El Pobrecito Hablador Revista Satirica de Costumbres 1
El Pobrecito Hablador Revista Satirica de Costumbres 1
El Pobrecito Hablador Revista Satirica de Costumbres 1
EL POBRECITO HABLADOR
FOR EL BACHILLER
MADRID.
IMPRENTA DE R E P U L L É S.
Noviembre de 1832.
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han trabajado para comer. Conservaba
mi hermana este apego á la nobleza,
aunque no conservaba bienes, y esta es
una de las razones porque estaba mi
sobrinito destinado á morirse de ham
bre si no se le hacia meter la cabeza
en alguna parte , porque eso de que
hubiera aprendido un oficio ¡oh! ¿qué
hubieran dicho los parientes y la na
ción entera? Averiguóse, pues, que la
nina no tenia un origen tan preclaro,
ni mas dote que su instrucción noveles
ca y sus duettoSy fincas que no bastan
para sostener el boato de unas personas
de su clase. Averiguó también la parte
contraria que el niño no tenia empleo,
y dándosele un bledo de su nobleza,
hubo aquello de decirle : caballe rito,
¿ con qué objeto entra usted en mi ca
sa?— Quiero á Elenita, respondió mi
sobrino. — ¿Y con qué fin, caballeri-
to? — Para casarme con ella. — Pero
no tiene usted empleo ni carrera... —
Eso es cuenta mía.— Sus padres de us
ted no consentirán... — Sí señor; usted
no conoce á mis papás__ Perfectamente:
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mi hija será de usted en cuanto me
traiga una prueba de que puede man
tenerla , y el permiso de sus padres;
pero en el ínterin, si usted la quiere
tanto , escuse por su mismo decoro sus
visitas____ Entiendo.— Me alegro, ca-
ballerito;” y quedó nuestro Orlando
hecho una estatua , pero bien decidido
á romper por todos los inconvenientes.
Bien quisiéramos que nuestra plu
ma, mejor cortada, se atreviese á tras
ladar al papel la escena de la niña con
la mamá; pero diremos en suma que
hubo prohibición de salir y de asomar
se al balcón, y de corresponder al man
cebo, á todo lo cual la malva respon
dió con cuatro desvergüenzas acerca
del libre alvedrío, y de la libertad de
la hija para escojer marido , y no fue
ron bastantes á disuadirla las reflexio
nes acerca de la ninguna fortuna de su
elegido: todo era para ella tiranía y
envidia que los papás tenian de sus
amores y de su felicidad, concluyendo
que en ¡os matrimonios era lo primero
el amor, y que eu cuanto á comer, ni
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eso hacia falta á los enamorados, por
que en ninguna novela se dice que co
man las Amandas y los Mortimers’, ni
nunca les habían de faltar unas sopas
de ajo.
Poco mas ó menos fue la escena de
Augusto con mi hermana, porque aun
que no sea legítima consecuencia, tam
bién concluía de que los padres no de
ben tiranizar á los hijos; que los hijos
no deben obedecer á los padres : insis
tía en que era independiente: que en
cuanto á haberle criado y educado na
da le debía, pues lo había hecho por
una obligación imprescindible; y á lo
del ser que le habia dado, menos, pues
no se lo habia dado por él , sino por
las razones que dice nuestro Cadalso
entre otras lindezas útilísimas de es
te jaez.
Pero insistieron también los padres,
y después de haber intentado infruc
tuosamente varios medios de seducción
y rapto , no dudó nuestro paladín, en
vista de la obstinación de las familias,
en recurrir al medio en voga de sacar
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á la niña por el Vicario: púsose el plan
en ejecución, y á los quince dias mi
sobrino habia reñido ya decididamente
con su madre; habia sido arrojado de
su casa, privado de sus cortos alimen
tos, y Elena depositada en poder de
una potencia neutral, pero se entiende
de esta especie de neutralidad que se
usa en el dia, de suerte que nuestra
Angélica y Medoro se veían mas cada
dia, y se amaban mas cada noche. Por
fin amaneció el dia feliz ; otorgóse la
demanda, un amigo prestó á mi so
brino algún dinero (i), uniéronse con
el lazo conyugal, estableciéronse en su
casa, y nunca hubo felicidad igual á
la que aquellos buenos hijos disfrutaron
mientras duraron los pesos duros del
amigo.
Pero ¡oh dolor! pasó un mes , y la
niña no sabia mas qüe acariciar á su