Evidencia 5

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE

NUEVO LEÓN
FACULTAD DE DERECHO Y
CRIMINOLOGÍA

DERECHO BANCARIO
LIC. ANDRES JESUS DENA SANCHEZ
“EVIDENCIA 5: ENSAYO”
DECIMO SEMESTRE LIC
DERECHO

GPO 014 MARIA


CONCEPCION MARES
MOJICA
1823747
MONTERREY, NUEVO LEÓN A 03 DE MARZO DE 2024
FOBAPROA

Creado en 1990, el Fobaproa, fue un esquema que estaba diseñado para funcionar
como un seguro para los depósitos bancarios de los ahorradores. Tras la crisis
económica conocida como “error de diciembre” en 1994, el gobierno de Ernesto
Zedillo (1994-2000) utilizó el fondo para devolver solvencia a los bancos y, por ende,
proteger el ahorro de los clientes en contra de la quiebra.

Al implementarse el rescate, se descubrió que algunos de los bancos beneficiados


estaban involucrados en casos de fraude, evasión fiscal y malas prácticas por parte
de algunos empresarios. Los casos más sonados fueron los de Carlos Cabal
Peniche, propietario de Banca Cremi y Banco Unión (hoy inversionista de Internet);
el fallecido Jorge Lankenau, dueño de Banca Confía y Ángel Rodríguez “El Divino”,
propietario de Banpaís.

La insolvencia bancaria creció tanto que el Fobaproa absorbió su cartera vencida


en los siguientes años; esta acumuló una deuda de 552,300 millones de pesos,
equivalente a 11% de toda la economía mexicana de ese entonces. El monto se
convirtió en deuda pública en 1999 y hasta hoy, los mexicanos la pagan con sus
impuestos.

En 2020, la deuda del Fobaproa equivalía a más de 1.8 billones de pesos, es decir
10% del Producto Interno Bruto (PIB) de ese año. Hace tres años restaban por pagar
890,356 millones de pesos, poco más de 4% del PIB.

El pago anual de esta deuda fue de 43 mil millones de pesos en 2020, según el
Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), que heredó la deuda del
Fobaproa en 1999. Esta cantidad es casi 22 veces el presupuesto de 2023 de la
Secretaría de Educación, es decir 945 mil millones.

Los bancos aportan a la deuda casi 18,000 millones adicionales; estos representan
tres cuartas partes de sus cuotas destinadas al seguro de protección al ahorro del
IPAB.

Los factores que provocaron la debacle económica de 1994 comenzaron durante el


sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Su gobierno comenzó un proceso
de apertura y liberalización que se basaba en la atracción de capital extranjero. El
objetivo era estabilizar y crecer la economía, que se encontraba estancada desde
la década de los 80. Pero casi 75% de la inversión que llegó al país se fue a bonos
del gobierno y al mercado accionario, por lo que no tuvo un impacto en la economía
que beneficiara a la mayor parte de la población.

La dependencia de este capital extranjero, llamado en ese entonces “golondrino”,


puso en riesgo a la economía mexicana. Los inversionistas que no confiaban en la
estabilidad económica y política del país, “volaban” con estos recursos a otro
mercado con mejores condiciones; esto devaluó el peso frente al dólar.

El primero de los factores era que, hace tres décadas, México contaba con un tipo
de cambio basado en una banda cambiaria; es decir, el Banco de México (Banxico)
establecía el valor del peso con respecto al dólar dentro de un rango llamado “banda
de flotación”. Este tipo de cambio estaba respaldado, entre otros factores, por las
reservas internacionales, así como por el flujo de capital extranjero. Ante la fuga del
capital extranjero, Banxico podía corregir y devaluar el tipo de cambio; a cambio,
aumentaba el precio de productos del exterior y, por lo tanto, la inflación.

También Banxico podía subir su tasa de interés para ofrecer más rendimientos e
incentivar a los inversionistas a permanecer en el mercado mexicano; este aumento
tendría el efecto secundario de incrementar el costo del crédito para personas y
empresas debido a la fragilidad de la banca de ese entonces.

Esa fragilidad, que inició con la apertura y liberalización económica en el sexenio de


Salinas, obligó a la venta de empresas públicas, incluidos los bancos. De ahí que
los políticos e intelectuales de izquierda han llamado a ese sexenio como el
comienzo de la era “neoliberal.”

La banca fue privatizada entre 1991 y 1992, pero al no existir una adecuada
supervisión, las instituciones financieras otorgaron créditos de forma excesiva. Esto
inundó el mercado con financiamientos que no estaban sustentados en la capacidad
de pago de sus clientes, explicaron Fausto Hernández y Marcos Avalos en un
reporte elaborado para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL).

Además, la banca operaba bajo el supuesto de que en caso de insolvencia, el ahorro


de los clientes estaba protegido por el Fobaproa. “Este seguro, que respalda la
solvencia de los bancos, generó la percepción de que el gobierno mexicano no
permitiría que las instituciones bancarias se declararan en bancarrota, lo que
también condujo a los banqueros a tomar riesgos exagerados”, detallaron
Hernández y Ávalos.

Esto fue el cultivo perfecto para generar una crisis. Solo hacía falta un incremento
súbito en la tasa de interés que elevara el costo del crédito a una cartera de clientes
con un alto riesgo de no poder pagar sus deudas para poner en una situación de
extrema vulnerabilidad a los bancos.

Aún con estos riesgos, la economía mexicana logró crecer en los primeros años del
sexenio de Salinas. Su gobierno prometía aún mayor apertura y bonanza económica
con el inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994.

Pero el primer día de ese año comenzó la inestabilidad política: el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) tomó varios poblados en Chiapas; en marzo, el
candidato a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en la colonia Lomas
Taurinas de Tijuana, y en septiembre fue asesinado el líder del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu.

Ante el riesgo de inestabilidad política y los síntomas de debilidad bancaria, los


inversionistas comenzaron a retirar su capital, devaluando el peso. Sin embargo, el
gobierno no corrigió el tipo de cambio y lo mantuvo sobrevaluado en la banda de
flotación, indicaron Humberto Banda y Susana Chacón en su investigación La crisis
financiera mexicana de 1994: una visión política-económica.

El gobierno de Salinas recibió advertencias de los expertos de la época que fueron


rechazadas. ¿Por qué? Era impensable devaluar la moneda en año electoral,
romper con las expectativas económicas y arriesgar la permanencia del PRI en el
poder.

“El tipo de cambio representaba un ‘ancla’ para el modelo económico. Al cambiarlo,


el modelo se ponía en riesgo, ya que difícilmente se mantendría el crecimiento de
3% necesario para su funcionamiento”, agregaron.

“Además, Salinas tampoco pondría en juego su orgullo y su inminente candidatura


para la recién creada Organización Mundial de Comercio (OMC)”, añadieron.

Banxico pensó que la situación era transitoria y la moneda continuó sobrevaluada.


Para lograr que continuara el flujo de capital extranjero, el gobierno aumentó la
colocación de un instrumento financiero llamado «tesobono» en el primer trimestre
de 1994; garantizaba a los inversionistas extranjeros un rendimiento ligado a la
paridad con el dólar, recordaron Banda y Chacón.

Muchos inversionistas especulativos cambiaron bonos que pagaban rendimientos


en pesos, a tesobonos, que ofrecían una ganancia ligada al dólar. Pero cuando el
peso continuó cayendo, la deuda de los tesobonos se hizo impagable para el
gobierno mexicano.

La deuda pública en tesobonos aumentó más de 10,000% entre marzo de 1992 y


diciembre de 1994. La situación se volvió insostenible para el gobierno mexicano,
lo que profundizó la desconfianza de los inversionistas.

Banxico se vio obligado a devaluar la moneda por última ocasión el 20 de diciembre


de 1994; también subió su tasa de interés para contener la fuga masiva de capital,
relataron Banda y Chacón.

Un día después, el 21 de diciembre, el gobierno del presidente entrante, Ernesto


Zedillo, tomó la decisión de que el tipo de cambio ya no estaría definido dentro de
una banda; su valor se determinaría libremente por la oferta y demanda
internacional.
La forma en cómo el gobierno de Zedillo comunicó estas medidas fue interpretado
como una advertencia a los inversionistas para que cambiaran su capital de pesos
a dólares para protegerse de una inminente devaluación del peso, que ahora sería
determinado por su verdadero valor en los mercados, acentuando la fuga de capital.
Este evento fue bautizado por el expresidente Salinas como “el error de diciembre.”

El peso se devaluó, lo que detonó la crisis económica en México en enero de 1995


y se tuvo que pedir un paquete de rescate económico internacional con apoyo de
Estados Unidos.

Los empresarios necesitaban del crédito para operar, pero con la devaluación del
peso importar insumos del exterior era más caro. Además, con el alza de las tasas
de interés, las empresas y las personas no podían pagar sus deudas y perdieron su
acceso al financiamiento.

Los pequeños y medianos empresarios tuvieron que hipotecar sus propiedades


para pagar deudas. En muchos casos, no para salvar su negocio, sino para pagar
la liquidación de empleados, enfrentar demandas laborales y de proveedores.

“Hubo personas que se suicidaron”, relató a Business Incidir México la ex


empresaria Zoila V., quien, desde 1994, dejó de confiar en las instituciones de
crédito. “La verdad, tenía miedo de pedir prestado o que una empresa me dijera ‘te
doy crédito’. Es más, cuando voy caminando y me ofrecen una tarjeta de crédito me
alejo lo más rápido posible”, dijo.

En un principio, el Fobaproa no alcanzó para cubrir la insolvencia de los primeros


bancos que lo necesitaron, por lo que el gobierno emitió deuda para comprar la
cartera vencida de las instituciones bancarias afectadas en 1995, y extendió ese
programa hasta 1996, para salvaguardar el ahorro de las personas.

Entre 1995 y 1998, el Fobaproa intervino a 14 de 18 bancos. Sobrevivieron


Bancomer, Banamex, Vital y Banorte. En 1998, el gobierno de Zedillo propuso que
el Fobaproa se convirtiera en deuda pública, lo cual fue aprobado por el Congreso
e instauró el IPAB, que heredó la deuda bancaria, la cual se seguirá pagando en las
próximas décadas.

Hoy en día, Banamex es parte del estadounidense Citigroup; Bancomer fue


comprado por el banco español BBVA; Vital por la multinacional británica HSBC y
Banorte es actualmente el único banco totalmente mexicano sobreviviente de esa
época.

El sistema bancario y financiero de México de hoy es completamente diferente a la


década de los 90. Existe una amplia regulación bancaria, un buró de crédito que
analiza la capacidad de pago de los clientes y el Banco de México supervisa la
liquidez del sector.
Aunque participantes como Banco FAMSA se han declarado en bancarrota, no se
ha registrado una falla sistémica como la que destruyó el patrimonio de las familias
hace 26 años. Sin embargo, la próxima generación seguirá endeudada, y pagando,
casi sin saberlo, los errores de políticos y empresarios bancarios de aquel turbulento
1994.

El IPAB es la institución del Gobierno Federal encargada de administrar el Seguro


de Depósitos Bancarios en beneficio y protección de los ahorradores.
El Seguro de Depósitos Bancarios tiene como características fundamentales
garantizar hasta por 400 mil Adiós los depósitos bancarios de las personas físicas
o morales, de forma automática y gratuita para los ahorradores, sin necesidad de
que realicen trámite alguno para el reembolso de su dinero.

El Seguro de Depósitos que administra el IPAB protege, entre otros, los depósitos
a la vista, como cuentas de cheques; depósitos en cuentas de ahorro; depósitos a
plazo o retirables con previo aviso, como los certificados de depósito; depósitos
retirables en días preestablecidos, y depósitos en cuenta corriente asociados a
tarjetas de débito.
La única diferencia entre ambos es que el FOBAPROA absorbió la deuda de los
bancos que ellos mismos provocaron con el descontrol de créditos, y con el IPABla
deuda solamente pasó a ser del pueblo.
BIBLIOGRAFIA

 https://businessinsider.mx/que-es-fobaproa-historia-mexicanos-pagan-deuda-
bancaria/
 https://www.academia.edu/35965013/FOBAPROA_E_IPAB

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