Moluscos Bivalvos
Moluscos Bivalvos
Moluscos Bivalvos
FACULTAD DE
HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
Li br os de Cát edr a
FACULTAD DE
HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
LOS MOLUSCOS BIVALVOS
APORTES PARA SU ENSEÑANZA: TEORÍA-MÉTODOS
Gustavo Darrigran
(coordinador)
2013
Los moluscos bivalvos : aportes para su enseñanza : teoría-métodos /
CDD 594
Bibliografía.................................................................................................. 84
Los autores................................................................................................. 89
CAPÍTULO 4
Introducción
El hombre forma parte del medio en el que vive, se encuentra influenciado por
él y lo transforma para satisfacer sus necesidades. Entre hombre y
medioambiente existe una relación de dependencia en la cual es el medio el
que determina en gran medida las formas de vida de cada persona.
En ese sentido, como parte de su entorno, los moluscos en general y los
bivalvos en particular, han formado parte de la vida del hombre desde la
antigüedad, con clara incidencia en los acerbos culturales sobre todo de
pueblos costeros.
Un ejemplo curioso está dado por la utilización que se le daba en la antigüedad
al biso de algunas especies de bivalvos (e.g. Pinna nobilis Linnaeus, 1758)
como fibras en la fabricación de telas, pelucas o para la extracción de una
sustancia con poder curativo. El hilo que sacaban de los filamentos del biso se
llamaba seda de mar, siendo aún más fino que la misma seda china. El Velo
Santo de Manoppello o Sudario, con el cual la Verónica limpió el rostro de
Cristo, estaba hecho con este hilo. En realidad, la historia antigua ya menciona
el uso de esta seda en civilizaciones tan antiguas como la egipcia, fenicia,
persa, caldea, romana y china. Actualmente solo unas cuantas comunidades
66
en Cerdeña continúan trabajando el biso de manera artesanal, elaborando
guantes, sombreros, bordados para hacer cuadros, etc. (López y Urcuyo,
2008).
Además, moluscos bivalvos también han sido utilizados como instrumentos
musicales, fundamentalmente en culturas del viejo continente. Se ha
comprobado el uso de las valvas de Margaritifera auricularia (Spengler 1793)
como castañuelas en diversas localidades ribereñas de Zaragoza (Zapater
Galve, et al. 2006).
Particularmente en nuestro continente, los pueblos originarios no sólo se
alimentaban de las partes blandas de los bivalvos, sino que utilizaban las duras
valvas para fabricar instrumentos, adornos y las incluían como ofrenda u objeto
acompañante en los enterramientos y ritos fúnebres.
Los guaraníes preparaban carbonatos alcalinos en polvo, quemando y
moliendo valvas de almejas de río para tratar el ardor estomacal. En tiempos
coloniales, también los españoles y criollos preparaban este remedio para
absorber los ácidos del estómago (Gordillo, 2010).
Asimismo, se menciona que los indios paraguaes consumían almejas fluviales
y vendían sus valvas en Asunción, donde españoles y criollos las usaban con
fines cosméticos. Las especies con conchas de interior nacarado eran
adecuadas para manufacturar pendientes, para contenedores de pigmentos,
para cucharas y posiblemente como herramientas para raspar materiales
blandos (tubérculos, carne de pescado). También se ha descripto la utilización
de conchas como recipientes para el lavado corporal.
Los guayaberos, grupo étnico de la cuenca del Orinoco en Colombia, utilizaban
el polvo de Anodontites infossus HB Baker 1930 mezclado con semillas de
yupa pulverizadas y cenizas de guaruro, para fabricar el yopo, una bebida
alcohólica de uso cotidiano y/o festivo en torno a los cachiri, o fiestas que se
realizan para celebrar la abundancia de las cosechas, los enlaces
matrimoniales y los ritos mágicos, y que se siguen realizando en la actualidad
(Gordillo, 2010).
En los Andes centrales fueron hallados numerosos sitios arqueológicos con
evidencias de grandes talleres para el procesamiento de las conchas
67
Spondylidae y Pteriidae, consideradas en tiempos prehispánicos como
sagradas, utilizadas como ofrendas y también como bienes de prestigio (Pareja
Siñanis, 2002).
Con la almeja Mercenaria mercenaria (Linnaeus, 1758), abundante en las
costas de América del Norte, los indígenas fabricaban el “wampum” que
utilizaban como moneda en sus transacciones comerciales (Pritzker, 2009).
La importancia que estos moluscos han tenido y tienen en las distintas culturas
se ve reflejada en la costa del Pacífico colombiano donde aún hoy se realiza un
ritual llevado a cabo por las mujeres (las piangüeras) encargadas de recolectar
la piangua, un sabroso bivalvo del manglar, que luego utilizan en comidas
típicas, constituyendo la base de la alimentación y de la economía doméstica
de más de 30.000 familias de esta zona del país. Esta es una labor femenina,
un trabajo manual y delicado, una tradición que han heredado de sus madres y
sus abuelas. Su principal herramienta es un pianguimetro, una especie de regla
que les indica las medidas mínimas a tener en cuenta para la recolección de
estos bivalvos. Esta medida se impuso luego de que se evidenciara un
fenómeno de sobrepesca de esta especie. En la actualidad, “La ruta de
piangua” es uno de los atractivos turísticos que ofrece la población.
Los bivalvos actualmente son empleados para diversos usos, por ejemplo,
algunas especies de Corbiculidae son usadas como agentes clarificadores de
agua en tanques de cultivo en piscicultura por su alta tasa de filtración. Muchos
bivalvos además, por tratarse de especies sésiles, son usados como
indicadores de polución ambiental (Darrigran y Copola, 1994).
Bivalvos al plato
Quizá el vínculo primitivo del hombre con los bivalvos haya sido a través de la
alimentación. Desde tiempos prehistóricos los moluscos y particularmente los
bivalvos han servido al hombre como alimento o para la obtención del mismo,
ya sea como cebo de pesca o usados en la elaboración de anzuelos y otros
artefactos. Prueba de esto son los hallazgos arqueológicos de restos de
68
anzuelos confeccionados con sus valvas y los acúmulos de conchas en las
cuevas y albergues habitados por los pueblos primitivos o en los concheros en
diferentes zonas costeras.
Estos invertebrados conforman una importante fuente de proteínas, minerales y
vitaminas, con bajo contenido de grasas. Sin embargo, éste no es un ítem
alimenticio inocuo para todos, ya que muchas personas presentan reacciones
de hipersensibilidad inmunológica a ciertas proteínas que contienen estos
organismos, comúnmente conocida como alergia a los mariscos.
Por otra parte, estos animales filtran e ingieren agua, esto hace que cualquier
elemento nocivo que se encuentre en dilución y/o suspensión en ella, entre en
contacto y en algún caso, se integre y se concentre en sus tejidos y órganos,
tornándose de este modo en una fuente de infección para quienes lo
consuman. Entre los contaminantes pueden mencionarse bacterias (que
causan gastroenteritis o cólera), virus (que causan hepatitis A), sustancias
químicas (metales pesados como el cadmio o el plomo), toxinas de las
llamadas biotoxinas marinas generadas por floraciones de microorganismos del
plancton (como las floraciones de algas toxicas, comúnmente llamadas “marea
roja”) y otras impurezas que pudiera haber en el agua circundante. Esto puede
afectar al hombre sobre todo teniendo en cuenta que el consumo de estos
moluscos se realiza en muchos casos con escasa cocción (no afecta el grado
de cocción en el caso de “marea roja”).
Como se mencionara más arriba, en el continente Americano los pueblos
precolombinos ya hacían uso de este recurso alimentario. Por otra parte, los
primeros asentamientos de los conquistadores españoles se ubicaron
fundamentalmente en zonas marítimas, estratégicas para el transporte y
comercio. Debido a esto y al hecho de que la pesca y recolección de bivalvos
es relativamente fácil, por tratarse de organismos de baja movilidad, su
consumo probablemente haya sido elemento principal en la dieta de aquellos
días. Culturalmente el aprovechamiento de estos organismos como alimento no
solo se ha justificado por su valor nutritivo y sabor, sino que también ha influido
el supuesto valor afrodisíaco que a los mariscos en general y los bivalvos en
particular (ostiones y almejas) se les atribuyen. A pesar de la extensa difusión
69
de esta creencia, la realidad es que no existe una sola evidencia desde el
punto de vista científico que avale este mito.
Muchas de estas especies de bivalvos han sido también apreciadas como
fuente de proteína y calcio para la elaboración de alimento balanceado de
animales domésticos.
Más recientemente, el crecimiento demográfico, comercial y tecnológico han
resultado en una sobreexplotación de los recursos marinos por lo que fue
necesaria la reglamentación asociada a la comercialización de estas especies y
el desarrollo de tecnologías con el propósito de cultivar diferentes especies
marinas de reconocido valor comercial y alimenticio. Entre las especies
marinas cultivadas se encuentran las ostras, almejas y mejillones. El cultivo de
estos moluscos comestibles ha dado origen a una importante industria. Las
técnicas de cultivo utilizadas en la actualidad permiten el desarrollo de estas
especies en ambientes controlados desde el punto de vista sanitario.
En Argentina, a pesar de su vasta línea costera, la malacocultura no ha tenido
un gran desarrollo en comparación con otros países. Esto se debe a una
preferencia en el consumo de carnes rojas por sobre los mariscos. Sin
embargos son varias las especies de bivalvos marinos que han tenido o tienen
interés comercial para consumo interno o para exportación, por lo cual se han
iniciado estudios tendientes a desarrollar y estimular las prácticas de cultivo,
actividad que por otra parte genera empleo (Ministerio de Agricultura
Ganadería y Pesca de la Nación; Morsan, 2008).
Los mejillones (bivalvos de la familia Mytilidae) se distribuyen desde el
hemisferio norte hasta los mares polares de todo el mundo en sustratos
rocosos del mesolitortal e infralitoral. En nuestro país se extienden a lo largo de
todo el litoral marítimo, desde el norte de la provincia de Buenos Aires hasta el
sur de Tierra del Fuego, formando concentraciones de diferentes densidades y
amplitud conocidas vulgarmente como bancos. En general estos bancos se
extienden aproximadamente hasta los 10 m de profundidad y pueden abarcar
varias millas de extensión. Por el tipo de formaciones, es imposible efectuar
una pesca selectiva. La explotación comercial se inicio en los bancos del Faro
Querandí y Quequén en la provincia de Buenos Aires, a partir de los años 40,
70
realizando capturas desde lanchas costeras provistas de un tipo de red
denominado “raño”, utilizadas aún en la actualidad (Morsan, 2008). Este tipo de
pesca es considerada como “exterminadora” ya que sobreexplotan los bancos,
luego de lo cual es prácticamente imposible su reposición. El Querandí, por
ejemplo, fue explotado desde 1970 hasta 1976 intensivamente, y en
prospecciones realizadas a partir de 1981, se detectó que ya no ofrecía
posibilidades rentables de explotación.
Se encuentran bancos de mejillones también en los golfos San Matías y San
José y en el canal de Beagle, donde se extraen artesanalmente por buzos o
con raños más pequeños ya que ha sido regulada su pesca.
El mejillón comercial de consumo, más conocido en nuestro país, es Mytilus
edulis platensis d'Orbigny, 1842 (Figura 1), excelente para cultivo, presentando
buena tasa de crecimiento. Los primeros ensayos de cultivo de mejillón en el
país, fueron realizados en forma experimental hacia fines de la década del ´70
en la provincia del Chubut y posteriormente, se sumaron otras observaciones
realizadas en Santa Cruz. Ya en 1979, se iniciaron los ensayos en el Golfo San
Matías (Río Negro). Existe una amplia variedad de métodos y estilos para
realizar el cultivo de mejillón, el sistema más utilizado en la Argentina, por las
características de sus costas y el batido del mar, es el conocido como
suspendido o de longline (Figura 2). El cultivo se inicia con la captación de
semilla en el mar, mediante la oferta de un sustrato apropiado y
adecuadamente suspendido (colectores), donde se obtenga una importante
fijación de larvas. No todos los sitios resultan ser aptos, ya sea porque las
condiciones del medio no son favorables para la reproducción de los mejillones,
o bien, porque las corrientes marinas alejan a las larvas nacidas o porque
existen áreas donde es imposible suspender colectores sin riesgo de pérdida.
Por lo tanto, se necesitan estudios previos para determinar el lugar y el
momento óptimos para la instalación de colectores. La producción de semilla
artificial en forma controlada y en laboratorio (hatchery), aunque es una
metodología conocida y posible, no resulta rentable para el caso de los
mejillones, siempre que exista abundancia de semilla natural.
71
Figura 1. Algunos bivalvos de interés comercial en la Argentina. A Mytilus edulis platensis. B
Aulacomya atra. C Zygochlamys patagónica. D Aequipecten tehuelchus. E Ameghinomya
antiqua. F Amarilladesma mactroides G Amiantis purpurata. H Panopea abbreviata (imágenes
modificadas de Boltovskoy (2008).
72
Recién entonces, una vez recolectada la semilla, se puede proceder
inmediatamente a su encordado y cultivo de primera fase o de pre-engorde (a
mayor densidad por cuerda) y luego de finalizada esta etapa (con los moluscos
demasiado apretados) se procede al rearme de las cuerdas, a menor densidad
para proporcionar mayor espacio y por ende mayores posibilidades de
crecimiento, iniciando así, la fase denominada de engorde, hasta alcanzar la
talla demandada por el mercado consumidor.
La semilla, a su vez, deberá ser colocada en cultivo en la época de mejores
temperaturas para que el crecimiento sea rápido y alcance la talla de mercado
antes de entrar en el período invernal. El longline (Figura 2) queda suspendido,
a modo de tendal que se extiende en general por debajo de la superficie del
mar en sentido horizontal al plano del agua y se equilibra mediante boyas,
colgando las sogas o cabos que portan las semillas de la cuerda madre. El
cultivo en suspensión es una técnica que permite el crecimiento de los
organismos en la columna de agua, en ausencia de contacto con el fondo
marino. Esto impide la llegada de gran número de predadores (que no puede
trepar por las cuerdas) y evita la asfixia de los animales por efecto del depósito
de barro marino, resultando el cultivo en una mejor calidad de los organismos.
La desventaja principal se refiere a la necesidad de contar con determinadas
áreas, no sometidas a fuerte batido oceánico y exige mayor trabajo a los
productores y por lo tanto aumenta la mano de obra. Las posibilidades de
mecanización para cultivos mayores son escasas.
Por el momento, solamente en Las Grutas, Río Negro y en el Canal de Beagle,
se está trabajando con mejillón. En Río Negro se ha conformado una
cooperativa de maricultores, mientras que en el Beagle, se trata de productores
artesanales.
Los mejillones se comercializan fundamentalmente para el mercado interno,
vivo fresco, congelado entero o en menor medida en conserva.
La Cholga Aulacomya atra (Molina, 1782) (Figura 1) que se distribuye desde el
sur de Brasil a Tierra del Fuego, normalmente forma bancos entre los 5 y 20 m
de profundidad aunque llegan hasta los 50m. Las áreas de explotación se
encuentran mayormente en el canal de Beagle y en los golfos San Matías y
73
San José. La cholga se aparece como especie acompañante en las capturas
de buques arrastreros de fondo, siendo sin embargo la forma de extracción
principal la llevada a cabo por pescadores artesanales con rastra o a través de
buceo. Se comercializa en el mercado interno, el ejemplar fresco entero, la
pulpa mayormente congelada y en menor medida en conserva.
Agua
Longline
Linterna
Pesa
Figura 2. Esquema del sistema longline utilizado en maricultura
74
presenta la desventaja de ser atacada por parásitos, que disminuyen su
producción en cultivo por altas mortalidades.
El cultivo de ostras en nuestro país constituye una actividad promisoria que se
inició en 1999 con el desarrollo de las tecnologías para el cultivo intermareal y
suspendido de la Ostra japonesa cóncava o del pacifico, Crassostrea gigas
(Thunberg, 1793), especie exótica que fuera introducida a inicios de la década
del ´80 en Carmen de Patagones y que posteriormente formó un banco natural,
del cual fueron seleccionados reproductores y se obtuvo semilla artificial
inicialmente en el laboratorio o hatchery de San Antonio. Es una especie de
alta respuesta en crecimiento y amplio rango de resistencia a condiciones
ambientales, así como a enfermedades producidas por parásitos. La captación
de la semilla de ostra en el mar, a partir del banco existente se efectúa, aunque
también es posible importarla desde el exterior.
Tanto en el sur de la provincia de Buenos Aires, como lo sería también para
Chubut y en Santa Cruz, el cultivo puede realizarse con la técnica denominada
de sobreelevado. Las mesas o estructuras de hierro de construcción artesanal
son colocadas en la zona intermareal de baja profundidad, con sus patas
hincadas en el sedimento, y sobre las cuales se colocan bolsas amarradas, de
malla de nylon con las semillas del molusco. Estas costas cuentan con sitios
submareales aptos para ello, que quedan al descubierto solamente durante
cuatro a seis días al año. El volumen de agua que los cubre es de tipo
moderado, permitiendo al productor un manejo del cultivo con botes
artesanales.
Al finalizar el pre-engorde, se hará necesario bajar la densidad de cultivo y
cambiar las mallas. El sistema de mesas submareales incluye menor inversión,
ya que se realiza en aguas de menor profundidad y es independiente del
buceo.
El resto de la costa argentina, por el contrario, obliga al uso de la técnica de
suspensión, ya explicada para el caso del cultivo de mejillón, con algunas
variantes propias en cuanto a los cerramientos o contenedores de semilla. De
las sogas o cabos utilizados en el sistema de longline para ostras, se cuelgan
cerramientos denominados universalmente linternas, construidos en red de
75
malla adecuada (Figura 3). Allí se alojan las pequeñas ostras inicialmente, para
proceder a la fase de pre-engorde a determinada densidad que,
posteriormente, es disminuida a medida que el cultivo avanza y los moluscos
crecen. En sistema suspendido, la inversión es más alta y para proceder al
cultivo se necesitan embarcaciones de mayor porte. Actualmente se destina
casi la totalidad de la producción al mercado interno y parte es exportada a
Hong Kong como media valva congelada.
Figura 3. Linterna de cultivo de Ostrea puelchana amarrada al sistema longline en el Golfo San
Matías, Río Negro (imagen tomada por María del Socorro Doldán).
76
mayor medida al mercado interno. La vieira patagónica, Zygochlamys
patagonica (King & Broderip, 1832) (Figura 1), forma bancos entre los 40 y 200
m de profundidad, al sur de la Bahía de Samborombón hasta Tierra del Fuego.
Su explotación comercial comenzó en 1996 y su extracción se lleva a cabo por
buques especializados para la detección, captura y procesamiento mecánicos a
bordo que trabajan durante todo el año. El producto se destina casi en su
totalidad a ser exportado congelado a Francia, Canadá y U.S.A. Existen
suficientes experiencias desarrolladas sobre captación de semilla en ambiente
natural y últimamente, sobre reproducción artificial de semilla en laboratorio,
por lo que dadas las condiciones de mercado y sus perspectivas de
crecimiento, llevarían a la necesidad de producción por cultivo.
Entre las almejas que se comercializan en la Argentina puede mencionarse a la
almeja amarilla, Amarilladesma mactroides (Reeve, 1854) (Figura 1), con dos
bancos bien definidos de San Clemente del Tuyú al Faro Querandí y entre
Orense y Pehuen-Co. Extraída mediante captura manual principalmente de
diciembre a marzo, su sobreexplotación comercial entre los años 1940 y 1958
motivó la veda comercial que luego de una mortandad masiva se convirtió en
veda total en 1996. La almeja púrpura Amiantis purpurata (Lamarck, 1818)
(Figura 1) se explota en forma comercial localmente en el golfo San Matías
desde 1995. La recolección es manual en mareas bajas o por buceo en el
submareal, realizada por pescadores locales (Morsan, 2008). La almeja blanca
rayada Eurhomalea exalbida (Dillwyn, 1817) se extrae estacionalmente para el
comercio local en el canal de Beagle y por by catch de otras pesquerías en el
golfo San José. El crecimiento lento la baja tasa de renovación y el escaso
volumen hace que sea menos propicia para la explotación comercial sostenida.
La almeja rayada Ameghinomya antiqua (King & Broderip, 1832) (Figura 1) se
encuentran en mayor cantidad en los golfos San José y San Matías. Su
extracción es artesanal a través del buceo y se comercializa en el mercado
interno.
La almeja panopea Panopea abbreviata (Valenciennes, 1839) (Figura 1) se
distribuye desde Rio de Janeiro hasta Puerto Deseado aunque es en los golfos
San José y San Matías en donde se encuentra en mayor cantidad. Su
77
extracción se realiza mediante buceo y de forma manual por sistema de
inyección de agua a presión para liberarla del sedimento. Asociada a extracción
de esta especie también se obtienen ejemplares de la almeja navaja Ensis
macha (Molina, 1782). Ambas especies se distribuyen en el mercado interno.
El desarrollo de las técnicas de cultivo para algunas de las denominadas
“almejas”, han sido iniciadas tanto en Chile como en Argentina, aunque por sus
dificultades, se deberá esperar mayor tiempo para poder contar con
tecnologías adecuadas, presupuesto acorde y avances significativos.
Si bien el valor nutritivo pudo haber sido la primera característica que despertó
el interés del hombre por estos moluscos, la innegable belleza de sus valvas
posiblemente haya sido la segunda razón. La belleza de las valvas suscita
interés aún en la actualidad, evidenciado en sociedades de coleccionistas, que
generan un mercado hoy en día globalizado a través de Internet.
Sus conchas son también buscadas por la belleza y brillantez de su nácar,
materia prima para la industria de camafeos y otro tipo de joyería, y para una
industria más modesta como la de fabricación de botones.
En nuestro país, la explotación de las almejas nacaríferas utilizadas
fundamentalmente en la fabricación de botones, tuvo su auge en la década del
50, en el Paraná medio se extraían 2.000 toneladas de valvas por año
(Gordillo, 2010). Los restos molidos de las valvas eran utilizadas en la
construcción de mosaicos, piedras reconstituidas, en alimento para aves y
como fertilizantes calcíferos. El descontrol en su explotación como recurso
provocó la regresión de las poblaciones hasta que finalmente se abandonó la
actividad debido a nuevos materiales sintéticos más económicos en el uso de
la fabricación de botones. Las almejas nacaríferas son bivalvos de agua dulce
nativos de la Cuenca del Plata pertenecientes a las familias Hyriidae y
Etheriidae (=Mycetopodidae) también llamadas "náyades" en referencia a las
ninfas mitológicas protectoras de ríos y arroyos. Actualmente muchas de estas
78
especies se encuentran en franco retroceso por un deterioro de las condiciones
ambientales, como producto de la urbanización y contaminación, sumado a la
presencia de especies invasoras. Algunas de ellas han sido incluidas en el
catálogo mundial de especies amenazadas, incluso en la categoría de especies
en peligro de extinción (IUCN 2013).
En la sala de malacología del Museo de Ciencias Naturales “Bernardino
Rivadavia” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se expone restos de
valvas y conchas utilizadas en la confección de botones (Figura 4).
79
Quizá la característica más peculiar de este grupo de moluscos sea la
capacidad de alguno de ellos de elaborar una concreción esférica y calcárea de
una de belleza singular como son las perlas, que ha inspirado una gran
variedad de mitos.
Cuenta una antigua leyenda que la perla es una gota de rocío caída del cielo
en una noche de luna llena que arrastró a la profundidad del mar, un pequeño
fragmento de esa luz. Simboliza también el alma humana, hija del Fuego y del
Agua como elementos primordiales masculino y femenino, al ser fecundada la
concha por los rayos del Sol incidiendo sobre las Aguas del Mar.
Para los romanos la perla era un símbolo del amor y el placer y se la ofrecían a
la diosa Venus. Entre los griegos, la perla era el emblema del amor y del
matrimonio y su nombre significa pureza. Los hindúes la consideran un símbolo
de felicidad y los chinos de salud. Los egipcios las usaban para obtener el favor
de Isis y en Siria llamaban a la diosa madre la "Señora de las Perlas". Su poder
sagrado procedía de su origen marino, símbolo de la Materia Primordial donde
se gestan los principios de la vida. Los musulmanes creen que los
bienaventurados se hallan en el cielo encerrados en perlas, cada uno con su
correspondiente hurí (según el islam, hurí son doncellas de eterna juventud que
simbolizan la eterna bienaventuranza). Entre las poblaciones autóctonas de
América tuvieron gran importancia las perlas en los ritos funerarios.
A las perlas se les ha asignado el poder del amor, la juventud, la fecundidad, el
dinero, la seguridad y la buena suerte. Se ha dicho que curan las
enfermedades de los ojos y que resulta un eficaz antídoto en casos de
envenenamiento.
Se cree que las primeras perlas fueron encontradas en la prehistoria por
hombres que buscaban alimento a orillas del mar. Se conoce la existencia de
pesquerías de perlas en Ceilán, que alcanzaron su máximo esplendor 500 años
antes de Jesucristo. Actualmente se han perfeccionado las técnicas de cultivo
de las especies productoras de perlas.
80
No todo lo que brilla es nácar
81
Figura 5. Bivalvos dulciacuícolas invasores en el Río de la Plata. A Corbicula fluminea. B
Limnoperna fortunei.Imagenes tomadas por Gustavo Darrigran.
82
Figura 6. Ejemplares de Limnoperna fortunei. A Aglomerados dentro de un caño. B Adheridos
a la rejilla de una toma de agua. C y D Adheridos a una red de cultivo de esturión (imágenes
cedidas por Gustavo Darrigran).
83