Trabajo Fin de Grado Paula Torres
Trabajo Fin de Grado Paula Torres
Trabajo Fin de Grado Paula Torres
Sección de Filología
Departamento de Filología Española
Grado en Español: Lengua y Literatura
La Laguna
Julio 2022
RESUMEN
En este trabajo de fin de grado se analizarán las Novelas Amorosas y ejemplares y Los
Desengaños amorosos de doña María de Zayas y Sotomayor desde una nueva óptica,
fruto de la hipótesis defendida por Rosa Navarro Durán que afirma que la autora post
cervantina de estas colecciones nunca existió, sino que fue un heterónimo más de su
coetáneo, Alonso del Castillo Solórzano. Una buena nueva que confirma el valor de la
narrativa del siglo XVII y que sustentaría una hipótesis en torno a la construcción
ficcional de María de Zayas y tentativa metaficcional por parte de su probable autoría
real, Alonso del Castillo Solórzano, en un intento de calco cervantino de la conocida
novela moderna.
ABSTRACT
This thesis will analyse the Novelas Amorosas y ejemplares and Los Desengaños
amorosos of doña María de Zayas y Sotomayor from a new perspective, the result of the
hypothesis defended by Rosa Navarro Durán, who claims that the post-Cervantine author
of these collections never existed, but was just another heteronym of her contemporary,
Alonso del Castillo Solórzano. This good news confirms the value of seventeenth-century
narrative and supports the hypothesis of a fictional construction of María de Zayas and a
metafictional attempt by her probable real author, Alonso del Castillo Solórzano, in an
attempt to trace Cervantes' famous modern novel.
KEY WORDS: María de Zayas y Sotomayor, Alonso del Castillo Solórzano, Golden
Age, Courtly novel, Metafiction.
2
Índice
1. Introducción 4
1.1.Presentación, hipótesis y objetivos 4
1.2.María de Zayas y Sotomayor: el misterio de una vida 5
1.2.1. Obra 7
2. Narrativa del Siglo XVII, en torno a la novela cortesana 9
2.1.Caracteres de la novela cortesana 10
2.1.1. Marco narrativo 11
2.1.2. Presentación de los personajes: masculinos y femeninos 11
2.1.3. Novela como retrato 12
2.1.4. Ars Amandi 14
3. Cosmovisión de la mujer en los relatos zayescos 14
4. Dos teorías en torno a la figura de María de Zayas 18
4.1.«Me conocéis por lo escrito, más no por la vista», importancia de los
paratextos 19
4.2.Sombra, máscara y disfraz 21
5. Imitación metaficcional al estilo cervantino 24
5.1.Los niveles narrativos 24
6. Conclusiones 30
7. Bibliografía 33
3
1. Introducción
1.1. Presentación, hipótesis y objetivos
4
un escritor detrás de esta identidad que nadie vio. Un trabajo que trae consigo un nuevo
acercamiento al roce entre realidad y ficción que tanto nos ofrece a los lectores e
investigadores.
Respuestas que nos obligan a cumplir una serie de objetivos, los cuales legitiman
la estructura y los contenidos que proponemos exponer en nuestro trabajo: en primer
lugar, dar valor a la obra de María de Zayas dentro de la narrativa corta del siglo XVII;
en segundo lugar, plantear y estudiar cada uno de los caracteres de la novela cortesana y
cómo esta funciona en la obra de nuestra autora; en tercer lugar, estudiar y analizar la
cosmovisión de la mujer en sus relatos como el perfecto anti- don juan que es; en cuarto
lugar, plantearemos esa nueva hipótesis en torno a nuestra figura literaria en base a
determinadas huellas que destapan su otra condición, la ficcional que, en última instancia,
nos podría alentar a considerar la existencia de un posible juego metaficcional por parte
de la autoría real de las obras.
La moralidad que encierran el artificio que tienen y la gracia con que están escritas, son rasgos
de su vivo ingenio, que en mayores cosas sabrá salir de más grandes empeños. Por dama, por
ingeniosa y por docta debes, ¡oh lector!, mirar con respeto sus agudos pensamientos, desnudo
del afecto envidioso con que censuras otros que no traen este salvoconducto debido a las
damas. (Zayas 2020: 164)
Para Alicia Yllera queda claro que de entre los numerosos autores de novelas
cortas de la primera mitad del siglo XVII, destaca, después de Cervantes, María de Zayas
y Sotomayor, escritora que logra conferir a sus obras un sello personal, aun utilizando
muchas de las convenciones de la novela de la época (Zayas 2021: 11).
1
[Desengaños amorosos]
5
«Me conocéis por lo escrito, mas no por la vista» decía María de Zayas en su Parte
segunda del sarao y entretenimiento honesto [Desengaños amorosos], palabras que
retractan el misterio de su vida. Las pocas referencias biográficas existentes de la autora
son someras, lo que implica cierta complejidad en el estudio y análisis de su obra, pues
«conocer su vida daría una luz valiosísima para comprender en plenitud los postulados
que defiende en sus veinte novelas» (Montesa 1981: 19), pero, ¿y si nunca existió?
En una ardua lectura por los diferentes estudios, monografías, tesis y trabajos
hemos podido observar que la biografía de la autora está inmiscuida en las dudas,
desaciertos e inconsistencias. Muchos aseguran la existencia del supuesto único
documento que con seguridad hace referencia a la vida de la autora, una partida de
nacimiento que saca a la luz Serrano y Sanz, que podríamos desbancar con el hecho de
que, como Navarro Durán puntualiza, no se ha encontrado una sola acta de defunción a
su nombre, sino tres, por lo que no se puede llegar a deducir cual sería la suya (Navarro
2019: 36).
En 1621, porque en dicho año se imprime su primer poema laudatorio en los preliminares
de libros: en La fábula de Píramo y Tisbe de Miguel Botello (Madrid, 1621), y al año
siguiente en las Prosasa y versos del pastor de Cleonarda del mismo Botello (Madrid,
1622); luego en el Orfeo en lengua castellana de Pérez Montalbán (1624) y en
Experiencias de amor y fortuna de Francisco de las Cuevas (Madrid, 1626); más tarde, en
1633, en los de El Adonis dedica una décima a su autor, Antonio del Castillo Larzaval.
(Navarro 2019: 37)
Además de la publicación de sus Novelas (1637) y Desengaños amorosos (1647),
tenemos constancia de su obra dramática La traición en la amistad. En torno a 1632 ya
era conocida como poeta y escritora, tanto es así que Lope de Vega la celebró en su Laurel
de Apolo, como afirma Navarro Durán, resulta enormemente llamativo las siguientes
palabras:
6
«Inmortal», una autora que podría serlo si nos amparamos en el conjunto de
circunstancias, argumentos y enigmas que rodean su figura y que nos hace pensar que tan
solo se trata de un ser de ficción. (Navarro 2019: 38).
Porque si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos
en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para
las cátedras como los hombres, y quizá más agudas, por ser de natural más frío, por
consistir en humedad el entendimiento, como se ve en las respuestas de repente y en los
engaños de pensado, que todo lo que se hace con maña, aunque no sea virtud, es ingenio.
Y cuando no valga esta razón para nuestro crédito, valga la experiencia de las historias, y
veremos por ellas lo que hicieron las mujeres que trataron de buenas letras. (Zayas 2020:
160)
1.2.1. Obra
7
de la época, aunque introduce, al igual que sus novelas cortesanas, un cuestionamiento de
la representación de la mujer en su tiempo de la mano de su virtud e ingenio (Zayas 2021:
29).
Sin embargo, María de Zayas es conocida por la novela cortesana de tipo amoroso,
concretamente, dos compilaciones de novelas cortas dentro de un marco narrativo al estilo
iniciado por el Decamerón de Bocaccio, Novelas amorosas y ejemplares (1637) y
Segunda parte del sarao o entretenimiento honesto conocida como Desengaños amorosos
(1647).
En las Novelas, el entretenimiento dura cinco noches en las que tanto damas y
caballeros relatan las historias, por el contrario, en los Desengaños se articulan en tres
noches en las que solo tienen voz las mujeres:
Habían de ser las damas las que novelasen (y en esto acertó con la opinión de los
hombres, pues siempre tienen a las mujeres por noveleras); y en sgundo, que los que
refiriesen fusen casos verdaderos, y que tuviesen nombre de «desengaños» (en esto no
2
En palabras de Olivares, a partir de las Novelas ejemplares de Cervantes, hay una tremenda proliferación
de novelas casi hasta el final del siglo que provoca un aborrecimiento del género después de 1635. Esta
reducción a una excesiva estereotipificación sería una de las razones por las que Zayas evita en la
«Introducción» el término novela, en favor de maravilla (Zayas 2020: 34).
8
se satisfizo, porque como ellos procuran siempre engañarlas, sienten mucho se
desengañen). Fue la pretensión de Lisis en esto volver por la dama de las mujeres (tan
postrada y abatida por su mal juicio, que apenas hay quien hable bien de ellas). Y como
son los hombres los que presiden en todo, jamás cuentan los malos pagos que dan, sino
los que les dan; y si bien lo miran, ellos cometen la culpa, y ellas siguen tras su opinión,
pensando que aciertan; que lo cierto es que no hubiera malas mujeres si no hubiera
malos hombres. (Zayas 2021: 197)
Ello es una de las diferencias de tono entre sus dos colecciones, pues, mientras
que en las Novelas el tono es ejemplarizante y con un toque de humor, en la Segunda
parte predomina un tono trágico en el que se presencian con frecuencia los abusos y
asesinatos a las mujeres3 (Gamboa 2009: 16). Igualmente, se destacan diferencias y
cambios en la temática de los relatos, si las Novelas presentan más diversidad en los
asuntos narrados, los Desengaños están escritos desde una perspectiva mucho más crítica
y consciente de la situación de la mujer (Djidiack 2009: 83). Otro de los puntos contrarios
entre las diferentes partes es que en los relatos que agrupan las Novelas amorosas y
ejemplares se defiende la autonomía de la mujer para recuperar honor y decidir su destino,
en la Segunda parte, la mujer aparece como víctima, en ocasiones mortal, de una sociedad
violenta, injusta y sorda a sus necesidades (Cortés 2018).
Una autora real o ficticia que, aunque con una delimitada producción literaria, no
solo consigue alzarse en un contexto opresor para la figura de la mujer y defenderla,
armarla de valor y decisión, sino que, además, logra conformar su obra y celebridad con
cada historia entramada de ejemplaridad, resultado de una clara intención didáctica. Unas
novelas que aportan una nueva perspectiva de género, María de Zayas con cada una de
sus palabras crea una nueva imagen de lo femenino, imágenes que se oponen a tantos
tratados misóginos con el objetivo de poner punto y final a las definiciones alienantes de
su sexo.
3
Podríamos llegar a denotar aspectos de los preceptos del Arte nuevo de hacer comedias (1609) de Lope
para incluir en sus Desengaños, ya que, en la mayoría de estos les da la vuelta a los finales felices de la
comedia y plantea otro tipo de desenlace a los enredos amorosos (Özmen 2021: 461).
9
30). No obstante, es a partir del siglo XV cuando conoce mayor celebridad en Italia con
los novellieri de Bocaccio que se expanden por toda Europa. Así pues, el Decamerón se
transformó en la primera fuente literaria de origen extranjero para los escritores españoles
de los siglos XVI y XVII, como Antonio de Torquemada, Juan Timoneda, Lope de Vega,
Tirso de Molina, Pérez de Montalbán, Salas Barbadillo, Alonso del Castillo Solórzano,
María de Zayas, entre otros (Djidiack 2009: 30).
María de Zayas publica tres décadas después sus Novelas amorosas y ejemplares,
en un momento en el que el género estaba en decadencia y el concepto de novela estaba
prácticamente desgastado (Amenzúa 1929: 94). Por ello, Zayas advierte al comienzo que
sus relatos no serán novelas sino «maravillas» y «desengaños»:
Matilde, mandó que, después de inventar una airosa máscara, en que ellas y las otras
damas, con los caballeros, mostrasen su gala, donaire, destreza y bizarría, la primera
noche, después de haber danzado, contasen dos maravillas, que con este nombre quiso
desempalagar al vulgo del de novelas, título tan enfadoso que ya en todas partes le
aborrecen. (Zayas 2020: 168)
Por ende, el término de novela cortesana que nos interesa en este caso fue
propuesto por González de Amenzúa para dar nombre a las narraciones breves en las que
se suelen desarrollar una intriga de carácter amoroso del siglo XVII español con la propia
ambientación en la ciudad o en la Corte (Colón 2001: 13) y que, además, están insertadas
en el marco narrativo heredado del Decamerón y no de las novelas de Cervantes.
10
2.1.1. Marco narrativo
Otra de las características propias de la novela cortesana son sus personajes. Los
tipos que cumplen el encargo de protagonizar las acciones más relevantes de la intriga
son esencialmente caballeros y damas ilustres que expresan su nobleza a través de sus
aventuras amorosas (Djidiack 2009: 49). Como personaje masculino, es frecuente la
aparición de un caballero mozo y galán que pretenderá adentrarse en el corazón de las
damas. Por otro lado, la dama, además de ser noble, posee por lo general, una belleza
inigualable. Siendo personajes nobles, estos no dejan de tener sirvientes que actúan
también en las narraciones breves de aventuras amorosas.
11
ven enamorados de hermosas damas y viceversa. Pero, además, María de Zayas consigue
modificar sus personajes desde una perspectiva de género. No solo vemos un galán
dispuesto a enamorar y que en ocasiones engaña, también vemos a los varones llorar:
Leyó don Rodrigo este papel con tantos suspiros y lágrimas como doña Leonor
desperdició al escribirle, que fueron hartas, que llorar los hombres cuando los males no
tienen remedio no es flaqueza sino valor. (Zayas 2020: 450).
Asimismo, ya las mujeres no son simples objetos de la sociedad, sino que, sobre
todo, en la primera parte, al igual que lo han hecho los hombres, estas engañan:
Ya suele suceder, auditorio ilustre, a los más avisados y que van más en los estribos de
una malicia, caer en lo mismo que temen, como lo veréis en mi maravilla, para que
ninguno se confíe de su entendimiento ni se atreva a probar a las mujeres, sino que
teman lo que les puede suceder, estimando y poniendo en su lugar a cada una; pues, al
fin, una mujer discreta no es manjar de un necio, ni una necia empleo de un discreto.
(Zayas 2020: 292)
Ya que la hermosa Nise ha declarado en su maravilla cuánta es la fuerza del amor, por
seguir su estilo quiero en la mía probar cuanta es la fuerza de la virtud, dando premio a
una dama a quien el desengaño de otra dio méritos para merecerle; para que los hombres
entiendan que hay mujeres virtuosas, y que no es razón que por las malas pierdan las
buenas, pues no todas merecen un lugar ni una opinión, y sin apartarme de la verdad,
empiezo así: (Zayas 2020: 371)
12
Ningún género literario puede presentarnos un campo más amplio y atractivo que el que
es dable presentar a la novela. En los otros géneros o artes, el creador puede apartarse de
la realidad circundante. […] En la novela se aúnan perfectamente el temperamento
artístico, elemento interno, y la observación y reproducción de la vida y costumbres de la
sociedad, elemento externo (Roca 1947: 6).
Ya Vasileski decía que María de Zayas exhibe en todas sus novelas una condición
propia y singular suya: un constante y profundo realismo. «Su amor a la verdad es una
faceta noble y característica de su temperamento novelístico, de que ella misma se ufana»
(Vasileski 1973: 113).
El hecho de las novelas conformarse con asuntos sociales propios de los siglos
XVI y XVII, como lo es el amor y el honor, ha llevado a considerar un realismo constante
como característica propia del género. Un realismo como reflejo de la realidad
circundante y que, Zayas, de hecho, a través de sus personajes, reafirma en sus
Desengaños: «Habían de ser las damas las que novelasen (y en esto acertó con la opinión
de los hombres, pues siempre tienen a las mujeres por noveleras); y en segundo, que los
que refiriesen fusen casos verdaderos, y que tuviesen nombre de «desengaños».» (Zayas
2021: 197).
Por un lado, resulta una obviedad que el entorno social ofrece al escritor
constantes referencias contextuales perfectas para ser noveladas y que este someterá a
una recreación estética a través de las palabras. María de Zayas bebe de un contexto en el
que las mujeres y los hombres viven en un entramado constante que los envuelve en el
tema del honor. Pero, además, en la mayoría de sus novelas, sobre todo, en su Parte
segunda insiste en la verdad de sus argumentos y los acontecimientos de la vida real, en
la que solo se contaban historias verdaderas, en las que incluso algunos invitados como
doña Isabel protagonizaron el primer desengaño:
Abran las damas los ojos del entendimiento y no se dejen vencer de quien pueden temer
el mal pago que a mí me dio, para que dijesen en esta ocasión y tiempo estos desengaños,
para ver si por mi causa cobrasen las mujeres la opinión perdida y no diesen lugar a los
hombres para alabarse, ni hacer burlada de ellas, ni sentir mal de sus flaquezas y malditos
intereses, por los cuales hacen tantas, que, en lugar de ser amadas, son aborrecidas,
aviltadas y vituperadas. (Zayas 2021: 218)
13
«No hay mejor inspiración para un novelista que el espectáculo de la vida misma».
(Vasileski 1973: 116).
Cada una de las maravillas y desengaños construidos por nuestra autora post
cervantina no solo cumplían la función de entretener, sino, además, dar ejemplaridad de
los hechos relatados. La teoría literaria de la época confería a la novela una doble
finalidad: por una parte, diversión, deleite y alivio; y, por otra, escarmiento, aviso,
instrucción, aprovechamiento y desengaño (Djidiack 2009: 52).
Zayas toma como excusa los enredos amorosos con el fin de advertir a las mujeres
de ser engañadas. Los relatos entramados en sus obras no solo servían para aleccionar a
su protagonista Lisis de no caer en los engaños del amor, sino también para ensalzar a las
mujeres de su época a ser conscientes de su validez y equidad con respecto a la figura del
hombre:
Porque si esta materia de que nos componemos los hombres y las mujeres, ya sea una
trabazón de fuego y barro, o ya una masa de espíritus y terrones, no tiene más nobleza
en ellos que en nosotras; si es una misma la sangre; los sentidos, las potencias y los
órganos por donde se obran sus efectos, son unos mismos; la misma alma que ellos,
porque las almas ni son hombres ni mujeres: ¿qué razón hay para que ellos sean sabios
y presuman que nosotras no podamos serlo? (Zayas 2020: 159)
4
Ars amandi, título que eligió Ovidio en los albores del siglo I para una de sus obras más célebres.
14
decir, si la novela convencional de la época suprime el valor de la mujer y su sexualidad,
Zayas lo destruye para construir mujeres valedoras de sus decisiones y actos.
El hecho de ser una mujer escritora en el siglo XVII ya era todo un desafío, ella
misma lo advirtió en «A quien leyere» de sus Novelas:
Quién duda, lector mío, que te causará admiración que una mujer tenga despojo no sólo para
escribir un libro, sino para darle a la estampa, que es el crisol donde se averigua la pureza de
los ingenios. Porque hasta que los escritos se gozan en las letras de plomo, no tienen valor
cierto, por ser tan fáciles de engañar los sentidos, que la fragilidad de la vista suele pasar por
oro macizo lo que a la luz del fuego es solamente un pedazo de bronce afeitado. Quien duda,
digo otra vez, que habrá muchos que atribuyan a locura esta virtuosa osadía de sacar a la luz
mis borrones, siendo mujer, que en opinión de algunos necios es lo mismo que una cosa
incapaz. (Zayas 2020: 159)
El contexto social para la mujer de este tiempo la sometía al oficio de ser casada
y carecer de cualquier autonomía ya fuera intelectual, moral e incluso física. La labor
vital de la mujer estaba predestinada aun antes de nacer, por lo que Zayas, consciente de
la situación y desvaloración a la que eran condenadas, utilizó su literatura como medio de
protesta:
Porque si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos
en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para
las cátedras como los hombres, y quizá más agudas, por ser de natural más frío, por
consistir en humedad el entendimiento, como se ve en las respuestas de repente y en los
engaños de pensado, que todo lo que se hace con maña, aunque no sea virtud, es ingenio.
(Zayas 2020: 160)
Del mismo modo, tenía consciencia de su valía tanto para la pluma como para las
armas. Para ella, la cuestión no residía en la condición de hombre o la condición de mujer,
sino en el pensamiento y la educación que a ellas se les daba. Por ello, si el hecho de que
Zayas tomara la pluma era un atrevimiento, el que la usara para defender sus derechos
con personajes femeninos en cierto sentido revolucionario que, incluso, podríamos
denominar anti-don juanes5, dotan su obra de un carácter totalmente novedoso y original
en su tiempo. Casi sin excepciones, los protagonistas de sus relatos son unos burladores
seriales de mujeres, tipología masculina que, desde luego, halla en la figura de don Juan
5
En la época en la que Zayas escribe sus obras El burlador de Sevilla era una pieza conocida, por ello, si
etiquetamos a muchos de sus personajes masculinos como don Juanes por cada una de sus actitudes,
podemos considerar a los personajes femeninos como anti- don juanes, que, escarmentadas advierten al
resto de mujeres para que a estas no les suceda lo mismo. En tanto, se construye un catálogo de conquistas
desde el punto de vista femenino en un tono, en ocasiones, trágico. Podríamos pensar, por tanto, que Zayas
construye en su obra una cosmovisión de la mujer en su relato como un perfecto anti- don juan.
15
Tenorio (Trambaioli 2014: 512), totalmente opuesta a la enriquecedora cartografía de
personajes femeninos que niegan el ideal de la época y demandan derechos de igualdad.
Muchos son los que concuerdan en que María de Zayas escribe inspirada por la
cólera que le provoca la condición femenina coetánea, y en cierto sentido no se escapa de
lo expresado por la autora en cada una de sus líneas. No obstante, muy diferente sería
considerarla una feminista pionera, pues, resulta arriesgado hablar de feminismo, un
término que en ese entonces no se concebía, Zayas no era consciente de que estaba
escribiendo lo que se consideraría hoy como una defensa temprana de las tesis feministas,
lo que si tenía claro era que, hasta ahora, y por desgracia, la mujer era considerada inferior,
es decir, «Un hombre incompleto». Y a raíz de su experiencia personal y a través de su
mejor arma, la escritura, quiso vertebrar un discurso no a través de su propia voz, sino
por medio de otras voces femeninas escarmentadas de los engaños y castigos de los
hombres.
A través de sus personajes femeninos Zayas nos plantea una nueva cosmovisión
de la mujer en el relato, ya no estamos solo frente a mujeres débiles que se dejan engañar,
podemos ver personajes femeninos que son conscientes de haber sido engañadas y por
ello alzan su voz, mujeres brujas, mujeres que engañan y mujeres con inteligencia que
intentan demostrar la superioridad de la discreta sobre la boba. Uno de los personajes
femeninos más destacados en este sentido sería Serafina que tantos sufrimientos hizo
pasar a don Fadrique:
Llegó don Fadrique a Sevilla tan escarmentado en Serafina que por ella ultrajaba a todas
las demás mujeres, no haciendo excepción de ninguna, cosa contraria a su entendimiento,
pues para una mala hay ciento de buenas, y no todas lo son ni es justo, mezclando unas
con otras, culparlas a todas. Mas, en fin, él decía que no había de fiar de ellas, y más de
las discretas, porque de muy sabias y entendidas daban en traviesas u viciosas, y que con
sus astucias engañan a los hombres; pues una mujer no había de saber más de hacer su
labor y rezar, gobernar, su casa y criar sus hijos; y lo demás eran bachillerías y sutilezas
que no servían sino de perderse más presto. (Zayas 2020: 301)
16
Temo a las mujeres que son tan sabias más que a la muerte, que quisiera hallar una que
ignorara las cosas del mundo, al p[a]so que esa las comprende, y si la hallara ¡vive Dios!
Que me había de emplear en servirla y amarla; mas ya son todas tan agudas que no hay
quien las alcance. Todas saben amar y engañar, y así me tienen tan escarmentado las
discretas que deseo tener batalla con una boba. (Zayas 2020: 317)
También nos presenta heroínas que, al igual que en su comedia, son capaces de
vengar por sí mismas su afrenta como sucede en las maravillas «La burlada Aminta» y
«Al fin se paga todo», en las que podemos presenciar mujeres que persiguen a sus amantes
o maridos, algo más vinculado al hombre como podemos ver en las maravillas
«Aventurarse perdiendo» o el desengaño «La esclava de su amante», mujeres dispuestas
a hacer lo que sea por ser dueñas no solo de sí mismas sino de sus amantes (Zayas 2021:
69). Dicho de otro modo, la autora tiene el atrevimiento de salir en defensa de las mujeres
y presentar unos personajes femeninos dotados de gran personalidad pasional y que se
comportan con libertad y desenvoltura.
¡Ay desengaño, que visto, no se podrá engañar ninguna! ¡Ay, hombres!, y ¿por qué
siendo hechos de la misma masa y trabazón que nosotras, no teniendo más nuestra alma
que vuestra alma, nos tratáis como si fuéramos hechas de otra pasta, sin que os obliguen
los beneficios que desde el nacer al morir os hacemos? (Zayas 2021: 218)
Por un lado, lo podemos entender como un mero reproche a los hombres por haber
excluido a las mujeres de las letras, sin embargo, y si atendemos a la posibilidad de existir
un escritor detrás de nuestra autora ficcional, podríamos interpretar dicha presunción
como una advertencia de su verdadera condición. Si equiparamos las almas, por qué
siendo hombre, ¿no podríamos denunciar esta nueva concepción de la mujer en el relato
y la realidad?
17
femenino que escribe y defiende la condición de las mujeres desde una nueva
cosmovisión insertada en las novelas convencionales envueltas en el amor y el honor.
Hasta el año 2019 creíamos real la identidad de María de Zayas y Sotomayor, pero
es en ese mismo año cuando Rosa Navarro Durán6 abre paso a una nueva investigación
en la que se pone en duda que dicha autora haya sido de carne y hueso.
Para Navarro Durán la identidad que se esconde tras la autora es Alonso del
Castillo Solórzano, uno de los autores más prolíficos7 de las novelas cortas de la Edad de
Oro. Un autor experto en que sus propios personajes sean los narradores de las novelas,
personajes, que, con frecuencia se disfrazan del sexo contrario y cambian de nombres aun
sin trocar su condición y falsifican todo tipo de documentos (Navarro 2019: 14). A tal
efecto, podríamos pensar que María de Zayas y Sotomayor es un personaje más de este
autor.
6
Rosa Navarro Durán es catedrática de Literatura española de la Edad de Oro de la Universidad de
Barcelona que ha trabajado numerosas ediciones de textos de este siglo.
7
Cuenta con quince obras novelescas que encierran en sí muchas más. La primera que publica, Tardes
entretenidas está formada por tres novelas y la última, La quinta Laura por otras seis; Jornadas alegres
también tiene seis; Tiempo de regocijo y carnestolendas de Madrid, tres; Huerta de Valencia, cuatro;
Noches de placer, doce; Fiestas del jardín, cuatro; Los alivios de Casandra, cinco, y Sala de recreación,
cinco, entre otras (Navarro 2019: 13).
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4.1.«Me conocéis por lo escrito, mas no por la vista», importancia de los
paratextos
Las Novelas amorosas y ejemplares se publican en 1937 y diez años después sale
a la luz la Parte Segunda del sarao y entretenimiento honesto. En esta segunda parte,
después recurrentes juegos y mutaciones ficcionales el autor real de estas ficciones es un
tanto más explícito:
Y digo que ni es caballero, ni noble, ni honrado el que dice mal de las mujeres, aunque
sean malas, pues las tales se pueden librar en virtud de las buenas. Y en forma de desafío,
digo que el que dijere mal de ellas no cumple con su obligación. Y como he tomado la
pluma, habiendo tantos años que la tenía arrimada, en su defensa, tomaré la espada para
lo mismo, que los agravios sacan las fueras donde no las hay; no por mí, que no me toca,
pues me conocéis por lo escrito, más no por la vista; sino por todas, por la piedad y lástima
que me causa su mala opinión (Zayas 2021: 683)
En estas líneas podemos dar cuenta de algunos indicios que apuntan a la posible
existencia de otra entidad, hombre de la autoría real. En primer lugar, «No por mí, que no
me toca», sería extraño pensar que una mujer no defendería sus derechos, sin embargo, y
como bien dice, es poco frecuente que un hombre, ya sea por la pluma o las armas
defienda la virtud de las mujeres. Podemos advertir, además, «el que dijere mal de ellas»
y no de «nosotras» (Navarro 2019: 27). Quizás, si solo la conocen por lo escrito y no por
la vista, defiende, aunque no le toca, cabría la posibilidad de interpretar que no existe, y
que, después de constantes referencias en cada uno de los relatos de ambas colecciones
esté haciendo más clara su identidad, esa que Navarro dice ser, Alonso del Castillo
Solórzano.
Atendiendo a los paratextos de sus Novelas, podemos advertir en las décimas del
propio Alonso del Castillo Solórzano la definición del arte de la narrativa de la autora:
«La prudencia en el trazar,/ el ingenio en el fingir/ y la gracia en el decir:/ todo en vos en
singular» (Zayas 2020: 153), sin duda, descripción de su propio ingenio en la creación de
una nueva identidad que ha logrado ser, incluso, más reconocida que él mismo.
Asimismo, en su soneto, es el autor el que proclama la eterna vida de la autora en los
siguientes versos: «Vivid, ¡Oh gran Sibila!, eternamente,/ gozando entre poéticas
deidades/ fiel culto, excelsa gloria, verde rama» (Zayas 2020: 156), un ser ficcional que
vive eternamente entre las criaturas del otro mundo de las letras.
19
hombres,/ nuevo asombro a las mujeres», si atendemos a la autoría de Alonso
advertiríamos sin duda un nuevo prodigio de los hombres, pero un total asombro de las
mujeres, aquellas que, con una autora, unos personajes femeninos y unas novelas que
defienden el buen nombre de las mujeres.
Navarro Durán nos habla de uno de los poemas preliminares de la primera edición
de las Novelas que desaparece en la segunda edición, una décima que dice así: «Del olvido
y de la muerte/ hoy redimes tu renombre,/ ni eres mujer ni eres hombre,/ nada es humana
tu suerte/ que a quien no te vio enamora.» (Navarro 2019: 28), una alabanza que alerta de
la condición de ente ficcional y no humana de la autora, una referencia más que nos remite
a la no condición de mujer del autor, «ni eres mujer ni eres hombre», ¿dé que hablamos
entonces?
Yo he llegado al fin de mi entretenido sarao; y, por fin, pido a las damas que se reporten
en los atrevimientos, si quieren ser estimadas de los hombres; y a los caballeros, que
muestren serlo, honrando a las mujeres, pues les está tan bien, o que se den por esafiados
porque no cumplen con la ley de caballería en no defender a las mujeres. Vale.
Ya, ilustrísimo Fabio, por cumplir lo que pedistes de que no diese trágico fin a esta
historia, la hermosa Lisis queda en clausura, temerosa de que algún engaño la desengañe,
no escarmentada de desdichas propias. (Zayas 2021: 688)
8
Podríamos en este caso comparar lo que hace Francisco Delicado en su Retrato de la Lozana andaluza
(1528), en la que el mismo se construye como personaje para entablar conversación con el resto de sus
20
Un recurso que, como nos recuerda Navarro Durán podríamos resaltar la presencia
de Marcia Leonarda en las novelas de Lope de Vega como destinataria. Lope de Vega,
admirado tanto por Alonso del Castillo como por María de Zayas, ambos quizás la misma
alma, imitan tal recurso en un juego literario.
criaturas ficcionales. Una técnica de interferencia del autor que ya aparecía en La Celestina (1499) o la
Cárcel de amor de Diego San Pedro (1492). En La Lozana destaca el osado grado de participación del autor
pues primero aparece como narrador, al principio de la novela, para transformarse en personaje-autor, que
no solo interfiere sino que la construye en conjunto con los demás personajes. El autor deja de ser autor
para romper la barrera entre la realidad y la dicción, ¿hay algo más metaficcional que eso?
21
Jacinta se disfraza de pastor de égloga para cantar sus lamentos de ese hombre del
que se ha enamorado que no es más que una sombra9 10, otro de los elementos simbólicos
recurrentes en la obra de nuestra autora:
¿Quién vio, Fabio, amar una sombra, pues, aunque se cuenta de muchos que han amado
cosas increíbles y monstruosas, por lo menos tenían forma a quien querer? […] Llegó a
tanto mi amor que me acuerdo que hice a mi adorada sombra unos versos, que si no te
cansases de oírlos, te los diré, que aunque son de mujer, tanto que más grandeza, porque
a los hombres no es justo perdonarles los yerros que hicieron en ellos, pues los están
adornando y purificando con arte y estudios; más una mujer, que sólo se cale de su natura,
¿quién duda que merece disculpa en lo malo y alabanza en lo bueno? […] Yo adoro lo
que no veo,/ y no veo lo que adoro;/ de mi amor causa ignoro/ y hallar causa deseo./ Mi
confuso devaneo,/¿Quién le acertara a entender?/ pues sin ver vengo a querer/ por sola
imaginación/ inclinando mi afición/ a un ser que no tiene ser. (Zayas 2020: 181)
Aminta resulta ser otra de las protagonistas de las maravillas, «La burlada Aminta y
venganza de honor», que se viste de hombre, en este caso, un paje para entrar en la casa del amante
que la ha burlado con un único objetivo, el de vengarse. Algo poco común en las damas de la
época. Pero, Aminta no solo se disfraza, sino que se comporta como uno más (entra en cuarto y
da puñaladas a los dos), deja de ser agredida en su honra para ser agresora. Ruiz- Gálvez acierta,
«la inversión es aquí un trueque exacto y simétrico, una absorción de la identidad masculina, una
total adopción de actitudes» (Ruiz 1998: 204)
Otra de las maravillas en las que podemos advertir la presencia de las falsas apariencias
es «El imposible vencido»:
-¿Qué disfraz es ése, señor Arnesto, tan ajeno de vuestra opinión y trato? -¡Ay, señor
Rodrigo! -replicó Arnesto-, si sabéis qué es amor, no os maravilléis de esto que hafo, sino
de lo que dejo de hacer; y pues ya es fuerza que lo sepáis, de este embeleco y disfraz,
como vos le habéis llamado, es la causa mi señora doña Blanca, a la cual me inclino a
amar mi desdicha; y como el ser yo casado y ser ella quien es, estorba y ataja mi ventura,
harto de solicitarla y pretenderla y de oír ásperas palabras de su boca, me aconsejé con
ese criado. (Zayas 2020: 456)
Sabiendo, pues, Estela esto, mudando su traje mujeril en el de varón, cortándose los cabellos,
acompañada sólo de su cautivo español que el Príncipe de Fez le mandó a dar, juramentado
9
Definido en su sexta acepción de la RAE como: «Apariencia o semejanza de algo». Un equivalente más
de una falsa apariencia, una máscara, un disfraz, en definitiva, otra identidad.
10
Véase también reflejada en el «Desengaño noveno»: «¿Qué nos cansamos? Que mientras esta sombra se
la hiciere a esta mujer, no hemos de tener poder contra ella» (Zayas 2021: 619).
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de que no había de decir quién era, habiéndose despedido de los dos caballeros moros que la
acompañaban se fue a Túnez, hallándose en servicio del Emperador, y siempre a su lado en
todas ocasiones, granjeando no sólo la fama de valiente soldado, sino la gracia del Emperador,
y con ella el honroso cargo de Capitán de Caballos. ¡Tanta era la asistencia que en todo tenía!
Hallóse, como digo, no sólo en esta ocasión, donde el Emperador restituyó el reino de Túnez
a Roselo su príncipe, a quien Barbarroja arrojó al mar, sino en todas muchas, o por mejor
decir, en todas cuantas el Emperador tuvo, y en Italia y Francia, donde hallándose en una
refriega a pie, por haberle muerto el caballo, nuestra valiente dama, que con nombre de don
Fernando era tenida en diferente opinión, le dio a su caballo, y le acompañó y defendió hasta
ponerle a salvo. Quedó el Emperador tan obligado de esto que empezó con muchas mercedes
a honrar y favorecer a don Fernando, y fue la una un hábito de Santiago y la segunda una gran
renta y título, y aún le parecía que no le pegaba, porque si le pidiera la mitad de su reino, le
diera. (Zayas 2020: 502)
Pero en esta ocasión, Zayas, además, pone de relieve eso que defiende al
comienzo, si en la educación las mujeres se formaran como los hombres serían igual de
valedoras que ellos mismos, a fin de cuentas, es Estela y aun siendo mujer, bajo la
identidad de don Fernando, demuestra su gran virtud:
Ni Estela era mujer ni Claudio hombre; porque Estela es noble y virtuosa y Claudio un
hombre vil, criado tuyo y heredero de tus falsedades. Estela te amaba y respetada como a
su esposo, y Claudio la aborrecía porque te amaba a ti. Y digo segunda vez que Estela no
era mujer, porque la que es honesta, recatada y virtuosa, no es mujer sino ángel; ni Claudio
hombre sino mujer que, enamorada de ti, quiso privarte de ella, quitándola delante de tus
ojos. Yo soy la misma Estela que se ha visto en un millón de trabajos por tu causa, y tú
me lo gratificas en tener de mí la falsa sospecha que tienes. (Zayas 2020: 510)
Zulima, o, mejor dicho, doña Isabel, es la protagonista del primer desengaño, una
mujer que, desde el inicio de su maravilla, aunque no cambia de género, si cambia de
clase social en función de su objetivo:
-¿Qué disfraz es este, doña Isabel? ¿O cómo las mujeres de tus obligaciones, y que han
tenido deseos y pensmientos de ser mía, se ponen en semejantes bajezas? Siñendolo tanto,
que si alguna intención tenía de que fueses mi esposa, ya la he perdido, por el mal nombre
que has granjeado conmigo y con cuantos lo supieren. (Zayas 2021: 244)
Pero, sin duda, uno de los desengaños que más llaman nuestra atención es el
«Desengaño sexto» en el que Esteban, enamorado locamente de Laurela, decide hacerse
pasar por una sirvienta más, un hombre que se viste de mujer, para conquistar a otra mujer
23
desde el engaño, podríamos pensar que Alonso del Castillo emplea la misma técnica para
ensalzar el público femenino de la época con sus defensas con nombre de mujer:
Oído esto por don Esteban, al punto fundó en ello su remedio, porque despedido de allí,
se fue a la Platería, y vendiendo algunas cosillas que tenía granjeadas, compró todo lo
necesario para tranformarse en doncella, y no teniendo necesidad de buscar caballeras
postizas, porque en todos tiempos han sido hombres aficionados a melenas, aunque no
tanto como ahora, apercibiéndose de una navaja, para cuando el tierro vello del rostro le
dismintiese su traje, dejando sus galillas a guardar a un amigo, sin darle parte de su
intento, se vistió y aderezó de modo que nadie juzgara sino que era mujer, ayudando más
al engaño tener muy buena cara, que con el traje que digo, daba mucho que desear a
cuantos le veían. (Zayas 2021: 421)
Así pues, podemos afirmar que su reiterado recurso al travestismo en sus historias
puede ser análogo a la condición de autoría real de la obra, sus personajes, actúan tal y
como está actuando el autor real, disfrazado de una autoría femenina ficcional. Todo un
juego del autor que se une a la importancia de los paratextos para concretar un enigma
más de nuestra literatura de oro.
Para comprender por qué hablamos de una cierta imitación metaficcional al estilo
cervantino es sumamente importante dedicar un apartado previo correspondiente a los
niveles narrativos de las obras de María de Zayas.
11
Este apartado es deudor de la tesis doctoral La narrativa de María de Zayas y Sotomayor de Faye Djdiack
que realiza una exhaustiva revisión y análisis detallado de la narrativa de la autora que nos ha servido para
entender sus mecanismos narrativos con el propósito de descifrar qué hay detrás del proceso de la escritura
por medio de algunas huellas metaficcionales de una u otra forma.
12
«Todo acontecimiento contado por un relato está en un nivel diegético inmediatamente superior a aquel
en que se sitúa el acto narrativo productor de dicho relato».
24
personaje está en el nivel diegético, por otro lado, una segunda narración entre esta
primera narración la conoceremos como narración intradiegética.
25
la revelación del modo de funcionamiento de la tertulia. Pero en el transcurso de los
eventos que narra, ocurre que los personajes se entretienen contando historias, de modo
que el narrador impersonal desaparece momentáneamente legando el papel narrativo a
los amigos de la protagonista (Djidiack 2009: 258), la narradora encomienda su papel
narrativo a otros personajes que cumplen con la prolongación del discurso narrativo,
«Zayas organiza un equipo de relevo narrativo que engendra una polifonía discursiva en
su obra» (Djidiack 2009: 258). En su mayoría, los personajes que narran las historias en
el sarao se sitúan fuera de lo que cuentan como narradores en tercera persona que conocen
todo acerca de los sucesos, en una especie de lectura de corazón, mente y retina, aunque
también podemos observar narradores que se implican directamente en lo que narran13
como protagonistas de sus propias desventuras.
En esto entretuvieron gran parte de la noche, tanto que por no ser hora de representar la
comedia, de común voto quedó para el día de la Circuncisión, que era el primero día del
año, que habían de desposar don Diego y la hermosa Lisis. Y así, se fueron a las mesas que
estaban puestas y cenaron con mucho gusto, dando fin a la quinta noche, y yo y a mi honesto
y entretenido sarao, prometiendo, si es admitido con el favor y gusto que espero, segunda
parte, y en ella el castigo de la ingratitud de don Juan, mudanza de Lisarda y bodas de Lisis;
si como espero, es estimado mi trabajo y agradecido mi deseo, y alabado, no mi tosco estilo,
sino el deseo con que va escrito. (Zayas 2020: 534)
La narradora se confunde con la autora con palabras como «estilo, escrito» que
nos llevan al mundo real, el de la escritura. Asimismo, el empleo del posesivo mi aumenta
el grado de compromiso de la novelista con el contenido ideológico de su obra. Zayas
también invita al lector a entrar en la enseñanza y escarmiento de su opinión, sus relatos,
13
Como podemos observar en el Desengaño primero, «La esclava de su amante».
26
tienen un deseo en concreto, hacer consciente a las mujeres de su injusta situación y
advertirlas de sus engaños, pero no solo a los personajes, sino también, al lector.
No hablo con los que no lo fueren, que de la misma manera que a mujer falsa,
inconstante, liviana y sin reputación no se le ha de dar nombre de mujer, sino de bestia
fiera, así el hombre cuerdo, bien intencionado, y que sabe en los mismos vicios
aprovecharse de la virtud y nobleza a que está obligado, no será comprendido en mi
reprehensión; mas hablo de los que, olvidados de sus obligaciones, hacen diferente de
lo que es justo, estos rales no serán hombres, sino monstruos; y si todos lo son, con
todos hablo, advirtiendo que de las mujeres que hablaré en este libro no son de las
comunes (Zayas 2021: 196)
Podemos advertir la enunciadora explícita a través de la primera persona y en
referencia al acto de escritura, con esta postura invita al lector a mirar desde la misma
lupa que ella misma.
Yo he llegado al fin de mi entretenido sarao; y, por fin, pido a las damas que se reporten
en los atrevimientos, si quieren ser estimadas de los hombres; y a los caballeros, que
muestren serlo, honrando a las mujeres, pues les está tan bien, o que se den por esafiados
porque no cumplen con la ley de caballería en no defender a las mujeres. Vale. (Zayas
2021: 688)
27
modo, tiene algo de metafictivo, pero si atendemos a los niveles narrativos comentados
no cabe duda de que podríamos establecer algún cotejo con la obra más importante de
nuestra literatura, Don Quijote de Cervantes.
Carlos Brito ya lo decía, «No hay libro más bibliófilo ni más bibliólatra que El
Quijote. Libro de libros, la novela cervantina se basta para contener en sí misma todas las
escrituras del arte de la escritura» (Brito 1999: 37). Una novela que se adelanta siglos a
su época a través de su enmarcado narrativo, técnica literaria estriba en la inclusión de
una historia dentro de una narración principal. Lo veíamos en María de Zayas y lo vemos
en nuestra gran obra cervantina. Cada una de estas historias son las que Genette
denominaba como las diégesis.
Todos sabemos que Cervantes se sirve, al menos en principio, de tres voces principales:
la de Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo que recopila de los Archivos de la
Mancha las hazañas de don Quijote; el traductor morisco que traslada al castellano el
texto de Cide Hamete y, en fin, el llamado «segundo autor», encargado de transmitirnos
el resultado de ese doble proceso. Esto trae consigo, como primera consecuencia, el hecho
de que el Quijote -narrado siempre en estilo indirecto y cuyos episodios se nos relatan
precedidos de un «dice que»- se nos muestre como un proceso de varias y continuadas
lecturas y escrituras: Cide Hamete lee los Arhivos y escribe su texto; el traductor lee a
Cide Hamete y lo reescribe; el segundo autor lee al traductor, a quien vuelve a reescribir;
Cervantes lee al segundo autor y escribe -¿o reescribe?- el Quijote; nosotros leemos (ya
sin cursiva) a Cervantes... y los autores estudiados en este trabajo reeescriben a Cervantes
y su Quijote. (Castells 1998: 90)
El primer narrador, es decir, aquel que comienza la novela con la célebre cita «En
un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»,
lleva a cabo una narración en tercera persona que narra la historia de alguien más. Una
narración marco que delega la metadiégesis al resto de voces, y que, por tanto,
entendemos como una historia sobre la lectura y búsqueda de la propia historia del
Quijote. Es la voz de Cide Hamete Benengeli la que rompe este nivel narrativo, ya que es
quien verdaderamente escribió la historia.
El libro de libros que implica distintas realidades narrativas al tiempo que sus
niveles. Una realidad inmediata, esa que nos es más cercana, Miguel de Cervantes escribe
El Quijote y que situaríamos en los paratextos de la obra. La segunda realidad se enmarca
con el narrador en tercera persona que comienza la historia en la que existen el narrador,
28
el Quijote y Cide Hamete, como sabemos, el narrador lee los escritos de Cide Hamete que
escribe sobre un personaje real que es el Quijote14. La tercera realidad, como es de
esperar, sucede dentro de la segunda, el propio manuscrito de Cide Hamete que relata las
aventuras del ingenioso hidalgo.
Es decir, este sistema retórico de los autores ficticios no son sino entidades virtuales, es
decir, personajes, que, si bien carentes de la funcionalidad o dimensión actancial propia
de los demás personajes, lo que con frecuencia les ha valido la denominación de
personaje fantasma, son ante todo expresión de la manifestación discreta que el autor
empírico comunica y proyecta en su propio discurso (Maestro 1995: 115)
Un ejercicio de literatura cabal que ratifica la validez de la narrativa de este siglo.
Majestuosidad en tanto que, la propia ficción, al ser una invención, se disfraza, y que tiene
por lógica no mostrar quién eres en realidad, es decir, ocultar la verdadera esencia. Alonso
14
En la que también existe Cervantes en su mención como escritor de La Galatea, una realidad ficticia en
la que el autor se convierte en autor-personaje.
15
Véase el punto 4.1. de este trabajo.
29
del Castillo, en plena conciencia de su labor y en aprendizaje de Cervantes no solo
establece diferentes niveles y realidades engañando a sus lectores con una falsa identidad
hasta nuestros días, sino que, además, deja huella de sus pasos en sus criaturas de ficción,
un travestismo impoluto, unos mensajes reveladores que, en su mirada, diluyen los límites
entre realidad y ficción. Un perfecto ejercicio metaficcional que utiliza distintos recursos
formales para construirse, como puede ser la condición de la protagonista como escritor,
la metalepsis o la puesta en abismo.
El gran placer de leer metaficción que nos regalaba Cervantes, hoy, en una nueva
hipótesis lo hace Alonso del Castillo, ese ejercicio narrativo que radica en hacernos
conscientes de lo que somos: lectores. Una nueva forma de lectura que nos invita a nuestro
propio mundo ficcional en la lectura de la divagación de sus realidades. El mejor de sus
«desengaños».
6. Conclusiones
Para Navarro Durán la identidad que se esconde tras la autora es Alonso del
Castillo Solórzano, escritor experimentado y especialista en que sus propios personajes
30
sean los narradores de las novelas y que con frecuencia se disfrazan del sexo contrario y
cambian de nombres aun sin trocar su condición y falsifican todo tipo de documentos.
Una teoría que, al igual que lo hizo Navarro Durán se justifica en base a una serie de
premisas en torno a las dos colecciones de la autora, llegando a la conclusión de que María
de Zayas fue el mejor disfraz de ese novelista único en el arte de las transformaciones.
La primera de las premisas que reafirman nuestra construcción del personaje son
los paratextos que acompañan las breves narraciones, las décimas del propio Alonso del
Castillo, de Ana Caro Mallén, y las apariciones de la narradora- autora como enunciadora
explícita al comienzo y final de sus colecciones delatan esa autoría real por parte de
Alonso del Castillo que bebe de sus coetáneos como Lope de Vega o Cervantes en lo que
podríamos considerar hoy como su gran obra.
Por último, y con gran relevancia, es de suma importancia la premisa con respecto
a los niveles narrativos y, por consiguiente, las realidades narrativas las que nos han
llevado a considerar esa construcción ficcional de la autora, y por lo que, en última
instancia, hemos establecido un paralelismo con el gran libro de nuestra literatura, El
Quijote. En la construcción ficcional de María de Zayas se nos plantearían, por tanto,
diferentes realidades narrativas al ejemplo de en la primera novela moderna.
Determinamos, en consecuencia, que Alonso del Castillo crea una autora de su tiempo
que escribe las Novelas amorosas y ejemplares y Los Desengaños en un ejercicio perfecto
de metaliteratura justificado en sus paratextos. La segunda realidad se enmarca con el
narrador en tercera persona, algunas en segunda de la autora-narradora, es decir María de
Zayas y Sotomayor que tiene conciencia de escribir sus maravillas y desengaños a través
de los personajes de su sarao con el fin de aleccionar a las damas de su época. Y, en fin,
las propias maravillas y desengaños relatadas por los personajes del sarao que relatan las
31
desventuras de otros personajes que sufren los hechos que hacen escarmentar a las
mujeres de las traiciones de los hombres, objetivo que perseguiría la narradora de la
segunda realidad. Una posible verdad que no se aleja de nuestra afirmación del facsímil
de Alonso del Castillo Solórzano como Cervantes.
32
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Université de Caen. Imágenes de mujeres.
35