López Villalva, M. El Informe de Lectura.
López Villalva, M. El Informe de Lectura.
López Villalva, M. El Informe de Lectura.
Capítulo 1
El informe de lectura 25
María Antonieta López Villalva
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
26
Propuesta
El informe Didáctica
de lectura
1. Presentación
En esta propuesta, el informe de lectura se concibe como una manera de
verificar la comprensión basada fundamentalmente en el resumen. Este
es el propósito que va a diferenciarlo de otros géneros académicos. En
otras palabras, se considerará ante todo como un ejercicio de inteligencia
en el que entran en juego complejas habilidades lingüísticas, pragmáticas
y cognitivas, y cuya meta es sintetizar las informaciones que contiene un
determinado texto (T), por lo que se conjugan estrechamente la lectura y
la escritura.
El informe de lectura es una de las actividades de escritura más comunes
durante el ciclo universitario. Suele solicitarse para comprobar que
se ha realizado una lectura, como una manera de comprometer a los
estudiantes a realizarla y dar cuenta de ella. Otras denominaciones que
usualmente se emplean para referirse a este género, son síntesis, extracto,
reseña descriptiva y, tal cual, resumen. En la mayoría de los casos el
maestro lo utiliza como un procedimiento de estudio que, como veremos,
efectivamente implica un trabajo de construcción del conocimiento por el
estudiante. 27
Sin embargo, por su aparente simplicidad es probable que del resumen
no se obtenga todo el provecho que puede ofrecer en términos de instrumento
de aprendizaje. Si partimos de la premisa de que apropiarse de una disciplina
es apropiarse de su discurso, resulta más consistente asumir que, en cada
área de conocimiento, parte de las responsabilidades del maestro es enseñar
a sus alumnos a comprender y producir los textos propios de la disciplina
en cuestión. Por ejemplo, los llamados textos históricos abarcan una amplia
gama de documentos, totalmente distintos entre sí por múltiples razones
intra o extratextuales. Aprender historia implica aprender a leerlos,
analizarlos, sintetizarlos, comentarlos, etcétera. “Todo conocimiento se
mediatiza a través de un discurso”1 y apropiarse de ese discurso equivale a
aprehenderlo.
Adentrarse en el conocimiento de cualquier área implicará, pues,
saber leer (comprender, reconocer, clasificar, contextualizar, etcétera.) las
diversas modalidades discursivas en que se concretan sus textos. El maestro
ha adquirido ese dominio a través de incontable tiempo de preparación,
estudio, investigación y escritura; de la comunicación profesional que
1
Liliana Ize de Marenco, Escuchar, hablar, leer y escribir en la EGB, Barcelona, Paidós,
1999, pág. 17.
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
2. Caracterización general
Definición
El informe de lectura tiene como fin dar cuenta del contenido de
un texto, en forma breve, objetiva y fidedigna. Breve porque su
extensión ha de ser menor que la del texto de partida; objetiva, ya
que el que escribe se limita a exponer las ideas en tercera persona,
28 sin tomar posición frente a ellas; fidedigna, porque debe conservar el
sentido del texto de partida, sin tergiversación alguna.
Para cumplir con este cometido, el informe de lectura debe reunir las
siguientes características:
d) Expone las ideas más relevantes del texto de partida, por lo que el
tipo textual predominante del informe es el expositivo, aun cuando
aquél sea argumentativo, descriptivo o narrativo. Como su base es
el resumen, el informe representa el criterio empleado por su autor
para seleccionar, generalizar, parafrasear y, en general, reformular en
forma breve las ideas principales. Abarca la totalidad del texto leído
y, en términos semánticos, representa la visión global del mismo.
e) Su estructura parte de un párrafo introductorio, en el que se
menciona al autor, la obra, así como los datos que se consideren
pertinentes para su contextualización. El cuerpo del informe equivale
al desarrollo, en tanto que exposición ordenada de la síntesis del texto
en cuestión. En el último párrafo el estudiante deberá incluir alguna
frase que indique al lector que el informe ha llegado a su fin.
f) La extensión es variable y estará determinada en gran medida
por la del texto de partida, así como por el objetivo de lectura. A
menor extensión corresponderá un mayor grado de generalización,
lo que implica un mayor grado de dificultad. 29
g) Requiere el uso de marcas textuales que evidencien la autoría de las
ideas, de tal manera que al lector le quede claro que éstas no
provienen de quien escribió el informe.
h) Incluye la ficha bibliográfica, hemerográfica, etcétera, que permita
identificar todos los datos correspondientes al texto leído.
i) En el nivel léxico, el informe combina palabras del estudiante con
términos, conceptos y frases provenientes del texto de partida.
Aunque es usual pedir al alumno que escriba el informe (en este caso)
“con sus propias palabras”, esta indicación ha de entenderse como la
capacidad de resumir y reconstruir la información con la posibilidad
de retomar elementos léxicos relacionados intrínsecamente con la
base teórico-disciplinaria correspondiente o con el estilo del texto
de partida.
j) Formato: en este aspecto el informe de lectura ha de cumplir con
los requisitos formales establecidos para la presentación de trabajos
en el nivel universitario, que generalmente abarcan el tipo y tamaño
de letra más usuales (Times New Roman o Arial de 12 puntos), los
márgenes adecuados, el interlineado de 1.5 (para cumplir con el
criterio de la cuartilla) y una portada que incluya los datos relacionados
con la institución, asignatura, nombre del estudiante, etcétera.
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
A. Antes de leer
2
Cfr. Josefina Prado Aragonés, Didáctica de la lengua y la literatura para educar en el siglo
XXI, Madrid, La Muralla, 2004, pág. 213.
Propuesta
El Didáctica
informe de lectura
B. Durante la lectura
a) Al realizar la lectura, se inicia el proceso de discriminación que
conducirá a obtener las ideas relevantes, de acuerdo con el 31
propósito establecido. Esto implica la cancelación o eliminación
de aquellas ideas que se consideren secundarias o irrelevantes.
En esta etapa se recomienda subrayar y hacer anotaciones al
margen, operaciones de registro necesarias para ir procesando la
información.
b) El lector ha de recordar que no todo lo que ha subrayado o anota-
tado tendrá cabida en su informe, pues durante las siguientes
fases del proceso continuará depurando las ideas que considere
pertinentes. En el siguiente cuadro, puede observarse un ejemplo
de lo que se ha subrayado y anotado en el cuarto párrafo de
nuestro texto de partida.3 Las negritas suplen en este caso a un
subrayado con color (marcador amarillo). Aunque aquí no se han
empleado, al margen también pueden trazarse flechas, paréntesis,
asteriscos y cualquier tipo de señal gráfica que al lector le resulte
operativa.
3
Para apreciar mejor esta fase, consultar el Anexo 1 en el que aparece el texto subrayado
y anotado.
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
Cuadro 1
Si la naturaleza de los actores de la escena internacional no
estaba clara, tampoco lo estaba la naturaleza de los peligros
a que se enfrentaba el mundo. El siglo XX había sido un siglo
de guerras mundiales, calientes o frías, protagonizadas por las
grandes potencias y por sus aliados, con unos escenarios cada Nuevos
vez más apocalípticos de destrucción en masa, que culminaron peligros
con la perspectiva, que afortunadamente pudo evitarse, de
un holocausto nuclear provocado por las superpotencias. Este
peligro ya no existía. No se sabía qué podía depararnos el
futuro, pero la propia desaparición o transformación de todos
los actores –salvo uno– del drama mundial al viejo estilo era
muy improbable.
Proceso de escritura
A. Etapa de planificación
El primer paso es elaborar un esquema o punteo que represente las
ideas seleccionadas y jerarquizadas, a fin de realizar los ajustes pertinentes
tanto para el objetivo de lectura como para la extensión del informe
(formulación de las unidades globales del texto de partida). Es posible
que el lector pueda omitir este paso, sobre todo en el caso de textos
breves, claramente estructurados, cuyo contenido sea de su dominio, lo
que le habrá permitido obtener una representación mental del punteo
suficiente para pasar directamente a la fase de redacción. En cambio,
ante un texto de cierta extensión o complejidad, elaborar un punteo o
Propuesta
El Didáctica
informe de lectura
Cuadro 2
Del subrayado y las notas al margen al punteo
B. Textualización
Cuadro 3
Ejemplo de construcción
Conjunto de proposiciones Proposición que las sustituye
(sintetizadas)
C. Revisión
C.1 El primer borrador
Cuadro 5
Cambios en la persona gramatical (posición de enunciación)
39
5. Recomendaciones
Situaciones de uso. El informe de lectura resulta adecuado como
forma de estudio de algún tema del programa, dado que se enfoca
fundamentalmente a la comprensión de lo leído, comprensión que se
consolida por medio de la escritura. También es una herramienta muy útil
en la preparación de exámenes y trabajos.
Asimismo, puede funcionar como material de apoyo durante la
clase, para responder o propiciar preguntas o aclarar dudas, entre otras
opciones.
Formato. No existe un formato estándar para este género, por lo que
no es dable esperar que el alumno infiera las expectativas del maestro al
respecto, así que se recomienda especificar las características deseadas.
Seguramente se solicitará una portada en la que aparezcan los datos de
rigor, cuerpo del informe y los datos de las fuentes de información.
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
6. Criterios de evaluación
Los criterios para evaluar el informe se desprenden de las indicaciones
iniciales, que en este caso corresponden a las características que de él se
40
señalaron y que en orden de importancia serían:
Cuadro 6
Criterios de evaluación
El informe de lectura: Sí No
LECTURA 1
El texto de partida
Cap. XIX “El fin del milenio”, § I, pp. 552-555, en: Eric Hobsbawn,
Historia del siglo XX. 1914-1991, Grijalbo Mondadori,
Barcelona, 1996. (Crítica).
El siglo XX corto acabó con problemas para los cuales nadie tenía, ni
pretendía tener, una solución. Cuando los ciudadanos de fin de siglo
emprendieron su camino hacia el tercer milenio a través de la niebla que
les rodeaba, lo único que sabían con certeza era que una era de la historia
llegaba a su fin. No sabían mucho más.
Así, por primera vez en dos siglos, el mundo de los años noventa carecía
de cualquier sistema o estructura internacional. El hecho de que después
de 1989 apareciesen decenas de nuevos estados territoriales, sin ningún
mecanismo para determinar sus fronteras, y sin ni siquiera una tercera
parte que pudiese considerarse imparcial para actuar como mediadora,
habla por sí mismo. ¿Dónde estaba el consorcio de grandes potencias
que anteriormente establecían las fronteras en disputa, o al menos las 41
ratificaban formalmente? (¿Dónde, además, los hombres que trabajaban
en las conferencias internacionales tan familiares para los diplomáticos del
pasado y tan distintas de las breves “cumbres” de relaciones públicas y foto
que las han reemplazado?)
¿Dónde estaban las potencias internacionales, nuevas o viejas, al fin del
milenio? El único estado que se podía calificar de gran potencia, en el
sentido en que el término se empleaba en 1914, era los Estados Unidos.
No está claro lo que esto significaba en la práctica. Rusia había quedado
reducida a las dimensiones que tenía a mediados del siglo XVII. Nunca,
desde Pedro el Grande, había sido tan insignificante. El Reino Unido y
Francia se vieron relegados a un estatus puramente regional, y ni siquiera
la posesión de armas nucleares bastaba para disimularlo. Alemania y
Japón eran grandes potencias económicas, pero ninguna de ellas vio la
necesidad de reforzar sus grandes recursos económicos con potencial
militar en el sentido tradicional, ni siquiera cuando tuvieron libertad para
hacerlo, aunque nadie sabe qué harán en el futuro. ¿Cuál era el estatus
político internacional de la nueva Unión Europea, que aspiraba a tener un
programa político común, pero que fue incapaz de conseguirlo –o incluso
de pretender que lo tenía– salvo en cuestiones económicas? No estaba
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
aquejaba a las zonas más desfavorecidas del tercer mundo y del antiguo
mundo socialista; pero estaban equivocados. La crisis de los estados-nación
tradicionales basta para ponerlo en duda. Dejando a un lado la posibilidad
de que algunos de estos estados pudieran escindirse o disolverse, había
una importante, y no siempre advertida, innovación de la segunda mitad
del siglo que los debilitaba, aunque sólo fuera al privarles del monopolio
de la fuerza, que había sido siempre el signo del poder del estado en las
zonas establecidas permanentemente: la democratización y privatización
de los medios de destrucción, que transformó las perspectivas de conflicto
y violencia en cualquier parte del mundo.
Ahora resultaba posible que pequeños grupos de disidentes, políticos o
de cualquier tipo, pudieran crear problemas y destrucción en cualquier
lugar del mundo, como lo demostraron las actividades del IRA en Gran
Bretaña y el intento de volar el World Trade Center de Nueva York (1993).
Hasta fines del siglo XX, el coste originado por tales actividades era modesto
–salvo para las empresas aseguradoras–, ya que el terrorismo no estatal, al
contrario de lo que se suele suponer, era mucho menos indiscriminado
que los bombardeos de la guerra oficial, aunque sólo fuera porque su
propósito, cuando lo tenía, era más bien político que militar. Además, y
si exceptuamos las cargas explosivas, la mayoría de estos grupos actuaban
con armas de mano, más adecuadas para pequeñas acciones que para 43
matanzas en masa. Sin embargo, no había razón alguna para que las armas
nucleares –siendo el material y los conocimientos para construirlas de fácil
adquisición en el mercado mundial– no pudieran adaptarse para su uso
por parte de pequeños grupos.
Además, la democratización de los medios de destrucción hizo que
los costes de controlar la violencia no oficial sufriesen un aumento
espectacular. Así, el gobierno británico, enfrentado a las fuerzas antagónicas
de los paramilitares católicos y protestantes de Irlanda del Norte, que no
pasaban de unos pocos centenares, se mantuvo en la provincia gracias a
la presencia constante de unos 20 000 soldados y 8000 policías, con un
gasto anual de tres mil millones de libras esterlinas. Lo que era válido para
pequeñas rebeliones y otras formas de violencia interna, lo era más aún
para los pequeños conflictos fuera de las fronteras de un país. En muy
pocos casos de conflicto internacional los estados, por grandes que fueran,
estaban preparados para afrontar estos enormes gastos.
Varias situaciones derivadas de la guerra fría, como los conflictos de
Bosnia y Somalia, ilustraban esta imprevista limitación del poder del
estado, y arrojaban nueva luz acerca de la que parecía estarse convirtiendo
en la principal causa de tensión internacional de cara al nuevo milenio: la
EL QUEHACER DE LA ESCRITURA
creciente separación entre las zonas ricas y pobres del mundo. Cada una
de ellas tenía resentimientos hacia la otra. El auge del fundamentalismo
islámico no era sólo un movimiento contra la ideología de una
modernización occidentalizadora, sino contra el propio “Occidente”. No
era casual que los activistas de estos movimientos intentasen alcanzar
sus objetivos perturbando las visitas de los turistas, como en Egipto, o
asesinando a residentes occidentales, como en Argelia. Por el contrario,
en los países ricos la amenaza de la xenofobia popular se dirigía contra
los extranjeros del tercer mundo, y la Unión Europea estaba amurallando
sus fronteras contra la invasión de los pobres del tercer mundo en busca
de trabajo. Incluso en los Estados Unidos se empezaron a notar graves
síntomas de oposición a la tolerancia de facto de la inmigración ilimitada.
En términos políticos y militares, sin embargo, ninguno de los bandos
podía imponerse al otro. En cualquier conflicto abierto entre los estados
del norte y del sur que se pudiera imaginar, la abrumadora superioridad
técnica y económica del norte le aseguraría la victoria, como demostró
concluyentemente la guerra del Golfo de 1991. Ni la posesión de algunos
misiles nucleares por algún país del tercer mundo –suponiendo que
dispusiera de medios para mantenerlos y lanzarlos– podía tener efecto
disuasorio, ya que los estados occidentales, como Israel y la coalición
44 de la guerra del Golfo demostraron en Irak, podían emprender ataques
preventivos contra enemigos potenciales mientras eran todavía demasiado
débiles como para resultar amenazadores. Desde un punto de vista militar,
el primer mundo podría tratar al tercero como lo que Mao llamaba “un
tigre de papel”.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX cada vez quedó más
claro que el primer mundo podía ganar batallas pero no guerras contra el
tercer mundo o, más bien, que incluso vencer en las guerras, si hubiera sido
posible, no le garantizaría controlar los territorios. Había desaparecido el
principal activo del imperialismo: la buena disposición de las poblaciones
coloniales para, una vez conquistadas, dejarse administrar tranquilamente
por un puñado de ocupantes. Gobernar Bosnia-Herzegovina no fue
un problema para el imperio de los Habsburgo, pero a principios de
los noventa los asesores militares de todos los países advirtieron a sus
gobiernos que la pacificación de ese infeliz y turbulento país requeriría la
presencia de cientos de miles de soldados durante un período de tiempo
ilimitado, esto es, una movilización comparable a la de una guerra.
Somalia siempre había sido una colonia difícil, que en una ocasión
había requerido incluso la presencia de un contingente militar británico
mandado por un general de división, pero ni Londres ni Roma pensaron
Propuesta
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