Ribera Antonio - ¿De Veras Los Ovnis Nos Vigilan?

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Antonio Ribera

¿De veras los OVNI nos vigilan?

PRESENTACIÓN

En este libro nos vamos a ocupar de uno de los mayores enigmas que tiene
planteada la Humanidad contemporánea: el representado por la presencia en
nuestro s cielos y, muchas veces también, en la superficie de nuestro
Planeta, de unos objetos, que muchas. veces no dudaríamos en calificar de
«máquinas», y cuyo origen y naturaleza aún permanecen envueltos en el
mas impenetrable misterio.

Nos referimos, claro está, a los llamados popularmente «platillos volantes»


o, de una manera que quiere ser más científica, OVNIS (sigla de «Objetos
Voladores No Identificados»).

La presencia de estos misteriosos objetos en nuestra atmósfera arranca


«oficialmente» del año 1947, pero ya antes, en 1946, se sitúa el extraño
episodio de los «bólidos» y de los aviones fantasma de Escandinavia, que
luego estudiaremos en detalle y, antes aún, durante la Segunda Guerra
Mundial, el no menos desconcertante episodio de los "foo-fighters" o bolas
de fuego que perseguían a los aviadores de los dos bandos beligerantes.

Pero recientes investigaciones llevadas a efecto por los «ufólogos» (así se


denominan, de la sigla inglesa UFO, «Unidentified Flying Object», los
estudiosos de este apasionante fenómeno), nos demuestran que el problema
es mucho más antiguo, pues se han desenterrado casos de «platillos
volantes» del siglo XIX e incluso de épocas anteriores. En realidad, ha
surgido toda una escuela de pensadores y escritores, representada por los
rusos Zaitsev, Agrest y Kazantsev, el suizo Erich von Daniken, el francés
Robert Charroux, nuestro amigo A. Faber Kaiser, etc., que tratan de dar una
nueva interpretación a la Historia, la Prehistoria y la Arqueología, hallando
en estas ciencias y en los monumentos antiguos múltiples muestras, sin
olvidar los relatos mitológicos, de que la Tierra fue visitada en el pasado
remoto por unos «educadores cósmicos», que aportaron al hombre de este
planeta múltiples conocimientos y enseñanzas, le ayudaron a levantar
gigantescos monumentos o dejaron su efigie representada en algunos de
ellos.

Estos autores atribuyen a influencia extraterrestre, mediata o inmediata ,


algunas de las grandes culturas antiguas, especialmente la mesopotámica,
egipcia e inca, y ciertos monumentos que, según ellos, no son obra del
hombre: las Pirámides, las terrazas de Baalbek, las líneas y figuras de
Nazca, el monumento megalítico de Stonehenge, etc.

Si bien es indudable que algunos monumentos y representaciones antiguas


pueden ser objeto de una nueva interpretación, a la luz de estas atrevidas
teorías, y que en algunos casos casi puede afirmarse que el hombre recibió
visitas de seres extraterrestres (la visión bíblica de Ezequiel y otros
episodios de éste y otros libros sagrados de la Antigüedad serían ejemplo de
ello), lo cierto es que, en nuestra opinión, el problema se ha desorbitado,
llegándose a atribuir a influencia extraterrestre casi todo cuanto constituye
el acervo cultural de la Humanidad.

Como comentaba humorísticamente mi buen amigo y gran estudioso del


problema, el formidable linguista inglés Gordon W. Creighton, todo, salvo
quizás el Pentágono y la catedral de Coventry, sería obra de los
extraterrestres. ¿Por qué no dejar algo de iniciativa a este primate bípedo e
inteligente, llamado por los naturalistas Homo sapiens, que demostró tener
bastante ingenio para descubrir por sí solo el fuego y la rueda, entre otras
cosas, en medio del mundo hostil y salvaje que le rodeaba?

Otros autores pretenden además que el hombre no sea originario de este


Planeta, y, a lo sumo, admiten que puede haber sido una mutación
provocada por unos misteriosos Señores del Espacio. Por desgracia o por
suerte, según como se mire, la Paleontología parece desmentir esta creencia,
haciendo descender al hombre actual en línea ininterrumpida de diversas
especies de primates superiores (el Australopitecus, el Pitecantropus, el
hombre de Neanderthal, etc.), sin aportaciones ni injerencias exteriores.

Esto plantea un apasionante problema, que preocupa enormemente a


estudiosos de la talla de un Aimé Michel, por ejemplo. Admitiendo que la
Evolución no se ha ya detenido nada nos hace suponer lo contrario,
únicamente la vida humana, en su brevedad individual y en su brevedad
como especie, nos hace creerlo así ¿qué vendrá después del Hombre? Es
decir, esto plantea el problema del «ultrahombre», o, dicho con otras
palabras, de la especie que nos sucederá en este planeta.

Dando, con André de Cayeux, cuatro millones de años como promedio para
la vida de una especie zoológica, el hombre, como especie, se halla al
comienzo de su vida filogenética; en realidad, apenas acaba de salir de la
Prehistoria. Durante miles de años, la cultura humana permaneció estancada
en la fase abarcada por los inmensos tiempos del Neolítico: la vida del
hombre, agrícola y pastoral, se desenvolvía por cauces inmutables,
siguiendo la rueda de las estaciones. Sólo en el siglo XIX, con la
Revolución Industrial inglesa, la aparición de la máquina de vapor y la
electricidad, se inicia la vertiginosa curva ascendente que, según el ya
citado De Cayeux, hacia el año 2000 se convertirá en asíntota, es decir,
hallará su tangente en el infinito. Esto ha permitido que el citado pensador y
otros hablaran del «progreso uniformemente acelerado» que experimentan
la Ciencia y la Tecnología: un avance provoca otro, los descubrimientos se
acumulan y se impulsan mutuamente.

Pero nos estamos apartando del objeto de este libro. Es evidente que si
pretendemos que la Tierra haya sido visitada o lo esté siendo actualmente,
por máquinas tripuladas por seres inteligentes de origen extraterrestre, hay
que empezar por admitir que la vida, como fenómeno biológico, y la
inteligencia, como fenómeno psíquico, tienen una amplitud universal.
Aunque existen algunos ufólogos (el ya citado Creighton y especialmente el
norteamericano John Keel) que se inclinan por atribuir al fenómeno OVNI
un origen exclusivamente terrestre, diciendo que se trata de «algo» que ha
acompañado a la Humanidad desde siempre, como «la otra especie» con la
que compartimos este planeta, o manifestaciones de un universo paralelo,
etc., yo sustento, con el malogrado profesor James E. MacDonald, la
«hipótesis extraterrestre»; es decir, considero que nuestros visitantes
proceden del Cosmos.

Y esto nos lleva de nuevo al problema de la vida en el Universo, o como


hubiera dicho el gran astrónomo-poeta francés Camille Flammarion, «la
pluralidad de los mundos habitados», Cualquier discusión sobre la
existencia o no de vida en el Universo tiene que ser forzosamente bizantina,
pues a ella sólo cabe una respuesta: sí, existe vida en el Universo. Y la
mejor prueba de ello la tenemos precisamente aquí, en nuestro propio
planeta.

¿Acaso el hombre es un mero espectador de una gigantesca función


cósmica, que contempla, sentado en una modesta butaca del fondo de la
platea, o es, por el contrario, un actor que participa como comparsa en dicha
representación? Si existe vida en la Tierra, y la Tierra forma parte del
Cosmos, es que la vida es un fenómeno universal; un estado especial de la
materia altamente organizada, que sin duda se repite millones de veces en
millones de mundos, cada vez que se dan las condiciones fisicoquímicas
adecuadas para su eclosión. Estas circunstancias se dieron en la Tierra hará
aproximadamente cuatro mil millones de años, en las calientes aguas de los
mares del período Precámbrico, donde empezaron a formarse las primeras
cadenas de macromoléculas y los primeros aminoácidos, origen de seres
cada vez más complejos.

Pues la vida es una «programación», que posiblemente se pone en marcha,


como hemos dicho, cada vez que aparecen las circunstancias adecuadas,
hasta culminar en la aparición de la Inteligencia, que tampoco es el fin, sino
quizás un paso hacia un nivel psíquico cada vez más elevado, quizás el
«punto Omega» que señala Teilhard de Chardin.

La vida tiene que ser la regla, no la excepción, en el Universo. Precisamente


de nuestra época es un apasionante descubrimiento, que da aún mayor
fuerza a esta argumentación: en el Universo flotan nubes de materia
orgánica. Gracias a una joven ciencia llamada la Astroquímica, hoy
sabemos que en el Cosmos y en los espacios siderales existen moléculas
orgánicas de carbono y oxígeno, de carbono y nitrógeno, de nitrógeno e
hidrógeno, e incluso grupos y cadenas aún más complejas. Así, mediante
las rayas de absorción que emite el gas interestelar y que son registradas en
el espectro, se ha detectado la presencia de amoníaco hacia el centro de
nuestra Galaxia, y de diversos compuestos orgánicos, algunos tan
complejos como el formaldehído. Este descubrimiento, realizado en los
años 30, está revolucionando, junto con el de los quasars y los pulsars,
misteriosas fuentes de radiación, modulada en el caso de los segundos, el
concepto que hasta ahora se tenía del Universo.
¿Y si fuesen los pulsars gigantescas balizas o faros cósmicos, emitiendo des
de hace millones de años? Pero esto aún no es todo: un científico de
California sostiene la teoría de que algunas señales misteriosas de radio que
se reciben esporádicamente en la Tierra, pueden ser un intento de algún ser
inteligente procedente de otro planeta para comunicarse con el nuestro.

Ronald Bracewell, de la Universidad de Stanford, añadió que cree que


muchas de estas señales proceden de la constelación del Boyero, en la parte
más septentrional del Universo.

El profesor californiano dice que, al parecer, algún planeta de dicho sistema


ha enviado algún tipo de satélite a nuestro Sistema Solar, que es posible esté
tratando de comunicarse con nosotros.

No obstante, añade Bracewell, estas señales misteriosas siguen siendo aún


una incógnita para el mundo científico terrestre, pero los intervalos con que
se reciben parecen indicar que pueden ser de un satélite que esté orbitando
nuestro planeta.

El científico dijo también que una nueva interpretación de unas señales


recibidas entre 1928 y 1932, conocidas como señales «Baffling», ha sido
realizada por un científico escocés, Duncan Liman, y parece «atractiva y
con muchos rasgos de verdad».

Según Bracewell, esta interpretación requiere algún tipo de confirmación


para ser hecha pública en todos sus detalles. Añade que él, personalmente,
está investigando también la interpretación de Liman.

Otro científico, esta vez del «mundo del socialismo», el soviético Nikolai
Kardachev, habla de varios niveles de civilización cósmica. El hombre se
hallaría en un nivel intermedio, salido, como hemos dicho, hace muy pocos
siglos de la Prehistoria y al comienzo del descubrimiento y utilización de la
energía nuclear. Pero otras civilizaciones mucho más viejas que la nuestra,
que habrían dispuesto de mucho más tiempo para evolucionar, habrían
superado ya la etapa tecnológica en que actualmente se encuentra la Tierra,
para acceder a realizaciones y descubrimientos inimaginables para nosotros.
«Toda tecnologia superior no podrá distinguirse de la magia» ha escrito
Arthur C. Clarke, el gran autor ingles de temas cientificos. Ésta es una
verdad que deberemos tener constantemente presente al estudiar el
problema de los OVNI.

Si, como suponemos, éstos proceden de una civilización del «tercer nivel
cósmico», como diría Kardachev, sus manifestaciones nos tienen que
resultar incomprensibles por definición. Seria absurdo, por ejemplo, que
nuestros visitantes espaciales descendiesen a la Tierra en cápsulas parecidas
al modulo lunar del Proyecto Apolo. El Proyecto Apolo, el cohete Saturno y
toda la infraestructura tecnológica que ha hecho posible el viaje a la Luna,
es muy probable que resultara algo tan anticuado, a los ojos de las
inteligencias que nos visitan, como lo son para nosotros la carreta de bueyes
y la diligencia.

Los físicos (terrestres) arguyen que la velocidad de la luz (300.000 km por


segundo), es insalvable, y, con Einstein, afirman que un móvil que
alcanzara esta espantosa velocidad vería su masa totalmente transformada
en energía, de acuerdo con la famosa ecuación E = Mxc2. Pero estamos
hablando en términos de la «física terrestre actual». Del mismo modo como
el modelo de Universo einsteniano supera y engloba el modelo de Universo
newtoniano, y éste, a su vez, supera a los modelos copernicano y tolemaico,
se vislumbra ya una ultrafísica (de la que la física cuántica ha sido el primer
atisbo), que hace que el modelo einsteniano empiece ya a cuartearse.

Unas máquinas inimaginables para el hombre, no basadas en el motor


cohete (aplicación práctica de la tercera ley de Newton: toda acción produce
una reacción igual pero de signo contrario), sino en el manejo de campos de
fuerza, magnéticas, gravitatorias y eléctricas (que en el fondo no son sino
una sola cosa, como ya intuyó el genial Einstein con su teoría del campo
unificado), realizarían unas performances que los técnicos en aviación, por
ejemplo, considerarían imposibles: aceleraciones instantáneas a partir de
cero, virajes en ángulo recto, en desafío aparente a todas las leyes de la
inercia, «materializaciones» y «desmaterializaciones» al pasar de un marco
dimensional a otro, etc.

El hombre, ante estas supermáquinas, se hallaría en la misma situación que


el salvaje de los pocos que aún quedan en presencia de un televisor o de una
simple radio de transistores: pensaría que la simple existencia y
funcionamiento de tales aparatos es pura magia, pues, para su concepto
primitivo de las cosas, «aquello no puede ser». Eppur si mouve!

¡Y sin embargo, se mueve!, dicen que exclamó Galileo, dando una patada
en el suelo, cuando los, miembros del Tribunal del Santo Oficio le
obligaron a abjurar de su peligrosa herejía copernicana. Galileo,
naturalmente, se refería a la Tierra, que según Coplosión y efectos
fisiológicos en hombres y animales, pero nosotros nos apropiamos de la
frase, pura leyenda según algunos, para aplicársela a los OVNI.

Guste o no guste a los pontífices de la ciencia oficial terrestre, los OVNI se


mueven, son detectados por el radar, aterrizan, dejan huellas en el suelo,
causan efectos electromagnéticos en los motores de explosión y efectos
fisiológicos en los testigos humanos, persiguen aviones, automóviles y
trenes, entran y salen del mar, y esto no sólo una ni dos, sino cientos y miles
de veces. Quedándose sin duda muy corto, decía en 1969 el profesor
Hermann Oberth que 70.000 personas han visto «platillos, volantes». En
realidad, este número es muy superior; probablemente habría que
multiplicarlo por diez, y sin duda aún nos quedaríamos cortos.

Pues bien: un hecho tan repetido, reiterado y observado por miles de seres
humanos, sencillamente «no existe». Ningún Gobierno quiere admitir
oficialmente su existencia; las academias y corporaciones científicas
guardan un sepulcral silencio a este respecto; los pocos sabios que se
atreven a afirmar valientemente que el fenómeno existe y merece ser
investigado, se convierten automáticamente en unos herejes que son vistos
con malos ojos por sus compañeros más «serios». ¿Cómo es posible que
hayamos llegado a tal grado de ceguera colectiva, que nos impide ver lo
evidente?

En cuanto a la comunidad científica, el hecho no es nada nuevo y tiene su


explicación. Los científicos son tradicionalmente conservadores; aunque la
profesión de muchos de ellos es investigar, sus investigaciones se
desarrollan dentro de cauces muy estrechos y especializados y todo cuanto
se aparte de ellos les desconcierta y les asusta. Los astrónomos, que
observan el cielo, parece que tendrían que haber visto docenas de platillos
volantes (y algunos, en efecto, los han visto.., desde el patio de su casa,
como fue el caso de Clyde Tombaugh, descubridor de Plutón, quien vio
pasar una serie de rectángulos luminosos desde su casa de Las Cruces, en
Nuevo México, el 20 de agosto de 1949), pero es que el «platillo volante»
es un fenómeno que tiene lugar principalmente en la baja atmósfera, y,
muchas veces, en el suelo o a corta distancia de éste (casos del Tipo 1,
según la clasificación del doctor Jacques Vallée).

Esto no quiere decir, sin embargo, que los astrónomos no hayan visto
OVNIS por sus telescopios, En la excelente recopilación The Ufo Evidence,
realizada en 1964 por el NICAP (National lnvestigations Committee on
Aerial Phenomena) de Washington, figuran numerosas observaciones de
reputados astrónomos. Quizás una de las más notables, por su antiguedad y
el número de objetos avistados, fuese la que realizó la mañana del 12 de
agosto de 1883 el astrónomo mexicano José Bonilla, en el Observatorio de
Zacatecas. El señor Bonilla vio y fotografjó «formaciones» de objetos
circulares, que cruzaron frente al disco solar de Oeste a Este, a intervalos
regulares y en grupos de quince o veinte. Este astrónomo contó hasta
doscientos ochenta y tres de tales objetos, y envió un detallado informe de
su observación a la prestigiosa revista francesa LAstronomie. En abril de
aquel mismo año unas formaciones similares habían sido vistas sobre
Marsella, en Francia. Bonilla afirmó que los objetos eran discoidales y se
hallaban rematados por una «cúpula». Desde aquí invitamos a los
estudiosos mexicanos del fenómeno para que procuren hacerse con algunas
de estas extraordinarias fotografías, que sin duda se guardan en los archivos
del susodicho Observatorio.

La Ciencia, repetimos, es conservadora por esencia y mira con prevención


cualquier «hecho condenado», por emplear la terminología de Charles Fort,
ese gran estudioso de lo insólito. Si avanza, es principalmente gracias a la
labor de los «herejes», de aquellos que, en un momento dado, han tenido el
valor y la osadía de contradecir las sacrosantas enseñanzas oficiales. Así
ocurrió cuando el droguero y autodidacta alemán Schliemann afirmó que la
Troya homérica existía, en medio de la irrisión de la Ciencia de su tiempo,
hasta que, con la Ilíada en una mano y la piqueta en la otra, consiguió
demostrar que, efectivamente, Troya había sido una ciudad histórica y no
una leyenda. Así también ocurrió con los meteoritos, llamados «piedras del
rayo» por los campesinos y que, examinados por el gran científico francés
Lavoisier en 1772, fueron declarados por él, efectivamente, piedras
fundidas por chispas eléctricas... hasta que una, verdadera lluvia de
meteoritos, caídos a los pies de las autoridades del municipio francés de
LAigle en 1804, demostró de manera irrefutable que del cielo «caían
piedras», aunque la sesuda Academia de Ciencias Francesa afirmaba que tal
cosa no podía suceder, porque en el cielo «no había piedras».

Y en una de estas «piedras», además, venía un misterioso mensaje cósmico.


El primer meteorito carbonoso o «condrita» cayó en Ales, y fue recogida el
15 de marzo de 1806. Cayeron después otras en Simonod (año 1835), en
Orgueil, Tarn y Garona (14 de mayo de 1864) y, finalmente, en Lancé y
Othon (23 de julio de 1872).

En el siglo actual, cayeron más en los Estados Unidos. La última, que cayó
en la frontera de México, es de 1961.

Como es sabido, los meteoritos se clasifican en tres grandes grupos: 1)


Pétreos (aerolitos), el grupo principal; 2) de ferroníquel (sideritos); 3)
meteoritos de piedra y hierro (siderolitos).. Pero hay un grupo reducidísimo,
formado por unas cuantas piedras caídas del cielo (de las que sólo son
conocidas diecinueve), constituido por granulaciones negruzcas,
empotradas en el interior de masas férricas y silícicas: son las condritas
carbonosas.

Pues bien: estos raros meteoritos parece que contienen restos de vida.

Precisamente el mismo año últimamente citado, o sea en 1961, tres jóvenes


científicos norteamericanos emprendieron el estudio de un fragmento (10
gramos) del meteorito de Orgueil, mediante las técnicas más modernas.
Eran tres químicos: el profesor Bartholomew Nagy, el doctor Douglas J.
Hennessy (uno y otro de la Universidad Fordham de Nueva York) y el
doctor Warren G. Meinschein, de la «Esso and Engineering Co.», de Linden
(Nueva Jersey).

El resultado fue sorprendente. Se trataba de moléculas pesadas, de cadenas


de 19-21 y 23 átomos de carbono, muy parecidas, si bien diferentes en el
detalle, a nuestras cadenas de materias grasas e incluso a algunas hormonas
sexuales. Un análisis similar realizado con la condrita carbonosa de
Mokoia, Nueva Zelanda (caída en 1906), confirma totalmente estas
conclusiones.

En lo que se refiere a Nagy y a sus colaboradores, publicaron sus resultados


en los Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York. En resumen: la
composición química del meteorito de Orgueil parece indicar que se originó
en un medio acuoso de baja temperatura, ligeramente alcalino y muy
reductor. Por analogía, un medio parecido se encuentra, en la Tierra, en el
fondo de los lagos o del mar.

Sin entrar en demasiados detalles, es muy tentador suponer que esos


meteoritos provienen de los fondos marinos de Faetón, el hipotético planeta
que habría existido entre Marte y Júpiter, desintegrado por causas que
desconocemos. Admitiendo que el núcleo de la Tierra se compone de
ferroníquel y las capas que lo cubren de rocas basálticas, esto nos daría una
imagen bastante parecida, en cuanto a composición, a la que nos ofrecen los
meteoritos, incluso en lo que se refiere a las proporciones en que nos llegan.

Así, pues, sería lógico que los más raros fuesen los meteoritos que
provienen de la fina capa sedimentaria que cubría los fondos marinos del
hipotético planeta, que se desintegró, pues, cuando la vida ya existía en él.
Sus restos serían el «cinturón de asteroides».

Resumiendo, diremos que la existencia de vida parece incuestionable en el


Universo; que en éste, y de acuerdo con las teorías de Kardachev, Sagan y
otros, deben de existir diversos niveles de civilización cósmica, entre los
cuales la civilización terrestre ocuparía un modestísimo lugar, y, por último,
admitiendo todo lo anterior, nada impide que esa vida cósmica altamente
evolucionada haya alcanzado desde hace siglos no sólo el viaje
interplanetario, sino incluso el viaje interestelar, partiendo de unos
postulados físicos que nuestra ciencia está aún muy lejos de alcanzar.

¡Verdadera ducha de agua fría para el ingenuo orgullo de algunos terrestres,


que aún siguen considerando al hombre el Rey de la Creación (con
mayúsculas), basándose en anticuadas ideas geocéntricas y
antropocéntricas, a las que Copérnico primero y la Astrofísica actual
después asestaron un golpe de muerte! Nuestro pequeño planeta, en efecto,
es una motita de polvo perdida en uno de los brazos de la Galaxia, cuyo
diámetro es de 100.000 años luz y está compuesta por 200.000 millones de
estrellas, motita que gira en torno a una vulgarísima estrella amarilla del
tipo G, a la mitad aproximadamente de la secuencia principal de
Hertzsprung-Russeu (clasificación de las estrellas por masa y luminosidad).
En nuestra Galaxia tan sólo, existen millones de estrellas desde el tipo F5 al
K5, pasando por el G, con características parecidas a nuestro Sol y capaces,
por lo tanto, de tener planetas habitables a su alrededor. Según las más
recientes teorías cosmogónicas, la formación de un sistema planetario
acompaña obligatoriamente a la formación de una estrella; luego los
planetas habitados deben de ser millones en nuestra Galaxia tan sólo.

Hoyle y Lyttleton, en su obra escrita en colaboración, La naturaleza del


Universo, opinan que son por lo menos cien mil los sistemas solares de la
Vía Láctea que contienen como mínimo un planeta en el que reinan
condiciones físicas y químicas favorables al desarrollo de la vida. Este
mismo cálculo puede hacerse extensivo a las restantes galaxias.

Pero el doctor Harold Urey, Premio Nobel de Química, aún va más lejos
que Hoyle y Lyttleton, pues afirma: El número de mundos de nuestra
Galaxia capaces de desarrollar algún tipo de vida basada en el oxígeno es de
cien mil millones, es decir, uno por cada dos soles o estrellas de nuestro
sistema galactico

¿Puede atreverse aún a afirmar alguien, después de esto, que el hombre es el


rey de la creación?

CAPITULO PRIMERO - OVNIS EN LA PREHISTORIA

¿OVNIS en la Prehistoria?, se preguntará el lector, sin duda desconcertado


tras leer el titulo que encabeza este capítulo. ¿En qué pruebas se basa el
autor para hacer tan peregrina afirmación? ¿No le basta con estudiar el
aspecto contemporáneo del problema, ya de suyo vidrioso, para meterse
ahora en terreno tan resbaladizo y en el que, a buen seguro, no existe
documentación alguna?

Sentimos contradecir a nuestro amigo lector: la documentación existe, y es


rica y variada. Es más, yo mismo, con mis propios ojos, he visto parte de
ella, en la provincia de Santander, situada, como el lector sabe, en el norte
de España.

En toda una amplia zona situada sobre el sector atlántico de los montes
Pirineos, floreció hace aproximadamente 20.000 años la extraordinaria y
desconcertante «cultura francocantábrica», o magdaleniense, obra del
hombre de Cro-Magnon, perfecto ejemplar de Homo sapiens, de aventajada
estatura, poderosa osamenta, facciones enérgicas y correctas, nariz aquílina,
cuyos actuales descendientes se encuentran probablemente entre los
miembros del antiquísimo pueblo vasco. Es posible que el vascuence o
euskera, idioma de origen desconocido que aún se habla a ambos lados de
los Pirineos, sea en realidad una lengua fósil, que por un milagro de la
Naturaleza ha llegado hasta nuestros días. ¿Sería el euskera la lengua que
hablarían los hombres de la cultura francocantábrica? Es muy posible que
así fuese, puesto que este idioma es de contextura muy primitiva, y, para
expresar ideas abstractas, ha tenido que pedir prestados vocablos al latín,
pues en su forma original sólo servía para expresar cosas e ideas concretas e
inmediatas. Por otra parte, la toponimia antigua, prerromana, nos dice que
el euskera ocupaba en otros tiempos un área mucho más extensa, hallándose
topónimos que se interpretan perfectamente por el vascuence incluso en
localidades de Cataluña. Así, el nombre prerromano de la actual Mataró era
Ilduro o Iluro. Siendo el equivalente a mal o muerte en euskera, y
correspondiendo la raíz ur, de origen antiquísimo y que se encuentra incluso
en el sánscrito, a agua, tenemos que Iluro quería decir «aguas muertas», o
«marisma». Pues bien: cuando los romanos ocuparon aquella región, hace
2000 años, la misma se hallaba constituida por una serie de ciénagas y
marismas, que los romanos desecaron para convertirlas en terrenos de
cultivo. Incluso hoy en día esta región recibe el nombre de «el Maresme», o
sea «la marisma», en idioma catalán. Éste no es más que un botón de
muestra, que nos fue facilitado por el erudito y estudioso vasco Vicente de
Artadi, sorprendido ante la abundancia de topónimos euskeras en regiones
tan alejadas del País Vasco.

Es probable asimismo que el euskera y el misterioso idioma ibérico, cuyo


alfabeto, como el etrusco, se conoce a medias sin que ello permita
interpretarlo, se hallasen estrechamente emparentados, si es que no eran un
mismo idioma.
Pero volvamos a la cultura francocantábrica. Ésta nos ha dejado una serie
de importantes monumentos pictóricos, entre los que destacan las
maravillosas representaciones de bisontes y cérvidos que se encuentran en
la famosa cueva española de Altamira, en las cuevas de La Pasiega, de la
misma provincia de Santander, en las cuevas francesas de Lascaux, Font de
Gaume, y otras. Tan maravillosas son estas representaciones pictóricas, que
Altamira, descubierta en 1877 por don Marcelino de Sautuola, ha sido
llamada con propiedad «la Capilla Sixtina del arte paleolítico».

El infortunado don Marcelino, cuya hijita descubrió por casualidad las


maravillosas pinturas, murió sin tener la satisfacción de que el mundo
científico reconociese su autenticidad. Incluso pasó por la amargura de
verse tachado de falsario, pues las doctas eminencias de la época se
negaban a admitir que el hombre prehistórico, al que consideraban un ser
hirsuto y salvaje, fuese capaz de realizar tales maravillas. La memoria de
Sautuola, sin embargo, había de ser reivindicada años después por dos
lumbreras de la Prehistoria francesa: Cartailhac y el famoso abate Breuil.
Hoy en día nadie pone en duda la asombrosa antigüedad de estas pinturas.

Pues bien: el arte francocantábrico se distinguía por su realismo. A


diferencia del arte de la cultura almeriense, que sólo representaba figuras
esquematizadas, principalmente humanas, el arte magdalemense era de un
realismo extraordinario, y se centraba en la representación de animales,
posiblemente con finalidades mágicas o totémicas. Hoy llamaríamos a este
arte «figurativo». En él los ciervos, los bisontes, los caballos y los osos
aparecen representados con una extraordinaria fidelidad, incluso congelados
en el movimiento, en el momento de dar un salto o de volver la cabeza. La
límpida mirada de aquellos remotos antepasados nuestros, no deformada
por el cine ni la televisión, aprehendía con un detalle asombroso la vida
animal que los rodeaba.

Pero en medio de estas representaciones de animales, encontramos otras


que, hasta ahora, desafiaban toda interpretación y constituían un enigma
irritante para los arqueólogos. A falta de explicación mejor, estos les
aplicaban nombres eruditos: «claviformes», tectiformes», etc., y se
quedaban tan conformes. Pero aquello no cuadraba con el concepto que se
tenía del arte magdalenlense que, como hemos dicho, se distinguía por su
maravilloso realismo. El hombre de Cro-Magnon reproducía fielmente lo
que veía, insuflando ocre terroso mezclado con negro de humo en los techos
y paredes de sus cavernas, por medio de un tubito, que sin duda era el cañón
de una pluma de ave. Luego, si representaba extrañas figuras acampanadas,
en forma de «sombrero de cura» o de seta; curiosas estructuras
rectangulares, muchas veces provistas de pequeñas «cúpulas» e incluso de
«patas», es que había visto en la realidad tales objetos o cosas. El hombre
prehistórico no podía sufrir «psicosis platilllistas» por la sencilla razón de
que la Prensa periódica y los demás medios audiovisuales de información
aún pertenecían a un futuro remotísimo. No había sido objeto, por lo tanto,
de ningún «lavado de cerebro» que le llevase a ver platillos volantes
inexistentes.

Y lo que estos remotos antepasados nuestros reprodujeron en las paredes de


sus cuevas eran ni más ni menos que lo que a partir de 1947 se han llamado
«platillos volantes». Recuerdo el asombro que se apoderó de mí en una de
las cuevas santanderinas de Puente Viesgo, precisamente en la llamada La
Pasiega, al ver representada en una recóndita oquedad la silueta, tan
familiar para mí, de la gigantesca astronave extraterrestre que fotografió Ed
Keffel en la localidad brasileña de Barra da Tijuca, en mayo de 1952.

La silueta de la nave, vista de perfil, era inconfundible. Y observo


expresamente que estas pinturas se encuentran por lo general en los lugares
más recónditos de estas cuevas, como si sus autores consideraran que se
trataba de algo sagrado y temible, que había que esconder a la vista de los
profanos...

En la misma cueva de La Pasiega, y en un lugar elevado del techo, se


observaban otras dos gráciles siluetas de OVNIS, en inconfundible actitud
de vuelo.

Pero fue el gran investigador francés Aimé Michel quien primero «levantó
la liebre», en un sensacional artículo publicado en la Flying Saucer Review
británica, en su número de noviembre-diciembre de 1969. Vamos a estudiar
en detalle los dibujos recopilados por nuestro querido amigo Aimé Michel,
y a comentarlos adecuadamente. En todas las cuevas citadas por Michel, se
encuentran entre veinte y cuarenta tipos diferentes de objetos inexplicables,
representados en sus paredes junto con ejemplares de la fauna de la época
(distinta a la actual, porque entre ella se hallaban el bisonte y el rinoceronte
lanudo, hoy extinguidos en Europa).

Un número considerable de estos objetos son cuadriláteros. Ejemplos, los


números 15, 16 y 17 de las ilustraciones adjuntas, procedentes
respectivamente de Las caux, Le Gabillou y El Castillo. Asimismo, en la
cueva santanderina de La Pasiega, he podido observar personalmente el
mismo tipo de objeto. Otros tienen forma de flecha, de pluma o de arpón, y
en muchos casos encontramos simples hileras de puntos. Es posible que
estas representaciones se refiriesen a objetos y circunstancias de la vida del
hombre prehistórico que nada tuviese que ver con los extraterrestres. Por
ejemplo, los objetos rectangulares podrían representar cercados o trampas
para cazar grandes animales; los puntos, tal vez aludiesen a un número
determinado de personas y las flechas y plumas serían simplemente flechas
y plumas.

Pero una vez eliminados estos objetos, nos quedamos con una docena de
tipos de interpretación ya más difícil, de acuerdo con los cánones
convencionales. Los dibujos aquí reproducidos se deben al profesor André
Leroi-Gourhan, la máxima autoridad actual en pinturas prehistóricas.

Aimé Michel ha clasificado mediante letras (A, B, C, etc.) los tipos de


objetos que tal vez de una manera un poco arbitraria ha creído distinguir
entre estas representaciones. En cuanto a los números que acompañan a
cada tipo de objeto, se refieren a una sumaria descripción de las cuevas en
que el mismo aparece. Cuando el objeto no va acompañado de número, ello
significa que su autor (el ya citado profesor Leroi-Gourhan), no precisa su
lugar de origen.

A continuación se resumen los datos principales de las quince cavernas


habitadas por el hombre prehistórico en que se hallaron las imágenes que
aquí se reproducen. Como hemos dicho antes, los números se refieren a los
dibujos.

1. Pair-Non-Pair (Gironda, Francia).

Esta cueva mide unos 20 m en horizontal, tiene la techumbre -parcialmente


derrumbada y se encuentra en la localidad de Marcamps.
Las incisiones circulares se encuentran poco después de la entrada a mano
derecha, después de un mamut y varios rebecos. El mismo tipo de imagen
vuelve a encontrarse a mano izquierda, en el fondo de la caverna, detrás de
los cuernos de un venado y al mismo nivel que éste. En total se cuentan
hasta nueve de estas imágenes circulares en esta cueva.

La datación de estas representaciones es insegura. Los restos de habitación


humana encontrados en la cueva de Pair-Non-Pair pertenecen a una época
situada entre los períodos auriñaciense y solutrense, es decir, entre 20.000 y
30.000 años a. de J. C. Además de estas formas circulares, se encuentran
otras elípticas, siempre con doble línea.

2. Villars (Dordoña, Francia)

Descubierta en 1958, esta cueva aún no ha sido estudiada completamente.


Le roi-Gourhan la sitúa en el Magdaleniense Antiguo IV, lo cual la haría
poco más o menos contemporánea de Lascaux, a la que se parece mucho.

3. Pech Merle, cueva situada cerca de la aldea de Le Cabrerets (Lot,


Francia)

Más que de cueva, puede hablarse aquí de un inmenso laberinto que mide
más de dos kilómetros de extensión. Leroi-Gourhan lo califica de uno de los
murales pintado s más impresionantes. El símbolo número 3 se encuentra
pintado en rojo en un nicho que parte de la gran cámara central, sobre la
forma de un ser humano (J. 3), muy impresionante, y también pintada en
rojo: el personaje representado no sólo parece herido sino incluso muerto,
atravesado por líneas rectas que se clavan en su cuerpo y que algunos
prehistoriadores consideran azagayas, pero su cabeza, calva y sin barba,
muestra un cráneo enorme, un mentón puntiagudo, ausencia de orejas, y sus
ojos se hallan representados por dos líneas muy alargadas y oblicuas, que
ascienden hacia las sienes. Contrariamente a la mayoría de los demás
personajes y formas representados en esta caverna, el citado se halla
dibujado (igual que el símbolo número 3), mediante rápidos trazos y sin
sombrear. Su autor sólo debió de necesitar unos pocos minutos para ejecutar
esta obra. El símbolo número 3 parece estar volando sobre el humanoide, o
hallarse posado en el suelo más atrás. Su anchura es igual a la longitud del
cuerpo del personaje. La fecha sugerida por Leroi-Gourhan corresponde al
Magdaleniense de Lascaux.

4. Cougnac (Lot, Francia)

En esta cueva encontramos exactamente el mismo signo de Pech Merle, y


en ella se halla asociado también el tema del «hombre» herido o muerto.
Parece datar del mismo período. El signo se repite seis veces. La distancia
entre ambas cuevas es de unos 40 km a vuelo de pájaro.

Además del símbolo con una protuberancia en lo alto, se encuentra también


en Cougnac el símbolo D, con dos protuberancias exactamente simétricas
en su parte superior. Esta cueva fue descubierta por Jean Mazet. Resulta
curioso señalar que Mazet emprendió la búsqueda de esta cueva como
consecuencia de las indicaciones que dio el péndulo de un radiestesista
colocado sobre un mapa de la región. ¡Pero ello se realizó a muchos
kilómetros de allí!

5. Las Chimeneas (Puente Viesgo, provincia de Santander, España)

El símbolo representado en E guarda un estrecho parentesco con algunos de


los cuadriláteros. Datación: fines del Solutrense o comienzos del
Magdaleniense, es decir, poco después del año 20.000 a. de J. C. La entrada
de esta caverna y todas las de Puente Viesgo se abre en la misma cota de
nivel del Monte Castillo, y se halla cerca de la entrada de La Pasiega, de la
que nos ocuparemos más adelante. Es probable que Monte Castillo sea un
verdadero gruyere de cuevas, de las que sólo se habrá descubierto una
pequeña parte. Según me informó personalmente el guía, José María Cebal
los (que ya pregunta a los turistas «si quieren ver los OVNI»), existen nada
menos que 43 cuevas conocidas en Monte Castillo, no habiéndose llegado
hasta el fondo de muchas de ellas.

6. Altamira (Santillana del Mar, Santander, España)

Es quizá la más famosa de todas las cuevas decoradas por los artistas franco
cantábricos del Paleolítico Superior. Recientemente el Patronato de las
Cuevas de Altamira ha efectuado obras de «mejora», entre las que se
incluye la entrada a la famosa caverna y una modernísima cafetería, lo cual
no me parece muy en consonancia con el espíritu del lugar. Más acertada es
la idea de constituir en sus inmediaciones una reserva de auténticos
bisontes, que darían verdadera prestancia prehistórica al paisaje.

La cueva de Altamira es una amplia cámara en forma de S, que mide más


de 200 m de longitud. En ella se encuentran por lo menos tres tipos de
símbolos interesantes (F, G, P). Y en Altamira, por primera vez,
encontramos juntos dos dibujos, cada uno de los cuales da mucho que
pensar, y aún más si se les relaciona entre sí, con lo que el efecto resulta
todavía mayor (P). El signo tipo G-6 (que vuelve a aparecer en el grupo P)
se halla pintado de preferencia en los, techos de la cueva y en todas las
posiciones posibles, apareciendo en algunos lugares en grupos de dos o tres
e incluso más. Son estas las figuras que los «expertos»; a falta de nombre
mejor, llaman tectiformes, nombre que nadie sabe en realidad lo que
significa. Y existe un detalle notable: la zona del techo donde se hallan
agrupados estos objetos está dedicada totalmente a ellos, mientras la zona
vecina, que representa casi exclusivamente bisontes, se halla abarrotada por
estos animales. Tenemos la impresión de que los pintores desearon subrayar
la importancia de estas formas desconocidas, y poner de manifiesto su
carácter diferente.

En realidad, estos objetos en forma de platillo crean como un vacío a su


alrededor. El símbolo F-6, particularmente sugestivo, se encuentra en la
galería del fondo, a más de 150 m de la entrada de la cueva.

Según Leroi-Gourhan, las pinturas de Altamira datan del Magdaleniense


ITT-TV (aproximadamente el 12.000 a. de J. C.). Según Breuil, son algo
más modernas y pertenecen al Magdaleniense VI (hacia el 10.000 a. de J.
C.). Lo que resulta impresionante constatar aquí, es que durante toda la
extensión del Paleolítico, o sea de los años 30.000 al 10.000 a. de J. C., se
sucedieron de 700 a 800 generaciones humanas en estas regiones, de las que
no sabemos absolutamente nada, limitándonos a interpretar como podemos
lo que fue su vida, su pensamiento y su religión a través de las muestras
incomparables de arte que nos han legado.

7. Les Combarelles (Comuna de Les Eyzies, Dordoña, Francia)


Se trata de un corredor largo, angosto y serpenteante, de 237 m que se abre
al pie de un alto farallón.. Les Combarelles muestra signos incisos y
esculpid os... no pintados.

Hay gran variedad de símbolos y su número también es considerable. Entre


los primeros (aproximadamente a la mitad del recorrido) encontramos una
cara humana que resulta sorprendente por su carácter poco realista (que
contrasta con la manera realista de representar a los animales), por el
desarrollo de su cráneo, por sus ojos almendrados pero verticales, por su
mentón lampiño y puntiagudo, y por la ausencia de boca (J-7). Bajo esta
cara hay tres signos «curiosos» (así los califica Leroi-Gourhan), que
consisten en óvalos horizontales atravesados por líneas (1-7). Leroi-
Gourhan dice en su obra sobre la prehistoria del arte occidental: «No
conozco otros signos como éstos, con excepción tal vez de los signos de los
que se proyectan lineas parecidas a púas, que se encuentran asociados con
grandes figuras juntas en la galería más profunda de Altamira.» La
observación de este gran especialista es muy interesante, pues los signos a
los que alude corresponden a los tipos C, G y P de la presente clasificación,
debida a Aimé Michel.

A medida que se continúa hacia el interior de esta caverna se encuentra


repetido varias veces el signo H-7 y luego, también repetido varias veces, el
signo F bajo diversas formas (como F-9 y F-16, por ejemplo).

En el fondo de la caverna y en la pared de la derecha, junto a un magnífico


bisonte de perfil, se encuentra el mejor de todos (F-7). Luego hay más
figuras de humanoides, representadas siempre de manera tan poco realista,
que provocan otro interesante comentario por parte de Leroi-Gourhan:
«Casi todas las caras muestran un perfil bestializado, y han dado mucho
fundamento a la teoría de que se trata de seres humanos cubiertos con
máscaras de animales, opinión que yo no rechazo, pero que, antes de
aceptar, deberíamos explicar por qué, al reunir todos los perfiles humanos
conocidos, existe una transición imperceptible del perfil normal al perfil
propio de una cabeza de animal.» (Esto parecería establecer una
continuidad entre el hombre y los extraños seres aquí representados.)

En cuanto a la fecha, Leroi-Gourhan opina que corresponde al


Magdaleniens e Medio, hacia el 12.000 a. de J. C. aunque sin duda la cueva
estuvo ininterrumpidamente habitada hasta comienzos del Magdeleniense
Tardío, o sea hasta el 10.500 a. de J. C.

8. Font-de-Gaume (Comuna de Les Eyzies, Dordoña, Francia)

Se trata de otro corredor, esta vez de 130 m de largo, pero con dos galerías
laterales y cierto número de nichos y recovecos. Encontramos aquí
numerosos signos del tipo F, muy bien dibujados, e idénticos (F-7 o F-16).
Uno de ellos en particular (F-8) es interesante, teniendo en cuenta su
parecido a uno de los signos de Altamira (compárese con F-16). ¡Y
Altamira se encuentra a 500 km de distancia!

Los prehistoriadores vuelven a llamar a este tipo F "tectiforrne", es decir, en


forma de techo. Ha provocado innúmeras especulaciones que Leroi-
Gourhan comenta detalladamente en su obra. Uno de sus comentarios es
digno especialmente de atención: cuando dice que los signos «tectiformes»
aparecen a menudo recubiertos por una representación, hecha al parecer
apresuradamente, del signo ovalado (que lleva la letra H en la presente
clasificación), como se demuestra por ejemplos hallados en Les
Combarelles, Les Trois Freres, Montespan y Altamira. El estudio
comparativo de estos signos realizado por Leroi-Gourhan permite concluir
que los «tectiformes» son todos contemporáneos (Magdaleniense Antiguo
IV) y algo anteriores a los signos ovalados (Magdaleniense Tardío IV). O
sea que volvemos a encontrarnos con la fecha de 12.000 años a. de J. C.

9. Rouffignac (Comuna de Fleurac, Dordofla, Francia)

Rouffignac es un inmenso laberinto que mide más de un kilómetro,


decorado a partir de unos 300 m de la entrada, y con numerosos corredores
laterales.

Éste es el lugar que debe visitar el lector si quiere hacerse una idea de cómo
pudo haber sido un mamut vivo. Mas para lo que aquí nos interesa,
encontramos en esta cueva el signo tectiforme E reducido a su forma más
sencilla (F-9), y también encontramos aquí otra forma muy afín a ésta (K-
9), de la que sepamos, no existe otro ejemplo. Al fondo de la galería de
mano derecha se pueden ver también rostros humanos, lo que permite
establecer una comparación entre ellos y las caras humanoides mencionadas
anteriormente (J-3 y J-7). En Rouffignac nos enfrentamos indudablemente
con representaciones de seres humanos como nosotros mismos, efectuadas
con humor y sobriedad. Uno de ellos especialmente, con una nariz que
honraría a un caricaturista moderno (S-9), abre la boca con hilaridad, como
si quisiera demostrar que la alegría no era desconocida para los
magdalenienses. El carácter extraordinariamente actual de esta caricatura
prehistórica es estremecedor.

10. Les Trois Freres (Comuna de Montesquieu-Aventes Ariege,


Francia)

Esta cueva goza de fama universal a causa de su célebre hechicero


enmascarado, que durante mucho tiempo se consideró la única
representación humana paleolítica digna de este nombre. Mas para el
ufólogo tienen mayor interés los símbolos F-10, G-l0 y L-10. Hay varios
ejemplos del primero en la «Galería Hémione», y acompañado de un objeto
en forma de escalera, constituye ciertamente uno de los símbolos
paleolíticos más notables. El abate Breuil lo considera una variante del tipo
tectiforme, lo cual no hace más que aguzar nuestra curiosidad.

No menos curioso resulta el tipo L. El anónimo artista magdaleniense


parece como si hubiera querido representar una bacía de barbero invertida,
un tapacubos de un automóvil, o bien el típico casco de los soldados
británicos. ¿Pero qué serán en realidad? La misma incógnita surge con el
tipo I-7, con sus «antenas». La datación es probablemente la misma que la
de Les Combarelles, Rouffignac y Font-de-Gaume.

11. Niaux (Ariege, Francia)

Esta caverna pirenaica enormemente vasta es una de las más importantes,


tanto en lo que concierne al prehistoriador como al ufólogo. En ellas los
símbolos del tipo G son innumerables, y, como en Altamira, se hallan a
veces agrupados (particularmente en la galería lateral conocida por el
nombre de «Divertículo de los Signos», a unos 600 m de la entrada, y
también traspuesto el lago terminal). Por lo menos en dos de los casos (0-11
y Q-11) los signos del tipo G y del tipo E evocan claramente algo más que
su simple representación. La escena mostrada en Q-11 da idea de
movimiento e incluso hace pensar en un despegue, o quizás en aquellas
líneas de luz que han sido señaladas frecuentemente uniendo dos OVNI que
viajan juntos. La escena representada en O-11 también da idea de
movimiento. Esto nos plantea, por supuesto, el problema de si la mente de
un magdaleniense era capaz de representar así el movimiento. Pero, ¿qué
sabemos en realidad sobre aquellos hombres? Sea como fuere, ahí está el
dibujo, y puede examinarse a placer. Fecha: Magdaleniense Medio,
alrededor del 12.000 a. de J. C.

12. La Cullalvera (Ramales, provincia de Santander, España)

La Cullalvera es una caverna inmensa, de la que sólo se han explorado unos


dos kilómetros. Los signos se encuentran a unos 700 m de la entrada, en un
gran entrante que se abre a mano izquierda. Pertenece al tipo G.

Fecha: Magdaleniense Antiguo IV, aproximadamente del mismo periodo.

13 La Pasiega (Puente Viesgo, Santander, España)

Esta cueva, que en realidad es un corredor serpenteante, de unos 100 m de


largo, contiene una amplia gama de signos del tipo H, que despiertan gran
perplejidad en el observador. Este tipo es uno de los que más claramente
recuerdan a un platillo volante.

En la Pasiega hay también dos objetos del tipo O en clara posición de vuelo.

El joven guía que muestra actualmente estas cuevas al visitante, José M.


Ceballos, ya se halla firmemente convencido de que estos objetos son
OVNIS, y no «estilizaciones de mujeres grávidas», o «símbolos sexuales»,
como sugieren algunos prehistoriadores, a falta de explicación mejor.

Fecha: los especialistas están de acuerdo en que la primera parte de esta


caverna, que se halla desprovista de signos, es la más antigua, datándola
alrededor del 13.000 a. de J. C. Según ellos, la parte que contiene los signos
pertenece al Magdaleniense IV.

14. Ussat (Ariége, Francia)


Esta caverna pirenaica, si bien ofrece poco interés para los prehistoriadores,
quizá sea para nosotros la más inquietante de todas ellas a causa de dos
signos (véase la categoría N) que Leroi-Gourhan califica de «tipo
excepcional», aunque fácilmente atribuibles a los tipos cuadrangulares o a
los signos tectiformes. (En esta clasificación, aquéllos son los tipos C y D y
éstos el tipo E).

El ufólogo se sentirá vivamente dispuesto a mostrarse de acuerdo con esta


comparación, y también a subrayar el carácter extraordinario y
verdaderamente pasmoso de estos signos tipo N.

Es fantástico que unos hombres primitivos del período magdaleniense,


armados con hachas de piedra y vestidos con pieles de animales, pudiesen
conjurar, con el solo poder de su imaginación, unos objetos tan
enormemente parecidos a unas máquinas descansando sobre cuatro patas,
provistas de antenas y escalerillas y exhibiendo unas superestructuras
geométricas. Y nuestra estupefacción llega al colmo al contemplar el
croquis de una figura humana situada bajo uno de los dos signos, y que
sirve para darnos una idea de las dimensiones atribuidas por el artista
magdaleniense al objeto nacido de su imaginación: son las dimensiones del
módulo lunar o del OVNI descrito por el brasileño Antonio Villas Boas.

Datación: final del Magdaleniense, o sea 10.500 años a. de C., según Breuil.
Leroi-Gourhan pone en duda una fecha tan tardía y cree que Ussat es
contemporánea de La Pasiega..

15. El Castillo (Puente Viesgo, Santander, España)

Es un complicadísimo laberinto, contiguo a La Pasiega y a las demás


cuevas de Puente Viesgo, con profusión de signos geométricos más o
menos relacionados con el tipo H. Muchos de ellos sólo necesitan las cuatro
«patas» para ser reproducciones exactas de los dibujos de Ussat.

Datación: segün Leroi-Gourhan, la misma fecha que para Altamira.

16. Lascaux (Comuna de Montignac, Dordoña, Francia)


Es bochornoso que prestemos aquí tan poca atención a este incomparable
monumento del arte prehistórico, pero la verdad es que Lascaux no presenta
prácticamente interés alguno para el ufólogo. Si aquí se le menciona, es
porque presenta una muestra de cuadrilátero (R.16).

17. Le Gabillou (Comuna de Sourzac, Dordoña, Francia)

Es válido el mismo comentario que para Lascaux. Presenta también un


cuadrilátero (R-17).

Tras este breve recorrido por algunas de las cuevas de la cultura franco
cantábrica, uno se queda francamente estupefacto, al constatar que el
hombre magdaleniense era capaz de representar con tal nitidez algo que
sólo se vería en nuestros cielos 150 siglos después.

Pero nuestras sorpresas aún no han terminado: al estudiar la distribución de


estas cuevas sobre el mapa, Aimé Michel vio que la famosa línea BAVIC,
por él descubierta, atraviesa el centro de esta región. En primer lugar,
discurre paralelamente al río Vézére, a cinco ilómetros de Les Eyzies, a
cinco kilómetros también de Les Combarelles, a cuatro kilómetros de La
Mouthe, a cuatro kilómetros y medio de Pont de Gaume, a dos kilómetros
de Laussel, a nueve kilómetros de Laugerie Basse, a nueve kilómetr os de
La Madeleine (que dio nombre precisamente a la cultura magdaleniense), a
diez kilómetros de Lascaux, a diez también de Bara-Bahau, y a dos
kilómetros de Cap Blanch.

Bernifal (cerca de Meyrais, en la Dordoña), donde abundan los signos


tectiformes, está exactamente sobre BAVIC. Lo mismo puede decirse de
Commarque (región de Sireuil, en la Dordoña). En cuanto a Cougnac, los
Jean-Blancs, Rouffignac, La Sudrie, PechMene, Marcenac, Sainte Eulalie,
Le Cabillou y otros lugares, se encuentran todos en las proximidades de la
línea BAVIC.

En cuanto a España, la región cántabra se halla también cruzada por la


misterios a línea. Si bien aquí las cuevas no se hallan tan próximas a ella
como en la Dordona, sin embargo la línea cruza esta región. Covalanas, La
Venta de la Perra, La Haza y Sotarniza están en la misma línea o a pocos
kilómetros de ella. Las cuevas de Monte Castillo están a unas pocas
docenas de kilómetros de BAVIC. Y la región donde las cuevas decoradas
son más densas se halla a menos de cien kilómetros de ella.

La distancia que media entre las cuevas de Ariege y BAVIC se acerca a


unos doscientos kilómetros. Pero la cronología nos índica que la
civilización de las cavernas pirenaicas surgió a orillas del río Vézere, donde
hay gran cantidad de lugares de interés arqueológico anteriores al
Magdaleniense. Los primeros signos en forma de OVNI, pues, hicieron su
aparición en el valle del Vézere, sobre la línea BAVIC, y de allí pudieron
irradiar a los otros lugares citados.

Lo que resulta sorprendente en extremo es que las demás culturas


prehistóricas que se desarrollaban contemporáneamente en Europa, desde
los Países Bajos hasta Rusia, Italia y Sicilia, pasando por las actuales
Checoslovaquia, Austria, Polonia y Hungría, no presentan absolutamente
ninguno de estos signos. Éstos se limitan a aparecer en la región cruzada
por la línea BAVIC. Y aquí podemos hacer, con Aimé Michel, una
aventurada suposición. Al ser la Magdaleniense la forma cultural más
elevada existente a la sazón en nuestro planeta, unos hipotéticos visitantes
del espacio, que llegaban a la Tierra a bordo de «platillos volantes», fijaron
su atención en ella. Al descubrir esta civilización en el valle del Vézere y en
Cantabria, mantuvieron el Gran Círculo terrestre que cruza estas dos
regiones como una coordenada de referencia para sus futuras visitas a este
planeta. Y la han mantenido HASTA LA ACTUALIDAD. Porque aquella
fue la civilización más alta que descubrieron entonces en nuestro mundo,
cuando por primera vez llegaron a él desde las misteriosas profundidades
del Espacio.
CAPÍTULO II - LOS EDUCADORES CÓSMICOS

En este capítulo me propongo ampliar y precisar algunos de los temas ya


aludidos en mi obra El gran enigma de los platillos volantes, acerca de la
presencia entre los hombres de la Tierra de «educadores cósmicos» venidos
para enseñarnos e instruirnos. Es sorprendente constatar la aparición brusca
de numerosas civilizaciones antiguas: la sumeria, la babilónica, la egipcia,
en el Viejo Mundo; y la maya, la teotihuacana o tolteca y la incaica, en el
Nuevo Mundo. Y la eclosión de algunas de estas civilizaciones es muchas
veces casi contemporánea. Sobre substratos neolíticos, surgen de pronto
civilizaciones avanzadísimas, de tipo urbano, con una organización social
ya muy evolucionada.

No solamente autores como Charroux y Von Daniken hablan del origen


extraterrestre de las grandes civilizaciones terrestres, sino que científicos de
la categoría de un Carl Sagan, astrofísico de Harvard, o un Chklovski, el
gran astrónomo y matemático soviético, admiten muy seriamente la
posibilidad de que nuestro planeta haya sido visitado por seres del espacio
en el pasado.

Sagan busca las huellas de estas visitas en las antiguas leyendas; Chklovski,
más prudente, si bien no niega tal posibilidad, dice que no debemos
exagerar y hallar por doquier, en el pasado, vestigios de tales visitas. Sagan
concede un interés particular a la epopeya sumeria, que relata las
apariciones regulares, en las aguas del golfo Pérsico, de seres extraños que
enseñaban a los hombres las artes y las ciencias. Es posible que estos
acontecimientos hubiesen tenido lugar no lejos de la ciudad sumeria de
Eridu, hacia la primera mitad del cuarto milenio antes de nuestra Era.

En apoyo de su tesis, Carl Sagan observa una ruptura clarísima en la


historia de la cultura sumeria, que pasa bruscamente de un estado de
barbarie a un gran florecimiento de las ciudades, a la construcción de redes
complejas de irrigación, al desarrollo de la Astronomía y de las
Matemáticas. Actualmente, todos los arqueólogos están de acuerdo en
afirmar que la Historia empieza en Sumer. Pero en realidad nadie sabe
cómo empezó la civilización sumeria. A este respecto, René Alleau expone
una hipótesis sorprendente los sumerios no procedían de la tierra, sino del
mar.

Durante innumerables años vivieron sobre las aguas, en aglomeraciones de


poblados flotantes, y sólo a consecuencia del encuentro, en las aguas, de
seres superiores venidos del espacio, se decidieron a establecer en tierra sus
ciudades, para desarrollar en ellas la civilización que les aportaron los
misteriosos visitantes.

Esta idea se funda en la leyenda de los Akpalus, analizada por Carl Sagan.

«En mi opinión manifiesta Chklovski, comentando estas teorías las


hipótesis de Agrest y de Sagan no son contradictorias. Agrest interpreta los
textos bíblicos para encontrar en ellos pruebas de visitas extraterrestres.
Pero estos textos tienen profundas raíces babilónicas. Los babilonios, los
asirios y los persas fueron los sucesores de las civilizaciones sumeria y
acadia. Luego no podemos excluir que tanto los textos bíblicos como los
mitos recopilados por los babilónicos, sean un eco de los mismos
acontecimientos. A buen seguro que no es posible exponer pruebas
científicas suficientes en demostración de tales asertos. Pero no por ello
tales hipótesis dejan de ser acreedoras a nuestra atención.»

La hipótesis de Sagan se resume así: unos visitantes extraterrestres, que


revestían escafandras y que llegaron a bordo de una astronave que se posó
en el mar, aportaron a los hombres los primeros rudimentos del saber. Así
comenzó la cultura sumeria. Los hombres conservaron durante mucho
tiempo el recuerdo de unos seres medio hombres, medio peces (esta
apariencia se la debía de conferir la escafandra rutilante y el aparato
respirador) que llegaron de un lugar desconocido para impartirles sabias
enseñanzas.

Louis Pauwels y Jacques Bergier, los célebres autores de El retorno de los


brujos , recogen en su obra L Homme Eternel las tres versiones relativas a
los Akpalus, que datan de épocas clásicas pero se basan todas ellas en
Beroso, que fue sacerdote de Baal-Marduk en Babilonia, en tiempos de
Alejandro Magno. Al parecer, Beroso tuvo acceso a rollos y tablillas
cuneiformes y pictográficas de varios miles de años de antigüedad. Estos
textos de Beroso pasaron a varias obras clásicas, y Sagan se refiere
principalmente a los autores griegos y latinos recogidos en los Fragmentos
Antiguos de Cory. Para ello cita la edición revisada en 1870. En ella se
encuentran los tres relatos siguientes:

El relato de Alejandro Polihistor. En el primer libro relativo a la historia de


Babilonia, Beroso declara que vivió en tiempos de Alejandro, hijo de Filipo
de Macedonia. Menciona unos escritos conservados en Babilonia y que se
refieren a un ciclo de quince miríadas de años. Estos escritos narraban la
historia de los cielos y del mar, el nacimiento de la Humanidad y la historia
de aquellos que poseían los poderes soberanos. Describe Babilonia como un
país que se extendía del Tigris al Éufrates y donde abundaban el trigo, la
avena y el sésamo. En los lagos se encontraban las raíces llamadas gongae,
nutritivas y que por su valor alimenticio equivalían a la cebada. Había
asimismo palmeras, manzanos y la mayoría de los árboles frutales, sin
contar los peces y las aves que nosotros conocemos. La parte de Babilonia
fronteriza con Arabia era árida; la parte opuesta estaba surcada por valles y
era fértil. Por esa época, Babilonia atraía a los pueblos más diversos de la
Caldea, que vivían sin ley ni orden, semejantes a las bestias de los campos
(descripción muy parecida, como veremos, a la que hace Garcilaso de la
Vega, el Inca, de los pueblos del Perú, antes del advenimiento de
Viracocha).

En el transcurso del «primer año» un animal dotado de razón llamado


Oanes u Oanás apareció procedente del golfo Pérsico. El cuerpo de este
animal era parecido a un pez. Bajo su cabeza pisciforme poseía una segunda
cabeza. Aunque sus pies eran humanos, su cuerpo se terminaba con una
cola de pescado. Su voz y su lenguaje eran articulados. Este extraño ser
hablaba durante el día con los hombres pero se negaba a probar bocado.
Oanes los inició en la escritura, las ciencias y las diversas artes. Les enseñó
construir casas, a fundar templos, a ejercer el derecho y a servirse de los
principios del conocimiento geométrico. Les enseñó además a distinguir los
granos de la tierra y a cosechar sus frutos; en una palabra, les inculcó todo
cuanto podía contribuir a suavizar las costumbres y humanizarlas. En este
momento sus enseñanzas eran ya tan universales, que apenas conocieron
ulteriores perfeccionamientos. A la puesta del sol, el misterioso educador
volvía a hundirse en el mar, para pasar la noche «en las profundidades pues
era «un ser anfibio».
Hubo después otros animales parecidos a Oanes. Beroso promete ocuparse
de ellos cuando relate la historia de los reyes.

El relato de Abideno. Esto, en cuanto concierne a la sabiduría de los


caldeos. Cuéntase que su primer rey fue Aloro, quien afirmaba haber sido
designado por Dios para ser el pastor de su pueblo; reinó diez saris. Hoy se
cree que un sari e quivale a tres mil seiscientos años; un neros a seiscientos
años, y un sosus a sesenta años. Después de él, Alaparo reinó tres saris.
Amilaro, de Pantibiblon, le sucedió y reinó treinta saris; en su época, un ser
parecido a Oanes pero medio demonio, llamado Anedoto, surgió por
segunda vez del mar. Después Ammenón, de Pantibiblon, reínó doce saris,
sucedido por Magalaro, también de Pantibiblon, el cual reinó dieciocho
saris; estos soberanos fueron sucedidos por Daos, pastor oriundo también de
Pantibiblon, el cual gobernó al país durante diez saris. En el reinado de este
monarca, hay noticias de que cuatro personajes de doble cara surgieron del
mar: se llamaban Eudoco, En eugamo, Eneubolos y Anemento. Después de
éstos vino Anodafo, durante el reinado de Euedoresco. Después de éstos
hubo otros reyes, el último de los cuales fue Sisitro (Xisuthrus). Así, hubo
en total diez reyes, y la duración de sus reinados fue de 120 saris...

(Ni que decir tiene que este cómputo resulta exageradísimo, pues ocurre
algo parecido con las edades que otorga la Biblia a los patriarcas
antediluvianos. O bien los arqueólogos no han interpretado debidamente la
duración de estas medidas del tiempo mesopotámicas, o bien hay que
suponer que son una simple y pura exageración.)

El relato de Apolodoro. Ésta es, dice Apolodoro, la historia que Beroso


nos ha transmitido. Refiere que el primer rey fue el caldeo Aloro de
Babilonia, que reinó durante diez saris; vinieron después Maparo y Amelón,
nacidos en Pantibiblon; luego Ammenón, de Caldea, durante cuyo reinado
apareció el Anedoto Musaro Oanes procedente del golfo Pérsico Aquel rey
fue sucedido por Magalaro de Pantibiblon que reinó dieciocho saris; vino
después el pastor Daone, de Pantibiblon, que reinó diez saris; en su tiempo
(afirma el historiador) apareció de nuevo, surgiendo del golfo Pérsico, un
cuarto Anedoto, que tenía la misma forma que los precedentes, o sea
aspecto de pez con rasgos humanos. Después Euedoresco, de Pantibiblon,
reinó durante dieciocho saris. Durante su reinado apareció otro personaje
llamado Odacon. Había salido, como el precedente, del golfo Pérsico, y
tenía la misma forma complicada, con rasgos pisciformes y humanos.
(Todos ellos, dice Apolodoro, refirieron con detalle, según las
circunstancias, lo que les enseñó Oanes. Abideno no hace ninguna mención
de estas apariciones). Reinó después Amempsino, de Larancha, y como era
el que hacía el octavo en la sucesión, gobernó durante diez saris. Después
vino Otiartes, caldeo originario de Larancha, y gobernó durante ocho saris.

Después de la muerte de Otiartes, su hijo Xisuthrus reinó durante dieciocho


saris. En esta época se produjo el Diluvio Universal.

Relato ulterior de Alejandro Polishistor. Después de la muerte de Ardates,


su hijo Xisuthrus le sucedió y reinó durante dieciocho saris. En esta época
tuvo lugar el Diluvio Universal, cuya historia está contada de la manera
siguiente: la divinidad Kronus se apareció en sueños a Xisuthrus y le dijo
que habría un diluvio en el decimoquinto día del mes de Daesia, y que la
Humanidad sería destruida. Lo conminó a escribir una historia de los
orígenes, de los progresos y del ultimo fin de todas las cosas, hasta nuestros
días, que enterrase estas notas en Sippara, en la ciudad del Sol, que
construyese una nave, y que embarcase en ella con sus amigos y sus
deudos. Luego le dijo que llevase a bordo todo cuanto es necesario para el
mantenimiento de la vida, que recogiese todas las especies animales, tanto
las que vuelan como las que corren por la tierra, y que se confiase con su
nave a las aguas profundas... Cuando preguntó a la divinidad hasta dónde
debía ir, ésta le respondió:

«Hasta donde están los dioses.»

En estos fragmentos, comentan Pauwels y Bergier, quedan claramente


definidos los orígenes no humanos de la civilización sumeria, cuya
aparición sigue constituyendo hoy en día un enigma para los arqueólogos.
Una serie de seres de extraña apariencia se manifiesta en el curso de varias
generaciones. Oanes y los demás Akpalus son representados como
«animales dotados de razón», o más bien como seres inteligentades, de
forma humanoide, revistiendo un casco y un caparazón, o sea un «cuerpo
doble». Tal vez se tratase de visitantes procedentes de un planeta totalmente
recubierto por las aguas. Un cilindro asirio representa al Akpalu provisto de
aparatos en su espalda, y acompañado por un del fín.
Alejandro Polihistor deja constancia de un brusco florecimiento de la
civilización, tras la aparición de Oanes, lo cual está de acuerdo con los
datos suministrados por la Arqueología.

Sin embargo, el misterio de estos supuestos visitantes extraterrestres sigue


en pie, aumentado por el examen de los sellos cilíndricos asirios, en los que
Sagan cree reconocer al Sol rodeado de nueve planetas, con dos planetas
más pequeños en uno de sus lados, así como otras representaciones de
sistemas solares, con diversos números de planetas para cada estrella. Estas
ideas heliocéntricas eran inconcebibles para la época, y hay que esperar a
Copérnico para verlas cristalizadas.

Hasta aquí hemos seguido poco más o menos a Pauwels y Bergier. Pero
ahora añadimos nosotros; el golfo Pérsico se ha caracterizado en nuestro
siglo y en el pasado por una serie de extraños fenómenos marinos. En
nuestros estudios consagrados a la existencia de posibles bases submarinas
extraterrestres, consideramos el golfo Pérsico, con el «triángulo mortal de
las Bermudas», como uno de los puntos calientes de nuestro Globo. Charles
Fort ya recoge en sus obras algunos extraños fenómenos que se registran en
el golfo Pérsico. Así, navegando el 15 de mayo de 1879 por sus aguas, el
buque de guerra británico Vulture, al mando del comandante J. E. Pringle,
observó la presencia de ondas o pulsaciones luminosas en el agua que se
movían a gran velocidad (aproximadamente a 130 km p. h.) y pasaban por
debajo del Vulture. Mirando hacia el Este, este fenómeno ofrecía el aspecto
de una gigantesca rueda giratoria con el centro en aquella dirección. Los
radios eran luminosos, y, mirando hacia el Oeste, se observó la presencia de
una rueda similar, pero que giraba en dirección opuesta. El capitán añade:
«Estas ondas luminosas iban desde la superficie hasta gran profundidad
bajo el agua.» Antes y después de este extraño espectáculo, el barco cruzó
zonas recubiertas de una sustancia flotante, descrita como «freza de aspecto
oleoso».

El mismo Charles Fort recoge en su Libro de los condenados otra


observación situada en el golfo Pérsico: en una noche muy oscura del mes
de mayo de 1880, surgió súbitamente a ambos lados del vapor inglés Patna
una enorme rueda luminosa giratoria. con radios de doscientos o trescientos
metros, que parecían rozar al barco.
¿Seguirán los misteriosos Akpalus, descendientes de Oanes, habitando en
las profundidades del golfo Pérsico?

Del mismo libro de Charles Fort entresacamos el siguiente caso (extraído


por Fort del Journal of the Royal Meteorological Society): el 4 de abril de
1901, alrededor de las 8 h 30 m, en el golfo Pérsico, el capitán Hoseason,
que mandaba el vapor Kilwa, según una comunicación leída por el propio
capitán a dicha sociedad científica, navegaba en unas aguas desprovistas de
fosforescencia.

Pues bien, pese a ello, aparecieron de pronto unos grandes haces luminosos
(el capitán emplea la palabra «ripples», ondulaciones). Un haz seguía al
otro, sobre la superficie del mar. Pero su luminosidad era débil y al cabo de
quince minutos se extinguió: después de aparecer de pronto, se apagó
gradualmente. Los haces giraban a una velocidad de unos cien kilómetros
por hora.

En el golfo de Omán, que constituye la puerta de entrada del golfo Pérsico,


ocurrió en 1906 otro hecho insólito, extraído asimismo por Charles Fort de
la publicación científica citada.

Fort extracta una carta de Mr. Douglas Carnegie, de la población inglesa de


Blackheath. No se precisa la fecha, diciéndose únicamente que el incidente
ocurrió en 1906: «Durante este último viaje presenciamos un fenómeno
eléctrico verdaderamente fantástico e incluso espeluznante. Navegábamos
por el mar de Omán, cuando vimos un banco de fosforescencia
aparentemente inmóvil, pero cuando nos hallamos a menos de veinte metros
de él, unos haces de luz brillantes barrieron la proa del barco a una
velocidad prodigiosa, que tanto podía ser de cien como de trescientos
kilómetros por hora. Dichos haces luminosos se hallaban separados unos 6
metros y se movían con gran regularidad. En cuanto a la fosforescencia
agrega Mr Carnegie recogí un cubo de agua de mar y la examiné al
microscopio, pero no descubrí en ella nada anormal.»

El testigo se hallaba convencido de que los haces luminosos eran emitidos


por algo situado bajo la superficie: «Primero alcanzaron al barco de
costado, y observé que otro buque que pasaba entre nosotros y ellos no
producía el menor efecto sobre los mismos: los rayos luminosos se
iniciaban a sotavento del otro barco, como si lo atravesaran.»

En mi obra El gran enigma de los platillos votantes, además de los casos del
Vulture y del Patna, tengo recogida una observación interesantísima, que, si
bien no se sitúa exactamente en el golfo Pérsico, se localiza en una zona del
mundo muy próxima: el mar Rojo. Pero tiene un gran interés por su fecha
reciente; procede de una obra publicada en 1961, cuyo autor es el navegante
solitario inglés Adrian Hayter.

En su libro El Sheila en viento, edición española de Editorial Juventud del


original inglés, refiere lo siguiente: Observamos una luz muy lejos, hacia el
Sudeste. Nos hallábamos entonces entre Assab y Djibuti. Mientras la
mirábamos, se hizo más vívida y avanzó hacia nosotros; parecía el rayo de
un potentísimo reflector. De pronto, giró al Sur, y barrió el horizonte de un
extremo al otro... pero debajo del agua. Se acercó rápidamente, y a
velocidad sostenida, hasta que iluminó nuestras velas con un resplandor
verdoso, lo bastante brillante para leer perfectamente a su luz. Yo observé
aquel rayo de luz tan definido cuando pasó bajo el Sheila, arrojando
momentáneamente la negra sombra de su casco sobre las velas, para seguir
luego a gran velocidad hacia el horizonte occidental, sumido en las
tinieblas. Esto se repitió cinco veces, siempre de la misma manera, y a
intervalos regulares, en completo silencio y sin el menor cambio en el
viento o el estado del mar... »

El investigador francés René Fouéré, que también ha estudiado, como el


autor, el problema que plantean las observaciones marinas y submarinas
inexplicables, saca las conclusiones siguientes, del estudio de las
observaciones por él registradas: a) Sobre 17 (comprendida la observación
francesa que lleva el número 22), en contramos 11 en un casi rectángulo
esférico limitado aproximadamente por los paralelos 0 y 37° N y por los
meridianos 14° y 130° E. Este «rectángulo» abarca, hasta el paralelo 37° N,
todo el Oriente medio, el Oriente y el Extremo Oriente. La observación 1
(del Victoria) está muy separada hacia el Oeste, pues la posición dada por el
bergantín se sitúa entre Sicilia y Malta. Dejando aparte esta observación un
poco «virgiliana», el límite occidental del «rectángulo» se halla situado
alrededor de los 42° E.
b) De las 11 observaciones precitadas, 4 se sitúan en el golfo Pérsico o a la
entrada del mismo, en unos parajes donde, según un rumor que nos ha
llegado, un navío de guerra francés observó recientemente fenómenos
insólitos. Otras dos observaciones están localizadas en el estrecho de
Malaca.

Volvamos ahora a la leyenda de los Akpalus. ¿Qué crédito se puede prestar


a estas antiguas narraciones? ¿Que «historicidad» pueden tener los relatos
recopilados por Beroso y reproducidos por Alejandro Polihistor y otros
autores más modernos? La Arqueología ha confirmado la historicidad de las
dinastías citadas por Beroso. Y, cosa más sorprendente aún, ha confirmado
también que el Diluvio fue un suceso real. La Biblia adaptó sin duda el
famoso episodio de Noé de un texto sumerio antiquísimo: la epopeya de
Gilgamés, donde aparece Ut-Napishtim, que en realidad es una
prefiguración de Noé, pues llega también a construirse un arca para salvarse
él con su familia y una pareja de cada especie de animales.

Leemos en la tablilla 11 de la epopeya citada, en la versión del gran poeta


catalán Agustí Bartra:

«Los pequeños se encargaron de acarrear betún, mientras que los mayores


trajeron todo lo que era necesario. Al quinto día, levantó el armazón, cuyo
fondo era de un acre. Diez docenas de codos de altura tenía cada uno de sus
lados, diez docenas de codos cada lado de la cuadrada cubierta.

Di forma a sus dos costados y los uní. De seis cubiertas doté a la nave, que
quedó dividida en siete partes. Dividí su planta en nueve partes. Examiné
las pértigas y me procuré abastecimientos. Seis cargas de betún vertí en el
horno, y vertí también en él tres cargas de asfalto, tres cargas de aceite
trajeron en cestos los acarreadores, además de la carga que consumieron los
calafateadores y de las dos que estibé el batelero. Sacrifiqué bueyes para la
gente y degollé corderos cada día. Mosto, vino rojo, y aceite y vino blanco
di a los trabajadores, así como agua del río, para que celebraran el día de
Año Nuevo. Al séptimo quedó terminada la nave. La botadura fue muy
difícil, porque se tuvieron que sacar las planchas de abajo y de arriba, hasta
que los dos tercios de la nave entraron en el agua. Todo cuanto yo tenía fue
subido a bordo.
Todo cuanto yo tenía de plata fue subido a bordo. Todo cuanto yo tenía de
oro fue subido a bordo. Toda mi familia y parientes fueron subidos a bordo.

Los animales del campo, las bestias salvajes del campo y todos los
artesanos, dispuse que subieran a bordo. Shamash había fijado la hora para
mí: Cuando el que gobierna el tiempo nocturno desate un gran aguacero,
sube a bordo y cierra la escotilla. Observé el estado del tiempo y vi que
amenazaba tormenta.

Subí a la nave, y cerré la principal escotilla y Puzur-Amurri, el batelero,


cerré las otras y tomó el mando. Cuando apuntó el alba, una negra nube
cubría el horizonte. Dentro de ella Adad tronaba, mientras Shallat y Hanish
iban delante, corriendo como heraldos por lomas y llanos. Erragal arrancaba
las estacas de los diques y Ninurta precipitaba las aguas.

Los anunnaki levantaban las antorchas e incendiaban la tierra con sus


llamas.

A causa de Adad, la consternación llegaba al cielo, porque todo lo que


había sido luz era negrura. La vasta tierra era sacudida como una olla.
Durante un día soplé la tormenta, del Sur, cada vez más rauda, sumergiendo
a las montañas, alcanzando a todos como una batalla. Nadie podía ver a su
compañero, ni desde el cielo ser reconocida la gente. Los dioses estaban
asustados por el diluvio y, temblando, regresaron al cielo de Ana. Los
dioses, como perros acobardados, se habían agachado junto a la muralla.
Istbar gritaba como una mujer en trance de parto; la amante de los dioses,
de dulce voz, ahora gritaba:

Ay! Los antiguos días se han convertido en barro, porque hablé


malignamente en la asamblea de los dioses, ¡Cómo pude hablar
malignamente en la asamblea de los dioses, aconsejando la lucha para la
destrucción de mi gente, cuando yo misma parí a mi pueblo, que es
semejante a los pececillos del mar! Los anunnaki lloraban por ella, los
dioses, llenos de humildad, sollozaban sentados, apretando los labios...

Durante seis días y seis noches soplé el viento del diluvio, y la tormenta del
Sur barrió la Tierra. Al séptimo día la tempestad comenzó a ceder, como un
Ejército en la batalla. El mar se calmó, la tormenta amainé, la inundación
cesó.

Observé el tiempo: reinaba la calma y la Humanidad se había cambiado en


barro. El paisaje aparecía liso como un techo. Abri una escotilla, y la luz
cayó sobre mi rostro. Me incliné, reverente, sentéme y lloré. Las lágrimas
resbalaban por mis mejillas. Busqué con la mirada la línea de la costa en la
expansión de las aguas. En cada una de las catorce regiones emergía una
montaña.

La nave se detuvo en el monte Nisir. El monte Nisir retuvo firmemente a la


nave, sin dejar que se moviera.»

Al sexto día, Up-Napishtim soltó una paloma, que emprendió el vuelo y


regresó, pues no había encontrado dónde posarse. Luego hizo lo propio con
una golondrina, que también volvió, y finalmente soltó un cuervo, que ya
no regresó. Entonces salieron todos del Arca.

Naturalmente, este «Diluvio Universal» no fue tal, sino que abarcó


únicamente las orillas del Éufrates y del Tigris (pese a que el libro sagrado
de los mayas, el Popol-Vuh, guarde también el recuerdo de un diluvio).
Tenga en cuenta el lector que el Éufrates acarrea cantidades fabulosas de
limo, que todos los años hacen avanzar 25 metros su desembocadura hacia
el interior del golfo Pérsico. Hacia el cuarto milenio antes de nuestra Era,
época en que se sitúa el diluvio babilónico, las ciudades de Ur, Eridu y
Lagash eran ribereñas del golfo Pérsico, que penetraba muy profundamente
en el territorio mesopotámico. El emplazamiento de la actual Basora se
hallaba entonces cubierto por las aguas.

Pero lo verdaderamente emocionante es que se ha encontrado constancia


histórica de la terrible inundación producida por el diluvio sumerio (y
recogida posteriormente en la Biblia). Al aproximarse el verano de 1929, la
sexta campaña de excavaciones emprendida por el arqueólogo inglés Sir
Charles L. Woolley en las tumbas reales sumerias del montículo de Tell-al-
Muqayyar tocaba a su fin. Woolley, incansable, quería llegar a la roca viva,
para saber cuándo había comenzado verdaderamente la civilización
sumeria. Werner Kelier relata vívidamente este emocionante
descubrimiento. Por debajo de las tumbas reales, seguian apareciendo capas
de escombros. ¿Cuándo aparecerán en el fondo de esta colina, sobre la roca
viva y el terreno virgen, los restos del primer establecimiento humano?, se
preguntaba Woolley. Sin prisas, con sumo cuidado, hace efectuar pozos y
comprueba personalmente la naturaleza de los materiales que se van
extrayendo.

Los pozos profundizan cada vez más; surgen nuevas capas con restos de
ánforas y cerámicas. El arqueólogo comprueba extrañado que ésta es
inalterable. Es la misma que se encontró en las cámaras reales. ¿Es que la
civilización de los sumerios, después de adquirir de golpe un alto grado de
desarrollo en una época remotísima, no había realizado progreso alguno
digno de mención?

Por fin los trabajadores indígenas gritan que han llegado al fondo. Woolle y
baja personalmente para convencerse. En efecto: han terminado los restos
de toda cultura. Pero examina con atención el terreno que pisa y su
perplejidad es grande: ¡es lodo, lodo como únicamente puede resultar de la
sedimentación de las partículas acarreadas por el agua! Llevado por una
intuición genial, Woolley ordena que se siga excavando. Las palas
empiezan a extraer lodo. Se profundiza un metro, dos metros... y no cesa de
salir lodo. Pero al llegar a unos tres metros de profundidad, la capa de cieno
termina tan súbitamente como había empezado.

Se sigue excavando y los capazos que suben a la superficie dejan


estupefactos a los arqueólogos. ¡En vez de la roca virgen, encuentran más
fragmentos de cerámica! Pero es una cerámica más tosca, más primitiva, no
ejecutada a torno como la que apareció en cima de la capa de lodo, sino que
ésta se hallaba hecha a mano. Y las únicas herramientas que se encuentran
son de sílex labrado. ¡Aquellos útiles pertenecían a la Edad de Piedra!

Aquel mismo día Woolley envió a las agencias de Prensa mundiales la


noticia más sensacional que jamás había dado arqueólogo alguno:

¡HEMOS ENCONTRADO LAS HUELLAS DEL DILUVIO


UNIVERSAL!

Para asegurarse, Woolley hace perforar dos pozos más, en lugares alejados
entre sí. Pero el resultado siempre es el mismo: bajo la capa de lodo de tres
metros, que hablaba de una espantosa inundación, aparecían los mismos
restos antediluvianos. Otros arqueólogos efectúan catas en distintos lugares
de la Mesopotamia meridional, y el gran descubrimiento se confirma. Poco
a poco se llega a determinar la extensión que cubrieron las aguas. Según
Woolley, la gran inundación cubrió una zona de 630 km de longitud por 160
km de anchura, al noroeste del golfo Pérsico. En el mapamundi fue un
«suceso local», pero para los que vivían entre los dos grandes ríos
mesopotámicos fue una catástrofe comparable al fin del mundo.

Si Beroso nos ha conservado con tal fidelidad el recuerdo de esta catástrofe


perpetuada también en la epopeya de Gilgamés, nada nos impide creer
también en la realidad de los Akpalus.

Egipto

Pasemos ahora al cuerno opuesto del «Fértil Creciente»: el país de los


Faraones.

¿Por qué los visitantes extraterrestres que arribaron a la Tierra, de acuerdo


con las teorías de Agrest y Sagan, sin olvidar nuestro Eugenio Danyans,
escogieron precisamente esta región del Globo, surcada por grandes ríos
como el Tigris, el Éufrates y el Nilo? ¿Por qué los faraones egipcios, a
partir del primero, el mítico y nebuloso Menes, llevaron el título (tan
«marciano») de «Protector del Canal»?

En los albores de la Historia humana encontramos siempre unos misteriosos


personajes, casi siempre divinizados por sus coetáneos, que surgen
repentinamente para aportar enseñanzas a los hombres. Esto coincide con la
aparición de grandes civilizaciones, que aparecen de la noche a la mañana
(arqueológicamente hablando) sobre niveles muy primitivos, donde sólo se
hallan restos de culturas líticas.

El ejemplo de todo cuanto antecede está clarísimo en Egipto, y se centra en


la leyenda de Isis y Osiris. Encontramos aquí por primera vez la pareja
celestial, hermano-hermana, marido-mujer, que también hallaremos después
en la América precolombina. El divino incesto de Isis y Osiris se perpetuó
luego en las dinastías faraónicas, pues el soberano tomaba por esposa a su
hermana. Dice la leyenda que la celestial pareja descendió al Valle del Nilo
en una nave aérea, y, entre otras cosas, Osiris enseñó a los primitivos
egipcios a vivir en ciudades, les aportó los beneficios de la agricultura,
enseñándoles a cultivar el trigo, la cebada y la vid, y les dio los rudimentos
de la metalurgia.

En el himno a Osiris, que figura en la estela de mediados de la dinastía


XVIII (o sea anterior a la reforma religiosa de Akenatón) y que actualmente
se conserva en el Louvre, se hallan varios pasajes en verdad misteriosos: " .
.El cielo y los astros le obedecen y las grandes puertas del cielo se abren
para él, Señor de las aclamaciones en el cielo del Sur; adorado en el cielo
del Norte. Las estrellas indestructibles están bajo su autoridad y sus
residencias son los planetas infatigables. La ofrenda sube a él, por orden de
Geb; la Enéada divina le adora, los habitantes del mundo inferior olfatean la
tierra ante él... el Señor del que se acuerdan en el Cielo y en la Tierra... para
quien las Dos-Tierras celebran regocijos unánimemente. . . »

Pero la leyenda osiríaca presenta otros rasgos interesantísimos. Al parecer,


surgieron diferencias entre los educadores «extraterrestres», que culminaron
en el asesinato de Osiris en el año 28 de su reinado por su hermano Set,
ayudado por setenta y dos conjurados. Set invitó bromeando a Osiris a
tenderse en un sarcófago, que inmediatamente fue cerrado y arrojado al
Nilo. «Ahogado» de esta manera en el río, Osiris derivó por la boca tanítica
hacia el mar, siendo arrojado después por las olas a la costa de Biblos,
donde le encuentra Isis, que lo buscaba desconsolada.

Transporta entonces Isis el cadaver de su esposo-hermano a Buto. Pero


ocurrió que Set, cazando por la noche a la luz de la luna, divisó el ataúd,
cortó el cuerpo en catorce pedazos (o tal vez más) y los distribuyó entre sus
cómplices, con el fin de comprometerlos a todos en el crimen y asegurarse
defensores.

La leyenda no explica la razón del odio de Set contra su hermano Osiris. Es


posible que se tratase puramente de envidia y afán de poder, de raíces
luciferinas. Sea como fuere, después de la muerte de Osiris, Isis,
desesperada, recomienza la búsqueda trágica: encuentra y reconoce
sucesivamente cada uno de los miembros de Osiris, excepto el miembro
viril, que había sido devorado por un pez, el oxirrinco.
A medida que Isis encuentra una parte del cuerpo de su esposo, le erige una
sepultura en el lugar mismo, y ésta es la razón de que se hallen tantas
sepulturas de Osiris en Egipto.

Pero ahora viene lo más pasmoso, lo que de verdad nos hace creer que nos
hallamos en presencia de una ciencia sobrehumana: Isis, gran hechicera,
«inventó el remedio que confiere la inmortalidad», y consiguió resucitar a
Osiris. Las fuentes griegas mantienen un silencio religioso acerca de este
misterio pero los textos de las pirámides describen los procedimientos
empleados. Isis y sus colaboradores, Thot, Anubis y Neftis, reúnen los
miembros dispersos, ponen al abrigo de la corrupción las carnes
perecederas y con ellas hacen un cuerpo eterno llamado Zet, la primera
momia, en el que Osiris revivirá para siempre. Sin embargo, la nueva vida
de éste es la de un soberano retirado del mundo, la de un héroe divinizado
que, aún continuando como el protector de los egipcios, deja la dirección de
los asuntos terrenales a Isis, asesorada por su sucesor.

Los arqueólogos ven en esta curiosa leyenda una simbología vegetal,


diciendo que Osiris renace como el grano que, enterrado en noviembre
(época del año en que fue asesinado), brota del suelo en primavera; como el
árbol que echa ramas nuevas; como el Nilo, al que la crecida anual
despierta de su muerte aparentes Pero yo veo en ella el relato de «sucesos
reales», mitificados luego por la posteridad.

Pero esto no es todo. Isis consigue ser «fecundada artificialmente» por el


cadáver de Osiris. De esta extraña cópula nació Horus; llamado por ello
preferentemente el hijo de Isis, y no de Osiris. Horus había de ser el
vengador de su padre, derrotando a Set y a sus partidarios. Diodoro (I, 25)
observa lo siguiente: «Horus parece haber sido el último dios que reinó en
Egipto, después de la partida de su padre para el cielo.»

Es notable todo ello: los mitos nos cuentan que Isis logra hacerse fecundar
por el dios asesinado, al cual los artificios mágicos han devuelto el vigor
viril. El cuadro de Isis fecundada por la momia de Osiris aparece en los
textos y en las imágenes de los templos, como el testimonio más
considerable de los «milagros» realizados por Isis.
¿Nos hallamos ante manifestaciones de una ciencia extraterrestre, que
perduró en forma degradada en la momificación y que enseñó a los égipcios
verdaderas maravillas de la técnica, como reconoce el profesor argentino
Alvarez López? Es muy significativo que el emblema de Horus sea el
uraeus, o disco alado rodeado por serpientes, que simbolizan el vuelo en
todas las mitologías.

Después de Horus, comienzan los primeros soberanos terrestres, a los que


los educadores legan el poder sobre las Dos-Tierras (así se llamaba Egipto
en los sellos de los faraones), país regado por el Gran Canal, que
desemboca en el Muy-Ver de (Mediterráneo).

Pasemos ahora a Sudamérica, donde veremos que la Historia se repite. -

El famoso historiador inglés Prescott, autor de la Historia de los Reyes


Católicos, descubrió interesantes documentos del tiempo de la Conquista en
los Archivos de la Real Academia de Madrid, que le permitieron llegar a las
siguientes conclusiones acerca de los primeros pobladores del Perú:

«La historia de los hombres blancos barbudos se repite en casi todas sus
leyendas.

.. Otra leyenda menciona a unos hombres blancos y barbudos que, partiendo


de las orillas del lago Titicaca, establecieron su dominio sobre los
indígenas, impartiéndoles las bendiciones de la civilización. Esto nos
recuerda la tradición existente entre los aztecas respecto a Quetzalcóatl, que
con atuendo y aspecto similares subió a la gran meseta mexicana desde el
Este, en una misión igualmente educadora hacia los nativos. La analogía es
tanto más notable, cuanto que no existen trazas de comunicación ni de
mutuo conocimiento entre ambas naciones.»

El ilustre cronista español Cieza de León, que estuvo en el Perú entre 1553
y 1560, fue uno de los primeros europeos que visitaron las ruinas de La
huanaco (o Tiwanaku, como quieren que se escriba los indigenistas), en la
meseta de Titicaca, que sólo conocían los europeos desde hacía unos pocos
años. En su Crónica del Perú, Cieza de León dedica un capítulo a
Tiahuanaco y sus grandes edificios y ésta es la primera descripción escrita
que poseemos de este lugar. Cieza también recoge la tradición de los
hombres blancos y barbudos como constructores de la ciudad, que según los
indígenas, «fue levantada en una noche».

Los indígenas denominaban viracochas a estos misteriosos constructores y a


los españoles, indistintamente. ¿Qué significa esta palabra? Karsten cita
antiguos escritos de Huaman Poma Ayala, que arroja luz sobre esta
cuestión. Huaman Poma era un peruano nativo que fue educado por los
eruditos historiadores incas, los llamados quipucamayocs. Según él, la
primera raza de hombre que vivió en el Perú se llamaba uari viracocharuna.
El sufijo runa es una palabra quechúa que significa «pueblo». Así, según
Bandelier, viracocharuna se aplicaría a todos los pueblos y gentes del
pasado y presente de tez blanca o muy clara. Viracocha es el nombre que
daban también los incas al primitivo caudillo del pueblo, de estirpe divina,
y que representaba al Sol entre los hombres. Este nombre se hizo genérico
luego para el caudillo religioso de aquel pueblo, del mismo modo que
ocurrió con el Quetzalcóatl azteca, aplicado a los sumos sacerdotes de aquel
pueblo. Este Viracocha, en Juan de Betanzos, que escribió en 1551, recibe
el nombre de Con Tici Huiracocha..

El más famoso cronista del Perú, Garcilaso de la Vega, el Inca (1539-1616)


hijo del capitán español García Lasso de la Vega y de la princesa inca Isabel
Chimpu Ocho, prima del infeliz Atahualpa, nos ha dejado en sus
Comentarios reales, un relato extraordinario acerca de la llegada del primer
Viracocha, en compañía de su hermana-esposa (asombrosa semejanza con
el mito egipcio de Isis y Osiris) a la isla del Sol del lago Titicaca (Ibid., cap.
III: Del origen de los Incas, reyes del Perú): Sabrás que en los siglos
antiguos toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y
breñales, y las gentes de aquellos tiempos vivían como fieras y animales
brutos, sin religión, ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la
tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, por que no sabían labrar algodón ni
lana para hacer de vestir. Vivían de dos en dos, y de tres en tres, como
acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios de cuevas y cavernas de la
tierra; comían como bestias yerbas del campo y raíces de árboles, y la fruta
inculta que ellos daban de suyo, y carne humana. Cubrían sus carnes con
hojas y cortezas de árboles, y pieles de animales; otros andaban en cueros.
En suma vivían como venados y salvajinas; y aun en las mujeres se habían
como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas.»
Maravillosa descripción que el tío materno del Inca Garcilaso de la Vega
hace, a su sobrino, de la Humanidad troglodita de la Edad de Piedra. Entre
esta Humanidad prehistórica desciende del cielo el misterioso educador,
Viracocha, acompañado de su no menos misteriosa pareja femenina:

«Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales, como te he dicho, se


apiadó y hubo lástima de ellos, y envió del cielo a la tierra un hijo y una
hija de los suyos para que los doctrinasen en el conocimiento de Nuestro
Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su dios y para que les
diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y
urbanidad; para que habitasen en casas y pueblos poblados, supiesen labrar
la tierra, cultivar plantas y mieses, criar los ganados y gozar de ellos y de
los frutos de la tierra, como hombres racionales, y no como bestias. Con
esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la
laguna Titicaca, que está a ochenta leguas. de aquí...»

Y en el capítulo siguiente, «La fundación de Cuzco, ciudad imperial»


prosigue: Entonces dijo nuestro Inca a su hermana y mujer: En este valle
manda Nuestro Padre el Sol que paremos y hagamos nuestro asiento y
morada, para cumplir su voluntad. Por tanto, reina y hermana, conviene que
cada uno por su parte vamos a convocar y a atraer a esta gente, para los
doctrinar y hacer el bien que Nuestro Padre el Sol nos manda; » (Palabras
muy similares a las que, sin duda, diría Osiris a su reina y hermana Isis, al
descender entre las tribus prehistóricas del Valle del Nilo, que también se
hallaban en plena Edad de Piedra.)

México

Como es sabido, los aztecas históricos cuyo imperio destruyó Hernán


Cortés eran una tribu belicosa que, procedente del norte del país, sentó su
dominio sobre una cultura anterior, más alta y refinada, llamada tolteca.
Este término, en náhuatl, significa maestro artesano. Pese a su poderío, los
aztecas, cómo señala acertadamente Laurette Séjourné, reconocieron
siempre humildemente que la totalidad de sus conocimientos les venía de
aquellos que fueron «los primeros pobladores de esta tierra, y los primeros
que vinieron a estas partes que llaman tierra de México... los que
diseminaron la semilla humana primero aquí en este país», según afirma
Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de Nueva
Espana.

En la misma obra, el erudito fraile e historiador agrega: «Fue tan grande lo


que alcanzaron acerca del conocimiento de las piedras, que aunque
estuviesen metidas dentro de alguna grande y debajo de la tierra, con su
ingenio natural y filosofía las descubrían y sabían dónde las habían de
hallar...

»Tan curiosos eran los dichos Toltecas, que sabían todos los oficios
mecánicos, y en todos ellos eran los únicos y primos oficiales, porque eran
pintores, lapidarios, carpinteros, albañiles, encaladores, oficiales de pluma,
de loza, hilanderos y tejedores;..

»Eran tan hábiles en la astrología natural que ellos fueron los primeros que
tuvieron cuenta, y la compusieron de los días que tiene el año. También
inventaron el arte de interpretar los sueños, y eran tan entendidos y sabios,
que conocían las estrellas de los cielos, y les tenían puestos nombres, y
sabían sus influencias y calidades; sabían asimismo los movimientos de los
cielos, y esto por las estrellas. Estos dichos Toltecas eran buenos hombres y
allegados a la virtud, eran altos, de más cuerpo que los que ahora viven...
Eran también buenos cantores, y mientras cantaban o danzaban, usaban
tambores y sonajas de palo... tañían, componían y ordenaban de su cabeza
cantares curiosos; eran muy devotos y grandes oradores... »

¿Quién inculcó a los toltecas tan elevados conocimientos? Sin duda fue otro
«educador» venido del cielo, pero en época mucho más tardía que los
anteriormente citados. Este educador se llamó Quetzalcóatl entre los
toltecas y los aztecas, y fue conocido por el nombre de Kukulkán entre los
mayas. Sin duda se trataba del mismo personaje, y es muy posible que sean
sus restos los que se hallaron en la cripta del Templo de las Inscripciones,
en Palenque, en el Estado de Chiapas.

Según la citada Laurette Séjourné en su obra Pensamiento y Religión en el


México Antiguo, Quetzalcóatl fue un «organizador sin igual». Y en la obra
El pueblo del Sol, de Alfonso Caso, leemos: -
«Como dios de ha vida, aparece Quetzalcóatl como el benefactor constante
de la Humanidad, y así vemos que, después de haber creado al hombre con
su propia sangre, busca la manera de alimentarlo y descubre el maíz, que
tenían guardado las hormigas dentro de un cerro, haciéndose él mismo
hormiga y robando un grano que entrega después a los hombres. Les enseña
la manera de pulir el jade y las otras piedras preciosas y de encontrar los
yacimientos de estas piedras; a tejer las telas policromas, con algodón
milagroso que ya nace teñido de diferentes colores y a fabricar los mosaicos
con plumas de quetzal, del pájaro azul, del colibrí, de la guacamaya y de o
tras aves de brillante plumaje. Pero sobre todo enseñé al hombre la ciencia,
dándole el medio de medir el tiempo y estudiar las revoluciones de los
astros; le enseñó el calendario e inventó las ceremonias y fijó los días para
las oraciones y los sacrificios».

Quetzalcóatl es también el fundador de Teotihuacán o «Ciudad de los


Dioses» la más antigua metrópoli de América, y, por lo tanto, hay que
identificarlo con el rey de Tollan de los cronistas españoles, pues Tollan ha
sido identificada por los arqueólogos con las grandiosas ruinas de
Teotihuacán, a 50 km de la Ciudad de México. Fue allí donde surgió la
floración prodigiosa de la religión náhuatl, cuyos orígenes constituyen el
más hermético de los misterios, según afirma Séjourné. Allí es donde
aparece por primera vez la serpiente emplumada o alada, símbolo del culto
de Quetzalcóatl (Quetzal: pájaro, cóa tl: serpiente). Sin querer profundizar
en el misterioso simbolismo de la religión náhuatl, no deja de ser notable
esta atribución de alas (representación de cualquier clase de vuelo), a un
elemento terrestre y rastrero como es la serpiente. Sin embargo, nada nos
impide ver en esto un simbolismo del alma.

Según Séjourné, el Quetzalcóatl es el signo que contiene la revelación del


origen celeste del ser humano. (¿No resulta curioso que, mientras Jesucristo
difundía su divino mensaje en el Viejo Mundo, Quetzalcóatl hiciese lo
propio en el Nuevo.., pues ambos fueron contemporáneos?).

¿Y cómo se explica la extraña importancia que reviste el planeta Venus en


las culturas centroamericanas? Y al llegar aquí tropezamos con el misterio
del quincunce, o cruz, el jeroglífico náhuatl, formado por cuatro puntos
unificados por un centro. Según demostró Eduard Seler, el -cinco es la cifra
del centro y éste, a su vez, constituye el punto de contacto entre el cielo y la
tierra.

Y escribe Séjourné (op. cit., pág. 102):

«Modelo perfecto de concisión, el quincunce es de una complejidad más


rica todavía. Se ha demostrado ampliamente que la revolución sinódica de
Venus, de 584 días, tenía en Mesoamérica un papel primordial. Los cálculos
que recubren las estelas y los códices mayas, por ejemplo, tienen por fin
principal registrar las conjunciones pasadas y futuras del planeta y del Sol
sobre lapsos considerables. A consecuencia de que el cómputo de los años
venusinos se efectuaba por grupos de cinco (correspondiente a ocho años
solares), el cinco es igualmente la cifra de Venus y, por tanto, de Quetza
lcóatl.» -

¿Sería el educador Ouelzalcóoatl un venusino, como otros educadóres


coetáneos y anteriores a él? Como sabe el lector, los aztecas tomaron a
Hernán Cortés por el propio Quetzalcóatl, que retornaba a sus dominios.
Moctezuma recibió al capitán español a su llegada a Tenochtitlán,
diciéndole:

«Muchos días ha que nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados


que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella
sino extranjeros y venidos a ella de partes muy extrañas; e tenemos
asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos
vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza E siempre hemos
tenido que los que del descendiesen habían de venir sojuzgar esta tierra y a
nosotros como a sus vasallos segun de la parte que vos decis que venís que
esa do sale el sol; y las cosas que decís de este gran senor o rey que acá os
envió, creemos y tenernos por cierto el ser nuestro señor natural; en especial
que nos decís que él ha muchos días que tiene noticia de nosotros. E por
tanto, vos sed cierto que os obedeceremos y tendremos por señor en lugar
de este gran señor que decís y que en ello no habrá, falta ni engaño alguno;
e bien podéis en toda la tierra, digo en la que yo en mi señoría poseo,
mandar a vuestra voluntad, porque será obedecido y fecho y todo lo que
nosotros tenemos es para lo que vos dello quisiéredes disponer... »
A su muerte, cometida voluntariamente con carácter redentor, Quetzalcóatl
se eleva al cielo, donde se transforma... en el planeta Venus. De los
testimonios aztecas, se deduce que el hombre «es la encarnación de una
partícula celeste». He aquí las palabras que la partera dirigía al recién
nacido: «Formóos y crióos vuestra madre y vuestro padre...mujer celestial y
hombre celestial... »

Según cronistas de Indias, numerosos presagios habían anunciado a los


aztecas la vuelta de Quetzalcáatl y el fin de su reinado. Por aquella época,
refieren las crónicas, hubo «incendios que fue imposible apagar; cometas
que se paseaban por el cielo durante horas; el espejo de la grulla encantada
en el que se refleja un cielo estrellado en pleno día; la historia del pastor
transportado por un águila a una gruta resplandeciente donde fue recibido
por un personaje "comparado con el cual Moctezuma no era nada; y muchas
otras manifestaciones del fin del Imperio».

Nada nos impide suponer que los cometas aludidos fuesen lo que hoy
llamaríamos «platillos volantes» o la «gruta resplandeciente» a la que fue
transportado el pastor de marras, el interior de una astronave extraterrestre
(para los términos del relato, cf. con la famosa «visión» de Ezequiel). ¿Y
quién sería aquel personaje «comparado con el cual Moctezuma no era
nada»? Misterio.

En efecto: el reinado de Moctezuma estuvo marcado por la aparición de


innúmeros signos que predecían el fin del Imperio. «Apareció en muchas
noches un gran resplandor que nacía de la parte de Oriente, subia en alto y
parecía de forma piramidal y con algunas llamas de fuego...»

Y comenta Laurette Séjourné (Ibid., pág. 47):

«Estos presagios inquietantes, que todos los cronistas relatan y que ningún
historiador ha puesto en duda, se suceden durante diecisiete años.»

Recuerdo todavía y recordará siempre la impresión de abrumadora grandeza


que me causó la visita al sagrado lugar de Teotihuacán, en compañía de mis
queridos, amigos mexicanos Pedro Ferriz y el malogrado Othón Gómez.
Ante la Pirámide del Sol, pensaba que aquel monumento, cuya base medía
exactamente igual que la base de la Gran Pirámide egipcia, ya estaba oculto
por la tierra cuando los aztecas llegaron al Valle de México para fundar la
Gran Tenochtitlán. Por un montículo natural lo tomaron los aztecas, y por
un montículo natural lo tomaron también los españoles. Sólo en el presente
siglo la Arqueología nos la ha restituido, junto con la Pirámide de la Luna y
la impresionante Avenida de los Muertos, donde se celebraron ceremonias
imposibles de conjeturar. Teotihuacán, Tiahuanaco, ciudades misteriosas,
que muestran ambas la raíz ti, emparentada con teos y con zeus. ¿Qué
misterios extraterrestres ocultan las culturas teotihuacana y la qué floreció
en el altiplano boliviano, a orillas del lago Titi caca? ¿Qué misterios
encierran también las antiguas mitologías mediterráneas, con sus leyendas
de mensajeros celestiales, o las mitologías védicas de la antigua India con
sus referencias a las enigmáticas vimanas, o naves voladoras? ¿Por qué el
Sol se llamaba Ra en egipcio antiguo, y se llama también Ra en la
Polinesia? ¿Qué se oculta en el pasado de la isla de Pascua, «Te Pito te
Henua» u Ombligo del Mundo?

Temas demasiado vastos para tratarlos aquí con profundidad. Bástenos con
dejar, en el aire estos inquietantes interrogantes:

¿FUE LA TIERRA VISITADA EN EL PASADO POR SEÑORES DEL


ESPACIO?

¿RECIBIÓ LA HUMANIDAD LAS ENSEÑANZAS: IMPARTIDAS POR


«EDUCADORES CÓSMICOS», CUYA HUELLA ES HOY VISIBLE EN
LAS. MÁS ANTIGUAS RELIGIONES DE LA TIERRA?

¿SOMOS VERDADERAMENTE, EN LA BELLA. FRASE NÁHUATL,


«HIJOS DEL BARRO, PERO TAMBIÉN DEL CIELO
ESTRELLADO»...?

Quizás a todas estas preguntas, un día la Ciencia contestará con un rotundo


Si.
CAPITULO III - OVNIS JULIOVERNESCOS Y VICTORIANOS

Andaría muy equivocado quien creyera que el fenómeno OVNI comienza


en la época contemporánea, concretamente en 1947, año de la célebre
observación de Kenneth Arnold. incluso el término «platillo» (saucer) no
fue inventado por éste. El 24 de enero de 1878, un agricultor de Texas
llamado John Martin, que vivía a unos cuarenta kilómetros al sur de
Denison, vio un objeto volador oscuro y de forma discoidal que cruzaba a
gran altura por el cielo «a una velocidad fantástica», y empleó el término
«platillo» (saucer) para describirlo. Pero mucho antes, en plena Edad Media
europea, naves aerae vissae sunt (fueron vistas naves aéreas) en Gravesend
según relata la crónica de Gervasio de Tilbury, escrita en el siglo XIII Las
«naves aéreas» tripuladas por «seres celestiales» abundan relativamente en
las crónicas medievales y no vamos a ocuparnos aquí de ellas, sino de otras
naves que provocaron una verdadera «oleada» en Kansas, California
septentrional y Nebraska. en noviembre-diciembre de 1896 y de marzo a
mayo de 1897. Esta mystery airship, o nave aérea misteriosa, fue vista por
miles de personas en todo el suroeste de Estados Unidos y desde docenas de
ciudades, pueblos y aldeas. La simultaneidad de muchas de estas
observaciones hace presumir que en realidad no se trataba de una, sino de
varias naves aéreas de características similares. Esta curiosísima oleada ha
sido desenterrada por varios investigadores modernos buceando en Prensa
de la época. Éstos investigadores son principalmente los norteamericanos
John Keel, Jerome Clark y Donald B. Hanlon.

Lo verdaderamente desconcertante del airship de 1897 es su carácter


«victoriano» y juliovernesco. Quien quiera hacerse una idea de su
apariencia, de acuerdo con los relatos de los testigos, puede acudir a dos
obras de Julio Verne muy poco conocidas: Robur el conquistador y Maítre
du Monde (Dueño del mundo). Según la Gran Enciclopedia Larousse, el
año de publicación de la primera fue el 1886. Mientras esta novela se
publicaba por entregas en el Journal des Débats, un joven atentó contra la
vida de Verne, consiguiendo únicamente herirlo en una pierna. Al año
siguiente, cuando Verne tenía 58 años, se estableció definitivamente en
Amiens, a consecuencia de este atentado.
En una biografía sobre el genial francés escrita por Juan Torrent Fábregas,
éste pone en boca de Verne las siguientes palabras: «Mis volúmenes para
1895, 96 y 97 están listos. Me ocupo mucho del correspondiente a 1898.
Tengo tiempo por delante, pues... Lo original (refiriéndose a la nave por él
imaginada) consistiría en que fuera a la vez buque submarino, aéreo y
automóvil. La novela se titulará Dueño del mundo y en ella reaparece
Robur.. .»

Robur era un inventor fantástico, cómo tantos inventores nacidos de la


imaginación de Verne, que consigue construir una maravillosa nave aérea,
el Albatros, con la que recorre el mundo. Es una nave más pesada que el
aire, sostenida, por docenas de rotores, que hacen de ella un anticipo del
helicóptero. Tiene una proa aguzada de barco, cubierta con toldillas y
emplea anclas para inmovilizarse sobre un sitio. Por la noche, dispone de
potentes reflectores para iluminar el suelo. Para la propulsión en sentido
horizontal dispone en la proa de una hélice gigantesca de cuatro palas.
Recomendamos al lector que vea las deliciosas ilustraciones ochocentistas
de L. Benett, que en forma de grabados al acero ilustran la edición de las
obras completas de Julio Verne publicadas en 1894 en Madrid por Sáenz de
Jubera Hnos., Editores.

Pues bien: el Albatros, nave de ficción ideada por Julio Verne, se parece
como una gota de agua a otra a la nave vista en 1896-97 en el suroeste de
los Estados Unidos, con posterioridad a la publicación de Robar el
conquistador. Antes de efectuar una investigación sobre el asunto y de
comprobar la fecha de edición de dicha obra, llegué a pensar por un
momento que el episodio norteamericano de 1897 fue el que inspiró a Verne
su libro. Pero no fue así. Robur, el conquistador (y por consiguiente la nave
Albatros) son anteriores al extraño episodio. ¿Nos hallamos ante otra de las
inexplicables premoniciones de Julio Verne, que le llevaron a prever tantos
progresos científicos? Modernamente ha causado asombro el paralelismo
que existe entre el viaje a la Luna imaginado por Verne y el que ha
efectuado en realidad la NASA. La cápsula Apolo y la bala de cañón
disparada por el «Gun Club» de Baltimore pesaban lo mismo: cinco
toneladas. Ambas eran de aluminio, metal rarísimo en la época de Verne. El
disparo se efectuó, en la obra de éste, desde la península de Florida, en un
punto situado apenas a 100 km del actual Cabo Cañaveral. El número de
tripulantes en ambos casos era de tres, y, después de dar la vuelta a la Luna,
la cápsula cayó al Pacífico, donde fueron recuperados, igual que el Apolo
VIII. Los cálculos balísticos (hechos para Verne por un matemático amigo
suyo) eran correctísimos.

¿Simple coincidencia todo ello, como en el caso del airship? Que el lector
juzgue por sí mismo. Para ello vamos a transcribirle uno de los episodios
más típicos de esta oleada de fines del siglo pasado. El suceso se remonta al
19 de abril de 1897.

El incidente se produjo en Le Roy (Kansas) y el testigo fue un rico


agricultor de la región, Alexander Hamilton, quien el 21 de abril de 1897
hizo la siguiente declaración jurada:

«La noche del lunes pasado, alrededor de las diez y media, fuimos
despertados por el estrépito que armaban los animales de mi casa de labor.
Diciéndome que sin duda era mi bulldog que hacía de las suyas, me levanté
de la cama, pero, al abrir la puerta, vi con sorpresa una nave aérea que
descendía lentamente sobre mi prado, a unos doscientos metros de la casa.

»Llamé a mi colono Gid Heslip, y a mi hijo Wall, y, tomando unas hachas,


echamos a correr hacia el corral. Entretanto, la nave había descendido
suavemente hasta una docena de metros del suelo. Nosotros nos acercamos
a menos de 50 metros.

»Estaba constituida principalmente, por una parte en forma de cigarro,


quizá de cien metros de largo, con una barquilla debajo. Esta barquilla era
de vidrio o de otro material transparente, que alternaba con una estrecha
faja de materia opaca. Su interior estaba brillantemente iluminado y todo
era perfectamente visible: se hallaba ocupado por seis de los seres más
extraños que yo había visto jamás. Parloteaban todos a la vez, pero no pude
entender palabra de lo que decían.

»Todas las partes de la nave que no eran transparentes tenían un color rojo
oscuro. Nos quedamos mudos de pasmo y de terror. Después un ruido les
llamó la atención y nos enfocaron un faro. Así que nos vieron abrieron no
sé qué fuentes de energía, y una gran rueda de turbina, de unos diez metros
de diámetro, que giraba lentamente encima del aparato, empezó a roncar y
la nave se elevó majestuosamente, como un inmenso pájaro. Cuando estuvo
a unos cien metros sobre nuestras cabezas pareció detenerse y permanecer
suspendida exactamente sobre una becerra de dos años que mugía y saltaba
y que parecía enganchada en la cerca. Fuimos hacia ella y descubrimos un
cable de 1 cm de grosor, de un material rojo, que formaba un nudo
corredizo en torno al cuello de la bestia y que tenía el otro extremo atado a
la nave. Intentamos quitarle el lazo corredizo a la becerra, pero al no
conseguirlo, cortamos el cabo de la cerca y vimos cómo la nave y la becerra
se elevaban lentamente y desaparecieron hacia el Noroeste.

»Entramos de nuevo en la casa, pero yo estaba tan asustado que no pude


conciliar el sueño. El martes me levanté muy temprano y, montando a
caballo, traté de hallar la becerra. No vi ni rastro de ella, pero al anochecer,
al volver a casa, su peque Link Thomas, que habita a cinco o seis
kilómetros de Le Roy, había encontrado aquel mismo día y en su campo, la
piel, las pezuñas y la cabeza. Creyendo que alguien había sacrificado a una
res robada llevó la piel al pueblo para hacerla identificar, pero le sorprendió
mucho no ver ninguna huella en el suelo blando. Después de identificar la
piel gracias a mi hierro, volví a casa...»

Sigue un atestado firmado por once personalidades de la localidad, quienes


garantizan que conocen a Alex Hamilton entre 15 y 30 años atrás,
afirmando que lo consideran digno de toda confianza. Al verificar la fecha
exacta de la aparición, se comprueba que el 21 de abril era un miércoles, de
manera que el incidente ocurrió el 19, o sea dos días antes de que se
redactase la declaración. Ésta se publicó el 23 de abril de 1897 en el
Farmers Advocate de Yates Center (Kansas), quien la precedió de la
siguiente declaración: «El Honorable Alexandér Hamilton, de Vernon, vino
a esta ciudad el miércoles pasado (21 de abril) y causó gran sensación al
anunciar que se había visto envuelto en un incidente con la nave aérea de la
que tanto se habla. Mr. Hamilton es un antiguo colono, fue miembro de la
legislatura hace unos años y es muy conocido en todos los condados de
Woodson, Allen, Coffey y Anderson.» Indudablemente, Mr. Hamilton era
un ciudadano respetable.

Después de reproducir el relato de Hamilton, el Daily News de Burlington


publicaba otra declaración jurada:
«Los infrascritos, residentes en Burlington, Kansas, certificamos por la
presente que conocemos a Mr. Alexander Hamilton desde que éste fue
expulsado de Missouri en 1855 (sin duda una referencia a las actividades
políticas de Hamilton en Missouri y Kansas, en una epoca en que en estos
Estados luchaban facciones a favor y en contra de la esclavitud); que fue el
primer magistrado del condado de Coffey; que es por todos conceptos un
ciudadano verídico y digno de confianza. Y ninguna persona amante de la
verdad pondrá en duda jamás cualquier declaración hecha por el mismo... »

Seguían siete firmas de ciudadanos respetables, mas la firma y rúbrica del


notario H. B. Cheney que asi legalizaba la declaración jurada, hecha el 29
de abril.

Una ültima prueba de la veracidad de Hamilton nos la dan sus nietas (hijas
de Wallace Hamilton, «Wall» en el relato), quienes fueron entrevistadas en
1965 por Mr. Harry Fleenor de Topeka (Kansas). Ambas mujeres declararon
a Mr. Fleenor que esta historia era muy conocida en su familia, y que su
abuelo la mantuvo hasta el mismo día de su muerte (acaecida en 1912),
afirmando que había visto en efecto una nave extraña que con sus ocupantes
igualmente peculiares, despegó llevándose una becerra. En cambio el padre
de las muchachas, temiendo tal vez el ridículo, se negaba a hablar de la
cuestión.

Hamilton no nos dejó ningún dibujo del objeto, pero no ocurrió así con el
capitán James Hooton, el cual no sólo vio el objeto posado en el suelo -un
día en que se dirigía a Texarkana en busca de un convoy (el capitán James
Hooton era llamado «el famoso maquinista de ferrocarril de la Montaña de
Hierro»), sino que habló con un hombre de estatura media que se hallaba a
bordo de la nave. El extraño sujeto llevaba gafas ahumadas y parecía
hallarse efectuando una reparación en la parte posterior de la nave. Cuando
Hooton se le acercó, mudo de asombro, él lo miró sorprendido y le dijo:
Buenos días, señor; buenos días.

Hooton le preguntó entonces: ¿Es ésta la aeronave?

A lo que el desconocido contestó afirmativamente; y en aquel instante tres o


cuatro tripulantes más salieron de lo que parecía ser la barquilla del barco.
Un atento examen mostró a Hooton que la quilla estaba dividida en dos
partes, y terminaba por el frente como el agudo filo de un cuchillo
(asombrosa semejanza con el Albatros de Verne). Había tres grandes ruedas
a cada lado, hechas de un metal doblado y dispuesto de tal manera, que se
volvían cóncavas al moverse hacia delante. Perdone, señor dijo Hooton al
desconocido de las gafas oscuras , el ruido que produce su nave me
recuerda el de un freno neumático. Westinghouse.

Quizá sí, amigo mío, empleamos aire comprimido y planos aéreos, pero
más adelante sabrá usted más cosas.

Todo a punto, señor dijo entonces uno de los tripulantes. Todos subieron a
bordo y la nave empezó a elevarse con un silbido. Los planos sustentadores
se enderezaron de pronto, con sus bordes vueltos hacia arriba, los timones
de popa empezaron a girar a una banda y las ruedas iniciaron un
movimiento de rotación tan rápida, que apenas se distinguían las hojas o
rotores. «En menos tiempo del que se tarda en contarlo añade Hooton en su
artículo de la Arkansas Gazette, la nave desapareció de mi vista.» El
artículo de Hooton estaba acompañado por el dibujo que aquí
reproducimos. Los detalles «estructurales» de la aeronave, como las ruedas
en abanico de los lados, también figuran en algunas observaciones
californianas de 1896, que sin duda Hooton desconocía. Recuérdese que
Hamilton también señaló la presencia de una «rueda» relacionada con el
mecanismo de propulsión, aunque ésta era mayor y estaba situada bajo la
nave y no en sus costados. Por último, y según afirma Jerome Clark, el
artefacto descrito por Hooton es extraordinariamente parecido a la
misteriosa máquina que cruzó Nuevo México en 1880.

Se descarta totalmente que estas naves de 1896-97 pudieran ser aeróstatos,


es decir, globos. El dirigible, por otra parte, y su versión rígida, el zeppelin,
si bien son casi contemporáneos, no efectuaron sus pruebas en
Norteamérica. En 1898 el brasileño Santos Dumont construyó su primer
dirigible, dotado de un motor de tres caballos y medio. Santos Dumont
construyó e hizo volar otras trece aeronaves, pero efectuó todas sus pruebas
en Francia. A aquel joven ingeniero le gustaba volar rozando los tejados de
París. Dejó pasmado al mundo entero en 1901 al volar de Saint-Cloud a
Paris, dando la vuelta a la torre Eiffel y regresando a Saint-Cloud.
También en 1898, el conde Ferdinand von Zeppelin, oficial retirado del
Ejército prusiano, cuando contaba 60 años empezó a construir el primero de
los gigantescos dirigibles que habían de llevar su nombre. Medía 128
metros de largo y era el aeróstato más colosal construido hasta la fecha, y
también el primer dirigible rígido, pues tenía un armazón de aluminio. De
su parte inferior se hallaba suspendida una barquilla para pasajeros y
tripulantes.

Después del exito alcanzado por el primer zeppelin, se construyeron otros


muchos en Alemania. Las gigantescas aeronaves iniciaron la guerra aérea,
bombardeando Londres durante la guerra europea de 1914-1918. Y cuando
cesaron las hostilidades, cruzaron por primera vez el océano para
transportar pasajeros a América.

Es imposible, pues, que las naves aéreas que surcaban los cielos del
suroeste de los Estados Unidos en 1896-97 hubiesen sido construidas por
Santos Dumont o el conde Zeppelin. Antes de éstos, sólo se señala el tímido
intento efectuado en 1852 por el ingeniero francés Henri Giffard. Su
dirigible tenía 47 metros de largo y forma ahusada. Disponía de un motor de
vapor de tres caballos que hacía girar una hélice.

Alcanzaba una velocidad de ocho kilómetros por hora. Cuando tropezaba


con una corriente contraria de la misma velocidad, permanecía inmóvil. Su
dirección se conseguía por medio de una vela colocada en la parte posterior.
Pese a esto, consiguió recorrer 100 kilómetros sobre territorio francés.

Los norteamericanos de 1897 llegaron a estar convencidos de que se


hallaban en presencia de una nave aérea concebida por un misterioso
inventor, que de un momento a otro iba a hacer público su secreto. Jamás
cruzó por sus mentes la idea de que el extraño artilugio pudiera ser de
origen extraterrestre.

CAPÍTULO IV - DE LOS «AVIONES FANTASMA» DE 1934 A LOS


«BÓLIDOS» DE ESCANDINAVIA

El extraordinario episodio que vamos a relatar a continuación fue


desenterrado, muchos años después de que ocurriera, por John Keel,
estudioso norteamericano de lo insólito y director de una revista, Anomaly,
donde recoge los hechos de carácter «forteano» que continúan
produciéndose en nuestro mundo. A él, y a los artículos que sobre esta
cuestión publicó en la prestigiosa revista inglesa Flying Saucer Review,
acudiremos en busca de documentación sobre el tema.

Durante toda la década de 1930-40, miles de habitantes de las aisladas


aldeas de la Escandinavia septentrional presenciaron repetidamente y con
estupefacción las apariciones de enormes aviones grises, que volaban sin
ninguna clase de insignias ni distintivos y muchas veces en condiciones
meteorológicas absolutamente imposibles. Estos enigmáticos aeroplanos
(así se llamaba entonces a los aviones) fueron objeto de intensas búsquedas
por tierra, mar y aire, organizadas por las inquietas y desconcertadas
autoridades militares de Noruega, Suecia y Finlandia. La Prensa de estos
tres países comentó con detalle estos extraños acontecimientos, llegando
incluso a merecer la atención del New York Times. En fecha reciente, dos
investigadores suecos, Ake Franzen, de Estocolmo, y B. Hogman, de
Gotemburgo, examinando colecciones de periódicos de la época,
consiguieron descubrir más de cien informes a cerca de los «fantasmas
volantes», nombre por el que eran conocidos los aeroplanos misteriosos.
Por su parte, Lucius Farish y su equipo de investigadores localizaron
noticias similares en la Prensa norteamericana de la misma época.

John Keel reunió todos estos informes, los catalogó, trasladó las
observaciones a mapas muy detallados de Escandinavia, y con todos
aquellos elementos en la mano, trató de analizar la conducta de los objetos.
Al mismo tiempo reunió datos sobre las posibilidades de los aeroplanos de
la época.

Aunque hubo algunos informes esporádicos sobre aviones fantasmas en los


años 1932 y 1933, el tema no saltó al interés público hasta la Navidad de
este último año. Lo verdaderamente sorprendente en estas extrañas
observaciones es que los aparatos que las originaron eran capaces de
efectuar maniobras imposibles para los aeroplanos convencionales de la
época. Esto, en nuestra opinión, incluye a estos aparatos en la misma
categoría de «objetos misteriosos» que las naves aéreas de 1897, y,
posteriormente, los «platillos volantes». Por qué en el caso de Escandinavia
adoptaron la forma de grandes aviones grises sin ninguna clase de
distintivo, es un enigma. Pero este tipo de máquinas no se observó
únicamente en los años citados. En diciembre de 1969, los habitantes de
Saint Louis, en Missouri, se quedaron estupefactos al ver a un misterioso
aeroplano, gris y sin distintivos ni luces, que pasó volando por dos veces
bajo el arco Gateway, recientemente erigido en aquella ciudad. La noticia
fue recogida en un despacho de la «Associated Press» el 22 de diciembre de
1969. El avión misterioso efectuó primero su escalofriante maniobra el
viernes 12 de diciembre, para repetirla el miércoles 16 del mismo mes.

Uno de los más antiguos aeroplanos misteriosos de que se tiene constancia


en los Estados Unidos efectuó un vuelo nocturno sobre la ciudad de Nueva
York en 1910. Como habían de hacer los aparatos escandinavos en años
posteriores, ejecutó arriesgadas maniobras rozando las copas de los árboles
sobre Madison Square Park, atestado de gentío. Según el Tribune de Nueva
York del 31 de agosto de dicho año: «Antes de ser visto fue oído. El
zumbido de un motor a gran altura hizo que muchas personas mirasen hacia
la torre Metropolitana a las 8.45, viendo entonces un largo objeto negro que
volaba en dirección a la torre. Al aproximarse, su vaga silueta adquirió el
aspecto de un biplano, que describió un viraje alrededor de la torre, luego se
volvió y trazó un gracioso círculo tras otro en torno al rascacielos
iluminado, destacándose claramente al pasar frente a las luces de sus
numerosas ventanas.»

Luego, según el Tribune, el objeto descendió en picado y se puso a volar


rozando las copas de los árboles.

A la noche siguiente, o sea el miércoles, el aeroplano reapareció sobre el


mismo parque a las 9, para repetir sus arriesgadas maniobras. En un extenso
artículo del 1 de setiembre, el Tribuna se ocupaba del paradero de todos los
aeroplanos y pilotos conocidos de la zona (muy pocos en verdad), y sacaba
la conclusión de que ninguno de ellos era el culpable. Por otra parte, los
biplanos primitivos y de carlinga abierta de la época no podían arriesgarse a
volar entre los rascacielos de Manhattan, donde existían peligrosas
corrientes aéreas ascendentes, y eran poquísimos los pilotos que se atrevían
a volar de noche. «Las personas que vieron volar anoche al misterioso
aeroplano se hallan en desacuerdo en cuanto al número de luces que llevaba
escribía el Tribune. Unas afirman que llevaba dos luces, mientras otras
sostienen que las luces eran tres y verdes.» ¿Un «platillo volante» asimilado
a un aeroplano por el público de la época? Es posible y esto lo decimos
nosotros, y no John Keel que cada época asimile los misteriosos objetos
volantes avistados a la última palabra de su tecnología, o, si ésta no existe o
es rudimentaria, a dragones y otros seres celestiales. Keel cree, al contrario,
que son «ellos» los que se adaptan a la tecnología de cada época. Pero de
ser esto cierto, ahora tendrían que ir en cápsulas «Apolo» o «Vostok».

Tres semanas después, el viernes 21 de setiembre, «una escuadrilla de


globos» sobrevoló la ciudad de Nueva York en pleno día. En este caso,
puede ser válida la observación anterior. La imaginación popular identificó
a los objetos con «globos», pero podía tratarse de otra cosa. A la noche
siguiente, un tal Mr. Dennis Ready, ingeniero de las Obras Hidráulicas
Dunkirk, informó a la Policía que había visto «un gran globo en forma de
cigarro inmóvil sobre el lago, a unos tres kilómetros de la orilla. Poco
después, el objeto pareció hundirse lentamente en las aguas del lago». El
«globo en forma de cigarro» podía ser muy bien un disco visto de costado.

Pero pasemos ya al escenario europeo. Un año antes del que hemos citado,
o sea exactamente el 24 de agosto de 1909, «una aeronave desconocida y
controlada» causó un gran revuelo en la ciudad estoniana de Tallinn (Reval)
después de describir dos círculos sobre ella antes de desaparecer en
dirección a Finlandia. Una nota publicada en el Dagens-Nyheter del día
siguiente, declaraba que «la población está asustada y reclama la formación
de una flota aérea defensiva». Los periódicos aventuraban la posibilidad de
que el objeto fuese sueco, aunque por aquel entonces no existían aeronaves
de este tipo en Suecia.

Exactamente un mes después, el viernes 24 de setiembre de 1909, un objeto


alado pasó sobre el Bosque del Castillo cerca de Gotemburgo, en Suecia, a
unos 100 metros de altitud. Aquel mismo día, pero un poco antes, un
«dirigible» del «tipo Percival» sobrevoló a baja altura la porción oriental de
Grason y Osthammar. Procedia del Nordeste y desapareció hacia el Oeste.

En los años 20 y 30 tenemos numerosos informes sobre aeroplanos


misteriosos y dirigibles no identificados que sobrevolaron el norte de
Europa. Una de las primeras noticias sobre aeroplanos fantasmas que se
publicó en el Dagens-Nyheter de Estocolmo en 1933, procedía de Kalix y
apareció con fecha 24 de diciembre. Decía sencillamente: "Un aeroplano
misterioso apareció, procedente del Bottensea, alrededor de las 6 de la tarde
de la víspera de Navidad, pasó sobre Kalix y continuó rumbo al Oeste. De
la máquina surgían rayos de luz que escudriñaban la zona."

Estos «rayos de luz», son un rasgo familiar de las noticias de 1934, del
mismo modo como aparecen con frecuencia en los informes
contemporáneos sobre OVNIS. Los testigos afirmaban que estos haces
luminosos eran muchas veces «cegadores». Iluminaban el terreno sobre el
que cruzaban «como en pleno día». Focos o reflectores idénticos figuran en
las oleadas de 1896-97 y 1909, sobre los Estados Unidos y norte de Europa.
Keel comenta que en el siglo XIX se empezó a emplear el arco voltaico,
pero éste requería engorrosas fuentes de alta energía, de un peso muy
considerable. Era imposible que un aeroplano de la época transportase a
bordo las baterías o el gran generador necesario para accionar un arco
voltaico. Es preciso recordar cuán frágiles y endebles eran los aeroplanos de
los años 20 y 30. En 1934 los vuelos nocturnos eran aún muy raros, y los
aviadores que los intentaban eran tachados de locos. Los aeroplanos de la
época sólo se hallaban provistos de faros de aterrizaje muy parecidos a los
de los coches, incapaces de proporcionar la brillantísima iluminación
aludida por tantos testigos. Por otra parte, las luces de aterrizaje sólo se
emplean en el momento de tomar tierra, y no durante el vuelo.

Los instrumentos de navegación aérea y las ayudas para la misma eran


asimismo muy toscos en 1934. Sólo unos cuantos espíritus temerarios se
atrevían a emprender el vuelo bajo adversas condiciones meteorológicas.
Muchas veces, bastaba una simple lluvia para obligarlos a quedarse en
tierra. Casi todos los aparatos que entonces se empleaban eran toscos
biplanos de carlinga abierta. Su radio de acción era muy corto y se
distinguían por su ineficacia. Muy pocos aeroplanos llevaban radio a bordo,
pues los aparatos emisores y receptores eran pesados, costosos y de manejo
engorroso para un solo piloto en uno de aquellos pequeños aeroplanos. Sin
embargo, los aeroplanos fantasmas estaban equipados con radio y sus
emisiones fueron captadas en toda Escandinavia. Algunos de los aeroplanos
descritos por los testigos eran mucho mayores que cualquier máquina
voladora más pesada que el aire, de la época, con la sola excepción del
«China Clipper», que se hallaba entonces aún en período de pruebas. A
diferencia de los pilotos normales, los «aviadores fantasmas» parecían
gustar de escoger las peores circunstancias meteorológicas para sus vuelos.
Uno de ellos llegó a describir círculos sobre Nueva York durante la espesa
nevada que se abatió s obre la ciudad el martes 26 de diciembre de 1933. El
New York Times dedicó toda una columna a la noticia en su edición del día
siguiente, citando nombres de testigos y dando toda clase de detalles.

Tres años después, el 15 de febrero de 1936, un avión misterioso sobrevoló


la ciudad de Portland, en Oregón, en medio de una tremenda ventisca y con
una temperatura de 20 grados bajo cero. Los motores del aparato
desconocido fueron oídos durante mucho tiempo, con alternativas. Se
dispusieron luces para señalizar el campo de aviación próximo, pero ningún
aeroplano se posó en él.

Aproximadamente el 35 % de todas las observaciones conocidas de la olead


a escandinava que se registró en 1934 tuvieron lugar durante pésimas
condiciones meteorológicas. En numerosos de los informes se mencionan
espesas nevadas, ventiscas y densas nieblas. Los aeroplanos incluso volaban
a muy bajo nivel durante las nevadas, haciendo acrobacias aéreas con gran
destreza y pasando en vuelo rasante sobre aldeas, barcos y estaciones de
ferrocarril de abruptas regiones montañosas, en lo que podría tacharse de
vuelo suicida... pero sin que nunca se estrellase ninguno de ellos. Ésta es
una de las características más desconcertantes de esta extraña oleada.

Un testigo, un torrero llamado Rutkvist, aseguró haber observado un


aeroplano misterioso durante una tempestad de nieve y viento, en el que
éste alcanzó velocidades de 16 metros por segundo. Desde su faro de
Holmogadd, en Suecia, vio al objeto en dos ocasiones por lo menos. El
lunes 8 de enero de 1934, le vio maniobrar sobre la isla contigua de
Grasundet. Dijo que de pronto «se detenía en el aire» y luego descendía
lentamente en espiral hacia la isla. (Maniobra efectuada reiteradamente por
los «platillos volantes» y llamada («descenso en hoja muerta»). Cuando el
aparato llegaba cerca del agua, ascendía de nuevo y repetía tan extraña
maniobra.

Tan insólito espectáculo duró una hora. «Nunca había visto nada semejante
declaró el estupefacto torrero en una entrevista publicada en la Prensa de
Estocolmo el 9 d e enero. Era una acción muy extraña para realizarla un
aeroplano.»

¡Efectivamente, era muy extraña! Posiblemente, el objeto, de «aeroplano»


sólo tenía el nombre, y éste le fue aplicado por los testigos, que reducían así
a algo conocido un hecho insólito. Sea como fuere, los Gobiernos de
Suecia, Noruega y Finlandia se tomaron muy en serio estas noticias, y
lanzaron una amplia investigación conjunta.

¡Afortunadamente aún no había llegado la época del «Top Secret» y los


Gobiernos podían informar a sus ciudadanos acerca de sus investigaciones
sobre «objetos voladores no identificados»!

En un artículo ampliamente difundido por la Prensa escandinava, fechado


en Oslo el 10 de marzo de 1934, el general Henriek Johannessen, de las
Reales Fuerzas Aéreas Noruegas, declaraba lo siguiente: «Las noticias
sobre estos sucesos siguen afluyendo a los periódicos. No podemos tachar a
todas estas observaciones de meras ilusiones.»

Otros oficiales y expertos de aviación entrevistados por la Prensa,


declararon unánimemente que los «aviadores fantasmas» eran mucho más
diestros que cualquier piloto del norte de Europa, que se hallaban
soberbiamente equipados con los más modernos aparatos de radio y de
navegación, y que sin duda pertenecían a una «organización
extraordinaria». Lo que más inquietaba a las autoridades era la predilección
que demostraban los aviones misteriosos por las fortificaciones y las «zonas
estratégicas».

El 30 de abril de 1934, el general Reutersward, que mandaba toda la región


norte de Norrland, hizo esta declaración a la Prensa: «Al cotejar todos estos
informes, no existe la menor duda de que se efectúa una circulación aérea
ilegal sobre nuestras zonas militares secretas. Poseemos demasiadas
observaciones procedentes de testigos dignos de toda confianza que
describen a estos enigmáticos aeroplanos vistos desde corta distancia. Y en
todos los casos puede hacerse la misma observación: estos aparatos no
mostraban insignias ni marcas que los identificaran... Resulta imposible
explicar todos estos sucesos como obra de la imaginación. Así, la cuestión
es ésta: ¿quién pilota a estos aparatos, y por qué se dedican a invadir
nuestro espacio aéreo?». Efectivamente, ¿quién pilotaba estos misteriosos
aeroplanos y a qué potencia pertenecían los mismos? La aviación había
progresado muy lentamente entre las dos guerras mundiales. A comienzos
de la década 1930-40, la Unión Soviética aún se hallaba muy poco
desarrollada en el terreno industrial y no poseía una industria aeronáutica
digna de mención. En 1930, el Gobierno soviético adquirió dos aeroplanos
a Alemania. Los aeroplanos aún eran entonces muy raros en la mayor parte
del Globo.

En cuanto a Alemania, el Tratado de Versalles le prohibía construir


aeroplanos militares ni establecer unas fuerzas aéreas. Cuando Adolf Hitler
ocupó el poder en 1933, empezó a organizar la Luftwaffe, al principio en
secreto. Esto significa que ni Alemania ni la URSS poseían una fuerza aérea
digna de mención a comienzos de esa década. En 1933, Alemania contaba
con una reserva de unos 300 pilotos, casi todos veteranos de la Gran
Guerra. Hitler no quería ni podía arriesgar estas escasas fuerzas en una
temeraria e insensata aventura sobre Escandinavia en 1933-34. Por otra
parte, eran aquellos los años de la gran depresión económica, y el problema
de equipar, lanzar y dar apoyo logístico a una invasión aérea de
Escandinavia (por otro lado sin sentido), hubiera sido demasiado oneroso
para Rusia o Alemania.

Inglaterra y los Estados Unidos también se hallaban muy afectados por la


depresión, y, en este caso, ambas naciones aún tenían menos motivos para
emprender una operación furtiva de espionaje aéreo sobre Noruega, Suecia
y Finlandia, donde en realidad nada se les había perdido. Semejante
operación hubiera requerido extensas líneas de abastecimiento, el
establecimiento de bases bien camufladas para el servicio y mantenimiento
de aeronaves, y un gran número de técnicos y expertos para sostener esta
operación. Las distancias recorridas por los aeroplanos fantasmas de 1933-
34 eran tan considerables, que los mejores aeroplanos de la época hubieran
necesitado campos de aterrizaje distribuidos por toda Escandinavia para
repostar combustible y reparar averías.

Eliminadas las bases de tierra, sólo quedaba la alternativa de que los


misteriosos aeroplanos operasen a partir de portaaviones. Buques
experimentales de este tipo, muy toscos en realidad, fueron empleados ya
durante la primera contienda mundial, pero el consejo de guerra a que fue
sometido el general William Mitchell en 1926 retrasó considerablemente el
desarrollo de los portaaviones y la aviación militar en los Estados Unidos.
Los pocos barcos norteamericanos de este tipo que entonces existían no
eran aptos para navegar por las embravecidas aguas del océano Glacial
Ártico, y sólo podían lanzar unos cuantos biplanos de muy escaso radio de
acción. Muchos de los aeroplanos vistos sobre Suecia y Noruega en 1934
fueron descritos por los testigos como aparatos bimotores. Incluso en 1942,
el famoso general Jimmy Doolittle sólo pudo lanzar unos cuantos bimotores
B-25 desde un portaaviones cuando efectuó su incursión contra Tokio.
Estos aparatos no pudieron regresar al portaaviones, sino que tuvieron que
seguir volando y tomar tierra en China.

Nos queda únicamente el Japón como posible «culpable». Pero este país se
hallaba enzarzado en guerra con China por aquellos años y no tenía motivos
ni recursos para efectuar un extenso reconocimiento aéreo de Escandinavia,
región geográfica situada casi en sus antípodas.

No deja de ser curioso y tal vez significativo que Escandinavia fuese teatro
nuevamente de una extraña invasión aérea en el año 1946, con el episodio
de los misteriosos «bólidos», de los que luego nos ocuparemos.

¿Habría que buscar al «culpable» entre países europeos más próximos,


como España, Francia e Italia, que John Keel no menciona, llevado sin duda
por el clásico desprecio que sienten los anglosajones hacia los pueblos
latinos? Pues en este caso cabría argüir que España, por ejemplo, se hallaba
mucho más adelante en el terreno aeronáutico que otros países europeos, de
pura raigambre sajona y aria. Queremos recordar únicamente unos cuantos
hechos: el primer vuelo en circuito cerrado del autogiro La Cierva
efectuado el 31 de enero de 1923. En 1926 hay que señalar tres vuelos
españoles de resonancia mundial: el viaje de Palos de Moguer a Buenos
Aires, del 22 de enero al 10 de febrero, efectuado por Ramón Franco, Ruiz
de Alda, Durán y Rada; el de Madrid a Manila, del 5 de abril al 13 de mayo,
por Loriega y Gallarza, y el de la patrulla Atlántida mandada por Llorente,
que voló del 10 al 25 de diciembre a la Guinea Española. En 1935, Juan
Ignacio Pombo voló en avioneta de España a México. Fue famosa por esa
época la fábrica de aviones de Sevilla, así como los motores «Hispano-
Suiza» para avión, que se fabricaban en Barcelona. Los italianos y los
franceses, por su parte, también efectuaron importantes aportaciones a la
aviación, que aquí no vamos a detallar, por escapar al objeto de este libro.
Sin embargo, justo es reconocer que tampoco ninguno de estos tres países
citados disponían de los medios necesarios para la gigantesca operación de
reconocimiento aéreo que, por otra parte, hubiera constituido un objetivo
insensato.

Pero la verdad era que numerosas personas que habitaban en el norte de


Noruega, Suecia y Finlandia veían enormes aeroplanos grises noche tras
noche, volando incluso, en ocasiones, en formación de tres. Procedían del
Norte, aproximadamente de la región de Spitzberg, descendían por la costa
de la Noruega septentrional, para girar luego al Este y meterse en Suecia, y
dirigirse por último de nuevo al Norte, después de sobrevolar Finlandia.
Algunos de estos vuelos pudieron ser seguidos en dirección al Sur por las
mismas rutas noche tras noche, cruzando toda Suecia en dirección a
Dinamarca.

Los aeroplanos fantasmas reaparecieron en las mismas regiones en los años


1935, 1936 y 1937. A diferencia de lo que hubiera ocurrido en una
operación militar secreta verdadera, no trataban de mantener silencio
radiofónico, sino que charlaban por los codos, como si desearan que todo el
mundo se enterase de su presencia.

Después de cotejar los diversos informes, se llegó a la conclusión de que un


mínimo de seis aparatos tomados por los testigos por aeroplanos de tipo
corriente se hallaron en vuelo simultáneamente. Por lo general eran
bimotores y trimotores. Los problemas logísticos que hubiera planteado el
mantenimiento de una flota aérea de esta envergadura en aquellas inhóspitas
latitudes boreales eran monumentales. Hubiera hecho falta una serie de
convoyes con abastecimientos, para ser descargados en algún puerto oculto
del Norte. Estos convoyes navales hubieran sido descubiertos tarde o
temprano.

A principios de esta oleada, la Prensa escandinava presentó una hipótesis


para explicar los hechos. Apuntó que los «aeroplanos fantasma» podían ser
contrabandistas.
Pero las autoridades suecas y noruegas pronto descartaron tal idea. Para que
aquella operación de contrabando fuese realidad, tenía que hallarse
financiada por una organización poderosísima que se hubiera enfrentado a
los mismos problemas logísticos antes apuntados.

Es necesario haber esclarecido previamente todos estos puntos, antes de


exponer con mayor detalle los principales casos de esta oleada de 1934. Así
el lector puede llegar al convencimiento de que tales hechos eran
imposibles. Ninguna nación de la Tierra, ninguna organización, secreta o no
y por poderosa que fuese, disponía de los medios, los recursos, y, lo que es
más importante, los motivos para efectuar este detallado reconocimiento
aéreo de las regiones septentrionales de la Península Escandinava.

El grueso de los datos compilados por Keel proceden de Mr. Ake Franzen,
de Estocolmo. Mr. B. Hogman halló la confirmación de muchas de estas
noticias en la Prensa de Gotemburgo, y Lucius Farish y sus colaboradores
hallaron corroboración de estos sucesos en la Prensa norteamericana de la
época. Mr. Franzen descubrió que muchas de las noticias eran simples
telegramas de agencia que aparecían en diversos periódicos. Sus principales
fuentes de información fueron las siguientes publicaciones: DagensNyheter,
Stockholmstidnigen Vasterbottenskuriren y Norrbottens Allehanda. Sin
embargo, la fuente principal está constituida por las noticias y gacetillas
publicadas por el primero de los periódicos citados.

La noticia número 44 del catálogo de Keel ofrece un interés especial,


porque proporciona el primer indicio de que los «aeroplanos fantasma» ya
actuaban sobre Suecia en 1932 y en el verano de 1933:

22 de enero de 1934. Pitea. El párroco de Langtrask informó que durante


los dos últimos años ha estado viendo aeroplanos misteriosos en la zona. El
verano pasado el aviador fantasma pasó 12 veces sobre el poblado,
siguiendo la misma ruta, del Sudoeste al Nordeste. En cuatro ocasiones
distintas el aeroplano pasó a muy baja altitud, pero no pudieron distinguirse
en él señales ni insignias.

Una vez el aeroplano pasó tan sólo a unos cuatro metros de altura sobre el
edificio parroquial. Durante unos segundos fueron visibles dos personas en
la carlinga. El aparato era un monoplano de color grisáceo.
El cura párroco no comunicó antes esta noticia porque creía que la
población costera ya había informado sobre la presencia de la aeronave.

Éste es uno de los varios informes en que se mencionan ocupantes. En estos


informes, los pilotos son descritos invariablemente como seres de
apariencia humana normal, a veces con casco o bufanda y, en una ocasión,
con gafas de aviador (aunque en este caso el piloto se hallaba dentro de una
cabina cerrada).

Anteriormente hemos aludido al primer informe publicado en 1933: el


aparato visto sobre Kalix, en Suecia, la noche del 24 de diciembre.

Hay que suponer que las autoridades suecas recibieron aquella misma
semana navideña gran cantidad de informes que no fueron dados a la
publicidad, pues el 28 de diciembre se difundió la siguiente declaración
(estas noticias irán precedidas del número del catálogo de Keel):

28 de diciembre de 1933. Tarnaby. El aviador fantasma será perseguido por


la Escuadrilla Número 4 en Ostersund. El sábado los aviadores militares
recibieron órdenes telegráficas de ponerse en contacto con la Policía de la
zona.

El sábado el aeroplano fue visto sobre Tarnaby, y esta noticia es muy


interesante porque el cielo estaba claro. El jefe de la Aviación recibió una
llamada telefónica, el sábado, del delegado del Gobierno, solicitando su
ayuda para localizar en Norrland al aviador misterioso.

Se espera reunir informes y descripciones detalladas sobre el sospechoso


aviador-contrabandista.

A las seis de la tarde del sábado el aviador fantasma sobrevoló Tarnaby.


Numerosos testigos le vieron cruzar la frontera noruega y virar sobre
Joesjo... el mismo lugar donde desapareció la noche del viernes. Fue visto
por última vez hacia el Este, volando en dirección a Stensele.

Al otro lado de la frontera noruega, el aeroplano fantasma también fue


observado aquel mismo día, según demuestra la siguiente noticia: 28 de
diciembre de 1933. Landmo Vefsn, Noruega. Un aeroplano fue observado a
gran altitud sobre Landmo. Tres luces eran visibles en el aparato pero no se
pudieron discernir otros detalles a causa de la distancia. Esta observación es
comparable a otras anteriores procedentes de Hattefjallsdalen. (Faltan datos
sobre estas observaciones.)

El misterio se iba extendiendo con rapidez sobre toda Suecia y Noruega.

Con fecha 30 de diciembre de 1933, el Norrbottenskuriren publicó una


noticia sobre dos automóviles que vieron pasar a un aeroplano en vuelo
rasante sobre una carretera en Muoijevaara, tres kilómetros al norte de
Gallivare, en Suecia. Estimaron su altitud en unos 45 metros. «En aquel
momento no se hallaban en aquella zona aviones de la Cruz Roja ni
militares, afirmaron las autoridades. No hay duda de que este aparato era
desconocido.»

Obsérvese el curioso parecido de estos informes con otros procedentes de


automovilistas contemporáneos que han visto OVNIS. Las observaciones
prosiguieron con el Año Nuevo. El 2 de enero la Prensa sueca publicó una
interesante noticia, que reproducimos en su totalidad:

2 enero de 1934. Sorsele. El jefe de las Fuerzas Aéreas, comandante Von


Porat, se negó a especular sobre el aviador fantasma, limitándose
únicamente a confirmar su existencia. «No se pueden publicar detalles
concretos sobre este asunto», añadió.

El domingo por la mañana un gran aeroplano gris, mayor que cualquiera de


los que posee el Ejército, fue visto en Sorsele. El aparato describió amplios
círculos sobre la estación ferroviaria, antes de desaparecer en dirección de
Arvidsjaur.

Mr. Olof Hedlund, persona digna de toda confianza y que goza de muy
buen a reputación en Vilhemina, donde reside, observó al aviador
misterioso el domingo por la noche.

Mr. Hedlund se hallaba de visita en Sorsele aquel fin de semana, y daba un


paseo a las 3,45 de la madrugada, cuando de pronto oyó el ruido de un
motor que venía de lo alto. Había luna llena y la visibilidad era muy buena.
Vio al aeroplano venir hacia Sorsele desde el Oeste, siguiendo un rumbo
que le llevó directamente hacia la estación ferroviaria. El aparato describió
tres grandes círculos sobre la zona y luego partió hacia el Norte, siguiendo
la vía férrea. Mr. Hedlund estimó la altura del aparato en unos 400 metros y
fue visible durante unos 15 minutos. Era un monoplano de cabina cerrada,
como un avión de pasajeros, y estaba provisto de flotadores o de una
especie de esquíes.

No distinguió a simple vista marcas ni insignias. El aeroplano paró el motor


varias veces durante las vueltas que daba sobre el poblado. El ruido parecía
proceder de la hélice. El aparato era parecido a un «Junker» monomotor.

Mr. Hedlund es el primer testigo sueco completamente convencido de lo


que vio.

Aunque Keel no comenta este caso, yo me creo obligado a hacerlo: de


noche, incluso con luna llena, pero a 400 metros de distancia, es imposible
distinguir detalles estructurales de un avión, y mucho menos marcas o
insignias, en un aparato en movimiento. Por otra parte, el «Junker»
monomotor es un aparato más bien pequeño. Posiblemente otra observación
de OVNI «clásico», identificado con un aeroplano por la sobreexcitada
imaginación del testigo... si es que éste en realidad vio algo.

Las autoridades suecas y noruegas empezaron a preocuparse seriamente por


la situación, porque aquellos aparatos desconocidos se dedicaban a pasar en
vuelo rasante sobre fortificaciones, instalaciones militares y ferroviarias y
otras zonas de importancia estratégica. Esto parecía sugerir que los
aeroplanos fantasmas se dedicaban a una operación de reconocimiento
militar con fines hostiles. Las normas en vigor en cualquier Ejército exigen
que las autoridades censuren las informaciones, mientras los servicios de
espionaje tratan de averiguar lo que ocurre. (Situación identica a la que se
da actualmente con los OVNIS). Los principales periódicos también se
tomaban el asunto muy en serio y enviaron a reporteros especiales a las
desérticas regiones del Norte. Pero después de numerosos casos centrados
en enero de 1934, las noticias dejaron súbitamente de afluir. No obstante,
durante todo el año 1934 el tema se siguió comentando, y, aunque los
periódicos ya no le dedicaban tanta atención, todo parecía indicar que las
observaciones continuaban.
El comandante Von Porat informó al general Virgin, el 3 de enero de 1924:
«Numerosas personas de buena reputación han visto el misterioso aeroplano
provisto de un potente reflector que ilumina el suelo. Entre los testigos se
cuentan dos militares pertenecientes a la 4 Escuadrilla. El Aeroplano X
(éste era uno de los muchos nombres que se daban al aeroplano fantasma),
ha sido visto venir procedente de Noruega, para cruzar la frontera sueca y
seguir una ruta que le llevó sobre los lagos y en particular sobre las aldeas
de Storuman, Tarna, Sorsele y Stensele.»

El periódico Vasterbottenskuriren comentó el 4 de enero: «Cientos de


informes circulan en Vasterbotten sobre aeroplanos misteriosos, luces
fantasmales y reflectores que iluminan aldeas, lagos y zonas boscosas.» A
continuación el periódico discutía diversas teorías, entre las que se contaban
el histerismo colectivo, las estrellas y los rayos de luna para explicar el
fenómeno, pero observaba que había también informes de aeroplanos de
motores poco potentes que enviaban rayos de luz hacia el cielo... Las
contradicciones son tan numerosas, que no sabemos exactamente qué
pensar.

Es curioso observar que estos periódicos de 1934 ya se entregaban a todas


las especulaciones sobre la confianza de los testigos y la realidad del
fenómeno que volvemos a encontrar en el episodio de los «bólidos» y
«cohetes» de 1946 y después en los casos de «platillos volantes», a partir de
1947. La reacción oficial también es muy parecida en los tres casos. En
1934 hicieron su aparición diversos «expertos en aviación» que pontificaron
en la Prensa, ofreciendo soluciones del misterio para todos los gustos. Las
condiciones meteorológicas en las inhóspitas regiones del norte de
Escandinavia eran muy malas, y los endebles biplanos de la 4 Escuadrilla
pasaron momentos terribles, volando entre aquellas montañas nevadas
donde soplaban vientos huracanados. Dos de estos biplanos se estrellaron a
principios de enero, sin que afortunadamente se registraran víctimas.
Aunque los "expertos" decían a los periodistas que se trataba de «espías»
rusos y japoneses, la Prensa escandinava no se los tomaba en serio. En
cambio, el New York Times parecía conceder cierto crédito a estas
disparatadas teorías.
El 18 de enero de 1934, la sufrida 4 Escuadrilla abandonó la liza. El capitán
Zackrisson, que mandaba la escuadrilla, dijo a la Prensa que le parecía
absurda la hipótesis de que aviones militares rusos hubiesen establecido una
ruta sobre las montañas del norte de Suecia.

Sin embargo, patrullas militares provistas de esquíes y raquetas para la


nieve continuaron registrando aquellas abruptas regiones, mientras los
oficiales interrogaban detalladamente a los testigos civiles. Entonces el
aeroplano fantasma trasladó sus actividades a Finlandia, y esto obligó a las
autoridades de aquel país a iniciar encuestas e investigaciones:

27 de enero de 1934, Helsinki. Según fuentes oficiales se ha recibido en el


cuartel general de las Fuerzas Armadas un mensaje importantísimo sobre el
aeroplano fantasma. La situación es tal, que las autoridades no pueden
revelar de momento esta información, para no comprometer la solución del
misterio.

Fueron vistos sobre Finlandia enormes aeroplanos trimotores, y dos


aeroplanos militares fueron estacionados en Kemi, dispuestos para
interceptarlos... si fuese posible. Los suecos, por su parte, dedicaron 24
aeroplanos con base en tierra, dos hidroaviones y numerosos buques a una
gigantesca operación de búsqueda, mientras por su parte, los aeroplanos y
los barcos de guerra noruegos reconocían las aguas del Ártico y las islas
más remotas en busca de alguna pista.

Pero entretanto, los aeroplanos fantasmas continuaban utilizando sus rutas


regulares, eligiendo de preferencia días en que reinaban pésimas
condiciones meteorológicas, que impedían despegar a los aparatos
militares.

A principios de febrero, empezó a dejarse sentir la acción de la censura.


Mientras algunos altos funcionarios confirmaban el misterio, otros
empezaban a desmentirlo todo.

10 de febrero de 1934. Helsinki, Finlandia. La mayoría de los informes


sobre aeronaves desconocidas que se han publicado en la Prensa tienen la
siguiente explicación: estos objetos no tienen ninguna relación con
aeroplanos.
Aunque existen muchos informes sobre aeronaves desconocidas vistas
sobre territorio finlandés, su existencia no puede asegurarse hasta que se
hayan comparado estos informes entre sí.

En marzo, la aviación sueca y la finlandesa cesaron en su búsqueda de las


misteriosas aeronaves. Sin embargo, las autoridades noruegas prosiguieron
sus investigaciones.

Era evidente que, con una lógica irreprochable, los militares habían llegado
a la conclusión de que los aeroplanos fantasmas no podían existir. No se
habían descubierto bases, campos de aterrizaje clandestinos ni líneas de
abastecimientos. Aquellos irritantes aparatos volaban en condiciones
imposibles, efectuando maniobras suicidas a baja altura e incluso parando
los motores durante ellas, lo que hubiera significado la catástrofe para un
aviador normal. Por consiguiente, los millares de testigos habían visto
visiones. Los aeroplanos fantasma, sencillamente, no podían existir.

¡Pero existían! Y es más aún: incluso llegaron a aterrizar.

El 10 de enero de 1934, miércoles, los aviadores fantasma tomaron tierra en


varias regiones desérticas del norte de Noruega y Suecia, según el
DagensNyheter de Estocolmo y otros periódicos escandinavos, que
informaban con asiduidad a sus lectores sobre estos extraños
acontecimientos. La noticia número 20 del catálogo de Keel procede de la
localidad sueca de Skelleftes y lleva fecha del 11 de enero de 1934. Dice
así:

«Se recibió una noticia de la aldea de Norsjo el lunes por la noche,


describiendo una luz brillante que fue visible en toda aquella zona. Era
extraordinariamente poderosa y se desplazaba sobre el horizonte Sur. Un
empleado del Real Servicio Telegráfico de Norsjo vio la luz misteriosa
sobre la ciénaga de Kvammar. Efectuó esta observación desde la carretera,
que recorría en su automóvil. La Policía registró la ciénaga durante una
violenta tempestad de nieve, sin descubrir nada... Un rumor sin confirmar
procedente de Anderstjarn, al sur de Norsjo, dice que el aviador fantasma se
posó en el hielo. Se hallaron algunas huellas después de haber visto el
aparato.» Estos «rumores sin confirmar» fueron pronto sustituidos por
sólidas declaraciones testificales, que obligaron al Gobierno noruego a
enviar el crucero Eagle a los supuestos lugares donde se produjo el
aterrizaje.

11 de enero de 1934. Trondheim, Noruega. El miércoles por la noche se


recibió la noticia de que se habían producido dos aterrizajes de aeroplanos
fantasmas en el norte de Noruega. Uno de los aparatos tomó tierra cerca de
la isla de Gjeslingen, frente a Rorvik y el otro en un lugar llamado Kvaloj,
en la región de Namndal. La noticia procedente de Gjeslingen dice que los
habitantes de esa localidad vieron un gran rayo de luz y oyeron el ruido de
un poderoso motor. El aparato se posó en el agua, donde permaneció
inmóvil durante una hora y media. Al amarar apagó sus luces, pero la
opinión general de los testigos es de que el objeto seguía allí. El segundo
aeroplano fantasma despegó 15 minutos después de aterrizar en Kvaloj y
desapareció hacia el Sur.

13 de enero de 1934. Oslo, Noruega. Un intento por capturar al aviador


fantasma terminó en fracaso el viernes. Se vio aterrizar a un aviador
misterioso en las proximidades de la isla de Sleipkar la noche del viernes.
Esta isla se halla unos cuantos kilómetros al sur de Gjeslingen, donde una
de estas máquinas fue vista aterrizar la víspera.

A primera hora de la noche se vieron rayos de luz y se oyeron ruidos de


motor en esta misma zona. Cuando se vio amarar al aeroplano, se envió
inmediatamente un mensaje a Rorvik, donde se hallaba surto el crucero
Eagle. Por desgracia, el práctico no se hallaba disponible cuando se recibió
el mensaje. Estas aguas son demasiado peligrosas, por sus muchos y
traicioneros arrecifes y escollos, para navegar por ellas sin un práctico.

Numerosos habitantes de Rorvik vieron al misterioso aeroplano entre dos y


tres de la madrugada. Parecía dirigirse hacia Suecia. Alrededor de las 10 de
la noche, el aeroplano sobrevoló cerca de Adalsnas. Era un biplano,
provisto de flotadores, y desaparecio sobre Romsdaksfiorden. Cinco
personas observaron su paso, que se produjo a gran altitud.

14 de enero de 1934. Rorvik, Noruega. Dos aeroplanos tomaron tierra cerca


de Rorvik, según informa la Policía del Estado. Uno de los puntos de
aterrizaje está situado cerca de Vikna, en Kvalpsundet, y el otro en
Oksboden, en Flatangen.
El crucero Eagle zarpó de este puerto a gran velocidad para efectuar una
investigación en estos parajes, pero ocurrió un accidente cuando el buque se
acercaba al lugar indicado: el crucero embarrancó. Fue enviado un
remolcador desde Rorvik, pero el Eagle consiguió desencallar por sus
propios medios.

La búsqueda efectuada para localizar al aeroplano resultó inútil, pero los


habitantes de las islas contiguas afirman categóricamente que una aeronave
se posó en Vilna.

El malhadado Eagle nunca consiguió localizar al fantasmal aeroplano.


Idéntico resultado negativo tuvieron los intentos efectuados por la
escuadrilla que la aviación sueca envió al norte del país para interceptar a
los intrusos. La Policía y el Ejército efectuaron también diversas
operaciones de reconocimiento en las zonas afectadas, en un fútil intento
por localizar a los aeroplanos y sus posibles bases.

Se produjo una breve pausa en las observaciones a mediados de enero de


1934, hasta que el domingo 22 de enero, los misteriosos visitantes
regresaron en masa, para ser vistos en numerosas localidades del norte de
Escandinavia. A las 10 de la mañana se produjeron observaciones en pleno
día sobre Vindelm y Viariajam: «El aeroplano volaba a baja altura rumbo a
Noruega. No mostraba señales ni distintivos de ninguna clase», leemos en
un informe. A las 6 de la tarde de aquel mismo día, el mismo aparato
evolucionó sobre las poblaciones de Bengtsforsen, Bamtland e Indal,
describiendo círculos sobre ellas mientras bañaba toda la campiña con sus
brillantes luces. A medianoche, un grupo de treinta soldados comunicó
haber visto el objeto cerca del fuerte de Boden. Las autoridades se hallaban
muy alarmadas por las repetidas apariciones del aviador fantasma sobre
Boden, que era «zona prohibida». Aquella misma noche, los habitantes de
la población noruega de Repvag «vieron un aeroplano que volaba en círculo
a bajísima altitud».

Al día siguiente, 23 de enero de 1934, Finlandia recibió las primeras visitas


del aeroplano fantasma, que pasó con sus motores rugiendo sobre la aldea
de Kemi a las seis de la tarde. La Aviación finlandesa envió a dos
aeroplanos a esta zona en busca del intruso. Pero entretanto, diversos
testigos informaban haber visto enormes aeroplanos trimotores, y la
tripulación de un cargero noruego aseguró haber visto incluso al piloto:

28 de enero de 1934. Oslo. La siguiente noticia procede de la población


costera de Tromso. El mercante Tordenskold arribó a Tromso procedente de
Kbvelbag el sábado. Su capitán, Sigvard Olsen, y un marinero llamado
también Olsen, hicieron el siguiente relato: «Después de zarpar de Tromso
el martes pasado y cuando se hallaban de camino a su puerto de origen, un
aeroplano apareció de pronto frente al barco, y siguiendo un rumbo que le
llevaba en derechura hacia éste.

»Cuando se hallaba a pocos metros del barco, el aeroplano efectuó un viraje


hacia la derecha y pasó volando sobre la embarcación. Un rayo de luz bañó
la cubierta, convirtiendo las tinieblas nocturnas en una luz más brillante que
el día durante 15 ó 20 segundos.»

El aeroplano era un enorme aparato grisáceo exactamente igual al Latham


de construcción francesa que Roald Amundsen utilizó en su última
expedición. En el interior de la cabina, el capitán Olsen distinguió a una
persona, probablemente el piloto, que vestía una especie de anorak. Llevaba
grandes gafas y tenía la cabeza cubierta por una capucha. El aparato no
mostraba señales ni insignias. Dio una vuelta alrededor del mercante y
desapareció.

Una maniobra favorita, aunque espeluznante, de los aeroplanos fantasmas,


consistía en parar los motores mientras volaban en círculo a baja altura
sobre los testigos. Entre las numerosas observaciones que menudearon
alrededor de Umea, en Suecia, el 11 de enero, entresacamos este ejemplo:
«El aparato fue visto en Rortrask, al nordeste de Norsjo... Los moradores de
esta última localidad comunicaron que el motor se paró tres veces cuando
pasó sobre su vertical. El aparato volaba tan bajo, que todo el bosque se
hallaba iluminado por su luz. Parecía como si quisiera aterrizar, pero de
pronto aceleró y se alejó siguiendo el río Skelleftea.»

El 31 de enero, el teniente coronel Snellman, jefe de las Fuerzas Aéreas


Finlandesas, comunicó a la Prensa: «Ya no hay motivos para dudar de la
existencia del aviador fantasma.»
Uno de los incidentes mejor documentados de esta extraña oleada fue la
aparente caída de un aeroplano en la cumbre del monte Fager, calificado de
«casi inaccesible» y situado a unos 16 kilómetros de Tromso. El
«accidente» ocurrió el lunes 5 de febrero de 1934. A continuación damos
una versión condensada de la noticia: 7 de febrero. Oslo. El Dagens-
Nyheter recibió el siguiente telegrama de Tromsó: un aeroplano
desconocido se ha estrellado o ha efectuado un aterrizaje forzoso el lunes
por la noche en el monte Fager, situado en la región de Malselv. Los
moradores del valle siguieron con la mirada al aparato cuando éste cayó en
la montaña. A la mañana siguiente el aeroplano aún seguía allí y dos
hombres fueron visibles a su lado, al parecer quitando la nieve. Unos
momentos después el aparato intentó despegar por dos veces, sin
conseguirlo... Cuando el Dagens-Nyheter recibió este mensaje, se puso en
contacto con el jefe de la Policía del condado de Malselv, quien confirmó la
veracidad del mensaje. El accidente, o el aterrizaje forzoso, fue visto desde
ambos lados de la montaña, según sus declaraciones. Los testigos eran
personas de toda confianza.

Una partida de ocho hombres trató de escalar la montaña aquel mismo día,
pero no consiguió hallar trazas del aparato. A las diez de aquella misma
noche, cuatro personas comunicaron haber visto pasar un aeroplano sobre
Malselv, rumbo al Sudoeste, «procedente del monte Fager». Al día
siguiente otras tres partidas treparon por la montaña y el periódico noruego
Tidens Tegn informó: «El granjero Martensson, de Fuigleli, dijo que una de
las patrullas descubrió dos surcos paralelos en la nieve a unos trescientos
cincuenta metros al noroeste del punto donde el aeroplano había sido visto.
Las huellas medían unos 75 metros de largo y 80 cm de ancho... La patrulla
también encontró pisadas de personas alrededor de las huellas.»

Mientras ocurrían todos estos extraños sucesos, un torrero llamado Bjorsen


observó una «embarcación misteriosa» cerca del faro de Makkaver, en la
localidad noruega de Vardo. Este barco apareció por primera vez la tarde
del martes 6 de febrero, siguiendo un rumbo hacia el Este. Luego cambió de
dirección y se perdio de vista hacia el Oeste, para reaparecer el miércoles.
Bjorsen dijo que le recordaba el barco de reconocimiento Fritjof Nansen y
que era aproximadamente de las mismas dimensiones. «Ningún buque
extranjero ha solicitado permiso para recalar en puertos noruegos»,
comentaron los periódicos.

Los informes sobre aeroplanos fantasmas empezaron a escasear a mediados


de febrero, para hacerse esporádicos durante el resto de 1934. Pero los
extraños visitantes no desaparecieron por completo, siendo vistos de vez en
cuando durante toda aquella década.

Vamos a terminar con una noticia verdaderamente curiosa: 1 de abril de


1934. Oslo, Noruega. Cinco personas aseguran haber visto un aeroplano de
grandes dimensiones sobre Sandnessjoen, segun el Tidens Tegn. Uno de los
testigos, un muchacho de 16 años, dice que vio al aparato bajo la brillante
luz de la luna sobre el fiordo de Alten. Era un aeroplano enorme, declaró, y
sus motores se pararon de pronto cuando descendió hacia el agua. Observó
la presencia de ocho hélices. Pero en vez de amarar, el aparato empezó a
describir amplios círculos, lo que permitió al testigo observarlo por todos
lados. Advirtió que las ventanillas de la cabina estaban todas iluminadas.

Un avión de ocho motores sería algo raro incluso hoy día. Sin embargo, por
aquellos años existía ya el hidroavión «Dornier», que llegó a tener hasta
doce motores. Precisamente en un hidroavión bimotor «Dornier Wall», de
escasa autonomía y del que supo sacar todo el partido posible, el aviador
español Ramón Franco atravesó el Atlántico Sur en 1926, batiendo varias
marcas mundiales. Bautizó a su aparato Plus Ultra.

Es interesante constatar que, mucho antes de que el doctor Jacques Vallée


formulase su ley sobre la distribución geográfica de los aterrizajes (éstos
son inversamente proporcionales a la densidad de población) basándose en
la oleada francesa de 1954, esta ley se cumplió en la oleada escandinava de
1934, ocurrida veinte años antes. Las observaciones de «aeroplanos
fantasmas», en efecto, fueron más frecuentes en las regiones semidesérticas
y montañosas del Norte, donde sólo se contaban entonces tres habitantes
por milla cuadrada. Las zonas suecas más nombradas en los informes son
las de Jamtland, Vasterbotten y Norrbotten. Los informes noruegos
proceden principalmente de Troms y Nordland, mientras los finlandeses se
concentran en los Estados de Oulu y Lappi.
Muchos informes sólo describen luces en el cielo. En aquella época, los
testigos daban por sentado que estas luces provenían del aeroplano
fantasma. La procedencia de estos extraños aparatos parece estar clara: sus
vuelos parecían proceder de un lugar situado más allá del Círculo Glacial
Ártico, al norte de Noruega, aproximadamente hacia la zona de Spitzberg.
Hemos visto ya que el origen terrestre de estos «aparatos» parece estar
descartado por múltiples razones, principalmente de carácter logístico. Una
característica singular de estas apariciones eran las misteriosas señales
radiofónicas que las acompañaban. A este respecto, tiene especial interés la
noticia publicada el 1 de enero de 1934 por el periódico Hudiksvalls: «Los
radioescuchas de Umea han estado captando conversaciones que contienen
información sobre los aviadores fantasmas, lo cual indica que su servicio de
comunicaciones es moderno. Las conversaciones se producen en la misma
longitud de onda de un programa gramofónico de Umea y versaban sobre
su reunión en un punto determinado.»

Estas emisiones radiofónicas «piratas» fueron oídas por otros radioescuchas


de Norbyskar, Hedesunda, Nordmaling y Halsingtuna aquel mismo mes en
la banda de los 230-235 y 900 metros. En algunos casos, los misteriosos
pilotos hablaban en un sueco macarrónico.

De los «foo-fighters» a los «bólidos y cohetes» de Escandinavia.

Pasemos ahora a los siguientes episodios de este drama callado y


misterioso. Todos los estudiosos de la problemática OVNI conocen el
episodio de los foofighters: misteriosas bolas de fuego que perseguían,
muchas veces en formación, a los pilotos norteamericanos de la 415ª
Escuadrilla de Cazas Nocturnos, estacionados en la población francesa de
Dijon y que, al final de la última contienda, efectuaban incursiones sobre la
región del Rin y el Palatinado bávaro. Los Servicios de Inteligencia aliados
estaban muy preocupados por estas misteriosas manifestaciones, vistas
también en el teatro de la guerra del Extremo Oriente.

Es muy poco conocido que a partir de 1944 diversos informes que


emanaban de pilotos militares alemanes empezaron a impresionar por su
acumulación y reiteración, a los miembros del Estado Mayor Superior del
Ejército del Aire alemán, hasta tal punto que el Oberkommando der
Luftwaffe decidió crear el «Sonder Büro Nr. 13» cuyas actividades
recibieron el nombre cifrado de «Operación Uranus». Ésta fue, pues, la
primera comisión oficial y secreta creada en el mundo para estudiar los
OVNIS (que en aquella época, o sea durante la Segunda Guerra Mundial, se
manifestaban bajo la forma de los famosos foofighters o Krauts-fireballs,
nombres que les daban los aviadores aliados, suponiéndolos armas secretas
germanas... ¡sin saber que los propios alemanes, como hemos visto, también
se dedicaban a estudiarlos!) Y también los ingleses, e incluso con un año de
antelación. En 1943, el teniente general Massey, inspirándose en los
informes de un agente doble que trabajaba en Colonia, y que había
confirmado que los foo-fighters no eran dispositivos alemanes, creó una
pequeña organización secreta destinada a estudiar el problema. En 1944, el
proyecto Massey fue «clasificado» (es decir, se hizo secreto), y, sea o no
coincidencia, el agente doble fue denunciado y ejecutado aquella misma
primavera.

Acaso la tercera etapa estuviese representada por el no menos


desconcertante episodio de los «bólidos» que en julio de 1946 se dedicaron
a cruzar por los cielos de Suecia. Según las autoridades suecas, entre
principios de julio y principios de agosto de aquel año, más de 300 hechos
de la mencionada naturaleza se registraron en diversos lugares del país.
Entre las numerosas noticias de Prensa, entresacamos las siguientes noticias
difundidas por la agencia EFE en julio de 1946, que darán una buena idea
de las características del fenómeno: Estocolmo, 11. Las autoridades
militares suecas han pedido al Gobierno que dé la voz de alarma en todo el
país, al tenerse noticias de que otros seis bólidos o bombas volantes han
cruzado el espacio aéreo sueco en varios puntos. Después de las
declaraciones de un técnico acerca de la naturaleza de los fragmentos de un
supuesto meteorito, circula en Estocolmo el insistente rumor de que los
soviéticos están realizando pruebas con bombas volantes en algún lugar de
la costa del Báltico. EFE.

Pocos días después, leemos:

Estocolmo, 20. Se ha reanudado sobre Suecia el paso de bombas


misteriosas, semejantes a las V-1, alemanas. También en Oslo la Prensa
publica noticias sobre la cuestión, haciendo constar que dos bombas cohetes
se estrellaron el jueves por la noche en el lago Mjosa, cerca de Feiring.
Varias personas afirman que parecían pequeños aviones que avanzaban con
gran rapidez y a enorme altura. El diario de Estocolmo Dagens-Nyheter
informa que un campesino del norte del país vio unos objetos que parecían
bombas volantes y desprendían un gran resplandor. EFE.

El 8 de agosto, la misma agencia de noticias informó que, según el


corresponsal del Daily Graphic en Estocolmo, «bombas-boomerang»
estaban cruzando sobre Suecia. Como no había caído ninguna sobre
territorio sueco, resultaba imposible determinar si estaban controladas por
radio o tenían un dispositivo especial que permitía dir girlas de nuevo a su
punto de partida. Sin embargo, agregaba, «se tiene entendido que las
bombas-boomerang atraviesan Suecia en dirección Norte para volver luego
a cruzar el país en dirección Sur.»

Más tarde, el 14 de agosto, ocurrió un dramático suceso: un avión militar


sueco chocó con uno de esos misteriosos «bólidos», pereciendo los tres
aviadores que lo tripulaban. El periódico Aftonbladet informó que los tres
aviadores resultaron muertos cuando su avión chocó, cerca de Vaggerid, en
el sur de Suecia, con un objeto no identificado que cruzaba el cielo. Un
testigo presencial afirmó que el «proyectil» efectuaba cambios de dirección.

Aproximadamente por las mismas fechas, desde Dinamarca, Noruega y


Finlandia comunicaron haberse observado «bólidos» semejantes. Algunos
periodistas hablaron de experimentos rusos supersecretos con armas del tipo
V-2, pues los «proyectiles» parecían proceder de la península soviética de
Kola. Parece ser que Suecia pidió equipos de radar a la Gran Bretaña, para
detectar los misteriosos objetos, pero posteriormente el Gobierno sueco
desmintió que se hubiese hecho tal petición.

En setiembre las observaciones de extrañas bolas ígneas se extendieron a


otros países. Así, el 2 de setiembre un «proyectil-cohete» cruzó sobre el
puerto de Salónica, según manifestó el primer ministro griego Tsaldaris. El
7, una «bomba volante» cruzó de norte a sur la Macedonia occidental, unos
110 km al oeste de Salónica. Posteriormente, según un despacho de Prensa
fechado el 17 en Herfird (Alemania), un «proyectil-cohete», parecido a los
que recientemente fueron vistos pasar sobre territorio sueco, cruzó sobre la
zona de ocupación británica. El Cuartel General del Rin dio estado oficial a
la noticia (todavía no existía la política del «Top Secret»).
El mismo día, desde Lisboa, se vieron cruzar el cielo con gran rapidez unas
misteriosas luminosidades, que procedían del Norte y desaparecieron hacia
el Sur, dejando una potente estela verdosa, Unos días antes, en Casablanca
se registró un fenómeno similar. A partir del 20 de setiembre,
aproximadamente, el fenómeno se desplaza al norte de Africa, Así, el 20
fueron observados «misteriosos meteoros» en los distritos occidentales de
Argelia. Los testigos los describieron como «bolas de fuego», que dejaban
una larga estela de llamas y emitían una luz gris (sic); pasaron a baja altura,
en dirección Nordeste a Sudoeste. El 24 se efectuaron nuevas observaciones
de objetos similares,

Así las cosas, los astrónomos suecos avanzaron una «explicación» de estos
fenómenos, declarando a sus colegas ingleses que los «cohetes» que habían
venido surcando el cielo escandinavo no eran tales cohetes, sino auténticos
meteoritos.

Nos tropezamos por primera vez con la «deformación profesional» de los


hombres de ciencia, reacios por principio a admitir algo que escape al
cuadro de sus conocimientos clásicos. Sin embargo, la «explicación»
meteorológica es a todas luces insuficiente, pues no explica las desviaciones
del rumbo muchas veces observadas, las inversiones de dirección a veces de
180 grados , ni la colisión con el avión militar, que causó la muerte de tres
aviadores suecos. Por otra parte, de tratarse de auténticos meteoritos, éstos
hubieran producido un fragor horrísono, al cruzar el cielo mejor dicho, la
atmósfera terrestre, en forma de «bolas de fuego» y a baja altura, Los
estampidos producidos por estas auténtkas «bombas celestes» al
desintegrarse con el roce de la atmósfera, se hubieran oído en toda
Escandinavia e incluso más al Sur. Sin embargo, los enigmáticos «bólidos»
cruzaban el cielo en el silencio más absoluto.,.

Poco después de esta racha de noticias sobre los «proyectiles-cohete» de


Escandinavia, la Prensa europea publicó por primera vez la expresión
«platillo volante» en una noticia procedente del Extremo Oriente: según el
despacho de la agencia EFE, fechado el 15 de julio de 1947 (menos de un
mes después de la observación de Kenneth Arnoid), en Mukden
(Manchuria) fueron vistos unos ochenta «platillos volantes», según anunció
la Agencia United Press. Cruzaron el espacio en dirección Sudoeste y sólo
fueron vistos durante unos segundos.

Si no es ésta la primera vez que se cita el nombre «platillos volantes» en la


Prensa, repito, es de las primeras menciones que aparecieron públicamente
en Europa, después de la sensacional observación del piloto civil
norteamericano Kenneth Arnold, que inaugura lo que pudiéramos llamar
«cuarta etapa» del período contemporáneo... etapa que aún no ha terminado.
CAPÍTULO V - EL MISTERIOSO «AFFAIRE» UMMO

En el verano de 1967 me llamó por teléfono, a mi domicilio de Barcelona,


un señor desconocido que dijo llamarse Julián Delgado, ser madrileño y
tener grandes deseos de entrevistarse conmigo, para hablarme de un asunto
del más alto interés. Nos citamos en un céntrico café de la capital catalana,
el «Bar Cosp», sito en las Galerías Condal, y allí conocí a mi desconocido
comunicante. Era éste un joven de agradable aspecto y modales nerviosos,
al que sus actividades comerciales, según me dijo, le llevaban con
frecuencia a Barcelona.

El señor Delgado dijo que había acudido a mí por conocer mi nombre


gracias a mi obra El gran enigma de los platillos volantes, pues el asunto
que iba a exponerme tenía relación con este tema. Me habló entonces de un
amigo suyo, don Enrique Villagrasa Novoa, ingeniero de construcciones
civiles y ayudante de Obras Públicas, con residencia en Madrid como él, y
quien según me dijo había sostenido largas conversaciones con seres
extraterrestres, que llamaban por teléfono a su domicilio y que se brindaban
a enviarle informes sobre temas tecnicos, que el propio señor Villagrasa les
indicaba. A los pocos días, éste recibía por correo el informe solicitado,
mecanografiado en hojas de tamaño folio, cada una de las cuales mostraba
un curioso sello marcado con el pulgar y por medio de un dedil, en forma
de H de brazos curvados, con una barra vertical más corta cruzando la
horizontal. En realidad era como el símbolo alquímico de Urano.

Así fue como entré en contacto con el desconcertante, irritante y misterioso


asunto de Ummo, que todavía continúa y que estoy muy lejos de haber
desentrañado.

Pero vayamos por partes. Poco a poco fui empezando a reunir las piezas del
que iba a convertirse en complicado rompecabezas, y ante mí surgió esta
primera imagen del problema; al parecer, desde aproximadamente 1965, un
grupo de unas veinte personas, cuya mayoría residía en Madrid, con una en
Valencia, dos en Barcelona y posiblemente otra en Bilbao, recibían por
correo los enigmáticos «informes Ummo». Por lo que pudimos averiguar mi
querido amigo y colaborador Rafael Farriols y yo, este grupo venía a ser un
corte medio de la población española, en el que se hallaban representadas
personas en su mayoría de actividades liberales: un comediógrafo muy
conocido,, un ingeniero, una señorita empleada en la Embajada de los
Estados Unidos, un funcionario de Telégrafos conocido por sus aficiones
extraterrestres, un abogado, etc. Posteriormente, incluso yo mismo y Rafael
Farriols recibimos comunicaciones de Ummo.

Con Rafael Farriols, precisamente, investigamos unas observaciones de


OVNIS registradas en Madrid el 6 de febrero de 1966 y el 1° de junio de
1967, que posteriormente habían de dar lugar al libro, escrito en
colaboración, titulado Un caso perfecto. Lo desconcertante era que los
misteriosos «señores de Ummo» anunciaron con varios días de antelación, a
tres de sus corresponsales madrileños, la llegada de la nave del 1 de junio
de 1967, dando incluso las coordenadas geográficas del punto de aterrizaje
con notable exactitud. Cerca de cuarenta personas, asistentes a la tertulia del
sótano del «Café León» (La Ballena Alegre) y que se reunían en torno al
profesor Fernando Sesma, presidente de la Sociedad de los Amigos del
Espacio, certificaron con sus firmas haber leído el anuncio del arribo de la
astronave, la víspera de que éste se produjese, Rafael Farriols, que se ha
convertido en el primer especialista mundial en la cuestión de Ummo,
conserva en sus archivos el original de esta importante declaración.

Esto, y el hecho de que el VED (Vehículo Extraterrestre Dirigido) que


evolucionó sobre la colonia madrileña de San José de Valderas y se posó
brevemente en la de Santa Mónica al anochecer del día citado, mostrase en
su panza un distintivo muy parecido al emblema que «autentifica» los
documentos de Ummo, establece entre ambos hechos un vínculo que parece
indisoluble.

Con las docenas de informes que recibió a partir de 1965, el profesor Sesma
publicó en 1967 un libro titulado Ummo, otro planeta habitado (S. A.
Editorial Gráfica Espejo). El hecho de que fuese precisamente Fernando
Sesma quien primero divulgase en forma impresa el desconcertante asunto,
no con tribuyó precisamente a conferirle verosimilitud. Está muy lejos de
mi ánimo pretender zaherir a Fernando Sesma, pero lo cierto es que éste
goza fama de hombre fantástico, dado a especulaciones sin mucha base real,
expuestas en artículos y libros anteriores, como era el titulado ¡Sensacional!
Hablan los extraterrestres (Revelaciones y enseñanzas de hombres de otros
planetas) obra publicada también por Editorial Espejo. Esto hizo que el
público considerase que la obrita de Sesma sobre Ummo era una pura
fantasía, surgida de la cabeza del «profesor». Sin embargo, como luego
Farriols y yo hemos podido comprobar, Sesma se limitó a reproducir los
informes y los dibujos (algunos de ellos verdaderamente muy curiosos) que
había ido recibiendo de los «ummitas». Esto se comprobó sin lugar a dudas
cuando Farriols, en una de sus visitas a Madrid realizadas últimamente,
consiguió que Sesma le entregase aquellos valiosos originales que ocupaban
toda una abultada maleta. Sesma confesó a Farriols que los ummitas habían
dejado de interesarle, puesto que representaban a una civilización
excesivamente tecnológica. Sus preferencias actuales se inclinaban por los
habitantes de Auco, planeta mucho más elevado en el plano espiritual,
según Sesma.

En una carta, Enrique Villagrasa (persona encantadora con la que Farriols y


yo establecimos pronto buena amistad) nos refirió -con detalle su primera
conversación telefónica con un «hombre de Ummo». Ésta tuvo lugar el día
28 de noviembre de 1966.

Esta conversación duró exactamente cuatro horas y cuarto, desde las 0.10
horas hasta las 2.15 de la madrugada. El misterioso interlocutor de
Villagrasa hablaba lentamente, con voz sin inflexiones y con acento
extranjero. Contestaba sin titubear y con asombrosa precisión a las
preguntas que le formulaba Villagrasa. Éstas versaban sobre los temas más
diversos: Historia, Ciencias, Arqueología, técnicas diversas, etc. El
desconocido contestaba sin vacilar, «como si leyese las respuestas en un
diccionario». A veces, Villagrasa tenía la impresión de estar hablando con
un cerebro electrónico.

No fue Villagrasa el único en sostener largas conversaciones con los


misteriosos desconocidos. Otro de sus corresponsales era comisario de
Policía por más señas, y éste también habló largamente por teléfono con los
«señores de Ummo». Lo irritante del asunto es que la comunicación sólo se
establecía en sentido único; es decir, era imposible comunicarse con ellos,
teniendo que depender únicamente de sus eventuales llamadas. Varios de
los corresponsales resultaron ser asiduos de la peña de Fernando Sesma, y
así supieron que ellos también recibían las misteriosas comunicaciones
mecanografiadas. Entre éstas se hallaban algunas que versaban sobre los
siguientes temas: «Las bases biogenéticas de los seres vivos que pueblan el
Cosmos» (24 hojas); «Descripción de sus naves o OAWOOLEA UEWA
OEMM» (43 hojas, con dibujos y gráficos, como la anterior); «Estructura
del Ummoalewe, o Red Social de Ummo» (8 hojas); «Panorama de la
parapsicología terrestre» (4 hojas); «Teoría de los Ibozoo Uu, o nuevo
concepto del Espacio», etc.

Algunos de estos informes eran de un elevado nivel científico, como por


ejemplo el primero y el último citados. En aquél se explica nada menos que
la causa -de las mutaciones, que permiten la evolución de las especies
vivientes en el Cosmos. Esta causa se halla relacionada con un ciclo
cósmico que por su amplitud no ha sido detectado por los hombres
terrestres. En este informe se menciona una misteriosa cadena de 84 átomos
de criptón, alojados en el hipotálamo, y que constituyen el enlace entre el
soma y la psique, o sea entre el cuerpo y el alma.

En cuanto al informe sobre los Ibozoo Uu, presenta un concepto


verdaderamente revolucionario del Espacio, partiendo de una Física que
nada tiene que ver con la terrestre. Ellos tachan a nuestro concepto del
espacio de simplista y de no ajustarse a la verdadera realidad del Cosmos,
pues parte de abstracciones matemáticas y geométricas. El Espacio
euclidiano de tres dimensiones es una pura creación mental. La teoría
relativista añadió a este espacio una cuarta dimensión llamada tiempo pero
aún así nuestro concepto del Espacio es demasiado somero. El Espacio, se
halla compuesto de dimensiones, de las que los señores de Ummo conocen
por lo menos diez y utilizan en la práctica varias de ellas. Las partículas
subatómicas que la Física descubre constantemente son una ilusión: en
realidad son el resultado de las diversas orientaciones que pueden adquirir
en el espacio los tres ejes que componen lo que ellos llaman IBOZOO UU.
Según la orientación de estos ejes, podemos tener la apariencia de materia,
energía, masa o cualquier otro tipo de radiación Existen además en el
espacio unos pliegues que, cuando las circunstancias isodinámicas son
apropiadas, permiten efectuar viajes interestelares en un tiempo
incomprensible para nuestros físicos, pues las naves realizan un cambio de
marco dimensional, mediante la inversión de sus IBOZOO UU que les
permite tomar un «atajo» sin seguir la ilusoria línea recta de la propagación
de la luz. Esto les permite venir en ocho o nueve meses de su planeta
UMMO, que según sus informes gravita en torno a la estrella IUMMA,
situada a 14,6 años luz de la Tierra y que ellos identifican provisionalmente
con la estrella Wolf 424 (en los catálogos estelares terrestres).

De una manera muy burda e incompleta, he intentado resumir aquí la


fascinante teoría de los IBOZOO UU, que ha despertado gran interés entre
diversos científicos, no sólo en España sino también en Francia.

Así las cosas, los corresponsales que recibían los informes de Ummo se
quedaron un día altamente sorprendidos al recibir una carta firmada por un
señor que se presentaba a sí mismo como el mecanógrafo que escribía los
misteriosos informes. Este mecanógrafo decía ser madrileño, perito
mercantil y haber puesto un anuncio en el periódico ABC, en el cual decía
que se hacían copias a máquina, dando su dirección y teléfono. Por este
medio recibió la visita, un buen día, de dos correctos caballeros de aspecto
escandinavo, o sea, altos y rubios. El que llevaba la voz cantante le dijo que
eran médicos daneses y le propusieron qué trabajase vara ellos, diciendo
que le dictarían informes de carácter científico. Para dar mayor peso a sus
palabras, el desconocido le adelantó un billete de mil pesetas que en
principio el mecanógrafo, asombrado, se negaba a aceptar.

Así se inició una extraña colaboración. El supuesto médico danés dictaba al


mecanógrafo informes, efectivamente, de carácter técnico o científico,
retribuyéndole espléndidamente por su trabajo. Hasta que un día, en el
curso del mismo, le dictó la frase siguiente: «procedemos de un astro frío
llamado UMMO, que se encuentra a 14,6 años luz de la Tierra... » El
mecanógrafo, estupefacto, siguió escribiendo, pero pensando para sus
adentros que sus espléndidos clientes tal vez fuesen unos locos.

Como si adivinara su pensamiento, el «médico danés», una vez terminó de


dictarle su informe, le dijo:

No tema. Lo que le he dictado es cierto. Y se lo voy a demostrar. Y del


bolsillo interior de la chaqueta sacó una esferita de un par de centímetros de
diámetro, que dejó inmóvil en el aire, entre el mecanógrafo y él. Éste es uno
de nuestros medios de observación a distancia le dijo. Le ruego que me
perdone por haber violado su intimidad, pero ahora va usted a ver y a oír la
escena que ayer se desarrolló aquí en su despacho, entre su esposa y usted.

Efectivamente: el asombrado mecanógrafo vio en la pequeña pantallita de


la esfera y pudo escuchar la conversación que había sostenido con su esposa
el día anterior. Ésta le decía que no le gustaban nada sus extraños clientes,
pues temía que pudiesen ser espías, y le aconsejaba que avisase cuanto
antes a la Policía.

Éstas y otras cosas eran las que contaba el mecanógrafo a sus desconocidos
corresponsales, a los que enviaba las cartas con los informes de UMMO,
debidamente franqueadas. El hombre se hallaba abrumado por la
extraordinaria aventura en que se había visto envuelto, y proponía una
reunión de todos los corresponsales, a fin de coordinar una acción y, si se
consideraba necesario, dar parte a las autoridades españolas.

Esta reunión no llegó a celebrarse nunca porque los «señores de UMMO»


se enteraron y amonestaron severamente al mecanógrafo, el cual no
reincidió. Entre las personas que debían participar en la reunión se hallaba
un catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, el
cual había sido también llamado por teléfono» por los ummitas. Consideró
al principio que se trataba de una broma, pero cuando su misterioso
comunicante demostró poseer unos conocimientos médicos fuera de lo
común, le invitó a tomar el té en su casa, pese a lo extravagante que le
parecía su afirmación de que procedía de otro planeta. Su interlocutor
declinó la invitación, pero dijo que le dejaría en préstamo un aparatito que
le convencería. Al cabo de unos días, un emisario iría a recoger el aparato
(este emisario había de ser el mecanógrafo).

El catedrático, que cuenta todos estos detalles en una carta anónima que el
mecanógrafo distribuyó entre sus corresponsales, recibió en efecto un
paquetito que, una vez abierto, resultó contener una cajita cuadrada, sin
aristas, o sea de bordes suaves, aspecto metálico, color negro mate y que en
una de sus caras mostraba una pantalla translúcida que se unía con el resto
de la caja sin solución de continuidad; es decir, sin marco, como si la unión
se realizase a nivel molecular. La cajita iba acompañada de unas sencillas
instrucciones para su manejo, consistentes en emitir determinadas vocales
en un orden establecido, con lo cual el mecanismo se activaba. Temiendo
que el artefacto pudiera estallar, el catedrático renunció a efectuar la prueba
en su domicilio, y se trasladó con la cajita a su laboratorio de la Facultad, a
una hora en que éste se hallaba desocupado. Previamente había pedido
prestada a un colega una cámara tomavistas «Cannon», cargada con
película de color, cuyo manejo su colega tuvo que explicarle. En el
laboratorio, el catedrático colocó la cajita negra sobre una bayeta, y,
sosteniendo el papel con manos temblorosas, pronunció las vocales en el
orden indicado. Inmediatamente la pantalla translúcida se iluminó, se hizo
transparente, y el profesor pudo contemplar en el interior de la caja una
preparación histológica vista con gran aumento, en colores e invivo, que
representaba a una neurona. Estupefacto, filmó el aparatito en
funcionamiento y luego, siguiendo las instrucciones, hizo aparecer otras dos
preparaciones histológicas.

Tal como se le había comunicado, un buen día se presentó un joven barbudo


con el encargo de recoger el aparato. La película en color, sin embargo,
quedo en poder del catedrático, cuya identidad nos ha sido imposible
descubrir, por más esfuerzos que hemos realizado.

Pero, de ser cierto cuanto contaban los misteriosos señores de UMMO en


sus informes, ¿cuándo descubrieron la existencia de nuestro planeta, cómo
llegaron a él y en qué fecha? Cedámosles la palabra, para que ellos mismos
nos lo cuenten.

En un informe remitido a Fernando Sesma, leemos lo siguiente:

«En el año terrestre 1950 (marzo), arribamos a este OOYAA (ASTRO


FRíO). Unos dos años antes (AÑOS TERRESTRES), captamos una débil
señal en frecuencia 413,44 megaciclos, que no logramos decodificar. Había
sido emitida hacia el año, 1934.

»(Posteriormente hemos identificado la señal radioeléctrica como emitida


desde un navío noruego a la altura de Terranova, en unas -experiencias
desarrolladas por científicos de esta nacionalidad, tendentes al empleo de
elevadas frecuencias en comunicaciones a larga distancia por reflexión
ionosférica. La señal fue emitida entre los días 5 y 7 de febrero de 1934.)
»Esta fecha es, pues, histórica en las relaciones TIERRA-UMMO. Tenemos
fotocopias de los radiogramas emitidos. (Obtenidos por nuestros hermanos
en Alemania, que se desplazaron hasta Bergen con este fin) y, por supuesto,
la grabación de las señales en morse que resultaron entonces ininteligibles
para nosotros, pues nuestros técnicos creyeron que se trataría de un código
de numeración binaria (PUNTO IGUAL CERO, RAYA IGUAL UNO, o
viceversa.) Les asombrará a ustedes que la duración de la fracción de
radiograma captado fue de 2,2 UIW (unos 6,8 minutos), que bastaron para
identificar sobre coordenadas galácticas la posición del Sistema Solar, a
nuestros técnicos, que bautizaron entonces al astro del cual procedía aquella
señal con el nombre de GAA (CUADRADO), puesto que la gráfica
obtenida con la señal, recordaba la ecuación analítica que expresa el área de
esta figura geométrica.

»Sólo al llegar hasta ustedes pudimos comprobar que la denominación


OOYAGAA (A STRO FRíO de CUADRADO), era falsamente evocadora,
puesto que la naturaleza del mensaje no era precisamente matemática.

»Queda así contestada la pregunta de M. Theodore T. Polk de


PITTSBURGH (USA) referente al origen de nuestra llegada a este planeta.»

Observará el lector que en este texto aparecen ya algunos fonemas ummitas.

Efectivamente, los autores de los misteriosos informes, sean éstos quienes


sean, tienen por costumbre dar el término de su idioma (o una transcripción
fonética aproximada del mismo), seguida por su traducción castellana
(muchas veces también aproximada). La señora Dª H. N. Franz de Penelas,
colaboradora nuestra, se tomó el trabajo de entresacar, de todos los informes
de TJMMO que hemos podido reunir (y que constituyen muchos centenares
de hojas), todos los vocablos de su idioma, con los que ha constituido un
vocabulario y un esbozo de gramática. El resultado ha sido sorprendente:
ante nuestros ojos ha surgido un idioma estructurado, con su manera
característica de formar adverbios y derivados, sus verbos, sus leyes
gramaticales, etc. Éste es un hecho más, que nos hace pensar que todo este
asunto no puede tratarse de una simple broma. Por otra parte, muchos de los
informes proceden de puntos muy alejados; yo he recibido una carta de
UMMO desde París; un investigador español de Melilla, el investigador
argentino Pedro Romaniuk y los franceses René Fouéré y Aimé Michel
recibieron sendos microfilmes ummitas (con textos en francés y fotos de
una astronave idéntica a la de San José de Valderas) desde Berlin Oeste;
Rafael Farriols recibió una carta de UMMO desde Australia (Adelaida); el
grupo ERIDANI de Madrid y Enrique Villagrasa han recibido cartas
estampilladas en Londres, aunque también es cierto que se han recibido
muchos informes desde Madrid; yo mismo recibí uno de ellos y, cuando se
produjo el alunizaje del Apolo XI, un brevísimo mensaje, cuyo sobre
ostentaba el matasellos de Piedralaves (Ávila) y la fecha 28 de julio de
1969, y que voy a transcribir íntegramente:

UMMOAELEWE

Idiomas: Francés, Inglés, Ruso, Español, Italiano, Alemán

N.° de copias: 18

D.Antonio Ribera Jordá

Hombres de Tierra: Con profundo respeto hemos contemplado esta etapa de


vuestro progreso tecnológico.

La ruptura del cordón umbilical que os permitirá salir de vuestra madre para
explorar nuestra galaxia. Estos expedicionarios del astro solidificado
UMMO, os saludan emocionados.

Pero vamos a dejar que sean ellos mismos, también, quienes nos amplíen
detalles acerca de su llegada a la Tierra, mediante los conceptos vertidos en
otro informe que me fue enviado desde Madrid poco antes de la carta
anterior.

¿QUIÉNES SOMOS; DE DÓNDE VENIMOS?

A las 4 horas 17 minutos 3 segundos TMG del día terrestre 28 de marzo de


1950, una OAWOLEA UEWA OEM (astronave lenticuforme) establecía
contacto con la litosfera de TIERRA por primera vez en la Historia.

El descenso se produjo en una zona definida del Departamento de «Bajos


Alpes» a unos 8.000 metros de distancia del pueblo La Javie (Francia).
Seis de mis hermanos bajo la dirección de DEI 95 hijo de DEI 91 entre los
que se encontraban dos YIEE (mujeres) quedaron en este «OYAA»
(planeta) como primer «INAYUYISAA» expedicionario de UMMO.

El proceso de adaptación que comprendió la asimilación del lenguaje,


captación de información en torno a costumbres, conducta social y laboral,
cultura... es muy difícil de sintetizar en pocos párrafos.

Procedemos de un astro solidificado cuyas características geológicas


externas difieren un tanto de las de TIERRA. El fonema tópico con que
designamos a nuestra «OYAA» puede transcribirse con la ortografía en
idioma español: UMMO (U: cerrada).

Su morfología puede asimilarse a un elipsoide de revolución cuyos radios


son:

Máximo, R = 7251,608 * 10 a la 3 m.

Mínimo, r = 7016,091 * 10 a la 3 m.

La masa global es: m = 9,36*10 a la 24 Kg. masa.

Inclinación respecto a la normal al plano de la eclíptica: 18° 39 56,3 (sufre


un a variación periódica de 19 8 segundos -sexagesimales de arco).
(Utilizamos unidades familiares a técnicos de TIERRA.)

Aceleración de la gravedad (media en AINNAOXOO): g = ll 9 metros/seg


al cuadrado

Rotación sobre su eje:: 30 92 horas (nosotros medimos en UIW. 30 92 h =


600 UI W) (equivale a 1 XII). (Vea nota 3).

(El fonema XII es una voz homófona que expresa tanto la duración del «día
de UMMO» como «cielo», «revolución», «rotación unitaria», etc.) La
estructura geológica de UMMO presenta unas características diferenciales
respecto a TIERRA muy acusadas. Pueden discriminarse nueve
XOODIUMMOO DUU OII (puede traducirse por «estratos conexionados»)
que presentan rasgos geofísicos muy tipificados. La discontinuidad entre
esos estratos no es brusca, existen capas de transición cuyo espesor es
variable.

La imagen muestra una sección de nuestro OYAA (planeta) reflejando los


espesores de las distintas XOODIUMMO. La composición química de estos
estratos es muy variada. Así XOODIUMMO yO con una densidad media de
16 22 gramos/cm2 (unidad de TIERRA) posee los siguientes elementos
familiares a ustedes:

Cobalto 88,3 %

Níquel 6,8 %

Hierro 2,6 %

Vanadio 1,2 %

Manganeso 0,7 %

Una envoltura superior, la XOODIUMMOIAAS presenta en cambio una


composición notablemente diferente:

Hierro 52 %

Cobalto 33,5 %

Níquel 12 %

Manganeso 2 %

Silicatos metálicos 0,3 %

Las capas precedentes sólidas, sometidas a gran presión, están rodeadas por
XOODIUMMO EN y XOODDIUMMO IEBOO en fase semifluida con
gran abundancia de óxidos de titanio, silicatos de hierro y compuestos de
aluminio y magnesio.

Una de las fases esferoidales más importantes es la 6a (capa de UMMO No.


5
a) presenta un espesor aproximado de 28 8 KOAE (251 Km). Con grandes
lechos diamantíferos, presenta una estructura alveolar en la que aún restan
enormes IOIXOINOIYAA (concavidades geológicas) en las que,
preservadas de las altas presiones que sufren zonas contiguas, existen
enormes cantidades de sustancias orgánicas sólidas, líquidas y gaseosas,
especialmente metano, propano y oxígeno. La principal actividad que
ustedes denominarían vulcanológica, se manifiesta en los OAKEDEEI que
arrojan hacia las capas atmosféricas grandes columnas ígneas de estos
gases.

Las últimas envolturas XOODIUMMO OANA, OANMAA sufrieron en


tiempos remotos procesos orogénicos de carácter metamórfico muy intenso.
La erosión, sin embargo, ha modificado la estructura de los plegamientos y
fallas más acusadas por lo que la orografía continental es poco accidentada.

Un solo «continente» y la escasa superficie insular ocupan sólo el 38 % del


área global de UMMO.

La composición atmosférica es parecida en las cotas a nivel de


XOODIUMMO OANMAA a la de TIERRA.

UMMO se desplaza en trayectoria elíptica (casi circular) con excentricidad


0 0078 alrededor de un OOYIA (estrella de pequeña masa) denominado por
nosotros IUMMA (nuestro «Sol»). La distancia media UMMO-IUMMA es
de 9'96 * 10 a la 12 centímetros.

Nuestra forma de valorar los grandes períodos es singular respecto a la de


ustedes y se ha conservado a lo largo de nuestra historia pese a tener origen
en un antiquísimo error astronómico.

Nosotros definimos el XEE ("año" de UMMO) como la fracción 1/18 de la


traslación de nuestro OYAA alrededor de IUMMA (actualmente el fonema
XEE es también sinónimo de trayectoria cíclica .

Nuestros antiguos cosmólogos» ignorando que el plano de la eclíptica de


UMMO posee distinta orientación que el del 2.° OYAA que gira alrededor
de IUMMA y al que tomaban como referencia, interpretaron que la
trayectoria de UMMO era duplo-helicoidal sobre la superficie de un
cilindro imaginario.

Creyeron así que nuestro OYAA describía tres traslaciones descendentes y


otras tres ascendentes hasta completar el ciclo. Un XEE (año UMMO
equivale a 0,2l2 años de TIERRA).

Realmente podemos hoy definir al XEE como 1/3 del periodo de traslación
genuina. Seis períodos equivalen pues al ancestral XEEUMMO = 18 XEE.

IUMMA es una estrella de masa 1 48 * 10 a la 33 gramos terrestres. La


distancia que la separa al SOL era el 8 de julio de 1967, 14 42l años-luz.

No resulta nada sencillo identificar en las tablas astronómicas terrestres


nuestra OOYIAA. Ello es debido a que nuestros especialistas han
establecido convencionalmente un sistema referencial galáctico de
naturaleza distinta al de ustedes. El cambio de ejes referenciales no
resultaría empero dificultoso si ustedes no cometieran errores. Sin embargo,
hemos constatado alteraciones sensibles en datos respecto a masa,
magnitud, situación y distancia, de astros mutuamente identificados por
ustedes y nosotros.

Todavía no podemos por tanto indicarles con elevado grado de certeza qué
estrella registrada por ustedes pueda ser nuestra IUMMA.

Calculamos que las coordenadas familiares a ustedes que pueden fijar la


situación de IUMMA serían:

Ascensión recta 12 horas, 31 minutos, 14 segundos

Ángulo sólido definido por minutos 11 segundos Declinación 9° 18 7 ± 14


2. Precisamente muy cerca del centro de ese este ángulo probable (12 h 31
m;

+ 9° 18 ) algunas tablas elaboradas por ustedes señalan una estrella


denominada por ustedes WOLF 424.
Ésta puede ser probablemente IUMMA. Sus características son d = 14 6
años-luz. Magnitud visual absoluta 14 3. Magnitud aparente 12 5. Espectro
correspondiente a la clase M. Sin embargo, tales características difieren
algo de las reales. Podría explicarse el error acusado en la evaluación de la
magnitud debido a la existencia de un cúmulo de polvo cósmico (espectro
gravimétrico complejo con partículas sólidas metálicas ionizadas inferiores
a 0 6 mm) muy denso. El brillo registrado por ustedes ha de ser
necesariamente mucho más atenuado. El valor señalado tan bajo (magnitud
registrada a 10 parsec = l4 3) corrobora nuestra sospecha.

Un observador situado a 10 parsec y sin obturación de polvo cósmico,


llegaría a registrar según la escala convencional de ustedes una magnitud de
7 4.

Por otra parte, la temperatura media superficial de IUMMA es de 4580 3


grados Kelvin, algo superior a la valorada por ustedes. Este error es menos
explicable para nosotros puesto que el espectro que ustedes puedan haber
estudiado no se modifica aun mediante la oclusión de cúmulos de polvo.

Todas estas dificultades son difíciles de superar. Realizados los cálculos por
nosotros respecto a la atenuación que puede sufrir la luminosidad debido a
la elevada densidad de la nebulosa de polvo y gas, los resultados
contribuyen poco a aclarar el problema, pues si el eje visual atraviesa las
zonas de alto porcentaje de partículas, la magnitud aparente para ustedes
sería del orden de 26, dificilmente alcanzable con sus instrumentos ópticos
actuales... (El informe sigue).

NOTA 1. Nosotros usamos un marco referencial con coordenadas polares


que tienen como base nuestra propia Galaxia. Utilizamos como centro de
coordinación cuatro radiofuentes situadas a 12382, 1900264, 899 07 y 31
44 unidades terrestres parsec, y cuya estabilidad respecto al centro galáctico
es muy elevada.

NOTA 2. Nuestros antepasados hicieron enormes esfuerzos y obras


grandiosas que alteraron la geografía de nuestros Continentes para obtener
y almacenar energía. Cuatro fueron las fuentes importantes explotadas. La
energía térmica procedente de las zonas con gran densidad de OAK EOEEI
(especie de volcanes). La obtención de gas natural (rico en propano y otros
hidrocarburos). La utilización de energía radiante de IUMMA para lo cual
se construyeron millares de canalizaciones provistas de espejos reflectores,
que cubrían grandes áreas, y por último, aprovechamiento de intensidad de
campo magnético de IUMMA combinada con la rotación de UMMO,
obtenida mediante largos conductores (aleación de plata y cobre enterrados
a baja profundidad, formando espiras de enorme diámetro o redes de
toroides (bobinas toroidales) distribuidos en la superficie de zonas
desérticas.

La orografía poco accidentada y por tanto, la pobreza en el caudal de los


ríos jamás estimuló la utilización de energía hidráulica y los hidrocarburos
líquidos se encontraban a profundidades tan enormes que nuestros
hermanos de aquellas edades jamás pudieron alumbrar (y cuando la técnica
lo permitió ya no resultaba práctica su explotación). NOTA 3. La rotación
de UMMO ha sido frenada por las mareas a un ritmo más acusado que la de
TIERRA, pero alcanzó velocidades angulares superiores a las registradas en
la historia de su OYAA.

A continuación transcribo una nota del mismo informe sobre su idioma:


NOTA 4. Ilustramos con un ejemplo real esta modalidad de comunicación
verbal de información.

En este tipo de lenguaje no se utilizan «vocablos o palabras», las


proposiciones se codifican aglutinando los componentes de la oración
(sujeto predicado y verbo como dirían ustedes) en forma de proposición
codificada. No importa tanto la eufonía cómo el significado real del
pensamiento. Así la proposición: Ese planeta verdoso parece flotar en el
espacio sería expresado en nuestro lenguaje tópico (DU 01 OIYOO) de esta
forma: AYIIO NOOXOEOOYAA DOEE USGIGIIAM. Pero si de seamos
expresarlo por medio del OIYOYOIDAA, sólo necesitamos tres símbolos
codificados.

PROPOSICIÓN: (Ese planeta flota en espacio)

CORRECCIONES: (Verdoso) (parece; creemos que)

Se utilizan tres cifras (en sistema duodecimal), la proposición requiere siete


dígitos y las correcciones cinco y cuatro dígitos respectivamente. De ese
modo, en una charla intrascendente como UAEXOOE IANNOJAUAMII lE
OEMII-UAMII XOA AALOA se intercalaría la información precedente
así: AEOXOÓE lANNNOO IANNO IAVÁMII ¡E lE UÁMII XOA
AALOA AALOA AALOA.

(Este informe, lo mismo que la carta anterior, viene «autentificado» por su


curioso sello color lila (este es el color que corresponde a la red española;
cada red nacional posee un color distinto). Se trata de uno de los informes
más interesantes y de mayor rigor expositivo. Tiene un apartado titulado
NUESTRO CRÍTERIO RESPECTO A LAS RELACIONES CON
HOMBRES DE LA TIERRA, que es altamente revelador. En este texto nos
aclaran su posición, y nos hacen comprender, entre otras cosas, por qué no
desean de momento establecer un contacto con nosotros. Por su interés,
reproducimos el pasaje más revelador de dicho informe): No deseamos de
ningún modo incluso severamente les exhortamos a que no caigan en la
tentación de permutar sus ideas religiosas, cientifistas y politico económicas
por las nuestras. Usted mismo reconocerá la razón de tal advertencia.

En primer razonamiento: porque nuestros informes son puramente


DESCRIPTIVOS. Les ofrecemos un relato sin argumentos positivos,
racionales y convincentes que lo apoyen.

Resultaría aberrante para ustedes que injertasen nuestras ideas, conceptos y


afirmaciones desnudas, en la constelación ideológica conformada por sus
educadores de TIERRA.

Pero es que además, si lo hiciesen así, extorsionarían ustedes gravemente el


ritmo normal de convivencia social, el devenir de la cultura de TIERRA.
Alterarían el proceso normal de la tecnología, dañando gravemente a la
urdimbre geosocíal actual.

Una revolución de sus estructuras ha de fraguarse en el seno de la propia


red social. Una moral cósmica que nosotros compartimos, nos veda
respetuosamente intervenir, salvo casos límites imprevisibles.

No venimos al menos mis hermanos de UMMO a traerles una nueva


doctrina, a convertirnos en profetas bajados del cielo, de una nueva física,
una nueva religión, unas concepciones matemáticas distintas, ofreciéndoles
panaceas para sus males sociales o patofisiológicos, aprovechándonos de
nuestra madurez cultural más avanzada. Como a un ingeniero especializado
en construcciones de TIERRA, en una visita a una escuela de párvulos, no
se le ocurrirá extorsionar el ciclo de enseñanza infantil tratando de explicar
a los UYIIE (niños) cómo se construye un puente en voladizo por medio de
dovelas de hormigón pretensado.

Y más adelante hacen esta sorprendente declaración, que ponen en recuadro


para acentuar su importancia:

Esto es lo único que postulamos: no nos crean. Acojan con desconfianza


estos conceptos. No los divulguen por ahora en los medios de comunicación
de masas. Muéstrense incluso escépticos ante los OEMII (hombres) no
familiarizados con su ciencia (la que analiza estos hechos), pero no
destruyan estas hojas impresas. Con algunos millares más distribuidos
secretamente, constituyen el precedente histórico de las relaciones
primigenias entre nuestras dos redes hominidas.

Abundando en esta misma opinión, en un informe anterior enviado a


Fernando Sesma manifiestan lo siguiente:

«No es nuestra intención, pues, actuar como Policía Internacional Terrestre.


Repetimos que nuestra pasiva misión de estudio y análisis nos lo veda.

»Son varias las razones que nos impulsan a permanecer ocultos, y, desde
luego, entre ellas no se cuenta el temor a una posible reacción agresiva de
los hombres de la Tierra. Repetimos hasta la saciedad que no tenemos
interés en ser creídos.

Algunos de ustedes nos repiten que debemos presentar pruebas.

»Ignoramos todavía lo que ustedes quieren expresar ingenuamente. Son


varias las ideas técnicas que hemos puesto al alcance de ustedes, y pese a
todo, los técnicos que las recibieron las atribuyeron a científicos
excéntricos. Aquellas personas que postulan TOCAR tales pruebas con las
manos, no se dan cuenta de que su postura es tan intelectual como la de un
campesino que dudase de la realidad del LÁSER, porque no ha tenido
jamás uno de estos equipos en sus manos.
»Pero les reiteramos una vez más que respetamos su incredulidad.
Trabajamos mucho mejor en el anonimato y no vamos a ser tan ingenuos
para presentarnos a ustedes vanidosamente, con la única finalidad de que
ustedes se solacen.

»Parece que olvidan que LOS TESTIMONIOS TIENEN EXACTAMENTE


EL VALOR QUE LES OTORGAN LOS RAZONAMIENTOS EN QUE SE
APOYAN.

»Si las ideas que les brindamos no las entienden o desprecian, HARÁN
BIEN EN NO CREERNOS.»

Sin embargo, además del ya citado aparato que parece fue dejado en
examen al catedrático madrileño, nos han facilitado otras muestras de su
tecnología, esta vez en forma de planos que yo mismo he podido ver y que
fueron remitidos a algunos de sus corresponsales españoles, a petición de
éstos.

Entre ellos señalaremos:

Un altímetro que permite medir el valor de g en cualquier punto del


Universo, pues no depende de las variaciones de la presión atmosférica. En
síntesis, consiste en un cristal de boro atravesado por un conducto vertical
en el que se ha hecho el vacío. En la parte superior del conducto hay un
depósito del que van cayendo moléculas de tiocianato de mercurio. Un
dispositivo mide la velocidad de caída de dichas moléculas y así se conoce
el valor de la gravedad, y, en consecuencia, la distancia al centro del astro.
Es un aparato superminiaturizado, como la mayoría de las creaciones de la
técnica ummita.

Aparato de fotografía provisto de lentes gaseosas. El enfoque se consigue


modificando el índice de refracción del gas.

Aparato grabador de sonidos sin piezas móviles. Factible según ingenieros


que han visto sus planos, pero de fabricación muy costosa. Es curioso
observar que la tecnología ummita no parte de la rueda, como la terrestre, y
que los planos de este grabador fueron sacados de un museo, para atender la
petición del corresponsal.
Computadores a base de cristales de titanio (éste, como el boro, cristaliza en
el sistema cúbico). Estos cristales almacenan información a nivel atómico y
en los tres ejes del espacio. Mediante los mismos ha sido codificada toda la
cultura terrestre y enviada a UMMO.

El tema es muy vasto y nos llevaría demasiado espacio analizarlo con


detalle. Es posible que más adelante, Rafael Farriols y yo publiquemos la
ingente documentación que hemos reunido. Precisamente a Rafael Farriols
se debió la idea de organizar un Primer Simposio UMMO en España. Éste,
que reunió a medio centenar de personas interesadas en el tema, se celebró
en junio de 1971 en el «Motel Osuna» de Barajas, pueblo próximo a
Madrid. Durante tres días, los reunidos escucharon un total de treinta horas
de grabación, efectuadas en cinta magnetofónica por un locutor profesional,
de todos los informes que se poseían de UMMO. La audición estuvo
acompañada por la proyección de diapositivas. Posteriormente se supo que
al Simposio asistió de incógnito un «ummita», que se hacía pasar por
ciudadano británico.

Dos años después, en mayo de 1973, Farriols organizó un Segundo


Simposio UMMO en los salones del «Hotel Ritz» de Barcelona, con mayor
asistencia si cabe que en el anterior. Éste tuvo un carácter monográfico,
versando principalmente sobre la función del hombre en el Cosmos, la
evolución biológica, el alma colectiva en los hombres de Tierra, concepto
de su teología, con una parte final sobre la vida cotidiana en UMMO. Se
abordó también el tema de los IBOZOO UU. Hubo coloquio y preguntas
del público, y se desplazó expresamente desde París para asistir al Simposió
el amigo René Fouéré, Secretario General del «Groupement d Études de
Phénoménes Aériens» (GEPA) y director de la revista Phénoménes
Spatiaux, órgano del GEPA. Invitado a tomar la palabra al fin del Simposio,
Mr. Fouéré hizo resaltar el carácter único que revisten los informes de
UMMO. «He recibid a docenas de mensajes de supuestos extraterrestres,
transmitidos por toda clase de contactees. Siempre se trata de mensajes de
tipo misional y evangélico, en que advierten a los terrestres de los
tremendos peligros que se derivan de su imprudente manipulación de la
energía atómica, o tratan de salvarnos y redimirnos. Los mensajes de
UMMO, en cambio, tienen un carácter meramente expositivo y didáctico,
sin pretender convertirnos a ningún tipo de religión cósmica.»
Conclusiones

El lector se preguntará sin duda cuáles son mis conclusiones ante estos
desconcertantes hechos. Trataré de resumir mi posición ante ellos en los
siguientes puntos:

1) Como en el caso de los OVNIS, partimos de la existencia de un hecho


real. En el de los OVNIS, las observaciones; en el de UMMO, la existencia
de los informes mecanografiados. Puedo atestiguar que éstos existen,
porque yo mismo los he recibido. Luego, hay que suponer que alguien los
escribe. Quien sea este alguien ya es otra cuestión, que analizaremos más
adelante.

2) No me siento obligado en absoluto a guardar silencio por más tiempo


sobre este asunto, pese a que en algunos informes sus autores manifiesten el
deseo de que no se divulgue su presencia. No estoy dispuesto a tolerar una
censura impuesta por personas que ni siquiera se dan a conocer y que, en
última: instancia, y de ser cierto lo que postulan, son visitantes, por no decir
intrusos, en nuestro planeta. En realidad, son ellos quienes deberían acatar
las leyes de las distintas naciones de la Tierra, y no nosotros las suyas.

3) Aparte de la existencia de la llamada «red española», no me consta la de


ninguna otra red nacional. El señor Villagrasa recibió una hoja de cálculos
diferenciales con texto en francés procedente de una sociedad ufológica del
Canadá, a donde escribió en demanda de confirmación de la existencia de
UMMO. Si bien el francés de esta hoja es correcto, faltan todos los acentos
graves en aquellas palabras que deberían llevarlo. Hemos dicho ya que
varios investigadores recibieron tres microfilmes con texto en francés desde
Berlín Oeste, pero pese a los denodados esfuerzos de René Fouéré a través
de su revista, no pudo conseguir ni un sólo texto de la supuesta «red
francesa». «Los «ummitas» postulan la existencia de redes cerradas en
Estados Unidos, la URSS, Yugoslavia, Italia, Inglaterra, Australia y otros
países, pero JAMÁS nadie ha podido presentarnos un texto en ninguna de
las lenguas que se hablan en estos países.

4) Si es cierto que se hallan en la Tierra desde 1950, resulta raro, por no


decir incomprensible, que ni las policías-nacionales, ni la Interpol, ni los
servicios de información de las grandes potencias hayan podido aprehender
jamás a uno solo de estos extraterrestres, sobre todo teniendo en cuenta que
los mismos aseguran que su presencia es conocida por dichos servicios de
información. Precisamente durante su estancia en Barcelona, nuestro amigo
René Fouéré nos habló de los esfuerzos realizados «a muy alto nivel» (de
prefectura), con la intervención incluso de helicópteros, para hallar algún
rastro de la estancia del primer grupo expedicionario ummita cerca del
pueblo francés de La Javie, donde incluso parece ser que se excavaron un
refugio y saquearon una casa de campo, indemnizando después a sus
moradores. Según Fouéré, los resultados de esta encuesta fueron «inciertos
y contradictorios», si bien es preciso reconocer que en Francia, y por una
costumbre que arranca de la Revolución francesa, se queman todos los
archivos policíacos cada diez años, para salvaguardar la dignidad del
individuo y evitar los antecedentes infamantes a perpetuidad.

Posteriormente, obtuve nuevas e intrigantes informaciones en el curso de


una reunión de «alto nivel celebrada en setiembre de 1973 en la población
francesa de Tarbes. La reunión se celebró en el domicilio de F. Lagarde,
redactor jefe de la revista LUMIÉRES DANS LA NUIT, y a ella asistieron,
por parte francesa, Aimé Michel, el astrónomo Pierre Guerin, descubridor
del cuarto anillo de Saturno y autoridad mundial en fotografía estelar, el ya
citado Lagarde y el ingeniero Claude Poher, jefe de la sección de cohetes
del Centre National de la Recherche Spatiale de Toulouse, y sobrino del
Presidente del Senado, Alain Poher. Por parte española, además de quien
esto escribe, estaban el doctor Vicente Manglano y Vicente Juan Ballester
Olmos, ambos de Valencia. Como «observador» se hallaba presente un
amigo belga: el barón Jorge de Collaert.

Los franceses se hallaban perfectamente enterados del asunto UMMO, pues


yo había facilitado toda la información pertinente a mi amigo Aimé Michel.
Parece ser que era Poher quien había efectuado las investigaciones «a muy
alto nivel» a que se refirió Fouéré en Barcelona. Cuando le rogué que nos
expusiera los resultados de ellas, lo que nos explicó fue en verdad
extraordinario. A continuación voy a resumirlo.

Efectivamente, habían participado en la investigación unos ochocientos


gendarmes apoyados por helicópteros. En un informe de UMMO se dice
que, a poco de la llegada a la Tierra a ocho mil metros de La Javie (sic), los
expediciones se excavaron un refugio subterráneo al pie del Pie du Cheval
Blanc, desde el que salían de noche para reconocer las inmediaciones.
Durante una de estas salidas, efectuaron una incursión en una casa de labor,
en la que penetraron tras adormecer a todos sus ocupantes. Se llevaron gran
cantidad de objetos heterogéneos, para su estudio ulterior. Entre estos
objetos se hallaban un fajo de letras de cambio para el pago de un tractor,
una cartilla escalar (que les resultó muy útil para el aprendizaje del francés,
por tener imágenes asociadas a las palabras), bombillas eléctricas, ropas,
calzado, etc., e incluso, al salir, arrancaron y se llevaron consigo el contador
de la electricidad, detalle éste, como veremos, muy importante. Asimismo,
tomaron muestras fisiológicas de los durmientes (de ambos sexos), que
comprendían secreción salival y vaginal, pelos, células epidérmicas, etc. En
el informe antedicho, los ummitas prometen INDEMNIZAR
ESPLÉNDIDAMENTE de este expolio a las personas víctimas del mismo.
Pues bien: según nos contó Poher, la Policía francesa consiguió comprobar
los extremos siguientes:

1°) La casa «saqueada» existe; se halla a cuatro kilómetros de La Javie y se


llama «La Dépense de La Javie»; 2°) Efectivamente, en abril de 1950 (o sea
un mes después de la supuesta llegada de los ummitas a la Tierra), se
cometió un robo en dicha casa. Entre los objetos sustraídos figuraba el
contador de la electricidad; 3°) Los ocupantes de la casa en aquella época
eran precisamente braceros españoles con sus familias, todos de un nivel
económico muy bajo (bajo incluso para España, nos subrayó Poher), y 4°)
La Gendarmería, tras laboriosas gestiones, consiguió localizar a estas
personas en la Costa Azul, viviendo en los alrededores de Cannes, en
pequeñas villas a nivel de «obreros acomodados», según me precisó
posteriormente Poher en carta fechada el 11 de febrero de 1974.

Estos fueron los hechos desenterrados por los investigadores franceses, que
acabo de exponer al lector de manera escueta, para que él mismo saque sus
propias conclusiones. Pero éste se preguntará qué opino yo. A ello voy a
responder en el apartado siguiente.

5) Personalmente, me inclino por dos hipótesis:

a) efectivamente, los autores de los informes que ostentan el misterioso


sello, son extraterrestres procedentes del planeta UMMO, y b) se trata de un
test montado, por ejemplo, por la «Rand Corporation» norteamericana, que
utiliza como «conejillo de Indias» a España, país bastante desarrollado,
escogiendo en ésta a un sector medio de la población, para analizar cuál
sería la reacción del ciudadano medio ante la presencia de extraterrestres
entre nosotros.

6) Se desecha totalmente que pueda tratarse de una broma, por la duración


del «experimento», la indudable calidad de algunos de los informes y la
diversidad de temas y estilos de los mismos, lo que hace presuponer la
existencia de un equipo de redactores.

7) La hipótesis b) del apartado 5°, es altamente improbable, teniendo en


cuenta la escasa cantidad de personas objeto del supuesto test. Para alcanzar
resultados apreciables, como es, sabido, el «Instituto Gailup» y otras
empresas dedicadas a sondeos públicos se basan en un muestreo estadístico
mucho más amplio de la población. Esto nos hace emitir una tercera
hipótesis, que llamaremos c): una agencia terrestre desconocida intenta
desacreditar todo el asunto de los «platillos volantes» y los
«extraterrestres», lanzando esta complicada maniobra, que en su momento
oportuno sería desenmascarada, haciendo correr el ridículo más espantoso a
aquellos que se hubiesen tomado en serio la existencia de «ummitas». Esta
táctica estaría de acuerdo con la cláusula 4ª, secreta, que aconsejaba el
«debunking» de los platillos a la comisión Robertson y que fue impuesta
por la CIA. De todos modos, la maniobra nos parece demasiado
maquiavélica.

8) Sin embargo, hay un informe (que fue leído en el Simposio de


Barcelona) sobre la vida cotidiana en UMMO, que resulta bastante
sospechoso, por los motivos siguientes: hay en él una verdadera obsesión
por la higiene y la asepsia; el marido efectúa labores domésticas en la
cocina, durante la comida, todos ríen y cuentan chistes; la unidad familiar
vive en una casa aislada; e! marido se desplaza a su trabajo en un pequeño
automóvil volador muy «ciencia-ficción»; los ummitas cambian de traje
todos los días, arrojando a un vertedero el traje usado (que no es de fibras
textiles ni sintéticas), y, en general, todo este informe produce la impresión
de que es la sublimación, el ideal de la American way of life: es el «mundo
feliz» del futuro para un americano medio, con la jornada laboral reducida a
tres horas, el hogar lleno de gadgets, la vida automatizada y una constante
sonrisa en los labios. Esto, más su gazmoña actitud puritana ante el
desnudo, parece apuntar hacia un origen norteamericano de los
desconcertantes informes.

Bien, podríamos seguir aún ocupándonos mucho más del misterioso affaire.
Algunos informes, por ejemplo, tienen, tanto por las ideas como por las
técnicas que exponen, un carácter más «extraterrestre» que otros, siendo
también posible que, efectivamente, un grupo extraterrestre iniciara todo el
asunto y mandara de vez en cuando informes y que una entidad terrestre,
enterada del caso, lo aprovechase para sembrar la confusión distribuyendo
informes apócrifos de más baja calidad.

El asunto, podríamos decir también, saltó a la luz pública en setiembre de


1968, a raíz de las revelaciones hechas a Benigno González, periodista del
ABC sevillano, por don Enrique López Guerrero, cura párroco de Mairena
del Alcor, a quien yo había entregado, a título confidencial, un mazo de
fotocopias de informes de UMMO. Estas declaraciones fueron reproducidas
por toda la Prensa nacional y algunos periódicos extranjeros, y
tergiversadas, pues dieron pie a suponer que don Enrique se hallaba en
contacto personal con lo que él denominaba «colonia de extraterrestres»
residente en España. Posteriormente, en una de sus cartas, los ummitas
amonestaron benévolamente al reverendo padre por su indiscreción,
diciéndole que ello les obligó a abandonar momentáneamente la Península
como medida de seguridad.

También podría hablar in extenso del macabro asunto de Albacete y de las


relaciones de dos ummitas, entre 1952 y 1954, con doña Margarita Ruiz de
Lihory, encopetada dama de la nobleza española, cuya amistad se ganaron
presentándose a ella como médicos daneses y curándola de unas afecciones
que dicha señora sufría, como resultado de ello, doña Margarita les permitio
residir en un caserón de Albacete, donde tema docenas de animales
domésticos, con los que los ummitas se entregaron a prácticas de
vivisección y experimentos de biología, permaneciendo allí durante dos
años y llegando su presencia a ser conocida por los habitantes de la calle.
Posteriormente, una hija de doña Margarita enfermó, siendo acompañada a
Madrid por los dos «médicos» en automóvil.
En Madrid, esta señorita falleció y entonces se produjo un macabro
episodio: una mano y los ojos de la muerta desaparecieron. El hijo de doña
Margarita, hermano de la muerta, acusó de este hecho a su madre, lo cual
dio lugar a un sonado proceso. Posteriormente, en una carta dirigida a mi
querido amigo el investigador sevillano Ignacio Darnaude Rojas-Marcos,
los propios ummitas se hacían responsables de estas mutilaciones,
explicando que un virus de su planeta con el que se hallaban
experimentando en Albacete y cuyo efecto sobre los seres humanos aún no
podían juzgar (luego resultó que era inocuo), había contagiado a algunas
personas de la vecindad.

Estos focos víricos pudieron ser eliminados empleando medios a distancia,


pero los que se introdujeron en el cuerpo de la hija de doña Margarita, muy
debilitada por su enfermedad, se hallaban en lugares más inaccesibles: los
globos oculares, el velo del paladar y la región palmar de una mano, por lo
que los dos «médicos» ummitas tuvieron que proceder a la amputación de
estas partes del cadáver.

La presencia de estos dos individuos en Albacete (primera ciudad española


donde residieron) parece indudable, según se desprende de las
investigaciones realizadas personalmente por Ignacio Darnaude. En su
tiempo, este suceso hizo mucho ruido y apareció en toda la Prensa
sensacionalista nacional, desde El Caso a ¿Por qué?

Es una de las veces en que los ummitas, sean éstos quienes sean, han
mostrado más su juego. ¿Se desvelará alguna vez el enigma? Esperemos
que así sea.
CAPITULO VI - GALERIA DE PERSONAJES MISTERIOSOS

En este capítulo me propongo presentar al lector que haya tenido la


paciencia de seguirme hasta aquí, a algunos personajes verdaderamente
enigmáticos que en distintas épocas y lugares han aparecido en nuestro
planeta. La sospecha de su origen extraterrestre es fuerte, si bien no
podemos convertir tal sospecha en certeza, con los datos que sobre ellos
poseemos. En incógnitas dejémoslo, pues, en uno más de los enigmas que
aún nos rodean en este mundo por tantos conceptos enigmático.

Empezaremos por un extraño personaje que apareció en los albores de la


época victoriana en Inglaterra. El extraño personaje, además de sembrar el
terror en los callejones apartados y arrabales de Londres en noviembre de
1837, mereció incluso los honores de figurar en los folletines de dos
peniques de la época, que causaban deliciosos espasmos de terror en las
porteras y lacayos, sin desdeñar alguna que otra dama ociosa de la nobleza.
Me estoy refiriendo a «Springheel Jack», nombre que, traducido
aproximadamente en castellano, vendría a ser algo así como «Juanito el de
los Talones de Muelles», nombre que le pusieron los asustados londinenses
de la época por los increíbles saltos que pegaba el tal sujeto, prefiguración
victoriana de «Superman» o el «Capitán Maravillas».

Antiguos libros de este período afirman que Spririgheel Jack era un


seudónimo que empleaba el segundo marqués de Waterford, amparando así
sus hechos delictivos.

Sin embargo, la hipótesis es poco probable. En tal caso, ¿quién era


Springheel Jack?

Si era un impostor, era un impostor de categoría, pues poseía nada menos


que un arma increíble para 1830: una pistola de rayos.

Springheel Jack llevaba ya algunas semanas merodeando por los caminos y


veredas de Middlesex, asustando (y rasgando a veces los pantalones) a los
habitantes de la región, antes de que la Prensa empezase a fijarse en sus
actividades. Pero, ¿qué apariencia tenia Springheel Jack? Según los relatos
de los numerosos testigos, el intruso era alto y delgado pero fuerte.
Ostentaba una nariz prominente, y tenía unos dedos huesudos de una fuerza
extraordinaria, que más bien parecían garras.

Era de una agilidad increíble. Andaba cubierto por una capa larga y flotante,
como las que empleaban los que frecuentaban la ópera, los soldados y los
cómicos de la legua. Cubría su cabeza con un casco alto de aspecto
metálico. Bajo la capa llevaba vestiduras muy ajustadas de un material
reluciente, que tanto podía ser hule como cota de mallas. En mitad del
pecho llevaba sujeta una lámpara. Y el detalle más raro era el siguiente: las
orejas de este ser eran grandes y puntiagudas como las de un animal (o
como las de tantos extraterrestres de ficción que hemos visto en la pequeña
pantalla, como el «señor Spock» que tan excelentemente encarnó el actor
norteamericano Leonard Nimoy, por ejemplo, en «Star Trek», serie
difundida por TVE con el título de «La Conquista del Espacio»).

Fueron tantas las denuncias que llovieron sobre el Lord Mayor de Londres,
de parte de honorables ciudadanos entre los que había magistrados,
almirantes retirados y otras personas respetables, que éste se vio obligado a
actuar. Aunque su autoridad no se extendía fuera de los límites de la City,
aprobó la formación de una comisión de vigilantes, compuesta por
magistrados, oficiales del Ejército y simples ciudadanos. Asimismo,
informó a la Policía. Patrullas a caballo se dedicaron a recorrer los
suburbios. El almirante Codrington ofreció una recompensa a quien
capturase al loco o locos, vestidos de forma extravagante, que cometían
toda clase de felonías casi diariamente. Incluso el viejo duque de
Wellington puso fundas para pistolas en la silla de su caballo y salió
montado en él, después de anochecido, en busca de Springheel Jack. Como
comenta J. Vyner, de quien tomamos estos datos, publicados en la Ftying
Saucer Review inglesa, incluso el más desesperado de los impostores se
hubiera sentido intimidado ante tal oposición.

Pero no ocurrió así con Springheel Jack. Éste transgredía tranquilamente


toda clase de leyes que se le oponían, ya fuesen físicas o parlamentarias. El
populacho afirmaba que llevaba muelles en sus botas, que le permitían
cruzar un camino de un solo salto y franquear paredes de casi tres metros.
Pero, con muelles o sin ellos, Jack continuaba volando sobre las cabezas de
quienes pretendían capturarlo, cruzaba sobre los setos como una exhalación,
y una vez incluso llegó a saltar por encima de una carreta cubierta con un
toldo de lona. Sus brincos eran algo que dejaba boquiabiertos a todos los
testigos.

Jack empezó sus actividades al sur del Támesis, para ir ascendiendo


después hacia el Oeste antes de cruzar el río por Teddington. Luego fue
pasando de aldea en aldea hasta llegar a los terrenos de Kensington Palace,
donde permaneció algún tiempo. Fue visto escalando el muro del parque a
medianoche y haciendo fantásticas cabriolas en los prados rodeados de
bosque. Su itinerario le llevó a los alrededores de la metrópoli, evitando las
zonas pobladas y dejando a su paso una estela de asustados aldeanos.
Parecía tener predilección por los parques particulares, pues solía descansar
en ellos algunos días.

Las gentes que no tenían criados que les acompañasen, no salían de sus
casas después de anochecer. Los pobres policías tocados con sombrero de
copa que por desgracia se hallaban en lugares solitarios, eran confundidos
con Jack y atacados por grupos de celosos ciudadanos. Así las cosas,
Springheel Jack se dedicó a visitar a los habitantes de la región.

El 20 de febrero de 1838, Miss Jane Alsop, una joven de 18 años que vivía
en el Bear Vine Cottagge, en la solitaria aldea de Old Ford, cerca de Bow,
se sintió alarmada al oír que alguien tiraba violentamente de la campanilla
de la puerta. Salió a abrir, y se encontró en presencia de una persona que le
pareció llevar el sombrero de copa y la capa de la patrulla montada de la
Policía.

Sólo cuando fue en busca de un candil, vio ante sí «la horrenda catadura»
de Springheel Jack, quien apartó su capa para mostrar sus ajustados y
brillantes atavíos y una lámpara que lucía en su pecho. Sus ojos parecían
dos bolas de fuego!

Miss Alsop gritó horrorizada, y esto provocó la hostilidad inmediata de su


visitante. El extraño sujeto la asió por el brazo con sus garras, que parecían
de acero, pero afortunadamente una hermana de la muchacha acudió en
socorro de Jane. Jack arrojó entonces bolas de fuego al rostro de la joven y
huyó, dejando a su víctima inconsciente. En su huida, a Jack se le cayó la
capa, que fue inmediatamente recogida por otra persona que permanecía
agazapada en las tinieblas y que emprendió la huida tras el para perderse
ambos en la oscuridad.

Todas las versiones de este episodio concuerdan en que Jane Alsop fue
brutalmente agredida, pero los hechos no parecen dar pie a esta teoría.
Antes de que sus gritos alarmasen a los habitantes de la casa, Jack no hizo
el menor intento por molestar a la joven. A decir verdad, su reacción de
pánico pareció sorprenderle. ¿Esperaba acaso verse recibido como un
amigo? Dos días antes, aunque esto no se supo hasta después de que el
incidente de Oild Ford apareció en los periódicos bajo grandes titulares, una
tal Miss Scales, de Limehouse, caminaba por Green Dragon Alley.

Se trataba de un pasaje malamente iluminado situado tras una casa pública,


y cuando Miss Scales vio una alta figura agazapada en la sombra, titubeó y
decidió esperar a su hermana, que venía algo retrasada.

La hermana, que describió al desconocido como un individuo «alto,


delgado y con aspecto de caballero», llegó a tiempo de ver cómo éste
apartaba su amplia capa, y enfocaba la luz de una linterna hacia la
sorprendida joven. Ésta no tuvo ni tiempo d e gritar: una extraña llama azul
bañó el rostro de la víctima de Jack, y ésta se desplomé sin conocimiento.
Acto seguido, Jack se alejó tranquilamente.

En su obra, traducida por mí al castellano, Pasaporte a Magonia, el doctor


Jacques Vallée dice que Vyner apunta la posibilidad de que Jack tuviese una
cita en Green Dragon Alley y quisiera librarse de importunos. Una semana
después del incidente de Oid Ford, el extraño personaje llamó a la puerta de
Mr. Ashworth, que vivía en Turner Street, y preguntó por él. El criado que
le abrió llenó la casa con sus alaridos. Jack emprendió la huida y nunca más
volvió a vérse, por lo menos en Londres. ¿Había establecido un contacto?
Resulta bastante singular, observa Vyner, que Springheel Jack hubiese
efectuado dos visitas con dos días de intervalo a unas casas que estaban a
poco más de un kilómetro una de otra y cuyos moradores se llamaban Asiop
y Ashworth, respectivamente. De los principales testigos dos eran mujeres
jóvenes.

En 1877, Jack fue vuelto a ver en Inglaterra, ahora en Aldershot, en el


Hampshire. Vestía un traje muy ajustado y se tocaba con un yelmo
resplandeciente. En esta ocasión voló sobre dos centinelas, que abrieron
fuego contra él. Él replicó con una llamarada azul, que dejó a los soldados
aturdidos, y después desapareció. Vyner cree que hay que atribuir también a
Jack el pánico que, a finales de agosto de 1944, cundió en la población
norteamericana de Mattoon, en Illinois. Se le vio de noche atisbando por las
ventanas «como si buscase a alguien que conociesé de vista». La mayoría
de los testigos pertenecían al sexo femenino; algunas declararon que se
habían desmayado cuando el visitante las apuntó con un aparato. Después
de su paso quedaba en el aire un extraño olor dulzón.

Pero volvamos a nuestro amigo el Supermán victoriano. Después del 27 de


febrero de 1838, día en que dio un susto fenomenal al criado de Ashworth,
Springheel Jack no volvió a aparecer en los periódicos londinenses. A partir
de aquella fecha, dijérase que la tierra se lo había tragado. A partir de
entonces, los únicos que dieron sustos a las desprevenidas mozuelas que
merodeaban al anochecer por los arrabales londinenses fueron pícaros
muchachos disfrazados de fantasmas, algún burro extraviado o los mismos
agentes de la Ley. Pero quizá sin saberlo, el inspector Hemer, de la Policía
de Liverpool, pudo haber presenciado la huida de Springheel Jack. El digno
policía se hallaba patrullando el largo perímetro del parque Toxteth,
próximo a Liverpool, durante la noche del 6 de julio de 1838. Un cegador
«relámpago» llamó su atención hacia una gran bola de fuego, que
permanecía suspendida en el aire sobre un campo próximo.

Después de permanecer inmóvil durante unos dos minutos, el objeto,


lanzando una cascada de chispas brillantes, descendió rápidamente hacia el
suelo y desapareció. El inspector, temeroso de que aquello fuese arte
diabólico, hizo dar media vuelta a su caballo, le hincó las espuelas en los
ijares, y se alejó al galope.

Ya hemos dicho que en 1877, Jack fue vuelto a ver en Inglaterra, vestido
con su mismo uniforme de personaje de «ciencia-ficción». En este relato,
como en todos los que se poseen de Springheel Jack, vemos a éste
dominando perfectamente sus fantásticos volatines. ¿Disponía tal vez el
personaje de un aparato gravitatorio individual? ¿Procedía de un planeta de
mayor gravedad que el nuestro? Lo que sí puede asegurarse, es que no
llevaba muelles ni resortes en las suelas de sus zapatos. Los paracaidistas
alemanes que en 1938 intentaron amortiguar el impacto con tierra mediante
botas provistas de muelles, aprendieron a su costa que el resultado de ello
era un 85 por ciento de casos de tobillos rotos.

Otro investigador; Roger Sandell, que también se ocupó de este misterioso


personaje en la Flying Saucer Revicw con posterioridad a Vyner, ofrece
algunas precisiones complementarias, entre las que figura el siguiente caso,
publicado el 17 de noviembre de 1872 en News of the World. El artículo
comienza evocando las apariciones de Springheel Jack registradas en los
años 30, y afirma que, pese a las mejoras introducidas en la iluminación
callejera y en las fuerzas de Policía, un ser idéntico, por no decir el mismo,
parecía haber sentado sus reales en Teckham, al sudeste de Londres. El
periodista alude a las extrañas historias y rumores que circulaban diciendo:
«Nos cuesta creer que este personaje tenga una estatura de ocho pies (2,40
m), salte sobre muros de piedra y altos setos, y al aproximarse a una de sus
víctimas su tétrica negrura se convierta en una blanca luminosidad.»

No obstante, el articulista nos ofrece dos casos reales. El primero, de poco


valor por la poca información que contiene, se limita a repetir que una
figura indescriptible cruzó corriendo Lordship Lane, asustando a un cartero
anónimo. La otra noticia es mucho más detallada, y dice así:

«Al anochecer del domingo pasado, las dos hijas del doctor Carver, director
del Colegio de Dulwich, que tienen 14 y 16 años, respectivamente, se
dirigían a la iglesia acompañadas por su señorita de compañía. La más
joven de las dos acababa de franquear el portal abierto y se disponía a
descender el primer peldaño cuando vio avanzar rápidamente hacia ella por
el pasillo, entre ocho y diez metros de distancia, una figura envuelta en
blanco y con los brazos extendidos. Sorprendida, la jovencita lanzó un grito
de terror y regresó apresuradamente al pórtico, comunicando su miedo a sus
compañeras. Éstas, por su parte, también habían visto a la aparición, pero
fueron incapaces de observar en qué dirección emprendió la huida. A la
mañana siguiente se descubrieron huellas en la hierba, como si alguien
hubiese permanecido escondido detrás de unos arbustos.»

El artículo dice también que, unos meses antes, Peckham fue escenario de
extraños sucesos, que hoy llamaríamos del tipo poltergeist, consistentes
principalmente en la rotura de ventanas.
Nos hemos referido anteriormente al sensacional salto de Springheel Jack
sobre dos centinelas en Aldershot, en 1877. Pero Roger Sandell, citando el
Illustrated Police News del 8 de setiembre de dicho año, nos demuestra que
las actividades de Jack en Aldershot no habían cesado ni mucho menos:

«Las sospechas se centraron principalmente en un Cuerpo de Ejército, por


la sencilla razón de que el fantasma sólo fue visto donde dicho regimiento
se hallaba de guarnición. Este regimiento ha abandonado ya Aldershot y las
autoridades se quedaron muy sorprendidas al enterarse de que Springheel
Jack había reaparecido. Actualmente su método parece consistir en
aproximarse sin ver visto a un puesto de guardia, trepar después sobre la
garita y pasar su mano por la cara del centinela. La reaparición del fantasma
ha causado gran sensación y las autoridades parecen determinadas a agotar
todos los medios de descubrir al culpable.»

En el número del 3 de noviembre de 1877, la publicación citada incluye una


noticia de cierto interés, pese a la explicación preconcebida del gacetillero:

«Desde hace algún tiempo la población de Newport, próxima a Lincoln, ha


visto turbada su paz por un hombre vestido con una zamarra o una prenda
parecida. Este sujeto lleva muelles en sus botas, que le permiten dar saltos
de hasta 15 pies (4,50 m). La otra noche saltó al techo de un colegio, se
asomó a una ventana que daba al interior y causó tal espanto a las
colegialas, que una de ellas aún no se ha repuesto de la impresión.»

El articulista añade que en una ocasión Springheel Jack fue perseguido por
una muchedumbre, que comprobó con estupefacción que era inmune a las
balas:

«Mientras corría por encima de una pared dé los nuevos cuarteles, un


policía disparó contra él, sin que la bala pareciese producirle el menor
efecto.»

El director de la revista que publica este relato comenta que el policía podía
muy bien haber errado el tiro.

Las apariciones de Springheel Jack, o de personajes de características


parecidas, parecen haber menudeado. Citaremos unas cuantas al azar. Fue
visto el 18 de junio de 1953 en Houston (Texas), sentado en la copa de un
árbol. Fue visto en Louisville (Kentucky) el 28 de julio de 1880. Dos años
después, con fecha 3 de octubre, fue visto en Warwick. Fue visto sobre el
mar Egeo, en octubre de 1954; en Chehalis, Estado de Washington, USA, el
6 de enero de 1948.

¿Hay alguien que quiera emprender la caza de este elusivo personaje? Si


consigue capturarlo, suya será la crecida recompensa depositada por el
almirante Codrington en enero de 1838 en un Banco de Londres, donde
sigue intacta a la disposición de quien logre tan sensacional captura.

El extraño «pájaro» de Virginia Occidental

Acudimos nuevamente a beber en las fuentes del gran investigador de lo


insólito que es John Keel. A él se debe, en efecto, un exhaustivo estudio,
publicado en 1968 en la tantas veces citada revista inglesa sobre un extraño
ser que se materializó en 1966 en los alrededores de Point Pleasant, en
Virginia Occidental, y que al parecer no se ha movido desde entonces de
allí. El extraño personaje, según los centenares de testigos que lo han visto,
está provisto de un par de alas, que no mueve al volar, lo cual no le impide
situarse encima de un automóvil y seguirlo durante largo trecho, por grande
que sea la velocidad del vehículo. Los habitantes de la región lo llaman The
Bird (El Pájaro), pero los periodistas de todos los Estados Unidos le han
aplicado el apodo de The Mothman, que -podríamos traducir en castellano
como el hombre-mariposa, o el hombre-polilla.

Sea cual sea el nombre que se le dé, la extraña aparición ha dado sustos más
que considerables a numerosas personas y ha sumido en un mar de
confusiones a numerosos hombres de ciencia, desde bioiogos hasta
ornitólogos. Entre diciembre de 1966 y junio de 1968, John Keel visitó
Point Pleasant cinco veces, para interrogar a fondo a un gran número de
testigos. Algunas de las personas que vieron al Pajaro experimentaron tal
impresión, que sus vidas resultaron totalmente afectadas por el incidente.
Después del exhaustivo estudio realizado por John Keel en esta zona de
Virginia, este meticuloso investigador se halla convencido de que existe una
relación directa y muy especial entre el Mothman y los OVNIS. No se sabe
de ningún ser insólito (quizá con la sola excepción del Springheel Jack
victoriano) que haya mostrado tal predilección por una región geográfica
determinada. En 1966 y 1967 se efectuaron cerca de treinta observaciones
perfectamente documentadas del extraño ser en el valle del río Ohio. Keel
publica la tabla de estas observaciones en su modélico estudio. Muchos de
los testigos son personas inteligentes y cultas, que gozan de una envidiable
reputación entre sus convecinos. Point Pleasant y sus alrededores es una
zona muy industrializada. Hay numerosas e importantes fábricas de
productos químicos en toda la cuenca del río Ohio, y en ella trabaja
personal altamente especializado. Por otra parte y esto es un punto más a
favor de la seriedad de los testigos la región goza gran fama de religiosidad.
Point Pleasant, población de 5000 habitantes, çuenta con 22 iglesias y no
tiene ni un solo bar.

Pero vamos a referirnos a los primeros casos. El 1 de setiembre de 1966 se


informó por primera vez sobre la presencia de un «hombre alado» en Scott
(Mississippi). Scott es una población ribereña del Mississippi a varios
cientos de kilómetros al sur de la confluencia del Mississippi y el Ohio. El
lugar actualmente elegido como residencia por el Mothman en Virginia
Occidental se encuentra a poco más de un kilómetro de la ribera del Ohio.
De los 26 casos que Keel señala en el mapa que acompaña a su estudio, 10
proceden de las inmediaciones de un antiguo depósito de municiones de la
Segunda Guerra Mundial situado unos kilómetros al norte de Point
Pleasant. Se trata de varios centenares de hectáreas de bosque contiguas al
Parque Natural Clinton F. McClintic, una reserva para animales silvestres
que cubre una extensión muy considerable. En ella hay densos bosques,
estanques y lagos artificiales y toda la región es muy accidentada. La zona
donde se halla enclavado el antiguo depósito de municiones contiene
centenares de grandes casamatas de hormigón, en forma de cúpula y todas
ellas cerradas por gruesas puertas de acero, pues algunas todavía contienen
explosivos de gran potencia. Pese a ello, no existe vigilancia alguna en esa
zona en la actualidad. Pueden verse también allí las ruinas de antiguas
fábricas de municiones y de dos grandes centrales de energía. En el
subsuelo existe una enorme red de túneles, en su mayoría tapiados o llenos
de agua cenagosa.

Una de las primeras observaciones del Mothman tuvo lugar a la


medianoche del 15 de noviembre de 1966, exactamente delante de una de
las centrales de energía abandonadas. Dos matrimonios, Mr. Roger
Scarberry, Mr. Steve Mallette y sus respectivas esposas, iban en automóvil
por la mala carretera de tierra que cruza frente a la central, cuando vieron de
pronto una figura gris, alta como un hombre, según su descripción, que
tenía unos enormes ojos que brillaban con una fantasmal luz rojiza, y alas.
El extraño ser dio media vuelta y se alejó arrastrando pesadamente los pies
hacia la puerta de la ruinosa central. Muy asustados, los testigos partieron a
escape del lugar. Mientras se dirigían hacia Point Pleasant a más de 160
kilómetros por hora, los cuatro se dieron cuenta de que la espectral
aparición se había situado sobre su automóvil y los seguía sin mover las
alas. Denunciaron el incidente a la Policía y el sheriff Millard Haistead fue
en automóvil a la zoná indicada con ellos. El extraño ser ya no era visible
pero la radio, del coche patrulla de Halstead empezó a emitir un extraño
sonido... como un disco de gramófono acelerado, declaró él después.

Keel señala que esto significó el comienzo de una larga y sorprendente


cadena de acontecimientos. Los Scarberry, que a la sazón vivían en un
remolque-caravana, empezaron a sufrir una serie de manifestaciones de tipo
poltergeist. Aunque Mr. Scarberry se encuentra actualmente en el Ejército y
Linda, su mujer, se halla viviendo con sus padres en Point Pleasant, esta
clase de fenómenos parece haberla acompañado. Sus padres, los señores Mc
Daniel, han empezado a notar que su teléfono hace cosas raras, y sospechan
que lo tienen interferido. Extrañas luces aparecieron en su casa en los
últimos meses y hubo objetos que se desplazaron por su cuenta, sin que
nadie los tocase. El 11 de enero de 1967, Mrs. McDaniel vio al Pájaro en
pleno día. Ella se hallaba en el exterior de su casa cuando observó lo que le
pareció ser un pequeño avión que volaba siguiendo la carretera, casi
rozando las copas de los árboles. A medida que se fue aproximando se dio
cuenta de que el objeto tenía la forma de un hombre alado. Pasó a baja
altura sobre su cabeza y describió un círculo alrededor de un restaurante
contiguo, antes de perderse de vista. Mrs. McDaniel hizo estas revelaciones
personalmente a John Keel, quien comenta que esta señora goza de
excelente reputación en Point Pleasant, donde trabaja en la Oficina de Paro
local. Según Keel, que ha frecuentado a esta familia, los McDaniel no
muestran el menor signo de ser gente histérica o de imaginación,
desbordada.
Tanto Linda como sus padres afirman haber recibido visitas de personas
cuya descripción concuerda con la de los legendarios y discutidos «hombres
de negro». La última visita de este tipo que recibieron se produjo el 23 de
diciembre de 1967.

Es curioso observar que un hombre más bien bajo, vestido con un traje
negro visitó sistemáticamente a varias de las personas que habían visto el
misterioso Hombre Pájaro. Todos los testigos describieron a Keel este
sujeto como un hombre de aspecto oriental; tanto hubiera podido ser un
siamés como un birmano. Hablaba lentamente y con voz gangosa. Al
parecer, sólo podía oír a los testigos cuando éstos le miraban directamente a
sus ojos negros y brillantes. Decía siempre llamarse «Jack Brown», nombre
que no puede ser más vulgar en USA. Todos los testigos declararon a Keel
que lo que más parecía interesarle eran las andanzas de éste por la zona: con
quién había estado hablando, con quién había ido, qué había hecho.
Conducía una enorme furgoneta blanca que hacía mucho ruido, como si
tuviera el tubo de escape roto.

En la mayoría de los casos, los testigos sólo pudieron ver fugazmente al


Hombre Pájaro. Sus características más notables parecen ser los ojos,
grandes, rojos y ardientes. Muy pocos testigos han podido describir la cara
del extraño ser, pero casi todos han observado Sus ojos y se han sentido
aterrorizados por ellos. Si bien algunos de estos testigos aseguran que el
color del Mothman es pardo, la mayoría lo presentan como de color
grisáceo. En lo que todos los testigos están de acuerdo es en el hecho de que
el extraño pajarraco no mueve las alas al volar, lo que hace que sus
increíbles velocidades aún resulten más inexplicables. Los que lo han visto
andar afirman que arrastra los pies o que camina como un ganso. Y los que
lo han visto emprender el vuelo dicen que se eleva verticalmente como un
helicóptero.

Thomas Uri, de 25 años y residente en Clarksburg, iba al volante de su


automóvil por la carretera 62 (la misma junto a la cual se halla la casa de
los y que cruza la zona TNT o de los explosivos) a las 7.15 de la mañana
del día 25 de noviembre de 1967, cuando vio elevarse una gran figura gris
de un campo contiguo. «Se elevó como un helicóptero y se desvió hasta
colocarse encima de mi automóvil», declaró. Pisó entonces a fondo el
acelerador, aumentando su velocidad hasta 120 km por hora, pero el Pájaro
no sólo no se rezagó, sino que se dedicó a describir negligentes círculos
sobre su vehículo. El testigo lo describió diciendo que tenía casi dos metros
de largo y sus alas alcanzaban una envergadura de unos tres metros. Como
la mayoría de los testigos, no se atrevió a mirarle a la cara, pues se hallaba
demasiado asustado. Téngase en cuenta que el joven conducía un coche
descapotable, y temía que el horrible ser se abatiese sobre él.

Hay una testigo que jura haber visto la cara del Mothman, pero no
encuentra palabras para describirla. «Era horrenda, como algo salido de una
película de ciencia-ficción», confesó Connie Joe Carpenter a Keel, la
primera vez que éste la entrevistó. Según su version de los hechos, Connie,
una muchacha flemática y sensitiva que entonces tenía 18 años, regresaba
en su auto a su casa, a las diez y media de la mañana del domingo 27 de
noviembre de 1966, después de asistir al servició divino, cuando vio a una
alta figura gris de pie en el desierto césped del Club de Golf del Çondado de
Mason, que se encuentra en las afueras de New Haven, en Virginia
Occidental. La figura abrió súbitamente un par de alas de una envergadura
de tres metros, se elevó, verticalmente y voló en derechura hacia su
automóvil. Tenía unos grandes ojos redondos, de un intenso brillo rojo, que
parecían hipnotizarla. La muchacha no podía dejar de mirarlo. «Es un
milagro que no tuviese un accidente», comentó.

La aparición pasó volando sobre su automóvil y ella pisó el gas a fondo,


llegando a su casa casi bajo los efectos de un ataque de histerismo. Al día
siguiente tenía los ojos enrojecidos y tan hinchados, que casi no podía
abrirlos. Cuando Keel la entrevistó quince días después, aún tenía los ojos
enrojecidos. y lacrimosos, Esto se ha repetido con testigos que han mirado
directamente al resplandor de un OVNI.

Pero como sucedió con muchos otros casos de esta extraña «oleada», este
primer incidente sólo había de ser el comienzo de una verdadera pesadilla
para la pobre Connie.

A principios de febrero de 1967, Connie contrajo matrimonio con Mr. Keith


Gordon y ambos se trasladaron al otro lado del río, para ocupar una casa
para dos familias en Middleport. Aún no tenían teléfono. A las 8,15 de la
mañana del 22 de febrero, Connie salió de su casa para ir a la escuela.
Cuando empezó a caminar calle abajo, un gran automóvil negro se situó a
su lado. Como todos los jóvenes de hoy consideran al automóvil como un
importante símbolo de status social, especialmente en las zonas rurales de
Norteamérica, Connie afirmó que estaba segura de haberlo podido
identificar: era un «Buick» de 1949. El ocupante del coche abrió la
portezuela y la llamó. Creyendo que iba a pedirle una dirección, ella acudió
sin recelos. Más tarde contó a Keel que era un joven de aspecto agradable
que aparentaba unos 25 años. Llevaba una vistosa camisa estampada, sin
chaqueta, tenía un cabello muy negro y espeso perfectamente peinado, y su
tez era bronceada. Hablaba sin ningún acento particular.

Cuando ella llegó junto al vehículo, el conductor la agarró de pronto por el


brazo y le ordenó que subiese. Hizo esto sin salir del coche. Ella luchó ppr
desasirse, y se produjo un breve forcejeo antes de que lo consiguiera.
Connie regresó corriendo a su casa (la otra vivienda estaba desierta, pues
sus ocupantes se habían ido a su trabajo), y se encerró con llave y pestillo,
completamente aterrorizada. Más tarde le pareció oír a alguien en el pórtico,
pero ni si quiera se atrevió a mirar.

Cuando su marido regresó a su casa de la oficina, ella le refirió lo sucedido


y él le dijo que también había visto al «Buick» dando vueltas por la
vecindad. El conductor era un perfecto desconocido para ambos.

Connie se quedó en casa al día siguiente, 23 de febrero. A las tres de la


tarde volvió a oír a alguien en el pórtico y resonaron fuertes golpes a la
puerta. Se acercó cautelosamente a ella. No había nadie en el pórtico pero
alguien había introducido una nota por debajo de la puerta. Estaba escrita a
lápiz y en letras mayúsculas en una hoja de agenda ordinaria. «Ten cuidado,
chica decía Aún puedo pescarte.»

Aquella misma noche, Connie y Keith fueron a la Policía y entregaron la


nota al oficial Raymond Manly. Una cosa curiosa y significativa que
Connie observó en el automóvil de marras, era que, pese a su evidente
antigüedad, parecía ser nuevo y flamante tanto por dentro como por fuera.
No sólo bien conservado, aseguró la joven señora a Keel, sino flamante.

Middleport, que solamente tiene tres mil cuatrocientos habitantes, cuenta


con escasas fuerzas del orden, y éstas no se distinguen por su dinamismo.
En marzo de 1967, John Keel visitó la central de la Policía y solicitó que le
mostrasen el atestado de este caso. El jefe de Policía sacó un formulario
impreso que contenía el nombre y las señas de Connie y una sola línea
escrita a mano: « Buick oscuro, conductor joven.» Dijo al investigador que
aquel coche no pertenecía al parque automovilístico de Middleport y que
sin duda se trató de un vulgar conquistador que intentó abusar de la
muchacha. (Opinión compartida por el autor. A veces, Keel es
excesivamente dado a fabular.) El jefe Manly le aseguré que mantenía la
casa bajo constante vigilancia. Keel, lamentándo lo mucho, se vio obligado
a informarle del hecho de que los Gordon habían vuelto a trasladarse a la
orilla del río poco después del incidente, y ya no residían en Middleport. El
jefe Manly, que por cierto había perdido la nota escrita a lápiz, sospechaba
que Keel era un «agente del Gobierno», y así se lo dijo sin ambages.

El 22 de diciembre de 1967, un «hombre de negro» visitó a Connie y Keith,


que entonces vivían con la madre de ella en New Haven, y estuvo hablando
con ellos durante dos horas Mrs. Carpenter, madre de Connie asistió a la
entrevista pero, aunque parezca extraño, después sólo pudo recordar la
llegada a la casa y la partida del visitante.

En cuanto a la conversación que éste sostuvo con sus hijos, no recordaba ni


una palabra. Durante todo aquel año hubo repetidas manifestaciones de tipo
poltergeist en su casa... extraños ruidos, objetos que llevaban años en una
repisa se caían de pronto al suelo, y así sucesivamente. La señora también
recibió muchas extrañas llamadas telefónicas. El teléfono de pronto se
ponía a sonar y nadie contestaba; durante las conversaciones se producía un
fuerte crepitar de estática y extraños ruidos mecánicos, etc. Como casi todos
los demás habitantes de New Haven, Mrs, Carpenter ha visto OVNIS en
numerosas ocasiones.

John Keel recorrió ambas orillas del río Ohio, visitando diversas
poblaciones y descubriendo numerosos casos de observaciones de OVNIS.
Era evidente que la región se hallaba bajo los efectos de una importante
«oleada», que pasaba desapercibida a la Prensa principalmente porque la
mayoría de los testigos se mostraban reacios a declarar lo que habían visto.
El propio Keel vio tantas luces extrañas y objetos, que llegó a perder la
cuenta de ellos. Contemplé la más, variada gama de objetos desde «jaulas
volantes» (un OVNI de este tipo pasó a baja altura sobre el mismo Port
Pleasant a principios de marzo de 1967, siendo visto por centenares de
personas), hasta gigantescos cigarros rojizos y grandes esferas, que se
cernían de preferencia sobre diques y fábricas. Hubo docenas de
persecuciones de automovilistas e innumerables aterrizajes de breve
duración, entre los que se incluía uno efectuado en el patio de una escuela.

Resulta imposible resumir todo el alcance de estos sucesos. Personas que


moraban en zonas elevadas dijeron al investigador que habían sido
despertadas a medianoche por fuertes golpes contra sus casas. Hubo una
verdadera epidemia de casos de poltergeist y los aparatos de televisión
sufrían frecuentes fallos. Televisores completamente nuevos se quemaban
así que habían sido instalados.

Gran parte de esta actividad de los «objetos no identificados» parecía


concretarse en la llamada «Zona TNT». El oficial de Policía Harold
Harmon dijo a KeeI que había visto un gran objeto oscuro y de aspecto
metálico suspendido sobre un estanque en el parque natural, una noche de
principios de mayo. Añadió que lo había observado durante varios minutos
y que se balanceaba «como una barca sobre las olas»; después se deslizó
silenciosamente rozando las copas de los árboles. Keel se hallaba con
Harmon la noche del 31 de marzo de 1967, cuando parecieron soltarse
todos los diablos del infierno. Las radios de los coches patrulla de la Policía
que recorrían aquella noche la cuenca del Ohio quedaron inutilizadas,
interferidas por una estática inexplicable. La emisora de radio del sheriff del
Condado de Manson fue destruida por el fuego a las 7.30 de la tarde, y las
emisoras auxiliares se negaron a funcionar. En presencia de Harmon y
varios otros testigos, Keel hizo señales con una poderosa linterna a unas
estrellas de aspecto extraño que brillaban en el cielo, y todos se quedaron
estupefactos cuando dichas «estrellas» empezaron a correr de pronto,
cambiaron de color y se alejaron volando sobre el río Ohio.

Las personas que habitaban en las cercanías de la Zona TNT empezaron a


tener las acostumbradas interferencias en sus teléfonos. A mediados de
marzo, los objetos parecían atenerse a un horario regular, apareciendo en la
Zona TNT todas las noches a las 8.30 en punto, y a nivel de las copas de los
árboles. Miles de personas los vieron, diversos reporteros gráficos los
fotografiaron (algunas de estas fotografías se publicaron en el Herald-
Dispatch de Huntington el 18 de abril), incluso acudió a la zona un equipo
de la Televisión, pero estos insólitos sucesos no trascendieron a la Prensa
nacional... Como en otras ocasiones, se produjo una serie de incendios
inexplicables. Un viejo edificio abandonado de la Zona TNT ardió hasta los
cimientos una noche de marzo en que llovía a cántaros. Los bomberos no
pudieron averiguar la causa del siniestro. Las enormes lápidas, de un
cementerio de Point Pleasant, profundamente hincadas de manera vertical
en el suelo, aparecieron derribadas por hileras. Algunas de las mayores
pesaban muchos cientos de kilos. De ser obra de jóvenes gamberros, ello
hubiera requerido el empleo de tractores y equipo pesado. «Bromas»
similares ocurrieron en otros cementerios de todo el país... siempre
coincidiendo con grandes «oleadas».

Keel comenta que la enormidad de esta situación y a lo que parece hay


centenares de Point Pleasants en Norteamérica ha sido ignorada por los
periódicos y negligida por los ufólogos que se dedican únicamente a
coleccionar recortes de Prensa que hablan de apariciones de OVNIS. En
opinión de Keel, existe una clara relación entre las manifestaciones aludidas
(sin olvidar los fenómenos de tipo poltergeist) y el fenómeno OVNI. A
estos hechos habría que añadir las desapariciones de perros y las
mutilaciones de vacas y caballos, sucesos por desgracia corrientes en la
actualidad en Virginia Occidental y Ohio. La Policía de esta zona está
verdaderamente desconcertada. Entre 1965 y 1967, más de veinte personas,
todas ellas adolescentes, desaparecieron sin dejar trazas en el Condadode
Braxton, donde se encuentra la localidad de Flat woods, célebre en los
anales de la ufología por el, monstruo aparecido allí en 1952, conocido por
este nombre o por el de «monstruo, de Sutton». Platwoods se encuentra
también en Virginia Occidental, unos 320 km al este de Point Pleasant.

Pero volvamos al Mothman. Una de las últimas observaciones del Pájaro


ofrece un interés especial A las 10.30 de la noche del viernes 19 de mayo de
1967, una señora a la que llamaremos Mrs. Brenda Smith (la testigo
prefiere no dar su verdadero nombre) iba en coche con una amiga por la
carretera 62, dirigiéndose hacia el Norte desde Point Pleasant. Cuando
pasaron frente a la granja de C. C. Lewis, próxima a la zona TNT,
observaron una forma oscura en la que brillaban dos luces rojas. Parecía
estar dando vueltas a un árbol. Por su aspecto general juzgaron que era un
objeto alado ligeramente mayor que un hombre. De pronto aparecio una luz
roja de mayor tamaño a un nivel más bajo, que se aproximó a la figura
oscura. Ambas parecieron fundirse y acto seguido la gran luz roja se alejó
por el cielo hacia el Norte.

Las dos mujeres regresaron inmediatamente a Point Pleasant y refirieron


muy excitadas lo que habían visto. Ambas se hallaban convencidas de que
habían visto al Mothman entrando en un OVNI. A las tres de aquella misma
madrugada, varias personas informaron haber visto un OVNI muy brillante,
que se posó en un campo cerca del río Ohio, no muy lejos de Point Pleasant.
Algunos de los testigos lo estuvieron observando durante veinte minutos
antes de que se elevase lentamente para desaparecer en el cielo nocturno.

Para resumir esta compleja situación, John Keel dice que Point Pleasant es
un microcosmos. Todos los factores que intervienen en las observaciones de
OVNIS del tipo 1 (es decir, a baja altura), se encuentran allí. Es posible que
exista una relación entre los OVNIS y el Mothman. También se puede
considerar la posibilidad de que algunos OVNIS tengan verdaderas bases en
las fragosas, selváticas, y casi inaccesibles regiones de Virginia Occidental.
Aparte de las unidades de la Guardia Nacional, no hay en esta región
instalaciones importantes de la Aviación o el Ejército, ni equipos de radar
que puedan localizar .a los intrusos. Las fuerzas policíacas de la cuenca del
Ohio son escasas y no pueden con todo su trabajo. Sólo hay dos agentes del
FBI destinados a toda esta zona. Después de las nueve de la noche, la
mayoría de la población ya se halla acostada. La calle mayor de Point
Pleasant está completamente desierta a partir de las siete de la tarde. Ya
hemos dicho que no hay allí bares ni espectáculos. Es, por lo tanto, una
región ideal para los «invasores».

RETRATO ROBOT DEL MOTHMAN

(Basado en los datos facilitados por más de 100 testigos)

ESTATURA: Entre 5 y 7 pies (entre 1,50 y 2,10 metros). Suelen describirlo


como «más alto que un hombre de buena estatura».
ENVERGADURA: Ancho en su parte superior, estrechándose hacia su
parte inferior. Descrito siempre como «muy ancho, mucho más ancho que
un hombre».

BRAZOS: Inexistentes. Ningún testigo ha declarado haberlos visto.

PIERNAS: De aspecto humano. Ningún testigo ha podido describirle jamás


los pies.

OJOS: aproximadamente de dos a tres pulgadas de diámetro (de 5 a 7,5


cm), muy separados, con luminosidad propia rojo brillante.

CABEZA: Visto por detrás, parece no tener cabeza. Los testigos dicen que
tiene los ojos puestos cerca de los hombros. Pocos testigos dicen haber visto
su cara, y los que la han visto afirman que es «horrenda».

ALAS: Plegadas contra la espalda cuando no las emplea. Su envergadura


cuando están desplegadas, en esto están todos de acuerdo, es de unos tres
metros. (Envergadura insuficiente para sostener a un ser de este tamaño. Un
hombre requeriría alas de por lo menos 10 metros de envergadura para
poder planear.) No mueve sus alas durante el vuelo.

SONIDO: Fuertes chillidos, como los de un ratón. Un testigo los comparó a


los «chirridos de un ventilador». Dos testigos aseguran haber oído un
zumbido metálico mientras el ser volaba sobre ellos.

RECUBRIMIENTO: Los testigos son incapaces de determinar si lleva


vestiduras o lo que se ve es su piel. Se le atribuye un color gris, aunque
algunos dicen que era pardo. Un testigo dijo que le parecía cubierto de un
pelaje grisáceo. Otras observaciones diurnas no corroboran este aserto.

VELOCIDAD: Se dice que puede rebasar las cien millas (160 km) por hora
en vuelo. Muy pocas aves pueden alcanzar esta velocidad en vuelo
horizontal. Algunos pilotos que se contaban entre los testigos estiman que
se desplazaba por lo menos a 70 millas (112 km) por hora en vuelo
horizontal.

El enigmático personaje del Canigó


Abandonemos ahora al misterioso Mothman de Virginia Occidental y
pasemos a Europa, y concretamente a la región pirenaica del monte Canigó,
para trabar conocimiento con un personaje de aspecto mucho más simpático
y atractivo. En este caso, quien realizó personalmente la encuesta no fue
John Keel, sino yo mismo, beneficiado por el hecho de conocer
personalmente al principal testigo de este desconcertante caso: Jaime
Bordas Bley. Mi amigo Bordas es por muchos conceptos un personaje
extraordinario: exmeteorólogo, llegó a ser una de las primeras potencias de
Andorra; regentaba en la época en que se sitúa este suceso (junio de 1951)
un hotelito situado al pie del Canigó, en el pueblo de Casteil o Castell y un
poco más arriba de la estación balnearia de Vernet-les-Bains. El nombre del
hotelito era «Hostal de LIsard» (Hostal del Rebeco).

En los comienzos del verano de 1951, Jaime descansaba en el patio del


«Hostal de LIsard», bajo la sombra de unos perales. Por la puerta de la
terraza que daba al lado de la montaña y al valle del Cadí, hizo su aparición
un individuo que se detuvo en la entrada.

Bonjour dijo cuadrándose mientras realizaba una leve inclinación con todo
el cuerpo. Jaime le devolvió el saludo maquinalmente, examinándolo con
detenimiento.

El individuo en cuestión era alto, de 2 metros. Su andar era pausado y su


voz había sonado en tono bajo pero de timbre claro, que sin ser
excesivamente varonil no correspondía a su físico.

Lo que más atrajo su atención, además de su extraña voz y sus peculiares


modales fue su aspecto y su manera de vestir. Llevaba unos pantalones
ajustadísimos, a modo de unos leotardos en donde resaltaba toda la
musculatura de los muslos, bajo aquel color indefinible, de tonos azules,
petrolíferos y grisáceos. Las largas y perfectas piernas rememoraban las de
una estatua griega, tal vez demasiado largas en proporción al resto del
cuerpo. Calzaba unas botas de media caña, de una sola pieza, sin ojales,
ceñidas, muy negras, confeccionadas con una especie de piel
extraordinariamente mate. Llevaba el torso ceñido por un blusón en el que
destacaba un bordón de un dedo de grueso en torno al cuello. El blusón era
un poco holgado, sin ajustarse tanto como el pantalón pero marcando su
figura. Le llegaba hasta la cintura, rematado por una tira a modo de cinto
estrecho cerrado por contacto, al igual que la abertura central.

Es de notar que los cierres de contacto, tipo «Velcro», por ejemplo, aún no
se habían inventado.

La blusa también estaba cerrada por sendos bordones rodeándole las


muñecas. Este detalle hizo que Jaime se fijase en las manos del
«desconocido»: eran unas manos provistas de dedos finos, alargados, bellas,
muy afeminadas, lisas, blancas sin vello ni venas destacadas. Pese a su
estrecha cintura tenía el cuerpo atlético y era bastante ancho de hombros. Su
conjunto era más bien fino, de una esbeltez notable y no aparentaba poseer
ni un solo gramo de grasa.

En cuanto a su tez, era blanca, ligeramente sonrosada. Imberbe. Los


cabellos de un rubio claro, cayéndole casi hasta los hombros de una manera
similar a la del famoso «venusiano» de Adamski , provisto de amplias
ondulaciones y vuelto ligeramente hacia el interior por abajo.

Su cara era alargada, provista de una boca perfectamente dibujada; más bien
sensual que fría, con los labios ligeramente carnosos y bien formados. Al
hablar mostraba una dentadura normal y sana. La nariz de trazo rectilíneo
sin ser clásica, algo achatada en las aletas, pero por encima de ellas
continuaba en punta. Poseía unos ojos muy grandes, almendrados, de un
azul límpido, tan claro que su mirar daba la sensación de ser un tanto
desvaído pero llenos de vitalidad. Eran unos ojos propios de una mujer
bellisima, turbadores, casi insondables y provistos de una especie de
magnética penetración.

Cuando el «desconocido» posaba su enigmática mirada sobre él, Jaime


experimentaba la sensación de sentirse atravesado de parte a parte. No le
era posible sostenerle la mirada ni fijar sus pupilas en las de aquellos ojos.
Cada vez que lo intentaba sentíase intimidado a pesar de que el
«desconocido» le contemplaba atento y respetuoso. Las cejas eran
finísimas, formando un trazo rubio bajo una frente enormemente espaciosa.

Hablaba sin gesticular. Su cara y sus manos no se movían. Sus brazos se


apoyaban en la mesa, quietos también. Daba la impresión de que en él todo
el cuerpo era pura voz surgiendo con el mismo diapasón: muy agradable,
sin inflexiones, sin altos ni bajos, suave pero a la vez penetrante y clara.
Usaba un francés «químicamente puro» sin que resaltase ningún acento
regional determinado. Empleaba un vocabulario de elevada técnica; sin
embargo, todo lo exponía con sencillez y claridad. Aparentaba tener de 30 a
35 años.

Quisiera pedirle un favor.

Siéntese le invitó Jaime con amabilidad. El «desconocido» tomó asiento en


una silla, a su lado.

Al tenerlo tan cerca observó que la tela de su vestido tenía una contextura
especial, lisa, al parecer sin fibras, como de espuma.

He venido a verle para pedirle continuó el «desconocido» un favor.

Si está en mi mano...

Espero de su amabilidad que me facilite cada día, a esta hora, un par de


botellas de leche y pan.

No me dedico a vender lo que solicita replicó Jaime. Esto es un restaurante.

Lo sé admitió el desconocido, pero no puedo dirigirme a nadie más en este


pueblo.

Si no me vende lo que le pido me causará una extorsión.

¿Y por qué una extorsión?

-No tengo documentos ni dinero aclaró. Además, he de procurar que me


vean paseando por los alrededores de su casa lo menos posible.

Jaime pensó que su misterioso interlocutor podía ser un perseguido o un


fugitivo político.

Entretanto, el «desconocido» le miraba fijamente con un rostro que se


iluminaba, pero sin llegar a sonreír. En realidad no le vio sonreir jamás,
únicamente en determinados momentos se le aclaraba toda la faz. Diríase
que sonreía interiormente, sin ningún signo externo, como si la vida física
cediese a la interna, a la espiritual.

Jaime accedió a su petición.

Muchas gracias dijo su extraño visitante con aquella indefinible expresión.

Mañana ya puede pasar a recoger el pan y la leche, que yo iré a buscar al


pueblo.

El «Hostal de L Isard» estaba enclavado en la misma entrada de la


población.

De sübito, Jaime le preguntó:

¿De dónde viene usted?

De arriba.

¿Está en Marialles o cerca del Coll de Jou?

De arriba repitió el «desconocido».

Jaime no quiso insistir. Hubiera deseado saber la identidad de aquel raro


personaje pero se contuvo. Un cuarto de hora antes de que éste se fuese le
hizo prometer que seria muy discreto y no revelaría a nadie su presencia,
quedando en volver al día siguiente a la misma hora.

En efecto, a la hora concertada volvió a comparecen, hizo la misma clase de


salutación que el día anterior y fue a sentarse directamente al lado de Jaime.

Me gustaría saber qué es lo que hace usted por esta región dijo Jaime
procurando no dar demasiada importancia a sus palabras.

He venido con una misión científica le respondió. Más adelante le diré de


qué se trata.

¿Es usted un científico?


El «desconocido» asintió con la cabeza.

¿Por qué rama de la Ciencia se interesa?

Por muchas contestó, preguntando a su vez. ¿Usted también se interesa por


la Ciencia?

Sí. Bastante.

Pues sepa usted que esta región es muy interesante para la Ciencia. El
macizo del Canigó es riquísimo en mineral, pero además tiene otras cosas
que usted no podría comprender nunca.

Le hablaba benévolamente, como si tratase con un niño de diez o doce años.


Le exponía las cosas con claridad y sin el menor asomo de suficiencia o
pedantería. En el tono que empleaba no existía el menor atisbo de orgullo o
petulancia. Se limitaba a hablarle del Canigó. Entre otras cosas le dijo que
era una montaña de hierro, magnética. Acaso esta inesperada información
explicase los frecuentes accidentes de aviación que se han ido registrando y
cuyo historial desde 1945, comprende una trágica lista de once catástrofes
de aviación, con un total de 229 muertos. Posiblemente los compases de los
aviones fueron desviados por la fuerza magnética de la montaña.

Al tercer día, extrañado ante las escasas necesidades que demostraba tener
el individuo, le preguntó:

¿No quiere que le traiga otra cosa del pueblo?

Ya tengo suficiente repuso con su habitual tono de voz.

Me es usted muy simpático insistió tratando de romper aquella especie de


hielo que les separaba. Si le hace falta algo más sólo tiene que decírmelo.

No necesito absolutamente nada más atajó el visitante. Tras una pequeña


pausa continué: Yo me alimento únicamente de pan y leche.

Esta declaración no le sorprendió demasiado. Jaime había sido vegetariano


durante muchos años, por lo que este tipo de alimentación, un tanto sobria,
la atribuyó a una cuestión puramente dietética.
«Acaso esté enfermo», pensó para sí.

Con singular naturalidad, el «desconocido» empezó a desarrollar temas más


profundos, de un curioso carácter social.

El Régimen francés es retrógrado le díjo entre otras cosas y agregando a


continuación. Desde luego, el planeta en que nos encontramos está
compuesto por una sociedad dislocada. Todo en vías de arreglo, pero aún no
hay nada que se sostenga.

Por sus palabras y por los conceptos que vertía que a veces sólo entendía
confusamente le pareció un auténtico comunista. Este concepto Ideológico
que había formado del «desconocido» se reafirmó al oírle decir:

Existe un país que tan sólo es un embrión de lo que será el mundo del
futuro. Pero sólo es un embrión.

Jaime le escuchaba cada vez más interesado.

Es preciso desarraigar el egoísmo del hombre, totalmente. Ustedes creen


que es algo congénito, pero no, no lo es. Aunque la tarea de su expulsión
será muy dura.

Hizo una pausa. Daba la impresión de que sus palabras surgían por todas las
partes de su cuerpo provocando una especie de fascinación a la que no
podía sustraerse.

El hombre se considera solo en la Tierra y no sabe que no es más que uno


de los elementos de la evolución. Con todo su desmesurado orgullo, con
toda su pretendida sabiduría, ignora que en el planeta Tierra existe un
animal, hoy en proceso evolutivo, que andando el tiempo le sustituirá.
Actualmente no puede sospechar que ya se está preparando algo que le
superará.

Me gustaría saber qué clase de animal o...

La intensa y fija mirada del «desconocido» cortó su pregunta. Cada vez más
cohibido se vio obligado a apartar la mirada de él.
Y de nuevo, sin saber cómo, se entabló la conversación. Uno de los temas
en que insistió muchísimo fue el de las fuerzas ocultas que ahora el hombre
cree dominar.

Al hombre se le han dado muchas atribuciones para dominar gran cantidad


de fuerzas extraordinarias, pero él no lo sabe. Y si hace mal uso de ellas,
únicamente conseguirá la precipitación de su propio holocausto y la
aparición de esta cosa que vendrá después. El hombre ha de esperar. Tiene
que saber esperar a darle tiempo al tiempo, sin quemar estérilmente las
etapas. Solamente entonces será posible que, el hombre actual, llegue a
enlazar con esta cosa futura.

Cada vez se hallaba más convencido de que su misterioso visitante era un


ruso. Esta opinión la compartían los escasos habitantes de Castell que
habían visto a aquel étre bizarre (ser extraño), como lo clasificaban en su
patois del Rosellón. Sobre todo al oírle decir:

Nosotros podemos evitar el cataclismo que las potencias capitalistas pueden


provocar.

En otro retazo de las conversaciones que sostenían afirmó: Sus hijos verán
el final de las religiones. Al menos tal como están estructuradas en la
actualidad.

Hablando de la generación de la posguerra y de la rebelión de los hijos,


expresó:

Las revoluciones sólo vendrán de las juventudes. Con sus pensamientos


lisamente expuestos semejaba prever una verdadera mutación de la
juventud.

El «desconocido» ya llevaba cuatro o cinco días en Castell, y pese a sus


precauciones, se había convertido en la comidilla de sus habitantes.

Una mañana, estando ambos sentados en el patio, salió el hijo de Jaime,


llamado como él y llevando entre sus manos una máquina fotográfica.

Papá, os haré una foto.


Pero el «desconocido» mirándole con fijeza, rechazó diciendo con tajante
acento: No. No, gracias.

Ante la insistencia del muchacho su rostro se alteró por primera vez


tomando una expresión muy rara. Al fin accedió diciendo: Bien, hágala. De
todos modos es inútil. No vale la pena.

Jaime les hizo no una, sino dos fotografías.

Al revelar el carrete, transcurridos unos días, cuando ya el «desconocido»se


había despedido de Jaime, los dos fotogramas correspondientes a aquel par
de exposiciones aparecieron en blanco. La película aparecía completamente
transparente, sin señales de emulsión. Los otros seis fotogramas de la
misma película, tamaño 6 x 9, salieron bien, mostrando escenas familiares.

El hecho continúa tan inexplicable ahora como cuando tuvo lugar.

El día de las fotografías el «desconocido» insistía en un tema, que sin lugar


a dudas, le era muy caro: el de la perversidad del hombre que, según él,
tocaba ya a su fin.

Transcurridos unos días, Jaime, sin poder dominar por más tiempo su
creciente curiosidad decidió seguir los pasos del «desconocido» sin que éste
se diese cuenta. Al abandonar el «Hostal de L Isard» comenzó a seguirle
con la mayor discreción posible. Después de traspasar el puente del río Cadí
volvió a subir hacia el Coil de Jou. Con no poca sorpresa pudo comprobar
que el «desconocido» subía sin esfuerzo alguno, como si la cuesta
descendiese en forma suave en lugar de ascender empinadamente. Tan
regular y elástico era su paso. «Subía como una pluma... »

Manteniendo siempre la misma distancia le vio llegar hasta la parte superior


de la cuesta. Allí, entre la espesura del bosque, le esperaba un ser de
apariencia y traje iguales a los del «desconocido», aunque un poco más bajo
de estatura. Tuvo la impresión de que se trataba de una mujer.

Los dos seres, sin saludarse, continuaron ascendiendo por el monte,


introduciéndose en un bosquecillo. Jaime se vio obligado a seguirles por las
alturas, ocultándose entre las matas, procurando no perderles de vista ni un
solo instante.

El «desconocido» y su idéntico acompañante se detuvieron en un pequeño


claro del bosque. En el centro del mismo, en una especie de calvero divisé
algo que tenía toda la apariencia de una tienda baja, no cuadrada, sino
ovalada o circular, con la parte central más elevada. Su color era como «gris
metálico». Por más que se esforzó no pudo ver toda la superficie de la
supuesta tienda de la que le separaba una distancia de unos 200 metros
aproximadamente.

Montañero experimentado, quedóse estupefacto ante aquel tipo de tienda.


Caso de serio, pertenecía a un género de confección muy rara en la época,
utilizado sólo por las expediciones del Himalaya y en las misiones polares
de Paul Émile Victor.

Los dos misteriosos personajes comenzaron a pasear alrededor de la tienda.


Jaime no quiso ser inoportuno e indiscreto y decidió retirarse. Pero su
curiosidad no quedaba satisfecha. Lo primero que hizo cuando el
desconocido volvió de nuevo al Hostal, con su acostumbrada puntualidad,
fue lanzarle de sopetón la siguiente pregunta:

Pero, ¿qué hace exactamente usted aquí?

El desconocido adoptó su postura acostumbrada, mirándole sin despegar los


labios.

¿Cómo se llama usted? insistió con idéntico resultado.

Conformado pero no satisfecho por la imperturbable postura del


«desconocido» desistió de hacerle más preguntas por el momento. Era casi
seguro que estaba allí clandestinamente.

Poco a poco volvió a entablarse la conversación, versando como siempre


sobre los temas sociales. De pronto el «desconocido» lanzó su pregunta: Y
usted, ¿qué hace socialmente?
Pues yo no pertenezco a ningún partido político repuso Jaime, pero soy muy
avanzado socialmente.

Tiene la obligación de desplegar más actividad social. No hace lo bastante


en este terreno, porque usted, con las aptitudes que tiene, está obligado a
una actividad social de acuerdo con sus impulsos interiores.

Por unos momentos, Jaime quedó como en suspenso. ¿Cómo podía saber el
«desconocido» las condiciones que concurrían en él? ¿Qué sabía de su vida,
tanto animica como física? Reaccionando tardíamente replicó:

Yo no tengo su capacidad. ¿No se da cuenta de que a veces no puedo seguir


el hilo de sus pensamientos ni los entiendo?

A partir de aquel instante, el «desconocido» se esforzaba por hacerse


entender, explicándole las cosas hasta lograr que las comprendiera. El
comentario entonces era muy singular. Decía simplemente:

Bon, enregistré. (Bien, registrado.)

Empleaba a menudo un lenguaje muy técnico, tal como lo haría un profesor


de física, utilizando símbolos matemáticos que escapaban a su
comprensión.

Como era de esperar, la curiosidad de los habitantes del poblado no podía


permanecer sin manifestarse.

Jean Pi, cultivador de manzanas, le interpeló en cuanto tuvo ocasión.

¿Quién es ese ser tan raro que te va a visitar?

.Ante el silencio de Jaime, un poco molesto continué : El otro día estaba yo


en el manzanar y al verle le grité: «¿Eh, dónde va usted?» No me hizo caso.
Yo insistí: «¿Eh, es que no oye?» Entonces se volvió mirándome de tal
manera que me intimidé. Tienes que saber, amigo, que es un ser muy raro.
El caso es que ya no pude decirle ni media palabra más.

Pocos días después, hallándose en el pueblo, el padre de M. Nou, que


ostentaba el cargo de alcalde del lugar, le preguntó:
¿Quién es ese ser tan raro que le visita? El otro día le saludé pero ni siquiera
me contestó. Creyendo que era extranjero y no me entendía le dije por
medio de gestos: «¿Y los papeles?» Me miró tan fijamente, con tal
intensidad, que creí haberle ofendido y me sentí muy intimidado. Por un
momento tuve la sensación de que me tapaban la boca con una mordaza. No
pude decir ni palabra. ¿Quién es este individuo? ¿Le conoce usted?

Puede estar tranquilo respondió Jaime. Es un buen amigo y una excelente


persona. Desde luego es extranjero y ha venido de muy lejos para hacerme
una visita.

Yo respondo por él. Pero por favor, no diga nada a la Gendarmería. No es


que pueda ocurrir nada, pero sería enojoso.

¡Ah, bueno, así está bien!

Jaime Bordas cada día estaba más intrigado. Habían transcurrido diez días
desde la primera visita del desconocido, que se presentaba invariablemente
a la misma hora, para efectuar una breve inclinación corporal y sentarse
luego a charlar, unas veces a la sombra de los árboles, en el patio o en el
comedor del Hostal. Ni una sola vez quiso entrar en el bar. Después recogía
su pan y su leche marchándose con su característico caminar.

Aquel ser representaba un enigma. A menudo se había forjado diferentes


hipótesis, que no tardaba en desechar, quedando sumido en un caos de
agitadas confusiones. En su mente quedaban agitándose una infinidad de
preguntas a las que no podía dar una respuesta lógica.

¿De dónde había surgido? ¿Cuál era su origen? ¿Se trataba de un hombre
fuera de «serie nacido en algún nórdico lugar? ¿Se trataba de un miembro
perteneciente al clandestino movimiento de la Resistencia o de un espía
soviético? ¿Qué misión u objeto tenía que llevar a cabo en aquellos
sohtanos aledaños?

En cuanto le vio aparecer fue a su encuentro. Sin poder dominar sus


impulsos le preguntó casi a boca de jarro:

Oiga, ¿qué es lo que hace usted por ahí arriba?


El le dirigió una, de sus extrañas miradas sin que sus labios se despegaran
para emitir sonido alguno.

Jaime insistió:

Tenga en cuenta que yo he respondido por usted. De sus acciones depende


mi prestigio y tal vez un seguridad.

La cara del «desconocido» pareció iluminarse con una extraña claridad y


sus frías pupilas relumbraron por unos segundos, pero persistió en su
silencio.

Supongo que no se pasará todo el día sin hacer nada continuó Jaime. ¿No
puede decir me qué clase de misión le ha traído por aquí?

Los labios del «desconocido» apenas si dieron sensación de que se movían.


Y por primera vez contestó conciso a sus insistentes preguntas.

Estoy haciendo el mapa topográfico del Canigó.

Es un trabajo innecesario replicó Jaime. Ya existe el plano directo de la car


a de Estado Mayor. Yo podría procurárselo con facilidad. Cualquier librería
de Perpiñán lo tiene. Ya lo he visto. No me sirve.

De repente, sin saber por qué, a Jaime le llamó la atención la clara tonalidad
del rostro del «desconocido». Pensó, con lógica, que éra imposible que, al
cabo de diez días efectuando escaladas por aquellos riscos, pudiera
conservar la tez tan fresca y sonrosada como la de una doncella. El sol de la
alta montaña quema intensamente. Bastaba ascender al Canigó (2.785 m), al
pico Barbet (2.750 m), al pico de Tres Vents (2.700 m), al pico de Roja
(2.600 m), para acusar los efectos de la insolación.

¿Cómo es posible que conserve la cara tan blanca si se pasa todo el día en
lo más alto de los picos? objetó. ¿Acaso se pone un velo o una gasa? Jaime
esperó sutilmente una contestación El «desconocido» volvió a adoptar su
típica actitud silenciosa, mientras semejaba envolverle con la aguda mirada
que surgía del fondo de sus ojos. Llegó a pensar que la palabra no, que
nunca había empleado, no existía en su vocabulario.
¿Terminará pronto este.., trabajo?

Sí, dentro de unos dos o tres días lo habré concluido.

¿Me lo enseñará? Me gustaría verlo.

La sombra de una sonrisa pareció esbozarse fugazmente. Dio media vuelta


y emprendió el camino hacia las alturas. Un día antes de su partida el
«desconocido» realizó su habitual aparición. Esta vez llevaba algo en la
mano: un tubo de aspecto metálico y de cuyo interior extrajo un mapa que
extendió sobre la mesa. Era un plano cartográfico, limpiamente ejecutado,
con las cotas, las curvas de nivel perfectamente trazadas, reproduciendo con
inusitada fidelidad todo el macizo del Canigó. El tipo de papel empleado
daba la sensación de un pergamino muy suave, sin pliegues y no crujía al
ser manejado. Reconoció con harta facilidad el trazado que aparecía ante
sus ojos sin ninguna clase de letras ni números; únicamente se distinguían
unos símbolos indescifrables. Uno de ellos era una especie de media luna en
las curvas de nivel. La tinta empleada era negra y las altitudes no estaban
señaladas con cifras arábigas. La topografía era perfecta.

Cuando Jaime hubo saciado su curiosidad, el «desconocido», doblando el


sorprendente mapa, volvió a guardarlo, no en el tubo, sino en una especie
de carpeta provista de tapas metálicas, que como es de suponer había traído
consigo, pero que de pronto, había pasado desapercibida a la atencion de
Jaime. En el interior de la carpeta había otros documentos, así como en el
tubo.

La labor topográfica para levantar aquel plano con sus detalladas curvas de
nivel, hubiera requerido el esfuerzo continuado de un equipo de topógrafos
del Ejército durante dos meses, cuando menos. Sin embargo, aquel
misterioso ser lo había llevado a cabo solo o con la ayuda de su no menos
enigmático compañero en quince días escasos... Y al parecer sin más
alimento que pan y leche.

El hecho en sí era algo desconcertante e incomprensible. Un misterio más


que añadir a los que rodeaban al «desconocido».

Aunque las sorpresas de Jaime no habían terminado.


El fantástico topógrafo le dijo:

Mañana no me traiga ya más leche. No le podré pagar.

No importa repuso, comprendiendo que aquello significaba una despedida.


Lo que he aprendido de usted durante estos quince días, vale mucho más
que el pan y la leche que le he proporcionado.

No le podré pagar con dinero continuó el «desconocido» porque no lo


tengo, pero le daré al que para ustedes tiene mucho más valor. Y le tendió
un pequeño paquete que llevaba en la mano. Jaime no había observado
nunca que el traje del «desconocido» tuviese bolsillos. Otro detalle que de
repente le asaltó fue que realmente pese a que le había tratado siempre
como a un hombre, en realidad no lo podía asegurar, pues su conformación
de cintura para abajo no daba señales de atributos masculinos, sino que
presentaba una superficie lisa, mórbida.

Al abrir el paquete vio que contenía unas cuantas piedras.

Tómelas le dijo el «desconocido». Son pepitas de oro.

¿De dónde las ha sacado?

Del río Cadí. Es aurífero contestó. Yo puedo encontrar tantas como quiera.

Jaime no dudó ni por un momento de su afirmación. Estaba acostumbrado a


confiar completamente en su palabra. Siempre había tenido la impresión de
que aquel «desconocido» no podía mentir.

Gracias. Buen viaje. ¿Por dónde se irá? ¿Pasará por Vernet? Se lo pregunto
con la intención de acompañarle con mi coche hasta Vilafranca del
Conflent, donde puede tomar el tren. Piense que no tiene documentos que
acrediten su personalidad. El desconocido se limitó a decir.

Por arriba.

Mientras se alejaba hacia donde tenía instalado el campamento, Jaime


pensó que se iría por la alta montaña. No cabía otra explicación. Sólo ahora,
transcurridos bastantes años, cree que aquel «arriba» pudiese significar algo
más.

Aunque de momento, bajo la influencia de la poderosa personalidad del


«desconocido», le creyó cuando le dijo que aquellos pedruscos redondeados
que parecían unos vulgares cantos o guijos eran pepitas auríferas, después
empezó a dudar. Hasta que por fin se decidió a llevarlos a Perpiñán con el
objeto de mostrárselo a sus amigos, los hermanos Ducommun. ¡Cuál no
sería su sorpresa ante el entusiasmo desbordado que le mostraron los
joyeros al asegurarle que aquello era oro purísimo!

¿Dónde los has encontrado? le preguntaron con avidez. ¿Quieres que nos
asociemos para explotar este placer?

Jaime no quiso revelar su procedencia, cosa que molesté en extremo a los


joyeros. El «desconocido» había pagado con la magnificencia de un rey los
alimentos que le proporcionó. El valor de las pepitas era muy superior al de
los modestos víveres que había consumido: más de 50.000 francos.

Con este golpe de efecto terminó el hasta hoy inexplicable episodio de


Castell a los pies del Canigó. La confirmación del encuentro con un
personaje extraterrestre sería el mejor documento que existe y el de mayor
duración. Los supuestos contactos de Adamski, Cedric Allingham, Truman
Bethurum, Siragusa, Daniel Fry y algunos otros, no poseen pruebas tan
corroborables como el de Castell, ya que en ellos todo depende de lo que
cuenta el contacto. En el caso del Canigó no se registra la presencia de una
«astronave», un «disco» o cualquier otro tipo de vehículo espacial. La
presencia de la tienda da pábulo a muchas suposiciones. ¿Se trataba de un
medio de transporte discoidal, aplanado y de color gris metálico, lo que
Jaime tomó por una tienda último modelo?

Es muy significativa la observación aportada por el eminente y estudioso


francés Jacques Vallée, doctor en Matemáticas, asesor de la NASA en el
mapa de Marte, especialista en máquinas calculadoras «IBM» y uno de los
mayores expertos del mundo en «objetos no identificados», tema sobre el
que ha publicado varías obras en inglés. En su lista de doscientos casos de
aterrizajes de OVNIS y en el que lleva el número 55 y la fecha 4 de octubre
de 1954, dice, que un niño de diez años, llamado Bartiaux, vio un objeto
«en forma de tienda» que había aterrizado cerca de Viliersle-Tilleul
(Ardenas). A su lado se hallaba de pie un individuo desconocido.

Pero en este caso se cuenta con el testimonio de casi todos los habitantes de
una población. En mayo de 1967, en Castell, existían varias personas que
habían conocido a Jaime cuando éste regentaba el «Hostal de L'lsard».
Entre ellas Michel Cases, propietario del hotel-restaurante «Le Catalan».

El macizo del Canigó es perfectamente conocido desde el punto de vista


geológico, pero la verdad es que los aviones que lo sobrevuelan sufren
extrañas perturbaciones magnéticas en sus aparatos de navegación. Algo o
alguien perturba los compases y los radiogomómetros de los aviones en las
inmediaciones del misterioso y poético macizo que en un mapa de Europa
ocupa un espacio menor que una antigua moneda de cinco céntimos, Sin
embargo, este pequeño círculo constituye EL MAYOR CEMENTERIO DE
AVIONES DE EUROPA.

La conclusión de cada una de las encuestas efectuadas fue siempre la


misma: error de navegación. Pero, ¿cuál es la razón natural, conocida y
comprobada que hace que tantos pilotos experimentados, guiados por una
completísima red de radiofaros desde tierra, cometan siempre el mismo
error y en el mismo lugar?

Los técnicos responden que se trata de una desdichada coincidencia. El


cálculo más elemental de probabilidades nos dice que ya no puede hablarse
de «coincidencias» en el caso del Canigó. Caso que recuerda el «triángulo
mortal de las Bermudas», misteriosa zona triangular que existe en el mar, a
la altura de la península de la Florida, y, donde se han «esfumado»
misteriosamente docenas de barcos y aviones, en pleno día y con calma
chicha.

¿Existirán acaso en nuestro planeta centros de perturbación magnética


capaces de «volver locos» los instrumentos de navegación aérea y
marítima? De ser así, ¿cuál es la causa, tendrá relación con esto el
secretísimo Proyect Magnet de la Aviación americana consistente en varias
superfortalezas volantes y equipadas con perfectos magnetómetros? Y por
último, ¿qué relación tiene si la tuvo el «desconocido» de Castell con estos
trágicos sucesos?
Sea como fuere, es de notar que, por causa verdaderamente incomprensible,
el extraño episodio de Castell se borró, al poco tiempo, de la mente de
Jaime, suf iendo una amnesia total-temporal que ha durado durante unos
diez años. ¿Fue un bloqueo psicológico impuesto de «arriba»? El enigma
subsiste y posiblemente aún nos hallemos muy lejos de su solución.

Sin embargo, el «desconocido» predijo a Jaime que su vida cambiaría


radicalmente y que sería objeto de shocks muy violentos.

Los hechos posteriores parecen confirmar esta predicción. Efectivamente en


el verano de 1971, hallándose Jaime en su magnifico chalet de Andorra y en
compañía de Odile, su esposa parisiense que conoció poco después de los
hechos antes reseñados, recibió una misteriosa llamada telefónica desde
París. La voz era la misma que había oído en 1951 en Castell, la del
«personaje misterioso», que le dijo: «Te hablo desde un automóvil, en el
Bosque de Vincennes. Experimentarás una nueva mutación. Cesarás de
envejecer, y tu mente se abrirá a verdades más amplias.»

En 1967, Rafael Farriols y yo nos personamos en Casteil para efectuar una


detallada investigación in situ. Entrevistamos a varias personas que aún
recordaban a Jaime Bordas y al etre bizarre que iba a buscarle pan y leche;
es decir, el «extraño ser» de nuestra historia. Entre estos testigos se
contaban el ya citado Michel Cases, M. Nou, antiguo alcalde del pueblo,
Jean Pi, cultivador de árboles frutales, y otros. Bordas me había confiado,
como se recordará, el nombre de los joyeros que adquirieron las pepitas de
oro que le entregó el desconocido: los hermanos Ducommun. Por una
afortunada casualidad, uno de ellos, Henri, era a la sazón Vicepresidente de
la Federación Francesa de Estudios y Deportes Submarinos. Al ser yo uno
de los pioneros del buceo autónomo en España, autor de varias obras sobre
la materia, amigo personal del comandante Cousteau y de otras
personalidades del mundo submarino, tenía ya garantizado un buen
recibimiento por parte de dicho joyero quien, según pude luego comprobar,
conocía en efecto mi nombre.

La joyería de DUCOMMUN FRÉRES se encuentra en uno de los lugares


más céntricos de Perpiñán: en la misma plaza que se abre al pie del
Castillet. Henri Ducommun me recibió amablemente, yo le presenté a
Farriols y acto seguido le expuse el motivo de nuestra visita, después de
hacer unos breves comentarios sobre el buceo y hablarme él de un
compresor para la carga de botellas que se había hecho instalar en Rosas.

En efecto, me acuerdo perfectamente de Jacques Bordas me dijo .. Era un


guía de montaña que entonces regentaba un hotel de montaña en Castell.
Era un hombre fuerte, simpático y de trato muy agradable.

¿Recuerda usted si alguna vez le trajo pepitas de oro para vender?

Pues sí respondió Henri Ducomniun, creo que fue hacia el año 50 6 51, no
recuerdo bien. Como ustedes saben agregó, la cuenca del río Cadi es
aurífera, pero nunca nadie había traído pepitas de aquella calidad.

Confirmado este último extremo, que parecía corroborar la veracidad de la


extraña historia, Farriols y yo reemprendimos el regreso a Barcelona, en el
«Monis 1100» de mi amigo, mientras en nuestro interior se alzaba este
interrogante:

¿SERIA EL DESCONOCIDO DEL CANIGÓ UNO DE LOS PRIMEROS


HOMBRES DE UMMO LLEGADOS A LA TIERRA?

Las fechas concordaban: marzo de 1950; junio de 1951. Poco más de un


año después...El interrogante sigue en pie.

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