1 y 2 Pedro (Comentario MacArth - John MacArthur-40
1 y 2 Pedro (Comentario MacArth - John MacArthur-40
1 y 2 Pedro (Comentario MacArth - John MacArthur-40
Pedro da por sentado que es necesario para los creyentes bendecir a Dios. La
intención es tan implícita que el texto griego omite la palabra “sea”, que la
mayoría de versiones añade. (En el original, la frase literalmente empieza:
“Bendito el Dios”, que transmite la expectativa de Pedro de que sus lectores
“bendigan a Dios” como la fuente de toda herencia espiritual.) El apóstol
adora a Dios e implora a los demás a hacer lo mismo.
Pedro además lo llama el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, frase
que identificaba a Dios de una manera claramente cristiana. Históricamente
los judíos habían bendecido a Dios como su creador y redentor de Egipto. La
creación resaltaba el poder soberano de Dios en acción, y la redención de
Israel de la esclavitud en Egipto resaltaba su poder salvador en acción. Pero
quienes se convertían en cristianos debían bendecir a Dios como el Padre de
su Señor Jesucristo.
Con una sola excepción (cuando el Padre lo abandonó en la cruz, Mt.
27:46), cada vez que los evangelios registran que Jesús se dirigió a Dios, lo
llamó “Padre” o “mi Padre”. Al hacer eso, Jesús estaba rompiendo con la
tradición judía que casi nunca llamaban a Dios Padre, y que siempre lo
hacían en un sentido más colectivo que personal (p. ej., Dt. 32:6; Is. 63:16;
64:8; Jer. 3:19; 31:9; Mal. 1:6; 2:10). Además, al llamar a Dios su Padre,
Jesús estaba afirmando que participaba de la naturaleza divina. Mientras
hablaba con los judíos en una observancia de la fiesta de la dedicación, Cristo
declaró: “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). Más adelante, en respuesta a
la solicitud de Felipe de que revelara al Padre, Jesús expresó: “El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9; cp. vv. 8, 10-13). Jesús afirmó que Él
y el Padre poseían la misma naturaleza divina, qué Él es totalmente Dios (cp.
Jn. 17:1, 5). El Padre y el Hijo comparten la misma vida (uno es íntima y
eternamente igual al otro) y nadie puede conocer de veras a uno sin conocer
de verdad al otro (cp. Mt. 11:27; Lc. 10:22). Ninguna persona puede afirmar
que conoce a Dios a menos que lo conozca como Aquel revelado en
Jesucristo, su Hijo. Jesús mismo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi
Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto” (Jn. 14:6-7).
En sus escritos, el apóstol Pablo también declaró que el Padre y el Hijo
tienen la misma esencia: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor