La Tierra Como Madre y El Qhapaq Ñan
La Tierra Como Madre y El Qhapaq Ñan
La Tierra Como Madre y El Qhapaq Ñan
Cada agosto, antes de comenzar el ciclo agrícola, los pueblos andinos abren
un pozo, una boca en la tierra y le convidan los mejores alimentos que
obtuvieron a través de las cosechas. La ceremonia de la Pachamama es
compartida por los pueblos andinos, la realizaban los Incas hace más de 500
años, los pueblos pre-incaicos y los actuales.
La crianza
Axel Nielsen, investigador del Conicet y del Instituto Nacional de Antropología
y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), cuenta uno de los principios
fundamentales que comparten los pueblos andinos con los amazónicos: es la
idea de que la naturaleza es una parte de la sociedad.
“Los astros, las piedras, las montañas, los lagos -para nosotros parte de la
naturaleza o lugares- para los andinos son personas, es decir que son
conscientes, tienen disposiciones y formas de ser. Se comunican e
incluso toman decisiones que pueden favorecernos o no, según cómo nos
relacionamos. Con los humanos forman entre todos el universo entero”.
Nielsen comenta que es difícil caracterizar a una cultura sin caer en
homogeneizarla, y considera que para comprender la cosmovisión
andina, hay que buscar algunos principios básicos sobre cómo los pueblos
que viven y vivieron en los Andes, llevaron adelante una gran variedad de
prácticas, de acciones y de formas de vida que de alguna manera unifica estos
entendimientos de la realidad. Un principio propio del mundo andino es que
uno tiene derechos sobre los frutos de lo que cría. Para nosotros la
naturaleza es como una gran máquina, para los pueblos andinos es como
una gran sociedad poblada por todo tipo de personas.
El trabajo
El trabajo, en ese sentido, y la producción agrícola, pastoril, son una
negociación social entre la persona que presta respeto a la tierra, a los
animales, a las herramientas con que trabaja, y esas personas no
humanas. En ese sentido la producción se parece más a la cría, tal como
entendemos en la familia, explica Nielsen.
"El agricultor cría la tierra, cría el agua, cría las plantas. Uno tiene
derecho a los frutos de la tierra porque uno ha criado esa tierra y ha
criado esas plantas. Para estos pueblos, el sentido de propiedad se basa
en afecto por lo criado, no por la propiedad de la cosa”, sintetiza el
investigador.
Mientras que los seres humanos eran propietarios de sus rebaños, de sus
cosechas o de sus casas, el Inca era propietario de todo aquello que
nosotros conocemos como seres silvestres porque tanto él como sus
ancestros se consideraban descendientes del Sol, de la luna, de las
deidades celestes, de quienes habían creado todos los seres.
“Además, hay otras potencias vitales, por ejemplo las almas de los
ancestros, los difuntos, que pertenecen a este mundo inferior. Hay
una relación estrecha entre la vida y la muerte, donde los difuntos se
entienden como semillas de un nuevo ciclo creativo, como dadores
de vida. En este sentido, no existe la misma concepción lineal o
unidireccional del tiempo, de los procesos de la vida, sino que se entiende
que la vida y la muerte son parte de un ciclo constante por el cual la
vida en el mundo se reproduce”.
Esta expansión en muchos casos fue violenta. En general, cuando los grupos
locales se resistían a la anexión al Imperio, el inca apelaba del uso de la
violencia, y cuando la anexión era voluntaria, los incas respetaban a los
gobernantes locales y a los cultos locales.
De esta manera, los pueblos andinos y los incas se fueron mixturando, en
algunos casos y anulándolas en otros, las diferentes concepciones acerca del
mundo, de la naturaleza, la religión, la políticas, las costumbres, ceremonias y
rituales.
“La investigación arqueológica ha demostrado que en muchos de los
rincones del noroeste argentino la anexión al imperio fue
violenta. Violenta no el sentido militar de conquista necesariamente,
pero sí violenta desde el sentido cultural, de destrucción de las
huacas o los cultos locales, y en el sentido de transformación radical de
las estructuras políticas locales”, señala Axel.
Qhapaq Ñan
Son 3000 kilómetros de una red caminera creada a lo largo de la cordillera
andina, atravesando una de las zonas geográficas más extremas y
accidentadas del mundo y creada para que circulen seres humanos a pie
acompañados por sus llamas. Repleta de pequeños refugios, donde al final de
cada jornada, de recorrer entre 15 y 20 kilómetros, hombres y mujeres, podían
encontrar un lugar para descansar, leña, alimentos, pasturas para los animales.
De esta forma, el inca aseguraba la circulación a lo largo de esta red de
caminos, que en algunos casos siguió trazados novedosos, pero en muchos
casos, se trazó sobre caminos preexistentes por los ya circulaban los
pueblos anteriores. Caminos que los incas a veces mejoraron o que a veces
simplemente utilizaron sin mayores inversiones.