Ribera Antonio - ¿De Veras Los Ovnis Nos Vigilan?
Ribera Antonio - ¿De Veras Los Ovnis Nos Vigilan?
Ribera Antonio - ¿De Veras Los Ovnis Nos Vigilan?
PRESENTACIÓN
En este libro nos vamos a ocupar de uno de los mayores enigmas que tiene
planteada la Humanidad contemporánea: el representado por la presencia en
nuestro s cielos y, muchas veces también, en la superficie de nuestro
Planeta, de unos objetos, que muchas. veces no dudaríamos en calificar de
«máquinas», y cuyo origen y naturaleza aún permanecen envueltos en el
mas impenetrable misterio.
Dando, con André de Cayeux, cuatro millones de años como promedio para
la vida de una especie zoológica, el hombre, como especie, se halla al
comienzo de su vida filogenética; en realidad, apenas acaba de salir de la
Prehistoria. Durante miles de años, la cultura humana permaneció estancada
en la fase abarcada por los inmensos tiempos del Neolítico: la vida del
hombre, agrícola y pastoral, se desenvolvía por cauces inmutables,
siguiendo la rueda de las estaciones. Sólo en el siglo XIX, con la
Revolución Industrial inglesa, la aparición de la máquina de vapor y la
electricidad, se inicia la vertiginosa curva ascendente que, según el ya
citado De Cayeux, hacia el año 2000 se convertirá en asíntota, es decir,
hallará su tangente en el infinito. Esto ha permitido que el citado pensador y
otros hablaran del «progreso uniformemente acelerado» que experimentan
la Ciencia y la Tecnología: un avance provoca otro, los descubrimientos se
acumulan y se impulsan mutuamente.
Pero nos estamos apartando del objeto de este libro. Es evidente que si
pretendemos que la Tierra haya sido visitada o lo esté siendo actualmente,
por máquinas tripuladas por seres inteligentes de origen extraterrestre, hay
que empezar por admitir que la vida, como fenómeno biológico, y la
inteligencia, como fenómeno psíquico, tienen una amplitud universal.
Aunque existen algunos ufólogos (el ya citado Creighton y especialmente el
norteamericano John Keel) que se inclinan por atribuir al fenómeno OVNI
un origen exclusivamente terrestre, diciendo que se trata de «algo» que ha
acompañado a la Humanidad desde siempre, como «la otra especie» con la
que compartimos este planeta, o manifestaciones de un universo paralelo,
etc., yo sustento, con el malogrado profesor James E. MacDonald, la
«hipótesis extraterrestre»; es decir, considero que nuestros visitantes
proceden del Cosmos.
Otro científico, esta vez del «mundo del socialismo», el soviético Nikolai
Kardachev, habla de varios niveles de civilización cósmica. El hombre se
hallaría en un nivel intermedio, salido, como hemos dicho, hace muy pocos
siglos de la Prehistoria y al comienzo del descubrimiento y utilización de la
energía nuclear. Pero otras civilizaciones mucho más viejas que la nuestra,
que habrían dispuesto de mucho más tiempo para evolucionar, habrían
superado ya la etapa tecnológica en que actualmente se encuentra la Tierra,
para acceder a realizaciones y descubrimientos inimaginables para nosotros.
«Toda tecnologia superior no podrá distinguirse de la magia» ha escrito
Arthur C. Clarke, el gran autor ingles de temas cientificos. Ésta es una
verdad que deberemos tener constantemente presente al estudiar el
problema de los OVNI.
Si, como suponemos, éstos proceden de una civilización del «tercer nivel
cósmico», como diría Kardachev, sus manifestaciones nos tienen que
resultar incomprensibles por definición. Seria absurdo, por ejemplo, que
nuestros visitantes espaciales descendiesen a la Tierra en cápsulas parecidas
al modulo lunar del Proyecto Apolo. El Proyecto Apolo, el cohete Saturno y
toda la infraestructura tecnológica que ha hecho posible el viaje a la Luna,
es muy probable que resultara algo tan anticuado, a los ojos de las
inteligencias que nos visitan, como lo son para nosotros la carreta de bueyes
y la diligencia.
¡Y sin embargo, se mueve!, dicen que exclamó Galileo, dando una patada
en el suelo, cuando los, miembros del Tribunal del Santo Oficio le
obligaron a abjurar de su peligrosa herejía copernicana. Galileo,
naturalmente, se refería a la Tierra, que según Coplosión y efectos
fisiológicos en hombres y animales, pero nosotros nos apropiamos de la
frase, pura leyenda según algunos, para aplicársela a los OVNI.
Pues bien: un hecho tan repetido, reiterado y observado por miles de seres
humanos, sencillamente «no existe». Ningún Gobierno quiere admitir
oficialmente su existencia; las academias y corporaciones científicas
guardan un sepulcral silencio a este respecto; los pocos sabios que se
atreven a afirmar valientemente que el fenómeno existe y merece ser
investigado, se convierten automáticamente en unos herejes que son vistos
con malos ojos por sus compañeros más «serios». ¿Cómo es posible que
hayamos llegado a tal grado de ceguera colectiva, que nos impide ver lo
evidente?
Esto no quiere decir, sin embargo, que los astrónomos no hayan visto
OVNIS por sus telescopios, En la excelente recopilación The Ufo Evidence,
realizada en 1964 por el NICAP (National lnvestigations Committee on
Aerial Phenomena) de Washington, figuran numerosas observaciones de
reputados astrónomos. Quizás una de las más notables, por su antiguedad y
el número de objetos avistados, fuese la que realizó la mañana del 12 de
agosto de 1883 el astrónomo mexicano José Bonilla, en el Observatorio de
Zacatecas. El señor Bonilla vio y fotografjó «formaciones» de objetos
circulares, que cruzaron frente al disco solar de Oeste a Este, a intervalos
regulares y en grupos de quince o veinte. Este astrónomo contó hasta
doscientos ochenta y tres de tales objetos, y envió un detallado informe de
su observación a la prestigiosa revista francesa LAstronomie. En abril de
aquel mismo año unas formaciones similares habían sido vistas sobre
Marsella, en Francia. Bonilla afirmó que los objetos eran discoidales y se
hallaban rematados por una «cúpula». Desde aquí invitamos a los
estudiosos mexicanos del fenómeno para que procuren hacerse con algunas
de estas extraordinarias fotografías, que sin duda se guardan en los archivos
del susodicho Observatorio.
En el siglo actual, cayeron más en los Estados Unidos. La última, que cayó
en la frontera de México, es de 1961.
Pues bien: estos raros meteoritos parece que contienen restos de vida.
Así, pues, sería lógico que los más raros fuesen los meteoritos que
provienen de la fina capa sedimentaria que cubría los fondos marinos del
hipotético planeta, que se desintegró, pues, cuando la vida ya existía en él.
Sus restos serían el «cinturón de asteroides».
Pero el doctor Harold Urey, Premio Nobel de Química, aún va más lejos
que Hoyle y Lyttleton, pues afirma: El número de mundos de nuestra
Galaxia capaces de desarrollar algún tipo de vida basada en el oxígeno es de
cien mil millones, es decir, uno por cada dos soles o estrellas de nuestro
sistema galactico
En toda una amplia zona situada sobre el sector atlántico de los montes
Pirineos, floreció hace aproximadamente 20.000 años la extraordinaria y
desconcertante «cultura francocantábrica», o magdaleniense, obra del
hombre de Cro-Magnon, perfecto ejemplar de Homo sapiens, de aventajada
estatura, poderosa osamenta, facciones enérgicas y correctas, nariz aquílina,
cuyos actuales descendientes se encuentran probablemente entre los
miembros del antiquísimo pueblo vasco. Es posible que el vascuence o
euskera, idioma de origen desconocido que aún se habla a ambos lados de
los Pirineos, sea en realidad una lengua fósil, que por un milagro de la
Naturaleza ha llegado hasta nuestros días. ¿Sería el euskera la lengua que
hablarían los hombres de la cultura francocantábrica? Es muy posible que
así fuese, puesto que este idioma es de contextura muy primitiva, y, para
expresar ideas abstractas, ha tenido que pedir prestados vocablos al latín,
pues en su forma original sólo servía para expresar cosas e ideas concretas e
inmediatas. Por otra parte, la toponimia antigua, prerromana, nos dice que
el euskera ocupaba en otros tiempos un área mucho más extensa, hallándose
topónimos que se interpretan perfectamente por el vascuence incluso en
localidades de Cataluña. Así, el nombre prerromano de la actual Mataró era
Ilduro o Iluro. Siendo el equivalente a mal o muerte en euskera, y
correspondiendo la raíz ur, de origen antiquísimo y que se encuentra incluso
en el sánscrito, a agua, tenemos que Iluro quería decir «aguas muertas», o
«marisma». Pues bien: cuando los romanos ocuparon aquella región, hace
2000 años, la misma se hallaba constituida por una serie de ciénagas y
marismas, que los romanos desecaron para convertirlas en terrenos de
cultivo. Incluso hoy en día esta región recibe el nombre de «el Maresme», o
sea «la marisma», en idioma catalán. Éste no es más que un botón de
muestra, que nos fue facilitado por el erudito y estudioso vasco Vicente de
Artadi, sorprendido ante la abundancia de topónimos euskeras en regiones
tan alejadas del País Vasco.
Pero fue el gran investigador francés Aimé Michel quien primero «levantó
la liebre», en un sensacional artículo publicado en la Flying Saucer Review
británica, en su número de noviembre-diciembre de 1969. Vamos a estudiar
en detalle los dibujos recopilados por nuestro querido amigo Aimé Michel,
y a comentarlos adecuadamente. En todas las cuevas citadas por Michel, se
encuentran entre veinte y cuarenta tipos diferentes de objetos inexplicables,
representados en sus paredes junto con ejemplares de la fauna de la época
(distinta a la actual, porque entre ella se hallaban el bisonte y el rinoceronte
lanudo, hoy extinguidos en Europa).
Pero una vez eliminados estos objetos, nos quedamos con una docena de
tipos de interpretación ya más difícil, de acuerdo con los cánones
convencionales. Los dibujos aquí reproducidos se deben al profesor André
Leroi-Gourhan, la máxima autoridad actual en pinturas prehistóricas.
Más que de cueva, puede hablarse aquí de un inmenso laberinto que mide
más de dos kilómetros de extensión. Leroi-Gourhan lo califica de uno de los
murales pintado s más impresionantes. El símbolo número 3 se encuentra
pintado en rojo en un nicho que parte de la gran cámara central, sobre la
forma de un ser humano (J. 3), muy impresionante, y también pintada en
rojo: el personaje representado no sólo parece herido sino incluso muerto,
atravesado por líneas rectas que se clavan en su cuerpo y que algunos
prehistoriadores consideran azagayas, pero su cabeza, calva y sin barba,
muestra un cráneo enorme, un mentón puntiagudo, ausencia de orejas, y sus
ojos se hallan representados por dos líneas muy alargadas y oblicuas, que
ascienden hacia las sienes. Contrariamente a la mayoría de los demás
personajes y formas representados en esta caverna, el citado se halla
dibujado (igual que el símbolo número 3), mediante rápidos trazos y sin
sombrear. Su autor sólo debió de necesitar unos pocos minutos para ejecutar
esta obra. El símbolo número 3 parece estar volando sobre el humanoide, o
hallarse posado en el suelo más atrás. Su anchura es igual a la longitud del
cuerpo del personaje. La fecha sugerida por Leroi-Gourhan corresponde al
Magdaleniense de Lascaux.
Es quizá la más famosa de todas las cuevas decoradas por los artistas franco
cantábricos del Paleolítico Superior. Recientemente el Patronato de las
Cuevas de Altamira ha efectuado obras de «mejora», entre las que se
incluye la entrada a la famosa caverna y una modernísima cafetería, lo cual
no me parece muy en consonancia con el espíritu del lugar. Más acertada es
la idea de constituir en sus inmediaciones una reserva de auténticos
bisontes, que darían verdadera prestancia prehistórica al paisaje.
Se trata de otro corredor, esta vez de 130 m de largo, pero con dos galerías
laterales y cierto número de nichos y recovecos. Encontramos aquí
numerosos signos del tipo F, muy bien dibujados, e idénticos (F-7 o F-16).
Uno de ellos en particular (F-8) es interesante, teniendo en cuenta su
parecido a uno de los signos de Altamira (compárese con F-16). ¡Y
Altamira se encuentra a 500 km de distancia!
Éste es el lugar que debe visitar el lector si quiere hacerse una idea de cómo
pudo haber sido un mamut vivo. Mas para lo que aquí nos interesa,
encontramos en esta cueva el signo tectiforme E reducido a su forma más
sencilla (F-9), y también encontramos aquí otra forma muy afín a ésta (K-
9), de la que sepamos, no existe otro ejemplo. Al fondo de la galería de
mano derecha se pueden ver también rostros humanos, lo que permite
establecer una comparación entre ellos y las caras humanoides mencionadas
anteriormente (J-3 y J-7). En Rouffignac nos enfrentamos indudablemente
con representaciones de seres humanos como nosotros mismos, efectuadas
con humor y sobriedad. Uno de ellos especialmente, con una nariz que
honraría a un caricaturista moderno (S-9), abre la boca con hilaridad, como
si quisiera demostrar que la alegría no era desconocida para los
magdalenienses. El carácter extraordinariamente actual de esta caricatura
prehistórica es estremecedor.
En la Pasiega hay también dos objetos del tipo O en clara posición de vuelo.
Datación: final del Magdaleniense, o sea 10.500 años a. de C., según Breuil.
Leroi-Gourhan pone en duda una fecha tan tardía y cree que Ussat es
contemporánea de La Pasiega..
Tras este breve recorrido por algunas de las cuevas de la cultura franco
cantábrica, uno se queda francamente estupefacto, al constatar que el
hombre magdaleniense era capaz de representar con tal nitidez algo que
sólo se vería en nuestros cielos 150 siglos después.
Sagan busca las huellas de estas visitas en las antiguas leyendas; Chklovski,
más prudente, si bien no niega tal posibilidad, dice que no debemos
exagerar y hallar por doquier, en el pasado, vestigios de tales visitas. Sagan
concede un interés particular a la epopeya sumeria, que relata las
apariciones regulares, en las aguas del golfo Pérsico, de seres extraños que
enseñaban a los hombres las artes y las ciencias. Es posible que estos
acontecimientos hubiesen tenido lugar no lejos de la ciudad sumeria de
Eridu, hacia la primera mitad del cuarto milenio antes de nuestra Era.
Esta idea se funda en la leyenda de los Akpalus, analizada por Carl Sagan.
(Ni que decir tiene que este cómputo resulta exageradísimo, pues ocurre
algo parecido con las edades que otorga la Biblia a los patriarcas
antediluvianos. O bien los arqueólogos no han interpretado debidamente la
duración de estas medidas del tiempo mesopotámicas, o bien hay que
suponer que son una simple y pura exageración.)
Hasta aquí hemos seguido poco más o menos a Pauwels y Bergier. Pero
ahora añadimos nosotros; el golfo Pérsico se ha caracterizado en nuestro
siglo y en el pasado por una serie de extraños fenómenos marinos. En
nuestros estudios consagrados a la existencia de posibles bases submarinas
extraterrestres, consideramos el golfo Pérsico, con el «triángulo mortal de
las Bermudas», como uno de los puntos calientes de nuestro Globo. Charles
Fort ya recoge en sus obras algunos extraños fenómenos que se registran en
el golfo Pérsico. Así, navegando el 15 de mayo de 1879 por sus aguas, el
buque de guerra británico Vulture, al mando del comandante J. E. Pringle,
observó la presencia de ondas o pulsaciones luminosas en el agua que se
movían a gran velocidad (aproximadamente a 130 km p. h.) y pasaban por
debajo del Vulture. Mirando hacia el Este, este fenómeno ofrecía el aspecto
de una gigantesca rueda giratoria con el centro en aquella dirección. Los
radios eran luminosos, y, mirando hacia el Oeste, se observó la presencia de
una rueda similar, pero que giraba en dirección opuesta. El capitán añade:
«Estas ondas luminosas iban desde la superficie hasta gran profundidad
bajo el agua.» Antes y después de este extraño espectáculo, el barco cruzó
zonas recubiertas de una sustancia flotante, descrita como «freza de aspecto
oleoso».
Pues bien, pese a ello, aparecieron de pronto unos grandes haces luminosos
(el capitán emplea la palabra «ripples», ondulaciones). Un haz seguía al
otro, sobre la superficie del mar. Pero su luminosidad era débil y al cabo de
quince minutos se extinguió: después de aparecer de pronto, se apagó
gradualmente. Los haces giraban a una velocidad de unos cien kilómetros
por hora.
En mi obra El gran enigma de los platillos votantes, además de los casos del
Vulture y del Patna, tengo recogida una observación interesantísima, que, si
bien no se sitúa exactamente en el golfo Pérsico, se localiza en una zona del
mundo muy próxima: el mar Rojo. Pero tiene un gran interés por su fecha
reciente; procede de una obra publicada en 1961, cuyo autor es el navegante
solitario inglés Adrian Hayter.
Di forma a sus dos costados y los uní. De seis cubiertas doté a la nave, que
quedó dividida en siete partes. Dividí su planta en nueve partes. Examiné
las pértigas y me procuré abastecimientos. Seis cargas de betún vertí en el
horno, y vertí también en él tres cargas de asfalto, tres cargas de aceite
trajeron en cestos los acarreadores, además de la carga que consumieron los
calafateadores y de las dos que estibé el batelero. Sacrifiqué bueyes para la
gente y degollé corderos cada día. Mosto, vino rojo, y aceite y vino blanco
di a los trabajadores, así como agua del río, para que celebraran el día de
Año Nuevo. Al séptimo quedó terminada la nave. La botadura fue muy
difícil, porque se tuvieron que sacar las planchas de abajo y de arriba, hasta
que los dos tercios de la nave entraron en el agua. Todo cuanto yo tenía fue
subido a bordo.
Todo cuanto yo tenía de plata fue subido a bordo. Todo cuanto yo tenía de
oro fue subido a bordo. Toda mi familia y parientes fueron subidos a bordo.
Los animales del campo, las bestias salvajes del campo y todos los
artesanos, dispuse que subieran a bordo. Shamash había fijado la hora para
mí: Cuando el que gobierna el tiempo nocturno desate un gran aguacero,
sube a bordo y cierra la escotilla. Observé el estado del tiempo y vi que
amenazaba tormenta.
Durante seis días y seis noches soplé el viento del diluvio, y la tormenta del
Sur barrió la Tierra. Al séptimo día la tempestad comenzó a ceder, como un
Ejército en la batalla. El mar se calmó, la tormenta amainé, la inundación
cesó.
Los pozos profundizan cada vez más; surgen nuevas capas con restos de
ánforas y cerámicas. El arqueólogo comprueba extrañado que ésta es
inalterable. Es la misma que se encontró en las cámaras reales. ¿Es que la
civilización de los sumerios, después de adquirir de golpe un alto grado de
desarrollo en una época remotísima, no había realizado progreso alguno
digno de mención?
Por fin los trabajadores indígenas gritan que han llegado al fondo. Woolle y
baja personalmente para convencerse. En efecto: han terminado los restos
de toda cultura. Pero examina con atención el terreno que pisa y su
perplejidad es grande: ¡es lodo, lodo como únicamente puede resultar de la
sedimentación de las partículas acarreadas por el agua! Llevado por una
intuición genial, Woolley ordena que se siga excavando. Las palas
empiezan a extraer lodo. Se profundiza un metro, dos metros... y no cesa de
salir lodo. Pero al llegar a unos tres metros de profundidad, la capa de cieno
termina tan súbitamente como había empezado.
Para asegurarse, Woolley hace perforar dos pozos más, en lugares alejados
entre sí. Pero el resultado siempre es el mismo: bajo la capa de lodo de tres
metros, que hablaba de una espantosa inundación, aparecían los mismos
restos antediluvianos. Otros arqueólogos efectúan catas en distintos lugares
de la Mesopotamia meridional, y el gran descubrimiento se confirma. Poco
a poco se llega a determinar la extensión que cubrieron las aguas. Según
Woolley, la gran inundación cubrió una zona de 630 km de longitud por 160
km de anchura, al noroeste del golfo Pérsico. En el mapamundi fue un
«suceso local», pero para los que vivían entre los dos grandes ríos
mesopotámicos fue una catástrofe comparable al fin del mundo.
Egipto
Pero ahora viene lo más pasmoso, lo que de verdad nos hace creer que nos
hallamos en presencia de una ciencia sobrehumana: Isis, gran hechicera,
«inventó el remedio que confiere la inmortalidad», y consiguió resucitar a
Osiris. Las fuentes griegas mantienen un silencio religioso acerca de este
misterio pero los textos de las pirámides describen los procedimientos
empleados. Isis y sus colaboradores, Thot, Anubis y Neftis, reúnen los
miembros dispersos, ponen al abrigo de la corrupción las carnes
perecederas y con ellas hacen un cuerpo eterno llamado Zet, la primera
momia, en el que Osiris revivirá para siempre. Sin embargo, la nueva vida
de éste es la de un soberano retirado del mundo, la de un héroe divinizado
que, aún continuando como el protector de los egipcios, deja la dirección de
los asuntos terrenales a Isis, asesorada por su sucesor.
Es notable todo ello: los mitos nos cuentan que Isis logra hacerse fecundar
por el dios asesinado, al cual los artificios mágicos han devuelto el vigor
viril. El cuadro de Isis fecundada por la momia de Osiris aparece en los
textos y en las imágenes de los templos, como el testimonio más
considerable de los «milagros» realizados por Isis.
¿Nos hallamos ante manifestaciones de una ciencia extraterrestre, que
perduró en forma degradada en la momificación y que enseñó a los égipcios
verdaderas maravillas de la técnica, como reconoce el profesor argentino
Alvarez López? Es muy significativo que el emblema de Horus sea el
uraeus, o disco alado rodeado por serpientes, que simbolizan el vuelo en
todas las mitologías.
«La historia de los hombres blancos barbudos se repite en casi todas sus
leyendas.
El ilustre cronista español Cieza de León, que estuvo en el Perú entre 1553
y 1560, fue uno de los primeros europeos que visitaron las ruinas de La
huanaco (o Tiwanaku, como quieren que se escriba los indigenistas), en la
meseta de Titicaca, que sólo conocían los europeos desde hacía unos pocos
años. En su Crónica del Perú, Cieza de León dedica un capítulo a
Tiahuanaco y sus grandes edificios y ésta es la primera descripción escrita
que poseemos de este lugar. Cieza también recoge la tradición de los
hombres blancos y barbudos como constructores de la ciudad, que según los
indígenas, «fue levantada en una noche».
México
»Tan curiosos eran los dichos Toltecas, que sabían todos los oficios
mecánicos, y en todos ellos eran los únicos y primos oficiales, porque eran
pintores, lapidarios, carpinteros, albañiles, encaladores, oficiales de pluma,
de loza, hilanderos y tejedores;..
»Eran tan hábiles en la astrología natural que ellos fueron los primeros que
tuvieron cuenta, y la compusieron de los días que tiene el año. También
inventaron el arte de interpretar los sueños, y eran tan entendidos y sabios,
que conocían las estrellas de los cielos, y les tenían puestos nombres, y
sabían sus influencias y calidades; sabían asimismo los movimientos de los
cielos, y esto por las estrellas. Estos dichos Toltecas eran buenos hombres y
allegados a la virtud, eran altos, de más cuerpo que los que ahora viven...
Eran también buenos cantores, y mientras cantaban o danzaban, usaban
tambores y sonajas de palo... tañían, componían y ordenaban de su cabeza
cantares curiosos; eran muy devotos y grandes oradores... »
¿Quién inculcó a los toltecas tan elevados conocimientos? Sin duda fue otro
«educador» venido del cielo, pero en época mucho más tardía que los
anteriormente citados. Este educador se llamó Quetzalcóatl entre los
toltecas y los aztecas, y fue conocido por el nombre de Kukulkán entre los
mayas. Sin duda se trataba del mismo personaje, y es muy posible que sean
sus restos los que se hallaron en la cripta del Templo de las Inscripciones,
en Palenque, en el Estado de Chiapas.
Nada nos impide suponer que los cometas aludidos fuesen lo que hoy
llamaríamos «platillos volantes» o la «gruta resplandeciente» a la que fue
transportado el pastor de marras, el interior de una astronave extraterrestre
(para los términos del relato, cf. con la famosa «visión» de Ezequiel). ¿Y
quién sería aquel personaje «comparado con el cual Moctezuma no era
nada»? Misterio.
«Estos presagios inquietantes, que todos los cronistas relatan y que ningún
historiador ha puesto en duda, se suceden durante diecisiete años.»
Temas demasiado vastos para tratarlos aquí con profundidad. Bástenos con
dejar, en el aire estos inquietantes interrogantes:
Pues bien: el Albatros, nave de ficción ideada por Julio Verne, se parece
como una gota de agua a otra a la nave vista en 1896-97 en el suroeste de
los Estados Unidos, con posterioridad a la publicación de Robar el
conquistador. Antes de efectuar una investigación sobre el asunto y de
comprobar la fecha de edición de dicha obra, llegué a pensar por un
momento que el episodio norteamericano de 1897 fue el que inspiró a Verne
su libro. Pero no fue así. Robur, el conquistador (y por consiguiente la nave
Albatros) son anteriores al extraño episodio. ¿Nos hallamos ante otra de las
inexplicables premoniciones de Julio Verne, que le llevaron a prever tantos
progresos científicos? Modernamente ha causado asombro el paralelismo
que existe entre el viaje a la Luna imaginado por Verne y el que ha
efectuado en realidad la NASA. La cápsula Apolo y la bala de cañón
disparada por el «Gun Club» de Baltimore pesaban lo mismo: cinco
toneladas. Ambas eran de aluminio, metal rarísimo en la época de Verne. El
disparo se efectuó, en la obra de éste, desde la península de Florida, en un
punto situado apenas a 100 km del actual Cabo Cañaveral. El número de
tripulantes en ambos casos era de tres, y, después de dar la vuelta a la Luna,
la cápsula cayó al Pacífico, donde fueron recuperados, igual que el Apolo
VIII. Los cálculos balísticos (hechos para Verne por un matemático amigo
suyo) eran correctísimos.
¿Simple coincidencia todo ello, como en el caso del airship? Que el lector
juzgue por sí mismo. Para ello vamos a transcribirle uno de los episodios
más típicos de esta oleada de fines del siglo pasado. El suceso se remonta al
19 de abril de 1897.
«La noche del lunes pasado, alrededor de las diez y media, fuimos
despertados por el estrépito que armaban los animales de mi casa de labor.
Diciéndome que sin duda era mi bulldog que hacía de las suyas, me levanté
de la cama, pero, al abrir la puerta, vi con sorpresa una nave aérea que
descendía lentamente sobre mi prado, a unos doscientos metros de la casa.
»Todas las partes de la nave que no eran transparentes tenían un color rojo
oscuro. Nos quedamos mudos de pasmo y de terror. Después un ruido les
llamó la atención y nos enfocaron un faro. Así que nos vieron abrieron no
sé qué fuentes de energía, y una gran rueda de turbina, de unos diez metros
de diámetro, que giraba lentamente encima del aparato, empezó a roncar y
la nave se elevó majestuosamente, como un inmenso pájaro. Cuando estuvo
a unos cien metros sobre nuestras cabezas pareció detenerse y permanecer
suspendida exactamente sobre una becerra de dos años que mugía y saltaba
y que parecía enganchada en la cerca. Fuimos hacia ella y descubrimos un
cable de 1 cm de grosor, de un material rojo, que formaba un nudo
corredizo en torno al cuello de la bestia y que tenía el otro extremo atado a
la nave. Intentamos quitarle el lazo corredizo a la becerra, pero al no
conseguirlo, cortamos el cabo de la cerca y vimos cómo la nave y la becerra
se elevaban lentamente y desaparecieron hacia el Noroeste.
Una ültima prueba de la veracidad de Hamilton nos la dan sus nietas (hijas
de Wallace Hamilton, «Wall» en el relato), quienes fueron entrevistadas en
1965 por Mr. Harry Fleenor de Topeka (Kansas). Ambas mujeres declararon
a Mr. Fleenor que esta historia era muy conocida en su familia, y que su
abuelo la mantuvo hasta el mismo día de su muerte (acaecida en 1912),
afirmando que había visto en efecto una nave extraña que con sus ocupantes
igualmente peculiares, despegó llevándose una becerra. En cambio el padre
de las muchachas, temiendo tal vez el ridículo, se negaba a hablar de la
cuestión.
Hamilton no nos dejó ningún dibujo del objeto, pero no ocurrió así con el
capitán James Hooton, el cual no sólo vio el objeto posado en el suelo -un
día en que se dirigía a Texarkana en busca de un convoy (el capitán James
Hooton era llamado «el famoso maquinista de ferrocarril de la Montaña de
Hierro»), sino que habló con un hombre de estatura media que se hallaba a
bordo de la nave. El extraño sujeto llevaba gafas ahumadas y parecía
hallarse efectuando una reparación en la parte posterior de la nave. Cuando
Hooton se le acercó, mudo de asombro, él lo miró sorprendido y le dijo:
Buenos días, señor; buenos días.
Quizá sí, amigo mío, empleamos aire comprimido y planos aéreos, pero
más adelante sabrá usted más cosas.
Todo a punto, señor dijo entonces uno de los tripulantes. Todos subieron a
bordo y la nave empezó a elevarse con un silbido. Los planos sustentadores
se enderezaron de pronto, con sus bordes vueltos hacia arriba, los timones
de popa empezaron a girar a una banda y las ruedas iniciaron un
movimiento de rotación tan rápida, que apenas se distinguían las hojas o
rotores. «En menos tiempo del que se tarda en contarlo añade Hooton en su
artículo de la Arkansas Gazette, la nave desapareció de mi vista.» El
artículo de Hooton estaba acompañado por el dibujo que aquí
reproducimos. Los detalles «estructurales» de la aeronave, como las ruedas
en abanico de los lados, también figuran en algunas observaciones
californianas de 1896, que sin duda Hooton desconocía. Recuérdese que
Hamilton también señaló la presencia de una «rueda» relacionada con el
mecanismo de propulsión, aunque ésta era mayor y estaba situada bajo la
nave y no en sus costados. Por último, y según afirma Jerome Clark, el
artefacto descrito por Hooton es extraordinariamente parecido a la
misteriosa máquina que cruzó Nuevo México en 1880.
Es imposible, pues, que las naves aéreas que surcaban los cielos del
suroeste de los Estados Unidos en 1896-97 hubiesen sido construidas por
Santos Dumont o el conde Zeppelin. Antes de éstos, sólo se señala el tímido
intento efectuado en 1852 por el ingeniero francés Henri Giffard. Su
dirigible tenía 47 metros de largo y forma ahusada. Disponía de un motor de
vapor de tres caballos que hacía girar una hélice.
John Keel reunió todos estos informes, los catalogó, trasladó las
observaciones a mapas muy detallados de Escandinavia, y con todos
aquellos elementos en la mano, trató de analizar la conducta de los objetos.
Al mismo tiempo reunió datos sobre las posibilidades de los aeroplanos de
la época.
Pero pasemos ya al escenario europeo. Un año antes del que hemos citado,
o sea exactamente el 24 de agosto de 1909, «una aeronave desconocida y
controlada» causó un gran revuelo en la ciudad estoniana de Tallinn (Reval)
después de describir dos círculos sobre ella antes de desaparecer en
dirección a Finlandia. Una nota publicada en el Dagens-Nyheter del día
siguiente, declaraba que «la población está asustada y reclama la formación
de una flota aérea defensiva». Los periódicos aventuraban la posibilidad de
que el objeto fuese sueco, aunque por aquel entonces no existían aeronaves
de este tipo en Suecia.
Estos «rayos de luz», son un rasgo familiar de las noticias de 1934, del
mismo modo como aparecen con frecuencia en los informes
contemporáneos sobre OVNIS. Los testigos afirmaban que estos haces
luminosos eran muchas veces «cegadores». Iluminaban el terreno sobre el
que cruzaban «como en pleno día». Focos o reflectores idénticos figuran en
las oleadas de 1896-97 y 1909, sobre los Estados Unidos y norte de Europa.
Keel comenta que en el siglo XIX se empezó a emplear el arco voltaico,
pero éste requería engorrosas fuentes de alta energía, de un peso muy
considerable. Era imposible que un aeroplano de la época transportase a
bordo las baterías o el gran generador necesario para accionar un arco
voltaico. Es preciso recordar cuán frágiles y endebles eran los aeroplanos de
los años 20 y 30. En 1934 los vuelos nocturnos eran aún muy raros, y los
aviadores que los intentaban eran tachados de locos. Los aeroplanos de la
época sólo se hallaban provistos de faros de aterrizaje muy parecidos a los
de los coches, incapaces de proporcionar la brillantísima iluminación
aludida por tantos testigos. Por otra parte, las luces de aterrizaje sólo se
emplean en el momento de tomar tierra, y no durante el vuelo.
Tan insólito espectáculo duró una hora. «Nunca había visto nada semejante
declaró el estupefacto torrero en una entrevista publicada en la Prensa de
Estocolmo el 9 d e enero. Era una acción muy extraña para realizarla un
aeroplano.»
Nos queda únicamente el Japón como posible «culpable». Pero este país se
hallaba enzarzado en guerra con China por aquellos años y no tenía motivos
ni recursos para efectuar un extenso reconocimiento aéreo de Escandinavia,
región geográfica situada casi en sus antípodas.
No deja de ser curioso y tal vez significativo que Escandinavia fuese teatro
nuevamente de una extraña invasión aérea en el año 1946, con el episodio
de los misteriosos «bólidos», de los que luego nos ocuparemos.
El grueso de los datos compilados por Keel proceden de Mr. Ake Franzen,
de Estocolmo. Mr. B. Hogman halló la confirmación de muchas de estas
noticias en la Prensa de Gotemburgo, y Lucius Farish y sus colaboradores
hallaron corroboración de estos sucesos en la Prensa norteamericana de la
época. Mr. Franzen descubrió que muchas de las noticias eran simples
telegramas de agencia que aparecían en diversos periódicos. Sus principales
fuentes de información fueron las siguientes publicaciones: DagensNyheter,
Stockholmstidnigen Vasterbottenskuriren y Norrbottens Allehanda. Sin
embargo, la fuente principal está constituida por las noticias y gacetillas
publicadas por el primero de los periódicos citados.
Una vez el aeroplano pasó tan sólo a unos cuatro metros de altura sobre el
edificio parroquial. Durante unos segundos fueron visibles dos personas en
la carlinga. El aparato era un monoplano de color grisáceo.
El cura párroco no comunicó antes esta noticia porque creía que la
población costera ya había informado sobre la presencia de la aeronave.
Hay que suponer que las autoridades suecas recibieron aquella misma
semana navideña gran cantidad de informes que no fueron dados a la
publicidad, pues el 28 de diciembre se difundió la siguiente declaración
(estas noticias irán precedidas del número del catálogo de Keel):
Mr. Olof Hedlund, persona digna de toda confianza y que goza de muy
buen a reputación en Vilhemina, donde reside, observó al aviador
misterioso el domingo por la noche.
Era evidente que, con una lógica irreprochable, los militares habían llegado
a la conclusión de que los aeroplanos fantasmas no podían existir. No se
habían descubierto bases, campos de aterrizaje clandestinos ni líneas de
abastecimientos. Aquellos irritantes aparatos volaban en condiciones
imposibles, efectuando maniobras suicidas a baja altura e incluso parando
los motores durante ellas, lo que hubiera significado la catástrofe para un
aviador normal. Por consiguiente, los millares de testigos habían visto
visiones. Los aeroplanos fantasma, sencillamente, no podían existir.
Una partida de ocho hombres trató de escalar la montaña aquel mismo día,
pero no consiguió hallar trazas del aparato. A las diez de aquella misma
noche, cuatro personas comunicaron haber visto pasar un aeroplano sobre
Malselv, rumbo al Sudoeste, «procedente del monte Fager». Al día
siguiente otras tres partidas treparon por la montaña y el periódico noruego
Tidens Tegn informó: «El granjero Martensson, de Fuigleli, dijo que una de
las patrullas descubrió dos surcos paralelos en la nieve a unos trescientos
cincuenta metros al noroeste del punto donde el aeroplano había sido visto.
Las huellas medían unos 75 metros de largo y 80 cm de ancho... La patrulla
también encontró pisadas de personas alrededor de las huellas.»
Un avión de ocho motores sería algo raro incluso hoy día. Sin embargo, por
aquellos años existía ya el hidroavión «Dornier», que llegó a tener hasta
doce motores. Precisamente en un hidroavión bimotor «Dornier Wall», de
escasa autonomía y del que supo sacar todo el partido posible, el aviador
español Ramón Franco atravesó el Atlántico Sur en 1926, batiendo varias
marcas mundiales. Bautizó a su aparato Plus Ultra.
Así las cosas, los astrónomos suecos avanzaron una «explicación» de estos
fenómenos, declarando a sus colegas ingleses que los «cohetes» que habían
venido surcando el cielo escandinavo no eran tales cohetes, sino auténticos
meteoritos.
Pero vayamos por partes. Poco a poco fui empezando a reunir las piezas del
que iba a convertirse en complicado rompecabezas, y ante mí surgió esta
primera imagen del problema; al parecer, desde aproximadamente 1965, un
grupo de unas veinte personas, cuya mayoría residía en Madrid, con una en
Valencia, dos en Barcelona y posiblemente otra en Bilbao, recibían por
correo los enigmáticos «informes Ummo». Por lo que pudimos averiguar mi
querido amigo y colaborador Rafael Farriols y yo, este grupo venía a ser un
corte medio de la población española, en el que se hallaban representadas
personas en su mayoría de actividades liberales: un comediógrafo muy
conocido,, un ingeniero, una señorita empleada en la Embajada de los
Estados Unidos, un funcionario de Telégrafos conocido por sus aficiones
extraterrestres, un abogado, etc. Posteriormente, incluso yo mismo y Rafael
Farriols recibimos comunicaciones de Ummo.
Con las docenas de informes que recibió a partir de 1965, el profesor Sesma
publicó en 1967 un libro titulado Ummo, otro planeta habitado (S. A.
Editorial Gráfica Espejo). El hecho de que fuese precisamente Fernando
Sesma quien primero divulgase en forma impresa el desconcertante asunto,
no con tribuyó precisamente a conferirle verosimilitud. Está muy lejos de
mi ánimo pretender zaherir a Fernando Sesma, pero lo cierto es que éste
goza fama de hombre fantástico, dado a especulaciones sin mucha base real,
expuestas en artículos y libros anteriores, como era el titulado ¡Sensacional!
Hablan los extraterrestres (Revelaciones y enseñanzas de hombres de otros
planetas) obra publicada también por Editorial Espejo. Esto hizo que el
público considerase que la obrita de Sesma sobre Ummo era una pura
fantasía, surgida de la cabeza del «profesor». Sin embargo, como luego
Farriols y yo hemos podido comprobar, Sesma se limitó a reproducir los
informes y los dibujos (algunos de ellos verdaderamente muy curiosos) que
había ido recibiendo de los «ummitas». Esto se comprobó sin lugar a dudas
cuando Farriols, en una de sus visitas a Madrid realizadas últimamente,
consiguió que Sesma le entregase aquellos valiosos originales que ocupaban
toda una abultada maleta. Sesma confesó a Farriols que los ummitas habían
dejado de interesarle, puesto que representaban a una civilización
excesivamente tecnológica. Sus preferencias actuales se inclinaban por los
habitantes de Auco, planeta mucho más elevado en el plano espiritual,
según Sesma.
Esta conversación duró exactamente cuatro horas y cuarto, desde las 0.10
horas hasta las 2.15 de la madrugada. El misterioso interlocutor de
Villagrasa hablaba lentamente, con voz sin inflexiones y con acento
extranjero. Contestaba sin titubear y con asombrosa precisión a las
preguntas que le formulaba Villagrasa. Éstas versaban sobre los temas más
diversos: Historia, Ciencias, Arqueología, técnicas diversas, etc. El
desconocido contestaba sin vacilar, «como si leyese las respuestas en un
diccionario». A veces, Villagrasa tenía la impresión de estar hablando con
un cerebro electrónico.
Así las cosas, los corresponsales que recibían los informes de Ummo se
quedaron un día altamente sorprendidos al recibir una carta firmada por un
señor que se presentaba a sí mismo como el mecanógrafo que escribía los
misteriosos informes. Este mecanógrafo decía ser madrileño, perito
mercantil y haber puesto un anuncio en el periódico ABC, en el cual decía
que se hacían copias a máquina, dando su dirección y teléfono. Por este
medio recibió la visita, un buen día, de dos correctos caballeros de aspecto
escandinavo, o sea, altos y rubios. El que llevaba la voz cantante le dijo que
eran médicos daneses y le propusieron qué trabajase vara ellos, diciendo
que le dictarían informes de carácter científico. Para dar mayor peso a sus
palabras, el desconocido le adelantó un billete de mil pesetas que en
principio el mecanógrafo, asombrado, se negaba a aceptar.
Éstas y otras cosas eran las que contaba el mecanógrafo a sus desconocidos
corresponsales, a los que enviaba las cartas con los informes de UMMO,
debidamente franqueadas. El hombre se hallaba abrumado por la
extraordinaria aventura en que se había visto envuelto, y proponía una
reunión de todos los corresponsales, a fin de coordinar una acción y, si se
consideraba necesario, dar parte a las autoridades españolas.
El catedrático, que cuenta todos estos detalles en una carta anónima que el
mecanógrafo distribuyó entre sus corresponsales, recibió en efecto un
paquetito que, una vez abierto, resultó contener una cajita cuadrada, sin
aristas, o sea de bordes suaves, aspecto metálico, color negro mate y que en
una de sus caras mostraba una pantalla translúcida que se unía con el resto
de la caja sin solución de continuidad; es decir, sin marco, como si la unión
se realizase a nivel molecular. La cajita iba acompañada de unas sencillas
instrucciones para su manejo, consistentes en emitir determinadas vocales
en un orden establecido, con lo cual el mecanismo se activaba. Temiendo
que el artefacto pudiera estallar, el catedrático renunció a efectuar la prueba
en su domicilio, y se trasladó con la cajita a su laboratorio de la Facultad, a
una hora en que éste se hallaba desocupado. Previamente había pedido
prestada a un colega una cámara tomavistas «Cannon», cargada con
película de color, cuyo manejo su colega tuvo que explicarle. En el
laboratorio, el catedrático colocó la cajita negra sobre una bayeta, y,
sosteniendo el papel con manos temblorosas, pronunció las vocales en el
orden indicado. Inmediatamente la pantalla translúcida se iluminó, se hizo
transparente, y el profesor pudo contemplar en el interior de la caja una
preparación histológica vista con gran aumento, en colores e invivo, que
representaba a una neurona. Estupefacto, filmó el aparatito en
funcionamiento y luego, siguiendo las instrucciones, hizo aparecer otras dos
preparaciones histológicas.
UMMOAELEWE
N.° de copias: 18
La ruptura del cordón umbilical que os permitirá salir de vuestra madre para
explorar nuestra galaxia. Estos expedicionarios del astro solidificado
UMMO, os saludan emocionados.
Pero vamos a dejar que sean ellos mismos, también, quienes nos amplíen
detalles acerca de su llegada a la Tierra, mediante los conceptos vertidos en
otro informe que me fue enviado desde Madrid poco antes de la carta
anterior.
Máximo, R = 7251,608 * 10 a la 3 m.
Mínimo, r = 7016,091 * 10 a la 3 m.
(El fonema XII es una voz homófona que expresa tanto la duración del «día
de UMMO» como «cielo», «revolución», «rotación unitaria», etc.) La
estructura geológica de UMMO presenta unas características diferenciales
respecto a TIERRA muy acusadas. Pueden discriminarse nueve
XOODIUMMOO DUU OII (puede traducirse por «estratos conexionados»)
que presentan rasgos geofísicos muy tipificados. La discontinuidad entre
esos estratos no es brusca, existen capas de transición cuyo espesor es
variable.
Cobalto 88,3 %
Níquel 6,8 %
Hierro 2,6 %
Vanadio 1,2 %
Manganeso 0,7 %
Hierro 52 %
Cobalto 33,5 %
Níquel 12 %
Manganeso 2 %
Las capas precedentes sólidas, sometidas a gran presión, están rodeadas por
XOODIUMMO EN y XOODDIUMMO IEBOO en fase semifluida con
gran abundancia de óxidos de titanio, silicatos de hierro y compuestos de
aluminio y magnesio.
Realmente podemos hoy definir al XEE como 1/3 del periodo de traslación
genuina. Seis períodos equivalen pues al ancestral XEEUMMO = 18 XEE.
Todavía no podemos por tanto indicarles con elevado grado de certeza qué
estrella registrada por ustedes pueda ser nuestra IUMMA.
Todas estas dificultades son difíciles de superar. Realizados los cálculos por
nosotros respecto a la atenuación que puede sufrir la luminosidad debido a
la elevada densidad de la nebulosa de polvo y gas, los resultados
contribuyen poco a aclarar el problema, pues si el eje visual atraviesa las
zonas de alto porcentaje de partículas, la magnitud aparente para ustedes
sería del orden de 26, dificilmente alcanzable con sus instrumentos ópticos
actuales... (El informe sigue).
»Son varias las razones que nos impulsan a permanecer ocultos, y, desde
luego, entre ellas no se cuenta el temor a una posible reacción agresiva de
los hombres de la Tierra. Repetimos hasta la saciedad que no tenemos
interés en ser creídos.
»Si las ideas que les brindamos no las entienden o desprecian, HARÁN
BIEN EN NO CREERNOS.»
Sin embargo, además del ya citado aparato que parece fue dejado en
examen al catedrático madrileño, nos han facilitado otras muestras de su
tecnología, esta vez en forma de planos que yo mismo he podido ver y que
fueron remitidos a algunos de sus corresponsales españoles, a petición de
éstos.
El lector se preguntará sin duda cuáles son mis conclusiones ante estos
desconcertantes hechos. Trataré de resumir mi posición ante ellos en los
siguientes puntos:
Estos fueron los hechos desenterrados por los investigadores franceses, que
acabo de exponer al lector de manera escueta, para que él mismo saque sus
propias conclusiones. Pero éste se preguntará qué opino yo. A ello voy a
responder en el apartado siguiente.
Bien, podríamos seguir aún ocupándonos mucho más del misterioso affaire.
Algunos informes, por ejemplo, tienen, tanto por las ideas como por las
técnicas que exponen, un carácter más «extraterrestre» que otros, siendo
también posible que, efectivamente, un grupo extraterrestre iniciara todo el
asunto y mandara de vez en cuando informes y que una entidad terrestre,
enterada del caso, lo aprovechase para sembrar la confusión distribuyendo
informes apócrifos de más baja calidad.
Es una de las veces en que los ummitas, sean éstos quienes sean, han
mostrado más su juego. ¿Se desvelará alguna vez el enigma? Esperemos
que así sea.
CAPITULO VI - GALERIA DE PERSONAJES MISTERIOSOS
Era de una agilidad increíble. Andaba cubierto por una capa larga y flotante,
como las que empleaban los que frecuentaban la ópera, los soldados y los
cómicos de la legua. Cubría su cabeza con un casco alto de aspecto
metálico. Bajo la capa llevaba vestiduras muy ajustadas de un material
reluciente, que tanto podía ser hule como cota de mallas. En mitad del
pecho llevaba sujeta una lámpara. Y el detalle más raro era el siguiente: las
orejas de este ser eran grandes y puntiagudas como las de un animal (o
como las de tantos extraterrestres de ficción que hemos visto en la pequeña
pantalla, como el «señor Spock» que tan excelentemente encarnó el actor
norteamericano Leonard Nimoy, por ejemplo, en «Star Trek», serie
difundida por TVE con el título de «La Conquista del Espacio»).
Fueron tantas las denuncias que llovieron sobre el Lord Mayor de Londres,
de parte de honorables ciudadanos entre los que había magistrados,
almirantes retirados y otras personas respetables, que éste se vio obligado a
actuar. Aunque su autoridad no se extendía fuera de los límites de la City,
aprobó la formación de una comisión de vigilantes, compuesta por
magistrados, oficiales del Ejército y simples ciudadanos. Asimismo,
informó a la Policía. Patrullas a caballo se dedicaron a recorrer los
suburbios. El almirante Codrington ofreció una recompensa a quien
capturase al loco o locos, vestidos de forma extravagante, que cometían
toda clase de felonías casi diariamente. Incluso el viejo duque de
Wellington puso fundas para pistolas en la silla de su caballo y salió
montado en él, después de anochecido, en busca de Springheel Jack. Como
comenta J. Vyner, de quien tomamos estos datos, publicados en la Ftying
Saucer Review inglesa, incluso el más desesperado de los impostores se
hubiera sentido intimidado ante tal oposición.
Las gentes que no tenían criados que les acompañasen, no salían de sus
casas después de anochecer. Los pobres policías tocados con sombrero de
copa que por desgracia se hallaban en lugares solitarios, eran confundidos
con Jack y atacados por grupos de celosos ciudadanos. Así las cosas,
Springheel Jack se dedicó a visitar a los habitantes de la región.
El 20 de febrero de 1838, Miss Jane Alsop, una joven de 18 años que vivía
en el Bear Vine Cottagge, en la solitaria aldea de Old Ford, cerca de Bow,
se sintió alarmada al oír que alguien tiraba violentamente de la campanilla
de la puerta. Salió a abrir, y se encontró en presencia de una persona que le
pareció llevar el sombrero de copa y la capa de la patrulla montada de la
Policía.
Sólo cuando fue en busca de un candil, vio ante sí «la horrenda catadura»
de Springheel Jack, quien apartó su capa para mostrar sus ajustados y
brillantes atavíos y una lámpara que lucía en su pecho. Sus ojos parecían
dos bolas de fuego!
Todas las versiones de este episodio concuerdan en que Jane Alsop fue
brutalmente agredida, pero los hechos no parecen dar pie a esta teoría.
Antes de que sus gritos alarmasen a los habitantes de la casa, Jack no hizo
el menor intento por molestar a la joven. A decir verdad, su reacción de
pánico pareció sorprenderle. ¿Esperaba acaso verse recibido como un
amigo? Dos días antes, aunque esto no se supo hasta después de que el
incidente de Oild Ford apareció en los periódicos bajo grandes titulares, una
tal Miss Scales, de Limehouse, caminaba por Green Dragon Alley.
Ya hemos dicho que en 1877, Jack fue vuelto a ver en Inglaterra, vestido
con su mismo uniforme de personaje de «ciencia-ficción». En este relato,
como en todos los que se poseen de Springheel Jack, vemos a éste
dominando perfectamente sus fantásticos volatines. ¿Disponía tal vez el
personaje de un aparato gravitatorio individual? ¿Procedía de un planeta de
mayor gravedad que el nuestro? Lo que sí puede asegurarse, es que no
llevaba muelles ni resortes en las suelas de sus zapatos. Los paracaidistas
alemanes que en 1938 intentaron amortiguar el impacto con tierra mediante
botas provistas de muelles, aprendieron a su costa que el resultado de ello
era un 85 por ciento de casos de tobillos rotos.
«Al anochecer del domingo pasado, las dos hijas del doctor Carver, director
del Colegio de Dulwich, que tienen 14 y 16 años, respectivamente, se
dirigían a la iglesia acompañadas por su señorita de compañía. La más
joven de las dos acababa de franquear el portal abierto y se disponía a
descender el primer peldaño cuando vio avanzar rápidamente hacia ella por
el pasillo, entre ocho y diez metros de distancia, una figura envuelta en
blanco y con los brazos extendidos. Sorprendida, la jovencita lanzó un grito
de terror y regresó apresuradamente al pórtico, comunicando su miedo a sus
compañeras. Éstas, por su parte, también habían visto a la aparición, pero
fueron incapaces de observar en qué dirección emprendió la huida. A la
mañana siguiente se descubrieron huellas en la hierba, como si alguien
hubiese permanecido escondido detrás de unos arbustos.»
El artículo dice también que, unos meses antes, Peckham fue escenario de
extraños sucesos, que hoy llamaríamos del tipo poltergeist, consistentes
principalmente en la rotura de ventanas.
Nos hemos referido anteriormente al sensacional salto de Springheel Jack
sobre dos centinelas en Aldershot, en 1877. Pero Roger Sandell, citando el
Illustrated Police News del 8 de setiembre de dicho año, nos demuestra que
las actividades de Jack en Aldershot no habían cesado ni mucho menos:
El articulista añade que en una ocasión Springheel Jack fue perseguido por
una muchedumbre, que comprobó con estupefacción que era inmune a las
balas:
El director de la revista que publica este relato comenta que el policía podía
muy bien haber errado el tiro.
Sea cual sea el nombre que se le dé, la extraña aparición ha dado sustos más
que considerables a numerosas personas y ha sumido en un mar de
confusiones a numerosos hombres de ciencia, desde bioiogos hasta
ornitólogos. Entre diciembre de 1966 y junio de 1968, John Keel visitó
Point Pleasant cinco veces, para interrogar a fondo a un gran número de
testigos. Algunas de las personas que vieron al Pajaro experimentaron tal
impresión, que sus vidas resultaron totalmente afectadas por el incidente.
Después del exhaustivo estudio realizado por John Keel en esta zona de
Virginia, este meticuloso investigador se halla convencido de que existe una
relación directa y muy especial entre el Mothman y los OVNIS. No se sabe
de ningún ser insólito (quizá con la sola excepción del Springheel Jack
victoriano) que haya mostrado tal predilección por una región geográfica
determinada. En 1966 y 1967 se efectuaron cerca de treinta observaciones
perfectamente documentadas del extraño ser en el valle del río Ohio. Keel
publica la tabla de estas observaciones en su modélico estudio. Muchos de
los testigos son personas inteligentes y cultas, que gozan de una envidiable
reputación entre sus convecinos. Point Pleasant y sus alrededores es una
zona muy industrializada. Hay numerosas e importantes fábricas de
productos químicos en toda la cuenca del río Ohio, y en ella trabaja
personal altamente especializado. Por otra parte y esto es un punto más a
favor de la seriedad de los testigos la región goza gran fama de religiosidad.
Point Pleasant, población de 5000 habitantes, çuenta con 22 iglesias y no
tiene ni un solo bar.
Es curioso observar que un hombre más bien bajo, vestido con un traje
negro visitó sistemáticamente a varias de las personas que habían visto el
misterioso Hombre Pájaro. Todos los testigos describieron a Keel este
sujeto como un hombre de aspecto oriental; tanto hubiera podido ser un
siamés como un birmano. Hablaba lentamente y con voz gangosa. Al
parecer, sólo podía oír a los testigos cuando éstos le miraban directamente a
sus ojos negros y brillantes. Decía siempre llamarse «Jack Brown», nombre
que no puede ser más vulgar en USA. Todos los testigos declararon a Keel
que lo que más parecía interesarle eran las andanzas de éste por la zona: con
quién había estado hablando, con quién había ido, qué había hecho.
Conducía una enorme furgoneta blanca que hacía mucho ruido, como si
tuviera el tubo de escape roto.
Hay una testigo que jura haber visto la cara del Mothman, pero no
encuentra palabras para describirla. «Era horrenda, como algo salido de una
película de ciencia-ficción», confesó Connie Joe Carpenter a Keel, la
primera vez que éste la entrevistó. Según su version de los hechos, Connie,
una muchacha flemática y sensitiva que entonces tenía 18 años, regresaba
en su auto a su casa, a las diez y media de la mañana del domingo 27 de
noviembre de 1966, después de asistir al servició divino, cuando vio a una
alta figura gris de pie en el desierto césped del Club de Golf del Çondado de
Mason, que se encuentra en las afueras de New Haven, en Virginia
Occidental. La figura abrió súbitamente un par de alas de una envergadura
de tres metros, se elevó, verticalmente y voló en derechura hacia su
automóvil. Tenía unos grandes ojos redondos, de un intenso brillo rojo, que
parecían hipnotizarla. La muchacha no podía dejar de mirarlo. «Es un
milagro que no tuviese un accidente», comentó.
Pero como sucedió con muchos otros casos de esta extraña «oleada», este
primer incidente sólo había de ser el comienzo de una verdadera pesadilla
para la pobre Connie.
John Keel recorrió ambas orillas del río Ohio, visitando diversas
poblaciones y descubriendo numerosos casos de observaciones de OVNIS.
Era evidente que la región se hallaba bajo los efectos de una importante
«oleada», que pasaba desapercibida a la Prensa principalmente porque la
mayoría de los testigos se mostraban reacios a declarar lo que habían visto.
El propio Keel vio tantas luces extrañas y objetos, que llegó a perder la
cuenta de ellos. Contemplé la más, variada gama de objetos desde «jaulas
volantes» (un OVNI de este tipo pasó a baja altura sobre el mismo Port
Pleasant a principios de marzo de 1967, siendo visto por centenares de
personas), hasta gigantescos cigarros rojizos y grandes esferas, que se
cernían de preferencia sobre diques y fábricas. Hubo docenas de
persecuciones de automovilistas e innumerables aterrizajes de breve
duración, entre los que se incluía uno efectuado en el patio de una escuela.
Para resumir esta compleja situación, John Keel dice que Point Pleasant es
un microcosmos. Todos los factores que intervienen en las observaciones de
OVNIS del tipo 1 (es decir, a baja altura), se encuentran allí. Es posible que
exista una relación entre los OVNIS y el Mothman. También se puede
considerar la posibilidad de que algunos OVNIS tengan verdaderas bases en
las fragosas, selváticas, y casi inaccesibles regiones de Virginia Occidental.
Aparte de las unidades de la Guardia Nacional, no hay en esta región
instalaciones importantes de la Aviación o el Ejército, ni equipos de radar
que puedan localizar .a los intrusos. Las fuerzas policíacas de la cuenca del
Ohio son escasas y no pueden con todo su trabajo. Sólo hay dos agentes del
FBI destinados a toda esta zona. Después de las nueve de la noche, la
mayoría de la población ya se halla acostada. La calle mayor de Point
Pleasant está completamente desierta a partir de las siete de la tarde. Ya
hemos dicho que no hay allí bares ni espectáculos. Es, por lo tanto, una
región ideal para los «invasores».
CABEZA: Visto por detrás, parece no tener cabeza. Los testigos dicen que
tiene los ojos puestos cerca de los hombros. Pocos testigos dicen haber visto
su cara, y los que la han visto afirman que es «horrenda».
VELOCIDAD: Se dice que puede rebasar las cien millas (160 km) por hora
en vuelo. Muy pocas aves pueden alcanzar esta velocidad en vuelo
horizontal. Algunos pilotos que se contaban entre los testigos estiman que
se desplazaba por lo menos a 70 millas (112 km) por hora en vuelo
horizontal.
Bonjour dijo cuadrándose mientras realizaba una leve inclinación con todo
el cuerpo. Jaime le devolvió el saludo maquinalmente, examinándolo con
detenimiento.
Es de notar que los cierres de contacto, tipo «Velcro», por ejemplo, aún no
se habían inventado.
Su cara era alargada, provista de una boca perfectamente dibujada; más bien
sensual que fría, con los labios ligeramente carnosos y bien formados. Al
hablar mostraba una dentadura normal y sana. La nariz de trazo rectilíneo
sin ser clásica, algo achatada en las aletas, pero por encima de ellas
continuaba en punta. Poseía unos ojos muy grandes, almendrados, de un
azul límpido, tan claro que su mirar daba la sensación de ser un tanto
desvaído pero llenos de vitalidad. Eran unos ojos propios de una mujer
bellisima, turbadores, casi insondables y provistos de una especie de
magnética penetración.
Al tenerlo tan cerca observó que la tela de su vestido tenía una contextura
especial, lisa, al parecer sin fibras, como de espuma.
Si está en mi mano...
De arriba.
Me gustaría saber qué es lo que hace usted por esta región dijo Jaime
procurando no dar demasiada importancia a sus palabras.
Sí. Bastante.
Pues sepa usted que esta región es muy interesante para la Ciencia. El
macizo del Canigó es riquísimo en mineral, pero además tiene otras cosas
que usted no podría comprender nunca.
Al tercer día, extrañado ante las escasas necesidades que demostraba tener
el individuo, le preguntó:
Por sus palabras y por los conceptos que vertía que a veces sólo entendía
confusamente le pareció un auténtico comunista. Este concepto Ideológico
que había formado del «desconocido» se reafirmó al oírle decir:
Existe un país que tan sólo es un embrión de lo que será el mundo del
futuro. Pero sólo es un embrión.
Hizo una pausa. Daba la impresión de que sus palabras surgían por todas las
partes de su cuerpo provocando una especie de fascinación a la que no
podía sustraerse.
La intensa y fija mirada del «desconocido» cortó su pregunta. Cada vez más
cohibido se vio obligado a apartar la mirada de él.
Y de nuevo, sin saber cómo, se entabló la conversación. Uno de los temas
en que insistió muchísimo fue el de las fuerzas ocultas que ahora el hombre
cree dominar.
En otro retazo de las conversaciones que sostenían afirmó: Sus hijos verán
el final de las religiones. Al menos tal como están estructuradas en la
actualidad.
Transcurridos unos días, Jaime, sin poder dominar por más tiempo su
creciente curiosidad decidió seguir los pasos del «desconocido» sin que éste
se diese cuenta. Al abandonar el «Hostal de L Isard» comenzó a seguirle
con la mayor discreción posible. Después de traspasar el puente del río Cadí
volvió a subir hacia el Coil de Jou. Con no poca sorpresa pudo comprobar
que el «desconocido» subía sin esfuerzo alguno, como si la cuesta
descendiese en forma suave en lugar de ascender empinadamente. Tan
regular y elástico era su paso. «Subía como una pluma... »
Por unos momentos, Jaime quedó como en suspenso. ¿Cómo podía saber el
«desconocido» las condiciones que concurrían en él? ¿Qué sabía de su vida,
tanto animica como física? Reaccionando tardíamente replicó:
Jaime Bordas cada día estaba más intrigado. Habían transcurrido diez días
desde la primera visita del desconocido, que se presentaba invariablemente
a la misma hora, para efectuar una breve inclinación corporal y sentarse
luego a charlar, unas veces a la sombra de los árboles, en el patio o en el
comedor del Hostal. Ni una sola vez quiso entrar en el bar. Después recogía
su pan y su leche marchándose con su característico caminar.
¿De dónde había surgido? ¿Cuál era su origen? ¿Se trataba de un hombre
fuera de «serie nacido en algún nórdico lugar? ¿Se trataba de un miembro
perteneciente al clandestino movimiento de la Resistencia o de un espía
soviético? ¿Qué misión u objeto tenía que llevar a cabo en aquellos
sohtanos aledaños?
Jaime insistió:
Supongo que no se pasará todo el día sin hacer nada continuó Jaime. ¿No
puede decir me qué clase de misión le ha traído por aquí?
De repente, sin saber por qué, a Jaime le llamó la atención la clara tonalidad
del rostro del «desconocido». Pensó, con lógica, que éra imposible que, al
cabo de diez días efectuando escaladas por aquellos riscos, pudiera
conservar la tez tan fresca y sonrosada como la de una doncella. El sol de la
alta montaña quema intensamente. Bastaba ascender al Canigó (2.785 m), al
pico Barbet (2.750 m), al pico de Tres Vents (2.700 m), al pico de Roja
(2.600 m), para acusar los efectos de la insolación.
¿Cómo es posible que conserve la cara tan blanca si se pasa todo el día en
lo más alto de los picos? objetó. ¿Acaso se pone un velo o una gasa? Jaime
esperó sutilmente una contestación El «desconocido» volvió a adoptar su
típica actitud silenciosa, mientras semejaba envolverle con la aguda mirada
que surgía del fondo de sus ojos. Llegó a pensar que la palabra no, que
nunca había empleado, no existía en su vocabulario.
¿Terminará pronto este.., trabajo?
La labor topográfica para levantar aquel plano con sus detalladas curvas de
nivel, hubiera requerido el esfuerzo continuado de un equipo de topógrafos
del Ejército durante dos meses, cuando menos. Sin embargo, aquel
misterioso ser lo había llevado a cabo solo o con la ayuda de su no menos
enigmático compañero en quince días escasos... Y al parecer sin más
alimento que pan y leche.
Del río Cadí. Es aurífero contestó. Yo puedo encontrar tantas como quiera.
Gracias. Buen viaje. ¿Por dónde se irá? ¿Pasará por Vernet? Se lo pregunto
con la intención de acompañarle con mi coche hasta Vilafranca del
Conflent, donde puede tomar el tren. Piense que no tiene documentos que
acrediten su personalidad. El desconocido se limitó a decir.
Por arriba.
¿Dónde los has encontrado? le preguntaron con avidez. ¿Quieres que nos
asociemos para explotar este placer?
Pero en este caso se cuenta con el testimonio de casi todos los habitantes de
una población. En mayo de 1967, en Castell, existían varias personas que
habían conocido a Jaime cuando éste regentaba el «Hostal de L'lsard».
Entre ellas Michel Cases, propietario del hotel-restaurante «Le Catalan».
Pues sí respondió Henri Ducomniun, creo que fue hacia el año 50 6 51, no
recuerdo bien. Como ustedes saben agregó, la cuenca del río Cadi es
aurífera, pero nunca nadie había traído pepitas de aquella calidad.