Sindico Concursal. GRAZIABLE

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Título: El síndico concursal. Introducción al estudio de la sindicatura concursal


Autor: Graziabile, Darío J.
Publicado en:
Cita Online: 0003/014026
SUMARIO:

I. Introducción.- II. Antecedentes históricos: a) Derecho romano; b) Derecho medieval; c) Derecho francés;
d) Derecho italiano; e) Derecho español; f) Derecho argentino: 1. Ordenanzas de Bilbao; 2. Código de Comercio
de 1859/1862; 3. Código de Comercio de 1889; 4. Ley 4156; 5. Ley 11719; 6. Ley 19551; 7. Ley 24522.- III.
Sistemas de sindicaturas.- IV. Carácter jurídico de la función: a) Mandato y representación: 1. Representación
del fallido; 2. Representación de la masa; 3. Representación del Estado; b) Sustitución y subrogación; c)
Función pública; d) Órgano.- V. Funciones del síndico concursal: a) Funciones administrativas: 1. Vigilancia de
la administración del concursado preventivamente; 2. Funciones administrativas en la quiebra: i) Incautación; ii)
Conservación y administración; 3. Liquidación de los bienes; 4. Gestión empresaria en la continuación de la
explotación de la empresa en quiebra; b) Funciones dictaminantes: 1. Verificación de créditos; 2. Informe
general; 3. Informes sobre créditos y relaciones laborales; 4. Casos no contemplados expresamente; c)
Funciones procesales: 1. Deberes-facultades de la etapa tempestiva de verificación; 2. Diligenciamientos y
trámites procesales; 3. El síndico como parte procesal; 4. Actuación del síndico en juicios sobre bienes
desapoderados; d) Funciones actuariales
I. INTRODUCCIÓN

Más allá de la actuación del deudor y los acreedores dentro del concurso, adquieren virtual importancia,
atento al carácter oficioso e inquisitivo que lo rige, los órganos y funcionarios que en él se desempeñan,
formando así el organismo u oficio de la quiebra, junto con los órganos judiciales. Ellos otorgan organicidad a
la instrumentación humana, debiéndose entender por tal cometido el encauzamiento y conducción del proceso
concursal (1).

A los largo de la historia concursal han variado las facultades y deberes de los jueces y de los síndicos, y la
profesión de incumbencia de estos últimos o su desdoblamiento en cuanto a sus funciones, con los liquidadores
hasta 1972. También se han creado nuevos funcionarios para actuar en este tipo de proceso, como el comité de
acreedores creado por la ley 11719 , lo que se llamaba primitivamente "comité de vigilancia", los estimadores
nacidos a través del cramdown creado por la ley 24522 (LA 1995-B-1547), pasando a ser en 2002 los
evaluadores en el mismo procedimiento del art. 48 , LCQ. A pesar de estos cambios, se observa que existen dos
categorías de órganos concursales: una que representa el interés público a través de la labor jurisdiccional; y la
otra, la de los órganos especiales, pues su actuación sólo ha sido prevista en estos procesos singulares, como son
el síndico, el comité de acreedores, el administrador y los evaluadores, entre otros (2).

Estos órganos -algunos funcionarios públicos- constituyen instrumentos mediante los cuales el Estado opera
y desenvuelve el proceso concursal. Los procesos concursales exigen la constitución de un centro de poder
autónomo, procesal, específico, que coordine y realice actividades a través de las cuales se articula el concurso
(3). Las funciones de estos órganos nacen originariamente de la ley concursal. La ley en el art. 251 , LCQ. hace
una enumeración meramente ejemplificativa de los funcionarios concursales, pues pueden existir otros sujetos
que actúen en el concurso en situaciones especiales no previstas por la ley.

La sindicatura concursal, órgano o funcionario público concursal, constituye, como ha afirmado Segovia (4),
el "alma del juicio de quiebra", o, como lo decía Cámara, la "pieza maestra" de los concursos (5), aunque en la
actualidad se encuentra un poco descuidada (6). Pareciera que debería prestársele más atención en el ámbito
legislativo a este sujeto que participa de los concursos, el cual se configura, según las palabras de Matienzo, en
el instrumento más importante del proceso concursal (7).

La confianza que deben transmitir los síndicos no es la deseable, pues el fracaso de las leyes concursales, en
mayor o menor medida, incluyendo la actual, se debe al incumplimiento o mal cumplimiento de los deberes por
los síndicos, que permiten y permitieron con dicho actuar los abusos de los deudores de mala fe (8). Pues son
ellos, por imposición legal, quienes deben aportar elementos de conocimiento al juez para decidir las cuestiones
que se planteen, principalmente en la etapa de verificación.

La sindicatura concursal históricamente ha sido ejercida por los acreedores, por contadores y por abogados,
conjunta, indistinta o excluyentemente según el ordenamiento jurídico del que se trate. En nuestra legislación
tiene principal preponderancia actualmente la sindicatura a cargo de un contador público. Es fundamental en el

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concurso la actuación del síndico, por lo que debe ser responsablemente atendido por la ley concursal,
determinándose concretamente su incumbencia profesional, sin dejar suspicacias para actuaciones que encubran
otras realizadas dentro de la sindicatura.

En su momento (9) sostuvimos que resultaba necesario que se formule una reforma en la legislación
concursal, respecto de la sindicatura, proponiéndose que sea interdisciplinaria, no sólo
jurídico-económico-contable, sino también con injerencia de otras materias, según cada tipo de proceso
concursal. Concluimos que la sindicatura actualmente se ve desbordada, en el planteo de ciertos temas, que
escapan de su órbita económico-contable, en su gran mayoría, por ser estrictamente jurídicos. Por ello
proponemos una reestructuración de la sindicatura concursal, que debe ser desempeñada por diferentes
profesionales, según el caso de que se trate, determinando dicha "distribución de tareas" en forma objetiva.
Nada nuevo ofrecemos, sino que reflotamos el proyecto del Ministerio de Economía, que con las
modificaciones que todos conocemos respecto de la sindicatura, fue sancionado como ley 24522 . Así, cuando
se trate de pequeños concursos de personas individuales que no ejerzan actividad comercial, sería suficiente con
que la sindicatura sea desempeñada por un abogado, como era antaño. Ante el pequeño concurso de una
empresa, individual o colectiva, no existirían mayores problemas para que la sindicatura sea desarrollada por un
contador público, si bien reconocemos que en estos casos pueden darse planteos estrictamente jurídicos, pueden
ser mayores y más importantes -y de hecho lo son- las cuestiones económico-contables y financieras que puedan
ser zanjadas por los contadores. En los casos de grandes concursos donde deban actuar estudios debería exigirse
que éstos no sean formados sólo por contadores sino que sean jurídico-contables, limitándose así la actuación de
los contadores sólo para dictaminar en las cuestiones referentes a la incumbencia de sus conocimientos, y la
parte jurídica dejarla para los abogados. Finalmente, en el caso en que se decida la continuación de la
explotación de la empresa, la sindicatura también debería estar compuesta por un profesional en Administración
de Empresas. Y decimos como parte de la sindicatura, no externo, porque debe actuar juntamente con el
contador y el abogado.

Al respecto, el 4/10/2007 adquiere rango de trámite parlamentario un proyecto de ley ingresado por ante la
Cámara de Diputados que propone la modificación de la ley 24522 para que la sindicatura concursal sea
desarrollada por contadores públicos y abogados. Entre sus fundamentos se lee que se propone volver al criterio
histórico, consagrado por la ley 11719 , en el sentido de que la sindicatura pueda estar tanto en manos de los
abogados cuanto de los contadores. Ello es así porque el proceso falencial implica tanto el uso de la ciencia
jurídica cuanto de la contable, resultando imposible determinar cuál de ambas prevalece por sobre la restante.
No puede discutirse la incumbencia profesional de los abogados en el ejercicio de la sindicatura concursal, pues
está íntimamente ligada con su formación técnica y profesional; ello, sin perjuicio de requerir asesoramiento en
aquellas materias que excedan de su competencia. En tal sentido se ha pronunciado la legislación de numerosos
países, como Chile, Paraguay, Venezuela, Bolivia y Alemania, entre otros, no hallándose antecedentes en el
derecho comparado que establezcan que la sindicatura sea exclusiva de los contadores. Por otra parte, se logrará
terminar con una injusta desigualdad entre los miembros de ambas profesiones.

II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

La sindicatura concursal se ha desarrollado históricamente de la misma manera que lo han hecho las
diversas formas de ejecución, y luego, cuando se afirmó la ejecución patrimonial, ha variado, en cuanto el
profesionalismo y la incumbencia directa con respecto al deudor, siendo en algunos pasajes de la historia
acreedores, en otros sujetos distintos de ellos, luego contador, a veces abogados y en algunas legislaciones
comparadas incluso profesionales de otra incumbencia.

De la misma manera se han visto modificadas las teorías referidas a su naturaleza jurídica, o, mejor dicho, al
carácter jurídico de la función sindical, debiéndose ello un poco al desarrollo propio de las tesis, al avance de
esos estudios, a la política legislativa de cada una de las leyes, pero principalmente a las funciones que
correspondía a estos sujetos dentro del concurso.

El síndico ha nacido y se ha desarrollado con diversas denominaciones a lo largo de su historia, desde el


legendario magister, pasando por el curador, el administrador y el liquidador, entre otras.

La idea de unidad en la administración y liquidación del patrimonio insolvente, la necesidad de contralor


procesal, el asesoramiento técnico al juez, el desenvolvimiento de la verificación de créditos, la necesidad de
decidir sobre las relaciones jurídica en las que intervenía el deudor han dado nacimiento a la figura del síndico
concursal.

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a) Derecho romano

Originariamente, en el Derecho romano antiguo la ejecución por deudas tuvo un exclusivo carácter personal,
evolucionando el procedimiento de la ejecución personal a la patrimonial. La Ley de las Doce Tablas no hacía
distinciones específicas entre la ejecución individual y la colectiva, apareciendo sólo algunos rudimentos de
materia concursal. Paulatinamente, el Derecho romano iba pasando de la ejecución personal a la patrimonial a
través de diferentes institutos que transformaban la ejecución sobre la persona del deudor en ejecución sobre sus
bienes, lo que fue iniciado por la ley Poetelia Papiria, que en el año 326 a.C. abolió la pena capital y otros
medios vejatorios.

De la manera apuntada fue creciendo la ejecución patrimonial, y la bonorum venditio posibilitaba ante la
falta de pago vender los bienes en bloque o como universalidad, y la bonorum distractio permitía la venta
singular de los bienes en el caso en que exista concurso de acreedores -primer antecedente de ejecución
colectiva-, y aunque hubiese sido solicitado por un solo acreedor beneficiaba a todos -bosquejo del
concursalismo-. Frente a estas instituciones encontramos el antecedente remoto del síndico concursal, donde
existían funcionarios que actuaban en la ejecución, el curator bonorum y el magister bonorum. También se crea
la pignus in causa iudicati captum, que consistía en la toma de posesión de un bien por parte del juez por un
lapso de tiempo, y a su vencimiento, si el deudor no cumplía, se vendía y con el producido se satisfacía a los
acreedores, siendo el primer antecedente de la ejecución de bienes. Luego en el Derecho clásico pretor nacen las
acciones que atacaban la disminución fraudulenta del patrimonio del deudor. El primer gran antecedente
concursal nace con el pactum ut minus solvatur, que es el origen del concordato por mayoría, considerado el
primer medio preventivo de la quiebra. En este sistema el heredero de una herencia insolvente podía convenir
con los acreedores la reducción de las deudas aceptando aquél la herencia, que en su evolución llegó a que la
votación favorable de la mayoría obligase a la minoría en el caso de remisión de una parte de la deuda, naciendo
el llamado "pacto de non petendo".

Como adelantamos, en la bonorum venditio nacen los primeros funcionarios que actúan en la ejecución
patrimonial, y se desarrollan a partir de allí durante todo el período posterior del Derecho romano. Y allí
encontramos al curator, que tenía como función la administración cautelar de los bienes del deudor previo a su
liquidación. Este funcionario era designado entre los acreedores, por el pretor, pero cuando lo creyera
conveniente podría nombrar un tercero; luego el magister era el que efectuaba las tareas necesarias para
proceder a la venta de los bienes, los inventariaba, custodiaba y los subastaba, por ello también era conocido
como vendedorum (10). Es claro que la idea de pluralidad de acreedor y liquidación del patrimonio como
universalidad exigía el nacimiento de un funcionario de este tipo, que administrara y liquidara el patrimonio del
deudor en beneficio de sus acreedores. Como claramente nos ilustra Segal (11), estos funcionarios entraban en
posesión del cargo a través del juramento de desempeñar fielmente su cometido, en forma similar a como se
determina actualmente, pero antes, además, debían prestar caución real o personal por el desempeño de sus
funciones; luego instituidos en el cargo se producía el inventario y la posterior administración de los bienes que
componían el patrimonio cesante del deudor, pero juntamente con ello se promovía la recuperación de los
bienes que estuviesen en poder de terceros, el cobro de los créditos a favor del deudor, y se impulsaban las
acciones clásicas de recomposición patrimonial -principalmente la pauliana-, y luego se procedía a la venta en
subasta pública de los bienes, debiéndose rendir cuentas de la administración. En dicho orden el curator era
responsable en el ejercicio de sus funciones por su actuar culposo o doloso, aplicándosele también por su mal
desempeño penas civiles, como la infamia.

b) Derecho medieval

En el llamado "Derecho intermedio", luego de que el Derecho romano es influenciado por el Derecho
bárbaro, se maximizó la ejecución patrimonial, pero cuando el deudor era insolvente primaba la ejecución
personal, y de aquí nace el hecho de que la fuga es una prueba de la insolvencia. La única evolución positiva del
Derecho germánico sobre el romano en el ámbito concursal es la idea de desapoderamiento que surge a través
de las doctrinas del embargo, prenda y el secuestro, evolucionada entre los bárbaros. Igualmente, al promediar
el final de esta etapa cesa la justicia privada, pasando la ejecución a ser dirigida por la autoridad pública, y, así,
en el caso de pluralidad de acreedores, el secuestro originó el concurso, nítidamente perfilado como ejecución
colectiva con carácter universal.

Luego, en el Derecho estatutario el feudalismo medieval tomó las instituciones que venían del Derecho
romano, dándole un tinte publicista a la autoridad de aplicación. Aparece por primera vez el concepto de
"cesación de pagos", surgido de la palabra "cesante", usado en el Costituto de Siena, en 1262. También surge en
esta época la palabra "bancarrota", en virtud del hecho simbólico que significaba la ruptura del banco del deudor
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insolvente del mercado (banca rotta), equivalente a la clausura del negocio, primera medida que dictaba el juez.
Se conoce en este período, a través del Estatuto de Lucca, el concordato preventivo aprobado por mayoría como
etapa anterior a la quiebra, el cual se desarrollaba con convocatoria de acreedores.

En esta época es donde se comenzó a gestar la figura del síndico con similares características a las actuales;
allí ya tenía funciones de custodia de los bienes del deudor, los incautaba por efecto del desapoderamiento para
luego venderlos y distribuir el producido. Según el estatuto de que se trate, existía la figura de un administrador
o procurador que ejercitaba las acciones y cobraba los créditos; en otros había un magistratus elegido por los
acreedores que nombraba a un curator que ejercía la administración y representación judicial, o un comité de
acreedores con plenos poderes (12). También existía la sopraconsoli, oficina donde se desarrollaba una especie
de sindicatura oficial que tenía como función apoderarse y rescatar los bienes de los fugados para adjudicarlos a
los acreedores por intermedio de un concurso (13). La principal diferencia entre el magistratus-curator, figura
proveniente del Derecho romano, y la sopraconsoli, nacida del Estatuto de Venencia, es que los primeros tienen
origen privatista y eran elegidos entre los acreedores y en el segundo caso se trataba de una institución de
carácter público.

c) Derecho francés

En Francia la quiebra tuvo su primera regulación orgánica en el Reglamento de Lyon de 1667 -inspirado en
los estatutos italianos-, que sirvió de base a la ordenanza francesa de 1673. Sus principales disposiciones eran
apartar a los acreedores extranjeros de la par condicio creditorum, reglamentar el período de sospecha y
determinar los efectos respecto de la persona del fallido.

En 1807 llega la codificación comercial francesa dictándose el Código de Comercio, ocupando el libro III el
tema de las quiebras. Allí se desarrollaba una sindicatura triple ad honorem, la sentencia de quiebra designaba a
un acreedor como síndico concursal, llamado "agente"; luego, en la primera junta o asamblea de acreedores era
elegido entre ellos acreedores el síndico provisional, alcanzando carácter definitivo en la asamblea que
rechazaba el concordato. Los síndicos eran mandatarios de los acreedores encargados de liquidar los bienes del
deudor. Se afirmaba que los síndicos provisionales eran mandatarios convencionales y judiciales, y los
definitivos, únicamente convencionales (14). La función no era remunerada, entendiéndose que la representación
era a título desinteresado, y el gran negocio del fallido era conseguir como síndico un acreedor indulgente (15).
Se entendía que siendo acreedores los síndicos se evitaba que la sindicatura se convirtiese en una profesión
lucrativa, aunque el gran problema estribaba en el hecho de que no existían acreedores desinteresados que se
ocupasen de los intereses de todos.

Luego, con la modificación de 1838 los síndicos y el juez comisario eran directamente nombrados por el
tribunal, previa consulta a los acreedores en la llamada "junta de sindicatura", pero sin necesidad de que sea
elegido uno de ellos, lo que hacía ver la orientación legislativa respecto de la injerencia de los acreedores en el
proceso concursal. Se excluyeron los agentes y la sindicatura pasó a ser doble (provisoria y definitiva), naciendo
con esta ley la sindicatura profesional. El síndico provisorio de aquella época se ocupaba de las medidas
urgentes; y el definitivo, de la administración y liquidación de los bienes. Tiene aquí gran desarrollo legislativo
la figura del síndico, que actuaba como cuerpo colegiado remunerado, aunque para ciertos supuestos se permitía
la actuación individual bajo la responsabilidad personal del sujeto. Se legislaba también sobre las inhabilidades
por parentesco. Existía recurso contra los actos de los síndicos ante el juez comisario, quien podía sancionarlos
e incluso removerlos. Luego existía una instancia superior ante el tribunal.

En 1935 la sindicatura pasó a ser única, eligiéndose un síndico definitivo que desarrollaba sus funciones en
todo el proceso. Luego, en 1955 se organiza la profesión de síndico y administrador, reconocida como función
pública. La inscripción en la lista se producía cuando se cumplían determinados requisitos y se aprobaba el
correspondiente examen de competencia.

Después de varias reformas, en 1967 se cambia, principalmente, el fundamento del concurso francés
incorporando la noción de empresa separada de la de las personas que la dirigen. En la misma sentencia de
apertura del concurso (arreglo judicial o liquidación de bienes) el juez nombraba a los síndicos y al juez
comisario, quienes eran mandatarios de la justicia. También se preveía que en caso de incompetencia se podía
nombrar un síndico provisorio y se remitían las actuaciones al juez competente para que continúe las
actuaciones y designe el síndico definitivo, pudiendo mantener el anteriormente nombrado (16).

d) Derecho italiano

Durante varios años se siguió rigiendo la falencia italiana a través de los estatutos luego modificados por los
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usos y costumbres. Incluso antes de la unificación de la península, en algunas ciudades se utilizó el Código
albertino de 1842; en otras, el Código de Comercio francés o la ley francesa de 1838; y en otras se adoptó el
procedimiento concursal de Austria, hasta que en 1865 se sanciona el Código de Comercio para toda Italia,
basado en el albertino, que seguía los mismos principios que el francés. Aquí la sindicatura era ejercida por
acreedores, habiendo fracasado porque se aprovechaba dicho acreedor de su propio cargo para obtener
beneficios personales, además de los problemas que causaba la inexperiencia, que llevaba a contratar a terceros
para que efectúen las labores sindicales, aumentando los gastos del proceso (17).

En el Código de Comercio de 1882 la lista de curadores era conformada por abogados, procuradores,
escribanos, contadores y licenciados en economía con buena moral e idoneidad para el cargo.

En 1903 se reforma el Código de Comercio incorporándose nuevas prescripciones e instituciones,


principalmente el proyecto de Bolaffio sobre concordato preventivo y pequeñas quiebras. En esta época el
curador pasa a ser distinto de los acreedores, siendo incompatible la función con el carácter de acreedor o
pariente del quebrado. Se formaba un registro de las personas más idóneas para el oficio de curador en las
quiebras. La administración de la quiebra era ejercida por un curado designado por el tribunal, con la vigilancia
de una delegación de los acreedores y bajo la dirección del juez delegado. Se designaba un curador provisorio
en la sentencia de quiebra y el definitivo por resolución luego de oídos los acreedores convocados al efecto. El
curador tenía el más amplio poder de administración, siéndole permitidos todos los actos que abarquen aquel
concepto, y para los actos que lo excedan podía ser autorizado por el juez delegado (18). La sindicatura era
remunerada.
Así, luego de importantes proyectos (como el de Bonelli) e intrascendentes reformas, se llega al dictado en
1942 de la Legge Fallimentare, que incorpora la administración controlada y la liquidación forzosa
administrativa. Bajo está ley se llega a reconocer la necesaria interrelación entre las funciones del síndico y las
del juez delegado, conformantes del llamado "oficio de la quiebra". Se sigue la orientación de profesionalismo
en la sindicatura como la ley antecesora. Se legisla sobre la distribución de funciones, sobre la forma e
impugnabilidad de los actos del síndico, su legitimación procesal, la intransmisibilidad de sus funciones y,
principalmente, sobre los informes que debe presentar al juez delegado.

e) Derecho español

Paralelamente al desarrollo jurídico-comercial de las comarcas italianas y las ferias francesas evolucionaba
la materia en España, donde se dicta el primer cuerpo legal que se ocupa del instituto de la quiebra, el Código de
Las Siete Partidas de Alfonso el Sabio, sancionado en la segunda mitad del siglo XIII. Posteriormente, el
Código de Comercio español de 1829 tuvo la gran influencia codificadora napoleónica, por lo que su principal
fuente fue el Código de Comercio francés. Fue completado por la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881.
Finalmente dicho Código sufrió la reforma de 1885, que incorpora el concurso preventivo, y en 1922 la Ley de
Suspensión de Pagos, que establece el nuevo procedimiento de convenio del empresario con sus acreedores.

El sistema español legislaba sobre los funcionarios de las quiebras designando un depositario y un juez
comisario, que ejercían funciones hasta que se nombrase al síndico.

El depositario, que debía ser un comerciante matriculado, ejercía funciones de custodia de los bienes
ocupados, tarea que era remunerada.

El juez instructor designaba un comisario que era un comerciante matriculado, que podía o no aceptar el
cargo, pues era facultativo. Las funciones eran dispuestas por la autoridad judicial, pero generalmente se
ocupaba de llevar a cabo la incautación de los bienes, y de tomar las medidas necesariamente urgentes. Luego
presidía la junta y ejercía superintendencia sobre el depositario y el síndico (19).

En dicha junta el juez comisario proveía lo necesario para la designación de tres síndicos, que eran elegidos
por los acreedores reunidos en junta. Los síndicos debían ser personas físicas, acreedores del fallido, mayores de
25 años con residencia habitual en el lugar de la quiebra. Dos de ellos eran elegidos por los acreedores por
mayoría de votos computándose el capital, y el otro correspondía a la minoría. También se legislaba un estatuto
del síndico, previéndose la impugnación de la designación, formas de remoción o sanción, las que podrían
proveerse de oficio por el juez de instrucción o por iniciativa del juez comisario. Se preveía el reemplazo de los
síndicos excluidos. También se disponía que eran responsables por los daños que causasen en ejercicio de sus
funciones, por abuso, culpa o mal desempeño.

f) Derecho argentino

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De la misma forma que en el derecho comparado, nuestro derecho tuvo una evolución paralela.

1.- Ordenanzas de Bilbao

En 1794 la Real Cédula de Erección del Consulado de Buenos Aires hace aplicable en las Provincias Unidas
del Río de La Plata las Ordenanzas de Bilbao, las cuales contenían la legislación sobre quiebras. Estas
Ordenanzas de Bilbao, de 1737, determinaban tres categorías de fallidos: los comerciantes morosos (atrasos),
los comerciantes quebrados inculpables (fallidos) y los comerciantes quebrados culpables o fraudulentos
(alzados). El ordenamiento era persecutorio y eminentemente penal, se disponía el arresto preventivo hasta la
calificación de conducta. Concomitantemente, luego, hubo tres provincias que adoptaron el Código de
Comercio español de 1829 (Mendoza, Corrientes y San Juan).

En las Ordenanzas se preveía que la sindicatura (síndico comisario) sería desempeñada por acreedores
designados en asamblea de pares por el prior o cónsul. Iniciada la quiebra, los bienes desapoderados eran
entregados a un depositario hasta que los acreedores reunidos en junta nombraban al síndico comisario. La
principal función que tenían estos síndicos era determinar el pasivo concursal, tanto cualitativa como
cuantitativamente, es decir que se procedía a la verificación de los créditos. Luego, en cuanto a la
administración del patrimonio del deudor las funciones eran más limitadas, pues únicamente indagaban sobre
los actos efectuados por el deudor antes de la quiebra, procuraban evitar que éste desnaturalice el
procedimiento, cobraban sus créditos y controlaban el accionar del deudor a fin de que no distraiga bienes de su
patrimonio. También el síndico informaba al prior o cónsul.
En 1836 Rosas suscribió un decreto suspendiendo todos los juicios de quitas y esperas fundándose en los
perjuicios causados al derecho de propiedad, a los manejos fraudulentos y al temor y desconfianza que causaban
en el cumplimiento de los contratos. Fue derogado en 1858, cuando se estaba a punto de sancionar el Código de
Comercio para la provincia de Buenos Aires.

En 1852, por resolución gubernativa, se obtuvo un acuerdo del tribunal del Consulado, que hacía graves
cargos a los síndicos por su morosidad y adoptaba diversas medidas para obtener la venta inmediata de los
bienes del concurso, obligando a los síndicos a presentar al tribunal el estado demostrativo de la situación del
concurso (20).

2.- Código de Comercio de 1859/1862

Sobre el proyecto de Acevedo y Vélez Sarsfield la provincia de Buenos Aires sancionó su Código de
Comercio en 1859, el cual en 1862 fue declarado ley nacional. Esta legislación buscó atenuar un poco los
efectos respecto del deudor quebrado, pero el objetivo no fue logrado, aunque en 1872 se suprimió la prisión por
deudas. Los aciertos de este Código los encontramos en el perfeccionamiento del mix entre normas de forma y
de fondo: la breve verificación de créditos, se mejoró el sistema de liquidación y distribución y se legisló sobre
los efectos de los actos en el período de sospecha.

El procedimiento de quiebra estaba a cargo del juez comisario del Tribunal de Comercio, la sindicatura
ejercida por un comerciante y la liquidación se hacía por cuenta de los acreedores, quienes afrontaban los
gastos. Ello implica que el síndico era dual: profesional en el ámbito administrativo -comerciante- y para la
etapa de liquidación la sindicatura correspondía a los acreedores. El Tribunal de Comercio llevaba una lista de
comerciantes afincados en el lugar, de la cual se designaba el síndico. También existía la diferencia entre el
síndico provisorio y el definitivo. La principal función incorporada por el Código fue la de participar de la
calificación de conducta del fallido.

La regulación de la función sindical era netamente imperfecta, por ello los proyectos de reformas apuntaron
necesariamente a especificarla en cuanto a los requisitos de idoneidad para ejercer la sindicatura,
incompatibilidades, remuneración y sanciones por mal desempeño.

3.- Código de Comercio de 1889

De esta manera se llega al Código de Comercio de 1889, que suprimió la figura del juez comisario y le dio
competencia en quiebras al juez de comercio, y la liquidación ya no estaría a cargo de los acreedores sino por
cuenta del deudor y en beneficio de aquéllos.

En cuanto a la sindicatura el nuevo Código no siguió los lineamientos de los proyectos y únicamente se
ocupó de la lista sobre la cual procedería la designación, la cual sería formada por la Cámara de Comercio de la

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Bolsa del lugar, exigiéndose notorio abono y buen crédito para los que se quisiesen inscribir. Entonces, sobre
dicha lista el juez designaba un síndico provisional que se entendía representante de la sociedad, del deudor y de
los acreedores, a través de un mandato especial; y al liquidador definitivo lo nombraban los acreedores, el cual
pasaba a ser, según se concebía en aquella época, representante de la masa como entidad jurídica, con la mira en
la liquidación de los bienes. La diferencia concreta era que el síndico provisorio se encargaba de la
administración y el definitivo de la liquidación.

Se ha justificado la doble sindicatura en la urgencia de la administración de los bienes del fallido al


momento de la quiebra, y en la necesidad de que se encuentren determinados los verdaderos acreedores para
designar el síndico definitivo lo que se lleva a cabo en la junta de verificación (21).

4.- Ley 4156

Con la reforma de 1902 y la ley 4156 , nacida a partir de la crisis de 1890, se legisla sobre el concurso
preventivo, tomado de la ley belga de 1887 y del proyecto italiano de Bolaffio. Además se introdujo el sistema
del voluntarismo o privatismo tomado de la ley inglesa de 1869, en donde el juez tenía sólo una potestad
fiscalizadora, y por primera vez se tecnifica la sindicatura, estando a cargo de los contadores.

El fundamento dado por el Senado respecto de la inclusión de un contador y no mantener a los comerciantes
como síndicos es que "durante la primera estación del juicio no hay verdaderamente acreedores con personería
reconocida, sino presunciones a favor de los enumerados por el deudor. Confiar a alguno de estos presuntos
acreedores la tarea de preparar, en unión del deudor, la nómina exacta de acreedores, expone a serios peligros
porque facilita confabulaciones o combinaciones fraudulentas. La intervención de un perito honorable... importa
para la formación de la lista y el estudio de los libros... una garantía seria y necesaria" (22).

En esta época las Cámaras de Apelaciones formaban las listas de contadores diplomados, y donde no los
hubiera, las listas eran integradas por personas idóneas. La selección de quien actuaría como síndico la hacía el
juez a través de la desinsaculación de la referida lista. Se disponía, además, en forma expresa que el síndico
sería responsable por todo daño que produjese a los acreedores por omisión o culpa en el cumplimiento de su
cargo, pudiendo también ser reputado como cómplice del deudor culpable o fraudulento. También el síndico
podía ser responsabilizado penalmente, pero ya no por el juez de comercio sino en sede penal.

En cuanto a las funciones concretas de los síndicos, se les daba gran importancia a los informes que debían
presentar a los acreedores referidos a la verificación de créditos y al avance de la liquidación de los bienes en la
quiebra. El síndico podía ser sancionado, incluso con la remoción, por la mayoría de los acreedores; la decisión
se tomaba en junta de acreedores, presidida por el juez. Se ve aquí el avance del privatismo y los poderes de los
acreedores por sobre los del magistrado.

Se sostuvo que si atendemos a la naturaleza del cargo que desempeña, debemos pensar que el contador es un
oficial público que actúa por delegación de las funciones del tribunal, y no en interés de una u otra de las partes
que intervienen en el procedimiento (23).

Juntamente con el síndico contador actuaban los acreedores interventores y los liquidadores.

5.- Ley 11719

Sobre la base del proyecto de Castillo, en 1933 se promulga la ley 11719 , volviéndose al sistema del
publicismo, otorgándoseles a los jueces sus poderes originarios a fin de evitar fraudes de inescrupulosos
deudores y -por qué no- acreedores; se entendía que en las falencias no estaban en juego solamente intereses
privados sino también intereses estatales y sociales superiores que no pueden dejarse de lado; se convirtió a la
ley en una ley de orden público, siendo su pilar fundamental la defensa del crédito y la conservación de la
empresa.

Las principales reformas son que la verificación de créditos no es resuelta por los propios acreedores sino
por el juez, equilibrándose así los poderes de éste con los de aquéllos. En cuanto a la sindicatura, la designación
se hacía por sorteo de la lista oficial, realizado por el juez en acto público. Nace a partir de esta ley la
clasificación de los concursos, considerándose separadamente la quiebra y la convocatoria para la designación
de los síndicos. La sindicatura era plural, y estaría a cargo de contadores. La lista era confeccionada por la
Cámara de Apelaciones, y se requería título universitario de contador público y tres años de ejercicio de la
profesión. Si no existían contadores, la lista se formaba con abogados matriculados. Se seguía con la dualidad
entre el síndico provisorio y el definitivo, que era el liquidador. Este liquidador era designado por el juez entre

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los acreedores, tenía que ser de solvencia reconocida y de los más perjudicados en la quiebra. Aquí se designa al
síndico como funcionario, entendiéndose que existe una delegación de funciones judiciales; principalmente
tiene la guarda jurídica y material de los bienes que componen el patrimonio del deudor, procurando la
ocupación como efecto del desapoderamiento.

Concomitantemente con la Ley de Quiebras, las Legislaturas provinciales preveían en los Códigos de
Procedimiento el concurso civil, donde la sindicatura era desempeñada por contadores si el deudor desarrollaba
actividad en forma de empresa económica, y si no, por abogados.

6.- Ley 19551

En 1972, con los aportes del I Congreso Nacional de Derecho Comercial de 1940 y los proyectos de Ley
Nacional de Bancarrota de 1950, llega la ley 19551 (t.o. 1984, LA 1984-B-909), cuyos principios rectores
fueron la protección adecuada del crédito, la conservación de la empresa útil, amplitud de la solución
preventiva, actuación de oficio de los órganos judiciales, protección del deudor de buena fe y severidad para el
deudor que abusó del crédito, protección del comercio en general, extensión de responsabilidad, unidad
concursal y protección de las relaciones laborales.

En 1983 se produce la reforma por la ley 22917 (LA 1983-B-1649), que genera algunos ajusten en la ley
concursal, trayendo como novedades la unificación subjetiva de los concursos para comerciantes y no
comerciantes, la regulación de los acuerdos preconcursales y la nueva extensión de quiebra.
El principal avance del Ancien Régime fue la unificación de la sindicatura. El Anteproyecto bregaba por una
sindicatura oficial remunerada por el Estado, y la ley se definió por las nociones de órgano respecto del síndico
concursal, aunque la ley lo nomina "funcionario". La ley determinaba las funciones del síndico, las cuales en
algunos supuestos tienen carácter ejecutivo subordinadas al juez (24), pero todas propias de la sindicatura. Se
instituye la indelegabilidad de dichas funciones. Entre ellas se cuentan la administración del patrimonio, la
participación en la disposición del mismo en la liquidación, el análisis del pasivo y activo concursal y el
ejercicio de todas las acciones necesarias para hacer efectiva la garantía patrimonial de los acreedores. Es tan
importante la actuación de la sindicatura, que la suerte del concurso en muchos casos depende del éxito de
aquella función.

7.- Ley 24522

La ley 24432 (LA 1995-A-45) modificaba el art. 277 , ley 19551 y preveía que la sindicatura sería ejercida
por contadores públicos y abogados. Ello se produjo cuando el proyecto que sería sancionado como ley 24522
estaba en trámite parlamentario.

El proyecto originario elevado por el Poder Ejecutivo, proveniente del Ministerio de Economía, preveía que
los síndicos concursales fueran contadores públicos y abogados, y también la conformación de sendas listas
donde se inscribirían profesionales individuales o estudios de una u otra disciplina. Se fundaba ello en la notoria
incumbencia de los abogados en la sindicatura y la necesaria función interdisciplinaria, tan ostensible ello, que
en la práctica los contadores actúan casi siempre con patrocinio letrado. Y lo principal era que los estudios
fuesen especializados en sindicatura concursal, es decir, integrados por contadores públicos y abogados, así se
aseguraría un mejor servicio. En la Cámara de Senadores, a partir de la ya famosa intervención del senador
Cafiero, se excluyó a los abogados (25).

Finalmente, la ley 24522 previó la competencia exclusiva de los contadores públicos pero tomó del proyecto
la formación de dos listas: una de profesionales individuales y otra de estudios para los concursos de grandes
envergaduras. La superintendencia de dicha lista está a cargo de las Cámaras de Apelaciones de cada
jurisdicción. Se les dará preeminencia para conformar las listas a los postulantes que tuviesen título universitario
de postgrado de especialista en sindicatura concursal.

En cuanto a las funciones de la sindicatura, la ley 24522 no produjo importantes reformas, aunque sí se
prevé que el síndico designado en un concurso preventivo actuará en la quiebra que se decrete como
consecuencia de su frustración.

III. SISTEMAS DE SINDICATURAS

A través del desarrollo histórico que ha tenido la sindicatura concursal se han dado distintos sistemas de
sindicaturas, los que se diferencian o se clasifican según la persona que ejerce la función, como así también la
forma en que ella se desarrolla dentro del proceso (26).
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Podemos encontrar sindicaturas llevadas adelante por acreedores del fallido (Ordenanzas de Bilbao) o por
comerciantes (Código de Comercio de 1889), para luego dar lugar a los síndicos técnicos o profesionales. En
este último supuesto podemos encontrar leyes donde la sindicatura es ejercida por contadores (desde la ley 4156
), por profesionales de la sindicatura y la administración (Francia 1807), o el caso de los liquidadores jurados
(Bélgica). También podemos distinguir a la sindicatura entre privada o pública, según la naturaleza de la
función y teniendo principalmente en cuenta la designación de funcionarios públicos.

Según la forma en que se desenvolverá la sindicatura, tenemos en el derecho comparado histórico la


sindicatura única, que es la que, en principio, aplican casi todas las legislaciones, donde en todo el período del
concurso actúa un mismo síndico, sin perjuicio de la posibilidad de designarse una sindicatura plural cuando la
envergadura del proceso lo exija. Pero también se han dado sindicaturas dobles, donde existía un funcionario
que se ocupaba de la parte del concurso correspondiente al período informativo y otro para la liquidación de los
bienes (ley 11719 ). Se ha dado también el caso de sindicatura triple en el Código francés de 1807, donde
primero se designaba un agente provisorio, luego un síndico provisional o informativo y finalmente un síndico
definitivo o liquidador.

También podemos diferenciar las sindicaturas gratuitas, que eran generalmente las llevadas adelante por los
propios acreedores del fallido, y sistemas de síndicos remunerados, especialmente aquellas ejercidas por
profesionales.

IV. CARÁCTER JURÍDICO DE LA FUNCIÓN


En la evolución histórica de la sindicatura se ha discutido el carácter jurídico de la función del síndico,
dándose doctrinas de las más diversas orientaciones. Tal diversidad se debe a la especialidad de la función del
síndico, y a su carácter sui generis respecto no sólo del derecho procesal sino también del sustancial, y de las
diversas orientaciones legislativas dadas tanto en el orden local como en el derecho comparado, ello acrecentado
con los problemas ocasionados por las propias denominaciones dadas por las leyes.

El análisis que efectuamos en el presente apartado dejará ver más un avance histórico de la cuestión que
definiciones propias sobre el tema.

Teniendo en cuenta la persona o sujeto que ejerce la sindicatura concursal, ella ha sido desempeñada por
acreedores del fallido bajo el sistema de las Ordenanzas de Bilbao, por comerciantes en el régimen del Código
de Comercio de 1889. A partir de la ley 4156 nace la sindicatura técnico-profesional, ejercida por contadores
públicos y en algunos pasajes de la historia por abogados matriculados. En algunas leyes del derecho
comparado se encuentra reglamentada la profesión de síndico (Francia) y en otras se designan funcionarios
oficiales (Perú).

Según la forma de actuar, se distingue la sindicatura única, que es aquella en la cual actúa el mismo síndico
en todo el proceso, y es como se desarrolla en la actualidad en la mayoría de las legislaciones, la sindicatura
doble, en la cual existe un funcionario para el período informativo y otro para la etapa de liquidación, así lo
preveía la ley 11719 , y excepcionalmente existió en Francia, bajo el régimen del Código de 1807, una
sindicatura triple, donde se designaba un agente provisorio, luego un síndico provisional o informativo y
finalmente el síndico definitivo o liquidador.

También la sindicatura puede ser distinguida entre la gratuita y la remunerada, sistema este último que
prima actualmente en el derecho comparado.

a) Mandato y representación

Es la orientación más antigua, que proviene del Derecho romano y del voluntarismo allí operante. La
sindicatura era entendida como la voluntad de los acreedores, funcionaba a las órdenes de éstos. La autogestión
de los acreedores era relacionada convencionalmente hacia la sindicatura (27). Estas tesis implicaban concluir
que el síndico no actuaba por sí sino en nombre de otro.

Igualmente, la evolución ha modificado la naturaleza del mandato, llevándolo del plano contractual al legal,
y el desarrollo de las teorías de la representación, más técnicas y precisas a los fines de la designación y
funciones del síndico. En estos casos la actividad del síndico, realizada dentro de los márgenes legales, no lo
afectan, sino que inciden sobre los representados, ya sea que se entiende que represente al fallido, a los
acreedores o a la masa, aunque no necesariamente va a defender los intereses del representado.

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En nuestro derecho positivo, tanto en los antiguos Códigos de Comercio como en la ley 4156 , se designa al
síndico indistintamente como mandatario o representante, pasando de la representación contractual de los
Códigos a la legal de la ley de 1902.

1.- Representación del fallido

La primera doctrina entendía al síndico como un representante legal del fallido, afirmándose que el síndico
administra la quiebra y los bienes del fallido. Su promotor fue Vidari, pero rápidamente se pasó a la idea de la
representación de la masa, tanto en Francia (Dalloz, Lyon-Caen y Renault) como en Italia (Bonelli y Bolaffio).

Igualmente, hubo quienes consideraron que el síndico representaba a la masa y al deudor, pues este último
continuaba siendo propietario de los bienes que se administraban en interés de la masa (Percerou y Ripert).

2.- Representación de la masa

Entendía Rocco que el proceso concursal reunía a los acreedores del fallido en una comunión que era
representada necesariamente por el curador o síndico. Reconocía que se estaba ante una representación legal de
la masa, por lo que se decía que estaba subordinado a la voluntad exteriorizada en votación producida en la
asamblea de acreedores.

Bonelli, tomando la legislación italiana, distingue tres estadios en la descripción jurídica de la sindicatura
concursal: en el primero el curador o síndico es producto de la voluntad judicial; en el segundo es producto de la
voluntad judicial influenciada por los acreedores; y en el tercero es resultado único de la voluntad de los
acreedores, con control judicial. De lo que se concluye que en ningún caso representa al fallido, quien no se
convierte en un incapaz por el hecho de estar en quiebra, pero tampoco representa a los acreedores
individualmente, pues no existe mandato y no recaen sobre ellos las cargas de la quiebra. Concluye que la
representación que ejerce el curador es de la masa de acreedores, reconociéndose al síndico como el órgano
principal que representa al ente concursal, como continuador de la personalidad patrimonial del fallido,
pudiendo ser su actuación contraria a éste y contraria a los acreedores considerados individualmente. Es claro
que esta doctrina parte de la premisa de reconocerle a la masa personalidad jurídica.

La idea de representación legal no aguantó los avatares del paso del tiempo y desarrollo de la función
sindical dentro del concurso, siendo superada por la idea de que la ley le atribuía directamente sus facultades y
delineaba sus funciones, lo que desencadena en la idea de que el síndico era representante del Estado. La
principal crítica radicó en el hecho de que el síndico era designado antes de que se constituyera la masa,
concretamente, antes de que se incorporen los acreedores que la formarían al proceso concursal.

Durante los años '60 y '70, últimos años de vigencia de la ley 11719 y primeros de la ley 19551 , se insistió
en nuestro medio con la idea de la sindicatura como representante de la masa.

3.- Representación del Estado

Rocco, si bien en un primer momento se inclinó por reconocer al síndico como representante de la masa,
luego de la evolución legislativa se pronunció a favor de entender al síndico como un mandatario del Estado, un
oficial público que no representa a ninguna de las partes sino a la sociedad toda. El Estado, a través de la ley,
inviste al curador de la facultad de conservar, administrar y liquidar el patrimonio sometido a concurso. El
Estado es quien por intermedio del curador priva al fallido de la disponibilidad de su patrimonio y luego de la
propiedad del mismo para satisfacer proporcionalmente a los acreedores; por ello se considera al síndico como
un órgano del Estado. La función del síndico implica bregar por intereses públicos actuando a veces contra el
deudor o contra los acreedores.

Finalmente, el profesor italiano define al síndico como un órgano de jurisdicción ejecutiva que no tiene la
representación del fallido ni de los acreedores, sino que representa al Estado, en virtud del cargo público que
inviste.

En similar orientación, Ferrara ha sostenido que las facultades y los poderes del síndico son otorgados por el
Estado, quien previamente se los ha sustraído al deudor y a los acreedores; concretamente, habla del síndico
como delegatario de poderes monopolizados por el Estado.

Luego la doctrina italiana ha abonado constantemente esta postura igualando al síndico a los otros órganos
de la quiebra, como el juez, pues, según Provinciali (28), ejerce una función pública judicial como organismo de
la quiebra; Satta va más allá, y afirma que el síndico es en la quiebra el órgano de acción y de la voluntad, y el

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juez es el órgano de dirección y de contralor (29). Para Pajardi (30) actúa en interés de la justicia, como
funcionario judicial que se desempeña como auxiliar del juez. Toda esta orientación transmutó la tesis hacia la
teoría de la función pública y del órgano.

b) Sustitución y subrogación

La teoría de la sustitución pertenece a Brunetti, quien afirma que el síndico concursal ejerce sus funciones
dentro de la quiebra, operándose una sustitución en la forma del ejercicio de derechos patrimoniales; la
sindicatura actúa en el lugar del fallido sin representarlo, por lo que no ejerce sus funciones por cuenta de aquél,
por lo que las consecuencias podrían ser a favor o en contra el titular del patrimonio afectado. También se
consideraba que la sustitución operaba para permitir al síndico suplantar al fallido no sólo en la legitimación
negocial sino incluso en la procesal, y también respecto de los derechos y acciones patrimoniales de los
acreedores. Los actos realizados por el síndico producen, para esta tesis, efectos a favor o en contra del fallido,
quien estaría obligado a sufrirlos y admitirlos en su esfera patrimonial (31).

Colateralmente se habló también de la subrogación, es decir que el síndico ejercía sus funciones a través de
una acción subrogatoria. O sea que ante la inacción del deudor, el síndico ejercía en forma indirecta los
derechos que les corresponderían a los acreedores como si existiese la acción oblicua. El principal defecto de
esta doctrina fue que era totalmente parcializado el enfoque que hacía de la función del síndico, pues
únicamente era vista respecto de los derechos o acciones que tenían los acreedores contra su deudor.

A la similitud de ambas posiciones la encontramos en que para una el síndico actuaba en lugar del deudor, y
para la otra, en el lugar de los acreedores. Se sostuvo también que esta especie de sustitución no corresponde al
derecho sustancial sino que es simplemente procesal, pues la quiebra paraliza las acciones del deudor y de los
acreedores, otorgándole la ley la posibilidad de disponer de ellas al síndico.

c) Función pública

En la doctrina italiana, con el apoyo del publicismo falencial, tuvo nacimiento y auge esta doctrina que
entendía que la sindicatura importaba el ejercicio de una función pública judicial sin que implique ningún tipo
de representación. Sin embargo, para unos era un simple funcionario privado; para otros era funcionario público
(Navarrini, Provinciali, Satta, Pajardi y Ferrara); y no faltaron quienes reconocieron un carácter mixto a la
función (Ramírez, en España).

La tesis sustenta sus conclusiones en el hecho de que el síndico adquiere sus facultades directamente de la
ley y ejerce su función en defensa de intereses generales y de la legalidad, pues estamos ante un funcionario
público de actuación jurisdiccional, creado en función del interés público. Igualmente, algunos han considerado
que las funciones son originarias surgidas de la ley (Satta), y otros únicamente lo han reconocido como auxiliar
de la administración de justicia (Maffei y Alberti).

Es casi concordante toda la doctrina italiana en considerar al síndico un funcionario público con
consecuencias concretas en el ámbito de la responsabilidad civil y penal. Es claro con ello que el síndico debe
actuar personalmente ejerciendo sus facultades oficiosamente, sin posibilidad de delegación alguna.

A partir de la ley 11719 , con argumentaciones que partían contestes con el texto legal y con la nueva
orientación publicista de la Ley de Quiebra, en nuestro país se empezó a hablar en doctrina de la idea del
síndico como funcionario. La Legge Fallimentare italiana de 1942 determina expresamente que el síndico es un
oficial público.

d) Órgano

Ha legado al derecho concursal y especialmente a la función sindical la teoría del órgano desarrollada en el
derecho público y no del derecho societario como algunos han afirmado. Tal divergencia ha dado lugar a que
luego de entenderse al síndico como órgano del Estado se lo defendiera como órgano del proceso concursal, es
decir, como instrumento mediante el cual se desenvuelve el proceso. Para una el Estado se vale de la sindicatura
para resguardar los intereses públicos tutelados en la falencia; y para la otra la quiebra se sirve del síndico para
la dirección, vigilancia y gestión del patrimonio cesante.

La teoría orgánica sirve como recurso técnico para explicar la función de la sindicatura concursal. Existe
frente a ello una verdadera contraposición entre la idea de órgano y la de parte, a pesar de que aun
legislativamente se expresa la participación del síndico como parte procesal.

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El órgano se integra con un elemento objetivo que comprende el conjunto de facultades, funciones y
atribuciones que la ley le otorga al síndico, y otro subjetivo visto en las personas que ejercen tal función (32). Tal
órgano actúa en resguardo de la ley y el interés público, por las implicancias sociales del proceso concursal.

En nuestro país, durante la vigencia de la ley 19551 tuvo amplio reconocimiento local la teoría que entiende
al síndico como un órgano del concurso, tesis que prevalece en la actualidad.

V. FUNCIONES DEL SÍNDICO CONCURSAL

Las funciones de la sindicatura son de las más variadas, lo cual dificulta su caracterización; tiene
atribuciones diversas, de variada importancia, siendo en algunos supuestos mero auxiliar del magistrado y,
consecuentemente, sin autonomía decisoria, o alternativamente con poderes casi discrecionales (33); en otros, un
verdadero funcionario estatal.

Nos enrolamos dentro de la doctrina que entiende a la función sindical como pública. El estatuto del síndico
concursal, la ley de la materia, establece que el funcionario ejerce las funciones que en ella se determinan (art.
254 , parte 1ª, LCQ.).

Como vimos, durante la evolución histórico-concursal la función del síndico ha ido variando desde lo más
simple hasta una compleja estructura funcional que las leyes ordenan con las más diversas tareas para estos
funcionarios dentro de los concursos. Esto se debe a la mayor importancia que ha adquirido el mundo de los
negocios en general y a la creciente competencia que se le ha atribuido al síndico en los diferentes regímenes
legislativos (34).

Las funciones del síndico difieren en cuanto importancia, tanto sea en un concurso preventivo como en una
quiebra. En el primero se limita a la vigilancia de la administración ejercida por el síndico y emite los
dictámenes correspondientes, esto último al igual que en las quiebras, pero en éstas su principal función es la
administración y liquidación del patrimonio del fallido y posterior distribución de su producido.

El art. 275 , LCQ. realiza una determinación, no total, de las funciones del síndico en los concursos, las
cuales no quedan limitadas a dicha norma porque existen otras que surgen en general de la misma ley. Dicha
norma dispone expresamente que compete al síndico efectuar las peticiones necesarias para la rápida
tramitación de la causa, la averiguación de la situación patrimonial de concursado, los hechos que puedan haber
incidido en ella y la determinación de sus responsables, y a tal fin tiene, entre otras, las siguientes facultades:
librar toda cédula y oficios ordenados, excepto los que se dirijan al presidente de la Nación, gobernadores,
ministros y secretarios de Estado, funcionarios de análoga jerarquía y magistrados judiciales; solicitar
directamente informes a entidades públicas y privadas -en caso de que el requerido entienda improcedente la
solicitud, debe pedir al juez se la deje sin efecto, dentro del quinto día de recibida-; requerir del concursado o
terceros las explicaciones que estime pertinentes -en caso de negativa o resistencia de los interpelados, puede
solicitar al juez la aplicación de los arts. 17 , 103 y 274 , inc. 1, LCQ.-; examinar, sin necesidad de autorización
judicial alguna, los expedientes judiciales o extrajudiciales donde se ventile una cuestión patrimonial del
concursado o vinculada directamente con ella; expedir certificados de prestación de servicios de los
dependientes, destinados a la presentación ante los organismos de seguridad social, según constancias de la
contabilidad; en general, solicitar todas las medidas dispuestas por esta ley y otras que sean procedentes a los
fines indicados; durante el período de verificación de créditos y hasta la presentación del informe individual,
debe tener oficina abierta al público en los horarios que determine la reglamentación que al efecto dictará la
Cámara de Apelaciones respectiva; debe dar recibo con fecha y hora bajo su firma o de la persona autorizada
expresamente en el expediente, de todo escrito que le sea presentado en su oficina durante el período de
verificación de créditos y hasta la presentación del informe individual, el que se extenderá en una copia del
mismo escrito; asimismo, se pone de manifiesto legalmente que el síndico es parte en el proceso principal, en
todos sus incidentes y en los demás juicios de carácter patrimonial en los que sea parte el concursado, salvo los
que deriven de relaciones de familia en la medida dispuesta por esta ley.

Para comenzar a analizar las funciones de la sindicatura vamos dividir las mismas en aquellas funciones
administrativas -también conservatorias-, dictaminantes -también informativas- y procesales -también
fedatarias-. Tales funciones serán exclusivas y excluyentes de este funcionario.

La inexistencia de metodología legal al respecto surge del simple hecho de que las funciones de la
sindicatura concursal fuéronse desarrollando históricamente y fueron incluidas en forma asistemática en las
diversas leyes concursales, no sólo locales sino también del derecho comparado en general. Incluso el detalle
expreso que hace la ley actual es meramente enunciativo y extremadamente incompleto, surgiendo la realidad
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de la función sindical de la totalidad de la Ley de Concursos, aplicando un sistema de interpretación finalista.

La clasificación que hacemos a continuación es un tanto arbitraria, y se realiza al solo efecto de sistematizar
el tratamiento de las diversas funciones sindicales en el concurso, pero ello no implica que en la normativa
concursal ellas estén tratadas en forma organizada, sino que surgen de distintas disposiciones legales.
Únicamente catalogamos las principales funciones dando sólo un panatallazo general de cada una de ellas,
desarrollándose luego in extenso cada una de ellas y sus derivaciones en los capítulos subsiguientes.

Entonces, estamos ante un funcionario técnico-profesional que actúa en forma independiente en algunos
supuestos y como auxiliar judicial en otros. La sindicatura debe actuar cumpliendo las obligaciones impuestas
por la ley y dentro de la órbita de la competencia que ella le fija.

Repetimos que la clasificación que a continuación hacemos de las funciones de la sindicatura concursal ha
sido efectuada en forma un tanto arbitraria, con el único fin de dar una idea de la principal injerencia que tiene
este funcionario en el proceso concursal, pero, por supuesto, ellas no se agotan en el detalle efectuado, e incluso
no puede decirse que la ley determine un clausus al respecto, sino que las funciones del síndico pueden ser
innumerables, y variarán según el tipo de concurso de que se trate y el carácter del sujeto concursable.

a) Funciones administrativas

Las funciones administrativas del síndico son instrumentales. Si bien en el concurso preventivo el síndico no
administra los bienes del deudor, ejerce al respecto una función fiscalizadora de la administración que realiza
aquél de su patrimonio, lo que se refleja en el desapoderamiento atenuado que existe en este tipo de
procedimientos. En cambio, en la quiebra ejerce la administración del patrimonio del fallido por la existencia
del desapoderamiento pleno.

En toda la función administrativa de la sindicatura los poderes de ésta deben ser integrados, en ciertos casos
determinados por la ley, por la autorización judicial como autoridad de tutela y de control de sus quehaceres (35)
.

Dentro de estas funciones, el inc. 5 del art. 275 , LCQ. (t.o. 1984, LA 1984-A-46) lo autoriza a expedir
certificados de prestación de servicios de los dependientes, destinados a la presentación ante los organismos de
seguridad social, según constancias de la contabilidad.

El sistema unificado de la sindicatura que ha adoptado carta de ciudadanía en las últimas leyes concursales
hace que el mismo síndico se ocupe de la vigilancia en el concurso preventivo, de la administración en la
quiebra y de la liquidación en dicho proceso falencial de los bienes desapoderados, y también en su caso llevará
a cargo la administración en la continuación de la explotación de la empresa en quiebra.

1.- Vigilancia de la administración del concursado preventivamente

En el concurso preventivo, atento al desapoderamiento atenuado que en él se desarrolla manteniendo el


deudor la administración de su patrimonio, las funciones administrativas del síndico quedan restringidas a la
vigilancia.

La vigilancia ejercida por el síndico sobre los actos de administración que realice el concursado se limita a
fiscalizar la actuación de aquél, el cual continúa su actividad normalmente, sin necesidad de que el funcionario
concursal haga mérito sobre la conveniencia o no del acto a realizarse, aunque podrá denunciar ante el juez la
existencia de irregularidades (36). Sin embargo, el síndico también podrá oponerse a que el concursado realice
algún acto, con la oportuna denuncia judicial a fin de que el juez se pronuncie al respecto. También podrá
requerir explicaciones por actos u omisiones del concursado respecto de su administración, pero éste no está
obligado a someter a consideración del síndico ni requerirle previa conformidad para llevar a cabo la
administración de sus negocios (37). Pero podrá el funcionario requerir informes, supervisar las actuaciones
empresariales e inspeccionar los libros correspondientes, ya sean contables o societarios.

Existe así una verdadera intromisión pasiva del oficio concursal en la administración del concursado (38), lo
que de ninguna manera implica coadministración (39), por lo que no podrá entrometerse en la conducción
empresaria, y tampoco llegará a ser una veeduría (40). Como decimos, la intrusión es pasiva, pues conoce de los
actos celebrados, y en cuanto violen el sistema legal informará oportunamente al juez, pero nada podrá hacer
frente al concurso y al acto que pretende realizar o haya realizado.

Como bien se ha apuntado, la actuación de la sindicatura en la vigilancia de la administración se encuentra

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complementada con la actuación del comité de acreedores, el cual tendrá funciones de información y consejo en
cuanto a los actos que realice el concursado, como así también vigilar su actuación (art. 260 , LCQ.).

Esta vigilancia no debe extenderse a los actos de los socios con responsabilidad ilimitada, respecto de la
administración de sus respectivos patrimonios, atento a que dicha responsabilidad resulta subsidiaria (art. 56 ,
LSC.), siendo suficiente respecto de ello la inhibición general de bienes y las disposiciones del art. 18 , LCQ.
(41).

2.- Funciones administrativas en la quiebra

En la quiebra la función administrativa es aquella que más exige a la sindicatura, y es consecuencia directa
del desapoderamiento pleno falencial.

El síndico debe tomar posesión de los bienes, incluyendo los libros y la contabilidad, a través de la
incautación, para lo cual tomará las precauciones necesarias como para conservar los mismos y llevar a cabo los
contratos que crea convenientes. Además de ello, también debe cumplir contraprestaciones para mantener
bienes en el patrimonio del quebrado, cumplir las obligaciones contractuales del deudor, cobrar y percibir los
créditos de titularidad del fallido. También puede, a fin de obtener frutos, locar u convenir otro tipo de negocio
sobre los bienes, como así también decidir la venta, previa autorización judicial de bienes perecederos, que
estén expuestos a una disminución en su precio, sean de conservación dispendiosa o sea necesaria su realización
para solventar gastos del concurso (42).
Entonces, la sindicatura ejercerá una doble función administrativa: una, la de ocupación de los bienes; y la
otra, la de su conservación.

i) Incautación

Atento a la inmediatez con que se produce la incautación, la misma es previa a la designación del síndico,
con excepción de los casos de quiebra indirecta, donde ya existe sindicatura, por lo que el juez concursal deberá
determinar el funcionario que la llevará a cabo, pudiendo ser un notario (art. 177 , párr. 1º, LCQ.) o un oficial de
justicia. Entonces en la quiebra indirecta la incautación de los bienes la hará la sindicatura, y en las quiebras
directas la harán el funcionario designado por el juez (notario u oficial de justicia) y la sindicatura a partir del
momento en que acepte el cargo para el cual ha sido designada.

Entendemos que el inventario y la incautación propiamente dicha deben hacerse en forma sucesiva sin
solución de continuidad, es decir que juntamente con el funcionario inventariador deberá concurrir el incautador
munido del correspondiente mandamiento. El referido mandamiento judicial, atento a la inmediatez con que
debe realizarse la incautación, deberá, sin necesidad de alegaciones previas, facultar al síndico o al funcionario
que practique la diligencia para solicitar auxilio de la fuerza pública, para el allanamiento de domicilio y para
contratar los servicios de un cerrajero. Cuando la incautación se haga por un funcionario distinto del síndico,
por no haber aceptado éste aún su cargo, deberá ordenarse la vigilancia policial para la custodia de los bienes
(art. 178 , LCQ.). En caso de que los bienes se encuentren en otra jurisdicción, la incautación será realizada por
el agente fiscal o un oficial de justicia de aquella jurisdicción, previa rogatoria del juez concursal, la cual debe
librarse a las veinticuatro horas de dictada la sentencia de quiebra (art. 177 , párr. penúltimo, LCQ.). Luego de
la incautación la tenencia de los bienes estará a cargo del síndico, produciéndose así la ocupación material de
los bienes que componen el patrimonio en default.

En la incautación también quedan comprendidos los papeles y libros comerciales del fallido a los fines de
poder hacer la reconstrucción del patrimonio cesante y su evolución hasta la quiebra, lo que estará también a
cargo del síndico. En la diligencia, conforme al art. 180 , LCQ., el oficial encargado de la misma debe
intervenirlos, cerrando los claros y colocando nota datada al final del último asiento, con constancia de las hojas
utilizadas. Si bien la ley prevé que dicha atestación debe ser suscripta por el síndico y por el funcionario o
notario que intervenga, lo cierto es que si en la incautación actúa uno, no lo hará el otro, por lo que será
suscripto por el síndico u oficial que realice la diligencia y, en su caso, por el notario cuando sea el
inventariador. No corresponde que dicha documentación sea entregada al juzgado interviniente, pues la
incautación y, por ende, conservación de los mismos es responsabilidad del síndico, quien debe mantenerlos en
su poder. Es obligación del síndico la conservación de los papeles comerciales del fallido, lo que debe
extenderse temporalmente al término de diez años (art. 67 , CCom.), pudiendo afectar, con autorización judicial,
fondos para proveerse de un lugar físico suficiente para ello. Transcurridos los diez años, los libros y
documentación podrán ser destruidos por el síndico; sin embargo, debe hacerse la salvedad de aquella
documentación necesaria en los casos en que la sindicatura haya promovido acciones de responsabilidad
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concursal o societaria, o cualquier otra en la cual sea indispensable, como medio de prueba la referida
instrumental (43).

Para el caso de los bienes muebles deberá levantarse inventario, en el que constará la descripción de
aquéllos, y serán entregados directamente al síndico o al oficial que realice la diligencia. Igualmente, el art. 179
, párr. 2º, LCQ. permite que la ocupación de los bienes pueda ser hecha por un tercero apoderado del síndico,
por lo que en dicho supuesto el síndico podrá actuar a través de un mandato voluntario. El inventario se hará por
triplicado, entregándose uno al síndico y los otros serán agregados al expediente y al legajo de copias. El
inventario, que importa el detalle descriptivo de todos los bienes, es una formalidad previa y esencial a la
incautación, y resulta de real importancia porque la administración de los bienes desapoderados será la
administración de bienes ajenos, respecto de lo cual, de una u otra manera, el síndico deberá rendir cuentas (44).

Las funciones tendientes a la incautación de los bienes del fallido son las primeras ejercidas por el síndico
desde el mismo momento en que acepta el cargo, bifurcándose luego en las funciones de administración y
conservación de aquellos bienes.

ii) Conservación y administración

En la operatividad del desapoderamiento debemos distinguir la conservación, entendida como la actitud de


seguridad material de los bienes por parte del síndico, de la administración, que es el aprovechamiento de la
naturaleza fructífera del bien (45).
La actividad de administración y conservación del patrimonio desapoderado e incautado se encuentra a
cargo del síndico. Si bien el mismo desapoderamiento (art. 109 , LCQ.) es el que habilita al funcionario a
administrar los bienes del fallido, lo cierto es que en el ámbito material de la incautación dicho deber se ve
plasmado de facto (art. 179 , párr. 1º, LCQ.). Estas funciones sindicales variarán según la naturaleza de los
bienes componentes del activo, y deberá desarrollarse dentro del paradigma del buen administrador de bienes
ajenos (doct. art. 902 , CCiv.).

En tal sentido, el art. 185 , LCQ. permite al síndico, previa autorización del juez concursal, realizar las
contrataciones necesarias para la conservación y administración de los bienes incautados (vgr., seguro).
Asimismo, queda habilitado el funcionario, en caso de urgencia, a contratar aun sin venia judicial, bajo el deber
de poner el hecho inmediatamente en conocimiento del juez. Tanto para otorgar la autorización previa como
para aprobar la contratación urgente el magistrado deberá tener en cuenta la economía de los gastos y el valor
corriente de los servicios referidos según la plaza donde sean contratados.

Conforme al art. 181 , LCQ., cuando exista riesgo en la conservación de los bienes, el síndico puede tomar
las medidas convenientes a fin de evitar aquella inseguridad, ya sea solicitándolas previamente al juez o
practicándolas directamente con posterior comunicación al juez concursal. Sin embargo, tratándose de casos de
urgencia es común que se realicen con dispensa de la autorización judicial, siendo sustituida por una ratificación
hecho por el juez concursal, en momento posterior a la celebración del acto. Tales medidas de seguridad tienden
a evitar sustracciones, pérdidas o deterioros. El artículo es meramente ilustrativo o ejemplificativo de las
funciones sindicales, por lo que el actuar del funcionario será discrecional en este punto.

El síndico, como consecuencia de los deberes que venimos desarrollando, tiene a su cargo procurar el cobro
de los créditos del fallido (art. 182 , LCQ.), lo que importaría ya la liquidación de parte del patrimonio in malis,
aunque se encuentra precedida por un sinnúmero de actividades administrativas previas. Tal facultad se extiende
a la de percibir judicial o extrajudicialmente créditos del fallido, pudiendo, a tal fin, extender recibos con fuerza
cancelatoria. La principal actividad extrajudicial en procura del cobro de los créditos del fallido es la
interpelación al deudor para el pago, y si el mismo no se realiza voluntariamente por el deudor, producir la
constitución en mora, en los casos en que ello sea necesario, como recaudo previo a la iniciación de la acción
judicial y procurar el cobro coactivo del crédito. Igualmente, y como actividad extrajudicial, el síndico deberá
procurar evitar la caducidad de las inscripciones de los derechos reales de garantía, interrumpir la prescripción
de las acciones o realizar el protesto de documentos.

La actividad judicial sindical no queda limitada al inicio de las acciones tendientes al cobro de los créditos
del fallido, sino que de otras disposiciones legales surge que debe ejercer toda otra acción que sirva para
conservar o incrementar el patrimonio del fallido o que impida su disminución (46). El art. 183 , párr. 1º, LCQ.
impone al síndico que las sumas percibidas deben ser depositadas en la cuenta judicial del concurso en el
término de tres días. Sin embargo, con autorización del juez podrán conservarse los fondos necesarios para
realizar gastos ordinarios o aquellos extraordinarios que haya autorizado (art. 183 , párr. 3º, LCQ.). La ley le
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otorga a la sindicatura amplias facultades para disponer la mejor forma de conservación de los fondos
ingresados a la quiebra.

Entre los deberes de conservación y administración del síndico, en el art. 184 , LCQ., aunque más bien se
trataría de facultades de liquidación urgente, encontramos el de propiciar la venta de bienes perecederos, los que
estén expuestos a una grave disminución del precio, aquellos cuya conservación fuese dispendiosa y también los
que sean necesarios para hacer frente a los gastos del concurso. Se entremezclan aquí los actos de disposición
con los de administración, porque la decisión de la venta importa un acto de administración o de conservación,
porque con ella se permite mantener en el activo falencial el valor de dichos bienes a través de la liquidación,
pues si ella no se llevara a cabo se perderían o producirían gastos innecesarios.

El síndico también debe procurar la obtención de los frutos civiles de los bienes desapoderados (art. 186 ,
LCQ.), pudiendo a tal fin proveer, previa autorización del juez del concurso, la contratación que crea
conveniente (vgr., locación), siempre que no importe la disposición del bien y que no exceda los límites
temporales impuestos para la liquidación (art. 205 , LCQ.). Ello, por supuesto, sin perjuicio de las
consecuencias propias en el caso en que se decida la continuación de la explotación de la empresa (arts. 192 a
199 , LCQ.). Para estos casos, y respecto de la autorización judicial, el art. 187 , LCQ. prevé que el juez pueda
requerir diferentes propuestas contractuales y que se ofrezcan garantías, tramitaciones que estará a cargo del
síndico acercárselas al juez. Para facilitar su propia gestión, el síndico debe ser lo más claro posible ante el juez
concursal y describir detalladamente las condiciones de la contratación, las garantías y la forma en que se dará
por culminado el convenio, al solicitar la autorización judicial, fundándose en el beneficio para el concurso.
La administración que hace el síndico de los bienes desapoderados se encuentra directamente dirigida a la
liquidación de los mismos en forma individual o conjunta.

3.- Liquidación de los bienes

Como adelantamos, concordantemente con la función administrativa el síndico es partícipe necesario en la


etapa de liquidación de los bienes en la quiebra, donde realiza todas las tareas preparatorias a las subastas o
licitaciones, siendo controlador indispensable de dichos actos, sellando su actuación con la presentación del
informe final y el proyecto de distribución.

En concordancia con el art. 203 , LCQ., el art. 88 , inc. 9, LCQ. dispone que la misma sentencia de quiebra
debe contener la orden de liquidación de los bienes y la designación de quien estará a cargo de ello, lo que en
realidad no se consuma en la práctica. Si bien la sentencia de quiebra podrá ordenar en forma genérica la
realización de los bienes, ella no podrá hacerse efectiva concretamente hasta que no se conozcan los bienes que
componen el activo y se recabe por parte del síndico la información y la documentación necesarias para llevar a
cabo tal liquidación. En realidad, la inmediatez a que hace referencia la ley no es respecto de la liquidación en sí
misma, sino de la realización de los actos procesales preparatorios de ella, a cargo del síndico y del enajenador.

En la liquidación de los bienes desapoderados quedan involucrados tres sujetos componentes de órganos
concursales: uno, el juez; otro, el síndico; y finalmente, como auxiliar de la justicia, el enajenador. Hasta la ley
11719 existían diversos funcionarios concursales, el síndico y el liquidador, también denominados "síndicos
provisionales y definitivos", el primero encargado de la conformación del pasivo y el segundo se ocupaba de la
incautación y liquidación falencial; la ley 19551 unificó la gestión en un único síndico.

El síndico, por efecto del desapoderamiento, participará de la liquidación de los bienes, lo que importa que
deberá proveer lo necesario para que ella se lleve a cabo, promoviendo la designación del enajenador,
incorporando los elementos necesarios para producir la realización de los bienes (informes, títulos, etc.). Su
actividad no es netamente de enajenante, en sentido jurídico, sino que se limita a los actos preparatorios de la
liquidación.

La tarea más ardua de la sindicatura en la etapa de liquidación de bienes se producirá cuando se decida la
venta a través de la licitación. La práctica judicial indica que la venta por licitación generalmente es realizada
por el síndico, por lo que no se designará enajenador sino que deberá nombrarse únicamente un tasador. Para
ello se producirá una tasación de los bienes involucrados, de la cual se dará vista al síndico, quien al contestarla
deberá informar sobre los bienes gravados y su incidencia en el valor, es decir que dicho funcionario tendrá
también participación activa en la referida tasación. Especialmente cuando la enajenación se haga por licitación,
que pareciera ser la forma preferida por el legislador para la enajenación de la empresa o establecimiento (art.
205 , LCQ.), el síndico, con la colaboración del enajenador, si se hubiere designado, deberá confeccionar el
pliego de condiciones, el cual, en definitiva, deberá ser aprobado por el juez. El síndico deberá informar

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especialmente -en planilla especial, dice la ley- sobre el valor de los créditos privilegiados, y el acreedor
omitido podrá pedir su inclusión dentro de los diez días de la primera publicación de edictos; si no lo hiciese, su
preferencia será relegada con respecto a los créditos informados y podrá hacerse efectiva hasta el producido
líquido de la enajenación (art. 206 , LCQ.). En el supuesto de una segunda licitación, por fracaso de la primera,
el síndico deberá presentar un informe sobre la participación que tienen los bienes asiento de privilegios
especiales sobre el valor probable de realización de la empresa o establecimiento en condiciones de mercado o
sobre el precio obtenido. La sindicatura también será quien propondrá al juez, en su caso, la conveniencia de
efectuar la venta singular o separada de algún bien gravado, pudiendo optar por desinteresar a los acreedores
privilegiados con fondos existentes en la quiebra (arts. 207 y 208 , LCQ.).

También en caso de que se liquide algún bien en concurso especial habrá participación del síndico, quien
analizará formalmente el título y además controlará la legalidad del procedimiento, procurando la efectivización
de la reserva de gastos prevista en el art. 244 , LCQ. (art. 209 , LCQ.).

En forma excepcional el juez podrá ordenar la venta directa de algún bien, cuando por la naturaleza de los
bienes sea inconveniente su enajenación judicial, su escaso valor no justifique los gastos de la liquidación
judicial o por el fracaso de otra forma de enajenación, lo que vaticinaría el fracaso de otro intento (art. 212 ,
LCQ.). La resolución judicial debe hacerse previa vista al síndico, pudiendo realizarse la venta por intermedio
de este funcionario, un intermediario o institución o mercado especializado. La realidad indica que
generalmente para abaratar costos la venta directa es efectuada por el síndico, convirtiéndose, aunque no sea lo
requerido por la ley, en una negociación privada entre dicho funcionario y el interesado en la adquisición. En
otros casos frecuentes directamente el interesado es el que insta la compra directa realizando ofertas al síndico
cuando conocen que otra forma de venta fracasaría.

En general la sindicatura participa en todo el proceso liquidativo, incluyéndose los títulos y bienes cotizables
(art. 215 , LCQ.), como así también los créditos a favor del fallido (art. 216 , LCQ.); especialmente respecto de
estos últimos, como ya hemos adelantado, el síndico deberá procurar su cobro en forma judicial, que será la
forma natural y primordial de la liquidación de los créditos.

Culminada la liquidación, y dentro de los diez días de aprobada -y firme- la última enajenación, el síndico
debe presentar un informe, llamado "final", detallando el resultado de la liquidación y conteniendo la rendición
de cuentas de la misma y el proyecto de distribución según los créditos verificados y su graduación (art. 118 ,
LCQ.). El mismo debe contener una detallada rendición de cuentas de las operaciones efectuadas por el síndico
en la etapa liquidativa, acompañando los correspondientes comprobantes de las mismas; allí se podrá apreciar la
eficacia de la labor del síndico y sus resultados. En realidad, la rendición de cuentas será una memoria,
reiteración y conjunción de todas las rendiciones que oportunamente el síndico ha realizado cada vez que utilizó
fondos de la quiebra. También debe detallarse el resultado de la realización de los bienes, lo que variará según la
forma de enajenación elegida. Como integrante del informe final el síndico debe presentar un proyecto de
distribución, en el cual se determina la participación que tendrá cada acreedor sobre el producido de la
liquidación. Tal distribución debe considerar necesariamente la verificación de los créditos, en cuanto a monto y
privilegios, y, además, todas aquellas acreencias devengadas como prededucibles (arts. 240 y 244 , LCQ.).
Entonces, el referido proyecto de distribución determinará el porcentaje y monto que le corresponde a cada
acreedor sobre el producido de las liquidaciones; es un reflejo aritmético de la verificación y graduación de los
créditos, por lo que queda sujeto a lo judicialmente resuelto en aquella etapa (47).

El proyecto de distribución importa un complejo trabajo a cargo del síndico, donde debe realizar la
correspondiente escala de cada uno de los créditos, teniendo en cuenta el origen de los fondos del concurso para
así aplicar los privilegios especiales al asiento de cada una de las preferencias. Ello implica que deberá
realizarse un proyecto de distribución independiente respecto de cada bien que esté afectado a privilegio
especial, considerando, además, las acreencias prededucibles preferentes a tales privilegios (art. 244 , LCQ.).
También debe tener en cuenta el funcionario los diversos rangos de los privilegio generales, debiendo distribuir
primero los créditos que participan de todo el producido y luego los que afectan sólo el 50% líquido (art. 247 ,
LCQ.), siempre afectando primero el producido a los créditos prededucibles (art. 240 , LCQ.). Finalmente, la
operación más simple del proyecto de distribución será la de determinar el porcentaje y monto que les
corresponde a los acreedores quirografarios, ya sean los originariamente comunes, aquellos que tenían
privilegio general por su saldo insoluto. También deberán considerarse los diversos intereses, ya sean anteriores
al concurso como aquellos que se pudieron devengar después de abierta la quiebra, los cuales, en su caso,
podrán ser privilegiados o no. Finalmente, dicho cálculo se verá afectado por las reservas que deban hacerse
para cubrir créditos aún no determinados en cuanto a su cuantía o graduación.

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Si luego hubiesen quedado bienes sin liquidar, por la razón que fuese, o se desafectasen reservas, el síndico
estará obligado a presentar distribuciones complementarias (art. 222 , LCQ.).

4.- Gestión empresaria en la continuación de la explotación de la empresa en quiebra

El síndico dentro de la administración que realiza en la quiebra debe distinguir la gestión empresaria que
ejerce cuando se determina la continuación de la explotación de la empresa. Esta función va mucho más allá de
la administración ordinaria que se hace en la quiebra, pues el síndico no se limita a terminar las operaciones en
curso y conservar los bienes, sino que podrá realizar nuevas contrataciones que aseguren el giro de la empresa,
sus posibilidades de obtener nuevas utilidades (48) y, en general, continuar con la actividad que ejercía la fallida.

La ley concursal prevé dos formas en que se dispondrá la continuación de la explotación de la empresa: una
inmediata, que es la que se produce al momento de decretarse la quiebra y es decidida por el síndico, quien
luego pondrá en conocimiento al juez o excepcionalmente será decidida por el juez cuando aún no existiese
síndico designado, y otra mediata, que es resuelta por el juez luego del trámite legal, y con previo informe de la
sindicatura.

En cuanto a la continuación inmediata, el síndico para decidirla deberá evaluar concretamente el evidente
hecho de que la interrupción de la actividad podría producir un daño grave al interés de los acreedores o a la
conservación del patrimonio liquidable. En lugar de producir la clausura del establecimiento y la incautación de
los bienes, el síndico continuará con la explotación de la empresa ipso facto. Como la continuación es inmediata
y decidida directamente en forma personal por el síndico, debe hacerse sin intervención judicial; la ley prevé
que se ponga en conocimiento de tal continuación excepcional al juez en el término de veinticuatro horas,
elevándosele un informe fundado sobre las bondades de mantener la empresa en marcha. El síndico deberá
hacer saber al juez las cuestiones tenidas en miras para decidir la continuación inmediata y los problemas que se
evitaron con ella. Aquí la sindicatura primeramente ejerce funciones autónomas de decisión y luego
informativas para poner en conocimiento al juez.

Para decidir la continuación mediata la ley prevé un procedimiento previo a que el juez tome la resolución
correspondiente, pero también se impone que el síndico informe al respecto antes de que se decida sobre ello
definitivamente. Concretamente, el trámite se inicia con el informe sindical previsto en los párrs. 1º y 4º del art.
190 , LCQ., el cual debe ser presentado al expediente dentro de los veinte días corridos contados luego de la
aceptación del cargo del síndico. La importancia del informe, que forma parte de la actividad consultiva del
síndico en esta etapa, radica en que el mismo debe acercar al juez datos que le permitan decidir sobre la
continuación de la empresa, el cual indefectiblemente deberá ser fundado. Así, deberá expresarse sobre el
mantenimiento de la explotación sin que se genere nuevo pasivo, algo que sería imposible, por lo que la norma
devendría ilusoria. Dicho informe, además, debe contener un plan de explotación, el que contendrá un
presupuesto de recursos debidamente fundado; además debe informar sobre la manera en que se mantendrán los
contratos en curso de ejecución, sistema mucho más discrecional para el síndico ante la derogación del art. 185 ,
ley 19551, que reglaba sucintamente el régimen de los contratos pendientes. En su caso, el funcionario debe
incorporar en su informe las modificaciones que deben producirse en la empresa para que sea su explotación
económicamente viable. También el síndico debe hacer conocer al juez sobre los colaboradores que necesitará
para administrar la empresa cuya explotación pretende continuarse. Finalmente, el funcionario deberá explicarse
sobre el modo en que pretende cancelar el pasivo concursal, que no será otra cosa que la forma en que se
liquidará la empresa para cubrir aquellas acreencias.

Igualmente, el síndico participará en la decisión respecto de la continuación de la explotación de la empresa


por una cooperativa de trabajo.

Decidida la continuación de la empresa, el síndico estará autorizado, en su caso, para contratar sujetos que
colaboren en la administración si fuese necesario. Luego se designará a los coadministradores, que junto con el
síndico llevarán adelante la explotación de la empresa. El juez debe fijar la forma y periodicidad con que el
síndico o el coadministrador deberán informar sobre el desarrollo de la actividad. En tal sentido, el síndico y el
coadministrador, según el caso, pueden realizar per se los actos de administración ordinaria que correspondan a
la explotación de la empresa, entendiéndose que estarán autorizados para ello.

Entonces, la sindicatura se desarrolla como sujeto primordial en la etapa de continuación de la explotación


de la empresa en quiebra, quien participa en la decisión y la lleva operativamente adelante.

b) Funciones dictaminantes

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La realización de estas actividades es lo que fundamenta la necesidad de una sindicatura profesional, única
que tendría competencia para dictaminar en forma fundada sobre las cuestiones tanto técnicas y jurídicas como
contables, y -por qué no- financieras y económicas.

Tales funciones dictaminantes son principalmente desarrolladas en la etapa tempestiva de verificación de


crédito, también en la eventual presentación del informe general y en la determinación de los créditos y
relaciones laborales, y en general toda cuestión que deba ser decidida por el juez en el marco del concurso y lo
estrictamente atinado al mismo.

1.- Verificación de créditos

A las funciones dictaminantes, dentro de la etapa verificatoria, Pajardi las denomina "de contradictor" (49),
aunque el síndico no actúa con tal carácter sino que el desarrollo de sus funciones se hace en forma imparcial
con dictámenes técnicos.

El síndico debe determinar el pasivo concursal en la etapa de verificación tempestiva e integrarlo con la
eventual, en la primera presentando un informe individual y en la segunda un informe fundado, luego de la
etapa probatoria sobre incorporación o no del crédito a dicho pasivo. También incumbe al síndico la
presentación de un informe general. Es uno de los momentos del concurso donde adquiere virtual
preponderancia la actuación del síndico, quien se desarrolla como un funcionario concursal, auxiliar del juez.
No realiza una actividad pericial, sino que su función técnica contable se encuentra enderezada a la
comprobación de la real conformación del pasivo concursal a fin de informar al magistrado concursal. La etapa
tempestiva es la realización de la función pública del síndico en forma independiente actuando en interés de la
ley (50), imparcialmente y como sujeto no contradictor.

El principal actor de la etapa tempestiva es el síndico, quien como funcionario de técnica


económico-contable -no jurídica- informará al magistrado concursal sobre la composición del pasivo concursal
aconsejando la incorporación o no de los créditos insinuados. Para otros se incluyen actividades de análisis
financiero de la realidad del concursado (51). Por nuestra parte, creemos que el síndico debe seguir las reglas
pertinentes de auditoría contable para realizar esta labor encomendada para la etapa tempestiva de verificación.
El art. 33 , LCQ. determina la actividad informativa-inquisitiva que la sindicatura debe realizar en la etapa
tempestiva, como así también la forma en que deberá conservar la documentación que recopile y hacer constar
la actividad realizada.

El síndico va a tener en cuenta las constancias obrantes en los legajos de acreedores presentados por el
deudor junto con la demanda de concurso preventivo, sumándose a ello la documentación que presente cada
acreedor al insinuarse, con más toda aquella instrumental que el funcionario haya podido recabar y aquella que
se haya presentado al momento de impugnarse los créditos. Es por ello que la ley le impone la obligación de
conservar dichos legajos y formar los de aquellos acreedores no denunciados por el deudor. Esta actividad a
desarrollar por la sindicatura en la verificación tempestiva es tendiente a formar su opinión sobre cada una de
las acreencias insinuadas, lo que quedará plasmado en el informe individual que deberá emitir dictaminando al
respecto.

La sindicatura realiza una actividad definidamente instructoria -no contradictoria-, que culminará con el
informe individual que deberá presentar para ilustrar al juez concursal, y que luego será utilizado por el mismo
funcionario para la confección del informe general. Definitivamente, esta actividad encuentra sus propios
límites en la razonabilidad de la actividad reglada, imposibilitándose el ejercicio abusivo de tales facultades (52).

Como bien expuso en su momento el maestro Alegria, el síndico debe ser amplio en la información que
reciba cuando no cuente con los elementos suficientes en los libros y documentos, pero es necesaria su
prudencia cuando así lo haga, evitando rozar reglas que rijan los principios de la prueba en general y, en
particular, la pertinencia con la causa, la admisibilidad en casos determinados y, fundamentalmente, el secreto
que legalmente corresponda a ciertas situaciones o entidades (53).

Ciertamente, el quehacer del síndico en la etapa tempestiva de verificación es una de las más importantes del
concurso, donde debe reconstruir el pasivo concursal para así informar al juez, pero ello no implica que deba
suplir las actividades de los demás sujetos intervinientes, quienes deben cumplir con sus roles procesales en el
acotado margen que determina la ley.

La tarea del síndico en la etapa tempestiva de verificación culmina con la presentación ante el juez concursal
de los informes individuales que debe presentar sobre cada solicitud de verificación dentro de los veinte días de
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finalizada la etapa de observaciones e impugnaciones. Como bien señala Rouillon (54), la parte más importante
de estos informes individuales es la expresión de opinión fundada del síndico sobre la procedencia o
improcedencia del crédito insinuado y de su graduación, lo que constituye un verdadero dictamen técnico, con
las explicaciones correspondientes y con el respaldo documental que deberá constar en cada uno de los legajos.
En definitiva, el funcionario concursal emite un consejo sobre la admisión o no de las acreencias presentadas a
verificar, para lo cual debe respetar las reglas de los profesionales en ciencias económicas sobre auditoría.

No creemos que deba presentarse un informe individual sobre aquellas acreencias que no transitaron por la
etapa verificatoria tempestiva ante la sindicatura, donde el funcionario emitirá opinión, oportunamente, según el
trámite que corresponde (juicio de conocimiento continuado conforme al inc. 1 del art. 21 , LCQ., incidentes de
pronto pago, etc.).

En la etapa eventual de verificación, tanto incidentes de revisión, verificación tardía o cualquier otro
incidente o trámite de incorporación de créditos al pasivo concursal, distinto de la verificación tempestiva, como
funcionario imparcial y técnico, el síndico deberá presentar su dictamen fundado a través de un informe luego
de concluida la etapa de prueba. En contrario, respecto del incidente de revisión se sostuvo que el síndico debe
presentarse en oportunidad de contestar la demanda (art. 281 , LCQ.), ya que la revisión difiere en cuanto a las
pretensiones ejercidas respecto de la verificación tardía, sin posibilidad de analogía (55). La sindicatura cumple
un rol de asesoramiento técnico del juez respecto de la procedencia o improcedencia del crédito insinuado en
forma tardía (56). Si el síndico no presenta su informe, no estamos ante un derecho que ha dejado de usar, sino
ante una obligación propia de su función, lo que impone que se le corra nueva vista para su cumplimentación, y
viabilizándose la posibilidad de que se le impongan las sanciones correspondientes por su omisión (art. 255 ,
LCQ.).

2.- Informe general

La principal actividad de la sindicatura dentro del concurso preventivo queda plasmada a través del informe
individual que presenta dentro de la etapa de verificación y el informe general que debe hacer como
culminación de la etapa informativa del concurso. En aquél el síndico se ocupa del pasivo concursal y solamente
del concursal concurrente, y en el segundo, de aspectos personales y patrimoniales del concursado.

Para Maffía el informe general "es un informe, pero no sólo informe; también es dictamen" (57),
considerándolo como "la pieza más importante de todo el proceso" (58), que permite conocer "el pasado, el
presente y el futuro de la concursada" (59). Importa el análisis y comprobación de las denunciar realizadas por el
concursado en su demanda (60).

El art. 39 , LCQ. determina detalladamente el contenido que corresponde al informe general, información
que hace al patrimonio del concursado y a su actividad empresarial, en su caso. Importa la culminación de toda
la actividad inquisitiva-informativa de la sindicatura, que debe quedar plasmada radiográficamente en este
informe, para lo cual puede valerse de todos los elementos de juicio que considere pertinentes. Aporta detalles
patrimoniales que informarán al juez y a los acreedores.

Se sostuvo que la enumeración que hace el art. 39 , LCQ. no es taxativa (61), sino que menciona el contenido
mínimo del informe general, por lo que el síndico podrá ampliar algunos aspectos o incorporar elementos no
enunciados por la ley, en la medida en que considere que dicha incorporación es conducente a una más completa
y mejor exposición de la situación del concursado (62). Resulta prudente que el síndico encabece su informe
general con los antecedentes del concursado.

La versión del síndico, volcada en el informe general, debe ser objetiva e imparcial, sin necesidad de
coincidir con los datos aportados por el concursado en su demanda, y sin ser vinculante para el juez (63).

Los puntos contenidos en el informe son de diversa clase, incluyéndose comprobación de hechos -libros y su
regularidad, aportes sociales-, opiniones técnicas -causas del desequilibrio económico, época, estado de
cesación de pagos, agrupamiento y clasificación de acreedores- y de diversa naturaleza, ya sean patrimoniales
-estado activo y pasivo-, personales -inscripciones- o mixtos -actos inoponibles, defensa de la competencia- (64).

3.- Informes sobre créditos y relaciones laborales

La reforma de 2006 (ley 26086 [LA 2006-B-1607]) impone al juez en el art. 14 , inc. 11, LCQ. correr una
vista por diez días al síndico, contada desde la aceptación del cargo, a fin de que presente un informe respecto
del pasivo laboral denunciado por el concursado -apart. a- y un dictamen, previa auditoría contable, sobre la

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existencia de otro pasivo laboral que pueda ser objeto de pronto pago -apart. b-. Entendemos que dicha
información debería serle exigida al concursado bajo apercibimiento del fracaso de su concurso preventivo si
luego, en el trámite del mismo, se advierte que no fue veraz, o exigírsele que necesariamente sean corroboradas
con la prueba documental correspondiente las aseveraciones que haga en su demanda al respecto. Tal
información será relevante para el otorgamiento del pronto pago laboral, pero resulta imposible que el síndico
en diez días pueda realizar la auditoría que pretende la ley.

Por ello, generalmente cuando se trate de un concurso grande y deba acompañarse con la demanda el
dictamen exigido para el inc. 3 del art. 11 , LCQ., y el dictamen o certificación del inc. 5 del mismo artículo,
dicha información dada bajo la responsabilidad del contador del concursado debería coincidir con lo requerido
que informe el síndico. Por lo que pareciera, a primera vista, que tales recaudos sólo tendrían importancia en los
pequeños concursos, lo que se vería con buen tino para las pequeñas y medianas empresas.

Luego, la reforma de 2006 en el mismo art. 14 , inc. 11, en su apart. c prevé que el síndico debe
pronunciarse sobre la situación futura de los trabajadores en relación de dependencia ante la suspensión del
convenio colectivo. Esta norma debe ser correlacionada con el art. 20 , LCQ., y soluciona así las dudas que se
producen respecto de la situación de aquellos que se encuentran en relación de dependencia con el concursado,
entre la suspensión de los convenios colectivos y la entrada en vigencia del convenio de crisis. Así, se entiende
que el síndico deberá integrar, en su informe, la LCT. con los contratos individuales vigentes antes del concurso
y regidos conforme a las convenciones colectivas de trabajo, y aconsejando cuáles de las cláusulas económicas
no previstas por la LCT. quedarán vigentes hasta la negociación del convenio de crisis. Lo primordial será el
respeto del orden público laboral.

La Ley de Reformas Concursales, de 2006, incorpora el inc. 12 al art. 14 , LCQ. con una redacción que no
se condice con el proemio de dicha norma, pues no se trata de algo que disponga el juez en la sentencia sino que
directamente es algo prescripto por la ley como función para el síndico. Se dispone que el funcionario deberá
emitir un informe mensual sobre la evolución de la empresa, lo que significa que solamente será presentado
cuando el concursado funcione a través de alguna estructura empresarial. En realidad, la reforma así dispuesta
debió ser correlacionada con el presupuesto sustancial subjetivo del concurso, cual es el sujeto de derecho y no
la empresa. Mal no hubiera venido que tal exigencia culminase con su correlación y la presentación del plan de
empresa por parte del concursado para la etapa del acuerdo.

El único sentido que le vemos al informe es a los fines de mantener informados a los acreedores sobre la
evolución de la empresa, lo que deberán tener en cuenta para el momento del acuerdo. Insistimos en que hubiese
sido preferible igual que el concursado intervenga en la información sobre la evolución empresarial, porque es
él quien mejor la conoce.

Luego, e igualmente en períodos mensuales, la reforma exige al síndico que informe sobre la existencia de
fondos líquidos disponibles y el cumplimiento de las normas legales y fiscales. Se trataría de una
complementación del deber de vigilancia que debe ejercer el síndico en el concurso preventivo y que caracteriza
el desapoderamiento atenuado. El control sobre la administración del concursado pasa de ser netamente pasivo,
y bajo la órbita exclusiva del síndico, a una vigilancia más concreta y sometida al control judicial, lo que se hará
analizando los informes mensuales. El informe sobre la existencia de fondos líquidos está especialmente
estipulado para la efectivización del pronto pago.

Entendemos que estos informes mensuales, que deberán ser fundados, se traducen en verdaderos dictámenes
que deberán realizarse a través de auditorías previas. Es un verdadero análisis del cash flow empresarial.

4.- Casos no contemplados expresamente

En general el síndico ejerce esta función dictaminante no sólo donde lo determina la ley expresamente, sino
también en todos aquellos casos en que el juez del concurso, previo a resolver, crea necesaria la opinión fundada
del síndico.

Expresamente, la ley determina la intervención del síndico, con una vista previa a la resolución judicial, con
la obligación de dictaminar al respecto. Ello ocurre en el concurso preventivo para los actos sujetos a
autorización judicial en el desapoderamiento atenuado (art. 16 , parte 3ª, LCQ.) y la continuación de los
contratos de prestaciones recíprocas pendientes (art. 20 , LCQ.), y en la quiebra se prevé la intervención de la
sindicatura para fijar la fecha de inicio del estado de cesación de pagos (art. 117 , LCQ.), también para decidir
sobre la continuación de los contratos en la quiebra (arts. 144 , 146 y 148 , LCQ.), en el trámite de restitución de
bienes de terceros (art. 188 , LCQ.) y respecto de la inhabilitación del fallido (art. 236 , LCQ.). Como
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adelantamos, ello no quita que el juez le requiera informe dictaminante en otras cuestiones que deban
resolverse.

Por imperativo legal, el desempeño de la sindicatura responde a la dirección que lleva el juez del proceso,
por lo que no tiene función decisoria en estos temas. Así, en la práctica las decisiones que tome el juez van a
apoyarse generalmente en los aportes técnicos que haga el síndico (65).

El síndico se encuentra obligado a contestar las vistas y traslados que le confiera el juez, debiendo
dictaminar u opinar sobre las cuestiones sometidas a debate judicial. En tales supuestos el síndico informará y
dictaminará en forma imparcial, con miras al beneficio del concurso. Incluso en algunos supuestos estas
funciones se amplían aun en la posibilidad de recurrir la resolución judicial tomada, no por un interés personal
del síndico sino en el interés del concurso.

c) Funciones procesales

Las funciones procesales, contrariamente a las anteriores, son de carácter institucional, porque hacen del
actuar del síndico algo insuprimible y esencial (66). Ellas importan una participación concreta en el proceso
concursal, ya sea tanto en la ejecución directa de actos procesales como en la colaboración o participación de
actos procesales a cargo de otros sujetos del proceso. De esta manera, es un complemento necesario para
efectivizar la dirección del proceso que tiene a cargo el juez concursal.

Como primer recaudo procesal, luego de la aceptación del cargo, el síndico debe constituir domicilio ad
litem para todos los trámites del concurso, tanto del proceso principal como de sus incidentes.

1.- Deberes-facultades de la etapa tempestiva de verificación

Entre las funciones procesales encontramos como primordial aquellas funciones inquisitoriales cuyos
deberes-facultades le otorga el art. 33 , LCQ. Para ello puede requerir informes al deudor y a los acreedores,
como así también solicitar al juez las medidas que crea convenientes a tales fines.

En cuanto a la actividad informativa-inquisitiva la ley impone y reconoce al funcionario concursal


facultades-deberes que posibilitarán la realización de la tarea encomendada. Para Maffía estamos ante deberes
que erróneamente la ley denomina "facultades", entendiendo que existe deber de la sindicatura de realizar dicha
actividad (67). Por nuestra parte, creemos que existe deber del síndico de realizar una tarea investigativa e
inquisitiva en la etapa tempestiva para informar y aconsejar fundadamente sobre la incorporación o no de un
crédito al pasivo concursal, y la ley, para ello, le otorga facultades para el cumplimiento de dicho deber. El
cumplimiento por parte del síndico radica en la investigación de la existencia real de los créditos insinuados, y
para lograr tal fin se le otorgan medios que facultativamente podrá utilizar o no, según la naturaleza de la
relación que deba indagar.

Esta tarea del síndico se diferencia según si la investigación o el ejercicio de las facultades inquisitivas
deben realizarse sobre elementos existentes en poder del deudor, o si se hace sobre constancias del acreedor.
Respecto del deudor concursado, el síndico debe realizar todas las compulsas necesarias en sus libros y
documentación, donde deberá realizar una auditoría contable, pero cuando los elementos deban ser recabados de
constancias del acreedor, sobre él, sólo puede investigar de manera instructoria, sobre la instrumental que sea
pertinente al crédito insinuado, es decir, una exhibición parcial de sus libros (art. 59 , CCom.).

La ley faculta al síndico, para realizar su tarea, a valerse de todos los elementos de juicio que estime útiles a
sus fines, y en caso de negativa de quien deba suministrarlos, podrá solicitar al juez de la causa las medidas
pertinentes. Entendemos que esta norma, complementada con la del art. 275 , LCQ., habilita a la sindicatura a
pedir informes a terceros para conocer la veracidad de la acreencia que se pretende verificar, ya sean entidades
públicas o sujetos privados. Sin embargo, cuando la compulsa deba hacerse sobre los libros del acreedor y éste
se negase a exhibirlos, ello importaría una renuncia implícita a justificar su crédito, por lo que no corresponde
solicitar orden judicial para su cotejo (68), pues la falta de exhibición, en concordancia con el art. 32 , párr. 2º,
LCQ., sería impeditiva de la verificación (69).

2.- Diligenciamientos y trámites procesales

Primordialmente, el proemio del art. 275 , LCQ. para el proceso concursal en general, no sólo en la etapa
verificatoria, determina como facultad de la sindicatura que puede efectuar las peticiones necesarias para la
rápida tramitación de la causa, la averiguación de la situación patrimonial de concursado, los hechos que puedan
haber incidido en ella y la determinación de sus responsables. Al fundamento de las referidas funciones lo
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encontramos en la celeridad concursal, imponiéndose al síndico llevar adelante el proceso principal y sus
incidentes. Entonces, la ley enumera facultades procesales de la sindicatura, configurando en algunos casos el
ámbito y límite de su actuación.

Para ello la ley determina la competencia del síndico en el ámbito procesal, facultándolo a librar las cédulas
y los oficios ordenados por el juez, no sólo confeccionándolos sino también suscribiéndolos, es decir que se
desempeña como auxiliar del magistrado concursal (inc. 1 del art. 275 , LCQ.). No podrá firmar los oficios o
cédulas dirigidas al presidente, gobernador, ministros, secretarios de Estado, magistrados judiciales y
funcionarios de igual rango, los que deberán confeccionarse conforme a los recaudos previstos por la normativa
especializada; respecto de la comunicación entre jueces de diversa jurisdicción se aplica la ley 22172 (LA
1980-A-39).

Pero también le permite por propia decisión solicitar informes a entidades públicas o privadas, debiendo en
este caso confeccionar, firmar y diligenciar los oficios de informe sin necesidad de orden judicial (inc. 2 del art.
275 , LCQ.); ante la obligatoriedad de contestar el informe, la entidad oficiada si creyere improcedente lo
solicitado por el síndico, podrá presentarse ante el juez del concurso para que deje sin efecto lo actuado por
aquél. Por el art. 273 , inc. 8, LCQ. dichos informes, en su caso, se harán con pago diferido de los aranceles que
se cobren por los mismos, es decir que el síndico no debe adelantar fondos para afrontarlos.

La ley faculta al síndico a requerir al concursado, acreedores, o terceros las explicaciones que crea
convenientes, pudiéndolo hacer por escrito o en audiencia, como mejor lo crea el funcionario (inc. 3 del art. 275
, LCQ.), para lo cual podrá pedir una intimación judicial con apercibimiento para el supuesto de
incumplimiento.

También se prevé la facultad de la sindicatura para examinar los expedientes judiciales o extrajudiciales en
los que se ventile cuestión patrimonial del concursado y relacionada con ella (inc. 4 del art. 275 , LCQ.). La ley
claramente se refiere a examinar el expediente, lo que deberá ser hecho por el síndico en la Mesa de Entradas
del juzgado respectivo, pudiendo solicitar el préstamo de los respectivos autos cuando ello sea procedente según
lo previsto por las leyes procesales, es decir, cuando el fallido actuase como parte y quedase afectado por la
ilegitimación procesal del art. 110 , LCQ., pero ello no será posible en los expedientes en que ni el deudor ni el
síndico tengan participación.

El inc. 6 del artículo que venimos citando contiene una norma general que determina la amplitud de
funciones procesales de la sindicatura, disponiendo que puede, en general, solicitar todas las medidas dispuestas
por esta ley y otras que sean procedentes a los fines indicados.

3.- El síndico como parte procesal

Debemos destacar como totalmente desacertada la denominación que hace el art. 275 in fine, LCQ. del
síndico como "parte" en el principal y en los incidentes. Como dijimos, el síndico es un funcionario público que
actúa por imposición estatal, conforme lo determina la ley y no por voluntad de las partes del proceso, por lo
que se trata de un sujeto imparcial en el concurso en procura del interés general. Como bien se ha advertido,
donde la ley impone que el síndico sustituye la legitimación procesal del fallido, esto es sólo en lo relativo a los
bienes desapoderados, integrando también la relación procesal en los juicios en que el concursado
preventivamente sea parte (70).

Además de ello, la reforma efectuada por la ley 26986 , nuevamente en el art. 21 , LCQ., determina que el
síndico será parte en los juicios no atraídos. En realidad, la ratio legis importa darle intervención a la sindicatura
en los procesos no atraídos.

Tal participación del funcionario concursal viene asimilada a aquellos casos donde se debe citar a juicio a
entes públicos, considerados "parte necesaria" por diversas leyes, cuando se necesita la protección de ciertos
intereses que al Estado le importa que se resguarden especialmente en el proceso (vgr., asesor de menores e
incapaces). En tal sentido pareciera que se define al síndico como funcionario público. Es cierto, sin embargo,
que estos funcionarios no son auténticas partes procesales sino que intervienen como recaudo indispensable para
la validez de la sentencia, en resguardo del orden público o de intereses que a él atañen.

Más específicamente, en cuanto a la praxis con que se desarrolla tal intervención, entendemos que se le
correrá vista de la prueba producida para que presente el informe correspondiente previo al dictado de la
sentencia que servirá de título verificatorio (doct. art. 56 , párr. 9º, LCQ.). La verdad de los hechos indica que la
referencia legal únicamente tiene razón de ser, con tal expresión, en la circunstancia de que la ley anterior no

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preveía intervención alguna del órgano concursal en tales procedimientos, y mucho menos en procesos de
extraña jurisdicción.

El síndico, quien será notificado de la existencia del juicio, ya sea al comunicársele la quiebra al juez en que
tramita o iniciado el juicio cuando la quiebra fuese posterior, podrá controlar la etapa probatoria del proceso,
pero no realizar actos procesales propios de una parte.

No cabe duda de que la expresión "parte necesaria" es desafortunada y errónea, pues ella no modifica la
naturaleza de la función sindical, técnica e imparcial, ni nunca haría que tal funcionario pasase a ser contradictor
como "parte" en algún proceso.

Entonces, el síndico en los procesos no atraídos desarrollará la misma función que en toda la etapa
verificatoria no tempestiva, esto es, presentando un informe imparcial donde ponderará la pretensión del
acreedor, las defensas de la concursada y las pruebas producidas en el expediente, todo ello adunado con una
opinión fundada sobre la existencia o no del crédito que surge del juicio.

En consecuencia, el síndico en los juicios no atraídos no es parte procesal en el sentido estricto,


técnico-material, del vocablo. De ninguna manera asume el rol de demandado reemplazando al concursado, y
tampoco es tercero coadyuvante.

Tal caracterización, de parte necesaria o contradictor, tampoco es asumida por el síndico en la quiebra, pues
el verdadero legitimado pasivo es el deudor -aun en la quiebra-, y el síndico sólo dictamina acerca de la
procedencia o improcedencia del pedido conforme a su carácter de órgano auxiliar -y, por ende, imparcial- del
propio juez. En tal sentido, no caben dudas de que la función de dicho órgano es la de cooperar con el órgano
judicial para arribar a la correcta conformación del pasivo, encontrándose limitado su cometido a la instrucción
y al asesoramiento técnico de aquél, debiendo emitir sus informes con independencia e imparcialidad. De ello se
deriva que el síndico no es parte, siendo su misión emitir un dictamen surgido de una "valoración técnica y
objetiva no vinculante". Entonces insistimos en que sólo se reconoce carácter de parte al acreedor actor y al
deudor demandado, en tanto que el síndico debe limitarse a rendir un mero informe una vez concluido e período
de prueba.

Luego de tal lamentable expresión, la ley no determina sanción alguna por la falta de participación del
síndico en el juicio no atraído. Entendemos que tal situación no puede ser atacada por la nulidad por no existir
participación del síndico desde el inicio del juicio y desde la comunicación de la quiebra, aun cuando se dictase
sentencia, la cual servirá como título verificatorio sin que el síndico haya presentado su informe luego de
concluida la etapa probatoria. Es claro que los derechos que pudiesen verse conculcados en el proceso en el cual
no intervino el síndico quedarán protegidos adecuadamente cuando se pretenda verificar la sentencia dictada, la
cual pasará indefectiblemente por el tamiz de los acreedores concursales y del síndico, quien indefectiblemente
en la verificación tardía producirá el informe que prevé el art. 56 , párr. 9º, LCQ.

Por ello la inacción de la sindicatura en los procesos no atraídos únicamente será objeto de las sanciones que
por responsabilidad en el ejercicio de sus funciones le corresponden al síndico (art. 255 , LCQ.).

Diferente es el caso en que el síndico incoa acciones de cobro de créditos del fallido, o ejercita acciones de
recomposición patrimonial donde representa procesalmente a la quiebra.

4.- Actuación del síndico en juicios sobre bienes desapoderados

A la privación de las facultades de disposición y administración de los bienes desapoderados, como medida
sustancial, el régimen falencial le suma al fallido, como efecto de la quiebra, una imposibilidad procesal, cual es
la falta de legitimación de estar en juicio cuando el mismo está relacionado con bienes desapoderados. El
principio de la pérdida de la legitimatio ad causam lo sienta el art. 110 , párr. 1º, parte 1ª, LCQ.

La ley se refiere a "litigio", lo que debe interpretarse lato sensu, incluyéndose no sólo a la relación jurídica
procesal jurisdiccional sino también a toda contienda de carácter administrativo (71). La norma no restringe la
cuestión a los "juicios", lo que haría limitar la pérdida de legitimación sólo a los procesos judiciales.

En tal sentido, desde la sentencia de quiebra el fallido queda sustituido por el síndico en todo proceso
judicial o administrativo referido a bienes desapoderados. Entendiéndose a la legitimación para estar en juicio
como un acto de administración sobre los bienes involucrados, lo normado al respecto es una consecuencia
general del desapoderamiento y de la pérdida de las facultades que ello conlleva.

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En realidad el principio general es permitir la participación del deudor en el proceso, garantizándose su


derecho de defensa en juicio; la excepción de la norma y referida a los juicios que recaigan sobre bienes
desapoderados busca a través de la limitación de la actividad procesal del fallido evitar abusos y dilaciones
indebidas (72). Ello, porque el quebrado no podrá cumplir actos que comprometan el activo falencial.

Actualmente el síndico reemplaza al fallido en cuanto a su actuación ante la justicia cuando se vea
involucrada la masa activa falencial, pero no lo hace en forma absoluta (73). Asimismo, la relatividad de la
ilegitimación procesal se debe a que el fallido es desapoderado de sus bienes pero no expropiado de ellos.

Entonces, el síndico adquirirá la calidad de parte, sustituyendo al fallido, ya sea como actor, como sería en
las acciones reales o posesorias contra terceros y referidas a bienes desapoderados y en las acciones personales o
de crédito que tenga el fallido; o también actuará como demandado en las acciones de reivindicacón iniciadas
por terceros sobre bienes en poder del fallido (74).

Como dicha sustitución se produce desde el mismo momento de la quiebra, se revocan todos los mandatos
procesales otorgados por el ahora fallido, y la actuación del síndico se produce sin solución de continuidad. En
tal sentido, los actos procesales posteriores a la quiebra y desarrollados por el fallido serán inoponibles a los
acreedores, y aquellas resoluciones recaídas en los procesos judiciales en los cuales no ha intervenido el síndico
tampoco serán oponibles a los acreedores. Ergo, como explica Cámara (75), el síndico puede asumir los actos
procesales cumplidos, importando ello una especie de ratificación oponible a los acreedores.
La parte 2ª del párr. 1º del art. 110 , LCQ. permite, sin embargo, que el fallido inste y solicite las medidas
cautelares necesarias, en resguardo de los bienes desapoderados, hasta que el síndico tome intervención en el
proceso judicial, o cuando existiese omisión del funcionario público en el ámbito extrajudicial.

Ello se debe a que pareciera que el fallido no pierde legitimación para impedir que bienes desapoderados
salgan de su patrimonio, o, mejor dicho, del concurso (76); no se trata de una intervención adhesiva a la del
síndico, como se expuso (77), sino de iure proprio, en virtud del derecho al remanente que le corresponde al
quebrado. En todo caso dicha intervención podrá ser concurrente con la del síndico (78), o residual ante la
inactividad de aquél (79). Tampoco se ve afectada la legitimidad procesal del fallido para excluir bienes del
desapoderamiento, cuando así sea previsto legalmente conforme a las excepciones del art. 108 , LCQ. Nunca
puede permitirse la legitimación del fallido que perjudique la composición de la masa activa del concurso.

En realidad tales consecuencias se deben a que el desapoderamiento produce la pérdida de la legitimatio ad


causam del fallido, es decir, la posibilidad de obtener una sentencia de fondo que se pronuncie sobre su
pretensión, algo así como encontrarse desapoderado de la acción respectiva. En cambio, no queda afectado en
general en la legitimación procesal formal, o legitimatio ad processum, lo que importa la posibilidad de
intervenir procesalmente aunque sus actos sean inoponibles a los acreedores, o, en su caso, en beneficio o
resguardo de la masa activa. Para otros la pérdida de la legitimación se refiere a la legitimatio ad processum (80).

En cuanto a la participación en la conformación de la masa pasiva, o, más precisamente, en la etapa


verificatoria, ya se han dejado de lado las discusiones de antaño, pues a partir de 1995, y como era corriente
jurisprudencialmente, la parte 2ª del art. 110 , LCQ. permite, aunque a través de una "superfedatación", la
actuación del deudor fallido, tanto en la etapa de verificación tempestiva como en la eventual.

Para Rivera (81) y Maffía (82) el hecho de que la norma expresa que el fallido "puede... hacerse parte" en la
etapa eventual de verificación implica que no es necesario correr traslado al fallido en los incidentes de revisión
o verificación tardía, sino que es facultad de él hacerse parte en ellos. Disentimos de tal conclusión, pues la
posibilidad que tiene el fallido de hacerse o no parte en un incidente es independiente del traslado que se dé del
mismo; en consecuencia, deberá dársele intervención a través del correspondiente traslado, y el fallido se hará o
no parte en el incidente contestando o no dicho traslado.

Igualmente, de otras normas de la ley concursal surge que el fallido tiene legitimación para actuar en el
concurso; así, puede participar en el trámite de fijación de la fecha inicial del estado de cesación de pagos (art.
117 , LCQ.); ser parte en las acciones de inoponibilidad concursal (art. 119 , LCQ.); participar en los incidentes
de restitución de bienes de terceros (art. 188 , LCQ.); observar el informe final (art. 218 , LCQ.); solicitar la
conclusión de la quiebra por avenimiento o pago total (arts. 225 , 228 y 229 , LCQ.), entre muchos otros casos.

Luego de tratar la pérdida de legitimación por parte del fallido sobre los bienes desapoderados y la
sustitución por el síndico, regula una serie de supuestos donde la sindicatura deberá realizar trámites procesales
tendientes a incorporar bienes al activo falencial; entonces, la ley trata las situaciones referidas a las herencias,

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legados y donaciones (arts. 111 , 112 y 113 , LCQ.), inoponibilidad concursal (arts. 118 , 119 , 120 y concs.,
LCQ.), extensión de quiebra (arts. 160 , 161 , 163 y concs., LCQ.) y responsabilidad de representantes, terceros
y social (arts. 173 , 175 y concs., LCQ.).

d) Funciones actuariales

Las funciones actuariales o fedatarias del síndico importan que en algunas situaciones represente la voluntad
estatal, ya sea a través de actos de autoridad, de gestión y notariales, dando fe pública a actos por él ejecutados
o, en su caso, pasados ante su presencia.

La ley determina que la etapa de verificación tempestiva debe realizarse extrajudicialmente ante la
sindicatura, culminando su labor con la presentación de los informes individuales; por ello la ley impone que
durante el período de verificación de créditos y hasta la presentación del informe individual debe tener oficina
abierta al público en los horarios que determine la reglamentación que al efecto dictará la Cámara de
Apelaciones respectiva (inc. 7 del art. 275 , LCQ.), que según la jurisdicción de que se trate podrá ser de 8 a 12
y de 16 a 20 hs., de 9 a 12 y de 15 a 18 hs., entre otras opciones.

En dicha etapa resulta necesario también que el síndico dé recibo con fecha y hora bajo su firma o de la
persona autorizada expresamente en el expediente, de todo escrito que le sea presentado en su oficina durante el
período de verificación de créditos y hasta la presentación del informe individual, el que se extenderá en una
copia del mismo escrito (inc. 8 del art. 275 , LCQ.). La función de fedatario en este caso es asimilable a la de los
secretarios, prosecretarios o auxiliares letrados, oficiales mayores y oficiales primeros, conforme lo disponen los
Códigos rituales respecto del cargo de recepción de escritos judiciales (art. 124 , CPCCN. [t.o. 1981, LA
1981-B-1472]). El síndico podrá autorizar a tales fines un empleado, un ayudante, un socio, etc., siendo
necesario luego que el cargo sea suscripto por el síndico, cumpliendo así la función actuarial.

No sólo el síndico ejerce funciones de fedatario en la etapa tempestiva de verificación, recibiendo y datando
los pedidos de verificación, sino que también realiza similares funciones respecto de las diligencias practicadas
bajo su presencia, principalmente las relativas a la incautación y liquidación de bienes en la quiebra. Es decir
que hará plena fe lo manifestado por el funcionario en la confección del inventario, la clausura de los
establecimientos, la ocupación de los bienes y lo que manifieste sobre hechos ocurridos en su presencia en la
etapa liquidativa.

NOTAS:
(1) Martorell, Ernesto E., "Tratado de concursos y quiebras", t. II-A, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1999, p.
97.

(2) Farhi de Montalbán, Diana, en Pajardi, Piero, "Derecho Concursal", t. I, Ed. Ábaco, Buenos Aires,
1991, p. 461.

(3) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 460.

(4) Segovia, Lisandro, "Explicación y crítica del nuevo Código de Comercio", t. III, Ed. La Facultad,
Buenos Aires, 1933 (1892), p. 247.

(5) Cámara, Héctor, "El concurso preventivo y la quiebra", 2ª ed., t. I, Ed. LexisNexis, Buenos Aires, 2004,
p. 288.

(6) Graziabile, Darío J., "Sindicatura concursal. La descuidada `pieza maestra' de los concursos", DJ
2003-2-354.

(7) Matienzo, Agustín N., "Curso de quiebras", Ed. Ghio, Buenos Aires, 1927, p. 127.

(8) Cámara, Héctor, "El concurso preventivo..." cit., t. I, p. 288.

(9) Ponencia presentada en el XXXVII Encuentro de Institutos de Derecho Comercial de Colegios de


Abogados de la Provincia de Buenos Aires, organizado por el Colegio de Abogados del Departamento Judicial
de Bahía Blanca, Monte Hermoso, 5 y 6/6/2003; Graziabile, "Sindicatura concursal..." cit.

(10) Segal, Rubén, "Sindicatura concursal", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 10.

(11) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 11.

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(12) Ramírez, José A., "Derecho Concursal español. La quiebra", t. I, Ed. Bosch, Barcelona, 1959, p. 136.

(13) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 13.

(14) Lyon-Caen y Renault, Gilbert B., citados por Segal, "Sindicatura concursal..." cit., p. 15.

(15) Ripert, Georges, "Tratado elemental de Derecho Comercial", t. IV, Ed. TEA, Buenos Aires, 1954, p.
266.

(16) Guyénot, Jean, "Curso de Derecho Comercial", vol. III, Ed. Ejea, Buenos Aires, 1975, p. 168.

(17) Cuzzeri, Manuel y Cicu, Antonio, "De la quiebra", vol. I, en Bolaffio, Rocco y Vivante, "Derecho
Comercial", t. 18, Ed. Ediar, Buenos Aires, 1954, p. 388.

(18) Navarrini, Humberto, "La quiebra", Ed. Reus, Madrid, 1943, p. 98.

(19) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 17.

(20) Martín y Herrera, Félix, "La convocatoria de acreedores y la quiebra en el Derecho argentino", t. I, 2ª
ed., Ed. Coni, Buenos Aires, 1924, p. 11.

(21) Obarrio, Manuel, "Estudio sobre las quiebras", Ed. Ecyla, t. I, 2ª ed., Buenos Aires, 1926 (1896), p.
173.
(22) Martín y Herrera, Félix, "La convocatoria..." cit., t. I, p. 85.

(23) Martín y Herrera, Félix, "La convocatoria..." cit., t. I, p. 87.

(24) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 162.

(25) Rivera, Julio C., "Instituciones de Derecho Concursal", t. I, 2ª ed., Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2003, p. 235.

(26) Zapolanski, Ignacio, "Actuación del síndico en las convocatorias y quiebras", Ed. Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1965, p. 28.

(27) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 122.

(28) Provinciali, Renzo, "Tratado de Derecho de Quiebra", t. I, Ed. AHR, Barcelona, 1958, p. 528.

(29) Satta, Salvatore, "Instituciones del Derecho de Quiebra", Ed. Ejea, Buenos Aires, 1951, p. 124.

(30) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 498.

(31) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 131.

(32) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 137.

(33) Cervini, Francisco J., en Morello, Augusto M., Tessone, Alberto J. y Kaminker, Mario E., "Códigos
Procesales en lo Civil y Comercial de la provincia de Buenos Aires y de la Nación comentados y anotados", t.
VIII, "Concursos. Ley 24522 ", Ed. Platense - Abeledo-Perrot, La Plata-Buenos Aires, 1998, p. 276.

(34) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 199.

(35) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 510.

(36) Conf. Junyent Bas, Francisco y Molina Sandoval, Carlos A., "Ley de Concursos y Quiebras
comentada", t. I, Ed. LexisNexis-Depalma, Buenos Aires, 2003, p. 117.

(37) Tonón, Antonio, "Derecho Concursal. Instituciones generales", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1988, p.
111.

(38) Martorell, Ernesto E., "Tratado..." cit., t. II-A, p. 375.

(39) Quintana Ferreyra, Francisco, "Concursos", t. I, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1985, p. 226.

(40) Moro, Carlos E., "Ni prohibido, ni prescripto; legal y justo", RSyC 21-2003-75.

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Documento

(41) Quintana Ferreyra, Francisco, "Concursos" cit., t. I, p. 228.

(42) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 207.

(43) Martorell, Ernesto E., "Tratado..." cit., t. III, p. 473.

(44) Segovia, Lisandro, "Explicación y crítica..." cit., t. III, p. 229.

(45) Alberti, en Quintana Ferreyra, Francisco y Alberti, Edgardo M., "Concursos", t. III, Ed. Astrea,
Buenos Aires, 1990, p. 308.

(46) García Martínez, Roberto y Fernández Madrid, Juan C., "Concursos y quiebras", t. II, Ed.
Contabilidad Moderna, Buenos Aires, 1976, p. 1050, con cita de Argeri.

(47) Rivera, Julio C., "Instituciones de Derecho Concursal" cit., t. II, p. 247.

(48) Etcheverry, Raúl A. y Oyuela, Francisco A., "La sindicatura en la Ley de Concursos", Ed.
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1974, p. 50.

(49) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 503.

(50) Graziabile, Darío J. "La caracterización del síndico concursal como funcionario público", LL del
29/5/2003.
(51) Torné, Héctor R., "Misión indagatoria de la sindicatura", LL 1984-A-390.

(52) Segal, "Sindicatura concursal" cit., p. 229.

(53) Alegria, Héctor, "Algunas cuestiones de Derecho Concursal", Ed. Ábaco, Buenos Aires, 1975, p. 130.

(54) Rouillon, Adolfo A. N., "Régimen de Concursos y Quiebras", 11ª ed., Ed. Astrea, Buenos Aires, 2002,
p. 98.

(55) Junyent Bas y Molina Sandoval, "Ley de Concursos y Quiebras..." cit., t. I, p. 227.

(56) Ribichini, Guillermo E., "El rol del síndico en los incidentes de verificación, revisión y pronto pago" ,
JA 1996-III-940.

(57) Maffía, Osvaldo J., "Derecho Concursal", t. I, Ed. Víctor P. de Zavalía, Buenos Aires, 1985, p. 562.

(58) Maffía, "La Ley de Concursos comentada", t. I, Ed. Depalma, Buenos Aires, 2001, p. 145.

(59) Maffía, Osvaldo J., "Manual de concursos", t. I, Ed. La Rocca, Buenos Aires, 1997, p. 241.

(60) Fusaro, Bertelio, "Concursos. Teoría y práctica de la ley 19551", 2ª ed., Ed. Depalma, Buenos Aires,
1981, p. 108.

(61) En contra, Junyent Bas, Francisco y Molina Sandoval, Carlos A., "Ley de Concursos y Quiebras..."
cit., t. I, p. 232.

(62) Rivera, Julio C., Roitman, Horacio y Vítolo, Daniel R., "Ley de Concursos y Quiebras", t. I, Ed.
Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2000, p. 285; Grispo, Jorge D., "Tratado sobre la Ley de Concursos y
Quiebras", t. I, Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 1997, p. 595.

(63) Rouillon, Adolfo A. N., "Régimen de Concursos y Quiebras" cit., p. 148.

(64) Cámara, Héctor, "El concurso preventivo..." cit., t. II, p. 20.

(65) Farhi de Montalbán, en Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 529.

(66) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. I, p. 503.

(67) Maffía, Osvaldo J., "Alumbrado, barrido y limpieza sobre facultades y poderes", ED del 5/12/2002.

(68) Argeri, Saúl A., "La quiebra y demás procesos concursales", t. I, Ed. Platense, La Plata, 1972, p. 390;
Cámara, "El concurso preventivo..." cit., t. I, p. 687.

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Documento

(69) Quintana Ferreyra, Francisco, "Concursos" cit., t. I, p. 401.

(70) Rivera, Julio C., "Instituciones de Derecho Concursal" cit., t. I, p. 242.

(71) Quintana Ferreyra, Francisco, "Concursos" cit., t. II, p. 281.

(72) Escuti, Ignacio A. (h), "La legitimación procesal del fallido en la ley 24522 ", JA 1995-IV-865 .

(73) Conf. Sup. Trib. Just. Jujuy, sala 1ª, ED del 18/6/1984; en contra, Grispo, Jorge D., "Legitimación
procesal del fallido", ED 170-94.

(74) Bonelli, citado por Heredia, "Tratado..." cit., t. III, p. 1059.

(75) Cámara, "El concurso preventivo..." cit., t. III,, p. 688.

(76) Grispo, "Legitimación procesal..." cit.

(77) Argeri, Saúl A., "Intervención del fallido en el proceso de quiebra" LL 1978-D-1289.

(78) Pajardi, Piero, "Derecho Concursal" cit., t. II, p. 131.

(79) Corte Sup., ED 140-268.

(80) Satta, Salvatore, "Instituciones del Derecho de Quiebra" cit., p. 182.


(81) Rivera, Julio C., "Instituciones de Derecho Concursal" cit., t. II, p. 97; en contra, Truffat, E. Daniel,
"Legitimación procesal del fallido y bien de familia: dos cuestiones siempre polémicas", ED 170-39.

(82) Maffía, Osvaldo J., "La Ley de Concursos..." cit., t. I, p. 362.

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