LRH 54.10
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LA RAZÓN HISTÓRICA
Revista hispanoamericana de Historia de las Ideas
ISSN 1989-2659
Número 54, Año 2022, páginas 188-192
www.revistalarazonhistorica.com
La Razón Histórica, nº54, 2022 [188-192]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social
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revolución permanente “para regenerar al ser humano y crear un hombre nuevo” (p.
156). Este dato es clave, pues nunca se insistirá lo suficiente en el desprecio de los
líderes fascistas por el pueblo italiano y la obsesión de Mussolini por corregir los
vicios que atribuía a los italianos. Es, además, un apunte definitivo para establecer
la diferencia con el presente, en que abundan los actores políticos que apelan a un
pueblo virtuoso abandonado por una élite corrupta. La distancia con el fascismo
histórico es, en este punto, definitiva:
¿puedes imaginar a cualquier dirigente populista de nuestro tiempo
declarando públicamente que considera al pueblo un cuerpo viciado y
corrupto, que debe ser curado a través de una férrea disciplina, para ser
regenerado y adecuado al modelo humano imaginado por el dirigente
populista, ya sea Berlusconi o Renzi, Salvini o Di Maio, Orbán o Trump? (p.
164)
Hay una segunda idea en este libro que anima a examinar con más detalle la
Historia de Italia así como la biografía de Mussolini. “Desde el punto de vista
organizativo, cultural e institucional, el fascismo era la resultante de muchos
componentes, que en Mussolini tenían, por así decir, su síntesis, pero sin agotarse en
su persona” (p. 40), afirma Gentile. Y así, en efecto, al examinar los años posteriores
al Risorgimento o unificación de Italia, el historiador saca a la luz un abigarrado
conjunto de circunstancias: la violencia de los escuadristas (excombatientes de la
Gran Guerra frustrados por las promesas incumplidas de los gobiernos de Italia); la
constitución de los Fascios de Combate en Partido Nacional Fascista en 1921; la
retirada al Aventino o abandono del Parlamento de liberales, populares católicos y
socialistas reformistas en 1924 como protesta por el asesinato del socialista
Matteoti… Sin embargo, lo que llama la atención es que lo que empezó siendo, por
influencia de Mussolini, un movimiento antiparlamentario de excombatientes que
se reivindicaban como los auténticos representantes de la nación, terminara
transformándose en el partido único, de masas, antidemocrático y racista que ha
pasado a la historia comandado por el mismo hombre que, en 1919, insistía en
dirigir un movimiento democrático, reformista, aristocratizante, libertario y anti-
partido. Gentile no lo expresa de esa forma, pero resulta plausible que el
pragmatismo y la falta de prejuicios que Mussolini atribuía al fascismo en una obrita
de 1920 le llevara a mutar del tipo individualista y anarquista al Duce estatalista y
totalitario aprovechando el crecimiento del escuadrismo como movimiento de
masas y la formación de bandas armadas (pp. 148-150). Por eso, “en los
acontecimientos del fascismo de 1920 hasta la conquista del poder, Mussolini no fue
un Duce que precede, sino más bien un Duce que sigue y se adecúa a la voluntad de
los jefes fascistas del escuadrismo… Sólo después de 1926, ya suprimidos todos los
demás partidos, Mussolini consiguió imponerse definitivamente como Duce
supremo en la cúspide del partido y del régimen fascista” (pp. 151-152).
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Esta idea aparece hacia el final de Quién es fascista y es más un esbozo que un
razonamiento sostenido con argumentos de calado. Sin embargo, en su armazón
remite a algunas regularidades de lo político que el lector interesado reconocerá con
facilidad: la ley de hierro de la oligarquía descrita por Dalmacio Negro, la anaciclosis
enunciada en la Historia de Roma de Polibio... Y también, claro, a cierto idealismo
vinculado a la tradición del liberalismo social o progresista, que no por poco
elaborado resulta menos sugerente.
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