3 El Populismo Indianista en Bolivia

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El populismo indianista en Bolivia

The Indianist populism in Bolivia

Franco Gamboa Rocabado*

*
Doctor en Gestión Pública y Relaciones Internacionales, formado en Duke Uni-
versity, Estados Unidos y la London School of Economics and Political Science,
Inglaterra. Profesor en la Universidad Mayor de San Andrés, Bolivia. Contacto:
[email protected].

Estancias. Revista de Investigación en Derecho y Ciencias Sociales, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021, pp. 229-261. 229
Franco Gamboa Rocabado

Resumen
Este artículo tiene el propósito de estimular la discusión sobre qué sucedió con
las interpelaciones discursivas en Bolivia que enaltecieron las raíces indígenas
y cuáles fueron algunas acciones políticas desarrolladas por Evo Morales y su
partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), que finalmente desembocaron
en varias contradicciones hasta la caída de Evo en noviembre de 2019. Es re-
levante analizar cómo el populismo indianista en Bolivia tuvo una fuerte rai-
gambre popular y, de súbito, abandonó el poder. La hipótesis plantea que Evo
Morales ofreció convertirse en un equilibrio refundacional del sistema político,
desarrollando un estilo de gobierno que llevaba a cabo una constante campaña
electoral, con la finalidad de instalar una nueva élite en el poder, instrumenta-
lizando las movilizaciones sociales y el discurso indianista que denunciaba la
incompatibilidad entre democracia y colonialismo interno. Sin embargo, Evo
no representó ningún tipo de equilibrio, sino que puso en marcha una polariza-
ción constante al dinamizar la lógica de camarada versus enemigo.
Palabras clave: Colonialismo interno, crisis de Estado, descolonización, de-
mocratización, polarización ideológica.

Abstract
This article has the purpose to stimulate a discussion about what happened with
the discursive interpellations that upraised the indigenous roots in Bolivia, and
what kind of political actions were developed by Evo Morales and his party,
Movement Towards Socialism (MAS), which finally led into many contradic-
tions until the downfall of Evo in November 2019. It is relevant to analyze
how the Indianist populism in Bolivia had strong popular support and, all of
a sudden resigned the power. The hypothesis proposes that Evo Morales of-
fered to become a sort of foundational balance of the political system, setting
in motion a government style that undertook a constant electoral campaign to
establish a power elite that instrumentalized social mobilizations and the Indi-
anist discourse, which denounced the incompatibility between democracy and
internal colonialism. However, Morales did not represent any kind of balance
but a permanent polarization that enabled a logic of comrades versus enemies.
Key words: Internal colonialism, State crisis, Decolonization, Democratiza-
tion, Ideological polarization.

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El populismo indianista en Bolivia

Introducción

En toda América Latina resurge, una vez más la preocupación sobre


qué tipo de democracias han ido evolucionando los últimos treinta y
ocho años. ¿Se trata de una democracia con calidad, sin calidad, o en
todo caso se tiene una ilusión sobredimensionada para satisfacer ca-
si todas las expectativas sociales de la vida diaria?, ¿cuáles son las nue-
vas amenazas que el populismo del siglo XXI trajo con los llamados
liderazgos del giro a la izquierda en Venezuela, Bolivia o Nicaragua?,
¿se trata de un debilitamiento, retroceso o imposibilidad de tener un
conjunto de democracias legítimas?, ¿se puede calificar a los gobiernos
populistas como poliarquías de baja calidad o regímenes semi-autori-
tarios que llevan a cabo elecciones como si fueran sólo una formalidad
para esconder las verdaderas preferencias que favorecen presidencia-
lismos autocráticos?
Estas preguntas plantean diversas respuestas y confirman que varios
gobiernos de la región están lejos de impulsar una institucionalidad de-
mocrática duradera; es decir, lejos de tener aparatos estatales eficientes,
abiertos al escrutinio público, y capaces de ser catalizadores del bienes-
tar social. Así, destacan algunos casos que se convirtieron en callejones
sin salida como la grave descomposición de Venezuela con Nicolás
Maduro, las tendencias dictatoriales de Daniel Ortega en Nicaragua y
un tipo de populismo indianista como el gobierno de Evo Morales en
Bolivia, cuyos 14 años de gobierno (2006-2019) terminaron en una
profunda crisis de gobernabilidad y su renuncia el 10 de noviembre
de 2019. Morales hizo fracasar las elecciones presidenciales de octu-
bre de 2019 en su intento por lograr una reelección indefinida, termi-
nando en una denuncia de fraude que también condujo a un agitado
debate político al interior de la Organización de Estados Americanos
(OEA, 2019).
Este artículo tiene el propósito de estimular la discusión sobre qué
sucedió con las interpelaciones discursivas en Bolivia que enaltecieron
las raíces indígenas y cuáles fueron algunas acciones políticas desa-
rrolladas por Evo Morales y su partido, el Movimiento al Socialismo
(MAS), que desembocaron en varias contradicciones hasta la caída de

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Evo en noviembre de 2019. Es relevante analizar cómo un partido con


raigambre popular, abandonó súbitamente el poder luego de ganar con-
secutivamente tres elecciones presidenciales (2005, 2009 y 2014).
La decadencia se debió a una crisis de la estrategia populista que
reivindicaba al mundo indígena como la esencia humillada histórica-
mente, en contraposición a las clases medias, los partidos tradicionales
de representación política deslegitimada y las élites económicas privile-
giadas, calificadas como un eje social racista. Esto generó un profundo
divisionismo que fue controlado por medio de acciones represivas en
contra de la oposición y, simultáneamente, a través del pago sistemático
de bonos de carácter social, los mismos que no tuvieron sostenibilidad
financiera respaldada en políticas sociales bien diseñadas. Morales y su
entorno creyeron que el pueblo necesitaba un efecto de demostración
del éxito revolucionario con carácter inmediato, aprovechando la inyec-
ción de millones de dólares provenientes de la renta petrolera.
Nuestra hipótesis sostiene que Evo Morales ofreció convertirse en el
“equilibrio refundacional” del sistema político, desarrollando un estilo
de gobierno que llevaba a cabo una constante campaña electoral, con
la finalidad de instalar una nueva élite en el poder, instrumentalizan-
do las movilizaciones sociales y el discurso indianista que denuncia-
ba la incompatibilidad entre democracia y colonialismo interno (Albó
y Barrios, 1993). Morales, sin embargo, no representó ningún tipo de
equilibrio, sino que ahondó la polarización constante al dinamizar una
lógica de camarada versus enemigo. El indio Morales quiso significar
el principio y el fin de la lucha libertaria del pueblo hasta considerarse
insustituible. Simultáneamente, el sindicalismo cocalero del cual pro-
venía, impulsó una administración del poder ligada al complejo circuito
coca-cocaína, el cual rápidamente corrompió varias instituciones del
gobierno. Todas las zonas cocaleras reclaman su propia soberanía polí-
tica, desafiando tenazmente la legitimidad del Estado (O’Grady, 2019;
Castañeda, 2019).
El MAS en el poder apareció como una nueva ideología anti-im-
perialista y descolonizadora, utilizando al indianismo como interpela-
ción populista para reconstruir el orgullo de los indios sojuzgados. Sin
embargo, Evo no logró formular políticas públicas bien definidas y fo-
mentó excesivamente el clientelismo estatal, junto con nuevos grupos

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corporativos de poder como los campesinos cocaleros, mineros coope-


rativistas y empresarios que buscaron contratos estatales sin ninguna
responsabilidad democrática (Brienen, 2016; Tsolakis, 2011).
En Bolivia, todos los intentos democratizadores desde 1982 siempre
estuvieron fuertemente vinculados a diversos conflictos para congregar
a un pueblo “sufriente” como sujeto de toda interpelación, junto con
instituciones débiles, caudillismos fuertes en las estructuras partidarias
y una cultura populista que se vincula con el divisionismo étnico y ani-
madversiones profundas transmitidas por las ideologías indianistas. El
resultado inmediato es un sistema político donde se realizan elecciones
presidenciales con carácter únicamente formal, para dar paso a distor-
siones donde los líderes populistas utilizan el ejercicio del poder como
si fuera un cheque en blanco para tomar decisiones que deslegitiman
constantemente la democracia.
El populismo indianista en Bolivia no pudo evitar la reproducción
constante de clivajes sociales y culturalistas de tipo violento. En 14 años
de gobierno, Evo Morales desestabilizó casi todos los esfuerzos para
institucionalizar una democracia de corte inclusivo y racional (Ander-
son, 2020), especialmente porque fomentó la intervención directa del
Poder Ejecutivo sobre el sistema judicial, evitando la independencia de
poderes y exacerbando los peligros de la penetración del narcotráfico en
el sistema político.
El marco metodológico que trabajaré puede ser descrito como una
narrativa analítica (Bates, et. al., 1998), basada en aspectos y criterios
cualitativos, así como en el análisis hermenéutico de las decisiones que
tomaron los actores sociales para desarrollar varios proyectos de orden
social y político con características ideológicas. En el caso boliviano,
se trata de una interpretación del debate sobre identidades colectivas
y la construcción del indianismo que, por lo general, ha merecido una
perspectiva orientada hacia las representaciones ideológicas, cuyo desa-
rrollo histórico fue muy particular en el ejercicio del poder liderado por
Evo Morales y el MAS. Por lo tanto, toda la investigación implica una
combinación entre el análisis del discurso indianista y la interpretación
politológica sobre cómo diferentes actores sociales se adaptaron, resis-
tieron o tensionaron, en medio de procesos conflictivos, la construcción
del Estado plurinacional en Bolivia que llegó a una profunda crisis con

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la renuncia del ex presidente Evo Morales en noviembre de 2019. Toda


narrativa analítica busca ensamblar la investigación histórica con los
procesos discursivos y la interpretación de la toma decisiones de un
conjunto heterogéneo de actores políticos y sociales (Levi, 1998).

El telón de fondo

El MAS fue influido fuertemente por una ideología leninista, la cual


surgió de manera temprana desde el año 2006, sobre todo impulsada por
sectores de la vieja izquierda comunista, el sindicalismo obrero y otros
grupos que todavía defienden la guerrilla como método de lucha en
contra del capitalismo y la democracia. Uno de los artífices de esta in-
fluencia fue el ex Vicepresidente Álvaro García Linera, quien empujó a
Evo Morales a conformar una “élite del partido” que debía ser capaz de
lanzar las principales directrices autoritarias, controlar la selección del
personal burocrático del Estado e imponer una ciega disciplina sobre el
Congreso, donde los dos tercios de mayoría parlamentaria iban a servir
para consolidar el presidencialismo que, en el fondo, era el culto a la
personalidad de Evo, reforzando un discurso de ajusticiamiento históri-
co a favor de un supuesto nuevo tipo de Estado: el Estado plurinacional.
El leninismo, en este caso, se expresó a través del planteamiento
para lograr que el MAS se convirtiera en un partido vanguardista, con la
finalidad de introducir la “conciencia de clase y la ideología indianista”
sobre el conjunto de las masas movilizadas, garantizando la destrucción
de las ideologías de mercado y la misma democracia, considerada como
un tipo de gobierno defectuoso, al promover la alternancia en el poder
(Lenin, 1981).
Desde la organización de la Asamblea Constituyente en Bolivia
(2006-2007), se propuso la reelección indefinida para Evo Morales. De
cualquier manera, esta presión fue desgastándose hasta convertirse en
una crisis de gobernabilidad con el Referéndum de febrero de 2016,
cuando la sociedad civil negó a Morales la modificación de la Consti-
tución para evitar una cuarta postulación. Lo más notorio fue que las
élites políticas del MAS utilizaron el culto a la personalidad de Evo

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como el recurso principal para reforzar la identificación entre las masas


campesinas, pobres, cocaleras e indígenas, con la figura de un líder que,
fenotípicamente, era igual a ellos: de poca formación, piel morena y
simultáneamente osado para llevar hasta las últimas consecuencias las
utopías revolucionarias.
La conciencia indianista y la revolución cultural acaudilladas por el
MAS, en teoría debían transformarse en la principal fortaleza del par-
tido que desde “afuera”, es decir, desde el ejercicio del poder en las
estructuras estatales, iban a descolonizar la sociedad y la economía para
reproducir indefinidamente la elección del caudillo único: Evo Pueblo.
De hecho, éste fue el marbete del activismo digital que Morales de-
sarrolló en una cuenta de Twitter donde disemina diatribas, consignas
ideológicas y todo tipo de afirmaciones para mostrar que solamente él
sería capaz de hacer la historia, además de descalificar cualquier crítica,
acusándola de racista porque Evo Pueblo, como “indio revolucionario”,
tendría todo el derecho de equivocarse y llevar a cabo una campaña
electoral ad infinitum. Se estima que entre 2009 y 2019, Morales gastó
1000 millones de dólares únicamente en propaganda gubernamental y
electoral, difundida como eje estratégico para robustecer la admiración
al caudillo, junto a un creciente déficit fiscal y una excesiva dependen-
cia de los hidrocarburos y la minería (Farthing, 2019a).
El indianismo y la teoría de la colonialidad constituyeron aportes im-
portantes para el análisis histórico de la dominación en América Latina,
así como para el desarrollo de alternativas políticas que apoyaban estra-
tegias y acciones en pro de la igualdad de oportunidades. Sin embargo, es
importante identificar sus deficiencias y limitaciones, con el fin de acla-
rar el estatus razonable de varias proposiciones teóricas. El indianismo
no dialoga críticamente con sus propios postulados y tampoco reflexio-
na sobre sus contradicciones. La descolonización como doctrina de
interpretación histórica no está apta para incorporar los aportes y pro-
yecciones futuras de la teoría de la democracia. El indianismo tampoco
incorporó plenamente la dinámica de los regímenes democráticos en
sus concepciones ideológicas, debido a que cayó prisionero de un estilo
de lucha donde predomina el conflicto de razas, una concepción extem-
poránea que no está a la altura de la complejidad del siglo XXI (Apaza
Calle, 2011; Cárdenas, 2006; Reinaga, 1969).

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La teoría indianista tiene un autor bastante apasionado como el in-


telectual quechua Fausto Reinaga (1906-1994), quien solía considerar
que el único pueblo que mantiene la continuidad de la memoria colec-
tiva en el continente (norte y sudamericano) es el indio. De Canadá a
la Patagonia, América sería india. El indio, no sólo representaría una
mayoría humana, sino también un tipo de pensamiento. Éste no sale
de una mitología como el pensamiento griego que sería “el Olimpo en
perpetuo carnaval”. Para Reinaga, el hombre sería la misma tierra que
piensa, con lo cual reivindicaba las raíces epistemológicas de un saber
y conocimientos auténticamente indios, resaltando un nuevo equili-
brio entre el hecho de pensar, el valor de la naturaleza y un retorno al
Tawantinsuyu inca del área andina latinoamericana. Esta mirada es
una nostalgia trágica, incapaz de concertar con ninguna posición polí-
tica que no sea la lógica de suma cero (Mansilla et. al., 2014; Sanjinés,
2009).
Revalorizar las bases sociales, políticas, culturales y cosmogónicas
de los pueblos indígenas —aymaras y quechuas sobre todo— se con-
virtió, sin duda, en un aporte democrático a la contemporaneidad pero
en el indianismo predominó una actitud excluyente. Rechazó al marxis-
mo y otras teorías revolucionarias porque aseguraba que los indios no
debían esperar ningún Vladimir Lenin, sino ejecutar ellos mismos una
revolución para erradicar la discriminación, ajusticiando a los blancos
y mestizos de Bolivia o Perú que odiaban las raíces indígenas durante y
después de la colonia española.
El ideólogo Reinaga nunca incorporó al marxismo como alternativa
revolucionaria, ni tampoco a la democracia como régimen político por-
que representaban productos neocoloniales que distorsionaban la men-
talidad de mundo amáutico. El indianismo, por lo tanto, es una ideología
de conflicto permanente que, en todo caso, reivindica la violencia como
estrategia de lucha, con tal de que los indios dominen autónomamente
(Reinaga, 1971).
Para los sectores indígenas, lo Otro estaría representado por la civi-
lización de Europa Occidental, percibida como la suma de lo negativo
y, de manera también sorprendente, como algo atractivo que se anhela
como una justa reivindicación democrática: los indígenas buscan el ac-
ceso a servicios y derechos de la modernidad aunque la contradicción

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El populismo indianista en Bolivia

marca el descubrimiento del Nuevo Mundo y lo prolonga en un con-


flicto histórico entre la cultura india y la presencia de Occidente. La
definición básica del pensamiento político indio está en oposición a
la civilización occidental. Se niega a Occidente de manera global pero
simultáneamente se anhela tener la fuerza para dominar todo (Bonfil
Batalla, 1981: 60).
Aunque existen pocos testimonios empíricos para avalar esta tesis,
se puede señalar, a partir de entrevistas con dirigentes campesinos del
Consejo Nacional de Ayllus y Marqas del Kollasuyo (CONAMAQ),
que en ciertos movimientos indianistas la propia identidad grupal está
definida ex negativo por la oposición a un modelo civilizatorio mate-
rialmente exitoso. Según esta doctrina no hubo coloniaje, sino invasión
y violación. Por esto habría que resistir y, en consecuencia, el mestiza-
je no sería una nueva y fructífera cultura por derecho propio, sino un
producto híbrido y degradado como agresión occidental, al cual hay de
rechazar cueste lo que cueste.
Las únicas manifestaciones culturales realmente valiosas en América
serían las que provienen del acervo indígena andino o amazónico, apa-
rentemente no contaminado. La verdadera identidad pervive, soterrada,
en la memoria colectiva de los pueblos indios y en sus prácticas cotidia-
nas. La lucha contra el imperialismo sería una lucha anticolonialista, y
por ello el marxismo-leninismo podría sobrevivir al reinsertar la utopía
de una revolución auténtica, siempre y cuando consolide la identidad in-
dígena. El MAS y el indianismo compartieron este principio que sirvió
como justificación a las reflexiones posteriores, dando origen a todas las
críticas de carácter político que cuestionaron el modelo democrático de
gobernabilidad neoliberal en el periodo 1982-2005.
El momento incómodo para el indianismo surgió cuando Reinaga
también defendió la dictadura de las Fuerzas Armadas en Bolivia, al
patrocinar al ex dictador Luis García Meza en 1981. La dictadura del
pensamiento amáutico o filosofía indianista constituiría, en el fondo,
la respuesta para derrotar la colonialidad del poder occidental, blanco,
discriminador e imperialista. La fuerza crítica del indianismo y la teoría
de la colonialidad, enfatizan demasiado los patrones raciales de mutua
agresión entre los dominadores que practican la segregación y los colo-
nizados que sufren el sojuzgamiento.

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En esta visión política, sería justa una “revancha” histórica para rever-
tir la dominación. Toda revancha implica infligir un similar sufrimiento
en el objeto de ajusticiamiento; es decir, destruir y odiar invariablemen-
te aquello que viene de Occidente, menospreciando la modernidad y el
capitalismo, que además se identifica con las élites blanco-mestizas. De
esta manera, Reinaga y sus seguidores no veían ninguna contradicción
entre el indianismo como parusía de un nuevo orden y la dictadura que
utilizaría la violencia como cedazo integrador bajo la vanguardia de las
comunidades indígenas.
Una alternativa más pacífica hubiera consistido en la convergencia
de las historias indígenas, los diseños globales del capitalismo transna-
cional y la generación de una nueva forma de conocimiento reconci-
liador, definido como epistemología de fronteras y acercamiento de-
mocrático, donde no sea posible imponer ningún conocimiento experto
neocolonial, sino abrirse a otras formas de cosmovisión, entendimiento
y rescate del mundo indígena conectado con un orden democrático. Sin
embargo, esta perspectiva prometedora no fue explotada por el indianis-
mo, sino que más bien cayó en descrédito debido a que la acción política
del MAS y Evo Morales inutilizaron cualquier posibilidad de integra-
ción con la democracia, al estimular las visiones de confrontación.
Para el MAS, el indianismo llegaba justo a tiempo cuando se orga-
nizaba cualquier movilización campesina, con el fin de intimidar a la
oposición y amenazar con el inicio de un juicio por racismo a quienes
intentaban criticar o detener el denominado “proceso de cambio” en
sus versiones más fundamentalistas. La izquierda guerrillera hizo caso
omiso de las críticas indianistas a los postulados neocoloniales del mar-
xismo y pensó en reacomodar la imagen de Evo Morales en la posición
de un caudillo indio para una revolución del siglo XXI.
El nacimiento de alternativas unificadoras entre la descolonización
y la teoría democrática —entendida como estrategia pluralista para ne-
gar los excesos del poder, ejerciendo un “cosmopolitismo multicultu-
ral”— se bloqueó de golpe. Morales movilizaba la provocación, ya sea
mediante discursos amenazadores emitidos por la televisión y ordenan-
do la no transferencia de recursos económicos y bloqueos burocráticos
en las regiones donde había perdido elecciones o donde la oposición
podía mostrar un fortalecimiento.

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El populismo indianista en Bolivia

El indianismo fue precisamente utilizado para monopolizar, desde


el MAS, los saberes indígenas, obstaculizando el brote de opciones li-
bres mediante la imposición del voto a favor únicamente de Morales, lo
cual debilitó la realización de elecciones pacíficas e incitó varios tipos
de autoritarismo. Estos fenómenos tuvieron lugar, sobre todo en aque-
llos municipios indígenas del Altiplano, el norte de Potosí y, definitiva-
mente, en las regiones cocaleras del Chapare en Cochabamba donde el
MAS contribuyó a la formación de lo que se denominó como “tribus de
la inquisición” (Navia, 2015). Las comunidades cocaleras en la región
de Cochabamba administran justicia por medio de linchamientos, ame-
drentando a todo tipo de opositores y vinculándose con el narcotráfico,
lo cual imposibilita que el orden estatal pueda imponer el uso de la ley
y la Constitución Política (Mayorga, 2008).
Además, los cocaleros del Chapare se beneficiaron con una nueva
Ley General de la Coca, promulgada en marzo de 2017, reemplazando
así la antigua Ley 1008 y legalizando el cultivo de 22.000 hectáreas de
coca en todo el país: 14 300 para el departamento de La Paz y 7 700 para
Cochabamba. La Ley 1008 establecía un límite de 12 000 hectáreas sólo
para el área tradicional, sin tomar en c uenta al trópico cochabambino.
De todos modos, Morales impulsó decididamente la producción del
Chapare y desató un conflicto con los productores de los Yungas a quie-
nes enfrentó de manera violenta. El resultado fue una lucha por la am-
pliación de los mercados de coca que pugnaban por obtener beneficios
de la economía del narcotráfico.
Por otra parte, una comparación entre los municipios cocaleros de los
Yungas de La Paz refleja que en el periodo 2013-2018 éstos recibieron
54 millones de dólares por transferencias para proyectos de inversión
pública, provenientes del programa “Bolivia Cambia, Evo Cumple”;
mientras que los municipios donde Evo Morales es presidente de las
federaciones del Trópico de Chapare, incluyendo Villa Tunari, Chimoré,
Shinahota, Entre Ríos y Puerto Villarroel, se beneficiaron con la transfe-
rencia de 225 millones de dólares, es decir cuatro veces más.
El discurso sobre la coca como hoja sagrada, rápidamente se convir-
tió en el instrumento para proteger a los campesinos de toda forma de
interdicción que venía de la lucha contra el narcotráfico. El indianismo
se integró sin problemas con la lucha por la “liberación del imperialis-

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mo” de los cocaleros, haciendo ver que la guerra contra las drogas era
solamente un invento de Estados Unidos. En el fondo, esta amalgama
entre la producción de coca como economía casi intocable y el indianis-
mo como ideología de confrontación, dio la victoria plena a Evo, tanto
en los municipios de Cochabamba, como en el terreno internacional
para defender la coca como tesoro ancestral; sin embargo, las raíces
peligrosas del narcotráfico, poco a poco fueron afianzándose más en
el Chapare, un mundo aparte donde circulan automóviles de lujo sin
registros legales y donde el 94 por ciento de la coca no pasa por el
mercado legal (UNODC, 2020). Asimismo, el discurso del populismo
indianista mantuvo la polarización entre los cocaleros y la lucha contra
el narcotráfico porque de esta manera se podían evitar las políticas de
transparencia que exigía el sistema democrático.
Abrirse hacia el otro, hacia la reconciliación democrática, hacia lo
mejor de la ciencia, de Occidente, de Oriente y de lo que significa un
mundo global más humano, es el reto de hoy. El indianismo, sin em-
bargo, quedó mirándose a sí mismo y pensando que era irreprochable,
avanzando arriesgadamente hacia orientaciones absolutistas sin poder
identificar una ruta hacia la democracia como régimen de convivencia
pacífico, desligado ya de las luchas raciales y de contradicciones difíci-
les de procesar como el narcotráfico (Mansilla, 2014; Barbiéri, 2020).
Las interpelaciones ideológicas del populismo indianista se repro-
dujeron dentro de una “lógica dual” que siempre caracterizó a las posi-
ciones utópicas, porque dicha lógica endiosa a unos actores y condena
o excluye a otros. El diagnóstico político del indianismo plantea una
interpretación de la historia donde, por un lado, estaríamos viviendo
un ciclo largo de dominación cultural y, por otra parte, la lucha por
el poder generaría un proyecto de transformación utópico-político. Los
defensores indianistas de la descolonización trazan, entonces, los lími-
tes del adentro y del afuera: de una Bolivia minoritaria y de aquella
mayoritaria, de la “sociedad realmente existente”: Bolivia india, versus
la “sociedad deformada-dominante” de corte occidental: Bolivia criolla,
mestiza y blancoide (q’ara, en aymara). ¿Por qué estas concepciones
utópicas y políticas se adhirieron a una lógica de polarización dual? Por
animosidad histórica al colocar el concepto de “etnia” o “nación indí-
gena” por encima de toda la sociedad boliviana y engrandeciendo sólo

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El populismo indianista en Bolivia

a las culturas originarias como fundadoras de una verdadera sociedad


sin dominación.
Si la teoría del colonialismo interno pudo constituirse en una ciencia
social para el mundo indígena, fue porque creyó en la existencia de una
sociedad sujeta a leyes, donde el ideal utópico del regreso al ayllu y
al Incario debía perseguirse como una predestinación. Este ideal está
ideológicamente inspirado en lo que se supone es el “deber ser” de una
sociedad. De ese modo, los descolonizadores: Evo Morales, el MAS y
otros líderes de izquierda, creyeron que era su obligación trazar líneas
demarcatorias sobre la llamada sociedad colonial boliviana y decidir así
sus márgenes, sus interiores —sus adentros y sus afueras—, pero cuan-
do se tuvo el poder en las manos, el arte de definir quién quedaba aden-
tro y quién estaba afuera, se transformó en una oportunidad autoritaria
para plasmar una utopía regresiva que añoraba el pasado del Kollasuyo,
sabiendo que vivíamos en otra época.
El MAS y Evo celebraban el año nuevo andino-amazónico para
transmitir solamente las visiones del horizonte cultural indígena. Estas
acciones eran una especie de almácigo que contendría las posibilidades
ideales de una sociedad que superaría el conflicto entre clases y etnias.
Sin embargo, esta posibilidad exhalaba confrontación y nublaba el con-
texto internacional para forzar un atrincheramiento mirando hacia el
pasado: la regresión al incanato, algo desaparecido y desconocido pero
útil para la movilización populista de vastos grupos rurales y migrantes
indígenas en las áreas metropolitanas.
En esta situación, las utopías regresivas no comprendieron el presen-
te democrático porque no supieron darse cuenta que ni el pasado ni el
futuro existen. Estos perfiles temporales son únicamente proyecciones
psicológicas del presente y es por esto que sus propuestas utópicas no
respondían a los desafíos actuales de las políticas públicas en cualquier
ámbito del Estado. La fascinación dual de las utopías regresivas: indio
y blanco, el adentro de la Bolivia india y el afuera de lo occidental
destructivo, fue un producto del afán por simplificar la economía, la
sociedad, la política y la democracia (Mires, 1994).
De esta forma, el populismo indianista se presentaba como una ideo-
logía que establecía qué era lo importante y qué lo superfluo, lo principal
y lo secundario, qué era lo que debía eliminarse y qué debía favorecerse.

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Franco Gamboa Rocabado

Esta lógica dual es fuertemente discriminatoria y poco útil para avanzar


siguiendo las exigencias del mundo democrático.
Con la caída de Evo Morales, el pensamiento indianista en Bolivia
habría llegado a su fin. Ya no representa una forma de comprensión de-
safiante para explicar una serie de conflictos y problemas de la identidad
colectiva boliviana, porque sencillamente quedó anquilosado en consig-
nas que se convirtieron en interpelaciones poco favorables y carentes de
valores éticos para impulsar las conductas colectivas en el siglo XXI.
Básicamente, el indianismo enmarcado dentro de la teoría de la des-
colonización, resaltó y reforzó con demasiado énfasis las esperanzas por
preservar el legado del viejo imperio de los incas y las aparentes bonda-
des del Tawantinsuyu. Éste es un pasado que, bajo la mirada indianista,
hubiera sido siempre mejor y superior a la degradante violación de la
conquista española. En otras palabras, se trata de un pensamiento que
tiene el objetivo de conservar diferentes costumbres de carácter pre-
moderno rechazando, al mismo tiempo, todas las metas normativas del
mundo occidental, tanto en el terreno técnico, científico, cultural como
económico.
Esta orientación ideológica es un enfoque que defiende a la sociedad
incaica como tipo ideal virtuoso y modelo a seguir, para luego recono-
cer una supuesta identidad profunda: la “identidad india”, una especie
de añoranza que mira hacia el pasado, pero condenándolo permanente-
mente porque si no hubieran venido los colonizadores, nada malo ha-
bría sucedido en Bolivia o todo el continente Abya Yala. Esta angustia
no tiene sentido luego de haber transcurrido más de 500 años. En todo
caso, representa un rechazo irracional al desarrollo histórico y a las
transformaciones evolutivas, encapsulando el pasado indígena como si
fuera un único momento de verdadero comienzo y fin de la humanidad.
El error del indianismo radica en la desgastada tensión entre los prin-
cipios universales del mundo occidental y los valores particulares del
pensamiento indio que es, a la vez, naturaleza, comunitarismo, igual-
dad y energía telúrica. El indio como tierra que piensa, identifica cuatro
elementos de la civilización occidental que debían ser completamente
eliminados porque esclavizan a los indios de América: el derecho roma-
no, el código napoleónico, la democracia francesa y el marxismo-leni-
nismo. Por lo tanto, el indianismo constituiría un tipo de pensamiento

242 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

que es la voz de un silencio de 500 años y fuerza liberadora con la mi-


sión de sepultar al pensamiento de Europa.
El indianismo no logró, empero, liberar ninguna sociedad como
proyección revolucionaria. Sólo fue un intento de crítica historicista
para ganar un espacio en el escenario democrático. De hecho, fue la
democracia representativa que le dio una oportunidad al indianismo
para contribuir a la búsqueda de políticas igualitarias y acciones de-
mocratizadoras. Sin embargo, el pensamiento indianista fue totalmente
instrumentalizado por el MAS y Evo Morales, que lo divulgaron como
una ideología que justificaba el ejercicio del poder de algunos dirigentes
indígenas. Si éstos cometían actos de corrupción, abusaban de su auto-
ridad y no lograban mejorar las condiciones de pobreza del área rural,
el indianismo instrumentalizado iba a servir como espíritu indulgente.
Así se hizo de la vista gorda en una serie de arbitrariedades clien-
telares, linchamientos y conductas pragmáticas que caracterizaron a la
acción política de los defensores del indianismo. En cierta medida, el
MAS pervirtió al indianismo pero éste tampoco se puso en guardia por-
que su radical rechazo de las esferas política y cultural de la modernidad
occidental, se diluyó con la aceptación, con frecuencia entusiasta, de los
adelantos tecnológicos y la oferta de buenos cargos, aunque solamente
para algunos. Evo Morales consiguió articularse con importantes grupos
organizados de campesinos sindicalizados y colonizadores que confor-
maron la Coordinadora Nacional del Cambio (CONALCAM), la Confe-
deración Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB)
y el Pacto de Unidad, con quienes promocionó la idea de una descoloni-
zación rebelde y un proceso de cambio irreversible que, en los hechos,
reprodujo dinámicas de patronaje político, al entregar $19,377,081
para sedes sindicales en el periodo 2011-2015, a través de la Unidad
de Proyectos Especiales del Ministerio de la Presidencia (Ortiz, 2017:
5). Con esto se aseguraba una lealtad política duradera, bajo el manto
de un discurso desafiante ligado al poder indígena (Farthing, 2019b).
El sindicalismo indianista y campesino se encargó de atestiguar
cómo las ideologías de la descolonización y el pensamiento indio sirvie-
ron como cortinas de humo para las estrategias prebendales de la acción
mestiza del MAS y otras fracciones que, viendo con mayor detenimien-
to, estuvieron invariablemente cómodas con la modernidad occidental y

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 243


Franco Gamboa Rocabado

la estructura de poder construida por el ex Vicepresidente Álvaro García


Linera, para quien la revolución india se convertiría es una estrategia
utilitarista para instalar nuevas élites, con un decoro solamente discur-
sivo a favor de los indios en el poder. El poder sería ejercido, no por el
pensamiento indianista, sino por la astucia criolla para proseguir con
las raíces de un Estado administrado discrecionalmente (McDermott,
2014).
El rechazo de otras formas de representatividad política por parte
de los partidos tradicionales que gobernaron entre 1985 y 2005, derivó
en una crisis que hizo posible el salto del indianismo como alternativa
democratizadora y condicional aporte a la fundación del Estado plu-
rinacional. De todos modos, este impulso fue desviado por los líderes
indianistas del MAS, destruyéndose un valor mínimo: ser fiel a lo que
profesaban en la crítica de los 500 años de colonialismo. El indianismo
jamás le pidió rendir cuentas a Evo Morales, aceptando sin más la de-
predación del medio ambiente, los terribles incendios en septiembre de
2019 que hicieron desaparecer cerca del 40 por ciento de la Amazonía
virgen en el oriente de Bolivia, evitando también que los funcionarios
indígenas puedan implementar verdaderos proyectos de desarrollo para
combatir la desigualdad. En la actualidad, Bolivia sigue teniendo uno
de los porcentajes más altos de pobreza rural de América Latina y la
inseguridad alimentaria más dramática en las comunidades indígenas
dispersas, tanto andinas como amazónicas (FAO, 2018).
El indianismo tampoco superó sus actitudes intransigentes en la ac-
ción política, ni el pragmatismo para aceptar acríticamente cargos bien
pagados. Evo cooptó hábilmente a los principales dirigentes de la Cen-
tral Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y del
Consejo Nacional de Ayllus y Marqas del Kollasuyo (CONAMAQ).
Finalmente, el indianismo se fue apagando en la globalización actual,
derretido ante la fuerza de nuevas perspectivas de la democracia mul-
ticultural que también posee el pensamiento occidental y defiende los
derechos colectivos de las diversidades sociales, étnicas y sexuales,
toda una lucha dentro de los procesos de construcción de ciudadanía e
institucionalización de un sistema democrático moderno.
Hoy en día, la perspectiva es multidimensional porque entrelaza las
dimensiones económicas, socio-culturales y propiamente políticas de

244 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

una democratización que pone en relieve las tensiones emergentes de


la construcción de igualdad política, no la raza ni la descolonización.
El indianismo quedó desplazado y se convirtió en un aparato del resen-
timiento ideológico, incapaz de comprender la complejidad del calen-
tamiento global y la lucha contra la desigualdad económica, en medio
de la democracia como opción de gobierno verdaderamente pluralista
(Paz, 1993; Needham, 1975; Oblitas Fernández, 1997).
El daño a la democracia y a la sociedad boliviana consistió en la
transmisión de un discurso de revolución, utilizando a las institucio-
nes democráticas para reivindicar la inclusión indígena y luego recha-
zar cualquier límite a las arbitrariedades del poder que cometieron Evo
Morales y la élite más cuestionada de su partido.1 En los hechos, el
MAS solamente construyó una nueva élite de clase media que aprove-
chó las influencias del poder estatal para enriquecerse a gran escala. El
caso más lamentable fue lo sucedido en el Fondo de Desarrollo para los
Pueblos Indígenas y Comunidades Campesinas, administrado por am-
biciosos indígenas urbanos y campesinos que lograron desviar a cuen-
tas personales cerca de 35 millones de dólares, por medio de proyectos
fantasmas y una actitud hostil a la transparencia en las instituciones de
la democracia (Ortiz, 2016: 41).
La dirigente campesina del MAS, Nemecia Achacollo, ex ministra
de Desarrollo Rural y presidenta del directorio del Fondo Indígena, está
siendo juzgada por delitos de peculado, pero en más de una ocasión afir-
mó categóricamente que ese dinero “era de los indígenas” y éstos tenían
todo el derecho de comérselo, si así lo decidían. Achacollo está también
involucrada en una relación sentimental entre su hija de diecisiete años
y Evo Morales, lo cual desató una serie de escándalos sobre la dinámica
clientelar del MAS que trataron de ser justificados cuando se enarbolaba

1
Después de la caída de Evo Morales, el Tribunal Supremo de Justicia inició
procesos por corrupción, peculado e incumplimiento de deberes a cerca de diez
ministros de Estado, algunos de clase media profesional y otros indígenas; sin
embargo, todos se identificaron en algún momento con el llamado socialismo
del siglo XXI y el indianismo, sobre todo al utilizar el discurso para reclamar el
“derecho humano” de Evo Morales a la reelección indefinida; ésta hubiera sido
la única garantía para reconocer a Morales como el verdadero líder indio del
continente (Kurmanaev y Krauss, 2019).

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 245


Franco Gamboa Rocabado

la ideología del indianismo, con el propósito de favorecer a ciertos di-


rigentes indígenas como si fuera una estrategia de compensación justa,
aun cuando se cometieran actos de corrupción (El Espectador, 2012;
Makaran, 2016).
Tras siglos de marginamiento, los indígenas habrían ganado el dere-
cho a tomar el poder o ejercer cargos públicos, sin ningún cuidado res-
pecto a la capacidad profesional o las conductas éticas. El clientelismo
se convirtió en una habilidad para que, simultáneamente, se intercam-
bien votos por obras y para la incorporación política de grandes masas
anteriormente excluidas. Estas acciones no cambiaron la desigualdad
estructural de la sociedad boliviana. No hay evidencia empírica para
afirmar que el MAS y Evo promovieron una mayor representatividad
política de los sectores marginados, ni una mayor institucionalización
del Estado en términos de legitimidad y consolidación de su capacidad
integradora (V-Dem, 2020).
Los proyectos de desarrollo en el gobierno de Evo Morales fueron
vistos por la nueva élite morena y de raíz indígena, como una oportuni-
dad para apropiarse de fondos estatales, aprovechándose de su estancia
en el poder. No hubo una verdadera preocupación por transformar las
instituciones estatales, ni por mejorar la gestión pública, prevaleciendo
la exuberancia ideológica y despreciándose todo aquello que pudiera
identificarse con el Estado democrático representativo. Un caso especial
resalta con el conflicto en torno a la construcción de una carreta entre
los departamentos de Beni y Cochabamba que iba a destruir los terri-
torios de la Amazonía: el problema del Territorio Indígena del Parque
Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) el año 2011.
Si bien el MAS realizó un referéndum en las poblaciones del TIPNIS,
Morales decidió que los resultados de dicha consulta no iban a ser vin-
culantes; es decir, no serían tomados en cuenta con carácter obligatorio.
Su gobierno siguió adelante con la construcción de la carretera y a pesar
de ser duramente criticado por los sectores indígenas, Evo en persona
visitó las comunidades regalando antenas parabólicas, motores para lan-
chas, útiles escolares y medicamentos; típica dádiva de la vieja sociedad
colonial. Sin embargo, las fuerzas de izquierda marxista y los dirigentes
indianistas aceptaron la violación de derechos comunitarios en el TIP-
NIS argumentando que el desarrollo económico occidental era, en sí

246 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

mismo, un derecho inalienable para el movimiento indígena (Bautista


et. al., 2012).
Por otra parte, fue muy decepcionante que los sectores indianistas
del MAS plantearan la “descolonización del Estado”, discurso que se
convirtió solamente en una especie de excusa para alterar las normati-
vas y romper los criterios mínimos de una gestión pública racional. En
su lugar surgió con fuerza la imposición de visiones unilaterales y el
autoritarismo exitista de creer que el MAS, los dirigentes indianistas y
Evo jamás se equivocaban porque la injusticia solamente podía venir de
la derecha y el capitalismo, pero nunca de las fuerzas revolucionarias
del pueblo donde imperan las identidades indígenas. Así reprodujeron
una sutil conducta de izquierda tradicional: ausencia de autocrítica y
desprecio de los contrapesos institucionales para neutralizar los excesos
del poder. Los hechos de corrupción desencantaron rápidamente a los
sectores más optimistas del indianismo boliviano, creciendo con fuerza
una demanda para que Morales no se presente a una cuarta reelección y,
en todo caso, abandone el poder.
Otro efecto político fue la imposibilidad de reconstruir el escenario
democrático mediante la instauración del Estado plurinacional. Inicial-
mente se pensó que la república de Bolivia había llegado a su fin de-
bido a su quiebra política y económica con las políticas de mercado,
calificadas como neoliberales y asfixiantes para un país indígena en
ruinas. Quiso introducirse una suerte de renacimiento con la aparente
fundación de un Estado que se reconociera como el eje articulador de
múltiples nacionalidades. Al mismo tiempo, se trató de reorientar el
régimen democrático representativo hacia una supuesta democracia ét-
nica, directa o participativa.
Si bien se aprobó una nueva Constitución Política en el año 2009
donde se enaltecía al Estado plurinacional, aquella fue un documento
indigenista que en varios acápites destacaba un conjunto de plantea-
mientos retóricos que nunca se cumplieron en la realidad, sobre todo
por la existencia de una crisis institucional donde el estilo presidencial
de Evo Morales se caracterizó por neutralizar las normas de control
gubernamental en las grandes contrataciones de carreteras o adquisicio-
nes millonarias de equipamiento. Casi todos los ministerios utilizaron
la modalidad de “invitación directa” para favorecer a las empresas que

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 247


Franco Gamboa Rocabado

ya tenían un contacto previo o gozaban del clientelismo político (Albro,


2007). El Estado plurinacional fue un discurso populista que interpeló
a los sectores más pobres, a las comunidades rurales y a la prensa inter-
nacional pero no tuvo una institucionalidad verdadera capaz de ir más
allá del patronazgo que siempre predominó en las decisiones políticas.
En los catorce años de gobierno de Morales, un 90 por ciento de
los contratos que realizaron las entidades del Estado con particulares,
ya sea para la compra de equipos, provisión de insumos o construc-
ción de infraestructura, se los realizó a través de decretos supremos,
invitación y/o adjudicación directa de las empresas, tanto nacionales
como transnacionales sin previa licitación pública y menos por concur-
so de méritos donde el acceso a la información en estos negocios fue
prácticamente cero. Las compras directas alcanzaron a 3 000 millones
de dólares entre 2006 y 2016. Al menos 31 compañías internacionales
ejecutaron en el año 2016 un total de 51 proyectos por 5 630 millo-
nes de dólares, preparando el terreno para la carrera electoral de Evo
y obligando al Tribunal Constitucional a encontrar una interpretación
jurídica que avale su repostulación (Zavala, 2016).2
El sueño por instituir el Estado plurinacional terminó en un discurso
solamente grandilocuente que no contrarrestó la economía extractivista,
el Estado rentista y el populismo electoral al cual Evo Morales apos-

2
Según estimaciones del Banco Mundial, anualmente Bolivia pierde 2 570 mi-
llones de dólares debido a la corrupción estatal. De esta suma, 400 millones de
dólares se desvían por el contrabando y 550 millones por la evasión de impuestos
(Vacaflores, 2006). Asimismo, las múltiples denuncias de corrupción que invo-
lucra a la cúpula del MAS están relacionadas con el programa gubernamental
“Bolivia Cambia, Evo Cumple” de la Unidad de Proyectos Especiales (UPRE),
que dependía del Ministerio de la Presidencia. De esta manera destaca el hecho
ligado a 33 camiones de contrabando del ex Ministro de la Presidencia Juan
Ramón Quintana, quien también fue asesor del Ministerio de Defensa durante el
gobierno del ex dictador Hugo Banzer Suárez (1997-2000). Quintana se graduó
de la Escuela de las Américas en los Estados Unidos y fue un operador de inte-
ligencia, especializado en complots entre 2009 y 2019. Por otro lado, aparece la
relación de Evo Morales con Gabriela Zapata, una joven militante del MAS; esta
relación desató el tráfico de influencias con la empresa china CAMC. Zapata era
la ejecutiva de contacto para conseguir contratos por el valor de 500 millones de
dólares. A su vez, el ex Vicepresidente, Álvaro García Linera, fue reiteradamente

248 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

tó, por medio de la entrega de dobles aguinaldos al sector público y


privado, transferencias directas a sectores pobres con bonos de apenas
sesenta dólares y el gasto dispendioso de 54 mil millones de dólares que
representó la renta petrolera entre 2006 y 2014 (Morales, 2020).

La crisis de Estado

La crisis estatal más profunda llegó cuando Evo Morales desafió a la


opinión pública y convocó a un referéndum para legitimar su permanen-
cia en el poder. Supuso que iba a ganar ampliamente pero fue derrotado
en febrero de 2016. La población decidió no modificar el artículo 169
de la Constitución con el propósito de frenar una cuarta postulación a
la presidencia. Evo se negó a aceptar el resultado y lo calificó como
un referéndum de la mentira porque, en su criterio, no era democrático
reducir la duración del mandato presidencial, cuando se consideraba
a sí mismo como la condensación de la identidad india en un proce-
so de revolución cultural. En noviembre de 2017, sus asesores en el
Poder Ejecutivo exigieron al Tribunal Constitucional la aprobación de
una resolución extraordinaria que autorice su reelección con carácter
indefinido.

cuestionado por mentir sobre la obtención de su título profesional, así como por
la compra de su libreta de servicio militar. Los favoritismos para sus parientes
dieron lugar a otro escándalo porque éstos dotaban de refrigerios por medio de
la empresa Air Catering a la línea aérea estatal BOA. El ex presidente de YPFB,
Carlos Villegas armó una red de corrupción para favorecer a una allegada con
quien tenía algún tipo de relación sentimental. En YPFB sucedieron también
otros hechos de nepotismo que relacionan al ex diputado Manuel Morales Dávi-
la, ex candidato a la Prefectura de La Paz y a sus hijos: Manuel Morales Olivera,
dueño de una imprenta que, sin la más mínima formación universitaria, llegó a
ser también presidente de YPFB, donde realizó contratos fraudulentos con varias
transnacionales. Otras hijas de Morales Dávila se beneficiaron de oscuros favo-
res como parte de la “élite esclarecida” del partido; así destaca Marcia Morales
Olivera que llegó a ser presidenta de la Aduana Nacional y la ex Ministra de De-
sarrollo Productivo, Teresa Morales Olivera, que fue denunciada por la quiebra
de la empresa estatal de textiles Enatex (Zavala, 2016; Wickberg, 2012).

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 249


Franco Gamboa Rocabado

Así fue como Evo Morales dirigió el sistema político hacia un rumbo
autoritario. Según él, la democracia era inviable sin su presencia y sin la
posibilidad de instaurar un sistema electoral de partido único donde el
MAS representaría el actor hegemónico y la vanguardia exclusiva de la
democracia multicultural. Evo era el sujeto trascendente que articularía
la identidad del Estado plurinacional.
Estas circunstancias contrastaban con la situación económica. El Es-
tado boliviano pierde cada año 600 millones de dólares en la venta de
combustible subvencionado que se vende por debajo de su precio en el
mercado interno. Además, el contrabando de carburantes involucra a al-
tos funcionarios estatales y militares. Es por esto que la nacionalización
de los hidrocarburos fue una política ambivalente que trajo millones de
dólares para solventar diferentes bonos con carácter rentista, al mismo
tiempo que siguió dependiendo de la tecnología y la capacidad de in-
versión y exploración de las transnacionales ligadas a Repsol, Petrobras
o Total (Jemio, 2008). Por costos recuperables (costos de explotación
de las empresas petroleras bajo los contratos de riesgo compartido), el
Estado boliviano llegó a pagar a las transnacionales entre 200 y 1000
millones de dólares en el periodo 2006-2014. Sin embargo, no se hizo
nada por mejorar las políticas de salud pues, por ejemplo, con la pan-
demia del Covid-19 en abril de 2020, Bolivia no pudo planificar una
atención adecuada, al evidenciarse que en los hospitales estatales más
grandes solamente había 80 camas para internación en terapia intensiva,
la cantidad más baja de América Latina.
En el ámbito estratégico de los hidrocarburos, Evo Morales prefi-
rió seguir también con una lógica ineficiente para financiar políticas
sociales de corto plazo, mediante transferencias directas de la renta
proveniente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Además, en el periodo 2006-2016 se cambió diez veces al presidente
de esta corporación. Los diez presidentes de YPFB estuvieron involu-
crados en escándalos públicos de corrupción y tráfico de influencias,
generándose una crisis institucional y llegando a convertirse en una ex-
presión de anomia estatal, entendida como la pérdida de control político
para favorecer únicamente la acción de intereses particulares que distor-
sionan las normas gubernamentales en la administración de cuantiosos
fondos públicos (Chapaux, 2009). Esta anomia era, al mismo tiempo,

250 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

una estructura inveterada que Morales no pudo cambiar debido a su


falta de conocimientos. Probablemente, Evo fue utilizado solo como
un ícono electoral en persistente campaña. La estructura clientelar de
la anomia fue tan poderosa que Morales dejó a las élites de su partido
hacerse cargo de millonarias pérdidas y millonarias estafas.
El comportamiento de las exportaciones bolivianas mostró un ascen-
so muy favorable con grandes ingresos por concepto de hidrocarburos,
minería y manufacturas en el periodo 2009-2014. Como se indicó, so-
lamente la renta petrolera alcanzó a 54 mil millones de dólares y estos
recursos fueron rápidamente utilizados como si fueran una tarjeta de cré-
dito para financiar cualquier iniciativa, aunque la estructuración de po-
líticas públicas junto con instituciones aptas para el servicio públi-
co, estuvieron siempre sometidas a la ineficacia y la baja capacidad
profesional del personal burocrático.
El MAS no reformó el aparato estatal, ni lo preparó para una trans-
formación profunda que responda a las principales exigencias de la
Constitución. De hecho, se observó claramente que el sistema demo-
crático presentaba una obsolescencia institucional que se manifestaba
en la desigualdad y la ineficiencia constantes, donde los funcionarios de
alto rango y los técnicos responsables del diseño e implementación
de las políticas públicas, carecían de una carrera como funcionarios
públicos.
Algunos informes de desarrollo humano sugieren que el MAS y
Evo Morales no lograron reducir la desigualdad socio-económica de-
bido a la existencia de ciudadanos que logran ingresos de apenas 400
dólares mensuales, frente a empresarios privados y funcionarios polí-
ticos de élite que se llevan entre 5 y 10 mil dólares de sueldo. Si bien
el PIB per cápita aumentó de 1995 dólares en 2010 a 3565 en 2018,
las comunidades indígenas continúan siendo víctimas de la exclusión
económica y la falta de oportunidades para transformar a sus jóve-
nes generaciones en agentes de cambio con alto estándar de educa-
ción y habilidad para acomodarse en la economía global del siglo XXI
(Hicks, et. al., 2018).
Hasta el día de hoy, nadie tiene estabilidad laboral y tampoco un
profesionalismo competitivo en todo el sector público. La burocracia
estatal más antigua sobrevivió en la gestión del MAS porque pagaba en-

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 251


Franco Gamboa Rocabado

tre 500 y 1000 dólares de su sueldo a los recaudadores políticos, además


de renunciar a cualquier crítica y arreglar estadísticas cuando así se les
ordenaba.3 Lo contrario a la obsolescencia era la modernización insti-
tucional que equivale a la identificación de reglas de conducta claras, la
capacidad de instalar unidades de análisis estratégico en cada ministerio
y la posibilidad de desburocratizar las estructuras institucionales para
facilitar la toma de decisiones, pero utilizando la ley con el fin de evitar
que la arbitrariedad se propague debido al uso ilícito del dinero estatal.
Nada de esto fue cultivado por el MAS que prefirió la lealtad ideológica
de los allegados, antes que cualquier capacidad técnica y sentido auto-
crítico.
Los mensajes ideológicos fueron imprecisos. No se impulsó el de-
sarrollo de instituciones fuertes con capacidad de previsión y respuesta
para resolver problemas del desarrollo en forma concreta. Se privilegió
la polarización de izquierda versus derecha que perjudicó la toma de de-
cisiones, pues éstas no fueron oportunas, ni impulsaron el conocimiento
técnico en las políticas públicas, de manera que preponderó un excesivo
clientelismo. Evo Morales tuvo las burocracias más pesadas de América
Latina y vivió de irradiar discursos como la “descolonización estatal”
que no terminaron en propuestas reales de reforma institucional. El Es-
tado no llegó a las poblaciones rurales dispersas y fue doblegado por el
crimen organizado y el contrabando, además de sufrir uno de los más
deficientes sistemas de educación y salud en el mundo.
En medio de los debates sobre las perspectivas de largo plazo de
la revolución cultural, el MAS diseñó el “Plan de Desarrollo 2025”, con la
intención de convertir a Evo en el presidente de los 200 años desde
la fundación de Bolivia en 1825. En este plan desaparecía por comple-
to la idea de un Estado convertido en comunidad legítima y burocracia
eficiente para transformar los diferentes ámbitos de la sociedad. Se rei-
vindicaba la necesidad de un Estado descolonizado, siempre y cuando

3
Este dato puedo afirmarlo de manera clara porque lo presencié en el desarrollo de
mis labores profesionales dentro del Servicio Nacional de Identificación Perso-
nal (SEGIP) del Ministerio de Gobierno. La cuantificación de estos cobros ilega-
les es incalculable, ya que siempre se realizó al margen de cualquier contabilidad
en el periodo 2007-2019. Tampoco nadie sabe el destino de estas recaudaciones.

252 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

Evo permanezca en el poder porque la alternancia democrática era so-


lamente un argumento de la derecha para cerrar el paso al protagonis-
mo indígena en el país; en este contexto, el ex Vicepresidente, Álvaro
García Linera, afirmaba constantemente que era mejor ser un comunista
de primer orden y que él mismo jamás se consideró como un servidor
público, sino como un revolucionario marxista. Esta inclinación ideo-
lógica erosionó la posibilidad de entender al Estado como un escenario
de cambio institucional y servicio para el bien común. Por lo tanto, el
populismo indianista en Bolivia mostró la existencia de un Estado sin
gestión pública y esto es lo que, básicamente, también explica el fracaso
de Evo Morales como presidente.
Dentro del Estado en su intención descolonizadora, el Ministerio de
la Presidencia se convirtió en un escenario millonario para confundir la
democracia participativa, con la movilización constante de adeptos sin-
dicales y una discreta manipulación de contratos con empresas chinas.
El escándalo de la ex concubina de Morales, Gabriela Zapata, mostró
cómo el Ministerio, por un lado, movilizaba a campesinos, trabajado-
res y cocaleros, pero por otro lado avaló el nombramiento de Zapata
como gerente de la empresa china CAMC, cuyos contratos millonarios
con el Estado desataron un show mediático, que también fue utilizado
para justificar que Evo Morales no necesariamente era un caudillo con
una “integridad monolítica”,4 sino que era como cualquier ser huma-
no, proclive a tentaciones y errores. Éstos y el enriquecimiento ilícito
que implicaba al presidente y varios ministros, debían ser exculpados
para defender un valor mayor: la descolonización estatal y la perma-
nencia de los indígenas como protagonistas de la historia en el sistema
político.

4
La expresión “integridad monolítica del caudillo” fue transmitida por Raúl Gar-
cía Linera, hermano del ex Vicepresidente, Álvaro García Linera, quien califica-
ba a Evo Morales como un caudillo que llegó al poder en el momento histórico
oportuno. Entrevista personal, La Paz, abril de 2019. Raúl García fue también
una pieza clave en los proyectos de sabotaje que el MAS organizaba para eli-
minar a la oposición; por ejemplo, fue protagonista en el asalto al Hotel Las
Américas en abril de 2009 para perseguir a la oposición, acusada de secesionista.
Después de la renuncia de Evo Morales, Raúl García también organizó grupos de
choque entregando dinero y fomentando saqueos.

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 253


Franco Gamboa Rocabado

El hecho de considerar a Evo como la garantía única de articula-


ción partidaria e identificación política para movilizar lealtades y ga-
nar elecciones como si fuera un requisito sólo formal, se transformó en
un desgaste que deslegitimó la estrategia de la cuarta reelección, sobre
todo en las generaciones jóvenes de clase media y popular que no veían
con buenos ojos tener en el poder a la misma élite, ni tampoco seguir
apoyando al indianismo en una época de multiculturalismo y abierta
globalización.
Por último, las elecciones presidenciales del 20 de octubre de 2019
fueron un completo fracaso. Evo Morales y el Tribunal Supremo Elec-
toral ordenaron la suspensión de la transmisión del escrutinio por mesas
y por regiones, justo cuando se llegó al 80 por ciento de los votos. El
país quedó a ciegas hasta que, sorpresivamente, se mostró a Evo como
ganador el 24 de octubre. Esta intención de fraude motivó una agresiva
movilización social para que se anularan las elecciones a comienzos
de noviembre de 2019. Sin embargo, la cúpula del MAS pensó que era
posible armar un complot: Evo Morales y Álvaro García decidieron
renunciar el 10 de noviembre y se comunicaron con la presidenta del
Senado, Adriana Salvatierra y el presidente de la Cámara de Diputados,
Víctor Borda, para que también renunciaran. Con este plan preveían
que la sucesión constitucional iba a romperse y generarse un “vacío de
poder” que sería utilizado por las Fuerzas Armadas leales para convocar
a Evo como el único liderazgo fuerte y con la posibilidad de reorganizar
nuevas elecciones presidenciales.
En la noche del 10 de noviembre de 2019, el MAS movilizó cientos
de seguidores para causar pánico, incendios, asaltos y una convulsión
social no vista en los últimos diez años. El asesoramiento venía de los
agentes políticos de Cuba y Venezuela, quienes suponían que iba a suce-
der algo similar al golpe de Estado que sufrió Hugo Chávez en abril del
año 2002. Frente al caos y la violencia anómica en las calles, no habría
otra salida que el regreso de Evo pero bajo el patrocinio de las Fuerzas
Armadas (V-TV, 2012; Shultz, 2019).
Las previsiones de retorno naufragaron porque los parlamentarios
de la derecha conservadora tomaron el control del gobierno, aliándose
a un motín policial en todo el país y logrando que la primera vicepre-
sidenta del Senado, Jeanine Áñez jurara como presidenta interina. La

254 Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021.


El populismo indianista en Bolivia

derecha política también negoció con las organizaciones cívicas más


importantes del departamento de Santa Cruz y con la iglesia Católica,
de manera que se hizo una interpretación constitucional rápida, la cual
recomendaba que, ante la ausencia del Presidente, el Vicepresidente y
la Presidenta del Senado, el país no podía quedar a merced del vacío de
poder. El MAS también entró en pánico, se dividió y, fruto de la confu-
sión, fue obligado a reconocer el poder de la nueva presidenta interina
para pacificar el país y pensar en la salvación del partido, pero esta vez
sin las viejas élites. La integridad monolítica del caudillo se había des-
truido por completo.
Cuando Áñez asumió el poder, no necesariamente fue un golpe de
Estado, sino una negociación entre élites políticas del MAS, la iglesia
Católica, embajadores de la Unión Europea y los partidos de la oposi-
ción, con el objetivo de evitar conflictos violentos y destructivos. Sin
embargo, esto tampoco pudo ocultar que la derecha se reorganizara y
capturara de nuevo varias esferas de influencia en el Estado, actuando
con mucha discrecionalidad y arbitrariedad. El único antídoto para fre-
nar la descomposición era la organización de nuevas elecciones presi-
denciales.
Bolivia regresa a una incertidumbre sobre la legitimidad del gobier-
no de transición (que debería quedarse en el poder hasta julio de 2020),
y sobre los mecanismos institucionales para instalar un nuevo gobierno
democrático que retome la estabilidad política y la gobernabilidad du-
radera. Todo este panorama ahora se desvanece, debido a que Áñez es
una presidenta transitoria que, al mismo tiempo, cumple con tres fun-
ciones contradictoras: a) candidata presidencial (algo que no estaba en
la agenda de transición); b) garante del proceso electoral, fruto de los
compromisos asumidos luego del vacío de poder acaecido el 10 de no-
viembre; y c) líder circunstancial de las políticas de salud para enfrentar
una pandemia del Covid-19, frente a la cual el sistema de salud no tiene
las mejores condiciones. La pandemia requiere de un gobierno estable,
con un conjunto de ministerios e instituciones que no sean “de paso”,
sino todo lo contrario, una estructura de poder fuerte, interdependiente
y con suprema coordinación, aspectos que todavía están ausentes en el
sistema político boliviano.

Estancias, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2021. 255


Franco Gamboa Rocabado

Conclusiones

Evo Morales fue vencido por los profundos problemas de gobernabili-


dad, por sus contradicciones como líder de un populismo indianista cu-
yos códigos de interpelación dejaron de funcionar, y por una estrategia
que ya no pudo preservar los criterios de orden político democrático.
Una de las paradojas de la democracia boliviana consiste en aquel vaivén
que va de la superación de todo tipo de exclusiones, hacia la aceptación
de presiones, demandas y conflictos que son sumamente desestabiliza-
dores con tendencia a la destrucción del mismo sistema democrático.
El populismo indianista buscó siempre un enemigo: una razón para la
polarización y terminó sepultado por las demandas de democratización
que la ciudadanía exigió luego del intento de fraude electoral.
Los mensajes ideológicos del populismo indianista de Evo Morales
caducaron y mostraron la necesidad de construir y proteger el orden de-
mocrático, imaginando formas de control de la ingobernabilidad y pro-
poniendo la negociación para desbaratar los conflictos más perjudiciales
que, con el pretexto de la participación indígena, buscaron prolongar
demasiado un modelo clientelar de administración estatal. Aquí destaca
el accionar de los campesinos cocaleros vinculados con la economía del
circuito coca-cocaína y aquellos dirigentes indígenas que sucumbieron
ante la corrupción como el caso del Fondo Indígena.
Actualmente, la sociedad civil boliviana busca reorganizar las elec-
ciones presidenciales, considerando la construcción de un centro equili-
brador sobre la base del impulso de la modernidad política como criterio
ideológico para rescatar la democracia representativa. El discurso india-
nista se desgastó. Hoy en día, el sistema político busca domesticar los
problemas de ingobernabilidad, pero no desde un modelo retórico, sino
asumiendo algunos riesgos sobre cómo manejar la presión de los inte-
reses y actores corporativos, cómo gobernarlos, cómo actuar dentro de
un proceso político que sobreviva a los miedos históricos del racismo y
al indianismo como fundamento del clivaje étnico-cultural permanente.
La alternativa al populismo indianista necesita tender puentes para
una auténtica reconciliación, superando las concepciones del colonia-
lismo y las actitudes racistas. Sin embargo, tampoco es posible pensar

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El populismo indianista en Bolivia

ingenuamente que va a reemplazarse la Bolivia premoderna por otra


impecablemente posmoderna. La izquierda marxista e indianista en
Bolivia tampoco representan ninguna ilusión para una mejor democra-
tización.
Finalmente, la conmemoración de los cuatro años que pasaron des-
de el 21 de febrero de 2016, cuando en el Referéndum se dijo no a la
reelección de Evo, mostró que en las principales capitales de todo el
país, la sociedad salió masivamente a las calles para exigir que su voto
sea respetado. Morales menospreció estas marchas y bloqueos, reprimió
las manifestaciones y volvió a plantear que nadie podía violar su dere-
cho humano a ser elegido. Sin embargo, el Tribunal Constitucional que
aprobó la reelección, dejó claro que el MAS estaba dispuesto a idear las
más absurdas posiciones para forzar su permanencia en el poder. Con
estos antecedentes, la suerte ya estaba echada en el intento de fraude
electoral del año 2019, momento en que Evo Morales tampoco dio su
brazo a torcer, impulsando al país hacia una escalada de violencia. Sin
embargo, desde diciembre de 2019 a la fecha (abril 2020) se retomó
cierta gobernabilidad y ahora Bolivia está a la espera de relanzar nuevas
elecciones presidenciales. El populismo indianista, junto con el desa-
rrollo de una política leninista, se equivocaron por completo, tanto en
su desprecio por la espontaneidad de las masas, como en la idealización
de una élite partidaria favorecida. Evo era plenamente reemplazable
porque, además, así estaba previsto en la Constitución y en las raíces
mismas del sistema democrático.

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Recibido: 17 de abril de 2020


Aceptado: 16 de noviembre de 2020

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