VOLUNTAD
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VOLUNTAD
Art. 262. Manifestación de la voluntad.- Los actos pueden exteriorizarse oralmente, por escrito,
por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material.
La voluntad es uno de los elementos integrantes del acto jurídico y tiene entidad en la medida en
que se la exterioriza, lo que permite que sea cognoscible por otros sujetos.
Manifestar Dar a conocer por signos externos y cognoscibles, los que pueden ser captados por
sus destinatarios. Se diferencia de la declaración, dado que ésta es una actividad encaminada a dar
a conocer una voluntad interna a través de un hecho del lenguaje, sea en forma escrita, verbal, por
signos inequívocos o por manifestaciones materiales.
No es necesario que haya concordancia entre la voluntad interna y la voluntad declarada. Esa falta
de concordancia puede darse de una forma deliberada (simulación, animus iocandi, reserva mental),
o ignorado o no querido por el sujeto (error, dolo, violencia, simulación). Esa ruptura entre la
voluntad real y la declarada hace que la doctrina cuestione qué valor se le debe dar a la voluntad
externa discordante, agrupándose los pareceres en dos grandes grupos:
Teoría de la declaración: como reacción a la tesis voluntarista esta teoría tiene su albor a finales del
siglo XIX. La voluntad puede ser aprehendida por su manifestación externa, siendo éste el parámetro
de apreciación de su existencia. La voluntad expresa es el resultado final de un proceso volitivo
ocurrido en el fuero interno del sujeto. Voluntad que nace de los sentidos internos y aprehendida a
través de lo que manifiesten los sentidos externos (vista, oído, tacto, palabra, movimientos).
Siguiendo esta tesis, no es necesario indagar si lo manifestado ha sido querido o no. El parámetro
de interpretación será la conducta que desplegarían la generalidad de las personas, desechando la
intervención de las partes.
Sistema vigente: no se aparta el Código Civil y Comercial Unificado del sistema anterior. La fuente
de la norma mediata de la norma, el artículo 533 del Código Civil, se enrola en la tesis subjetiva o
psicológica, lo que tiene su correlato en el campo de los actos claudicantes que tienen validez, en
tanto no sean impugnados, dejando a salvo los derechos de los terceros adquirentes de buena fe.
Hay un respeto de la voluntad interna, aun cuando no coincida con la voluntad declarada. En el
mismo sentido, la voluntad interna del testador es tenida en cuenta al omento de interpretar el
contenido del testamento; la falta de efecto de la donación cuando ha pre-fallecido el donatario; la
simulación lícita. Existen también situaciones en las que se prioriza la voluntad externa por sobre la
interna, en el caso de un acto nulo por objeto inexistente o el instrumento privado que contraríe al
documento público, conforme el artículo 298 del Código Civil y Comercial de la Nación.
Derecho comparado: se advierten dos corrientes que en principio parecen contrapuestas entre sí,
pero en la comparación se atenúan las diferencias. El Código civil francés en su artículo 1157
establece que se ha de indagar sobre la real intención de las partes, más allá de la literalidad de sus
términos; norma que se atempera con los artículos 1134 in fine y 1135, que tienen su génesis en el
principio de buena fe para todas las consecuencias que la equidad, los usos o la ley imponen a la
obligación de acuerdo a su naturaleza. Por su parte, el Código civil alemán -BGB- en el parágrafo §
167 ordena que en la interpretación de una declaración de voluntad se debe investigar la voluntad
real y no atender al sentido literal de la expresión, así como el § 157 establece como parámetro
objetivo de interpretación la buena fe en atención a los usos del tráfico. El Código civil suizo de las
obligaciones y el italiano de 1942 privilegian la voluntad interna, pero conjugada con los principios
de buena fe, necesidad y seguridad del comercio y del tráfico jurídico, aplicando la teoría de la
declaración. Por lo tanto, sin hesitación, puede afirmarse que, partiendo de principios opuestos, se
aplican ambas teorías en procura de una solución justa.
Art. 263. Silencio como manifestación de la voluntad.- El silencio opuesto a actos o a una
interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al acto o la
interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la
ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual
y las declaraciones precedentes.
Silencio Se entiende al silencio como no hablar; en el ámbito jurídico su alcance es mayor, por
cuanto significa no hacer ningún signo o comportamiento del que pueda inferirse la exteriorización
de una voluntad o la omisión de determinada conducta. Se encuentran conjugados en él dos
intereses: el derecho del sujeto a no expresarse y la seguridad y certeza que requieren los terceros
en la vida de relación. La regla general es que el silencio no tiene entidad para producir efectos
jurídicos, salvo en aquellos casos en que se le otorga, como lo son los supuestos contemplados en
la parte final del artículo.
El silencio de una persona tiene o puede tener trascendencia jurídica siempre que el derecho
requiera la manifestación de una voluntad o la posición ante un hecho, es decir, cuáles son las
condiciones que debe cumplimentar el silencio para ser tenido como una declaración de la voluntad
generadora de un negocio jurídico.
a) Silencio como actitud o hecho indiferente desde el punto de vista jurídico, de manera que
permanecen en suspenso los efectos propios de la manifestación de la voluntad; el ordenamiento
no considera suficiente al silencio para la producción de efectos;
b) El silencio es una actitud intermedia entre la afirmación y la negación, pudiendo ser susceptible
de una calificación jurídica conforme las circunstancias e intereses afectados por el silencio; aquí es
la doctrina la que debe interpretar disenso o consentimiento;
c) Atribuir valor de consentimiento o disenso en todos los casos en que se pueda presentar; en esta
tercera interpretación el derecho atribuirá a la simple pasividad de un sujeto el valor o efectos
jurídicos previstos en la norma para el consentir o discernir.
La regla general es que el silencio no tiene valor ni de afirmación ni de negación; solamente por
excepción en estos supuestos:
Art. 264. Manifestación tácita de voluntad.- La manifestación tácita de la voluntad resulta de los
actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de eficacia cuando la ley o la
convención exigen una manifestación expresa.
En el instante en que tal voluntad fuese indubitada por su claridad y certeza se está en presencia de
esta manifestación tácita, lo que la doctrina moderna denomina la conducta concluyente de la que
se deriva la única conclusión posible: que el sujeto consiente el acto.
Al igual que en la manifestación expresa, los vicios de la voluntad y sus consecuencias la afectan de
la misma manera, con lo que no hay impedimento para que puedan ser invocados para la
impugnación de la validez del acto así como para que se les aplique las normas sobre capacidad,
objeto y causa.