La Generación Del 98 Aula Virtual

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La Generación del 98: Baroja, Unamuno y Azorín.

El término Generación del 98 alude a un grupo de escritores que, en su juventud, mantuvieron una
actitud muy crítica ante la grave crisis social, económica y política de España a finales del siglo XIX
(simbolizada en el desastre del 98) y proclamaron la necesidad de una regeneración social, cultural y
estética. Los miembros más destacados del grupo fueron Miguel de Unamuno, Pío Baroja y Azorín (José
Martínez Ruiz). Antonio Machado y Valle-Inclán, tras una etapa inicial de influencia modernista, conectarán
con algunos de las características del 98, por lo que en ocasiones se los incluye en el grupo.

Adoptaron hacia la literatura una actitud muy distinta de la de los modernistas. El escribir no tenía
que ver ante todo con la creación o expresión de la belleza, sino que era un método de investigar la
situación existencial del hombre, un medio de acceder a la realidad, con resultados potencialmente válidos.
Los noventayochistas no intentaron reflejar o embellecer la realidad sino explorarla, con la esperanza de
iluminar algún recodo que supusiera una respuesta a sus problemas.

Temas

a) Temas existenciales y religiosos:


Era un grupo preocupado por la desorientación espiritual del hombre moderno. Influenciados por los
filósofos del momento -Nietzsche, Schopenhauer y Kierkegaard-, estos autores reflexionarán en sus
obras sobre el sentido de la existencia humana, el paso del tiempo, la muerte o sobre la existencia de
Dios, desde una perspectiva muy pesimista e irracionalista.

b) El tema de España
El problema de España encuentra en la Generación del 98 dos enfoques o acercamientos
fundamentales: la crítica social y la reflexión sobre la identidad de España.
En sus obras reflejaron el atraso y la decadencia de España, pero, en lugar de proponer medidas
prácticas, defienden una regeneración espiritual, que pasa por recuperar o modificar los rasgos que
configuran la identidad de España.
Buscan la esencia o el “alma de España” en su paisaje, su literatura y su historia. Sienten, en
particular, fascinación por Castilla, plasmada en obras como Castilla, de Azorín, o Campos de Castilla,
de Antonio Machado.
La ruina y el abandono de los campos y la decrepitud de las capitales castellanas son expresión de
la decadencia del país, pero, a la vez, encarnan los valores que constituyen, a su juicio, el ser de
España: austeridad, nobleza, espiritualidad o entereza en la adversidad. En Vida de don Quijote y
Sancho, Unamuno recrea la figura de don Quijote, en quien ve representados los principios que
caracterizan el alma española: el idealismo o desdén hacia la razón, que se oponen al materialismo y al
sentido práctico de la civilización burguesa.

La novela en la Generación del 98

Cultivaron otros géneros literarios y revitalizaron el género del ensayo para transmitir sus ideas
literarias, filosóficas, históricas y políticas; sin embargo, destacaron por la renovación del género
novelístico.

La novela de los noventayochistas se aleja de la antigua tradición realista, pues eliminan o reducen al
mínimo todos los elementos de una novela clásica: el argumento, el dramatismo, el análisis psicológico de
los personajes…

Entre las características de esta nueva novela podemos mencionar:


- El abandono del despliegue equilibrado de personajes a favor de la preponderancia de una sola
figura central; frente a la típica novela anterior a 1898 que se ocupa por lo general del conflicto entre
dos o más personajes y fuerzas externas, la típica novela de la Generación del 98, en cambio, es
esencialmente el relato del conflicto de un personaje consigo mismo y con su visión profunda de las
cosas. El resto de los personajes existen en relación al protagonista.
- En muchos casos estas novelas responden a la variante del “bildungsroman” o novela de formación.
- La falta de interés por lo argumental y la sustitución de los incidentes por conversaciones y
discusiones.
- Los principales héroes novelísticos de la Generación del 98 son esencialmente intelectuales, hombres
de ideas, dotados de una intensa y ansiosa conciencia de sí mismos y de sus relaciones con la vida y
la sociedad. Se trata de hombres con problemas, pero con un tipo de problemas muy diferentes a los
de los héroes de la novela realista. Los suyos son problemas de carácter espiritual. Muchas veces no
alcanzan un ideal vital y, en consecuencia, caen en la angustia o en el suicidio.
- Muchas de las novelas del 98 son autobiográficas y los autores suelen proyectar sobre los personajes
sus preocupaciones.

Unamuno
Cultivó todos los géneros: poesía, teatro, novela y ensayo. Pero, independientemente del género,
toda su obra trata de una serie de temas obsesivos: la regeneración de España, el paso del tiempo, la muerte,
el sentido de la vida o la existencia de Dios.

Sus novelas se caracterizan por un contenido denso y filosófico y por la eliminación de los elementos
narrativos que no considere esenciales (como las descripciones espaciales o de los personajes y las alusiones
al tiempo narrativo). Abundan en ellas los diálogos (o incluso los monólogos), en los que los personajes
expresan sus conflictos existenciales.

Las peculiaridades de la novela de Unamuno vienen a coincidir con tendencias innovadoras propias
de la novela contemporánea. Algunas de esas características son:
- La escasa importancia de las descripciones.
- Las descripciones de los personajes no son nunca naturalistas. Los rasgos físicos concretos interesan
menos que el misterio de la personalidad y su reflejo en los demás hombres.
- Muchos de sus personajes son opacos, impenetrables, nunca los llegamos a conocer bien. Como
ocurre también en gran parte de la novela moderna, están hechos de confusión y misterio.
- Desmonta Unamuno otro convencionalismo de la novela clásica: el del desenlace que integra
armónicamente todos los elementos y personajes de la obra. Afirma, por el contrario, que la
verdadera novela no tiene final. Exige, por tanto, una postura activa del lector.
- Utiliza en Niebla el monólogo interior. Se trata del primer monólogo interior de la novela española.

La novela, en resumen, no tiene reglas fijas. Por ser reflejo de la vida, debe ser libre y variada como la
vida misma. A esta preocupación responde, evidentemente, la creación del término “nivola”: supone, ante
todo, un modo inteligente de liberarse de las normas tradicionales.

En su obra novelesca destacan: Niebla (1914), su mejor novela, en la que plantea el juego
metaliterario entre verdad y ficción al enfrentar al personaje, Augusto Pérez, que es consciente de ser un
personaje de ficción, con su autor, el novelista Miguel de Unamuno, que le advierte de que va a morir; y San
Manuel Bueno, mártir (1930), que cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero lo
oculta para mantener el orden social. La obra plantea el conflicto entre razón y fe de una manera muy
innovadora con un juego de narradores.

En Abel Sánchez, reflexiona sobre la envidia mediante la recreación del mito bíblico de Caín y Abel; y
en Amor y pedagogía, sobre la paternidad, y sobre la maternidad, en La tía Tula.

Baroja
Muy influenciado por Schopenhauer y Nietzsche, reflejará en sus novelas su pesimismo vital y su
visión negativa del hombre y de una sociedad hostil donde solo sobreviven los más fuertes. Es el autor que
mejor encarna el pesimismo de la época.

La característica principal es su hostilidad hacia la técnica formal consciente. Baroja afirmaba escribir
sus novelas sin plan previo y sin preocupación por el arte de la composición. La característica incongruencia
de sus propias novelas está destinada a darnos la impresión que la mayoría de las veces suele darnos la vida
_una sucesión fortuita de hechos desligados e insignificantes_.

Sus novelas están esencialmente basadas en la observación de la vida. Sentía desconfianza hacia la
imaginación creadora. Así pues, los dos elementos básicos de sus obras son: su propia experiencia,
especialmente aquella que adquirió en su adolescencia y juventud, y lo que él llamaba reportaje
_observación directa de la realidad_.

Sus protagonistas suelen ser de dos tipos: hombres de acción que sueñan con la libertad (como
Zalacaín el aventurero) y hombres intelectuales, pesimistas y abúlicos, en conflicto consigo mismos y con el
medio (como Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia). Los personajes de este segundo tipo están
dominados por un análisis intelectual demoledor que erosiona su confianza vital. Así pues, en la típica novela
barojiana el héroe experimenta, como resultado de las experiencias y conversaciones que se describen, un
desarrollo de conciencia, cuyo final es la adquisición de una visión más profunda y casi siempre negativa.

Es también característica de sus novelas la marcada presencia del narrador a través de comentarios y
reflexiones en los que Baroja expresa sus ideas filosóficas, literarias y políticas.

Buscaba la amenidad en todas sus novelas. Pretendía siempre narrar algo interesante y entretener al
lector además de vapulear aquella sociedad. El ritmo de sus novelas es rápido, lo logra con el constante
desfilar de figuras humanas, rápidos cambios de escenario, el recurso del suspense o el procedimiento
sintáctico-estilístico del párrafo y la frase breve.

El estilo de su prosa es natural y poco artificiosa, hasta el punto de que se ha acusado a Baroja de
cierto descuido estilístico.

La obra de Baroja es copiosísima, pues escribió 66 novelas además de relatos cortos, cuentos, obras
de teatro, ensayos, sus memorias y hasta un libro de versos.

Su obra narrativa se agrupa en trilogías. Destaca la trilogía de la Tierra vasca que agrupa La casa de
Aitzgorri, El mayorazgo de Labraz y Zalacaín el aventurero; La lucha por la vida: La busca, Mala hierba y
Aurora roja; de La raza: El árbol de la ciencia; de La vida fantástica: Camino de perfección; de Las ciudades:
César o nada y Las inquietudes de Shanti Andía de la trilogía El mar.
La busca, junto con las otras dos novelas de su trilogía, ofrece un fiel retrato de la sociedad
madrileña de principios de siglo. La historia se centra en la caída de Manuel, el protagonista en el mundo de
la delincuencia y en sus andanzas por las afueras de la ciudad.

El árbol de la ciencia narra la vida de Andrés Hurtado desde su ingreso en la universidad hasta su
suicidio. El tema central es la desorientación existencial del hombre, inadaptado y encerrado en un callejón
sin salida. Es también su novela más autobiográfica. Los problemas que le preocupaban están proyectados en
Andrés Hurtado _Baroja joven_ y en Iturrioz _Baroja maduro_.

José Martínez Ruiz, Azorín

En sus novelas desaparece prácticamente el hilo argumental, fragmentando la narración en capítulos


deshilvanados. No hay prácticamente acción, sustituida por extensas descripciones y reflexiones filosóficas.

Recurre a la primera persona narrativa, adecuada al tono confesional y subjetivo de la narración.

Destacan dos temas en su obra: el paso del tiempo (y la evocación del pasado) y la recreación
subjetiva y lírica del paisaje. El paisaje, que tradicionalmente había sido elemento secundario de la narración,
se convierte con el 98 _especialmente con Azorín y Antonio Machado_ en protagonista de la obra, casi en
personaje vivo que guarda dentro de sí el reflejo de cuantos lo han transitado.

Su prosa es sencilla con períodos sintácticos breves.

Sobresalen sobre todo sus novelas autobiográficas: La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de
un pequeño filósofo y aquellas en las que recrea personajes literarios como Don Juan, Doña Inés o Don
Quijote.

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