Medicamentos y Suplementos en La Tercera Edad

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MEDICAMENTOS Y SUPLEMENTOS EN LA TERCERA EDAD

Estadísticamente, desde la década de los 60 está habiendo un aumento significativo en el


número de ancianos en todo el mundo y el consumo de medicamentos por esta población
acompaña esta tendencia (5, 35). Los ancianos forman el grupo etario más medicado en la
sociedad y esto se debe principalmente al aumento de la prevalencia de enfermedades
crónicas con la edad (43).

Diferentes estudios evaluando el uso de medicamentos constataron que, además de la


utilización de un gran número de especialidades farmacológicas entre los ancianos (32, 48),
hay prevalencia del uso de determinados grupos de medicamentos, como analgésicos,
antiinflamatorios y psicotrópicos (39). Los ancianos llegan a constituir el 50% de los usuarios.
Es común encontrar en sus prescripciones dosis e indicaciones inadecuadas, interacciones
medicamentosas, asociaciones y redundancias (uso de fármacos pertenecientes a una misma
clase terapéutica) y medicamentos sin valor terapéutico. Tales factores pueden generar
reacciones adversas a los medicamentos (RAM), algunas de estas graves y fatales (34).

Fármacos de uso contínuo

La actualización de las informaciones relativas a fármacos y prescripciones medicamentosas a


pacientes ancianos se valora mediante tres factores principales (46): primeramente, el
crecimiento demográfico; particularmente, la expansión continua del número de personas
mayores de 75 años, con mayores necesidades de cuidado con la salud, incluyendo
terapéuticas medicamentosas.

En segundo lugar, el aumento del consumo de drogas por pacientes ancianos es


proporcionalmente mayor. Investigaciones de la Asociación de la Industria Farmacéutica
Británica mostraron que de los 315 millones de fármacos vendidos, 77,6% eran para personas
sin prescripción médica, y de esas, aproximadamente la mitad eran ancianos. Del total de las
drogas expedidas, 35 a 40% eran para pacientes ancianos, que corresponde cerca del 15% de
la población total.

En tercer lugar, con el aumento de la edad, hay un crecimiento aparentemente descontrolado


de la susceptibilidad de presentar reacciones adversas. Eso ocurre especialmente con
determinados grupos de drogas con diversas acciones sobre el sistema nervioso central y
sobre el sistema cardiovascular. Esas informaciones serían derivadas de casos relatados en
programas hospitalarios que usan fármacos de alto costo para prolongar el tiempo de vida de
los pacientes, sistemas de detección para reacciones adversas a las drogas y relatos en las
muestras de pacientes seleccionados, como aquellos que son admitidos en unidades
psiquiátricas o departamentos de medicina geriátrica.

Los fármacos de uso continuo son aquellos usados para el tratamiento de hipertensión arterial,
diabetes mellitus y/o problemas mentales y factores que puedan estar asociados (37).
En un estudio con 634 mujeres brasileñas en 1999, con colecta de datos a través de un
cuestionario, Mosegui y cols. (1999) (34) notaron que las clases farmacológicas más
consumidas fueron: complejos vitamínicos (8,7%), analgésicos (8,4%); psicolépticos (6,1%),
bloqueadores de los canales de calcio (5,8%), antiinflamatorios (5,6%), diuréticos (4,8%),
antiácidos, antiflatulentos y antiulcerosos (3,7%), β bloqueadores (2,9%), suplementos
minerales (2,7%) e inhibidores de la enzima conversor de angiotensina (IECA) (2,5%). Los
principios activos más consumidos fueron: ácido acetilsalicílico (5,1%) -incluyendo sus
asociaciones en dosis fijas-, bromazepan (3,0%), nifedipina (2,8%), diclofenaco (2,7%),
polivitamínicos (2,5%) y vitamina C (2,2%), diltiazem (1,7%).

Arey y cols. (1985) (2) describieron que entre los medicamentos más consumidos para
individuos con edades por encima de los 55 años, están los antihipertensivos, diuréticos,
analgésicos, antiinflamatorios, ansiolíticos y los vitamínicos. Según Almeida y cols. (1999) (1),
del total de medicamentos prescritos a los brasileños en 1999; el 32% eran para problemas
cardiovasculares y el 24% para trastornos neuropsiquiátricos.

En el concepto de patologías múltiples con síntomas, ni todas requieren una solución


farmacológica, particularmente cuando la tasa de riesgo-beneficio es mayor en la edad más
avanzada. El tratamiento sin el uso de drogas es, con frecuencia, insuficientemente explorado
en ese grupo (46). Extrapolando a pacientes jóvenes, la terapia medicamentosa también
tiende a ser inapropiada.

Actualmente existen informaciones suficientes sobre la mayoría de las drogas para auxiliar a
los profesionales de la salud que las prescribieron a decidir sobre la mejor terapia para
pacientes ancianos. Frecuentemente la dosis de los medicamentos es reducida, especialmente
para la digoxina (digitálico). Sin embargo, dosis inapropiadas de algunos compuestos, por
ejemplo antiparkisonianos, I- bloqueadores, hipnóticos y antidepresivos son aún comúnmente
prescritas. También se realizan prescripciones con dosis complejas cuando una dosis simple
diaria administrada una o dos veces al día sería suficiente y satisfactoria (46).

Algunos de los trastornos relativos al uso prolongado de medicamentos pueden comprometer


o agravar el estado general de salud de un individuo, alterado por los procesos patológicos y/o
los cambios fisiológicos propios de la edad. En el caso de las interacciones medicamentosas,
algunas complicaciones en el estado de salud de los ancianos se deben a la utilización de
drogas psicotrópicas (que estimulan el apetito, pudiendo llevar a una ganancia de peso); por el
uso del ácido acetilsalicílico (por alterar la sensibilidad gustativa); por la utilización de laxantes
(pueden causar esteatorrea y pérdidas de calcio y potasio); o por el consumo de antiácidos
(por disminuir la absorción de hierro).

Interacciones farmacológicas
Diversos estudios (23, 30, 45, 47) identifican un gran número de pacientes geriátricos
recibiendo más drogas de lo necesario. El riesgo de la interacción entre las drogas causando
efectos indeseables está directamente relacionado con la cantidad de medicamentos
prescritos.

Los ancianos son los mayores consumidores de medicamentos (23). El hecho de que los
pacientes de mayor edad recibieran más medicamentos para el tratamiento de diversas
enfermedades predispone a que sean más susceptibles a reacciones adversas
medicamentosas.

Acciones profilácticas como una prescripción equilibrada son vitales para reducir la incidencia
de tales reacciones y prevenir un largo período de internación hospitalaria, causando gastos y
complicaciones en la condición de salud del paciente anciano (45).

La polifarmacia es definida como la administración de varios medicamentos simultáneamente


y el uso de drogas adicionales para corregir el efecto adverso de otras drogas (45), resultando
en un aumento de las interacciones farmacológicas y en una mayor tendencia de inducción al
error cuando el paciente se automedica.

De manera general, prácticamente el 87% de los individuos con 75 años de edad o más siguen
un tratamiento regular con fármacos, y no menos del 44% toman tres o más drogas
regularmente (30, 47). A esto se une el hecho de que algunas de las condiciones más
prevalentes en los ancianos, como las alteraciones cardíacas y el Parkinson, necesitan de
tratamientos con drogas que presentan una estrecha margen entre las dosis terapéutica y
tóxica (41).

La asociación de medicamentos, que es prevalente en pacientes ancianos, puede causar serias


consecuencias. Las interacciones de drogas son más comunes y pueden ser evitadas con
medidas simples de vigilancia constante. Lo ideal seria que todas las prescripciones fueran
realizadas por el mismo profesional. En caso contrario es importante la comunicación entre el
hospital y otros profesionales que realizan las prescripciones, incluyendo una lista completa de
las drogas y dosis prescritas. Cerca de la mitad de los individuos con más de 70 años reciben
prescripciones medicamentosas repetidas (10). Las drogas para el sistema cardiovascular y las
drogas psicotrópicas pueden ser citadas como ejemplo de tales prescripciones (10) y son
causas de reacciones adversas en ancianos.

Diversos estudios evalúan la calidad de la prescripción medicamentosa usada en ancianos (19,


34). Hay relatos de que la incidencia de la prevención de efectos adversos en el servicio
ambulatorio de pacientes geriátricos es limitada (20, 21, 38, 50, 54). Sin embargo,
afortunadamente la mayoría de los errores de medicación no desem bocan en daños (3, 27).
Las interacciones medicamentosas constituyen un tipo de efecto adverso particularmente
importante por ser frecuentemente previsibles, con base en relatos previos, estudios clínicos y
a través del conocimiento de los principios farmacológicos. Algunos eventos farma cológicos
adversos traen consecuencias y pueden llevar al retiro de algunos medicamentos populares del
mercado (31, 33, 51-53, 55).

Tales medidas son justificables por los serios riesgos de la interacción. Además, existen
sistemas de informática que pueden ayudar, advirtiendo combinaciones peligrosas de drogas,
detectando un tercio de las interacciones farmacológicas y alertando a los farmacéuticos en
cuanto a la trivialidad o no-especificidad de las reacciones (9, 11, 22).

Las interacciones medicamentosas pueden ser altamente peligrosas cuando la asociación de


fármacos presenta graves efectos adversos o colaterales.

Los efectos adversos de las drogas afectan a millones de pacientes cada año y son
responsables de más del 5% de las internaciones hospitalarias (12, 29). Mientras que algunos
efectos farmacológicos (como las reacciones anafilácticas de alguna alergia desconocida) son
imprevisibles, otros pueden ser previsibles y por tanto plausibles de ser prevenidas (26).

Artículos del Boston Collaborative Drug Surveillance Program muestran que los pacientes más
ancianos presentan reacciones adversas significativas al nitrazepan (16), flurazepam (17),
diazepam, clordiazepóxido (25), heparina y clorhidrato de potasio (28). No obstante, no las
presentan al utilizar otras drogas como teofilina, frusemida y metildopa (8). Las posibles causas
de esa mayor susceptibilidad de reacciones a determinadas drogas en los ancianos son las
alteraciones sufridas en la farmacocinética y en la farmacodinamia en estos pacientes.

También puede suceder que la prescripción de fármacos ofrece un alto riesgo (muchos efectos
colaterales) a los pacientes geriátricos. Entre los 2.510 medicamentos utilizados en el estudio
de Mosegui y cols. (1999) (34), 84 (3,5%) contenían fármacos que podían ser sustituidos por
otros más seguros, esto es, con menores efectos adversos. De esos, 12 (0,5%) contenían
benzodiazepínicos de larga duración (diazepam); 8 (0,3%) antidepresivos de uso no
recomendado para ancianos (clomipramina y amitriptilina); 7 (0,3%) dipiridamol,
antitrombótico de efectos adversos graves; 49 (2%) relajantes musculares; 4 (0,2%)
combinaciones conteniendo fenilbutazona y 4 (0,2%) presentaban clorpropamida.

Citan también que para las clases terapéuticas "problemáticas" (clases cuya redundancia
puede ser peligrosa para el usuario), los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) -juntamente
con ansiolíticos, antihistamínicos y bloqueadores de los canales de calcio- fueron las clases
terapéuticas que más presentaron eventos de redundancia. La existencia de redundancias
envolviendo bloqueadores de los canales de calcio llama la atención, pues revela, la mala
calidad de la prescripción médica; a menos que el paciente esté cambiando de sustancia
dentro de la misma clase terapéutica.

Además de las fallas en las prescripciones, también existe la costumbre de la automedicación.


Almacenar medicamentos en casa es prácticamente un hábito universal, principalmente entre
personas de la tercera edad. El estudio realizado por Mosegui y cols. (1999) (34) indicó que,
entre los productos comprados sin prescripción, los más frecuentes fueron: analgésicos (3,8%),
vitaminas (2%), relajantes musculares (1,1%), antiácidos, antiulcerosos y antiflatulentos (0,9%),
laxantes (0,8%), antireumáticos y antiinflamatorios (0,6%).

La falta de colaboración también merece ser mencionada (42). La no colaboración por parte
del paciente es un gran problema, no obstante, no es específico de pacientes ancianos. Ellos
tienden a administrarse una dosis más alta de medicamento erróneamente, creyendo que
tendrá un mayor efecto terapéutico o que inducirá más rápidamente a la cura, haciendo que
determinadas drogas pierdan su efectividad en el futuro; o también haciendo automedicación
con drogas preparadas con mayor concentración. Las causas de la no-colaboración deliberada
son multifactoriales. Están inclusos factores de RAM, además del inconveniente de administrar
medicamentos basados en las diferentes percepciones sobre lo que es importante para el
médico y para el paciente (23). Éste no es un problema característico de pacientes ancianos,
pero tiende a aumentar con el número de drogas y diferentes dosis prescritas, tornando
comunes los errores médicos en el tratamiento.

La falta de adherencia al tratamiento puede ser facilitada por medio de instrucciones claras,
por escrito, si es necesario, y por una posología sencilla. Se debe considerar también la
capacidad del paciente para leer el rótulo, abrir el frasco, o administrar los fármacos.
Calendarios o avisos en los propios remedios reducen la probabilidad de errores (49).
Asimismo la colaboración en cuanto a la administración de los medicamentos prescritos puede
verificarse fácilmente por la inspección de los frascos de remedios durante una consulta.

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