El Príncipe de Ojo Guareña

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Sautuola / XV

Instituto de Prehistoria y Arqueología "Sautuola"


Santander (2009), 261 - 274

La cueva de Ojo Guareña (Burgos):


El "príncipe" que se perdió y murió en ella^

The cave of "Ojo Guareña": the "prince" that got lost and died in it

Ignacio RUIZ VELEZ^

RESUMEN

En un momento del siglo VI a.C., un individuo entró en la cueva, se perdió y murió a consecuencia de ello. Aparecieron sus huesos, una
fíbula y un cinturón que nos relaciona con el mundo tartéssico. Esto quiere decir que pertenecía a una persona distinguida socialmente y jo­
ven. El carácter mágico-simbólico de la cueva puede estar relacionado con el hecho.

ABSTRACT

At some time during the 6th Century B.C., an individual went into the cave, got lost and as a result he died. Together with his skeleton
were found his belt and his fibula, which take us to the Tartessian period. It also means that he was a young man of distinction. The cave has
a magic and symbolic character that may well be related to what once happened there.

PALABRAS CLAVE: Edad del Hierro. Mágico-religioso. Siglo VI. Tartésico.

KEY WORDS: Iron Age. Magical and religious. Tartessian. 6* Century.

I. INTRODUCCION II. EL COMPLEJO ARQUEOLOGICO DE OJO


GUAREÑA
Aunque el título puede resultar pretencioso y más
propio de la literatura periodística, queremos justifi­ Muy importantes son el complejo kárstico de Ojo
carlo por tres razones. En primer lugar, debido a que Guareña (Figura 1) y sus alrededores (Figura 2) desde
estos restos son el resultado de una circunstancia for­ el punto de vista arqueológico por la cantidad y varie­
tuita, aparentemente evenemencial, porque no for­ dad de restos arqueológicos aparecidos y referidos a
man parte de un contexto arqueológico específico. En distintas etapas de la Prehistoria y la Historia. No va­
segundo lugar, porque los restos arqueológicos de­ mos a hablar de ello porque no es objeto de este tra­
muestran que, algunos de ellos como la fíbula y el cin­ bajo pero hay que destacar que es el producto de una
turón, son productos de importación, objetos de pres­ sistemática y concienzuda labor llevada a cabo duran­
tigio de una persona de rango, que fueron consegui­ te muchos años por el Grupo Espeleológico Edelweis
dos como resultado de unas relaciones de intercam­ de la Diputación Provincial de Burgos. La importancia
bio, comercial o de matrimonios exogámicos, con de algunos hallazgos ha hecho que aparezcan citados
áreas presuntamente muy alejadas. Finalmente, yen­ en la literatura científica arqueológica española y uni­
do más allá de lo que es estrictamente arqueológico, versal desvelando su significado.
la entrada de este individuo a la cueva no tiene por
qué ser un hecho supuestamente fortuito sino el re­ Las pinturas y grabados paleolíticos y postpaleolíti­
sultado de una intención o proyecto pues la cueva, de­ cos, santuarios y áreas sepulcrales, el mundo dolmé-
bido a su pasado arqueológico, debió de ser un refe­ nico, Cogotas I, hábitats rupestres y protohistóricos, la
rente mágico-religioso como santuario, igual que mu­ metalurgia campaniforme, metalurgia del Bronce Fi­
chos otros de la Edad del Hierro (hay una sospechosa nal, restos celtibéricos y tardoantiguos; en fin, todas
sincronía), erigidos ante los condicionantes específicos las etapas están representadas en mayor o menor me­
del momento. dida. Incluso allí converge el hecho, anecdótico o no,
de que un individuo de la Primera Edad del Hierro en­
tra circunstancialmente, o siguiendo un plan prefigu­
rado, se pierde en la cueva y paga su osadía con su vi­
da.
1. Mi gratitud a D. Miguel Ángel Martín Merino, presidente del G. E. Edelweis,
y por extensión a todo el Grupo, por la información facilitada, porque me Para acercarnos a esta diversidad arqueológica nos
ha permitido disponer del informe antropológico de J. M^. Basabe (inédi­
limitamos a referenciar el interesante artículo de Orte­
to) y por las fotos que acompañan este artículo.
ga y Martín (ORTEGA y MARTÍN, 1986: 331-389) el
2. Arqueólogo. Institución Fernán González de la Excma. Diputación de Bur­
cual ofrece una interesante visión de conjunto. Resul­
gos.
Correo electrónico; igruvel(@yahoo.es taría prolija la lista de libros y artículos que aluden a es-

ISSN: 1133-2166
262 LA CUEVA DE OJO GUAREÑA (BURGOS): EL "PRINCIPE" QUE SE PERDIO Y MURIÓ EN LA GRUTA

tos hallazgos en sus diferentes etapas pero, como de­


cíamos antes, no es éste nuestro propósito.

III. CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO

En el nivel superior de la Galería Principal de la cue­


va hay una serie de galerías menores que los espeleó­
logos llaman Vía Seca. Se encuentran entre 200 y 300
metros de la Rampa de Palomera, una de las entradas
al complejo kárstico.
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Figura 1 a y b: Situación de la Cueva de Ojo Guareña (1) en el Norte de la provincia de Burgos.

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Figura 2: Dorsal caliza donde se encuentra el complejo cárstico de Ojo Guareña (según G. E. Edelweis).
Ignacio RUIZ VELEZ 263

gatera en la que, debido a la estrechez de su trazado,


se vio obligado a abandonar el cinturón en un paso
muy estrecho. En un inmediato y consiguiente ensan­
chamiento, en el que se encuentra la citada presa, se
sentó y esperó estoicamente el final de sus días. Se dis­
cute si la abundancia de las huellas de la antorcha pu­
do ser debido a más de un ejemplar, quizás, de mo­
mentos anteriores.

Una vez levantados los restos y llevado a cabo el


registro correspondiente, fueron trasladados y deposi­
tados en el Museo de Burgos estando actualmente ex­
Lámina I: Presa de barro para capitalizar agua (Foto Edelweis).
puestos en una de sus vitrinas (Lámina VI).

Posteriormente a su descubrimiento aparece citado


en algunos estudios como el de Osaba (1960: 251),
Peralta (PERALTA et a//7, 1996: 45; PERALTA, 2000: 51)
y nosotros (RUIZ VÉLEZ et alii, 1987: 93-96).

IV. LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS

IV.1. Restos antropológicos

Según el informe de J. M^. Basabe, los restos óse­


os corresponden a un individuo juvenil o subadulto
masculino, en torno a los 20 años. Se conserva todo el
esqueleto salvo algunas falanges de los pies porque la
erosión los ha arrastrado. El arco cigomático izquierdo
Lámina II: Impronta del tejido en el barro (Foto Edelweis). está fracturado probablemente de algún impacto con
la roca. Corresponde a un individuo corpulento pero
de complexión grácil, como dice el informe.
Este descubrimiento (ORTEGA y MARTÍN, 1986:
357-360), entre otros importantes, se realizó en el El cráneo se distingue por su dolicocefalia y por la
transcurso de la Semana Santa de 1976 como conse­ longitud de su base.
cuencia de las labores programadas de catalogación y
cartografiado por el grupo espeleológico. En una de La dentadura es calificada de espléndida por el in­
esas galerías, a 500 metros de la entrada, los espeleó­ forme conservando todos sus elementos con escaso
logos del Edelweis se toparon, sorpresivamente, con desgaste en los dientes. Hay ausencia de caries pero
el esqueleto de un individuo (Lámina 111), descontex- en cambio aparece abundante sarro.
tualizado arqueológicamente, junto al que aparecie­
ron una fíbula y un cinturón. En la capa de arcilla que El esqueleto postcraneal no ofrece grandes pecu­
cubre el suelo y las paredes se descubrieron improntas liaridades correspondiendo a un individuo de elevada
de la ropa que llevaba, huellas de pies, manos y rodi­ estatura (algo más de V71 m), muy grácil y algo alo-
llas. Muy próxima a estos restos apareció una peque­ fiso.
ña presa (Lámina I) construida con barro y fragmen­
tos de estalactitas cuya finalidad era capitalizar agua Con todos estos datos es difícil determinar si es un
para ser bebida por el osado intruso. Sobre el barro de tipo nórdico, centroeruropeo o mediterráneo.
la presa permanecen las huellas de las manos como
expresión del drama contenido por la situación crítica IV.2. Fíbula de puente acodado, resorte bilateral
del momento. Dicha presa tiene un diámetro de 75 cm y larga mortaja
y una profundidad de 3 cm.
Se conserva la pieza entera (Figura 3) (Lámina V)).
Los autores del descubrimiento indican que, tras Está formada por una única lámina de bronce que
quedarse a oscuras el intruso, sin fuente de ilumina­ configura toda la pieza constituyendo las distintas par­
ción porque se le pudo consumir una antorcha de la tes de la fíbula: la cabecera con el resorte bilateral, el
que quedan improntas muy abundantes en las paredes puente acodado y el pie con una larga mortaja de me­
y el suelo, deambuló durante algunos metros por una dia caña rematada en ligero enrollamiento. La pieza
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está muy bien conservada y presenta una ejecución


cuidada.

El resorte bilateral, de sección laminar, es la conti­


nuación de la lámina del puente. El muelle del lado de­
recho tiene cuatro espiras y del extremo pasa a la ca­
becera constituyendo el muelle del lado izquierdo con
cinco espiras que acaban en la aguja por el extremo
izquierda constituyendo un elemento específico de al­
gunas fíbulas.

Según estos rasgos morfológicos vamos a intentar


acercarnos a su tipología. Por una parte, presenta con­
comitancias con las fíbulas Tipo 2D de Argente (1994:
80) al que corresponderían rasgos esenciales morfoló­
gicos; es decir, fíbulas de codo típicas de la Meseta
Castellana que se caracterizan porque el puente tien­
de a formar un codo como se aprecia en nuestra fíbu­
la, sin bien en los modelos castellanos el puente es un
alambre de sección circular frente a éste que es lami­
nar. El pie es largo, como es nuestro caso, y suele re­
matar en un enrollamiento tras una desproporcionada
mortaja. Durante la segunda mitad del siglo VI hay una
profusión de modelos porque desarrollan algunos de
sus elementos dando paso a tipos nuevos. Las varia­
ciones en el puente, el desarrollo de la mortaja, la pre­
sencia del enrollamiento del final del pie, la presencia
Lámina III: Esqueleto de Vía Seca (Foto Edelweis). de resorte unilateral o bilateral hace que diversos mo­
delos presenten algunas de estas características. Así,
las fíbulas de codo, las de bucle, las que dentro de un
grupo diferente (de apéndice de botón) llamaban de
tipo Alcores, las de tipo Acebuchal o de Golfo de Le­
ón presentan elementos comunes a partir de esta cir­
cunstancia. De ahí el carácter mixto de algunas de ellas
como la nuestra. En cualquier caso hay que tener en
cuenta algunos rasgos como el carácter laminar de la
pieza, ya que es una misma pieza, que es un elemen­
to que caracterizaba a las de tipo Alcores.

La larga mortaja, con o sin enrollamiento final, es


típica de las fíbulas de bucle como las alavesas de Kut-
zermendi (FARIÑA, 1967: 197, lám. III-1) y Castro de
Lámina IV: Hallazgo de los restos del cinturón (Foto Edelweis). Oro {ibidem, lám. IV-6) o navarras de Cortes de Nava­
rra (ibidem, lám. VI,1 -4) y las de la Meseta oriental en
yacimientos como Valdenovillos, Carabias (CABRÉ y
MORAN, 1977, fig. 11 n° 4, fig. 16 n° 2; ARGENTE,
4^- é'¡ 1994: fig. 77,691), Alcolea de las Peñas (ARGENTE,
1994: 619), Aguilar de Anguita (ARGENTE, 1994: fig.
rt^ 60-536) o La Mercadera (ARGENTE, 1994: fig. 43, 374
y 375), por citar algunos ejemplos. Pero también apa­
rece en las de doble resorte como en La Olmeda (GAR­
CIA HUERTA, 1980: fig. 4-1), Alpanseque (ARGENTE,
1994: fig. 18-50), La Mercadera {ibidem, fig. 42, 367
y 369), y en otras de apéndice de botón. Es en estas fí­
bulas de bucle donde se encuentra la característica de
.3 36 31 12 que la aguja parte del extremo izquierda del muelle
para descansar en la mortaja. En consecuencia, vemos
Lámina V: Broche y fíbula (Foto Edelweis). que nuestra pieza presenta elementos comunes de dis-
Ignacio RUIZ VÉLEZ 265

tintos tipos. Habría que hacer una precisión y es que la que {ibidem, 184, fig. 18, n° 46) es algo más peque­
sección del muelle es laminar, igual que el puente (al­ ña que la nuestra pues tiene 61 mm de largo y el re­
go más larga la sección), circunstancia que determi­ sorte es más sencillo; también es muy parecida la de
naría, a priori, una mayor antigüedad respecto a las Alcolea de las Peñas {ibidem, 370, fig. 66, n° 609) pe­
que tienen la sección del muelle circular o triangular; ro más pequeña con un sistema de resorte muy dife­
eso si no es una simple diferencia formal. rente porque es doble: el que nace desde el puente y
el de la aguja que para asegurarse ésta pasa por el re­
sorte a modo de eje.

La cronología de este tipo de fíbulas, según Cabré


y Morán (CABRÉ y MORÁN, 1977: 1 13-1 14), debido a
los materiales con los que aparecen asociados en las
necrópolis de la Meseta Oriental, va desde mediados
del siglo VI hasta mediados del siglo V; aunque Ar­
gente (ARGENTE, 1994: 50) matiza que hay que atra­
sarla hasta comienzos de dicho siglo VI. La cronología
que aportan los ejemplares de Roa (de un horizonte
Soto II, probablemente) y la que puede colegirse de la
correspondencia de los ejemplares sorianos y guada­
lajareños en cuanto que corresponden al Celtiberismo
Antiguo, es muy parecida pero el marco referenciado
es grande porque abarca todo el siglo VI y la primera
mitad del V.

IV.3. Broche de tipo tartésico y el cinturón

En el cinturón tenemos conservados los dos ele­


mentos constitutivos: el cinturón propiamente dicho y
el broche que, a nuestro entender, nos están indican­
do influjos muy distintos pues si el broche es una pie­
za que vino del sur peninsular, la concepción y morfo­
logía del cinturón es genuinamente hallstáttico.
Figura 3: Fíbula de bronce del hombre de Vía seca (según S. Do­
mingo). El cinturón se encontró fragmentado en varios tro­
zos de diversa longitud; los más grandes de 35 y 30
cm. Algunos fragmentos conservan la curvatura espe­
En consecuencia, es el puente el que nos permite cífica. Estaba formado por dos elementos. Por una par­
clasificar a esta pieza como una fíbula de codo típica te, un elemento estructural formado por una chapa o
de la Meseta, siguiendo la clasificación de Argente. En lámina de bronce superpuesto a otra de cuero (Figura
consecuencia, los paralelos más próximos se encuen­ 4, 1). Por otra, una vaina interior y por los bordes, tam­
tran en la Meseta Oriental donde, como decíamos an­ bién de cuero. En cuanto al primero, la base del cin­
tes, es la zona geográfica donde mayor cantidad y va­ turón, es la lámina de bronce que tiene una anchura
riedad alcanzaron las fíbulas antiguas desde mediados de 4 cm y su grosor es de 1 '5 mm. La lámina de cue­
del siglo Vil hasta el V a.C. La más próxima, geográfi­ ro que iba por la parte interior tiene, lógicamente, la
camente hablando, es la de Roa (SACRISTÁN, 1986: misma anchura y un espesor de 2 mm. Para sujetar
67-68, lám. X, 10) la cual presenta unos rasgos mor­ ambas piezas iba, por los extremos, superior e inferior,
fológicos idénticos, sólo que está peor conservada una serie de pequeñas grapas de bronce que sujetaban
pues no conserva el remate del pie (si tuvo o no enro­ ambas piezas. Estas grapas parece que se disponían
llamiento) y que la sección del puente es circular. Apa­ por todo el espacio de los bordes. Se han conservado
reció en un contexto arqueológico del horizonte Soto. muchas de ellas. La lámina de bronce, por la cara an­
En la Meseta Oriental corresponden a un horizonte terior, presenta tras bandas longitudinales y simétricas,
cultural distinto, geográficamente el de los castras so- formadas por tres líneas incisas paralelas. El segundo
ríanos o culturalmente del Celtiberísmo Antiguo. Las elemento del cinturón (Figura 4, 2) está formado por
piezas más parecidas serían la de Almaluez (ARGEN­ dos piezas complementarias de cuero que cubren el
TE, 1993: 168, fig. 12, n° 1) que es más pequeña en cinturón por la cara interior y los bordes. Está forma­
la que el muelle se ha montado sobre dos hilos de do por dos tiras paralelas y simétricas que aparecen
bronce (como una de la necrópolis de Pinilla Trasmon­ cosidas longitudinalmente por el centro. Aún se con­
te) y la sección del puente es cuadrada; la de Alpanse­ serva parte del hilo que las hilvanaban.
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Figura 4: Cinturón y su broche del hombre de Vía Seca (según S. Domingo).

Buscando paralelismos para este cinturón vamos a do llegar a estas tierras. Lo peculiar, a diferencias de
abordar dos horizontes diferentes. Por una parte, in­ las europeas, es que el sistema de ensamblaje es a tra­
tentaremos buscar paralelos con algunas placas de cin­ vés de muy finas grapas que iban dispuestas por am­
turón del otro lado de los Pirineos, concretamente del bos bordes engarzando ambas piezas. La existencia de
Hallstatt C que aparecen en tumbas ricas. Pero parece un agujero central en uno de los extremos hace pen­
más razonable buscar paralelos dentro de la Penínsu­ sar que servía de enganches a la siguiente placa.
la, sobre todo cuando el broche de cinturón parece in­
dicar ese camino. La concepción del cinturón, dos pie­ Pero debemos buscar, mejor, los paralelos en el Sur
zas ensambladas, una de bronce y otra de cuero, más de la Península. Ya en las postrimerías del siglo XIX,
el tipo de decoración nos traen a la memoria modelos Bonsor (BONSOR, 1899: fig. 6-13), en sus excavacio­
hallstátticos que tuvieron una gran difusión por toda nes e investigaciones por Andalucía, hablaba de bro­
Europa. Recuerda, dentro de la variada tipología que ches de cinturón romboidales con la pieza pasiva ser­
existe en todo el mundo hallstáttico, el tipo Hunder- pentiforme y un cinturón muy parecido al nuestro. Ese
singen (KILIAM-DIRLMEIER, 1972, 35-38, taf. 17 y 18, mismo tipo de cinturón es el que se encontró en el tú­
n° 220-224), por el yacimiento epónimo. En este yaci­ mulo G de El Acebuchal (Carmona, Sevilla) (BONSOR,
miento, y en otros donde ha aparecido, forman parte 1899: 24-25, fig. 4-5; SCHÜLE, 1969: taf. 86, n° 2;
del ajuar funerario perteneciendo al uniforme de hom­ TORRES, 1999: 74) formado por una simple placa de
bres importantes, tumbas que allí llaman "Fürstengrá- bronce con la decoración de líneas incisas longitudi­
bern” o tumbas principescas. nales y en los bordes unas impresiones que recuerdan
el sistema de grapas de nuestro cinturón al ser conce­
Las placas de bronce europeas son muy finas y lisas bido con dos placas sucesivas.
salvo la cara anterior en la que se disponen líneas o
pequeñas bandas de líneas incisas en sentido longitu­ El broche de cinturón de bronce esta formado por
dinal. En este sentido hay un marcado paralelismo y la placa activa y la parte pasiva. La parte activa (Lámi­
es posible pensar en algún tipo de influencia que pu­ na V) (Figura 5, 1) es de forma trapezoidal y mide 6'5
Ignacio RUIZ VÉLEZ 267

cm de largo (5'8 cm sin la prolongación del garfio). En pezoidales con escotaduras abiertas o cerradas; el ter­
la parte proximal la anchura es de 4'6 cm y 3'3 cm en cero, Grupo C es el de placas de tipo ibérico; y el cuar­
la distal. Presenta una ligera curvatura longitudinal co­ to, Grupo D es el de broches calados o de La Teñe.
mo es lógico. La parte pasiva (Figura 5, 2 y 3) está for­
mada por dos elementos serpentiformes simétricos pa­ El primer grupo, en el que integraríamos nuestro
ra definir dos grados de enganche. El primero, y por lo ejemplar, está constituido por los broches que están
tanto más externo, es de sección cuadrada mientras formados por una placa de bronce de forma subtra­
que el segundo, curiosamente, es de sección romboi­ pezoidal, cuadrada o rectangular de perfil regular; por
dal estableciendo una diferenciación original. Este tipo lo tanto, carece de escotaduras o aletas. Dispone de
de piezas pasivas suelen estar asociados a los broches un solo garfio que va en el lado más corto. Cuando
célticos de tipo Acebuchal. Cerdeño estudió los broches de tipo céltico los inte­
graba en su Grupo BU (CERDEÑO, 1978: 282, 284, fig.
El broche de cinturón (la placa activa), en cambio, 6 1-5) o broches sin escotaduras. En un trabajo pos­
aparece como pieza genuinamente peninsular, inde­ terior, la misma autora señala que este tipo de broches
pendientemente de que la forma original pueda ser fe­ son de origen tartésico o que recuerda nnucho este ti­
nicia. El broche de cinturón, como las fíbulas, las ar­ po de broches los cuales están fechados en pleno siglo
mas, la cerámica, etc. han servido como fósil-guía a la Vil; corresponde a su primer grupo de broches tartési-
hora de encuadrar cultural y cronológicamente un cos (CERDEÑO, 1981: 49 y 53-56, fig. 2, n°^ 1 a 3). Se
conjunto material. La dicotomía cultural, Norte o Sur, distinguen dos subgrupos dentro, uno porque la for­
en la Península Ibérica durante la Protohistoria, ha he­ ma de la placa es subtrapezoidal o alargada, lisa o con
cho derivar hacia un lado u otro el marco de relacio­ decoración (Grupo Al); el otro porque la placa tiende
nes e influencias que discurren en uno u otro sentido. a ser cuadrada o rectangular (Grupo A2). Nuestra pie­
Por eso los broches, como los otros tipos de piezas, za, además, presenta una peculiaridad y es que los
han sido objeto de intensos estudios tipológicos que bordes son ligeramente convexos. También este se­
comenzaron por Bosch Gimpera (BOSCH GIMPERA, gundo subgrupo puede ser liso o sin decoración. Den­
1921: 29 ss., fig. 6) y continuaron hasta fechas re­ tro de los que están decorados, incisos, grabados o a
cientes (CABRÉ, 1937: 93-126; CUADRADO, 1961: molde, diferenciamos los que están grabados e inclu­
208-220; SCHÜLE, 1969: 132 ss.; CERDEÑO, 1977; so perforados como es nuestro caso.
1978a; 1988: 110-114; MOHEN, 1980: 78-79; LO-
RRIO, 1995: 316 ss., 1997: 214-223, figs. 89 y 90). Los primeros que estudiaron los broches tartésicos
fueron Cuadrado y Ascengao (1970: 495) los cuales
Según ios últimos estudios, la producción de bro­ distinguieron un Tipo 1 caracterizado por la placa rec­
ches de cinturón de la Edad del Hierro se divide en cua­ tangular con dos ganchos recortados en el eje. La de­
tro series o grupos de los cuales sólo nos va a intere­ coración es a base de líneas y reticulados. La pieza más
sar el primero. Ese primer grupo. Grupo A que es el de importante era la placa encontrada en la necrópolis de
placas subtrapezoidales, cuadradas o rectangulares; el Las Cumbres. Cerdeño (1981: 31-56) mantiene sus­
segundo. Grupo B es el de placas triangulares o tra­ tancialmente la tipología de Cuadrado y Ascengao in-

'A.

y)
Figura 5: Broche de cinturón del hombre de Vía Seca (según S. Domingo).
268 LA CUEVA DE OJO GUAREÑA (BURGOS): EL "PRINCIPE" QUE SE PERDIO Y MURIÓ EN LA GRUTA

corporando el Tipo 6 y manteniendo que los tipos más es el sistema de enganche al cinto y es a través de per­
antiguos, los dos primeros, son del siglo Vil a.C. Más foraciones en la placa activa mediante tres pernos que
tarde Chaves y Bandera (1993: 145-146) desglosan ese serían de bronce. Será con las placas ibéricas, más
Tipo I en dos variedades, la a y la b. La segunda, la que grandes, cuando se incorpore una cuarta perforación;
nos interesa, se caracteriza porque tiene una nervadu­ placas que llegan a estas tierras bien entrado el siglo III
ra central longitudinal o baquetón resultando el eje de y que en Villanueva de Teba vemos el proceso de sus­
los ganchos. Poco después. Mancebo (1996: 53-68) titución de las indígenas (tipo Bureba) por las genui­
desglosa el Tipo II distinguiendo dos variedades man­ namente ibéricas decoradas con estampaciones en las
teniendo la misma cronología de los más antiguos en que los triángulos resucitan y ocupan un lugar desta­
los siglos Vil y VI. Pero esta cronología cambiará cuan­ cado en la decoración geométrica y simétrica en un
do Torres (1996: 1 53) estudia los túmulos A y B de Se- gusto por decorar toda la superficie.
tefilla retrasando la cronología de estos primeros bro­
ches hasta el siglo VIII a.C., en su segunda mitad, al Por otro lado, otro rasgo de individualidad viene
igual que la necrópolis de Las Cumbres o los yaci­ definido porque la conexión entre el lado corto y el
mientos de Cerro de los Infantes y de Acinipo. Este arranque del garfio forman un ángulo prácticamente
mismo autor abordará estas cuestiones (TORRES, de 90° frente a sus parientes más cercanos que pre­
1999: 205-208; TORRES, 2002: 174) cuando estudie senta una disposición cóncava. La nervadura central
los broches tartésicos. En 2002, Jiménez Ávila (2002: longitudinal también es un rasgo definidor del mode­
313-321) distingue su Grupo I que coincide con los lo con la salvedad de que en el de Valdenovillos la ner­
autores anteriores. En él hay un subgrupo 1 ° en el que vadura es quíntuple. Los paralelos más cercanos son,
los broches tienen un solo garfio (que cuando está in­ éste de Valdenovillos (CERDEÑO, 1976: 1 1, lám. I, n°
corporado a la placa es variante a) distinguiendo tres 1; Ídem, 1978: fig. 6, n° 1; SCHÜLE, 1969: taf.. 23, n°
formas de elaboración a partir del sistema de baque­ 11), el liso de Almaluez (CERDEÑO, 1978: fig. 6, n° 2)
tón longitudinal. Las piezas pasivas de este subgrupo y el del túmulo G de El Acebuchal el cual está fechado
tienen forma de U (tumba 34 del túmulo I de Las Cum­ a comienzos del siglo VI a.C.
bres o algunos ejemplares de Setefilla) pero que es sus­
tituida más tarde por una placa rectangular, similar a Los de Valdenovillos y Almaluez están decorados
la activa, caso de la tumba 28 del túmulo B de Setefi­ con una serie de triángulos estampados intentando
lla. Este tipo de piezas del grupo uno, según dicho au­ con cierto éxito una disposición de hiladas longitudi­
tor (JIMÉNEZ ÁVILA, 2002: 315) dejaron de utilizarse nales. En el caso de Valdenovillos esos triángulos gra­
hacia el 700 a.C. Para buscar el origen de estos bro­ bados son "fuertemente incisos, casi perforados" (CER­
ches, Jiménez Ávila recuerda los paralelos de los bro­ DEÑO, 1976: 1 1). En nuestro caso, esos triángulos es­
ches del Hereo de Argos (JIMÉNEZ ÁVILA, 2002: 315, tán calados y forman dos hiladas longitudinales, una a
fig. 234), situados cronológicamente a comienzos del cada lado de la nervadura central, en las cuales los
siglo VIII a.C. triángulos están simétricamente dispuestos y puestos
por el vértice. Es decir, la decoración ha sido más cui­
Si nuestra pieza presenta unos paralelismos con el dada que en los casos anteriores. Esta aparición de las
tipo 1 b de los típicamente tartésicos fechado en el si­ formas triangulares, la disposición de opuestos por le
glo VIII a.C. (placa rectangular, baquetón central, de­ vértice, la preocupación por la simetría nos está indi­
coración con diseño similar) hay que tener en cuenta cando una vinculación con lo más genuinamente halls­
que tiene unos rasgos más modernos definidos por la táttico y que permanecerá más tarde en la potente in­
propia evolución formal en cuanto a la propia forma dustria broncista de estas tierras (necrópolis de Mira-
de la placa con ligeras modificaciones, con un garfio, veche, necrópolis de Soto de Bureba y necrópolis de
en el otro extremo hay dos perforaciones para el en­ Villanueva de Teba).
ganche (tomado del broche tipo Acebuchal), la placa
pasiva toma el modelo del broche tipo Acebuchal (el Respecto a la pieza pasiva, nuestro caso corres­
romboidal de Cuadrado). Todo esto nos hace pensar ponde al modelo serpentiforme que es común a mo­
en una cronología no anterior al siglo Vil porque los delos antiguos. Quizás los prototipos (grupo A 1) te­
contextos arqueológicos del Norte de la provincia de nían una pieza pasiva formada por una simple argolla
Burgos durante la Primera Edad del Hierro no permiten por ser piezas de escasa anchura o en forma de U, co­
retrasar hasta esa cronología. En consecuencia, hay mo hemos indicado más arriba; sin embargo con el
que pensar en el siglo VI en unos contextos inmedia­ modelo siguiente del mismo grupo, como el nuestro,
tamente anteriores o coetáneos con los de las necró­ ha incorporado este elemento serpentiforme que apa­
polis tumulares de La Polera en Ubierna y de Fuente- rece asociado fundamentalmente con los broches
sanz en Monasterio de Rodilla. romboidales (modelos B1 y B2 de Lorrio (LORRIO,
1997: 216, fig. 89 y 90; CUADRADO, 1961: fig. 1, n°
Común a todos los tipos de broches, salvo excep­ 1 y 2; PARZINGER y SANZ, 1986: 169-194). Algunos
ciones o cuando adquieren proporciones más grandes. modelos de escotaduras abiertas o cerradas también
Ignacio RUIZ VÉLEZ 269

Utilizaron este sistema de ensamblaje que será pro­ que presenta agregados de arsénico en la superficie.
gresivamente sustituido por piezas cuadradas o rec­ Los bronces con una proporción de estaño entre el 20
tangulares con distintas perforaciones para los dife­ % y el 30 % tienen ya por ello esa tonalidad grisácea.
rentes garfios que disponían según los tipos. También puede deberse a que en la superficie se for­
ma un depósito de estaño por exudado cuando la pie­
No hablaremos del origen de estos broches y de to­ za está solidificándose en el molde; lógicamente ocu­
dos en general porque es teoría admitida que hay que rre con aleaciones abundantes en estaño, en torno al
buscarlo en Grecia llegando a estas tierras a través de 25'5 %. Dentro de este tipo de aleación, puede darse
sus colonizadores. Ya anteriormente Parzinger y Sanz que un bronce que ha estado mucho tiempo enterra­
(1986: 1 69-194) plantearon esta hipótesis que más re­ do se ve afectado por un proceso corrosivo selectivo
cientemente ha recordado Jiménez Ávila (2002: 315; que hace que la superficie adquiera esa tonalidad gri­
2003: 31-46) estudiando algunos marfiles del santua­ sácea. Pero este no es nuestro caso ya que el broche ha
rio de Delfos con representaciones del dios Apolo en estado, desde sus orígenes, expuesto al aire. Final­
cuyos pies aparecen figuradas estas placas romboida­ mente, puede aplicarse a la pieza un estañado super­
les. ficial del que habla por primera vez Plinio el Viejo (A/a-
turalis Historíae, XXXIY 48, 1) señalando que se em­
V. APROXIMACIÓN A LA METALURGIA DEL pleó por primera vez en las Gallas, es decir, en época
BROCHE prerromana. Es poco probable que las gentes que hi­
cieron el broche de Ojo Guareña conociesen la técni­
A simple vista se nota el diferente color que tienen ca del enchapado de estaño por lo que debemos pen­
la fíbula y el broche de cinturón (Lámina V). Si aquella sar en una aleación con abundante estaño.
tiene el color verde oscuro típico de una aleación bron­
cínea dentro de los parámetros habituales de cobre y VI. MARCO CULTURAL Y CRONOLÓGICO
estaño, el broche se caracteriza por tener unas tonali­
dades grises plateadas. Lamentablemente, por causas El estudio tipológico nos ha permitido vincular es­
ajenas a nuestra voluntad, no hemos podido hacer tas piezas metálicas con otras presentes en el mundo
unos análisis de dicho broche por lo que conjeturamos del Sur de la Península cuando el mundo tartésico-tur-
a partir de la información científica conocida (ROVIRA, detano estaba en plena eclosión. A través de diversas
GÓMEZ y MONTERO, 1996, 31-37). La tonalidad gris vías de comunicación y por ciertos mecanismos de re­
plateada de algunos bronces puede deberse a que la lación esos influjos llegaron a nuestras tierras en unos
pieza es el producto de una aleación cuproarsenicada momentos posteriores. Las piezas referenciadas, pro-

el hombre jfcyi

Lámina VI: Vitrina del Museo de Burgos con los restos del Hombre de Ojo Guareña.
270 LA CUEVA DE OJO GUAREÑA (BURGOS); EL "PRÍNCIPE" QUE SE PERDIO Y MURIÓ EN LA GRUTA

bablemente, son productos de inrportación porque, RA, GÓMEZ y MONTERO, 1996: 36). A una tradición
de momento, no hay criterios para determinar que se­ broncista se unen elementos nuevos que vienen desde
an objetos hechos in situ. Como ocurre en otras áreas, el sur de la Península como es la nueva morfología de
son objetos de prestigio de un personaje de la elite lo­ un broche.
cal que por relaciones comerciales o por relaciones
"políticas" han llegado a manos del "desgraciado" que Por otro lado, están aquellas piezas cuyo origen es­
dejó su memoria en esta cueva. La cuestión es descu­ tá en modelos que se encuentran en el Sur de la Pe­
brir el camino por el cual llegaron a estas tierras las nínsula y llegan a la Meseta a través de la Vía de la Pla­
piezas o su raíz tipológica. ta. Estas producciones suelen responder al capítulo de
objetos de adorno. Derivan a producciones locales si­
Pero veamos en primer lugar el marco metalúrgico guiendo los rasgos de los modelos originales alcan­
y su relación cultural en estos momentos de transición zando algunos una gran evolución y difusión. Es el ca­
del Bronce Final y del Primer Hierro porque hay una re­ so de las fíbulas de doble resorte que tuvieron una
lación de todo este contexto general. evolución importante en la Meseta, sobre todo por la
forma del puente y la decoración. También se incluyen
VI.1. La metalurgia de la Primera Edad del Hierro los brazaletes en omega que encontramos en pobla­
dos de Zamora.
De los momentos finales de la Edad del Bronce y co­
mienzos de la Edad del Hierro conocemos una impor­ Pero hay que tener en cuenta que algunos objetos
tante producción metálica en bronce cuyas produccio­ son productos de importación resultado de unas rela­
nes responden a dos tipos netamente diferenciados. ciones de intercambio personal producto del entra­
mado social y las vinculaciones con áreas alejadas con
Por un lado, aquellas piezas que se relacionan con las que se realizan esas relaciones comerciales. Los ob­
la metalurgia atlántica, más específicamente con la del jetos, resultado de esa relación personal y comercial,
Bronce Final lllb, la de tipo Baioes-Vénat, cuyos obje­ acaban en manos de personas distinguidas de estas
tos se centran a finales del siglo VIH y comienzos del si­ tierras, la elite dominante, constituyéndose en objetos
glo Vil (DELIBES y ROMERO, 1992: 243-245, fig. 5). de prestigio. Puede ser el caso de las piezas encontra­
Las principales muestras de este grupo serían el cincel das en Vía Seca de Ojo Guareña. Pero hay muchas
de cubo de Otero de Sariegos (Zamora), la espada de muestras al Sur de la Meseta pero el caso más próxi­
lengua de carpa de Villafranca del Bierzo (León), el pu­ mo es la urna "á chardon" de una tumba de la necró­
ñal de lengua de carpa y la tranchet de Paredes de Na­ polis de Fuentesanz (Monasterio de Rodilla, Burgos)
va (Palencia), las dos hoces planas de Torre de Babia (RUIZ VÉLEZ, 2008: 31-60) ejemplo muy norteño de
(León), las hachas de apéndices laterales de Villaverde estas relaciones. El ejemplo más claro es el jarro orien-
de Arcayos y Fárdelos (Zamora), los botones o faleras talizante de Coca (Segovia) (BLANCO, 1953: 241-243,
de Sacaojos (León), etc. todos ellos del siglo VIH. De fig. 10; GARCÍA Y BELLIDO, 1960: 48 y 50, fig. 9 y 22-
fechas algo más tardías son las puntas de lanza de ho­ 24). Esta pieza está fechada en la primera mitad del
ja maciza y corto enmangue tubular de Castromocho siglo Vil (ALMAGRO GORBEA, 1 977: 241; GRAU-ZIM-
(Palencia) y Sahagún (León) y las más pequeñas de MERMANN, 1978: 165-169, 211 y 213) pertenecien­
Bembibre (León), Cisneros (Palencia), Olmos de Ojeda te a un contexto poblacional de tipo Soto de Medini-
(Palencia) y Medina de Rioseco (Valladolid). Precisa­ Ha (ROMERO, ROMERO y MARCOS, 1 993: 255-256).
mente al lado de la cueva de Ojo Guareña tenemos
importantes restos de metalurgia atlántica (FERNÁN­ Probablemente, a partir del 700 (ÁLVAREZ-SAN-
DEZ, HERRÁN y ROVIRA, 2005: 137-1 58) como el de­ CHÍS, 2003: 350) el comercio fenicio y tartésico co­
pósito de Pico Cuerno (un depósito ritual, como tan­ mienza a solicitar productos autóctonos (metales, ga­
tos otros) o muy cercanos como el hacha de talón de nado, hombres, etc.) a cambio de otros muy específi­
una anilla de Valdenoceda. A propósito del depósito cos que van a estar relacionados con el culto religioso,
de Pico Cuerno, asignado al periodo Bronce Final lllb, las nuevas tecnologías, el banquete funerario, el ritual
tiene una cronología de finales del siglo VIH. Por estas de libaciones o con la vestimenta (como es nuestro ca­
fechas ya hay una nueva realidad arqueológica que es so). Estos objetos importados son la expresión de unas
el horizonte Soto de Medinilla (es decir. Primera Edad alianzas personales y unas relaciones comerciales con
del Hierro) el cual, desde el punto de vista metalúrgi­ la elite autóctona.
co, se caracteriza porque '‘ganan presencia los bronces
plomados y los modelos tipológicamente evoluciona­ Entre los objetos vinculados a las nuevas formas de
dos" (FERNÁNDEZ, HERRÁN y ROVIRA, 2005: 156). vestir están precisamente las fíbulas de doble resorte y
Aunque nuestro broche es cien años posterior al de­ los primeros broches de cinturón de origen fenicio co­
pósito de Pico Cuerno, es evidente que es un bronce lonial; piezas de una misma cronología con las que
ternario o que ha sido recubierto con un baño de es­ aparece nuestro protagonista precisamente. Insistiendo
taño para darle la apariencia y brillo de la plata (ROVI- sobre esta cuestión de la vestimenta y el tocado perso­
Ignacio RUIZ VELEZ 271

nal aparecen por estas fechas cuchillos, navajas de afei­ tad del Vil-inicios del V a.C.) pertenecen a esos mis­
tar (siguiendo prototipos atlánticos y mediterráneos de mos momentos. El siglo VI, en el valle medio del Ebro,
bronce) que reflejan un nuevo patrón estético, relacio­ es el periodo de consolidación de poblados que co­
nado con el cuidado de la barba, o los peines de mar­ rresponden a los Campos de Urnas de la Edad del Hie­
fil y las pinzas de depilar que aparecen en las tumbas rro los cuales acaban de manera violenta debido a una
como elementos indicadores de edad y de jerarquía. serie de incendios a comienzos del siglo V a.C. (TRA-
MULLASyALFRANCA, 1995: 277). El nivel Pllb de Cor­
Los asadores y calderos de bronce parecen estar tes de Navarra, El Castellar de Mendavia, y otros po­
vinculados con el consumo ritual de carne y con el pa­ blados terminaron esta fase a causa de incendios; in­
pel importante de la ganadería en ese marco comercial cendios que no parecen casuales sino que se producen
y como signo de riqueza. Los alabastrones, los aryba- en un breve margen de tiempo y de forma generaliza­
lloi y los vasos de pasta vitrea están relacionados con da. Además coinciden con cambios generalizados y
el uso de perfumes. Los jarros tartésicos, los thymiate- bruscos en el Mediterráneo occidental. En Europa es el
ria y los braseros de bronce (Coca, Las Fraguas, El Car­ fin del mundo del Hallstatt; en la Península es la deca­
pió, El Berrueco, Sanchorreja, El Raso, etc.) están vin­ dencia de Tartessos y la destrucción de los monumen­
culados a rituales (quema de perfumes) y libaciones en tos funerarios ibéricos (crisis del Ibérico Antiguo).
honor de los muertos y son expresión de las nuevas
prácticas funerarias. Los restos sureños que llegan por la Vía de la Pla­
ta, con yacimientos tan importantes como Sanchorre­
Dentro de este contexto, aparecen las primeras ce­ ja, El Raso l, etc. coincidiendo con la expansión del pe­
rámicas a torno importadas, de pastas claras, platos riodo orientalizante, nos llevan a fechas desde el siglo
de borde exvasado, vasos globulares, con decoración Vil hasta el siglo V a.C. Ya hemos hablado de la im­
pintada de color vinoso y temas de bandas y círculos portancia de estos hallazgos más arriba por lo que no
concéntricos que aparecen en niveles del horizonte de vamos a insistir.
Soto como es el caso de Sanchorreja, la Mota de Me­
dina del Campo o Cuéllar. VI.3. Lugares comunes rituales o de iniciación

VI.2. Las vías de contacto Las relaciones comerciales entre el Sur peninsular y
el Norte (hinterland de Tartessos), en un marco que los
Una vez justificada la presencia de este tipo de pie­ especialistas encajan en el modelo centro-periferia, se­
zas en tierras norteñas vamos a aproximarnos a las ví­ gún habíamos señalado antes, establecen la práctica de
as o rutas de llegada de este tipo de objetos o de in­ matrimonios exogámicos con gente de alto rango en
fluencias culturales. Los investigadores hablan de dos estas tierras del Norte. Un ejemplo de estas relaciones
muy importantes en las cuales hay muchas evidencias las tenemos en el enterramiento orientalizante de El
arqueológicas que demuestran el trasiego de objetos Carpió, en Toledo (PEREIRA, 1989: 395-409), en las pie­
desde el SO de la Península a las tierras de la Meseta y zas tartésicas encontradas en Arroyo Manzanas (FER­
del alto valle del Ebro. Una es la Vía de la Plata por el NÁNDEZ MIRANDA y PEREIRA, 1992: 57-92) o la ne­
Oeste hasta la Meseta y otra, desde el Levante español, crópolis de Sierra de Santa Cruz (MARTÍN BRAVO, 1999:
por los valles del Turia a través del Jalón y Jiloca, hasta 39). Los tesoros de Villanueva de la Vera, La Aliseda o El
las tierras de la Celtiberia originaria y alto valle del Raso encajan en este contexto, según los especialistas.
Ebro. Estas dos vías son las que, probablemente, se Estas tierras del valle del Tajo serían tierras de frontera en
han utilizado para justificar la llegada de la urna "á las que se dan esos pactos políticos y comerciales (ÁL-
chardon" de la necrópolis de Fuentesanz (RUIZ VÉLEZ, VAREZ-SANCHÍS, 2003: 357, fig. 4) pero llegaron más
2008: 31-60) en Monasterio de Rodilla (La Bureba, al Norte estas relaciones, en un umbral de penetración
Burgos) y las piezas del muerto de Ojo Guareña. más grande, más alejado (en esta segunda fase geo­
gráfica encajarían nuestras piezas). Dichas relaciones
La ruta que desde el Levante llega a la Celtiberia conllevaban unas ceremonias polivalentes (banquetes
original (riberas del Jalón-Jiloca) muestra la presencia rituales) que se manifestarían en una serie de ritos cu­
de elementos sureños (cerámicas grises, urnas de ore­ yos materiales ha aportado la arqueología. Estos ritua­
jetas, etc.) a partir de comienzos del siglo VI (CERDE­ les se llevaban a cabo en lugares específicos, espacios
ÑO et alii, 1996: 287-288) en las comarcas de Molina propiamente santuarios o centros de culto. Si estos san­
de Aragón y Atienza-Sigüernza. Los restos de poblados tuarios fueron habituales en la Segunda Edad del Hie­
como El Ceremeño (Herrería, Guadalajara), El Palomar rro hay que pensar que también los hubo durante la Pri­
(Aragoncillo, Guadalajara), El Turmielo (Aragoncillo, mera Edad del Hierro (caso del castro de Ulaca en Ávi­
Guadlajara), La Coronilla (Chera, Guadalajara), etc. así la). El tipo de poblamiento y la jerarquización del terri­
lo demuestran. Las necrópolis de Valdenovillos o Al­ torio favorecían este hecho pues justificaban la existen­
maluez, con sus cinturones citados, y otras del con­ cia de lugares rituales o de reunión. Es el caso del yaci­
texto cultural del Celtiberismo Antiguo (segunda mi­ miento de Monte Putallao (DÍAZ y MEDRANO, 1991),
272 LA CUEVA DE OJO GUAREÑA (BURGOS); EL "PRINCIPE" QUE SE PERDIO Y MURIÓ EN LA GRUTA

cercano a Contrebia Belaisca. En su cinna existió un área y comparte su aislamiento con la osa y dos animales
ritual o de ofrendas. Si no es en cimas de montañas, monstruosos". El nombre de Lan, el agua curativa de
como el citado, son en lugares elevados como los san­ la fuente de la Sabiduría, la osa (y el jabalí) están vin­
tuarios de Peñalba de Villastar (Teruel), Panoias (Vila Re­ culados a la lucha entre el poder temporal (la osa) y el
al, Portugal), el citado de Ulaca; o en cuevas como la espiritual (el jabalí) según Guénon (1962: 177-186).
de Griegos (Segovia). La presencia de inscripciones nos Por otra parte, hay otra leyenda que habla de un rey
indica el ritual a seguir en los ritos de iniciación (Panoias) godo que murió en la cueva. La permanencia del he­
o nos informan de los dioses indígenas. A estos lugares cho físico de que un individuo, en tiempos remotos,
iban auténticas peregrinaciones de devotos como dice entró y murió en la cueva se convirtió en leyenda ga­
Marco Simón (1993: 492). rantizando su perduración.

En este contexto es donde podemos entender la re­ Por otro lado, hay que destacar el elevado número
alidad de Ojo Guareña en una doble manifestación: co­ de poblados, muchos de ellos con características típi­
mo cueva de culto-santuario y con una montaña que camente castreñas, que hay en los alrededores de la
pudo desarrollar la misma funciónT En el primer caso, Cueva de Ojo Guareña en una circunferencia de unos
debido a su tradición como santuario antiguo por la 20 km ocupados durante la Edad del Hierro. A los co­
presencia de pinturas (Sala de las Pinturas) y de graba­ nocidos desde fechas ya antiguas como La Mesa de
dos (Sala de la Fuente, Kaite II, Sala Cartón), pudo ser Cornejo, Cidad de Ebro, Brizuela, Manzanedo, Bricia,
un centro de referencia muy importante desde el pun­ Nidáguila, Momediano, citados en la carta arqueoló­
to de vista ritual y religioso. Además, hay más salas con gica (BOÑIGAS, CAMPILLO y CHURRUCA, 1984: 12,
muestras de arte rupestre: Galería del Sueño, Balcón 15, 49-50, 54; RUIZ VÉLEZ etalii, 1988: 99-101) hay
de la Granja, Galería del Chipichondo, Vía Seca, Nuevo que añadir otros como Arnedo y Riaño (Valle de Val-
Paso, Sala Keimada, Balcón transversal de la Galería debezana). Cerro de la Maza (Merindad de Valdepo-
Principal, Galería Macarrón, Cueva Cubía, Cueva de la rres). Los Altos en Ahedo de Butrón, El Castro de Es­
Mina, etc. (ORTEGA y MARTÍN, 1986: 382-383). calada, etc. (PERALTA, 2000: 52). Algunos de ellos co­
mo Cidad de Ebro, Manzanedo, La Maza, Arrendó,
Por otro lado, junto a la cueva hay un monte, el conservan buenas estructuras defensivas indicando la
más alto del contorno, denominado Dulla. Montes y importancia del yacimiento. Estos castros se comple­
bosques sagrados son habituales en la España prerro­ mentan o pertenecen al mismo contexto que los que
mana. La similitud con el nombre nos trae a la me­ aparecen en el Norte de Palencia: Los Barahones en
moria las diosas Dulllae, relacionadas con divinidades Gama, Camporredondo de Alba, Peña Cildá, Monte
de la naturaleza y el poder sanador, según Blázquez, el Bernorio, etc. Dentro de un área geográfica, más o
cual indica que el nombre significa "brotar, florear, re­ menos extensa, los santuarios, con relación a los po­
verdecer". De Palencia proceden, desde hace ya mu­ blados, tienen una situación de frontera como el caso
chos años, dos lápidas romanas dedicadas a las diosas del de la Dehesa de Postoloboso, en Ávila, en el límite
Duillis (FITA, 1900: 508). Blázquez vincula estas diosas sur de los vettones, o una situación central, como es
a las Matres. En la provincia de Burgos tenemos lápi­ en nuestro pero el nuestro, además, puede ser de fron­
das, estudiadas por Abásolo, dedicadas a las Matres tera entre dos populi, los cántabros y los autrigones.
Tendeiterae y a las Matres Monitucinae. El culto a las
madres aparece en varias regiones europeas como las Ante este tipo de información arqueológica que
Galias y también en la Celtiberia occidental (inscripción procede desde los momentos finales del Paleolítico
de Canales de la Sierra). (pinturas. Sala de las Huellas) hasta los momentos que
nos ocupan, no nos abstenemos de sugerir la posibili­
En la zona existe una leyenda (RUIZ VÉLEZ et alii, dad de que estos recintos subterráneos hayan podido
1988: 41-42), supuestamente muy antigua, según la tener la función de un santuario e, incluso, de lugares
cual "la cueva fue lóbrega y sombría morada del hom­ en los que se pudieron realizar ritos de iniciación al
bre solitario de larga barba, llamado Lan\ quien distrae que podría responder el difunto que nos ocupa. La re­
lación de las grutas, el fuego, el agua (recordemos la
Sala de la Fuente cuyo nombre recibe de una surgen-
cia, en la que hay importantes grabados y tizonazos)
3. Precisamente en la base de esta montaña es donde se encuentra el castro es evidente para ritos de iniciación de adolescentes.
de Los Mazos o La Maza del que ya habló Guerra Gómez (1973: 409) an­
Recordamos también que el individuo encontrado en
tes que Peralta, con fortificaciones y estructuras circulares. También se lla­
ma Montecillo. la cueva es un subadulto masculino, en la edad de
guerrear pues podría pertenecer a esas asociaciones
4. Fíese ("varilla"), Lam ("mano") y Luam ("piloto") son los tres druidas co­
paros de Nechtan, marido de Boand ("vaca blanca"), señor de la pradería guerreras (Mánnerbünde). Esta situación de la Cueva
del "otro mundo" donde está la fuente secreta de la Sabiduría. A la pra­ de Ojo Guareña nos recuerda la Cueva-santuario de la
dería fue Boand desafiando con su belleza el saber de la fuente y por ello
perdió un muslo, una mano y un ojo; los tres elementos simbólicos rela­ Nariz, en Umbría de Salchite (Murcia) en la que apa­
cionados con esos druidas. reció una pila para concentrar agua y otra serie de ma­
Ignacio RUIZ VELEZ 273

teriales (GONZÁLEZ y CHAPA, 1993: 169-174) que pa­ BASABE, J. M. (1976): Esqueleto de la Edad del Hierro en Ojo Gua­
reña, Grupo Espeleológico Edelweis, Burgos (Infornne inédito).
recen poder relacionarse con esta serie de ritos. En la
Cueva del Santo aparecen este tipo de pilas para reco­ BOHIGAS, R., CAMPILLO J. y CHURRUCA J. A. (1984): "Carta ar­
ger agua y muchos silos de diferentes tamaños en dis­ queológica de la provincia de Burgos. Partidos Judiciales de Sedaño
y Villarcayo", Kobie XIV, Bilbao, 7-91.
tintas galerías de todo el complejo kárstico. En todas
ellas aparecen restos arqueológicos de distinta índole BONSOR, G. E. (1899); Les colonies agrícoles de la vallée du Betis,
y restos humanos que nunca han sido estudiados. Paris.

BOSCH GIMPERA, P. (1921); "Los Celtas y la civilización céltica en la


Vil. CONCLUSIÓN Península Ibérica", Boletín de la Sociedad Española de Excursiones
XXIX, Madrid, 248-301.

Todo debió ocurrir en un momento en el transcur­ CABRÉ AGUILÓ, J. (1937): "Decoraciones hispánicas II. Broches de
so del siglo VI a.C., probablemente en su segunda mi­ cinturón dannasquinados con oro y plata". Archivo Español de Arte
y Arqueología XIII, Madrid, 93-126.
tad.
CABRÉ, M. E. y MORÁN, J. A. (1977): "Fíbulas en las más antiguas
El individuo que entró en la Cueva de Ojo Guareña, necrópolis de la Meseta Oriental Hispánica", Homenaje a García Be­
llido Vol. III, Revista de la Universidad Complutense XXVI, Madrid,
galería llamada Vía Seca, posiblemente no fue un he­
109-143.
cho fortuito sino que formaba parte de un proyecto o
un ritual que respondía a las exigencias rituales-sim­ CERDEÑO SERRANO, M. L. (1977): Los broches de cinturón de la
Edad del Hierro en la Península Ibérica, Tesis Doctoral inédita. Uni­
bólicas del momento: un ritual de iniciación, un ritual
versidad Complutense, Madrid.
de purificación, etc. Entraría por la Rampa de Palome­
ra, una de las entradas a la cueva, pues está cerca del CERDEÑO SERRANO, M. L. (1978): "La necrópolis celtibérica de Val­
denovillos (Guadalajara)", Wad-al-Hayara 3(1), Guadalajara, 5-26.
hallazgo. Por razones ajenas a su voluntad, falló en ese
intentó ritual pagando un precio muy alto por ese CERDEÑO, M. L. (1978a): "Los broches de cinturón peninsulares de
error. La postura del cadáver parece indicar la fuerte tipo céltico". Trabajos de Prehistoria 35, Madrid, 279-306.

dosis de resignación ante el desastre que se avecinaba, CERDEÑO, M. L. (1981): "Los broches de cinturón tartésicos", Huel-
producto del alto valor que motivó la causa pero con va Arqueológica V, Huelva, 31-56.
un final no previsto inicialmente. Es decir, parece que CERDEÑO, M. L. (1988): "Los broches de cinturón". Celtíberos (F.Bu-
estaba preparado para morir aunque esa no pudiese rillo Mozota etalii eds.), Zaragoza, 110-114.
ser la idea inicial. CHAVES, F. y BANDERA, M. L. de la (1993): "Los broches de cintu­
rón llamados tartésicos: nuevas perspectivas". Homenaje a J. M^.
Las piezas metálicas conservadas nos indican cla­ Blázquez Mol. 2 (Mangas J y Alvar J. coods.), Madrid, 139-165.
ramente dos cosas: una, que tienen un origen sureño, CUADRADO E. y ASCEN^AO M. A. 1970, "Broches tartésicos de cin­
el mundo tartésico, lo cual nos indica el marco de re­ turón de doble gancho". Actas del XI Congreso Nacional de Ar­
laciones comerciales y sociales de un ámbito geográ­ queología, Zaragoza, 494-514.
fico y cultural tan alejado; y dos, que pertenecen a una CUADRADO, E. (1961): "Broches de cinturón de placa romboidal en
persona de alto estatus, un individuo de la elite diri­ la Edad del Hierro Peninsular", Zepbyras XII, Salamanca, 208-220.
gente del contexto social de estas tierras. La impronta
DELIBES, G. y ROMERO, F. (1992): "El último milenio a.C. en la cuen­
del tejido que ha quedado marcada en el barro del ca del Duero. Reflexiones sobre la secuencia cultural", Paleoetnolo-
suelo (Lámina II) nos señala que es de calidad por lo gía de la Península Ibérica (M. Al magro Gorbea y G.Ruiz Zapatero
que contribuye a redundar en esa idea de pertenencia eds.), Complutum 2-3, Madrid, 233-258.
al grupo dirigente. También hay que señalar que es DÍAZ MT A. y MEDRANO, M. (1991): El yacimiento de la Edad del
una persona subadulta; es decir, un joven a las puer­ Hierro del "Monte Putallao" (María de Huerva), Zaragoza (Informe
tas de la madurez que pertenecía a un grupo guerre­ inédito).
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