Sentencia Del Concubinato

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CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

Corresponde a esta Sala decidir el fondo de la presente interpretación


del artículo 77 de la Constitución, para lo cual se observa:
El artículo 77 constitucional reza “Las uniones estables entre un
hombre y una mujer que cumplan los requisitos establecidos en la ley
producirán los mismos efectos que el matrimonio”.
Resulta interesante para la Sala resaltar que dicha norma use la voz
“unión estable” entre el hombre y la mujer, y no la de concubino o concubina
utilizada en el artículo 49.5 eiusdem; y ello es así porque unión estable es el
género, tal como se desprende del artículo 146 del Código Orgánico
Tributario, o del artículo 13-5 de la Ley de Empresas de Seguros y
Reaseguros, o del artículo 785 de la Ley de Cajas de Ahorro y Fondos de
Ahorro, siendo el concubinato una de sus especies.
El concubinato es un concepto jurídico, contemplado en el artículo 767
del Código Civil, y tiene como característica –que emana del propio Código
Civil- el que se trata de una unión no matrimonial (en el sentido de que no se
han llenado las formalidades legales del matrimonio) entre un hombre y una
mujer solteros, la cual está signada por la permanencia de la vida en común (la
soltería viene a resultar un elemento decisivo en la calificación del
concubinato, tal como se desprende del artículo 767 de Código Civil y 7, letra
a) de la Ley del Seguro Social).
Se trata de una situación fáctica que requiere de declaración judicial y
que la califica el juez, tomando en cuenta las condiciones de lo que debe
entenderse por una vida en común.
Además de los derechos sobre los bienes comunes que nacen durante
esa unión (artículo 767 eiusdem), el artículo 211 del Código Civil, entre otros,
reconoce otros efectos jurídicos al concubinato, como sería la existencia de la
presunción pater ist est para los hijos nacidos durante su vigencia .
Dado lo expuesto, para la Sala es claro que actualmente el concubinato
que puede ser declarado tal es aquel que reúne los requisitos del artículo 767
del Código Civil, y él viene a ser una de las formas de uniones estables
contempladas en el artículo constitucional, ya que cumple los requisitos
establecidos en la ley (Código Civil), para ser reconocido como tal unión. Por
ahora –a los fines del citado artículo 77-el concubinato es por excelencia la
unión estable allí señalada, y así se declara.
Lo anterior no significa que la ley no pueda tipificar otros tipos de
relaciones entre hombres y mujeres como uniones estables a los efectos del
artículo 77 constitucional, tomando en cuenta la permanencia y notoriedad de
la relación, cohabitación, etc. y, por ello, el Proyecto de Ley Orgánica de
Protección a la Familia, la Maternidad y la Paternidad, discutida en la
Asamblea Nacional, en los artículo 40 al 49, desarrolla las uniones estables de
hecho, como una figura propia mientras que el concubinato como figura
distinta a la anterior, fue desarrollado en los artículos 50 al 53.
“Unión estable de hecho entre un hombre y una mujer”, representa un
concepto amplio que va a producir efectos jurídicos, independientemente de la
contribución económica de cada uno de los unidos en el incremento o
formación del patrimonio común o en el de uno de ellos, siendo lo relevante
para la determinación de la unión estable, la cohabitación o vida en común,
con carácter de permanencia, y que la pareja sea soltera, formada por
divorciados o viudos entre sí o con solteros, sin que existan impedimentos
dirimentes que impidan el matrimonio.
Pero como, al contrario del matrimonio que se perfecciona mediante el
acto matrimonial, recogido en la partida de matrimonio, no se tiene fecha
cierta de cuándo comienza la unión estable, ella debe ser alegada por quien
tenga interés en que se declare (parte o tercero) y probada sus características,
tales como la permanencia o estabilidad en el tiempo, los signos exteriores de
la existencia de la unión (lo que resulta similar a la prueba de la posesión de
estado en cuanto a la fama y el trato, ya que la condición de la pareja como
tal, debe ser reconocida por el grupo social donde se desenvuelve), así como
la necesidad de que la relación sea excluyente de otra de iguales
características, debido a la propia condición de la estabilidad. Si la unión
estable se equipara al matrimonio, y la bigamia se encuentra prohibida, a
juicio de esta Sala es imposible, para que ella produzca efectos jurídicos, la
coexistencia de varias relaciones a la vez en igual plano, a menos que la
Ley expresamente señale excepciones. Ahora bien, corresponde conforme al
artículo 77 constitucional, a la reserva legal la regulación de las otras uniones
estables diversas al concubinato y, por ello, le está a la Sala vedado, aun por la
vía de la jurisdicción normativa, realizar la tipificación de estas otras uniones,
y así se declara.
Señalado lo anterior, debe la Sala señalar cuáles de los efectos del
matrimonio son aplicables a las “uniones estables de hecho entre hombre y
mujer”, de conformidad con la petición de la accionante, siendo necesario
apuntar que aunque el concubinato es un tipo de unión estable, por ser él la
figura regulada en la Ley, a él se referirá la Sala indistintamente como “unión
estable” o concubinato, pero reconociendo que dentro del concepto de unión
estable pueden existir tipos diferentes al concubinato. La Sala con fines de
abarcar ambas clases de uniones, y por tanto al género, utilizará el término de
unión estable en este fallo, para referirse a todas las posibilidades, incluida el
concubinato.
En primer lugar considera la Sala que, para reclamar los posibles
efectos civiles del matrimonio, es necesario que la “unión estable” haya sido
declarada conforme a la ley, por lo que se requiere una sentencia
definitivamente firme que la reconozca.
En la actualidad, es necesaria una declaración judicial de la unión
estable o del concubinato; dictada en un proceso con ese fin; la cual contenga
la duración del mismo, lo que facilita, en caso del concubinato, la aplicación
del artículo 211 del Código Civil, ya que la concepción de un hijo durante la
existencia del mismo, hace presumir que el concubino es el padre del hijo o
hija, por lo que la sentencia declarativa del concubinato debe señalar la fecha
de su inicio y de su fin, si fuera el caso; y reconocer, igualmente, la duración
de la unión, cuando ella se ha roto y luego se ha reconstituido, computando
para la determinación final, el tiempo transcurrido desde la fecha de su inicio.
Ahora bien, el matrimonio –por su carácter formal- es una institución
que nace y se prueba de manera distinta al concubinato o a cualquier otra
unión estable, y por ello estas últimas no pueden equipararse íntegramente al
matrimonio y, por tanto, no puede pretenderse que, automáticamente, todos
los efectos del matrimonio se apliquen a las “uniones estables”.
En consecuencia, no es posible una declaración general que asimile las
uniones (de cualquier tipo) al matrimonio, y por lo tanto, observa la Sala, hay
que distinguir cuáles efectos del matrimonio se aplican al concubinato y a las
posibles otras uniones estables.
Estas uniones (incluido el concubinato) no son necesariamente
similares al matrimonio, y aunque la vida en común (con hogar común) es un
indicador de la existencia de ellas, tal como se desprende del artículo 70 del
Código Civil, este elemento puede obviarse siempre que la relación
permanente se traduzca en otras formas de convivencia, como visitas
constantes, socorro mutuo, ayuda económica reiterada, vida social conjunta,
hijos, etc.
Siguiendo indicadores que nacen de las propias leyes, el tiempo de
duración de la unión, al menos de dos años mínimo, podrá ayudar al juez para
la calificación de la permanencia, ya que ese fue el término contemplado por
el artículo 33 de la Ley del Seguro Social, al regular el derecho de la
concubina a la pensión de sobrevivencia.
Debido a lo expuesto, pasa la Sala a examinar los efectos del
matrimonio aplicables a las uniones estables y al concubinato, y ella considera
que los deberes que el artículo 137 del Código Civil impone a los cónyuges y
cuya violación se convierte en causales de divorcio (ver en el artículo 185 del
Código Civil los ordinales 1° y 2°), no existen en el concubinato ni en las
otras uniones.
Unión estable no significa, necesariamente, bajo un mismo techo
(aunque esto sea un símbolo de ella), sino permanencia en una relación,
caracterizada por actos que, objetivamente, hacen presumir a las personas
(terceros) que se está ante una pareja, que actúan con apariencia de un
matrimonio o, al menos, de una relación seria y compenetrada, lo que
constituye la vida en común.
Se trata de una relación permanente entre un hombre y una mujer, y no
de una entre un hombre y varias mujeres (así todas ellas estén en igual plano)
y viceversa.
A juicio de la Sala, así como no existe el deber de vivir juntos, tampoco
puede existir el de fidelidad contemplado en el artículo 137 del Código Civil,
por lo que la violación de deberes como el de fidelidad o de vida en común
(artículo 137 citado) no producen efectos jurídicos, quedando rota la “unión”
por el repudio que de ella haga cualquiera de los componentes, lo que viene
dado porque uno de ellos contraiga matrimonio con otra persona, o porque,
por cualquier razón, se rompió la continuidad de la relación. Extinguida la
relación, la ley, al menos en el concubinato, reconoce la condición de
exconcubino como lo hace el artículo 42 de la Ley sobre la Violencia contra la
Mujer y la Familia.
En cuanto al deber de socorrerse mutuamente, contemplado para los
cónyuges en el artículo 137 del Código Civil, la Sala considera que este sí
existe en cualquier tipo de unión, ya que si legalmente las uniones (o al menos
el concubinato) generan derechos –como los alimentarios- los cuales
normalmente corresponden a los cónyuges mientras dure el matrimonio, los
componentes de estas uniones de hecho deben tener también esos derechos,
como luego se explica, y ello se corresponde con el deber de socorro mutuo
comentado.
También otorga el artículo 173 del Código Civil, el derecho optativo de
la mujer de utilizar el apellido de su marido.
A juicio de esta Sala, la utilización de apellidos distintos al propio,
como sería para la mujer el del marido, es un derecho que le nace solamente
del acto matrimonial, que conlleva a que añada algo a su identidad, y que se
ve sostenido por el acta de matrimonio que refleja un nuevo estado civil.
El estado civil de las personas naturales, está formado por los
nacimientos y matrimonios, y necesariamente por las mutaciones que éste
sufre (divorcio, por ejemplo), que se anotan al margen de las partidas del
estado civil.
Para la Sala, el que la unión estable en general produzca los mismos
efectos que el matrimonio, no significa –se repite- que ella se convierte en
matrimonio, sino que se le equipara; es decir, en lo que sea posible. Sin
embargo, la condición jurídica de la unión estable, en principio, no permite a
la mujer el uso del apellido del marido.
El estado civil surge de unas manifestaciones de voluntad formales
contenidas en las actas del estado civil, así como de las transformaciones que
éste recibe y que constan en las notas marginales de las partidas.
Se trata de una cuestión formal que permite no sólo conocer la
condición de la persona, sino que resulta la piedra angular del sistema de
identificación.
No existe, en estos momentos y para esta fecha, una partida del estado
civil de concubinato, u otro tipo de unión, que otorgue el estado de concubino
o unido y, por tanto, los símbolos que representan el estado civil, como el uso
del apellido del marido por la mujer; a juicio de la Sala, no puede ser utilizado
por quien no ha contraído matrimonio.
Ahora bien, al equipararse al matrimonio, el genero “unión estable”
debe tener, al igual que éste, un régimen patrimonial, y conforme al artículo
767 del Código Civil, correspondiente al concubinato pero aplicable en la
actualidad por analogía a las uniones de hecho, éste es el de la comunidad en
los bienes adquiridos durante el tiempo de existencia de la unión. Se trata de
una comunidad de bienes que se rige, debido a la equiparación, que es posible
en esta materia, por las normas del régimen patrimonial-matrimonial.
Diversas leyes de la República otorgan a los concubinos derechos
patrimoniales y sociales en diferentes áreas de la vida, y esto, a juicio de la
Sala, es un indicador que a los concubinos se les está reconociendo beneficios
económicos como resultado de su unión, por lo que, el artículo 77 eiusdem, al
considerarlas equiparadas al matrimonio, lo lógico es pensar que sus derechos
avanzan hasta alcanzar los patrimoniales del matrimonio, reconocidos
puntualmente en otras leyes.
La Ley que Regula el Subsistema de Pensiones (artículo 69-6) otorga a
los concubinos pensión de sobrevivencia; la Ley del Estatuto sobre el
Régimen de Jubilaciones y Pensiones de los Funcionarios de la
Administración Pública Estadal y Municipal, otorga a la concubina derechos a
la pensión de sobrevivencia (artículo 16-3); las Normas de Operación del
Decreto con Rango y Fuerza de Ley de los Préstamos Hipotecarios a Largo
Plazo (artículo 130), así como las Normas d Operación del Decreto con Rango
y Fuerza d Ley que Regula el Subsistema de Viviendas (artículo 34) prevén al
concubinato como elegibles para los préstamos para la obtención de
vivienda; la Ley del Seguro Social (artículo 7-a) otorga a la concubina el
derecho a una asistencia médica integral; la Ley Orgánica del Trabajo
(artículo 568) da al concubino el derecho de reclamar las indemnizaciones que
corresponderán a su pareja fallecida, e igual derecho otorga el Estatuto de la
Función Pública (artículo 31).
Se trata de beneficios económicos que surgen del patrimonio de los
concubinos: ahorro, seguro, inversiones del contribuyente (artículo 104 de la
Ley de Impuesto sobre la Renta lo reconoce), etc., y ello, en criterio de la
Sala, conduce a que si se va a equiparar el concubinato al matrimonio, por
mandato del artículo 77 constitucional, los efectos matrimoniales extensibles
no pueden limitarse a los puntualmente señalados en las leyes citadas o en
otras normas, sino a todo lo que pueda conformar el patrimonio común, ya
que bastante de ese patrimonio está comprometido por las leyes referidas.
Tal comunidad de bienes, a diferencia del divorcio que exige
declaración judicial, finaliza cuando la unión se rompe, lo cual –excepto por
causa de muerte- es una cuestión de hecho que debe ser alegada y probada por
quien pretende la disolución y liquidación de la comunidad. A juicio de la
Sala, y como resultado natural de tal situación, quien demanda la disolución y
liquidación de la comunidad, podrá pedir al juez se dicten las providencias del
artículo 174 del Código Civil, en el supuesto en él contemplado.
Ahora bien, como no existe una acción de separación de cuerpos del
concubinato y menos una de divorcio, por tratarse la ruptura de la unión de
una situación de hecho que puede ocurrir en cualquier momento en forma
unilateral, los artículos 191 y 192 del Código Civil resultan inaplicables, y así
se declara; sin embargo, en los procesos tendientes a que se reconozca el
concubinato o la unión estable, se podrán dictar las medidas preventivas
necesarias para la preservación de los hijos y bienes comunes.
Al aparecer el artículo 77 constitucional, surgen cambios profundos en
el régimen concubinario del artículo 767 del Código Civil, ya que existiendo
la unión estable o permanente, no hay necesidad de presumir, legalmente,
comunidad alguna, ya que ésta existe de pleno derecho –si hay bienes- con
respecto de lo adquirido, al igual que en el matrimonio, durante el tiempo que
duró la unión y, como comunidad, no es que surte efectos legales entre ellos
dos y entre sus respectivos herederos, o entre uno de ellos y los herederos del
otro, como lo contempla el artículo 767 del Código Civil, sino que, al igual
que los bienes a que se refiere el artículo 168 del Código Civil, los terceros
que tengan acreencias contra la comunidad podrán cobrarse de los bienes
comunes, tal como lo pauta dicha norma.
A ese fin, si la unión estable o el concubinato no ha sido declarada
judicialmente, los terceros pueden tener interés que se reconozca mediante
sentencia, para así cobrar sus acreencias de los bienes comunes. Para ello
tendrán que alegar y probar la comunidad, demandando a ambos concubinos o
sus herederos.
No existiendo mecanismos de publicidad que comuniquen la existencia
del concubinato, ni que registren las sentencias que lo declaren, para los
terceros con interés en los bienes comunes, resulta –la mayoría de las veces-
imposible conocer previamente la existencia del concubinato y cuáles son esos
bienes comunes; motivo por el cual la Sala considera que exigir la aplicación
del artículo 168 del Código Civil resultaría contrario al principio de que a
nadie puede pedírsele lo imposible, ya que al no conocer la existencia de
concubinato, ni estar los concubinos obligados a declarar tal condición, en las
demandas que involucren los bienes comunes, bastará demandar a aquel que
aparezca como dueño de ellos, e igualmente éste legítimamente podrá incoar
las acciones contra los terceros relativos a los bienes comunes, a menos que la
propiedad sobre ellos esté documentada a favor de ambos.
Ahora bien, declarado judicialmente el concubinato, cualquiera de los
concubinos, en defensa de sus intereses, puede incoar la acción prevenida en
el artículo 171 del Código Civil en beneficio de los bienes comunes y obtener
la preservación de los mismos mediante las providencias que decrete el juez.
Resulta importante para esta interpretación, dilucidar si es posible que
entre los concubinos o personas unidas, existe un régimen patrimonial distinto
al de la comunidad de bienes, tal como el previsto en el Código Civil en
materia de capitulaciones matrimoniales.
A juicio de esta Sala, ello es imposible, porque la esencia del
concubinato o de la unión estable no viene dada –como en el matrimonio- por
un documento que crea el vínculo, como lo es el acta de matrimonio, sino por
la unión permanente (estable) entre el hombre y la mujer, lo que requiere un
transcurso de tiempo (que ponderará el juez), el cual es el que califica la
estabilidad de la unión; y siendo ello así, a priori no puede existir una
declaración registrada de las partes constitutivas de la unión, en el sentido de
cómo manejarán los bienes que se obtengan durante ella.
Igualmente, la Sala tiene que examinar la posibilidad para uno de los
miembros de una unión o concubinato, de la existencia del concubinato
putativo, que nace cuando uno de ellos, de buena fe, desconoce la condición
de casado del otro. A juicio de esta Sala, en estos supuestos funcionará con el
concubino de buena fe, las normas sobre el matrimonio putativo, aplicables a
los bienes.
Como resultado de la equiparación reconocida en el artículo 77
constitucional, en cuanto a los efectos y alcances de la unión estable
(concubinato) con el matrimonio, la Sala interpreta que entre los sujetos que la
conforman, que ocupan rangos similares a los de los cónyuges, existen
derechos sucesorales a tenor de lo expresado en el artículo 823 del Código
Civil, siempre que el deceso de uno de ellos ocurra durante la existencia de la
unión. Una vez haya cesado, la situación es igual a la de los cónyuges
separados de cuerpos o divorciados.
Al reconocerse a cada componente de la unión derechos sucesorales
con relación al otro, el sobreviviente o supérstite, al ocupar el puesto de un
cónyuge, concurre con los otros herederos según el orden de suceder señalado
en el Código Civil (artículo 824 y 825) en materia de sucesión ab intestato,
conforme al artículo 807 del Código Civil, y habrá que respetársele su
legítima (artículo 883 del Código Civil) si existiere testamento. Igualmente,
las causales de indignidad que haya entre los concubinos, se aplicarán
conforme al artículo 810 del Código Civil.
Ahora bien, equiparando a los concubinos o a los unidos a los cónyuges
en lo compatible entre estas figuras y el matrimonio, considera la Sala que
mientras exista la unión, cada uno podrá exigir alimentos al otro partícipe, a
menos que carezca de recursos o bienes propios para suministrarlos, caso en
que podrá exigirlos a las personas señaladas en el artículo 285 del Código
Civil.
Igualmente, en caso de declaración de ausencia de uno de los miembros
de la unión, la otra podrá obtener una pensión alimentaria conforme al artículo
427 del Código Civil.
En los casos en que se incoen acciones sucesorales o alimentarias, o
contra terceros, sin que existe previamente una declaración judicial de la
existencia del concubinato o la unión estable, la demanda requerirá que se
declaren éstas previamente, por lo que en la misma deberá alegarse y probarse
tal condición.
Debido a los efectos y alcances señalados, la sentencia que declare la
unión, surtirá los efectos de las sentencias a que se refiere el ordinal 2° del
artículo 507 del Código Civil, el cual se aplicará en toda su extensión, menos
en lo referente a la necesidad de registro de la sentencia, lo cual no está
previsto –y por lo tanto carece de procedimiento- en la Ley.
Esta ausencia de registro y, por tanto, de publicidad, que puede
mantener al concubinato oculto respecto a los terceros, plantea la pregunta de
si es nula la venta entre los concubinos, tal como lo establece el artículo 1481
con respecto a los cónyuges.
A juicio de esta Sala, dados los efectos que se reconocen a la “unión
estable”, sería una fuente de fraude para los acreedores de cualquiera de los
concubinos, aceptar que uno vendiera al otro los bienes comunes
documentados a su nombre o poseídos por él y, en consecuencia, quien
demuestre que la venta ha ocurrido entre ellos, puede invocar la existencia de
la unión y tratarlos como bienes comunes o, según los casos, pedir la nulidad
del negocio.
Debe la Sala acotar que el único concubinato que produce efectos
equiparables al matrimonio, es el que se delinea en este fallo; y se hace tal
acotamiento porque algunas leyes denominan concubina a la mujer que vive
con un hombre a pesar que éste tiene impedimento para contraer matrimonio
con ella, cuando en realidad tal concubinato es contrario al artículo 767 del
Código Civil y a lo que conceptualiza este fallo.
El mal uso de la palabra concubina, en el sentido inmediatamente
indicado, aparece en los artículos 397 y 399 del Código Penal, y así se
declara.
También acota la Sala que diversas leyes vigentes, tales como el
Código Orgánico Tributario (artículo 146-4), la Ley de Empresas de Seguros
y Reaseguros (artículos 13-5 y 21), la Ley de Cajas de Ahorro y Fondos de
Ahorro (artículos 78-5 y 136), señalan impedimentos para acceder a cargos
para quienes mantengan uniones estables de hecho. Igualmente, a éstos se
refieren los artículos 56 de la Ley del Cuerpo de Investigaciones Científicas,
Penales y Criminalísticas, y 71 de la Ley del Contrato de Seguros.
Ahora bien, como la ley no ha determinado aún quiénes se consideran
que viven en unión estable de hecho, tal mención, en todos los casos, a juicio
de esta Sala, debe entenderse en la actualidad que se aplica por igual a los
concubinos, ya que con relación específica a ellos, existen prohibiciones en el
artículo 20 de la Ley de Minas.
Por último, y como resultado de lo interpretado, es que cuando en una
relación jurídica concreta, una de las partes actúa en su condición de
concubino, para los efectos de esa relación la existencia del concubinato
queda reconocida por las partes y, en consecuencia, entre las partes de la
relación o el negocio, se reputará que una de ellas se vincula con el
concubinato.
Queda en los términos expuestos, resuelta la interpretación solicitada, y
dado el carácter vinculante de la misma, conforme a lo establecido en el
artículo 335 de la Constitución, se ordena la publicación del presente fallo
en la Gaceta Oficial de la República, sin perjuicio que desde que entró en
vigencia la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los
derechos de los concubinos han quedado reconocidos constitucionalmente.
Así se decide.
Igualmente, la interpretación que se hace en este fallo es sin perjuicio
de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas, en cuanto a su
organización social, usos y costumbres, reconocidos en el artículo 119
constitucional.
DECISIÓN
Por las razones que anteceden esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, declara RESUELTA la solicitud de interpretación del
artículo 77 de la Constitución en los términos expresados en la parte motiva
del presente fallo.
Dado el carácter vinculante de la misma, se ordena la publicación del
presente fallo en la Gaceta Oficial de la República, y es a partir de dicha
publicación que este fallo comenzará a surtir efectos.
Publíquese y regístrese. Cúmplase lo ordenado. Archívese el
expediente.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Audiencias de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 15 días del
mes de julio de dos mil cinco (2005). Años: 195 ° de la Independencia y 146°
de la Federación.
La Presidenta de la Sala,

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