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Resumen
Los contenidos del artículo proceden de una investigación durante la
cual se recogieron y analizaron las opiniones de profesores-investiga-
dores de seis de las trece Facultades que forman parte de la Universidad
de Buenos Aires. El objetivo, dirigido a comprender diversos planos de
la actividad de investigación desarrollada por dichos actores, hace hin-
capié en las repercusiones de los procesos contemporáneos de produc-
ción y difusión del conocimiento sobre la tarea que llevan a cabo. Se
aplicaron entrevistas semiestructuradas a investigadores del área de las
ciencias sociales y humanas (sociología, historia, filosofía), de las cien-
cias naturales (biología y bioquímica) y de las ciencias exactas (física,
matemáticas, computación científica), a fin de contar con información
sobre las relaciones que establecen con el entorno y las percepciones
que sustentan acerca de las ventajas y dificultades que supone dicho
vínculo, tanto para los equipos que integran, como para la Facultad y el
conjunto de la universidad pública. Del análisis se desprende su explíci-
ta voluntad de aportar al desarrollo económico-social, siempre que se
respete la especificidad de la tarea académica y no se impongan crite-
rios que privilegien la ganancia por sobre la necesidad de mejoramien-
to general de la población. Asimismo, sobresale una visión crítica res-
pecto de las políticas científico-tecnológicas y de los organismos finan-
ciadores, a los que se les pide coherencia en términos de valoración de
las actividades de vinculación las que, según dicen, no son evaluadas en
igualdad de condiciones en comparación con la publicación de artículos
y libros científicos y la dirección de proyectos.
Palabras clave: Economía del conocimiento, sociedad del conoci-
miento, destinatarios, ciencia pura, ciencia aplica-
da, sistema de ciencia y técnica, universidad.
Abstract
The contents of this article come from an investigation during which
opinions from professor-researchers at six of the thirteen schools at
the University of Buenos Aires were collected and analyzed. The pur-
pose of the study, designed to understand different levels of research
activity developed by these actors, emphasizes the impact of contem-
porary knowledge production and dissemination processes on the
work they carry out. Researchers in the social and human sciences (so-
ciology, history, philosophy), natural sciences (biology and biochemis-
try) and pure sciences (physics, mathematics, computer science) were
interviewed in order to gather information about the relationships they
establish with the surroundings, as well as the perceptions they hold
about the advantages and difficulties of such a connection, for the aca-
demic groups in which they participate, the School and the entire pub-
lic university. The analysis shows their explicit aim of contributing to
economic and social development, as long as the specificity of the aca-
demic task is respected and criteria are not imposed that favor profit to
the detriment of general improvement for the population. In addition,
it highlights a critical view of scientific and technological policies and
funding agencies, from which they request coherence in terms of as-
sessing the connecting activities, which, they say, are not evaluated un-
der equal conditions when compared to the publication of scientific ar-
ticles and project management.
Key words: Knowledge economy, knowledge society, audience,
pure science, applied science, science and technology
system, university.
Introducción
Para precisar las características del contexto en el que se inscribe la labor
de investigación y las percepciones de quienes la llevan a cabo, vale especificar,
si bien someramente, los rasgos de lo que ha dado en llamarse “sociedad del
conocimiento”. El término alude a un modelo de desarrollo y crecimiento cu-
yos fundamentos reposan en la aceleración de la producción de saberes, la ex-
pansión del capital intangible en el plano macroeconómico, la conversión de la
innovación en una actividad dominante aunque con fuentes difusas, y la revo-
lución de los instrumentos del conocimiento.
En 1945, mucho antes de que el vocablo se difundiera hasta llegar a ca-
racterizar el modo de producción capitalista en su fase globalizada, Friedrich
Hayek afirmaba que los procesos de asignación de recursos económicos de-
bían efectuarse a través del conocimiento. El sistema económico que tenía en
mente cimentaba su eficiencia en la utilización del saber científico y de todo el
conocimiento disperso en la sociedad, fuera éste organizado o simplemente el
derivado de situaciones especiales o de circunstancias de familiaridad con co-
sas o personas. Su visión se centraba en la necesidad de contar con un sistema
de precios que reuniera toda la información acerca de la marcha de la econo-
mía de mercado. El retorno de la expresión, cuya autoría se atribuye a Peter
Drucker por ser quien por primera vez señala la emergencia de un tipo de co-
nocimiento que se aplica al propio conocimiento, viene atada a un propósito
singular: no se orienta a los instrumentos, los procesos y los productos; tam-
poco persigue organizar el trabajo ni aumentar la productividad (Drucker,
1993a); se trata, más bien, de un conocimiento como producto que agrega va-
lor al conocimiento como insumo (Drucker, 1993b). Las repercusiones de esta
definición pueden apreciarse no sólo en las teorías de la nueva economía, sino
también en los análisis que subrayan el surgimiento de novedosos modos de
trabajar, particularmente en el ámbito de la producción de saber. Siempre que
se habla de sociedad del conocimiento, aparece su perpetuo acompañante, la
“sociedad de la información”. Ciertamente, la utilización de dichos patrones
produce al menos dos efectos. El primero, refiere a la superposición entre am-
bos, malentendido que proviene de la primera versión de la sociedad de la in-
formación, tal como Daniel Bell la formulara en los años 70:
dad pos-industrial. Por tal razón, constituye un «principio axial» que suprime la
propiedad privada e instituye un campo de especialización técnica que se
transforma en la base de la nueva sociedad (Bell, 1976).
Si se sigue el itinerario del concepto desde su primera enunciación hasta
nuestros días, puede verse que tanto la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) como el Banco Mundial, lo emplean para denotar los cambios económi-
cos suscitados por la globalización. La noción, también utilizada como sinóni-
mo de comunicación, sirve para moderar los evidentes efectos del auge espec-
tacular del mercado de acciones de la industria de la comunicación, y la corre-
lativa presión para que los países en desarrollo abran sus puertas a la inversión
de dichas empresas (Burch, 2005); por tanto, la televisión satelital, lo mismo
que Internet y otros productos tecnológicos considerados en términos de be-
neficios accesibles a todos, exteriorizan la faceta “amigable” del proceso, a
condición de que venga acompañado por el achicamiento de la brecha digital.
A medida que la sociedad de la información se carga de contenidos nega-
tivos, especialmente a partir de la crisis bursátil del año 2000 con la estrepitosa
baja del valor de las acciones de las compañías dedicadas a esa actividad, apa-
rece el concepto de “sociedad del conocimiento”. La adopción del término por
parte de los funcionarios de la UNESCO le otorga un significado más integral,
ya que mientras “sociedad de la información” se relaciona taxativamente con la
idea de innovación tecnológica, “sociedades del conocimiento” contiene una
dimensión de transformación social, cultural, económica, política e institucio-
nal basada en una perspectiva más pluralista y más ligada al desarrollo (2003).
Según la interpretación del organismo, es preferible la expresión “sociedades”
del conocimiento, no porque su utilización en singular comporte un error se-
mántico, sino porque “sociedad” del conocimiento sugiere la existencia de una
única sociedad mundial de carácter uniforme. Reemplazar “sociedad” de la in-
formación por «sociedades» del conocimiento, supone captar con más preci-
sión la complejidad y el dinamismo de los cambios, además de ser más apro-
piada para inducir el proceso en todos los sectores sociales. En suma, sociedad
de la información atañe a un paradigma de desarrollo cuya fuerza motriz es la
tecnología, causa eficiente de un nuevo ordenamiento social y económico. So-
ciedad del conocimiento, en cambio, sea que se lo utilice en singular o en plu-
ral, remite a una etapa de desarrollo que si bien se beneficia de los avances lo-
grados por la información, la comunicación y el conocimiento, no cree en la
centralidad de la tecnología, por cuanto su rumbo no es inexorable ni se halla
desprovisto de intereses en pugna.
Pese a sus aspectos coincidentes y discrepantes con respecto a las dos
nociones anteriores, la “economía del conocimiento” se funda en el ritmo verti-
ginoso de creación y acumulación, aunque también de depreciación, de los sa-
beres. Según los estudiosos que desarrollan la idea, el proceso se refleja en la
los investigadores de la universidad de buenos aires
ante las demandas del entorno paulina perla aronson 317
Lo veo muy bien, porque nos ha enriquecido a nosotros. Cuando nos dicen
“quiero desarrollar ésto”, por ejemplo, aplicamos todo lo que sabemos a
ese producto y hacemos un protocolo de análisis que es el mismo que usa-
mos para investigar. Me parece que eso enriquece mucho y, aparte, nos da
un sentido práctico que a veces nos falta. Porque cuando uno se pone a in-
vestigar se pregunta para qué está buscando lo que busca, si será tan im-
portante para que pierda la vida investigando ese tipo de cuestiones. Ante
esas preguntas, cuando viene alguien con un problema concreto y uno lo
puede resolver, siente que su conocimiento también tiene una aplicación
inmediata, que no es gastado en años de experiencia y nada más, sino que
tiene una aplicación concreta. Eso lo veo positivo. Pero, a través de un con-
venio, una asesoría puntual. No como núcleo de la investigación. Me parece
que la investigación tiene que ser un poco más libre. Eso es lo que lleva a un
nuevo conocimiento, a una mejora en el conocimiento: que a uno lo dejen
un poco más libre.
Luego, más allá del tipo de tareas que realizan, incluyendo desde luego a
aquellos que por la naturaleza de sus actividades establecen relaciones más
estrechas con la industria y el Estado, mantienen una visión que combina la
idea de que no toda la investigación debe ser pensada para satisfacer necesi-
dades concretas y, al mismo tiempo, estiman que no deben desvalorizarse los
nexos con el entorno. De ahí que la idea de que el conocimiento está dirigido a
un destinatario, sea el Estado, la sociedad o un sector específico de ella, forma
parte de sus preocupaciones. Aún quienes no vislumbran claramente en qué
sentido el saber que producen podría traducirse en utilidades concretas, en-
cuentran que el formato de sus investigaciones responde en último término a
pautas fijadas por receptores definidos: la industria editorial, las agencias de fi-
nanciamiento nacionales e internacionales o el propio estudiantado al que
procuran transmitir su conocimiento. Aun así, el vigor de la labor científica no
sufre menoscabo, porque los requerimientos del ambiente son procesados
por los equipos, por los investigadores individuales y por la lógica propiamente
universitaria. Piensan, por tanto, que si no se entrevé la posibilidad de que el
saber producido pueda servir a alguien, no tiene sentido investigar: “Mi objeti-
vo final, obviamente, es hacer algo que sirva. ¿Para qué me pasaría estudiando
en foco: “los retos de la universidad en américa latina: calidad, equidad, pertinencia”
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puestos desde fuera, sea que provengan del propio sistema científico o de ac-
tores externos, contribuyen a una mayor estructuración de las tareas, ya que
obligan a asumir metodologías más precisas y a trabajar más rigurosamente;
“seguramente, en cuanto a los aspectos teóricos del problema no habría modi-
ficaciones sustantivas, pero sí en cuanto a las prácticas asociadas a eso”.
Entonces, ¿a quién o a quiénes se dirige la investigación, según lo en-
tienden los investigadores entrevistados? Resulta evidente que la definición no
se limita a un planteo general sobre los aportes de la ciencia al bienestar de la
sociedad, asunto que por supuesto forma parte de la concepción que susten-
tan; se extiende a los colegas y a los evaluadores internos y externos en situa-
ción de dictaminar acerca de la escrupulosidad de la labor realizada. Vale decir
que más allá de que el receptor de los hallazgos sea el sector industrial, las or-
ganizaciones de la sociedad o la propia comunidad académica, creen que en
toda actividad científica se verifica una instancia de contemporización, de ajus-
te a demandas precisas con un formato específico. Esta perspectiva, que a pri-
mera vista podría ponderarse como instrumental, patentiza un criterio basado
en intereses que se ligan a la utilidad social de la ciencia (Vaccarezza y Zabala,
2002). Se trata de dos tipos de involucramiento que no se anulan entre sí: por
un lado, la implicación de los actores en el juego social del campo científico, su-
pone la consideración positiva de las reglas que lo ordenan, por lo que se
muestran dispuestos a participar en las apuestas (Bourdieu y Wacquant, 1995);
por otro, como se desprende de sus testimonios, los investigadores también se
guían por la significación otorgada a la sociedad a la que pertenecen, razón por
la cual afirman invertir recursos cuyos efectos pretenden exceder los límites de
la propia institución. Con respecto a ello, la energía empleada en el campo,
además de regirse por los intereses en juego, se constituye a través de tópicos
relativos a una realidad histórica sobre la cual piensan sólo cuando son inter-
pelados, cuando se les pide que den razones acerca de lo que vienen realizan-
do (Giddens, 1995). Fuera de los principios generales sobre la singularidad de
la tarea de investigación universitaria, la mayoría refiere que el hecho de tener
que responder a preguntas sobre el tema, los obliga a reflexionar y a funda-
mentar discursivamente acerca de cuestiones que normalmente quedan ab-
sorbidas por la rutina laboral. Pese a que la mayor parte subraya que el sentido
de la investigación se organiza en torno al servicio, ese propósito no se define
anticipadamente ni se encuentra presente en cada una de las etapas del proce-
so; sin embargo, la inexistencia de una formulación discursiva desde el mismo
inicio, no suprime la consideración del problema, puesto que
Convengamos que lo que nos separa de las tortugas es que, cada tanto, nos in-
teresan cosas un poco inútiles; estudiar esas cosas está bien. Somos curiosos
por naturaleza, no en términos de beneficio, pero sí en términos de acumula-
ción social del conocimiento. Pero eso no es algo que esté todo el tiempo.
mente en eso. Creo, también, que ningún campo puede permitirse la desco-
nexión absoluta».
4 “La participación del salario en el ingreso es un tema que no se investigaba.
Cuando lo tomamos, tuvo mucho eco. Si bien al principio no estaba orientado
a nada en particular, muchos investigadores lo incorporaron, hubo mencio-
nes en los diarios y “Cuentas Nacionales” lo tomó y terminó de hacer una nue-
va serie”.
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Conclusiones
Si por destinatario entendemos uno de los aspectos que conforman las
concepciones de los investigadores en cuanto a la relación con el entorno, pue-
de verse que la temática integra indisociablemente su fundamentación discursi-
va. Luego, las definiciones que ofrecen dan por descontado que entre ellos –en
cuanto productores de conocimiento– y los destinatarios –en cuanto receptores
y eventualmente utilizadores del saber producido–, se verifica una semejanza de
significatividades. No hay en sus testimonios ninguna referencia que clausure la
mutua implicación en el mundo social; esto es, la aceptación de que quien reci-
be el saber persigue propósitos similares, al menos de un modo general. Casi
nunca le otorgan connotaciones negativas, y cuando eso ocurre, refiere mucho
más a los interlocutores del propio sistema científico que a los actores externos,
se trate de empresarios, industriales u organizaciones de la sociedad. Desde
luego, se arrogan capacidad para hablar e intervenir en los debates científicos,
con una legitimidad cuya fuente es el saber que portan. Sin embargo, contra-
riando la idea de que la acumulación de saber se lleva a cabo tomando en consi-
deración sólo a los competidores científicos, los investigadores consultados ale-
gan tener otros “clientes posibles” (Bourdieu, 2000), de modo que no depositan
en los otros productores de conocimiento toda la autoridad para evaluar sus mé-
ritos académicos. Indudablemente, la contrastación de sus hallazgos en el inte-
rior de la comunidad de pares, ocupa un puesto central y regula los modos de
los investigadores de la universidad de buenos aires
ante las demandas del entorno paulina perla aronson 327
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