Los Riesgos de La Fidelidad

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LU5 KltSUS

FIDELIDNJ
flERRf SE LOCHT

MENAS

PIERRE DE LOCHT

LOS RIESGOS
DE LA FIDELIDAD

EDICIONES SIGEME
SOCIEDAD DE EDUCACIN ATENAS
1974

Prlogo, Oliver du Roy


E L COMPROMISO E N PELIGRO

El reniego de los sacerdotes


L a crisis es profunda
U N CONVIVIR, UNA ALIANZA

Situarse en relacin al prjimo


La libertad alienada?
Disponibilidad n o comprometida
CONTRATO O VIDA

Una palabra que anuncia y realiza


Institucin y compromiso personal
Maana, se afeita gratis
L A HISTORIA VIVIDA E N EL PRESENTE

Ttulo original: Les risques de la fidlit


Tradujo: Ana Mara Tizn
Cubierta y maquetacin: Luis de Horna
Depsito legal: S. 178. 1974
ISBN 84-301-0571-9 Ediciones Sigeme
ISBN 84-7020-144-1 Sociedad de Educacin Atenas
'.o ditions du Cerf et Descle et Ce, 1972
V'' Sociedad de Educacin Atenas, 1974
Mayor, 81 - Madrid 13 (Espaa)
Printed in Spain
Grficas Ortega, Asadera, 17 - Salamanca, 1974

E l pasado reasumido
Una apuesta por el porvenir
Aqu y ahora
La duracin n o depende de una p r o m e s a . . . .
Fidelidad actual
Es

POSIBLE LA FIDELIDAD SIN LIBERTAD?

Libertad inicial o permanente


Contar con la confianza para despertar la fidelidad
Libertad situada, libertad responsable
L a vida debera aumentar la responsabilidad..
Por una vida ms totalmente c o m p r o m e t i d a . .

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T E N E R CONFIANZA Y ENCONTRAR LA ALEGRA . . . .

Por deber
L o que ms valor tiene
Permanecer sin confianza es romper el compromiso
Fe en la fidelidad de Dios
H A Y QUE RATIFICAR SIEMPRE LAS
ADOPTADAS EN OTRO T I E M P O ?

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DECISIONES
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Puede evolucionar el objeto del compromiso?


Juicio sobre el nuevo compromiso
Ha cambiado el sentido del celibato?
Aproximacin diferente o infidelidad
O B J E T O O PERSONA?

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Una realizacin imposible


Necesitamos que sean culpables
Si existe el fracaso hay que reconocerlo
Superar la ilusin de un fracaso i m p o s i b l e . . . .
Proteger el orden establecido
Hacia un orden de responsabilidades l i b r e s . .

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CONTINUIDAD O DISCONTINUIDAD EN LA FIDELIDAD

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La continuidad n o es el criterio ltimo


Escribir derecho con lneas torcidas
Un replanteamiento inquietante y saludable . .
E n n o m b r e de los valores presentes
Del compromiso a la actitud c o m p r o m e t i d a . .

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Yo

SER SU D I O S Y ELLOS SERN MI PUEBLO

. .

Dios es perturbador
El hombre n o puede creerse Dios
Pueblo
fiel?
A

MODO DE
MISO?

CONCLUSIN:

PROLOGO

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QU ES EL

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COMPRO-

Una palabra que hay que dar hoy


Soportar o asumir
Aceptar el riesgo de la libertad
E P L O G O : REHACER LA MORAL

Reafirmar los principios


Por qu una moral para hoy?
El que sirve a la verdad viene a la luz (Jn 3,
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Tiene usted el coraje de abordar una cuestin decisiva que est en el centro de la mutacin de los valores. Mientras no se acepte reconsiderar la nocin
misma de fidelidad, no se comprender la importancia del paso de un mundo cerrado, esttico, a un mundo
caracterizado por la historia y el movimiento. Con el
Vaticano II el catolicismo se ha conmovido, pero en su
gran mayora no se ha puesto ni mucho menos en movimiento. Ahora bien, lo que est en juego es no solamente el vivir o no en la historia que se hace, sino,
para el creyente, el reencontrar o no la dimensin
histrica de su fe.
Lo que me gusta de su planteamiento es su deseo
de ceirse a la vida. Su pensamiento, lo mismo que la
vida, acepta riesgos y nunca se ampara tras las maysculas teolgicas. Hay que esperar casi treinta pginas para or hablar de Dios. Esto es honesto... y,
es mucho ms teolgico.
El gran malentendido acerca de la palabra fidelidad no se debe precisamente a que hayamos petrificado la vivencia (y tambin la vivencia de la fe) en
una glida metafsica. Ea fidelidad nos la hemos representado como una ilusin de eternidad encerrada ya
en el tiempo: fijeza de lo definitivo, libertad cosificada
en el contrato que ata. Pensamos y vivimos como si la
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libertad no pudiera fluctuar sin ser peligrosa, amenazadora. Slo existe para ser sitiada, anclada, .bloqueada en las obligaciones adquiridas. Una ve^ comprometida ja slo es libertad de adhesin a la eleccin
inicial.
Usted nos obliga a reconsiderar la fidelidad partiendo del nico momento en que la libertad se vive
sin coartada: el presente. De lo que usted habla es de
la fidelidad en perspectiva. La duracin siempre es
considerada en el presente. No podemos despegarnos
del presente para saltar por encima de la totalidad
de nuestro futuro y transportarnos a un siempre y a
un nunca jams. Tales promesas slo son verdicas si
se saben frgiles, expuestas, aleatorias, voluntarias.
No tienen posibilidad de ser reales ms que apoyndose en el encuentro, en la alianza de reciprocidades,
en la gracia de un amor.
Su pensamiento sobre la fiaelidad me parece que
slo se mantiene si se le sita adecuadamente en el registro de la intersubjetividad. Para quien la fidelidad
se juega entre el yo y el m-mismo, entre la palabra
dada y el super-yo que nos toma la palabra, para se,
usted slo puede aparecer como un destructor de la
moral. El recurso a los otros no cambia nada si
slo son testigos de cargo de una obligacin contrada.
Y si algunos consideran a Dios como testigo esencial,
inmediato, de los compromisos humanos ms solemnes
(los votos, la consagracin religiosa...), qu Dios es
se que no est mediatizado por el prjimo, sacramentali%ado por el hermano ?
La divisin de los creyentes se hace aqu de forma
muy rigurosa segn que se representen a Dios como
un interlocutor en competencia con el prjimo, o bien
como alguien que nunca es conmensurable con el hombre. Puede uno casarse con Dios? He aqu la cuestin en toda su crudeza- Una representacin como sta
no da al traste con toda la seriedad de la historia y de
la relacin humana ? No se salta todas las mediaciones
de la experiencia humana encarnada? Cuando la Bi10

bita habla de esponsales, es Dios quien toma la iniciativa en ellos, y lo hace de cara a todo su pueblo entero.
Si puede adoptarse un compromiso ante Dios sin
la mediacin de solidaridades humanas, entonces el
peso de lo eterno petrifica la libertad humana, la aplasta
y la sobrecarga. No es sta, me parece, la representacin de la alianza a la que nos ha habituado la Biblia.
No puedo encontrar mejor expresin de ello que
estas lneas tomadas de Andr Durnas:
A u n q u e reciba el nombre de roca, fortaleza y defensa, Yahv nunca llega a ser la pasividad oscura
del en-s sartriano. Sigue siendo la fragilidad del
para-s en busca de libre conocimiento y de libre
reconocimiento. D e ah la preferencia del vocabulario bblico por t o d o lo que manifieste la divisin, el proceso, los reencuentros, y su reserva
frente a celebraciones de lo inmutable, de lo absoluto, del en-s en su exilio soberano... La fidelidad
n o es una garanta contra u n o mismo ni una negacin de los sobresaltos del otro. E n ltima instancia la alianza bblica se hunde de tal manera
en las variabilidades de la historia que uno se pregunta si alguna vez fue verdaderamente vivida.
D e ella tenemos que aprender una utilizacin flexible de nuestras propias fidelidades, una forma de
mantener sus esperanzas sin reducir al silencio ni
sus protestas, ni sus miserias... La fidelidad n o es
un puente por encima del flujo de los sentimientos
y de las convicciones, se asemeja ms a las piedras
de un vado, p o r q u e Dios conduce a su pueblo a
travs de los mares y los ros, desde el mar Rojo
al Jordn i.

Todo esto no nos dispensa de repensar la fidelidad


y el valor de los compromisos. Pero precisamente repensar no es repetir. Hay una forma de repetir las
frmulas antiguas, de permanecer fiel a ellas, que es
del orden de la letra que mata. El lenguaje que se
habla aqu es homogneo al tema que se trata. Un len1. A. Dumas, Thologie biblique de la fidlit,
Engagement et fidlit, Paris 1970, 20-21.

en

//

yihijt. nuevo sobre lafidelidad,eso es lo que usted intenta.


No sin riesgosl
Sin duda se le interpretar como un puntillista
de la libertad, un actualista para quien lo nico que
cuenta es la autenticidad de lo vivido aqu y ahora.
Creo que debo prevenir este malentendido porque me
parece que traiciona profundamente su pensamiento.
Para usted, si he comprendido bien, el pasado compromete. Y el presente no deja de revestirse con rastros de mi libertad, rastros que la ponen a ella misma
de manifiesto, y le recuerdan a l su peso de solidaridades anudadas. Pero una cosa es el pasado profundo
que sobrevive en la vivencia que le conmemora y que le
rinde honor y otra el pasado ritual al que la conminacin del derecho querra reducirme. El pasado no es
una estaca alrededor de la cual tenemos que dar vueltas como la cabra del seor Seguin. Una cosa es el
compromiso pasado, que se reivindica como un derecho
sobre mi libertad presente y que la aliena, y otra es el
pasado que me recuerdan la esposa, el amigo, el hermano o el nio y que todava hoy requiere mi libertad
para ser fiel a l de manera nueva y creadora en condiciones inditas.
As tambin hay en el querer humano un deseo de
permanencia, un desbordamiento incesante hacia el
porvenir. Pero corre el riesgo de idolatrarse en la fijeza de un contrato que me vincula para siempre y por
el cual, queriendo disponer de m mismo en totalidad,
termino por negarme como ser libre. Haciendo esto
entiendo que vinculo igualmente al otro y que me sustraigo a las exigencias de su libertad. Pacto de noagresin en que las libertades se desarman y se traban
en una pa% cmplice l
Su libro nos exige replantearnos nuestras fidelidades, no para disolverlas sino para reinventarlas.
Hace sitio al fracaso, a las rupturas, a todo aquello
que preferimos negar en lugar de afrontarlo. Por eso
para muchos ser el ms escandaloso. Sin embargo,
por eso es por lo que yo siento que usted es el ms hu-

mano y el ms cristiano. Y me ha asaltado el deseo de


solidarizarme con usted por conviccin y amistad. Este
prlogo es pues un gesto que me compromete tal y
como invita a hacerlo su libro. Que pueda ser entendido como ha sido escrito: pleno de humanidad.
OLIVER DU ROY

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El compromiso en peligro

El sentido del compromiso y la fidelidad a


la palabra dada son el centro de muchas preguntas y debates actuales. Conducen continuamente a una interpelacin angustiada: no podremos nunca estar seguros unos de otros?
no hay nada estable, ni siquiera los compromisos ms sagrados ?
Esta cuestin se haba planteado ya con agudeza a propsito del divorcio; como consecuencia de la salida de un cierto nmero de sacerdotes ha adquirido para los cristianos y quiz
tambin para otros particular amplitud. Si aquellos a quienes consideramos como testigos privilegiados de Dios y de su fidelidad para con
nosotros reniegan tambin de su palabra aunque den justificaciones a su ruptura entonces
ya no se puede tener confianza en nada ni en
nadie: todo el orden moral parece escarnecido.
Es cierto, no pueden compararse la ruptura
del vnculo conyugal, el matrimonio de los
sacerdotes u otras puestas en duda de la palabra
dada: el objeto del compromiso es, en cada caso,
muy diferente. Sin embargo a travs de estas
situaciones diversas se descubre, a nivel de la per15

sona, una actitud bastante semejante: se retracta,


no respeta el compromiso adoptado, abandona
a los seres con los que haba instaurado un vnculo proclamado irrevocable.
Estas rupturas del compromiso, que han llegado a ser numerosas, en las situaciones ms diversas, decididas incluso por aquellos cuya palabra pareca la ms irreformable, son vividas
por muchos, quizs por todos, como profundamente inquietantes. Ya no hay pues nada definitivo.
Estas salidas nos interpelan a todos. Nos
fuerzan a preguntarnos sobre el sentido y el valor de nuestros propios compromisos.
El reniego de los sacerdotes
Si el matrimonio de los sacerdotes que se haban comprometido al celibato es especialmente
perturbador, ello es debido al estatuto privilegiado que nosotros les atribuamos, les imponamos. Como cristianos, tenamos necesidad de que
al lado de lo grisceo o de las lagunas de nuestra
pobre existencia hubiera seres un poco sin igual,
invulnerables, por encima de la condicin comn, responsables de la estabilidad del orden
establecido, testigos de lo eterno.
Por las contradicciones que implica, la actitud oficial de la iglesia respecto a ellos acenta
todava ms el desconcierto.
A los sacerdotes que piden renunciar al celibato les impone romper el compromiso en lo
esencial: su ministerio sacerdotal. En el mismo
instante en que se juzga a estos sacerdotes demasiado poco seguros para poder confiarles, como
a los laicos, una enseanza religiosa; en el instante en que se les considera gravemente infieles a su palabra dada (Pablo vi les ha comparado
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a Judas traicionando a Jess), la iglesia les declara vlidos para el compromiso del matrimonio santificado por un sacramento. Sin embargo,
a pesar de que el sacramento es en s un acto pblico, un signo para el mundo, impone para la
celebracin del matrimonio de los sacerdotes un
contexto de secreto y clandestinidad.
Estos signos de incoherencia indican que la
institucin misma no ve claro. Atenta al drama
personal de los sacerdotes (ms que al de los
laicos casados), no quiere dejarles en la irregularidad jurdica y moral. Pero al mismo tiempo
guarda un grave recelo respecto a ellos. A pesar
incluso de que por el sacramento del matrimonio
les hace testigos del amor indefectible de Dios
hacia su pueblo.
La crisis es profunda
La crisis se produce, no necesariamente por
un retroceso de la moralidad, sino cuando los
mandatos o justificaciones anteriores no bastan
ya para dar cuenta de las realidades actuales. Se
hace indispensable una nueva clarificacin. Es
importante circunscribir la enfermedad, y para
ello hay que nombrarla.
Muchos reconocen la utilidad de analizar la
crisis a condicin de que se haga nicamente por
especialistas. Sin embargo, la dificultad existe
sobre todo en la vida, no en los pensadores.
Hablar de ello no hace nacer el problema, ayuda
a precisarlo, a analizarlo, a asumirlo.
Por ello hay que acoger la vida con simpata,
sin prejuicios. Las realidades nuevas, o la nueva
manera de vivir las realidades antiguas, son siempre desconcertantes para quienes las hemos vivido y pensado de otro modo. Encubren sin
embargo valores cuya eclosin no se ve favore17

cida por la perentoria actitud de condena. Estos juicios sin apelacin constituyen, por nuestra
parte, ms que un anlisis objetivo de lo que sucede, una defensa para ahorrarnos tener que
afrontar preguntas inquietantes.
No es demasiado simple e incluso injusto no
percibir en los descompromisos ms que soluciones de huida y de facilidad? Condenarlas sin
examen sereno, lcido, profundo, no equivale a
dejar de lado bsquedas titubeantes que no son
necesariamente destructivas ?
El ser humano, lo mismo hoy que en el pasado, es capaz de compromiso y de fidelidad. S,
ciertamente, y quizs ms y mejor que nunca.
Pero no basta con afirmarlo; hay que preguntarse cmo y en qu condiciones.
Se estn descubriendo nuevas riquezas y nuevas exigencias de la fidelidad. Por no estar atentos a ellas, frenamos el mpetu moral y endurecemos la crisis dramatizndola. La cercamos, de
alguna manera, impidindola orientarse libremente hacia desarrollos inesperados, pero positivos.
Muy frecuentemente en nombre de la moralidad en sus anteriores versiones rehusamos buscar las clarificaciones indispensables, evitamos
emprender el avance moral que requiere nuestra
poca.

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Un convivir, una alianza

El verdadero artesano de la paz no defiende solamente teoras, adopta actitudes vitales y


de busca marcadas por el dilogo y por la aceptacin del prjimo a travs de un replanteamiento personal. El que se compromete respecto al tercer mundo paga con su persona hasta
el punto de transformar su modo de existencia y
de pensamiento, en un descubrimiento progresivo de la necesidad y de la alegra de establecer
relaciones fraternales ms all de las diferencias.
Comprometerse no es consagrarse a un principio o a una idea; es entregar el propio ser en
una dependencia interpersonal profunda y dinmica, con vistas a un proyecto a realizar en
comn.
Ya se trate del vnculo entre los esposos, de
la relacin que se establece entre los padres y
aquellos a quienes ellos despiertan a la vida; ya
se trate de la solidaridad que une a un ministro
con la comunidad que le llama, le promueve...,
el compromiso es un convivir, una alianza. Solamente se plantea bien el problema del compromiso y la fidelidad en la vivencia de las relaciones
humanas.
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La fidelidad no es, en primer lugar, un precepto, una obligacin. Es una manera de situarse
respecto al otro, de vivir de manera comprometida la relacin interpersonal, implicndose en
ella con todo su ser.
Situarse en relacin al prjimo
El egocentrismo impide entrar en una relacin verdadera. Centrndose sobre s mismo no
se encuentra al otro en su verdad, en lo que tiene
de nico y personal; se le reduce a un objeto
que se usa.
Respecto al llamado desinters es, igual que
el egocentrismo, un obstculo para el encuentro,
para el dilogo. Quizs aqu hay confusin sobre el sentido de las palabras. El desinters que
se predica con razn significa la superacin de
la tendencia a reducir a los otros a las propias
necesidades de uno. Sin embargo, estar persuadido de que no hay nada que esperar ni recibir
del cambio, imaginarse que uno no acta ms
que para el otro, sin ninguna bsqueda de satisfaccin personal es bajo la apariencia de virtud una manera muy sutil, pero ilusoria y
nefasta, de evitar las exigencias de un encuentro
autntico. N o estar interesado en el otro, querer
dar negndose a recibir, es no ofrecer ms que
objetos y negarse como persona.
Conviene situarse en relacin al otro en un
modo de ser realmente interpersonal. Entonces,
cada uno est presente como persona, con sus
necesidades y sus derechos, con sus deseos y su
placer, con sus riquezas y sus faltas.
N o estamos aqu en el mundo de los negocios, en el nivel de los contratos que tratan de
las cosas, de los bienes de consumo. En el plano
de las personas no se trata de adoptar un com20

promiso sino de comprometerse, de comprometer el propio ser en un convivir. Entonces hay


encuentro.
Este encuentro puede tener diferentes grados de profundidad. Puede quererse total e incondicional como en el caso del matrimonio;
puede limitarse a una conversacin ocasional entre dos amigos... Incluso en este caso hay encuentro interpersonal si la conversacin compromete; si cada uno, en lugar de limitarse a banalidades sobre el mal tiempo o el ltimo jaleo, se
implica como persona en el intercambio.
La libertad alienada ?
Implicarse en una convivencia, lo mismo que
en una coparticipacin total de la vida, es tener
la intuicin (que verosmilmente se verificar a
todo lo largo de la vida) de que no se puede
acceder a la libertad ms que en el interior de
vnculos con el prjimo. Uno slo se realiza,
slo da progresivamente su verdadera medida
a travs de la confianza y la llamada de los otros.
Lo que importa ante todo es estar liberado de
uno mismo, de su egocentrismo, de sus temores
y de sus repliegues sobre s mismo.
Yo no puedo realizarme solo. Mi libertad est incrustada en la de los otros. El compromiso
y la fidelidad no son ante todo deberes impuestos
desde el exterior; constituyen la nica manera
de llevar una existencia realmente humana. Indispensable para uno mismo y para el otro, so
pena de no vivir ms que superficialmente, la
implicacin profunda de s mismo es la nica
va de libertad.
Tal es la paradoja: poder vivir y desarrollarse
slo dentro de vnculos que comprometen; encontrar el lugar de uno mismo slo haciendo
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sitio a los otros, en un convivir dinmico y confiado.


Esta implicacin de uno mismo en una relacin comprometedora no es ponerse la cuerda
al cuello; es ofrecerse y recibir con la conviccin no de que uno se mutila al atarse sino de
que se va a acceder a la libertad en el interior de
este descubrimiento del amar y ser amado. Llegar a ser libre es algo que slo puede hacerse
en una alianza, en un vivir juntos en que se acepta correr el riesgo de creer en los otros y de atreverse a creer en la confianza que ellos nos conceden.
Disponibilidad no comprometida
Tambin debe uno interrogarse sobre la clase
de compromiso, a menudo demasiado general y
en consecuencia demasiado annimo, que se pide a los sacerdotes. Estos desarraigos, frecuentemente repetidos, de un sacerdote trasplantado
bruscamente a un medio de vida totalmente diferente, que corta por deber toda atadura con el
lugar de apostolado en el que haba vivido son
indispensables, son psicolgicamente posibles y,
a qu precio? Esa llamada disponibilidad total
al servicio de la iglesia, no tiene el riesgo de ser
abstracta, desencarnada? El compromiso requiere
vnculos concretos, personalizados. Hay una manera orgullosa, distante, paternalista de ser de
todos que impide el implicarse en un autntico
convivir. Todo esto ha creado una categora de
separados, un clero que no se coloca suficientemente en la lnea de lo que el evangelio llama sus
ministros.
No debe el ministerio sacerdotal ser promovido por la comunidad y ejercido en una solidaridad estrecha con sus necesidades y sus aspiraciones?
22

N o hay que excluir demasiado fcilmente esta


hiptesis declarando solamente que la iglesia no
es una democracia, pretendiendo con ello que
no se puede aceptar ms que al sacerdote emanado de la comunidad para vivir con ella en un
vnculo comprometedor sin destruir la dimensin
sobrenatural del servicio sacerdotal. Esta eclosin de ministerios de los que la comunidad tiene necesidad no excluye ni la ratificacin y ordenacin por el obispo, ni la estructura jerrquica
de la iglesia. El carcter sobrenatural de los ministerios no depende nicamente, ni ante todo,
de la jerarqua, como nico canal por el que nos
llega la vida divina. Se requiere la mediacin
sacerdotal no para que Jesucristo est presente en
la comunidad sino para ayudarla a vivir esta presencia, a realizarse y desarrollarse como pueblo
sacerdotal. Conforme a la enseanza del concilio Vaticano n (humen gentium), el sacerdocio
jerrquico no es el ms importante. Es el pueblo
fiel quien constituye el motivo fundamental de
la presencia de Jesucristo. La unidad reside ante
todo en la comunidad, no porque se la confiera
el obispo, sino porque Cristo est presente en
ella. Igualmente la garanta esencial de la unidad
es el Espritu santo y la comunin eucarstica es
su signo fundamental.
Esto no quita nada a la necesidad de un ministerio jerrquico, coordinado por el obispo a
nivel de dicesis y por el osbipo de Roma a nivel de catolicidad. Pero el papel indispensable de
la jerarqua no parece excluir sin embargo que
los ministerios sean promovidos por las comunidades cristianas y puedan vivirse en dependencia
de ellas.
No quiero seguir aqu ms adelante en la reflexin sobre este tema, sino hacerme simplemente eco de una cuestin que se plantea cada
vez ms, a saber, el compromiso que vincula a
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una comunidad con sus ministros y recprocamente. Hay que preguntarse si este convivir del
sacerdote y la comunidad no constituye una exigencia esencial del compromiso recproco que
les implica profundamente a ambos.
De este modo, el compromiso constituye una
alianza, un vivir juntos dinmico, centrado en la
confianza mutua. Constituye la entrada en una
historia en la que cada uno podr llegar a ser
ms l mismo por aquello precisamente que le
asocia al otro, segn lo que unos y otros comprometan de s mismos en ese encuentro, en esa comunidad. Por eso el compromiso est cuajado de
esperanza: lo que los compaeros enlazan hoy
es la garanta de lo que ellos harn maana.
Por consiguiente el compromiso es fidelidad:
alianza basada en la fe en el otro y tambin en la
fe en s mismo, en el propio deseo y la propia
voluntad de inaugurar juntos una historia.

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Contrato o vida

El s que los cnyuges se dicen y dicen juntos a los otros, a la sociedad, expresa su actitud
interior de compromiso. No se sita en el plano
de un contrato. Si fuera ste el caso habra sobre
todo que preguntarse a qu se comprometen.
N o es tal el sentido profundo de su paso. Tienen
intencin de comprometerse con alguien, es decir,
emprender juntos, entregndose para ello el uno
al otro, un camino, una historia. Quieren estar
y vivir juntos.
Encuentran los esposos la seguridad de su
comunidad en una disposicin jurdica: el contrato que han hecho, que han expresado pblicamente? La palabra pronunciada ante la sociedad
solamente tiene significacin por su coincidencia
con la actitud comprometida. Esta adhesin personal es la que crea la seguridad de vivir juntos.
La palabra es el signo de ello, una de las manifestaciones exteriores. Adems, no es solamente
una palabra lo que se ha dado; esta palabra traduce la actitud de las personas. Colocar ante todo la
garanta en la palabra dada sera permanecer en
el plano del contrato, de la transacin. Lo que
compromete es la vivencia: eso no puede ser
desfigurado.
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Sin embargo la palabra dada no se limita a


proclamar una realidad subyacente: participa en
la vivencia. En tanto que expresin de lo que
viven los cnyuges, contribuye a realizar y a interiorizar un vnculo que compromete.
Si los cnyuges tienden a decir esa palabra
pblicamente es principalmente porque tienen
necesidad de proclamarla. No pueden callar la
alegra de estar comprometidos juntos en un
convivir, quieren que todos la conozcan. Toman
a la sociedad por testigo de lo que comprometen.
Al mismo tiempo piden que este convivir se reconozca y se le d su status social. As, al expresarse y oficializarse, la adhesin interior se precisa y afirma.
Una palabra que anuncia y realiza
La mayor parte de los novios, si no todos,
desean que lo que construyen entre los dos se
inserte en relaciones ms amplias y llegue a ser
un elemento constitutivo de la sociedad. Ello se
har con el tiempo, especialmente por mediacin
de la palabra.
Ya una palabra cambiada entre el muchacho
y la chica inaugura su intercambio, su comunidad.
Entre ellos se establece un convivir que un da
toma una densidad particular. En ese momento
es cuando ellos sitan su compromiso esencial y
definitivo.
Una segunda etapa ser decirlo a sus parientes, luego oficialmente a la sociedad. Estas proclamaciones cada vez ms amplias, no consisten
solamente en hacer conocer una realidad ya constituida totalmente, como si los principales interesados pudieran con sus solas fuerzas construir una comunidad, con todas las dimensiones
indispensables para que tuviera una fisonoma y
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una realidad completa. Estas palabras dichas a


diferentes niveles constituyen cada vez la expresin de un nuevo vnculo: por eso, la nueva
entidad que es la pareja se inscribe en una relacin de intercambio con las familias, los medios
de vida, la sociedad civil y eventualmente la
iglesia.
Un convivir nuevo y ms amplio se establece
progresivamente: los novios desean no ser tratados aisladamente; en lo sucesivo tienen intencin de ser identificados como pareja. Al pedir este reconocimiento establecen con los otros,
con la sociedad, una relacin de compromiso
por ambas partes. Y si un da cesan de constituir
una pareja, el entorno y la sociedad no deberan
nicamente ser advertidos de ello; estaran implicados en este cambio lo mismo que tuvieron
que ver con el proceso inaugural.
Institucin j compromiso personal
No hay que minimizar el alcance comunitario e institucional de los compromisos adoptados. No solamente porque el reconocimiento por
la sociedad puede constituir una proteccin y
una ayuda para la estabilidad del vnculo. Sino
porque el carcter institucional del vnculo conyugal, ms all de ser una proteccin en caso de
crisis, lo que constituye es una manifestacin de
su dimensin social.
Hay hoy sin embargo quienes contestan la
institucin del matrimonio. Las razones que alegan son diversas y ambiguas, pero no carentes de
significacin. Creen muy particularmente que la
institucin les da una falsa seguridad como si
ella pudiera por s misma garantizar la permanencia de un vnculo. Ciertamente, niegan el
papel de la institucin de forma en parte ilgica
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pues desean ser reconocidos como pareja por la


sociedad. Sin embargo, su contestacin tiene de
importante lo siguiente: sacar a la luz que la
garanta de su fidelidad debe venir ante todo del
fervor y de la vitalidad de su amor. Quieren encontrar en el rejuvenecimiento constante de su
comunidad la principal garanta de su permanencia. Al esperar muy poco de la institucin esperan y exigen, por el contrario, enormemente de
s mismos. Tienen razn del todo?
Un compromiso interpersonal no cambia profundamente de naturaleza al adoptar una forma
institucional. Permanece y se presenta ante todos
como un convivir abierto hacia lo desconocido,
vuelto confiadamente hacia lo que pueda sobrevenir. Mientras que un contrato delimita con las
mximas precisiones posibles los trminos del
intercambio, el compromiso es una actitud vital.
Los seres se implican en tanto que personas en
una vivencia que inaugura una historia. Dar a
esta adhesin interpersonal su dimensin institucional no es paralizar la marcha, congelar a
los seres en el hoy. No pertenece a la institucin
bloquear el devenir en nombre de los datos actuales. Sino que lo que importa es conferir a este
hoy toda su densidad personal y comunitaria.
Maana se afeita grats
La palabra dada expresa ciertamente un proyecto. Pero solamente tiene sentido en tanto que
confirma el presente. Nosotros nos amamos y
este amor es tal que queremos que permanezca
actual.
Lo que da valor al compromiso no depende
principalmente de lo que expresa para el maana,
sino de lo que los seres comprometen hoy, entregndose ellos mismos en el hoy. Es la pro28

fundidad y la autenticidad del presente quienes


garantizan el futuro. Es ilusorio creer que se
puede comprometer vlidamente el porvenir, incluso mediante una palabra dada solemnemente,
si el presente no tiene densidad.
Qu de veces hemos tomado compromisos-coartada ! Mi rgimen, comenzar a seguirlo
maana. Un maana siempre postergado. Me
justifico de no someterme hoy a l, persuadindome de que le guardar bien pronto. Me ilusiono al creer que las motivaciones que no bastan para hacerme pasar al acto inmediatamente,
sern maana bastante fuertes. As, un compromiso hecho principalmente en funcin del porvenir, me produce buena conciencia al escapar
a la actitud comprometida, a la adhesin actual.
Al apartar la atencin del presente, principal
garanta del maana, uno se distrae de las implicaciones presentes, las nicas aptas para construir
el porvenir. El maana por el momento slo es
real en el estado de proyecto. Puede por consiguiente servir de refugio para aquello que yo
trato de evitar. La nica realidad en la que he
adoptado, y en la que puedo ejercer, mi actitud
comprometida es el presente.
Lo que en consecuencia da valor a un compromiso, a una decisin, es la profundidad de
su verdad actual. Ciertamente el hoy asume el
pasado y prepara el porvenir. Pero una decisin
actual, aun siendo prospectiva e incluso cuando
incluye la voluntad de permanencia, exige otorgar al presente toda su densidad, para que pueda
ser portador de un proyecto, de una esperanza.
El compromiso es pues mucho ms que la
fijacin a la palabra dada. Esa palabra, en tanto
que opcin para el futuro o voluntad de permanecer, expresa la densidad del vnculo actual.
Traduce lo que un ser arriesga. Pues lo que es
decisivo, lo que constituye al mismo tiempo la
29

garanta mayor para el maana, es la actitud


comprometida que un ser vive en el momento
en que elige; es el hecho de que l se implique
profundamente con todos los elementos que constituyen su verdad presente.
Para que su actitud siga siendo adulta ser
necesario que sus decisiones sean comprometidas
lo mismo maana que dentro de diez aos. Ser
necesario que entonces tambin se implique en
ello con todo su ser, en una percepcin realista
de s mismo y de los otros, en una mirada lcida sobre el presente de aquel momento: un
presente siempre cargado de pasado y preparando
el maana.
Te amar siempre. Me comprometo para
siempre. Prometo permanecer fiel, suceda lo
que suceda... Lo que se pone en este siempre
depende de lo que se entrega aqu y ahora. Al
afirmar esto no minimizo de ninguna manera la
duracin, pero no es lo principal. La duracin
encuentra su fundamento y su garanta en lo
que los seres entregan de s mismos en la adhesin de hoy.
La palabra dada tiene sentido solamente como
signo y expresin de una realidad personal profunda. Expresa el deseo, la voluntad, la capacidad que tiene la persona humana de implicarse
con todo su ser en una lnea que compromete.

La historia vivida
en el presente

El hombre es un ser esencialmente histrico


que solamente se manifiesta y desarrolla en el
interior de un devenir. Tiene necesidad del
tiempo para entrar en posesin de su verdad,
por otra parte jams totalmente alcanzada ni
definida. Y ello porque slo se descubre a s
mismo progresivamente; porque su vivir-conotro adopta modalidades inditas; porque nuevas realidades y valores nuevamente percibidos
entran poco a poco en el campo de su conciencia,
de su existencia. Al aportar a cada momento un
presente siempre indito el tiempo permite la
entrada en una historia.
El pasado reasumido
La pareja vive siempre un hoy comprometido
que adquiere paso a paso una acrecentada densidad, porque todo un pasado est gravitando
sobre l. Tal decisin adoptada en un instante
determinado se inscribe en una lnea de opciones
precedentes. Nunca se empieza a partir de cero.

30

31

Esa palabra intercambiada, esa seal de ternura... est enriquecida por tantas palabras o gestos precedentes, con su peso de alegra y de decepciones! El pasado aflora en el hoy y le da su
gravedad, su verdad. A causa de la vivenciajuntos cada vez ms tejida de vnculos, de experiencias, de responsabilidadades diversas y mltiples, el compromiso presente es siempre nuevo
y al mismo tiempo est cada vez ms cargado de
vida.
De este modo el tiempo permite el arraigo
y el desarrollo del don mutuo. N o hace ms que
repetir el pasado. Aporta a los seres que han evolucionado, al tiempo que permanecan fundamentalmente ellos mismos, la ocasin de implicarse
de nuevo.
Qu confianza, qu seguridad se desprenden
del hecho de que dos cnyuges, constantemente
conducidos a situarse en condiciones parcialmente modificadas, quieran siempre vivir juntos. N o es el s inicial, por muy solemne que sea,
el que aporta la nica, ni siquiera la principal, garanta. La renovacin de ese s le confiere un
valor creciente; cada vez est ms cargado de
experiencias, de realismo y de lucidez. La fidelidad de dos seres que han vivido juntos una larga historia no consiste en ratificar una decisin
inicial. Consiste en la sucesin de elecciones. A
lo largo de su vida en comn recomienzan y renuevan su opcin.
En cuanto a m, el elemento decisivo que explica que sea hoy sacerdote no es el hecho de
que haya comenzado a serlo hace treinta aos.
Yo no sigo siendo sacerdote como si, a falta de
una tazn decisiva para cambiar de camino, no
tuviera ms remedio que continuar en mi trayectoria. Las motivaciones iniciales eran aptas
para fundamentar mi decisin en aquel momento;

32

hoy necesito razones inmersas en el presente, en


la realidad actual.
Ahora bien, el hecho de haber ya caminado
da un peso particular a mi opcin presente. Es
en el realismo de todo lo que he vivido donde me
corresponde adoptar constantemente una decisin comprometida. Opto por un sacerdocio de
hoy, en nombre de un compromiso presente, en
nombre de una implicacin de mi mismo en la
realidad presente.
Continuar juntos, no separarse, permanecer
en el sacerdocio no constituye automticamente
una fidelidad. La continuidad puede no ser ms
que hbito, pasividad, solucin de facilidad. La
fidelidad requiere renovar la adhesin, la confianza, vivirla en cada instante de forma nueva, como un presente que se ofrece con todas sus posibilidades y no como la mera continuacin del
pasado. Supone que, constantemente, uno se
compromete, se implica con todo su ser en el
vivir juntos, y ello en funcin, no de motivaciones de otro tiempo, sino de un presente cargado
siempre de novedad. La fidelidad se enriquece
con la duracin en la medida en que el tiempo
permite la renovacin de un presente vivido como una novedad continua en la confianza y el
compromiso mutuos.
Una apuesta por el porvenir
El presente, al mismo tiempo que cristaliza
una historia pasada, se enriquece con un proyecto, con una esperanza. Y no es simplemente
una espera: la activa espectacin de lo que vendr se basa en la experiencia actual en la que uno
se implica con sus posibilidades creadoras.
Corresponde al nombre prever en cierta medida su porvenir, poder fraguar su duracin. En
33

este sentido la apuesta a favor del tiempo expresa lo mejor del amor. All donde uno se implica profundamente se esperan valores que se
sabe que no dependen solamente de su percepcin actual. Uno se aproxima a un nivel de realidad que se presiente imperecedero. A menos
que sea una huida del presente la opcin por el
porvenir indica que lo que hoy se compromete
se quiere que sea profundo, que se site en el
nivel de lo indestructible. Este despliegue en el
tiempo permite profundizar en una realidad percibida intuitivamente, globalmente, como vlida
y que al vivirse descubre progresivamente su
densidad.
nicamente una mirada prospectiva capacitar para evaluar la vivencia actual y percibir con
su riqueza, su deficiencia, sus lmites. Lo que se
compromete hoy est desde este momento marcado por el deseo y la voluntad de superar el
mero presente para llevar a cabo con creces su
proyecto en el presente de maana. Al situarse
el hoy en el interior de un devenir, se orienta
este presente dndole un sentido, sin fijar sin
embargo el porvenir.
Aqu y ahora
Lo que se ha vivido ayer o hace veinte aos
no tendra inters actual si nicamente fuera algo acabado. Este pasado emerge en el hoy; l
hace que el presente sea tal y que los seres que
lo componen slo sean ellos mismos por un devenir que les ha conducido a lo que son hoy.
Al centrar la atencin en el presente no se minimiza lo que ha sido; se le da vida al percibirle en
su actualidad.
Nadie tiene ningn poder sobre lo que h i
sido. N o se trata ni de ratificar ni de condenar
34

el pasado, sino de aceptarlo como hecho. Por lo


dems, ya no estamos en las condiciones en las
que se han desarrollado las cosas. Los sucesos de
otros tiempos los juzgamos despus, fuera de
su contexto real. Este pasado que nos representamos, que nos hacemos presente es, no lo que
efectivamente se ha realizado, sino los sucesos y
las motivaciones tales como las percibimos con
la perspectiva del tiempo. Asumimos no tanto
el pasado como el recuerdo que tenemos y los
rastros que quedan de l en nuestra vivencia
consciente e inconsciente de hoy.
N o se trata de renegar de lo que ha sido; la
historia es irreversible. El peligro estara en abordar el pasado solamente como algo que ya se
acab. Compromete ms afrontarlo en s actualidad, con todo lo que del pasado vive en el presente. Solamente se puede asumir el pasado en su
presencia. Y cmo hacerlo, si no es viviendo profundamente el compromiso presente, caracterizado por lo que ha sido, y que dibuja un marco
y unas condiciones al desenvolvimiento de nuestra existencia... De la misma manera, uno slo
puede apropiarse aquella parte del futuro que
puede comenzar hoy en nombre de un proyecto,
de una esperanza.
El pasado es objeto de reconocimiento, de pesares, de remordimientos... o simplemente de recuerdos. No tenemos accin sobre l. El futuro
es objeto de temor, de esperanza, de sueo...
El tambin se nos escapa. Slo el futuro en sus
grmenes actuales est en nuestro poder.
En vez de evadirse en el pesar o en el sueo
lo que importa es asumir el presente. Este se enriquece por todos los vnculos tejidos, con lo que
representan hoy. El cnyuge no es solamente
aquel con quien uno se ha comprometido hace
veinte aos; sino aquel con quien se es hoy portador de veinte aos vividos juntos, tambin
35

aquel con quien se construye el porvenir en funcin de un proyecto y un deseo comn. Mi sacerdocio no es principalmente la ordenacin recibida hace tiempo sino el ser que yo soy actualmente, cargado de experiencias y de pruebas,
comprometido en una red de servicios y de vnculos que me hacen sacerdote hoy.
Al decir esto no reniego del pasado, lo afirmo
como presente. E n lugar de apoyarme sobre lo
que ha sido, asumo del pasado todo lo que de l
est hoy presente y que solicita mi adhesin, mi
compromiso. Y enfoco este presente situndolo
en una perspectiva fundamental que le da su
sentido y que permite descubrir la densidad y
la significacin del hoy.
La duracin no depende de una promesa
La persona humana es capaz de comprometer el trasfondo de s misma en los actos que
lleva a cabo, en los vnculos que anuda, por eso
stos entran en la duracin. Pasan de la promesa
de la duracin a la duracin real. Esta no depende principalmente de una decisin. Se haya
o no prometido la duracin, un vnculo subsistir si emana de una accin no superficial. Solamente dura una actitud comprometida. Se hace,
se vive lo duradero.
Si, por consiguiente, hay una crtica que formular respecto a nuestra poca, no es exactamente que ridiculice la palabra dada. La firmeza
que se da a los compromisos est en relacin con
la densidad que se pone en lo que se vive. Algunos banalizan la palabra dada porque banalizan la vivencia... Censurar principalmente el norespeto a la palabra dada es colocarse en un
plano demasiado exterior: el del contrato. El
debate debe situarse a un nivel ms fundamental.
36

La duracin es ciertamente el deseo de todos los que viven una realidad percibida como
vlida, como gozosa. Cmo los jvenes esposos,
plenos de estar juntos, no van a desear continuar y profundizar este vivir-juntos, maana y
siempre ? Su deseo se mueve espontneamente en
promesa, en palabra dada. Su compromiso es la
expresin de su deseo. Por lo dems, un compromiso solamente se adopta con respecto a aquello
que un da se percibe como valioso y valorizante.
Ese maana sobre el que se adoptan opciones
est an en otra parte y ms tarde; uno no se ha
enfrentado todava con sus imperativos reales. Lo
que es exigente es el hoy: slo l est aqu y pide
que uno se entregue verdaderamente. La ambigedad de una promesa consiste en creer que
se refiere fundamentalmente al futuro mientras
que uno slo tiene influencia inmediata sobre el
presente.
Cuando los cnyuges se dicen uno al otro
t sers siempre el nico para m significa:
t eres hoy el nico para m, no de forma superficial sino en ese grado de profundidad en que los
seres se encuentran en el nivel de lo inalterable.
Si se implican hasta el trasfondo de s mismos
inauguran una comunidad que se compromete
en el plano de lo no superficial, de lo no banalizable. La verdad y la amplitud de lo que entrega cada uno de s mismo hoy constituye la
mejor garanta de que este don mutuo durar
ya que es de material duradero.
La promesa de duracin es til y preciosa
por lo que expresa pero apenas cuesta. Es la
vivencia la que le da su garanta, su densidad:
la vivencia presente, pues la de maana est todava fuera de nuestro alcance. Solamente puede
orientarse el porvenir segn lo que se compromete ahora.
37

No es principalmente un s, una promesa,


lo que vincula: es la vida la que compromete.
Incluso fuera de toda palabra dada, la vivencia
crea necesariamente vnculos, responsabilidades;
establece algo irreversible.

Fidelidad actual
Se trata de permanecer, da tras da, en la
decisin inicial o de ser constantemente fiel a la
decisin siempre nueva del hoy? Los motivos
que se tenan al principio han sostenido las decisiones adoptadas en otro tiempo, pero para el
compromiso presente son necesarias justificaciones actuales. Estas se incorporarn normalmente
a las del punto de partida, enriquecidas por la
experiencia, los vnculos nuevos, las responsabilidades asumidas juntos. Incluso aunque sean
bastante parecidas a las opciones primeras es
indispensable que sean razones presentes las que
sostengan las actitudes actualmente comprometidas. Pues lo que hay que sostener no es la decisin tomada en el pasado sino lo que se vive
y se compromete ahora. Se han abierto una
buena cantidad de grietas, hasta conducir a la
dislocacin completa de la comunidad, por haberse quedado pasivamente en el compromiso
inicial, sin rejuvenecerlo ni actualizarlo.
Por qu creer mejor en los compromisos
adoptados en otro tiempo como si hubieran sido
los nicos vlidos y el presente corriera el riesgo de serlo menos? N o ser esto un miedo a la
vida, un temor a afrontar lo indito? Sin embargo,
el presente, a la luz de la experiencia vivida,
debe comportar ms posibilidades de ser lcido
y capaz de apreciar un valor. Es importante
asentir a este presente no solamente por fij-

is

cin a un s de otro tiempo, sino por razones


de hoy, las nicas actuales, las nicas reales.
La fidelidad, pues, no se caracteriza principalmente por el deber de continuar. Es el don
de las confianzas, de los afectos, que se renuevan a travs de un devenir. Como consecuencia
de la vivencia-juntos, cada vez ms tejida de
vnculos, el compromiso presente continuamente recomenzado est cada vez ms cargado de experiencia, de responsabilidades comunes, de derrotas y de alegra.
Algunos temen que esa eleccin constantemente renovada, proporcione un da la ocasin
de no reasumirla ya y de modificar la ruta. Indudablemente es el riesgo de la libertad. Si se
percibe principalmente como un riesgo de cobarda y de abandono se vern las cosas en sombra; se intentar incluso reducir o suprimir la
libertad. Pero ms que un riesgo, la libertad es
esencialmente la oportunidad para implicarse de
manera ms personal y ms responsable en lo
que se es y en lo que se hace.
Al pedir que la vivencia de hoy dependa
principalmente no de una decisin anterior sino
de una eleccin actual, en vez de abrir las puertas a todas las fantasas, uno se sita en las ms
exigentes condiciones de seriedad y responsabilidad.
Es una apuesta por la libertad. Esta apuesta
slo es posible si se cree en la significacin positiva de la libertad.

39

Es posible la fidelidad
sin libertad?

Se aliena la libertad al adoptar un compromiso? Esta cuestin se le plantea a los cnyuges,


al sacerdote o a la religiosa, a cada uno en la
vida corriente. Pero, de qu libertad se trata?
Todo lo que, en uno u otro de los cnyuges
que se comprometen, es forzado, anudado, alienado, entraa como consecuencia un hiato entre
dos planos: el del dicho, el contrato, la palabra
pronunciada y el de la vivencia profunda que no
coincide con la palabra dada. En este caso la
palabra es ilusin. Aun creyndose comprometida no lo est pues no alcanza a la persona en
su ser profundo. Y ms pronto o ms tarde
aparecer un grave desfase entre lo dicho y la
vivencia.
El enemigo de la fidelidad no es el exceso
sino la falta de libertad. Y si sta es indispensable
en el momento inicial para que haya compromiso tambin lo es igualmente en los momentos
sucesivos.
Ciertamente, una vez que se ha comprometido
un convivir no se puede abandonar lo que se
ha establecido. Es imposible volverse atrs; lo
40

que est hecho no puede no haber sido hecho.


Pero, en una justa evaluacin de los vnculos
establecidos, de las responsabilidades asumidas,
de las personas implicadas, no hay ya lugar
para la eleccin, para la libre decisin? En ese
caso, lo nico que se podra replantear seran
las modalidades de ejecucin dentro de una accin que estara ya fijada de una vez por todas.
Una decisin compromete una historia, responsabilidades, un convivir, que no se pueden ignorar, anular; dicta tambin toda accin posterior?
La cuestin crucial es pues la siguiente: es
posible el compromiso humano si no se tiene
confianza en la libertad-responsabilidad? Y esto no slo en el acto inicial que inaugura un compromiso, sino todo a lo largo de su desarrollo?
Libertad inicial o permanente
Al entrar en la duracin el compromiso no
se limita a repetir o a aplicar una decisin primera y definitiva. El tiempo proporciona la ocasin para perpetuas renovaciones del s inicial. Es importante hacerlo nuevo cada vez por
medio de elecciones que comprometen tanto y
que son tan pesadas como la primera.
Solamente existe la fidelidad en una realidad
siempre dada y no es consecuencia de un contrato o de una decisin inicial que suprimiera la
posibilidad y la exigencia de ulteriores elecciones.
En la medida en que se tiene miedo a la libertad, en que no se est bastante seguro de que
la eleccin permanezca vlida maana, uno est
tentado de recuperar por un contrato, que bloquea el porvenir, lo que no se atreve a confiar
a la libertad-responsabilidad. Sin embargo, si
dos cnyuges no llegan a tener confianza en su
41

libertad de maana, no tienen ya razn para


fiarse, ninguno de los dos, de la decisin de hoy.
Temer las elecciones futuras es insinuar un
fermento de desconfianza hasta en el compromiso actual. En efecto, cmo entregarse con
confianza hoy si no se tiene suficiente fe en s
mismo y en el otro para esperar sin miedo las
decisiones ulteriores?
El compromiso llega a ser un candado cerrado de una vez por todas, la fidelidad se reduce a la obligacin de no abandonarse, en lugar de seguir siendo un vivir juntos que apuesta
por la libertad. Y entonces uno se compromete en
la desconfianza, se sita en plena contradiccin,
en el mismo momento en que busca promover
la fidelidad.
Qu es lo que importa, ser fiel a una decisin
inicial o implicarse en una historia enriquecida
por una sucesin de palabras dadas que lo mismo
que la primera deben emanar de una libertad
siempre presente? Cuan pobre e ilusoria sera
una fidelidad que se fundase en una decisin
hecha en otro tiempo ms que en una opcin de
hoy! Existe todava fidelidad en un compromiso
que no se atreve a correr el riesgo, la suerte, de
una eleccin actual?
Contar con la confianza para despertar la fidelidad
Es innegable que no existe la libertad sin
riesgo y dificultad. Adems, hay que educarla
para que no se diluya en fantasa irresponsable.
Resulta indispensable una pedagoga del compromiso, no solamente para la eleccin actual,
sino todo a lo largo de una historia que hay que
vivir en la creatividad. Pero, cmo educar en
la fidelidad si el educador apenas tiene confianza
en los seres, si no se atreve a apostar por su ca42

pacidad de hacer elecciones vlidas! Se est de


lleno en el engranaje de la desconfianza. Poco
seguro de las ulteriores decisiones slo se permite la eleccin inicial. Esta se hace frecuentemente en un contexto de responsabilidad mal
despertada, pues la educacin recibida ha visto
en la libertad un riesgo ms que una oportunidad de opciones lcidas, personales, comprometidas. Muchos adultos perciben la libertad
como una amenaza. Y entonces, en vez de apostar
por ella, la rodean de un conjunto de sujeciones,
de barandillas, de desconfianza. Todo ello para
preparar a los seres a la confianza, a la fidelidad!
Frecuentemente se afirma: los jvenes han
perdido el sentido del compromiso. No ser
esto una persuasin que nos inventamos inconscientemente porque tenemos necesidad de ello
para mantener un sistema educativo fundado
principalmente en las prohibiciones?
Lo que la mayor parte de los jvenes rechazan es un contrato cuyos datos no conocen: un
contrato a ciegas que les parece un engao. Se
niegan a tomar opciones para el futuro en la medida en que ignoran sus elementos. Pero son
muchos los que, tanto o ms que en el pasado,
pagan con su persona, y adoptan respecto a los
grandes valores del mundo moderno actitudes
onerosas, pesadas, de donacin de s mismos y
de eleccin que les implican personalmente.
Aunque muestren disgusto ante el compromisocontrato que cierra el porvenir muchos asienten
a la vida con todo lo que requiere de profundamente comprometida.

43

Libertad situada, libertad responsable


Apelar a la libertad no significa ni una eleccin individualista, como si fuera cuestin de
uno solo, ni una decisin irrealista que no tuviera en cuenta los vnculos creados, las responsabilidades comprometidas.
La libertad se percibe demasiado todava
como una evasin. Se puede, por otra parte,
comprenderla y vivirla de otro modo cuando la
base de la moral son las prohibiciones y la sujecin?
Inmovilizados en este contexto de obligaciones y de defensa muchos adultos slo pueden
imaginar la libertad como fantasa, solucin de
facilidad, abandono irresponsable. Y entonces no
ayudan casi a las jvenes generaciones a percibir
la significacin y las exigencias de la libertad.
Nadie tiene nunca derecho a hacer caso slo
de s mismo. Y ello porque ese yo, libre de
todo vnculo, de toda responsabilidad, sera un
yo irreal. Cada ser existe solamente en el centro
de una historia y en una red de relaciones que
constituyen su persona real. Ser libre no es nicamente hacer abstraccin de la realidad: la propia
y la de los otros, profundamente inmersas la
una y la otra. Incumbe a cada uno, en cuanto
ser libre, no sufrir pasivamente las dependencias
sino asumirlas de manera personal. El orden
humano est hecho de la adhesin de mltiples
libertades y no principalmente de sujecciones.
Acceder a la libertad en el interior de las relaciones con los otros es algo que frecuentemente slo se realiza a travs de etapas difciles, desconcertantes. Lo que los otros han hecho
de m, lo que han dicho, lo que esperan de m,
constituye una especie de super-yo. Debo tomar en consideracin este modelo, esta imagen
44

esta espera. Todo ello me interpela, pero me


obliga de manera apremiante?
Un amigo me escribe: Se esperaba de m
que fuese el hombre de lo sagrado, de lo superado, de lo completamente otro, sin tener en
cuenta mi yo. Cuando he descubierto que esto
no coincida conmigo, con el surgimiento de
mi yo, se ha planteado la cuestin y el replanteamiento de ese super-yo. De ah las aparentes
incoherencias. Veo a tal sacerdote que ha estado
profundamente comprometido con el ideal de la
misin obrera. Hoy, est casado. Parece que ya
nada de lo que constitua aquel ideal se expresa
ya en su vida. Hay como una incoherencia. Pero
esta incoherencia, profundamente humana, no
es el signo de una libertad que se busca ms
all de lo que se esperaba de ella: ideal de abnegacin que ha sido como impuesto un poco
desde fuera?
La vida debera aumentar la responsabilidad
Desde el principio se ha requerido la responsabilidad: haba un pasado que asumir, una historia ya comenzada, una red de personas implicadas en la decisin. Luego, la realidad se ha desplegado, se ha enriquecido. Para los cnyuges, lo
que les compromete ahora es lo que han inaugurado juntos, la vivencia que les une el uno al
otro, las mltiples responsabilidades y, a menudo, las nuevas vidas que han suscitado... Una decisin que hoy no tuviera en cuenta todo esto
no sera un acto de libertad. El individualismo
irresponsable no es aceptable nunca. N o lo es en
ningn momento, ni en el momento de la decisin inicial ni en el curso del vivir-juntos. Pero,
por qu temer ms despus de cinco o veinte
aos de comunidad que al principio?
45

Es cierto, hay que lamentar rupturas, renunciamientos irresponsables. Hay que reconocer
que tambin hay decisiones iniciales no maduradas, no comprometidas, sies pronunciados a
la ligera, en el irrealismo. En s debera haber
menos peligro de decisin irreflexiva para esposos
que ya han tenido en comn una experiencia
de alegras, de pruebas y de responsabilidades,
para una religiosa, un religioso o un sacerdote
comprometidos desde hace tiempo. Si el vivir
juntos ha tenido una cierta densidad hay mucho
menos riesgo de que se abandone el juego.
Con razn no puede admitirse que nadie se
libere como si no se hubiese hecho nada, como
si no se hubieran establecido vnculos. La libertad-responsabilidad se sita siempre en el
interior de una historia, en relacin con otras
personas, estrechamente implicadas en las opciones de unos y otros. De lo que se trata es,
pues, de una libertad autntica y no de un rompimiento irresponsable, individualista o egocntrico del compromiso. Sin embargo no estamos
tentados a juzgar que hay falta de responsabilidad en los otros, cada vez que su decisin no
corresponde a nuestra opcin personal?
Por una vida ms totalmente comprometida
La perspectiva esbozada aqu no tiende a criticar severamente la fidelidad, a abrir la puerta
a la infidelidad. Esta no ha esperado para existir
a nuestra poca. Por mucho que la prohiban una
moral legalista y un matrimonio-contrato no
impiden la infidelidad; incluso quiz la suscitan.
No se trata de mostrarse ms tolerante respecto a la infidelidad ni de destruir el carcter
comprometedor de los compromisos. Lo que
importa por el contrario es delimitar mejor las
46

condiciones de la fidelidad, los datos de una


autntica implicacin de uno mismo. Tambin
hay que preguntarse si la libertad es un handicap
a la fidelidad o una condicin indispensable para
una fidelidad ms completa y ms enriquecedora.
No se puede pues contar ya con ningn
compromiso? Al contrario, hay que contar ms
con ellos.
La seguridad de una pareja, de una familia,
de una comunidad, se hace principalmente de
confianza en la libertad mutua. Hay todava
amor, existe todava una pareja, un hogar, si
los esposos permanecen juntos principalmente
porque una decisin adoptada hace tiempo les
clava el uno al otro mientras que su actual decisin ira en un sentido totalmente diferente?
Su seguridad no reside en la palabra dada hace
tiempo sino en la certeza, nacida de la vivencia
de su existencia en comn, de que en una libertad cada vez ms lcida y profunda su eleccin
se dirige ms que nunca del uno al otro.
Ninguna obligacin, ningn contrato podrn reemplazar esta libertad y promover una
verdadera fidelidad. Podrn sostenerla de forma
transitoria pero no suplirn jams la ausencia
de libre adhesin. La nica garanta para el maana procede de la libertad de eleccin hoy. Uno
tiene suficiente confianza en s mismo y en el
otro confianza aumentada a lo largo del desarrollo de la vida comn para creer que pueden
seguir siendo en total libertad mutuamente valiosos y deseables.

47

Tener confianza
y encontrar la alegra

mismo continuamente renovado. Se vuelve a


elegir lo que se percibe como valioso en el interior de un llegar-a-ser-de-verdad.
Por deber

El comprometerse es una actitud basada en


la confianza y en la alegra.
Los jvenes que se desposan lo hacen para
ser felices. Igual el muchacho que llega a ser
sacerdote, la joven que pronuncia sus votos religiosos. N o ignoran las dificultades y los renunciamientos inherentes a su eleccin. Lo que subyace a su decisin es la persuasin de que este
ministerio o este vnculo conyugal les permitir
dar a la vida todo su sentido: en ellos podrn
realizarse, alcanzar los verdaderos valores de la
existencia. Incluso aunque se trate de un servicio, no se le ha escogido por deber, por austeridad: se busca en l la felicidad al mismo tiempo
que se espera hacer la felicidad de los otros. En
una vida que tiende a la realizacin no pueden
estar disociados amor a uno mismo y amor al
otro. El uno soporta y condiciona al otro.
El compromiso est en la lnea del ser-ms,
es garanta de la felicidad: no solamente la de
los otros, tambin, y en primer lugar, la propia.
El tomar conciencia de ello, reconocerlo, permite vivir los propios compromisos en un dina48

Cuan sorprendente es la reflexin oda a menudo a propsito de los sacerdotes autorizados


a casarse: Qu fcil. Ellos pueden irse!; a lo
que subyace: Yo bien querra abandonar mi
hogar y si contino es nicamente por obligacin.
Muchos se imaginan y se complacen con
esta coartada (no es ya infidelidad?) que si
pudieran elegir se iran; que slo el deber les
hace permanecer all donde estn comprometidos.
Por consiguiente sufren sus compromisos en vez
de vivirlos. Quedan con un sentimiento de sujeccin, paralizante tanto para ellos como para
los otros. Por no reconocer que, considerndolo
todo, a la vista de todos los elementos de lo
real, y no solamente de sus dificultades, donde
menos mal y por lo tanto, concretamente,
donde mejor se encuentran sigue siendo todava all donde estn, van tirando en una situacin sufrida en vez de vivir en ella en actitud de
asentimiento interior. Podrn continuar mucho
tiempo padeciendo, y a qu precio...? Los que
estn implicados con ellos, especialmente el cnyuge, podrn seguir siendo seres llenos de vida?
Y la propia comunidad tiene algo que ganar
con el mantenimiento de apariencias que no recubren vnculos vividos de manera personal?
Si el deber no se transforma en querer personal llega a ser axfisiante para todos. Muchas salidas son consecuencia de esta axfisia; el instinto
de conservacin fuerza a partir. Ms de un abandono es una escapada hacia la vida, hacia lo respirable.
49

Qu hacer para que el compromiso vivido


en el punto de partida como una opcin gozosa
contine siendo percibido como valorizador e
incluso llegue a serlo ms? Hay que atreverse a
contar con la libertad. Si comporta la eventualidad de una puerta de salida tambin, y sobre
todo, constituye una llamada a implicarse de manera ms comprometida, ms personalmente consentida. Prohibirse la libertad por miedo a usar
mal de ella es hacerse incapaz de hacer fructificar
los propios compromisos, de renovarse con respecto a ellos en el dinamismo y la alegra.
Por otra parte, en el mantenimiento del compromiso por pura obligacin, hay una falta de
lucidez sobre lo real. Se llega a no percibir ms
que una cara de la situacin, la que se vive como
dolorosa, y a incapacitarse para reconocer toda
su aportacin de valor. Si el mvil de la fidelidad es la obligacin, se necesita una percepcin
austera de la realidad. Muchos creen en efecto
que slo tienen mrito all donde no experimentan atractivo.
Hay que rejuvenecer el propio deseo para
acceder a un nuevo tipo de alegra ms profunda,
ms realista, ms comprometida. Y ello a travs
de fases difciles, de desilusiones, de impresiones en parte fundadas de ser vctima, de
estar encadenado. Pero hundirse en esta nica
percepcin, sera perder la justa evaluacin de
lo real.

Necesito ahora tambin una eleccin personal que me haga ser y vivir en la situacin en la
que estoy. Si es as, la har fructificar, con sus
dificultades y sus exigencias, sus riquezas y sus
alegras. Y ello, no solamente porque hay que
hacerlo, porque lo he querido en otro tiempo,
sino porque lo quiero hoy.
Se trata de algo muy distinto que sufrir las
consecuencias irremediables de una opcin de
otro tiempo. Percibo que esta solucin vale ms,
es decir, tiene ms valores todava hoy, para m
y para los otros, en ese convivir que en ninguna
otra opcin.
En un estado que se acepta nicamente como
deber se puede estar presente materialmente pero
con reticencia, con un rechazo que impide que
la vivencia sea valorizadora tanto para uno mismo como para los otros. Uno cree adherirse
pero la aceptacin est al mismo tiempo marcada
por un rechazo interior. Que la adhesin sea
percibida en ciertas etapas ms como austeridad,
es cierto. Pero sera inexacto y peligroso fijarse
en esta percepcin incompleta.
La conciencia de que la solucin elegida contiene y sigue conteniendo una plusvala tiene una
influencia decisiva sobre la forma de estar presente en ella con todo el ser. Slo ella permite
desarrollarse, desplegarse y dar a los otros la
posibilidad de realizarse.

Lo que ms valor tiene

Permanecer sin confianza es romper el compromiso

Ser fiel no es permanecer encadenado; es tomar conciencia de los valores actuales, quizs
menos romnticos, pero ms realistas y ms verdaderos, de la ruta en la que uno se ha comprometido.

Es necesario continuar teniendo fe en el compaero para mantener la comunidad. Es necesario tener confianza en un ministerio, en una institucin, para comprometerse en ella y permanecer comprometido.

50

51

Qu significara un compromiso en el que


uno se entregase en la pura austeridad sin esperar nada del otro? Esta fidelidad unilateral se
niega a s misma: al negarse a tener confianza, a
dar su confianza, se contradice el compromiso.
Uno da lo que quiere: sus servicios, su sacrificio, su afecto; no se da a s mismo. No acepta
entregarse, dar su confianza. Sin embargo, es
ella la nica que permitir al otro estar, tambin
l, implicado en la comunidad.
Perseverar slo por deber es admitir la ruptura de un convivir real, comprometido.
Hay soluciones que constituyen de hecho un
cese del vnculo. Por ejemplo, cuando uno de
los cnyuges intenta salvaguardar el hogar slo
por los nios. Establecer un convivir que se
entabla exclusivamente entre la madre, por ejemplo, y los nios puede constituir en ciertos casos la nica solucin viable. Imposible analizar
en teora las responsabilidades que han conducido a esta decisin, quiz inevitable; depender
de cada caso. Pero es importante darse cuenta
de que esta opcin excluye en adelante al cnyuge, al cual se le pide nicamente, adems de
la garanta financiera, una presencia que salve
las apariencias. Este vnculo, de ahora en adelante limitado a los nios, no deja sitio ya al
cnyuge como compaero... y por tanto tampoco
como padre. Se trata de una nueva eleccin, de
un nuevo compromiso que admite la disociacin
de la pareja.
Para permanecer comprometido hay que continuar hoy esperando alguna cosa del otro, de
los otros. Quiz hay casos en que ya no es posible eso? Pero se debe saber que una presencia
privada de confianza y esperanza confirma en
realidad la ruptura... y a menudo la provoca.
Contradice lo que cree salvaguardar.

52

Fe en la fidelidad de Dios
Que sea importante reconocer esta parte de
esperanza indispensable para mantener el vnculo
parece innegable, so pena de reducir la comunidad a una ficcin jurdica que no recubra ya ninguna realidad. Esta esperanza, no pueden los
cristianos alimentarla de una manera especial en
su fe en Dios, cuya fidelidad para con los hombres se ha probado sin fallo?
Ya en la antigua alianza la constancia del
amor de Dios vence las defecciones de un pueblo tentado sin cesar de apartarse de l para volver a la idolatra. Ms an, Cristo-Jess por su
vida, por el Espritu que nos enva, nos muestra
que l permanece con nosotros indefectiblemente y que nunca nos faltar ni su vida ni su
luz.
Referirse a Jess, discernir en l el modelo de
toda fidelidad, sacar de su ejemplo fuerza, coraje y serenidad dan a nuestra esperanza su ltimo fundamento. Su palabra y su vida, al inducirnos a percibir en un nuevo plano el valor del
amor incondicional, nos conducen a comprometer ms an nuestra responsabilidad. La gracia no
sustituye a nuestra libertad; no modifica el sentido de la fidelidad humana, sino que requiere
que discernamos en qu medida pueden subsistir, apesar de las apariencias, los valores del convivir, de la alianza.
La fe nos hace volver la atencin a las realidades humanas. No pide a los cristianos ms que
lo que requiere la condicin comn. Porque admitir que la infidelidad sera aceptable para el nocristiano pero no para el que tiene fe en Jesucristo sera despojar a la fidelidad de su consistencia y su exigencia. Sera apartar al cristiano
de descubrir, como cualquier otro, las razones
humanas de su fidelidad.
53

Desde luego en algunos momentos los motivos humanos estn inundados de tantas obscuridades que nicamente parecen sostenernos
las razones de fe. Sin embargo las justificaciones
humanas, incluso de forma velada, subsisten. La
fe no debe reemplazarlas. Aunque momentneamente pueda relevarlas ante nuestra percepcin,
debe conducirnos a reavivar nuestra conciencia
de ellas.
La fe no crea justificaciones; no remplaza a
las razones humanas. Las aclara en un sentido
ulterior. Pero no tendra impacto si no se injertara en actitudes humanamente vlidas.
Cuando un cristiano declara: si no tuviera
fe, actuara de modo muy distinto expresa que
la fe le ayuda a tener coraje y perspicacia. Esto no
puede querer decir: No hay ya razones humanas
para esperar. Que por el momento ya no las
perciba, es posible, pero existen; debe esforzarse
en reconoceras. La fe no debera servir de pantalla y de dispensa para encontrar o volver a
encontrar la condicin humana comn a todos.
La verdadera fe nos devuelve a la vivencia con
una atencin renovada.

54

Hay que ratificar siempre


las decisiones adoptadas
en otro tiempo?

Reivindicar la libertad como condicin de


una fidelidad personalmente interiorizada conduce inevitablemente a considerar la hiptesis de
una discontinuidad posible con respecto a las
opciones del principio. Hay que preguntarse si
es siempre acertado permanecer en las decisiones iniciales.
Tomar una orientacin nueva, se puede en
ciertos casos justificar? y, en qu condiciones?
O bien, hay que pensar que la libertad se limita
a que permanezcan siempre actuales los motivos de la eleccin y el sentido que se le da, en
el interior de una opcin fundamentalmente inmutable?
Si cualquier otra decisin diferente a aquella
a la que uno se ha comprometido en el pasado
fuera abuso y desviacin de la libertad ello querra decir:
1. Que las condiciones de vida no se modifican nunca de forma sustancial, hasta el punto
de volver a poner en cuestin las personas y los
vnculos que las comprometen;
55

2. que la decisin inicial es necesariamente


ms lcida y ms responsable que las apreciaciones ulteriores, basadas sin embargo en la experiencia vivida;
3. que, aun cuando se compruebe que el
juicio actual es ms realista y ms pertinente, hay
que atenerse cueste lo que cueste a la palabra
dada, so pena de minar toda confianza en los
compromisos.
Es mejor sufrir estos casos lmites que aceptar la menor excepcin en el carcter intangible
de los compromisos adoptados.
Puede evolucionar el objeto del compromiso?
Se debe mencionar una primera situacin que
no suscita particulares dificultades; pero aporta
quiz alguna luz sobre nuestra cuestin. Para
ilustrarla voy a referirme a un artculo de Panorama Aujourd'hui (diciembre 1971) p. 24, sobre los hermanitos de los pobres.
Un compromiso vitalicio ? En los hermanitos,
no. Pero una fidelidad a los que sufren, s.
Jean-Claude traduce as el sentimiento de muchos de su edad. Unos han venido por dos aos,
otros slo por tres meses... Pero todos quieren
permanecer fieles a la exigencia interior que les
ha conducido aqu. Tambin en todos: el rechazo del mundo tal y como est. Un rechazo
que compromete...
Lo que ellos realizan, aunque sea por un
tiempo limitado, les compromete intensamente
y les seala de forma probablemente definitiva.
Pero no fijan para el porvenir las condiciones de
su realizacin, quieren quedar disponibles ante
los acontecimientos. Adoptan, pues, slo un
compromiso limitado en cuanto al servicio concreto con los hermanitos de los pobres. Sin

56

embargo la toma de conciencia que ha suscitado


este servicio y la exigencia interior que mana de
ella son inalterables. Independientemente de las
formas concretas como se traduzca esto en lo
sucesivo, su vivencia est marcada; algo en ellos
se ha modificado en el fondo. Han adoptado una
actitud profundamente comprometida sin precisar las ulteriores modalidades de su realizacin.
Una palabra dada no ha vuelto intangibles las
aplicaciones futuras.
Es diferente la situacin de los compromisos
que se han querido irrevocables. Sin embargo,
como se viven en pocas o contextos en plena
mutacin el objeto de esos compromisos ha evolucionado hasta tal punto que algunos no reconocen en ellos ya la opcin del principio.
Esto es lo que dicen los sacerdotes que se
replantean su celibato. Algunos ven incluso en
su cambio de orientacin, no una infidelidad a
su proyecto inicial: a saber, una donacin total
al servicio de Jesucristo, sino una dimensin
nueva de su compromiso. La consagracin al
servicio de la iglesia se enriquece por la aceptacin de la dimensin conyugal y familiar. El
matrimonio, concebido de forma bastante diferente a como era concebido hace diez o veinticinco aos, lejos de parecer incompatible con
un trabajo de iglesia y con la pertenencia plena
al Seor, les parece un nuevo compromiso que
integrar en su vida. Les parece que el rechazo del
amor conyugal y del matrimonio sera, al menos
para ellos, una falta de humanidad... que, a partir de ese momento, situara su sacerdocio en un
mundo desencarnado, inautntico. As, cueste lo
que cueste, juzgan necesario cuestionarse el tipo
de decisin que han adoptado, prolongar opciones que han cambiado profundamente de sentido sera, a sus ojos, salvaguardar una fidelidad
material a las promesas hechas, hacerse infiel a
lo que esos compromisos significaban.
57

Tal perspectiva no cuadra con lo que se nos


lia propuesto hace tiempo; no es esa la lnea en
la que hemos entrado en el sacerdocio. Esta
perspectiva, hay que precisarlo, no corresponde
ya a los que piensan, incluso hoy, muchos otros,
sacerdotes y laicos, segn los cuales un compromiso total al servicio de Cristo y de su iglesia
excluye todo vnculo interpersonal, selectivo,
privilegiado. Aun cuando el matrimonio, dice
ms de uno, fuera en s mismo compatible con
el sacerdocio, no es esto lo que quiere actualmente la iglesia latina. Y sobre todo, uno se ha
comprometido a otra cosa; hay que atenerse a
ello.
Juicio sobre el nuevo compromiso
Sin embargo, aun los ms intransigentes en
el tema de la firmeza de los compromisos no
hacen un absoluto de la fijeza a la palabra dada.
Las modificaciones de un compromiso se consideran como aceptables e incluso loables cuando
se dirigen en el sentido de uno mejor. Lo que
condiciona la aceptacin o el rechazo es una evaluacin del objeto de eleccin y, no se rechaza
cualquier cambio por el hecho de que en s
mismo no est conforme con el compromiso
adoptado.
As, el sacerdote secular que se hace trapense
o ermitao abandona el ministerio de la iglesia
en el que estaba comprometido. Se orienta hacia
una forma muy diferente de consagracin cristiana que implica el abandono de su ministerio
personal. Por el contrario, acceder al matrimonio se considera como un retroceso, incluso casi
una traicin. De dnde proviene esta diferencia tan radical? De que el matrimonio se juzga
como un reparto, como una manera menos completa de darse a Cristo, de consagrarse a su ser58

vicio. Lo que explica la diferencia es, pues, un


juicio de valor sobre el cambio que uno da.
Tambin se ve uno obligado a preguntarse
si la iglesia ha aceptado verdaderamente la sexualidad y, a travs de ella, la dimensin encarnada de la condicin humana. Sus reticencias
respecto a la sexualidad son el smbolo de su manera de confinar en un plano espiritual el proyecto evanglico y de permanecer ajena a lo
real humano en sus incidencias polticas, econmicas, sociales. El no al matrimonio de los
sacerdotes, no es una decisin que va mucho
ms lejos de lo que parece a primera vista? Es
un no que simboliza una huida de lo real, una
forma de confinar la relacin con Dios en el trasmundo de un culto y de una fe sin influencia sobre lo real.
La sexualidad es una de las formas ms exigentes y ms comprometidas de estar-en-el mundo. Rechazar la propia sexualidad es, en cierta
manera, rehusar todo compromiso de s mismo
con lo real, relacional y conflictivo.
Respecto a eso, los debates del ltimo snodo sobre los ministerios fueron muy sintomticos. El nudo de los rechazos se refiri, no al
descompromiso de los sacerdotes, sino al matrimonio. A pesar de las declaraciones tericas
sobre la santidad de la unin conyugal, casarse es,
para muchos, alejarse en parte de Jesucristo, no
ofrecerle todo, serle ms o menos infiel.
Tambin, cuando alguien declara que no ve
incompatibilidad entre el matrimonio y el sacerdocio pero que l no puede aceptar que alguien modifique su orientacin cuando se ha
comprometido al celibato, hay que preguntarse
si esa explicacin da cuenta verdaderamente de
la objecin: se cree ver obstculos slo en el
hecho de modificar la palabra dada, cuando en
realidad la dificultad se debe ms bien a aquello
59

hacia lo que uno se orienta: el matrimonio. El


objeto de la nueva decisin se considera como
una regresin. El elemento determinante no es
la fijeza a la palabra dada sino un juicio de valor
sobre el cambio que se proyecta dar.
Ha cambiado de sentido el celibato?
Si, en el caso del celibato sacerdotal, el objeto del compromiso ha evolucionado, ello no
se debe principalmente al hecho de que tal sacerdote lo perciba hoy de otro modo a como lo
percibi el da de su ordenacin. El sentido con
que se vive una situacin no depende solamente
de quien la asume sino de lo que ella significa
para el entorno, para el medio en que se est
inserto. Este sentido escapa en gran parte a cada
uno; est forjado por la sociedad.
Nos encontramos actualmente ante cambios
importantes y rpidos. Antao, en un mundo
estable, el compromiso que uno adoptaba guardaba su realidad y su significacin a lo largo de
toda una existencia. En nuestros das, uno se ve
obligado con frecuencia a optar por realidades
que a veces se transforman muy fundamentalmente.
No sucede as con la sexualidad, el matrimonio, el celibato, que desde hace diez o veinte
aos se consideran de forma bastante nueva?
La sexualidad ya no representa hoy lo que significaba hace tiempo. El celibato ha evolucionado
ampliamente tanto en su significacin como en
sus modalidades de realizacin. La identidad del
sacerdote est en plena evolucin. E incluso la
relacin con Dios no se percibe ya como tanto
ms especfica y total cuanto ms se aparte de
componentes muy encarnados de la condicin
humana. Una aproximacin nueva a la sexualidad
60

y al matrimonio, una percepcin en parte renovada de la fe y de los ministerios modifican, a


los ojos de muchos, la significacin del celibato.
Aunque haya sido comprometido hace aos,
el celibato se vive necesariamente en el contexto
de hoy. Lo que un sacerdote asume ahora en
cuanto clibe es fundamentalmente diferente de
lo que eso representaba hace treinta aos. El celibato y el matrimonio no son objetos, realidades
en s, sino una manera de ser, de vivir la propia
existencia de mujer o de hombre en una sociedad determinada.
Es posible, es juicioso bloquear el propio
devenir con una decisin que fuese suficiente
para determinar la existencia entera? Hay que
rehusar las evoluciones, permaneciendo intangiblemente fiel a los compromisos, aun cuando
cambien bastante sustancialmente de significacin?
Muchos evitan tal interrogacin al pretender
que las transformaciones son superficiales y que
el celibato guarda, a travs de las fluctuaciones
de nuestra poca, el mismo sentido.
Ese razonamiento se encuentra siempre, a
propsito de cada cuestin, en los mantenedores
del statu quo: pese a las modificaciones perifricas, las realidades humanas permanecen muy
parecidas a lo que han sido siempre. Y entonces,
las tomas de posicin hechas en el pasado por
la autoridad, guardan toda su pertinencia y su
actualidad. No hay razn se ha afirmado cuando
los debates sobre la regulacin de nacimientospara buscar soluciones nuevas a cuestiones que
se han planteado siempre; las respuestas tradicionales han probado su valor ya que han permitido a las generaciones precedentes vivir vlidamente.

61

Unos piensan que las evoluciones son superficiales y que la historia no ha hecho ms
que repetirse. Otros, especialmente en las jvenes generaciones, son ms sensibles a la novedad y reivindican en el interior de la iglesia una
amplia creatividad. Ser esto consecuencia de
la presencia en el mundo, percibida por algunos como equivoca, es decir, peligrosa, y por
otros como inherente al hombre y al cristiano?
Aproximacin diferente o infidelidad?
Un creciente nmero de sacerdotes consideran que el celibato obligatorio impone una forma
de ser que, para algunos, hace imposible un ministerio implantado en la realidad cotidiana. Esta opinin es discutible pero, no puede ser rechazada sin un profundo examen. N o se trata
de estar a priori de acuerdo, sino de escuchar e
intentar comprender una aproximacin nueva y
en parte desconcertante.
Escuchar realmente, con un mnimo de simpata, exige no comenzar por marginar a los defensores de esas nuevas perspectivas situndolos en categoras que, sistemticamente, les desacreditan: no tienen el coraje para sostener sus
compromisos, buscan soluciones fciles... es un
caso un poco patolgico... ha carecido siempre
de equilibrio (es tan fcil considerar como faltos de equilibrio a los que no piensan como nosotros!). Por tales a priori ponemos lmites a
nuestra escucha, nos condenamos a no comprender lo que quieren decir. Al ocuparnos de las
personas nos dispensamos de afrontar las cuestiones que plantean. Tendremos miedo de dejarnos interpelar por interrogaciones que nos
ponen a nosotros mismos profundamente en
cuestin?
62

Qu es lo que constatamos?
1. Algunos sacerdotes consideran la aceptacin del amor humano de tipo conyugal no
como un retroceso o un rechazo de sus compromisos, sino como la aportacin de una nueva dimensin importante en su consagracin al servicio del Seor, en su iglesia. Esta perspectiva no
ha estado verdaderamente presente en el ltimo
snodo. N o es posible, sin embargo, examinar
hoy las condiciones del ministerio sacerdotal sin
analizar lo que representa esta nueva aproximacin. Por qu no se ha hecho venir al snodo
y se les ha dejado expresarse a los sacerdotes que
han sido autorizados para casarse? El mero
hecho de escucharles era ya demasiado amenazador?
2. Los sacerdotes que reivindican la supresin del vnculo obligatorio entre el sacerdocio
y el celibato no son neutrales en el debate. La
mayor parte, se dice, estn condicionados por
problemas personales y buscan poder casarse. Es
verdad; los hechos lo demuestran. Sera por
ello inadmisible su interpelacin?
Nadie es neutral ante tal cuestin, todo el
mundo est ntimamente implicado en ella. Si
estos debates toman a menudo un giro apasionado es ndice de que estn marcados por una
carga emocional intensa. Sera anormal que fuese
de otro modo; pero, es til tomar conciencia de
ello. Porque es ilusorio imaginarse que se permanece en el nivel de los principios generales.
Todos los modificamos en funcin de nuestras
implicaciones personales; y lo hacemos tanto
ms cuanto que apenas somos conscientes de
ello.
Sera falso creerse no implicado, no interesado personalmente. Si fuera este el caso, nuestra
opinin correra el peligro de ser abstracta, irreal.
Y, no es normal y sano que sea principalmente
63

ni nombre de una cuestin vivida personalmente


como algunos llegan a plantearse la institucin?
3. Cada vez es mayor el nmero de sacerdotes, especialmente en las jvenes generaciones,
que piden a la iglesia institucional que reconozca
esta nueva modalidad del sacerdocio. Hay que
excluirles del ministerio para proteger su autenticidad? Quizs. Sin embargo, sera grave llegar
a ello sin una escucha profunda y prolongada.
Porque esta modificacin representa o un empobrecimiento del sacerdocio, o una apertura a
nuevos valores, a nuevas modalidades de realizacin.
Quienes plantean esta exigencia se creen fieles a su ministerio, a su ideal de servicio sacerdotal. Si rompen un compromiso es, a sus ojos,
por una vocacin nueva, superior. Ciertamente su
proyecto como cada uno de los nuestros est cuajado de ambigedades. Detrs de justificaciones valorizadoras pueden muy bien esconderse inmadureces afectivas. Privan stas de todo
fundamento a su caminar?
4. Por el contrario, algunos otros de los
sacerdotes que se casan no quieren de ninguna
manera considerar su solucin como una nueva
dimensin de su compromiso. Viven el abandono
del celibato como un fracaso. Incluso creen importante reconocer que no han podido realizar
el proyecto que haba sido su ideal. Aceptan este
no-xito y quieren sacar sus consecuencias. Pero,
por lo que respecta a ellos, piensan que sera
camuflar indebidamente la realidad el atribuir su
evolucin a una ampliacin de su compromiso.
5. La institucin est poco dispuesta actualmente a aflojar el vnculo entre el sacerdocio y
el celibato. Por este hecho mantiene, ella tambin, muchas ambigedades. Las obligaciones
de celibato impuestas al sacerdote le permiten
64

fcilmente ocultarse a s mismo graves inmadureces afectivas y sexuales.


N o es cuestin el concluir aqu este debate.
Lo que importa nicamente es constatar que
cierto nmero de sacerdotes consideran que el
matrimonio, que modifica en un punto importante el compromiso adquirido, no es una infidelidad. Les parece, en nombre incluso de su compromiso, que deben abrirse a una dimensin
nueva e imprevista, que viene a precisar su donacin inicial.
Los que se engaan a s mismos son esos
sacerdotes o somos nosotros que slo podemos
considerar un tipo nico de fidelidad y que no
somos interiormente bastante libres para aceptar como posibles otras formas de sacerdocio?
La fidelidad de los sacerdotes que no se
casan no estara amenazada o comprometida por
quienes viven otro camino? Y, por qu parece
inaceptable un pluralismo de opciones?
En cualquier caso, no se puede reducir a
cuestiones puramente personales esta nueva interrogacin sobre el tema del matrimonio de los
sacerdotes. El descompromiso o el cambio de
compromiso de algunos no se les impone nicamente en funcin de un caminar que les es propio, sino de una evolucin ms global que afecta
tanto a la sociedad como a la iglesia; ella da hoy
a la sexualidad, al celibato, al matrimonio, significaciones bastante profundamente nuevas.
Hay que vivir los compromisos en funcin del
contexto existente en el momento de la decisin
inicial, o realizarlos en nombre de un proyecto
al que se permanece fiel a travs de un devenir,
de una historia?

65

Objeto o persona?

Ya no se vive el matrimonio ahora como en


generaciones precedentes. La percepcin, muy
tradicional hasta hace poco, de la fecundidad
como fin primodial del matrimonio, cede ante
un descubrimiento que, an no minimizando la
tarea creadora, la inscribe en un conjunto ms
centrado, ante todo, en la comunidad de vida.
El matrimonio adquiere progresivamente, tambin l, un sentido nuevo o incluso quiz diversas significaciones.
Sin embargo, en lo que concierne a la vida
conyugal uno no se decide a concluir que el
objeto del compromiso pueda modificarse hasta
tal punto que haga caduco el matrimonio. Porque el objeto del compromiso son los cnyuges
y los eventuales nios. Y se puede pensar que
cada persona es una realidad especfica, inalienable, que ningn suceso ni ninguna transformacin
cultural puede mermar fundamentalmente hasta
el punto de que el compromiso cambiase profundamente de significacin.
Cada uno de los cnyuges, al comprometerse,
se entrega totalmente al otro. Esta totalidad se
expresa no solamente por la relacin conyugal
sino por el hecho de implicarse en todos los
66

planos, en un reparto, en un convivir que se


quiere lo ms pleno posible. Un cnyuge slo
puede aceptar el riesgo de entregarse hasta el
trasfondo de s mismo, el riesgo de confiarse y
de dar confianza, porque cree poder contar con
una misma acogida y un mismo abandono en
su compaero. El compromiso de uno slo es
posible si se junta con una presencia, tambin
comprometida, del otro. Una misma actitud comprometida se encontrar o debera encontrarse en la pareja progenitura con respecto a los
seres que despierta a la vida.
Los novios, los esposos tienen la conviccin
de que lo que entregan de s mismos es su ser
en lo que tiene de ms profundo y personal y
que encontrarse en ese nivel crea lo inalterable,
lo definitivo. La seguridad, indispensable para
ofrecerse as, sin reserva, viene de la conviccin
de que uno y otro se comprometen en un convivir incondicional.
Y entonces, se puede creer que hay, entre
el vnculo matrimonial y otros compromisos,
como por ejemplo el celibato del sacerdote, una
diferencia bastante fundamental. El compromiso del matrimonio no descansa en un objeto o
un modo de ser individual: slo tiene significacin como vnculo interpersonal. Al alcanzar el
nivel de intimidad y de totalidad que implica la
comunidad conyugal y paternal los esposos sitan su compromiso en el plano ms esencial de
la persona, cuyo sentido, los azares de la vida
no pueden alterar de forma fundamental.
Una realizacin imposible
Aunque el objeto del compromiso del matrimonio no puede cambiar de significacin ya que
se trata de personas, en cambio, hay casos en los
67

que el convivir resulta imposible. Y ello, a pesar


del deseo de los esposos, a pesar de sus esfuerzos
por realizar la unidad tan deseada.
Algunos se divorcian a la ligera... lo mismo
que se haban casado a la ligera. Hay sin embargo quienes se han comprometido con la esperanza
y la voluntad de edificar una comunidad viva e
indestructible, pero no llegan a ello. Parece que
ya no quieren nada del otro, ms que destruirse,
y esto tanto ms cuanto ms profunda es la decepcin de un reencuentro imposible.
Entre ellos, algunos no quieren creer en el
fracaso de su amor; perseveran cueste lo que
cueste... y llegan incluso a reconstruir la unidad
o a construirla al fin. Es siempre esto posible?
Son muchos los que no lo creen y que, antes que
prolongar una comunidad destructiva tanto para
ellos como para los nios, estiman que es mejor
reconocer el fracaso y sacar sus consecuencias.
Estamos seguros de que no tienen razn y de
que la nica actitud vlida es prolongar a cualquier precio un convivir irrealizable? No es
tambin una actitud comprometida la que tiene
en cuenta la realidad por decepcionante que
sea?
El fracaso nos inquieta, querramos que no
existiera, que no fuera posible... Sobre todo el
fracaso de lo que ms estimamos: la vida, el
amor. Nos inquieta por los que son sus primeras
vctimas pero tambin por nosotros mismos, por
el conjunto. Pues el fracaso de algunas parejas,
como la salida de sacerdotes es una amenaza
para todos: para el orden establecido, para los
principios hasta aqu incontestables, para la seguridad de todos los compromisos. Es porque,
espontneamente, consideramos a los que se separan, no como vctimas, sino como culpables.

68

Necesitamos que sean culpables


Si los esposos que se divorcian, si los sacerdotes que se casan son responsables de su fracaso
entonces ste poda evitarse; no era ineluctable.
Cuando se tiene voluntad y coraje, cuando no
se piensa sobre todo en s mismo y se tiene sentido del deber, se est al abrigo del fracaso; o al
menos, se aguanta en la austeridad y el renunciamiento: se permanece fiel a los compromisos
adquiridos.
Nos resulta indispensable, para proteger algn tipo de seguridad, persuadirnos de que el
fracaso no nos amenaza y por consiguiente creer
que siempre es posible salvaguardar la unidad.
Sin embargo, la dislocacin de la pareja no
se da nicamente en seres sin casi moralidad.
Cuando se conoce de cerca hogares en crisis,
cnyuges que llegan a la separacin y al divorcio, cuesta trabajo colocarles sin ms en la categora de los culpables, de los responsables de su
fracaso. Sera inexacto descartar toda responsabilidad, negarse a ver las faltas que ha podido haber en la eleccin, en la difcil construccin de
su hogar. Pero, quin entonces, incluso entre
los hogares estables, estara libre de falta? Y
que los que no han pecado les tiren la primera
piedra!
Sus errores y sus faltas estn lejos de ser suficientes para explicar el fracaso. Hay que no
haber visto jams de cerca, no haber escuchado
jams con un poco de simpata a seres en dificultad para imaginarse que la mayor parte de
ellos se separan por una cabezonada. El descompromiso es el resultado de una larga prueba
que todo el mundo querra evitar. Es demasiado
simple, es injusto, no ver en l ms que una solucin de facilidad.
69

Un divorciado me parece un ser marcado por


una de las pruebas ms profundas, ms totales
que se puedan encontrar. La mayor parte de los
que conozco no son seres sin fe ni ley, que han
tomado las cosas a la ligera y se muestran ms
preocupados de s mismos que de los que abandonan. El divorciado, tambin l, ha encontrado antao un ser con valor; se han elegido, se
han amado, con la certidumbre de construir algo
nico que nada podra quebrantar. Y luego, da
tras da, han sufrido no encontrar su armona;
han visto degradarse su comunidad hasta llegar
a tener que concluir en el fracaso irremediable.
Quizs se han comprometido sin consideracin? Quizs se han cansado de luchar demasiado deprisa? Sea lo que sea, este amor, en el
que han credo con todo su ser, no es ya a sus
ojos ms que desilusin y ruinas. Un divorciado
es ante todo un ser afligido por una profunda
herida. Lo que ms cuidaba se desmorona, se
disgrega. Empieza a dudar de los otros, del amor
y, sobre todo, de s mismo. Vive muy dolorosamente el drama de no poder amar al otro, el
sufrimiento de hacer sufrir, la conciencia de la
herida que este fracaso infringe a los que nada
tiene que ver con ello, especialmente los nios.
Se puede simplemente condenar estos hogares en crisis, estos esposos separados?
Y sin embargo, yo.... Nos parece vivir o
haber vivido, nosotros tambin, tentaciones de
huida, momentos de dificultades particularmente
pesadas. Hemos llegado a resistir, a permanecer
fieles. Hay que alegrarse de ello. Se debe sin
embargo concluir que lo que ha sido posible y
vlido para nosotros no sin esfuerzos y dificultades lo es para cualquiera? En nombre de
qu podemos decretar que nuestra solucin es
realizable para otros? En nombre de un anlisis
de lo real o de la necesidad que tenemos de que
70

eso sea as: para que el orden no sea replanteado,


para que nuestro compromiso no sea amenazado.

Si existe el fracaso hay que reconocerlo


Esta dificultad personal para reconocer el
fracaso se acenta todava ms por la actitud
espontnea de toda institucin que protege el
orden establecido, a menudo negando o marginando las constataciones de fracaso. La iglesia
catlica tiene particular dificultad para aceptar
la existencia del fracaso, especialmente all donde
se han adoptado compromisos sacramentales. He
aqu dos ejemplos.
1. Una corriente actualmente bastante extendida en la iglesia, en algunos canonistas entre otros, tiende hacia la ampliacin de las causas de anulacin del matrimonio o la aceptacin
de dispensa por no-consumacin, mucho ms
all de las situaciones de no-consumacin fsica.
Si el deseo de que un mayor nmero de hogares
salgan del callejn sin salida es loable, hay que
preguntarse si la solucin se debe buscar en esa
lnea. Porque en la mayor parte de los casos es
inexacto e injusto declarar nulo un matrimonio
que ha conocido valores positivos, horas plenas
de experiencia humana. Estos dos seres han recorrido juntos un tramo de la vida que, aunque
doloroso, no es nulo y sin significacin. Cuando
adems tienen nios, esta declaracin de nulidad es todava ms irreal y desvalorizadora. Se
puede uno preguntar si no es ms sana la actitud
de los poderes 'civiles: sin comentar las condiciones del principio, a menudo oscuras y que se
tiene tendencia a ensombrecer para obtener la
libertad legal, dan un juicio sobre la situacin
actual.
71

Pero en vez de reconocer el fracaso la iglesia quiere probar que lo que no se mantiene ha
debido ser desde el principio inexistente. Hay
en ello un rechazo de la vida con sus azares, sus
faltas de acierto, sus indispensables vueltas a empezar.
2. Por otra parte la iglesia da la aprobacin
en ciertos casos a los esposos que se separan, que
dejan completamente de llevar vida en comn,
pero, no acepta que esta ruptura real sea sancionada por la institucin y pueda conducir a que
se vuelvan a casar.
Sin embargo, no es el divorcio el que destruye la indisolubilidad. El matrimonio est ya
roto desde que hay desunin real. Lo que constituye el fracaso del matrimonio es una pareja
que ya no tiene ninguna unidad: la separacin y
el divorcio slo son las consecuencias legales,
institucionales.
Incluso en presencia de un fracaso que parece
total la iglesia no quiere que sea reconocido como
tal y que se pueda comprometer un nuevo camino basado en la realidad.
Superar la ilusin de un fracaso imposible
Es importante tener conciencia de que el fracaso existe, de que por consiguiente constituye
tambin un riesgo para uno mismo, para los
compromisos que uno adopta. El ignorarlo aporta una falsa seguridad que provoca el abandono:
qu de cnyuges se han instalado en el matrimonio como en un xito dado y no han tenido
el cuidado de construir da tras da su comunidad,
en una fidelidad constantemente rejuvenecida!
Se objetar que es grave para los novios o
los jvenes esposos entrar en el matrimonio con
la perspectiva de un posible fracaso. No es
72

mucho ms perjudicial comprometerse en el


irrealismo como si fuese necesario inaugurar la
vida de dos para un tiempo de sueo? Y por
qu lo real sera menos bello, menos vlido, por
el hecho de que se miden las dificultades que comporta y los peligros a evitar?
El fracaso, es decir, la imposibilidad de proseguir en la va que sin embargo se haba elegido lcidamente, existe, incluso entre los seres
con valor, con coraje. Querramos que esto no
sucediera, que no hubiera en ello ms que errores
de orientacin, defectos en el compromiso del
principio. Porque si otros que, aunque se haban comprometido lealmente y haban tomado
en serio su opcin se han visto conducidos a la
separacin, nosotros mismos no estamos al abrigo del no-xito. Tambin se tiende a condenar
a los que conocen el fracaso, a atribuirlo a gentes
sin moralidad para apartar su amenaza y mantenerse en la ilusin de que para nosotros tal adversidad no es de ninguna manera de temer.
Algunos piensan que la perspectiva del p o sible fracaso empuja al abandono. Mas bien parece que la negativa a reconocer el fracaso como
posible tiene a menudo como consecuencia una
falta de arraigo de la donacin y del compromiso,
que crea, ms pronto o ms tarde, el hundimiento. Siendo consciente de los peligros se
est an ms atento a la cualidad de la eleccin;
a la profundidad del compromiso; uno se cuida
ms de renovar constantemente su opcin.
Los jvenes se dan cuenta de que el xito no
est garantizado de antemano, de que el fracaso
es posible. Este realismo les conduce a algunos
al escepticismo, a la irresponsabilidad: actitudes que han existido igualmente en generaciones
precedentes. Todava ms les conduce, pensamos nosotros, a comprometerse con una confianza atenta y lcida. Sin embargo, no les ayuda73

mos suficientemente a avivar este realismo y esta


esperanza por la confianza que nosotros ponemos en ellos y por el ejemplo de fidelidades serenas y alegres.
Proteger el orden establecido

Las rupturas ponen en tela de juicio igualmente el orden establecido. Tambin son muchos los que exigen que se salvaguarde a cualquier
precio la institucin, incluso aquella que no recubre ya una realidad viva. Aunque ya no exista
la armona al menos que los cnyuges mantengan el cuadro familiar. Numerosas razones se
han alegado en este sentido.
1. Es importante no precipitar nada, dejar que el tiempo aclare las dificultades. El fracaso quiz no es total, no hay que apagar la mecha que todava humea. Tambin importa no
desmembrar definitivamente una comunidad que
se espera ver renacer y volver a florecer.
Esta voluntad de no resolver a la ligera es
capital. Qu de crisis slo han sido una etapa
difcil de franquear pasada la cual la pareja se
ha encontrado ms definitivamente unida! El legislador civil ha previsto, en muchos pases, plazos para la obtencin del divorcio: no se trata
solamente de lentitudes administrativas o judiciales sino una actitud de prudencia y de sabidura porque el tiempo puede arreglar ciertas cosas, poner fin a ciertos conflictos.
Sin embargo, no hay que concluir por ello
que las dificultades son siempre pasajeras y huir
de ciertas evidencias de fracasos ineluctables.
2. El bien del nio requiere muy particularmente la permanencia en el hogar. Esto es
innegable y debe invitar a ponerlo todo para proteger la unidad familiar. Pero, si se subraya con
74

razn cuntos nios son vctimas del divorcio,


no se puede olvidar que ante todo son vctimas
de la desaveniencia, de la desunin de los padres.
Y si es indudable que la comunidad conyugal es
el medio ms deseable para que un nio despierte
armoniosamente a la vida, no es suficiente una
cohabitacin de hecho. Hay situaciones tales que
la ruptura resulta la situacin menos mala, en
inters incluso de los nios. El traumatismo de
una perpetua tensin, aun cuando evite las explosiones exteriores, puede ser ms profundo y
ms inseguro que la separacin. De lo que tienen necesidad los nios es de la armona de sus
padres. Si esta armona no existe, si ya no es
posible entonces el mantenimiento de una unidad
meramente exterior no siempre es la solucin
ms benfica para unos y otros.
3. El bien general, se dir, exige que no se
ponga en duda lo bien-fundado de las normas
establecidas para resolver un problema personal.
Las situaciones-vctimas existen; deben quedar
como situaciones de excepcin. Transformar las
leyes para resolver estos casos-lmites sera perjudicar al conjunto y ver incrementarse el nmero de las situaciones de fracaso. El orden
queda comprometido si se acepta ratificar los
descompromisos.
Es exacto que cierto orden se ve amenazado
por los replanteamientos, las constataciones de
fracaso, las opciones nuevas. Sin embargo es
por el propio inters de los diferentes seres implicados (cnyuges, nios, entorno...) as como
por el bien comn, por lo que uno est instigado
a preguntarse si es preferible mantener una apariencia de vida familiar que ya no tiene consistencia ni realidad.
Nuestra poca est a la bsqueda de un nuevo
equilibrio comunitario que armonizara en la medida de lo posible el bien general y las legtimas
aspiraciones de desarrollo personal.
75

Hacia un orden de responsabilidades libres


La necesidad actual de autenticidad rechaza
lo que sera pura exterioridad y desconocimiento de la exigencia de verdad. Las soluciones en los casos de fracaso no pueden situarse
nicamente, ni siquiera principalmente, al servicio de la mera institucin cuya apariencia exterior se salvaguardara, en vez de salvaguardarse
la verdad de la vivencia.
Puede haber ah, en la negativa de aceptar
las consecuencias sociales y comunitarias del fracaso, una incapacidad para afrontar lo real que
es gravemente perjudicial tanto para las personas como para la institucin.
Qu hay qu hacer?
1. O bien cerrar los ojos a las situaciones
cada vez ms frecuentes en que, por razones personales y tambin a causa de la evolucin comunitaria, parece imposible e incluso inautntico, perseverar en los compromisos adoptados.
As se crea una creciente discontinuidad entre
los principios y lo real.
Se intenta ocultarlo marginando las situaciones de fracaso, atribuyndolas a la debilidad,
a la bsqueda de facilidad, reducindolas a desarreglos individuales. Ello no impide que estas
condenables situaciones se multipliquen. Su
amplitud crea un clima deteriorado caracterizado
por la inseguridad y la angustia. Se ve cmo se
degrada el orden establecido, sin que la institucin pueda detener el movimiento. Este cambio
se vive como destructivo, en la medida en que su
situacin no est ni analizada ni reconocida.
2. O bien intentar estar a la escucha de esos
replanteamientos para detectar los valores que
en ellos se buscan. Negndose a creer que el
deterioro de las costumbres es suficiente para ex76

plicar estos descompromisos, se intenta comprender lo que pasa, lo que se vive.


En lugar de reducir a crisis individuales las
dificultades encontradas, hay que aceptar que la
institucin y las normas establecidas sean contestadas; y eso, no para destruir el orden establecido, sino para tender hacia un orden nuevo,
menos uniforme, menos legalista, que deje un
lugar ms amplio a la libertad responsable.
Pero, cmo puede aceptar el conjunto sin
desconcierto un pluralismo de soluciones, si no
ayuda a cada uno a integrar de forma ms personal su fidelidad, sus propios compromisos?

77

Continuidad o discontinuidad
en la fidelidad

N o se vive de decisiones anteriores. Hay que


aceptar la realidad presente, no solamente en la
medida en que coincide con las tomas de posicin de ayer, sino para percibir su verdad actual.
Incluso all donde un compromiso no ha
cambiado de significacin, incluso cuando es posible perseverar en la linea decidida hace tiempo,
no basta con prolongar el pasado, es importante
implicarse en el presente en nombre de justificaciones de hoy.
Esto supone:
1. Que se asuma un presente donde emergen un pasado que no se puede rechazar, una
historia vivida, vnculos tejidos que dan a la realidad de hoy su densidad, su complejidad, su
riqueza;
2. que uno se site en relacin a este presente, no desde un punto de vista estrechamente
individual, sino como persona que slo existe
en una red de vnculos constitutivos de su persona real, y no en referencia a un yo aislado, liberado de todo compromiso.
As pues, como hay que comprometerse es
siempre a la luz de esta doble exigencia: ese pre78

sent, que es una etapa en una historia, y la persona como ser total.
Si es as, hay que excluir la hiptesis de que
la actitud hoy ms comprometida, ms atenta a
lo real, ms fiel a las personas que estn implicadas con uno en la decisin, puede exigir un cambio de orientacin. Y ello porque lo real evoluciona, porque la experiencia vivida ensea que
no se puede continuar como en el pasado so
pena de menor valor, de no-aceptacin de valores ms importantes que nacen o de los que uno
toma conciencia.
La discontinuidad con relacin a las opciones precedentes puede ser una huida; en algunos
casos, sin embargo, constituir la decisin ms
vlida, ms fiel. Esta discontinuidad no puede
ser un descompromiso, como si uno pasara la
pgina, rechazando los vnculos creados, las responsabilidades asumidas; no es tampoco una
retractacin, una negacin del pasado. Pero habr situaciones en que estos vnculos y responsabilidades apelen, en nombre de su verdad, a
una opcin diferente.
La continuidad no es el criterio ltimo
La continuidad es un deseo, es tambin una
condicin normal de profundizacin del vnculo.
Pero no puede constituir un criterio ltimo de
decisin. Porque el mantenimiento de una eleccin anterior slo es bueno si esa decisin contina manteniendo un valor. Por consiguiente,
se est en cada momento remitido al anlisis del
valor actual de aquello en lo que uno se implica
hoy.
Hay novios que se han comprometido mutuamente y su compromiso ya es conocido por muchos. El tiempo del noviazgo les conduce pro79

gresivamente a descubrir que han equivocado el


camino. Frecuentemente slo uno de los dos totomar conciencia de ello. A pesar de su propia
pena, a pesar de su gran deseo de no hacer sufrir al otro suscitar y frecuentemente deber
imponer las rupturas. Consistira la fidelidad en
continuar?
La situacin del matrimonio o del celibato
sacerdotal es muy distinta, se dir, ya que se haba adoptado un compromiso definitivo y solemne. Cierto, hay una diferencia. Pero no hay
que sobreestimarla. Muchos novios que se ven
obligados a romper haban adoptado, tambin
ellos, un compromiso que, aunque no tuviera
todava su forma pblica y solemne, revesta a
sus ojos un carcter definitivo. Es pues el aspecto institucional el que le transforma esencialmente y le da su carcter indefectible? No sucede a veces que despus de un compromiso
pblico la vivencia aporta clarificaciones o elementos nuevos hasta tal punto fundamentales
que puedan poner en cuestin lo bien fundado
de la continuidad?
Ciertamente se impone gran prudencia; prudencia que, por lo dems, ya se da la mayor
parte de las veces. Muchos no se deciden a la
separacin sino despus de largas y dolorosas
luchas interiores, hasta tal punto son conscientes de graves repercusiones sobre los dems.
Sin embargo, el mantenimiento de una situacin
inautntica, o incluso imposible, resulta todava
ms pesada por su falsedad. Con todas las precauciones requeridas, una modificacin fundamental es por s misma y necesariamente signo
de descompromiso e infidelidad?

Escribir derecho con lneas torcidas


La vida sera mucho ms sencilla si no cambiase nada, si importase nicamente continuar
en la brecha, si se tratase de no modificar nunca
una orientacin tomada de una vez por todas.
Ms sencilla, pero no desprovista de dificultades. En algunos momentos se necesita mucha generosidad para perseverar a pesar del hasto, las
decepciones, la necesidad de evasin. Todos conocemos ese nuevo afecto, esa infidelidad ms
profunda que slo se gana por la perseverancia
ms all de las tentaciones de huida, a travs de
las crisis de crecimiento.
Sin embargo, no hay situaciones donde se
imponen cambios decisivos? Soamos con una
existencia bien trazada en la que apenas hay lugar para lo desconocido, para llamadas imprevistas, para transformaciones bastante radicales en
la aproximacin y la percepcin de los valores?
Tal estabilidad sera quiz posible en un mundo
poco caracterizado por los descubrimientos y
la renovacin. No es verdad que eso slo se lograra al precio del inmovilismo?
Si la continuidad es la lnea ms tranquilizadora para una existencia, no es necesariamente
la ms vlida, la ms fiel a lo real. Erigir en regla fundamental de comportamiento el mantenimiento de decisiones anteriores puede llegar a
ser una forma de prevenirse contra lo desconocido de la existencia, contra la perpetua juventud
de los seres llamados continuamente a adoptar
actitudes actualmente comprometidas.
Desde luego, habr que analizar con cuidado
los motivos y el valor de las nuevas opciones y
ello con tanto ms cuidado cuanto que slo se
conoce el sentido del momento presente a destiempo, cuando sus consecuencias han podido
ponerse de manifiesto. Pero parece difcilmente
81

80
6

justificable dar como principal fundamento de


la vivencia actual las decisiones de otro tiempo
y pretender que nunca puede vlidamente conducir a cambios importantes en la vida y en los
vnculos con el prjimo.
Sin embargo, en un cierto sentido, la discontinuidad es un fracaso. Se haba afirmado al comenzar que la realidad se perciba con suficiente
perspicacia; esta lucidez inicial permita declarar que la opcin del principio sera siempre vlida. Por mltiples motivos entre los que es
importante incluir eventualmente tambin el
abandono, la pasividad, las faltas graves se ha
llegado a una situacin tal que su mantenimiento
parece o es falso o destructor.
Todos querramos que nuestros proyectos se
realizasen y que nada tuviera que ser replanteado.
Por eso tenemos que persuadirnos de que los
que actan de otro modo slo lo hacen por facilidad y futilidad. Sera demasiado perturbador
considerar que algunos descompromisos pudieran ser legtimos. Henos aqu arrastrados a
caricaturizar a los seres que se descomprometen.
Porque tenemos necesidad de esta valoracin para no vernos obligados a preguntarnos sobre
nuestros propios compromisos o sobre las causas institucionales de algunos comienzos.
Un replanteamiento inquietante y saludable
1. Replanteamiento inquietante porque es
posible que las situaciones adquiridas no permanezcan o que haya al menos que examinar de
nuevo lo bien-fundado de ellas.
Slo desean la continuacin de situaciones adquiridas aquellos que las viven como favorables.
Esta moral del orden establecido, est con frecuencia ligada a un medio, a una categora fa82

vorecida? Lo que es cierto es que se alia con esa


parte de cada uno que est tentada a volver la
espalda a la historia, a permanecer sorda a nuevos valores que se buscan, a llamadas desconcertantes que preferimos no captar. De ah la
tendencia a marginar los descompromisos, a reducirlos a casos individuales. Tememos por encima de todo que pongan en duda la institucin.
En el lmite, uno est dispuesto a mostrarse comprensivo e indulgente con respecto a las dificultades personales de uno y otro, pero no a preguntarse sobre las indispensables evoluciones de
las comunidades, las sociedades, la iglesia.
2. Replanteamiento inquietante porque si
hay que estar constantemente eligiendo, se puede entonces estar seguro de los otros, de los compromisos que han adoptado con respecto a nosotros? Se prefiere un contrato hecho de una vez
por todas, incluso aunque apenas contenga adhesin personal y vitalidad.
Tal moral, basada en el miedo, no es tonificante para la humanidad; no suscita ni libertad
ni alegra. No habra que establecer otro orden
moral entre los humanos: un orden que busque
menos su seguridad en los contratos y se base
ms en la confianza y la libertad humana?
3. Replanteamiento inquietante sobre todo
para uno mismo. Hay que ponerse en duda a s
mismo, optar sin cesar, actualizar constantemente los propios compromisos. Hay que aceptar
que haya que hacer elecciones, por consiguiente
que haya que asumir renuncias. Hay que revelar
en uno mismo lo que es ambiguo, compartido.
Slo he llegado a ser fiel cuando he tomado
conciencia de que me era posible ser infiel. Esa
reflexin, que me hizo un da un marido, debera
podrsela formular todo el mundo. La fidelidad
se gana a travs de tentaciones, de desgarramientos, de elecciones.
83

Si me escandaliza el descompromiso de algunos, es porque me preocupo por ellos? No


ser tambin, y sobre todo, porque me obliga a
mirar de frente la fragilidad de mis propias opciones? Me doy cuenta que no puedo simplemente seguir por inercia; me es necesario decidir de nuevo, hoy y cada da, de forma ms
personal, ms comprometida. Eso quiere decir
que si yo contino en mi celibato sacerdotal o
para los esposos, en su hogar no es nicamente porque todos los sacerdotes son clibes.
Las justificaciones generales son insuficientes para basar una fidelidad adulta. Soy clibe por motivos que deben ser mos. Y ello, no solamente
para respetar un compromiso adoptado hace
aos, sino porque tengo razones actuales para
asumir hoy mi ministerio sacerdotal en el celibato.
La libertad me obliga a interiorizar mis compromisos: stos slo pueden ser personalmente
comprometedores si se basan, en ltima instancia, sobre justificaciones que son las mas y que
requieren por consiguiente un debate y una eleccin constantemente realizados en la libertad.
4. Finalmente se puede uno preguntar si
esta necesidad instintiva de mantener el orden
establecido y, por consiguiente, el miedo a lo
desconocido de los replanteamientos, no va a
dar a una zona todava ms profunda del ser humano : el miedo a la mutacin total que constituye la muerte. Querramos descartar lo ms posible su idea, su espectro, persuadindonos de que
nada importante cambia, que todo permanece,
que la vida es estable.

84

En nombre de los valores presentes


La continuidad, por muy deseable que sea,
no puede pues bastar para justificar la vivencia
de hoy. Las elecciones de hace tiempo deben
transformarse en opciones presentes. Y si, despus de considerarlo todo (los vnculos comprometidos, las responsabilidades adoptadas juntos, las personas en cuestin) no hay otras justificaciones actuales, es moral adoptar una actitud que se considera inautntica, porque en otro
tiempo se la ha encontrado buena? En ese caso
para que una actitud fuera fundada, no sera
necesario que se percibiera hoy como vlida;
bastara con que hubiera sido objeto de una decisin en el pasado.
El hecho de que una eleccin haya sido juzgada buena, de que haya toda una historia vivida
juntos, debe incitar a la prudencia: no se pueden
dejar a la ligera, a causa de un fastidio momentneo, vnculos, responsabilidades, seres con los
que uno se ha implicado profundamente. No se
trata de una apreciacin superficial o pasajera
sino de un juicio largamente madurado, en la
lealtad y la lucidez. Es necesario haberlo intentado todo para salvar los valores positivos del
compromiso que se ha adoptado. Es necesario
tambin prevenirse contra la ilusin de situaciones nuevas idealizadas por comparacin con las
dificultades actuales.
Pero, no todos son abandonos desconsiderados, seres que vuelven alegremente la espalda a todo un pasado. Una situacin vlida en
otro tiempo, puede no serlo ya hoy. En modo
alguno puede considerarse sabio el permanecer
fijo a una decisin anterior, en funcin de datos
que se crean y se deseaban inmutables, si ya no
se dan en la actualidad. La fidelidad no consiste
en prolongar un compromiso que habra per85

dido su significacin, en mantener una eleccin


que no sera ya portadora de valores.
Del compromiso a la actitud comprometida
Si, en ltima instancia, son las situaciones en
su realidad presente las que determinan la eleccin, dos importantes exigencias se derivan de
ello:
1. Las modificaciones eventuales en una decisin, en una orientacin de vida, deben ser,
tambin ellas, profundamente comprometidas. En
este sentido, un descompromiso, es decir, una
decisin tomada a la ligera sin tener en cuenta
las personas en cuestin, los vnculos establecidos, las responsabilidades asumidas, no es nunca
vlido. De ah que se justifiquen los cambios,
que lejos de ser descompromisos, constituyan
compromisos nuevos.
Al abandonar tal situacin, tal vnculo acta por hasto, por facilidad, para salir adelante?
O, es un acto en el que me comprometo con todo
mi ser, teniendo en cuenta lo mejor posible las
consecuencias tanto para el prjimo como para
m mismo? As, todo cambio, toda etapa deben
ser comprometidos. Una actitud slo es humana
si la persona se implica en ella, tenindose en
cuenta tanto a s misma como a todos sus vnculos con el prjimo, que forman por lo dems
un solo cuerpo con ella y constituyen su persona
real, total.
2. Por otra parte, para que la permanencia
tan deseada sea posible, es indispensable que
cada uno contribuya a mantener como actualmente vlidas las situaciones establecidas.
Para que yo persevere, tanto hoy como maana, en el sacerdocio no basta contar con una
palabra pronunciada hace treinta aos. Es nece86

sario que la comunidad cristiana, que mis hermanos, que mi obispo y tambin yo-mismo, procuremos que el sacerdocio guarde su sentido y
su actualidad. La libertad siempre presente obliga a acondicionamientos, a perpetuos rejuvenecimientos que vuelven la eleccin posible y juiciosa.
Los cnyuges que no siguen siendo deseables (bajo modalidades que la vida transforma,
porque la fidelidad pasa necesariamente por la
maduracin de la adversidad), que no permanecen continuamente atentos para mantener vlido el hogar, cmo pueden contar con la permanencia de la eleccin? Una iglesia que no
cuida de suscitar un sacerdocio viable y enriquecedor hoy, puede considerar que sus ministros
estn ligados por una decisin anterior que ya
no correspondera suficientemente a las significaciones presentes?

87

Yo ser su Dios
y ellos sern mi pueblo

La reflexin del hombre sobre su propio caminar se completa, para el cristiano, por una
aproximacin teolgica. Nada es tan comprometedor como el convivir de Dios entre los hombres: el compromiso creador, la alianza con el
pueblo elegido, la encarnacin del Verbo que
ha venido a plantar su tienda entre nosotros
(Jn 1, 14) y que, a travs de su pascua, permanece
con nosotros, Cristo resucitado, hasta el fin de
los tiempos (Mt 28, 20).
Descubrir en la sagrada Escritura cmo se
compromete Dios respecto a los hombres y lo
que espera de ellos, no basta para iluminar
nuestra pregunta sobre el compromiso y la fidelidad? Moiss se tapaba los ojos al acercarse a
Yahv en el matorral ardiente. Al hombre le es
imposible mirar a Dios de frente (Ex 3, 6). Slo
con un alma de pobre se puede volver uno hacia
el Seor. No, la respuesta bblica a nuestras
cuestiones no es ntida, evidente. Por esto abordo
este captulo con mucha prudencia: es muy tentador en efecto utilizar la palabra de Dios para
encontrar en ella la confirmacin de nuestras
88

propias ideas, para hacerle decir lo que deseamos.


La sagrada Escritura no sirve de prueba para
apoyar nuestras tesis. Dios no se coloca entre
nosotros para dirimir nuestros debates y declarar
de forma perentoria quin tiene razn y quin
est equivocado. Quin ha establecido que yo
sea vuestro juez o regule vuestros repartos?
(Le 12, 14).
Sin embargo, al situar nuestra investigacin
a la luz de la buena nueva el debate debera
aclararse, transformarse. Jess, cuando es preguntado por uno u otro, cada uno de los cuales
quiere llevarle a su propio terreno, responde
siempre a un nivel diferente. Jams se deja encerrar en la problemtica que se le propone; se
traslada a otro plano, al de la fe, al del otro por
excelencia.
Lejos de utilizar la sagrada Escritura como
arsenal de pruebas, lo que hay que hacer es dejarse interpelar por la palabra revelada en la disponibilidad interior. Slo se puede escuchar al
Seor prescindiendo de las propias evidencias,
para ser conducido por l hacia tierras desconocidas. Yo te bendigo, Padre, por haber ocultado esto a los sabios y a los expertos y por haberlo revelado a los pequeos (Mt 11, 25). Ninguna comprensin humana puede dar cuenta vlidamente de la insondable riqueza de Dios que
es la verdad, el ser soberanamente verdadero en
s-mismo y en su dilogo con el hombre.
Lo que importa entonces es expresar e intercambiar nuestras diferentes aproximaciones a la
palabra de Dios. As pues, voy a intentar decir lo
que me parece que se desprende de la historia sagrada con respecto al sentido del compromiso
y la fidelidad. Confrontando as diferentes percepciones, que probablemente aportan cada una
aspectos complementarios, el pueblo creyente
puede llegar a ser ms receptivo ante el Dios que
se revela.
89

Dios es perturbador
El pueblo elegido en la antigua alianza y, a
continuacin la iglesia cristiana, han descubierto
progresivamente que no podan fijar a Dios en
una determinada prctica o en un determinado
comportamiento. Dios es diferente; est por encima de cualquier descripcin que se haga de l,
de la comprensin que se tenga de l en un momento determinado de la historia. Querer definir a Dios, intentar fijar las modalidades de la
alianza con l es reducir a Dios a la percepcin
que tenemos de l; y entonces es destruir la vida
con Dios, es idolatra.
Querramos delimitar la fidelidad de Dios,
definirla, es decir, imponerla lmites, encerrarla
en una palabra, una actitud precisa. Lo que es
permanente es la presencia siempre viva de Dios
su palabra que constantemente nos alcanza, nos
interpela. Lo que determina la estabilidad de la
alianza es el que Dios est indefectiblemente en
dilogo con nosotros; y no las modalidades de
su presencia siempre nueva, siempre desconcertante.
N o podemos, so pena de destruir el intercambio fijndolo a un momento de su devenir,
atribuir un carcter absoluto a tal etapa del convivir; o, ms exactamente, a la forma como, en
esta etapa del desarrollo de la historia la humanidad ha percibido, ha expresado, ha traducido,
su aproximacin a Dios. Lo absoluto no es la
forma como Dios ha sido comprendido por el
pueblo creyente en un momento, aun cuando se
trate de un momento verdaderamente privilegiado, sino ms bien el hecho de que Dios
nunca rompa el dilogo con-nosotros, el hecho
de que siempre nos interpela y nos arrastra a su
alianza. Nos invita a ofrecernos al Espritu que
nos revela la eterna juventud del amor infinito.
90

Ciertamente, en el centro de este dilogo


siempre renovado, se dibujan lneas directrices.
Pero slo podemos determinarlas con prudencia
para no erigir entre Dios y nosotros la pantalla
de las interpretaciones absolutas. Es importante
que la disponibilidad a la escucha vaya siempre
por delante de nuestras certidumbres adquiridas. Porque, por encima de las cosas dichas
Dios se dice perpetuamente. Si el Verbo se ha
encarnado es para que est entre nosotros el
Dios que nos habla, el Dios que entabla con su
pueblo un dilogo continuamente indito. Venid y discutamos, dice Yahv (Is 1, 18).
El hombre no puede creerse Dios
La autenticidad de la alianza pide que tratemos a Dios como tal y que nos aceptemos en
nuestra verdad humana. Dar testimonio de Dios
no es asimilarnos a l o imaginar que podemos
imitarlo. Sera errneo creer que nuestra buena
conducta colma un poco la distancia entre Dios y
nosotros. Slo nuestra fe, nuestra aceptacin de
Dios como Dios, permite el dilogo. N o son
nuestras miserias, nuestras incapacidades, nuestros fracasos, los que rompen la alianza, sino
nuestras negativas a reconocer a Dios, a volvernos hacia l en la confianza, con un alma de pobre. Si fuerais ciegos estarais sin pecado. Pero
decs: vemos. Vuestro pecado permanece (jn 9,
41). As, el obstculo para el dilogo lo constituye la buena conciencia de estar en orden, la suficiencia del que se cree en regla y no el fracaso
vivido sin desesperanza.
Resuena en nosotros la exhortacin de Cristo: Lo que Dios ha unido, no puede separarlo
el hombre (Mt 19, 6). Aunque sean posibles diferentes comprensiones de ella, y que el inciso
91

sobre la fornicacin siga siendo de difcil interpretacin, esta palabra constituye una llamada
irrecusable. Muchos son lo que intentan con todo su ser lograr la unidad. Entre ellos hay sin
embargo quienes no la logran. Les rechaza por
eso Cristo, como si el fracaso fuera en s mismo
una negacin de Dios? No es cierto que lo que
impide que Dios sea Dios para nosotros es la
buena conciencia del fariseo y no el fracaso reconocido? Jess apenas precisa lo que debe ser la
conducta humana. Su insistencia se refiere mucho ms a la actitud de fe.
Ciertamente, el amor de Dios hacia nosotros
constituye la ms ntima llamada a la perfeccin.
Sin embargo, el hombre creyente sigue siendo
dbil e incapaz de realizar lo que querra. No
hago lo que quiero y hago lo que odio (Rom 7,
15). El orgullo y la desesperanza son, mucho
ms que la debilidad humana, obstculos para
la alianza. Reconocer el fracaso no es una dimisin ante la llamada a la perfeccin, sino la constatacin de nuestra incapacidad, de nuestra miseria. Dios mo, ten piedad de m que soy un
pecador! Yo os lo digo, este ltimo volvi a su
casa justificado, el otro no (Le 18, 13-14). N o
es el xito humano lo que da testimonio de Dios,
sino ms bien la fe en l, esa actitud del hombre
que no desespera de Dios porque es el amor perfecto. El fracaso tambin puede vivirse en la fe.
Pero, se objetar, cuando el creyente capitula
ante el fracaso, est renegando de su fe de cristiano: no debe entonces compartir la cruz de
Jesucristo ?
S, la cruz es el centro de la vida del cristiano
como, por lo dems, de todos los humanos. N o
es sin embargo un fin en s sino un paso hacia la
resurreccin. Pero, por qu considerar a priori
que un cambio de orientacin significa necesariamente la negativa a llevar la propia cruz?
92

Muchos cambios pueden ser, tambin ellos, crucificadores. En ltima instancia la decisin a
tomar no debe depender ante todo de su dificultad sino del valor de amor que comporta. Y ste
no puede juzgarse desde el exterior. No tenemos
derecho, en nombre de la cruz de Jess, a decidir
sobre la conducta ajena. Atan pesados fardos y
los cargan a las espaldas de las gentes pero ellos
mismos se niegan a moverlos ni con la punta de
los dedos (Mt 23, 4).
Si bien es verdad que Cristo no ha evitado
su crucifixin, nunca vemos sin embargo que
imponga a nadie un comportamiento preciso,
en nombre del valor de la cruz. Tendremos
nosotros ms ttulos que l para hacerlo?
Pueblo fiel?
El pueblo hebreo se ha dado muchas y precisas leyes morales y rituales para garantizar su fe,
sin embargo continuamente fracasa. Cristo, aunque no quita ni una iota a la ley lucha contra su
rigidez y su formalismo que aplastan al hombre.
El sbado se ha hecho para el hombre y no el
hombre para el sbado (Me 2, 27).
Jess no crea estructuras que protegen; se
opone a la sinagoga en la medida en que rechaza
lo indito, en que se cierra al acontecimiento,
en que en nombre de su experiencia no acoge
al que llega de noche como un ladrn.
En la manera como la comunidad cristiana
delimita algunas infidelidades y concentra sobre
ellas sus juicios y sus rechazos no hay un intento injusto y falaz de delimitar el terreno de
su pecado? Definir la infidelidad es persuadirse
de que fuera de estas situaciones bien delimitadas el hombre es justo. Sin embargo la infidelidad est por todas partes... y no pone en entredi

dicho la fidelidad de Dios. Catalogar el pecado,


hostigarlo con rigidez en algunos dominios muy
precisos (y muy particularmente all donde est
en causa la sexualidad) canaliza nuestro miedo
y constituye un abceso de fijacin; ello permite
indebidamente creer en nuestra fidelidad por lo
que a las dems cosas se refiere.
La condena de los otros es tranquilizadora en
algunas situaciones bien definidas. Sin embargo,
donde el hombre puede encontrar su seguridad
nunca es en su buena conducta sino en el Seor
que sabe lo que hay en el hombre (Jn 2, 25) y
que sigue siendo inconmoviblemente perdn y
amor.
Somos un pueblo fiel, un pueblo que revela
a Dios por su buena conducta o un pueblo que
tiene fe?
Yo canto al amor del Seor
De tiempo en tiempo mi palabra anuncia tu
fidelidad (Sal 89).

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A modo de conclusin:
Qu es el compromiso?

Comprometerse es implicarse con todo el ser


en lo que uno hace, en lo que uno vive. Y ello,
en una doble dimensin:
1. La dimensin histrica: la opcin actual asume un pasado que emerge en el hoy, al
mismo tiempo que construye el devenir en funcin de un proyecto, de una esperanza;
2. La dimensin interpersonal, comunitaria: la persona es el centro de convergencia de
una multitud de relaciones, slo existe insertada,
situada.
La vida no consiste en una yuxtaposicin de
instantes; todo se inscribe en un caminar que no
es sinnimo de continuidad. Incluso all donde las
situaciones permanecen estables en realidad se
transforman, se las vive continuamente de forma diferente porque las personas evolucionan,
en una sociedad que cambia, con significaciones
en constante mutacin.
El compromiso no puede reducirse a un instante inicial en el que uno se queda parado.
Quedarse fijo en una situacin sin receptividad
para lo inesperado, para lo imprevisto, sera ne95

gar la vida. Esto no quiere decir que para vivir


haya que cambiar las situaciones; lo que importa
ante todo es aceptar el caminar con su parte de
desconocido.
El compromiso no nos saca de la historia,
debe, por el contrario, sumirnos ms en ella.
De ah que el compromiso o la fidelidad no
se siten en el nivel de un contrato. El legalismo
petrifica a los seres fuera de la historia. Uno no
puede, en nombre de un compromiso, cerrarse
ante lo real, completamente cuajado de aventura
(ad-ventura: vuelto hacia lo que va a venir). Lo
que importa es dejarse llevar en el desarrollo de
la existencia y entregarse deforma comprometida,
es decir, implicndose completamente con la
viva conciencia de los otros con quienes todo nos
une.
Una palabra que hay que dar hoy
Para ser ms fiel a los compromisos a lo que
hay que referirse no es, nicamente y ante todo,
a la decisin inicial. Lo que nos interpela es el
hoy, con lo que lleva de vida, de vnculos, de
nuevas perspectivas.
Debera uno permanecer sordo a las llamadas nuevas porque un contrato inicial no las
hubiera previsto ? Es esencial que los compromisos se vivan por cada uno de los participantes
de manera creadora, para poder recibir lo que
venga de improviso que se revela vlido. Entonces llega a ser posible vivir en la fidelidad.
Las instituciones han intentado bloquear el
devenir en un cierto estado de la evolucin. Al
hacerlo, protegen un statu quo de seguridad, al
menos para aquellos a los que este orden establecido conviene ms. No deberan por ser instituciones humanas, hacer sitio a lo desconocido y suscitar ms un orden de libertad?
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En cualquier caso, es importante ayudar a


los seres a tomar conciencia de todo lo que les
compromete hoy. El sentido y el valor del compromiso presente se deforman al intentar basar
principalmente el compromiso en motivaciones
de otro tiempo.
El presente, cargado de toda una historia,
basta para justificar las opciones que hay que
adoptar hoy; incluso es el nico apto para hacerlo ya que es el nico que aporta la realidad
con la que hay que enfrentarse.
Soportar o asumir
Cuando los esposos vacilan en proseguir su
ruta en comn uno no puede contentarse con
decirles que deben continuar juntos puesto que lo
decidieron hace tiempo. Qu sentido tendra
hacer hoy algo irracional por el hecho de que
en otro tiempo se haba credo que era y que seguira siendo racional? Para continuar su ruta
en comn esos esposos deben descubrir que ello
responde a una significacin actual.
Al decir esto, no les incito de ninguna manera
a que se separen. Pero estoy persuadido de que
no se les ayuda a comprometerse en el hoy remitindoles principalmente a justificaciones pasadas. Cmo implicarse con todo el ser en la
realidad presente si uno no se entrega en nombre
de motivaciones presentes? Es la puerta abierta
al dejarse-llevar o una exigencia de fidelidad
ms profunda?
Muchos compromisos no se mantienen porque en lugar de actualizarlos se les da como razn determinante la decisin de otro tiempo.
Ahora bien, como ya no se puede influir sobre
esa decisin se cree que lo que hay que hacer
es soportarla. As uno se coloca imperceptiblemente en posicin de vctima.
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Aceptar el riesgo de la libertad


Son muchos los que viven o ms exactamente, van tirando con la impresin de seguir
adelante porque no hay ms remedio, mientras
que si fueran libres...
Sin embargo, si se atrevieran a tomar conciencia de su libertad llegaran a medir tanto las
riquezas como las dificultades de su situacin.
Y entonces, bien considerado todo, muchos continuaran donde estn pero de forma completamente diferente: no por obligacin sino en nombre de una eleccin personal. Seran seres vivos
que se implican, que se comprometen con ms
lucidez y ms alegra.
El riesgo de la libertad supone tambin, y
sobre todo, la posibilidad, la suerte, de una adhesin ms comprometida. Obliga a situarse en lo
real en vez de evadirse a perpetuidad en un
mundo de sueo donde no habra ni nubes ni
zonas de sombra. Si no tuviera nios, hara
otra cosa.... N o cuesta nada imaginar lo que se
hara si...; pero al mismo tiempo esto resulta
menos adaptado a la realidad que uno sufre en
vez de comprometerse con ella.
Llamar la atencin sobre una libertad de
eleccin siempre presente es algo que se considera amenazador, destructor. La amenaza, se
cree, de ver cmo los seres abandonan a la ligera las responsabilidades asumidas. Hay que
preguntarse si esta libertad-responsabilidad no
oculta otro aspecto, percibido confusamente como ms amenazador todava: la necesidad de
renunciar al sueo de un mundo en el que todo
sera perfecto para afrontar el mundo real. La
evasin en lo imaginario es una droga ms perniciosa que la posibilidad de huida que aporta
la libertad.

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Obligado a elegir es preciso afrontar lo real,


vivirlo, asumirlo. Este compromiso puede a veces llevar consigo cambios importantes; pero
siempre exige que uno se implique con todo su
ser en las opciones que se adoptan.
Al situar el compromiso en la esfera de la
libertad de eleccin, una libertad presente a lo
largo de toda la vida, lejos de preconizarse el
descompromiso, lo que se hace es crear las
nicas condiciones favorables a la fidelidad.

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Eplogo:
Rehacer la moral

Estas reflexiones sobre el compromiso son


discutibles: tienen precisamente como fin el ser
discutidas, en un debate muy actual, para que
broten eventualmente del dilogo algunos elementos de clarificacin.
Sin embargo, para algunos, es el debate mismo el que no es aceptable. Segn ellos, si nuestra poca est en pleno desarrollo, si en particular los jvenes ya no tienen escala de valores, ello dependera del hecho de que todo se
discute, incluso los principios ms inviolables.
Dnde se detendr este replanteamiento? Ayer
era la contracepcin, la eutanasia... si la comunidad humana no es capaz de darse referencias estables se pide que al menos la fe se mantenga al abrigo de la contestacin. A partir
del momento en que toda verdad se discute, se
abre la puerta a la duda sistemtica: se encuentran
justificaciones a cualquier degradacin; el mundo ya no tiene cimientos; todo resulta posible,
todo resulta permitido. nicamente la fidelidad
a los principios morales tradicionales salvara a
nuestra poca de su desconcierto.
700

Reafirmar los principios


Es suficiente con reafirmar los principios?
Y, en nombre de qu se va a poder hacerlo?
Contrariamente a lo que sugieren las palabras, los principios (principium, inprincipio...) no
constituyen un dato de partida. La humanidad
no los posea desde el comienzo, como algo adquirido para iluminar el camino. Los principios
son el resultado de una larga elaboracin. Al
entrar en el mundo de la conciencia y la responsabilidad los humanos se ponen a reflexionar sobre su accin. De la experiencia acumulada por
las generaciones se han desgajado progresivamente, en determinado contexto, en determinada
cultura, unas reglas de conducta, unas lneas
directrices, una sabidura de vida.
Los principios, con las leyes que los traducen en directrices concretas, son en cierto modo
el mensaje que nos trasmiten las generaciones
que nos han precedido. Esos hombres, esas mujeres, han intentado, como nosotros, hacer de la
vida algo vlido; nos dicen lo que se desprende
de su experiencia. Los principios emanan de una
reflexin lcida sobre la vivencia: son el resultado de la moral de mltiples generaciones.
Esto nos conduce a la cuestin crucial: Tiene
nuestra poca que ratificar las conclusiones a las que
han llegado nuestros predecesores o debe, a su ve^, elaborar su propia escala de valores?
Es suficiente basarnos en las adquisiciones
morales del pasado, contentndonos con adoptar sus aplicaciones en los nuevos dominios?
Son las conclusiones de la reflexin moral a
que se ha llegado en otro tiempo las que constituyen la adquisicin ms estable de la humanidad? O, se trata ms esencialmente todava,
de la indispensable exigencia para cada poca de
construir una moral? Esta consistira, no en
101

aplicar una moral elaborada antes de ella, sino


en vivir el hoy para extraer de l una sabidura,
unos jalones, unas orientaciones para su futuro.
Y aunque cada poca puede encontrar una seguridad en cierta convergencia con las lneas directrices del pasado, no hay que ver en ello una
traba a su creatividad.
Si nuestra generacin est falta de referencias,
no es porque se descuide recordarle las conclusiones de las pocas precedentes, sino porque
uno no se compromete con ella en una moral
actual, en funcin de datos de hoy.

Por qu una moral para hoy?


1. En principio se impone una elaboracin
constantemente renovada de la moral porque la
humanidad est en devenir. Hay perodos en los
que su caminar parece menos rpido. Nuestra
poca, por el contrario, evoluciona a un ritmo
particularmente acelerado. Continuamente se
abren nuevos dominios a la responsabilidad humana. El conservadurismo moral tiene tendencia a no percibir la novedad de las preguntas y a
reducirlas a cuestiones eternas, para las que deben bastar las respuestas de otro tiempo.
Sin embargo, aunque la sexualidad, el matrimonio, el celibato, por ejemplo, sean realidades
permanentes, se las percibe y se las vive hoy de
otro modo que hace veinticinco o doscientos
aos. En nuestra poca, que busca el sentido y
el valor de las nuevas realidades o de las nuevas
aproximaciones a realidades de siempre, no basta
ya responder repitiendo, aunque sea bajo una
frmula rejuvenecida, las conclusiones del pasado.

102

2. Aunque nuestra generacin tuviera que


dar las mismas respuestas es capital que las elabore por s misma.
A menudo se oye decir, a propsito de los
jvenes, que despus de haber puesto todo en
cuestin, vuelven, por medio de muchos rodeos,
a las soluciones tradicionales. Es posible y
quiz adems hay en parte que lamentarlo porque
la poca vivacidad del orden establecido no es
necesariamente un bien. N o todo hay que conservarlo...
Sin embargo aunque la bsqueda de nuestra
poca tuviera que llegar a las mismas conclusiones, no habra sido intil. Uno slo se compromete de manera profunda y personal en lo que
ha contribuido a construir. Vivir moralmente
es participar en la bsqueda de un sentido: actuar en una clarividencia constantemente renovada sobre el contenido de esa vivencia. La moral
no est en manos de un pequeo nmero, que
la ensea a las masas, no es ante todo una cuestin de especialistas, pertenece a cada uno, es
obra de todos. Si nuestra generacin no tiene
bastante armazn moral, no es porque falte a la
obediencia a una moral ya hecha, es porque no
est bastante implicada en la elaboracin moral
que debe llevar a cabo nuestra poca.
Vivir moralmente es reflexionar sobre la
propia vivencia, en una confrontacin perspicaz
con las otras aproximaciones, con el mensaje de
las generaciones precedentes y, para el creyente,
con referencia a la interpelacin de Jesucristo,
y su Espritu, un espritu creador que continuamente hace nuevas todas las cosas.
La ciencia e incluso la teologa moral, deben
elaborarse a partir de la vivencia. Porque Dios
creador y Jesucristo estn presentes, no fundamentalmente en el pensamiento de los telogos,
en las conclusiones de las generaciones prece103

lentes o en la enseanza del magisterio, sino en


los hombres de hoy, en lo que viven, en lo que
buscan. El papel de un ministerio sacerdotal o
de un magisterio, no es estar al servicio de esta
bsqueda, ponindonos constantemente en presencia de la palabra revelada? Estao aporta respuestas que hagan intil el desarrollo moral;
ampla y profundiza nuestra pregunta a la medida
de lo infinito de Dios.

instala, que en cualquier momento se deja interpelar por Dios.


La moral, hecha de una vez por todas llega
a ser un dolo. Hay que contestarla, no para justificar el dejarse-llevar, sino para acceder continuamente a mayor moralidad. Tenemos la verdad o debemos construirla constantemente?

El que sirve a la verdad viene a la lu%


(Jn 3, 21)
Hay que rendirse a la evidencia: la moral de
tipo tradicional ya no tiene impacto verdadero
sobre el mundo actual. Uno puede incriminar a
nuestra poca, denunciar su dejarse-llevar, la
prdida del sentido de los valores... Uno puede
tambin preguntarse si no es la concepcin misma
de la moral la que est en duda.
Mientras que se quiera imponer a nuestra generacin respuestas morales, que ella no escucha,
no se est presente en su bsqueda. No se trata
de ensear la escala de valores de la que todos tenemos necesidad; hay que elaborarla juntos en
una sana confrontacin de aproximaciones y luces de cada uno. Lo tradicional no son unas conclusiones morales que permanecen idnticas, sino la exigencia para cada poca de rehacer la
moral.
Como cristianos, como iglesia cristiana, no
poseemos la verdad; pero sabemos que Jesucristo est con nosotros en el corazn de nuestro
camino y que el devenir humano adquiere todo
su sentido cuando se vive en alianza. La historia sagrada nos describe la experiencia, constanremente renovada, de un pueblo que nunca se
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