Material Epicuro
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Dafne Gnazzo
EPICUREÍSMO
Contexto histórico
Epicuro de Samos 341-270 a.C.
Pero las rivalidades entre póleis pusieron en marcha un proceso de destrucción, marcado por
la llamada guerra del Peloponeso. La derrota de Atenas marcó el ocaso de la polis. Con Alejandro
Magno y sus conquistas de Oriente nació un imperio en la que la cultura griega se mezcló con la de
los pueblos conquistados, con la muerte de éste se establecen tres grandes monarquías territoriales
las antiguas polis democráticas sucumben subordinadas. Ahora el griego era ciudadano del mundo,
un mundo inmenso, complejo, agitado, sangriento, inestable, donde es muy difícil sentirse seguro,
reina la desconfianza en el ejercicio de la política para solucionar los problemas sociales.
Durante el período helenístico los griegos viven momento de desconcierto político y moral. Ante
estas circunstancias las dos escuelas filosóficas más importantes de la época, el epicureísmo y el
estoicismo, direccionan su atención hacia la pregunta por la felicidad de los individuos. Ambas
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UNIDAD: Ética de Epicuro Prof. Dafne Gnazzo
coincidirán en que la felicidad y la sabiduría se identifican, y el sabio se piensa como “aquel que vive
de acuerdo con la naturaleza”.
“Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se
canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.
Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para
la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues, practiquen la filosofía tanto
el joven como el viejo; uno, para que aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a
los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente
al porvenir. Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan felicidad, porque, si disfrutamos
de ella, lo poseemos todo y, si nos falta, hacemos todo lo posible para obtenerla. ” Epicuro, Carta a
Meneceo
El ideal de felicidad consiste en el goce moderado de los placeres naturales vinculados a las
necesidades del cuerpo y del alma. De ahí la búsqueda de un estado ideal al que se reconoce como
ataraxia, “ausencia de turbación en el alma” y aponía “ausencia de dolor en el cuerpo”. Estado que
necesita de la virtud –la prudencia de la búsqueda del placer- y del conocimiento.
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dioses existen: el conocimiento que de ellos tenemos es evidente, pero no son como la mayoría de la gente
cree, que les confiere atributos discordantes con la noción que de ellos posee”
“Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal
residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la
recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace
agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo
indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de
inmortalidad. Nada hay que cause temor en la vida para quien está
convencido de que el no vivir no guarda tampoco nada temible…El peor
de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque
mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así pues, la muerte no es real ni
para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros y, cuando se acerca a los segundos,
éstos han desaparecido ya.” Epicuro, Carta a Meneceo
“Recordemos también que el futuro no es nuestro, pero tampoco puede decirse que no nos
pertenezca del todo. Por lo tanto no hemos de esperarlo como si tuviera que cumplirse con certeza, ni
tenemos que desesperarnos como si nunca fuera a realizarse.” Epicuro, Carta a Meneceo
Y establece el límite de los placeres y de los males.
También la lógica o canónica (reglas de la verdad, o criterio de verdad) obedecen a un fin
práctico. Para Epicuro la sensación es la fuente u origen del conocimiento, es el criterio mismo de
verdad, ya que las sensaciones son verdaderas. El criterio de verdad no puede estar en la razón, ya
que el conocimiento racional es una derivación de las sensaciones. Las imágenes entran en contacto
con los sentidos, a través de las cuales se imprimen en el alma, la que es totalmente pasiva. De la
sensación reiterada en la memoria se originan los conceptos o prenociones (noción universal),
esquemas de sensaciones ya recibidas.
También afirma que el mundo no es obra de seres sobrenaturales y no se da la intervención
de estos en el mundo. Los Dioses son seres bienaventurados, perfectos e inmortales, que viven en
los espacios vacíos entre los mundos, lejos de las miserias humanas. Esta serenidad y
bienaventuranza es el ideal de vida de Epicuro, los Dioses son modelos de la sabiduría. El mundo
se forma debido al movimiento de los átomos, los que por su peso se mueven y caen en el vacío, de
forma diversa debido a su espontaneidad. Esta espontaneidad justifica la libertad y la flexibilidad,
la posibilidad del cambio, no estar sujeto a un destino. Todo está constituido por átomos, que se
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mueven y chocan, se agregan y disgregan; y el hombre no escapa a este modelo, tanto su cuerpo
como su alma.
Para Epicuro todo individuo tiende por naturaleza al único bien que es el placer; y huyen del
mal, del dolor. Pero el bien no está puesto en las singulares sensaciones agradables, sino en un
estado feliz permanente (eudemonismo), la felicidad no consiste en el placer que sigue a una
necesidad satisfecha, sino en no sentir necesidades, que es placer estable. Por esto la fundamental
importancia de la prudencia, virtud fundamental para la elección de los placeres y de los dolores.
De ahí la clasificación de los placeres en naturales y necesarios (el alimento), naturales pero no
necesarios (el alimento refinado) y los vanos o ni naturales ni necesarios (la riqueza). Para la
felicidad además de la prudencia son necesarias virtudes como la templanza (contentarse con poco),
la fortaleza (no tener miedos vanos y soportar los dolores), la justicia (que se sostiene sobre el
recíproco interés y da a cada quien la seguridad externa y la paz del alma).
“Del mismo modo hay que saber que, de los deseos, unos son
necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que son
necesarios y otros tan sólo naturales. De los necesarios, unos son
indispensables para conseguir la felicidad; otros, para el bienestar del
cuerpo; otros, para la propia vida. De modo que, si los conocemos bien,
sabremos relacionar cada elección o cada negativa con la salud del
cuerpo o la tranquilidad del alma, ya que éste es el objetivo de una vida
feliz, y con vistas a él realizamos todos nuestros actos, para no sufrir ni sentir turbación. Tan pronto como
lo alcanzamos, cualquier tempestad del alma se serena, y al hombre ya no le queda más que desear ni
busca otra cosa para colmar el bien del alma y del cuerpo. Pues el placer lo necesitamos cuando su ausencia
nos causa dolor, pero, cuando no experimentamos dolor, tampoco sentimos necesidad de placer. Por este
motivo afirmamos que el placer es el principio y fin de una vida feliz, porque lo hemos reconocido como un
bien primero y congénito, a partir del cual iniciamos cualquier elección o aversión y a él nos referimos al
juzgar los bienes según la norma del placer y del dolor. Y, puesto que éste es el bien primero y connatural,
por ese motivo no elegimos todos los placeres, sino que en ocasiones renunciamos a muchos cuando de ellos
se sigue un trastorno aún mayor. Y muchos dolores los consideramos preferibles a los
placeres si obtenemos un mayor placer cuanto más tiempo hayamos soportado el
dolor. Cada placer, por su propia naturaleza, es un bien, pero no hay que elegirlos
todos. De modo similar, todo dolor es un mal, pero no siempre hay que rehuir del dolor.
Según las ganancias y los perjuicios hay que juzgar sobre el placer y el dolor, porque algunas veces el bien
se torna en mal, y otras veces el mal es un bien. La autarquía la tenemos por un gran bien, no porque
debamos siempre conformarnos con poco, sino para que, si no tenemos mucho, con este poco nos baste,
pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente
la necesitan, y que todo lo que la naturaleza reclama es fácil de obtener, y difícil lo que representa un
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capricho. Los alimentos frugales proporcionan el mismo placer que los exquisitos, cuando satisfacen el
dolor que su falta nos causa, y el pan y el agua son motivo del mayor placer cuando de ellos se alimenta
quien tiene necesidad.” Epicuro, Carta a Meneceo
“El principio de todo esto y el bien máximo es el juicio, y por ello el juicio –de donde se originan las
restantes virtudes- es más valioso que la propia filosofía, y nos enseña que no existe una vida feliz sin que
sea al mismo tiempo juiciosa, bella y justa, ni es posible vivir con prudencia, belleza y justicia sin ser feliz.
Pues las virtudes son connaturales a una vida feliz, y el vivir felizmente se acompaña siempre de virtud.
“Estos consejos, y otros similares medítalos noche y día en tu interior y en compañía de alguien que
sea como tú, y así nunca, ni estando despierto ni en sueños, sentirás turbación, sino que, por el contrario,
vivirás como un dios entre los hombres. Pues en nada se parece a un mortal el hombre que vive entre bienes
imperecederos.” Epicuro, Carta a Meneceo
*Caballero Fernández, M y otros; Historia de la Filosofía, Noesis, Curso de Orientación Universitara, edit.
Vicens Vives
*Cortina, A y otro, Ética, edit. Akal
*Mondolfo, R.; El pensamiento antiguo, Tomo II, edit. Losada
*Siacca, M., Historia de la Filosofía, edit. Luis Miracle
El texto fuente, Epicuro, Carta a Meneceo