Acontecimientos Que Condujeron Al Ataque A Pearl Harbor

Descargar como txt, pdf o txt
Descargar como txt, pdf o txt
Está en la página 1de 19

Acontecimientos que condujeron al ataque a Pearl Harbor

Artículo
Discusión
Leer
Ver código fuente
Ver historial

Herramientas
Artículo destacado

El acorazado USS Arizona instantes después de ser alcanzado por un proyectil


japonés durante el ataque a Pearl Harbor.
Los acontecimientos que condujeron al ataque a Pearl Harbor comenzaron en julio de
1940 cuando, meses después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, los
militares y políticos japoneses partidarios de la alianza con la Alemania nazi y la
Italia fascista —que acababan de derrotar a Francia— consiguieron derribar al
primer ministro Mitsumasa Yonai, que se había opuesto al pacto porque consideraba
que llevaría a la guerra con el Reino Unido y con Estados Unidos. El giro en la
política exterior de Japón quedó confirmado en septiembre cuando decidió ocupar el
norte de la Indochina francesa y firmó el Pacto Tripartito que lo ligaba a las
potencias europeas del Eje.

En mayo del año siguiente, Estados Unidos expuso su posición en los llamados Cuatro
Principios, presentados por el secretario de Estado Cordell Hull absolutamente
contrarios a la política expansionista japonesa, que tenía como objetivo el
establecimiento de un área exclusiva en Asia Oriental y el Pacífico occidental
llamada Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental. La invasión alemana de la
Unión Soviética a finales de junio de 1941 fue aprovechada por Japón para completar
la ocupación de la Indochina francesa, una operación ante la que el presidente
estadounidense Franklin D. Roosevelt reaccionó con la imposición de duras sanciones
económicas que incluían el embargo de las exportaciones de petróleo.

Los Estados Mayores del Ejército y de la Armada imperiales, apoyados por el


ministro de la Guerra, general Hideki Tojo, presionaron al primer ministro,
Fumimaro Konoe, para entrar en guerra con Estados Unidos; ante la imposibilidad de
Konoe de ampliar la fecha límite establecida para llegar a un acuerdo con Estados
Unidos antes de recurrir a la fuerza, el 16 de octubre presentó su dimisión. Le
sustituyó el general Tojo, que recibió el encargo del emperador de agotar todas las
posibilidades para llegar a un acuerdo diplomático antes de desencadenar la guerra.
La nueva fecha límite se fijó para el 30 de noviembre, aunque los preparativos
bélicos no se abandonaron —el plan de ataque a la base naval estadounidense de
Pearl Harbor presentado por el almirante Yamamoto fue aprobado el 20 de octubre, el
mismo día en que se constituyó el gabinete de Tojo— y los líderes políticos y
militares japoneses no hicieron ninguna concesión importante a las demandas
estadounidenses, excepto la retirada de las tropas japonesas del sur de Indochina,
por lo que el 26 de noviembre de 1941 el secretario Hull entregó a los
representantes japoneses la que después sería conocida como la Nota Hull, en la que
se exigía a Japón la retirada completa no solo de Indochina, sino también la de
China, así como la ruptura de la alianza con la Alemania nazi.

La Nota Hull fue considerada como un ultimátum por los dirigentes japoneses, y el 1
de diciembre la Conferencia Imperial daba luz verde para entrar en la guerra.

El momento elegido quedó fijado en las 8:00 horas (horario de Hawái, 13:30 en
Washington D. C.) del 7 de diciembre de 1941.

Un problema técnico relacionado con el desciframiento del mensaje por la embajada


japonesa hizo que el comunicado se entregara a las 14:20 horas, cuando ya hacía una
hora que los aviones japoneses habían iniciado el bombardeo. Al día siguiente el
presidente Roosevelt se dirigió al Congreso para pedir la declaración de guerra a
Japón. Su discurso comenzó diciendo: «Ayer, 7 de diciembre de 1941, una fecha que
vivirá en la infamia, Estados Unidos de América fue atacado repentina y
deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio japonés».

Antecedentes
Véase también: Expansionismo japonés

El emperador Hirohito, a caballo, presidiendo una parada militar en 1938.


Japón se había convertido en una gran potencia de Extremo Oriente en la última
década del siglo xix y la primera del siglo xx, durante la Era Meiji, gracias a sus
resonantes victorias en la primera guerra sino-japonesa (1894-1895) y en la guerra
ruso-japonesa (1904-1905), por las que obtuvo la posesión de Taiwán, de Corea y de
la parte sur de la isla de Sajalín, así como derechos de arrendamiento sobre la
región china de Manchuria que incluían el control de la franja de territorio por
donde discurría el Ferrocarril del Sur de Manchuria, para lo que desplegó el
Ejército Kwantung.12 Aunque el «área de influencia» japonesa sobre el norte de
China se consolidó y amplió después de la Primera Guerra Mundial, en la que Japón
participó del lado de los aliados vencedores, el país se vio obligado a firmar el
Tratado de las Nueve Potencias (1922), acordado tras la Conferencia de Washington,
por el que se reconocía y garantizaba la soberanía e integridad territorial de
China y la política de puertas abiertas, propugnada fundamentalmente por Estados
Unidos.34

Portada de la revista Time de febrero de 1936 en la que aparecen el emperador


Hirohito; Pu-Yi, emperador del Estado títere de Manchukuo; Stalin, líder de la
Unión Soviética; y Chiang Kai-shek, presidente de la República de China.
El «sistema de Washington», como se lo llamó, comenzó a ser cuestionado por Japón
como consecuencia del impacto de la Gran Depresión iniciada en 1929.5 Las
dificultades económicas que trajo consigo —las exportaciones japonesas se redujeron
a la mitad, lo que se tradujo en una drástica caída de las importaciones de
alimentos, materias primas y fuentes de energía, especialmente petróleo, de las que
Japón carecía—6 reforzaron a los grupos ultranacionalistas y militaristas,
integrados también por oficiales del Ejército,7 que rechazaban la cultura
occidental,8 y en su lugar propugnaban los valores tradicionales japoneses
(«niponismo» frente a «occidentalismo»).9

Póster difundido por el Estado títere japonés de Manchukuo para promover la armonía
entre japoneses, chinos y manchúes.
Así, la idea liberal de la monarquía constitucional fue desechada —su principal
defensor, el prestigioso jurista Tatsukichi Minobe, fue acusado en 1935 del crimen
de «lesa majestad» y obligado a abandonar su cátedra de la Universidad de Tokio— y
en su lugar se impuso el culto al emperador —presentado como un «dios viviente»,
encarnación de la nación—.10 En 1937, el ministro de Educación, el general en la
reserva Sadao Araki, antiguo líder de la facción más ultranacionalista del Ejército
(Kodoha o Facción del Camino Imperial), promulgó una ley titulada Fundamentos del
Régimen Nacional (Kokutai no Hongi), en la que se afirmaba que el emperador
descendía de la diosa Amaterasu, y que era la fuente de la vida y de la moralidad
del pueblo. Asimismo, se ensalzaban las virtudes de lealtad, patriotismo, amor
filial, armonía, espíritu nacional (kokutai) y bushido (el código de los guerreros
samuráis), mientras que se condenaba el individualismo occidental, origen de
movimientos indeseables como la democracia, el socialismo y el comunismo.11

Tropas rebeldes en el fallido golpe de Estado llamado Incidente del 26 de febrero


de 1936.
Por otro lado, desde mayo de 1932 los gobiernos japoneses dejaron de ser
parlamentarios y estuvieron integrados en su mayoría por personas no ligadas a
ninguno de los dos grandes partidos —el conservador Rikken Seiyukai y el liberal
Rikken Minseito— y por altos mandos del Ejército y de la Armada.12 La influencia de
los militares sobre el gobierno se incrementó paradójicamente tras el fracasado
golpe de Estado encabezado por la facción Kodoha y conocido como el incidente del
26 de febrero de 1936.13 Al año siguiente se instituyó la conferencia de enlace
entre el gobierno y los Estados Mayores del Ejército y la Armada Imperiales, que
fue el organismo en el que a partir de entonces se tomaron las grandes decisiones,
singularmente las relativas a la política exterior y la guerra; estas decisiones
eran luego sancionadas en la Conferencia Imperial, presidida por el emperador, en
las que el presidente del Consejo Privado formulaba las preguntas en su nombre,
mientras este permanecía callado.14

En política exterior, los ultranacionalistas, con un peso cada vez mayor entre la
clase dirigente civil y militar japonesa, rechazaban el «sistema de Washington» y
defendían la creación de una «zona exclusiva» en Asia y el Pacífico, en la que
Japón podría conseguir lo que no obtenía de su propio territorio, aunque esto
supusiera enfrentarse a las potencias occidentales con importantes intereses
coloniales y económicos en la zona: Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y Estados
Unidos.15

Tropas japonesas en Manchuria (1932).


Aunque la primera concreción de esta política no se produjo hasta 1936,16 el primer
paso en la formación de la futura «Gran Asia» fue la anexión de Manchuria en
septiembre de 1931.1718 Allí Japón estableció un Estado títere que llamó Manchukuo
y a cuyo frente colocó a Pu-Yi, el último emperador de China. Ningún gobierno
reconoció la nueva Administración.1920 En marzo de 1933, Japón abandonó la Sociedad
de Naciones2122 en señal de protesta por el informe de la Comisión Lytton que, tras
investigar el «incidente de Manchuria», había condenado la intervención japonesa, y
recomendado la retirada de sus tropas y la devolución a China de la soberanía de la
región.2324 Sin embargo, esta organización supranacional no fue más allá y no
impuso ningún tipo de sanción a Japón. Estados Unidos, que no formaba parte de
ella, tampoco adoptó ninguna medida. Sin embargo, Japón quedó aislado
internacionalmente, aislamiento que se acentuó cuando el gobierno, presionado por
la Armada, denunció en diciembre de 1934 el Tratado Naval de Londres de 1930 sobre
la limitación de buques de guerra.25 Japón pareció romper su aislamiento en
noviembre de 1936 adhiriéndose al Pacto Antikomintern, que habían firmado la
Alemania nazi y la Italia fascista con el objetivo de buscar apoyos en una posible
guerra con la Unión Soviética en la frontera del norte de China, lo que constituía
la principal preocupación del Ejército Imperial Japonés.16 Pero esta estrategia se
vendría abajo tres años después con la firma del pacto germano-soviético en agosto
de 1939.26

El general en jefe de las fuerzas armadas japonesas hace su entrada en Nankín


(diciembre de 1937).
El segundo paso hacia la «Gran Asia» fue la invasión de China, iniciada en julio de
1937. Tras la rápida ocupación de Pekín,27 los japoneses avanzaron hacia el sur y
en noviembre de 1937 tomaban Shanghái.282930 Al mes siguiente caía la capital
china, Nankín, donde los soldados japoneses desataron una ola de saqueos y de
terror que se saldó con el asesinato de unas 200 000 personas,31 entre soldados
prisioneros y civiles, además de la violación de miles de mujeres antes de su
ejecución.323334 En octubre de 1938, Cantón cayó en poder de los japoneses,3536 así
que a finales de ese año ya habían ocupado una parte importante de China, aunque en
la región de Chongqing seguían resistiendo las fuerzas del Guomindang de Chiang
Kai-shek, y en la de Yenan las del Partido Comunista Chino de Mao Zedong.3738
Distribución de posesiones coloniales en Asia Oriental y el Pacífico al comienzo de
la Segunda Guerra Mundial.
Convencido de que la guerra de China estaba ganada, el primer ministro Fumimaro
Konoe anunció a finales de 1938 el nacimiento de un «Orden Nuevo» para Asia, que
dos años después recibiría el nombre de Dai To-A Kyoeiken, o Esfera de
Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, y que significaba en realidad el dominio
por Japón de toda la región convertida en su Lebensraum o «espacio vital».3539 No
obstante, el anuncio resultó prematuro porque la guerra sino-japonesa continuó, y
en enero de 1939 Konoe tuvo que dimitir.40 Al mes siguiente, los japoneses se
apoderaron de la isla de Hainan, en el golfo de Tonkín, desde donde podían amenazar
a la Indochina francesa, a las Indias Orientales Neerlandesas39 y a las Filipinas,
entonces bajo control de Estados Unidos (que, por otro lado, había comenzado a
apoyar a Chiang Kai-shek mediante la concesión de un crédito de 25 millones de
dólares). Además, el Congreso, a propuesta del presidente Franklin D. Roosevelt,
decidido a frenar el expansionismo japonés, derogó en julio de 1939, con efectos de
1 de enero de 1940, el Tratado de Comercio y Navegación con Japón de 1911,41 lo que
se preveía que tendría unas consecuencias muy negativas para la economía japonesa,
ya que un tercio de las importaciones de Japón provenían de Estados Unidos, y entre
ellas se encontraban bienes vitales como la chatarra para la industria industria
siderúrgica y el petróleo.39

Acontecimientos de 1940
16 de julio: la facción pro-Eje encabezada por el Ejército hace caer al primer
ministro Yonai

El primer ministro Mitsumasa Yonai, leyendo un memorando en la Dieta (febrero de


1940).
Incluso antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial en Europa, los líderes
militares mantuvieron un intenso debate sobre si Japón debía aliarse con la
Alemania nazi y la Italia fascista. La oposición más frontal era la que defendía el
ministro de Marina, el almirante Mitsumasa Yonai,42 apoyado por sus dos hombres de
confianza, el viceministro de Marina, el almirante Isoroku Yamamoto, y el Jefe de
Asuntos Militares del Ministerio, el vicealmirante Shigeyoshi Inoue. Los tres
estaban convencidos de que la alianza con las potencias fascistas europeas
conduciría a la guerra con Estados Unidos y con Gran Bretaña, una confrontación
para la cual la Armada japonesa no estaba preparada. Así lo manifestó el ministro
Yonai en la tensa reunión del gobierno de agosto de 1939, logrando detener la
alianza; a este respecto, el emperador Hirohito comentaría: «Gracias a la Armada,
nuestro país se ha salvado». Yonai temió ser víctima de un atentado por parte de
los sectores ultranacionalistas como ya había sucedido antes; temiendo también que
pudiera sucederle lo mismo a su viceministro, el almirante Yamamoto, lo alejó de
Tokio y ese mismo mes de agosto le nombró Jefe de la Flota Combinada, a pesar de
que Yamamoto insistía en seguir en el Ministerio. También nombró para un puesto
alejado de la capital al vicealmirante Inoue, que era un declarado antinazi que
había leído Mein Kampf en alemán y conocía los comentarios despectivos sobre Japón
que aparecían en la obra original, pero que habían sido suprimidos en la traducción
al japonés.43

Vicealmirante Shigeyoshi Inoue, que apoyó al almirante Yonai en su oposición a la


alianza de Japón con la Alemania nazi.

Hachiro Arita, ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete del almirante Yonai.


En enero de 1940, el emperador Hirohito nombró al almirante Yonai primer ministro
de Japón —con Hachiro Arita, también opuesto a la alianza con Alemania e Italia,
como ministro de Asuntos Exteriores—, pero esa decisión no arredró a los militares
pro-Eje, integrados por la práctica totalidad de los altos mandos del Ejército
Imperial Japonés y por un sector de la Armada cada vez más numeroso conforme se
iban produciendo los éxitos de Hitler en la guerra en Europa. Estos militares
creían que la alianza con las potencias europeas del Eje obligaría a Gran Bretaña a
dejar de apoyar a China en la segunda guerra sino-japonesa iniciada en 1937. Además
descartaban la intervención de Estados Unidos porque, como país «históricamente
aislacionista», en palabras del contraalmirante Takazumi Ika, no se atrevería a
desafiar a la poderosa alianza germano-italo-japonesa poniéndose del lado de una
Gran Bretaña «ya en declive».43 Sin embargo, tanto los políticos y militares pro-
Eje como los opuestos a la alianza coincidían en la necesidad de establecer un
«nuevo orden» en Asia Oriental que asegurara a Japón el acceso a las materias
primas y fuentes de energía que necesitaba y que acabara con el dominio en el área
de las potencias occidentales. El desacuerdo residía en cómo conseguirlo.44

Cuando se produjo la rendición de Francia en junio de 1940 los altos mandos


militares coincidieron en que se debía aprovechar la «oportunidad de oro» que se
presentaba para expandirse hacia el sudeste de Asia y establecer una «esfera
económica autosuficiente» que iría desde el océano Índico a los mares del Sur.
«Nunca en nuestra historia ha habido un momento como el presente, cuando es tan
urgente planear el desarrollo de nuestro poder nacional (...). No deberíamos dejar
escapar la favorable oportunidad que ahora se presenta», se decía en la declaración
del Ejército en la que fijaba su posición. Pero para esta nueva política,
sintetizada en la consigna «defensa en el norte y avance en el sur», se necesitaba
un nuevo gobierno.45

Posado oficial de los miembros del nuevo gobierno formado en julio de 1940,
presidido por Fumimaro Konoe (en primer plano). En los acontecimientos posteriores
desempeñarían un papel crucial el nuevo ministro de la Guerra, el general Hideki
Tōjō (segundo por la izquierda en la primera fila tras el presidente), y, como
ministro de Asuntos Exteriores, Yosuke Matsuoka (primero por la derecha en la misma
fila).
La operación de derribo del primer ministro Yonai se puso en marcha en julio cuando
el ministro de la Guerra Shunroku Hata dimitió, negándose el Ejército a proponer un
sustituto, lo que implicaba la disolución inmediata del gobierno. Así que Yonai no
tuvo más remedio que dimitir el 16 de julio, y el nuevo primer ministro nombrado
por el emperador al día siguiente fue el príncipe Fumimaro Konoe, el candidato
favorito del Ejército y que ya había estado al frente del gobierno cuando comenzó
en 1937 el Incidente de China.4647 Las personas que ocuparon los dos puestos claves
del gabinete también fueron las que propuso el Ejército: el belicista general
Hideki Tojo, como ministro de la guerra, y el político y diplomático pro-Eje Yosuke
Matsuoka, como ministro de Asuntos Exteriores.48 El 22 de julio se formó el nuevo
gobierno y al día siguiente el primer ministro Konoe anunció en un discurso emitido
por la radio que el antiguo orden mundial estaba desmoronándose y que Japón tenía
que estar preparado para dar la bienvenida al nuevo.49 El ministro Matsuoka lo
expresó aún más claramente:50

En la batalla entre la democracia y el totalitarismo este último sin ninguna duda


vencerá y controlará el mundo. La era de la democracia ha terminado y el sistema
democrático está en bancarrota.
El 27 de julio51 se reunió la conferencia de enlace con los Estados Mayores del
Ejército y de la Armada en la que se aprobó la declaración «Principios
Fundamentales de la Política Básica Nacional», cuyo borrador había sido elaborado
por el Ejército. En ella se fijaba como objetivo instituir un nuevo orden en Asia
Oriental, que según explicó el ministro de Asuntos Exteriores Yosuke Matsuoka,
consistiría en la creación de una Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental.
En la conferencia también se acordó proseguir el avance japonés hacia el Sudeste
Asiático, un objetivo estratégico defendido sobre todo por el Estado Mayor de la
Armada —para acceder a los yacimientos de petróleo de las Indias Orientales
Neerlandesas—, y que el Ejército también apoyó, aunque su mayor preocupación seguía
estando en la frontera del norte de China y de Mongolia con la Unión Soviética,
donde a mediados del año anterior había sufrido una contundente derrota.52 Según el
historiador Antony Beevor, esta derrota fue clave para que los partidarios de
«golpear en el sur», es decir, situar como objetivo estratégico las colonias
francesas, holandesas y británicas del sudeste asiático y enfrentarse a la flota
estadounidense del Pacífico, se impusieran a los partidarios de «golpear en el
norte» —es decir, hacer frente a la Unión Soviética—.53 Por último, la declaración
propugnaba el fortalecimiento de las relaciones con las potencias del Eje.
«Deberíamos decidir compartir nuestro destino con Alemania e Italia», dijo el
subjefe del Estado Mayor del Ejército.54

23 de septiembre: Japón ocupa el norte de la Indochina francesa


Véase también: Ocupación japonesa de Indochina

Mapa de la Indochina francesa en la década de 1930.


Tras la derrota de Francia en junio de 1940 por la Alemania nazi, Japón presionó a
las autoridades coloniales francesas de Indochina —que dependían del gobierno
colaboracionista de Vichy— para que autorizaran la entrada de sus tropas en el
norte de Indochina, lo que finalmente consiguió —iniciándose la ocupación el 23 de
septiembre—.5556 El motivo inmediato era cerrar la ruta de aprovisionamiento de
China por la que llegaba la ayuda británica y estadounidense al gobierno
nacionalista de Chiang Kai-shek —Japón intentaba poner fin así al «incidente de
China», eufemismo utilizado por los japoneses para referirse a la segunda guerra
sino-japonesa—.575859 Pero también era una respuesta a la cancelación a principios
de año del Tratado de Comercio y Navegación con Estados Unidos —lo que le estaba
creando graves problemas económicos al no poder acceder a determinadas materias
primas—60 y al traslado de la base de la flota estadounidense del Pacífico a Pearl
Harbor, en las islas Hawái, decidida en enero,61 lo que se sumaba a otras medidas
acordadas anteriormente por el presidente Roosevelt como respuesta a la invasión
japonesa de China.62

El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt en el Despacho Oval en 1940.


Estados Unidos interpretó la ocupación del norte de Indochina como una nueva prueba
del propósito de Japón de constituir un gran imperio en Asia Oriental y el 26 de
septiembre el presidente Roosevelt ordenó el embargo de los envíos de chatarra,
imprescindibles para la industria siderúrgica japonesa, y también aumentó la ayuda
económica a Chiang Kai-shek.62 El gobierno de Gran Bretaña la entendió de la misma
forma y reabrió la ruta de Birmania para abastecer a China, además de conceder un
nuevo préstamo a su gobierno.6355 Los holandeses, aliados con los británicos, se
negaron a permitir el acceso de Japón a la Indias Orientales Neerlandesas, ricas en
petróleo. La reacción de las potencias occidentales avivó la idea difundida por los
partidarios de la guerra de que Japón estaba siendo sometido al «cerco ABCD» (de
Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Países Bajos).64

27 de septiembre: firma del Pacto Tripartito entre Japón, Alemania e Italia


Artículo principal: Pacto Tripartito

El ministro de Asuntos Exteriores Yōsuke Matsuoka, promotor del Pacto Tripartito.


Mientras tanto, el gobierno del príncipe Fumimaro Konoe había estado negociando con
la Alemania nazi la firma de una alianza militar.65 La iniciativa había partido del
ministro japonés Matsuoka, que recibió el apoyo entusiasta del Ejército, y a
principios de septiembre había llegado a Tokio Heinrich Stahmer, ayudante de
Joachim von Ribbentrop, para iniciar las conversaciones.66

En la conferencia de enlace del 14 de septiembre en que se aprobó la Alianza —


decisión ratificada en la Conferencia Imperial celebrada cinco días después—,
Matsuoka explicó que Japón se encontraba en una encrucijada y que la mejor
alternativa era aliarse con el Eje, que según él estaba a punto de derrotar a Gran
Bretaña, ya que unirse a esta y a Estados Unidos, supondría que «deberíamos
resolver el Incidente de China como Estados Unidos nos dijera, abandonar nuestra
esperanza de un Nuevo Orden en Asia Oriental, y obedecer los dictados anglo-
estadounidenses al menos durante el siguiente siglo». Y a continuación se preguntó
retóricamente: «¿Estarían satisfechos con esto los cientos de miles de espíritus de
nuestros soldados muertos?». «Una alianza con los Estados Unidos es impensable. El
único camino que nos queda es aliarse con Alemania e Italia», concluyó.67

Yōsuke Matsuoka (en primer plano) durante su estancia en Berlín a finales de marzo
de 1941. Le acompañan el mariscal de campo Wilhelm Keitel (centro), el embajador de
Alemania en Tokio, Heinrich Stahmer (derecha), y (a la espalda de Matsuoka) el
ministro del Reich Heinrich Georg Stammer.
Pero, para poder superar la oposición de la Armada al acuerdo —a la que le
preocupaba que la alianza pudiera conducir a una guerra con Estados Unidos, para la
que no estaba aún preparada y que si se prolongaba no se podría ganar—, Matsuoka
tuvo que conceder que Japón mantendría su independencia a la hora de decidir si
entraba o no en guerra y luego lograr que Alemania lo aceptara —aunque la redacción
final que se dio a ese punto no estaba exenta de ambigüedad—.68 Otro elemento que
acabó por convencer a la Armada fue la promesa de aumentar el presupuesto naval.69

Matsuoka estaba convencido de que el acuerdo con Alemania e Italia reforzaba la


posición de Japón en las futuras negociaciones con el gobierno de Washington.7071
Lo mismo pensaba el primer ministro Konoe, que lo apoyó, aunque era consciente de
los riesgos que conllevaba. Así a los consejeros imperiales reunidos el día antes
de firmarse el pacto en Berlín, que expresaron sus dudas sobre el paso que se iba a
dar, les dijo: «Hemos de actuar desafiantes con Estados Unidos para que no
subestime a Japón… Pero si se presenta el peor escenario, mi gobierno está resuelto
a afrontarlo».72

Banderas del Alemania, Japón e Italia, en la embajada japonesa en Berlín,


septiembre de 1940.
El 27 de septiembre, al día siguiente de conocerse las represalias estadounidenses
por la ocupación del norte de Indochina, se firmaba en Berlín el Pacto Tripartito
de los dos países y la Italia fascista, según el cual cada una de las partes
acudiría en ayuda de la que fuera atacada por un tercero, en clara referencia a
Estados Unidos —ya que en aquel momento el otro posible agresor, la Unión
Soviética, era un aliado de Alemania gracias al Pacto Germano-Soviético firmado a
finales de agosto de 1939, pocos días antes de la invasión alemana de Polonia que
dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial—.6971 El punto clave del Tratado decía
textualmente: las partes contratantes se comprometen a «ayudarse una a otra con
todos los medios políticos, económicos y militares cuando una de las tres Partes
Contratantes sea atacada por una potencia que en el presente no esté involucrada en
la guerra europea ni en el conflicto sino-japonés».73

El 4 de octubre el primer ministro Konoe declaró a la prensa: «Creo que será mejor
para Estados Unidos que trate de comprender las intenciones de Japón y participe
activamente en la construcción del nuevo orden mundial. Si Estados Unidos
malinterpreta deliberadamente la verdadera voluntad de Japón, Alemania e Italia… y
continúa con sus provocaciones, no nos quedará más opción que ir a la guerra».74
Esta nueva etapa en las relaciones exteriores de Japón se reflejó inmediatamente en
un aumento de la tensión con Estados Unidos —de hecho a principios del año
siguiente las familias del personal diplomático estadounidense comenzaron a
abandonar Japón—.72

La idea de que el Pacto Tripartito sería un elemento disuasorio frente a Estados


Unidos se mostró completamente equivocada, ya que el gobierno estadounidense lo
entendió como la confirmación, junto con la ocupación del norte de Indochina, de
que Japón representaba una amenaza para el Extremo Oriente, desde la misma forma
que la Alemania nazi la representaba para Europa, y que debía ser detenido.56

Acontecimientos de 1941
12 de mayo: el embajador japonés entrega en Washington la respuesta a los «Cuatro
Principios» del secretario Hull

El nuevo embajador japonés Kichisaburo Nomura presenta sus credenciales al


presidente Roosevelt (14 de febrero de 1941).
A pesar de haber firmado el Pacto Tripartito, el gobierno japonés no deseaba una
guerra con Estados Unidos, debido a que estos contaban con unos recursos muy
superiores a los de Japón y a la difícil situación económica por la que atravesaba
el país como consecuencia del esfuerzo bélico provocado por el interminable
«incidente de China», sin olvidar su dependencia comercial respecto de Estados
Unidos, de los que provenía casi el 90 % del petróleo que consumía. Para intentar
mejorar las relaciones con Washington, el primer ministro japonés Konoe nombró como
nuevo embajador al veterano almirante Kichisaburo Nomura, que simpatizaba con las
potencias occidentales, se oponía a la guerra y además era un viejo conocido del
presidente Roosevelt.6275

En las conversaciones que mantuvo Nomura con el secretario de Estado estadounidense


Cordell Hull, este le planteó que solo negociaría con Japón si aceptaba Cuatro
Principios: el respeto a la integridad territorial y a la soberanía de los países;
la no injerencia en sus asuntos internos; el apoyo al principio de igualdad de
oportunidades, que incluía las relaciones comerciales; y el mantenimiento del statu
quo en el Pacífico, que solo podría alterarse por medios pacíficos.76

Matsuoka junto a Hitler durante la visita que hizo a Berlín en marzo de 1941.
Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores Matsuoka no aceptó los Cuatro
Principios y alegó el derecho de Japón al uso de la fuerza, yendo más allá incluso
de lo que pensaban el Ejército y la Armada imperiales y el primer ministro Konoe —
aunque este no se atrevió a destituirlo, pues hubiera desencadenado una crisis de
su gobierno—.77 De hecho, en la conferencia de enlace del 3 de mayo, llegó a
proponer, ante la estupefacción de los presentes, que Japón atacara la estratégica
colonia británica de Singapur,64 tal como le habían pedido Hitler y Goering en la
reciente visita que había realizado a Alemania. Según Matsuoka, la conquista de
Singapur también beneficiaría a Japón, porque obligaría a Estados Unidos a
replantearse la posibilidad de una guerra con él.78

Cordell Hull, secretario de Estado de Estados Unidos.


En esa misma conferencia de enlace, el ministro de Asuntos Exteriores presentó la
respuesta que debía darse a la posición estadounidense y que sería conocida como el
«Plan Matsuoka», en el que se instaba a Estados Unidos a que, junto con Japón, se
esforzara «por restablecer la paz en Europa» —lo que implicaba la negociación con
la Alemania nazi, algo que Roosevelt no estaba en absoluto dispuesto a hacer— y a
que retirara su apoyo al gobierno chino de Chiang Kai-shek. También se pedía que
Filipinas, entonces una posesión estadounidense, mantuviera «un estatus de
neutralidad permanente» y que «la inmigración japonesa en Estados Unidos recibiera
una consideración amistosa, en términos de igualdad con otras nacionalidades y sin
sufrir discriminación alguna». Por último, no consideraba necesario que en el
acuerdo que se firmara con Estados Unidos se hiciera referencia a que «las
actividades japonesas en el área del Pacífico sudoriental deberán llevarse a cabo
por medios pacíficos, sin recurrir a las armas», como había aparecido en un
borrador de acuerdo redactado por medios extraoficiales, con el argumento de que
«la política pacífica del gobierno japonés ha quedado clara en numerosas
ocasiones». Con esta postura tan desafiante, que sorprendió incluso a los
militares, Matsuoka pretendía abordar las negociaciones con Estados Unidos desde
una posición de fuerza pues, según él, este era el único lenguaje que entendían los
estadounidenses —«si le das un puñetazo en la cara, entonces te verá como igual y
empezará a respetarte», había escrito Matsuoka sobre ellos—.79

La respuesta estadounidense al llamado «Plan Matsuoka», entregado el 12 de mayo por


el embajador Nomura al secretario Hull, se produjo el 21 de junio, coincidiendo con
el inicio de la invasión alemana de la Unión Soviética. En ella Estados Unidos
manifestaba su compromiso con el mantenimiento de la paz en el Pacífico y negaba el
derecho de Japón a usar la fuerza, reiterando así los Cuatro Principios, cuya
aceptación era necesaria para iniciar la negociación. En la nota verbal que
acompañaba la respuesta, el secretario Hull criticó sin nombrarlo al ministro
Matsuoka, contraponiendo su actitud a los esfuerzos a favor del entendimiento que
estaba haciendo el embajador Nomura. Hull se lamentaba de que «algunos líderes
japoneses que ocupan cargos influyentes estén claramente empeñados en una política
de apoyo a la Alemania nazi y a sus ambiciones de conquista» y que si Estados
Unidos entraba en guerra en Europa defenderían que «Japón luchara al lado de
Hitler». «Este gobierno habrá de esperar alguna indicación más clara que la que
hemos recibido hasta ahora de que el gobierno japonés en su conjunto desea seguir
las políticas de paz», decía también la nota, lo que constituía una petición nada
velada de que Matsuoka fuera reemplazado.80

2 de julio: la Conferencia Imperial sanciona la decisión de ocupar el sur de la


Indochina francesa

Tropas japonesas entrando en Saigón, capital de la Indochina francesa.


La invasión de la Unión Soviética por Alemania y sus aliados europeos abrió el
debate en el seno de la cúpula dirigente japonesa sobre si Japón debería aprovechar
la oportunidad para ganar territorios en Extremo Oriente y atacar también a la
URSS,81 y además demostrar a los nazis su compromiso con el Pacto Tripartito,
aunque este no obligaba a Japón a intervenir, pues Alemania no había sido agredida,
sino que era ella la agresora. En las seis conferencias de enlace que se celebraron
en la última semana de junio y el primer día de julio, el «ataque al norte» —como
se denominó a la guerra con la URSS— fue defendido vehementemente por el ministro
de Asuntos Exteriores Matsuoka,64 pero los Estados Mayores del Ejército y la Armada
se opusieron —porque recordaban la derrota que les infligió el Ejército Rojo en
agosto de 1939—5982 y propugnaron que la opción estratégica debía ser ocupar el
resto de la Indochina francesa, lo que le proporcionaría a Japón arroz, estaño y
caucho, además de una base estratégica para un posible ataque sobre la Malasia
británica y las Indias Orientales Neerlandesas —y también presionaría a estas
últimas para que vendieran más petróleo a Japón—. Matsuoka replicó que la «opción
sur» provocaría duras represalias de Gran Bretaña y de Estados Unidos —«pronostico
que marchar al sur será un gran desastre», declaró—, pero al final acabó por
aceptarla —el primer ministro Konoe no le apoyó—, aunque siguió defendiendo el
«ataque al norte», pues pensaba que las dos acciones se podían llevar a cabo
simultáneamente. En un último intento, Matsuoka solicitó que la «marcha al sur» se
aplazara seis meses, pero tampoco fue aceptada la propuesta.83 El embajador japonés
en Washington, Nomura, también advirtió de que la ocupación del sur de Indochina
sería entendida por Estados Unidos como un paso para controlar el Sudeste de Asia,
con la vista puesta en Singapur y en las Indias Orientales Neerlandesas, pero sus
opiniones no fueron tenidas en cuenta.76

Tropas japonesas en bicicleta entran en Saigón.


Una vez alcanzado el consenso en la conferencia de enlace a favor de la «marcha al
sur», se convocó la Conferencia Imperial para formalizar el acuerdo. En presencia
del emperador Hirohito, el presidente del Consejo Privado Yoshimichi Hara pidió
explicaciones sobre una frase inquietante del plan de ocupación de Indochina, que
se había incluido para acallar a Matsuoka —«El Imperio no rehuirá la guerra con
Gran Bretaña y con Estados Unidos»—. El jefe del Estado Mayor del Ejército, Hajime
Sugiyama, expresando el sentir generalizado de los presentes, le contestó que no
creía que «los estadounidenses vayan a declararnos la guerra por la Indochina
francesa», asegurando a continuación que la ocupación se iba a realizar «de forma
pacífica». Hara dijo que estaban «de acuerdo en lo básico», siempre que todos
tuvieran claro que se debía evitar la guerra con Estados Unidos y con Gran Bretaña
—el emperador Hirohito le había indicado unos días antes a Matsuoka, de quien
desconfiaba: «Si nos atenemos a los principios del derecho internacional, la
resolución me hace dudar»—.84 Cuando el ministro de Marina y el jefe del Estado
Mayor de la Armada Imperial informaron al resto de los altos mandos navales, estos
se quedaron atónitos al enterarse de que el acuerdo incluía que Japón «no rehuiría»
la guerra. El almirante Isoroku Yamamoto preguntó, aunque él conocía la respuesta
mejor que nadie, pues estaba al mando de la Flota Combinada que incluía a los
portaaviones: «¿Estamos preparados para una guerra aérea?».85

25 de julio: Estados Unidos impone duras sanciones económicas a Japón

El almirante Teijiro Toyoda, nuevo ministro de Asuntos Exteriores en sustitución de


Matsuoka.
Estados Unidos tuvo un conocimiento casi inmediato de lo acordado en la Conferencia
Imperial gracias a que había descifrado el mensaje enviado por el gobierno de Tokio
a su embajador en Washington dándole cuenta del plan de ocupación de Indochina. La
destitución el 18 de julio del ministro de Asuntos Exteriores Matsuoka y su
sustitución por el almirante Teijiro Toyoda, hasta entonces ministro de Comercio e
Industria, no cambió los planes japoneses.86 Así, nada más asumir el cargo, Toyoda
presionó al gobierno de Vichy para que aceptara la ocupación de toda la Indochina
francesa, amenazando con el uso de la fuerza si se negaba.8776 Para el desarrollo
de la estrategia de «golpear en el sur» el control de toda Indochina era clave,
pues constituía la base perfecta para apoderarse de los codiciados yacimientos de
petróleo de las Indias Orientales Neerlandesas.88

Roosevelt en 1941.
El 22 de julio los franceses accedieron finalmente a la ocupación «pacífica» de su
colonia, lo que provocó la reacción inmediata de Estados Unidos. El 23 de julio el
secretario de estado Cordell Hull comunicó al embajador japonés Kichisaburō Nomura
que las negociaciones que mantenían los dos países quedaban rotas y dos días
después el presidente Franklin D. Roosevelt ordenaba la congelación de todos los
activos japoneses en Estados Unidos,89 decisión que fue secundada por Gran Bretaña
—cuyo embajador en Tokio le comunicó indignado a Toyoda: «Si llevan a cabo la
ocupación, tendremos que ver de qué otras formas tratamos con ustedes»— y las
Indias Orientales Neerlandesas. También se comenzó a discutir la imposición del
embargo de petróleo.90

La reacción del gobierno y de los altos mandos militares japoneses fue de sorpresa
y de cierta incredulidad. «Estamos convencidos de que no habrá embargo [de
petróleo] mientras no vayamos más allá de la ocupación militar de la Indochina
francesa», se afirmó en la conferencia de enlace celebrada nada más conocerse las
sanciones estadounidenses.90 Un alto cargo del Ministerio de Marina reconoció
después de la guerra que haber actuado de la forma que se hizo «fue inexcusable».91

Por su parte, el embajador Nomura, que había advertido a su gobierno de cómo


reaccionaría Estados Unidos a la ocupación de Indochina,76 consiguió entrevistarse
con el presidente Roosevelt el mismo día 24 de julio por la tarde en el Despacho
Oval. En el curso de la conversación, el presidente le hizo una propuesta
conciliadora —y audaz—92 para que la transmitiera a su gobierno: si Japón
renunciaba a ocupar Indochina, Estados Unidos la consideraría «un país neutral de
la misma forma en que hasta ahora se ha considerado a Suiza un país neutral».93 Sin
embargo, el gobierno de Konoe no se mostró tan entusiasta con la propuesta como lo
había sido el embajador Nomura y ni siquiera la llevó a la conferencia de enlace
para su discusión —el embajador estadounidense Joseph Grew, se entrevistó con el
ministro Toyoda el 27 de julio, pero no consiguió que modificara su posición—. A
raíz de la decisión estadounidense, secundada por Gran Bretaña y las Indias
Orientales Neerlandesas, la prensa japonesa empezó a hablar en tono alarmista del
«cerco ABCD» al que los cuatro países a los que se refería cada letra —Estados
Unidos, Gran Bretaña, China y Países Bajos— estaban sometiendo a Japón.9489

El almirante Osami Nagano, jefe del Estado Mayor de la Armada Imperial Japonesa.
El 28 de julio comenzó la ocupación japonesa de Indochina.82 Tres días después, el
jefe del Estado Mayor de la Marina, Osami Nagano, se entrevistó con el emperador
Hirohito, a quien le advirtió: «si nuestros suministros de petróleo se
interrumpieran, agotaríamos nuestras reservas en dos años. Si estallara una guerra,
tendríamos para dieciocho meses», por lo que no quedaría «más opción que atacar».
Hirohito le preguntó que en ese caso «¿podemos esperar una gran victoria como la
que obtuvimos en el mar de Japón?», a lo que Nagano contestó: «No estoy seguro de
ninguna victoria, y mucho menos de una victoria extraordinaria como la del mar de
Japón». «¡Pues qué guerra más imprudente sería esa!», exclamó el emperador.95 Al
día siguiente, Estados Unidos comenzó a aplicar el embargo de petróleo al no haber
obtenido ninguna respuesta del gobierno japonés.96

El embargo comercial, decretado por Estados Unidos y secundado por Gran Bretaña y
las Indias Orientales Neerlandesas, supuso un bloqueo económico total para Japón,
pues dos tercios de sus importaciones provenían de esos países o de los territorios
controlados por ellos. Especialmente acuciante era el problema del abastecimiento
de petróleo, ya que alrededor del 85 % del que consumía Japón procedía de Estados
Unidos. Precisamente la perspectiva de agotar sus reservas de petróleo, con lo que
Japón sería como «un pez en un estanque al que le extraen el agua poco a poco»,
hizo que la Armada defendiera la ocupación de los campos petrolíferos de las Indias
Orientales Neerlandesas, aunque eso supusiera la guerra con Estados Unidos y con
Gran Bretaña, a lo que hasta entonces se había opuesto.76

6 de septiembre: la Conferencia Imperial fija «principios de octubre» como fecha


límite para las conversaciones con Estados Unidos

El primer ministro de Japón Fumimaro Konoe, en 1939.


Cuando supo que Estados Unidos había decretado el embargo de petróleo a Japón, el
primer ministro Konoe reconoció en privado que «fue un error pensar que [la
ocupación de] la Indochina francesa no causaría un perjuicio grave», pero no hizo
nada por organizar la retirada. Los mandos militares ni siquiera se plantearon esa
alternativa, más bien al contrario, pensaron que, ante un castigo que consideraban
desproporcionado por la ocupación «pacífica» de Indochina, no había más opción que
la guerra. La prensa japonesa, por su parte, reanudó la campaña sensacionalista
sobre el «cerco ABCD», presentando así a Estados Unidos y a sus aliados como los
agresores que amenazaban «la paz del Pacífico» y la Esfera de Coprosperidad de la
Gran Asia Oriental.97

El 6 de agosto el gobierno de Japón rechazó la propuesta de Roosevelt de declarar


Indochina neutral y anunció que no se retiraría de Indochina hasta que no hubiera
concluido la guerra con China y quedara garantizada la «posición regional especial»
de Japón en Asia oriental.9899 Sin embargo, dos días después, el primer ministro
Konoe, en un intento desesperado de «evitar la guerra con Estados Unidos a toda
costa» —como le confesó a Kinkazu Saionji, uno de sus consejeros—, propuso celebrar
una entrevista personal con el presidente Roosevelt en Honolulu o en algún otro
lugar en medio del Pacífico, lo que no tenía precedentes en la historia de Japón,
aunque contaba con la completa aprobación del emperador.100 El gobierno
estadounidense respondió que antes de celebrarse la reunión —cuya sede sugirió que
fuera Juneau, la capital de Alaska— «debería haber un principio de acuerdo sobre
los asuntos más importantes», en referencia a los Cuatro Principios del secretario
Hull y a la retirada japonesa de Indochina, por lo que «la reunión debería tener
por objeto ratificar el principio de acuerdo alcanzado». Inmediatamente Konoe y sus
consejeros redactaron una propuesta de «principio de acuerdo» tal como habían
solicitado los estadounidenses, y que incluía ciertas concesiones. Esta debía
discutirse en la próxima conferencia de enlace que iba a celebrarse el 3 de
septiembre.101102

El general Hajime Sugiyama, jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial Japonés.
Un día antes de celebrarse la conferencia, el general Sugiyama, jefe del Estado
Mayor del Ejército, le comunicó a Konoe los tres principios que el Ejército y la
Armada consideraban innegociables: la alianza de Japón con el Eje, la Esfera de
Coprosperidad de la Gran Asia Oriental y la presencia de las tropas japonesas en
China.103 La posición tan firme de los militares es lo que probablemente explica
que Konoe no llegara a exponer su propuesta de «principio de acuerdo» en la
conferencia de enlace y prefiriera sumarse a la que presentó el ministro de Asuntos
Exteriores, que ofrecía menos concesiones, ya que solo proponía la retirada
japonesa de China en cuanto se hubieran alcanzado los acuerdos necesarios con ese
país, además de promesas vagas en el resto de los asuntos en litigio, lo que
implicaba que Japón ni se comprometía a abandonar Indochina ni a romper el Pacto
Tripartito.104102

Sin embargo, el tema principal que se trató en la conferencia de enlace no fue ese,
sino el plan militar «Elementos Esenciales para Ejecutar las Políticas del
Imperio», que habían elaborado los Estados Mayores del Ejército y de la Armada en
previsión de una guerra con las potencias occidentales y en el que se proponía
«principios de octubre» como fecha límite para las negociaciones con Estados
Unidos, ya que, en el caso de que estas fracasaran, las hostilidades debían
iniciarse como muy tarde el 31 de octubre, antes de que el enemigo pudiera
reforzarse y antes de que comenzara la estación de los monzones del sur —y mientras
el crudo invierno protegía al país de un posible ataque soviético por el norte—,
además de que, como indicó el almirante Nagano, jefe del Estado Mayor de la Armada
Imperial, «el imperio cada vez está más escaso de toda clase de recursos
materiales».105106 Y si no los conseguimos, añadió Nagano, «no será posible
mantener una guerra larga». «Aunque confío que en el momento presente tenemos una
oportunidad para ganar la guerra, me temo que esa oportunidad desaparecerá con el
paso del tiempo», concluyó.107

El 5 de septiembre por la tarde, Konoe informó del plan «Elementos esenciales…» al


emperador Hirohito, quien se alarmó porque daba prioridad a la guerra frente a la
diplomacia108 y además se mostró sorprendido porque nadie le había informado de que
los preparativos para la guerra estuvieran tan avanzados. Entonces Konoe sugirió al
emperador que convocara a los jefes del Alto Estado Mayor del Ejército y de la
Armada para que se lo explicaran. Inmediatamente acudieron al palacio imperial el
almirante Nagano y el general Sugiyama y, a petición del emperador, se
comprometieron a que iban «a hacer más hincapié en la diplomacia», pero advirtiendo
que, si esta fracasaba, habría que ir a la guerra, «aunque solo haya una remota
posibilidad de que sea un éxito», afirmó Nagano. Finalmente Hirohito dio su
aprobación al plan.109

Al día siguiente, 6 de septiembre, se reunió la Conferencia Imperial en la que,


como estipulaba el rígido protocolo imperial, el presidente del Consejo Privado
Yoshimichi Hara hizo una serie de preguntas sobre el plan en nombre del emperador.
Pero cuando quiso saber si se daba prioridad a la estrategia o a la diplomacia —o
cuando, según la versión de Ian Kershaw, pidió el apoyo a la iniciativa de Konoe de
entrevistarse con Roosevelt y a evitar «la peor situación posible entre Japón y
Estados Unidos»—110 y no obtuvo respuesta, el emperador habló por primera vez en la
historia de las conferencias imperiales: «La pregunta que el presidente Hara acaba
de hacer no puede ser más pertinente. Es lamentable que los dos jefes de estados
mayores no sean capaces de responderla». Y a continuación leyó un poema pacifista
de su abuelo, el gran emperador Meiji, escrito en 1904, al principio de la guerra
ruso-japonesa:111112

En los cuatro mares


todos son hermanos.
En ese mundo,
¿por qué las olas embravecen,
los vientos rugen?

Joseph Grew, embajador de Estados Unidos en Japón.

Stanley Hornbeck, asesor para Extremo Oriente, del secretario de Estado Cordell
Hull.
Pero finalmente el emperador no se opuso a la decisión de comprometer a Japón a ir
a la guerra —considerada por muchos líderes militares como inevitable— si las
negociaciones con Estados Unidos fracasaban, lo que era bastante probable,113
porque, según la historiadora Eri Hotta, «no había un precedente de veto imperial».
«Moviéndose cautelosamente entre sus roles divino y terrestre, el emperador escogió
limitarse a recitar un poema», concluye.111 El historiador Ian Kershaw recuerda que
«el poder del Emperador era más limitado en la práctica que en la teoría» por lo
que era «impensable» que se negara a sancionar la decisión acordada por la
conferencia de enlace, y que de haberlo hecho habría puesto en peligro a la propia
monarquía. Además, el emperador «no podía ordenar a unos militares poco dispuestos
a dar marcha atrás en una postura que había sido asociada por el público en
general, así como por la mayor parte de las élites, con el honor nacional de
Japón».114 Por otro lado, el también historiador Antony Beevor cree que la
oposición del emperador a la guerra «no se basaba en razones morales, sino
simplemente en el temor a salir derrotado».59

Por su parte, el primer ministro Konoe se reunió en secreto con el embajador


estadounidense Joseph Grew para que consiguiera la tan ansiada entrevista personal
con Roosevelt cuando acabó la conferencia.115116 Durante el encuentro, Konoe
sugirió que podría estar dispuesto a aceptar inicialmente los Cuatro Principios
propuestos por el secretario Cordell Hull. Grew inmediatamente comunicó a su
gobierno el contenido de la entrevista y le exhortó a que aceptara el encuentro
entre Konoe y Roosevelt. Sin embargo, Hull y su principal asesor en los asuntos de
Extremo Oriente, Stanley Hornbeck, seguían siendo muy escépticos sobre las
intenciones pacíficas de Japón, una posición que también mantenía el presidente
Roosevelt, como se lo hizo saber al embajador Nomura en la entrevista que mantuvo
con él el 3 de septiembre, el mismo día en que en Tokio se celebraba la Conferencia
Imperial.117

18 de octubre: el general Tojo es nombrado nuevo primer ministro de Japón

El general Hideki Tojo, ministro de la Guerra en el gabinete de Fumimaro Konoe, y


primer ministro a partir del 18 de octubre de 1941.
Una vez obtenida la sanción imperial, el Ejército y la Armada intensificaron los
preparativos bélicos, llevando a cabo ejercicios de simulación de las operaciones
que estaban previstas.118 Paralelamente el embajador Nomura intentaba conseguir que
se realizara el encuentro entre Konoe y Roosevelt —alegando que si la entrevista no
se realizaba caería el gobierno Konoe y se instauraría una dictadura militar—,106
pero el secretario Hull consideró un paso atrás el principio de acuerdo elaborado
por el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés, por lo que Nomura tuvo que
comunicar a su gobierno que solo con una concesión importante, como acceder en
principio a retirar las tropas de China, se crearían las condiciones para que la
cumbre Konoe-Roosevelt se celebrara.119 Sin embargo, la conferencia de enlace
celebrada el 20 de septiembre descartó hacer concesiones y se limitó a reiterar la
propuesta inicial, incluso en un tono más firme, para desesperación de Nomura, así
que el embargo de petróleo y el resto de las sanciones económicas continuaron.120
121

El almirante Koshiro Oikawa, ministro de Marina en el gabinete de Konoe.


Por su parte los jefes del Estado Mayor, apoyados por el ministro del Ejército
Tojo, presionaban para que se concretara la fecha límite para las negociaciones con
Estados Unidos y en la conferencia de enlace del 25 de septiembre indicaron que «el
15 de octubre a más tardar tenemos que haber elegido entre diplomacia y guerra» —el
único que se opuso abiertamente fue el ministro de Marina Koshiro Oikawa, pues los
altos mandos de la Armada pensaban que «era una locura comenzar una guerra con
Estados Unidos»—.122121 La presión hizo que Konoe se planteara dimitir, pero fue
disuadido por el consejero del emperador Koichi Kido,121 quien le sugirió que
planteara la reconsideración de la resolución adoptada por la Conferencia Imperial
del 6 de septiembre.123

Cuatro días después, el 29 de septiembre, el almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la


Flota Combinada y que ya tenía listo su plan de ataque a Pearl Harbor, envió un
informe al jefe del Estado Mayor de la Armada, Nagano, en el que, tras afirmar que
la única posibilidad de victoria sería «conseguir éxitos importantes en las
primeras batallas», dudaba de que aun así se pudiera alcanzar la victoria en una
guerra con Estados Unidos. El informa concluía: «No se debe librar una guerra con
unas probabilidades tan pequeñas de victoria».124

Es evidente que una guerra entre Estados Unidos y Japón sería necesariamente larga.
Estados Unidos no cejará mientras Japón esté ganando. La guerra durará varios años.
Entretanto, los recursos de Japón se agotarán, los barcos de guerra y el armamento
quedarán dañados, será imposible reponer el material… Japón se empobrecerá.
Mientras tanto las posibilidades de que la entrevista de Konoe con Roosevelt
tuviera lugar parecían cada vez más lejanas, sobre todo después de que el 2 de
octubre el secretario de Estado Hull reiterara al embajador Nomura que la cumbre no
se celebraría mientras no se hubiera alcanzado «una coincidencia de ideas sobre los
puntos esenciales» —en referencia a los Cuatro Principios planteados en mayo—,125 y
que incluían «una manifestación precisa» de las intenciones de Japón «respecto a la
retirada de China y de la Indochina francesa» y una «clarificación» de su posición
en el seno del Pacto Tripartito.126127

Konoe se reunió el 5 de octubre con el ministro de la Guerra Tojo para intentar


convencerle de la necesidad de hacer alguna concesión a Estados Unidos, pero este
se mostró inflexible: «Estados Unidos nos exige que abandonemos el Pacto
Tripartito, aceptemos incondicionalmente los Cuatro Principios y detengamos la
ocupación militar. Japón no puede tolerar todo esto».128 Cuando, en otra entrevista
celebrada al día siguiente, Konoe le recriminó que los militares se tomaban «las
guerras demasiado a la ligera», Tojo le respondió: «En ocasiones uno debe reunir el
valor necesario, cerrar los ojos y saltar [al abismo] desde la plataforma del
Kiyomizu».129 Algunos historiadores afirman que Tojo dijo esta frase el 14 de
octubre, en el encuentro que mantuvo con Konoe poco antes de reunirse el
gobierno.130

El general retirado Teiichi Suzuki, director del Consejo de Planificación del


Gobierno.
En un último intento para ganar tiempo, Konoe convocó el 12 de octubre a los
ministros de Asuntos Exteriores, de Guerra, de Marina y al director del Consejo de
Planificación del Gobierno, el teniente general retirado Teiichi Suzuki.131 Nada
más comenzar la reunión, les dijo: «Debemos seguir buscando un arreglo diplomático.
No tengo confianza en una guerra como esta. Si empezáramos una guerra, tendría que
hacerlo alguien que creyera en ella». Tojo le replicó que el gobierno debía
mantenerse fiel a la resolución «sancionada por el emperador» en la Conferencia
Imperial del 6 de septiembre. «¡Esto es increíble!», exclamó. El resto de los
asistentes no le replicaron.132 Dos días después —el 14 de octubre, solo un día
antes de que expirara el plazo para poner fin a la vía diplomática—, momentos antes
de que se reuniera el gobierno, Konoe intentó por última vez que Tojo aceptara la
retirada de las tropas. Le dijo lo siguiente:133
Soy responsable en gran medida del Incidente de China. Después de cuatro años, no
ha terminado. Simplemente no puedo estar de acuerdo con empezar otra gran guerra
cuya perspectiva es muy incierta. Sugiero que ahora cedamos a la fórmula
estadounidense de la retirada y evitemos abrir el fuego entre Japón y Estados
Unidos.

Koichi Kido, guardián del sello privado.


En la reunión del gobierno que se celebró a continuación, Tojo mantuvo su posición.
«Someterse a las pretensiones de Estados Unidos en su integridad aniquilaría los
beneficios obtenidos del Incidente de China y por extensión amenazaría la
existencia de Manchukuo e incluso afectaría al dominio japonés sobre Corea y sobre
Taiwán», dijo, preguntándose retóricamente a continuación: «Naturalmente, si
queremos volver al pequeño Japón de los días anteriores al Incidente de Manchuria,
¿no queda nada más que decir, no?». Ningún miembro del gabinete respondió.134

Con su intervención Tojo puso el liderazgo de Konoe en cuestión, por lo que, cuando
terminó la reunión del gabinete, se marchó al palacio imperial para pedir el cambio
del primer ministro. Se entrevistó con el guardián del sello privado Koichi Kido, a
quien le dijo que solo bajo un nuevo gobierno se podría reconsiderar la decisión
adoptada en la conferencia imperial del 6 de septiembre y le propuso que se
nombrara al príncipe Naruhiko Higashikuni, que era contrario a la guerra, como
nuevo primer ministro.135 Esta propuesta indicaba que Tojo había comenzado a dudar
de la opción bélica,136 probablemente debido a la conversación que había mantenido
unos días antes con el ministro de Marina Oikawa. Tojo le preguntó si tenía
confianza en la victoria, a lo que Oikawa contestó: «Me temo que no… Si la guerra
se prolonga durante unos años, no sabemos cuál será el resultado… Lo que he dicho
no debe salir de esta habitación». Entonces Tojo afirmó: «Si la Armada no tiene
confianza debemos reconsiderarlo. Habrá que dar marcha atrás a lo que haga falta,
aunque, por supuesto, haya que hacerlo con la humilde admisión de nuestra gran
responsabilidad». Lo que significaba que el gobierno debía dimitir.137

El gabinete Tōjō tras su formación (1941).

Fumimaro Konoe en 1941, visiblemente decaído, poco después de dejar el gobierno.


Kido no creía conveniente que un miembro de la familia imperial estuviera al frente
del gobierno en un momento tan delicado,136 por lo que propuso al emperador que
nombrara como nuevo primer ministro a quien había desencadenado la crisis, el
general Tojo125 —«Sin dolor no hay recompensa, ¿no le parece?» le dijo al
emperador, en alusión al proverbio chino: «Hay que entrar en la guarida del tigre
para atrapar a sus cachorros»—.138 Así que el 17 de octubre, un día después de que
Konoe presentara la dimisión,134 Tojo fue llamado a palacio y el emperador le
ofreció el puesto de primer ministro. Tojo, que más bien esperaba la censura del
emperador, se quedó muy sorprendido, pero finalmente aceptó. La misión que se le
encomendó fue «unificar la política del Ejército y la de la Armada y, más aún,
volver a examinar la decisión de la conferencia imperial del 6 de septiembre»,
según había explicado Kido en la reunión previa que mantuvo el órgano asesor del
emperador, formado por los antiguos primeros ministros, y en la que nadie se opuso
a la candidatura de Tojo. Cuando Kido se reunió con Tojo tras haber aceptado el
puesto, le dijo: «Debo resaltar que es deseo del emperador que, al formular la
política nacional, usted no se encuentre prisionero de la resolución imperial del 6
de septiembre. Debe considerar la situación interna y externa, profunda y
ampliamente. El emperador desea que se obre con cautela».139 Pero lo cierto era que
«el principal oponente a la retirada de tropas de China, el hombre que había
adoptado la línea más dura en las negociaciones y, por encima de todo, el que había
conformado la presente crisis sobre la decisión de la guerra o la paz, el general
Hideki Tojo, estaba ahora presidiendo el gobierno japonés».136 De hecho, su
nombramiento alarmó a los gobiernos de Gran Bretaña y de China, y también en el de
Estados Unidos, que vio la guerra mucho más cercana.140

20 de octubre: el Estado Mayor de la Armada aprueba el plan de ataque a Pearl


Harbor

Almirante Isoroku Yamamoto.

Capitán Minoru Genda.

Contraalmirante Takijiro Onishi.

Oficial Kameto Kuroshima.


El almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota Combinada, no creía que Japón
pudiera ganar una guerra con Estados Unidos, pero si existía una mínima posibilidad
su obligación era aprovecharla.141 En octubre de 1940, al mes siguiente de la firma
del Pacto Tripartito al que se había opuesto porque estaba convencido de que
conduciría a la guerra con las potencias occidentales,141 había dicho: «¡No cabe la
menor duda! Luchar contra Estados Unidos es como luchar contra el mundo entero.
Pero ha sido decidido. Por lo tanto lucharé lo mejor que sepa. Seguramente moriré a
bordo del Nagato [su buque insignia]».73 En una carta privada escribió que una vez
hubieran comenzado las hostilidades entre Estados Unidos y Japón, «no será
suficiente que tomemos Guam y las Filipinas, ni siquiera Hawái y San Francisco.
Tendremos que avanzar hasta Washington y firmar el tratado (es decir, dictar los
términos de la paz) en la Casa Blanca».142

Nada más firmarse el Pacto Tripartito Yamamoto había comenzado a diseñar la


estrategia de la guerra en el Pacífico. Pronto llegó a la conclusión de que la
única opción de victoria para Japón era asestar un golpe decisivo al inicio de la
guerra que quizá obligara a Estados Unidos a negociar, y que ese golpe podría ser
el ataque a la flota estadounidense del Pacífico en su propia base de Pearl Harbor,
en las islas Hawái. Una idea descabellada, y así se lo pareció al embajador
estadounidense en Tokio Joseph Grew, cuando a finales de enero de 1941 le llegaron
«rumores de guerra» de que «las fuerzas militares japonesas estaban planeando un
ataque sorpresa masivo en Pearl Harbor».141

Carta del almirante Yamamoto al capitán Genda pidiéndole que estudie la viabilidad
de un ataque aéreo a Pearl Harbor. Febrero de 1941
Dependiendo de los cambios que se produzcan en la situación internacional,
podríamos vernos arrastrados a luchar con Estados Unidos. Si Japón y Estados Unidos
fueran a la guerra, tendríamos que recurrir a una táctica radical… Deberíamos
intentar, con toda la fuerza de nuestras Primera y Segunda Divisiones Aéreas,
asestar un golpe a la flota estadounidense en Hawái, de forma, que durante un
tiempo, Estados Unidos no pudiera avanzar hacia el Pacífico occidental. Nuestro
objetivo sería un grupo de acorazados estadounidenses… No sería fácil llevar a cabo
algo así. Pero estoy decidido a darlo todo para realizar este plan, supervisando yo
mismo las divisiones aéreas. Me gustaría que investigara pormenorizadamente la
viabilidad de un plan de estas características.
En febrero de 1941 Yamamoto le envió una carta, por medio del contraalmirante jefe
de la Undécima División Aérea Takijiro Onishi, al capitán Minoru Genda, miembro de
la plana mayor de la Primera División Aérea y el mejor piloto de la Armada
Imperial, en la que le pedía que «investigara pormenorizadamente la viabilidad de
un plan de ataque» con aviones a Pearl Harbor, reconociéndole que «no sería fácil
llevar a cabo algo así». En la carta le decía que se trataba de «asestar un golpe a
la flota estadounidense en Hawái, de forma que, durante un tiempo, Estados Unidos
no pudiera avanzar hacia el Pacífico occidental».143 Para elaborar su plan Yamamoto
había contado con las informaciones que le había proporcionado el cónsul japonés en
Honolulu, que había estado observando los movimientos de la flota estadounidense.
De ellas le había interesado especialmente una: que los barcos permanecían anclados
en el puerto los fines de semana.144

Dos meses después Yamamoto recibió la contestación redactada por Onishi en la que
él y Genda solo hablaban de bombardeos en picado y en altura, lo que le decepcionó
porque habían descartado el uso de torpedos lanzados desde los aviones debido a la
escasa profundidad de las aguas de Pearl Harbor —los torpedos japoneses necesitaban
unos treinta metros para no incrustarse en el fondo y dirigirse hacia su objetivo,
mientras que la profundidad media en Pearl Harbor era de doce metros—. Pero
Yamomoto insistió en que era posible el ataque con torpedos y respondió que habría
que mejorarlos y entrenar a los pilotos en su uso.145

Genda y Onishi se pusieron a trabajar en la solución de los problemas que planteaba


el uso de torpedos. Con la ayuda de los técnicos consiguieron reducir drásticamente
la profundidad a la que tenían que hundirse para poder dirigirse al blanco, y
adiestraron a los pilotos para volar muy bajo y disminuir así la posibilidad de que
los torpedos se empotrasen en el fondo marino cuando eran lanzados desde los
aviones. En septiembre comenzaron los ejercicios de simulación bélica en la bahía
de Kinko, en la prefectura de Kagoshima, elegida por su parecido con Pearl Harbor.
Ninguno de los pilotos que participaron sabían cuál era el objetivo. A finales de
septiembre el plan de ataque a Pearl Harbor ya estaba listo. Además de Genda y
Onishi, el principal colaborador de Yamamoto en su elaboración final había sido
Kameto Kuroshima, un extravagante oficial de planificación al que Yamamoto estimaba
mucho porque le ofrecía soluciones que nunca se le habían ocurrido a él y que se
atrevía a contradecirle.146

Sin embargo, el plan de ataque a Pearl Harbor presentado por Yamamoto fue rechazado
por el Estado Mayor de la Armada Imperial por ser demasiado arriesgado y por
emplear demasiados recursos navales que serían necesarios en otros escenarios
bélicos, ya que se requerían seis de los diez portaaviones con que entonces contaba
la Armada Imperial. Pero Yamamoto no se conformó y envió a Tokio a Kuroshima para
que defendiera el plan y como último recurso amenazara con su dimisión y la de todo
su equipo si no se aceptaba. El 20 de octubre147 el Estado Mayor cedió —la dimisión
de Yamamoto supondría un duro golpe para la moral y la eficacia de la Flota
Combinada—148 y lo aprobó, a pesar de las dudas que seguía suscitando el plan.149

La fecha y hora para el ataque se fijó en las 8:00 horas del lunes 8 de diciembre,
hora de Tokio, 8:00 horas del domingo 7 de diciembre en Hawái y 13:30 horas del
mismo día en Washington.150 Se escogió ese domingo porque la luna proporcionaría
una luz que facilitaría el vuelo de los aviones antes de que amaneciera.151

Plan de las ofensivas japonesas previstas en el Pacífico y en el Sudeste de Asia,


simultáneamente al ataque a Pearl Harbor.
El plan de ataque a Pearl Harbor, junto con el resto del orden de batalla
organizado por los Estados Mayores del Ejército y de la Armada, fue presentado al
emperador Hirohito en la tarde del 2 de noviembre, al día siguiente de la
conferencia de enlace en la que se había decidido fijar el 30 de noviembre como la
fecha límite para las negociaciones con Estados Unidos, después de la cual se
desencadenarían las ofensivas previstas en el Pacífico y en el Sudeste de Asia,
simultáneamente al ataque a Pearl Harbor.151 Los objetivos principales de la
«campaña hacia el sur», junto con Pearl Harbor, eran el archipiélago de las
Filipinas, posesión estadounidense, y Malasia, colonia británica que incluía la
estratégica base de Singapur. También sería atacada Tailandia y a continuación la
colonia británica de Birmania.152 Operaciones secundarias tendrían como objetivo la
colonia británica de Hong Kong, y las islas de Wake y de Guam, donde la flota
estadounidense del Pacífico tenía sus bases de operaciones avanzadas y donde
estaban los submarinos y los aviones de reconocimiento. La conquista de las Indias
Orientales Neerlandesas comenzaría cuando todos esos objetivos se hubieran
alcanzado. La ofensiva tenía que concluir en un plazo máximo de 20 semanas, después
de las cuales ya no quedaría ninguna fuerza aérea, naval o terrestre de Estados
Unidos o de Gran Bretaña capaz de impedir el dominio japonés sobre el sudeste de
Asia y el Pacífico occidental.153147

Sin embargo, el almirante Yamamoto seguía dudando de las posibilidades de una


victoria de Japón. «Durante los primeros seis o doce meses de guerra contra los
Estados Unidos y Gran Bretaña, causaré estragos en todos sus flancos y conquistaré
una victoria tras otra», pronosticó. «Después… no tengo esperanzas de ganar».154

5 de noviembre: la Conferencia Imperial retrasa al 30 de noviembre la fecha límite


para alcanzar un acuerdo con EE. UU.

Shigenori Togo, ministro de Asuntos Exteriores.


El mismo día en que el Estado Mayor de la Armada aprobaba el plan de Yamamoto, el
general Tojo formó su gobierno, acorde con la misión que se le había encomendado.
Nombró como nuevo ministro de Asuntos Exteriores al experimentado diplomático
Shigenori Togo, nada favorable a la Alemania nazi y que estaba dispuesto a hacer
concesiones a Estados Unidos, y para los otros dos puestos importantes del
gabinete, los ministerios de Finanzas y de Marina, también nombró a dos declarados
antibelicistas, Okinori Kaya y el almirante Shigetaro Shimada, respectivamente —
Tojo por su parte se mantuvo al frente del ministerio de la Guerra y asumió también
la cartera de Interior, en previsión de que se produjeran disturbios a causa de las
concesiones que habría que hacer para alcanzar un acuerdo con Estados Unidos—140.
Todos estuvieron de acuerdo en que el objetivo del gobierno era ampliar la fecha
límite de las conversaciones con Estados Unidos y dar así una oportunidad a la vía
diplomática que evitara la guerra.155 Sin embargo, Tojo no cambió a ninguno de los
belicistas jefes y subjefes del Alto Estado Mayor del Ejército y de la Armada,
quienes por otro lado no recibieron instrucciones por parte del emperador, como las
había recibido Tojo, de buscar una salida diplomática a la crisis con Estados
Unidos.156 Además, en su primera declaración el nuevo gobierno afirmó su adhesión
«a la inquebrantable política nacional del Imperio» y su compromiso para «llevar el
Incidente de China a un final favorable, establecer firmemente la Esfera de
Coprosperidad de la Gran Asia Oriental y contribuir a la paz mundial».157

Príncipe Hiroyasu Fushimi, jefe de la Flota Imperial.

Shigetaro Shimada, ministro de Marina.

Okinori Kaya, ministro de Finanzas.


Para «volver a examinar» la resolución de la Conferencia Imperial del 6 septiembre,
como se había comprometido Tojo, se celebraron sucesivas conferencias de enlace
entre el 23 y el 30 de octubre —excepto el día 26—158, a las que también asistieron
el director general del Consejo de Planificación del Gobierno, Teiichi Suzuki, y el
ministro de Finanzas Kaya, para que valoraran las consecuencias económicas de una
guerra con Estados Unidos.159 En estas reuniones los que más presionaron a favor de
la guerra fueron los jefes del Estado Mayor del Ejército y de la Marina, Sugiyama y
Nagano, a pesar de que no tuvieron más remedio que reconocer que Japón no podría
mantener un conflicto prolongado —confiaban en que Estados Unidos se viera obligado
a pedir la paz tras las primeras victorias japonesas—. Ambos insistían en que
cuanto más esperara Japón menores serían sus posibilidades de ganar la guerra
porque se estaban agotando los recursos —«Debemos decidir de una vez si vamos a la
guerra o no», dijo Nagano; «¡Hay que actuar rápidamente!», remachó Sugiyama—. Los
que se manifestaron en contra de la opción bélica fueron los nuevos ministros Togo
y Kaya, mientras que el en principio antibelicista ministro de Marina Shimada, tras
la entrevista que mantuvo el 27 de octubre con el príncipe Hiroyasu Fushimi, jefe
de la Flota Imperial, quien le reiteró la postura de los jefes de los Estados
Mayores: «si no tomamos rápidamente una decisión, perderemos una oportunidad», no
se opuso a la guerra. Tampoco lo hizo el director de la Oficina de Planificación
Suzuki. Por su parte el primer ministro Tojo, que cada vez albergaba más dudas
sobre la guerra,160 intentó conciliar las dos posturas y finalmente propuso que en
la reunión del 1 de noviembre se adoptara la posición definitiva.161162

En la conferencia de enlace del 1 de noviembre, que duró diecisiete horas, Tojo


defendió una vía intermedia entre ir o no ir a la guerra: continuar las
negociaciones diplomáticas sin descartar la posibilidad de la guerra, lo que
implicaba que continuarían los preparativos bélicos mientras se intentaba alcanzar
un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos.162 Después de un duro y larguísimo
debate eso fue lo que finalmente se decidió, fijando el 30 de noviembre como fecha
límite para la diplomacia,163 que fue el plazo máximo de tiempo que consiguió el
ministro Togo después de insistir en que «por naturaleza, la diplomacia requiere
muchos días y noches para conseguir sus objetivos. Como ministro de Asuntos
Exteriores, no puedo llevar a cabo gestiones diplomáticas si no tienen probabilidad
alguna de éxito. Necesito la garantía de que dispondré del tiempo y las condiciones
necesarias para lograrlo. Huelga decir que hay que evitar la guerra».164125

General Osamu Tsukada, subjefe del Estado Mayor del Ejército.


A las diez de la noche, tras once horas de debate, se empezaron a discutir los
términos de la negociación con Estados Unidos.165 El ministro de Asuntos Exteriores
explicó la necesidad de hacer concesiones para que la vía diplomática tuviera
alguna oportunidad de éxito y propuso que Japón ofreciera la retirada de las tropas
situadas en la mitad sur de la Indochina francesa, volviendo así a la situación
anterior a julio.166 Sin embargo, el jefe y el subjefe del Estado Mayor del
Ejército, los generales Sugiyama y Tsukada, se opusieron de forma vehemente —«No
vamos a retirar las tropas del sur de Indochina… [porque] si lo hiciéramos, Estados
Unidos habría conseguido su objetivo. Entonces podría interferir en nuestros
asuntos siempre que quisiera», alegó Osamu Tsukada—. Ante la posibilidad de que
Togo dimitiera, lo que haría caer al gobierno, el primer ministro Tojo respaldó al
ministro de Asuntos Exteriores, y finalmente se acordó que la oferta del traslado
de las tropas del sur al norte de Indochina sería un último recurso si las
conversaciones se estancaban, es decir, formaría parte de un Plan B alternativo por
si el Plan A, en el que no figuraba la retirada, fallaba.167125168 El problema de
fondo era que los altos mandos militares no estaban dispuestos a hacer concesiones
significativas a Estados Unidos para evitar la guerra —la retirada de las tropas
japonesas de China la consideraban una deshonra—, aunque muchos de ellos fueran
pesimistas sobre las posibilidades de ganar la guerra.154 El general Tsukada,
subjefe del Estado Mayor del Ejército, había dicho en la reunión:169
En general, las posibilidades si vamos a la guerra no son brillantes. Todos nos
preguntamos si no hay alguna manera para proceder pacíficamente. Sin embargo, no es
posible mantener el statu quo. Por lo tanto, se llega inevitablemente a la
conclusión d

También podría gustarte