nivel
global de la conducta violenta. Pero el desarrollo de ciertas habilidades cognitivas y de
razonamiento moral y el establecimiento de ciertos estilos de pensamiento (vinculados al tipo
de integración familiar y escolar experimentado en la infancia y la adolescencia) pueden
explicar la opción individual para comportarse de una forma social o de una forma violenta.
Actualmente, y probablemente en el futuro, será difícil conocer el alcance real de las medidas
de prevención. Sin embargo, esto no debe ser un obstáculo para planificar, en la medida de lo
posible, acciones específicas que incidan en los factores de riesgo, porque siempre merecerá la
pena intentarlo.