España 1886-1931

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España siglo XX

Alfonso XIII (1886-1941). Rey de España (1886-1931), último monarca de la Casa de Borbón
hasta 1975. Hubo de afrontar problemas derivados de la etapa anterior, pero también otros que surgirán
con el nuevo siglo:
- el problema social
- el radicalismo de las organizaciones obreras
- las guerras de Marruecos
- la quiebra del turnismo político
- el surgimiento de los nacionalismos catalán y vasco

Demostró tendencia a intervenir personalmente en la política, permitido por la Constitución de 1876.


Desaparecidos en 1897 y 1903, respectivamente, Cánovas y Sagasta, la renovación política tuvo
principalmente dos valedores: Antonio Maura (conservador) y José Canalejas (liberal).

matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg, con quien se había casado en Madrid el 31 de mayo de
1906 (fecha en la que la comitiva nupcial regia sufrió un atentado perpetrado por el anarquista Mateo
Morral, que provocó varios muertos entre los asistentes
la neutralidad de España en la I Guerra Mundial (1914-1918) abrió mercados y favoreció el crecimiento
económico, pero también la agitación social. El Estado no se benefició de esta abundancia.

La crisis de 1917, en que se unieron el sindicalismo militar (Juntas Militares), las huelgas revolucionarias y
el nacionalismo catalán, aumentó la descomposición del régimen político.

Un gobierno nacional, formado en 1918 por miembros de los dos principales partidos, fracasó también. El
reajuste económico posterior a la I Guerra Mundial aumentó las dificultades internas.

Convulsiones sociales y problemas regionales, unidos a los fracasos militares en Marruecos (culminados
en el llamado desastre de Annual de julio de 1921), acrecentaron la debilidad de los gobiernos, incapaces
de hacer frente a estas situaciones.

El golpe militar de Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923) fue la solución de fuerza adoptada
ante la crisis. El Rey aceptó el hecho. La dictadura fue bien acogida por muchos sectores sociales en los
primeros años: terminó con la guerra de Marruecos (desembarco de Alhucemas en 1925) y desarrolló una
labor de orden social y de incremento de las obras públicas.

Tras el definitivo fracaso de Primo de Rivera en 1930, Alfonso XIII intentó restaurar el orden
constitucional (gobiernos de Dámaso Berenguer y Juan Bautista Aznar), pero los partidos tradicionales
estaban resentidos, y republicanos, socialistas y regionalistas de izquierda (como demostró el Pacto de
San Sebastián de 1930) luchaban unidos contra la monarquía.

Las elecciones municipales del 13 de abril de 1931 dieron el triunfo en las ciudades españolas más
importantes a socialistas y republicanos. El Rey, para evitar una lucha civil, abandonó el país,
pronunciando sus palabras más célebres: “espero que no habré de volver, pues ello sólo significaría que el
pueblo español no es próspero ni feliz”. El 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República.

Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930). Dictadura 1923-1930. Militar y político, jefe del
gobierno en tanto que presidente del Directorio Militar y del Directorio Civil desde 1923-1930 durante el
reinado de Alfonso XIII. En marzo de 1922 se le encargó la difícil capitanía general de Cataluña, con sede
en Barcelona, donde se encontró con un ambiente social y político muy enrarecido, proveniente de la
hostilidad del nacionalismo catalán más radicalizado, del gran descontento laboral y del deterioro del
orden público, con pistolerismo incluido. Su política de firmeza le valió el apoyo del catalanismo
conservador de la Lliga Regionalista.

El expediente Picasso, abierto para depurar responsabilidades por el desastre de Annual de 1921, así
como el pendiente rescate de los prisioneros en manos del jefe rifeño Abd-el-Krim, creó un clima de
gran malestar dentro del Ejército. En otro plano, una serie de actos terroristas sonados, como los
asesinatos del presidente del gobierno Eduardo Dato (marzo de 1921), o del cardenal y arzobispo de
Zaragoza Juan Soldevila y Romero (1923), acentuaron el deterioro social en medio de una situación
económica cambiante, provocada desde 1918 por el final de la I Guerra Mundial y de la bonanza
económica que resultó de la neutralidad española en la misma. Entre tanto, el gobierno presidido por
el liberal Manuel García Prieto desde diciembre de 1922 no conseguía controlar la situación, inmerso
en el estado crítico de todo el sistema político de la Restauración.

El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera dio un golpe de Estado para el que contó con la
anuencia del Ejército y la del propio rey Alfonso XIII. El periodo en que Primo de Rivera ejerció el
poder en España, durante el cual se suspendió la vigencia de la Constitución de 1876, ha quedado
dividido por la historiografía en dos etapas muy bien definidas: la del Directorio Militar (1923-1925) y
la del Directorio Civil (1925-1930), diferenciadas ambas por los dos gobiernos distintos designados por
él.

Cuando Primo de Rivera proclamó la dictadura, tras la consulta al resto de los capitanes generales y
con el visto bueno del propio Rey, estableció un régimen que partía de una gran improvisación
doctrinal. En el manifiesto justificador del golpe, hecho público el 13 de septiembre, se mostraba
depositario del “clamoroso requerimiento” del “pueblo sano”, que imponía dicha actitud con el objeto
de llevar a cabo la liberación de la patria respecto de los “profesionales de la política”. Asimismo, en
dicho texto se atribuyó la personificación de la solución propuesta por el regeneracionismo.

Nombrado jefe de gobierno, el 15 de septiembre siguiente formó un Directorio Militar compuesto por
él mismo como jefe de gobierno y otros nueve miembros del Ejército en calidad de vocales. Los
ministerios perdieron su funcionamiento habitual y pasaron a ser ejercidos por meros funcionarios sin
atribuciones verdaderamente gubernamentales. En aras del control social sacrificó el sistema
democrático mediante el uso de la censura de prensa, la persecución política o el cierre del
Parlamento. El acto exterior más destacado de estos años fue el desembarco de Alhucemas, que
dirigió personalmente en septiembre de 1925.
Tras los éxitos militares en Marruecos, Primo de Rivera, en lugar de retirarse, perpetuó su jefatura
gubernamental a través de un segundo gobierno, instituido bajo la denominación de Directorio Civil, el
3 de diciembre de 1925. Desde entonces, pretendió institucionalizar la dictadura y crear un régimen
nuevo dotado de sus propios organismos ajenos al sistema parlamentario.

Como miembros de ese gabinete, que retornó al uso de la estructura habitual de los gobiernos
anteriores al golpe de Estado y devolvió el nombre de ministerio a los distintos departamentos
especializados, destacaron Severiano Martínez Anido, como ministro de Gobernación y vicepresidente
del gobierno; José Calvo Sotelo, que desempeñó la cartera de Hacienda hasta el 21 de enero de 1930;
Eduardo Aunós, ministro de Trabajo; Rafael Benjumea, conde de Guadalhorce, encargado del
Ministerio de Fomento; y Eduardo Callejo de la Cuesta, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Él mismo ejerció el cargo de ministro de Estado (encargado de las relaciones exteriores) a partir del
20 de febrero de 1927 y, desde el 3 de noviembre del año siguiente, hizo desaparecer ese cargo para
asimilarlo al desempeño de la propia presidencia gubernamental.

Apoyado por parte del Ejército y por elementos de extrema derecha, Primo de Rivera intentó construir
un régimen que sustituyera al caduco parlamentarismo que había dado comienzo con el reinado de
Alfonso XII, padre del Rey, a finales de 1874. Es decir, desde su gobierno dictatorial quiso reemplazar
definitivamente el sistema político propio de la Restauración. Pretendió dotar a su régimen de tres
pilares básicos: un partido político (Unión Patriótica), unas Cortes sin capacidad decisoria (Asamblea
Nacional Consultiva) y un borrador constitucional de signo ultraconservador que no pasó del proyecto
redactado en 1929.

En junio de 1927 se puso fin a la guerra de Marruecos y, tres meses después, se produjo la
convocatoria de la Asamblea Nacional Consultiva, conformada orgánicamente (de forma corporativa,
es decir, por representantes de instituciones y no de partidos) y encargada de redactar una nueva
constitución, así como de aprobar otra serie de leyes fundamentales. No obstante, fue en el campo de
la Hacienda y de las obras públicas donde el régimen dictatorial consiguió ganar sus mejores bazas.
Calvo Sotelo logró aliviar la deuda pública y monopolizó un sector productivo clave como era el
petróleo. En obras públicas, al calor de la situación económica, se ampliaron y mejoraron carreteras,
puertos y regadíos.

La oposición a la dictadura se acrecentó especialmente a partir de 1928: tanto intelectuales (Miguel de


Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán, Fernando de los Ríos o José Ortega y Gasset, por citar a
cuatro de los más significativos), como estudiantes, políticos de casi todas las tendencias, sindicalistas
y militares, especialmente artilleros, se enfrentaron al régimen primorriverista, en algunos casos
mediante conspiraciones e incluso sublevaciones, como la Sanjuanada de junio de 1926 o el
movimiento revolucionario que, en enero de 1929, encabezó el político conservador José Sánchez
Guerra.

Ante la creciente presión de la mayoría de los sectores de la población y la falta de apoyo de sus
propios compañeros de armas, Primo de Rivera presentó al rey Alfonso XIII su renuncia el 28 de enero
de 1930, dejando tras de sí todo un cúmulo de problemas irresueltos, incluida la misma viabilidad del
sistema monárquico. Poco más tarde se exilió en Francia y, el 16 de marzo de ese año, falleció en
París. El reinado de Alfonso XIII había quedado inevitablemente unido a la dictadura de Primo de
Rivera y el final de ésta supuso el anuncio del ocaso de aquél.

Su primogénito, José Antonio, defendió la actividad política del dictador durante los primeros años de
la II República.

14/4/1931-1936 II República

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