Gutiérrez Manzano-Hume

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UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO

DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES


Y HUMANIDADES
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
RAZÓN PRÁCTICA III

La fundamentación de
la moral en Hume
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Por: Christian Francisco Gutiérrez Manzano

Por: Christian Francisco Gutiérrez Manzano


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Introducción

Es bien conocida la disputa de la filosofía moderna suscitada entre aquellos a los que se denominó
racionalistas, en contra del grupo de los llamados empiristas. Donde los primeros sometían el
conocimiento al campo de la razón, de las ideas innatas y de los planteamientos deductivos;
mientras que los segundos aseguraban que el conocimiento proviene de la experiencia, negaban
todo innatismo en las ideas y defendían cabalmente el razonamiento inductivo.

De entre todos los pensadores llamados empiristas, David Hume se destaca por ser aquel que llevó
esta corriente hasta su más lejana polaridad. Hume se encargó de criticar duramente al
racionalismo estableciendo un sistema en cual, a partir de la observación del ser humano, pudo
determinar la relación de este con el mundo, desentrañando el proceso de conocimiento, los
componentes del entendimiento humano. Asimismo, este pensador dedicó parte de sus reflexiones
al campo de la ética. Dentro del cual se le considera un emotivista. Señalando que derivado de la
naturaleza humana, al hombre solo le es asequible juzgar en función de lo que experimenta. Y que
en el caso de la moral no se trataba de una excepción.

El propósito del presente trabajo es exponer a grandes rasgos el estudio de la moral emprendido
por Hume en la Investigación sobre los principios de la moral, con un énfasis principal al concepto
de utilidad propuesto por este autor.

La distinción entre ideas e impresiones

Acaso se debe que Hume constituya un sistema filosófico en la medida en que redactó el Tratado
de la Naturaleza Humana¸ una importantísima y prolongada reflexión. Pero lo que ahora nos
importa es considerar su fundamentación del conocimiento a fin de introducir los conceptos que
posteriormente usará en su reflexión moral.

Hume nos dirá que para todo conocimiento es imprescindible la experiencia, y claro que dentro de
ella opera el entendimiento, pero en la medida en que este trabaje con el objeto de la experiencia
deberá establecerse una distinción: existe una diferencia entre la percepción de la mente, a la que
Hume llamará impresión; y el posterior esfuerzo de la mente por evocar esa sensación, a la que
Hume se refiere como idea. De manera que la segunda es una suerte de copia o imitación de la
impresión, que claramente resultará más valiosa. Para sostener lo anterior nos asegura “Incluso el
pensamiento más intenso es inferior a la sensación más débil.” (1980, 32)

Existe por lo tanto, una distinción importantísima entre lo que es pensar y sentir, de manera que el
primero se encuentra determinado por el segundo, en la medida en que el pensamiento reproduzca
sus objetos, que son las sensaciones, verazmente. Aunque estas representaciones no sean jamás
iguales a la impresión original, debido a su intensidad.

El reconocimiento del problema moral

Como se ha dicho antes, dentro del pensamiento empirista, Hume es considerado como el filósofo
que lo llevó hasta sus más lejanos extremos. Precisamente, el pensador al considerar que todo
conocimiento proviene de los sentidos, daría la relevancia correspondiente a la sensación cuando
hablamos del terreno de la ética. Al respecto Hume nos dice que todo ser humano ha tenido en
algún momento “ha sido tocado por las imágenes de lo Justo y de lo Injusto” (1993, 38), pero que
además, a todo ser humano le es posible dar cuenta de que sus semejantes están de la misma
manera, en condiciones de experimentar tales impresiones. Bajo este orden de ideas, lo que Hume
nos quiere decir al equiparar Justo e Injusto con el concepto de impresiones, es que todo ser
humano es capaz, en mayor o menor medida, de experimentar tales sentimientos.

Sin embargo, no pretende con esto Hume decirnos que su investigación abarca un tema novedoso,
lo que pretende decirnos es que anteriormente se ha buscado de manera errónea el fundamento de
la moral. Él mismo reconoce que existe una disputa sobre si este proviene de la Razón o del
Sentimiento, y que si bien, ha existido un consenso en hacer corresponder a la virtud con la belleza
y al vicio con la fealdad, lo cierto es que “explican sus distinciones mediante razonamientos
metafísicos y deducciones derivadas de los más abstractos principios del entendimiento.” (1993,
39), dando a lugar numerosas confusiones.

Por una parte, Hume reconoce el carácter necesario del entendimiento, pero afirma también que
su aplicación en la reflexión moral no puede tener un lugar preponderante. “Las conclusiones del
entendimiento […] descubren verdades; pero cuando son indiferentes y no engendran deseo ni
aversión, no pueden tener influencia en la conducta.” (1993, 41) Por otra parte, lo que sí que genera
deseo o aversión son los fenómenos de la experiencia, y más específicamente los sentimientos que
derivan de tal experiencia. Lo cierto es que a los hombres no puede serles indiferente lo que tenga
que ver con un sentimiento, y menos si se ha reconocido que todos están en la misma condición
de participar de él. Por ello Hume dedicará su estudio a indagar qué es lo que determina que a
partir de una consideración moral una coas sea preferible a otra, algo sea abrazado mientras otro
algo sea rechazado.

Advierte Hume que el campo de la moral, al encontrarse más próximo a la vida humana, estará
repleto de casos particulares. Pero no temiendo en su empresa y demostrándonos que es un
empirista, adelanta que para su reflexión seguirá un método experimental, a partir del cuál
podemos realizar un razonamiento general tras haber revisado y comparado esos casos
particulares. Ordieres, citando a Noxon, nos dice “Hume se proponía ser el nuevo Newton de las
ciencias morales y fundamentar, de una vez por todas, las ciencias humanas con el método
experimental.” (2018, 42), no nos extrañe que así sea, si ha sido ampliamente estudiada la relación
entre filosofía y ciencia en la modernidad.

La utilidad y su relación con la estima del hombre

El hecho de que Hume divorcie la razón y el sentimiento en la reflexión moral no solo atiende al
rigor con que la primera opera a partir de sus conceptos, sino al hecho de que la razón, por sí sola,
no podría incidir de modo alguno en la voluntad, si no es a través de la experiencia de lo que es
virtuoso y lo que no lo es.

Para ello Hume reduce a su término más simple la manifestación de la virtud en el mundo, que es
hacer el bien. En sus palabras nos dice “no hay cualidades que merezcan más aprobación del
género humano que aquellas que procedan de una tierna inclinación hacia los demás y una
generosa preocupación por los de nuestra especie.” (1993, 49) Después de haber reflexionado
sobre el carácter del ser humano y resolver que ningún hombre por sí solo puede ser autosuficiente,
deberá admitirse que la convivencia con sus semejantes será necesaria, y para llevarla a cabo, acaso
por interés propio o por genuina preocupación, se precisa a su vez de la ayuda mutua. Por ello
Hume reconoce que lo que le merece más estima a un ser humano es el hecho de preocuparse por
los de su especie. Pero además nos dice, que el hecho de que entre los seres humanos suceda esta
ayuda mutua, esta bondad, la vuelve contagiosa: “parece como si (esas virtudes) se transmitieran
a quienes las contemplan, haciendo que broten en ella los mismos beneméritos y afectuosos
sentimientos” (1993, 49).
Lo anterior no es más que una demostración del proceso descrito por Hume en su teoría del
conocimiento, el hecho de experimentar el sentimiento de bondad, o en términos del pensador, el
tener la impresión de bondad, provocará en nuestra mente una representación de tal virtud. Y tal
impresión es tan intensa en nosotros que de alguna manera, al entender que practicarla nos
recompensará con la estima de los demás, resolvemos practicarla. En otras palabras, fuimos
testigos de lo que vulgarmente se conoce como predicar con el ejemplo.

Ahora bien, lo anterior parte de una concepción muy particular que tiene Hume respecto al ser
humano. Mientras Hobbes y otros pensadores consideran al hombre como la más ruin de las
criaturas, y entienden que en él hay un egoísmo que no puede ser contenido sino en la medida en
que exista un pacto social que nos obligue a ceder parte de nuestra libertad para facilitar la vida
social; Hume pensaba que en la naturaleza del ser humano, existe una genuina preocupación por
los de su especie. En palabras de Carlos Mellizo “[…] un sentimiento en favor de la felicidad del
género humano, y un resentimiento por su desdicha.” (1993, 17) Tal sentimiento tiene un carácter
altruista y desinteresado, y pretende el bienestar de todos los demás. De manera que la aspiración
a la benevolencia general, según Hume, es intrínseca al ser humano.

Sin embargo, a Hume no le interesa abundar en la discusión de si el ser humano es enteramente


altruista o egoísta, mas bien su reflexión se centra en demostrar la existencia del sentimiento
altruista que está presente en todo ser humano. Para eso introducirá el concepto de utilidad, que
guarda una importancia decisiva en su reflexión. Para Hume, lo útil es toda aquella cosa que de
algún modo sea valiosa. Toda cualidad virtuosa, a su vez, será útil para nosotros mismos o para
los demás con los que convivimos, derivado de nuestro carácter social.

Y es precisamente el carácter social del ser humano lo que lo determina a dirigir su actuar con
vistas a la utilidad, Hume nos dice “toda cualidad que es útil o agradable para nosotros mismos o
para otros en la vida ordinaria se reconoce que es parte del mérito personal” mientras las acciones
del ser humano sean más útiles, mayor provecho encontrará la sociedad en él y con ello él mismo
estará en condiciones de alcanzar una felicidad y plenitud. Para vencer las oposiciones de la teoría
egoísta, Hume establecerá una distinción entre cuatro tipos de cualidades:

1. Las que son útiles para nosotros mismos (prudencia, constancia, frugalidad…);
2. Las que son útiles para los demás (integridad, justicia, veracidad, lealtad…);
3. Las que son inmediatamente agradables a nosotros mismos (alegría, reflexividad, buen
gusto…);
4. Las inmediatamente agradan a los demás (cortesía, corrección, ingenio…).

Y es a partir de estas cualidades donde, independientemente de si se busca la consecución de un


fin propio mediante las cualidades que nos agradan, o si mediante aquellas cualidades que agradan
a los demás uno se entrega a lograr el bienestar para ellos, lo cierto es que para ello deben
ejercitarse tales cualidades que no son más que manifestaciones de la virtud, que en grado último
encuentra su raíz en la utilidad.

Ahora bien, no está de más preguntarnos de la consideración de Hume, cuál es la dirección en la


cual aspira esa utilidad. La respuesta no es novedosa, es algo que se ha formulado anteriormente,
aunque no con el antecedente expuesto hace unos párrafos. La utilidad pretende la felicidad del ser
humano. El sentimiento debe guiarnos en la búsqueda de la felicidad, de manera que juzgando qué
virtud resulta útil y cuál reporta perjuicio, podamos dirigir nuestro actuar en la consecución de esa
búsqueda.

La relación entre utilidad y la búsqueda de la felicidad se ven manifiestas en la crítica que Hume
hace de las prácticas viciosas. Acaso el ejemplo más memorable de esta lección en su
Investigación, es el momento en que critica los hábitos monacales para decir que no son virtudes.
Hume se pregunta cómo es posible que se considere que el celibato, el ayuno, la penitencia, la
mortificación, la humildad, el silencio y la soledad se consideren virtudes cuando notablemente no
reportan ningún bienestar al ser humano que las practica, ni a sus semejantes. De toral importancia
resulta este pasaje de la Investigación, donde refiriéndose a esas prácticas que consideró viciosas,
y nos explica por qué son rechazadas: “¿Por qué razón son rechazadas […] sino porque no sirven
a propósito algunos, no mejoran la fortuna de un hombre en el mundo, no le convierten en un
miembro más valioso de la sociedad, no le preparan para amenizar a sus amistades, y no aumentan
su propia capacidad de goce?” (1993,173) En esas líneas, a mi entender, Hume nos ha dicho dos
cosas, la primera es que las así llamadas por él virtudes monacales, no corresponden con cualidades
que sean útiles ni inmediatamente agradables a nosotros o a los demás; pero, además,
implícitamente nos ha dicho que estas cuatro especies de virtud son aproximaciones a la felicidad.
Expresando lo dicho por Hume, en un sentido contrario, el “mejorar nuestra fortuna, ser valioso
en sociedad, ser una buena compañía para los demás, y disfrutar por uno mismo” son
manifestaciones de la felicidad que podemos alcanzar, y a la cual podemos aspirar.

Conclusión

Si bien durante la Edad Media se consideró la moral como una determinación derivada del hombre
derivado de su vínculo con Dios, la tarea que Hume se propone en su filosofía moral fue
reivindicarla a la reflexión sobre el hombre, y divorciarla totalmente de la religión, al grado de
considerar los hábitos religiosos más extremos como vicios, como vimos en el polémico pasaje.

Pero además Hume pudo volver atrás en la reflexión moral, mediante esas consideraciones que en
su propio texto reconoce que son obvias, y que incluso llega a preguntarse cómo es que se han
pasado por alto en anteriores momentos. Hume nos aproxima a la aplicación más inmediata de la
virtud al considerar que tiene fundamento en la utilidad. Pero además, tras una observación
exhaustiva del ser humano, entendió que mientras algunos buscan el bienestar colectivo, otros
buscan una satisfacción personal, e hizo convenir este principio con el hecho de que por naturaleza
el ser humano no pueda rehusar del trato social. De manera que incluso lo que en algún momento
pareciera realizarse por conveniencia propia termina por reportarle un bien a la comunidad. Con
ello Hume reconoció que existe en todo ser humano bondad, en mayor o menor grado, pero la hay.

Por último, se ve manifiesto el espíritu de la modernidad al dar cuenta de las aspiraciones que tiene
Hume en su Investigación: indagar sobre el fundamento de la moralidad a partir de la observación
de un fenómeno tan complejo y múltiple como es el ser humano. Preocupación que además, el
propio Hume reconoce que es susceptible de corregirse en un momento posterior, dado el carácter
de su objeto de estudio, como se puede advertir en el siguiente pasaje: “Si una falsa opinión,
adoptada en base a las apariencias, llega a prevalecer, ocurre que en cuanto a ulteriores
experimentos y razonamientos más sólidos nos dan nociones más justas de los asuntos humanos,
nos retractamos de nuestro sentimiento inicial, y de nuevo ajustamos las fronteras del bien y el mal
morales.”(1993, 52)
Referencias

Hume, D. (1980) Investigación sobre el conocimiento humano. Alianza Editorial. Madrid. pp. 32-
39.

Hume, D. (1993) Investigación sobre los principios de la moral. Alianza Editorial. pp. 9-28; 37-
45; 46-54; 122-192.

Hume D. (1984) Tratado de la Naturaleza Humana. Ediciones Orbis. Buenos Aires. pp. 87-117.

Mellizo Carlos (1993) Prólogo en Hume, D. (1993) Investigación sobre los principios de la moral.
Alianza Editorial. pp.

Ordieres, A. (2017). La Teoría Del Juicio Moral en David Hume: Un Movimiento en Tres
Tiempos. Estudios: Filosofía, Historia, Letras, 121, 39–53. https://doi-org.e-
revistas.ugto.mx/10.5347/01856383.0121.000276562

Bibliografía

Gelvez Higuera, R., & Rojas Claros, A. (2019). Los conceptos de simpatía y humanitarismo en la
filosofía moral de David Hume. Cuestiones de Filosofia, 5(25), 115–135.

Guerrero, L. (2015). Psicología Moral Y Concepción Multidimensional De La Subjetividad en La


Filosofía De Hume: El Caso Del Sujeto Moral. Eidos, 22, 299–326. https://doi-org.e-
revistas.ugto.mx/10.14482/eidos.22.5724

López Sastre, G. (1992). ¿Por Qué Son Necesariamente Inútiles Las Virtudes Específicamente
Religiosas? Télos, 1(1). https://doi.org/10.15304/t.1.1.50

Ordieres, A. (2018). Importancia Del Contexto Histórico en La Filosofía: El Caso De La Filosofía


Moral De David Hume. Alpha: Revista de Artes, Letras y Filosofía, 46, 233–247.
https://doi-org.e-revistas.ugto.mx/10.4067/S0718-22012018000100233

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