Unidad3 Act1 Lect1
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LOS VALORES
Ética y valores
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN.
Formamos parte de una gigantesca red de relaciones. Pero más allá de los vínculos que
creamos por obligación, interés y necesidad, ¿con cuántas personas mantenemos una
verdadera amistad? Es decir, una relación escogida y cultivada de forma voluntaria,
basada en el respeto, la confianza y la libertad.
El pájaro tiene su nido. La araña su tela. Y el ser humano tiene amistad” (William Blake.
(Poeta inglés. 1757-1827) [...] Todo depende de los pilares (nuestras creencias y
valores) sobre los que construimos ese vínculo, que inevitablemente va cambiando en
la medida en la que cambiamos la relación que mantenemos con nosotros mismos.
Aunque se le parezca, no es lo mismo la amistad que mantienen los niños que
la que comparten los adolescentes. Ni tampoco la que desarrollan muchos adultos,
que dista bastante de la que cultivan las personas maduras e independientes
emocionalmente. En todos estos casos, las motivaciones que nos llevaron a
relacionarnos con nuestros amigos son muy diferentes, así como las formas de
practicar la amistad y los resultados de satisfacción que finalmente cosechamos.
De hecho, hay tantas maneras de entender y vivir la amistad como seres
humanos habitan en este mundo. En general, la palabra “amigo” no es más que una
etiqueta que le ponemos a una persona con la que compartimos de manera especial
un momento dado de nuestra vida.
Los primeros amigos que hacemos en nuestra vida los conocemos en la
guardería, todavía en pañales. Juntos aprendemos a hablar, a leer, a escribir, a dibujar
y a compartir. En este estado de inocencia disfrutamos los unos de los otros casi sin
darnos cuenta. En este contexto de “amistad infantil” apenas tenemos la oportunidad
de elegir con quién nos relacionamos. Y no sólo eso, al carecer de la capacidad de
complicarnos emocionalmente la existencia, el juego y el cariño son el motor de todas
nuestras relaciones. Y muchos de nosotros seguimos llevando en nuestro corazón a
estos amigos de la infancia.
Con los años, algunos de estos compañeros nos acompañan también en las
aulas del colegio y del instituto. Ya no compartimos lápices de colores, sino tabaco y
bromas afiladas. A su lado nos sorprende ver cómo a los chicos nos crece el mostacho,
y a las chicas, los pechos. Y de cómo nos salen granos en la cara, al tiempo que
empezamos a entrar en conflicto con nuestros padres, que, resignados nos repiten una
y otra vez que estamos en “la edad del pavo”.
Inseguros y desorientados, nos adentramos en la denominada “amistad
adolescente”, que suele caracterizarse por formar parte de un grupo de amigos con
quienes nos sentimos plenamente identificados. De hecho, en muchas ocasiones, “al
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estar tan faltos de confianza y autoestima, entre todos los miembros se crea una
personalidad colectiva, que no solo promueve un pensamiento único, sino que
también limita la esencia individual de cada persona”, explica el reconocido sociólogo
italiano Francesco Alberoni, autor de la amistad.
La “amistad adolescente” también se caracteriza por tener un mejor amigo, con
quien desarrollamos un vínculo basado en una dependencia excesiva. En algunos casos
“podemos llegar a volvernos adictos a la compañía de esa persona, al igual que sucede
con los miembros del grupo”, sostiene Alberoni. En su opinión, “la mayor motivación
de este tipo de amistad suele ser la búsqueda de placer y diversión”.
Amparados por el cálido refugio que representa nuestro grupo de amigos,
“cuando somos adolescentes tratamos desesperadamente de posponer enfrentarnos a
nuestra sombra”. Es decir, “a nuestro miedo a la soledad (por no ser nuestro mejor
amigo), al vacío (por no saber disfrutar sin estímulos externos) y a la libertad, lo que
pone de manifiesto que teneos que tomar las riendas de nuestra vida”, afirma este
experto.
Lo curioso de la “amistad adolescente” es que se sabe cuándo empieza, pero no
cuándo termina. En algunos casos, “la presión ejercida por el grupo es tan alta y la
autoestima de sus miembros tan baja, que estos se siguen reuniendo con la misma
frecuencia, incluso cuando la edad media del grupo ha superado la treintena”, apunta
el sociólogo Francesco Alberoni. Como en cualquier otra relación afectiva construida
sobre el apego emocional, tomar la decisión de romper con el grupo es un asunto
difícil y, en ocasiones, doloroso.
De hecho, “se sabe de personas que siguen fichando por no soportar el
sentimiento de culpa que implica sentir que se está abandonando a los amigos”,
subraya Alberoni. En muchos casos, “este vínculo se mantiene por una cuestión de
comodidad e inercia, en la que la persona carece de una alternativa social más acorde
con sus nuevas necesidades”. Es entonces cuando, tal y como explica Nuria González
Novoa, confundimos la relación que mantenemos con nuestros compañeros de fiestas
y aventuras adolescentes con la verdadera amistad.
Eso sí, dado el carácter insostenible de este tipo de vínculo, con los años estos
grupos cerrados de amigos suelen irse desmembrando. Y lo hacen poco a poco, “en la
medida en la que cada uno de los miembros va conectando de forma individual con
otras motivaciones, como pueden ser el compromiso sentimental o familiar, la carrera
profesional o, simplemente, el sentir que han quemado una etapa y que es hora de
pasar página”.
Una vez superada la “amistad adolescente”, muchos de nosotros empezamos a
cultivar la denominada “amistad adulta”. Y esta tiene mucho que ver con la manera en
la que hemos sido condicionados por la sociedad. [...]
En este contexto, el filósofo Stephen R. Covey (Los siete hábitos de la gente
altamente afectiva) explica que la “amistad adulta” está limitada por tres motivaciones
que suelen condicionarnos de forma inconsciente. La primera es el interés personal,
que se refleja sobre todo en las relaciones que mantenemos en nuestro ámbito
profesional.
Esta es la razón por la que “normalmente tomamos decisiones guiados por
nuestro instinto de supervivencia, marginando por completo nuestros valores y
nuestra conciencia ética”. Así, “muchas personas etiquetan como ‘amigo’ a aquellas
personas que les aportan, directa o indirectamente, algún tipo de beneficio profesional
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o económico”. Por eso, “en cuanto termina el interés, suele desaparecer la relación de
amistad”
La segunda motivación que más condiciona nuestros vínculos afectivos en la
edad adulta es la obligación. Y esta se da, en general, en nuestro ámbito social y
familiar. “muchas personas se relacionan entre sí no porque quieran o les apetezca,
sino porque sienten que tienen que hacerlo y deben hacerlo. En cada núcleo familiar
se han establecido una serie de ritos y tradiciones, muchos impuestos por la propia
sociedad” [...]
Por último, Covey reflexiona sobre los vínculos que creamos por necesidad.
“Esta motivación inconsciente está basada en la falsa creencia de que nuestra
autoestima y nuestra felicidad dependen de la relación que mantenemos con los
demás, especialmente con nuestra pareja y amigos”
A pesar de ser diferentes, la “amistad adulta” y la “amistad adolescente” se
construyen ambas sobre la necesidad y las expectativas. De ahí que, “las personas que
practican este tipo de amistad cosechen conflictos, frustraciones y decepciones que de
forma inconsciente esperan que sus amigos se relacionen con ellas de una
determinada manera”, sostiene el filósofo Stephen R. Covey.
Y entonces, ¿qué es la amistad? Etimológicamente, su origen procede del
vocablo latino amicus (amigo), que viene del verbo amare, que significa amar. En
paralelo, también se dice que se trata de un vocablo griego compuesto por a y ego,
cuyo significado es sin mi yo. Es decir, que la amistad implica amar a nuestros amigos,
más allá de nuestros deseos, necesidades y expectativas [...]
En esta misma línea apunta uno de los cuentos más bellos que se han escrito
sobre la amistad. Había una vez un chico de 13 años que paseaba por la playa con su
abuelo. Hubo un momento en que el chaval lo miró con insistencia y le preguntó:
“Abuelo, ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de
encontrar?”. El hombre reflexionó unos instantes, se inclinó hacia el suelo y recogió
arena con sus dos manos. Con las dos palmas hacia arriba, apretó una de ellas con
fuerza, haciendo que la arena se colara entre sus dedos. Y cuando más apretaba, más
arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se había
quedado intacta la arena que había recogido. El chico observó maravillado el ejemplo
que le acababa de mostrar su sabio abuelo. Así fue como comprendió que cuando
intentamos retener y encerrar una amistad estamos en el camino de perderla,
mientras que cuando la tratamos con respeto, confianza y libertad podemos llegar a
mantenerla para siempre.
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1. INTRODUCCIÓN
En esta unidad vamos a reflexionar sobre los valores y las normas que regulan
nuestra vida en sociedad. Es importante que reflexionemos sobre ellos porque los
valores y las virtudes son un componente esencial de nuestra personalidad y las
normas, en cierto modo, condicionan nuestra escala de valores y nuestro
comportamiento.
Cuestiones iniciales
¿Qué es un valor?
¿Crees que los valores influyen en la conducta de las personas?
¿Cómo? ¿Por qué?
Actualmente ¿qué valores están más de moda?
¿Hay valores que deberían ser válidos para todos? ¿Cuáles?
El término valor, aunque es de uso corriente, dista de ser claro e intuitivo. Ha sido
usado, y sigue siéndolo en gran parte, para referirse al precio de una mercancía o
producto; se habla entonces de lo que una mercancía o producto valen, es decir, del
valor que tienen. En este caso, el término “valor” tiene un sentido fundamentalmente
económico. Pero se usa también este término en un sentido no económico, como
cuando se dice que una obra de arte tiene gran valor o es valiosa o que una persona
tiene gran valía. Por otro lado, llamamos valor o valores a un conjunto no bien
especificado de términos que denotan entidades abstractas, es decir, que no son
objetos. Sirvan de ejemplo: paz, justicia, belleza, felicidad, bien, libertad, igualdad,
solidaridad…etc.
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Pero, antes de examinar en qué sentido atribuimos valor moral a un acto humano,
es preciso determinar qué entendemos por valor o valioso. Podemos hablar de cosas
valiosas y de actos humanos valiosos. Es valioso para nosotros un acto moral, pero
también lo son los actos políticos, jurídicos, económicos, etc. Lo son, asimismo, los
objetos de la naturaleza (un pedazo de tierra, un árbol, un mineral…); los objetos
producidos o fabricados por el hombre y, en general los diversos productos humanos
(una obra de arte, un código de justicia, etc).
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Tenemos, pues, una doble existencia del oro: a) como objeto natural; b) como
objeto natural humano o humanizado, y es en
“La ciencia que se encarga del este sentido cuando se nos presenta con un
estudio de los valores se llama tipo de existencia que no se reduce ya a su
axiología y fue el filósofo alemán existencia meramente natural. El oro no existe
Max Scheler, (1874-1928) el que ya como un simple objeto natural, dotado
desarrolló una teoría sobre los exclusivamente de propiedades físicas, sino
valores, su clasificación y que tiene una serie de propiedades nuevas
jerarquía”. como son, por ejemplo, el de servir de objetos
de adorno, o para fabricar objetos que tienen
una utilidad práctica (propiedad práctico-
utilitaria) y la de servir como moneda,
atesoramiento o pago (propiedad económica).
El oro tiene, entonces, para nosotros un valor
en cuanto su modo de ser natural se humaniza
adquiriendo propiedades (estéticas, práctico-
utilitarias o económicas) que no existen en el
objeto de por sí.
Como hemos visto, los objetos valiosos pueden ser naturales o artificiales,
producidos o creados por el hombre. Pero, de estos dos tipos de objetos no cabe decir
que sean buenos desde un punto de vista moral; los valores que encarnan o realizan
son, en distintos casos, los de la utilidad o la belleza. A veces suele hablarse de la
“bondad” de dichos objetos y, con este motivo, se emplean expresiones como las
siguientes: “este en un buen reloj”, “el agua que estamos bebiendo ahora es buena”,
“X ha escrito un buen poema”, etc. Pero el uso de “bueno” en semejantes expresiones
no tienen ningún significado moral. Un buen reloj es aquel que realiza positivamente el
valor correspondiente, el de la utilidad, o sea, cumple satisfactoriamente la necesidad
humana concreta a la que sirve. Un buen poema es aquel que, por su estructura y por
su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético u obra de arte, la
necesidad estética humana a la que sirve.
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consecuencias, etc. Pero, un mismo producto humano puede tener varios valores,
aunque uno de ellos sea el determinante. Así, por ejemplo, una obra de arte puede
tener no sólo un valor estético, sino también político o moral.
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“La verdad es que el hombre no se Las personas, por lo tanto, observamos el mundo
enfrenta sólo contemplativamente a través de los valores. No sólo nos contentamos
con la realidad. No sólo la ve, sino con describir las situaciones u objetos (juicios de
que la valora o estima. El hombre hechos), sino que también los valoramos (juicios
siente la realidad como fea o bella, de valor). Por ejemplo, cuando escucho una pieza
como buena o mala, como agradable musical o contemplo un cuadro, percibo a la vez
o penosa, como noble o vil, como ciertos hechos –los instrumentos musicales que
santa o no santa……De modo intervienen, los objetos pintados- y ciertos
general, nuestra vida está valores –la belleza de la melodía, la gracia de las
determinada por la valoración y los formas y los colores-.
valores”. Un juicio es toda proposición u oración gramatical
Bochenski, J. en la que se afirma o se niega algo de un sujeto.
Introducción al pensamiento Los juicios morales son una clase de estos juicios
filosófico que el ser humano elabora continuamente.
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Los filósofos y estudiosos del tema han clasificado los valores de diferente manera;
no obstante, todas esas clasificaciones conservan ciertas semejanzas. Nosotros hemos
seguido la clasificación de Max Scheler.
VALORES EJEMPLOS
Los valores se presentan de forma bipolar, por ejemplo, bondad frente a maldad,
amor frente a odio…. El valor negativo es llamado, con frecuencia, contravalor. Pero
también podemos observar una jerarquía, en la medida en que unos son superiores a
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Los valores son preferencias que implican obligaciones que nosotros mismos nos
imponemos. Por ejemplo, si presenciamos un accidente:
Soy testigo de un hecho: el accidente.
Me fijo en lo que es importante: el sufrimiento del herido.
Este sufrimiento me mueve a actuar de una manera determinada: acompaño al
accidentado al hospital. Encauzo mi conducta según unos valores: considero
que es bueno ayudar a unas personas, socorrer a los heridos, etc.
La mayoría de los valores éticos son unos ideales o unos objetivos difíciles de
conseguir. Por ejemplo, la paz, la justicia, la solidaridad. Es necesario, por tanto, revisar
nuestra forma de actuar para no entrar en contradicción con nosotros mismos. Es
decir, que nuestra conducta no sea contraria a los valores que apreciamos y asumimos.
Por ejemplo, si valoro la tolerancia y la convivencia y en una situación concreta
reacciono de forma intransigente, he de reconducir mi conducta según los valores que
aprecio y he asumido.
Existen diversas teorías sobre los valores. Las dos que aportan una discusión actual
sobre el asunto serían:
Las teorías subjetivistas vienen a decir que las cosas no tienen un valor
en sí mismas, sólo valen en la medida en que son apreciadas por un
sujeto; son los seres humanos los que dan valor a las cosas y, por tanto,
el hombre es creador de valores.
Las teorías objetivistas, por el contrario, defienden que los valores son
independientes del ser humano y son propiedades reales de las cosas. El
ser humano es descubridor de valores, pero no los crea.
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Como ya hemos visto, los valores indican grandes objetivos que dan sentido a las
acciones que se llevan a cabo, actuando como motivación. Cuando se valora algo
tenemos interés en conseguirlo. Las normas establecen de qué forma debemos actuar.
Son los medios que nos acercan a un cierto objetivo e indican aquellas acciones que
contribuyen a hacer realidad un valor
Los Estados elaboran leyes (normas jurídicas) que rigen la conducta de los
ciudadanos, las sociedades tienen costumbres y normas (morales) que definen el
comportamiento correcto y las personas tomamos decisiones cuando se nos plantea
una disyuntiva.
Los mínimos aceptados por todos son una referencia y definen los límites de las
leyes, las costumbres y las decisiones personales. En un mundo plural y globalizado,
donde conviven diversidad de culturas y tradiciones, el acuerdo acerca de esos límites
parece del todo imprescindible.
ÉTICA DE MÍNIMOS
Afecta a todos los miembros de una sociedad.
Es resultado del consenso.
Permite la convivencia en la vida pública
Respeto, tolerancia, igualdad, libertad, justicia, solidaridad,
diálogo, dignidad.
Por ejemplo: La Declaración Universal de los Derechos
Humanos, la Convención de los Derechos del Niño….
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TIPOS DE NORMAS
El cuerpo La sociedad (a
Quien la legislativo través de La persona
Dios
promulga legitimado para costumbres, misma
ello. moda, etc.)
Los miembros de Los
Todos los seres
Destinatarios la comunidad miembros de la Cada persona
humanos
política sociedad
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2. ¿Qué tipo de normas regulan las relaciones del individuo en cuanto miembro de
un estado? Diferencia entre las normas jurídicas y las normas morales
4. Distinguir, entre las siguientes afirmaciones, las que son de hecho y las que son
de valor. Si algunas pueden ser al mismo tiempo de ambos tipos, explica por qué.
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6. ¿Por qué afirmamos que en la expresión "Es un buen reloj", el uso de "bueno" no
tiene ningún significado moral? ¿A qué valor nos estamos refiriendo entonces?
¿Y con el juicio "X ha escrito un buen poema?
7. "Esta teoría traslada, por tanto, el valor del objeto al sujeto, y lo hace depender
del modo como soy afectado por la presencia del objeto. Esto es bello, por
ejemplo, en cuanto que me afecta en cierta forma, al suscitarse en mí una
reacción placentera desinteresada. Es decir, la belleza del objeto no es puesta en
relación con ciertas propiedades suyas, con cierta estructuración o formación de
su materia, sino que se la hace depender de la emoción o el sentimiento que
despierta en el sujeto" A. Sánchez Vázquez. Ética.
a) De estas afirmaciones ¿Puedes distinguir las que son prejuicios de las que
son simplemente un juicio? Justifica el porqué.
b) Reflexiona: ¿Te parece que tienes prejuicios? ¿Muchos?
"En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira, /todo es según el color/ del
cristal con que se mira" se refieren únicamente a los juicios de valor o también se
refieren a los juicios de hecho? ¿Qué doctrina acerca de los valores crees que
puede estar a la base de dicha afirmación?
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“Para dar un ejemplo que permita comprender mejor lo que es el desamparo, citaré el
caso de uno de mis alumnos que me vino a ver en las siguientes circunstancias: su padre se
había peleado con su madre y tendía al colaboracionismo; su hermano mayor, había sido
muerto en la ofensiva alemana de 1940, y este joven con sentimientos un poco primitivos,
pero generosos, quería vengarlo. Su madre, vivía sola con él, muy afligida por la
semitraición del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él. Este joven
tenía en este momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas
francesas libres -es decir, abandonar a su madre- o bien de permanecer al lado de su
madre, y ayudarla a vivir. Se daba cuenta perfectamente, de que esta mujer sólo vivía para
él y que su desaparición -y tal vez su muerte- la hundiría en la desesperación. También se
daba cuenta de que en el fondo, concretamente, cada acto que llevaba a cabo con respecto
a su madre tenía otro correspondiente en el sentido de que la ayudaba a vivir, mientras que
cada acto que llevaba a cabo para partir y combatir era un acto ambiguo que podía
perderse en la arena, sin servir para nada: por ejemplo al partir para Inglaterra, podía
permanecer indefinidamente, al pasar por España, en un campo español; podía llegar a
Inglaterra o a Argelia y ser puesto en un escritorio a redactar documentos. En consecuencia,
se encontraba frente a dos tipos de acción muy diferentes: una concreta, inmediata, pero
que se dirigía a un solo individuo; y otra que se dirigía a un conjunto infinitamente más
vasto, a una colectividad nacional, pero que era por eso mismo ambigua, y que podía ser
interrumpida en el camino. Al mismo tiempo dudaba entre dos tipos de moral. Por una
parte una moral de simpatía, de devoción personal; y por otra, una moral más amplia pero
de eficacia más discutible. Había que elegir entre las dos. ¿Quién podía ayudarlo a elegir?
¿La doctrina cristiana? No, la doctrina cristiana dice: sed caritativo, amad a vuestro prójimo,
sacrificaos por los demás, elegid el camino más estrecho, etc, etc. Pero ¿cuál es el camino
más estrecho? ¿A quién hay que amar como a un hermano? ¿Al soldado o a la madre?
¿Cuál es la utilidad mayor: la utilidad vaga de combatir en un conjunto, o la utilidad precisa
de ayudar a un ser a vivir? ¿Quién puede decidir a priori? Nadie. Ninguna moral inscrita
puede decirlo. La moral Kantiana dice: no tratéis jamás a los demás como medios, sino
como fines. Muy bien: si vivo al lado de mi madre la trataré como fin, y no como medio,
pero este hecho me pone en peligro de tratar como medios, a los que combaten en torno a
mi; y recíprocamente, si me uno a los que combaten, los trataré como fin, y este hecho me
pone en peligro de tratar a mi madre como medio.”
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