Los Riesgos de La Fidelidad
Los Riesgos de La Fidelidad
Los Riesgos de La Fidelidad
FIDELIDNJ
flERRf SE LOCHT
MENAS
PIERRE DE LOCHT
LOS RIESGOS
DE LA FIDELIDAD
EDICIONES SIGEME
SOCIEDAD DE EDUCACIN ATENAS
1974
E l pasado reasumido
Una apuesta por el porvenir
Aqu y ahora
La duracin n o depende de una p r o m e s a . . . .
Fidelidad actual
Es
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Por deber
L o que ms valor tiene
Permanecer sin confianza es romper el compromiso
Fe en la fidelidad de Dios
H A Y QUE RATIFICAR SIEMPRE LAS
ADOPTADAS EN OTRO T I E M P O ?
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DECISIONES
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Yo
. .
Dios es perturbador
El hombre n o puede creerse Dios
Pueblo
fiel?
A
MODO DE
MISO?
CONCLUSIN:
PROLOGO
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QU ES EL
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COMPRO-
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Tiene usted el coraje de abordar una cuestin decisiva que est en el centro de la mutacin de los valores. Mientras no se acepte reconsiderar la nocin
misma de fidelidad, no se comprender la importancia del paso de un mundo cerrado, esttico, a un mundo
caracterizado por la historia y el movimiento. Con el
Vaticano II el catolicismo se ha conmovido, pero en su
gran mayora no se ha puesto ni mucho menos en movimiento. Ahora bien, lo que est en juego es no solamente el vivir o no en la historia que se hace, sino,
para el creyente, el reencontrar o no la dimensin
histrica de su fe.
Lo que me gusta de su planteamiento es su deseo
de ceirse a la vida. Su pensamiento, lo mismo que la
vida, acepta riesgos y nunca se ampara tras las maysculas teolgicas. Hay que esperar casi treinta pginas para or hablar de Dios. Esto es honesto... y,
es mucho ms teolgico.
El gran malentendido acerca de la palabra fidelidad no se debe precisamente a que hayamos petrificado la vivencia (y tambin la vivencia de la fe) en
una glida metafsica. Ea fidelidad nos la hemos representado como una ilusin de eternidad encerrada ya
en el tiempo: fijeza de lo definitivo, libertad cosificada
en el contrato que ata. Pensamos y vivimos como si la
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libertad no pudiera fluctuar sin ser peligrosa, amenazadora. Slo existe para ser sitiada, anclada, .bloqueada en las obligaciones adquiridas. Una ve^ comprometida ja slo es libertad de adhesin a la eleccin
inicial.
Usted nos obliga a reconsiderar la fidelidad partiendo del nico momento en que la libertad se vive
sin coartada: el presente. De lo que usted habla es de
la fidelidad en perspectiva. La duracin siempre es
considerada en el presente. No podemos despegarnos
del presente para saltar por encima de la totalidad
de nuestro futuro y transportarnos a un siempre y a
un nunca jams. Tales promesas slo son verdicas si
se saben frgiles, expuestas, aleatorias, voluntarias.
No tienen posibilidad de ser reales ms que apoyndose en el encuentro, en la alianza de reciprocidades,
en la gracia de un amor.
Su pensamiento sobre la fiaelidad me parece que
slo se mantiene si se le sita adecuadamente en el registro de la intersubjetividad. Para quien la fidelidad
se juega entre el yo y el m-mismo, entre la palabra
dada y el super-yo que nos toma la palabra, para se,
usted slo puede aparecer como un destructor de la
moral. El recurso a los otros no cambia nada si
slo son testigos de cargo de una obligacin contrada.
Y si algunos consideran a Dios como testigo esencial,
inmediato, de los compromisos humanos ms solemnes
(los votos, la consagracin religiosa...), qu Dios es
se que no est mediatizado por el prjimo, sacramentali%ado por el hermano ?
La divisin de los creyentes se hace aqu de forma
muy rigurosa segn que se representen a Dios como
un interlocutor en competencia con el prjimo, o bien
como alguien que nunca es conmensurable con el hombre. Puede uno casarse con Dios? He aqu la cuestin en toda su crudeza- Una representacin como sta
no da al traste con toda la seriedad de la historia y de
la relacin humana ? No se salta todas las mediaciones
de la experiencia humana encarnada? Cuando la Bi10
bita habla de esponsales, es Dios quien toma la iniciativa en ellos, y lo hace de cara a todo su pueblo entero.
Si puede adoptarse un compromiso ante Dios sin
la mediacin de solidaridades humanas, entonces el
peso de lo eterno petrifica la libertad humana, la aplasta
y la sobrecarga. No es sta, me parece, la representacin de la alianza a la que nos ha habituado la Biblia.
No puedo encontrar mejor expresin de ello que
estas lneas tomadas de Andr Durnas:
A u n q u e reciba el nombre de roca, fortaleza y defensa, Yahv nunca llega a ser la pasividad oscura
del en-s sartriano. Sigue siendo la fragilidad del
para-s en busca de libre conocimiento y de libre
reconocimiento. D e ah la preferencia del vocabulario bblico por t o d o lo que manifieste la divisin, el proceso, los reencuentros, y su reserva
frente a celebraciones de lo inmutable, de lo absoluto, del en-s en su exilio soberano... La fidelidad
n o es una garanta contra u n o mismo ni una negacin de los sobresaltos del otro. E n ltima instancia la alianza bblica se hunde de tal manera
en las variabilidades de la historia que uno se pregunta si alguna vez fue verdaderamente vivida.
D e ella tenemos que aprender una utilizacin flexible de nuestras propias fidelidades, una forma de
mantener sus esperanzas sin reducir al silencio ni
sus protestas, ni sus miserias... La fidelidad n o es
un puente por encima del flujo de los sentimientos
y de las convicciones, se asemeja ms a las piedras
de un vado, p o r q u e Dios conduce a su pueblo a
travs de los mares y los ros, desde el mar Rojo
al Jordn i.
en
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El compromiso en peligro
a Judas traicionando a Jess), la iglesia les declara vlidos para el compromiso del matrimonio santificado por un sacramento. Sin embargo,
a pesar de que el sacramento es en s un acto pblico, un signo para el mundo, impone para la
celebracin del matrimonio de los sacerdotes un
contexto de secreto y clandestinidad.
Estos signos de incoherencia indican que la
institucin misma no ve claro. Atenta al drama
personal de los sacerdotes (ms que al de los
laicos casados), no quiere dejarles en la irregularidad jurdica y moral. Pero al mismo tiempo
guarda un grave recelo respecto a ellos. A pesar
incluso de que por el sacramento del matrimonio
les hace testigos del amor indefectible de Dios
hacia su pueblo.
La crisis es profunda
La crisis se produce, no necesariamente por
un retroceso de la moralidad, sino cuando los
mandatos o justificaciones anteriores no bastan
ya para dar cuenta de las realidades actuales. Se
hace indispensable una nueva clarificacin. Es
importante circunscribir la enfermedad, y para
ello hay que nombrarla.
Muchos reconocen la utilidad de analizar la
crisis a condicin de que se haga nicamente por
especialistas. Sin embargo, la dificultad existe
sobre todo en la vida, no en los pensadores.
Hablar de ello no hace nacer el problema, ayuda
a precisarlo, a analizarlo, a asumirlo.
Por ello hay que acoger la vida con simpata,
sin prejuicios. Las realidades nuevas, o la nueva
manera de vivir las realidades antiguas, son siempre desconcertantes para quienes las hemos vivido y pensado de otro modo. Encubren sin
embargo valores cuya eclosin no se ve favore17
cida por la perentoria actitud de condena. Estos juicios sin apelacin constituyen, por nuestra
parte, ms que un anlisis objetivo de lo que sucede, una defensa para ahorrarnos tener que
afrontar preguntas inquietantes.
No es demasiado simple e incluso injusto no
percibir en los descompromisos ms que soluciones de huida y de facilidad? Condenarlas sin
examen sereno, lcido, profundo, no equivale a
dejar de lado bsquedas titubeantes que no son
necesariamente destructivas ?
El ser humano, lo mismo hoy que en el pasado, es capaz de compromiso y de fidelidad. S,
ciertamente, y quizs ms y mejor que nunca.
Pero no basta con afirmarlo; hay que preguntarse cmo y en qu condiciones.
Se estn descubriendo nuevas riquezas y nuevas exigencias de la fidelidad. Por no estar atentos a ellas, frenamos el mpetu moral y endurecemos la crisis dramatizndola. La cercamos, de
alguna manera, impidindola orientarse libremente hacia desarrollos inesperados, pero positivos.
Muy frecuentemente en nombre de la moralidad en sus anteriores versiones rehusamos buscar las clarificaciones indispensables, evitamos
emprender el avance moral que requiere nuestra
poca.
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La fidelidad no es, en primer lugar, un precepto, una obligacin. Es una manera de situarse
respecto al otro, de vivir de manera comprometida la relacin interpersonal, implicndose en
ella con todo su ser.
Situarse en relacin al prjimo
El egocentrismo impide entrar en una relacin verdadera. Centrndose sobre s mismo no
se encuentra al otro en su verdad, en lo que tiene
de nico y personal; se le reduce a un objeto
que se usa.
Respecto al llamado desinters es, igual que
el egocentrismo, un obstculo para el encuentro,
para el dilogo. Quizs aqu hay confusin sobre el sentido de las palabras. El desinters que
se predica con razn significa la superacin de
la tendencia a reducir a los otros a las propias
necesidades de uno. Sin embargo, estar persuadido de que no hay nada que esperar ni recibir
del cambio, imaginarse que uno no acta ms
que para el otro, sin ninguna bsqueda de satisfaccin personal es bajo la apariencia de virtud una manera muy sutil, pero ilusoria y
nefasta, de evitar las exigencias de un encuentro
autntico. N o estar interesado en el otro, querer
dar negndose a recibir, es no ofrecer ms que
objetos y negarse como persona.
Conviene situarse en relacin al otro en un
modo de ser realmente interpersonal. Entonces,
cada uno est presente como persona, con sus
necesidades y sus derechos, con sus deseos y su
placer, con sus riquezas y sus faltas.
N o estamos aqu en el mundo de los negocios, en el nivel de los contratos que tratan de
las cosas, de los bienes de consumo. En el plano
de las personas no se trata de adoptar un com20
una comunidad con sus ministros y recprocamente. Hay que preguntarse si este convivir del
sacerdote y la comunidad no constituye una exigencia esencial del compromiso recproco que
les implica profundamente a ambos.
De este modo, el compromiso constituye una
alianza, un vivir juntos dinmico, centrado en la
confianza mutua. Constituye la entrada en una
historia en la que cada uno podr llegar a ser
ms l mismo por aquello precisamente que le
asocia al otro, segn lo que unos y otros comprometan de s mismos en ese encuentro, en esa comunidad. Por eso el compromiso est cuajado de
esperanza: lo que los compaeros enlazan hoy
es la garanta de lo que ellos harn maana.
Por consiguiente el compromiso es fidelidad:
alianza basada en la fe en el otro y tambin en la
fe en s mismo, en el propio deseo y la propia
voluntad de inaugurar juntos una historia.
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Contrato o vida
El s que los cnyuges se dicen y dicen juntos a los otros, a la sociedad, expresa su actitud
interior de compromiso. No se sita en el plano
de un contrato. Si fuera ste el caso habra sobre
todo que preguntarse a qu se comprometen.
N o es tal el sentido profundo de su paso. Tienen
intencin de comprometerse con alguien, es decir,
emprender juntos, entregndose para ello el uno
al otro, un camino, una historia. Quieren estar
y vivir juntos.
Encuentran los esposos la seguridad de su
comunidad en una disposicin jurdica: el contrato que han hecho, que han expresado pblicamente? La palabra pronunciada ante la sociedad
solamente tiene significacin por su coincidencia
con la actitud comprometida. Esta adhesin personal es la que crea la seguridad de vivir juntos.
La palabra es el signo de ello, una de las manifestaciones exteriores. Adems, no es solamente
una palabra lo que se ha dado; esta palabra traduce la actitud de las personas. Colocar ante todo la
garanta en la palabra dada sera permanecer en
el plano del contrato, de la transacin. Lo que
compromete es la vivencia: eso no puede ser
desfigurado.
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La historia vivida
en el presente
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Esa palabra intercambiada, esa seal de ternura... est enriquecida por tantas palabras o gestos precedentes, con su peso de alegra y de decepciones! El pasado aflora en el hoy y le da su
gravedad, su verdad. A causa de la vivenciajuntos cada vez ms tejida de vnculos, de experiencias, de responsabilidadades diversas y mltiples, el compromiso presente es siempre nuevo
y al mismo tiempo est cada vez ms cargado de
vida.
De este modo el tiempo permite el arraigo
y el desarrollo del don mutuo. N o hace ms que
repetir el pasado. Aporta a los seres que han evolucionado, al tiempo que permanecan fundamentalmente ellos mismos, la ocasin de implicarse
de nuevo.
Qu confianza, qu seguridad se desprenden
del hecho de que dos cnyuges, constantemente
conducidos a situarse en condiciones parcialmente modificadas, quieran siempre vivir juntos. N o es el s inicial, por muy solemne que sea,
el que aporta la nica, ni siquiera la principal, garanta. La renovacin de ese s le confiere un
valor creciente; cada vez est ms cargado de
experiencias, de realismo y de lucidez. La fidelidad de dos seres que han vivido juntos una larga historia no consiste en ratificar una decisin
inicial. Consiste en la sucesin de elecciones. A
lo largo de su vida en comn recomienzan y renuevan su opcin.
En cuanto a m, el elemento decisivo que explica que sea hoy sacerdote no es el hecho de
que haya comenzado a serlo hace treinta aos.
Yo no sigo siendo sacerdote como si, a falta de
una tazn decisiva para cambiar de camino, no
tuviera ms remedio que continuar en mi trayectoria. Las motivaciones iniciales eran aptas
para fundamentar mi decisin en aquel momento;
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este sentido la apuesta a favor del tiempo expresa lo mejor del amor. All donde uno se implica profundamente se esperan valores que se
sabe que no dependen solamente de su percepcin actual. Uno se aproxima a un nivel de realidad que se presiente imperecedero. A menos
que sea una huida del presente la opcin por el
porvenir indica que lo que hoy se compromete
se quiere que sea profundo, que se site en el
nivel de lo indestructible. Este despliegue en el
tiempo permite profundizar en una realidad percibida intuitivamente, globalmente, como vlida
y que al vivirse descubre progresivamente su
densidad.
nicamente una mirada prospectiva capacitar para evaluar la vivencia actual y percibir con
su riqueza, su deficiencia, sus lmites. Lo que se
compromete hoy est desde este momento marcado por el deseo y la voluntad de superar el
mero presente para llevar a cabo con creces su
proyecto en el presente de maana. Al situarse
el hoy en el interior de un devenir, se orienta
este presente dndole un sentido, sin fijar sin
embargo el porvenir.
Aqu y ahora
Lo que se ha vivido ayer o hace veinte aos
no tendra inters actual si nicamente fuera algo acabado. Este pasado emerge en el hoy; l
hace que el presente sea tal y que los seres que
lo componen slo sean ellos mismos por un devenir que les ha conducido a lo que son hoy.
Al centrar la atencin en el presente no se minimiza lo que ha sido; se le da vida al percibirle en
su actualidad.
Nadie tiene ningn poder sobre lo que h i
sido. N o se trata ni de ratificar ni de condenar
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aquel con quien se construye el porvenir en funcin de un proyecto y un deseo comn. Mi sacerdocio no es principalmente la ordenacin recibida hace tiempo sino el ser que yo soy actualmente, cargado de experiencias y de pruebas,
comprometido en una red de servicios y de vnculos que me hacen sacerdote hoy.
Al decir esto no reniego del pasado, lo afirmo
como presente. E n lugar de apoyarme sobre lo
que ha sido, asumo del pasado todo lo que de l
est hoy presente y que solicita mi adhesin, mi
compromiso. Y enfoco este presente situndolo
en una perspectiva fundamental que le da su
sentido y que permite descubrir la densidad y
la significacin del hoy.
La duracin no depende de una promesa
La persona humana es capaz de comprometer el trasfondo de s misma en los actos que
lleva a cabo, en los vnculos que anuda, por eso
stos entran en la duracin. Pasan de la promesa
de la duracin a la duracin real. Esta no depende principalmente de una decisin. Se haya
o no prometido la duracin, un vnculo subsistir si emana de una accin no superficial. Solamente dura una actitud comprometida. Se hace,
se vive lo duradero.
Si, por consiguiente, hay una crtica que formular respecto a nuestra poca, no es exactamente que ridiculice la palabra dada. La firmeza
que se da a los compromisos est en relacin con
la densidad que se pone en lo que se vive. Algunos banalizan la palabra dada porque banalizan la vivencia... Censurar principalmente el norespeto a la palabra dada es colocarse en un
plano demasiado exterior: el del contrato. El
debate debe situarse a un nivel ms fundamental.
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La duracin es ciertamente el deseo de todos los que viven una realidad percibida como
vlida, como gozosa. Cmo los jvenes esposos,
plenos de estar juntos, no van a desear continuar y profundizar este vivir-juntos, maana y
siempre ? Su deseo se mueve espontneamente en
promesa, en palabra dada. Su compromiso es la
expresin de su deseo. Por lo dems, un compromiso solamente se adopta con respecto a aquello
que un da se percibe como valioso y valorizante.
Ese maana sobre el que se adoptan opciones
est an en otra parte y ms tarde; uno no se ha
enfrentado todava con sus imperativos reales. Lo
que es exigente es el hoy: slo l est aqu y pide
que uno se entregue verdaderamente. La ambigedad de una promesa consiste en creer que
se refiere fundamentalmente al futuro mientras
que uno slo tiene influencia inmediata sobre el
presente.
Cuando los cnyuges se dicen uno al otro
t sers siempre el nico para m significa:
t eres hoy el nico para m, no de forma superficial sino en ese grado de profundidad en que los
seres se encuentran en el nivel de lo inalterable.
Si se implican hasta el trasfondo de s mismos
inauguran una comunidad que se compromete
en el plano de lo no superficial, de lo no banalizable. La verdad y la amplitud de lo que entrega cada uno de s mismo hoy constituye la
mejor garanta de que este don mutuo durar
ya que es de material duradero.
La promesa de duracin es til y preciosa
por lo que expresa pero apenas cuesta. Es la
vivencia la que le da su garanta, su densidad:
la vivencia presente, pues la de maana est todava fuera de nuestro alcance. Solamente puede
orientarse el porvenir segn lo que se compromete ahora.
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Fidelidad actual
Se trata de permanecer, da tras da, en la
decisin inicial o de ser constantemente fiel a la
decisin siempre nueva del hoy? Los motivos
que se tenan al principio han sostenido las decisiones adoptadas en otro tiempo, pero para el
compromiso presente son necesarias justificaciones actuales. Estas se incorporarn normalmente
a las del punto de partida, enriquecidas por la
experiencia, los vnculos nuevos, las responsabilidades asumidas juntos. Incluso aunque sean
bastante parecidas a las opciones primeras es
indispensable que sean razones presentes las que
sostengan las actitudes actualmente comprometidas. Pues lo que hay que sostener no es la decisin tomada en el pasado sino lo que se vive
y se compromete ahora. Se han abierto una
buena cantidad de grietas, hasta conducir a la
dislocacin completa de la comunidad, por haberse quedado pasivamente en el compromiso
inicial, sin rejuvenecerlo ni actualizarlo.
Por qu creer mejor en los compromisos
adoptados en otro tiempo como si hubieran sido
los nicos vlidos y el presente corriera el riesgo de serlo menos? N o ser esto un miedo a la
vida, un temor a afrontar lo indito? Sin embargo,
el presente, a la luz de la experiencia vivida,
debe comportar ms posibilidades de ser lcido
y capaz de apreciar un valor. Es importante
asentir a este presente no solamente por fij-
is
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Es posible la fidelidad
sin libertad?
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Es cierto, hay que lamentar rupturas, renunciamientos irresponsables. Hay que reconocer
que tambin hay decisiones iniciales no maduradas, no comprometidas, sies pronunciados a
la ligera, en el irrealismo. En s debera haber
menos peligro de decisin irreflexiva para esposos
que ya han tenido en comn una experiencia
de alegras, de pruebas y de responsabilidades,
para una religiosa, un religioso o un sacerdote
comprometidos desde hace tiempo. Si el vivir
juntos ha tenido una cierta densidad hay mucho
menos riesgo de que se abandone el juego.
Con razn no puede admitirse que nadie se
libere como si no se hubiese hecho nada, como
si no se hubieran establecido vnculos. La libertad-responsabilidad se sita siempre en el
interior de una historia, en relacin con otras
personas, estrechamente implicadas en las opciones de unos y otros. De lo que se trata es,
pues, de una libertad autntica y no de un rompimiento irresponsable, individualista o egocntrico del compromiso. Sin embargo no estamos
tentados a juzgar que hay falta de responsabilidad en los otros, cada vez que su decisin no
corresponde a nuestra opcin personal?
Por una vida ms totalmente comprometida
La perspectiva esbozada aqu no tiende a criticar severamente la fidelidad, a abrir la puerta
a la infidelidad. Esta no ha esperado para existir
a nuestra poca. Por mucho que la prohiban una
moral legalista y un matrimonio-contrato no
impiden la infidelidad; incluso quiz la suscitan.
No se trata de mostrarse ms tolerante respecto a la infidelidad ni de destruir el carcter
comprometedor de los compromisos. Lo que
importa por el contrario es delimitar mejor las
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Tener confianza
y encontrar la alegra
Necesito ahora tambin una eleccin personal que me haga ser y vivir en la situacin en la
que estoy. Si es as, la har fructificar, con sus
dificultades y sus exigencias, sus riquezas y sus
alegras. Y ello, no solamente porque hay que
hacerlo, porque lo he querido en otro tiempo,
sino porque lo quiero hoy.
Se trata de algo muy distinto que sufrir las
consecuencias irremediables de una opcin de
otro tiempo. Percibo que esta solucin vale ms,
es decir, tiene ms valores todava hoy, para m
y para los otros, en ese convivir que en ninguna
otra opcin.
En un estado que se acepta nicamente como
deber se puede estar presente materialmente pero
con reticencia, con un rechazo que impide que
la vivencia sea valorizadora tanto para uno mismo como para los otros. Uno cree adherirse
pero la aceptacin est al mismo tiempo marcada
por un rechazo interior. Que la adhesin sea
percibida en ciertas etapas ms como austeridad,
es cierto. Pero sera inexacto y peligroso fijarse
en esta percepcin incompleta.
La conciencia de que la solucin elegida contiene y sigue conteniendo una plusvala tiene una
influencia decisiva sobre la forma de estar presente en ella con todo el ser. Slo ella permite
desarrollarse, desplegarse y dar a los otros la
posibilidad de realizarse.
Ser fiel no es permanecer encadenado; es tomar conciencia de los valores actuales, quizs
menos romnticos, pero ms realistas y ms verdaderos, de la ruta en la que uno se ha comprometido.
Es necesario continuar teniendo fe en el compaero para mantener la comunidad. Es necesario tener confianza en un ministerio, en una institucin, para comprometerse en ella y permanecer comprometido.
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Fe en la fidelidad de Dios
Que sea importante reconocer esta parte de
esperanza indispensable para mantener el vnculo
parece innegable, so pena de reducir la comunidad a una ficcin jurdica que no recubra ya ninguna realidad. Esta esperanza, no pueden los
cristianos alimentarla de una manera especial en
su fe en Dios, cuya fidelidad para con los hombres se ha probado sin fallo?
Ya en la antigua alianza la constancia del
amor de Dios vence las defecciones de un pueblo tentado sin cesar de apartarse de l para volver a la idolatra. Ms an, Cristo-Jess por su
vida, por el Espritu que nos enva, nos muestra
que l permanece con nosotros indefectiblemente y que nunca nos faltar ni su vida ni su
luz.
Referirse a Jess, discernir en l el modelo de
toda fidelidad, sacar de su ejemplo fuerza, coraje y serenidad dan a nuestra esperanza su ltimo fundamento. Su palabra y su vida, al inducirnos a percibir en un nuevo plano el valor del
amor incondicional, nos conducen a comprometer ms an nuestra responsabilidad. La gracia no
sustituye a nuestra libertad; no modifica el sentido de la fidelidad humana, sino que requiere
que discernamos en qu medida pueden subsistir, apesar de las apariencias, los valores del convivir, de la alianza.
La fe nos hace volver la atencin a las realidades humanas. No pide a los cristianos ms que
lo que requiere la condicin comn. Porque admitir que la infidelidad sera aceptable para el nocristiano pero no para el que tiene fe en Jesucristo sera despojar a la fidelidad de su consistencia y su exigencia. Sera apartar al cristiano
de descubrir, como cualquier otro, las razones
humanas de su fidelidad.
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Desde luego en algunos momentos los motivos humanos estn inundados de tantas obscuridades que nicamente parecen sostenernos
las razones de fe. Sin embargo las justificaciones
humanas, incluso de forma velada, subsisten. La
fe no debe reemplazarlas. Aunque momentneamente pueda relevarlas ante nuestra percepcin,
debe conducirnos a reavivar nuestra conciencia
de ellas.
La fe no crea justificaciones; no remplaza a
las razones humanas. Las aclara en un sentido
ulterior. Pero no tendra impacto si no se injertara en actitudes humanamente vlidas.
Cuando un cristiano declara: si no tuviera
fe, actuara de modo muy distinto expresa que
la fe le ayuda a tener coraje y perspicacia. Esto no
puede querer decir: No hay ya razones humanas
para esperar. Que por el momento ya no las
perciba, es posible, pero existen; debe esforzarse
en reconoceras. La fe no debera servir de pantalla y de dispensa para encontrar o volver a
encontrar la condicin humana comn a todos.
La verdadera fe nos devuelve a la vivencia con
una atencin renovada.
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Unos piensan que las evoluciones son superficiales y que la historia no ha hecho ms
que repetirse. Otros, especialmente en las jvenes generaciones, son ms sensibles a la novedad y reivindican en el interior de la iglesia una
amplia creatividad. Ser esto consecuencia de
la presencia en el mundo, percibida por algunos como equivoca, es decir, peligrosa, y por
otros como inherente al hombre y al cristiano?
Aproximacin diferente o infidelidad?
Un creciente nmero de sacerdotes consideran que el celibato obligatorio impone una forma
de ser que, para algunos, hace imposible un ministerio implantado en la realidad cotidiana. Esta opinin es discutible pero, no puede ser rechazada sin un profundo examen. N o se trata
de estar a priori de acuerdo, sino de escuchar e
intentar comprender una aproximacin nueva y
en parte desconcertante.
Escuchar realmente, con un mnimo de simpata, exige no comenzar por marginar a los defensores de esas nuevas perspectivas situndolos en categoras que, sistemticamente, les desacreditan: no tienen el coraje para sostener sus
compromisos, buscan soluciones fciles... es un
caso un poco patolgico... ha carecido siempre
de equilibrio (es tan fcil considerar como faltos de equilibrio a los que no piensan como nosotros!). Por tales a priori ponemos lmites a
nuestra escucha, nos condenamos a no comprender lo que quieren decir. Al ocuparnos de las
personas nos dispensamos de afrontar las cuestiones que plantean. Tendremos miedo de dejarnos interpelar por interrogaciones que nos
ponen a nosotros mismos profundamente en
cuestin?
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Qu es lo que constatamos?
1. Algunos sacerdotes consideran la aceptacin del amor humano de tipo conyugal no
como un retroceso o un rechazo de sus compromisos, sino como la aportacin de una nueva dimensin importante en su consagracin al servicio del Seor, en su iglesia. Esta perspectiva no
ha estado verdaderamente presente en el ltimo
snodo. N o es posible, sin embargo, examinar
hoy las condiciones del ministerio sacerdotal sin
analizar lo que representa esta nueva aproximacin. Por qu no se ha hecho venir al snodo
y se les ha dejado expresarse a los sacerdotes que
han sido autorizados para casarse? El mero
hecho de escucharles era ya demasiado amenazador?
2. Los sacerdotes que reivindican la supresin del vnculo obligatorio entre el sacerdocio
y el celibato no son neutrales en el debate. La
mayor parte, se dice, estn condicionados por
problemas personales y buscan poder casarse. Es
verdad; los hechos lo demuestran. Sera por
ello inadmisible su interpelacin?
Nadie es neutral ante tal cuestin, todo el
mundo est ntimamente implicado en ella. Si
estos debates toman a menudo un giro apasionado es ndice de que estn marcados por una
carga emocional intensa. Sera anormal que fuese
de otro modo; pero, es til tomar conciencia de
ello. Porque es ilusorio imaginarse que se permanece en el nivel de los principios generales.
Todos los modificamos en funcin de nuestras
implicaciones personales; y lo hacemos tanto
ms cuanto que apenas somos conscientes de
ello.
Sera falso creerse no implicado, no interesado personalmente. Si fuera este el caso, nuestra
opinin correra el peligro de ser abstracta, irreal.
Y, no es normal y sano que sea principalmente
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Objeto o persona?
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Pero en vez de reconocer el fracaso la iglesia quiere probar que lo que no se mantiene ha
debido ser desde el principio inexistente. Hay
en ello un rechazo de la vida con sus azares, sus
faltas de acierto, sus indispensables vueltas a empezar.
2. Por otra parte la iglesia da la aprobacin
en ciertos casos a los esposos que se separan, que
dejan completamente de llevar vida en comn,
pero, no acepta que esta ruptura real sea sancionada por la institucin y pueda conducir a que
se vuelvan a casar.
Sin embargo, no es el divorcio el que destruye la indisolubilidad. El matrimonio est ya
roto desde que hay desunin real. Lo que constituye el fracaso del matrimonio es una pareja
que ya no tiene ninguna unidad: la separacin y
el divorcio slo son las consecuencias legales,
institucionales.
Incluso en presencia de un fracaso que parece
total la iglesia no quiere que sea reconocido como
tal y que se pueda comprometer un nuevo camino basado en la realidad.
Superar la ilusin de un fracaso imposible
Es importante tener conciencia de que el fracaso existe, de que por consiguiente constituye
tambin un riesgo para uno mismo, para los
compromisos que uno adopta. El ignorarlo aporta una falsa seguridad que provoca el abandono:
qu de cnyuges se han instalado en el matrimonio como en un xito dado y no han tenido
el cuidado de construir da tras da su comunidad,
en una fidelidad constantemente rejuvenecida!
Se objetar que es grave para los novios o
los jvenes esposos entrar en el matrimonio con
la perspectiva de un posible fracaso. No es
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Las rupturas ponen en tela de juicio igualmente el orden establecido. Tambin son muchos los que exigen que se salvaguarde a cualquier
precio la institucin, incluso aquella que no recubre ya una realidad viva. Aunque ya no exista
la armona al menos que los cnyuges mantengan el cuadro familiar. Numerosas razones se
han alegado en este sentido.
1. Es importante no precipitar nada, dejar que el tiempo aclare las dificultades. El fracaso quiz no es total, no hay que apagar la mecha que todava humea. Tambin importa no
desmembrar definitivamente una comunidad que
se espera ver renacer y volver a florecer.
Esta voluntad de no resolver a la ligera es
capital. Qu de crisis slo han sido una etapa
difcil de franquear pasada la cual la pareja se
ha encontrado ms definitivamente unida! El legislador civil ha previsto, en muchos pases, plazos para la obtencin del divorcio: no se trata
solamente de lentitudes administrativas o judiciales sino una actitud de prudencia y de sabidura porque el tiempo puede arreglar ciertas cosas, poner fin a ciertos conflictos.
Sin embargo, no hay que concluir por ello
que las dificultades son siempre pasajeras y huir
de ciertas evidencias de fracasos ineluctables.
2. El bien del nio requiere muy particularmente la permanencia en el hogar. Esto es
innegable y debe invitar a ponerlo todo para proteger la unidad familiar. Pero, si se subraya con
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Continuidad o discontinuidad
en la fidelidad
sent, que es una etapa en una historia, y la persona como ser total.
Si es as, hay que excluir la hiptesis de que
la actitud hoy ms comprometida, ms atenta a
lo real, ms fiel a las personas que estn implicadas con uno en la decisin, puede exigir un cambio de orientacin. Y ello porque lo real evoluciona, porque la experiencia vivida ensea que
no se puede continuar como en el pasado so
pena de menor valor, de no-aceptacin de valores ms importantes que nacen o de los que uno
toma conciencia.
La discontinuidad con relacin a las opciones precedentes puede ser una huida; en algunos
casos, sin embargo, constituir la decisin ms
vlida, ms fiel. Esta discontinuidad no puede
ser un descompromiso, como si uno pasara la
pgina, rechazando los vnculos creados, las responsabilidades asumidas; no es tampoco una
retractacin, una negacin del pasado. Pero habr situaciones en que estos vnculos y responsabilidades apelen, en nombre de su verdad, a
una opcin diferente.
La continuidad no es el criterio ltimo
La continuidad es un deseo, es tambin una
condicin normal de profundizacin del vnculo.
Pero no puede constituir un criterio ltimo de
decisin. Porque el mantenimiento de una eleccin anterior slo es bueno si esa decisin contina manteniendo un valor. Por consiguiente,
se est en cada momento remitido al anlisis del
valor actual de aquello en lo que uno se implica
hoy.
Hay novios que se han comprometido mutuamente y su compromiso ya es conocido por muchos. El tiempo del noviazgo les conduce pro79
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sario que la comunidad cristiana, que mis hermanos, que mi obispo y tambin yo-mismo, procuremos que el sacerdocio guarde su sentido y
su actualidad. La libertad siempre presente obliga a acondicionamientos, a perpetuos rejuvenecimientos que vuelven la eleccin posible y juiciosa.
Los cnyuges que no siguen siendo deseables (bajo modalidades que la vida transforma,
porque la fidelidad pasa necesariamente por la
maduracin de la adversidad), que no permanecen continuamente atentos para mantener vlido el hogar, cmo pueden contar con la permanencia de la eleccin? Una iglesia que no
cuida de suscitar un sacerdocio viable y enriquecedor hoy, puede considerar que sus ministros
estn ligados por una decisin anterior que ya
no correspondera suficientemente a las significaciones presentes?
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Yo ser su Dios
y ellos sern mi pueblo
La reflexin del hombre sobre su propio caminar se completa, para el cristiano, por una
aproximacin teolgica. Nada es tan comprometedor como el convivir de Dios entre los hombres: el compromiso creador, la alianza con el
pueblo elegido, la encarnacin del Verbo que
ha venido a plantar su tienda entre nosotros
(Jn 1, 14) y que, a travs de su pascua, permanece
con nosotros, Cristo resucitado, hasta el fin de
los tiempos (Mt 28, 20).
Descubrir en la sagrada Escritura cmo se
compromete Dios respecto a los hombres y lo
que espera de ellos, no basta para iluminar
nuestra pregunta sobre el compromiso y la fidelidad? Moiss se tapaba los ojos al acercarse a
Yahv en el matorral ardiente. Al hombre le es
imposible mirar a Dios de frente (Ex 3, 6). Slo
con un alma de pobre se puede volver uno hacia
el Seor. No, la respuesta bblica a nuestras
cuestiones no es ntida, evidente. Por esto abordo
este captulo con mucha prudencia: es muy tentador en efecto utilizar la palabra de Dios para
encontrar en ella la confirmacin de nuestras
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Dios es perturbador
El pueblo elegido en la antigua alianza y, a
continuacin la iglesia cristiana, han descubierto
progresivamente que no podan fijar a Dios en
una determinada prctica o en un determinado
comportamiento. Dios es diferente; est por encima de cualquier descripcin que se haga de l,
de la comprensin que se tenga de l en un momento determinado de la historia. Querer definir a Dios, intentar fijar las modalidades de la
alianza con l es reducir a Dios a la percepcin
que tenemos de l; y entonces es destruir la vida
con Dios, es idolatra.
Querramos delimitar la fidelidad de Dios,
definirla, es decir, imponerla lmites, encerrarla
en una palabra, una actitud precisa. Lo que es
permanente es la presencia siempre viva de Dios
su palabra que constantemente nos alcanza, nos
interpela. Lo que determina la estabilidad de la
alianza es el que Dios est indefectiblemente en
dilogo con nosotros; y no las modalidades de
su presencia siempre nueva, siempre desconcertante.
N o podemos, so pena de destruir el intercambio fijndolo a un momento de su devenir,
atribuir un carcter absoluto a tal etapa del convivir; o, ms exactamente, a la forma como, en
esta etapa del desarrollo de la historia la humanidad ha percibido, ha expresado, ha traducido,
su aproximacin a Dios. Lo absoluto no es la
forma como Dios ha sido comprendido por el
pueblo creyente en un momento, aun cuando se
trate de un momento verdaderamente privilegiado, sino ms bien el hecho de que Dios
nunca rompa el dilogo con-nosotros, el hecho
de que siempre nos interpela y nos arrastra a su
alianza. Nos invita a ofrecernos al Espritu que
nos revela la eterna juventud del amor infinito.
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sobre la fornicacin siga siendo de difcil interpretacin, esta palabra constituye una llamada
irrecusable. Muchos son lo que intentan con todo su ser lograr la unidad. Entre ellos hay sin
embargo quienes no la logran. Les rechaza por
eso Cristo, como si el fracaso fuera en s mismo
una negacin de Dios? No es cierto que lo que
impide que Dios sea Dios para nosotros es la
buena conciencia del fariseo y no el fracaso reconocido? Jess apenas precisa lo que debe ser la
conducta humana. Su insistencia se refiere mucho ms a la actitud de fe.
Ciertamente, el amor de Dios hacia nosotros
constituye la ms ntima llamada a la perfeccin.
Sin embargo, el hombre creyente sigue siendo
dbil e incapaz de realizar lo que querra. No
hago lo que quiero y hago lo que odio (Rom 7,
15). El orgullo y la desesperanza son, mucho
ms que la debilidad humana, obstculos para
la alianza. Reconocer el fracaso no es una dimisin ante la llamada a la perfeccin, sino la constatacin de nuestra incapacidad, de nuestra miseria. Dios mo, ten piedad de m que soy un
pecador! Yo os lo digo, este ltimo volvi a su
casa justificado, el otro no (Le 18, 13-14). N o
es el xito humano lo que da testimonio de Dios,
sino ms bien la fe en l, esa actitud del hombre
que no desespera de Dios porque es el amor perfecto. El fracaso tambin puede vivirse en la fe.
Pero, se objetar, cuando el creyente capitula
ante el fracaso, est renegando de su fe de cristiano: no debe entonces compartir la cruz de
Jesucristo ?
S, la cruz es el centro de la vida del cristiano
como, por lo dems, de todos los humanos. N o
es sin embargo un fin en s sino un paso hacia la
resurreccin. Pero, por qu considerar a priori
que un cambio de orientacin significa necesariamente la negativa a llevar la propia cruz?
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Muchos cambios pueden ser, tambin ellos, crucificadores. En ltima instancia la decisin a
tomar no debe depender ante todo de su dificultad sino del valor de amor que comporta. Y ste
no puede juzgarse desde el exterior. No tenemos
derecho, en nombre de la cruz de Jess, a decidir
sobre la conducta ajena. Atan pesados fardos y
los cargan a las espaldas de las gentes pero ellos
mismos se niegan a moverlos ni con la punta de
los dedos (Mt 23, 4).
Si bien es verdad que Cristo no ha evitado
su crucifixin, nunca vemos sin embargo que
imponga a nadie un comportamiento preciso,
en nombre del valor de la cruz. Tendremos
nosotros ms ttulos que l para hacerlo?
Pueblo fiel?
El pueblo hebreo se ha dado muchas y precisas leyes morales y rituales para garantizar su fe,
sin embargo continuamente fracasa. Cristo, aunque no quita ni una iota a la ley lucha contra su
rigidez y su formalismo que aplastan al hombre.
El sbado se ha hecho para el hombre y no el
hombre para el sbado (Me 2, 27).
Jess no crea estructuras que protegen; se
opone a la sinagoga en la medida en que rechaza
lo indito, en que se cierra al acontecimiento,
en que en nombre de su experiencia no acoge
al que llega de noche como un ladrn.
En la manera como la comunidad cristiana
delimita algunas infidelidades y concentra sobre
ellas sus juicios y sus rechazos no hay un intento injusto y falaz de delimitar el terreno de
su pecado? Definir la infidelidad es persuadirse
de que fuera de estas situaciones bien delimitadas el hombre es justo. Sin embargo la infidelidad est por todas partes... y no pone en entredi
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A modo de conclusin:
Qu es el compromiso?
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Eplogo:
Rehacer la moral
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