Tema 1. La Novela Hasta El 39

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TEMA 1.

LA NOVELA DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA EL 39:


TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVAS
La transición del siglo XX al XX se caracteriza en Europa por una honda crisis
espiritual. Las ideas de algunos filósofos, como Shopenhauer, Nietzsche o Bergson,
acentúan el pesimismo y la desorientación vital. España, además, vive su propia crisis
interna motivada por causas sociales y políticas: el sistema político (“turnismo”) no
funciona, se acrecientan los desfases sociales y empiezan a surgir los primeros
conflictos violentos… Ante esta situación, en los últimos años del XIX, una serie de
intelectuales propugna una serie de medidas concretas para solucionar los problemas
del país (“males de la patria”): se trata de los regeneracionistas, como Joaquín Costa
(con su lema: “Despensa y escuela”), Francisco Giner de lo Ríos o Ángel Ganivet.

1. EL GRUPO O LA GENERACIÓN DEL 98


Con la independencia, en 1898, de Cuba y Filipinas, últimas colonias españolas,
la conciencia de crisis se intensifica. El “desastre” provoca numerosas pérdidas
económicas y humanas. Surge entonces un grupo de escritores preocupados por los
problemas del país, por el tema de España. Son los miembros de la generación o grupo
del 98 (denominación acuñada por Azorín). El grupo o generación (no hay acuerdo
entre la crítica en torno a este concepto) del 98 se incluye dentro de un movimiento
más amplio, el Modernismo.
Pertenecen al grupo o generación del 98 los siguientes autores: Miguel de
Unamuno, José Martínez Ruiz “Azorín”, Pío Baroja y Ramiro Maeztu. Además se
incluyen tradicionalmente a Ramón María del Valle-Inclán y a Antonio Machado. En
todos ellos se observan similares sentimientos: angustia, obsesión existencial por el
paso del tiempo y por la muerte, y preocupación por el presente y futuro de España.
Los temas fundamentales de la generación del 98 fueron dos:
1. El tema de España. A finales del siglo XX se consuma la decadencia
internacional de España. La independencia de Cuba y Filipinas (el “Desastre de
98”) supone la constatación de que nuestro país deja de ser una gran potencia.
Este hecho provoca que los intelectuales se pregunten por las causas de la
decadencia y la necesidad de regenerar el país.

Así, las reflexiones en torno al tema de España son frecuentes en


multitud de obras del momento. Se pretende descubrir el alma de la nación a
través de tres elementos: del paisaje, sobre todo de Castilla, que se convierte
en la representación de los valores esenciales de esa alma española ya que
mostraba como ninguna otra la decadencia del país; de la historia, pero no de
los grandes conflictos históricos o reyes, sino la del hombre anónimo, a la que
Unamuno llamó “intrahistoria”; y de la literatura, volviendo a autores como
Larra y a clásicos como Berceo, Rojas o Manrique, y, especialmente Cervantes y
el Quijote, que ven como reflejo de las conductas de los españoles.

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2. La preocupación existencial. Los protagonistas de estas novelas suelen reflejar
un trasfondo ideológico de raíz existencial, aunque tratado de forma distinta
en cada autor. El sentido de la vida humana, el tema del tiempo o las relaciones
del hombre con Dios son temas recurrentes. Los autores del 98 se sienten
invadidos por una angustia que los lleva a plantearse problemas religiosos. (Así,
Azorín y Maeztu evolucionan desde el agnosticismo de su juventud hasta el
catolicismo de madurez. Unamuno vive una tragedia íntima: la lucha entre la
razón y la necesidad de creer en Dios, que se reflejará en su obra).
En cuanto a la técnica estilística y literaria, los autores del 98 defienden la
sencillez y claridad (antirretoricismo), pero sin perder la fuerza expresiva. Tienden a la
sencillez sintáctica y a la precisión léxica, pero con palabras cargadas de valoraciones
subjetivas.
MIGUEL DE UNAMUNO
La obra de Unamuno representa una referencia fundamental de toda nuestra
literatura. Cultivó con acierto todos los géneros: ensayo, novela, lírica y teatro.
En sus novelas trata temas como la tradición, la” intrahistoria”, el concepto de
España, la conciencia trágica de la existencia y la sed de eternidad.
Sus novelas carecían, en gran medida, de planteamiento y desenlace ya que lo
que al autor le interesa es el conflicto interno de sus personajes. Por eso las novelas
de Unamuno se parecen muy poco a las de su época. La crítica del momento negó el
carácter novelesco de alguna de sus obras. Por ello, Unamuno las llamó “nivolas”.

Algunas de las obras de este autor son Paz en la guerra (1897), su primera
novela en la que desarrolla en concepto de “intrahistoria” o Amor y pedagogía (1902).
Sus principales novelas son Niebla, en la que el protagonista, “ente de ficción” se
enfrenta con el autor, Unamuno que había previsto su muerte; La tía Tula, sobre el
sentimiento de maternidad y San Manuel Bueno, mártir, la historia de un cura que ha
perdido la fe pero que aparenta mantenerla por el bien de sus feligreses.

PÍO BAROJA

Baroja es el gran novelista de la generación. De una sinceridad absoluta, fue un


hombre solitario, tímido, escéptico y pesimista, pero de una inmensa ternura por los
seres más desvalidos.

Este autor concibe la novela como un “saco donde cabe todo”, como un género
abierto en el que admitía gran cantidad de técnicas diferentes. Una característica
común a todas sus obras es que son novelas de personaje. En ellas, todo queda
condicionado a un protagonista en torno a cuya biografía y evolución hacia un fracaso
anunciado se construye todo lo demás. Sus obras nos presentan, pues, el proceso de
aprendizaje de la vida de sus protagonistas a través de la experiencia y el diálogo.

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Su estilo es preciso, sencillo y sobrio. Incluso se ha tachado el estilo de Baroja
de vulgar, incorrecto o con poca intencionalidad artística. Pero esta sencillez aparente
responde al antirretoricismo propio de su generación y encierra una medida
elaboración. Predominan los párrafos breves y la frase corta, el léxico es claro y
sencillo, con coloquialismos. Un rasgo típico de su prosa es la descripción en la que
pinta una realidad con pocas palabras (descripción impresionista). También es un
virtuoso en el uso del diálogo y de un humor especialmente amargo.

Entre sus obras destacan Camino de perfección (1902), El árbol de la ciencia


(1911), la trilogía La lucha por la vida (que consta de tres novelas: La busca, Mala
hierba y Aurora roja), Zalacaín el aventurero (1909) o Las inquietudes de Shanti
Andía (1911).

JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ “AZORÍN”

Este autor dedicó toda su vida al periodismo. Desde 1904 utilizó el seudónimo
de Azorín, protagonista de sus primeras novelas. Su estilo es lento y lírico. Entre sus
cualidades se observa la técnica miniaturista, llena de detalles, junto con la descripción
sensorial en pocos trazos, impresionista.

Entre sus obras, destacan sus tres novelas autobiográficas La voluntad (1902),
en la que manifiesta su intención de sustituir el modelo narrativo del Realismo del siglo
XIX por un tipo de novela más cercana a las impresiones personales y cuya acción
transcurre en Yecla, un pueblo estancado, que representa la visión que el autor tiene
de España; Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo. Otras
obras significativas son Los pueblos (1905) o Castilla (1912).

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN

Valle- Inclán destacó fundamentalmente como dramaturgo, aunque se adentró


también en la novela.
En la trayectoria novelística de Valle-Inclán destacamos su etapa
modernista inicial con las Sonatas, memorias del Marqués de Bradomín, “un donjuán
feo, católico y sentimental”, que están consideradas como la mejor aportación al
modernismo en prosa. Su etapa final se inscribe dentro del esperpento, subgénero
dramático creado por este autor que se basaba en la deformación sistemática de la
realidad, en la burla aparente, la crítica profunda y la animalización de los caracteres y
que también se extendió a la narrativa con obras como Tirano Banderas (1926), novela
inspirada en los dictadores hispanoamericanos de la época o La corte de los milagros
(1927), caricatura de la corte de Isabel II.

2. LA NOVELA NOVECENTISTA O LA GENERACIÓN DEL 14

El comienzo del siglo XX asiste también al nacimiento de la generación del 14 o


novecentismo. Los escritores que la forman comparten una serie de características
comunes: son liberales en lo político, tienen una sólida formación académica
(universitarios), son europeístas (frente al casticismo del 98), y defienden un arte de

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minorías, obsesionado por la “obra bien hecha”, un “arte puro”, no contaminado del
sentimentalismo y realismo propios de un arte de masas, que rechazan. Procuraron
renovar las técnicas novelísticas de su tiempo a través del lirismo, la ironía o el humor,
la deshumanización y el intelectualismo.

Entre los autores del novecentismo encontramos:

Gabriel Miró destaca por su cuidada expresión y por su exquisito estilo.


Sobresale por su capacidad para captar sensaciones: luz y color, aromas, sonido,
colores… Debido a su lirismo, se le ha denominado “el gran poeta en prosa”. En sus
obras prevalece la belleza formal, pasando la acción a ser algo secundario. Entre sus
obras destacamos Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso 1926, que
tratan de la represión de la iglesia sobre una familia, a la que impide ser feliz y vivir
normalmente su destino o Tigre Juan, que trata el tema del honor ultrajado.

Ramón Pérez de Ayala representa la novela intelectual. Posee un estilo denso


e irónico, capaz de reflejar tanto lo culto como lo popular. Entre sus obras cabe
destacar A.M.D.G., caricatura de la vida de un colegio de jesuitas, y Belarmino y
Apolonio (1912), protagonizada por dos zapateros que representan la doble visión de
la realidad: la del que actúa y del que contempla.

Ramón Gómez de la Serna constituye en sí mismo una vanguardia, pues


desborda cualquier tipo de clasificación. Autor de carácter excéntrico, es conocido por
ser el creador de las greguerías, frase breve que encierra una metáfora insólita
(humorismo+metáfora= greguería). Ejemplos de greguerías serían: “El libro es el
salvavidas de la soledad”, “Los libros son los únicos que retienen el polvo de los siglos:
material y espiritualmente” o “Pan es palabra tan breve para que podamos pedirlo con
urgencia”. Destacan sus novelas El torero caracho (1926) o El caballero del hongo gris
(1928).

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