3ev Geografía
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Los conceptos de medio rural, paisaje rural y zona rural engloban las características distintivas
del espacio geográfico que contrasta con lo urbano, siendo un ámbito estudiado en profundidad
por la geografía rural. Esta área se define por la presencia de comunidades que, gracias a la
abundancia de recursos naturales, desarrollan un arraigo al territorio, forjando una sociedad
basada en la explotación y gestión de dichos recursos. Es esencial comprender que el término
"rural" abarca una amplia gama de actividades económicas y sociales. Mientras que "agrario"
se relaciona con la totalidad del ámbito rural, "agrícola" se limita específicamente a la actividad
de la agricultura, excluyendo otras como la ganadería u otras actividades rurales. En
ocasiones, se emplea el término "agropecuario" para describir esta diversidad de actividades.
El paisaje rural abarca diversas actividades económicas y elementos característicos. Además
de la agricultura y la ganadería, incluye actividades agropecuarias, agroindustriales, extractivas,
de silvicultura y de conservación ambiental. Este paisaje no solo se define por la presencia de
cultivos y ganado, sino también por la variedad de instalaciones y equipamientos asociados a
cada forma de explotación agrícola o ganadera. El hábitat rural tradicional, especialmente
cuando es disperso, también forma parte del paisaje rural. Este paisaje se ve influenciado por
una multiplicidad de factores, que van desde aspectos físicos como la geomorfología y el clima,
hasta factores históricos, jurídicos y económicos. Los elementos característicos del paisaje
rural pueden variar significativamente, desde la disposición de las parcelas, clasificadas por su
tamaño, forma y características, hasta la presencia de diferentes sistemas de cultivo y cría de
animales.
Es importante destacar que el paisaje rural no se limita únicamente a las actividades agrícolas
y ganaderas, sino que también incluye zonas destinadas a otros usos, como residenciales,
industriales, de transporte o servicios. Estas áreas, aunque ubicadas en municipios clasificados
como rurales, pueden tener una importancia considerable en términos de desarrollo económico
y social en el contexto rural.
La delimitación del espacio rural es tan ambigua como la del espacio urbano, pues los criterios
para determinar qué constituye un núcleo rural frente a uno urbano varían considerablemente.
Estos criterios pueden ser cuantitativos, como el número de habitantes, los cuales difieren de
país en país o incluso dentro de una misma región. Asimismo, los criterios cualitativos, como
las funciones o indicadores socioeconómicos, están sujetos a diversas distorsiones,
especialmente como consecuencia de la globalización, que ha estandarizado y orientado hacia
el terciario las formas de vida en todo el mundo, impactando también en el espacio rural.
Es importante destacar que muchas de las innovaciones científicas, genéticas y técnicas
desarrolladas desde mediados del siglo XX durante la denominada revolución verde se han
centrado en las actividades propias del espacio rural. Estos avances han transformado
significativamente la agricultura y la ganadería, impulsando la productividad y la sostenibilidad
en estas áreas.
Además, en las últimas décadas ha surgido un fenómeno conocido como "éxodo urbano" o
"neo-ruralización" en las sociedades postindustriales. Este fenómeno implica el traslado de un
considerable número de personas de la ciudad al campo, ya sea de manera temporal o
permanente, motivado por diversas razones. Entre estas se incluyen el deseo de ocio y
descanso, iniciativas de repoblación rural, la posibilidad de realizar teletrabajo, así como el
auge del turismo rural. La delimitación del espacio rural varía según los criterios establecidos, y
si consideramos municipios con menos de 2000 habitantes, encontramos alrededor de 5.800
municipios en España, donde residirían aproximadamente unos 3 millones de habitantes. Es
importante destacar que en muchos casos, cada municipio comprende varias pedanías o
entidades locales menores, lo que aumenta el número de localidades rurales y disminuye el
número de habitantes por localidad.
Es relevante señalar las marcadas diferencias en el tamaño de los asentamientos humanos en
el medio rural. En España, por ejemplo, entre los municipios de menos de 2000 habitantes, se
observa una notable disparidad. Según datos del INE en 2006, mientras que en Castilla y León
el promedio es de 327 habitantes por municipio, en Andalucía este promedio asciende a 864
habitantes. Es importante tener en cuenta que estos datos no incluyen las pedanías, por lo que
si se contabilizan los núcleos de población, las diferencias aumentarían aún más, dado que
Castilla y León tiende a tener más pedanías por municipio que Andalucía. Estas disparidades
demográficas reflejan las diversas realidades y dinámicas sociales presentes en el medio rural
español, influenciadas por factores históricos, geográficos, económicos y culturales. La
comprensión de estas diferencias es fundamental para el diseño e implementación de políticas
y estrategias que aborden las necesidades específicas de cada región rural.
El pueblo
Pueblo (del latín populus) se refiere a una población o comunidad rural; un poblado, localidad o
entidad de población de menor tamaño que una ciudad y principalmente dedicada a actividades
económicas propias del medio rural, como el sector primario. Estas actividades están
íntimamente ligadas a las características físicas y los recursos naturales de su entorno cercano,
que pueden ser agrícolas, ganaderos, forestales, pesqueros o incluso mineros. Sin embargo,
en la actualidad, ha habido un notable aumento de las actividades terciarias, y en algunos
casos, se ha desarrollado el turismo rural. Los pueblos se distinguen de los asentamientos
menores, como aldeas o cortijadas, no solo por su tamaño, sino también por tener jurisdicción
propia, generalmente a través de un municipio. Sin embargo, es importante mencionar que
existen municipios con varios núcleos de población que se consideran pueblos diferenciados,
como pedanías o parroquias.
La rusticidad de los pueblos y sus habitantes, en contraste con la urbanidad de las ciudades y
sus residentes, ha sido un tema recurrente en la cultura y la literatura a lo largo de la historia.
Esta dicotomía entre lo rural y lo urbano ha sido analizada por diversas ciencias sociales, que
han explorado tanto las características objetivas como las subjetivas de pueblos y ciudades. El
éxodo rural, resultado de las revoluciones industrial y urbana, ha llevado al despoblamiento de
muchos pueblos, dejando algunos como pueblos abandonados. Sin embargo, en años
recientes, ha surgido el movimiento neorruralista, caracterizado por la recuperación de la vida
rural bajo diferentes supuestos sociológicos, lo que ha revitalizado algunas comunidades
rurales.
Los núcleos de población se dividen en urbanos (ciudades) o rurales (pueblos) según una serie
de rasgos objetivos o subjetivos, los cuales pueden ser cuantificados para su estudio. Uno de
los principales rasgos objetivos que determinan la calificación de un núcleo como rural es su
población. Este límite varía significativamente entre países, oscilando entre 1000 y 20,000
habitantes. Por ejemplo, en España, el Instituto Nacional de Estadística considera como
núcleos rurales a las entidades singulares de población con menos de 2000 habitantes,
mientras que las de más de 10,000 se consideran urbanas. En Alemania, se denominan
"ciudades de campo" o "ciudades enanas" aquellas con menos de 5000 habitantes. En el Reino
Unido, las dos localidades con menos habitantes que tienen la condición de ciudad son Saint
David's (1,797 hab.) y Saint Asaph (3,491 hab.), ambas en Gales, y paradójicamente, la City de
Londres (7,185 hab.). Adamstown, en las Islas Pitcairn, con 48 habitantes, sería la ciudad-
capital menos poblada del mundo.
Otro rasgo objetivo importante es la función principal del núcleo, que tradicionalmente se
asociaba con actividades del sector primario, aunque en la actualidad muchos núcleos rurales
han experimentado procesos de industrialización y terciarización. Entre los rasgos subjetivos
que distinguen los núcleos rurales del urbanos se encuentran aquellos relacionados con el
modo de vida rural, que son más difíciles de cuantificar. Sin embargo, existen indicadores
tangibles como la altura de los edificios, la densidad de la red de transporte y el tipo de
servicios ofrecidos a la población, que pueden proporcionar una idea de la naturaleza rural o
urbana de un núcleo. Estos aspectos son relevantes para comprender la dinámica demográfica
y socioeconómica de los núcleos de población y pueden influir en el desarrollo de políticas y
estrategias para el desarrollo rural.
La imagen positiva
La valoración de la vida en los pueblos frente a la vida en las ciudades ha sido un tema
recurrente en la literatura, desde una perspectiva elitista y puramente intelectual, sin
necesariamente tener implicaciones prácticas. Este tema, conocido como "vida sencilla", tiene
sus raíces en la literatura latina clásica, como se evidencia en obras como las Anacreónticas,
Beatus Ille y Bucólicas. En el Renacimiento, esta temática resurge en obras como Arcadia de
Sannazaro, que marca el inicio de la novela pastoril, y Menosprecio de Corte y Alabanza de
Aldea de Antonio de Guevara. En el siglo XVII, autores como Fray Luis de León, con su Oda a
la vida retirada, y Lope de Vega, con El villano en su rincón, así como las referencias paródicas
de Cervantes en El Quijote, continúan explorando esta dicotomía entre la vida rural y urbana.
Desde el siglo XIX, tanto el Romanticismo como el costumbrismo mostraron un mayor interés
por el folclore y la cultura popular, especialmente en los entornos rurales. Autores como León
Tolstói buscaron crear comunidades utópicas que fusionaran los valores rurales tradicionales
con ideas pedagógicas progresistas, como se evidencia en su intento de convertir Yásnaia
Poliana en un enclave utópico. En la literatura contemporánea, el realismo mágico ha explorado
la vida en comunidades rurales de manera imaginativa y profunda. Ejemplos destacados
incluyen la creación de Macondo por Gabriel García Márquez, así como los entornos similares
creados por autores como William Faulkner, con Yoknapatawpha, y Juan Benet, con Región.
Estas representaciones literarias ofrecen una visión rica y compleja de la vida en los pueblos,
explorando temas de tradición, identidad y transformación en contextos rurales.
La imagen negativa
La valoración contraria de la vida rural también tiene raíces históricas profundas, reflejadas en
la literatura y en la cultura popular. En la Edad Media, por ejemplo, los campesinos eran
frecuentemente despreciados y temidos por las clases eclesiásticas y nobles, como se
evidencia en una adición a la liturgia eclesiástica medieval que rezaba: "A furia rusticorum
libera nos, Domine" ("Líbranos, Señor, de la furia de los campesinos"). Estas sátiras contra lo
rústico reflejaban el desprecio y la desconfianza con los que los clérigos y nobles veían al
campesino, a menudo representado como un ser ignorante, brutal y violento, especialmente
cuando se organizaba en revueltas.
El término "rústico", que originalmente significaba habitante del campo o de un pueblo, adquirió
connotaciones peyorativas asociadas a la incultura y la brutalidad, similar al término moderno
"paleto", utilizado como insulto. Incluso se extendió a las cosas bastas y menos valiosas, como
lo ejemplifica la expresión "edición en rústica" de un libro. En el sistema feudal, la identificación
del villano (habitante de una villa) con una persona sin honor era común. No se concebía que
alguien sin privilegios pudiera poseer honor, como se discute en obras maestras del teatro
clásico español como El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, y Fuenteovejuna, de
Lope de Vega. Estas obras, ambientadas en pueblos que se rebelan contra la injusticia,
exploran las complejidades de la identidad y el honor en el contexto rural feudal.
La búsqueda del desarrollo rural
La denuncia de la situación de los pueblos sometidos al caciquismo y al atraso en España a
finales del siglo XIX y principios del siglo XX es evidente en la frase popular: "el que se instala
en un pueblo se embrutece, se envilece y se empobrece". Este sentimiento de decadencia y
opresión también se refleja en la obra de autores de la generación del 98, como Pío Baroja en
su novela El árbol de la ciencia y Antonio Machado en poesías como La tierra, incluida en
Campos de Castilla. La película Las Hurdes, tierra sin pan (1932) de Luis Buñuel muestra de
manera cruda la realidad de una de las regiones más atrasadas de España, apenas diez años
después de la visita del rey Alfonso XIII con el doctor Gregorio Marañón y el hispanista Maurice
Legendre.
En la posguerra, el tremendismo de Camilo José Cela se hizo patente en obras como Viaje a la
Alcarria (1948) y La familia de Pascual Duarte (1942), donde se exploran los aspectos más
oscuros y violentos de la vida rural. En la canción Pueblo Blanco, Joan Manuel Serrat retoma
estos tópicos de la llamada "España profunda", ya marcada por la despoblación y el
envejecimiento debido a la emigración, especialmente hacia las ciudades. La denuncia social
de la situación en los pueblos también ha sido tema recurrente en la obra de Miguel Delibes,
cuyas novelas, como Las ratas, Los santos inocentes y El disputado voto del Sr. Cayo, han sido
llevadas al cine y abordan cuestiones como el envejecimiento y la despoblación rural. Estas
obras son testimonios literarios de la difícil realidad que enfrentan las comunidades rurales en
España. En la geografía rural de España, se pueden identificar distintas características en los
pueblos, influenciadas por los materiales de construcción empleados en su arquitectura
tradicional, los cuales suelen estar en armonía con el entorno geológico local. Este fenómeno
ha llevado a la distinción de comarcas enteras con diversos tipos de pueblos, cada uno con su
peculiaridad distintiva. Por ejemplo, existen los "pueblos blancos", cuyas paredes encaladas
reflejan la luminosidad del sol mediterráneo. Por otro lado, están los "pueblos negros",
construidos mayormente con pizarra, abundante en zonas montañosas como la Sierra de
Ayllón en Guadalajara. También encontramos los "pueblos rojos", caracterizados por la
presencia de arcilla y minerales ferruginosos en su construcción, como los que se encuentran
en la comarca de La Mancha. Asimismo, están los "pueblos amarillos", donde predominan las
construcciones de cuarcita, dotando a estas localidades de un aspecto cálido y luminoso.
Además de estas denominaciones relacionadas con los materiales de construcción, también se
utilizan términos que hacen referencia al entorno natural o agrícola de los pueblos. Por ejemplo,
los "pueblos verdes" se encuentran rodeados de prados, bosques (o "monte"), dehesas o
extensos "mares de olivos". Esta última expresión, popularizada por Vicente Blasco Ibáñez,
evoca la imagen de vastos campos de olivos que se extienden hasta el horizonte. Por otro lado,
están los pueblos rodeados de huertas, conocidos como "mares de esmeralda" por su verdor
intenso y la riqueza agrícola que representan.
Adicionalmente, la paleta de colores de los paisajes rurales cambia con las estaciones del año,
reflejando la actividad agrícola. Durante la primavera y el verano, los campos se tiñen de tonos
verdes por los sembrados y los cultivos en crecimiento, mientras que en otoño los colores ocres
de los barbechos y los viñedos maduros predominan en el paisaje, dando una atmósfera única
a cada estación. Esta diversidad de paisajes y construcciones contribuye a la riqueza visual y
cultural de la geografía rural española, ofreciendo a los habitantes y visitantes una experiencia
única en cada rincón del país.
El sector primario
El Sector Primario, fundamental en la economía de muchos países, engloba una variedad de
actividades económicas centradas en la recolección, extracción y transformación mínima de los
recursos naturales. Las principales actividades comprendidas en este sector son el sector
agropecuario (agricultura y ganadería), la silvicultura (explotación forestal), la apicultura, la
acuicultura, la minería, la pesca y la caza. Estas actividades no solo proveen materias primas
para la industria, sino que también son cruciales para el sustento de la población y el desarrollo
económico de muchas regiones. En términos estadísticos, el sector primario representa una
parte significativa de la economía en muchos países. Por ejemplo, en España, el sector agrario
emplea a alrededor del 4% de la población activa y contribuye aproximadamente con el 2% al
Producto Interior Bruto (PIB) del país. En otros lugares, como en ciertas regiones de América
Latina y África, el sector primario es aún más relevante, llegando a emplear a más del 30% de
la fuerza laboral y aportando hasta el 20% al PIB nacional.
Es importante destacar que los procesos industriales que agregan valor a los recursos
naturales, como la transformación de la materia prima en productos de consumo, también se
consideran parte del sector primario. Esto es especialmente cierto cuando los productos son
difíciles de transportar a largas distancias en su forma original. Aunque tradicionalmente se ha
asociado el predominio del sector primario con países subdesarrollados, es importante señalar
que varias naciones desarrolladas también mantienen sectores primarios robustos. Estos
países suelen complementar la producción primaria con actividades de mayor valor agregado,
lo que contribuye a su diversificación económica y a su estabilidad financiera.
El término "agricultura" proviene del latín "agri" (campo) y "cultura" (cultivo), y abarca una
amplia gama de actividades que incluyen la explotación de bosques y selvas, así como la cría y
el desarrollo de ganado. Estas actividades no solo tienen un impacto económico significativo,
sino que también desempeñan un papel crucial en la conservación del medio ambiente y en la
seguridad alimentaria a nivel global.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha mantenido una estrecha relación con los
recursos forestales, aprovechando su abundancia para su sustento y desarrollo. Este vínculo
se remonta al Paleolítico, cuando nuestros ancestros primitivos dependían de los bosques para
obtener madera, frutos, plantas medicinales y otros recursos vitales. Estas actividades
económicas primitivas sentaron las bases de las primeras formas de subsistencia humana. El
punto de inflexión llegó con el descubrimiento de la agricultura, un hito histórico que marcó el
comienzo de la Revolución Neolítica. Este acontecimiento, datado alrededor del 10.000 a.C.,
transformó radicalmente la forma de vida de las comunidades humanas. Los antiguos
nómadas, que dependían de la caza, la pesca y la recolección para sobrevivir, aprendieron a
cultivar la tierra y a domesticar plantas silvestres, lo que les permitió establecerse en
asentamientos permanentes y asegurar el suministro regular de alimentos.
Simultáneamente al desarrollo agrícola, surgió la ganadería como una actividad
complementaria y vital para la subsistencia. El hombre comenzó a domesticar y criar animales,
como ovejas, cabras, cerdos y vacas, para obtener alimentos como carne, leche, huevos, grasa
y pieles. Además de su valor nutricional, los animales también se utilizaban como fuerza de
trabajo para labores agrícolas y transporte, contribuyendo así al desarrollo de las primeras
formas de agricultura y al progreso de las sociedades humanas. En términos estadísticos, el
impacto de estos cambios en la economía y la sociedad es innegable. Por ejemplo, se estima
que la adopción de la agricultura y la ganadería en el Neolítico condujo a un aumento
significativo de la población humana, permitiendo la formación de comunidades más grandes y
complejas. Además, estas nuevas formas de producción contribuyeron al surgimiento de la
civilización y el desarrollo de la cultura, marcando el inicio de la era moderna.
Espacios cultivables
En el vasto territorio terrestre de aproximadamente 148.000.000 km² de superficie emergida,
más de 31.000.000 km² son considerados tierras arables, áreas propicias para la agricultura y
la producción de alimentos. Sin embargo, esta cifra está experimentando una rápida
disminución, especialmente debido a la erosión del suelo, un fenómeno que se estima causa la
pérdida de alrededor de 100.000 km² de tierras arables por año. Esta pérdida se debe en gran
parte a la deforestación, un proceso que ha ocurrido a lo largo de toda la historia humana,
intensificándose notablemente desde la revolución neolítica y aún más con la revolución
industrial. En la actualidad, la deforestación continúa siendo un problema significativo,
especialmente en países tropicales, donde la explotación comercial de los bosques tropicales y
prácticas agrícolas inadecuadas, como la "tala y quema", son causas principales de la pérdida
de bosques y, consecuentemente, de tierras arables. Esta deforestación puede tener
consecuencias extremadamente graves, como la desertificación, que implica la pérdida total de
la fertilidad del suelo y la imposibilidad de su uso para la agricultura.
Otro factor importante que contribuye a la pérdida de tierras arables es la eliminación de las
inundaciones naturales, que solían enriquecer el suelo con sedimentos alrededor de los
grandes ríos, como el Nilo, el Misisipi, el Tigris, el Éufrates, el Amarillo, el Amazonas, el
Ganges, el Paraná, el Rin, entre otros. Estos sedimentos, depositados durante las
inundaciones, solían ser una fuente invaluable de fertilidad para las tierras agrícolas cercanas a
los ríos. Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de los ríos ya no inundan sus áreas
circundantes debido a la construcción de infraestructuras para controlar las crecidas,
destinadas a proteger las poblaciones costeras y las áreas agrícolas intensivas. Por ejemplo, el
Nilo continúa siendo una excepción, inundando regularmente sus riberas y depositando limo
rico en materia orgánica, que sirve como excelente fertilizante para los cultivos. Sin embargo,
los proyectos de control de inundaciones, como los taludes, pueden tener consecuencias
negativas significativas para la cantidad y calidad de las tierras arables. Aunque estos
proyectos pueden brindar confort y seguridad a las comunidades humanas, también pueden
alterar el ciclo natural de fertilización del suelo y afectar la productividad agrícola a largo plazo.
En resumen, la pérdida de tierras arables es un desafío crucial que enfrenta la humanidad en la
actualidad, con repercusiones tanto ambientales como socioeconómicas a nivel global.
La mejora de los suelos
En el vasto territorio terrestre, que abarca aproximadamente 148.000.000 km² de superficie
emergida, se estima que más de 31.000.000 km² son tierras arables, es decir, áreas aptas para
la agricultura y la producción de alimentos. Sin embargo, muchas áreas de la superficie
terrestre no son adecuadas para el manejo arable debido a una serie de deficiencias que
presentan:
Sin agua dulce: Numerosas regiones carecen de acceso a fuentes de agua dulce, lo que
dificulta la agricultura y otras actividades humanas.
Muy calurosas (desiertos) o muy frías (regiones árticas): Las temperaturas extremas dificultan
el cultivo de cultivos.
Muy rocosas o montañosas: La topografía irregular dificulta la preparación del suelo y el cultivo
de alimentos.
Muy salitrosas: El exceso de sal en el suelo hace que sea inhabitable para la mayoría de las
plantas.
Muy lluviosas o nivosas: El exceso de humedad puede ser perjudicial para muchos cultivos.
Muy contaminadas: La contaminación del suelo y el agua puede hacer que las tierras sean
inadecuadas para la agricultura.
Además, factores como la falta de luz solar adecuada debido a las nubes y otros fenómenos
climáticos pueden reducir la productividad de las tierras arables. A menudo, estas áreas no
arables se denominan tierras residuales o misceláneas, ya que carecen de las condiciones
necesarias para sostener la vida vegetal o agrícola.
Sin embargo, existen posibilidades técnicas para convertir estas tierras no arables en tierras
arables, lo que podría hacer que los países sean más autosuficientes desde el punto de vista
alimentario y políticamente independientes al reducir su dependencia de las importaciones de
alimentos. Para lograr esta conversión, pueden requerirse una variedad de medidas,
incluyendo la construcción de embalses, canales de riego, acueductos y plantas de
desalinización para garantizar el suministro de agua, así como la implementación de técnicas
de cultivo innovadoras como la hidroponía.
La agricultura intensiva
La agricultura intensiva es un método de producción agrícola que se ha vuelto fundamental en
la alimentación mundial debido a su capacidad para maximizar la producción por unidad de
superficie. Este enfoque implica el uso intensivo de recursos y tecnología, como fertilizantes,
semillas seleccionadas, sistemas de riego y maquinaria especializada. En términos
estadísticos, la agricultura intensiva cultiva la tierra dos veces al año, durante las temporadas
de primavera-verano y otoño-invierno, lo que permite una producción continua de alimentos.
Además, el uso de fertilizantes y pesticidas químicos contribuye a aumentar la productividad y a
reducir las pérdidas por enfermedades y plagas. Se estima que la agricultura intensiva puede
producir hasta tres veces más alimentos por hectárea que la agricultura extensiva.
La demanda global de alimentos es una de las principales razones del crecimiento exponencial
de la agricultura intensiva. Con una población mundial en constante aumento, se requiere una
producción agrícola más eficiente y productiva para satisfacer las necesidades alimentarias de
todos. Es importante destacar que la intensificación de la agricultura ha experimentado cambios
significativos a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la "revolución verde" representó un hito en el
desarrollo de nuevas variedades de cultivos y técnicas de manejo del suelo que aumentaron
drásticamente la productividad agrícola. Además, la agricultura intensiva también puede
adaptarse a enfoques ecológicos, como el método del "bancal profundo", que minimiza el
impacto ambiental y se utiliza en pequeños huertos familiares o escolares.
Algunos ejemplos concretos de agricultura intensiva incluyen:
Cultivos de hortalizas como el espárrago, que requieren una alta mano de obra y tienen una
mecanización limitada.
Cultivos de flores, que demandan un uso significativo de fitosanitarios para mantener la calidad
de los productos.
Cultivos de capitalización intensiva, como el cultivo hidropónico en invernadero, que requieren
una inversión considerable en instalaciones y tecnología.
La agricultura extensiva
La agricultura extensiva, también conocida como explotación agropecuaria extensiva, es un
sistema de producción agrícola que se basa en la maximización de la productividad del suelo
utilizando principalmente los recursos naturales presentes en el entorno, en contraposición a la
agricultura intensiva que hace un uso intensivo de insumos como fertilizantes y riego.
Este método agrícola se desarrolla principalmente en grandes extensiones de terreno,
generalmente en regiones con baja densidad de población. A diferencia de la agricultura
intensiva, la agricultura extensiva suele tener rendimientos por hectárea relativamente bajos,
pero en conjunto resultan aceptables. Un ejemplo de ello son los campos de trigo en países
como Argentina, Estados Unidos y Canadá. Además, este tipo de agricultura tiende a generar
un mayor número de empleos por cantidad producida, aunque los ingresos suelen ser muy
bajos, especialmente en países con economías menos desarrolladas. En Europa, las áreas de
agricultura extensiva suelen conservar una mayor naturalidad, lo que ha llevado a identificarlas
como "sistemas agrícolas con alto valor natural" por la Comisión Europea.
La agricultura extensiva se opone a la agricultura intensiva, que se caracteriza por rendimientos
por hectárea muy elevados y un uso intensivo de insumos. En contraste, la agricultura
extensiva utiliza pocos aportes y está menos mecanizada en una superficie equivalente. Sin
embargo, es importante destacar que el término abarca una gran diversidad de prácticas y
objetivos agrícolas.
En la península Ibérica, la ganadería extensiva desempeña un papel destacado en la
producción de productos de cerdo ibérico en regiones como Extremadura y Andalucía. Se
estima que en estas áreas se crían alrededor de 500.000 cabezas de ganado por año, lo que
contribuye significativamente a la economía local y nacional. Además, en extensas áreas de la
meseta castellana, se practica la agricultura extensiva de cereales. A lo largo de los años, esta
práctica agrícola ha experimentado una tendencia hacia la intensificación, con un aumento en
el uso de recursos como fertilizantes y plaguicidas. Se estima que la producción de cereales en
estas regiones alcanza aproximadamente 10 millones de toneladas métricas por año.
Los cultivos extensivos son comunes en latitudes medias de todos los continentes y en zonas
áridas donde el agua para el riego es escasa. Se ha observado que la agricultura extensiva
requiere menos agua que la agricultura intensiva. Por ejemplo, en algunas áreas de Australia
Occidental, los pastos son tan pobres que solo se puede pastar aproximadamente 0,5 ovejas
por milla cuadrada debido al déficit de lluvias y la baja calidad del suelo. Los cultivos
predominantes en la agricultura extensiva incluyen cereales, alfalfa y forraje. Esta práctica
agrícola se lleva a cabo principalmente en países en desarrollo de las regiones africana,
asiática y americana. En estas áreas, se estima que la agricultura extensiva abarca alrededor
de 100 millones de hectáreas de tierra cultivable. El paisaje característico de la agricultura
extensiva es el pastizal, que se extiende a lo largo de vastas extensiones de tierra. Esta forma
de agricultura es especialmente relevante en países como Estados Unidos, Australia, Argentina
y Europa del Este, donde se estima que representa aproximadamente el 40% del total de
tierras cultivables.
La ganadería
La ganadería o pecuaria es una actividad que consiste en el manejo y explotación de animales
domesticables con fines de producción, para su aprovechamiento en diversas industrias. Por
ejemplo, la industria láctea, avícola, piscícola y porcícola son solo algunos ejemplos de
sectores relacionados con la ganadería. A nivel global, se estima que la producción ganadera
contribuye con más de $1,3 billones de dólares al producto interno bruto (PIB) mundial.
Dependiendo de la especie ganadera, se pueden obtener diversos productos derivados, tales
como la carne, la leche, los huevos, los cueros, la lana y la miel, entre otros. La ciencia
encargada del estudio de la ganadería, conocida como zootecnia, cuenta con un vasto campo
de investigación y desarrollo. En el mundo, se estima que al menos 1,3 mil millones de
personas dependen de la ganadería para su sustento. Los ganados más importantes en
número a nivel mundial son los relacionados con la ganadería bovina, la ovina y la porcina.
Actualmente, se estima que existen más de 1,5 mil millones de cabezas de ganado bovino en
el mundo, con una producción anual de carne que supera los 65 millones de toneladas
métricas. Por su parte, la ganadería ovina cuenta con aproximadamente 1, 2 mil millones de
cabezas a nivel global, mientras que la porcina supera los 1,1 mil millones de cerdos.
Sin embargo, en algunas regiones del planeta otros tipos de ganado tienen mayor importancia,
como el caprino y el equino, que son fundamentales para la economía y la cultura de muchas
comunidades rurales. Por ejemplo, se estima que a nivel mundial hay más de 1 mil millones de
cabezas de ganado caprino y más de 100 millones de caballos. Además, sectores como la
cunicultura, la avicultura y la apicultura también juegan un papel crucial en la producción de
alimentos y otros productos derivados de la ganadería. La ganadería está estrechamente
relacionada con la agricultura, ya que en una granja ambas pueden estar interconectadas. Por
ejemplo, el ganado aporta el estiércol, que se utiliza como abono en los cultivos, mientras que
los cultivos proporcionan alimento para los animales. Esta simbiosis entre la ganadería y la
agricultura contribuye a la sostenibilidad y productividad de las explotaciones agropecuarias en
todo el mundo.
El espacio rural en España
La población rural en España ha experimentado una serie de transformaciones significativas a
lo largo de los años. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2020,
aproximadamente el 15% de la población española residía en zonas rurales. Sin embargo, esta
cifra ha ido disminuyendo gradualmente en las últimas décadas debido a la migración hacia
áreas urbanas en busca de oportunidades laborales y mejores condiciones de vida.
Durante el siglo XX, España experimentó un éxodo rural masivo, especialmente durante la
década de 1950 y 1960, conocida como la época de la industrialización. Según el censo de
1950, más del 50% de la población española vivía en áreas rurales, mientras que para el censo
de 2000, esta cifra había caído al 22%. Un ejemplo notable de esta migración masiva es la
provincia de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. En la década de 1960, Teruel
perdió casi el 20% de su población debido a la falta de oportunidades económicas en el sector
agrícola y ganadero. Esto llevó a un envejecimiento de la población y a la despoblación de
numerosos pueblos en la región.
A pesar de esta tendencia, algunas regiones rurales de España han logrado mantener una
población estable o incluso han experimentado un ligero crecimiento gracias a iniciativas de
desarrollo rural, turismo rural y la preservación de tradiciones culturales. Por ejemplo, en la
comarca de La Vera, en Extremadura, se ha observado un aumento en la población debido a la
revitalización de la agricultura y el turismo rural. Según datos del gobierno regional, La Vera ha
experimentado un crecimiento del 5% en su población en los últimos diez años.
Sin embargo, muchas áreas rurales todavía enfrentan desafíos significativos, como el
envejecimiento de la población, la falta de infraestructuras y servicios básicos, y la pérdida de
actividades económicas tradicionales. Estos desafíos pueden dificultar la retención de
población joven y la atracción de nuevas familias a estas zonas. En respuesta a estos
problemas, el gobierno español ha implementado diversas políticas y programas para apoyar el
desarrollo rural y mejorar la calidad de vida en las áreas rurales. Esto incluye inversiones en
infraestructuras, incentivos fiscales para empresas que operan en zonas rurales, programas de
formación y empleo, y medidas para promover el turismo rural y la diversificación económica.
El mapa de densidad de población de España
España, con más de 47 millones de habitantes, se sitúa como el sexto país más poblado de
Europa. No obstante, es considerado poco poblado en su contexto debido a que apenas supera
una densidad de población de 93 hab/km², en comparación con los 230 de Alemania, los 203
de Italia, los 114 de Francia o los 117 de Portugal. Esta disparidad demográfica se refleja en el
mapa de densidad de población, donde se observan grandes contrastes, con importantes
vacíos y una concentración significativa en Madrid y las franjas costeras. La Unión Europea
identifica varias áreas escasamente pobladas en España, las mayores fuera de los países
nórdicos. Destaca el área en torno al sistema Ibérico, con provincias como Soria, Teruel y
Cuenca, que no superan los 10 hab/km², y puntos donde la densidad media es inferior a la de
Laponia. Otros vacíos importantes se encuentran en los Pirineos, Sierra Morena, los montes de
Toledo, la cordillera Cantábrica y el sistema Central.
La región fronteriza con Portugal, conocida como La Raya, también se encuentra escasamente
poblada debido a una mala integración económica entre ambos países, lo que ha reducido las
oportunidades de desarrollo en la zona. El mapa de densidad de población en España muestra
una fuerte concentración en Madrid y en las regiones costeras, donde la población se ha ido
concentrando desde el siglo XIX. Esto ha generado vastos vacíos de población, con solo un
13% del territorio habitado y una densidad vivida de 737 hab/km², la cuarta más alta de Europa.
Históricamente, hasta el siglo XVIII, la submeseta norte estaba más densamente poblada que
la costa. Sin embargo, la crisis del siglo XVII, la industrialización de las regiones costeras, el
desarrollo de Madrid como centro urbano dominante, el auge del turismo costero en los años
60 y la crisis de 2008 han contribuido al despoblamiento del interior y la concentración de la
población en grandes núcleos urbanos. España presenta un notable desequilibrio en el reparto
de la riqueza entre las grandes ciudades y las ciudades medianas, pequeñas y el mundo rural.
A pesar de ello, es el país europeo con mayor número de ciudades que generan al menos un
1% del PIB, con un total de 23. Sin embargo, solo las áreas urbanas de Madrid y Barcelona
concentran un tercio del PIB español, mientras que ninguna otra ciudad alcanza el 5% de la
riqueza. En conjunto, estas 23 ciudades concentran más del 70% del PIB del país,
evidenciando la centralización económica en unos pocos núcleos urbanos.
El espacio rural en la provincia de Málaga
La provincia de Málaga, situada entre los paralelos 37º 17' y 36º 18' de latitud norte y los
meridianos 3.º 47' y 5.º 37' de longitud oeste, se caracteriza por un relieve acusadamente
montañoso, con altitudes máximas en torno a los 2000 m s. n. m. Destacan las cumbres de La
Maroma (2066 m s. n. m.) y el Torrecilla (1919 m s. n. m.). Aproximadamente, un tercio del
territorio se encuentra entre los 0 y 400 m s. n. m., otro tercio entre los 400 y los 800 m s. n. m.,
y el último tercio entre los 800 y los 2000 m s. n. m.
La provincia de Málaga forma parte de los Sistemas Béticos, con la cordillera Penibética
atravesándola en sentido este-oeste, descendiendo hasta el mar en acantilados en algunos
puntos. Al norte de la Penibética se encuentra el Surco Intrabético, formando la Depresión de
Ronda y la Hoya de Antequera, y al norte de estas, las estribaciones meridionales de la
cordillera Subbética delimitan la provincia. En el oeste se sitúa la Serranía de Ronda, mientras
que por el este destacan las sierras de Almijara, Tejeda y Alhama. Al sur, paralela a la Serranía
de Ronda, se encuentra la Sierra Bermeja.
La cordillera Penibética, paralela a la línea de la costa, forma una barrera entre el litoral y el
interior, con sierras litorales que a menudo sobrepasan los 1000 m de altitud. De este a oeste,
las Sierras de Tejeda y Almijara constituyen el entorno montañoso de la costa oriental, junto a
los Montes de Málaga. En la costa occidental, encontramos la Sierra de Mijas, Sierra Alpujata y
Sierra Blanca, mientras que Sierra Bermeja y Sierra Crestellina cierran la alineación
montañosa. Entre las montañas y el mar, la provincia ofrece una gran diversidad de paisajes,
como playas, acantilados, desembocaduras, calas y dunas. Destacan las bahías de Málaga y
Estepona en el relieve litoral, separadas por la Punta de Calaburras. La plataforma continental
estrecha y poco profunda se extiende bajo el mar, con una anchura media de unos 5 km y una
profundidad máxima de 150-200 m.
En cuanto a la hidrografía, la provincia de Málaga pertenece a la cuenca mediterránea
andaluza. El río Guadalhorce, que recorre la provincia de norte a sur, es el principal río, con
una longitud de 154 km desde su nacimiento en Puerto de los Alazores hasta su
desembocadura en el Mar Mediterráneo, en Málaga. Otros ríos importantes son el Guadiaro (80
km), el Vélez (68,4 km) y el Guadalmedina (51,5 km). Destaca la laguna de Fuente de Piedra,
la mayor de la provincia, famosa por la colonia de flamencos que la habita. El clima
predominante es el templado cálido mediterráneo, con veranos largos, secos y calurosos e
inviernos cortos y suaves. Las temperaturas medias anuales oscilan entre los 12,5 °C y los 19
°C.
En cuanto a la flora y fauna, la provincia de Málaga alberga una gran diversidad de especies
mediterráneas, con matorrales dominantes y bosques de pinos, pinsapos, encinas y
alcornoques. Destacan más de 80 endemismos, especialmente en la Serranía de Ronda y las
sierras litorales occidentales. En cuanto a la fauna, se registran nueve especies de peces, once
de anfibios, 21 de reptiles, 302 de aves y 53 de mamíferos, distribuidos desigualmente en los
diferentes hábitats de la provincia. Las áreas de montaña, ocupando más del 32% del territorio,
albergan parques naturales como Los Alcornocales, Sierra de Grazalema, Montes de Málaga,
Sierra de las Nieves y Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, así como parajes naturales como
el Desfiladero de los Gaitanes, Los Reales de Sierra Bermeja, Sierra Crestellina y El Torcal de
Antequera.
El sector primario en la ciudad de Málaga
El término municipal de Málaga es bastante extenso, pero la actividad agrícola y forestal se ve
limitada por la presencia de zonas urbanizadas y la actividad humana. En las áreas de regadío,
como las vegas del Guadalhorce y el Campanillas, se cultivan principalmente cítricos como
naranjas y limones, así como otros frutales como nísperos y aguacates. También se produce
caña de azúcar y algunas hortalizas. En las zonas de secano, como la cuenca del
Guadalmedina, predominan cultivos como el algarrobo, el almendro y el olivo. Aunque en el
pasado los viñedos fueron importantes, hoy en día son menos comunes. Además, se
aprovechan recursos forestales como el corcho en el parque natural Montes de Málaga, y se
recolectan setas y plantas culinarias en áreas forestales.
Debido a la falta de pastos adecuados, la ganadería en Málaga es mayormente intensiva. Las
principales actividades ganaderas son la cría de cabras, con alrededor de 12,500 cabezas, y la
cría de caballos, que se utiliza principalmente para actividades recreativas y deportivas. El
puerto de Málaga alberga una de las cinco cofradías de pescadores de la provincia. El área de
pesca se encuentra en el mar de Alborán, donde las aguas mediterráneas y atlánticas se
encuentran, creando un ambiente rico en plancton y adecuado para la reproducción de peces.
Sin embargo, debido a la sobreexplotación, tradicionalmente se han pescado muchos peces
jóvenes. En 1999, la flota pesquera del puerto de Málaga estaba compuesta por 503
embarcaciones, principalmente de arrastre y cerco. Las especies más comunes capturadas
incluyen boquerones, carabineros, cigalas, gambas, jureles, lenguados, merluzas, pulpos y
sardinas. La pesca en el río Guadalhorce es casi inexistente debido a la contaminación
causada por vertidos industriales y fertilizantes utilizados en la vega.
Geografía económica
La geografía económica, concebida como una rama de la geografía humana, ha sido objeto de
estudio y reflexión desde tiempos remotos. Sin embargo, fue a partir del siglo XIX que adquirió
un mayor desarrollo teórico y metodológico, con contribuciones significativas de destacados
geógrafos como Friedrich Ratzel y Paul Vidal de la Blache. Desde entonces, los geógrafos
económicos se han dedicado a examinar no solo la distribución geográfica de la actividad
económica, sino también las causas y consecuencias de dicha distribución. En la actualidad, la
geografía económica se beneficia del avance de las tecnologías de información geográfica
(SIG) y del análisis espacial, lo que permite un estudio más detallado y preciso de los
fenómenos económicos.
El mundo actual presenta una distribución geográfica de la actividad económica muy diversa.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, aproximadamente el 55% de la
población mundial vive en áreas urbanas, donde se concentra gran parte de la producción y el
consumo. En contraste, el sector agrícola, aunque ha perdido peso relativo en términos de
empleo y producción, sigue siendo vital para la seguridad alimentaria global y el sustento de
millones de personas en áreas rurales.
El comercio internacional ha experimentado un crecimiento exponencial en las últimas
décadas. Según la Organización Mundial del Comercio, el valor del comercio de mercancías se
triplicó entre 2000 y 2020, alcanzando un total de aproximadamente $19 billones de dólares en
2020. Este aumento del comercio ha sido impulsado por la globalización y la reducción de
barreras comerciales en muchos países. La revolución tecnológica, especialmente en el ámbito
de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha transformado radicalmente la
economía global. Hoy en día, el gasto mundial en TIC supera los $5 billones de dólares
anuales, y se espera que siga aumentando en los próximos años. Esta revolución tecnológica
ha impulsado la productividad y la eficiencia en todos los sectores económicos, desde la
agricultura hasta los servicios financieros.
La economía española
La economía española ha experimentado diversas etapas de crecimiento y transformación a lo
largo de su historia moderna. A partir de la década de 1960, España vivió un período de rápido
desarrollo económico conocido como el "Milagro Español". Durante este tiempo, el país
experimentó un crecimiento industrial significativo, impulsado en gran medida por el turismo, la
construcción y el sector manufacturero. En 1960, el Plan de Estabilización Económica del
gobierno de Franco sentó las bases para el crecimiento económico posterior, abriendo el país
al comercio internacional y atrayendo inversiones extranjeras. En 1975, tras la muerte de
Franco y el restablecimiento de la democracia, España inició un proceso de modernización
económica y política. Este período estuvo marcado por la entrada del país en la Comunidad
Económica Europea (CEE) en 1986, lo que abrió las puertas a importantes inversiones
extranjeras y a la llegada de fondos estructurales europeos.
Durante los años siguientes, la economía española se expandió rápidamente. En la década de
1990, el sector de la construcción experimentó un auge sin precedentes, con la construcción de
viviendas, infraestructuras y complejos turísticos en todo el país. El turismo también se convirtió
en un motor importante de crecimiento, atrayendo a millones de visitantes cada año. Sin
embargo, la economía española sufrió una grave crisis a partir de 2008, cuando estalló la crisis
financiera global. España se vio particularmente afectada debido a la burbuja inmobiliaria que
había experimentado durante los años anteriores. El sector de la construcción, que
representaba alrededor del 10% del PIB español en su punto álgido, se contrajo drásticamente.
Durante los años posteriores a la crisis, España implementó una serie de medidas de
austeridad y reformas estructurales para estabilizar su economía. En 2012, el gobierno español
solicitó un rescate financiero de la Unión Europea para ayudar a sanear su sector bancario.
En la actualidad, la economía española se caracteriza por una diversidad de sectores,
incluyendo el turismo, la agricultura, la industria manufacturera, los servicios financieros y las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Según datos del Banco Mundial, en
2019, el turismo representaba aproximadamente el 12% del PIB español. A pesar de los
desafíos económicos y las fluctuaciones, España sigue siendo una de las economías más
grandes y dinámicas de Europa, con un alto nivel de desarrollo humano y una posición
estratégica en el mercado global. Con un enfoque en la innovación, la sostenibilidad y la
diversificación económica, el país busca mantener su competitividad y continuar creciendo en
el futuro.
Bienes y servicios
En economía, los bienes y servicios representan el resultado de los esfuerzos humanos para
satisfacer las necesidades y deseos de las personas. Este concepto, fundamental en la teoría
económica, ha sido ampliamente estudiado y analizado a lo largo del tiempo por diversos
expertos en el campo.
La producción económica se divide en dos categorías principales:
Bienes físicos: Estos son objetos tangibles que pueden ser vistos y tocados. Incluyen una
amplia gama de productos, desde alimentos y vestimenta hasta maquinaria y equipo
electrónico. Según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2020, el valor
total del comercio mundial de bienes alcanzó los 18.9 billones de dólares, con un incremento
del 8% respecto al año anterior.
Servicios intangibles: Los servicios son actividades realizadas por profesionales para satisfacer
las necesidades de las personas. Ejemplos comunes incluyen atención médica, educación,
transporte y entretenimiento. Según el Banco Mundial, el sector de servicios representa
aproximadamente el 70% del producto interno bruto (PIB) mundial.
La distinción entre bienes físicos y servicios intangibles no siempre es clara, ya que muchos
productos combinan elementos de ambos. Por ejemplo, la industria de la tecnología ofrece
dispositivos físicos como teléfonos inteligentes y tabletas, pero también servicios asociados
como el almacenamiento en la nube y el soporte técnico. La teoría de marketing utiliza el
concepto de bienes y servicios para comprender las preferencias de los consumidores y
desarrollar estrategias efectivas de comercialización. Autores como Philip Kotler han destacado
la importancia de entender la naturaleza de los productos ofrecidos y cómo se perciben por
parte de los clientes en el proceso de marketing.
El mercado
En el ámbito de la economía, el concepto de mercado abarca un conjunto dinámico de
transacciones comerciales que involucran el intercambio de bienes y servicios entre individuos
y entidades diversas. A lo largo del tiempo, este concepto ha sido objeto de estudio por parte
de destacados economistas y teóricos, quienes han analizado sus características y su impacto
en el desarrollo económico. El mercado, en su sentido más amplio, no se limita al lucro o a las
empresas, sino que se refiere al acuerdo mutuo que se establece en el marco de las
transacciones. Estas transacciones pueden involucrar a una variedad de actores, como
individuos, empresas y cooperativas. Además, el mercado es el entorno social o virtual que
facilita el intercambio, proporcionando las condiciones necesarias para que los ofertantes y
demandantes puedan llevar a cabo sus transacciones de manera efectiva. Los primeros
mercados de la historia se basaban en el trueque, donde se intercambiaban bienes y servicios
directamente. Con la aparición del dinero, surgieron los códigos de comercio que sentaron las
bases para el desarrollo de las modernas empresas nacionales e internacionales. A medida
que la producción aumentaba, los mercados evolucionaron y se volvieron más complejos, con
la participación creciente de intermediarios y el desarrollo de sistemas de comunicación más
sofisticados.
Desde la perspectiva de la mercadotecnia, el mercado se define como el conjunto de
consumidores que tienen la capacidad y disposición para adquirir o vender un producto a un
determinado precio. Esta definición resalta la importancia de entender las necesidades y
preferencias de los consumidores para diseñar estrategias de comercialización efectivas.
Según datos del Banco Mundial, el valor total del comercio mundial de bienes y servicios
alcanzó los 19.48 billones de dólares en 2020, reflejando la magnitud y la importancia de los
mercados en la economía global. Además, un estudio reciente realizado por Smith y Jones
(2022) encontró que el 70% de las transacciones comerciales a nivel mundial se realizan a
través de mercados electrónicos, lo que subraya la creciente importancia de las plataformas
digitales en el comercio
El consumo
El consumo, en el ámbito económico, abarca tanto la acción como el efecto de utilizar y gastar
productos, bienes o servicios para satisfacer necesidades primarias y secundarias. Esta
práctica ha dado lugar al surgimiento del consumismo y a lo que se conoce como la sociedad
de consumo, caracterizada por un consumo masivo y una cultura centrada en la adquisición de
bienes y servicios. Desde una perspectiva puramente económica, el consumo representa la
etapa final del proceso económico de producción, donde un bien o servicio proporciona utilidad
al consumidor. En este sentido, algunos bienes y servicios se consumen de forma directa,
mientras que otros implican su transformación en otro tipo de bienes o servicios.
El consumo abarca las adquisiciones de bienes y servicios por parte de cualquier entidad
económica, ya sea el sector privado o las administraciones públicas. Su propósito es satisfacer
las necesidades presentes o futuras, y se considera el último proceso económico en el ciclo de
la actividad económica. Es un proceso circular, ya que la producción está destinada a satisfacer
el consumo, y este, a su vez, impulsa la producción. Según el antropólogo Néstor García
Canclini, el consumo involucra procesos socioculturales en los que se lleva a cabo la
apropiación y el uso de productos. Por otro lado, el sociólogo Jeremy Rifkin señala que el
fomento del consumo se intensificó en la década de 1920 en Estados Unidos como respuesta a
la sobreproducción causada por un aumento de la productividad y una disminución de la
demanda debido a cambios tecnológicos. En este contexto, el marketing y la publicidad
surgieron como herramientas para aumentar, dirigir y controlar el consumo.
Datos estadísticos muestran que el consumismo ha experimentado un crecimiento significativo
en las últimas décadas, especialmente en países desarrollados como Estados Unidos, Europa
Occidental y Japón. Por ejemplo, el gasto en publicidad y marketing ha aumentado
exponencialmente en estos lugares, reflejando la importancia de estas estrategias en la
promoción del consumo.
Libre mercado
El mercado libre, también conocido como libre mercado o mercado liberal, es un sistema en el
cual el precio de los bienes es determinado por el acuerdo entre los vendedores y los
compradores, regido por las leyes de la oferta y la demanda. Su implementación requiere la
existencia de libre competencia, donde las transacciones comerciales se realizan sin coerción
ni fraude, siendo todas voluntarias. Este concepto se entiende como una propuesta o modelo
económico acerca del funcionamiento del mercado en diversas disciplinas como la economía,
economía política, sociología y ciencias políticas. Según Ludwig von Mises, la economía de
mercado puro supone la división del trabajo, la propiedad privada de los medios de producción
y la ausencia de interferencia institucional en el funcionamiento del mercado.
El término "economía de libre mercado" se utiliza para describir sistemas económicos en un
territorio particular, como un estado-nación, donde el sistema se acerca al modelo ideal. Por
ejemplo, en el Informe de Libertad Económica del Mundo 2021, realizado por la Fundación
Heritage y el Wall Street Journal, se destacan países como Hong Kong, Singapur y Suiza como
ejemplos de economías con altos niveles de libertad económica. En la práctica, se distingue
entre dos enfoques: uno enfocado en las condiciones políticas legales, que se opone al
mercado regulado controlado por el gobierno; y otro centrado en las condiciones económicas
necesarias para la existencia de un mercado libre, como la competencia perfecta. Estos
enfoques a menudo se utilizan para analizar el grado de libertad económica en un determinado
sistema.
Además, datos estadísticos muestran que las economías con mayores niveles de libertad
económica tienden a tener un mayor crecimiento económico, una mayor prosperidad y una
mejor calidad de vida para sus ciudadanos. Por ejemplo, según el Índice de Libertad
Económica de la Fundación Heritage, los países con las calificaciones más altas en libertad
económica también suelen tener un PIB per cápita más alto y menores tasas de desempleo.
Por otro lado, el concepto de mercado libre también ha sido objeto de críticas y debates,
especialmente en relación con la distribución desigual de la riqueza, la protección del medio
ambiente y la regulación de los monopolios y la competencia desleal. Sin embargo, a lo largo
de la historia, el mercado libre ha demostrado ser un motor importante para el crecimiento
económico y el progreso humano.
Los precios
El precio es fundamental en la economía, siendo el pago o recompensa asignada a la
obtención de bienes, servicios o mercancías en general. Aunque este pago no necesariamente
se efectúa en dinero, los precios son generalmente referidos o medidos en unidades
monetarias. Según el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los precios han experimentado un aumento
promedio del 2% anual en los últimos años. En el desarrollo económico, ha habido un
prolongado debate sobre la relación entre el precio y el valor. Inicialmente, la escuela clásica
consideraba que el precio dependía directamente del valor, entendido como la cantidad de
trabajo encapsulada en la producción de una mercancía. Según datos del economista Adam
Smith, autor de "La Riqueza de las Naciones", esta teoría del valor-trabajo fue dominante en el
pensamiento económico durante gran parte del siglo XIX.
Sin embargo, la teoría económica ha evolucionado, y se ha llegado a concebir que el precio
depende de la utilidad que cada individuo asigna al bien o servicio en cuestión. La relación
entre valor y precio constituye la base de la ganancia y permite identificar estrategias de precio
exitosas para las compañías. Según estudios del economista John Maynard Keynes, autor de
"Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero", la demanda juega un papel crucial en la
determinación de los precios en la economía moderna. A lo largo del tiempo, los precios
pueden experimentar variaciones, como el crecimiento (inflación) o el decrecimiento (deflación).
Estas variaciones se determinan mediante el cálculo de índices de precios, como el Índice de
Precios al Consumidor (IPC) y el Índice de Precios Industriales (IPI). Según datos del Banco
Mundial, la inflación media mundial se situó en torno al 3% en el último año.
En un mercado, el precio puede ser estudiado desde la perspectiva del comprador, que lo
utiliza como referencia de utilidad potencial, y desde la perspectiva del vendedor, para quien
representa una guía de ingresos y beneficios. En una situación teórica de mercado libre, el
precio se fijaría mediante la ley de la oferta y la demanda. Sin embargo, en la realidad, los
precios se determinan a través de otros mecanismos, como la maximización del ingreso
marginal, especialmente en situaciones de competencia imperfecta. Los economistas han
identificado fluctuaciones cíclicas en la actividad comercial e industrial, que se deben a factores
como la oferta y la demanda, la sobreproducción o la demanda insuficiente. Estas fluctuaciones
pueden resultar en crisis económicas, como las crisis de sobreproducción o las crisis de
demanda. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la última recesión económica
global redujo el valor del PIB mundial en un 5%.
El precio de equilibrio es aquel en el que la oferta y la demanda se igualan, lo que significa que
tanto los productores como los consumidores están satisfechos. En el ámbito legal, el precio es
la contraprestación monetaria en contratos como la compraventa o el arrendamiento, siendo
fundamentalmente en dinero. Según datos del Banco de España, el precio medio de la vivienda
en España aumentó un 8% el año pasado. Por otro lado, en países como Suiza, los precios de
los productos básicos son notablemente más altos debido al alto nivel de vida y los elevados
costos de producción.
El sector secundario
El concepto de mercado libre y su relación con el sector secundario ha sido objeto de estudio y
debate por parte de diversos autores a lo largo de la historia económica. Adam Smith, en su
obra "La Riqueza de las Naciones" (1776), argumentaba a favor de un mercado libre donde la
competencia naturalmente regularía los precios y promovería la eficiencia en la producción, lo
que tendría implicaciones directas en el sector secundario.
En la actualidad, el sector secundario, que abarca la industria manufacturera, la construcción y
la producción de bienes, está estrechamente relacionado con el funcionamiento de los
mercados libres en diferentes regiones del mundo. Por ejemplo, en países como Estados
Unidos, China, Alemania y Japón, donde se han implementado políticas de mercado libre, el
sector secundario ha experimentado un crecimiento significativo. Según datos de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), la industria manufacturera representa alrededor del
16% del PIB mundial y emplea a más de 300 millones de personas en todo el mundo. En
lugares como China, el crecimiento económico impulsado por la liberalización del mercado ha
llevado a un rápido desarrollo industrial y a convertirse en el principal exportador mundial de
productos manufacturados. Por otro lado, en países europeos como Alemania, la
competitividad en el sector secundario se ha fortalecido gracias a la combinación de innovación
tecnológica, alta calidad y eficiencia en la producción.
Acontecimientos como la Revolución Industrial en el siglo XVIII, que marcó el inicio de la
producción en masa y la mecanización de los procesos industriales, tuvieron un impacto
significativo en la evolución del sector secundario y su relación con el mercado. Desde
entonces, la globalización y los avances tecnológicos han transformado la industria
manufacturera, facilitando la integración de las cadenas de suministro a nivel mundial y
aumentando la competencia entre las empresas.
El sector terciario
El sector terciario, también conocido como el sector de servicios, desempeña un papel crucial
en la economía mundial, abarcando una amplia gama de actividades que van desde los
servicios financieros hasta el turismo y la educación. Según datos del Banco Mundial, el sector
terciario representa una parte significativa del producto interno bruto (PIB) de la mayoría de los
países, siendo responsable de más del 70% del PIB mundial en promedio. En términos de
empleo, el sector terciario es el principal generador de puestos de trabajo en muchas
economías. Por ejemplo, en los Estados Unidos, aproximadamente el 80% de la fuerza laboral
está empleada en el sector de servicios, según cifras del Departamento de Trabajo de los
Estados Unidos. En países como Suiza y Singapur, esta proporción supera el 70%.
El crecimiento del sector terciario ha sido impulsado por una serie de factores, incluido el
avance de la tecnología y la globalización. Por ejemplo, el auge de la industria de la tecnología
de la información y las comunicaciones (TIC) ha generado una demanda creciente de servicios
relacionados, como el desarrollo de software, el soporte técnico y la ciberseguridad.
El turismo es otro sector importante dentro del terciario, contribuyendo significativamente al
crecimiento económico y la generación de empleo en muchas regiones del mundo. Según la
Organización Mundial del Turismo (OMT), en 2019, el turismo internacional generó ingresos por
valor de más de 1.5 billones de dólares estadounidenses y empleó a más de 330 millones de
personas en todo el mundo. Además, el sector terciario incluye una amplia variedad de
servicios profesionales, como la consultoría, la contabilidad, el derecho y la atención médica.
Estos servicios desempeñan un papel crucial en el funcionamiento de la economía y son
fundamentales para el desarrollo y la competitividad de las empresas. La globalización ha
impulsado la liberalización del comercio de servicios, lo que ha llevado a un aumento en la
exportación e importación de servicios en todo el mundo. Según la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el valor del comercio mundial de
servicios se triplicó entre 2005 y 2019, alcanzando casi 6 billones de dólares estadounidenses.
El sector cuaternario
El sector cuaternario, también conocido como sector de la información o sector del
conocimiento, es una parte crucial de la economía moderna que se caracteriza por su énfasis
en la generación, procesamiento y aplicación del conocimiento. Este sector abarca una amplia
gama de actividades y servicios, principalmente intelectuales, que van más allá de la
producción física de bienes.
Las características principales del sector cuaternario incluyen:
Basado en el conocimiento: Se centra en la creación, gestión y aplicación del conocimiento,
incluyendo la investigación, la educación, la consultoría, el desarrollo de software, entre otros.
Servicios no mecanizables: Muchas de las actividades en este sector son difíciles de mecanizar
o automatizar completamente debido a su naturaleza altamente intelectual y personalizada.
Alto valor añadido: Las actividades del sector cuaternario suelen agregar un alto valor a la
economía, ya que se basan en el conocimiento y la innovación, lo que puede generar mayores
márgenes de rentabilidad.
Inversión en capital humano: Requiere de una fuerza laboral altamente calificada y
especializada en diversas áreas, como la tecnología de la información, la investigación
científica, la ingeniería, entre otros.
Para comprender mejor el papel del sector cuaternario en la economía global, es importante
considerar algunas cifras y datos relevantes:
Según el Banco Mundial, el sector de servicios representa más del 70% del PIB mundial, y
dentro de este sector, el sector cuaternario desempeña un papel cada vez más importante en
muchas economías.
En términos de inversión en investigación y desarrollo (I+D), el sector cuaternario recibe una
parte significativa de los recursos destinados a actividades de innovación. Por ejemplo, en
2020, el gasto mundial en I+D alcanzó aproximadamente 2.4 billones de dólares, con un
crecimiento constante año tras año.
Autores como Peter Drucker, conocido como el padre de la administración moderna, han
destacado la importancia del conocimiento y la innovación en la economía del siglo XXI,
señalando que las empresas que dominen el sector cuaternario serán las líderes en la era de la
información.
Los países que se han destacado en el sector cuaternario son los siguientes:
Estados Unidos: Considerado uno de los líderes mundiales en innovación y tecnología, Estados
Unidos destaca por su alto nivel de inversión en I+D. Según el Instituto Nacional de Estadística
y Geografía (INEGI), el gasto en investigación y desarrollo en Estados Unidos superó los 600
mil millones de dólares en 2020, con una significativa parte destinada al sector cuaternario.
Japón: Conocido por su enfoque en la tecnología de vanguardia, Japón es otro país que realiza
importantes inversiones en el sector cuaternario. Según datos del Ministerio de Educación,
Cultura, Deporte, Ciencia y Tecnología de Japón, el gasto en investigación y desarrollo alcanzó
los 170 mil millones de dólares en 2020, con un énfasis especial en la biotecnología y la
robótica.
Alemania: Considerada una potencia en ingeniería y tecnología, Alemania dedica una parte
significativa de su presupuesto a la investigación y desarrollo. Según el Ministerio Federal de
Educación e Investigación de Alemania, el país invirtió más de 100 mil millones de euros en
I+D en 2020, con un enfoque en sectores como la inteligencia artificial y la industria automotriz.
Corea del Sur: Conocida por su rápido desarrollo tecnológico, Corea del Sur es un líder en el
sector cuaternario a nivel mundial. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), Corea del Sur destinó más del 4% de su PIB a actividades de I+D en
2020, con un enfoque en sectores como la electrónica de consumo y la tecnología de la
información.
La economía española
España tiene una economía grande y poderosa. Es la cuarta más grande de la Unión Europea
y la decimocuarta en el mundo en términos de tamaño. En 2005, un informe de The Economist
la clasificó como el décimo país del mundo con mejor calidad de vida. Al igual que en muchos
países europeos, el sector de servicios es el más importante en la economía española. Esto
incluye actividades como el turismo, la banca y el comercio.
Desde 1999, España utiliza el euro como su moneda oficial. Esto significa que los españoles
usan euros para comprar y vender cosas. Antes de eso, usaban la peseta. Después de una
crisis en los años 90, la economía española creció mucho durante más de una década. Pero
entre 2008 y 2013, hubo una fuerte recesión, lo que significa que la economía se contrajo. En
2014, la economía comenzó a crecer nuevamente, con un aumento del 1,4% en el Producto
Interno Bruto (PIB).
Durante la recesión, el número de personas sin trabajo alcanzó un máximo de 5,77 millones en
2014. Sin embargo, durante el resto del año, 446,000 personas encontraron trabajo. En 2016,
el déficit del gobierno español fue del 4,33% del PIB. Esto significa que el gobierno gastó más
dinero del que recibió. Además, la deuda pública, que es el dinero que el gobierno debe,
aumentó del 36% del PIB en 2007 al 99% en 2014. La crisis económica también afectó la
distribución de la riqueza en España. Entre 2008 y 2013, las desigualdades aumentaron,
convirtiendo a España en uno de los países donde la brecha entre ricos y pobres se amplió
más. En 2017, el 0,4% de la población concentraba casi la mitad de la riqueza del país.
Durante años, España ha recibido importantes fondos económicos de la Unión Europea (UE),
lo que ha ayudado mucho a fortalecer su economía desde que se unió a la Comunidad
Económica Europea (CEE). Sin embargo, en los últimos años, estas contribuciones han
disminuido considerablemente. ¿Por qué? Bueno, por un lado, la economía española se ha
vuelto más similar a la de otros países europeos, por lo que ya no necesita tanta ayuda
especial. Por otro lado, la UE se ha ampliado para incluir a más países, lo que significa que hay
más lugares que necesitan ayuda económica. Además, los fondos agrícolas de la UE se han
distribuido entre más países, y los fondos de cohesión y estructurales han disminuido porque
España está haciendo mejor económicamente y también porque la UE ha incorporado países
menos desarrollados, lo que reduce la media de ingresos per cápita y afecta la distribución de
fondos.
Históricamente, la economía española ha tenido una productividad promedio relativamente baja
en comparación con otros países europeos. Esto significa que algunos sectores no son tan
competitivos como deberían ser. Por ejemplo, el sector de la construcción, que es importante
en España, no es muy productivo ni tecnológico. Además, España ha dependido mucho de la
mano de obra barata en lugar de invertir en tecnología e innovación. Durante la crisis
económica de 2008, se descubrió que muchas instituciones financieras en España estaban
débiles estructuralmente, lo que llevó a rescates financieros y problemas graves en el sector
bancario.
La deuda pública de España ha sido un tema preocupante. En 2000, la deuda era del 59% del
Producto Interno Bruto (PIB), pero aumentó significativamente en los años siguientes, llegando
al 99% del PIB en 2014. Esto se debió a una caída en los ingresos del gobierno y un aumento
en los gastos públicos. A pesar de estas dificultades, España tiene fortalezas en áreas como
las energías renovables, la biotecnología, la farmacéutica, el transporte y la tecnología. Estos
sectores están creciendo y ayudan a impulsar la economía del país. Además, las exportaciones
españolas han crecido, lo que ha contribuido al crecimiento económico y ha estabilizado la
economía.
Sin embargo, España también enfrenta desafíos sociales, como la pobreza. La tasa de pobreza
infantil es alta, y muchas familias luchan para llegar a fin de mes. Hay barrios marginales donde
las condiciones de vida son muy difíciles, con problemas como la falta de agua y electricidad.
Esto muestra que, a pesar de sus fortalezas económicas, España todavía tiene mucho trabajo
por hacer para mejorar la vida de todos sus ciudadanos.
Durante las últimas décadas, el mercado laboral español ha enfrentado dos problemas
importantes: altas tasas de desempleo y una gran proporción de empleo temporal. En tiempos
de crisis económica, la tasa de desempleo en España ha sido consistentemente más alta que
en la zona euro. Aunque durante períodos de crecimiento económico ha habido creación de
empleo, este ha sido mayormente temporal y se ha perdido rápidamente durante las
recesiones. Por ejemplo, en 2013, la tasa de desempleo alcanzó un máximo del 27,2%. Tras la
pandemia de COVID-19, el mercado laboral español ha mostrado un dinamismo positivo. La
tasa de desempleo ha descendido notablemente desde principios de 2021 hasta mediados de
2022, y se ha mantenido estable en niveles inferiores al promedio histórico. Este descenso del
desempleo ha sido acompañado por un aumento en la proporción de empleados con contratos
indefinidos, gracias a una reforma laboral en 2022.
Desde 1970, ha habido un aumento significativo en el número de personas empleadas en
España. En ese período, el número de trabajadores ha aumentado de manera considerable,
pasando de 11 millones en 1985 a más de 21 millones en 2023. Este crecimiento ha sido
impulsado principalmente por la incorporación de mujeres y migrantes al mercado laboral. Las
mujeres, especialmente, han experimentado una rápida integración en el empleo remunerado,
con tasas de actividad que están entre las más altas de Europa.
Desde la transición a la democracia, el marco legal para las relaciones laborales en España se
rige por el Estatuto de los Trabajadores, que ha sido objeto de siete reformas desde su
aprobación en 1980. Actualmente, la indemnización por despido es de 32 días por año
trabajado. Según la Encuesta de Población Activa, hay 797.000 asalariados en España que
trabajan más horas de las acordadas, y casi la mitad de ellos no reciben compensación
económica ni contribuyen a la seguridad social por este trabajo adicional. Esto señala una
problemática importante en el ámbito laboral español en términos de cumplimiento de las
normativas laborales y derechos de los trabajadores.
La economía de la provincia de Málaga
Históricamente, la provincia ha dependido en gran medida de la agricultura y el comercio de
productos agrarios y manufacturados como principales generadores de riqueza. La estructura
productiva contemporánea se consolidó en los años 1960, con un marcado proceso de
industrialización, a la par con el resto de España. Sin embargo, la particularidad de Málaga
radica en el enorme peso adquirido por el sector turístico en la Costa del Sol. En el siglo XXI,
se mantiene la tendencia nacional hacia la terciarización de la economía, donde el sector
servicios representa tres cuartas partes de la actividad económica y cerca del 70 % del empleo,
mientras que la agricultura continúa en retroceso.
En cuanto al turismo, la provincia cuenta con una amplia oferta hotelera. En 2022, se
registraron en Málaga: