Éxodo

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Éxodo 1 - 24

Después de leer el texto, intenta responder a las siguientes preguntas:

1. Según el relato, ¿tiene Dios algún plan con respecto a Moisés? ¿en qué se nota? ¿lo conoce
Moisés? ¿de qué modo lo ha ido conociendo? ¿piensas que todo eso ayuda a comprender algo
qué es la vocación de una persona (profesional, personal, etc.)?

2. En estos capítulos se pueden descubrir textos legales entremezclados con los textos
narrativos ¿qué interés puede tener enmarcar leyes en relatos?

3. ¿Encuentras en estos pasajes algunas propuestas éticas o morales? ¿responden a


costumbres y modos sociales de una época antigua? ¿hay algunas de ellas que mantengan
valor actual?

4. ¿Expresa algo el texto acerca del modo en que Dios contempla la injusticia y el sufrimiento, y
su modo de reaccionar?

5. ¿Hay algún tema interesante que te haya suscitado este texto y que te gustaría que
comentásemos en clase?

I. Los hijos de Israel en Egipto


Progreso de los hijos de Israel en Egipto
1 Éstos son los nombres de los hijos de Israel que bajaron a Egipto con Jacob, cada uno con su
1

familia: 2 Rubén, Simeón, Leví, Judá, 3 Isacar, Zabulón, Benjamín, 4 Dan, Neftalí, Gad y Aser. 5 El
total de los descendientes directos de Jacob era de setenta personas. José estaba ya en Egipto. 6
Luego murió José, y todos sus hermanos y toda aquella generación. 7 Pero los hijos de Israel
fueron prolíficos y crecieron, se multiplicaron y se hicieron muy fuertes, hasta ir llenando el
país entero.
Opresión de los hijos de Israel
Surgió en Egipto un nuevo rey que no había conocido a José, 9 y dijo a su pueblo:
8

—Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es ya más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Vamos,
actuemos astutamente con él, para que no siga multiplicándose y suceda que, si se declara una guerra,
se unan a nuestros enemigos, peleen contra nosotros y luego abandonen el país. 11 Así pues, les
impusieron capataces que les oprimieran con duros trabajos mientras construían para el Faraón las
ciudades de almacenaje Pitón y Ramsés. 12 Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y
propagaban. Los egipcios llegaron a sentir pavor ante los hijos de Israel, 13 así que los esclavizaron con
crueldad 14 y les llenaron su vida de amargura, imponiéndoles trabajos severos como el de la arcilla y
los ladrillos, y toda clase de faenas del campo; a todo tipo de trabajos los sometieron con crudeza.
15
Entonces el rey de los egipcios dio órdenes a las comadronas hebreas, una de las cuales se
llamaba Sifrá y otra Puá:
16
—Cuando asistáis a las hebreas y llegue el momento del parto, si es niño, hacedlo morir, si
es niña, dejadla con vida.
17
Pero las comadronas temían a Dios y no actuaron como les había ordenado el rey de
Egipto, sino que dejaron con vida a los niños. 18 Entonces el rey egipcio las llamó y les dijo:
—¿Por qué habéis hecho esto y habéis dejado con vida a los niños?
19
Respondieron las comadronas al Faraón:
—Es que las mujeres hebreas no son como las egipcias; son fuertes y antes de que llegue la
partera, ya han dado a luz.
20
Dios favoreció a las comadronas y el pueblo se multiplicó y se hizo muy fuerte. 21 Y a
las comadronas, por haber temido a Dios, les concedió numerosa descendencia. 22 Entonces
el Faraón dio a todo su pueblo esta orden:
—A todo niño que les nazca a los hebreos lo arrojaréis al Nilo; en cambio, a las niñas las
dejaréis con vida.

II. Vocación de Moisés


Nacimiento y primeros años de Moisés
2 Un hombre de la casa de Leví tomó por esposa a una mujer de su misma tribu; 2 ella concibió
1

y dio a luz un niño y, viendo que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. 3 Al no
poderlo ocultar por más tiempo, tomó una cesta de papiro, la calafateó con betún y pez, colocó
en ella al niño y la puso entre los juncos, a la orilla del Nilo. 4 La hermana del niño se situó a lo
lejos, para ver qué le ocurría.
5
La hija del Faraón bajó a bañarse mientras sus doncellas paseaban por la orilla del río.
Cuando descubrió la cesta en medio de los juncos, envió a su sierva para que la recogiera. 6 Al
abrirla vio al niño que lloraba, se compadeció de él y dijo:
—Es un niño de los hebreos.
7
Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón:
—¿Quieres que vaya a buscarte una nodriza que te amamante al niño?
8
—Ve —le contestó la hija del Faraón.
Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. 9 Y la hija del Faraón le dijo:
—Llévate este niño y amamántamelo, que yo te daré tu salario.
Tomó la mujer al niño y lo amamantó. 10 Cuando el niño creció, su madre lo llevó a la hija
del Faraón, que lo trató como a un hijo y le impuso el nombre de Moisés, diciendo: «De las
aguas lo he sacado».
Moisés en Madián
En aquellos días, cuando Moisés se hizo mayor, salió adonde sus hermanos y comprobó
11

sus duros trabajos. Vio entonces que un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. 12
Se volvió a un lado y a otro y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la
arena. 13 Salió al día siguiente, vio a dos hebreos riñendo y dijo al agresor:
—¿Por qué golpeas a tu compañero?
14
Él respondió:
—¿Quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas acaso matarme como
mataste al egipcio?
Moisés tuvo miedo y se dijo: «Seguramente aquello ha trascendido». 15 Se enteró el Faraón
del hecho y trató de matar a Moisés; pero Moisés huyó y se estableció en el país de Madián.
Un día vino a sentarse junto al pozo. 16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Vinieron a
llenar los canales para abrevar el rebaño de su padre, 17 pero llegaron los pastores y las echaron.
Entonces Moisés se levantó, las defendió, y les abrevó el rebaño. 18 Cuando las muchachas
llegaron a casa, Reuel, su padre, les preguntó:
—¿Cómo habéis venido hoy tan temprano?
19
Ellas contestaron:
—Un egipcio nos ha librado de los pastores y además nos ha sacado agua y ha abrevado el
rebaño.
20
—¿Y dónde está? —preguntó el padre a sus hijas—. ¿Por qué le habéis dejado marchar?
Llamadle para que comparta nuestro pan.
Moisés accedió a establecerse con este hombre, que le entregó por esposa a su hija Séfora.
21

22
Ésta le dio un hijo al que puso por nombre Guersom, porque dijo: «Extranjero soy en tierra
ajena».
23
Sucedió al cabo de mucho tiempo que murió el rey de Egipto. Los hijos de Israel gemían
bajo la esclavitud. Clamaron y su grito desde la esclavitud llegó hasta Dios. 24 Escuchó Dios su
lamento y se acordó de su alianza con Abrahán, con Isaac y con Jacob. 25 Y miró Dios a los hijos
de Israel y cuidó de ellos.
Manifestación de Dios en la zarza ardiendo
3 Moisés apacentaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; solía conducirlo al
1

interior del desierto, llegando hasta el Horeb, el monte de Dios. 2 El ángel del Señor se le
manifestó en forma de llama de fuego en medio de una zarza. Moisés miró: la zarza ardía pero
no se consumía. 3 Y se dijo Moisés: «Voy a acercarme y comprobar esta visión prodigiosa: por
qué no se consume la zarza». 4 Vio el Señor que Moisés se acercaba a mirar y lo llamó de entre
la zarza:
—¡Moisés, Moisés!
Y respondió él:
—Heme aquí.
5
Y dijo Dios:
—No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es tierra
sagrada.
6
Y añadió:
—Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Moisés se cubrió el rostro por temor a contemplar a Dios. 7 Luego dijo el Señor:
—He observado la opresión de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor por la dureza
de sus opresores, y he comprendido sus sufrimientos. 8 He bajado para librarlos del poder de
Egipto y para hacerlos subir de ese país a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana
leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perezeos, jeveos y jebuseos. 9
Así es, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto además la opresión a que
los egipcios los someten. 10 Ahora, pues, ve: yo te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a
los hijos de Israel, de Egipto.
Revelación del nombre del Señor
Moisés respondió a Dios:
11

—¿Quién soy yo para ir al Faraón y para sacar a los hijos de Israel de Egipto?
12
Y le dijo Dios:
—Yo estaré contigo, y ésta será la señal de que yo te envío: cuando saques al pueblo de
Egipto, daréis culto a Dios en este mismo monte.
13
Moisés replicó:
—Cuando me acerque a los hijos de Israel y les diga: «El Dios de vuestros padres me envía
a vosotros», y me pregunten cuál es su nombre, ¿qué he de decirles?
14
Y le dijo Dios a Moisés:
—Yo soy el que soy.
Y añadió:
—Así dirás a los hijos de Israel: «Yo soy» me ha enviado a vosotros.
15
Y le dijo más:
—Así dirás a los hijos de Israel: «El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me envía a vosotros». Éste es mi nombre para siempre; así
seré invocado de generación en generación.
Misión de Moisés
»Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles: «Se me ha manifestado el Señor, el Dios de vuestros
16

padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob y me ha dicho: “Os he visitado y he visto lo que os
hacen en Egipto; 17 he resuelto sacaros de la opresión egipcia y subiros al país de los cananeos, de los
amorreos, de los perezeos, de los jeveos y de los jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”. 18 Ellos
te escucharán; luego, tú y los ancianos de Israel iréis al rey de Egipto y le diréis: “El Señor, Dios de
los hebreos, se nos ha manifestado; tenemos que hacer un viaje de tres días por el desierto para
ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios”. 19 Yo sé que el rey de Egipto no os permitirá marchar si no
es con mano poderosa; 20 pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con toda clase de prodigios que
obraré en medio de ellos; después de esto, os dejará salir.
21
»Haré que este pueblo halle gracia a los ojos de los egipcios de modo que cuando salgáis
no vayáis con las manos vacías, 22 sino que cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive con ella
objetos de plata y oro, y vestidos que pondréis sobre vuestros hijos y sobre vuestras hijas; así
despojaréis a los egipcios».
Poder de Moisés para hacer prodigios
4 Moisés respondió:
1

—No van a creerme ni van a escuchar mi voz pues dirán que no se me ha manifestado el Señor.
2
El Señor le preguntó:
—¿Qué tienes en tu mano?
Contestó Moisés:
—Un bastón.
3
Entonces le dijo el Señor:
—Arrójalo al suelo.
Lo arrojó al suelo y se convirtió en una serpiente, y Moisés huyó de ella.
4
Volvió a decirle el Señor a Moisés:
—Extiende tu mano y agárrala por la cola.
Extendió su mano, la atrapó y volvió a ser de nuevo un bastón en su mano.
5
—Con esto creerán que se te ha manifestado el Señor, el Dios de sus padres, el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
6
Y continuó el Señor:
—Mete tu mano en tu seno.
Moisés metió su mano en su seno y, al sacarla, estaba cubierta de lepra, blanca como la
nieve.
7
Le dijo de nuevo:
—Mete otra vez tu mano en tu seno.
La metió otra vez y, al sacarla, estaba como el resto de su cuerpo.
8
—De esta manera, si no te creen ni atienden al primer prodigio, creerán al segundo. 9 Y si
tampoco creen por estos dos prodigios ni escuchan tu voz, toma agua del Nilo, derrámala en el
suelo y el agua que sacaste del Nilo se convertirá en sangre sobre el suelo.
Aarón, portavoz de Moisés
Dijo entonces Moisés al Señor:
10

—Señor, desde siempre he sido hombre premioso de palabra, y aún ahora que has hablado a
tu siervo, sigo siendo torpe de boca y de lengua.
11
El Señor le respondió:
—¿Quién ha dado boca al hombre? ¿O quién hace al mudo o al sordo, al que ve o al que no
ve? ¿Acaso no soy yo, el Señor? 12 Ve, pues, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de
decir.
13
Replicó Moisés:
—Señor, envía a otro, a quien quieras.
14
Entonces se inflamó la ira del Señor contra Moisés y dijo:
—¿No está tu hermano Aarón, el levita? Sé que habla muy bien. Él va a salir a tu encuentro
y cuando te vea, se alegrará en su corazón. 15 Háblale y pon tus palabras en su boca. Yo estaré en
tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. 16 Él hablará por ti al pueblo; él será
como tu boca y tú serás como su dios. 17 Toma en tu mano este bastón, pues con él harás los
prodigios.
Regreso de Moisés a Egipto
Entonces volvió Moisés junto a Jetró su suegro y le dijo:
18

—Permíteme volver con mis hermanos que están en Egipto, para ver si viven todavía.
Jetró le contestó:
—Vete en paz.
19
El Señor dijo a Moisés en Madián:
—Anda, vuelve a Egipto, que han muerto todos los hombres que atentaban contra tu vida.
20
Tomó, pues, Moisés a su mujer y a sus hijos, los acomodó en su asno y regresó al país de
Egipto. Moisés llevaba en su mano el bastón de Dios.
21
El Señor dijo a Moisés:
—Cuando llegues de regreso a Egipto ten en cuenta todos los prodigios que he puesto en tu
mano y hazlos ante el Faraón. Yo endureceré su corazón y no dejará salir al pueblo. 22 Entonces
tú dirás al Faraón: «Así dice el Señor: Israel es mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te ordeno: Deja
salir a mi hijo para que me dé culto; pero si te opones a dejarlo salir, yo mismo daré muerte a tu
hijo primogénito».
Circuncisión del hijo de Moisés
Sucedió que en el camino, en un lugar de descanso, salió el Señor al encuentro de Moisés
24

con intención de matarlo. 25 Entonces, Séfora tomó un cuchillo de pedernal, cortó el prepucio a
su hijo y lo colocó a los pies de Moisés diciendo:
—Eres esposo de sangre para mí.
26
Y el Señor le soltó cuando ella dijo: «Eres esposo de sangre para mí», por la circuncisión.
Encuentro de Moisés con Aarón
Y dijo el Señor a Aarón:
27

—Ve al encuentro de Moisés en el desierto.


Fue, pues, se encontró con él en el monte de Dios y le besó. 28 Moisés transmitió a Aarón
todas las palabras con las que el Señor le comunicaba su misión, y todas las señales que le había
mandado hacer. 29 Moisés y Aarón fueron y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.
30
Aarón repitió todas las palabras que el Señor había dicho a Moisés y realizó las señales ante el
pueblo. 31 El pueblo creyó y, al oír que el Señor había visitado a los hijos de Israel y que se había
fijado en su opresión, se postraron y le adoraron.
Moisés ante el Faraón
5 Más tarde Moisés y Aarón se presentaron al Faraón y le dijeron:
1

—Así dice el Señor, Dios de Israel: «Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta
en el desierto».
2
Respondió el Faraón:
—¿Quién es el Señor para que tenga que escuchar su voz y dejar salir a Israel? No conozco
al Señor, y no pienso dejar salir a Israel.
3
Ellos dijeron:
—El Dios de los hebreos se nos ha manifestado y tenemos que hacer una salida de tres días
por el desierto y ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios; de lo contrario nos castigará con
peste o con espada.
4
El rey de Egipto les replicó:
—¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, soliviantáis al pueblo en sus trabajos? Volved a
vuestras tareas.
5
Y añadió el Faraón:
—Ahora que el pueblo de la tierra es numeroso, ¿queréis interrumpir sus tareas?
Recrudecimiento del trabajo
6
Aquel mismo día el Faraón dio órdenes a los capataces del pueblo y a sus responsables:
—No volváis a dar al pueblo paja para los ladrillos como anteriormente; que vayan ellos a
7

buscársela; 8 pero les exigiréis la misma cantidad de ladrillos que antes, sin rebajarla; pues son
unos holgazanes, y por eso claman diciendo: «Tenemos que ir a ofrecer sacrificios a nuestro
Dios». 9 Que se imponga a esos hombres un trabajo más pesado y que lo hagan; y que no presten
atención a palabras engañosas.
10
Salieron los capataces del pueblo y sus responsables y hablaron al pueblo:
—Así dice el Faraón: no os daré más paja; 11 id vosotros a recogerla donde la encontréis;
pero no disminuirá en nada vuestra tarea.
12
El pueblo se dispersó por todo el país de Egipto para recoger la paja. 13 Los capataces les
apremiaron diciendo:
—Terminad vuestra tarea, la asignada para cada día, como cuando había paja.
14
Y a los responsables de los hijos de Israel que los capataces del Faraón habían puesto al
frente, se les golpeaba diciendo:
—¿Por qué no habéis completado ni ayer ni hoy la misma cantidad de ladrillos que antes?
15
Los responsables de los hijos de Israel fueron entonces a quejarse al Faraón, diciendo:
—¿Por qué tratas así a tus siervos? 16 No se les da paja a tus siervos, y se nos exige hacer los
mismos ladrillos. He aquí que tus siervos son golpeados, pero la culpa es de tu propio pueblo.
17
Él contestó:
—¡Holgazanes! ¡Sois unos holgazanes! Por eso decís: «Tenemos que ir a ofrecer sacrificios
al Señor». 18 Y ahora, id a trabajar. No se os dará paja; habéis de entregar, sin embargo, la
cantidad asignada de ladrillos.
Intercesión de Moisés
Los responsables de los hijos de Israel se vieron en gran aprieto cuando les dijeron: «No
19

disminuiréis en nada la asignación diaria de ladrillos». 20 Se encontraron con Moisés y Aarón


que les estaban esperando a la salida de su visita al Faraón, 21 y les dijeron:
—Que el Señor os examine y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante el Faraón y ante
sus siervos, y habéis puesto en su mano una espada para matarnos.
22
Se volvió entonces Moisés hacia el Señor y le dijo:
—Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Por qué me has enviado? 23 Desde que me
presenté al Faraón para hablarle en tu nombre, está maltratando a este pueblo y tú no te decides
a librar a tu pueblo.
6 Respondió el Señor a Moisés:
1

—Ahora verás lo que voy a hacer al Faraón; pues obligado por mano fuerte los dejará salir, y
por mi mano fuerte incluso los expulsará de su país.
Nueva llamada de Dios a Moisés
Habló Dios a Moisés y le dijo:
2

—Yo soy el Señor. 3 Me manifesté a Abrahán, a Isaac y a Jacob como El-Saday, pero no les
di a conocer mi nombre, que es «Señor». 4 Y establecí mi alianza con ellos, para darles el país de
Canaán, el país por el que peregrinaron y en el que habitaron como extranjeros. 5 Asimismo, he
escuchado el gemido de los hijos de Israel esclavizados por los egipcios y he recordado mi
alianza. 6 Por eso, di a los hijos de Israel: «Yo soy el Señor; os sacaré de las opresiones de los
egipcios, os libraré de su servidumbre y os redimiré con brazo extendido y grandes castigos. 7 Os
constituiré en pueblo mío y seré vuestro Dios, y sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, que
os saca de las opresiones de los egipcios. 8 Os introduciré en la tierra que con mano alzada juré
dar a Abrahán, a Isaac y a Jacob. Y os la daré en propiedad. Yo, el Señor».
9
Moisés dijo esto a los hijos de Israel, pero ellos no le escucharon por el desánimo y por su
pesada esclavitud.
10
El Señor habló a Moisés diciendo:
11
—Ve a decir al Faraón, rey de Egipto, que deje salir de su tierra a los hijos de Israel.
12
Pero Moisés replicó ante el Señor:
—Si los hijos de Israel no me escuchan, ¿cómo me va a escuchar el Faraón, a mí que soy
torpe de palabra?
Entonces el Señor habló a Moisés y a Aarón y les dio instrucciones para los hijos de Israel
13

y para el Faraón, rey de Egipto, a fin de sacar a los hijos de Israel del país de Egipto.

Genealogía de Aarón y Moisés


Éstos son los jefes según sus familias.
14

Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Palú, Jesrón y Carmí; son las familias de
Rubén. 15 Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yaquín, Sójar y Saúl, hijo de la cananea; son
las familias de Simeón.
16
Éstos son los nombres de los hijos de Leví, por generaciones: Guersón, Quehat y Merarí;
los años de vida de Leví fueron ciento treinta y siete.
17
Hijos de Guersón: Libní y Semeí, según sus familias. 18 Hijos de Quehat: Amram, Yishar,
Hebrón y Uziel; los años de vida de Quehat fueron ciento treinta y tres. 19 Hijos de Merarí: Majlí
y Musí. Hasta aquí las familias de Leví, por generaciones.
20
Amram tomó por esposa a Yoquébed, su tía, de la que le nacieron Aarón y Moisés; los
años de vida de Amram fueron ciento treinta y siete.
21
Hijos de Yishar: Coré, Néfeg y Zicrí. 22 Hijos de Uziel: Misael, Elisafán y Sitrí. 23 Aarón
tomó por esposa a Isabel, hija de Aminadab, y hermana de Najsón, de la que le nacieron Nadab,
Abihú, Eleazar e Itamar. 24 Hijos de Coré: Asir, Elcaná y Abiyasaf. Éstos forman las familias de
los coreítas.
25
Eleazar, hijo de Aarón, tomó por esposa a una de las hijas de Putiel y de ella le nació
Pinjás.
Éstos son los jefes de los levitas según sus familias.
26
Éstos son, Aarón y Moisés, a quienes dijo el Señor: «Sacad a los hijos de Israel del país de
Egipto a la manera de un ejército». 27 Ellos son los que hablaron al Faraón, rey de Egipto para
sacar de Egipto a los hijos de Israel. Éstos son Moisés y Aarón.
Anuncio de las plagas
Ahora bien, el día que el Señor habló a Moisés en el país de Egipto,
28 29
dijo el Señor a
Moisés:
—Yo soy el Señor. Di al Faraón, rey de Egipto, todo lo que yo te diga.
30
Pero Moisés replicó ante el Señor:
—Mira, que soy torpe de palabra, ¿cómo me va a escuchar el Faraón?
7 Entonces dijo el Señor a Moisés:
1

—Mira, yo te hago como un dios ante el Faraón; Aarón, tu hermano, será tu profeta. 2 Tú le
transmitirás todo lo que yo te ordene y Aarón, tu hermano, le hablará al Faraón para que deje
salir de su país a los hijos de Israel. 3 Yo endureceré el corazón del Faraón, pero multiplicaré mis
signos y prodigios en el país de Egipto. 4 El Faraón no os escuchará, pero yo extenderé mi mano
contra Egipto y sacaré del país de Egipto a mis ejércitos, a mi pueblo, los hijos de Israel,
mediante severos castigos. 5 Y así Egipto sabrá que yo soy el Señor, cuando extienda mi mano
contra Egipto y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos.
6
Moisés y Aarón así lo hicieron; como el Señor les había ordenado, lo hicieron. 7 Cuando
hablaron al Faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres.

III. Las plagas


El bastón prodigioso de Moisés
Habló el Señor a Moisés y a Aarón diciendo:
8

—Cuando el Faraón os diga: «Haced algún prodigio que os acredite», tú dirás a Aarón:
9

«Toma tu bastón y arrójalo ante el Faraón»; y se convertirá en una serpiente.


10
Moisés y Aarón llegaron ante el Faraón e hicieron tal como les había mandado el
Señor: Aarón arrojó su bastón delante del Faraón y de sus servidores, y se convirtió en una
serpiente. 11 El Faraón, entonces, llamó a sus sabios y a sus magos, y también ellos, los
hechiceros de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos: 12 cada uno arrojó su
bastón y se convirtieron en serpientes; pero el bastón de Aarón devoró los bastones de los
demás. 13 Sin embargo, se endureció el corazón del Faraón y no les escuchó, como había
predicho el Señor.
Primera plaga: las aguas del Nilo
El Señor dijo a Moisés:
14

—El corazón del Faraón es obstinado y no deja salir al pueblo. 15 Preséntate al Faraón por la
mañana, cuando salga hacia el río; hazte el encontradizo a la orilla de Nilo, llevando en tu mano
el bastón que se convirtió en serpiente. 16 Le dirás: «El Señor, Dios de los hebreos, me ha
enviado para decirte esto: Deja salir a mi pueblo para que me dé culto en el desierto; hasta ahora
no me has escuchado. 17 Pues así dice el Señor: En esto conocerás que yo soy el Señor; mira,
golpearé con el bastón que hay en mi mano las aguas del Nilo y se convertirán en sangre: 18 los
peces del Nilo morirán, el río quedará apestado y los egipcios no serán capaces de beber agua
del Nilo».
19
Dijo además el Señor a Moisés:
—Di a Aarón: «Toma tu bastón y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus
canales, sobre sus ríos, sus estanques y sus depósitos de agua; y se convertirán en sangre. Y
habrá sangre en todo el país de Egipto, incluso en las vasijas de madera y de piedra».
20
Moisés y Aarón hicieron como les había mandado el Señor. Levantó el bastón y golpeó las
aguas del Nilo a la vista del Faraón y de sus siervos; y todas las aguas del Nilo se convirtieron
en sangre. 21 Los peces del Nilo se murieron y las aguas se corrompieron; los egipcios no podían
beber agua del Nilo y había sangre por todo el país de Egipto. 22 Pero los hechiceros de Egipto
hicieron lo mismo con sus encantamientos, con lo que se endureció el corazón del Faraón, y no
les escuchó, como había predicho el Señor.
23
Se volvió, pues, el Faraón y regresó a su palacio sin tener esto en cuenta. 24 Los egipcios
tuvieron que excavar en los alrededores del Nilo buscando agua para beber, porque no podían
beber las aguas del Nilo.
Segunda plaga: las ranas
Transcurrieron siete días desde que el Señor golpeara el Nilo. 26 Entonces dijo el Señor a
25

Moisés:
—Preséntate al Faraón y dile: «Así dice el Señor: Deja salir a mi pueblo para que me dé
culto. 27 Si tú te niegas a dejarlo salir, yo infestaré de ranas todo tu territorio. 28 El Nilo se llenará
de ranas que subirán y entrarán en tu casa, en tu alcoba y sobre tu propio lecho; y lo mismo en
las casas de tus siervos y de tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. 29 Las ranas os invadirán a
ti, a tu pueblo y a todos tus siervos».
8 1
El Señor dijo a Moisés:
—Di a Aarón: «Extiende tu mano con el bastón sobre los canales, los ríos y los estanques, y haz
que las ranas surjan sobre el país de Egipto».
2
Aarón extendió la mano sobre las aguas de Egipto, y subieron las ranas e invadieron el país
de Egipto. 3 Pero los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; e hicieron
surgir ranas por el país de Egipto. 4 El Faraón llamó a Moisés y a Aarón y les dijo:
—Pedid al Señor que aleje de mí y de mi pueblo las ranas y dejaré salir al pueblo para que
ofrezca sacrificios al Señor.
5
Respondió Moisés al Faraón:
—Indícame cuándo he de pedir por ti, por tus siervos y por tu pueblo para alejar las ranas de
ti y de tu casa, y que queden solamente en el Nilo.
6
Y contestó:
—Mañana.
Moisés replicó:
—Se hará como dices, para que sepas que no hay otro como el Señor, nuestro Dios. 7 Las
ranas se alejarán de ti, de tu casa, de tus siervos y de tu pueblo; y se quedarán solamente en el
Nilo.
Salieron, pues, Moisés y Aarón de la presencia del Faraón. Moisés invocó al Señor por lo
8

de las ranas como había convenido con el Faraón. 9 El Señor hizo lo que Moisés pedía; y
murieron las ranas de las casas, de los patios y de los campos. 10 Las recogieron en grandes
montones, de modo que el país quedó apestado. 11 Pero el Faraón, al ver que había un respiro,
endureció su corazón y no les escuchó, como había predicho el Señor.
Tercera plaga: los mosquitos
Dijo después el Señor a Moisés:
12

—Di a Aarón: «Extiende tu bastón y golpea el polvo de la tierra y se convertirá en


mosquitos sobre todo el país de Egipto».
13
Así lo hicieron. Aarón extendió su mano con el bastón, golpeó el polvo de la tierra y se
convirtió en mosquitos sobre los hombres y los animales; todo el polvo de la tierra se convirtió
en mosquitos sobre todo el país de Egipto.
14
Los hechiceros intentaron igualmente hacer salir mosquitos con sus encantamientos, pero
no pudieron. Hubo, pues, mosquitos sobre los hombres y los animales.
15
Los hechiceros dijeron al Faraón:
—Es el dedo de Dios.
Pero el Faraón endureció su corazón y no les escuchó, como había predicho el Señor.
Cuarta plaga: los tábanos
Dijo después el Señor a Moisés:
16

—Levántate temprano y preséntate al Faraón. Cuando salga hacia el río, le dirás: «Así dice
el Señor: Deja salir a mi pueblo para que me dé culto. 17 Si tú no dejas salir a mi pueblo, yo haré
salir tábanos contra ti, contra tus siervos, contra tu pueblo y contra tu casa; se llenarán de
tábanos las casas de los egipcios y hasta el suelo que pisan. 18 Pero exceptuaré en ese día el país
de Gosen donde habita mi pueblo, de suerte que allí no habrá tábanos para que sepas que yo soy
el Señor en medio de la tierra. 19 Haré así distinción entre mi pueblo y tu pueblo; mañana mismo
sucederá este signo».
20
El Señor lo cumplió: una enorme cantidad de tábanos sobrevino sobre la casa del Faraón,
sobre sus siervos y sobre todo el país de Egipto; y el país quedó infestado de tábanos.
21
Llamó entonces el Faraón a Moisés y a Aarón y les dijo:
—Id y ofreced sacrificios a vuestro Dios, dentro de mi país.
22
Pero Moisés respondió:
—No es posible hacerlo; porque el sacrificio que ofrecemos al Señor, nuestro Dios, es
abominable a los egipcios; y si ofrecemos ante sus ojos los sacrificios que les son abominables,
nos lapidarán. 23 Tenemos que hacer tres jornadas de camino en el desierto y ofrecer sacrificios
al Señor, nuestro Dios, como nos ha indicado.
24
Y dijo el Faraón:
—Os dejaré marchar para que ofrezcáis sacrificios al Señor, vuestro Dios, en el desierto,
sólo con la condición de que no os alejéis demasiado. Y rogad por mí.
25
Dijo Moisés:
—En cuanto salga de tu presencia rogaré al Señor y mañana mismo los tábanos se alejarán
del Faraón, de sus siervos y de su pueblo, sólo con la condición de que el Faraón no siga
engañando para impedir que el pueblo salga a ofrecer sacrificios al Señor.
26
Salió Moisés de la presencia del Faraón e imploró al Señor. 27 El Señor actuó
conforme a la petición de Moisés y los tábanos se alejaron del Faraón, de sus siervos y de
su pueblo sin quedar ni uno. 28 Pero el Faraón endureció su corazón también esta vez y no
dejó salir al pueblo.
Quinta plaga: la epidemia del ganado
9 El Señor dijo a Moisés:
1

—Preséntate al Faraón y dile: «Así dice el Señor, Dios de los hebreos: Deja salir a mi pueblo
para que me dé culto; 2 porque si tú te niegas a dejarles salir y los sigues reteniendo, 3 la mano del
Señor recaerá sobre tus ganados del campo, sobre los caballos, asnos, camellos, ovejas y vacas;
será una peste muy grave. 4 Pero el Señor hará distinción entre el ganado de Israel y el ganado de
Egipto de modo que no muera ninguno de los que pertenecen a los hijos de Israel».
5
Y el Señor señaló un plazo diciendo:
—Mañana el Señor realizará esto en el país.
6
Al día siguiente cumplió el Señor su palabra y murió todo el ganado de los egipcios, pero
del ganado de los hijos de Israel no murió ni uno. 7 El Faraón mandó hacer averiguaciones y, en
efecto, del ganado de Israel no había muerto ni uno. Sin embargo, se endureció el corazón del
Faraón y no dejó salir al pueblo.
Sexta plaga: las úlceras
8
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón:
—Tomad dos puñados de hollín del horno y que Moisés lo lance hacia el cielo a la vista del
Faraón; 9 se convertirá en polvo por todo el país de Egipto y brotarán úlceras pustulentas en
hombres y animales sobre todo el país de Egipto.
10
Tomaron hollín del horno y se presentaron ante el Faraón; Moisés lo lanzó hacia el cielo; y
brotaron úlceras pustulentas en hombres y animales. 11 Ni los magos pudieron mantenerse ante
Moisés a causa de las erupciones, pues tenían las mismas erupciones que los demás egipcios. 12
Pero el Señor endureció el corazón del Faraón y no les escuchó, como había predicho el Señor a
Moisés.
Séptima plaga: el granizo
13
Dijo el Señor a Moisés:
—Levántate temprano, preséntate ante el Faraón y dile: «Así dice el Señor, Dios de los
hebreos: Deja salir a mi pueblo para que me dé culto. 14 Porque esta vez voy a enviar todas mis
plagas sobre ti, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que sepas que no hay como yo en toda
la tierra. 15 Pues si hubiera extendido mi mano y os hubiera herido con peste a ti y a tu pueblo,
habríais desaparecido de la tierra. 16 Pero para esto te he mantenido en pie, para mostrarte mi
poder y para que sea anunciado mi nombre en toda la tierra. 17 Todavía te alzas frente a mi
pueblo, para no dejarle salir. 18 Pues mira, mañana a esta hora haré llover un granizo tan fuerte
como no lo ha habido en Egipto desde el día de su fundación hasta el presente. 19 Ahora pues,
manda poner a salvo tu ganado y cuanto tengas en el campo; todo hombre o animal que se
encuentre en el campo sin haberse recogido en casa morirá bajo el granizo que caerá sobre
ellos».
20
Algunos siervos del Faraón que temieron la palabra del Señor, hicieron refugiarse en casa
a sus siervos y a sus ganados; 21 pero los que no atendieron la palabra del Señor, dejaron a sus
siervos y ganados en el campo.
22
El Señor dijo a Moisés:
—Extiende tu mano hacia el cielo y que caiga granizo en todo el país de Egipto sobre
hombres y animales y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto.
23
Moisés extendió su bastón hacia el cielo y el Señor lanzó truenos y granizo; y cayeron
rayos sobre la tierra; el Señor hizo llover granizo sobre el país de Egipto. 24 Llegó el granizo, y
rayos junto con el granizo; cayó con tal fuerza como no lo había hecho en todo el país de
Egipto, desde que fue fundado. 25 El granizo hirió en todo el país de Egipto a cuanto había en el
campo, tanto hombres como animales; el granizo estropeó toda la hierba del campo y destrozó
todos los árboles del campo. 26 Sólo en el territorio de Gosen, donde habitaban los hijos de Israel,
no cayó el granizo.
27
El Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo:
—He pecado esta vez. El Señor es justo, pero mi pueblo y yo somos impíos. 28 Implorad al
Señor, que cesen ya los truenos y el granizo. Os dejaré marchar; no continuaréis retenidos.
29
Le respondió Moisés:
—Cuando salga de la ciudad, alzaré mis manos hacia el Señor; cesarán los truenos y no
habrá más granizo; para que sepas que la tierra entera es del Señor. 30 Aunque bien sé que ni tú ni
tus siervos teméis todavía al Señor Dios.
31
El lino y la cebada quedaron destrozados, pues la cebada ya estaba granada y el lino en
flor. En cambio, el trigo y la espelta no quedaron destrozados, por ser tardíos.
32
Salió Moisés de la presencia del Faraón, fuera de la ciudad, alzó sus manos hacia el Señor
33

y cesaron los truenos y el granizo y no cayó más lluvia sobre la tierra. 34 Al ver el Faraón que
había cesado la lluvia, el granizo y los truenos, volvió a pecar y endureció su corazón, lo mismo
él que sus servidores. 35 Se obcecó, pues, el corazón del Faraón y no dejó marchar a los hijos de
Israel, como había predicho el Señor por medio de Moisés.
Octava plaga: las langostas
10 1
Dijo el Señor a Moisés:
—Preséntate al Faraón, porque soy yo quien ha endurecido su corazón y el de sus siervos para
realizar estos signos míos en medio de ellos; 2 y para que pueda contarse a tus hijos y a los hijos
de tus hijos cómo he maltratado a Egipto y los signos que he realizado allí; para que sepáis que
yo soy el Señor.
3
Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron:
—Así dice el Señor, Dios de los hebreos: «¿Hasta cuándo rehusarás humillarte ante mí?
Deja salir a mi pueblo para que me dé culto. 4 Pues si rehúsas dejar salir a mi pueblo, mira que
mañana mismo atraeré la langosta sobre tu territorio; 5 cubrirá la superficie del país hasta el
punto de que no podrá verse el suelo; consumirá lo poco que se os salvó del granizo y devorará
todos los árboles que os crecen en el campo. 6 Llenarán tus casas, las de tus siervos y las casas
de todos los egipcios, como jamás lo vieron tus padres y los padres de tus padres desde que
empezaron a existir sobre la tierra hasta hoy».
Y volviéndose, se retiró de la presencia del Faraón.
7
Entonces los siervos del Faraón le dijeron:
—¿Hasta cuándo va a seguir molestándonos ése? Deja salir a esos hombres para que den
culto al Señor, su Dios. ¿Aún no te das cuenta de que Egipto se está arruinando?
8
Hicieron, pues, volver a Moisés y a Aarón ante el Faraón y él les dijo:
—Id y dad culto al Señor, vuestro Dios. Ahora bien, ¿quiénes tendrán que ir?
9
Respondió Moisés:
—Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, con
nuestras ovejas y nuestras vacas, pues es la fiesta del Señor para nosotros.
10
Y les dijo:
—¡Así que el Señor estará con vosotros en cuanto os deje marchar a vosotros y a vuestros
pequeños! Ved cómo vuestra mala intención está patente. 11 No será así; id sólo los varones y dad
culto al Señor, puesto que eso es lo que pedís.
Y fueron arrojados de la presencia del Faraón.
12
Entonces el Señor dijo a Moisés:
—Extiende tu mano sobre el país de Egipto atrayendo la langosta; que suba sobre el país de
Egipto y devore toda la hierba, todo lo que quedó del granizo.
13
Extendió Moisés su bastón sobre el país de Egipto y el Señor hizo soplar viento solano
sobre el país todo aquel día y toda la noche. A la mañana siguiente, el viento solano había
arrastrado la langosta 14 que invadió por entero el país de Egipto y se posó en todo el territorio
egipcio. Tal cantidad de langostas no la hubo antes ni la habrá después. 15 Cubrieron toda la
superficie del país hasta el punto de quedar oscurecido; devoraron toda la hierba del país, todos
los frutos de los árboles que había dejado el granizo; no quedó absolutamente nada verde en los
árboles ni en el suelo en todo el país de Egipto.
16
Se apresuró el Faraón a llamar a Moisés y a Aarón y les dijo:
—He pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros. 17 Pero perdonad por esta vez
mi pecado y rogad al Señor, vuestro Dios, que aleje de mí al menos esta pena mortal.
18
Salió Moisés de la presencia del Faraón y rogó al Señor. 19 El Señor hizo soplar fuerte
viento del oeste que arrastró la langosta hacia el Mar Rojo; no quedó ni una sola langosta en el
territorio de Egipto. 20 Pero el Señor endureció el corazón del Faraón y no dejó marchar a los
hijos de Israel.
Novena plaga: las tinieblas
21
El Señor dijo a Moisés:
—Extiende tu mano hacia el cielo y que sobrevenga sobre el país de Egipto una oscuridad
tan densa que se pueda palpar.
22
Extendió, pues, Moisés su mano hacia el cielo y sobrevino una oscuridad muy densa sobre
el país de Egipto durante tres días. 23 No se veían unos a otros durante los tres días y no pudieron
moverse de donde estaban. En cambio, los hijos de Israel tenían luz en sus poblados.
24
El Faraón llamó a Moisés y a Aarón y les dijo:
—Id a dar culto al Señor; que queden únicamente vuestras ovejas y vuestras vacas; pueden
acompañaros también vuestros pequeños.
25
Respondió Moisés:
—Aunque tú nos dieras víctimas para los sacrificios y holocaustos para ofrecerlos al Señor,
nuestro Dios, 26 nuestro ganado tiene que venir también con nosotros. No quedará ni una res,
porque de ellos hemos de tomar para dar culto al Señor, nuestro Dios. Además, nosotros no
sabemos con qué hemos de dar culto al Señor, hasta que lleguemos allí.
27
Pero el Señor endureció el corazón del Faraón que no quiso dejarles marchar.
28
Y dijo el Faraón a Moisés:
—Sal de mi presencia y guárdate de volver a ver mi rostro, porque el día que vuelva a verte
ante mí morirás.
29
Respondió Moisés:
—Tal como has dicho, no volveré a ver tu rostro.
Décima plaga: anuncio de la muerte de los primogénitos
11 Dijo el Señor a Moisés:
1

—Todavía he de atraer una plaga más sobre el Faraón y sobre Egipto; después os dejará
marchar de aquí. Cuando os deje marchar, hasta os expulsará de aquí. 2 Habla, por tanto, al
pueblo y que cada hombre pida a su vecino, y cada mujer a su vecina, objetos de plata y de oro.
3
El Señor hizo grato el pueblo a los ojos de Egipto; también Moisés llegó a ser un gran
personaje en Egipto ante los siervos del Faraón y ante el pueblo.
4
Moisés dijo:
—Así dice el Señor: «En la mitad de la noche yo saldré por medio de Egipto, 5 y morirá en el
país de Egipto todo primogénito, desde el primogénito del Faraón, que se sienta en su trono,
hasta el primogénito de la esclava dedicada a moler; y también los primogénitos de los
animales. 6 Un gran clamor se oirá en todo el país de Egipto, como nunca lo hubo ni lo habrá
jamás. 7 Pero entre los hijos de Israel ni siquiera un perro aullará ni por hombres ni por animales;
para que sepáis que el Señor hace distinción entre Egipto e Israel. 8 Y bajarán hasta mí todos
estos siervos tuyos y se postrarán ante mí diciendo: “Sal, tú y el pueblo que te venera”. Entonces
saldré».
Moisés salió muy enojado de la presencia del Faraón.
9
Y el Señor dijo a Moisés:
—El Faraón no os escuchará, para que tengan que multiplicarse mis prodigios en el país de
Egipto.
10
Moisés y Aarón habían realizado todos estos prodigios ante el Faraón; pero el Señor
endureció el corazón del Faraón y no dejó marchar a los hijos de Israel de su país.

IV. La Pascua
Institución de la Pascua
12 El Señor habló a Moisés y a Aarón en el país de Egipto, diciendo:
1

2
—Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del
año. 3 Hablad a toda la comunidad de Israel diciendo: «El día diez de este mes tomará cada uno
un cordero por familia, uno por casa. 4 Si la familia es demasiado pequeña para consumirlo, se
unirá con su vecino más próximo hasta completar el número de personas suficiente para comer
la res entera. 5 Ha de ser un animal sin defecto, macho, de un año, escogido de entre los corderos
o cabritos. 6 Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes y toda la asamblea de la comunidad
de Israel lo inmolará entre dos luces. 7 Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el
dintel de las casas donde se va a comer. 8 Comerán la carne esa misma noche; la comerán asada
al fuego, con panes ácimos y hierbas amargas. 9 No comeréis nada de ella crudo o cocido en
agua, sino asado al fuego con su cabeza, patas y vísceras. 10 No dejaréis nada para la mañana
siguiente; si algo quedara, lo quemaréis.
11
»Lo habéis de comer así: ceñidas vuestras cinturas, las sandalias en los pies, y el bastón en
vuestras manos; lo comeréis deprisa: pues es la Pascua del Señor. 12 Esta noche pasaré por el país
de Egipto y heriré a todo primogénito del país de Egipto, tanto de hombres como de animales; y
haré justicia sobre los dioses de Egipto. Yo, el Señor. 13 La sangre será vuestra señal sobre las
casas donde estéis; cuando yo vea la sangre pasaré de largo sobre vosotros, y no habrá entre
vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. 14 Este día será para vosotros
memorable y lo celebraréis como fiesta del Señor; lo celebraréis como institución perpetua de
generación en generación.
Celebración de los Ácimos
15
»Durante siete días comeréis panes ácimos; desde el primer día haréis desaparecer de
vuestras casas toda levadura, pues el que coma pan fermentado, será extirpado de Israel; y esto,
desde el día primero hasta el séptimo. 16 El día primero habrá asamblea santa y también la habrá
el día séptimo; en ellos no haréis trabajo alguno; únicamente prepararéis la comida que vayáis a
tomar. 17 Guardaréis los Ácimos, porque en este día yo saqué vuestros ejércitos del país de
Egipto; y guardaréis este día de generación en generación como institución perpetua.
18
»En este primer mes comeréis ácimos desde el día catorce por la tarde hasta el día
veintiuno por la tarde. 19 Durante estos días no habrá levadura en vuestras casas, pues todo el que
coma algo fermentado será extirpado de la comunidad de Israel, tanto el extranjero como el
nativo. 20 No comeréis nada fermentado; en todos vuestros lugares de asentamiento comeréis
panes ácimos».
Instrucciones sobre la Pascua
21
Moisés llamó a todos los ancianos de Israel y les dijo:
—Id y tomad un cordero por familia e inmolad la pascua. 22 Tomad un manojo de hisopo,
mojadlo en la sangre que hay en la vasija y untad con ella el dintel y las dos jambas, y que
ninguno de vosotros salga de la puerta de su casa hasta la mañana siguiente. 23 El Señor pasará
hiriendo a los egipcios; pero cuando vea la sangre en el dintel y en las dos jambas, el Señor
pasará de largo sobre vuestras puertas y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas
para herir. 24 Guardaréis este mandato del Señor, como institución perpetua para vosotros y
vuestros hijos para siempre. 25 Cuando entréis en la tierra que va a daros el Señor, como os
prometió, guardaréis este rito. 26 Y cuando vuestros hijos os pregunten qué significa este rito para
vosotros, 27 responderéis: «Éste es el sacrificio de la Pascua del Señor, que pasó de largo por las
casas de los hijos de Israel, cuando hirió a los egipcios y preservó nuestras casas».
El pueblo se postró en adoración. 28 Los hijos de Israel fueron e hicieron todo como el Señor
había ordenado a Moisés y a Aarón.
Muerte de los primogénitos
29
Sucedió, en efecto, que a media noche el Señor hirió a todos los primogénitos en el país de
Egipto, desde el primogénito del Faraón que se sienta en su trono hasta el primogénito del
cautivo que está en prisión; y también a todo primogénito de animal.
30
El Faraón se levantó de noche junto con todos sus servidores y todos los egipcios; y hubo
un gran clamor en Egipto porque no había casa donde no hubiera un muerto. 31 Aquella misma
noche el Faraón llamó a Moisés y a Aarón y les dijo:
—Levantaos y salid de en medio de mi pueblo, vosotros y los hijos de Israel; id y dad culto
al Señor según vuestro deseo. 32 Recoged también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habíais
pedido, y marchaos. Y bendecidme también a mí.
Las provisiones para la salida
Los egipcios apremiaban al pueblo para que salieran rápidamente del país, pues decían:
33

«Vamos a morir todos». 34 El pueblo recogió la masa antes de que fermentara, envolvió las
artesas en mantas y cargó con ella a las espaldas. 35 Los hijos de Israel hicieron lo que había
dicho Moisés y pidieron a los egipcios objetos de plata y de oro, y vestidos. 36 El Señor hizo
grato el pueblo a los ojos de los egipcios, que accedieron a sus peticiones. Así despojaron a los
egipcios.
Preparativos para salir de Egipto
37
Los hijos de Israel salieron de Ramsés hacia Sucot, unos seiscientos mil hombres de a pie,
sin contar los niños. 38 Subió con ellos además una gran multitud; y ovejas y vacas, en grandes
rebaños. 39 Cocieron la masa que habían sacado de Egipto e hicieron panes ácimos porque aún no
había fermentado, pues al ser expulsados de Egipto no pudieron entretenerse; ni siquiera
prepararon provisiones para el camino.
40
La estancia de los hijos de Israel en Egipto fue de cuatrocientos treinta años. 41 Pasados
estos cuatrocientos treinta años, el mismo día salieron todos los ejércitos del Señor del país de
Egipto. 42 Noche de vela fue ésta para el Señor, para sacarlos del país de Egipto; noche de vela
en honor del Señor será para todos los hijos de Israel, de generación en generación.
Nuevas instrucciones sobre la Pascua
43
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
—Ésta es la ley de la Pascua: «Ningún extranjero podrá comerla. 44 Los siervos comprados
con dinero serán circuncidados y sólo entonces podrán comerla. 45 El advenedizo y el mercenario
no podrán comerla. 46 Se comerá en la misma casa, sin sacar fuera nada de carne; y no le
quebraréis ningún hueso. 47 Toda la comunidad de Israel la celebrará. 48 Si un extranjero que vive
entre vosotros quiere celebrar la Pascua del Señor, que se circuncide él y todo varón de su
familia; después podrá acercarse a participar de ella. Será como un nativo. Pero ningún
incircunciso podrá comerla. 49 La misma ley regirá para el nativo y para el extranjero que habita
en medio de vosotros».
50
Así lo hicieron todos los hijos de Israel; como lo había ordenado el Señor a Moisés y a
Aarón, así lo hicieron. 51 Aquel mismo día el Señor sacó de Egipto a los hijos de Israel a la
manera de un ejército.
Ley de los primogénitos
13 El Señor habló a Moisés diciendo:
1

2
—Conságrame todo primogénito de los hijos de Israel. Todo lo que abre el seno materno tanto
de hombres como de animales será para mí.
Instrucciones sobre los Ácimos
Moisés dijo al pueblo:
3

—Acordaos de este día en que salisteis de Egipto, de la casa de la esclavitud, pues el Señor
os ha sacado de allí con mano fuerte. No comeréis pan fermentado. 4 Salís hoy mismo en el mes
de Abib. 5 Cuando el Señor te haya introducido en la tierra de los cananeos, de los hititas, de los
jeveos y de los jebuseos, la que había jurado a tus padres que te entregaría, tierra que mana
leche y miel, celebrarás este rito en este mes: 6 Durante siete días comerás panes ácimos y el día
séptimo será fiesta en honor del Señor. 7 Durante los siete días sólo se comerá pan ácimo y no se
verá nada fermentado ni levadura en todo tu territorio. 8 Ese día lo transmitirás a tus hijos,
diciendo: «Esto es por lo que me hizo el Señor cuando salí de Egipto». 9 Este rito será como
señal en tu mano y como memorial ante tus ojos para que la ley del Señor esté en tu boca,
porque con mano fuerte te sacó el Señor de Egipto. 10 Guardarás esta ley año tras año, en la fecha
establecida.
Instrucciones sobre los primogénitos
11
»Cuando el Señor te haya introducido en la tierra del cananeo, como te ha jurado a ti y a
tus padres, y te la haya entregado, 12 ofrecerás al Señor todo primogénito; todo primer nacido de
animales, si es macho, será para el Señor. 13 El primer nacido del asno lo rescatarás con un
cordero; si no lo rescatas, lo desnucarás. Pero al primogénito del hombre entre tus hijos has de
rescatarlo.
14
»Y cuando el día de mañana tu hijo te pregunte: «¿Qué significa esto?», le responderás:
«Con mano fuerte nos sacó el Señor de Egipto, de la casa de la esclavitud. 15 Como el Faraón se
obstinó en no dejarnos salir, el Señor dio muerte a todos los primogénitos en Egipto, tanto de
hombres como de animales. Por eso, yo ofrezco en sacrificio al Señor todo primer nacido
macho, y rescato a todo primogénito de mis hijos. 16 Esto será como señal en tu mano y como
recordatorio ante tus ojos; porque con mano fuerte nos sacó el Señor de Egipto».

V. Salida de Egipto
Inicio de la salida
17
Cuando el Faraón dejó marchar al pueblo, Dios no lo llevó por el camino de la región de
los filisteos, aunque es el más corto; pues se dijo Dios: «No sea que el pueblo, al ver inminente
la batalla, se arrepienta y se vuelva a Egipto». 18 Hizo Dios que el pueblo diera un rodeo por el
camino del desierto hacia el Mar Rojo. Los hijos de Israel salieron de Egipto bien equipados.
19
Moisés tomó consigo los huesos de José, porque éste había hecho jurar a los hijos de
Israel, diciendo: «Con toda seguridad os visitará Dios; entonces llevad con vosotros mis
huesos».
20
Partieron, pues, de Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. 21 El Señor caminaba
al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en
columna de fuego para alumbrarles; así podían caminar de día y de noche. 22 Nunca faltó al
frente del pueblo, ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche.
Iniciativa del Señor
14 El Señor habló a Moisés diciendo:
1

2
—Di a los hijos de Israel que se vuelvan y acampen junto a Pi-Hajirot, entre Migdal y el mar,
frente a Baal-Safón. Frente a este lugar acamparéis de cara al mar. 3 El Faraón pensará de los
hijos de Israel: «Andan perdidos por el país y el desierto les cierra el paso». 4 Yo endureceré el
corazón del Faraón y los perseguirá; y manifestaré mi gloria a costa del Faraón y de su ejército;
y sabrán los egipcios que yo soy el Señor.
Y así lo hicieron.
Persecución por parte de los egipcios
5
Cuando anunciaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, se mudó el corazón del
Faraón y el de sus servidores en contra del pueblo, y dijeron:
—¿Qué hemos hecho dejando salir a Israel de nuestra servidumbre?
6
Entonces hizo uncir sus carros y reunió consigo a su pueblo; 7 tomó seiscientos carros
escogidos y todos los carros de Egipto, con sus correspondientes guerreros. 8 El Señor endureció
el corazón del Faraón, rey de Egipto, el cual persiguió a los hijos de Israel. Pero los hijos de
Israel salían con aire de triunfo. 9 Los egipcios los persiguieron, todos los caballos, los carros del
Faraón, los jinetes y el ejército; y les dieron alcance cuando acampaban junto a Pi-Hajirot frente
a Baal-Safón.
10
El Faraón estaba cerca cuando los hijos de Israel alzaron la vista y vieron que los egipcios
seguían tras ellos. Entonces los hijos de Israel temieron mucho y clamaron al Señor. 11 Y dijeron
a Moisés:
—¿Acaso no había sepulcros en Egipto, para que nos hayas traído a morir en el desierto?
¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? 12 ¿No es esto lo que te decíamos en Egipto:
«Déjanos; continuaremos sirviendo a los egipcios; es preferible servir a los egipcios que morir
en el desierto»?
13
Moisés respondió al pueblo:
—No temáis, manteneos firmes y veréis la salvación que el Señor os concede hoy, porque
los egipcios que ahora veis, no volveréis a verlos jamás. 14 El Señor peleará por vosotros y
vosotros podréis estar tranquilos.
Paso del Mar Rojo
15
El Señor dijo a Moisés:
—¿Por qué clamas hacia mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en camino. 16 Y tú, alza
tu bastón y extiende tu mano hacia el mar y divídelo para que los hijos de Israel pasen por
medio del mar como por tierra seca. 17 Yo, por mi parte, voy a endurecer el corazón de los
egipcios para que entren tras ellos; así manifestaré mi gloria a costa del Faraón y de todo su
ejército, de sus carros y de sus guerreros. 18 Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando yo
muestre mi gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.
19
El ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se puso en marcha y se situó
tras ellos. Se puso en marcha también la columna de nube que iba delante de ellos y se situó
detrás, 20 interponiéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; la
nube era tan oscura por un lado y tan luminosa por otro, que no pudieron acercarse unos a otros
en toda la noche.
21
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor, mediante un viento solano que sopló
toda la noche, empujó el mar hasta que se secó, y se dividieron las aguas. 22 Los hijos de Israel
entraron por medio del mar como por lo seco y las aguas formaban como una muralla a derecha
e izquierda. 23 Los egipcios los persiguieron con todos los caballos del Faraón, los carros y los
guerreros, entrando tras ellos hasta el medio del mar.
24
Al romper el alba el Señor observó desde la columna de nube y fuego los campamentos de
los egipcios y los desbarató. 25 Hizo que se trabaran las ruedas de sus carros, de modo que
avanzaran con dificultad. Entonces los egipcios se dijeron:
—Huyamos de delante de Israel porque el Señor combate a su favor en contra de los
egipcios.
26
El Señor dijo a Moisés:
—Extiende tu mano sobre el mar y las aguas se volverán sobre los egipcios, sobre sus carros
y sus guerreros.
27
Extendió Moisés su mano sobre el mar y éste volvió a su estado habitual al rayar el día.
Los egipcios al huir, se encontraron con las aguas y así el Señor precipitó a los egipcios al
medio del mar. 28 Las aguas volvieron, y cubrieron los carros y los guerreros de todo el ejército
del Faraón, que había entrado tras ellos en el mar. No escapó ni uno solo.
29
Los hijos de Israel pasaron por medio del mar como por lo seco y las aguas formaban
como una muralla a derecha e izquierda. 30 Así el Señor salvó aquel día a Israel de la mano de los
egipcios, e Israel pudo ver a los egipcios muertos a la orilla del mar. 31 Israel vio la mano
poderosa con la que el Señor trató a Egipto, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en
Moisés, su siervo.
Himno triunfal
15 1
Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este cántico al Señor. Y decían:
—Quiero cantar al Señor, vencedor excelso:
caballos y caballeros al mar ha precipitado.
2
El Señor es mi fuerza y mi vigor,
Él me ha salvado.
Él es mi Dios, quiero alabarlo;
el Dios de mi padre, quiero ensalzarlo.
3
El Señor es un fuerte guerrero,
su nombre es el Señor.
4
Los carros del Faraón, todo su ejército,
los ha precipitado en el mar;
los mejores guerreros
bajo el Mar Rojo han sucumbido.
5
Los ha sepultado el abismo,
como piedras llegaron hasta el fondo.
6
Tu diestra, Señor, reverbera en su poder;
tu diestra, Señor, doblega al enemigo.
7
En tu inmensa majestad a tus adversarios derribas;
das suelta a tu furor y como paja los devoras.
8
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas;
las olas como un dique se elevaron;
y en el fondo del mar se cuajaron los abismos.
9
Decíase el enemigo: «Los perseguiré,
les daré alcance;
repartiré el botín, quedará saciada mi codicia;
voy a desenvainar la espada, los exterminará mi mano».
10
Pero soplaste con tu aliento y el mar los cubrió;
como plomo se hundieron en las profundas aguas.
11
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, glorioso en santidad,
temible en tus proezas, que obras maravillas?
12
Extendiste tu diestra y la tierra los tragó.
13
Guiaste con ternura
al pueblo que salvaste.
Con poder lo llevaste a tu morada santa.
14
Lo oyeron los pueblos y temblaron;
agudo dolor invadió a los filisteos.
15
Los príncipes de Edom se estremecieron;
a los jefes de Moab los abatió el terror;
todos los habitantes de Canaán se acobardaron.
16
Espanto y pavor los asaltaron;
ante la fuerza de tu brazo enmudecieron como piedras;
hasta que pasó tu pueblo, Señor,
hasta que pasó el pueblo que te habías adquirido.
17
Los llevarás y los plantarás en el monte de tu heredad,
el lugar que tú, Señor, te has preparado como trono,
en el Santuario que han fundado tus manos, Señor.
18
El Señor reina por siempre jamás.
19
Cuando los caballos del Faraón con sus carros y guerreros entraron en el mar, el Señor
hizo que las aguas se volvieran sobre ellos, mientras que los hijos de Israel pasaron por medio
del mar como por tierra seca.
20
María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en sus manos un pandero y todas las mujeres
la siguieron también con panderos y danzas a coro. 21 Y María les iba respondiendo:
«Cantad al Señor, vencedor excelso:
caballos y caballeros al mar ha precipitado».

VI. La travesía del desierto


Las aguas amargas: Mará
22
Moisés hizo partir a Israel desde el Mar Rojo y los condujo hacia el desierto del Sur.
Caminaron durante tres días por el desierto sin encontrar agua, 23 hasta llegar a Mará; pero no
pudieron beber el agua de Mará porque eran aguas amargas. De ahí le viene el nombre de Mará.
24
El pueblo, entonces, murmuró contra Moisés, diciendo:
—¿Qué vamos a beber?
25
Moisés clamó al Señor y el Señor le mostró un trozo de madera; Moisés lo arrojó al agua y el
agua se volvió dulce.
Allí mismo el Señor dio leyes y normas al pueblo y lo puso a prueba, 26 diciéndoles:
—Si escuchas la voz del Señor, tu Dios, y pones por obra lo que es recto a sus ojos, si prestas
oído a sus preceptos y observas sus leyes, no te impondré los sufrimientos que impuse a Egipto. Pues
yo soy el Señor, el que te sana.
27
Después llegaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras. Y
acamparon allí junto al agua.
El maná y las codornices
16 1
Toda la comunidad de los hijos de Israel partió de Elim y el día quince del segundo mes de
su salida del país de Egipto, llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. 2 La
comunidad de los hijos de Israel murmuraba contra Moisés y contra Aarón en el desierto. 3 Los
hijos de Israel les decían:
—¿Quién nos hubiera dado morir a manos del Señor en el país de Egipto, cuando nos
sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta saciarnos? Porque vosotros nos
habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea.
4
El Señor dijo a Moisés:
—He aquí que voy a hacer llover para vosotros pan desde el cielo; el pueblo saldrá a recoger
cada día la porción cotidiana; así les pondré a prueba y veré si se comporta según mi ley o no. 5
El sexto día, habrán de preparar lo que han recogido, que será el doble de lo que recolectan cada
día.
6
Moisés y Aarón dijeron a todos los hijos de Israel:
—Esta tarde sabréis que es el Señor quien os ha sacado del país de Egipto, 7 y por la mañana
veréis la gloria del Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones contra Él; pues nosotros
¿qué somos para que nos difaméis?
8
Moisés añadió:
—El Señor os dará por la tarde carne para comer y por la mañana pan para saciaros, porque
ha escuchado vuestras murmuraciones contra Él; pues nosotros ¿qué somos? No van contra
nosotros vuestras murmuraciones, sino contra el Señor.
9
Moisés dijo a Aarón:
—Di a toda la comunidad de los hijos de Israel: «Acercaos ante el Señor porque ha
escuchado vuestras murmuraciones».
10
Y ocurrió que mientras hablaba Aarón a toda la comunidad de los hijos de Israel, volvieron
su rostro hacia el desierto, y he aquí que la gloria del Señor se manifestó en la nube. 11 Entonces
el Señor dijo a Moisés:
12
—He escuchado las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: «Al atardecer comeréis
carne y por la mañana os saciaréis de pan. Así conoceréis que yo soy el Señor, vuestro Dios».
13
Aquella tarde, en efecto, subieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la
mañana, hubo una capa de rocío alrededor del campamento. 14 Al evaporarse la capa de rocío
quedó sobre la superficie del desierto una cosa blanca delgada, como escarcha sobre la tierra. 15
Al verlo los hijos de Israel se dijeron entre sí:
—¿Man-hu? (que significa: «¿Qué es esto?»)
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
—Esto es el pan que el Señor os da como alimento. 16 Ésta es la orden que ha dado el Señor:
tome cada uno según su necesidad, un ómer por cabeza, según el número de personas; cada uno
recogerá también para los que están en su tienda.
17
Así hicieron los hijos de Israel y recogieron unos más y otros menos. 18 Luego lo midieron
con el ómer y ni a los que tomaron más les sobraba ni a los que tomaron menos les faltaba; cada
uno había recogido según su necesidad. 19 Moisés les dijo:
—Que nadie guarde nada para mañana.
20
Sin embargo no le escucharon y algunos dejaron parte para la mañana siguiente, pero crió
gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó con ellos.
21
Lo recogían, por tanto, por la mañana, cada uno según su necesidad, pues el calor del sol
lo derretía. 22 El día sexto recogían el doble de pan, dos ómer para cada uno. Vinieron entonces
los representantes de la comunidad y se lo contaron a Moisés. 23 Él les dijo:
—He aquí lo que ha dicho el Señor: «Mañana es sábado, descanso consagrado para el
Señor: lo que debáis cocer, cocedlo; lo que debáis hervir, hervidlo, y todo lo que sobre
guardadlo como reserva para mañana».
24
Y lo guardaron para el día siguiente como lo había ordenado Moisés y no se pudrió ni se
agusanó. 25 Moisés dijo:
—Comedlo hoy, porque hoy es sábado en honor del Señor; hoy no encontraréis nada en el
campo. 26 Seis días lo recogeréis y el séptimo día, el sábado, no habrá nada.
27
De hecho, el día séptimo salieron algunos del pueblo para recoger y no encontraron nada.
28
El Señor dijo a Moisés:
—¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis preceptos y mis leyes? 29 Mirad que el Señor os
ha dado el sábado; por eso os da el sexto día ración para dos días; permaneced cada uno en su
sitio; que nadie salga de su sitio el día séptimo.
30
El pueblo descansó el día séptimo.
31
La casa de Israel lo llamó maná; era como una semilla de coriandro, blanco y su sabor
como una torta de miel. 32 Y Moisés dijo:
—Éste es el mandamiento que el Señor ha ordenado: llenad un ómer de esto y conservadlo
para vuestras generaciones, para que vean el pan que os di de comer en el desierto cuando os
saqué del país de Egipto.
33
Moisés dijo a Aarón:
—Toma un recipiente, pon en él un ómer de maná y déjalo delante del Señor, para
conservarlo de generación en generación.
34
Aarón, tal como el Señor ordenó a Moisés, lo dejó delante del Testimonio para
conservarlo.
35
Los hijos de Israel comieron el maná durante cuarenta años hasta su entrada en tierra
habitada; comieron el maná hasta su entrada en los confines de la tierra de Canaán. 36 El ómer de
maná es la décima parte de un efah.
El agua de la roca
17 Toda la comunidad de los hijos de Israel partió del desierto de Sin, haciendo etapas, según
1

indicaba el Señor. Y acamparon en Refidim, donde el pueblo no halló agua para beber. 2 El
pueblo entonces se quejó a Moisés diciendo:
—Danos agua para beber.
Y les respondió:
—¿Por qué os querelláis conmigo? ¿Por qué tentáis al Señor?
3
Pero el pueblo continuaba sediento y murmuró contra Moisés:
—¿Por qué nos has sacado de Egipto para dejarnos morir de sed, a nosotros, a nuestros hijos
y a nuestros ganados?
4
Moisés clamó al Señor diciendo:
—¿Qué puedo hacer con este pueblo? Casi llegan a apedrearme.
5
Respondió el Señor a Moisés:
—Pasa delante del pueblo acompañado de algunos ancianos de Israel, lleva en tu mano el
bastón con que golpeaste el Nilo y emprende la marcha. 6 Yo estaré junto a ti sobre la roca en el
Horeb; golpearás la roca y saldrá agua para que beba el pueblo.
Lo hizo así Moisés a la vista de los ancianos de Israel. 7 Y llamó a aquel lugar Masá y
Meribá por la querella de los hijos de Israel y por haber tentado al Señor diciendo: «¿Está el
Señor entre nosotros, o no?»
Victoria sobre Amalec
Vino entonces Amalec y atacó a Israel en Refidim. 9 Moisés dijo a Josué:
8

—Elige unos hombres y sal a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie en la cima del
monte con el bastón de Dios en la mano.
10
Hizo Josué como Moisés le había ordenado y combatió contra Amalec; mientras, Moisés,
Aarón y Jur subieron a la cima del monte. 11 Resultó que cuando Moisés alzaba las manos,
vencía Israel, pero cuando las dejaba caer, vencía Amalec. 12 Como se le cansaban las manos a
Moisés, acercaron una piedra, se la pusieron debajo y se sentó sobre ella, en tanto que Aarón y
Jur le sujetaban las manos, cada uno por un lado. Y así sus manos se mantuvieron en alto hasta
la puesta del sol. 13 Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
14
Luego el Señor dijo a Moisés:
—Escribe esto en un libro para que sirva de recuerdo, y transmite a Josué que yo he de
borrar por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo.
15
Entonces Moisés edificó un altar al que puso por nombre «El Señor es mi bandera», 16
diciendo:
—Mano al estandarte del Señor;
el Señor está en guerra contra Amalec
de generación en generación.
Encuentro de Jetró con Moisés
18 1
Jetró, sacerdote de Madián, suegro de Moisés, se enteró de todo lo que Dios había hecho
con Moisés y con Israel su pueblo, y cómo el Señor había sacado a Israel de Egipto. 2 Entonces
Jetró, suegro de Moisés, tomó a Séfora, mujer de Moisés, a la que éste había abandonado, 3 y a
sus dos hijos: el uno llamado Guersom, porque Moisés dijo: «Huésped he sido en tierra
extranjera»; 4 y el otro Eliézer, porque dijo Moisés: «El Dios de mi padre es mi protección y me
ha librado de la espada del Faraón». 5 Se llegó, pues, Jetró, suegro de Moisés, con los hijos y con
la mujer hasta Moisés en el desierto donde estaba acampado al pie del monte de Dios. 6 Y le hizo
saber a Moisés:
—Yo, Jetró, tu suegro, vengo hasta ti con tu mujer y tus dos hijos.
7
Moisés entonces salió al encuentro de su suegro Jetró, se postró y le besó. Se saludaron
mutuamente y entraron en la tienda. 8 Moisés contó a su suegro todo lo que había hecho el Señor
con el Faraón y con los egipcios en favor de Israel; y todas las adversidades que les habían
sobrevenido en el camino y cómo el Señor les había librado de ellas. 9 Se alegró Jetró de todo el
bien que el Señor había hecho a Israel, librándolo de la mano de los egipcios, 10 y dijo:
—Bendito sea el Señor, que os ha librado de la mano de los egipcios y de la mano del
Faraón. 11 Ahora reconozco que el Señor es más grande que todos los dioses, porque ha librado
al pueblo de la mano de los egipcios precisamente cuando con más insolencia los trataban.
12
Después Jetró, suegro de Moisés, ofreció un holocausto y sacrificios a Dios: Aarón y todos
los ancianos de Israel vinieron a participar de la comida con el suegro de Moisés en presencia de
Dios.
Institución de los jueces
13
Al día siguiente Moisés se sentó para administrar justicia entre el pueblo; y el pueblo
estuvo ante Moisés desde la mañana hasta la noche. 14 Al ver el suegro de Moisés todo lo que
éste hacía por el pueblo, le dijo:
—¿Qué sentido tiene que tú hagas esto por el pueblo? ¿Por qué eres tú el único que te
sientas, haciendo que el pueblo entero tenga que permanecer ante ti desde la mañana hasta la
noche?
15
Contestó Moisés a su suegro:
—Es que el pueblo viene a mí para consultar a Dios; 16 cuando tienen un pleito vienen a mí y
yo administro justicia entre unos y otros, dándoles a conocer los decretos y las leyes de Dios.
17
Entonces el suegro de Moisés le dijo:
—No está bien lo que haces. 18 Te agotarás por completo tú y este pueblo que te acompaña;
es éste un quehacer demasiado pesado para ti y no podrás llevarlo a cabo tú solo. 19 Así pues,
escúchame; voy a darte un consejo y que Dios esté contigo: Sé tú valedor del pueblo ante Dios,
y presenta ante Dios sus asuntos; 20 enseña al pueblo los decretos y las leyes, y dales a conocer el
camino que deben seguir y las obras que deben realizar. 21 Pero elígete de entre el pueblo
hombres probados, temerosos de Dios, hombres fieles y honrados, y colócalos al frente, como
jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. 22 Que sean ellos quienes juzguen al pueblo en todo
momento: que te presenten a ti los asuntos graves, pero en los demás que juzguen ellos. Así se
aliviará el peso que llevas encima y ellos lo compartirán contigo. 23 Si atiendes mi advertencia,
Dios mismo te dará instrucciones, tu podrás resistir y, además, este pueblo podrá volver en paz a
su puesto.
24
Escuchó Moisés la voz de su suegro e hizo todo lo que le indicó. 25 Escogió, pues, hombres
probados entre todo Israel y los colocó al frente del pueblo, como jefes de mil, de cien, de
cincuenta y de diez. 26 Ellos juzgaban al pueblo en todo momento; los asuntos más graves se los
presentaban a Moisés, y en los demás juzgaban ellos. 27 Moisés despidió a su suegro que se
volvió a su tierra.

SEGUNDA PARTE:
EL PUEBLO DE ISRAEL EN EL SINAÍ

VII. LA ALIANZA DEL SINAÍ


Llegada a la región del Sinaí
19 A los tres meses de la salida del país de Egipto, ese mismo día, los hijos de Israel llegaron
1

al desierto del Sinaí. 2 Habían salido de Refidim, llegaron al desierto del Sinaí y acamparon.
Israel puso allí el campamento frente a la montaña.
Promesa divina
3
Moisés subió hacia Dios y el Señor lo llamó desde la montaña y le dijo:
—Esto has de decir a la casa de Jacob y esto has de anunciar a los hijos de Israel: «4
Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado en alas de águila y
os he traído hacia mí. 5 Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, seréis
mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; 6 vosotros seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa». Éstas son las palabras que has de decir a los
hijos de Israel.
7
Fue, pues, Moisés y convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todas las palabras que
el Señor le había ordenado. 8 El pueblo entero respondió a una diciendo:
—Haremos cuanto ha dicho el Señor.
Y Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo. 9 Entonces dijo el Señor a Moisés:
—He aquí que Yo voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo oiga cuándo
me comunico contigo, y así te crean a ti siempre.
Y Moisés refirió al Señor la respuesta de su pueblo.
Teofanía
10
El Señor dijo a Moisés:
—Ve al pueblo y haz que se purifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos. 11 Y que estén
preparados para el tercer día, porque el día tercero el Señor descenderá a la vista de todo el
pueblo sobre el monte Sinaí. 12 Señalarás un límite al pueblo alrededor de la montaña y le dirás:
«Os guardaréis de subir a la montaña, y hasta de aproximaros a su falda. El que se aproxime a la
montaña morirá sin remedio». 13 Pero nadie pondrá la mano sobre el culpable, sino que será
lapidado o asaeteado; sea hombre o animal no quedará con vida. Sólo cuando suene el cuerno,
subirán a la montaña.
14
Bajó, pues, Moisés de la montaña hasta el pueblo, hizo que se purificaran, y lavaron sus
vestidos. 15 Y dijo al pueblo:
—Estad preparados para el tercer día; y no os lleguéis a mujer alguna.
16
El día tercero, al despuntar la aurora, hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre
la montaña, y un sonido muy intenso de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento
se estremeció. 17 Moisés hizo salir al pueblo del campamento al encuentro de Dios; ellos se
detuvieron al pie de la montaña. 18 Todo el monte Sinaí humeaba porque el Señor había
descendido sobre él en el fuego. El humo subía como humo de horno y toda la montaña se
estremeció violentamente. 19 El sonido de la trompeta se fue haciendo más intenso: Moisés
hablaba y Dios le respondía con el trueno. 20 El Señor descendió sobre el monte Sinaí, sobre la
cima de la montaña. Luego el Señor llamó a Moisés a la cumbre de la montaña y allí subió
Moisés. 21 Y dijo el Señor a Moisés:
—Baja y advierte al pueblo que no se acerquen a mirar al Señor; si no, morirán muchos de
ellos. 22 Además, los sacerdotes que se acercan al Señor, que se purifiquen para que el Señor no
los castigue.
23
Moisés dijo al Señor:
—El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has amenazado al decir: «Señala
un límite a la montaña y declárala sagrada».
24
El Señor le respondió:
—Anda, baja; y después, subid tú y Aarón; pero los sacerdotes y el pueblo que no traspasen
el límite con intención de subir hacia el Señor para que no los castigue.
25
Bajó, pues, Moisés a donde estaba el pueblo y se lo transmitió.
El Decálogo
20 Entonces Dios pronunció todas estas palabras, diciendo:
1

2
—Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la esclavitud.
3
»No tendrás otro dios fuera de mí.
4
»No te harás escultura ni imagen, ni de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo
en la tierra, ni de lo que hay en las aguas por debajo de la tierra. 5 No te postrarás ante ellos ni les
darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso que castigo la culpa de los padres
en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odian; 6 pero tengo
misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos.
7
»No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano, pues el Señor no dejará impune al que
tome su nombre en vano.
8
»Recuerda el día del sábado, para santificarlo. 9 Durante seis días trabajarás y harás tus
tareas. 10 Pero el día séptimo es sábado, en honor del Señor, tu Dios. No harás en él trabajo
alguno, ni tú ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que
habita junto a ti. 11 Pues el Señor en seis días hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que
contiene, pero el día séptimo descansó. Por eso el Señor bendijo el día del sábado y lo santificó.
12
»Honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor,
tu Dios, te da.
13
»No matarás.
14
»No cometerás adulterio.
15
»No robarás.
16
»No darás falso testimonio contra tu prójimo.
17
»No codiciarás los bienes de tu prójimo; ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo
ni su esclava, ni su buey, ni su asno ni nada de lo que pertenezca a tu prójimo.
18
Todo el pueblo percibía los truenos y los relámpagos, el sonido de la trompeta y la
montaña humeante; y se llenaron de temor y se mantenían a distancia. 19 Entonces le dijeron a
Moisés:
—Habla tú con nosotros y te escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea
que muramos.
20
Respondió Moisés al pueblo:
—No temáis, pues Dios ha venido para probaros, para que su temor esté ante vuestros ojos y
no pequéis.
21
Y el pueblo se mantuvo a distancia mientras Moisés se acercaba hacia la densidad de la nube
donde estaba Dios.
VIII. Código de la Alianza
Leyes sobre el culto
22
Entonces dijo el Señor a Moisés:
—Así hablarás a los hijos de Israel: «Vosotros habéis visto que os he hablado desde el cielo.
23
No os fabricaréis dioses de plata, ni os haréis dioses de oro.
24
»Me harás un altar de tierra y me sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus sacrificios
de comunión, tu ganado menor y tu ganado mayor; en todo lugar donde haga conmemorar
mi nombre, vendré a ti y te bendeciré.
25
»Y en caso de hacerme un altar de piedra, no lo edificarás con piedras talladas, pues al
dejar caer tu escoplo sobre ellas, las profanarías.
26
»Tampoco subirás a mi altar por escalones, para que, al subir por ellos, no quede al
descubierto tu desnudez».
Leyes sobre los esclavos
21 1
»Éstas son las normas que les expondrás:
2
«Cuando adquieras un esclavo hebreo, te servirá seis años y al séptimo quedará libre sin pagar;
3
si entró solo, solo saldrá; si estaba casado, su mujer saldrá con él. 4 Pero si fue el dueño quien le
dio esposa, y de ella hubieran nacido hijos o hijas, la mujer y los hijos serán del dueño y él
saldrá solo. 5 Si el esclavo dijera con insistencia: «Amo a mi dueño, a mi mujer y a mis hijos, no
quiero quedar libre», 6 entonces su dueño lo llevará ante Dios y, acercándolo a la puerta o a la
jamba, le perforará la oreja con un punzón y así será su esclavo para siempre.
7
»Cuando un hombre venda a su hija como esclava, ésta no saldrá de la esclavitud como
salen los varones. 8 Si cayera en desgracia a los ojos de su dueño para quien estaba destinada,
éste le permitirá ser rescatada; no podrá venderla a un pueblo extranjero y ser desleal con ella. 9
Si la destina para su hijo, la tratará como a una hija suya. 10 Si toma otra nueva mujer, no le
negará a la primera ni la comida ni el vestido ni el derecho conyugal; 11 si no le proporciona esas
cosas, ella podrá marcharse de balde, sin pagar dinero.
Leyes sobre el homicidio
12
»El que hiera a un hombre causándole la muerte deberá morir. 13 Si no estaba al acecho,
sino que Dios permitió que cayera a manos de él, yo te mostraré un lugar donde pueda
refugiarse; 14 pero si por odio uno llega a matar a su prójimo con alevosía, hasta de mi altar lo
arrancarás para darle muerte.
15
»El que hiera a su padre o a su madre deberá morir.
16
»El que rapte a un hombre, tanto si lo ha vendido como si lo tiene en su poder, deberá
morir.
17
»El que maldiga a su padre o a su madre deberá morir.
Leyes sobre daños a personas
18
»Cuando dos hombres riñan, y uno hiere a su prójimo con una piedra o con el puño y no
muere pero tiene que guardar cama: 19 si se levanta y puede caminar por la calle apoyado en su
cayado, el que le hirió quedará exculpado; sólo tendrá que pagar lo que haya perdido por la
enfermedad y los gastos de la curación.
20
»Cuando uno golpee con un bastón a su esclavo o a su esclava, y mueren a manos del
dueño, será reo de venganza; 21 pero si sobrevive un día o dos, no será reo, puesto que es parte de
su hacienda.
22
»Cuando algún hombre, en el fragor de una riña, golpee a una mujer embarazada
provocándole el parto, pero sin causar más daño, el culpable será multado según lo que imponga
el marido de la mujer y decidan los magistrados. 23 Pero si se sigue algún daño, pagarás vida por
vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, 25 quemadura por quemadura,
herida por herida, contusión por contusión.
26
»Cuando uno golpee a su esclavo o a su esclava en un ojo, y los deja tuertos, los dejará
libres en compensación del ojo. 27 Y si le hace saltar un diente a su esclavo o a su esclava, le
dejará libre en compensación del diente.
28
»Cuando un buey cornee a un hombre o a una mujer, y le causa la muerte, será apedreado;
no se comerá su carne, pero el dueño quedará exculpado. 29 Pero si el buey ya corneaba antes y
su dueño, aun sabiéndolo no lo tenía vigilado, en caso de que el buey mate a un hombre o a una
mujer, el buey será apedreado y también su dueño será reo de muerte. 30 Y si al dueño le
imponen una compensación, pagará el precio que le hayan impuesto por conservar la vida. 31 Si
cornea a un niño o a una niña, se actuará según la misma norma. 32 Pero si el buey cornea a un
siervo o a una sierva, se pagarán treinta siclos de plata al dueño del esclavo, y el buey será
apedreado.
Leyes sobre daños a posesiones
33
»Cuando uno abra un pozo o excave una cisterna y no lo tape, y cae allí un buey o un asno,
34
el propietario de la cisterna pagará con dinero: resarcirá al dueño de los animales, y la res
muerta será para él.
35
»Cuando un buey cornee a otro buey y le cause la muerte, venderán el buey vivo y se repartirán
el dinero; y también se repartirán la res muerta. 36 Pero si era notorio que el buey corneaba antes y su
dueño no lo tenía vigilado, éste deberá pagar buey por buey y el animal muerto será para él.
37
»Cuando uno robe un buey o una oveja y lo mata o lo vende, pagará cinco reses de ganado
mayor por el buey y cuatro reses de ganado menor por la oveja.
22 »Si un ladrón es sorprendido asaltando una propiedad, es herido y muere, no habrá
1

venganza de sangre; 2 pero si ya luce el sol, habrá venganza de sangre. El ladrón deberá
indemnizar; y si no tiene nada, será vendido por lo que robó; 3 y si lo robado, sea un buey, un
asno o una oveja, se encuentra todavía vivo en su poder, pagará el doble.
4
»Cuando uno destroce un campo o una viña, dejando a su ganado pastar en campo ajeno,
pagará con lo mejor de su ganado y lo mejor de su viña.
5
»Cuando se declare un incendio y se propague por los espinos devorando haces, mieses o
un campo, el que provocó el incendio deberá indemnizar.
6
»Cuando uno entregue dinero o cualquier objeto en depósito a su prójimo, y lo roban de
casa del depositario y se encuentra al ladrón, éste pagará el doble. 7 Si el ladrón no aparece, el
dueño de la casa se acercará ante Dios y jurará que no ha puesto su mano sobre la propiedad de
su prójimo.
8
»En toda causa delictiva, sobre un buey o un asno o una oveja o un vestido o cualquier cosa
desaparecida, si uno dice: “Esto es así”, el pleito de ambos se llevará ante Dios, y aquél a quien
Dios declare culpable pagará el doble a su prójimo.
9
»Si uno entrega en depósito a su prójimo un asno o un buey o una oveja o cualquier otro
animal, y mueren, se dañan o son robados, sin que nadie lo vea, 10 se interpondrá entre ambos el
juramento por el Señor de que aquél no ha puesto sus manos en la propiedad de su prójimo; el
propietario aceptará el juramento y el depositario no tendrá que pagar. 11 Pero si se lo robaron en
su presencia, tendrá que pagar al dueño. 12 Y si el animal ha sido despedazado, aportará los
despojos y no tendrá que pagar.
13
»Cuando uno pida prestado a su prójimo un animal y se dañe o muera, en ausencia del
dueño, tendrá que pagar. 14 Pero si el dueño estaba con él, no tendrá que pagar. Si el préstamo
fue en alquiler, la indemnización va incluida en el alquiler.
Caso de violación
»Cuando uno seduzca a una doncella no desposada y tenga relación con ella, pagará la
15

dote y la tomará como esposa. 16 Si su padre se niega a desposarla con él, pagará en dinero la
dote que se acostumbra dar a las doncellas.
Leyes sociales
17
»No dejarás con vida a la hechicera.
18
»El que se ayunta a un animal, deberá morir.
19
»El que ofrezca sacrificios a otros dioses distintos del Señor, será entregado al anatema.
20
»No maltratarás ni oprimirás al extranjero, pues extranjeros fuisteis vosotros en el país de
Egipto. 21 No maltratarás a la viuda y al huérfano. 22 Si le haces daño, clamará a mí y yo
escucharé su clamor; 23 se inflamará mi cólera y os haré morir a espada, dejando viudas a
vuestras mujeres y huérfanos a vuestros hijos.
24
»Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que vive contigo, no te portarás con él
como un usurero; no le exigirás intereses.
25
»Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de que el sol se ponga,
26
porque es su única ropa y con ella abriga su piel; si no, ¿con qué va a dormir? En caso
contrario clamará a mí, y yo le escucharé porque soy misericordioso.
27
»No blasfemarás contra Dios ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.
28
»No retrasarás la ofrenda de tu mies y de tu vendimia.
»Me entregarás al primogénito de tus hijos. 29 Lo mismo harás con tu ganado mayor y
menor: siete días estará la cría con su madre y al séptimo me la entregarás.
30
»Hombres santos habréis de ser para mí. No comeréis carne de animal despedazado en el
campo; se la echaréis a los perros.
Deberes de justicia
23 1
»No difundirás rumores falsos, ni echarás una mano a los malvados para dar testimonio
falso.
2
»No seguirás a la mayoría para obrar el mal, ni te inclinarás a la mayoría en un pleito
violando la justicia.
3
»Tampoco con el pobre te mostrarás parcial en el pleito.
4
»Cuando encuentres el buey de tu enemigo o su asno extraviado, deberás llevárselo.
5
»Cuando veas el asno del que te aborrece caído bajo su carga, no pasarás de largo; deberás
prestarle ayuda.
6
»No violarás el derecho del indigente en su pleito.
7
»Manténte alejado de causas falsas; no harás morir al inocente y al justo, porque yo no
absolveré al culpable.
8
»No aceptarás soborno, porque el soborno ciega a los prudentes y pervierte las causas de
los justos.
9
»No oprimirás al extranjero; también vosotros conocéis los sentimientos del extranjero,
porque extranjeros fuisteis en el país de Egipto.
Año sabático y sábado
10
»Durante seis años sembrarás tu tierra y recogerás el producto, 11 pero el séptimo la dejarás
descansar, sin cultivarla, para que coman también los pobres de tu pueblo y el resto lo coman
los animales del campo. Lo mismo harás con tu viña y tu olivar.
12
»Durante seis días harás tus trabajos, pero el séptimo descansarás para que reposen
también tu buey y tu asno, y tengan respiro el hijo de tu esclava y el extranjero.
13
»Guardad todo lo que os he dicho. No invocaréis el nombre de otros dioses. ¡Ni se oiga de
tus labios!
Leyes cultuales
14
»Tres veces al año celebrarás fiesta en mi honor:
15
»Guardarás la fiesta de los Ácimos. Durante siete días comerás pan ácimo, como te he
ordenado, en el tiempo establecido del mes de Abib, porque en él te saqué de Egipto.
»No te presentarás ante mí con las manos vacías.
16
»Observarás también la fiesta de la Siega, de las primicias de tus faenas, de cuanto
sembraste en el campo; y la fiesta de la Recolección, al terminar el año, cuando hayas recogido
los productos del campo.
17
»Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante la presencia del Señor Dios.
18
»No ofrecerás la sangre de mi sacrificio junto con pan fermentado ni guardarás hasta la
mañana siguiente la grasa de los sacrificios de mi fiesta.
»Llevarás a la casa del Señor, tu Dios, lo mejor de las primicias de tus campos.
19

»No cocerás el cabrito en la leche de su madre.


Advertencias y promesas
20
»He aquí que yo enviaré un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te
conduzca al lugar que he preparado. 21 Compórtate en su presencia y escucha su voz. No te
rebeles contra él, porque no perdonará vuestro delito ya que mi nombre está en él. 22 Pero si
escuchas su voz y haces todo lo que yo diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus
adversarios; 23 pues mi ángel caminará delante de ti y te conducirá a la tierra de los amorreos,
hititas, perezeos, cananeos, jeveos y jebuseos; yo los exterminaré.
24
»No te postrarás ante sus dioses ni les servirás ni imitarás sus acciones; al contrario, los
destruirás por completo y destrozarás sus estelas.
25
»Servid al Señor, vuestro Dios, y Él bendecirá tu pan y tu agua. Y alejaré de ti la
enfermedad; 26 no habrá en tu tierra mujer que aborte ni que sea estéril; y colmaré el número de
tus días.
27
»Sembraré el pánico delante de ti; y haré que se turben todos los pueblos a los que te
acerques y que todos tus enemigos vuelvan ante ti la espalda. 28 Enviaré por delante avispas
que expulsarán de tu presencia a jeveos, cananeos e hititas; 29 pero no los expulsaré de tu
presencia en un solo año, para que no quede la tierra desierta y se multipliquen las
alimañas del campo, 30 sino que los expulsaré de tu presencia poco a poco hasta que vayas
creciendo y puedas tomar posesión de la tierra.
31
»Fijaré tus fronteras desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos; y desde el desierto
hasta el Éufrates. Entregaré en vuestras manos a los habitantes de esa tierra y los expulsarás de
tu presencia. 32 No harás alianzas con ellos ni con sus dioses. 33 No habitarán en tu tierra, no sea
que te hagan pecar contra mí, sirviendo a sus dioses; todos ellos son para ti como una trampa».

IX. Ratificación de la Alianza


Comida cultual y aspersión con la sangre
24 Después el Señor dijo a Moisés:
1

—Subid hasta el Señor tú y Aarón, Nadab y Abihú con setenta ancianos de Israel. Vosotros os
postraréis a distancia. 2 Sólo Moisés se acercará al Señor; ellos no se acercarán y el pueblo no
subirá con ellos.
3
Vino, pues, Moisés y contó al pueblo todas las palabras del Señor y todas las normas. Y el
pueblo entero respondió a una sola voz:
—Haremos todo lo que ha dicho el Señor.
4
Luego Moisés escribió todas las palabras del Señor y, levantándose temprano por la
mañana, construyó al pie de la montaña un altar y doce estelas por las doce tribus de Israel. 5
Mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel que ofrecieran holocaustos y que inmolaran
novillos como sacrificio de comunión en honor del Señor. 6 Entonces Moisés tomó la mitad de la
sangre y la echó en unos recipientes; la otra mitad la vertió sobre el altar. 7 Tomó después el
libro de la alianza y lo leyó a oídos del pueblo, que respondió:
—Haremos y obedeceremos todo lo que ha dicho el Señor.
8
A continuación tomó Moisés la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo:
—Ésta es la sangre de la alianza que ha hecho el Señor con vosotros de acuerdo con todas
estas palabras.
9
Luego subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abihú, y los setenta ancianos de Israel. 10 Y
contemplaron al Dios de Israel; había bajo sus pies como un enlosado de zafiro con un brillo
semejante al del cielo. 11 Dios no extendió su mano sobre estos elegidos de los hijos de Israel y
pudieron contemplar a Dios. Después comieron y bebieron.

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