La Interrupcion Voluntaria Del Embarazo y El Derecho Penal
La Interrupcion Voluntaria Del Embarazo y El Derecho Penal
La Interrupcion Voluntaria Del Embarazo y El Derecho Penal
y el derecho penal.
A propósito del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en el caso “F., A. L.”1
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inciso 1° del segundo párrafo del invocado artículo–2 habilita para proceder
al sacrificio de la vida intrauterina.
Otra muestra de la trascendencia axiológica de la vida de la mujer ges-
tante reside en la notoria agravación de la escala penal para la figura básica
del delito de que se trata cuando fuera seguido de la muerte de aquella, con-
sistente en un plus equivalente a la mitad del máximo (v. art. 85, incisos 1° y
2°, última parte, respectivamente, del C.P.).
Mencionamos ya a la vida y a la salud. No está de más recordar, en
este sentido, que salud es bienestar bio-psico-social, conforme a la ya clásica
definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1964). De suerte
tal que, aun en el estrecho andarivel conformado por el párrafo de mentas,
habría espacio para determinar la exención de punibilidad del aborto cau-
sado para evitar un peligro psíquico o social que no pudiera ser evitado por
otros medios.
El otro bien jurídico acogido por el legislador al elaborar los tipos le-
gales –prohibitivos y permisivos– que nos interesa analizar aquí es, como
anticipamos, la libertad o autodeterminación de la mujer. No sólo se mani-
fiesta en el requisito del consenso de la mujer encinta para proceder a la con-
creción de un aborto no punible, sino en la clara disparidad de respuestas
punitivas para el autor de la modalidad dolosa básica según haya existido o
no aquel consenso, descendiendo –si lo hubo– de los tres a diez años de pri-
sión a la módica escala de uno a cuatro años de tal pena (artículo 85, incisos
1° y 2°, 1ª parte, respectivamente).
De la comparación de tales montos sancionatorios con otras especies
delictivas contra las personas se extrae una nueva y rotunda diferencia de
tratamiento legal de la vida humana dependiente. Nótese, al respecto, que el
aborto practicado sin consentimiento de la mujer posee asignada una escala
idéntica a la de las lesiones gravísimas a un individuo nacido (art. 91 C.P.),
debiendo tomarse en cuenta –por añadidura– como se indicó, que en esa
especie delictiva se conjuga el ataque contra la vida humana dependiente y
contra la libertad de la mujer afectada. Precisamente, la escala del artículo
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4. Ratificada por todos los países del mundo, a excepción de tres: Afganistán, São Tomé y
Príncipe y Estados Unidos de Norteamérica.
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5. Con relación al cotejo que impone una situación como la conocida y decidida por el tri-
bunal cimero entre las disposiciones legislativas y las convencionales, también vale preci-
sar que la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa
Rica) introduce una salvedad de importancia al prescribir que el derecho a que se respete
la vida estará protegido por la ley “y, en general, a partir del momento de la concepción”.
La locución adverbial “en general” significa lo común, lo frecuente, lo usual, y su inclusión
en el texto de referencia permite entrever posibles excepciones. A su vez, la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño sienta el principio conforme al cual los Estados
Partes reconocen que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida (art. 6.1.), pero lo mode-
ra al referir que aquellos han de garantizar en la máxima medida posible la supervivencia y el
desarrollo del niño (art. 6.2.), permitiendo lucubrar que, ante determinadas situaciones,
pueda, excepcionalmente, ceder esa garantía de supervivencia. No cambia las cosas la re-
serva relativa al momento de la concepción que la República Argentina introdujo a la hora
de sancionar la ley 23849: aun cuando quepa hablar de niño desde ese momento, cuando
se tratare de vida humana intrauterina, a cuyo distinto status jurídico para el derecho po-
sitivo argentino ya me he referido, cabrá tomar en consideración que la obligación estatal
es la de resguardar la supervivencia y el desarrollo de ese ser “en la medida de lo posible”,
como lo señala la Convención.
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Tal vez sea el tratamiento de este aspecto el más criticable, por su exi-
güidad, de todo el decisorio que comentamos. En otros países de nuestra
órbita cultural, como España y Colombia, ese ítem, de apariencia secunda-
ria, puso en jaque la efectividad de lo resuelto por las máximas instancias
judiciales respecto de esta compleja temática.
En Colombia, país en el que la Sala Plena de la Corte Constitucional
proclamó, mediante la sentencia C-355/06 del 10 de mayo de dicho año,
la despenalización de la práctica del aborto en tres circunstancias específi-
cas, a saber, cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la
vida o la salud de la mujer, certificada por un médico; cuando exista grave
malformación del feto que haga inviable su vida, certificada por un médico,
o cuando el embarazo sea el resultado de una conducta, debidamente de-
nunciada, constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento,
abusivo, o de inseminación artificial o transferencia de óvulo fecundado no
consentida, o de incesto, fue necesario un nuevo pronunciamiento de dicho
órgano colegiado, identificado como T-388/09, para precisar los alcances
del reconocimiento del derecho de objeción de conciencia y armonizarlos
con el derecho de la mujer gestante a la interrupción de su embarazo.
Habida cuenta de lo escueto de la referencia de nuestra Corte Suprema
a dicha alternativa y de las previsibles dubitaciones que el asunto podría
generar, en el futuro inmediato, en nuestro medio, reputo conveniente in-
corporar en esta breve labor los párrafos más significativos de ese segundo
decisorio del Tribunal del hermano país: “(e)l ejercicio de la objeción de
conciencia puede desencadenar y, de hecho, desata consecuencias frente a
terceras personas. Por eso, resulta imposible catalogar la objeción de con-
ciencia como un acto que permanece ubicado dentro del fuero interno de
quien la ejerce. Cuando se manifiesta la objeción por motivos de concien-
cia, ello supone incumplir un deber jurídico ‘con mayor o menor proyección
social’”, añadiendo que “(a)dmitida esa circunstancia, surge la cuestión de
ponderar hasta qué punto es posible el ejercicio de la objeción por motivos
de conciencia –la cual prima facie puede parecer justificada–, vista desde la
óptica de las consecuencias negativas que su ejercicio produce respecto de
los derechos de terceras personas”.
En esa inteligencia, dicha Corte Constitucional puntualizó, respecto
de los médicos “que por motivos de conciencia se oponen a la práctica de
interrupción voluntaria del embarazo, al considerar que esta acción riñe de
manera profunda con sus convicciones morales”, que, dada tal contingencia,
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