ESTUDIOs DE CASO CLÍNICO 1

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ESTUDIO DE CASO CLÍNICO 1

Estoy aquí porque siento que mi vida está fuera de control. Mi nombre es Vivian y tengo 40 años.
Estoy en una relación con mi esposo que es totalmente disfuncional. Hay maltratos verbales, físicos
y emocionales frecuentes por parte de él hacia mí. No puedo controlarme cuando me enfrento a
estas agresiones, y siento que, aunque quiera dejarlo, nunca podré hacerlo porque tengo miedo de
quedarme desamparada.

Todo esto empezó hace mucho tiempo. Mi esposo solía decir que yo "no le atraía" y que estar
cerca de mí le daba asco porque yo era "cualquiera". Esto se debió, según él, a una infidelidad de
mi parte hace dos años. Lo hice porque sentía que él ya no mostraba interés en mí, especialmente
porque pasaban meses sin tener relaciones sexuales. Decidí tener esa aventura para satisfacer mis
deseos, pero luego me sentí culpable.

Ahora, mi esposo suele perder el control fácilmente. A veces me grita y en ocasiones me sacude.
Recuerdo una vez que incluso me persiguió con un machete y en otra ocasión me amenazó con
quitarme la vida si lo seguía reclamando por sus agresiones.

Cuando nos conocimos, yo era muy joven, apenas 17 años, y él ya tenía 29 y era un profesional
establecido. Nos casamos porque mi familia presionó por la estabilidad económica, a pesar de que
él era introvertido, callado y calculador, muy diferente a mí en muchos aspectos.

Nuestra relación siempre ha sido tumultuosa. A menudo nos insultamos y lanzamos cosas cuando
estamos enojados, pero luego nos calmamos y nos vamos a dormir a habitaciones diferentes.
Nunca hablamos de lo sucedido, simplemente dejamos que las cosas se arreglen solas, o al menos
eso creemos.

También he tenido problemas con mi propia conducta. A veces me vuelvo violenta y amenazo a mi
esposo, aunque él también me agrede. Tenemos una hija de 7 años que a menudo presencia estas
escenas y que ha aprendido a calmarnos gritando, algo que me preocupa mucho.

Siento que nadie me entiende. Si todos cambiaran su actitud, yo podría ser una mejor persona.
Pero sé que eso no va a pasar. Mi vida social es limitada y mis amigos son temporales. Nunca he
podido conservar amistades de la infancia o la universidad. Mi vida gira en torno a mi familia, pero
a veces deseo poder escapar y vivir mi propia vida.

En cuanto a mi carrera, estudié contaduría en la universidad, pero nunca he podido ejercer porque
me dediqué al hogar. Mi esposo a menudo me reclama por no querer dejarlo triunfar
profesionalmente. Esto también contribuye a mi frustración.

En resumen, me siento atrapada en una relación disfuncional, sin apoyo emocional ni social, y con
una carrera profesional estancada. Necesito ayuda para encontrar una salida y recuperar el control
de mi vida.

Me encuentro en un constante torbellino emocional, donde las palabras de mi esposo son como
cuchillos que cortan mi autoestima una y otra vez. Él generaliza constantemente, diciendo cosas
como: "Siempre haces todo mal", "Nunca podrás cambiar", o "Eres una completa fracasada". Estas
frases se graban en mi mente, alimentando mis dudas y haciéndome sentir completamente inútil.

Tengo pensamiento como “soy una incompetente, ni siquiera puedo con esta relación”,mi familia y
yo somos católicos, me enseñaron que uno se casa una vez en la vida y que a veces tiene que
soportar dificultades, separarme es pecado; pero la distancia y las peleas parece ser el estado
natural de nuestra relación. Cualquier pequeño desacuerdo se convierte en una tormenta perfecta
de gritos, insultos y a veces hasta violencia física. Cuando intento expresar mis preocupaciones, él
siempre las exagera, diciendo cosas como: "Si te vas, nunca encontrarás a alguien que te soporte
como yo", o "Nuestra hija crecerá destrozada si nos separamos". Estas afirmaciones me llenan de
miedo e incertidumbre sobre el futuro.

La culpa también se cierne sobre mí como una sombra constante. Mi esposo no pierde la
oportunidad de culpabilizarme por todo lo que va mal en nuestra relación. Siempre encuentra una
manera de hacerme sentir responsable de sus arrebatos de ira, diciendo cosas como: "Si no
hubieras sido infiel, no estaríamos en esta situación", o "Tú provocaste esto con tu
comportamiento". Estas acusaciones me hacen cuestionar constantemente mis acciones y me
sumen en un abismo de culpa y remordimiento.

No se que hacer, quisiera una ayuda real, ya no puedo más con esto.
ESTUDIO DE CASO CLÍNICO 2

Hola, soy Mateo. Me han sugerido que hable sobre mí mismo, así que aquí estoy. Tengo 23 años y
estudio ingeniería industrial en una universidad privada en Cali. Mis padres están separados desde
hace 13 años, aunque aún no se ha resuelto la acción religiosa de su separación. Vivo con mi
madre, quien tiene la custodia, y mi relación con mi padre es prácticamente inexistente. Es
alcohólico, violento y nos abandonó durante mi infancia.

Últimamente, me he sentido bastante perdido. Estoy en tratamiento psiquiátrico desde hace un


año por mi consumo de marihuana. Creo que la uso para escapar de la realidad, especialmente
cuando pienso en la situación de mi familia. Mi madre está enferma, en gran parte debido al estrés
causado por mi padre. A veces siento una rabia incontrolable hacia él, pero no sé cómo canalizarla.

Mi madre siempre me ha descrito como una persona nerviosa e inestable. Solía dormir en su
habitación hasta hace poco, lo que me avergüenza un poco admitir. Ella siempre ha sido muy
sobreprotectora conmigo, ayudándome en todo, desde vestirme hasta elegir mi ropa. Aunque
estoy agradecido por su apoyo, siento una especie de deuda emocional con ella, como si tuviera
que amarla más de lo que debería debido a las dificultades que hemos enfrentado juntos. Sin
embargo, desde que tengo memoria, mi vida ha estado marcada por la autoridad de mi madre y la
ausencia total de mi padre. Mi madre siempre fue muy estricta, imponiendo reglas y expectativas
que a menudo sentía que eran demasiado difíciles de cumplir. Recuerdo que su voz resonaba en la
casa con órdenes y regaños constantes. Nunca me sentí libre de expresar mis propias opiniones o
deseos, siempre estaba bajo su control.

Mi relación con mi padre ha sido un desastre. Siempre me descalificó y me hizo sentir inferior.
Nunca me defendí, lo que ahora me hace sentir odio hacia él. Empecé a consumir marihuana a los
16 años, influenciado por amigos de la universidad. Al principio era solo por diversión, pero ahora
se ha convertido en una especie de escape de mis problemas. Inclusive he llegado a probar todo
tipo de drogas. por otro lado, estaba casi ausente por completo. Apenas lo veía, y cuando lo hacía,
era como si estuviera en otro mundo. Su presencia era más una sombra que una figura paterna
real. Recuerdo sus palabras crueles y despectivas hacia mí, como si tratara de degradarme
constantemente. "Tonto", "inútil", "nunca llegarás a nada", esas eran algunas de las cosas que solía
decirme. Nunca me defendí, simplemente me encogía en mi propio mundo de dolor y
resentimiento.

Todo esto ha afectado mi vida académica y mis relaciones personales. Me cuesta concentrarme en
la universidad y tengo miedo de que mi comportamiento esté empezando a parecerse al de mi
padre. Además, mis relaciones sentimentales son complicadas. Siempre busco la aprobación de los
demás y me siento inseguro al iniciar una relación.

En medio de todo esto, encontré refugio en la marihuana. Fue mi escape de la realidad, un lugar
donde podía olvidar todo el caos que me rodeaba. Pero ahora me doy cuenta de que no es la
solución. Solo estoy escapando de mis problemas en lugar de enfrentarlos. Estoy cansado de
sentirme atrapado en este ciclo de autodestrucción.
No quiero convertirme en mi padre, pero siento que estoy siguiendo sus pasos. Esa es una idea
aterradora para mí. Quiero ser mejor, quiero ser alguien en quien mi madre pueda estar orgullosa,
pero siento que estoy perdiendo el control de mi vida.

Una tarde, después de una semana especialmente estresante en la universidad y con tensiones
familiares en aumento, decidí escapar de todo por un rato. Me reuní con algunos amigos en su
apartamento, donde sabía que podríamos relajarnos y desconectar del mundo por un momento.
Como siempre, la marihuana, alcohol y todo tipo de juguetes(drogas) estaban presentes, y esa
tarde decidimos fumar más de lo habitual.

Después de unas cuantas caladas profundas, sentí un hormigueo en el cuerpo que empezó en mis
dedos y se extendió rápidamente por todo mi ser. Empecé a sentir que mi corazón palpitaba más
rápido, mi respiración se acotaba, sentí un calor incomprensible y es lo ultimo que recuerdo;
cuando desperté había vomitado pero peor empezó, sentí un guayabo emocional como que mi
vida no tenía sentido pensé en hacerme daño, fue hay donde recibí una llamada de una persona a
quien quiero mucho y empecé a hablar, esa persona me recogió y entendí que esto no podía
avanzar más, así que sacamos la cita y estoy aquí. Se que ha sido difícil seguir mi tratamiento de
psiquiatría, pero siento que ya es hora de salir de esto, por eso vengo a que usted me ayude. Por
qué ese día de repente, me di cuenta de que estaba lleno de pensamientos d que parecían brotar
de la nada.” ¿Por qué debería importarme lo que piensen los demás?" pensé para mí mismo. "Soy
inútil de todos modos, ¿qué diferencia hace?" Esta creencia arraigada de mi falta de valía era como
un eco constante en mi cabeza, alimentando mi ansiedad y socavando mi autoestima. Me pregunte
"La marihuana es la única forma de escapar de esta miseria. No importa lo que digan los demás,
solo yo sé lo que es mejor para mí". Era como si estuviera justificándome, ignorando por completo
las consecuencias negativas que estaba teniendo en mi vida. Me sorprendí a mí mismo pensando
en mi padre, preguntándome si estaba destinado a seguir sus pasos. "¿Qué importa?" me dije,
intentando apartar esos pensamientos de mi mente. "Ya es demasiado tarde para cambiar. Soy
como él, y no hay nada que pueda hacer al respecto".

Pero en el fondo, sabía que estaba mintiéndome a mí mismo. Estaba permitiendo que estas
distorsiones cognitivas tomaran el control, alimentando mis miedos y justificando mis
comportamientos autodestructivos. Sabía que tenía que confrontar y eso es todo Doctora.
ESTUDIO DE CASO CLINICO 3

Buenos días, soy la señora K. y necesito desesperadamente contar lo que estoy viviendo en mi
hogar. A mis 42 años, llevo una relación de 15 años con el señor J., pero lamentablemente, esta
convivencia ha estado marcada por episodios de violencia cada vez más frecuentes y graves. A
pesar de que hemos intentado retomar nuestra relación por el bien de nuestros hijos, la situación
no mejora y siento que mi vida se ha vuelto completamente insostenible.

Al principio, las agresiones eran principalmente verbales dirigidas hacia mí, pero con el tiempo se
volvieron físicas y ahora también afectan a nuestros hijos. El último episodio fue tan grave que
tanto mi hijo B como yo terminamos en urgencias, y para proteger a mi esposo, mentimos diciendo
que nos habíamos caído en una excursión. Sin embargo, esa fue la última gota y decidí dar el paso
de denunciarlo a través de la institución correspondiente. Sentí una inmensa culpa y miedo,
especialmente porque había mentido en el hospital para proteger a mi hijo. Temía que me juzgaran
como una madre negligente. Y cuando finalmente fui a la comisaría, me enfrenté a la falta de
comprensión y apoyo. Me sentí juzgada y cuestionada por mi decisión de permanecer con él.

La violencia ha afectado profundamente nuestro bienestar emocional, generando sentimientos


abrumadores de ansiedad, tristeza y culpa. Me siento completamente impotente para proteger a
mis hijos y enfrentarme a mi esposo, lo que solo aumenta mi frustración y auto-reproche.

Mi esposo ejerce un control absoluto sobre nuestras vidas, limitándonos la vida social y
alejándonos de nuestra familia y amigos. Me encuentro atrapada en una sensación abrumadora de
soledad, sintiendo que solo tengo a él en este mundo.

Mis hijos han sufrido en silencio. Aunque intento protegerlos, la violencia en casa ha afectado su
desarrollo académico, emocional y social. Han perdido la confianza en su padre y temen expresar
cualquier emoción negativa.

Nuestra familia está marcada por el miedo y la falta de comunicación. Las interacciones son
mínimas y solo ocurren en momentos en que mi esposo ejerce su autoridad de manera autoritaria.
No hay espacio para expresar nuestras emociones o preocupaciones de manera segura.

Me encuentro en un punto de quiebre. Necesito ayuda urgente para salir de esta situación y
proteger a mis hijos. No puedo seguir viviendo con miedo y culpa. Necesito apoyo para denunciar
a mi esposo, encontrar un lugar seguro para vivir y comenzar un camino hacia la sanación
emocional para mí y mis hijos.

Mi infancia estuvo marcada por la violencia y la inestabilidad en el hogar. Presencié constantes


peleas y agresiones entre mis padres desde temprana edad, lo que creó un ambiente tenso y
aterrador en casa. Estas experiencias dejaron una profunda huella en mi desarrollo emocional y en
mi percepción de las relaciones interpersonales.

Además del conflicto familiar, enfrenté carencias económicas significativas durante mi infancia. La
falta de recursos económicos limitaba nuestras oportunidades y exacerbaba las tensiones en el
hogar. Esta situación de vulnerabilidad económica contribuyó a un ambiente de estrés constante y
acentuó mi sensación de inseguridad.
La ausencia de mis padres debido a sus propios conflictos y preocupaciones también tuvo un
impacto devastador en mi vida. Me sentía sola y desamparada, sin un soporte emocional sólido en
mi vida.

Estas experiencias traumáticas en la infancia sentaron las bases para los patrones de
comportamiento y las dificultades emocionales que enfrento en mi vida adulta. La violencia y la
inestabilidad en mi hogar de origen dejaron cicatrices profundas en mi psique, afectando mi
capacidad para establecer relaciones saludables y para enfrentar el conflicto de manera efectiva en
mi vida adulta.

Me siento completamente destrozada por dentro. Como madre, siento que he fallado
miserablemente al no poder proteger a mis hijos de esta situación. Me llena de culpa pensar que
han sido testigos de esta violencia y que su desarrollo emocional y académico se ha visto afectado
por ello. Cada vez que los veo sufrir en silencio, siento que no estoy cumpliendo con mi deber más
básico de protegerlos y proporcionarles un ambiente seguro y amoroso.

Como profesional, me siento impotente y frustrada. No puedo concentrarme en mi trabajo


sabiendo que mis hijos están sufriendo en casa. Siento que mi rendimiento ha disminuido y que no
estoy cumpliendo con mis responsabilidades laborales como debería. Me preocupa que esta
situación afecte mi carrera y mi futuro profesional.

Como esposa, me siento atrapada en un ciclo interminable de abuso y manipulación. Aunque sé


que debo denunciar a mi esposo y buscar ayuda, siento un profundo temor a las repercusiones y a
lo que pueda suceder si me atrevo a dar ese paso. Me pregunto una y otra vez si estoy haciendo lo
correcto al permanecer en esta relación, si de verdad estoy protegiendo a mis hijos o si solo estoy
perpetuando el ciclo de violencia. Necesito ayuda, quiero tomar una decisión, necesito estar
segura de mi y creer que puedo.
ESTUDIO DE CASO CLÍNICO 4

Me llamo A y tengo 17 años. No sé por dónde empezar, todo parece tan confuso en mi cabeza. Es
difícil expresar lo que siento, pero creo que es importante intentarlo, especialmente ahora que
estoy en este centro acompañada por mis padres después de mi tercer intento de suicidio.

Me siento atrapada en una oscuridad que no puedo controlar. Mis padres dicen que me ven triste,
deprimida, incluso agresiva a veces, especialmente cuando estoy fuera de casa. Y tienen razón, me
siento como si estuviera luchando contra algo que me consume por dentro.

Soy la mayor de dos hermanas y siempre me he sentido comparada con mi hermana menor. Mis
padres siempre han pensado que no soy una buena estudiante, a diferencia de mi hermana.
Repetir un curso en la escuela solo empeoró las cosas para mí. Me siento presionada por las
expectativas de mis padres y por mi propia sensación de fracaso.

Desde que me sometí a una operación para extirpar un quiste de ovario, las cosas empeoraron.
Desperté de esa cirugía con una hemorragia y desde entonces me he sentido mal con mi cuerpo.
Me veo gorda, aunque los demás digan que no lo estoy. Me escondo para cambiar de ropa, evito
los espejos. Me siento acomplejada y sola en esta lucha.

Mi tristeza es como una sombra que no me abandona. Me siento vacía, sin alegría por nada, y mi
estado de ánimo se deteriora a medida que avanza el día. Las noches son las peores, luchando
contra el insomnio y el sueño agitado. Y esas ideas de quitarme la vida no me dejan en paz,
siempre están ahí, como susurrándome al oído.

La ansiedad me consume también. Mi cuerpo tiembla, mi corazón late rápido, me siento mareada
y tensa todo el tiempo. Tengo miedo de perder el control, de que algo terrible suceda. Las
obsesiones también me atormentan, pensamientos recurrentes sobre accidentes con fuego,
enfermedades mortales... Es como si estuviera atrapada en un torbellino de miedo y tristeza
constante.

Mis padres están preocupados, lo veo en sus ojos cuando me miran. Me describen tal como me
siento, deprimida, perdida. Y estos últimos días han sido los peores, me siento aún más confundida
e inestable. No sé cómo salir de este agujero oscuro en el que me encuentro, pero espero que aquí
puedan ayudarme a encontrar una salida.

Cada día, siento como si estuviera atrapada en un torbellino de emociones que me consume por
dentro. Es como si luchara constantemente contra algo invisible, algo que no puedo controlar y
que me arrastra hacia abajo, sumiéndome en una oscuridad que parece interminable.

Aunque los demás me dicen que no estoy gorda, yo no puedo evitar verme así. Es como si mi
mente descalificara cualquier pensamiento positivo sobre mí misma, enfocándose únicamente en
lo negativo. Aunque intento resistirme, parece que esa voz interna siempre gana.

Las noches se convierten en una batalla constante contra el insomnio y el sueño agitado. Es como
si el silencio de la noche diera paso a todos mis miedos y preocupaciones, convirtiéndose en mis
horas más oscuras.
El miedo a perder el control me persigue constantemente. Cada vez que algo no sale como
esperaba, siento que el pánico se apodera de mí y que algo terrible está a punto de suceder. Es
agotador vivir con este constante temor.

Mis pensamientos se vuelven obsesivos, como si estuvieran atrapados en un bucle infinito de


preocupaciones y temores. Me atormentan con imágenes de accidentes con fuego, enfermedades
mortales... Es como si mi mente estuviera filtrando cualquier pensamiento positivo, dejándome
solo con lo peor.

A veces, me siento aún más perdida e inestable. Es como si cada día fuera una lucha constante por
mantenerme a flote en un mar de emociones turbulentas. Me siento vacía, sin alegría por nada,
como si estuviera atrapada en una niebla densa que no me deja ver la luz al final del túnel.
CASO CLÍNICO 5

Me llamo V. y tengo 25 años. Soy hija única y vivo con mis padres y mi gato. En este momento,
estoy estudiando un máster en Antropología después de haber pasado un año sin estudiar tras
finalizar mi grado en la misma disciplina. No tengo una pareja estable, pero mantengo una relación
afectivo-sexual abierta con un chico llamado D., con quien me siento bastante cómoda.

El motivo por el que decidí acudir a terapia es porque siento un gran malestar frente a situaciones
académicas. Tiendo a posponer cualquier tarea relacionada con mi máster porque me pongo muy
nerviosa. No logro concentrarme y constantemente pienso en lo inútil que es lo que tengo que
estudiar, ya que no lo veo aplicable a nivel social. Como resultado, termino buscando cualquier
otra actividad para distraerme en lugar de enfrentar mis responsabilidades académicas.

Además, también experimento una gran incomodidad al tener que ir a lugares públicos en Madrid.
Si no tengo una obligación, prefiero no salir en absoluto. Y si necesito salir, planifico
meticulosamente mis salidas, asegurándome de conocer exactamente qué calles voy a tomar o
cuánto tiempo pasaré en cada tienda.

Nunca he recibido tratamientos psicológicos antes y durante años he estado tomando medicación
para el hipotiroidismo (Eutirox). Recientemente, mi médico me recetó un suplemento de vitamina
B12 después de unos análisis, a pesar de que soy vegana desde bachillerato y hasta ese momento
no había sentido la necesidad de tomarlo.

Decidí acudir a consulta después de hablar con varias amigas. Aunque me llevó unos meses tomar
la decisión, estoy bastante motivada para empezar este proceso de terapia.

Además de mi malestar frente a situaciones académicas y mi incomodidad en lugares públicos,


debo admitir que he estado lidiando con otros problemas que me resulta difícil compartir, incluso
con mis padres. En momentos de extrema ansiedad y frustración, he recurrido a comportamientos
autolesivos como golpearme, pellizcarme e incluso hacerme cortes en la palma de los pies y en la
espalda.

Estos actos los realizo en secreto, lejos de la vista de mis padres, ya que me resulta vergonzoso y
no quiero preocuparlos. Aunque sé que no es una forma saludable de lidiar con mis emociones, en
esos momentos de desesperación parece ser la única manera en la que puedo encontrar algo de
alivio temporal.

Hay otro aspecto de mi vida que me causa un gran estrés: las expectativas de mis padres y la
presión de ser hija única. Desde que era pequeña, mis padres han depositado muchas esperanzas y
sueños en mí, esperando que siga un camino que consideran el más adecuado para mi futuro.

Siempre han sido muy exigentes en términos académicos, y aunque sé que lo hacen con la mejor
de las intenciones, a veces me siento abrumada por la presión de cumplir con sus expectativas. Ser
hija única parece haber intensificado esta presión, ya que siento que toda la responsabilidad de
satisfacer sus deseos recae sobre mis hombros.
Mis padres tienen un proyecto de vida para mí que incluye alcanzar el éxito académico y
profesional, y aunque quiero hacerlos felices, a veces siento que luchar por cumplir sus
expectativas me está consumiendo. Me preocupa decepcionarlos si no logro alcanzar sus
estándares de éxito, y esto solo agrega más peso a mi carga emocional.

Por tanto, me encuentro en un constante conflicto interno entre seguir mis propios deseos y
aspiraciones y cumplir con lo que se espera de mí. Esta lucha interna solo aumenta mi ansiedad y
contribuye a mi malestar general. Espero poder abordar estas preocupaciones y encontrar un
equilibrio saludable entre mis propias metas y las expectativas de mis padres durante el proceso de
terapia.
CASO CLÍNICO 6

Mi nombre es JL. Hace unos días ingresé a la clínica La Misericordia en contra de mi voluntad. Me
encuentro aquí por una crisis de ansiedad, pero la verdad es que todo empezó hace mucho
tiempo. Desde hace años me siento vacía, como si no perteneciera a este mundo. Mis padres
trabajan todo el día, apenas nos vemos. Mi hermana mayor se fue hace un año y mi hermana
menor es muy pequeña para entenderme. Me siento abandonada y sola.

Cuando estoy con mi familia, las discusiones son constantes. Mi madre es dominante y
manipuladora, mientras que mi padre parece no tener voz. A veces pienso que si yo no estuviera,
todo sería más fácil para ellos. Pero no quiero hacerles daño, solo quiero que las peleas terminen.

Mis relaciones sociales son un desastre. Cada vez que intento hacer amigos, siento que me
rechazan. Mis amigas me abandonan después de un tiempo, y yo me alejo para evitar el dolor. Me
siento incomprendida y diferente. Cuando me obligan a asistir a eventos sociales, me invade la
ansiedad. Creo que las personas son egoístas y malas, y que nunca podré contar con nadie.
Siempre pienso que me van a rechazar.

Mi estado de ánimo es oscuro. Me siento triste todo el tiempo, lloro con facilidad y no encuentro
alegría en nada. Me siento incapaz de hacer cualquier cosa, y cada vez que algo no sale como
esperaba, me siento un fracaso. Mis pensamientos están llenos de negatividad, me digo a mí
misma que soy inútil, que no sirvo para nada.

A veces, pienso en la muerte y en el suicidio. Siento que todo sería más fácil si no estuviera aquí.
Pero sé que no debo pensar así, aunque a veces es difícil. Estoy cansada de sentirme así, de estar
atrapada en este ciclo de tristeza y desesperanza.

Mi cuerpo también sufre. Siento taquicardia, mareos y problemas para dormir. Todo en mí parece
estar afectado por esta depresión que me consume.

Mi nombre es JL. Hace unos días ingresé a la clínica La Misericordia en contra de mi voluntad. Me
encuentro aquí por una crisis de ansiedad, pero la verdad es que todo empezó hace mucho
tiempo. Desde hace años me siento vacía, como si no perteneciera a este mundo. Mis padres
trabajan todo el día, apenas nos vemos. Mi hermana mayor se fue hace un año y mi hermana
menor es muy pequeña para entenderme. Me siento abandonada y sola.

Cuando estoy con mi familia, las discusiones son constantes. Mi madre es dominante y
manipuladora, mientras que mi padre parece no tener voz. A veces pienso que si yo no estuviera,
todo sería más fácil para ellos. Pero no quiero hacerles daño, solo quiero que las peleas terminen.

Mis relaciones sociales son un desastre. Cada vez que intento hacer amigos, siento que me
rechazan. Mis amigas me abandonan después de un tiempo, y yo me alejo para evitar el dolor. Me
siento incomprendida y diferente. Cuando me obligan a asistir a eventos sociales, me invade la
ansiedad. Creo que las personas son egoístas y malas, y que nunca podré contar con nadie.
Siempre pienso que me van a rechazar.
Mi estado de ánimo es oscuro. Me siento triste todo el tiempo, lloro con facilidad y no encuentro
alegría en nada. Me siento incapaz de hacer cualquier cosa, y cada vez que algo no sale como
esperaba, me siento un fracaso. Mis pensamientos están llenos de negatividad, me digo a mí
misma que soy inútil, que no sirvo para nada.

A veces, pienso en la muerte y en el suicidio. Siento que todo sería más fácil si no estuviera aquí.
Pero sé que no debo pensar así, aunque a veces es difícil. Estoy cansada de sentirme así, de estar
atrapada en este ciclo de tristeza y desesperanza.

Mi cuerpo también sufre. Siento taquicardia, mareos y problemas para dormir. Todo en mí parece
estar afectado por esta depresión que me consume.

Pero aún así, aquí estoy, tratando de encontrar una salida a este laberinto de oscuridad en el que
me encuentro. Espero que aquí en la clínica pueda encontrar la ayuda que tanto necesito.
CASO CLINICO 7

Soy Juan, un joven de 21 años, nacido y criado en Bogotá, estudiante de administración de


empresas. Hoy me encuentro en el Hospital San Juan de Dios, acompañado por mi madre, en
busca de ayuda desesperadamente. Mi rostro refleja una mezcla de preocupación y ansiedad,
como si estuviera luchando contra algo invisible pero poderoso.

Desde hace una semana, he estado experimentando un torbellino de síntomas desconcertantes. El


insomnio ha tejido una red intrincada a mi alrededor, impidiéndome conciliar el sueño y
manteniéndome despierto durante la noche. Mi necesidad de dormir parece haberse evaporado, y
en su lugar, una inquietud psicomotora me mantiene en constante movimiento.

Lo más desconcertante es mi cambio en la forma de relacionarme con los demás. Antes era
reservado, pero ahora busco constantemente el contacto interpersonal, mostrando una actitud de
familiaridad incluso hacia extraños. Hay una hiperactividad inusual en mi comportamiento, como si
estuviera impulsado por una fuerza interna que no puedo controlar.

Pero lo que más me preocupa son las ideas delirantes que han comenzado a invadir mi mente. Me
veo a mí mismo como alguien extraordinario, con una grandeza que desafía la realidad misma. Y
junto con esto, unas ideas erotomaníacas me llevan a interpretar el mundo a mi alrededor de
manera distorsionada, viendo conexiones y significados donde no los hay.

No es la primera vez que enfrento este tipo de crisis. Tres veces antes, en los últimos dos años, he
experimentado episodios similares, cada uno más debilitante que el anterior. Estos episodios han
sido desencadenados por el estrés del entorno, ya sea en la escuela o en el trabajo. Y cada vez, he
sido ingresado en una clínica psiquiátrica, donde recibí tratamiento con litio y neurolépticos.

Mi historia está marcada por la ruptura temprana de mi núcleo familiar. La separación de mis
padres a una edad temprana me dejó a merced de mi abuelo y luego de mi tío, antes de
finalmente establecerme con mi hermana. A pesar de este trasfondo tumultuoso, mi familia ha
permanecido unida en su apoyo hacia mí durante mis momentos más difíciles.

En medio de la confusión y el caos de mis síntomas, sigo siendo descrito como alguien amable y
colaborador. Pero ahora, esa personalidad parece eclipsada por una tormenta interna que
amenaza con consumirme por completo.

Desde mi adolescencia, he luchado por encontrar mi lugar en el mundo y construir relaciones


significativas.

En el ámbito sentimental, he experimentado altibajos emocionales. Hubo momentos de felicidad y


complicidad, pero también de decepción y desilusión. A veces, mi inestabilidad emocional ha
afectado mis relaciones, haciendo que sea difícil mantener una conexión profunda con los demás.

En cuanto a mi vida amorosa, he tenido dificultades para establecer relaciones duraderas. Mi


estado emocional fluctuante y mis ideas delirantes han complicado la búsqueda de una pareja
compatible. A menudo, me he sentido incomprendido y solo en el terreno del amor, incapaz de
encontrar a alguien que pueda aceptar y comprender mis luchas internas.

Académicamente, he enfrentado desafíos similares. A pesar de tener un buen rendimiento


académico en el pasado, mi enfermedad mental ha afectado mi capacidad para concentrarme y
mantenerme enfocado en mis estudios. El estrés y la presión del entorno académico han
exacerbado mis síntomas, dificultando mi progreso académico y profesional.

La pérdida de mi proyecto de vida ha sido especialmente difícil de aceptar. Como estudiante de


administración de empresas, tenía grandes ambiciones y sueños para el futuro. Sin embargo, mi
enfermedad mental ha interrumpido mis planes y ha dejado mi futuro incierto. Me siento perdido
y desorientado, sin saber hacia dónde dirigirme o cómo recuperar el control sobre mi vida.

En medio de estas dificultades, sigo aferrándome a la esperanza de encontrar una salida. En el


hospital, busco respuestas y orientación para superar los desafíos que enfrento. Y con el amor y el
apoyo incondicional de mi madre a mi lado, estoy determinado a seguir adelante y reconstruir mi
vida, paso a paso.

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