Screwed
Screwed
Screwed
Ivana
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Epílogo
Sobre la Autora
Tengo una regla: No mezclar negocios con placer.
Varias de las mujeres en el condominio de apartamentos que poseo
amarían algún tiempo a solas conmigo, ¿y por qué no? Soy joven,
deportista, atractivo, y adinerado. Por no mencionar que tengo un bulto
considerable por debajo del cinturón. Es una combinación que deja caer
las bragas constantemente.
¿Bien por mí, verdad?
Pero mi polla, tan problemática como es, ha sido confinada a mis
pantalones por mi socio de negocios. Una concesión que acepté, y una
que nunca ha sido difícil de cumplir hasta que Emery se muda al otro
lado del pasillo. Ella es inteligente, joven, decidida, y sexy como el
infierno. Quiero una probada. No me detendré hasta que esté enterrado
profundamente en el interior de la suculenta morena.
Después de ser advertida sobre mi pasado, ella hace su mejor
esfuerzo por mantenerse alejada, pero estoy a punto de mostrarle que
debajo de todo eso, soy un hombre con un corazón de oro y una polla de
acero.
Mi nombre es Hayden Oliver, y esta es mi historia.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Val_17
1Fue una serie que tiene como tema central las relaciones entre los inquilinos del
glamuroso edificio de apartamentos situado en West Hollywood.
beneficios adicionales del trabajo. Hudson aparentemente lo veía
diferente.
—¿Quién es esa? —pregunto, inclinando mi cabeza hacia el
bombón que es responsable de toda la sangre corriendo a mi ingle.
Mierda. Debería hablar con ella de eso; no es genial. Pero el pensamiento
de ir y hablarle de mi situación y ver su rubor hace que el dolor en mi
ingle se intensifique. Mierda.
Los ojos de Hudson van a la izquierda para ver qué, o más bien,
quién ha capturado mi atención. Y quien me ha dado esta semi erección,
que espero no note. Somos cercanos, pero no así de cercanos.
—Controla tu polla —dice, estrechándome los ojos.
Demonios. Lo notó.
—La única que quiero que controle mi polla es esa hermosa
criatura de allá. —Estoy mirándola descaradamente, y ni siquiera me
importa.
—No, no, no. No te hagas ideas. No vas a marcar eso.
Ella no se encuentra lo suficientemente cerca para escucharnos,
pero de cualquier forma le lanzo un ceño fruncido a Hudson. —Muestra
algo de clase, hombre. Marcar es una palabra tan de adolescente. Me
tomaría mi tiempo, primero la pondría caliente y lista, hasta que ruegue
que llene su pequeño coño apretado.
—Hablo jodidamente en serio. Ni siquiera vas a pensar en su coño
apretado. —Infla su pecho, claramente listo para la batalla.
—Entonces, ¿reconoces que tiene un coño apretado? —Sonrío,
orgulloso de mí mismo.
Se seca el sudor de la frente, pareciendo preocupado. —Hayden,
hablo en serio esta vez. —Su voz ha tomado un tono sombrío, y por una
vez, trato de ser serio y enfocarme.
Cuando veo la forma en que la vena salta en su cuello, mi sonrisa
se desvanece. Estamos en frente de uno de nuestros mejores
apartamentos justo afuera del centro de la ciudad, y el sol de media tarde
cae sobre nosotros. De repente, quiero alejarme de él, alejarme de toda
esta conversación hacia el aire acondicionado de adentro. La mierda se
ha vuelto demasiado real para mí.
—Me conoces. —Le sonrío, tratando de aligerar el humor—. Solo
quiero tener algo de diversión casual. —Y si eso significa dormir con todas
las solteras de Los Ángeles, que así sea.
No busco algo profundo. Tengo un apartamento lujoso en el
corazón de Hollywood Hills, conduzco un nuevo BMW, y poseo una polla
de veintitrés centímetros. Traducción: La vida es buena. O lo era, hasta
que Hudson decidió meterse un insecto en el culo e imponer la ley hoy.
—¿Escuchaste algo de lo que dije? Una de tus últimas conquistas
amenazó con reportar nuestra compañía al Juzgado de Viviendas por
prácticas poco éticas de negocio. Esto no es solo sobre ti. También me
afecta a mí. Y estaré maldito si veo derrumbarse todo lo que he
construido, solo porque no puedes mantener tu pene en tus pantalones.
—Punto entendido.
Hudson es por mucho el mejor amigo y socio de negocios que
puedes pedir. Es inteligente como el infierno y dedicado, trabaja como un
perro día y noche. Y sin mencionar que cuando empezamos nuestra
compañía de inversiones inmobiliarias hace cinco años, él solo lidió con
todo el capital inicial de su propio fondo de ahorros y fideicomisos. Tardé
años en devolverle los beneficios, y nunca me hizo sentir menos, o como
si estuviera en deuda con él. Por no mencionar que es divertido, rico y
guapo. Es un excelente compañero. Además sabe cómo encontrar los
mejores tacos. Y no estoy hablando del tipo servido con salsa. El tipo es
un imán para el coño.
Incapaz de evitarlo, dejo que mis ojos se desvíen a ella de nuevo.
La mujer mudándose al 4B llena un par de pantalones de yoga que dudo
sea incluso legal en algunos países. Necesito saber que hay debajo de
esas curvas abrazadas por pantalones deportivos negros. ¿Bragas
simples de algodón, o una atrevida tanga? De cualquier manera, quiero
meter mis dedos en la pretina de esos pantalones, bajarlos por esas
caderas, y averiguarlo. Quizás es porque Hudson acaba de hacerla la
fruta prohibida, pero quiero una probada. Prácticamente comienzo a
salivar.
Se ve inteligente y organizada, a pesar de su atuendo casual que
incluye una camiseta sin mangas y zapatillas. Con un portapapeles en
una mano y su confiable lápiz número dos en la otra, marca los ítems de
su lista, e instruye a las personas que están descargando y llevando cajas
hasta su nuevo lugar, el cual resulta estar directamente debajo del mío.
—No vas a durar tres minutos, mucho menos tres días. —Hudson
hace una mueca, mirando de nuevo a nuestra nueva residente.
—¿Qué sabes de ella?
Rueda sus ojos pero me complace: —Emery Elaine Winters. Es
abogada. Excelentes referencias. Aun mejor calificación crediticia, y firmó
un contrato de arrendamiento por un año. Y ella, y su coño, van a
permanecer en condiciones prístinas, o que Dios me ayude…
No puedo evitar el comentario inapropiado colgando en la punta de
mi lengua. —Podría asegurarme de que su maquinaria esté funcionando
bien, afinarla, si es necesario.
Gruñe una maldición.
Cuando la miro de nuevo, veo que Roxy, otra de nuestras
inquilinas, se unió a Emery en la acera. Parece que tienen una pequeña
charla, estrechándose las manos, intercambiando palabras, y
sonriéndose la una a la otra. Hay algo que me molesta mucho acerca de
esas dos mujeres hablando. Ella es una bailarina exótica, y tenemos una
especie de pasado rocoso. Lo cual es un enorme eufemismo, pero no es
algo que me preocupe ahora. Hudson menciona algo sobre los impuestos
del cuarto trimestre, y lo desconecto, seguro de que acabo de oír mi
nombre en los labios excesivamente brillantes de Roxy.
—Discúlpame, tengo negocios que atender. —Camino a su
alrededor, dirigiéndome a mi nueva presa. Roxy me ve y se va al área del
estacionamiento.
—¿A dónde crees que vas? —grita mi amigo detrás de mí.
—Solo voy a ser amable. Alguien tiene que darle una bienvenida
apropiada a la señorita Winters.
—Maldición, Hayden —lo escucho gritar.
—Tranquilo, amigo —respondo sobre mi hombro.
No me puedo controlar a su alrededor. Tengo que hacerlo, según
Hudson. No me gusta que me diga lo que debo hacer, especialmente
cuando mi pene está involucrado, y diablos, esto probablemente solo
hace que la quiera más. Pero a medida que cierro la distancia entre Emery
y yo, elaboro un plan.
Amigos.
Seré amigo de la chica nueva demasiado caliente que quiero
doblarla y follarla a plena luz del día.
Este es el mejor plan que he tenido, o terminará conmigo luciendo
un ojo morado, cortesía de mi mejor amigo.
Ya es hora.
Traducido por samanthabp
Corregido por Naaati
Lunes por la mañana a las siete treinta en punto; el primer día del
resto de mi vida.
Camino en la oficina de leyes de Walker, Price y Pratt, refrescada
después de mi usual entrenamiento matutino y un smoothie de yogur
griego de desayuno. Me siento pulcra y confiada en mi falda lápiz negra
y saco a juego, camisa de botones azul polvo y tacones altísimos nude.
Ayer estuve aproximadamente dos horas obsesionándome con mi
guardarropa y maquillaje, queriendo mostrar una imagen profesional
como primera impresión, y creo que lo conseguí. Incluso si mi caminata
desde el estacionamiento fue una carrera contra el tiempo en mis apenas
manejables tacones.
Me acerco al escritorio de mármol rodeando la esquina del
recibidor, y tomo una respiración profunda. Aquí vamos. La recepcionista
luce mucho más joven de lo que hubiera predicho, tal vez cerca de mi
edad. Su cabello negro está apretado en una cola de caballo para evitar
enredarse en su audífono. Usa gafas de ojo de gato con marco de carey,
una blusa suelta color rosa y pitillos kaki, lo que me hace preguntar si
debí haber gastado tanto tiempo y energía en mi propio atuendo. Sus
uñas pintadas de color ciruela vuelan sobre el teclado, sonando como un
tren en movimiento.
Le toma un momento darse cuenta de que me encuentro parada
ahí antes de levantar la cabeza de su trabajo. —¿Te puedo ayudar? —
pregunta con una sonrisa plástica.
—Hola, soy Emery Winters. ¿Está el señor Pratt? —Es el asociado
con el que había escrito más, pero si no ha llegado aún, puedo hablar
con los otros y comenzar. Las alegrías de un lugar de trabajo donde cada
empleado es tu superior.
No hay chispa de reconocimiento en sus ojos verdes. —¿Tienes una
cita?
Sonrío, alguien dejo caer la pelota aquí, y claramente no fue ella.
—De algún modo. Soy la nueva interna de verano.
Genuino placer llena su sonrisa. —Oh, lo siento —dice, su tono
alegre en contra de sus palabras. Quizás se encuentra aliviada de que
sus deberes serán compartidos con alguien más—. Llamaré al señor Pratt
que estás aquí. Soy Trina, por cierto, ¿Te gustaría agua o un café
mientras esperas?
—No, gracias. Puedo tomar algo después de comenzar. —Después
de todo, trabajo aquí ahora.
El pensamiento llena mi estómago con mariposas. Cálmate Emery,
esto no es un campamento de verano. Estarás bien.
Considero una de las sillas de cuero color caramelo, entonces
decido que estoy demasiado nerviosa para sentarme. En su lugar veo a
Trina llamar a la oficina del socio Senior, entonces anuncia. —Aquí hay
una señorita Winters para verte. —En una voz cantarina antes de volver
a su furioso tipeo.
Después de un minuto o dos, un hombre entra por el pasillo a la
recepción. Luce como si estuviera en sus sesenta y desesperadamente lo
intenta ocultar; cabello gris, tiene papada, piel como cuero bronceado, y
un bigote firmemente cepillado. Cejas brillantes y una camisa oliva con
tirantes completan la imagen de un hombre que fue una sexy hace cerca
de treinta años. No hay anillo en su mano izquierda, haciendo que me
pregunte si es divorciado, soltero confirmado o solo desafortunado.
A medida que el hombre se acerca más, me da una sonrisa que
muestra cientos de dólares en tratamientos dentales. —Debes ser la
señorita Emery Winters. Bienvenida a Walker, Price y Pratt.
Le sonrío, esperando que no haya labial en mis dientes, y extiendo
mi mano. —Buenos días, señor Pratt. Es genial finalmente conocerlo en
persona.
Me da dos firmes apretones, una sacudida de mano de libro de
texto, el saludo de alguien que sabe cómo encantar e intimidar sin decir
una palabra. —Por favor, llámame Larry. No me gustan las formalidades
en esta oficina.
De alguna forma no me encuentro segura de sí creer eso. A los
hombres poderosos, especialmente los viejos y ricos, les gusta que las
personas los perciban como relajados, pero cuando se trata de la realidad
prefieren ser tratados de forma especial, quieren diferencia. Al mismo
tiempo, sin embargo, no puedo solo ignorar por completo lo que dijo.
—Está bien entonces, Larry.
Me mira de arriba abajo, aun sosteniendo mi mano. —Por la
entrevista telefónica supe que tenías una adorable voz, pero el resto es
incluso más.
¿Qué? Parpadeo, tratando de descubrir cómo responder, y
rápidamente decido que quería decir algo más por completo.
—Um, me alegra que mi atuendo sea apropiado para la oficina.
—Un poco demasiado apropiado, si me preguntas.
Puedo sentir sus ojos escaneándome de arriba abajo, y cuando se
detienen en mi pecho, me miro para asegurar que no perdí un botón de
mi blusa.
Larry sigue con un tono entretenido. —Encontrarás que California
es mucho más casual que el Medio Oeste, incluso en nuestra línea de
trabajo. Suéltate, diviértete un poco, claro que no me importa. —Me guiña
un ojo y trato de que mis labios no se curvan con disgusto.
—Gracias. Mantendré eso en mente —digo con cuidado de
mantener un tono neutral. Por el intenso calor, me sacaría mi saco, pero
estaré maldita si le doy a este tipo más espectáculo.
Justo cuando me comienzo a preguntar si me tendré que arrancar
mi mano, la libera. —Antes de que comiences, cariño, me gustaría
mostrarte la oficina. Que conozcas a los otros abogados, te familiarices.
—Se vuelve hacia el pasillo y comienzo a caminar por delante.
Solo para que su mano caiga en mi espalda baja, a solo unos
centímetros de mi trasero.
Demonios, no. Suprimo un estremecimiento.
El señor Pratt me lleva como un perrito a través de los pasillos,
deteniéndose para golpear cada puerta. Los dos socios junior están en
sus cincuentas; el señor Walker es redondo y calvo, mientras que el señor
Prince tiene cabello de sal y pimienta, una increíble mandíbula. Ambos
alejan su mirada de la pantalla de sus computadoras, tosen un distraído
un placer conocerte, sin levantarse y vuelven a trabajar. Los cuatro
abogados asociados, Ingersoll, Morton, Kemp y Mendoza solo son
ligeramente más jóvenes y más graciosos. Exactamente el festival que
esperaba.
Por suerte para mí, también está claro que mis compañeros se
encuentran demasiado ocupados para preocuparse de que sea una joven
mujer, ya sea una vieja maloliente, o una caníbal. Todo lo que ven es un
par extra de manos de ayuda. La actitud podría volverse un dolor en el
culo si alguna vez necesitara algo de ellos. Pero por ahora, es refrescante
que se ocupen de sus asuntos, comparado con el señor por favor llámame
Larry, y su rara mano vaga. Obviamente quiere enterrar la cara en algo
más que su trabajo.
Finalmente, nuestro paseo termina y regresamos a la recepción.
—Por último, pero no menos importante querida —anuncia el señor
Pratt—. Esta será tu oficina. —Apunta a una estrecha puerta blanca, al
otro lado del escritorio de la recepción, que había asumido como un
closet.
Mis ojos se amplían. Maldita mierda, ¿tengo mi propia oficina?
¿Con puerta y escritorio?
—Normalmente tenemos dos o tres internos compartiendo esa
habitación, pero por ahora, tendrás el lugar para ti. No dudes en llamar
a mi puerta si te sientes sola. —Su lasciva sonrisa mata cualquier
emoción que pude haber sentido por mi nuevo dominio privado.
—Me aseguraré de ir si tengo alguna pregunta —digo, forzando mi
cara a permanecer neutral. Solo pienso que voy a ir hablar contigo si
todos los demás en la oficina sufrieran una horrible muerte. Tal vez soy
la única interna porque las otras movieron sus piernas para escapar.
Su mano finalmente deja mi espalda, solo para aterrizar en mi
hombro como una garra gigante.
—Prometo que te voy a dejar trabajar. Pero te quiero llevar a
almorzar hoy. Solo los dos, así nos podemos conocer. Me gusta conocer
a todos mis empleados, especialmente a las que son tan lindas como tú.
Encima de su hombro, veo a Trina levantarse y comenzar a cortar
frenéticamente su cuello con la mano, dándome el gesto universal de
¡Aborten! Sus ojos amplios y su boca caída en una mueca exagerada de
horror.
Rápidamente vuelvo a mirar a Larry antes de que siga mi mirada.
—Eh, me encantaría, pero traje mi almuerzo hoy. Quiero decir, siempre
traigo mi almuerzo. Ahorra dinero.
—Lo puedes poner en el refrigerador y guardarlo para mañana. No
te preocupes por el dinero, yo invito, dulzura.
Un minuto más y mi piel se va a arrancar a sí misma. ¿Eso
conseguiría que me deje sola, o solo alabara mi estructura ósea?
—En realidad, ya le dije a Trina que comeríamos juntas —escupo.
Gracias a Dios que me dijo su nombre más temprano, o esta mentira
seria aún más increíble de lo que ya es—. Íbamos a hablar de… cosas de
chicas. —Bebés, chicos y maquillaje. Tengo un tampón en mi bolsa y no
me asusta usarlo.
El señor Pratt frunce el ceño, luciendo molesto y confundido. Pero
todo lo que dice es—: Bueno, que mal. Déjame saber si alguna vez estás
de humor para compañía masculina.
Asiento solemnemente. No, no es malo. Es lo mejor.
Con un último y húmedo apretón a mi hombro, la resbaladiza
criatura finalmente retrocede a su escondite. Trina me señala hacia su
escritorio tan pronto como la oficina se cierra. Ahora se encuentra de pie,
me doy cuenta de que es locamente pequeña. No soy para nada alta, pero
mide probablemente un metro y medio, incluso en tacones.
—Lo siento si fue raro —dice Trina suavemente—. Me imaginé que
no querrías su mano en tu rodilla por toda una maldita hora. E incluso
si insiste en pagar, siempre es una trampa. Recházalo y actúa como si
fueras la maleducada, pero si lo dejas gastar dinero en ti, comienza a
pensar en un pago, si sabes lo que quiero decir. Obviamente, deberías
comenzar a empacar tu almuerzo de verdad, pero por hoy, podemos
compartir el mío. Me da una excusa para comprar chocolate de la
maquina después. Espero que te guste el linguini con salsa de ajo y queso
feta, mal aliento ayudara a mantenerlo alejado de tu cara. Un truco de la
vida real.
Mi cabeza gira con la diatriba de kilómetros por minuto de Trina.
¿En qué demonios me he metido? Me mude aquí para trabajar duro y
volverme una abogada exitosa, no para alejar a sucios hombres viejos
todo el día.
—Esta no es una situación para la que deberías necesitar trucos —
digo finalmente—. Tú… nosotras tenemos derecho a hacer nuestros
trabajos sin tener que saltar a través de todos estos estúpidos aros. Crear
un ambiente de trabajo hostil es ilegal.
Se encoge de hombros, palmas hacia arriba. —Es verdad, pero
¿Qué vas a hacer al respecto? No hay nadie con quien quejarse cuando
el gran jefe es el sucio.
Y una compañía tan pequeña no tendría departamento de recursos
humanos. O incluso alguna protección real contra hostigamiento sexual
a las empleadas. Aun así. —Debe haber algo que podamos hacer. Es
malditamente ridículo.
—Puedes hacer muchas cosas. Si deberías es otra cuestión. La
última interna que le dijo que se alejara fue despedida. Infiernos, es
probablemente por qué mi empleo se abrió hace dos años. Así que a
menos que quieras saltar directamente a la corte…
—Y probablemente perder el caso. Entonces aun ser despedida.
Está bien, entiendo. —Froto mi frente con mi mano.
¿Es cada hombre en esta ciudad un total idiota? De lejos, Trina es
la segunda amiga que he hecho a través de la cláusula cuidar de la otra
del código de chicas. Mi jefe podría ser peor que mi casero. No creí que
fuera posible, pero al menos Hayden no me dobla la edad y tuvo el sentido
común de mantener las manos alejadas de mí. ¿Ser valorada por mi
cerebro, debe pasar por mis pechos?
Me fuerzo a tomar una respiración profunda y fijar mi mandíbula.
Me rehúso a dejar que la mierda de otro hombre arruine mi vida. Me niego
a desgastar todo mi tiempo, dinero y esfuerzo que he invertido en este
trabajo. Todo desde enviar mi aplicación de interno en cientos de firmas
de leyes hasta gastar miles de dólares en mudarme a Los Ángeles, e
incluso más atrás, todos los sacrificios que mamá hizo para mandarme a
las mejores escuelas. Este es mi gran salto, y por Dios, me voy a aferrar
con ambas manos.
Esperaba que este internado fuera más trabajo ocupado y actuar
como asistente, especialmente las primeras semanas. Pero cuando
finalmente empecé con los negocios el primer día, me encuentro
sorprendida de redactar informes, indexando archivos y haciendo
investigación en lugar de sacando copias y entregando café.
En los pocos momentos que no se encontraba babeando sobre mí,
el señor Pratt mencionó algo acerca de un enorme caso corporativo de
F&A; evidentemente los otros abogados están tan ocupados manejándolo
que son forzados a delegar. Probablemente voy a aprender los detalles
de ese caso en la siguiente reunión. Justo ahora, me encuentro extasiada
por ser tratada más como un paralegal que una chica de los recados. El
reto intelectual es la razón entera por la que estudié derecho en primer
lugar. Y como bono, me puedo enclaustrar en mi pequeña, silenciosa
oficina como un monje en su celda y evitar a Larry el raro sin demasiados
problemas. Si me quiere molestar, tiene que tocar.
Alrededor del mediodía, alguien viene dándole golpecitos a la
puerta de mi oficina. Me preparo, pero solo es Trina preguntando si
quiero almorzar. La invito a entrar y charlamos mientras compartimos su
pasta. El señor Pratt ni siquiera se molestó en presentarme a Trina, pero
lo debió haber hecho. Resulta que tiene una doble labor en la firma como
secretaria legal y recepcionista. Todo lo que necesita ser hecho por aquí
probablemente pasará por sus manos en algún punto. Y tenemos mucho
en común, también estudia para su certificación paralegal. En una
oficina dominada por viejos hombres, es un divertido e irreverente soplo
de aire fresco.
Pero tanto como disfruto el almuerzo con Trina, mi montaña de
papeles llama mi nombre de nuevo, y no deja de hacerlo.
Llego a casa esa noche a las once treinta, exhausta pero aun
emocionada. Cuando entro, mi pie aterriza en algo que hace un sonido
chirriante. Bajo la mirada para ver una pila de menús para llevar que
han sido deslizados bajo mi puerta. El de arriba tiene una nota adjunta.
Pensé que podrías necesitar estos cuando quemes aceite de
media noche, Hayden.
Todavía en la entrada, paso por los menús. Al menos una docena
de restaurantes locales representados aquí, y todos son amigables con
los vegetarianos, de india, indonesia, china budista, etíope, egipcia,
mexicana e italiana, incluso una llamada Veg-love café. De alguna forma
dudo que las tuviera por ahí. Esta la predecible pero confiable barra de
sopas y ensaladas, un pequeño lindo lugar que no vende nada más que
crepas, ambas dulces y saladas. Incluso hay un local de hamburguesas
estilo americano que se especializa en hamburguesas de frijoles negros y
quínoa.
Mi corazón se derrite un poco. Hayden debe haber pasado algo de
tiempo juntando esto.
Antes de que me pueda convencer de lo contrario, cierro de nuevo
y subo las escaleras hasta la unidad 5B.
Golpeo la puerta de Hayden, acomodando mi falda con la otra
mano. Probablemente luzco como un desastre total después de un día de
catorce horas. Me debí haber visto en el espejo antes de subir. Espera,
no importa. No me preocupa lo que piense de mi cara. Realmente no. Solo
somos amigos, después de todo.
El sonido de su puerta me llama la atención, y por un momento
solo puedo mirar fijamente, ¿Qué hago aquí de nuevo?
Hayden no tiene camiseta. Lo que tiene es firmes bíceps, un
estómago bien marcado y perfectos pectorales cubiertos ligeramente de
pelo. Sus pantalones grises sueltos cuelgan bajos en su cadera,
mostrando un oscuro camino a la felicidad. ¿Ese bulto es mi imaginación,
o en realidad no mintió de su bulto de veintitrés centímetros? Jesús,
¿cómo lucirá cuando está duro?
—¿Emery? ¿Tierra a Emery?
Me doy cuenta que babeo como una adolescente caliente y escupo
lo primero que puedo pensar. —Guau, levantado tan tarde.
—Lo mismo pienso —responde, sosteniendo un vaso de líquido
ámbar en las rocas. Me sonríe. Maldita sea, se ríe de mí. Lo último que el
mundo necesita es que alimente su ego—. Solo me tomaba la última copa
de la noche, ¿te quieres unir?
Definitivamente. No, espera. Chica mala. Sin hueso para ti.
—Gracias por la oferta, pero he tenido un largo día. Me debería
acostar pronto…
—¿Sola?
Me rio, aunque sonrió a pesar de mí misma.
—Sí, sola, ¿Para dormir? Algunas personas tienen que trabajar por
la mañana. —A pesar de que puedo estar dispuesta a perder un poco más
de sueño por algo de tiempo de calidad con un amigo de baterías, aunque
sea solo para mantenerme bajo control—. Solo te vengo a agradecer por
los menús. Fue realmente dulce de tu parte.
Da un asentimiento, sus ojos azules brillando y una sonrisa
masculina que muestra sus hoyuelos. Esa sonrisa no es un espectáculo
para quitarme las bragas, a pesar de que amenaza con hacerlo. Parece
genuina, como si estuviera complacido de haberme complacido.
—Ningún problema. Con tus horas locas, me imaginé que no
tendrías mucho tiempo para cocinar. —Se detiene para el efecto
dramático, ¿O puede estar dudando?— ¿Te interesaría ir a alguno de esos
lugares algún día? Ya sabes, en persona. Sin contenedores plásticos.
—Oh. No lo sé. ¿Platos y cubiertos reales? —suspiro con fingido
desprecio—. Suena demasiado rico para mi sangre.
—Vamos. Vas a estar encarcelando a idiotas serios. Incluso si no
puedes salir temprano durante la semana, mereces algo de diversión el
fin de semana,
Lo considero por un minuto. Usualmente también trabajo los fines
de semana, pero su oferta suena en realidad muy tentadora. Después de
mi primera semana en un nuevo trabajo, sería lindo tener a alguien con
quien hablar. Me puedo descargar sobre todas las cosas de abogados
reales que nunca esperé como interna. Puedo hablar sobre el extraño
Larry. Si fue así de malo el primer día, solo puedo imaginar qué clase de
mierda pasará en el futuro.
Finalmente, asiento. Robar una hora o dos para cenar no dolerá
demasiado. —De acuerdo. Tomaré un descanso contigo. ¿Qué te parece
a las cinco el sábado en el lugar de hamburguesas al que me encuentro
totalmente atraída?
—¿Te refieres a Sunflower Grill? Seguro. Siempre que no tenga que
decir ese nombre, y que vendan algo que sepa como carne.
Ruedo mis ojos. —Sí. El cavernícola nunca se calla sobre su carne.
—En más de una forma.
Su sonrisa debería ser asquerosa, pero tiene mi atención a sus
suaves labios. —¿No te gusta mi carne?
—Buenas noches —grito, me alejo con cada gramo de
despreocupación que puedo reunir.
Miro sobre mi hombro, lo encuentro aun mirándome, y un cálido
picor se apresura por mi columna. Vuelvo a bajar las escaleras a mi
departamento, tomo una rápida y muy fría ducha, me duermo con una
sonrisa en mi rostro.
Por el resto de la semana, en los momentos entre atarearme de
trabajo y tomar cortos descansos para almorzar con Trina, me encuentro
pensando profundamente en Hayden. Esperando nuestra no cita
probablemente más de lo que debería.
Traducido por samanthabp
Corregido por Naaati
***
Son las cinco y media del sábado, como acordamos, bajo por las
escaleras hacia el lugar de Emery. Pasé el día repasando una propuesta
que Hudson preparó para un edificio de condominios de lujo en Malibú.
Nunca hemos tenido nada en la costa antes, pero junto con sus amplias
vistas al mar, cuenta con un precio fuerte también. Quién sabe, puede
valer la pena. Sin embargo, la mayor parte del tiempo pasé mirando el
reloj y preguntándome qué hacía Emery mientras esperaba que nuestra
no-cita se presente.
Cuando llego a su puerta, se encuentra abierta. —¿Hola? —Miro
adentro, sin verla.
—Entra —dice desde algún lugar adentro.
Aunque es uno de los modelos más pequeños, es una unidad
agradable, colores neutros, con sus techos altos y grandes ventanas, se
siente mucho más grande de lo que es. Paso a través de los pisos de
madera, mi mirada se traslada para comprobar la cocina, y luego la sala
de estar con su elegante decoración moderna. Ambos se encuentran
vacíos.
—¿Emery? —grito, me pregunto qué sucede.
—Aquí dentro. Acabo de terminar.
Doy un vistazo por la esquina y la veo. Se encuentra frente al espejo
de la cómoda de su dormitorio, y aunque mira en otra dirección puedo
ver su reflejo. Se coloca unos pendientes y es muy simple, nada
realmente, sin embargo, estoy paralizado.
Vestida casualmente en pantalones vaqueros y una camiseta
blanca sin mangas, su atuendo dice que esto no es una cita. Pero los
pendientes con los que se toma el tiempo dicen que quiere que la note
como una mujer, aunque diga que no.
Este pequeño acto señala que es consciente de la química sexual
hirviendo bajo el disfraz de nuestro estado platónico. Cuando se vuelve
hacia mí, sus pezones se endurecen en dos pequeños puntos, y los largos
pendientes de oro capturan y reflejan la luz. Pero sobre todo son sus
pezones los que noto, maldita sea, sus tetas son perfectas. Un agradable
y alegre bocado.
—¿Listo? —pregunta, su voz es suave en tanto me mira.
—Sí. —Casi gimo cuando me vuelvo hacia la puerta. Prefiero cruzar
la habitación hacia ella y arrojarla sobre su cama sin hacer. Algo me dice
que nos podríamos divertir mucho entre sus sábanas. O en el suelo. O
en la ducha. La imagen de su piel cremosa, resbalosa y húmeda me hace
agua la boca.
Utilizo el viaje al restaurante para señalar puntos de referencia y
famosos lugares de moda a mi acompañante. Sigo olvidando que es nueva
en la ciudad. Por alguna razón, parece que ha estado aquí mucho más de
una semana.
Sunflower Grill es poco más que un mostrador con un menú de
pizarra para pedir y un pequeño grupo de mesas fuera en la acera. Lo
que es bueno. Esto no es una cita, y no se siente como una. Estar aquí
con Emery en realidad me hace preguntarme cuándo fue la última cita
que tuve. Hace mucho tiempo, al parecer, ya que ni siquiera puedo
recordar. Pedimos nuestra comida, cada uno pagando por nuestra
cuenta, y luego tomamos una mesa fuera en la sombra.
—¿Cómo fue la primera semana en el nuevo trabajo? —pregunto
una vez que nos sentamos. Ambos hemos pedido botellas de cerveza, y
me alegra ver que su vida saludable no le impide darse el gusto con el
alcohol.
—En realidad, ha sido realmente bueno. Trabajo en casos reales,
redactando informes e investigando los precedentes. Tengo que trabajar
directamente con los abogados, y hay una chica de mi edad llamada Trina
con quien almuerzo.
Asiento y tomo otro sorbo de mi cerveza. —Eso es genial. ¿Así que
te gusta?
Muerde su labio inferior. —Sí y no. Mi jefe, Larry el raro... —toma
un largo trago de su cerveza antes de continuar—. Toda la semana se
sintió como un juego del gato y el ratón. Traté de evitarlo mientras me
perseguía obstinadamente.
—¿Qué quieres decir con perseguirte?
—Quiere entrar en mis bragas —dice con toda naturalidad.
No puedo evitar que mis labios se curven de asco. —¿Qué edad
tiene este tipo?
Se encoge de hombros. —¿Sesenta? Más o menos.
—Argh.
—Sí, estoy de acuerdo.
—¿Le dijiste que se fuera a la mierda? —Veo a nuestro camarero
acercarse con nuestra comida desde la esquina de mi visión.
—No. Mis manos se encuentran atadas. Es una larga historia, pero
básicamente esa es la manera más rápida de perder tu trabajo. Y no lo
puedo perder.
Gruño una maldición. —Eso es una mierda, pero entiendo lo que
dices. ¿Me harás saber si empeora? Pensaré en algo.
Asiente, su mirada es tierna y se fija en la mía.
Cuando nos sirven la comida, le doy un mordisco a mi
hamburguesa de champiñón portobello, cansado de esta experiencia de
nuevo.
—Solo inténtalo. Estará bien —comenta Emery, alentando,
mientras comienza su propia comida.
Cuando la veo tomar un gran mordisco impropio de una dama de
su hamburguesa de quinoa de frijol negro y termina con un poco de alioli
de ajo en su barbilla, hace que prácticamente valga la pena venir aquí.
Sigue hablando de su jefe, como si nada hubiera sucedido. Entretenido,
me inclino sobre la mesa, uso mi servilleta para limpiar su labio inferior
y su barbilla, sonriéndole.
—¿Tengo algo? —Toca su labio.
—Lo tengo.
Me sonríe. —Gracias. —Después de tomar otro gran bocado de su
sándwich, se acerca y roba una de mis patatas fritas.
Estoy a punto de decirle que las tenga, porque no comeré las
malditas cosas, cuando me doy cuenta de que no esperaba el permiso.
Me gusta que no seamos cautelosos entre nosotros, no tratamos de estar
en nuestro mejor comportamiento para impresionar al otro. Somos solo
nosotros, y es cómodo. No sé por qué nunca he tenido una amiga antes,
pero decido que esto no es tan malo.
—Entonces, Emery —digo, después de forzar otro bocado de mi
propia comida—. Háblame de esta mala ruptura a la que te referiste
cuando nos conocimos—. No he preguntado sobre su pasado, pero ahora
siento como el momento adecuado para sumergirme en una conversación
más profunda. Estamos llenos y felices, y tenemos dos cervezas frescas
delante de nosotros, gracias a nuestro camarero. Me inclino hacia atrás
en mi silla a medida que juguetea con la etiqueta de su botella.
—Argh, ¿de verdad? ¿Quieres saber sobre el Pendejo McIdiota?
Me ahogo con un trago de cerveza. El pobre hombre ni siquiera
merece un nombre. Debe haber hecho algo realmente malo. —Suéltalo.
—Bueno, lo primero que tienes que entender es que no me
encuentro saliendo de una mala ruptura. Estoy saliendo de una trifecta.
Tres cochinitos, cada uno peor que el anterior. Aparentemente, apesto
escogiendo hombres.
—Cuéntamelo. Será como una terapia. —No tengo ni idea de cómo
ayudarla, pero tal vez hablar resultará terapéutico.
Toma un profundo trago de su botella. —Puede que necesite algo
más fuerte que esto.
—No es un problema. Mi lugar se encuentra completamente
abastecido. Podemos regresar allí.
Estrecha sus ojos. —Buen intento, playboy.
Sosteniendo mis manos en fingida inocencia, sonrío. —O podemos
quedarnos aquí.
Sonríe y se recuesta en su asiento.
—Entonces, ¿qué pasó con McIdiota?
Poniendo sus ojos en blanco, vuelve la mirada hacia la acera y el
tráfico peatonal que pasa. Es una noche agradable, parejas y grupos
pequeños comienzan a aventurarse a restaurantes y bares en la zona.
—Bueno, está adelantándose, señor Oliver.
Sigue mirando hacia otro lado, y siento que desvía la pregunta. Ya
sea porque quiere mantener el estado de ánimo más ligero, o simplemente
porque no se encuentra lista para responder, no estoy seguro, así que
espero a que decida continuar.
Suspira. —Antes de todo ese lío, primero eran Whit y Dana.
No puedo evitar reírme. —Has salido con tipos con unos nombres
muy femeninos.
Su mirada vuelve a la mía, su expresión burlona. —Cierto, porque
Hayden es el epítome de la masculinidad.
—Cállate. —Es algo de lo que mis propias hermanas se burlaban.
Creo que va a dar más detalles acerca de sus ex uno y dos, pero en su
lugar, su mirada se queda en la calle en tanto toma un largo sorbo de su
bebida. Cuando se inclina hacia adelante en su silla, recogiendo el bolso
de su regazo, le pregunto—: ¿Estás lista para irte? —Pensé que nos
relajaríamos aquí por un tiempo, así que me sorprendo cuando parece
lista para irse.
Asiente. —Será lo mejor. Podría intentar exprimir un poco más de
trabajo esta noche. Gracias por traerme aquí, sin embargo, es un gran
lugar.
—En cualquier momento —digo, me levanto y la ayudo. Ahora estoy
lamentando mi gran idea de indagar en su vida personal.
Mientras caminamos hacia el estacionamiento a dos cuadras de
distancia, Emery se encuentra tranquila y contemplativa. Dudo que
piense en el trabajo como dijo.
—McIdiota… —Comienza, capturando mi atención—. Al principio
eran solo pequeñas cosas, ¿sabes? Nunca quiso tomarme de la mano
porque decía que le hacía sudar la mano. —Se halla tranquila cuando
dice esto.
Espero que diga algo más, pero mira fijamente hacia adelante con
una intensidad silenciosa, y comprendo que esto era una gran cosa. Una
cosa aparentemente pequeña que reflejaba en su incapacidad para
conectarse y terminó siendo al final un factor determinante.
Necesitando aligerar el estado de ánimo, decido bromear. —Si fuera
tu novio, te sostendría la mano.
Su mirada se acerca a la mía, y una linda sonrisa adorna sus
labios. —Bueno, no eres dulce. Pero nunca serías mi novio, ¿verdad?
—Nunca, jamás —confirmo, entrelazando mis dedos entre los
suyos.
—Mmm, esto se siente bien. —Le da mi mano un apretón y
seguimos caminando, siguiendo el ritmo del otro ahora que estamos
conectados.
Me parece que sostener su mano no deja la mía sudorosa en
absoluto. Es agradable, de hecho, y rápidamente decido que su ex
realmente era un idiota.
En el momento que llegamos a mi coche, de mala gana la dejo ir, y
cuando se desliza en el asiento del pasajero, inmediatamente extraño
tocarla.
En el viaje a casa, Emery continúa su historia, y rápidamente
aprendo que tiene una larga lista de quejas sobre sus ex. Pero con razón.
Estos chicos suenan como completos imbéciles. En realidad, me cabreo
un poco mientras escucho su charla.
—Había mucho de mí, por mí cuenta, en ese entonces. —Se ríe,
cubriendo su boca con su mano—. Oh Dios, ¿te acabo de decir que solía
masturbarme mucho?
—Esa imagen visual no ayuda a nuestra amistad —digo con una
mirada de reojo a su dirección. Espero que no note la erección que se
forma en mis pantalones.
—Lo siento, pero esa es la maldita verdad. Whit no podría haber
encontrado el clítoris si le hubiera dibujado un mapa.
—Es otra cosa con la que puedo ayudar. —La idea de tocar su dulce
cuerpo hace que me duela la polla. A pesar de que bailamos alrededor de
ella, la tensión sexual arde con calor bajo la superficie, y puedo decir por
las miradas que me da que me encuentra tan deseable como yo la
encuentro.
—No seas tonto —dice, castigándome—. Para eso son los novios
que funcionan a pilas. Y no engañan ni mienten.
Me molesta saber que ha tenido que lidiar con algunas situaciones
desagradables. Sé que puede defenderse sola, es dura, inteligente y
honesta, pero no me gusta que tenga esa responsabilidad descansando
sobre sus hombros. Los hombres pueden ser escoria, y me da ganas de
demostrarle que no soy otra mierda de su pasado.
—¿Qué pasa contigo? —pregunta, de repente volteando la línea de
preguntas sobre mí.
—Definitivamente conozco mi camino alrededor de un clítoris. Sin
preocupaciones. Todo tiene que ver con la presión y la velocidad.
Deja salir una carcajada. —No, eso no es lo que quise decir.
Seguramente tienes la historia de una ex loca por tu cuenta. —Me mira
con ojos esperanzados, queriendo que muerda el anzuelo.
Apretando mi agarre en el volante, sacudo mi cabeza. —No es algo
de lo que quiera hablar.
Estamos empezando a acercarnos; aún no la quiero ahuyentar con
la montaña de equipaje que tiro tirando detrás de mí.
—¿Ahora o nunca? —pregunta, su tono lleno de curiosidad.
Nunca. Pero acabo de abordar su pasado, y retener el mío no es
exactamente justo. —Ahora —acuerdo.
—Está bien. —Encoge sus hombros—. Voy a tener que seguir
suministrándote comida vegetariana y clases regulares de yoga hasta que
lo saque de ti.
Gruño. —De ninguna manera. La próxima vez que salgamos, estoy
escogiendo lo que hacemos. Algo viril. Pesca deportiva, cross-fit, carne
brasileña en un Todo-lo-que-puedas-comer.
Hace un ruido a mi lado, y luego se ríe. Un dulce sonido lleno de
vida y promesa, igual que ella.
Cuando llegamos a nuestro edificio, la llevo arriba, me detengo
frente a su puerta. Se ve hermosa con su simple blusa sin mangas de
algodón blanco y pantalones vaqueros; de alguna manera su atuendo
casual la hace parecer más joven que sus veinticuatro años. Me lleno de
deseo, pero sé que si me invita a entrar en este momento, arruinaría todo.
—Gracias —murmura, con sus ojos fijos en los míos.
Recorriendo mi pulgar a lo largo de su mandíbula, me deleito en lo
suave que es su piel. —En cualquier momento.
Su respiración se vuelve irregular, la única indicación de que mi
toque la afecta. Me quiero inclinar y besarla, pero no lo haré. No puedo.
Después de un momento de anhelo, se gira y entra, la cerradura
hace clic en el lugar una vez que cierra su puerta.
—Buenas noches, Emery —digo, y me dirijo a mi casa.
Cuando entro, arrojo mis llaves y la cartera a la bandeja del
mostrador y suspiro. Trato de averiguar por qué salir con una mujer
nunca se ha sentido así antes. Fue fácil y divertido, lo quiero hacer de
nuevo.
Apartando mis pensamientos, abro la nevera y miro dentro. Sigo
hambriento por la comida vegetariana. Puede funcionar para Emery, pero
necesito carne para alimentarme. Después de hacerme un emparedado,
me hundo en el sofá y agarro el control remoto. La televisión puede estar
funcionando en segundo plano, pero no puedo dejar de contar las cosas
lindas que Emery dijo e hizo esta noche.
Joder.
Trago bruscamente un bocado de carne asada, me enderezo en mi
silla. Me doy cuenta con horror, que me gusta. Me gusta salir con ella.
Me gusta su personalidad, su insolencia, el hecho de que tiene objetivos.
La curva de sus caderas, su apretado culo. Y el hecho de que se tomó el
tiempo para ponerse pendientes antes de nuestra no-cita.
También me gustaría follarla hasta el cansancio, pero sé que no es
posible, no solo por mi voto a Hudson, y a Beth, sino también porque no
es lo que Emery quiere o necesita. Necesita un amigo. Y eso es lo que
seré.
Poniendo mi plato sin terminar a un lado, me levanto y me dirijo al
baño. Necesito una ducha fría. Me tengo que quitar esta mierda. He hecho
una meta para mí, y no lo voy a arruinar. Incluso si mi pene es una roca
dura ahora.
Me desnudo rápidamente, paso bajo el chorro de agua tibia. No
hace nada para sofocar mi erección, sobre todo porque sé que Emery se
halla a un solo piso debajo de mí. Probablemente se ponga un pijama y
mi mente gira con las posibilidades. ¿Duerme con un juego de shorts y
camiseta sin mangas, o quizás solo con sus bragas y una camiseta vieja,
sus hermosas tetas presionando contra la suavizada tela?
Mi mano encuentra mi polla y aprieto, tratando de silenciar las
imágenes en mi cerebro. No sirve de nada. La manera en que su
redondeado trasero llenaba esos vaqueros, el indicio del escote que se
acercaba por la parte superior de su camiseta sin mangas se quemó en
mi cerebro. Sabiendo que voy a ceder a la tentación, agarro la botella de
gel de ducha, exprimo una cantidad generosa en mi palma, y uso la
espuma para acariciar mi polla arriba y abajo. Un gruñido empuja más
allá de mis labios cuando mi mano se acelera. Mi cuerpo se siente como
el acero y mis bolas se acercan a mi cuerpo.
Las imágenes en mi cerebro se vuelven mucho más lascivas. Emery
desnuda y arrodillada entre mis pies, sus labios rosados chupando la
cabeza de mi polla, inclinada sobre mi cama con su culo arriba, lindo y
alto para que pueda ver su reluciente coño, la penetro y le muestro cómo
es ser follada por un hombre de verdad.
A medida que bombeo mi puño sobre la sensible cabeza de mi polla,
un gemido estrangulado se arrastra por mi garganta y me vengo,
enviando un chorro de semen sobre el azulejo de abajo. Mientras el agua
lava la evidencia de mi falta de autocontrol, tomo una profunda bocanada
de aire. Me masturbo pensando en mi amiga y no es normal. Necesito
bloquear esta mierda. Ahora mismo. Pero mientras me termino de secar,
decido que, si esto es lo que tengo que hacer para permanecer en control
a su alrededor, que así sea.
Después de mi liberación, me siento un poco más disciplinado, mi
cabeza más clara, y me encuentro agradecido por eso. Me pongo un par
de pantalones de chándal y luego me dirijo a la cocina para agarrar mi
teléfono.
Sentado en el borde de mi cama, le envío un texto a Emery, la invito
para que mañana me acompañe al partido de futbol de mi sobrino.
Imagino que no hay manera de que pueda doblar su suculento culo y
follarla delante de veinte niños de cuatro años. Es seguro, y me necesito
mantener en actividades seguras. En aquellas donde mi polla no me
meterá en problemas.
¿Porque esta cosa de solo amigos? Jodidamente apesta.
Traducido por Mae & Val_17
Corregido por Mawii
***
***
Cuando entramos en el restaurante el sábado, mamá ya se
encuentra sentada en una cabina con una enorme hamburguesa delante
de ella. ⎯Por aquí ⎯dice con un gesto⎯. Estoy muerta de hambre, así
que me adelanté y ordené.
Hayden parece un poco sorprendido. Probablemente esperaba a
una pequeña anciana con gruesos lentes bifocales y cabello gris… pero
la camisa de franela a cuadros y la gorra orgullosamente estampada con
altas letras rojas que dice: Madre Camionera, no tanto. A su favor, solo
hace una pausa por un momento antes de responder⎯: No se preocupe.
De todos modos, solo me quedaré para tomar una taza de café.
Nos sentamos frente a ella. Hayden ordena su café y yo pido
panqueques de arándanos. El desayuno es la única cosa libre de carne
en el menú de aquí.
Después de que la camarera se va, me estiro para sostener las
manos de mamá. Mi corazón se retuerce un poco; sus muñecas y nudillos
parecen aún más rígidos que cuando me fui de casa. ⎯Tienes que dejar
de recorrer esos largos trayectos, mamá. El doctor dijo que la transmisión
manual está destrozando tus articulaciones. ¿Y si te provocas un coágulo
de sangre en las piernas por estar sentada once horas al día?
⎯Tonterías ⎯Resopla⎯. Es el mejor trabajo que he tenido.
Cincuenta y cinco mil dólares al año, decido mi propio horario, y puedo
ver el país. ¿Crees que servir mesas de nuevo sería mejor para mis
rodillas? Y mis manos y hombros están demasiado cansados para volver
a trabajos de fábrica.
⎯Pero ya no necesitas trabajar tan duro. Puedes enfocarte en hacer
entregas locales. Ya terminé la escuela, y estoy pagando mis préstamos y
viviendo de mis propios ahorros. En algunos años, voy a empezar a ganar
lo suficiente para que puedas retirarte.
⎯No estoy aquí para hablar sobre mí, guisante. O sobre dinero.
Quiero saber qué hay de nuevo contigo ⎯Ladea la cabeza con una sonrisa
maliciosa⎯. ¿Y quién es tu amigo?
⎯Soy Hayden ⎯dice, levantándose con torpeza en la cabina y
extendiendo su mano⎯. Encantado de conocerla, señora Winters.
Mamá estrecha su mano y parpadea; otra cosa que claramente no
esperaba es su agarre de muerte distintivo. ⎯Llámame Val. ¿Trabajas en
el despacho de Emery?
Durante los próximos veinte minutos, mamá bombardea a Hayden
con preguntas sobre cómo nos conocimos, lo que hace para ganarse la
vida, dónde fue a la escuela. Él responde todo con tanta gracia como lo
haría un prisionero siendo interrogado.
Incluso me rindo de tratar de desviar la conversación. Mamá
siempre se arroja con toda su fuerza (es conocida por su afecto feroz,
furia feroz, alegría feroz) y es imposible detenerla una vez que ha tomado
una decisión sobre algo.
Eventualmente, Hayden termina su café, deja un billete de
cincuenta dólares en la mesa para cubrir los tres pedidos, y se larga de
allí antes de que pueda protestar por su generosidad. Tan pronto como
la puerta se cierra detrás de él, mi madre me lanza una mirada
penetrante sobre los marcos de alambre de sus gafas. ⎯No te enamores
de ese chico.
Escupo de mi boca té helado. ⎯¿Q-qué?
⎯Ya me oíste ⎯dice con calma⎯. Estoy loca, pero no soy tonta.
Veo cómo lo miras. Lo entiendo… es bastante guapo, y también parece
muy inteligente. Pero no es el tipo de los que sientan cabeza. No pongas
tus esperanzas en lo que nunca va a pasar.
Una extraña pesadez se asienta en la boca de mi estómago. Cuando
vine aquí, pensé que los consejos de mamá tranquilizarían mis
pensamientos inquietos y me darían dirección. Entonces, ¿por qué no me
siento mejor? De hecho, creo que me siento aún peor. Me ocupo
limpiando el té derramado, mordiendo el interior de mi labio.
⎯Sé cómo es él, mamá ⎯digo finalmente⎯. No te preocupes… solo
somos amigos.
Asiente unas cuantas veces. ⎯Buena chica. No críe a ninguna
tonta.
⎯No, mamá. Claro que no lo hiciste ⎯digo para tranquilizarla,
preguntándome si estoy mintiendo.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Vane’
***
Esa noche, a las seis y cinco, entro corriendo en el bar del vestíbulo
del hotel y encuentro a Hayden sentado en una mesa alta para dos. Está
bebiendo un vaso de whisky ámbar con hielo; frente a la otra silla hay lo
que parece un Bellini de melocotón en un vaso helado. Otro de mis
cócteles favoritos. Es un gesto bonito, pero ahora mismo no estoy segura
de querer tomarme el tiempo necesario para beberlo.
—Siento llegar tarde —grito mientras me acerco, dando un pequeño
meneo extra a mis caderas. Que nunca se diga que Emery Winters ha
olvidado cómo llamar la atención de un hombre.
Sus ojos se posan en mí y se encienden como brasas. —Hola. —La
nota baja de promesa en su voz me calienta por dentro. Y su sonrisa es
una lenta y maravillosa curvatura de labios que me recuerda todas las
cosas que me envió antes. Todas las cosas que quería hacer con esa boca
pecadora...
Me inclino sobre la mesa para saborearlo en un beso febril. Él
reacciona al instante, una mano cae sobre mi cadera y la otra se enreda
en mi pelo, tirando de mí para acercarme. Me pellizca el labio inferior y
yo suelto un suave gemido, mi excitación se renueva con un latido.
No deberíamos jugar al hockey sobre amígdalas en público. Ya
quiero empujarlo contra la pared, como me hizo anoche, o dejar que me
tire al suelo. Si sigue haciendo eso con la lengua, puede que acaben
llamando a la policía. Pero, mmm, unas esposas... eso también podría ser
divertido.
Cuando me alejo para respirar, el hambre oscura en los ojos de
Hayden casi me atrae de nuevo como una fuerza gravitatoria. Pero el
ánimo se desinfla un poco cuando veo al señor Pratt por encima del
hombro de Hayden, que ha parado a la entrada del bar para mirarnos.
Parece totalmente desconcertado.
Hayden le devuelve la mirada un momento. —Oh… claro. Debe
estar muy confundido.
—¿Por qué? —pregunto con un tono divertido que significa más
bien: ¿qué hiciste?
—Puede que le haya dicho que no soy en absoluto tu novio.
Asumo las implicaciones y me río a carcajadas. Ahora que lo
pienso, anoche los vi hablando al otro lado del salón de baile, ¿no? El
señor Pratt debió de ser el que provocó el ataque de Hayden. Y Hayden
insistió en que solo éramos amigos, justo antes de abalanzarse sobre mí
para chuparme la cara. No hay nada confuso en eso.
El pobre Larry el Sigiloso probablemente ya no tiene idea de lo que
está pasando. Bueno, no es de su maldita incumbencia.
Solo para restregárselo, me inclino hacia Hayden para darle otro
beso largo y profundo. No necesito la etiqueta de “novio” con él. Todo lo
que necesito es su boca experta y su cuerpo musculoso apretado contra
el mío. Cuando por fin separo mi boca de la suya, una mirada me dice
que Larry sigue ahí. Sigue mirándonos. Hago una mueca.
Hayden mira hacia Larry y se le flexiona la mandíbula. —Excelente.
Voy a tener que matar a ese hombre ahora. —Sigue un suave suspiro de
melancolía, y decido que lo que más me gusta de Hayden, además de su
polla grande y sus besos profundos, es su sentido del humor. Eso y su
protección.
—¿Con tus manos desnudas? —pregunto con esperanza.
—Indudablemente.
—¿Para proteger mi inocencia? —Muevo las pestañas, siguiéndole
la corriente de una forma que espero que sea sexy.
Recorre mi mandíbula con el pulgar y me acerca, Hayden está a
una fracción de besarme de nuevo.
—Algo me dice que no eres tan inocente. ¿Te gusta follar sucio, no?
Un pequeño jadeo sorprendido se me escapa, y Hayden calma el
sonido con su boca, besándome con fuerza otra vez. Luego se separa y
mira por encima de mi hombro.
—Se ha ido. Y probablemente esté muy confundido. Pero espero
que ya no te moleste demasiado.
A pesar de su estilo de vida de playboy y sus ocasionales momentos
de aislamiento, sé que Hayden se preocupa por mí. No ha sido más que
dulce y divertido durante toda nuestra amistad.
Y ayer fue prácticamente un caballero de brillante armadura. Habló
educadamente con mis compañeros de trabajo, aunque estoy segura de
que estaba aburridísimo. Evitó a Larry el Sigiloso sin hacer una escena.
Se desvivió para asegurarse de que tuviera una cena vegetariana decente,
nada menos que en un asador. Aguantó lo que debió ser un caso épico
de bolas azules solo porque yo estaba achispada.
En general, parece el paquete completo. Un tipo atento y guapo que
me ha visto en mi momento más desgarbado y sigue pensando que soy
lo mejor desde el pan rebanado. Incluso puede adivinar mis bebidas
favoritas, por el amor de Dios. Es suficiente para mí. Más que suficiente.
¿No es así?
Concéntrate en los pros, Emery... superan con creces a los contras.
Dejo que una sonrisa sensual curve mis labios. Recuerda para qué viniste
aquí. ¿Por qué agitar el barco cuando puedes agitar la cama?
Esta vez es Hayden quien se echa atrás antes de que las cosas se
pongan demasiado subidas de tono. —Hablé con el conserje del hotel —
dice casualmente, como si no estuviera escondiendo un enorme hueso
debajo de la mesa—. Él recomendó algunas cosas turísticas divertidas
que hacer en Omaha. Es una especie de lista corta, pero hay un museo
de arte, un jardín botánico, un teatro comunitario. Esta noche van a dar
Annie a las siete... una versión fuera de Broadway. —Se ríe—. Es genial.
Cubro su mano con la mía. —Vamos a volver a la habitación —
digo, mirando profundamente sus hermosos ojos azules.
Parpadea sorprendido. Por su sutil respiración, sé que sabe lo que
quiero y lo mucho que lo quiero. Y se muere por dármelo.
—¿Qué pasa con la cena? —me pregunta, ofreciéndome una última
oportunidad para retroceder y fingir que nada de esto pasó.
De ninguna jodida manera, nene. Eres mío esta noche.
—Podemos pedir servicio a la habitación —respondo. Mi pulgar le
frota el dorso de la mano en círculos lentos—. Después.
Su sonrisa se vuelve absolutamente diabólica. Esa es toda la
confirmación que necesito.
Abandonamos nuestras bebidas en sus anillos de sudor sobre la
mesa, pagamos la cuenta del bar y salimos corriendo. Nos apresuramos
hacia el ascensor como un par de adolescentes que por fin tienen la casa
para ellos solos.
Mi estómago se agita con mariposas ansiosas. Esta vez no hay
colegas entrometidos ni ancianas escandalizadas que nos frenen. No hay
zumbidos de cóctel que culpabilicen a Hayden para que vuelva a dejarme
sola. De hecho, no puedo recordar cuándo fue la última vez que me sentí
más sobria; estoy tan despierta, tan viva, que la piel me chisporrotea de
deseo. Casi no puedo aguantar la expectación mientras el ascensor sube
lentamente hasta nuestra planta. Quiero sus manos sobre mí y su polla
dentro de mí en este mismo instante.
Con su paso más largo, Hayden llega a la puerta de nuestra
habitación primero. La abre para mí con una floritura y un hambriento
brillo en sus ojos. —Las damas primero.
Me aprieta el culo cuando la atravieso, y grito de sorpresa, riendo.
Estoy actuando como una colegiala vertiginosa y no podría importarme
menos.
Pero cuando la pesada puerta se cierra tras nosotros, no puedo
evitar detenerme. Por muy empapadas que estén mis bragas, por mucho
que cada parte de mí desee a Hayden... el sexo es un gran paso. ¿Quién
podría lanzarse a un precipicio así sin dudar siquiera en el borde? Por
mucho que haya tratado de convencerme de que dormir juntos no es gran
cosa, va a tener efectos dominó. No hay forma de evitarlo.
Cuando me giro para mirarle, la expresión de Hayden se ha
suavizado, la preocupación brilla a través de su deseo. Me doy cuenta de
que mi aprensión es contagiosa. Sabe tan bien como yo que ha llegado el
momento. Estamos a punto de acostarnos y nuestra amistad nunca
volverá a ser la misma. Incluso si ese cambio es para mejor, aún llevará
algún tiempo acostumbrarse. ¿Hayden está dispuesto a trabajar a través
de la etapa incómoda que se avecina? Ni siquiera estoy seguro de estar
preparado para ello.
Pero, de nuevo, ¿alguien está completamente listo para algo nuevo?
La vida sucede a su propio ritmo. No puedo hacer este salto más pequeño
o menos intimidante preocupándome por ello. O me echo atrás y me paso
el resto de mi vida preguntándome qué podría haber sido... o doy el paso.
Ahora mismo.
Traducido por Annie D
Corregido por GraceHope
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