Arte Latinoamericano
Arte Latinoamericano
Arte Latinoamericano
A finales del siglo XVIII y a inicios y hasta mediados del siglo XIX, en general, se llevan
a cabo los procesos de emancipación e independencia de los pueblos latinoamericanos
respecto a la dominación española. Las ideas de la ilustración y de los enciclopedistas
franceses, así como los elementos de modernización e industrialización que se
consolidaban en Inglaterra y Norteamérica, influyeron en forma significativa en la
concientización de que los pueblos latinoamericanos tenían derecho a la
autodeterminación e independencia, lo cual hizo posible que surgieran una serie de
líderes o caudillos que supieron interpretar esta nueva realidad y supieron ganarse el
apoyo de gran parte de la población mestiza, indígena y negra, así como de los criollos
acaudalados e inconformes con el seguir pagando tributo a la corona española. La
relación entre arte y ciencia fue muy importante en algunos proyectos relacionados con
el conocimiento de la realidad latinoamericana. Como ejemplo particular vale señalar la
Expedición Botánica en Colombia, dirigida por José Celestino Mutis, la cual dejó una
gran cantidad de registro gráfico, ilustrativo y pictórico sobre plantas, flores, paisajes
rurales y de poblaciones, tipos humanos, y de otros aspectos concernientes al medio
en los cuales los artistas se veían inmersos y cuestionados respecto a lo que es la
representación y respecto a lo maravilloso de la realidad que se presentaba a sus ojos
y que de alguna forma sutil, técnica, utilizando incluso pigmentos no conocidos por los
pintores europeos, daban cuenta de la magnificencia y riqueza de motivos o temáticas
pintorescos. Igualmente otros pintores o dibujantes ingleses, franceses y criollos
dejaron plasmados en dibujos y acuarelas escenas, retratos, paisajes, episodios de
guerras, etc., que quedaron como testimonio de una interpretación de la realidad
supuestamente captada directamente. Sin embargo, como se dijo anteriormente, esta
fue una buena fuente para que algunos artistas trascendieran lo anecdótico y se
interesaran en lo sensible, e influenciados por el impresionismo, movimiento pictórico
que estaba en su apogeo en París, empezaron a realizar trabajos interesantes en este
sentido, de captar lo efímero y mágico del paisaje del momento, pero agregando a su
percepción la luz, el color, lo exuberante de una tierra de trópico poblada con gran
cantidad de tipos humanos y razas.
Los artistas se han sentido, a través de sus obras, según los momentos y en grados
diferentes, más “latinoamericanos” o más “europeos”. Este sentimiento que se refleja
en sus creaciones artísticas con intensidad y éxitos distintos, nació bajo la presión de
una variedad de influencias y acontecimientos ligados a la situación interior y a las
contingencias exteriores. La diversidad de los países, pese a la historia y la cultura
comunes, es una realidad inseparable de su unidad.
Pero además existe una tercera corriente que cubre tanto el Norte como el Sur del
continente. Que se trata de lo “real maravilloso” descrito por el cubano Alejo
Carpentier para referirse a la pintura de Wilfredo Lam (…) En “la maravillosa realidad
en sí misma” que es América, artistas tan diferentes como Wilfredo Lam (Sagua la
Grande, Cuba, 1902-1982), Roberto Matta (Santiago de Chile, 1911) o Rufino Tamayo
(Oaxaca, 1899-1991) han superado influencias y cruces variados (el cubismo, Picasso,
el surrealismo, el expresionismo norteamericano), construyendo una escritura pictural
propia, creando un auténtico lenguaje iconográfico a partir de una pluralidad de
fuentes atravesadas por sedimentos identitarios, lo que les permite figurar junto a los
grandes artistas del arte occidental.
Rufino Tamayo supo conjugar el interés por su cultura de origen indígena-la estatuaria
zapoteca- y la apertura a la modernidad para elaborar una iconografía fantasmagórica
a partir de animales, frutas y figuras femeninas. La utilización de colores vivos (rosado,
rojo, azul, verde) y un trabajo paciente sobre la materia producen una textura que es
a la vez transparente y profunda. (…)
Roberto Matta es el único sobreviviente de esta estirpe de grandes maestros que han
elaborado un inédito sistema plástico e iconográfico en un espacio pictural sui generis.
Como escribió Octavio Paz, “la obra de Matta es el matrimonio de la pasión y la
cosmogonía, de la física moderna y el erotismo”. El tema de la transformación
obsesiona a Matta y la confusión de sus “imágenes” existe sólo en apariencia. La
imbricación de formas y signos responde a este “deseo-delirio” donde logra conjugar
en simbiosis el mundo de lo íntimo y de lo social. Su obra existe bajo el signo de la
dualidad y la ambivalencia. En sus cuadros una vena dramática corre paralela a una
vena jubilatoria, discurriendo contradictoriamente en la fiesta y la tortura, el desorden
y la serenidad. Matta se refiere a “las luchas al interior de mí mismo” y habla del arte
como “expresión entre el caos y el cosmos”.
Actualmente, los jóvenes artistas latinoamericanos confirman lo que Matta escribió
hace algunos años: “Pinto para que la libertad no se convierta en estatua”. De Alfredo
Jaar (Chile) a Luis Camintzer (Uruguay), de Víctor Grippo (Argentina) a Silvia Gruner
(México), de José Bedia (Cuba) a Nadin Ospina (Colombia), para limitarnos a ellos, la
problemática local se conjuga con un lenguaje contemporáneo. América Latina
aparece, en su irreductible capacidad de asimilación y renovación, como un
“laboratorio de la modernidad y la pos-modernidad” al mismo tiempo que “guarda de
su pasado recursos para confrontar el mundo pos-moderno al que estamos
precipitándonos””.