La Bella Historia Del Mundo
La Bella Historia Del Mundo
La Bella Historia Del Mundo
¿Dé dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Son las únicas preguntas que
vale la pena plantear. Cada uno ha buscado la respuesta a su modo, en el titilar de una
estrella, el ir y venir del océano, la mirada de una mujer o la sonrisa de un recién naci-
do... ¿Por qué vivimos? ¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué estamos aquí?
Hasta ahora sólo nos ofrecían una respuesta la religión, la fe, las creencias. Hoy
también la ciencia tiene una opinión. Quizás sea una de las mayores adquisiciones de
este siglo: la ciencia dispone, en la actualidad, de un relato completo de nuestros
orígenes. Ha reconstruido la historia del mundo.
¿Y qué ha descubierto, tan extraordinario? Esto: desde hace quince mil millones de
años acontece una misma aventura que une el universo, la vida y el hombre como los
capítulos de una larga epopeya. Hay una misma evolución, del Big Bang a la
inteligencia, que empuja en el sentido de una creciente complejidad: las primeras
partículas, los átomos, las moléculas, las estrellas, las células, los organismos, los
seres vivientes, hasta estos curiosos animales que somos nosotros... Todo se sucede
en una misma cadena, a todos les arrastra un mismo movimiento. Descendemos de los
monos y de las bacterias, pero también de los astros y de las galaxias. Los elementos
que componen nuestro cuer-po son los que antaño fundaron el universo. Somos,
verdaderamente, hijos de las estrellas.
Aquí vamos a relatar esta nueva historia del mundo a la luz de nuestros más
avanzados conocimientos. En esta narración podremos apreciar una sorprendente
coherencia. Veremos que los elementos de la materia se asocian en estructuras más
complejas, las cuales se van a combinar en conjuntos aun más elaborados que, a su
vez... El mismo fenómeno, el de la selección natural, orquesta cada movimiento de
esta gran partitura, la organización de la materia en el universo, el juego de la vida
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sobre la Tierra e incluso la formación de las neuronas del cerebro. Como si hubiera una
"lógica" de la evolución.
Si bien se alimenta con los últimos hallazgos, nuestra historia se dirige a todos, y
especialmente a los profanos, adultos y adolescentes, sea cual sea el nivel de sus
conocimientos. Evitamos toda actitud de especialista, nos prohibimos todo término
complicado. Y no hemos vacilado, al modo de los niños, en plantear preguntas
ingenuas: ¿Cómo se conoce el Big Bang? ¿Cómo sabemos qué comía el hombre de
Cromagnon? ¿Por qué el cielo es negro por la noche? No hemos querido creer sin más
a los científicos: les pedimos que pongan las pruebas sobre la mesa.
Cada disciplina avanza en busca de un origen: los astrofísicos indagan el del universo;
los biólogos, el de la vida; los paleontólogos, el del hombre. Por esto nuestra historia
acontece, como un drama, en tres actos -el universo, la vida, el hombre- y abarca así
unos quince mil millones de años. Cada acto incluye tres escenas en que se convoca,
en orden cronológico, a todos los actores, inertes o vivientes, de esta prolongada
aventura. Los seguiremos en un diálogo con tres personalidades, los mejores
especialistas franceses de cada uno de estos asuntos. Hace algunos años, los cuatro
esbozamos una primera conversación para el semanario L'Express. ¡Sea alabada esa
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revista! La experiencia nos abrió el apetito. Tardamos un verano y varias veladas
nocturnas en rehacer la aventura del mundo; placentera y apasionadamente. Ojalá el
lector pueda gozar del mismo modo.
Con el primer acto, entonces, comienza nuestra historia... ¿Pero se puede decir,
verdaderamente, "comenzar"? Veremos que esta noción de comienzo no es accesoria,
muy por el contrario. Está en el corazón mismo de las discusiones metafísicas y plan-
tea la pregunta fascinante por el tiempo. La abordaremos mediante el pasado más
lejano a que puede • acceder la ciencia: por el famoso Big Bang, de hace quince mil
millones de años, esa luz oscura y anterior a las estrellas. Y tal como los niños, nos
haremos esta pregunta, que es pertinente: ¿qué había antes?
destinado a un hermoso éxito. ¿Qué son estas fuerzas misteriosas? ¿De dónde viene el
movimiento irresistible de la complejidad? ¿Son anteriores al universo? Hubert
Reeves nos ayudará a ver claro en esto. El astrofísico, autor de obras maravillosas
sobre el tema, es a un tiempo una persona excepcionalmente amable, un científico
muy preciso y un gran divulgador. ¿Será así porque, lejos de los ordenadores que
pueblan su vida profesional, suele contemplar el cielo de Borgoña con un modesto
telescopio, como un simple aficionado? De tanto mirar lejos en el espacio, es decir,
muy lejos en el pasado, ¿habrá capturado la verdadera medida del tiempo? Va, en
cualquier caso, directo a lo esencial: la belleza de una ecuación, el resplandor de una
galaxia, la queja de un violín, el terciopelo de un chablís... Quien ha tenido el privilegio
de conocerlo en la intimidad lo sabe muy bien: su sabiduría no es fingida. Hubert
Reeves es un hombre bueno, es decir, un espécimen en vías de extinción, que se
obstina en buscar el equilibrio entre la ciencia y el arte, la cultura y la naturaleza y que
sabe que la búsqueda de nuestros orígenes posee una dimensión que ninguna fórmula
puede capturar, que no se puede encerrar en una teoría: la de nuestro asombro ante
el misterio de la belleza.
El segundo acto se abre, hace cuatro mil quinientos millones de años, en este
planeta singular que no está situado ni demasiado lejos ni demasiado cerca de un Sol
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muy oportuno. La materia prosigue su obra frenética de ensamblajes. En la superficie
de la Tierra, en nuevos crisoles, se esboza una alquimia nueva: las moléculas se
asocian en estructuras capaces de reproducirse y hacen nacer extrañas gotas
pequeñas, y después las primeras células que se agrupan en organismos y se
diversifican, pululan, colonizan el planeta, gatillan la evolución animal, imponen la
fuerza de la vida.
No es fácil, por cierto, aceptar que la vida haya nacido de lo inanimado. Durante siglos
se consideró que el mundo viviente era demasiado complejo, demasiado diverso, en
una palabra, demasiado "inteligente" para que pudiera haber aparecido sin una
pequeña ayuda divina. Hoy la cuestión está zanjada: resulta de la misma evolución de
la materia, no es fruto del azar. ¿Cómo pasamos entonces de lo inerte a lo vivo?
¿Cómo "inventó" la evolución a la reproducción, el sexo y la muerte, compañera inse-
parable?
Joël de Rosnay es, sin duda, una de las personas en mejores condiciones para
responder. Doctor en Ciencias, ex director del Instituto Pasteur, dirige hoy la Ciudad de
la Ciencia y de la Industria, y fue uno de los primeros que sintetizó nuestros conoci-
mientos acerca del origen de la vida en una obra que marcó una generación completa.
Formado en la química orgánica, pero divulgador por vocación y agitador infatigable,
siempre está diez años adelante y difunde en todo el mundo las últimas ideas. Apóstol
de la teoría de sistemas y pionero de la comunicación global, siempre trató de
armonizar, él también, ecología y modernidad, mundo viviente y tecnología, como si
supiera ver el planeta mejor que sus semejantes, con la distancia necesaria. Ha
mantenido la pasión por los orígenes y el rigor del investigador.
Hace más de un siglo, por cierto, que se conoce nuestra ascendencia simiesca y que se
intenta, con dificultades, aceptarla. Pero en estos últimos años explotó la ciencia de los
orígenes y se ha sacudido con violencia nuestro árbol genealógico: hasta se han caído
algunas especies peludas... Hoy contamos, por fin, con una unidad de tiempo y de
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lugar para escenificar este tercer acto, el de la comedia humana. Como si hubiera
relevado a la materia, el hombre ha utilizado un puñado de millones de años para
evolucionar e inventar cosas más y más complicadas: herramientas, la caza, la guerra,
la ciencia, el arte, el amor (siempre) y esa extraña propensión a preguntarse por sí
mismo, que no cesa de devorarle. ¿Cómo descubrió todas esas novedades? ¿Por qué
se le desarrolló, sin solución de continuidad, el cerebro? ¿En qué terminaron los
antepasados que no "tuvieron éxito"?
Yves Coppens, profesor del Collége de France, cayó muy pronto en la marmita de la
paleontología: de niño ya coleccionaba fósiles y soñaba con los yacimientos de Francia.
Y no ha dejado nunca de buscar las huellas del paso de sus lejanos antepasados.
Ingresó a la ciencia de los orígenes en momentos en que ésta vivía, en África, su
mayor epopeya. Junto con otros colegas, puso a la luz del día al más famoso de
nuestros esqueletos: a Lucy, la joven (¿y hermosa?) australopiteca, de tres millones y
medio de años de edad, muerta en plena juventud. A este buscador de huesos, amable
y bonachón, y a sus colegas, les parece que el nacimiento de la humanidad no fue un
accidente, que forma parte del mismo camino del universo del cual somos los últimos
florones. Y, tal como sus colegas, conoce la medida del tiempo: ¿qué son nuestros
milenios de civilización si se los compara con los millones de años que necesitó el
hombre para liberarse de la animalidad? ¿Qué vale nuestra sofisticación actual ante los
quince mil millones de años que se precisaron para configurar nuestra complejidad?
Nuestra historia no ha terminado, por cierto. Hasta nos atreveríamos a decir que está
comenzando. Pues parece que la complejidad continúa progresando y que sigue
galopando la evolución. Así pues, no podemos interrumpir el relato en nuestra extraña
época sin antes preguntarnos: ¿a dónde vamos? ¿Cómo va a continuar esta larga
aventura que fue cósmica, química y biológica y que ahora se convierte en cultural?
¿Cuál es el porvenir del hombre, de la vida, del universo? La ciencia, por supuesto, no
tiene respuestas para todo. Pero puede intentar algunas predicciones prudentes.
¿Cómo seguirá evolucionando el cuerpo? ¿Qué sabemos de la evolución del universo?
¿Hay otras formas de vida? En el epílogo, nosotros discutiremos cuatro.
Una advertencia, todavía: hemos querido evitar toda tentación determinista, todo
prejuicio finalista. Que nos perdone el lector si por simplificar las cosas se nos escapan
palabras escabrosas: no, no se puede decir que la materia "inventa", que la naturaleza
"fabrica" o que el universo "sabe". Esta "lógica" de la organización sólo es una
comprobación. La ciencia se niega a discernir allí una intención. Que cada uno lo
interprete a su modo. Si bien nuestra historia parece, a pesar de todo, tener un
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sentido, no se puede afirmar, empero, que nuestra aparición era ineluctable, por lo
menos en este pequeño planeta. ¿Quién puede enumerar las pistas infructuosas que
siguió la evolución antes de celebrar nuestro nacimiento? ¿Quién puede negar que el
resultado actual es todavía de una fragilidad extrema?
Sí, sin duda es la más bella historia del mundo porque es la nuestra. La llevamos en lo
más hondo de nosotros mismos: nuestro cuerpo está compuesto por átomos del
universo, nuestras células encierran una porción del océano primitivo, la mayoría de
nuestros genes es común con la de nuestros vecinos, los primates, nuestro cerebro
posee los estratos de la evolución de la inteligencia, y, cuando se forma en el vientre
materno, el hombre pequeño rehace, aceleradamente, el recorrido de la evolución
animal. Es la más bella historia del mundo. ¿Quién podría negarlo?
Pero sea cual sea la visión, mística o científica, que tengamos de nuestros orígenes,
sean cuales sean nuestras convicciones, deterministas o escépticas, religiosas o
agnósticas, sólo hay una moraleja que valga en esta historia, un solo dato esencial:
sólo somos chispas irrisorias en relación con el universo. Ojalá tengamos la sabiduría
de no olvidarlo.
DOMINIQUE SIMONNET
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ACTO I
EL UNIVERSO
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Escena 1 EL CAOS
La escena es blanca, infinita. Por todas partes, únicamente, hay una claridad
implacable, la luz de un universo incandescente, el caos de una materia que aún
carece de sentido y de nombre...
Dominique Simonnet: El comienzo de nuestra historia, el origen del universo del que
nos habla la ciencia hace algunos años, es una explosión de luz en la noche de los
tiempos. Pero antes de interesarnos en este fenómeno, no podemos dejar de pre-
guntar por lo que había antes.
Hubert Reeves: Cuando uno evoca el comienzo del universo, choca inevitablemente
con el vocabulario. La palabra "origen" nos indica un acontecimiento que se sitúa en el
tiempo. Nuestro "origen" personal, por ejemplo, es el momento en que nuestros
padres hicieron el amor y nos concibieron. Hay un "antes" y un "después". Podemos
fecharlo, inscribirlo en el hilo de la historia. Y aceptamos que el mundo existía antes de
ese instante.
- Pero en el otro caso hablamos del origen de los orígenes, del primerísimo...
- Dices "si hay origen del universo "... ¿No es algo seguro, entonces?
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evolución sucede desde un pasado distante que se sitúa, según las estimaciones, hace
diez o quince mil millones de años. Hoy disponemos de numerosos elementos
científicos que establecen el retrato del universo en ese momento: está
completamente desorganizado, no posee ni galaxias, ni estrellas, ni moléculas, ni
átomos, ni siquiera núcleos de átomos... Sólo es un caldo de materia informe a una
temperatura de miles de millones de grados. Es lo que se ha llamado el "Big Bang".
-No poseemos ningún elemento que nos lleve a un período anterior a ese suceso, ni el
menor indicio que nos permita retroceder más en el pasado. Todas las observaciones,
todos los datos de la astrofísica se detienen en la misma frontera. ¿Significa esto que
el universo "comenzó" hace quince mil millones de años? ¿El Big Bang es verdadera-
mente el origen de los orígenes? Nada sabemos.
- Sin embargo, eso se enseña en las escuelas-, el universo comenzó con el Big Bang,
una explosión
formidable de luz, hace quince mil millones de años. Y también lo repiten los
investigadores desde hace unos años...
- Parece una coartada de científicos, ¿verdad? Cuando se cuenta una historia, siempre
hay un comienzo. Y como ahora hablamos de la historia" del universo, no es estúpido
buscarle un comienzo. - Todas las historias, entre nosotros, han tenido, por cierto, un
comienzo. Pero conviene desconfiar de las extrapolaciones. Se puede decir lo mismo
del reloj de Voltaire: su existencia demostraba, según él, la existencia de un relojero.
Este razonamiento, impecable a escala nuestra, ¿sigue siéndolo para el "reloj" del
universo? No estoy seguro. Y habría que saber, además, si, como dice Heídegger,
nuestra lógica es la instancia suprema, si los argumentos que valen en la Tierra se
pueden extrapolar a todo el universo. La única pregunta verdadera es la de nuestra
existencia, la de la realidad, la de nuestra conciencia: "¿Por qué hay algo en lugar de
nada?", se pregunta Leibniz. Pero se trata de una pregunta puramente filosófica; la
ciencia es incapaz de responderla.
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El horizonte de nuestros conocimientos
- Para eludir este quebradero de cabeza, ¿podríamos definir el Big Bang como el
comienzo del espacio y el tiempo?
- A los especialistas les puede bastar una abstracción para figurarse el Big Bang. Pero
los demás necesitan de una metáfora. Se lo suele describir como una bola concentrada
de materia que estalla en un gran resplandor de luz que llena el espacio...
-Difícil de imaginar. ¿Qué representación visual se puede tener entonces del Big Bang?
¿Y Dios?
- Sea infinito o no, esa imagen equivale bastante a la creación del mundo que propone
la Biblia: "Yla luz se hizo"...
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- Esta similitud perjudicó mucho tiempo la credibilidad de la teoría del Big Bang cuando
se la propuso a principios de los años treinta. Especialmente después de las
declaraciones del papa Pío XII:la ciencia ha reencontrado el "Fiat lux". La actitud de los
comunistas de Moscú fue también muy reveladora en esa época. Después de rechazar
totalmente esas "gansadas papales", advirtieron que esta teoría podía confirmar el
dogma comunista del materialismo histórico. "¡Lenin lo había dicho!"... Sin embargo, a
pesar de las tentativas de cooptación religiosa y política, el Big Bang terminó por
imponerse. No han cesado de acumularse pruebas a su favor en el curso de los
decenios y casi la totalidad de los astrofísicos reconocen que esta teoría es el mejor es-
cenario de la historia del cosmos. Con excepción de Fred Hoyle, astrofísico inglés,
ardiente defensor de un universo estático: él, por burlarse, lo llamó "Big Bang". El
nombre ha quedado...
- Pero sucede que no sólo la religión cristiana, sino también numerosas mitologías
explican la creación del mundo mediante una explosión de luz. ¿No resulta por lo
menos perturbador?
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lee en el Génesis. También se recurrió con frecuencia a la metáfora del huevo. Un
líquido aparentemente informe, en el interior del huevo, se convierte en polluelo. Es
una hermosa imagen de la evolución del universo. Para los chinos, el huevo se separa
en dos mitades que van a constituir, cada una por separado, el cielo y la Tierra. No
obstante, en estas mitologías, el caos se relaciona con el agua y la oscuridad. En la
cosmología moderna, en cambio, está constituido por calor y luz.
- Sin embargo, las analogías entre el relato científico y estos mitos son innegables...
- Durante dos milenios, la tradición filosófica consideró que el universo era eterno y no
cambiaba. Aristóteles lo dijo con claridad y sus ideas dominaron el pensamiento
occidental por más de dos mil años. Creía que las estrellas están hechas de una
materia imperecedera y que los paisajes del cielo son inmutables. Hoy sabemos,
gracias a los instrumentos modernos, que se equivocó. Las estrellas nacen y mueren
después de vivir varios millones o miles de millones de años. Brillan porque queman su
carburante nuclear y se extinguen cuando éste se les agota. Hasta podemos averiguar
la edad de cada una.
- Bella deducción...
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- Que hoy confirma la cosmología con tres comprobaciones: 1) el mundo no ha existido
siempre; 2) está cambiando; 3) este cambio se aprecia en el paso de lo menos eficaz a
lo más eficaz, es decir, de lo simple a lo complejo.
- ¿Cómo?
- A nuestra escala, la luz viaja muy rápido, a trescientos mil kilómetros por segundo.
Pero a escala del universo, esta velocidad es irrisoria. La luz tarda un segundo en
llegarnos desde la Luna, ocho minutos desde el Sol, pero tarda cuatro años en recorrer
el camino desde la estrella más cercana, ocho desde Vega y miles de millones de años
desde algunas galaxias. Nuestros telescopios nos permiten observar astros muy
distantes, los cuasares porejemplo, cuya luminosidad es diez mil veces mayor que la
de toda nuestra galaxia. Algunos cuasares están situados a doce mil millones de años
de distancia. Los vemos, entonces, en el estado en que se encontraban hace doce mil
millones de años.
- Cuando enfocas el telescopio hacia una región del universo observas, entonces, un
momento de su historia.
- ¿Significa esto que el cielo que observamos por la noche, los astros que vemos, esos
millares de estrellas, esas galaxias, sólo son ilusiones, una superposición de imágenes
del pasado?
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- En sentido estricto, nunca se puede ver el estado presente del mundo. Cuando te
miro, te veo en el estado en que te encontrabas hace una centésima de microsegundo
-el tiempo que la luz ha tardado en llegarme-. Una centésima de microsegundo es
mucho tiempo a escala atómica, aunque resulte imperceptible para nuestra conciencia.
Pero los seres humanos no desaparecen en ese lapso, y puedo plantear sin riesgo la
hipótesis de que siempre estás allí. Lo mismo ocurre con el Sol: no cambia tanto en los
ocho minutos que emplea la luz en llegarnos. Las estrellas que vemos a simple vista
por la noche, las de nuestra galaxia, están relativamente cerca. Pero las cosas son
muy distintas con los astros distantes que detectamos con poderosos telescopios. El
cuasar que veo a doce mil millones de añoz luz de distancia quizás ya no exista en la
actualidad.
- ¿Sepodría ver entonces aún más lejos, todavía más temprano, hasta ese famoso
horizonte, el Big Bang?
- El Big Bang sigue siendo, por lo tanto, muy abstracto. Hasta cabe preguntarse si
sólo es producto de la imaginación de los científicos, si verdaderamente es real.
- Como toda teoría científica, la del Big Bang se funda a un tiempo en un conjunto de
observaciones y en un sistema matemático (la relatividad general de Einstein) capaz
de reproducir sus valores numéricos. Esta teoría es creíble porque ya predijo
correctamente el resultado de varias observaciones y se han confirmado sus
predicciones. Esto muestra que el Big Bang no es sólo producto de la imaginación de
los científicos, sino que toca la realidad del mundo.
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decenas de miles de kilómetros por segundo. Según la teoría de la relatividad general
de Einstein, esta expansión implica un enfriamiento progresivo del universo. Su
temperatura actual es de unos tres grados absolutos, es decir, menos de 270 grados
Celsius. Y el enfriamiento avanza desde hace unos quince mil millones de años.
- ¿Y cómo se lo sabe?
- Las comparaciones, dijimos, son engañosas. La del budín de pasas sugiere que el
universo era más pequeño que el de hoy. Nada es menos seguro. Podría haber sido
infinito y siempre haberlo sido...
- ¡Un momento? ¿Cómo nos vamos a imaginar un universo infinito desde su origen y
que empieza a crecer?
- Hay varias otras. Consideremos, por ejemplo, la edad del universo. Se la puede
calcular de diversos modos. O bien por el movimiento de las galaxias, o bien por la
edad de las estrellas (analizando su luz) o por la edad de los átomos (calculando la
proporción de algunos que se desintegran en el curso del tiempo). La idea del Big Bang
exige que el universo sea más viejo que las estrellas más antiguas y que los más
antiguos átomos. ¡Y bien! En los tres casos se advierte que las edades se aproximan a
quince mil millones de años, lo que refuerza la credibilidad de nuestra teoría. Y además
contamos también con nuestros fósiles...
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Los fósiles del espacio
- Se trata de fenómenos físicos de los más antiguos tiempos del cosmos y cuyas
características nos permiten reconstituir el pasado, tal como los prehistoriadores lo
hacen con fragmentos de huesos. La "radiación fósil", por ejemplo, que se emitió en un
período en que el universo tenía temperaturas de varios miles de grados. Es un
vestigio de la luz formidable que existía entonces, poco después del Big Bang, una
pálida luminosidad uniformemente repartida en el universo. Nos llega bajo la forma de
ondas radiomilimétricas detectables con antenas adecuadas en todas las direcciones
del cielo. Es la imagen del cosmos hace quince mil millones de años, la imagen más
antigua del mundo.
- La luz está constituida por partículas que llamamos "fotones". Cada centímetro cúbico
de espacio contiene cerca de cuatrocientos de estos granos de luz. La mayoría está
viajando desde los primeros tiempos del universo y las estrellas han emitido los
demás.
-En realidad, medimos la temperatura del espacio. Podemos hacerlo con gran precisión
gracias, especialmente, a las sondas espaciales: son 2,716 grados absolutos. Ahora
bien, existe una relación simple entre la temperatura y la cantidad de fotones. El
cálculo nos da 403 granos de luz en cada centímetro cúbico de espacio. Hermoso, ¿no?
- ¿Lo que previo la teoría está conforme, entonces, con lo que hoy se obsewa?
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grados durante el tiempo del viaje de la luz de esta galaxia hasta nosotros, lo que
prueba que vivimos en un universo que se enfría.
Lo negro de la noche
- Este: también los átomos de helio son fósiles; su población relativa en el universo
también está de acuerdo con la teoría e indica que el universo del pasado alcanzó una
temperatura de por lo menos diez mil millones de grados. Y hay pruebas indirectas,
como la oscuridad del cielo nocturno.
- ¿No hay nada, entonces, que hoy se oponga a la teoría del Big Bang?
- Digamos, más bien, que en el mercado de las teorías cosmológicas, el Big Bang es,
con mucho, la mejor opción. Ningún otro escenario explica de manera tan sencilla y
natural el conjunto impresionante de observaciones que se ha realizado. Ninguno ha
hecho tantas predicciones exitosas... El escenario del Big Bang, por cierto, aún está
lejos de ser satisfactorio. Tiene muchas debilidades y puntos oscuros. Se trata de un
programa que se está perfeccionando en medio de vacilaciones y tanteos. Todavía se
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lo va a modificar, sin duda, y quizás se lo incluya en un esquema más vasto. Pero lo
esencial debería subsistir.
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Escena 2: EL UNIVERSO SE ORGANIZA
La sopa de letras
- Es una crema primitiva, se suele decir. Lo que significa que todo está mezclado,
desordenado, desorganizado.
- Me gusta compararla con esas sopas de mi infancia, que contenían pastas con forma
de letras del alfabeto y con las cuales nos divertíamos escribiendo nuestro nombre. En
el universo, estas letras, es decir las partículas elementales, se van a reunir formando
palabras, las palabras se asociarán a su vez para formar frases y éstas también se las
van a arreglar más tarde para armar parágrafos, capítulos, libros... En cada nivel, los
elementos se van reagrupando para formar nuevas estructuras en un nivel superior. Y
cada una posee propiedades que los elementos, individualmente, no poseen. Se habla
de "propiedades emergentes". Los quarks se asocian en protones y neutrones. Más
tarde, éstos se reunirán en átomos, que formarán moléculas simples, que a su vez
compondrán moléculas más complejas, que... Es la pirámide de alfabetos de la
naturaleza.
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El primer segundo
- ¡Qué precisión! ¿Pero cómo se puede conocer el primer segundo del universo, e
incluso fracciones ínfimas del primer segundo, si ni siquiera sabemos si el universo
tiene diez o quince mil millones de años?
- Sea cual sea el momento en que ocurrió, se trata, de todos modos, del primer
segundo. Hay que omprender las palabras. "Primer segundo" señala el lapso en que el
universo tenía una temperatura de diez mil millones de grados. Y antes la temperatura
era aún mayor. La dificultad consiste en situar este primer segundo en nuestra
historia: decimos que a unos quince mil millones de años. Los grandes aceleradores de
partículas nos permiten reconstituir, por breves instantes, las fuertes densidades de
energía de esa época. Corresponden a temperaturas de 1016 grados. Sólo reinaron en
el escenario cósmico durante un micro-microsegundo. Pero conviene repetir que este
cronometraje sólo tiene sentido en la teoría del Big Bang. Se trata de un reloj
convencional, una suerte de punto de referencia.
- Comprobamos, sin embargo, que la física llegaba a sus propios límites, que parecía
carecer de medios ante el Big Bang.
- Contamos con dos buenas teorías: la física cuántica, extremadamente precisa, que
describe el comportamiento de las partículas siempre que no estén inmersas en un
campo de gravedad demasiado fuerte, y la teoría de la relatividad de Einstein, que da
cuenta del movimiento de los astros pero ignora el comportamiento cuántico de las
partículas. Los límites de la física se sitúan a temperaturas de alrededor de 1032 grados
(la "temperatura de Planck"). A esta temperatura, las partículas, precisamente, están
sometidas a campos de gravedad muy fuertes. Y ya no sabemos calcular sus
propiedades... Nadie ha resuelto este problema todavía. Hace cincuenta años que es
nuestro límite. Nos haría falta otro Einstein.
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ces, que el universo se enfriara para que las fuerzas pudieran actuar e intentar las
primeras combinaciones de la materia.
- Es una pregunta muy amplia, que roza el límite de la metafísica... ¿Por qué hay
fuerzas? ¿Por qué tienen la forma matemática que conocemos? Hoy sabemos que en
todas partes son las mismas, de aquí a los confines del universo, y que no han cam-
biado en absoluto desde el Big Bang. Lo que puede desconcertar en un universo donde
todo cambia...
- Se ha podido verificar de varios modos. Hace algunos años unos ingenieros de minas
descubrieron, en Gabón, un depósito de uranio de composición muy especial. Todo
indicaba que el mineral había estado sometido a una intensa radiación. Una especie de
reactor natural se había gatillado espontáneamente en esa mina hace unos mil
quinientos millones de años. La comparación de la abundancia relativa de núcleos
atómicos con la de nuestros reactores, demostró que la fuerza nuclear tenía en esa
época exactamente las mismas características que hoy tiene. También se puede saber,
comparando las propiedades de fotones jóvenes y viejos, si ha cambiado la fuerza
electromagnética.
- ¿Cómo se hace? -
-Los espectroscopios nos permiten detectar fotones emitidos por átomos de hierro
provenientes de una galaxia lejana. Son fotones "viejos", que están viajando,
digámoslo así, desde hace doce mil millones de años.
- No es fácil comprender esa idea. ¿Se reciben, verdaderamente, partículas viejas que
se pueden atrapar?
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período en que el universo estaba a diez mil millones de grados, es decir, hace quince
mil millones de años.
- ¿En qué tablas de piedra, como las de Moisés, existen esas fuerzas? ¿Se sitúan "más
allá" del uní-verso, en ese mundo de ideas que tanto estimaban los platónicos? No son
preguntas nuevas; se las discute hace dos mil quinientos años. Los progresos de la
astrofísica han devuelto este debate al primer plano, pero no nos permiten resolverlo.
Sólo podemos decir que, al revés de lo que ocurre al universo, que no cesa de
modificarse, estas leyes de la física no cambian ni en el espacio ni en el tiempo. En el
marco de la teoría del Big Bang han presidido la elaboración de la complejidad. Las
propiedades de estas leyes, son, por lo demás, aún más asombrosas. Sus formas
algebraicas y sus valores numéricos parecen sumamente ajustados.
- Supongamos que la fuerza nuclear fuera algo más fuerte. Todos los protones se
habrían reunido rápidamente y formado núcleos pesados. No quedaría hidrógeno para
asegurar al Sol su longevidad ni para formar la napa acuática terrestre. La fuerza
nuclear tiene exactamente intensidad bastante para producir algunos núcleos pesados
(los del carbono, del oxígeno), pero no la suficiente para eliminar el hidrógeno. La
dosis justa... Se puede decir que, en cierto modo, la complejidad, la vida y la
conciencia ya estaban en potencia desde los primeros instantes del universo, que
estaban "inscritas" en la forma misma de las leyes. Pero no como "necesidad", sino
como posibilidad.
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alegórico, se puede decir, con sumo cuidado: si la "naturaleza" (o el universo, o la
realidad) tuvo la "intención" de engendrar seres conscientes, habría "hecho" exacta-
mente lo que hizo. Es un razonamiento a posteríori, por supuesto, pero eso no lo priva
de interés.
La lección de la Luna
- Hace mucho que esta idea de la perfección de los cuerpos celestes influye en el
pensamiento occidental. Antes de Galileo jamás se mencionaron en occidente las
manchas solares, que son visibles a simple vista y que los chinos conocían en la
Antigüedad. La frase "lo creo cuando lo veo" se puede invertir: "lo veo cuando lo creo".
Todo quedó en duda cuando Galileo, con su pequeño anteojo, observó por primera vez
las montañas de la Luna. "La Luna es como la Tierra. La Tierra es un astro. No hay dos
mundos, sino uno solo, regido por las mismas leyes". Newton va más lejos: una misma
fuerza es la que hace caer una manzana y mantiene en órbita a la Luna alrededor de la
Tierra y a ésta en torno del Sol. Se trata de la gravitación "universal", que va a utilizar
para explicar el movimiento de los planetas. Las leyes de la física terrestre se aplican
al mundo entero.
- Hacía mucho que en el siglo XIX se conocía la fuerza eléctrica que atrae el polvo
sobre el ámbar; y también la fuerza magnética que orienta las agujas de las brújulas.
El trabajo de numerosos físicos mostró que se trataba de una sola fuerza, a la que se
llamó electromagnética y que se manifiesta de distinto modo según el contexto. En el
siglo XX se descubrió otras dos fuerzas: la nuclear y la débil. Hacia 1970 se demostró
que la fuerza débil y la fuerza electromagnética sólo eran dos manifestaciones de la
fuerza llamada "electrodébil". A los físicos les gustaría unificar todas las fuerzas; pero
de momento sólo se trata de un sueño...
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- En este siglo se han encontrado dos fuerzas. ¿No podría haber otras?
- Es posible. Los físicos hacen el inventario de las fuerzas, como los botánicos de las
flores. Nada nos permite afirmar que hemos terminado el recuento. Hace unos diez
años se planteó la noción de una quinta fuerza; pero no resistió el análisis.
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- La complejidad no avanza a ritmo regular. La fuerza electromagnética entra en
acción cuando la temperatura desciende a menos de tres mil grados. Sitúa en órbita
los electrones en torno de los núcleos y crea de este modo los primeros átomos de
hidrógeno y de helio. La desaparición de los electrones libres provoca un universo
trasparente: los fotones, esos granos de luz, ya no están afectados por la materia del
cosmos. Vagan por el espacio y progresivamente se degradan y convierten en energía.
Aún están allí, envejecidos y degradados, constituyendo la radiación fósil... La
evolución hace una nueva pausa en seguida. Habrá que esperar cien millones de años
para que vuelva a empezar.
- Por acción de la fuerza de gravedad, la materia, que hasta entonces era homogénea,
comienza a formar grumos. Desde que los núcleos capturaron electrones, el campo
quedó libre y se pudieron formar estructuras de gran escala. Anteriormente, todo
intento de concentración de materia era neutralizado muy rápido por el juego de los
fotones sobre los electrones. Esta vez la materia se va a poder condensar en
galaxias...
- Hay que confesar que conocemos muy mal este período de la historia. Los
investigadores anglosajones lo califican de "edad oscura de la cosmología". Las
observaciones del satélite COBE nos han mostrado que en ese momento la materia no
era perfectamente homogénea e isoterma. Regiones ligeramente más densas que el
promedio desempeñaban el rol de "gérmenes" de galaxias. Su atracción arrastra pro-
gresivamente hacia ellas la materia del entorno. Su masa se va ampliando. Este efecto
de "bola de nieve" les permite crecer hasta formar las magníficas galaxias que hoy
vemos en el cielo.
- ¿Este fenómeno se produjo por todas partes y en el mismo momento? ¿No hay
entonces desiertos en el universo?
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- Una mota de polvo en el universo...
- Encantador...
- nos cien millones de años después del Big Bang ya no se presenta bajo la forma de
una espesa crema homogénea como en los primeros tiempos. Tiene la fisonomía que le
conocemos: un vasto espacio, poco denso, sembrado de esas soberbias islas galácticas
un millón de veces más densas que él. Al interior de éstas, la materia se condensa por
la acción de la fuerza de gravedad y forma astros. Esto provoca un aumento de la
temperatura. Los astros escapan así al enfriamiento general que continúa ; en su
entorno. Se calientan, dejan escapar energía: as estrellas empiezan a brillar. Las
mayores, cincuenta veces más masivas que nuestro Sol, agotarán su combustible
atómico en tres o cuatro millones de años. Las menores vivirán durante miles de
millones de años.
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- La rotación las aplana y les da esa forma de disco que les conocemos. También
nuestra Tierra está ligeramente achatada por su rotación. Y también el Sol.
- Newton se planteó la misma pregunta. Como las estrellas son objetos masivos, se
dijo, se atraen mutuamente. ¿Y por qué no caen unas sobre otras? La Luna no se
estrella contra la Tierra, porque gira alrededor de nosotros: la fuerza centrífuga,
asociada a su movimiento, equilibra la fuerza de gravedad. Lo mismo ocurre con la
Tierra y el Sol: la rotación de nuestro planeta en torno del astro le impide estrellarse
contra él. ¿Y qué ocurre con las estrellas? Newton nunca pudo resolver este enigma.
- ¿ Y cuál es la respuesta?
- ¿Pero qué impide entonces que las galaxias caigan unas sobre otras? Que se sepa,
no hay un centro del universo.
- No hay respuesta definitiva para esta pregunta. Imaginemos que tiramos una piedra
en el azul del cielo. Hay dos posibilidades: o bien esa piedra empieza a caer sobre
nosotros o bien se eleva. Y en este caso, ¿qué va a suceder? Hay dos posibilidades: o
bien caerá de retorno a la Tierra o bien escapará a su atracción y jamás volverá al
suelo. Todo depende de la velocidad con que la lancemos. Si es inferior a once
kilómetros por segundo, caerá. En caso contrario, escapará de la atracción terrestre.
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alejándose indefinidamente (el escenario del "universo abierto"); si es fuerte, las
galaxias van a terminar por invertir su movimiento y se volverán las unas hacia las
otras (el escenario del "universo cerrado"). Estos son los dos futuros posibles del
universo.
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Escena 3 ¡TIERRA!
- Estas reacciones nucleares despiden al espacio una gran cantidad de energía bajo
forma de luz. La estrella brilla. Nuestro Sol "funciona" a hidrógeno desde hace cuatro
mil quinientos millones de años. Las estrellas más masivas brillan mucho más y agotan
su hidrógeno en algunos millones de años. Entonces la estrella vuelve a contraerse. Y
su temperatura aumenta hasta sobrepasar cien millones de grados. El helio, ceniza del
hidrógeno, se convierte, a su vez, en carburante. Un conjunto de reacciones nucleares
va a permitir entonces combinaciones inéditas: tres helios se asocian y dan carbono, y
cuatro helios dan oxígeno.
- ¿Pero por qué no se produjeron estas reacciones en el instante del Big Bang?
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algunos minutos. Es muy poco para fabricar una cantidad importante de carbono. Esta
vez, en las estrellas, los ensamblajes se van a poder efectuar en el curso de millones
de años.
- Durante los millones de años que siguen, el centro de las estrellas se va a poblar, en
efecto, de núcleos de carbono y oxígeno. Estos elementos desempeñarán un rol
fundamental en la continuación de la historia. En particular el carbono, con su con-
figuración atómica propia, se presta fácilmente para la fabricación de las largas
cadenas moleculares que intervendrán en la aparición de la vida. El oxígeno entrará en
la composición del agua, otro elemento indispensable para la vida.
Polvo de estrellas
- Así mueren las grandes estrellas. Dejan, no obstante, en esos lugares, un residuo
estelar contraído, que se convierte en estrella de neutrones o en un agujero negro. Las
estrellas pequeñas, como el Sol, se extinguen con mayor lentitud. Evacúan su materia
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sin violencia y se transforman en enanas blancas. Se enfrían lentamente y se
transforman en cadáveres celestiales sin brillo.
- En esta época, en el universo sólo hay gas, bolas estelares de fuego; pero aún no
hay materia sólida.
- Es necesario entonces que las estrellas mueran para que otras nazcan. ¡Ya en el
espacio la aparición de lo nuevo exige la muerte de lo viejo!
- Los átomos de nuestra biosfera han sido creados, por fuerza, en los crisoles de
estrellas y se los ha liberado en el espacio al morir ellas. Estas generaciones
entremezcladas de estrellas y de átomos empezaron algunos cientos de millones de
años después del Big Bang. Continuarán durante decenas de miles de millones de
años. El espacio se convierte en una especie de selva de astros: hay grandes,
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pequeños, jóvenes y viejos que mueren, se disgregan y enriquecen el terreno para
alimentar nuevos retoños. En nuestra galaxia se sigue formando un promedio de tres
estrellas por año. Y así fue como, bastante tarde, hace sólo cuatro mil quinientos
millones de años, una estrella que nos interesa particularmente, nuestro Sol, nacería
en la periferia de una galaxia en espiral, la Vía Láctea.
- Es una estrella de tamaño mediano en nuestra galaxia. Sobre cien mil millones de
estrellas, por lo menos mil millones se le parecen mucho. Cuando el Sol nació en un
brazo exterior de la Vida Láctea, hace cuatro mil quinientos millones de años, era
mucho más grande que hoy, y rojo. Poco a poco se contrajo, se tornó amarillo y
aumentó su temperatura interior. Después de una decena de millones de años,
comenzó a transformar su hidrógeno en helio, como una bomba H gigante cuyo
funcionamiento está controlado. Este fenómeno de fusión nuclear le va a asegurar
estabilidad y luminosidad.
- Esta estrella trivial por lo menos consiguió atraer planetas y constituir un sistema
alrededor de ella.
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exactamente iguales: cuatro mil quinientos sesenta millones de años. El Sol y sus
planetas aparecieron al mismo tiempo, en un período en que nuestra galaxia ya tenía
más de ocho mil millones de años.
- Al nacer, los grandes planetas son bolas de fuego incandescentes. Mientras mayor
masa tiene el planeta, más importante es el calor y más tiempo se necesita para
evacuarlo. En los cuerpos pequeños, como los asteroides, esto sucede muy rápido. La
Luna y Mercurio disiparon en el espacio su calor inicial en el curso de algunos cientos
de millones de años. Hace mucho que estos astros carecen de fuego interior y por lo
tanto de actividad geológica. La Tierra ha necesitado de más tiempo. Hoy guarda en su
corazón un brasero que provoca movimientos de convección de la piedra todavía
fluida. Estos fenómenos originan los desplazamientos de continentes, las erupciones
volcánicas y los temblores de tierra. Esta inestabilidad geológica es preciosa, por lo
demás: provoca variaciones climáticas que desempeñan un rol importante en la
evolución de los seres vivos.
El agua líquida
- Es el único que posee agua líquida. Hay mucha agua en el sistema solar: bajo forma
de hielo en los satélites de Júpiter y Saturno, donde la temperatura es muy baja; bajo
forma de vapor, en la tórrida atmósfera de Venus, que está más cerca del Sol. Su
órbita mantiene a la Tierra a una distancia adecuada para que el agua continúe en
estado líquido.
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- Parece que Marte también poseía agua líquida, como lo indicarían esos canales secos
que han mostrado las sondas espaciales.
- Es probable que hace por lo menos mil millones de años haya corrido por su
superficie algún tipo de fluido. Hace mucho que ya no es así. ¿Por qué? No se sabe
muy bien. La masa de Marte es pequeña y su actividad tectónica es hoy muy débil.
- Realmente no lo sabemos. Los dos planetas se parecen mucho. Tienen casi la misma
masa y casi la misma cantidad de carbono... En Venus, no obstante, el carbono se
encuentra en la atmósfera, mientras que en la Tierra yace en el fondo de los océanos
en forma de roca caliza. La composición atmosférica inicial de ambos planetas era
fundamentalmente semejante, sin embargo."
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invernadero, que mantiene la temperatura a quinientos grados. Estos dos planetas,
prácticamente idénticos, evolucionaron, entonces, de manera muy diferente.
Convulsión de atmósfera
- Es el átomo ideal para las construcciones moleculares. Posee cuatro engarces con los
cuales desempeña un rol de bisagra entre numerosos átomos.
- ¿Entonces es absurdo imaginar que en alguna parte del universo hay formas de vida
a base de silicio?
- Es muy improbable. Las moléculas de más de cuatro átomos que hemos identificado
con radiotelescopios en nuestra galaxia y en otras galaxias siempre contienen carbono
y nunca silicio. Esta observación sugiere, con fuerza, que si existe vida en otra parte,
también está construida con carbono.
- Al nacer la Tierra, hace cuatro mil quinientos millones de años, las condiciones no son
favorables en absoluto. La temperatura del sol es demasiado alta. Además, en esta
época, en el espacio pululan pequeños cuerpos que más tarde absorberán los astros de
mayor masa (el sistema solar hizo su propio arreglo). El bombardeo de meteoritos y de
cometas es de extrema violencia. Los estudios del cometa Halley, efectuados durante
su último paso, en 1986, mostraron la presencia de una cantidad importante de
hidrocarburos. Es probable que las colisiones de los primeros mil millones de años
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aportaran a la superficie terrestre, además de agua, una porción importante de
moléculas complejas. Estos cometas, a los que en siglos anteriores se consideraba
portadores de muerte y destrucción, jugaron probablemente unpapel benéfico en la
aparición de la vida. Menos de mil millones de años después del nacimiento de la
Tierra, el océano estaba repleto de organismos vivientes, entre los cuales había las
primeras algas azules.
- Final del primer acto, el más largo, el más lento. Llegamos a la Tierra después de
varios miles de millones de historia del universo. En este planeta, a partir de entonces,
las cosas se aceleran considerablemente.
- Sí. El universo edificó las mismas estructuras en todo el espacio. Jamás hemos
observado en las estrellas y en las galaxias más distantes un solo átomo que no exista
en laboratorio.
- Lo que sugiere que la misma historia ha podido desarrollarse en otra parte, y que
existiría vida en otros planetas.
- Advertimos que en todas partes los quarks han formado protones y neutrones, que
éstos se asocian formando átomos y éstos, a su vez, moléculas. Que en todas partes
las nubes de materia interestelar se acumulan y dan a luz estrellas. Podemos imaginar
que algunas poseen cortejos de planetas y que algunos cuentan con agua líquida
propicia para la aparición de la vida. Todo esto es plausible, pero aún no demostrado.
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La jornada de la Tierra
- Sí. Si se convierten los cuatro mil quinientos millones de años de nuestro planeta en
un solo día, y suponemos que apareció a las doce de la noche, la vida, entonces, nació
hacia las cinco de la madrugada y se desarrolló en el resto del día. Hacia las ocho de la
noche aparecen los primeros moluscos. Hacia las once, los dinosaurios, que
desaparecen a las doce menos veinte y dejan el campo libre para la rápida evolución
de los mamíferos. Nuestros antepasados sólo surgen en los cinco últimos minutos
antes de las doce de la noche y se les duplica el cerebro en el último minuto del día.
¡La revolución industrial sólo ha comenzado hace un centesimo de segundo!
- Y nos rodea gente que cree que lo que hace desde esa fracción de segundo puede
durar indefinidamente. Es imposible no advertir una lógica en el desarrollo de este
primer acto, una especie de pulsión de complejidad que dispara al universo hacia
sucesivas organizaciones, unas dentro de otras como las muñecas rusas, desde el caos
hacia la inteligencia. Un sentido, me atrevería a decir...
- Antes se decía que la probabilidad de que apareciera la vida era tan débil como la de
ver que un mono escribiera la obra de Shakespeare. Hoy hay numerosas razones para
pensar que la aparición de la vida en un planeta adecuado no es de ningún modo
improbable. Sea como sea, probable o improbable, se puede afirmar que, desde los
primeros tiempos del cosmos, la posibilidad (pero no la necesidad) de la aparición de la
vida, cuya aventura nos va a contar Jöel de Rosnay, estaba inscrita en la forma misma
de las leyes de la física.
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