IV 1 La Condescendencia de Dios en La Biblia
IV 1 La Condescendencia de Dios en La Biblia
IV 1 La Condescendencia de Dios en La Biblia
Este proceso que acabamos de describir nos recuerda lo que los antiguos escritos
griegos de la Iglesia llamaban el abajamiento de Dios, la “synkatábasis”, la
condescendencia o adaptación que Dios hace para revelársenos en forma
inteligible, en clave humana. Y no es que Dios no pudiera revelarse
directamente… Es que el hombre, en su constitución material (necesariamente se
comunica a través de sus sentidos corporales) no podría entender a Dios, que es
espiritual. También esto lo ha subrayado el Conc. Vaticano II:
Por eso, como ya afirmaba Pío XII: el lector de la Biblia “ha de esforzarse por
averiguar cuál fue la propia índole y condición de vida del escritor sagrado, en
qué edad floreció, qué fuente utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir
empleó”. Concretemos algunos puntos:
- El ambiente externo que rodea a un autor tampoco debe olvidarse, por que él
va a utilizar el vocabulario e su cultura, e incluso las comparaciones de su
ambiente y época. El autor del Génesis, por ejemplo, con el estilo y la
cosmovisión precientífica de su época nos transmite los grandes y graves
problemas del origen del mundo: creación, formación particular del hombre,
pecados primero, promesa de un liberador, etc., pero sería un concordismo
barato pretender aplicar nuestros conocimientos científicos sobre el mundo para
explicar la Biblia, como pretenden imponer los datos precientíficos de la Biblia a la
visión científica actual.
- Incluso el puesto que cada uno de los autores ocupa como eslabón en la historia
de la revelación no debe pasar desapercibido al lector bíblico. Dios pudo habernos
revelado todo lo que nos ha dicho, desde el Génesis al Apocalipsis, ya en los
primero albores de la humanidad. Pero, ¿el mundo le ha comprendido? ¿No habrá
sido mejor que, como un buen pedagogo (Cfr. Gál. 3,25; 4,1-8; Hb. 1,1-3), haya
ido conduciendo de lo fácil a los difícil, de lo menos perfecto a lo mas perfecto?...
así lo ha hecho, en efecto: con una pedagogía que podríamos calificar de
condescendiente, exigente y progresiva, se ha ido acomodando al hombre y le ha
ido conduciendo poco a poco de lo imperfecto a lo perfecto, por ejemplo: de la
salvaje ley del más fuerte (Gn. 4,23s), pasando por la justiciera “ley del talión”
(Ex. 21,23-25), hasta llegar al amor a los enemigos propuesto por Cristo (Mt.
5,44ss; 18, 22); desde el politeísmo patriarcal de Abraham, pasando por el
monoteísmo de Moisés hasta llegar al descubrimiento que nos hace Cristo del
misterio trinitario; desde la prohibición de los pecados carnales de bestialidad y
sodomía, típicos de una época nómada, pasando por la prohibición del adulterio
en la época mosaica, hasta llegar al adulterio de sólo pensamiento o deseo en el
cristianismo…