The Enemy Trap Moren Moore
The Enemy Trap Moren Moore
The Enemy Trap Moren Moore
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
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2
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haciendo una reseña en tu blog o foro.
Staff
TRADUCCIÓN
Albaxxi
Coco S.
Danielle
OnlyNess
CORRECCIÓN
Jessibel
Mar
3
Mayra D.
Sand
Dyannn
DISEÑO
Bruja_Luna_
Índice
Staff .................................. 3 Doce................................ 78
Índice ................................ 4 Trece ............................... 91
Sinopsis ............................ 5 Catorce ........................... 97
Dedicatoria ........................ 6 Quince .......................... 106
Playlist .............................. 7 Dieciséis........................ 113
Uno ................................... 8 Diecisiete ...................... 124
Dos ................................. 13 Dieciocho ...................... 136
Tres................................. 19 Diecinueve .................... 142
Cuatro............................. 30 Veinte ........................... 147
Cinco .............................. 34 Veintiuno ...................... 153
Seis ................................. 42
Siete ................................ 49
Veintidós ....................... 159
Veintitrés ...................... 164 4
Ocho ............................... 55 Veinticuatro .................. 171
Nueve .............................. 60 Epílogo .......................... 179
Diez................................. 69 Sobre la autora ............. 184
Once ............................... 75
Sinopsis
5
mi bebé.
¿Cómo pueden dos personas que se odian mutuamente llevar a cabo
la mentira de su vida mientras se las ingenian para criar a un hijo juntos?
Todo lo que había entre nosotros debía ser falso, pero ya no voy a
fingir más.
Dedicatoria
6
Playlist
7
Bad Liar- Selena Gomez
High Horse- Kacey Musgraves
Why Haven’t I met You?- Cameron Dallas
Wild(feat. Gary Clark Jr.)- John Legend
Thief- Ansel Elgort
Me Without You- Ashe
Till Forever Falls Apart- Ashe, FINNEAS
Uno
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Sophia
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—¡No es que atraiga a los imbéciles a propósito, Hol! Aparentemente,
tengo una señal en la frente que dice: “Por favor, fóllame”. Y soy un siete, no
un diez.
Pone los ojos en blanco y se levanta bruscamente, dejando el esmalte
de uñas sobre mi mesa de centro de segunda mano y caminando hacia
donde me siento abatida en el brazo del sofá. Con su metro ochenta, me
supera en altura. Su pelo oscuro es siempre un desastre, pero lo lleva de
forma impecable. Holly es la única persona que conozco que puede llevar
seis días sin lavarse el pelo, tener bolsas oscuras bajo los ojos, llevar la
misma camisa de ayer y seguir pareciendo una supermodelo recién salida
de la portada de Vogue. Es ridículamente injusto.
—¡Escucha, basta de esta mierda triste! Es tu cumpleaños, y estamos
celebrando, no llorando en nuestras cervezas.
—Estamos bebiendo vino.... —Entrecierro los ojos, tratando de
entender a dónde quiere llegar.
—Lo que sea. Ya lo entiendes. Espera —chasquea los dedos—. Tengo
una idea. Sé exactamente lo que necesitas para animarte, y será un peldaño
en el camino para superar a HC2 y a otra persona.
Aquí vamos.
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—Está bien.
Le agarro la caja y quito la tapa. Quizá tenga razón; quizá sea hora de
dejar atrás el pasado y seguir adelante. Harry no me merece, y obviamente
se merece a la zorra de mi prima. Esos dos son una pareja hecha en el cielo.
En todo caso, mi prima me hizo un favor.
—Necesito algo más fuerte para esto. José3, cariño, ven a mí —canto,
bailando hacia la nevera.
No me juzguen. Voy a ahogar mi pena en el único hombre que nunca
me romperá el corazón.
Esta conversación me hace pensar demasiado en mi triste y aburrida
vida. Estoy atrapada en la misma ciudad en la que crecí: la misma gente,
las mismas caras, los mismos lugares.
Sin dinero. Con treinta años. Y soltera. Probablemente para siempre.
Tengo todas las razones para llorar en mi cerveza. Vino. Botella de
tequila. Lo que sea.
—De acuerdo, he decidido —le digo a Holly mientras ella rebusca en
mi gaveta, donde guardo varios trastos, en busca de un encendedor—. Una
noche más sentiré lástima por mí misma y luego me pondré las bragas de
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resurgiendo de las putas cenizas, Soph.
Dios, ¿por qué acepté hacer esto? Está demasiado emocionada por
incendiar mierdas.
Juntas, le damos fuego a las fotos y vemos arder los recuerdos. El
fuego crepita y estalla mientras destruye una parte de mi vida que no
lamento tanto ver desaparecer. Holly tiene razón... me siento más ligera. Tal
vez sea el hecho de que sé que esta caja ya no va a estar metida debajo de
mi cama, esperando a que saque las fotos y reviva los recuerdos una y otra
vez. O tal vez sea el hecho de que HC es un imbécil, y en el fondo siempre lo
he sabido, sólo que nunca quise admitirlo. Descubrirlo con Emily no fue
sorprendente, al menos no ahora, después del hecho. Debería haber visto
las señales.
Debería haberme dado cuenta de que yo era un diez y él un seis, en
el mejor de los casos.
Y eso no es sólo mi hombre José hablando por mí.
—Por los estúpidos cabrones que nos engañan y nos rompen el
corazón, sólo para hacernos más fuertes. —Holly levanta la botella de tequila
y toma un sorbo, su cara se frunce en desagrado mientras le quema la
garganta al bajar.
—Estás casada, Hol. Felizmente, ¿recuerdas? —Me río, arrebatándole
la botella.
—Esto se trata de ti, no de mí. —Enlazando su brazo con el mío, me
arrastra hacia dentro de la casa—. Ahora que has dejado atrás el pasado, es
hora de seguir adelante. Te prepararemos un perfil de citas y te
encontraremos al Sr. Correcto. Pensaremos en una buena biografía que
grite: 'Loca, pero no tanto como para rajar tus neumáticos'. A los chicos les
encantan las perras locas. Confía en mí.
—Uh, no. Absolutamente no.
—¿En serio? ¿Qué pasó con la valiente, mala, sólida diez de Sophia,
que acaba de quemar cada recuerdo de su pedazo de mierda de ex? Ve a
ducharte; tienes cenizas en el pelo. Simbólico, te lo digo yo.
Media botella de tequila y un montón de lágrimas después, mi todavía
delicado y roto corazón yace en jirones en el suelo. Si añadimos una ducha,
más lágrimas y otro típico muumuu, acurrucada en el sofá con mi mejor
amiga, es un cumpleaños que nunca olvidaré.
El comienzo de un nuevo capítulo en el desordenado libro de mi vida.
12
—Oh, demonios —respira Holly, mirando su teléfono como si le
hubieran crecido dos cabezas.
—¿Qué?
Le da la vuelta al teléfono y me muestra la pantalla.
Me quejo con un gruñido.
En la pantalla aparece la única persona a la que desprecio más que a
HC, y eso es mucho decir. Hayes Davis.
Por supuesto, es otra revista de cotilleo y otro escándalo. El tipo se
mete en más problemas de mierda que una Kardashian.
Dos
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Hayes
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nunca a la NHL4? Porque eso es lo que parece. Si sigues así, tu carrera en el
hockey está acabada.
—Kyle, estoy bien. Sólo estoy dejándome llevar y tratando de
relajarme, ¿ok?
Él suspira y no responde. Hay un tiempo de tenso silencio.
—Mira, ¿por qué no me voy a casa un rato? ¿Pasar algún tiempo con
Scott y la familia? Tengo la fiesta de cumpleaños de Gracie y puedo
quedarme unos días. Fuera de los tabloides. Darle a mi hombro tiempo para
sanar —digo.
—Haré que Jess reserve el jet. No te metas en problemas, Hayes. Estás
sobre una cuerda delgada que está a punto de romperse. Me encargaré de
todo lo que ocurra con esta chica, pero, por el amor de Dios, ¿puedes no
acostarte con más conejitas del hockey antes de irte?
Con eso, cuelga.
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quién esté, ese tiempo es suyo. Llámenme como quieran, pero soy un niño
de mami hasta la médula.
Levanto la vista y veo el viejo y destartalado Ford de mamá entrando
en la plaza de estacionamiento frente a mí. Esa es una pelea que nunca voy
a ganar.
Ese cacharro es más viejo que yo, y así se ve. A mamá le encanta ese
coche oxidado, y aunque podría pagar en efectivo una Tahoe nueva para
ella, se niega, insistiendo en que la camioneta está ‘perfectamente bien y la
lleva a donde tiene que ir’. Mi padre y yo llevamos años insistiendo en que
la jubile, pero ella no escucha nada. Y con mamá no se discute.
Ma parece ser la única persona en el mundo, que realmente no se
preocupa por la cantidad de cosas que podría tener porque su hijo es un
jugador de hockey profesional. Es la razón por la que una relación seria está
fuera de los planes para mí. Nunca sé si una mujer está conmigo por lo que
puedo ofrecerle o por lo que puede obtener de mí.
—¡Ahí está mi bebé! —grita en el momento en que su pie toca el
pavimento, la puerta fuertemente oxidada se cierra de golpe tras ella.
—Mamá, no empieces a preocuparte por mi desde ya. —Sonrío, sin
ninguna convicción detrás de mis palabras. Me encanta que se preocupe,
pero no puedo decirlo. No me atrevería a admitirlo. Por algo mido un metro
ochenta centímetros, estoy hecho como una mierda de ladrillo y soy el mejor
defensor del país. No puedo dejar que nadie piense que soy blando.
La verdad es que soy muy blando con mamá.
Pone los ojos en blanco y me atrae hacia ella.
—Oh, cállate, eres mi niño. Puedo mimarte todo lo que quiera, y no
me vas a decir nada, Hayes.
—Sí, señora. —Le doy un abrazo y dejo que dure por más de un
momento, agradeciendo que yo haya decidido venir a casa.
—¿Cómo está tu hombro? ¿Te lo has tomado con calma? Mejor que
no me entere de que has estado en la pista de hielo, haciéndote el rudo.
Debería haber sabido que ella no iba a durar cinco minutos sin sacar
el tema. Todavía estoy... adaptándome al hecho de que, por primera vez en
más de quince años, no voy a jugar al hockey esta temporada. Tengo un
desgarro en el manguito de los rotadores, y el médico dice que si me tomo
un tiempo de descanso, es probable que se cure solo. Pero si no lo hago, el
desgarro se hará más grande y habrá que operar para arreglarlo.
Por muy pequeño que sea el desgarre, ese hijo de puta duele.
Odio quedarme tras la valla y defraudar a mi equipo, pero si no dejo
que este hombro se cure, lo más probable es que la cirugía sea el final de mi
carrera.
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Así que, aquí estoy. Preguntándome qué carajo voy a hacer con el
próximo año de mi vida.
—Ma, estoy bien. He estado poniéndole hielo. Todavía puedo patinar,
sabes. Mis piernas están bien. Sólo que no puedo jugar un partido de verdad
y arriesgarme a que alguien me golpee. No te preocupes.
Sus ojos aún están llenos de preocupación, pero sonríe y me atrae
hacia ella.
—Has estado fuera demasiado tiempo. Vamos a casa, tengo la cena
preparada y tu padre estará encantado de verte.
Asiento con la cabeza y meto la bolsa en la cama del pick up con mi
hombro bueno antes de entrar a la cabina de un salto. La puerta cruje y
rechina al cerrarse.
El trayecto por la ciudad es tranquilo, dichoso de una manera que
sólo puede lograrse en un lugar como éste. Es sereno y pacífico, lo contrario
de Seattle. Aquí no hay luces de la ciudad, ni coches corriendo por la
autopista hacia su próximo destino. Es exactamente lo que necesito después
de la semana que he tenido.
—Te he visto en la portada de una de esas revistas, Hayes —me dice
mamá desde el asiento del conductor.
Me quejo.
—Mamá, ¿podemos no hablar de esto? —Le suplico.
—Hayes, sólo digo que eres demasiado viejo para andar por ahí
retozando con estas... mujeres. Es hora de sentar cabeza, encontrarte una
buena mujer y darme algunos nietos.
Y salió a bailar el peine.
No hay nada que esta mujer quiera más que verme asentado y casado
como mis hermanos y hermanas.
El problema es que no tengo ningún deseo de sentar cabeza, casarme
o tener hijos.
Estoy perfectamente bien con mi vida.
—Estoy bien, mamá. No te preocupes por mí, ¿está bien? Tienes que
preocuparte por ti y por papá. Me dijo que fuiste al médico esta semana para
una exploración del corazón. ¿Todo salió bien?
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Ella mira por la ventana, evitando mis ojos.
—Todo está bien, Hayes. Me gustaría tener algunos nietos antes de
morir. Tu vieja madre no se está haciendo más joven.
Recorremos el resto del camino a casa en silencio, cada uno mirando
por su propia ventana.
Sentar cabeza es lo último que tengo en mente. Pasar rápido este
próximo año es la única parte del futuro en la que estoy concentrado.
Tres
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Sophia
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que la punta del tacón está rota por la mitad y, sinceramente, no creo que
este momento pueda ser peor. He ahorrado exactamente tres meses para
comprarme estos tacones, y siento el escozor de las lágrimas en mis ojos.
—Uh... ¿Sophia?
La voz aterciopelada viene detrás de mí. Sin mirar, sé exactamente a
quién pertenece, y ahora me arrepiento de haber pensado que este momento
no podía ser peor... porque absolutamente acaba de serlo.
—Estoy bien —resoplo, tirando el tacón de aguja a un lado y
poniéndose en pie con no demasiada elegancia. Con un solo tacón, estoy
torpemente desnivelada.
—¿Necesitas ayuda, o…? —pregunta de nuevo desde detrás de mí.
Me doy la vuelta para mirarle y frunzo el ceño lo mejor que puedo:
—No.
Sus ojos, de un verde intenso que no recuerdo haber visto nunca tan
brillantes, recorren mi cuerpo con lentitud y desparpajo, y luego vuelven a
acercarse a los míos. Sonríe y me dan ganas de darle una patada en la
espinilla.
6 Mulch: es cualquier material, generalmente orgánico, que incluye astillas, hojas de pino, virutas de
madera, etc., que se coloca sobre el terreno alrededor de las plantas y que actúa como capa protectora de los
cambios climáticos que tienen lugar en el suelo; principalmente la humedad y la temperatura.
¿Cómo he podido olvidar lo increíblemente irritante que puede ser sin
decir una sola palabra? No espero la respuesta del sabelotodo. En lugar de
eso, paso junto a él hacia la parte delantera de la casa, cojeando sobre un
tacón.
No estoy segura de si alguien puede morir de vergüenza, pero si es así,
me gustaría al menos morir en paz, sin que el jugador más sexy y arrogante
de toda la NHL tenga asientos en primera fila.
De alguna manera, llego a la puerta principal y la abro de un empujón,
tirando del montón de globos y arrancando mi tacón roto en el proceso. Holly
está en la cocina arreglando la comida y sus ojos se abren de par en par
cuando me ve entrar a trompicones por la puerta principal.
—Mierdaaaaaaaa, ¿qué demonios te ha pasado? —Sonríe y se acerca
corriendo.
Por suerte, los estúpidos globos ella los agarra de mis nudillos
blancos, y puedo respirar sin preocuparme de que me hagan tropezar o se
vuelen con la maldita brisa.
—Acabo de tropezar, me he caído y, de alguna manera, he roto mis
nuevos Louboutins en el proceso. Pero tengo los malditos globos.
Ella se ríe de mi exasperación.
—Ok, bueno, me alegro que lo hayas conseguido. ¿Quieres una 21
mimosa?
—Sería fantástico, gracias. —La sigo a la cocina. Toda, y me refiero a
literalmente toda la superficie, es rosa y morado y de alguna manera está
incorporado en un tema de unicornio, y en este momento, me doy cuenta de
lo poco preparada que estoy para la maternidad.
Nunca voy a ser una madre de Pinterest como Holly, y estoy segura
de que no voy a ser la chica designada de los globos de aquí en adelante. Me
niego. Me quedaré con el título de tía genial y dejaré toda la planificación de
la fiesta y la obtención de suministros a Hol.
Mientras prepara nuestras mimosas, miro por la ventana hacia el
patio, observando cómo Gracie y sus amigos brincan en la casa de saltarín
de unicornio que alquilaron para la fiesta, riendo y carcajeándose. Scott está
detrás de la parrilla con mi archienemigo, y la mayoría de los otros padres
están rondando cerca. Es la cosa más domestica que he visto nunca –
eliminando a Hayes, por supuesto-.
El tipo no tiene un hueso altruista en su cuerpo. Me sorprende que
no tenga a TMZ espiando por encima de la valla para una foto o a una
conejita de hockey colgando de su brazo. Ese es su modus operandi
habitual, así que tengo curiosidad por saber por qué está aquí sin la rubia
platinada con muy poca ropa.
Definitivamente ese es su tipo, eso es evidente.
—¿Soph? —La voz de Holly me hace apartar los ojos de Hayes.
—¿Qué has dicho? Lo siento.
Me lanza una mirada cómplice:
—Veo que has visto a Hayes.
—Brevemente. Sigue siendo tan arrogante y pomposo como siempre.
Antes de que pueda responder, la puerta trasera se abre de golpe,
seguida de:
—¡¡¡Maaaamiiiiiii!!!
Mi ahijada entra corriendo con lágrimas en la cara y se derrumba en
un ataque a los pies de su madre, y yo tengo que morderme el labio para no
reírme. Es lo más dramático que he visto nunca. Holly dice ‘drama’ antes de
levantar a Gracie del suelo, secando las lágrimas de cocodrilo de sus
mejillas.
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—¿Qué pasa, cariño?
—Papá dice que no podemos abrir los regalos hasta después de partir
el pastel. —Se hunde contra el pecho de Holly mientras se lamenta.
—Bueno, cariño, así son los cumpleaños.
Gracie hace una pausa, pensando en lo que ha dicho Holly, y luego
responde:
—El tío Hayes dice que es mi cumpleaños, y eso significa que puedo
hacer lo que quiera.
Mis cejas se disparan.
—¿Él dijo eso eh? —pregunta Holly.
—Lo hizo, e incluso dijo que es mi cumpleaños y que puedo llorar por
ello si quiero. Sin embargo, papá usó la palabra 'cállate'.
—Qué tal si sales fuera, y mamá estará allí en unos minutos. Entonces
nos adelantaremos y comeremos tu delicioso pastel de unicornio y
abriremos los regalos, ¿de acuerdo?
Unas cuantas lágrimas más, algunos gruñidos y un puñado de
lamentos dramáticos más tarde, Gracie finalmente se siente lo
suficientemente bien como para reunirse con sus amigos afuera. En el
momento en que está rodeada, el dramatismo de sus lágrimas desaparece,
y el enrojecimiento de sus mejillas es el único signo de que ha ocurrido.
—Vaya —digo riendo.
—Dímelo a mí. Cada día es un nuevo drama con ella.
Me tiende una mimosa y acepto el vaso, dando un buen sorbo.
Noventa por ciento de champán, diez por ciento de zumo de naranja.
Justo como me gusta. Y después del fiasco de haber llegado hasta aquí,
necesito el alcohol más que nunca. Especialmente cuando voy a estar
sometida a estar cerca de Hayes por el resto de la tarde.
—Muy bien, salgamos de aquí antes de que mi marido inicie un club
de lucha para niños.
—Lo triste es que puedo imaginarme que eso ocurra en un cien por
ciento. Aunque yo le apuesto a Gracie, esa chica tiene un gancho de derecha
impresionante.
Holly se ríe mientras desliza el pastel fuera de la encimera de la cocina.
El pastel es un unicornio de tamaño natural, con cuerno dorado y brillante,
y parece ser suficiente para alimentar al menos a cincuenta personas, fácil.
—¿Puedes abrir la puerta por mí? Esta cosa pesa una mierda —gruñe,
mientras el pastel se tambalea en sus brazos.
Mantengo la puerta abierta y ella pasa lentamente. Cuando los niños
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se dan cuenta de que lleva un pastel, empiezan a gritar y, de repente, tiene
a toda una guardería delante.
Mis ojos se desvían contra mi voluntad hacia Hayes. Los brazos de su
camiseta negra ajustada abrazan sus bíceps como si fueran a reventar como
una lata de galletas en cualquier momento. Por supuesto, solo yo
compararía los bíceps del jugador de hockey más sexy del mundo con una
lata de galletas.
Con razón estoy soltera.
Con el enjambre de niños que rodean a Holly, Scott y Gracie -junto
con sus padres-, eso nos deja a mí y a Hayes colgados en la sección sin
niños. Estar cerca de él es inevitable, así que me aguanto, como siempre.
Intento ser la mejor persona. ‘Intento’ es la palabra clave. Es casi
imposible estar al lado de un demonio del hockey de dos metros en caquis.
—St. James, hoy pareces especialmente molesta —canta a mi lado.
Levanto la vista para lanzarle una mirada de muerte, y la sonrisa burlona
de sus labios solo se amplía cuando ve el enfado en mi cara. Vive para esta
mierda.
—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? Sinceramente, he
perdido la cuenta. Ya no estamos en la escuela primaria, Hayes. Los apodos
son infantiles.
Cruzo los brazos sobre el pecho y arrastro mis ojos de los suyos,
centrándome en Gracie mientras ella y sus amigos expresan el típico ‘ooh’ y
‘aah’ ante la monstruosidad de pastel que tienen delante. Al menos ella se
divierte. Soy hiperconsciente de que Hayes está a escasos centímetros de
mí, pero me niego a mirarlo a los ojos, apretando la mandíbula con desdén
y fingiendo aburrimiento.
—Ahhh… No seas así, St. James. ¿Qué puedo decir? El nombre se me
quedó grabado. Además, ¿cuántas veces te he dicho que yo voy a hacer
exactamente lo contrario de lo que tú quieres?
Añadan a la lista de cosas que detesto de él, su capacidad para
desquiciarme sólo con su ridiculez infantil. Es algo que obviamente no ha
superado con el tiempo. A diferencia de la mayoría de los hombres, que
dejan la inmadurez en el colegio, Hayes parece haber empeorado en la edad
adulta.
—Lástima, esperaba que hoy estuvieras preocupado por una conejita
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de pacotilla, pero obviamente no puedo tener esa suerte —replico. Obligo a
mis ojos a permanecer en el pastel de cumpleaños, por mucho que a mi
cuerpo traidor le gustaría que lo mirara. No le daré esa satisfacción.
Se burla.
—Eh, tenía que inyectarse los labios o algo así.
Muy apropiado.
Antes de que pueda responder, Scott se acerca con una mirada
curiosa.
—¿De qué están discutiendo ahora?
Mis cejas se levantan, y ofrezco un encogimiento de hombros sin
compromiso.
—Oh, sólo le hago saber a Hayes que su ego ha alcanzado oficialmente
un tamaño astronómico, por si no se había dado cuenta.
Sonrío a Scott, y él se ríe por lo bajo, sacudiendo la cabeza.
—Te lo acabas de perder. Le estaba diciendo a Pechuga aquí presente,
que hay más cosas en la vida que Tinder y tipos que solo duran treinta
segundos —dice Hayes, con un tono orgulloso, como si hubiera dicho la
última palabra.
Se me cae la mandíbula antes de que pueda detener mi reacción.
Imbécil.
—Lo juro, me gustaría que ustedes dos se quitaran esta mierda de
encima follando y siguieran adelante con sus vidas. —Scott se ríe y se gira
para limpiar la parrilla con su cepillo de alambre, dándonos la espalda.
—No lo tocaría ni con un palo de tres metros, y eso es ser amable —
respondo, lanzando una sonrisa ‘ja’ a Hayes, que devuelve la suya.
—No te preocupes St. James, el sentimiento es mutuo. Me gustan mis
mujeres... no locas.
Lo odio. En realidad, ‘odio’ no es una palabra lo suficientemente
fuerte. Detesto su existencia. En medio de nuestra discusión de ida y vuelta,
está claro que hemos olvidado cantar el ‘Cumpleaños feliz’, porque Holly
grita:
—¿Quién quiere pastel? —Y los niños se vuelven locos.
Corta cuadrados y empieza a repartirlos entre todos, y aunque es la
tarta más exagerada que he visto nunca, tiene un aspecto delicioso.
Justo lo que necesito después de lidiar con Hayes.
Por supuesto, los dos cogemos el mismo plato. Lo atraigo hacia mí con
una mueca:
—¿Puedes soltarlo?
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Sus cejas se levantan.
—Estoy seguro de que lo he cogido yo primero, St. James.
Lo jalo hacia mí, y él lo jala hacia él, y vamos de allá para acá, cada
uno lanzándole dagas al otro.
Entonces, de repente él lo suelta, y el plato sale volando, enviando el
enorme trozo de pastel... directamente a mi cara.
Aterriza con un chapoteo, y el glaseado rosa y morado brillante cubre
mi cara, mis pestañas y mi boca.
Hoy si, voy a matarlo.
—Mierda —le oigo murmurar, y cojo otro plato de pastel de la mesa.
Corro hacia él, con toda la fuerza, y le doy una bofetada en la cara con él.
Hay un grito de sorpresa y algunos silbidos, pero ahora estoy tan
enfadada y avergonzada que ni siquiera me importa.
—No acabas de hacer eso —dice él, apartando parte del pastel de su
cara.
—Por supuesto que lo hice. Imbécil.
—Paren, los dos. —Holly nos da servilletas a los dos—. Vayan adentro
y límpiense. Esto es una fiesta de cumpleaños, por el amor de Dios.
Mierda, estaba tan metida en el momento que ni siquiera pensé en
que todos los niños estaban viendo esto.
—Está bien —murmuro y giro sobre mis talones, pisando fuerte hacia
el interior.
Oigo sus pasos y sé que me sigue. Me dirijo al fregadero de la cocina,
cojo una toalla y me limpio el pastel de la cara cuando le oigo burlarse detrás
de mí. Me doy la vuelta, preparada para decirle exactamente lo que pienso
de él, cuando se pone delante de mí, tan cerca que el corazón se me cae al
culo.
—¿Qué estás haciendo? —Murmuro.
Él está demasiado cerca y mi cuerpo reacciona de forma traicionera.
Maldita sea.
Me enjaula con sus brazos, aún con el glaseado untado en sus mejillas
y labios, y luego se inclina más hacia mí.
—¿Quieres jugar, St. James?
Siento su aliento contra mis labios y me recorre un escalofrío. ¿Por
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qué demonios se siente tan bien tenerlo apretado contra mí?
Es el enemigo, y mis hormonas me están convirtiendo en una traidora.
—En realidad, no quiero tener nada que ver contigo. Pero tu ego hace
que eso sea difícil de ver, ¿eh?
Se ríe, tan bajo y ronco que lo siento en mi estómago.
—Creo que quieres una guerra, y nena... y yo juego para ganar.
Se aprieta aún más contra mí y, a menos que haya perdido totalmente
la cabeza, lo que muy bien podría ser verdad, está duro contra mi estómago.
Se inclina más y más hasta que creo que podría besarme, pero la puerta
trasera se abre de golpe y Scott entra, haciendo que nos separemos como si
nos hubieran pillado con las manos en los pantalones del otro.
—¿Ummm… es hora de abrir los regalos? —Scott dice, mirándonos a
los dos con recelo.
—Ya voy. Sólo me estoy quitando el pastel de la cara, gracias al cabrón
de tu mejor amigo —murmuro.
Hayes se ríe, me quita la toalla de las manos y se limpia la cara antes
de lanzármela a la cara y salir por la puerta.
Odio a este hombre.
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finalmente llega a mi regalo envuelto en rosa brillante.
Mira, puede que no sea la persona más maternal del planeta, pero
conozco a mi ahijada y está obsesionada con las Barbies y las DreamHouses.
Así que, siendo la mejor madrina del planeta, le compré su primera Barbie
DreamHouses, con un muñeco Ken y una Barbie descapotable, y estoy
noventa y nueve por ciento segura de que nadie puede superar este regalo.
Gracie rompe el papel como un animal salvaje. Cuando ve la casa, se
queda boquiabierta y sus ojos se abren como platos.
—¡Tía SOPHHHHHIE! —grita, y luego corre hacia mí y me abraza como
un jugador de futbol americano—. ¡Gracias, gracias, gracias!
Le doy un beso rápido y la llevo de vuelta a la mesa, donde espera los
siguientes regalos de su madre.
Aprovechando la ocasión, sonrío a Hayes, que parece molesto. ¡Ja!
Puede que tenga más dinero que todos los de esta fiesta juntos, pero nadie
conoce a Gracie como yo.
Ella revisa los regalos en un tiempo récord, hasta que llega a la última
caja.
—Bien Gracie Pu, este es el último. Parece que es del tío Hayes. —
Holly le da una caja de tamaño medio que vi que Hayes llevaba a la fiesta
antes, mientras yo me ocupaba del fiasco de los globos.
Sus pequeñas manos rasgan el papel, y una vez que lo ha sacado de
la parte superior, grita tan fuerte que estoy segura de que va a reventar el
tímpano de alguien:
—¡Un iPad! Tío Hayes, ¡oh, Dios mío!
Ella corre hacia él, y él la atrapa, levantándola del suelo, de repente
el héroe de mi niña.
—¡Es el mejor regalo de cumpleaños de la historia! —grita ella,
echándole los brazos al cuello.
—Bueno, supongo que entonces no debería mencionar la flamante
bicicleta que estacioné frente a la casa. ¿La de las borlas rosas de la que me
enviaste una foto?
Me burlo de su tono. Por supuesto que intentaría superarme en la
fiesta de cumpleaños de nuestra ahijada. Típico de Hayes. Siempre tiene que
ser el mejor de la habitación. Acabo de ser superada por el atleta profesional
imbécil a causa de borlas rosas.
Maldita sea.
¿Recuerdan el ego que mencioné? Es arrogante y egocéntrico, y eso
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sólo hace que lo odie más.
Pongo una sonrisa falsa y forzada cuando ella chilla y sale corriendo
hacia el frente, con la manada de niños siguiéndola.
—Imbécil —le escupo, metiéndome en su espacio hasta que quedamos
frente a frente.
Él sonríe, encogiéndose de hombros:
—Qué puedo decir, el tío Hayes siempre cumple. —Sus palabras están
llenas de insinuaciones y me dan ganas de darle un puñetazo en la cara. Si
no estuviéramos en la fiesta de cumpleaños de nuestra ahijada, lo haría.
Ahora mismo, preferiría darle un rodillazo en la polla, pero tal y como están
las cosas, no me imagino que eso vaya a parecerle bien a Scott y a Hol.
—Sé una muñeca y trae esto adentro. —Hayes me pone en los brazos
el cuenco vacío que contenía la carne para la parrilla y pasa por delante de
mí hacia Gracie, donde la coge en brazos y la hace girar. Para ser alguien
tan molesto, es bueno con los niños.
Considero la posibilidad de golpear el cuenco en su cabeza, pero me
lo pienso dos veces cuando miro hacia arriba y veo a Holly mirándome. Algo
me dice que si fallara y golpeara de algún modo el cristal del patio trasero,
Holly no sería tan indulgente.
Bien.
Inspirando profundamente, para calmarme un poco, entro en casa y
meto el cuenco en el lavavajillas.
Sólo un poco más, me digo. En treinta minutos, una hora como
máximo, Hayes estará de vuelta en su jet privado, regresando a la vida de
los ricos y famosos, y yo no tendré que estar cerca de él. Estoy segura de
que su cara aparecerá en las portadas de la prensa sensacionalista, ya que
parece que no puede mantenerse alejado de los problemas, pero puedo
sacarlo de mi mente y fingir que no existe.
O eso es lo que me digo a mí misma.
Quizá un día de estos me lo crea de verdad.
29
Cuatro
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Hayes
Dos días después, Sophia St. James todavía sigue invadiendo mis
pensamientos. Hacía tiempo que no la veía y había olvidado lo atractiva que
era. Lo molesta que era. Sorprendentemente, las dos cosas van de la mano
cuando Sophia está involucrada. Parece que su disgusto por mí sólo ha
aumentado en el tiempo que hemos estado sin vernos. Lo que está bien para
mí. Con gusto jugaré mi parte en el juego que ella ha establecido para
nosotros dos.
Mi mente se llena de nuevo con la imagen de Sophia en la fiesta de
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cumpleaños, con los puños apretados a los lados mientras me miraba. Una
cosa tan pequeña estando tan llena de furia. Joder, es tan pequeña que
podría echármela al hombro sin sudar.
Su larga melena rubia pide el agarre de mi puño. Gimo para mis
adentros y mis pensamientos se dirigen a su culo y como no es bueno lo
bien que le quedan esos vaqueros. ¿Qué? Soy un hombre, así que
demándenme. ¿Y al segundo en que abre su boca? Vuelvo a gemir. Me había
olvidado por completo de esos redondos y gruesos...
—¿Necesitas otra cerveza Hayes? —La pregunta de Scott interrumpe
mis reflexiones. Sacudo la cabeza para librarme de cualquier pensamiento
sobre St. James.
—No, todavía tengo en ésta. Pero gracias. —Levanto mi cerveza para
mostrarle a Scott la botella medio llena.
Vuelve a entrar en la cocina mientras yo me siento frente a la enorme
mesa redonda que ha montado fuera en su patio. La ‘noche de chicos’ está
oficialmente en pleno apogeo. Ha enviado a los pequeños terrores de sus
hijos a casa de sus padres, ha echado a Holly a la casa de St. James, estoy
seguro, y ahora está a punto de empezar la noche de póquer. Algunos de
nuestros amigos de la escuela secundaria van a venir, y eso es lo que me
gusta de volver a casa. Aunque el hockey predomina mi vida en más de un
aspecto, siempre puedo volver a casa y saber que los chicos no me tratarán
de forma diferente, y siempre tendré un lugar aquí para la noche de póquer.
Con mi horario y las mierdas sociales que mi agente me programa, estos
días son pocos y muy espaciados. Echo de menos la sencillez de mi ciudad
natal, pero no lo suficiente como para volver permanentemente.
—Los chicos deberían llegar pronto. —Scott se deja caer en la silla
junto a mí y saca la vieja baraja de cartas de la mesa, la misma baraja que
tenemos desde el último año. Las esquinas están desgastadas y amarillentas
de más de diez años de uso. Solíamos colarnos en el sótano de sus padres
en el instituto y apostar los ahorros de toda una vida después de un partido
de hockey. Scott es un imbécil sentimental de ese estilo. Nunca ha sido de
los que dejan atrás el pasado.
—Entonces, ¿cómo es la vida de los famosos?
Pongo los ojos en blanco y me burlo:
—Kyle está más pendiente de mí que nunca. Dice que tengo que
ponerme las pilas antes de que la liga me eche.
Scott asiente y da un largo trago a su cerveza, mirando hacia el patio
trasero. Se queda en silencio un momento antes de hablar. Prácticamente
puedo ver las ruedas girando en la cabeza de mi mejor amigo. Lo conozco
31
desde hace tiempo y lo conozco mejor que nadie.
—Has salido mucho en las revistas amarillistas, Hayes. ¿Qué coño te
pasa? Estás por ahí persiguiendo conejitas de Hockey como si estuviéramos
en la universidad otra vez. Amigo, tenemos casi treinta años.
Sabía que esto iba a pasar, pero no disminuyó el golpe de sus
palabras.
—Sólo me estoy divirtiendo, amigo. Enfiestado antes de estar atado
como tú, firmándole mi vida a alguien más. Parece que todo el mundo aquí
está casado y tiene hijos, y de sólo pensarlo me produce urticaria. No estoy
hecho para esa mierda.
—Lo entiendo. Pero deja de pensar en el matrimonio como una
sentencia de muerte. Holly y los niños son lo mejor que me ha pasado. No
lo cambiaría por nada, y menos por perseguir a unas conejitas que sólo te
quieren por lo que les puedes dar. Vamos, hombre. Sólo estoy preocupado
por ti. Holly está preocupada por ti. Especialmente con la mierda de tu
hombro. No te estás volviendo más joven, hombre. Tienes que empezar a
cuidarte. —Su mirada se clava en mí, golpeándome en un punto blando de
mi pecho de una manera para la que no estaba preparado.
Aparte de mis padres, Scott, Holly y sus hijos son lo más parecido a
una familia que tengo, y odio, joder, estar decepcionándolos.
—Estoy bien. Lo estoy controlando. Kyle ya me ha dado un sermón.
No más conejitas de Hockey, no más fiestas. He estado descansando,
elevando mi hombro y haciendo los ejercicios que me dio. Todo va a estar
bien. —Separo mi mirada de la suya y doy un trago a mi cerveza, dejando
que el líquido ámbar se deslice por mi garganta como distracción.
—Bueno, ya que estás dando un giro a tu vida y todo eso, tengo un
favor que pedirte.
Le devuelvo la mirada, y tiene una sonrisa de comemierda. Antes de
que haga su petición, sé que lo voy a hacer. El cabrón me ha arrastrado con
el sermón de la decepción.
—Dímelo.
—Holly necesita a alguien que haga una sesión de estilo para un gran
proveedor que está interesado en trabajar con ella. Hacen vestidos de novia
y esmóquines a medida. Sería una sesión fácil de una hora de duración, y
obtendrás buena nota de prensa por ello. Y todos sabemos lo bien que te ves
en un traje, trasero de acero.
—Mierda, Scott, cualquier otra cosa. Seré tu chico que limpia la
piscina. Te cortaré el césped. ¿Necesitas una cita nocturna? Haré de niñera.
Él sabe lo mucho que detesto estar ante una cámara, ya que las
malditas cosas me apuntan constantemente, capturando cada aspecto de
mi vida. Sucede que Holly es fotógrafa. Afortunadamente, hace casi siempre
32
cosas de familia, pero aparentemente, se está diversificando.
—Una hora. Como máximo. Por una vez, necesitas estar ante una
cámara haciendo algo más que ser atrapado con una conejita, literal y
figurativamente.
—Sabes que nunca sacamos a relucir el vídeo sexual.
Se encoge de hombros, sus cejas se levantan mientras una sonrisa se
dibuja en la comisura de sus labios,
—Voy a sacar el tema a menos que digas que sí.
—Joder. —Gimoteo, dejando caer la cabeza hacia atrás.
Me agarró. Jaque Mate.
—Bien. Pero tú vas a hablar con Kyle sobre ello. Ya he tenido
suficientes regaños por este mes.
—Ya lo hice.
Genial.
No ofrece ninguna otra información mientras nuestros amigos
atraviesan las puertas francesas, gritando, dándome palmadas en la espalda
y hablando de estadísticas. No sé a qué demonios me he ofrecido.
33
Cinco
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Sophia
—No puedo creer que me haya dejado convencer para hacer esto. En
serio... no puedo creer que esté aquí. —Gimoteo.
—Deja de hablar y aspira para que ella pueda apretarlo —me reprende
Holly, mientras sonríe cuando una asistente de vestuario de veintitantos
años me arranca el aire de los pulmones mientras tira de las cuerdas del
corsé demasiado apretado. De alguna manera, Holly me ha convencido para
que haga una ‘sesión de estilo’ con ella para un nuevo proveedor con el que
está intentando trabajar desesperadamente. Sus modelos ‘habituales’ no
34
estaban disponibles, y el proveedor pidió a última hora que se hiciera.
Hizo falta mucho vino y aún más sentimiento de culpa, pero ahora...
aquí estoy. Quiero a mi mejor amiga, de verdad. Es sólo que a veces quiero
darle un puñetazo por todas las ideas que tiene y en las que me mete.
Siempre soy su conejillo de indias.
—Recuérdame otra vez exactamente por qué acepté hacer esto.
Mis ojos recorren el espejo de cuerpo entero que tengo delante. Hay
cuatro paneles de vidrio que se alinean en las paredes, mostrando la
habitación. Como si tuviera que parecer más atractiva, al estar escondida
dentro de un yate que cuesta más dinero del que probablemente veré en
toda mi vida. Se me revuelve el estómago al ver cuánto dinero cuesta esta
cosa, o cuánto cuesta este vestido en el que no puedo respirar.
Al parecer, el proveedor con el que trabaja Holly quería una sesión de
fotos de boda en el mar en este yate. A mí me parece tan grandioso, pero
puedo ver en los ojos de Holly lo mucho que esto significa para ella, así que
soy masilla en sus bien entrenadas manos.
Y seamos realistas, ¿qué más tengo que hacer hoy? He estado en casa
en pijama, comiendo helado en el sofá y viendo la serie New Girl. Qué vida
tan emocionante la mía.
—Porque eres mi mejor amiga y me quieres —canta, dando una vuelta
por la espaciosa habitación que está debajo de la cubierta y suspirando
cuando ve el techo forrado de espejos también—. Definitivamente tenemos
que hacer algunas fotos en esta habitación. Es algo que grita 'salvaje y
desinhibido'.
Mis cejas se fruncen con auténtica confusión:
—¿Lo grita? Hablando de eso... ¿Dónde está el novio con el que se
supone que me van a fotografiar?
Sus ojos se dirigen a los míos y se entretiene con su cámara.
—Bueno, vamos a avanzar y zarpar y él se reunirá con nosotros allí
viniendo en un barco más pequeño. Hubo un pequeño retraso, y todavía
tenemos que terminar de prepararte.
—Ooooookay —bromeo, y el asistente tira aún más de las cuerdas del
corsé. Aunque me siento como si estuviera empaquetada en esta talla 4, al
mirarme en el espejo no puedo evitar notar cómo me favorece al cuerpo. Me
aprieta como un guante y definitivamente me constriñe la respiración, pero
me abraza las caderas en todos los lugares adecuados. Me veo como una
sirena, así que mis caderas son prominentes y mi cintura es diminuta
35
gracias al corsé.
—Estás muy guapa —dice Holly, con los ojos encendidos—. ¡Esto va
a ser increíble!
El asistente que está detrás de mí la mira, pero sale corriendo sin decir
nada más. De repente, el yate se tambalea y me doy cuenta de que debemos
estar moviéndonos.
—¡Y nos vamos!
Se me revuelve el estómago, en parte por el vestido y en parte por el
repentino balanceo del yate. Incluso lo que estoy segura de que es un yate
de un millón de dólares no supera los movimientos irregulares de un barco
cuando se dirige al mar.
—Ahora, es hora de maquillarse —dice Holly, sosteniendo el enorme
saco de maquillaje que ha traído de casa.
—Yupi —murmuro sarcásticamente, y me dejo caer en la silla que ella
ha movido amablemente detrás de mí. El movimiento es incómodo y más
bien una caída, ya que no puedo doblar exactamente la cintura. Cada
segundo que paso en esta habitación bajo cubierta, me pongo más nerviosa
y ansiosa por esta sesión con un desconocido.
Holly pasa los siguientes 20 minutos más o menos maquillándome, y
cuando termina y me pone de cara a los espejos, se me cae la mandíbula.
Estoy... preciosa. Por primera vez desde que me rompieron el corazón y me
hicieron pedazos, me siento yo misma. Mis ojos son de un azul brillante,
vibrante bajo las sombras neutras de mis párpados. Están enmarcados por
las gruesas pestañas negras que me ha pegado, lo que me hace parecer
recatada y seductora sin siquiera intentarlo. Estoy sorprendida.
—Joder, Soph, estás increíble. El vestido, el maquillaje, el pelo. Todo.
Trago grueso, forzando la réplica de auto-crítica corporal que amenaza
con salir de mis labios por costumbre, un hábito que parece haberse
desarrollado recientemente. Ya no me siento lo suficientemente bien, ni para
mí ni para nadie. Por eso los hombres engañan, ¿no? Porque encuentran
una versión más joven y atractiva que tú nunca serás.
—¿Soph? —Holly dice, interrumpiendo mis pensamientos.
—Sí, lo siento. Estaba metida en mi cabeza. Se ve increíble, Hol,
gracias.
Mi voz es sincera, y las lágrimas amenazan con derramarse sobre mi
cara recién maquillada. Respira, Soph, no es el momento de perder la cabeza.
—Bien, debemos estar llegando a nuestro destino. Voy a subir a
36
chequear todo. Quédate aquí y vuelvo enseguida.
Segundos después, se va, subiendo las escaleras de caracol que llevan
a la cubierta. Bueno, está bien. Una vez que estoy sola, miro la habitación
en la que me ha dejado. Obviamente es la suite principal del yate y
casualmente más grande que todo mi apartamento. Bueno, tal vez no, pero
definitivamente se acerca. Los espejos del techo le dan un cierto... ambiente.
Ahora que lo pienso, parece el lugar perfecto para sexo caliente y sudoroso.
Lástima que seamos Bob y yo de por vida. Él no es tan malo, pero creo
que puede ser el momento para una mejora.
Oigo un movimiento en la cubierta, seguido del sonido de un motor.
Debe de ser mi novio que llega, y quien lo haya traído se va de regreso.
Recojo mi teléfono de la mesa cercana y abro mis redes sociales, haciendo
scroll y esperando pacientemente a que Holly vuelva y me ayude a subir las
escaleras con este monstruoso vestido.
Cinco minutos se convierten en diez... luego en veinte, y después en
cuarenta minutos. Me duele la espalda por la incómoda posición en la que
he estado, así que me pongo de pie y estiro los brazos.
¿Dónde está Holly? Ha pasado una eternidad.
Camino por la habitación, agradeciendo que el vestido parezca
haberse estirado un poco en los cuarenta minutos que he estado sentada.
Ahora puedo respirar un poco mejor. Paso los dedos por las sábanas de
satén de la cama. Joder, dormir en eso ha de ser como dormir en una nube
de algodón. Llego a las escaleras y miro la puerta agrietada de arriba.
A la mierda. Llevo una eternidad aquí abajo. Recogiendo la cola del
vestido, me quito los tacones de los pies, los tiro al suelo junto a la escalera
y subo lentamente cada escalón. El vestido me aprieta tanto las piernas que
apenas puedo subir cada peldaño.
Dios, ¿cómo puede la gente usar estos vestidos? No puedo imaginarme
casarme delante de cientos de personas y tener que estar metida en esta
cosa durante horas. Hablando de estar dentro de una lata de masa para
panecillos, porque en el momento en que mi culo intentara soltarse como si
fuera caliente en esa pista de baile, todo el mundo tendría una vista de este
panecillo. Literalmente.
Finalmente llego a la puerta y la abro de un empujón, casi perdiendo
el equilibrio, pero afortunadamente me enderezo justo antes de caer contra
la pared. El sol brilla con fuerza. Siento su cálido beso en la parte superior
de mis hombros, que están a la vista. No veo a nadie en la cubierta, ni a
Holly, ni al capitán... a nadie. Parece casi... desierta.
Ahora estoy nerviosa. ¿Ha pasado algo? ¿Nos atacado los piratas? Mi
37
mente piensa inmediatamente en Piratas del Caribe y en un delicioso
Johnny Depp, y entonces me doy cuenta de lo totalmente ridículo que
suena. Pero mientras camino por la cubierta de madera, no veo a nadie.
¿Qué demonios? ¿Dónde está Holly?
Un ruido detrás de mí me hace dar la vuelta, tan rápido como puedo
con esta faja de vestido, y para mi absoluta sorpresa, me encuentro cara a
cara con Hayes. Que casualmente lleva un esmoquin que parece diseñado a
la medida de su cuerpo.
Entonces, me doy cuenta. Él parece igual de sorprendido de verme.
Oh, no. Oh, no, no, no.
Me quejo con un gruñido antes de cortarlo con la mirada:
—Por favor, dime que Holly no te convenció de esto y que, de alguna
manera, acabaste en el barco equivocado.
Su hermoso rostro estalla en una mirada de confusión,
—No... pero Scott lo hizo.
Genial. Esto es simplemente genial.
Dejo a Hayes allí para buscar por el resto del yate y quien lo iba a
decir, está desierto. No hay ni un solo pasajero a la vista, excepto yo misma
y la persona a la que tal vez acabe empujando por la borda y fingiendo que
nunca estuvo aquí en primer lugar.
Hayes se acerca mientras me dejo caer en una banca de la cubierta
exterior y me paso las manos por el pelo.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde está el fotógrafo? —me pregunta.
Lo miro, decidida a no dejar que mis ojos bajen por su cuerpo para
ver cómo su traje a medida abraza cada músculo de una forma que debería
ser ilegal.
Me niego.
—No hay ningún fotógrafo, Hayes. —Murmuro. No puedo creer que
haya dejado que ella me convenciera de esta mierda, sólo para que nos
engañara a los dos. Fácilmente.
—¿Qué quieres decir?
Mira el océano que nos rodea, y no hay nada a la vista. Estamos tan
lejos dentro del mar que ni siquiera se ve la costa. El viento se levanta y veo
un trozo de papel pegado a la cabina del capitán que sopla con la brisa.
Me acerco a él y lo arranco, reconociendo la desordenada letra de
garabato de Holly.
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Soph y Hayes,
A estas alturas, probablemente se habrán dado cuenta de que están
atrapados. Juntos. En este yate. Durante las próximas veinticuatro horas.
Llámalo... intuición, pero Scott y yo nos hemos dado cuenta de que
ustedes dos tienen "algo" que resolver, y siendo los grandes amigos que
somos... lo hemos empujado a ello.
No se preocupen, están anclados en un lugar seguro (lo siento, pero no
hay llaves), y hay suficiente comida y agua para una semana. También hay
mucho vino y bourbon.
Nos vemos mañana por la noche, y espero que para entonces hayan
hablado -o utilizado esos espejos- y todos podamos respirar más tranquilos.
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Preferiría estar cara a cara con el gilipollas de mi ex prometido que
estar atrapada en este barco con Hayes y su astronómico ego. La idea hace
que se me retuerza el estómago. Y como estoy evitando las emociones, no
estoy preparada para descifrar lo que eso significa.
—Sabía que él estaba tramando algo. Maldita sea —dice, deshaciendo
el lazo del corbatín de su cuello con fervor y dejándose caer en el asiento de
la banca de la que acabo de levantarme.
—Entonces, ¿qué... estamos varados aquí? —grito, la dura realidad de
nuestra situación se asienta sobre mí.
—¿Qué quieres que yo haga, St. James? Ellos tienen las llaves y yo no
tengo teléfono. ¿Y tú?
Mis ojos se abren de par en par cuando caigo en la cuenta de que mi
teléfono tiene 2% de batería por mis cuarenta y cinco minutos de búsqueda
en redes sociales y el hecho de que me desmayé en el sofá después de mi
atracón de vino, helado y la serie New Girl de anoche.
Maldita sea.
—Está muerto.
Se burla.
—Por supuesto que lo está. Parece que estamos atrapados durante las
próximas veinticuatro horas, y a menos que quieras saltar por la borda y
nadar hasta la orilla, no vamos a ir a ninguna parte. —Aprieta la mandíbula
y veo cómo los músculos se tensan mientras aprieta los dientes.
Obviamente, Hayes no quiere tener nada que ver conmigo, y el sentimiento
es mutuo.
—No, pero me encantaría empujarte por la borda y pasar las próximas
veinticuatro horas tomando el sol y bebiendo vino. No me tientes.
—Claro, a ver hasta dónde llegas con ese vestido. ¿Qué hicieron, te lo
pintaron sobre tu cuerpo? —Sus ojos se arrastran por mi cuerpo en una
lenta inspección. No veo ni una pizca de aprecio... más que nada molestia.
Que se joda. Me veo muy bien con este vestido. Sé que su gusto es
más... sin clase.
—Cierto, olvido que ver a una mujer vestida de novia frente a ti es
como ¿tu mayor miedo? Por el miedo al compromiso y todo eso, ¿verdad
Hayes? El gran Hayes Davis, demasiado asustado para hacer cualquier cosa
que no sea meter su palo de hockey en las conejitas.
Sus ojos se endurecen.
—¿Siguiéndome los pasos, St. James? Parece que sabes mucho de mi
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vida para afirmar que me odias tanto como lo haces.
Me pongo de pie bruscamente, terminando con las discusiones entre
nosotros. Mis nervios están a flor de piel, y ahora que realmente no voy a
usar este vestido, necesito salir de él.
El sol empieza a ponerse y mi estómago ruge como si tuviera un
temporizador, recordándome que no he comido nada desde el almuerzo. Si
quiero salir de este barco sin perder la cabeza o ir a la cárcel por asesinato,
necesito todo el vino que pueda conseguir.
—¿Te vas tan pronto? —Hayes bromea, levantándose al mismo tiempo
que yo y acercándose para ponerse a mi lado. Se eleva por encima de mí, y
tengo que inclinar el cuello para verlo. La diferencia de altura entre nosotros
es ridícula, aunque no me había dado cuenta hasta ahora.
—A cualquier lugar a donde no estés tú. Es un gran yate. Estoy segura
de que hay mucho espacio para evitarnos completamente. —Cruzo los
brazos, y sus ojos bajan a mi pecho por un breve momento antes de
arrastrarlos de nuevo para mirarme fijamente a los ojos.
—Haz lo que quieras, St. James, pero yo me voy a emborrachar. Voy
a tener que hacerlo ya que tengo que lidiar contigo durante las próximas
veinticuatro horas.
Me pasa de largo, dejándome de pie en la cubierta con la boca abierta.
Oh, ¿para lidiar conmigo?
Estoy hirviendo. Estoy hambrienta. Y sin opciones.
Me guste o no, estoy atrapada con Hayes durante las próximas
veinticuatro horas, a menos que quiera arriesgarme a ser comida por un
tiburón e intentar nadar de vuelta a la orilla.
Lo que podría no ser tan mala idea en este punto.
41
Seis
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Hayes
Que me jodan.
El peor de los escenarios es que yo esté en la misma habitación que
Sophia durante un largo periodo de tiempo. ¿Esto?
¿Abandonados en medio del maldito océano durante las próximas
veinticuatro horas?
Catastrófico.
Joder. Arrastro la mano por mi cara en señal de frustración mientras
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voy en busca de una botella de bourbon. Necesito un trago, y necesito salir
de este maldito yate. Necesito un maldito océano entre Sophia St. James y
yo. Encuentro la cocina bajo cubierta a través de la puerta de la que
aparentemente acaba de salir ella. Echando un vistazo a las habitaciones,
veo una cocina de tamaño decente, un enorme dormitorio y un cuarto de
baño, con una ducha del tamaño de la mayoría de los dormitorios pequeños.
En otras circunstancias, me gustaría estar varado en un yate como éste,
pero resulta que estoy varado con una espina del tamaño de Canadá clavada
en el costado.
Su boca. Cada vez que la abre, tengo que apretar los puños a mi lado
para no arrojarla sobre mi regazo y azotar su culo hasta que esté tan rojo
como su cara cuando se enfada. Una mujer exasperante, testaruda y
obstinada. Tiene suficiente temperamento para toda una puta vida, y no
puede abrir la boca sin intentar cabrearme con un golpe bajo.
Sea cual sea su problema conmigo, sólo ha empeorado con el tiempo.
Encuentro el bourbon en un estante junto a la nevera de acero
inoxidable. La botella de cristal tiene vasos perfectamente colocados al lado,
y no puedo servirlo lo suficientemente rápido. Me sirvo dos dedos y me los
trago de una vez, sin molestarme en saborear el licor.
No bromeaba cuando dije que la única manera de que los dos
salgamos de este barco es si puedo beber hasta dormirme para no tener que
escuchar lo que sale de su boca. Si no, seguramente voy a tirar su culo por
la borda como comida para peces.
Joder, ahora me estoy imaginando su culo con ese vestido. Se ciñe
tanto a su cuerpo que puedo distinguir los dos hoyuelos en la base de su
columna vertebral, justo encima de los deliciosos globos a los que quiero
insertar los dientes. Después de sacarle esa mala actitud a nalgadas.
Por suerte, el portazo detrás de mí interrumpe mis pensamientos. Y
aquí viene Sophia, pisando fuerte hacia mí.
—Mira, vamos a hacer esto lo más fácil y de la forma menos dolorosa
posible. Tú te quedas en tu lado del yate y yo en el mío.
Sonrío y bebo otros dos dedos de bourbon, dejando que la quemadura
resuene esta vez.
—Va a ser un poco difícil hacer eso, St. James. Sólo hay una cama. —
Le hago un gesto con la cabeza hacia la cama de al lado. Sus ojos se dirigen
a la cama y vuelven a mirarme dos veces antes de hablar.
—No, como el infierno que no. Tú dormirás en el suelo.
—¿Quién ha hablado de dormir? —Pregunto.
Ella chilla antes de coger lo más cercano, que resulta ser un rizador,
y me lo lanza a la cabeza. Me agacho a tiempo y la plancha cae al suelo
detrás de mí con un fuerte ruido.
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—Hmm, tal vez quieras trabajar en tu puntería. Demasiado a la
izquierda. A mí se me da bien meterla en agujeros estrechos; ¿quieres una
clase? —Sonrío y paso junto a ella.
—No te metas en mi camino, Hayes. Sube y haz... cualquier cosa
menos molestarme.
No respondo, subo las escaleras que llevan de nuevo a la cubierta y
dejo que la puerta se cierre de golpe tras de mí.
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Ahora mismo, borracha como una puta cuba, es... tolerable.
Por ahora.
Es su turno de burlarse.
—Pfffff, como si no lo recordaras. ¿Podemos no ir por el carril de los
recuerdos? Prefiero tirarme al mar. Gracias. —Se levanta, tambaleándose, y
tengo que alargar la mano para sujetarla. Mi mano agarra su muslo y un
escalofrío me recorre cuando su carne suave y blanca como la leche se
extiende bajo mi mano. Tan pequeña. Del tamaño de la diversión, pero sin
la diversión.
Cuando se congela bajo mi contacto, me aclaro la garganta y suelto la
mano de su piel, y me pongo de pie.
—Creo que necesitamos más chupito —le digo, sonriendo.
Ella asiente con la cabeza.
—Sí, y música.
Así es como acabamos bajo la cubierta con el sonido envolvente del
yate vibrando a través de los enormes altavoces. Mi primer error fue dejar
que Sophia eligiera la música. Llevamos treinta minutos escuchando éxitos
de los noventa. He reclamado una silla en la mesa del comedor mientras
veía cómo sus caderas se balanceaban al ritmo del rock alternativo.
—Me encanta esta canción, joder —dice agarrando un micrófono
invisible. Genial, otra serenata de los Backstreet Boys.
No puedo evitar la carcajada que se me escapa: parece absurda
cantando en un micrófono hecho de aire, como si fuera el centro del
escenario en un estadio con las entradas agotadas.
—Levántate, ven a bailar, vamos.
—Claro que no, St. James. El espectáculo es perfecto desde esta silla.
Sus mejillas se calientan con mi cumplido. La verdad es que si me
levanto de esta silla, voy a enredar mis manos en sus largos mechones de
cabellos color miel, atraerla hacia mí y besarla hasta que no pueda respirar.
Llámalo como quieras. Tal vez sea el licor que corre por mis venas, o
las inclinaciones de sus caderas que piden malas decisiones, pero he estado
sentado en esta silla con una erección durante los últimos treinta minutos.
Con cada trago que tomamos, la encuentro menos molesta y más atractiva.
En realidad, eso es mentira. Siempre ha sido jodidamente hermosa. Pero sin
su mala actitud, me encuentro más atraído por ella que nunca.
—Bien. Tú te lo pierdes. —Canta junto a otra banda de chicos
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mientras yo me río, dando un sorbo a mi bebida. Los truenos suenan en la
distancia y el yate se tambalea segundos después, justo antes de que se
corte la electricidad.
Sophia grita y se lanza hacia mí, saltando sobre mi regazo. Sus brazos
vuelan hacia mi cuello, donde se aferra a la vida. La Sophia borracha es una
Sophia despreocupada.
—Qué mierda —susurra.
Me río.
—Viene la tormenta. Estamos en un yate, St. James. ¿Qué esperas?
El generador se pondrá en marcha en un minuto.
Sus ojos, profundos y azules, se abren de par en par mientras miran
fijamente los míos. El aire de la habitación cambia, y no es por la tormenta
de fuera. Hay una tormenta en esta habitación, y la forma en que sus dedos
recorren distraídamente el pelo de mi nuca no hace más que empujarme
más y más hacia el borde sobre el que estamos colgando. Un borde sobre el
que no tenemos nada que hacer.
La tensión es palpable. Quiero agarrarla, manipularla y hacerla….
malditamente mía, ahora mismo. Con tequila o sin él, no importa. Mi
corazón se acelera en mi pecho al pensar en tenerla debajo de mí,
retorciéndose de deseo.
Lo último que necesitamos Sophia y yo es algo desordenado que no
tenga arreglo. Compartimos mejores amigos y ahijados, y tenemos vidas
enredadas. No necesitamos otra razón para odiarnos. O una razón más para
hacer las cosas incómodas cuando nos vemos obligados a estar cerca el uno
del otro.
Ahora mismo, no odio en absoluto a Sophia St. James ni a su boca..
Al contrario, quiero que envuelva mi polla, con sus labios rosados y carnosos
en forma de "O" perfecta, mientras me toma hasta su garganta.
Dios bendiga a América.
Sé que ella puede sentir lo duro que estoy, pero no me importa una
mierda ahora mismo. Estoy perdido en sus ojos del color del océano. Estoy
en medio del océano con la chica que es mi enemiga, y ahora la deseo, y no
me importan las secuelas ni las consecuencias.
—Hayes... —Su tono es una advertencia, firme, pero no del todo. No
hay una pizca de convicción en sus palabras. Es una advertencia de que ella
está tan embelesada como yo. Porque esto no es lo que ninguno de nosotros
querría si estuviéramos sobrios.
Pero, ¿es esa la verdad? ¿Ya no desearía a St. James si yo no tuviera
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una botella entera de bourbon dentro de mi organismo?
Coloco mis manos en su pequeña cintura y la levanto, poniéndola de
pie.
—Voy a comprobar fuera y asegurarme de que todo está bien.
Ella asiente con la cabeza, mordiéndose el interior de la mejilla pero
sin decir nada. Siento sus ojos clavados en mí mientras subo las escaleras
y, sólo cuando la puerta se cierra tras de mí, siento que la tensión se
disuelve.
Dios, Hayes. Cálmate de una puta vez. Esta mierda es exactamente lo
que Holly y Scott querían, y me niego a darles la satisfacción después de la
mierda engañosa que hicieron para traernos aquí.
Una vez fuera, la lluvia lateral me asalta en cuanto abro la puerta. El
viento sopla con tanta fuerza que tengo que agarrarme a la barandilla para
no perder pie en la resbaladiza cubierta empapada de lluvia.
Woaaa.
Está tan oscuro que no puedo ver mucho alrededor del yate, pero los
truenos suenan y los relámpagos iluminan el cielo. Todo lo que puedo ver a
kilómetros es oscuridad negra como el carbón. Las olas se balancean y se
agitan de un lado a otro, tirando del barco en diferentes direcciones. Es una
tormenta fuerte, pero no una que me obligue a llamar por radio.
He estado navegando desde que era un niño. Puedo manejar esto. Si
por un segundo, pensara que no puedo, nos llevaría a la orilla, pero una
parte de mí quiere esperar a que pase la noche y ver a dónde nos lleva. Por
la razón que sea. Lo achaco al nivel de embriaguez que tengo, y para nada
al hecho de que mi polla le haya cogido gusto a Sophia St. James.
Una vez dentro nuevamente, me desabrocho la camisa de botones
blanca, ya no almidonada, y me la saco de los hombros. Cae en un bulto
empapado en el suelo. Hay algunas lámparas a pilas que hemos encendido
por toda la suite, pero el generador no se ha puesto en marcha. Joder, me
duele el hombro. Debe ser la tormenta.
—Antes de que nuestros mejores amigos decidieran dejarnos varados,
atrapados por un engaño en un yate en medio del Atlántico, deberían
comprobar el maldito clima. —grita Sophia, caminando de un lado a otro en
la alfombra de felpa. Es evidente que está agotada e incluso, en su estado
de embriaguez, tensa y ansiosa.
—Sophia —me acerco hasta situarme justo delante de ella y le pongo
las manos en los brazos para que deje de pasearse—. Vas a hacer un agujero
en la alfombra. Todo está bien. Es sólo una tormenta, ya pasará y podrás
seguir odiándome mañana.
Eso la hace sonreír, sus labios regordetes se levantan en la esquina
mientras trata de reprimir la sonrisa. 47
—Por ahora, todavía hay una botella entera de tequila que lleva
nuestros nombres. Yo, Hayes Davis, reto a La Gran Sophia St. James a una
competencia de tequila. El que pierda tiene que salir a comprobar el
generador.
Sus ojos se abren de par en par y un escalofrío recorre su cuerpo.
—Yo no voy a subir, Davis.
Me encojo de hombros.
—Pues mejor que sientes tu culito caliente ahí mismo y cojas un
limón, porque te voy a ganar fácilmente en esta competencia.
Ella suelta una risita, luego salta hacia la silla y se sienta, dando una
palmada en la mesa.
—Tú te lo has buscado.
Una hora después, los dos estamos completamente borrachos.
—¡Otro! —exige ella, que traga el líquido transparente sin hacer ni
siquiera una mueca y deja el vaso de chupito sobre la mesa.
—Joder, tú ganas —miento, apartando el último chupito. En primer
lugar, no me fío de que su culo borracho no se vaya a caer por la borda en
la cubierta, incluso sin que haya una tormenta como ésta, y no me apetece
ir tras ella.
En segundo lugar, he tomado suficiente tequila para toda la vida. Mis
ojos se dirigen a la botella ya vacía y me doy cuenta de la maldita resaca que
vamos a tener los dos mañana. Lo último que quiero hacer es limpiar vómito
esta noche.
—Te dije que ganaría. ¡Tú eres el perdedor! Levántate y ve arriba. —
Se acerca a donde estoy sentada y me tira del brazo, intentando levantarme
de la silla. Es cómico, ya que tengo muchos centímetros más que ella.
Una ola particularmente grande golpea, haciendo que el barco se
tambalee y que Sophia tropiece, arrastrándome con ella. Afortunadamente.
Tengo los reflejos de una jodida bailarina y mis manos cogen el suelo. El
pecho de Sophia, ahora jadeante, toca mi propio pecho desnudo, mi cuerpo
se cierne sobre el suyo. Puedo sentir el calor de su cuerpo y los jadeos de su
respiración contra mis labios. Un centímetro más y podré acortar la
distancia, tomar sus malditos y dulces labios como me he estado muriendo
por hacer toda la noche.
Espero una señal, cualquier cosa que demuestre que ella desea esto
tanto como yo, y cuando sus caderas giran contra mí, me rindo. 48
—A la mierda.
Golpeo mis labios contra los suyos y pruebo su boca, el tequila amargo
en sus labios mientras deslizo mi lengua en su boca y chupo la dulzura de
su lengua. Las manos de Sophia me aprietan los costados y yo me dejo caer
aún más, presionando cada plano duro de mí en ella. Me libero y dejo caer
mi cabeza hacia su cuello, chupando, mordiendo y saboreando la piel salada
de ese lugar.
—Hayes —gime ella, con la voz entrecortada y llena de lujuria.
Nuestros besos se convierten en un frenesí de dientes chocando entre sí, de
narices chocando, que sólo puede ser resultado de la agresión y la tensión
reprimidas que por fin se han liberado.
Cuando su mano se desliza hacia adentro por la orilla de la cintura
de mis pantalones y me rodea con su pequeño puño, se acabó.
Ya nos ocuparemos de las consecuencias mañana, pero esta noche...
esta noche, Sophia St. James es mía.
Siete
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Sophia
Puedo estar teniendo el mejor sueño de mi vida. Parece tan real que
prácticamente puedo sentir el sol besando mi piel de la manera más
deliciosa, envolviéndome como una manta cálida y sudorosa.
Espera, ¿sudorosa?
Mis ojos se abren de golpe cuando me doy cuenta de que no es un
sueño. El sol es tan brillante que tengo que entrecerrar un ojo para
mantenerlos abiertos.
49
Oh, dios, mi cabeza. Me duele. El dolor se dispara de un lado a otro
mientras lucho por levantarme de la nube de algodón sobre la que duermo.
Suena un ronquido detrás de mí y grito, levantándome de la cama y tirando
de la sábana conmigo, luchando por rodearme con el satén, ya que estoy
tan desnuda como el día en que nací.
Sorprendentemente, mi desnudez es lo último en lo que pienso
cuando veo a un Hayes muy, muy desnudo en la cama de la que acabo de
salir. Tiene el pelo suelto en doce direcciones diferentes y me mira a través
de un ojo pequeño y entrecerrado. Es ridículamente guapo, incluso con el
revuelto y, seguro, el aliento de la mañana, no puedo evitar que mis ojos se
desplacen por su pecho hasta el mechón de pelo que baja cada vez más y...
Oh, Dios. Hayes, desnudo, en la misma cama que yo... desnudo.
De repente, recuerdo partes de la noche anterior como un mal sueño.
Un sueño vívido y muy malo.
Es imposible que haya tenido sexo con Hayes. De ninguna manera.
Nunca lo haría. Lo odio. Él me odia. Es lo que hacemos.
—¿Te importa? —pregunta, señalando con la cabeza la sábana que
tengo agarrada al cuerpo.
—¡No, oh Dios, no! —grito, aferrándome a la sábana como si fuera a
borrar de su mente el recuerdo de mi cuerpo desnudo—. Por favor, por favor,
dime que no lo hicimos... que en realidad no...
—¿Qué? ¿Tener el mejor sexo de tu vida? —dice, con una amplia
sonrisa en los labios. Sus dientes blancos y perfectos me devuelven el brillo,
y su atractivo sólo hace que me ponga más nerviosa.
—No, eso es imposible. No, absolutamente no. No —repito, sacudiendo
la cabeza con vehemencia.
—Es muy posible, St. James. Estoy bastante seguro de que te he
follado en todas las superficies de este yate, y eso sin contar los lugares en
los que me has follado a mí.... —Su sonrisa me hace querer arrancarla de
su rostro arrogante y presumido.
Voy a vomitar. Aquí mismo. Yo no... me acosté con este imbécil. El
mayor playboy de toda la NHL7. Probablemente el mayor mujeriego de todo
el estado. Mi enemigo número uno. Prefiero literalmente tener sexo con un
cactus que acercarme a un metro de su...
Gimoteo.
50
—No te veas tan alterada, estoy seguro de que te has corrido más
veces. Aunque para mí también es confuso.
Eso es todo.
Alargo la mano detrás de mí y le arrojo lo primero que tocan mis dedos.
El pequeño jarrón apenas pasa por encima de su cabeza, y él se ríe, una
carcajada profunda que sale de su vientre, hace cosas dentro de mi pecho
que no debería. Sin darme cuenta, me muevo de un pie a otro y el corazón
se detiene en mi pecho. Siento el innegable dolor entre mis muslos y la
pegajosidad que sólo puede venir de una noche de mucho sexo.
He tenido sexo con Hayes Davis y hay pruebas entre mis muslos.
Jesús, Sophia, ¿qué tan descuidada puedes ser?
—Hayes... —susurro, de repente más preocupada que enojada por
haber cometido este error colosal.
Sus ojos se encuentran con los míos, y una mirada preocupada
sustituye a la burlona que estaba allí sólo unos segundos antes.
—¿Qué?
—¿Has usado un condón?
míos.
—¿Tomas la píldora? —me pregunta, con sus ojos buscando en los 51
Oh, Dios.
Dejo caer la cabeza entre las manos, con cuidado de no dejar caer la
sábana. Me acerco a la cama y me siento tan lejos de él como puedo sin
caerme de la cama.
—No.
Hay una inhalación aguda, como si no esperara que esa fuera mi
respuesta, pero no voy a mentir.
—Los anticonceptivos me hacen engordar. Y me vuelve loca. Y hace
mis períodos incontrolables. Además, me acaba de engañar un imbécil con
la polla pequeña y he maldecido a todos los hombres, así que no lo he
necesitado exactamente.
—Espera, ¿te ha engañado?
Levanto la vista de mis manos y veo su ceño fruncido por la confusión.
—¿Podemos no hablar de esto? Tenemos cosas más importantes de
las que preocuparnos.
Aparta la mirada, apretando la mandíbula, hacia el enorme ventanal
del yate, que ofrece una soleada vista del mar. Las olas están en calma y no
se parecen en nada a la tormenta que pasó anoche. Literal y figuradamente.
—Tal vez... tal vez, como sólo fue una vez, estaremos bien. No creo que
esté ovulando.
—Joder, me punza la cabeza —gime, todavía entrecerrando los ojos
en el brillante rayo de luz solar—. Apenas recuerdo haberme dormido
anoche.
Sacudo la cabeza, frotando mis dedos por la frente dolorida y
deseando recordar algo, cualquier cosa de mi revolcón en las sábanas con
Hayes Davis.
—Lo último que recuerdo son los chupitos de tequila en la mesa y la
caída en el suelo cuando una ola me golpeó.
—Con lo dolorido que tengo el hombro, creo que debió ser más de una
vez, St. James.
Ladeo la cabeza hacia él y aprieto la sábana alrededor de mi torso,
sintiéndome de repente más expuesta que nunca bajo su mirada.
52
—¿Qué quieres decir?
Se levanta, cogiendo su bóxer (que de alguna manera han acabado
encima de la lámpara) y poniéndoselos, pero no antes de que mis ojos se
llenen de su cuerpo fuerte y musculoso que no debería verse tan bien. Es
un pecado tener tan buen aspecto y ser tan imbécil egoísta. Un imbécil con
el que me he acostado, al parecer, más de una vez. Se acerca a la nevera y
toma agua para los dos. No dejo que mis ojos se desvíen hacia su estómago
y esa fina línea de pelo que desaparece tras la banda de sus ajustados
bóxeres negros.
Detente, Sophia. Eso es lo que te ha metido en este lío en primer lugar.
—Mi hombro apesta. Tengo un desgarro en el musculo de los
manguito rotador, y me duele muchísimo esta mañana, lo que significa que
debo haber levantado cosas anoche... lo que significa...
Hago una mueca, asustada por lo siguiente que saldrá de su boca.
—Tú. Recuerdo vagamente mi cabeza entre tus piernas. —Hace una
pausa, sacudiendo la cabeza y luego rascándola—. ¿Tú encima de mí, tal
vez? Tal vez eso fue sólo un sueño.
Sonríe.
—¡Detente! —grito, dejando caer la cabeza entre las manos una vez
más. Dios, soy una idiota. Una chica ingenua, tonta y estúpida.
—Lo siento. —Se acerca a la mesa, donde está la botella de tequila
completamente vacía—. Parece que los dos hemos bebido demasiado.
—Tenemos que hablar de esto, Hayes. Tuvimos sexo sin protección.
Sé que tú no tendrías que criar un bebé, pero yo sí.
—¿Qué se supone que significa eso? ¿Crees que no me ocuparía de mi
hijo?
Su rostro se transforma en ira, y me siento culpable por decir eso,
aunque crea que sería la verdad.
—No, solo... dios, quizá al menos... ¿te has retirado?
Mis mejillas se calientan. Me da mucha vergüenza estar teniendo esta
conversación después del hecho. Esto debería haber sido discutido antes de
todas las payasadas alrededor de este estúpido yate, pero ambos estábamos
completamente pasados del punto de tomar cualquier decisión sensata y
razonable.
—Lo siento, Sophia. No puedo recordar. Mi cerebro está tan confuso
como el tuyo ahora mismo. Me siento como un imbécil, pero los dos
estábamos atrapados en el momento.
53
Mi estómago gorjea y se hunde, el contenido se me sube a la garganta.
Corro al baño y caigo sobre el retrete justo a tiempo para vaciar el contenido
(la mayoría tequila) en la palangana. Mientras tengo arcadas, siento los
dedos de Hayes enredados en mi pelo, apartándolo de mi cuello y frotando
suavemente mi espalda.
Jesús, este es el peor día de mi vida. Por mucho.
—No tienes que hacer eso —resoplo, frotando el dorso de mi mano a
lo largo de mi nariz.
—Lo sé.
Me recuesto y me siento contra la pared, dejando que mi cabeza
descanse ahí mientras aprieto los ojos.
—Mira, si te hace sentir mejor, podemos conseguir una píldora del día
siguiente. Y si se da el caso, te pagaré un aborto.
Mis ojos se abren y se encuentran con los suyos.
—No te atrevas a decir eso. Si estoy embarazada por una noche de
descuido con el mayor mujeriego del mundo, seré responsable y criaré a mi
bebé. No necesitaré tu ayuda.
Me levanto y paso junto a él, buscando mi ropa desechada por el
dormitorio. Me sigue desde el baño.
—No estaba siendo un imbécil, Sophia. Sólo te hago saber que, si se
diera el caso, te apoyaría. Lo que necesites.
—Qué valiente de tu parte. ¿Qué tal si la próxima vez que tengas un
rollo de una noche de borrachera piensas con la cabeza, no con la polla, y
usas protección? —arrojo, subiéndome las mallas y tirando la sábana de
nuevo sobre la cama.
Sus ojos revolotean hacia mi pecho y retroceden cuando lo tomo, y
expulsa un suspiro.
—Eso no es justo. Los dos estábamos ebrios. Tomamos una decisión
tonta y ahora, si hay consecuencias, las asumimos.
—Bien, tú lidias con ello en Seattle, viviendo tu vida de atleta
profesional, y yo me quedaré aquí en mi apartamento de una sola habitación
y criaré a un niño.
Una vez que me he vestido por fin, me acerco a él hasta estar a su
altura.
—Esto fue un error. Lo último que debería haber hecho es dejar que
me toques. —Intento no notar cómo su máscara se desplaza ligeramente con
54
el asalto de mis palabras—: Todo lo que quiero hacer es olvidar que te dejé
y seguir adelante con mi vida. Tú vuelves a Seattle y yo vuelvo a mi vida
perfectamente normal y aburrida.
—Tú me perseguiste igual, Sophia. No me eches toda la culpa a mí.
Eres tan responsable de esto como yo.
—Sí, bueno, la diferencia es que yo tendré que responsabilizarme de
mis actos y, como siempre, tú podrás pasar sin responsabilidad.
Ni siquiera espero una respuesta. Recojo mis zapatos y mi bolso del
suelo y subo las escaleras tan rápido y con tanta gracia como puedo. Nunca
he estado tan enfadada o avergonzada en toda mi vida. ¡Qué audacia de él!
Me siento en la cubierta, no vuelvo a ver a Hayes hasta que oigo el
motor de un barco y me doy cuenta de que nos está llevando. No sé cómo lo
ha puesto en marcha, pero algo me dice que podría haberlo hecho anoche.
Por qué demonios no lo hizo entonces, antes…del error. No lo miro cuando
entra en la cubierta, ahora completamente vestido con su esmoquin. No le
digo ni una palabra al hombre que, como ha hecho tantas veces antes, me
ha hecho sentir menos de lo que valgo.
A partir de este momento, no voy a pensar en Hayes Davis ni siquiera
un poco. Ni siquiera de todo.
Ocho
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Sophia
56
Entonces, tal vez un niño. Diablos, incluso dos.
—No puedo Hol, literalmente no puedo.
Me bajo del inodoro y aprieto la espalda contra la pared, centrando mi
mirada en la lámpara de araña del techo.
—Da miedo, nena. Lo entiendo. Pero te sentirás mejor cuando lo
sepas. No es que necesite que orines en ese palo para saberlo. Ya lo sé.
Adelanto la cabeza y la miro con los ojos muy abiertos—: No lo haces.
Basta.
—Vamos, acabemos con esto.
Me tiende la mano para ayudarme a levantarme del suelo. La tomo, a
regañadientes. Tiene razón, debería ser un adulto y hacer la prueba. Saber
es mejor que no, pero en el fondo lo sé.
Las últimas dos semanas me han dolido las tetas. Todo me produce
náuseas. He llorado viendo al maldito Harry Potter.
¿Qué? Dobby es un elfo libre. Esa mierda siempre me atrapa.
Tengo que hacer la prueba.
Tengo que saber si mi vida va a estar atada para siempre a Hayes, con
ego y todo. Así puedo prepararme mentalmente para lo que viene.
Holly me entrega la prueba, y yo me siento y orino en el palo antes de
ponerle la tapa y colocarlo en la encimera. Holly la observa hasta que
termino mi asunto y la aparta de ella.
—No mires. Es como lo que decía tu madre, “una olla vigilada nunca
hierve”.
—Sophia, es una maldita prueba de embarazo, no una olla de pasta.
Jesús.
Se ríe, pero me atrae en un abrazo, aferrándome a su cuerpo.
—¿Qué voy a hacer si lo estoy, Holly? No puedo criar a un bebé. —La
palabra se siente extraña en mi lengua. Los únicos niños que he conocido
son los de ella, y todavía no puedo decirle quién demonios es Baby Bum o
cómo cambiar correctamente un pañal. Una vez, Brady tuvo un ataque y
Scott lo limpió con la manguera en el patio trasero.
¿Esta es la clase de influencia que se supone que debo buscar
también?
Sus brazos me estrechan mientras expulso un largo suspiro—:
Estarás bien. Y Hayes sería un gran padre.
57
No puedo evitar el gemido que se me escapa.
—Sinceramente, preferiría que me empujaras por un acantilado antes
que tener un hijo de Hayes Davis.
—Bueno, hermana, vas a tener que llegar a un acuerdo contigo
misma, porque... —Ella se detiene, y yo me desenredo de sus brazos,
mirando la prueba en el mostrador.
Un signo positivo de color rosa brillante. Claro como el día. No hay
duda de que las líneas gruesas van a cambiar mi vida.
Estoy embarazada.
Puedo sentir el pánico en mi pecho, apretándose, agarrotándose. No
era tan real cuando sólo era un “quizás”. Ahora, es real.
Voy a tener un hijo. Un niño vivo, que respira, que dependerá de mí
para sobrevivir.
Los puntos negros nublan mi visión, y entonces... estoy cayendo.
Oigo que me llaman, pero la comodidad de mi mente parece mucho
mejor ahora. Todo es menos... abrumador. Y puedo fingir un poco más.
Gimo, abro los ojos y veo a mi mejor amiga y a su marido, que se
ciernen sobre mí con rostros de preocupación. Holly presiona un trapo
húmedo en mi frente, y el cuerpo de Scott se hunde visiblemente de alivio
cuando ve que me he despertado.
—¿Qué ha pasado? —pregunto con dificultad.
—Te has desmayado. Si Holly no hubiera estado allí, te habrías roto
la cabeza con el lavabo —murmura Scott.
Mis ojos se abren de par en par. Mierda.
—Lo siento, Hol.
Holly sacude la cabeza.
—Me has dado un susto de muerte.
Trago con dificultad. No puedo creer que me haya desmayado.
Me incorporo bruscamente, recordando qué, exactamente, me hizo
desmayar.
58
Estoy... embarazada.
Verás, Hayes ya estaba arruinando mi vida, y él estaba a cientos de
kilómetros. Lo típico que hace: fastidiar las cosas, y hacerlo sin siquiera
intentarlo. Genial, dos personas que se odian no son precisamente un buen
augurio para la co-paternidad.
Holly ve el momento en que me doy cuenta, me atrae hacia ella y me
susurra al oído—: Todo va a salir bien. Pediremos una cita y te llevaremos a
ver al médico.
Asiento.
—¿Alguien quiere decirme qué demonios está pasando? —pregunta
Scott. Parece muy confundido y me siento mal por mantenerlo en la
oscuridad. Es tan familia mía como Holly.
—El idiota de tu mejor amigo dejó embarazada a mi mejor amiga,
Scott. —Holly mira fijamente a Scott y yo no puedo evitar reírme. Pobre
Scott. No es su culpa que su amigo sea un idiota irresponsable.
—¿Qué? —respira, con los ojos muy abiertos.
—Sí. —Levanto la prueba.
—¿Se lo vas a decir? —pregunta Holly.
—Por supuesto, se lo voy a decir. Mi padre nunca formó parte de mi
vida, por elección, así que crecí sin saber lo que era tener un padre. Aun así,
le daré a Hayes la opción de ser padre si así lo decide. Aunque no le rogaré
que forme parte de la vida del bebé.
—Lo primero es lo primero: que el médico lo confirme —dice Holly.
—Vaya —dice Scott, todavía sorprendido.
Ya somos dos, hermano.
Lo siguiente que sé es que mi estómago se tambalea y estoy corriendo
al baño una vez más.
Serán unos nueve meses largos…
59
Nueve
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Hayes
60
Últimamente, me he esforzado más que nunca en el hielo. Podría fingir
que es mi repentino afán por ser mejor, hacerlo mejor, trabajar más duro y
patinar más rápido. Pero sabía que mi viaje improvisado a casa el mes
pasado había cambiado algo en mí. Me había recordado lo mucho que estaba
perdiendo.
No puedo practicar, no puedo participar en los partidos, todo lo que
puedo hacer es patinar, maldición.
Ni siquiera debería estar en el hielo ahora mismo esforzándome tanto,
pero estoy castigando a mi cuerpo por fallarme.
La adrenalina que había estado persiguiendo saliendo de fiesta y
perdiéndome en mujeres al azar ya no es suficiente para adormecer aquello
de lo que realmente estaba huyendo. Así que ahora me he lanzado al hielo,
perdiéndome en llevar mi cuerpo a sus límites.
Eso es lo único que importaba ya: el hockey, permanecer en el juego
por el que he trabajado toda mi vida. Paso la siguiente hora haciendo
ejercicios, trabajando para drenar mi cuerpo hasta agotarlo y patinando
hasta que mis piernas se sienten como gelatina.
Sólo cuando me arden y me gritan que pare, salgo del hielo y me dirijo
a los vestuarios para dejar que el agua caliente saque mi dolor. Me ducho
rápidamente y meto la ropa sucia en mi maleta, luego me dirijo al
aparcamiento y me meto en mi camioneta. Estoy listo para llegar a casa,
ponerme hielo en el hombro y relajarme, joder. Ha sido una hora larga y
agotadora.
Mientras subo, oigo que me llaman por mi nombre.
—¡Oye, Davis!
Al levantar la vista, veo que Greer, el novato, está a punto de subir a
su camioneta.
—¿Qué pasa?
—Nos vamos al bar esta noche, ¿te apuntas?
—No, hombre. Voy a descansar para el partido. La próxima vez,
seguro. Tómate una por mí. —Le lanzo una sonrisa, y él asiente, luego sube
a su camioneta y se va.
Probablemente piense que es extraño que haya pasado de salir, pero
a pesar de lo que piense Kyle, voy a intentar mantenerme alejado de los
“problemas” y no acabar en la portada de ninguna revista de chismes. No
me gusta el hecho de estar tan cerca de arruinar mi carrera de forma
irrevocable, y con mi hombro, todo lo que necesito es un error más para
darles una razón para cambiarme o, mejor aún, echar mi trasero del equipo.
Conduzco a casa en silencio, deleitándome en la tranquilidad, hasta
que atravieso la puerta y meto la camioneta en el garaje, pero no antes de
ver a una rubia menuda sentada en el porche de mi casa en el frío.
61
Espera.
¿Es esa Sophia St. James en mi puerta?
No la he visto desde la noche en el yate cuando me hizo un nuevo
agujero en el trasero y me hizo sentir como un pedazo de mierda.
¿Qué está haciendo aquí? me pregunto.
Aparco la camioneta, tomo el bolso del asiento del copiloto y me dirijo
a la puerta de casa.
—Hola —dice ella, sin levantarse de su sitio en el escalón. Aunque no
hace mucho frío, seguro que no es un día soleado, y ella sólo lleva una
chaqueta fina con unas Converse y unos vaqueros desgastados.
—Hola. —Le respondo, sentándome a su lado y dejando mi bolsa a mi
lado—. ¿Hay alguna razón para que estés en mi puerta con el puto frío que
hace, St. James?
Se gira hacia mí, con los ojos grandes y azules llenos de lágrimas.
—Oye, espera, sólo estaba bromeando. Puedes acosarme cuando te
apetezca. —Sonrío y, vacilante, le paso el brazo por los hombros, notando
cómo se pone rígida ante mi contacto—. ¿Conduces hasta aquí para hablar
de lo guapo que soy? Porque podrías haberme enviado un correo electrónico,
¿sabes?
—Cállate. —Se ríe suavemente, y luego sorbe por la nariz. Retiro el
brazo y la miro. Parece triste, y eso lo odio. Aunque la última vez que
hablamos, nos dijimos algunas mierdas odiosas que ninguno de los dos
quería realmente, no quería verla triste. Quería aplastar a quienquiera que
fuera la razón de sus lágrimas. No es que la dejara saber eso.
—Estoy embarazada.
Dos palabras.
En el fondo, sabía que era una posibilidad, pero aun así me estremece.
No pierde el tiempo con bromas, va directo al grano. Mi cuerpo se pone rígido
y la respiración se me escapa de los pulmones con un fuerte silbido. El
corazón me late en el pecho como un tambor, fuerte y con tanta fuerza que
lo siento hasta los pies.
—¿Estás segura? —pregunto estúpidamente.
Ella se burla, mete la mano en el bolsillo de su jersey y me pone una
62
pila de palos en las manos. Una maldita tonelada, por lo que parece.
Nunca había visto una prueba de embarazo antes de este momento,
excepto en la estantería de un supermercado, y ni en cinco millones de años
pensé que Sophia St. James me pondría un paquete de ellos en las manos
en la puerta de mi casa.
—Estoy muy segura Hayes. —Se le quiebra la voz y las lágrimas
comienzan a derramarse por sus ojos.
Estoy sorprendido, creo. Miro las pruebas que tengo en mis manos,
cada una de ellas con un resultado positivo en texto negro y digital. Es
innegable.
Voy a ser padre. Voy a tener un bebé con alguien que me odia,
totalmente.
Más ahora que iba a estar atada a mí durante los próximos dieciocho
años, estaba bastante seguro.
—¿Podemos hablar de esto adentro? —pregunté—. Estás temblando.
Me hace un pequeño gesto con la cabeza y se levanta. Mis ojos se
dirigen inmediatamente a su estómago, esperando ver un bulto, aunque,
siendo realista, sé que no se le puede notar ya. No sólo, ¿qué... diez semanas
después?
La realidad de la situación aún no me ha golpeado. ¿Un padre? ¿Yo?
No tengo mis cosas en orden. Diablos, como cenas congeladas y llevo
calcetines desparejados el noventa por ciento del tiempo. Lo único que sé es
hockey, y eso no me va a ayudar a ser padre.
Saco las llaves del bolsillo del pantalón de chándal y abro la puerta,
desactivando la alarma antes de cerrar la puerta tras Sophia. Arrojo mi
maleta sobre la pila de zapatos junto a la puerta principal y la conduzco al
interior de la casa.
Por suerte, mi limpiadora acaba de irse, así que la casa está limpia.
De lo contrario, Sophia entraría en una pocilga.
—¿Quieres algo de beber? —le pregunto—. Agua, no alcohol.
Ella asiente.
Abro la enorme nevera de acero inoxidable y tomo dos botellas de agua
del estante, le doy una antes de desenroscar el tapón de la otra y vaciarla
en diez segundos. Mi cuerpo necesita hidratarse.
—Quería venir aquí para decírtelo en persona. No pensé que fuera el
tipo de cosa que debía llamar o enviar un mensaje de texto, así que estoy
aquí —dice finalmente, rompiendo el silencio.
63
—¿Has ido al médico... o? Lo siento, no sé cómo van este tipo de cosas.
Arrastra los pies con nerviosismo, y me doy cuenta de que es algo que
hace cuando está incómoda.
—Eh, sí, me confirmó el embarazo. Tuve una cita a las ocho semanas.
Debería estar de unas diez semanas.
—¿Se lo has dicho a alguien? No puedo... quiero decir, tengo que
hablar con mi agente y mi publicista.
—No, no, por supuesto que no. Quiero decir, se lo dije a Holly pero eso
es todo. Sabía que no querrías que se supiera.
Asiento con la cabeza y arrastro mi mano por el rostro. Joder, ¿qué
estoy haciendo?
—Así que he estado pensando. Y creo que lo mejor para todos
nosotros, con tu vida en el ojo público, es que tengamos poco contacto.
Quiero decir, no te ocultaré al bebé, si es lo que quieres, pero tampoco quiero
que te sientas obligado. Quiero decir, puedo criarla yo misma. No necesito
tu ayuda, económicamente, ni tu presencia en su vida.
—¿Es una niña? —pregunto.
—No lo sé con seguridad, pero me parece que sí. De todos modos, lo
que intento decir, lo que he venido a decir, es que, si quieres renunciar a
tus derechos, no pasa nada, y nadie te lo reprochará, Hayes. Vives una vida
muy diferente a la mía, y no puedo imaginar que tener un bebé con alguien
con quien no estás involucrado sea muy fácil para ti.
—Sophia, detente —exclamo. La agudeza de mi voz la hace saltar, e
inmediatamente me siento culpable—. Lo siento. Pero no me digas que no
tengo que ser responsable de este niño. Yo hice este bebé, nosotros hicimos
este bebé. Sé que me odias, y está bien. Nuestra relación es difícil. Lo
entiendo. Pero quiero ser parte de esto.
Se le llenan los ojos de lágrimas y mira hacia otro lado, hacia el salón,
sin encontrar mi mirada.
Maldición, siento que estoy arruinando todo esto y no sé qué palabras
decir.
—Mira, no es el fin del mundo. Hemos hecho una vida. Incluso sin
querer, hicimos algo perfecto. Puede que no sea el mejor padre del mundo,
pero te prometo que lo intentaré.
Su cabeza vuelve a encontrarse con la mía y me hace un pequeño
gesto con la cabeza.
64
—¿Por qué no pasas la noche aquí, en lugar de en un hotel? Tengo
mucho espacio y tú tendrás tu propia habitación.
Reflexiona sobre mi oferta.
—De acuerdo. Tengo que llamar a Holly y dejarle saber. ¿Está bien si
voy al porche trasero?
—Por supuesto. Siéntete como en casa. Voy a llamar a mi agente, y
algo me dice que me va a insultar, así que puede que tarde un minuto. El
baño está ahí a la derecha, y hay una nevera llena de comida si te da
hambre.
Sin decir nada, se dirige a las puertas de doble cristal y las atraviesa,
saliendo de la habitación.
Maldición.
De todas las cosas que han pasado hoy, esto es lo último que
esperaba.
66
—Espera, ¿sabes cocinar?
Me río.
—Eh no, para nada... pero soy genial pidiendo Ubereats yo solo y
agarrando una caja de donuts.
Sus ojos se iluminan.
—¿Donuts?
—¿Tienes antojo de donuts?
—Tal vez.
La puerta trasera se abre y Kyle entra, con su traje de tres piezas y
los AirPods que nunca parecen salir de sus orejas. Una cosa de Kyle es que
siempre parece preparado. ¿Para qué? ¿Quién sabe? Pero si ocurre, está
preparado. Es una de las razones por las que lo elegí para ser mi agente.
Sentí que podía manejar cualquier situación en cualquier momento.
—Kyle, ella es Sophia St. James. Sophia, este es Kyle, mi agente —les
presento.
Kyle mira de un lado a otro entre los dos, pero no se molesta en
saludar.
Imbécil.
—Un placer.
Saca su teléfono y teclea algo apresuradamente antes de volver a
dirigirse a nosotros—: Tenemos que darle vueltas a esto, Sophia. Hayes está
mal, y estoy seguro de que has visto la prensa, así que no hace falta que te
lo explique. ¿Un bebé? ¿Con alguien con quien no tiene intención de estar?
¿El resultado de una aventura de una noche?
Hace una mueca de dolor. Su máscara se desliza momentáneamente
antes de poner los labios en una fina línea y cruzar los brazos sobre el pecho.
Kyle está enfocando esto de la manera incorrecta, y ahora sus pelos se
levantan, los de su mamá oso, y joder si eso no me pone duro.
—¿Si la prensa se entera de esto? Su carrera está arruinada. ¿Es
dinero lo que quieres? Podemos llegar a un acuerdo y todo esto
desaparecerá.
Sophia se levanta bruscamente, y la silla raspa ruidosamente contra
la madera cuando va a marcharse. Alargo la mano y la agarro suavemente
del brazo, intentando detenerla.
—Soph, espera. Dame un momento a solas con Kyle, por favor.
67
Aprieto la mandíbula con tanta fuerza que me duele. Ha llevado las
cosas demasiado lejos y está siendo completamente grosero y muy
irrespetuoso. Independientemente de quién sea o de cuál sea la situación,
ésta es mi casa.
Sus ojos buscan los míos, pero después de un momento asiente con
la cabeza y me quita el brazo de encima, entrando a hurtadillas.
En el momento en que la puerta se cierra de golpe, me acerco a Kyle
hasta que estamos cara a cara—: Basta. Estás yendo demasiado lejos, joder.
Entiendo que estés enfadado. Entiendo que te haya tomado por sorpresa y
que estés intentando salvar mi cara. Pero ella es alguien que va a formar
parte de mi vida para siempre en el futuro, y la vas a respetar, o te juro por
Dios que estás fuera, Kyle. Me importa un carajo si el hockey va con ella. La
respetarás.
Sus ojos se abren de par en par, su mandíbula regordeta se abre y
luego se cierra mientras trata de encontrar las palabras.
—Así que te gusta, ¿eh?
—No importa lo que sienta por ella. Va a ser la madre de mi hijo y no
quiere dinero, joder. No va a abortar. Voy a tener un hijo con esta mujer,
Kyle. Tómalo o déjalo. Dale el giro que creas necesario, pero se hará con ella
de buena manera. Punto. No está en discusión.
No se trata sólo de Sophia; se trata de mi hijo. El juego ha cambiado,
ahora mi propia carne y sangre está involucrada.
Estoy furioso. Tengo las manos apretadas a los lados, y tengo que dar
un paso atrás y respirar profundamente para calmarme antes de perder la
cabeza con él. Es mi agente; se supone que debe ayudarme a superar la
mierda, no añadirme más estrés.
Joder, eso no es justo. Kyle me ha sacado de una mierda en la que
nunca debería haberme metido, y por eso se lo agradezco, pero esto no es
negociable. Sophia es parte de mi vida en el futuro inmediato, y no importa
dónde estemos, eso no va a cambiar.
68
Diez
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Sophia
Cada segundo que estoy aquí, empiezo a pensar que esto fue un error.
Tal vez no debería haber venido.
No es que Hayes haya reaccionado como esperaba que lo hiciera. No
sé... supongo que pensé que se pondría nervioso como un niño de tres años.
Pero su agente es un completo imbécil, y si voy a estar cerca de él, en
cualquier aspecto, me niego a que me falten al respeto.
No es lo que soy, y no voy a cambiar lo que soy por Hayes Davis.
69
En el momento en que descubrí que había una pequeña vida creciendo
dentro de mí, mi mundo cambió. Justo delante de mis ojos hubo un cambio.
Ya no se trataba de mí, sino del bebé. Nuestro bebé.
Mi bebé y el de Hayes.
Un bebé.
Las palabras aún se sienten extrañas en mi lengua. No puedo creer
que vaya a ser madre, y con... Hayes. Juntos vamos a ser padres.
Mi disgusto por él no ha disminuido, sólo se ha apartado ligeramente,
por él. Supe lo que era crecer sin un padre, e independientemente de lo que
sienta por Hayes, tiene derecho a saberlo. También tiene derecho a aparecer
y ser un padre si así lo desea.
Y él había desechado rápidamente mis temores y había dicho que iba
a estar presente, me gustara o no. En ese momento lo respeté un poco más.
—¿St. James? —llama Hayes desde la puerta trasera, por donde él y
Kyle acaban de entrar. Kyle parece un poco menos perturbado, y Hayes
parece un poco más temeroso de que me abalance sobre él en cualquier
momento.
—Lo siento, Sophia. Esta situación es muy estresante y siento haber
sido grosero. Me gustaría sentarme y hablar de esto, si te quedas —dice
Kyle, nervioso. Me pregunto qué le habrá dicho Hayes.
—Claro.
Hace un gesto hacia la enorme mesa del comedor, y es ahora cuando
realmente capto la casa de Hayes. Es enorme por fuera; absolutamente lo
que se espera de un jugador profesional de hockey, pero por dentro está
decorada con buen gusto. Algo en lo que sé que él no tuvo nada que ver. La
mayoría de los hombres piensan que el negro va con el azul, no qué tono de
cortinas combina con la alfombra.
Hayes saca una silla y se sienta a mi lado mientras Kyle se sienta al
otro lado de la mesa.
—Creo que tengo una idea de cómo podemos convertir esto en algo
bueno. Escúchame.
Miro a Hayes, que me devuelve la mirada, y luego ambos miramos a
Kyle.
—Ustedes dos van a casarse.
—¿Qué? —grita Hayes.
—Absolutamente no —grito, completamente conmocionada.
Hablamos los dos al mismo tiempo, nuestras respuestas se mezclan
en un revoltijo.
Kyle levanta la mano—: Sólo escúchame, ¿de acuerdo? 70
Este hombre está totalmente loco.
—Será un falso matrimonio. Lo haremos así: Hayes vuelve a su ciudad
natal, se encuentra con su amor de la escuela primaria, esa eres tú, Sophia-
y reavivan su amor. Lo hacemos sobre el yate, los ahijados que comparten,
todo lo demás. Que sea la historia de amor de su vida. Entonces, Hayes se
da cuenta de que tiene un buen partido y se niega a dejarte marchar de
nuevo, así que, en un momento dado, que grabaremos, por supuesto, te pide
que te cases con él, y el resto es historia. Unos meses más tarde, filtraremos
el embarazo con unas bonitas fotos, y el resto es historia. Los mantendremos
a los dos completamente alejados de los focos hasta que nazca el bebé, y
entonces, después de un tiempo, si quieren, podemos filtrar la ruptura.
Amigable, por el bien de tu hijo. Felizmente amigos, pero eligiendo vivir
separados por el bienestar de todos los involucrados.
Me muerdo el labio mientras sus palabras calan. Esta es la peor idea
en la historia del mundo. Ni siquiera me gusta Hayes, ¡y mucho menos lo
quiero de mentira! Ya es bastante malo que esté atada a él durante los
próximos dieciocho años, ¿y ahora tendré que fingir que lo amo y casarme
con él? No.
—Kyle... no sé nada de esto —dice Hayes vacilante. Siento sus ojos
sobre mí, pero me niego a encontrar su mirada. No puedo. Ahora mismo no.
Esto es demasiado. Se me revuelve el estómago y, si no respiro
tranquilamente, podría vomitar sobre esta mesa de diseño tan costosa.
Una primera impresión para toda la vida.
—Mira, sé que no es lo ideal. Lo entiendo. Pero este es mi trabajo. Esto
es para lo que me has contratado. Déjame hacer mi trabajo. Estoy aquí para
asegurarme de que las cosas funcionen bien y que tu imagen no se vea
manchada. Esta es la mejor manera de hacerlo. En mi opinión profesional,
si quieres continuar una carrera en el hockey, esta es tu única opción,
Hayes.
Así que, básicamente, no sólo estoy embarazada del hijo no nacido de
Hayes Davis, sino que todo su futuro está en mis manos. No hay presión.
—Esta es una decisión demasiado grande para tomarla
apresuradamente. ¿Puedo pensar en esto? Necesito tiempo.
Me levanto de la silla y camino por el suelo durante un minuto,
tratando de poner en orden los pensamientos que se agolpan en mi cabeza.
71
—Claro, tómate tiempo para pensarlo. Pero, por favor, no dejes que
esto se sepa. He traído un acuerdo de confidencialidad para que lo firmes.
Sé que es algo que tal vez quieras que revise tu abogado, pero esto es por la
seguridad y la privacidad de Hayes.
—Lo firmaré. No tengo planes de venderlo a TMZ —digo con más
mordacidad de la prevista.
—Sophia... —Hayes empieza, y levanto la mano para detenerlo.
—No estoy aquí para sacarte dinero, Hayes, y sé que no nos caemos
especialmente bien, menos la noche que pasó esto —me señalo el
estómago—, pero eres el padre de mi hijo no nacido, y nunca haría nada que
le hiciera daño a ella... o a él, de ninguna manera, y eso incluye hacerte
daño a ti. Firmaré lo que necesites que firme, pero por favor, deja de pensar
tan mal de mí; es hiriente.
Kyle desliza el acuerdo de confidencialidad por la mesa con un
bolígrafo, lo tomo y firmo con mi nombre antes de devolverlo.
—Quiero una semana para pensar en esto. Esto es mucho para
descansar sobre mis hombros, y no voy a tomar una decisión porque me
sienta presionada.
Kyle asiente y Hayes me tiende la mano.
—Sophia, no te estoy presionando de ninguna manera para que hagas
esto. Esto es culpa mía; fui descuidado y cualquier consecuencia que se
derive de ello quedará sobre mis hombros, no sobre los tuyos. No tomes una
decisión basada en mi futuro.
Asiento, mordiéndome el lado del labio hasta que la piel se siente en
carne viva y expuesta. Mis nervios están a flor de piel.
—¿Puedes acompañarme a mi habitación? No me siento bien.
—Claro. Kyle, ya sabes cómo salir.
Kyle asiente y se levanta de la silla antes de caminar hacia la puerta.
—Ha sido un placer conocerte, Sophia. Siento haber reaccionado
como lo hice, y espero que puedas perdonarme por ello. Por favor, sepa que
sólo tengo en cuenta los intereses de Hayes. Mi trabajo es protegerlo a él, su
privacidad y su legado.
Sus ojos se posan en mi estómago antes de inclinar la cabeza en señal
de despedida y abrir la puerta, desapareciendo por ella.
Hayes no habla mientras me conduce por un pasillo largo y vacío. Lo
único que me llama la atención de su casa, por muy bonita y mínimamente
72
decorada que esté, es que no hay nada personal. Parece una página del
catálogo de Pottery Barn 8 . Está decorada con delicadeza, pero carece de
confort. No hay fotos de su familia, dibujos de Gracie, nada que realmente
haga de su casa un hogar.
Además, no puedo evitar pensar que, si nuestro bebé viene aquí, tirará
los jarrones y las decoraciones caras. ¿Va a ser a prueba de bebés?
—¿Estás bien? Parece que has visto un fantasma —dice. Nos
detenemos frente a la última puerta del pasillo, que parece estar justo
enfrente de la suite principal. Conveniente para escuchar el llanto del bebé.
—Estoy... pensando obsesivamente en la prueba del bebé y en la
distribución de la habitación. Lo siento, estoy tan abrumada. Siento que
toda mi vida ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos, y es mucho para
procesar.
Asiente con la cabeza, comprendiendo. Supongo que está igual de
abrumado y sorprendido por esto, ya que me he presentado en su puerta
sin avisar. Me quejo interiormente, lamentando mi decisión.
—Siento haberme presentado aquí sin más. Sólo quería hablar contigo
en persona.
8 Pottery Barn: Una cadena de tiendas de muebles para el hogar y una empresa de
73
vida se basó en la extraña habilidad de Hayes para hacer que la gente que
lo rodea se sienta pequeña, aunque no sea a propósito. Es arrogante,
egoísta, y un mujeriego de proporciones épicas. Pero también es
considerado, amable y compasivo.
Me ha tomado por sorpresa desde que llegué, y aún no sé qué hacer
con él. Me defiende ante su agente, se asegura de que me sienta cómoda y,
sorprendentemente, no se anda con rodeos en cuanto a comentarios
egoístas y arrogantes.
Sin embargo, soy demasiado testaruda para pensar en Hayes como
algo más que el idiota que me rompió el corazón en el instituto y que se
alimentó de avergonzarme.
Le guardo rencor ¿y qué?
—Gracias. —Le digo, sentándome en el borde de la cama.
Unos instantes después vuelve, con mi bolsa de viaje en la mano y
una pequeña sonrisa.
—¿Te vas a mudar... ya?
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Ya?
—Supuse que te mudarías aquí, para poder ayudar con el bebé. Ya
sabes, no puedo irme... por el equipo.
La sonrisa juguetona desaparece y es reemplazada por una mirada de
preocupación.
¿Realmente pensaba que iba a cambiar mi vida para mudarme aquí y
vivir en su casa?
Esto va a ser mucho más difícil de lo que pensé inicialmente.
—Hayes... —Me detengo, tratando de encontrar las palabras
adecuadas para evitar herir sus sentimientos o causar problemas tan
pronto. Al ver cómo decae su rostro, decido aplazar la conversación—.
Tenemos mucho tiempo para hablar de esto, ¿de acuerdo? No me encuentro
bien y necesito descansar —añado suavemente.
Él asiente y deja la bolsa en la cama a mi lado antes de volver a
caminar hacia la puerta, pero se gira en el último segundo.
—Sé que esto no es lo que ninguno de los dos esperaba, pero estoy
dispuesto a hacer lo que sea necesario para ser un buen padre. No te
defraudaré, Sophia, te lo prometo.
74
Le dedico una pequeña sonrisa antes de asentir.
Quiero creerle, y una parte de mí piensa que sería un gran padre, pero
la parte cansada y herida de mí se niega a creer que se quede para algo más
que el estilo de vida de soltero al que está acostumbrado.
Por desgracia, sólo el tiempo dirá hasta qué punto Hayes se toma en
serio lo de ser padre. Sólo espero, por el bien de nuestro bebé, que lo sea.
La ironía de la situación no se me escapa. Quiero decir... hace sólo
unos meses, estaba realmente comprometida con un pequeño imbécil que
me engañó, y ahora, de alguna manera, estoy a punto de estar falsamente
comprometida con mi enemigo número uno, y muy realmente embarazada
con una boda falsa que planear.
Esto sólo pasaría en mi vida.
Al menos Hayes es un diez en un mal día. Si tengo que estar
falsamente comprometida con alguien, prefiero que no tenga la polla
pequeña y que sea un tres en un buen día.
Suspiro y me vuelvo a tumbar en la cama de felpa.
Hombre, ¿en qué me he metido ahora?
Once
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Hayes
77
bebé. Si quieres un trabajo, seguro que puedes encontrar algo, pero no es
necesario. Podemos aprovechar este tiempo para conocernos y aprender a
coparticipar.
—De acuerdo.
—¿De verdad? —pregunto.
—Sí. Mi padre... nunca formó parte de mi vida. Odié crecer sin él.
Siempre tenía preguntas para mi madre y pensaba que no me quería. No
quiero que mi hijo se cuestione eso o se pregunte por qué su padre no está
cerca.
O ella.
—Eso fue más fácil de lo que esperaba. Vaya. —Me río.
—No tientes tu suerte. De hecho, estoy empezando a sentir un poco
de náuseas al pensar que tengo que verte las veinticuatro horas del día, así
que hablaremos pronto.
—Me encargaré de todo St. James, no te preocupes.
—Esa es la parte que me preocupa.
Doce
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
Sophia
DOCE SEMANAS
—Muy bien, creo que eso es todo. —Dice Scott, cerrando la puerta
trasera de su camioneta. Tira con más fuerza de las correas que sujetan las
cajas de mi pequeño apartamento.
Si me hubieran dicho hace tres meses que estaría empacando mi
apartamento para mudarme a Seattle, te habría dicho que estabas loco, y
78
que nunca iba a dejar mi sofá de terciopelo rosa fucsia o el apartamento que
adoro.
Pero, si me hubieras dicho que sería porque estaba embarazada de
Hayes Davis y que me mudaría a su mansión, probablemente me habría
reído hasta llorar y te habría echado.
Blasfemia.
Pero, aquí estoy. Empacando todo lo que tengo, incluyendo mi sofá,
porque no era negociable, y mudándome a una mansión con el hombre con
el que apenas podía soportar estar en la misma habitación. ¿Quería hacer
esto?
Por supuesto que no. Preferiría que me hicieran una depilación
brasileña todos los días durante el próximo año que hacer esto. Coloco mi
mano sobre mi inexistente bulto y pienso en la vida que crece dentro de mí.
Las decisiones que tome a partir de ahora son para ella, no para mí.
Y eso es lo que pasa cuando te acuestas con el enemigo. Hay
literalmente películas sobre esto mismo, pero de alguna manera, todavía
terminé aquí.
Me quejo interiormente. Puedo hacer esto.
Es la misma charla de ánimo que me he dado una y otra vez desde
que tomé la decisión.
—Vaya, no puedo creer que estés haciendo esto —dice Holly
acercándose al camión y apoyándose en el lateral.
—Yo tampoco. No preveo que esto dure mucho, así que espero que
Scott no me venga con estupideces cuando le llame para que venga a
recogerme a mí y a toda mis cosas.
Estoy bromeando, pero también no realmente. Algo así. En última
instancia, decidí mudarme con Hayes porque se merece la oportunidad de
ser padre, y no es que tenga exactamente una tonelada de cosas que me
retengan aquí en mi ciudad natal. En todo caso, quiero salir. Y aunque no
es lo que esperaba o anticipaba en lo más mínimo, aquí estoy.
Holly echa la cabeza hacia atrás, riendo—: Estarán bien. Se las
arreglarán. La crianza de los hijos es difícil y no hay un manual para ello.
Se apoyarán el uno en el otro más de lo que creen para superarlo. Eres
fuerte, Soph. Eres resistente y una de las mejores personas que conozco.
Vas a ser una madre increíble, y creo que esto de Hayes va a funcionar
mucho mejor de lo que crees.
Se me llenan los ojos de lágrimas, y lo achaco a las estúpidas
hormonas que recorren mi cuerpo, pero la verdad es que estoy muy
79
agradecida por Holly y Scott y por la familia improvisada que hemos formado
a lo largo de los años. Han estado a mi lado en los momentos difíciles, y
ahora que me estoy embarcando en el siguiente capítulo de mi vida, por muy
poco convencional que sea, estoy muy agradecida por tenerlos.
Ella ve las lágrimas y su rostro se arruga.
—Ay, nena. Nada de lágrimas, ¿de acuerdo? Lo tienes. Sólo vas a estar
a un par de horas de distancia, y vendré a visitarte todo lo que pueda.
Además, siempre puedes venir a casa. Y piensa que cuando sepamos qué
bebé es Davis, podremos ir de compras.
Llora y me abraza con fuerza para reconfortarme.
—Lo sé, lo sé. Es sólo un cambio, ¿sabes? Es un punto de inflexión
en la vida. Me siento como si hubiera parpadeado y de repente estoy
falsamente comprometida y muy realmente embarazada.
—Señoras, ¿estamos listas o vamos a llorar más? Hayes tiene a los de
la mudanza esperándonos en la casa. ¡Venga, vamos! —Scott llama por la
ventana de su camión, donde ha estado esperando pacientemente.
—Vamos. Es hora de empezar tu nueva vida, Cenicienta. De la pobreza
a la riqueza.
Holly se burla.
—Sí, pero el sofá se viene conmigo vaya donde vaya.
Se ríe y tira de mí hacia la camioneta.
—Estoy segura de que a Hayes le encanta el rosa intenso. Creo que
realmente combinará con el resto de su casa.
Mejor aún, pienso.
80
Ella sonríe.
Hayes elige ese momento para abrir la puerta principal y salir. Algo en
el fondo de mi estómago se revuelve al verlo. Probablemente sean náuseas
matutinas que se han convertido en náuseas vespertinas.
Sigue mintiendo, St. James. Prácticamente puedo oír su voz dentro de
mi cabeza.
La vieja camiseta que lleva puesta está cortada desde debajo del brazo
hasta la cintura, dejando al descubierto los músculos de sus caderas que
me hacen temblar. Con unos pantalones cortos para el gimnasio y unos
viejos zapatos de tenis, parece relajado y feliz, dos cosas que le sientan
demasiado bien. Tal vez también pueda culpar a las hormonas de la
repentina e innegable atracción que siento por mi bebé, porque Hayes Davis
nunca ha tenido tan buen aspecto.
Ugh, he estado aquí durante cinco minutos, y ya me estoy refiriendo
a él como el “papá del bebé”. Quiero decir, en serio, ¿el hombre tiene que
verse tan bien en sólo una camiseta y pantalones cortos de gimnasia?
—Hola, Sophia. —Me sonríe cariñosamente y me da un abrazo
completamente platónico.
—Hola.
¿No hay comentarios sarcásticos y egoístas?
Él y Scott se ponen a descargar la camioneta, dejándonos a Holly y a
mí sentadas en sus muebles de patio en el porche delantero y observando
cómo realizan todo el duro trabajo manual.
—Todo lo que necesitamos son mimosas, vírgenes, por supuesto, para
la embarazada, y estaríamos listas. —Holly se ríe, apoyando los pies en la
tumbona.
—No me lo recuerdes. Echo de menos el vino. Y sólo han pasado como
cinco minutos.
Pieza por pieza, traen todas las cajas y la pequeña cantidad de
muebles que decidí traer conmigo a Seattle. Se siente extraño mudarse a
una casa con alguien que apenas conozco, especialmente cuando desprecio
lo que conozco. Si a esto le añadimos el hecho de que sólo tengo unas pocas
pertenencias propias que traer conmigo, resulta incómodo desde el
principio. Cuando llegan al sofá rosa fucsia, Hayes se detiene, se rasca la
cabeza, y luego vuelve a pasearse hacia mí.
—Eh, Soph.
Sonrío.
81
—¿Sí, Hayes?
Me mira a mí y a mi equipaje rosa.
—Sabes, tengo todos los muebles que podrías necesitar aquí. Y... no
estoy seguro de que esto vaya realmente con la decoración.
Casi dejo caer mi máscara y me echo a reír, pero decido dejarle sufrir
un poco más.
—¿Qué, no te gusta? —Me hago la dolida y me pongo la mano en el
pecho con una mirada de dolor.
Sus ojos se abren de par en par alarmados—: No, no. No es eso, yo
sólo...
Holly se echa a reír antes que yo, echando la cabeza hacia atrás y
riendo tan fuerte que resuena en el porche.
—Eres el más grande de los imbéciles. Ese sofá se queda, o ella se va.
Créeme. Me costó dos semanas convencerla y aun así no conseguí que se
deshiciera de él.
—No es negociable para mí, Davis.
—Bien. ¿Pero puede irse al sótano?
—Claro.
Él y Scott descargan el sofá y desaparecen de la vista.
—¿Cuánto tiempo ibas a dejarlo ir? —pregunta Holly, con los ojos
brillantes de picardía.
—Un rato. —Sonrío.
82
tiene un... libro? ¿Sobre bebés?
—¿Estás leyendo un libro de paternidad?
—No parezcas tan sorprendida. En realidad, me encanta leer.
De acuerdo, ni siquiera me lo imagino con un libro, y mucho menos
leyéndolo.
—Lo siento —me río—. Es que estoy sorprendida. ¿Qué has leído en
este libro para bebés?
Se levanta y se acerca a la barra de la cocina, donde coge un grueso
libro con un bebé en la portada y lo sostiene para que lo vea.
—Los bebés empiezan a oír cosas alrededor de las dieciocho semanas,
en el segundo trimestre. ¿No es genial? Estaba pensando que podríamos
comprar unos auriculares y poner algo de Nirvana.
Mis ojos se abren de par en par antes de que se me escape la risa.
—¿Nirvana, Hayes? ¿En serio?
—¿Qué? Son un clásico. Todos los niños deberían conocer a Nirvana.
Y Pearl Jam.
—Bien, ¿qué tal si empezamos con los clásicos de verdad, como
Mozart y Beethoven?
Se encoge de hombros—: Me parece bien. Pero, Nirvana
eventualmente.
—Quizá cuando sea una adolescente.
—Estás muy decidida a que sea una niña, ¿eh?
Me muerdo el labio, me pongo la mano sobre el estómago antes de
contestarle—: Creo que sí. Pero podría estar equivocada.
—Sé que las cosas aún están... ajustándose entre nosotros, pero...
gracias, Sophia. Por darme la oportunidad de ser padre.
La sinceridad en su voz y la devoción en sus ojos hacen que se me
pongan los ojos en blanco, y esta vez sé que son las hormonas del embarazo.
Es difícil perdonar, y perdonarle por el pasado, por la inseguridad que me
hizo sentir en lo más profundo de mi corazón. No puedo olvidar, pero quiero
trabajar para perdonarle. Por nuestro hijo.
—También es tu hija. Se merece la oportunidad tanto como yo, Hayes.
Asiente, extendiendo el libro hacia mí, y lo tomo con una pequeña
sonrisa.
Es como una rama de olivo proverbial. Una especie de tregua entre los
dos. Después de todo, estamos haciendo lo más difícil que pueden hacer dos
personas juntas: criar un bebé, algo que ninguno de los dos sabe hacer.
Ahora más que nunca, tengo que dejar atrás el pasado para seguir adelante.
83
Los días siguientes transcurren sorprendentemente sin incidentes.
Esperaba que las cosas entre Hayes y yo fueran incómodas y tensas
mientras aprendíamos a convivir juntos, pero no es así. De hecho, son todo
lo contrario.
Hayes hace todo lo posible para que me sienta cómoda y no me
presiona cuando cree que necesito espacio. Me estoy adaptando a un nuevo
entorno y a una nueva vida. Aunque no ayuda el hecho de que, en mis
primeros días de proximidad con Hayes, estoy cachonda, hormonal y lo odio
aún más de lo habitual. No puedo evitar esta... atracción por él, y
sinceramente estoy cansada de que ande por ahí con un aspecto tan...
delicioso. Es injusto.
—Hayes —llamo desde la cocina.
—Ya voy.
Dobla la esquina y entra en la habitación a grandes zancadas, con el
pelo mojado y enroscado en las sienes como si acabara de salir de la ducha.
Intento desesperadamente no imaginármelo en la ducha, con el agua
cayendo sobre su cuerpo duro y tonificado, su...
—¿Qué pasa, mamita?
Sus ojos claros brillan con... algo que no puedo identificar, pero que
me resulta muy familiar. Como si supiera exactamente lo que se me acaba
de pasar por la cabeza.
Tres días y ya he empezado a aprender cosas sobre él que no esperaba.
Como que toma su café negro. Que es realmente extremista en cuanto a su
salud y lo que pone en su cuerpo. Mi Tostada Strudel parece fuera de lugar
al lado de sus cajas de comida vegana, baja en grasa y leche de almendras.
Honestamente, ¿quién bebe leche falsa?
No es de extrañar que sus abdominales parezcan haber sido retocados
en su cuerpo. Genial, voy a acabar siendo una ballena varada al lado del
hombre más sexy del mundo.
Resoplo y quito de mi rostro el flequillo que se me ha caído del
desordenado nudo de la cabeza.
—Llevo veinte minutos intentando abrir este tarro. ¿Puedes
ayudarme?
—Tus deseos son órdenes. —Sonríe, convirtiendo mis entrañas en
84
papilla.
Hayes es peligroso. Para mi cabeza y mi corazón.
En sólo unos días, casi he olvidado por qué lo odiaba en primer lugar,
y eso no nos haría ningún bien a ninguno de los dos. Me aseguré de
recordarme a mí misma que yo era simplemente una responsabilidad que él
tenía que asumir, y que con el tiempo se daría cuenta de que el bebé y yo
íbamos a acortar su estilo.
Es más fácil pintarlo como el villano que siempre había creído que era
que como la persona semidecente que parece ser en realidad. Cuanto más
lo alejo, más seguro está mi corazón, y estoy dispuesta a protegerlo a
cualquier precio.
—¿Qué harías sin mis fuertes y capaces manos?
Pongo los ojos en blanco y cruzo los brazos sobre el pecho, haciendo
una mueca de dolor al rozar mis pechos demasiado sensibles. Los últimos
días desde la mudanza han sido una tortura. Estoy adolorida, sensible y
más excitada que nunca en mi vida.
—¿Qué pasa?
—Nada —chillo, mi voz sale más como un susurro gutural de lo que
pretendía.
—Eres una mentirosa de mierda, St. James.
Se acerca, todavía agarrando el tarro de pepinillos picantes que hace
un momento estaba desesperada por abrir. Me doy cuenta de que el tarro
es pequeño en sus enormes manos, y entonces mi mente se pregunta qué
podría hacer realmente con esas manos tan fuertes... y capaces.
Gimo para mis adentros, apartando de mi mente cualquier
pensamiento sobre Hayes. O al menos eso es lo que me digo a mí misma.
El aire que nos rodea cambia, y su mirada se torna incandescente. Lo
siento hasta los dedos de los pies, hormigueando, retorciéndose y
revolviendo la boca del estómago, y luego bajando hasta que mis muslos se
aprietan para frenar el dolor que se forma allí.
—Yo... no lo soy.
Está tan cerca que me agarro instintivamente al mostrador que hay
detrás de mí, para salvar mi vida. Tan cerca que cuando se ríe de mi mentira,
siento que una gota de agua de su pelo recién duchado cae sobre mi mejilla.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte, Sophia?
Su voz ronca y rasposa envía un disparo directo al dolor entre mis
85
muslos.
Dios, estoy tan perdida. ¿Cómo se supone que voy a resistir a este
hombre con la cantidad de hormonas que recorren mi cuerpo?
Tiene una ventaja muy injusta, y seguramente voy a perder esta
guerra entre nosotros.
—¿Qué estás insinuando, Hayes? —pregunto.
Se encoge de hombros, se acerca, deja el frasco en la encimera y se
agarra a la encimera a cada lado de mí. Me encierra completamente. No
tengo escapatoria.
—Creo que necesitas a alguien que te cuide.
Baja la cabeza, arrastrando su nariz por la parte inferior de mi
mandíbula, y mis piernas se vuelven gelatina. Me aferro con más fuerza al
mostrador, rogando a mi estúpido cuerpo que me mantenga erguida y no se
derrita en un charco de voluntad a sus pies.
Esto es una estupidez. Odiaba a Hayes. Siempre lo he odiado.
Entonces, ¿por qué unas pocas y roncas insinuaciones me hacen
estar tan desesperada por su contacto? Su proximidad me obliga a ser
honesta conmigo misma.
¿Quiero a Hayes?
Por supuesto que sí. Sólo que no soy tan tonta como para admitirlo
en voz alta. Hola, el hombre más sexy del mundo. Incluso mi pobre cuerpo
hormonal no puede negar mi atracción por él, independientemente de si
quiero atropellarlo o no.
—Estás loco —susurro, mis ojos buscan sus charcos de lava verde
con reflejos de miel.
—Tal vez, pero creo que me deseas tanto como yo a ti —dice,
acercándose cada vez más hasta que siento que sus labios rozan los míos.
Debería detener esto. Debería apartar tanto a Hayes como a la
nebulosa nube de lujuria que se forma alrededor de mi cerebro en cuanto
me mira con esos ojos. Pero mi cuerpo es una moza desesperada, y no tengo
la fuerza ni la voluntad de negarme a mí misma por más tiempo.
—No. No podemos. Esto complica las cosas, y no podemos permitirnos
más complicaciones, Hayes —le digo, esta vez con más firmeza.
—Las complicaciones son buenas.
Siento que me da un beso suave y delicado en el lado sensible del
cuello, antes de que sus dientes pellizquen la piel y luego la calmen con su
86
lengua.
—¿Te he dejado sin palabras? Vaya, ¿ha sido tan fácil? —bromea. Al
retirarse, sus ojos buscan los míos y veo el mismo deseo que yo siento. Mis
manos encuentran su pecho y por fin sueltan la seguridad del mostrador.
En el fondo, sé que en el momento en que mis manos abandonan el
mostrador, estoy en su territorio, y todas las apuestas se acaban. En el
momento en que mis dedos tocan su pecho, sintiendo los duros y deliciosos
músculos que se tensan bajo la sencilla camiseta negra que lleva, decido
preocuparme por las consecuencias más adelante.
—Cállate, Davis —le ordeno. Mis manos se cierran con un puño en la
parte delantera de su camiseta, tirando de él hacia mí. Estoy
momentáneamente sorprendida por mi descaro, pero los últimos cuatro días
han sido una tortura. Estoy tensa y desesperada por que él alivie esa
tensión.
Lo siento sonreír contra mis labios hasta que mi lengua sale y lame
los pliegues de los suyos, entonces la sonrisa desaparece, sustituida por el
frenesí. Juntos, somos un lío de dientes chocando y manos que no pueden
detenerse. Esta vez, recordaré cada uno de los segundos que me ha tocado
Hayes Davis. Lo saborearé y lo reviviré porque esto nunca jamás volverá a
suceder.
Sigue mintiendo, St. James.
Jadeo y murmuro—: Espera, espera, espera —cuando sus manos
serpentean bajo el fino algodón de mi camiseta, moviéndose contra la suave
carne de mi estómago.
—De acuerdo.
Se retira, su respiración es tan errática como la mía y sus ojos se
clavan en los míos.
—Una vez. Eso es todo. Luego hacemos como si nunca hubiera
pasado. Cuando se acabe, volvemos a coexistir. Tú en tu lado del pasillo, yo
en el mío.
Su ceño se arruga y abre la boca como si fuera a decir algo, pero la
vuelve a cerrar, apretando la mandíbula.
—No es negociable, Hayes. Estoy embarazada de tu hijo, estoy
cachonda y hormonal, ¡y todo esto es culpa tuya!
Tiene la audacia de reírse, pero rápidamente se corrige con una
mirada sombría.
—Lo siento, Soph, no puedo evitar que me encuentres tan atractivo.
Me lanzo hacia él, con toda mi atención puesta en tratar de alcanzar
su estúpido y presumido rostro para poder darle un puñetazo, pero él me
levanta claramente de mis pies, y mis piernas se cierran alrededor de su
cónica cintura con unas caídas que me hacen la boca agua. Con nuestros
87
cuerpos apretados, siento su dureza clavándose en mi punto más sensible.
—Esto es una locura —jadeo mientras besa un camino por mi cuello
hasta mi pecho, succionando pequeños espacios de piel en su boca a lo largo
del camino y haciéndolos rodar con su lengua.
—Deja de pensar.
Retira sus labios de mi piel y me tumba de nuevo sobre el frío granito,
deslizando su mano hacia arriba hasta llegar al encaje de mi sujetador. Sus
dedos recorren ligeramente la copa hasta llegar a la piel hinchada. El
contacto hace que mi espalda se incline sobre el mostrador, empujándome
más hacia su contacto.
—Hayes… —gimo sin aliento.
—Tan sensible —murmura. Introduce la mano en la copa de mi
sujetador hasta llegar a mis pechos, ahora mucho más grandes, y agarra un
puñado, apretando suavemente.
—Joder, eres perfecta, Sophia.
Me muerdo el labio para detener el gemido, pero apenas lo consigo. Mi
cuerpo se enciende como pirotecnia. Cada roce de su mano me produce
escalofríos, y cada vez que se frota contra el vértice de mis muslos, su dureza
rozando mi clítoris a través de mis finos pantalones de dormir, siento que
voy a correrme.
Maldita sea. ¿Qué me está haciendo?
En el momento en que la áspera almohadilla de su pulgar pasa por
encima de mi pezón, aprieto los muslos instintivamente. Siento la deliciosa
serpiente de mi orgasmo subiendo por mi cuerpo, calentando todo hasta los
dedos de mis pies.
—¿Sophia? —pregunta Hayes, pellizcando ligeramente mi pezón y
haciéndolo rodar entre sus dedos pulgar e índice. Esta vez sí se me escapa
el gemido—. ¿Te vas a correr sólo porque te toque los pezones?
Su voz es rasposa, ronca y llena de necesidad, y me pone aún más
caliente.
—No puedo evitarlo. Son las hormonas... el bebé... —respiro,
intentando no pensar en nada más que en los dedos mágicos de Hayes.
Dedos que más vale que no dejen de hacer lo que hacen, o me aseguraré de
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que no pueda volver a usar dichos dedos nunca más.
—Eres la cosa más condenadamente caliente que he visto nunca. —
Gime, y luego lleva su boca caliente a mi pezón, chupándolo en su boca.
Estoy tan cerca. No puedo aguantar cuando el orgasmo se apodera de
mi cuerpo, y me aprieto contra su dureza, mi clítoris hormiguea con
anticipación.
—Hayes —gimo.
De repente, mis pantalones cortos de algodón se apartan y Hayes me
encuentra mojada y chorreando. Me frota el pulgar contra el clítoris y yo me
balanceo ante su contacto. Cuando desliza un dedo dentro de mí, siento que
me estiro alrededor de él.
—Maldita sea, Sophia. Estás tan apretada —jadea. Está tan cerca de
perder el control como yo, y si no nos detenemos, voy a empujarlo al suelo
de esta cocina y montarlo hasta que ambos estemos agotados.
Jesús, Sophia. ¿Quién eres ahora mismo?
Una mujer a la que su falso prometido y padre de su bebé le está
metiendo el dedo en el suelo de su ridículamente grande e impecable cocina,
eso es.
Me distraigo sólo momentáneamente hasta que Hayes vuelve a
succionar mi pezón en su boca, arrastrando sus dientes contra el sensible
pico y añadiendo otro dedo dentro de mí.
Vaya, realmente es un hombre con muchos talentos. Es una lástima
que esto sea sólo una vez, pero debería ser suficiente para mantenerme
hasta que compre un vibrador ridículamente impresionante, y entonces
estaré bien.
—Quiero estar dentro de ti —gime.
No respondo, sino que empiezo a tirar de la camiseta negra por encima
de su cabeza, hasta que se atasca y tiene que ayudarme a tirar de ella hasta
el final. Una vez que se la quito, puedo apreciar plenamente su cuerpo. Su
físico es inmaculado. Es evidente que pasa tiempo en el gimnasio trabajando
en él, y eso lo admiro. Si a eso le sumamos sus extenuantes entrenamientos
de hockey y su acondicionamiento físico, el hombre es letal, tanto dentro
como fuera del hielo. Ahora mismo, amenaza con matarme con sus dedos
mágicos.
Coloco las manos en su estómago, arrastrando las uñas hacia abajo
hasta llegar a la línea de pelo que desaparece bajo la cintura de sus
89
pantalones cortos y calzoncillos negros.
Dios, es pecador, y esto es lo último que deberíamos hacer. Va a
complicar las cosas, pero ya estoy demasiado lejos para detenerme.
—No voy a tener sexo contigo en el mostrador de mi cocina, Soph.
Me retiro, quitando mis manos de él.
—Bueno, ¿por qué no?
—Porque, tiene que ser incómodo. Y quiero tomarme mi tiempo y
adorar cada centímetro de ti.
Ahora estoy molesta porque ha retirado sus mágicos dedos de mi
cuerpo y ha vuelto a subir la copa de encaje de mi sujetador, poniendo fin
al momento de diversión.
—¿Así que ahora te preocupa ser el héroe? Adivina qué, de todos
modos, me gustan más los villanos. —Resoplo, bajando de un salto del
mostrador.
Odio la risa que sale de sus labios porque estoy cien por cien seria y
me siento rechazada. ¿Por qué ese repentino cambio de opinión? Me subo
la camiseta del todo y me la ajusto, evitando sus ojos.
—Sophia.
Coloca su mano en mi barbilla y me obliga a mirarle. Está tan cerca
que puedo contar las pecas que espolvorean su nariz y las motas de oro que
recubren sus profundos iris verdes.
—Si crees por un segundo que no quiero follarte tan fuerte que me
sientas esta noche cuando estés metida en tu cama al otro lado del pasillo,
apretando los muslos e intentando no hacer ruido mientras te llevas al límite
como haces la mayoría de las noches... estás loca. —Su pulgar recorre mi
labio inferior en un gesto áspero que me produce un escalofrío—. No hay
nada que desee más. Pero siempre lo hago mal, Sophia. Nunca hago las
cosas bien, y me niego a joder esto.
—Tienes razón, fue algo puntual y no va a volver a ocurrir.
Se encoge de hombros—: Si eso es lo que quieres, pero eso no significa
que vaya a ser así. De cualquier manera, te respetaré porque eso es lo que
me importa: tú y el bebé.
Me atenúo, ligeramente.
Sigo excitada, tensa, y ahora tengo el peor caso de clítoris azul de la
historia. Ya es oficial.
90
Hayes Davis es un provocador de clítoris.
Trece
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Sophia
—Recuérdame otra vez por qué tenemos que hacer esto —pregunto,
con el ceño fruncido por la frustración. Un dolor de cabeza se había formado
esta mañana y no ha desaparecido. Froto la zona para intentar aliviar la
tensión, pero fallo miserablemente.
—Porque le dijimos a Kyle que haríamos lo que fuera necesario para
mantenernos a los dos en la buena disposición de las revistas sociales. Ese
es el objetivo de nuestro falso compromiso, Soph.
Hayes está de pie frente al espejo del pasillo, apartando el cabello de
su rostro. Se ve demasiado bien con su camisa negra abotonada y sus jeans
oscuros con mocasines. Nunca entenderé cómo un hombre puede estar tan
bien sin ningún esfuerzo.
91
Soy una bola de nervios, y él está fresco como un maldito pepino.
Podría vomitar de los nervios.
No, en serio, podría. La medicina que me recetó mi nuevo médico
parece no estar funcionando en este momento. No ayuda el hecho de que
Kyle haya tenido todo un equipo de estilistas, maquilladores y peluqueros
en mi rostro a las siete de la mañana. Me han depilado, encerado y peinado
a la perfección. El maquillaje de mi rostro es más de lo que me pongo en un
año, pero se ve muy bien. Echo un vistazo a mi reflejo y decido que me
encanta mi cabello así, pero sinceramente no puedo esperar a quitarme
estos jeans y volver a ponerme los pantalones del pijama.
—Estás increíble —dice Hayes. Nuestras miradas se cruzan a través
del espejo y le dedico una tímida sonrisa.
El hombre es literalmente un modelo, y sus cumplidos me hacen
sentir... rara.
No estoy acostumbrada a que me haga cumplidos. A lo que sí estoy
acostumbrada es a nuestras constantes discusiones y al dolor de cabeza
que generalmente produce estar en la misma habitación que él.
No puedo negar que las cosas han cambiado entre nosotros. Bueno,
más bien algo ha cambiado en Hayes.
—Gracias.
—¿Lista? —pregunta.
—Uh, sí. Deja que tome mi bolso y hacer pipí muy rápido.
Eso parece ser todo lo que hago últimamente: orinar. Y orinar más.
Luego... orinar de nuevo.
Era un ciclo interminable, y nunca supe que era posible aborrecer un
objeto inanimado como lo hago actualmente. El inodoro podría chuparla.
—¿Estás bien? Parece como si quisieras apuñalarme ahora mismo.
Está bromeando, pero no va muy desencaminado.
—Ya estoy harta de tener que orinar cada cinco segundos, pero...
bienvenido al embarazo. —Me río, y luego camino, aunque lentamente con
estas ridículas cuñas, hasta mi habitación para tomar mi bolso e ir al baño.
Cuando vuelvo a salir, Hayes está apoyado en la encimera leyendo el
libro del bebé. Solo que ahora, hay al menos cincuenta pestañas de
92
diferentes colores que sobresalen, y parece que lo ha lavado dos veces. Está
comprometido, se lo concedo.
—¿Sabías que a las trece semanas, los dientes de los bebés se han
formado en sus encías? Aunque no se puedan ver. Eso es genial. —Sonríe,
y me ciega por un momento.
Por lo malditamente guapo que se ve.
Eso es molesto. Él es molesto. Inquietantemente lindo con todos sus
datos aleatorios sobre bebés que tiene almacenados en su enorme cerebro.
Es amable, y cariñoso, y es lindo que esté tan feliz de ser padre. Esto
no es nada de lo que esperaba.
—Eso es genial. ¿Has lavado ese libro? Está a punto de deshacerse —
le digo mientras lo deja en la encimera, marcando la hoja antes de tomar las
llaves y la billetera.
—No, solo lo leo cuando tengo un momento libre.
Parece que últimamente tiene mucho tiempo libre.
Durante todo el trayecto a la estación de televisión, estoy repasando
mentalmente todos los diferentes escenarios de cómo esto puede salir mal.
Estoy en el quinto escenario cuando Hayes habla, sacándome del desastre
que de alguna manera se he formado en mi cabeza.
—Todo va a salir bien, St. James. No te preocupes.
—¿Cómo sabías que estaba preocupada?
Él se encoge de hombros, mirándome.
—Puedo ver las ruedas girando. Sin mencionar que has estado
mirando en silencio por la ventana todo el viaje. Nunca estás callada.
—No todo el mundo puede estar tan tranquilo y sereno como tú,
Hayes.
—No hay nada por que estar nerviosa. Responderemos a unas cuantas
preguntas sobre nuestro compromiso y nos pondremos en camino.
—Compromiso falso. —Digo—. Eso en sí mismo es una receta para el
desastre. Soy la peor mentirosa del mundo.
—Lo sé. Al igual que mentiste y dijiste que te gustaba esa camiseta
que usé el otro día.
Parece ofendido, y en realidad es un poco lindo. El gran Hayes Davis,
el defensor número uno del país, que va a entrar en el Salón de la Fama del
Hockey, está ofendido porque no me gustó su camiseta.
93
—Era color mostaza. El peor color de todo el espectro cromático —
murmuro.
—Que sepas que mi madre dijo que complementaba mi tono de piel.
Me encojo de hombros.
—Bien. Pero la lavé accidentalmente. Con lejía. Y luego la tiré.
Jadea justo cuando mete la camioneta en el estacionamiento.
—No puedo creer que hayas hecho eso, St. James. No me escuchas
juzgarte por tus pantuflas de conejo peludo y tus camisones.
—Eso es porque estás demasiado ocupado mirando mi trasero cuando
me agacho para ponérmelas.
Resopla, como si no pudiera creer que yo supiera que eso es lo que
estaba haciendo cada vez que “me agacho para atarme el zapato”.
—Lo que tú digas.
Caminamos uno al lado del otro hacia el estudio. Nada más cruzar el
umbral, un productor, joven y enérgico, nos recibe en la puerta.
—Hola señor Davis, mi nombre es Brooke, y los ubicaré a usted y a la
señorita St. James. Tenemos una habitación a un lado con agua, bebidas y
aperitivos por si tienen hambre. ¿Puedo acompañarlos por aquí para que les
pongan un micrófono? —Es tan enérgico que sus palabras se entremezclan
y me cuesta captar lo que dice, pero luego me alejan de Hayes y me sientan
en una silla mientras nos preparamos para la entrevista.
Treinta minutos después, me han retocado, me han puesto el
micrófono y me presentaron a Sarah, la presentadora de noticias que nos
entrevistará.
Hayes se sienta a mi lado y toma mi mano, apretándola. El pánico
debe estar escrito en todo mi rostro.
Se inclina y me susurra al oído:
—Está bien, respira. No es bueno para el bebé que estés tan nerviosa.
Tiene razón. Respiro profundamente y los dos presentadores se unen
a nosotros en el escenario.
—Muy bien ustedes dos, gracias de nuevo por venir y ofrecernos una
entrevista exclusiva. Les agradecemos que estén aquí. —Sarah, la
presentadora, sonríe y me ofrece agua, que acepto amablemente—. Si están
preparados, entonces lo haremos.
Hayes me mira y asiente.
Mi primera aparición en televisión y podría vomitar delante de todos.
—Y estamos en vivo en tres… dos… uno… —El asistente de
producción dice, haciendo click en la cámara. 94
—Buenos días Seattle, Sarah aquí con Seattle NBC, y hoy tenemos
una sorpresa muy especial para ustedes. Estamos aquí con el amado
defensor de los Seattle Wolves, Hayes Davis, y alguien muy importante para
él.
La cámara nos enfoca a los dos, sonreímos y saludamos. Hayes lo
hace con tanta naturalidad, no es nada para él.
—Hola Sarah, gracias de nuevo por recibirnos aquí. —Él sonríe con la
misma sonrisa de infarto que he visto adornar las portadas de innumerables
revistas—. Quiero presentarte a alguien que es increíblemente especial para
mí. La he ocultado durante demasiado tiempo. Se llama Sophia St. James y
me ha robado el corazón. —Coloca su mano sobre el lugar donde está su
corazón y lo golpea.
Dios, voy a vomitar.
Sonrío, aunque sé que mis mejillas deben de estar ardiendo.
—Creo que eres tú quien ha robado el mío. —Digo con dulzura.
Falso, ¿verdad?
—¡Entonces, cuéntanos todo! Escuché que ustedes dos son en
realidad amores de la infancia. ¿Eso es cierto? —pregunta Sarah.
Hayes se ríe.
—Sí, podría decirse que sí. La perseguí por el patio de recreo en quinto
grado y tiré de sus coletas hasta que aceptó casarse conmigo.
¿Se acuerda de eso?
No fue exactamente así como ocurrió, pero se acerca bastante.
—En realidad, creo que fui yo quien te persiguió, Hayes. —Digo,
besando su mejilla.
—Shh, no podemos dejar que el mundo sepa que soy un tonto
enamorado, Sophia. Tengo que mantener mi imagen masculina. —Aprieta
mi mano—. La verdad es que perdí mucho tiempo sin amar a Sophia, y ahora
estoy recuperando el tiempo perdido. Es una mujer increíble, y tengo la
suerte de que me haya elegido. Ella me hace feliz. Ella lidia con mi mierda,
y sé que no es fácil. Mi madre siempre me dijo que cuando encontrara a la
chica de mis sueños, no sería fácil. Sería difícil. —Hace una pausa y me mira
con fuego en los ojos—. El amor es fácil. Pero encontrar la manera de
95
amarnos en los momentos difíciles… es lo que recordarás. Sophia es para
mí. Para siempre.
Sus palabras tocan una fibra sensible en mí. La forma en que esas
mentiras salen tan fácilmente de sus labios... y la más pequeña parte de mí
desea que sean de verdad. La misma parte de mí sabe que Hayes no es capaz
de estar con una sola mujer.
Lo recuerdo como si fuera ayer. No le daré la oportunidad de romper
mi corazón otra vez.
—Eso es muy dulce, Hayes. Sophia, ¿cómo te estás adaptando al estilo
de vida de un jugador de hockey profesional?
—Bueno, ha sido un ajuste, eso es seguro. Quiero decir, como
cualquier pareja, tenemos nuestros altibajos. No somos perfectos, pero lo
importante al final del día es que confiamos el uno en el otro, y cuando las
cosas se ponen difíciles, nos apoyamos el uno en el otro. El resto es solo
ruido de fondo. Lo único que vemos es el uno al otro.
Sarah pone una cara que dice que está tan enamorada de Hayes como
yo pretendo estarlo.
El resto de la entrevista es rápida y, afortunadamente, se desarrolla
sin problemas. Hayes tiene a todo el mundo engañado con que es el
prometido cariñoso y perdidamente enamorado, y yo soy la afortunada. Tal
y como Kyle esperaba.
—Me encanta ver esta faceta tuya, Hayes. Sophia, ¡vamos a ver el
anillo, chica!
Extiendo mi mano, mostrándole el anillo absolutamente ridículo,
ciertamente para mí, no para el resto del planeta, y su mandíbula se cae.
—¡Vaya, lo hizo bien! —Ella sonríe y hace un guiño a la cámara—
Bueno chicos, muchas gracias por venir hoy. Me lo pasé muy bien
aprendiendo más sobre ustedes, Sophia, y Hayes, solo tengo que decir… que
eres un hombre afortunado. No solo es hermosa, sino que obviamente está
tan loca por ti como tú por ella. Les deseo una vida llena de felicidad.
Felicitaciones por sus próximas nupcias. ¡No puedo esperar para ver el lugar
que han elegido!
Con eso, sonríe a la cámara y las luces se encienden.
Se acabó.
Exhalo. Lo hemos conseguido.
Sorprendentemente, estoy menos nerviosa que cuando entré, pero eso
es porque no puedo dejar de pensar en lo que dijo Hayes.
Cuando estamos en casa y finalmente me quito las cuñas que me
96
hacen doler los pies, Hayes me mira y dice:
—Gracias, Sophia. Por hacer eso por mí.
Asiento, sin saber qué responder.
Las cosas están… extrañas entre nosotros. Estamos atrapados entre
lo que es real y lo que es fingido. Las líneas son confusas y, sinceramente,
no estoy segura de cuál es cuál.
Catorce
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Hayes
18 SEMANAS
97
segundo, quiere arrojarse sobre mí para ser devastada, y al siguiente, me
lanza una mirada que me dice que me mantenga lejos, muy lejos.
Me está dando un latigazo, pero he aprendido una cosa en las últimas
dos semanas cuando se trata de Sophia St. James.
Me desea tanto como yo a ella.
Y ahí es donde comienza mi problema.
Desde que entró por la puerta de mi casa, no he podido sacármela de
la cabeza. No puedo imaginarme tocando a alguien que no sea ella. Quiero
a la mamá de mi bebé, y la quiero una y otra vez hasta que sea mía para
tocarla en todos los sentidos. Quiero cada gemido que sale de su boca en
mis labios y en mi lengua, para poder saborearlo.
Estupendo, ahora estoy caminando con una erección y aún más tenso
de lo que estaba cuando entré en la sala de pesas. Gimo para mis adentros
mientras me acomodo y me dirijo a la sala de estar, donde Sophia está
sentada con las piernas cruzadas en el sofá, con los libros de nombres de
bebés extendidos a su lado.
Hoy iremos al médico para su segunda cita, y esta será la primera a
la que podré asistir. Estoy nervioso pero emocionado y espero poder ver el
ultrasonido.
Cuando atravieso el umbral, Sophia levanta la vista, sus profundos
ojos azules se agrandan y luego recorren mi torso sin camiseta, que brilla
por el sudor después de mi entrenamiento. Se detiene cuando sus ojos se
deslizan más allá de mis caderas, y frunce el ceño.
—¿Alguna vez usas camiseta? —refunfuña, mordiendo el extremo de
su rotulador y apartando su mirada de mí.
—Nop —hago estallar la p y sonrío, moviéndome para situarme junto
a ella. Tiene un montón de nombres subrayados en al menos cinco libros
diferentes, y algunos son de diferentes colores.
—¿Estás… coordinando los nombres de los bebés por colores?
Sus ojos tormentosos se encuentran con los míos y su ceño se frunce:
—Sí, Hayes. Elegir el nombre que va a tener tu hijo para siempre es
una decisión difícil. Es una decisión que debemos tomar después de pensar
y deliberar mucho. No podemos simplemente llamarla Sally y darlo por
terminado.
Me río.
—De acuerdo ¿qué tal Berta? Por mi tía.
Estoy bromeando cien por ciento con ella, pero la mirada de terror que
cruza su rostro hace que valga completamente la pena.
—Yo… eh… quiero decir, podemos añadirlo a la lis… —tartamudea.
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—Estoy bromeando, St. James. No te preocupes, no voy a condenar a
nuestra hija a una vida de acoso escolar con el nombre Berta.
Me lanza uno de los libros, que atrapo con facilidad. Miro el libro que
tengo en la mano y el nombre Leighton se destaca desde la página.
—Me gusta este nombre. —Le muestro—. Leighton.
—También es uno de mis favoritos. —Me sonríe cálidamente, y quiero
estrecharla entre mis brazos y besarla hasta dejarla sin aliento.
La mujer es muy hermosa sin esfuerzo. Más aún ahora que está
embarazada de mi hijo. Tengo una sensación de… posesión. Como un
hombre de las cavernas que quiere golpearse el pecho y hacer saber a todos
que es mía. Eso es lo que siento cuando estoy en su presencia, y joder,
incluso cuando no lo estoy.
Puse a ese bebé en su vientre. Mi bebé.
Y quiero que sea mi chica, pero sé que tengo muchas cosas que
demostrarle a Sophia antes de que eso pueda suceder.
Pero incluso en el par de semanas que lleva aquí, hemos caído en una
cómoda rutina. Una rutina sin la que no podré vivir de nuevo. Por mucho
que ella me odiara antes de que empezara esto, me sorprende que no haya
intentado matarme mientras dormía. En todo caso, nos hemos convertido
en amigos. Amigos que van a criar un hijo juntos.
—Voy a ducharme antes de la cita. ¿Necesitas algo? —Le pregunto.
Ella niega con la cabeza, todavía mirando fijamente los libros de
nombres en lugar de mi pecho sin camiseta, que sé que la está matando.
Cuando se siente frustrada, tiene una pequeña arruga en la nariz y entre
las cejas.
—Peligrosamente, nos estamos quedando sin tostada strudel.
—No podemos permitir que eso suceda, ¿verdad? Podemos parar en
la tienda de comestibles después de tu cita y abastecernos de lo esencial:
fresa y arándanos.
Eso me hace ganar una sonrisa.
—Tú conoces el camino a mi corazón.
Si fuera así de fácil, entonces todo el asunto de conquistar a la madre
99
de mi hijo va a ser pan comido. Le compraré todas las tostadas strudel del
mundo. Por montones.
Después de ducharme rápidamente y vestirme con un pantalón de
vestir y una camisa abotonada, me reúno con Sophia en la sala de estar.
Lleva un vestido largo y oscuro que muestra todas sus curvas. Lleva el
cabello suelto, rizado en ondas por su espalda, pero lo que realmente me
impresiona es que lleva una mínima cantidad de maquillaje. En los ojos.
Joder, es hermosa.
Me aclaro la garganta mientras entro y ella sonríe.
—¿Listo?
—Más que listo.
Salimos juntos de la casa y abro la puerta de mi camioneta
ayudándola a entrar. Es tan bajita que casi necesita un empujón para
entrar; mis neumáticos son enormes para la nieve y están un poco
levantados.
Mierda, esto no es práctico para un recién nacido, ¿verdad?
Ella debe ver la preocupación escrita en mi rostro porque se ríe
mientras se abrocha el cinturón de seguridad.
—Relájate, tenemos mucho tiempo para preocuparnos por los arreglos
de la conducción, ¿de acuerdo?
Asiento y cierro la puerta detrás de ella, dando la vuelta para entrar
por mi lado y sacando la camioneta hacia la carretera. Viajamos en un
cómodo silencio y, por suerte, su médico no está lejos de casa. Me hace
sentir mejor el hecho de que, en caso de que yo no pueda acudir a una cita,
ella no tendrá que conducir muy lejos.
El consultorio del médico es luminoso, limpio y acogedor cuando
entramos por la puerta principal. En la pared hay pósteres que representan
varias etapas del embarazo y de los bebés, y aunque no me siento incómodo,
me doy cuenta de que estoy muy fuera de mi elemento.
Me siento en las sillas de la sala de espera mientras Sophia se registra.
Joder, las palmas de mis manos están sudorosas. ¿Esto es normal? ¿Estar
nervioso solo por asistir a una cita con el médico?
—¿Estás bien? —pregunta ella, sentándose a mi lado.
—Por supuesto. ¿Por qué?
Riendo, levanta su mano hacia mi frente y limpia una gotas de sudor.
100
—Bueno, estás un poco sudoroso. No pasa nada. Solo van a hacer un
ultrasonido, para asegurarse de que ella…
—O él.
Ella asiente.
—Sí, o él… está creciendo bien, y luego repasará cualquier pregunta
que tengamos. Es demasiado pronto para saber el sexo ahora mismo, pero
creo que podremos hacerlo en las próximas semanas.
Sus ojos se iluminan de emoción y eso me tranquiliza. Tiene razón,
todo va a salir bien y podré ver al bebé.
—¿Señorita St. James? —Una enfermera asoma la cabeza por detrás
de la puerta y nos llama a la parte de atrás.
Con Sophia caminando adelante, limpio las palmas de mis manos
húmedas en la parte delantera del pantalón y la sigo por la puerta. La
enfermera me sonríe amablemente y le devuelvo la sonrisa, aunque
probablemente parezca tensa.
He patinado en una pista rodeada de más de cien mil personas que
gritaban y coreaban mi nombre. He aparecido en la portada de
innumerables revistas y los paparazzi han escalado la valla de mi casa para
hacerse una foto. He asistido a galas de premios en las que el mundo entero
me veía en vivo por televisión. Y ni una sola vez me he sentido nervioso.
¿Pero ahora? Estoy jodidamente sudando.
Nunca me había asustado la idea de que el mundo entero pudiera
verme meter la pata y arruinar mi vida. Pero ahora, con Sophia llevando a
mi hijo y contando con que yo haga lo correcto, me preocupaba. Me
importaba. No quería que su fe en mí decayera, y pasara lo que pasara, iba
a hacer lo correcto por ella y por el bebé.
—Por aquí. —La enfermera sonríe, sujetando su portapapeles
mientras nos dirige a una habitación al final del pasillo. Una vez dentro,
cierra la puerta detrás de nosotros mientras Sophia se sienta en la mesa de
examen, muy sonriente.
Al menos no está nerviosa.
—Bien, mamá, ¡felicidades! —La alegre enfermera sonríe y luego me
mira a mí—. ¿Y tú debes ser papá?
Asiento, dedicándole una sonrisa nerviosa.
—Papá por primera vez, si tuviera que adivinar. Puedo sentir los
nervios desde aquí.
101
Mierda, no solo me siento nervioso, sino que lo parezco. Vamos, Davis,
contrólate.
—Sí, solo un poco nervioso. Gran responsabilidad. —Me río.
Sophia sonríe:
—Él está más nervioso que yo. Se lo dije, es solo un chequeo y todo
estará bien. Si tenemos suerte, podremos verla.
—Ah, ¿creen que es una niña? ¿Cuál es su preferencia? —pregunta.
Me encojo de hombros:
—Solo quiero que el bebé y Sophia estén sanos. Eso es todo lo que me
importa. —Mis ojos conectan con los de Sophia y algo pasa entre nosotros.
Mis palabras tienen un impacto en ella, lo veo en la forma en que se ablanda
visiblemente.
—¿Y tú, mamá? —pregunta la enfermera mientras coloca el manguito
de presión arterial alrededor del brazo de Sophia, preparándose para
tomarle la presión.
—A mí tampoco me importa. Todavía estoy tratando de asimilar el
hecho de que seré madre y que tendré un pequeño ser humano dependiendo
de mí. No me malinterpretes, estoy emocionada, pero todavía estoy tratando
de asimilarlo. Solo quiero un bebé sano y feliz. Las niñas son divertidas pero
atrevidas. Nuestra ahijada es la niña de cinco años más atrevida que haya
conocido.
—Tienes razón. Mi hija está en la etapa en la que tiene que vestirse
sola, y nada combina. Se pone un abrigo cuando hay treinta y dos grados
fuera. —Se ríen juntas, entendiendo algo que yo aún no he experimentado—
. Bien, vamos a terminar para que el doctor Martin pueda entrar y ver cómo
está el pequeño.
Pasa los siguientes minutos comprobando la presión sanguínea de
Sophia, su temperatura y otras cosas, y luego se va, dejándonos solos.
—Si es una niña, ¿todavía puedo enseñarle hockey?
Sophia echa la cabeza hacia atrás con una risa gutural.
—No esperaría menos de ti, Hayes. Scott hizo un comentario que el
bebé probablemente patinará antes de que pueda caminar si tienes algo que
ver con ello.
—No se equivoca. —Sonrío.
—Estoy impaciente por saberlo. Siento que una vez que sepamos el
sexo, será mucho más real.
—Se siente bastante real ahora, St. James.
Ella mira su estómago y coloca una mano con manicura sobre él.
Joder, una parte primitiva de mí se despierta al verla y me vuelve loco, loco
102
por una mujer que no puedo tener, aunque sea mi prometida y la madre de
mi hijo.
Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos y mi mirada de
Sophia. Un hombre alto, mayor y calvo, con bata blanca, entra por la puerta
con una brillante sonrisa.
—Sophia, ¿cómo estás, querida? —Extiende su mano y estrecha la
suya antes de girarse hacia mí—. Hola, soy el doctor Martin, el obstetra de
Sophia. Estaré aquí durante todo su embarazo y parto. Usted debe ser el
afortunado marido.
—Prometido —lo corrijo, estrechando su mano extendida.
Miro más allá de él, hacia Sophia, cuyos ojos se han ensanchado. La
palabra “prometido” todavía es nueva para los dos, pero no es que no esté
orgulloso de ser el prometido de Sophia, aunque sea falso.
—Bueno, felicitaciones a los dos. ¿Papá primerizo? —me pregunta
mientras baja la luz y prepara la máquina para ver al bebé. Mi corazón se
acelera. Mierda, esto es todo.
Asiento. Se me hace un nudo en la garganta cuando saca una varita
conectada a la máquina.
—Qué sensación tan increíble. La mayoría de los padres primerizos
están nerviosos, asustados y ansiosos. No hay un libro de reglas en lo que
respecta a la crianza de los hijos, y la mayoría de las veces estamos
improvisando. Pero sé que a ustedes jóvenes les irá muy bien navegando
esas aguas juntos. —Sonríe afectuosamente—. Normalmente, un técnico de
ultrasonido estaría aquí para hacer esto, pero quería charlar con ustedes
dos personalmente mientras vemos al bebé por primera vez.
Toma una botella de gel y lo echa en la varita mientras Sophia levanta
la camiseta, dejando al descubierto su vientre. Veo la piel suave y blanca
que hace unos días tuve en mis manos. El pensamiento se dirige
directamente a mi polla, y me lo quito de la cabeza. Este no es el momento
de fantasear con Sophia.
Contrólate, Davis.
Una vez que coloca la varita en su estómago, hay un zumbido
constante.
—Y ahí está tu pequeño. —El doctor Martin señala el pequeño frijol
103
en el centro del círculo negro en la pantalla. Toca los botones de la máquina
y hace un zoom para acercar el frijol.
—Ahí están los pies. ¿Lo ves?
Sophia tapa su boca y deja escapar un sollozo, y me apresuro a su
lado, tomando su mano entre las mías y apretando. Mierda, este es nuestro
bebé.
—Parece un extraterrestre —digo, frunciendo el ceño.
Sophia se ríe y aprieta mi mano antes de que el doctor Martin sonría
y mueva la varita para obtener una vista diferente.
—Sí, al principio el feto parece un pequeño frijol con brazos y piernas,
pero hay un latido del corazón y, si coopera, es posible que puedas ver cómo
mueve sus piernecitas o sus bracitos. En las siguientes semanas, los rasgos
faciales del bebé se desarrollarán más, y los dedos de los pies y de las manos
se desarrollarán sin las membranas.
¿Membranas? Trago saliva.
—No te preocupes, papá. Todo forma parte del proceso de desarrollo.
De hecho, hay una aplicación que puedes descargar en tu teléfono que
muestra el aspecto del bebé cada semana y anota todos los hitos que
alcanzará. Es muy bueno. Lo escribiré para que puedas consultarlo más
tarde. —Él sonríe y mira a Sophia—. Sophia, voy a recetarte una nueva
vitamina prenatal y los medicamentos para las náuseas de las que hablamos
por teléfono. Con suerte, después de este primer trimestre, algunas de esas
náuseas matutinas disminuirán.
—Gracias, doctor Martin. ¿Sabe cuándo podremos saber el sexo? —
pregunta Sophia.
El doctor Martin sigue moviendo la varita, mostrándonos diferentes
ángulos del bebé y yo… estoy asombrado. No puedo creer que hayamos
hecho este pequeño alienígena que, de alguna manera, mi corazón ya ama.
¿Cómo es posible amar algo que apenas conoces? ¿Que solo has visto una
vez? Sin embargo, las cuerdas de mi corazón se tensan cada vez que veo sus
pequeños pies moverse, y el orgullo se hincha en mi pecho al mismo tiempo.
Me estoy convirtiendo en un tonto, y no me importa una mierda.
—¿Estás llorando? —Sophia susurra, sus ojos azules se encuentran
con los míos.
—¿Qué? No. —Limpio la única lágrima que ha caído de mis ojos y finjo
que tengo algo en el ojo—. Sólo un trozo de pelusa o algo en el ojo.
La sonrisa que se dibuja en sus labios me ciega.
104
—Claro, dos metros, tantos músculos que no sabes que hacer con
ellos, y estás llorando por tu bebé. Es adorable, Hayes.
Adorable. Como si fuera un oso de peluche. Maldita sea. Mi
testosterona está llorando, no… jodidamente llorando ahora mismo.
—Te lo dije, es solo una pelusa —refunfuño. Mis ojos vuelven a la
pantalla, donde el médico está tomando medidas.
—De acuerdo, ya está todo hecho, chicos. Todo está muy bien, y el
bebé parece tener alrededor de catorce semanas. Los veré para una cita de
seguimiento después de las dieciocho semanas, y entonces podremos
determinar el sexo del pequeño. ¿Alguno de ustedes tiene alguna pregunta
para mí?
Todavía estoy en shock de que haya un bebé real dentro de Sophia.
Pero hay una pregunta cuya respuesta muero por saber.
—¿Está bien Sophia para, ya sabes… hacer actividades normales?
Yoga, correr, sexo… —Hago silencio. Joder, no puedo creer que le haya
preguntado eso.
La mirada de Sophia se dirige a la mía y frunce el ceño.
¿Qué? Es parte de la razón por la que me alejé de ella el otro día. Tenía
miedo de hacerle daño al bebé… ya sabes…
—Es que… me preocupa lastimar al bebé. Con mi pene. —Murmuro.
Tanto Sophia como el doctor Martin estallan en carcajadas, y entonces
me siento aún más estúpido por preguntar.
—Es perfectamente normal tener preguntas sobre el sexo durante el
embarazo. Pero no pasa nada, no hay ninguna preocupación. De hecho, el
sexo durante el embarazo es estupendo. Es una forma de ejercicio, y el
orgasmo libera oxitocina, que es estupenda para aliviar el dolor y el estrés.
Por no hablar de que hace que la madre se sienta bien. Durante el embarazo,
muchas mujeres experimentan un aumento de la libido y tienen un apetito
sexual saludable. Así que, respondiendo a tu pregunta, el sexo es estupendo
durante el embarazo, y no deberías preocuparte.
Gracias, joder. He hecho todo lo posible para mantener mis manos
quietas, y por la forma en que Sophia se ha estado sintiendo, no estoy seguro
de que vaya a poder hacerlo mucho más tiempo.
—A medida que el embarazo llega a su fin y te acercas al parto, el sexo
puede ayudar a inducirlo.
Mis ojos se agrandan.
105
—No de forma prematura, pero el cuerpo es algo mágico, y una vez
que llega el momento de dar a luz, eso puede ayudar a acelerar el proceso.
—Gracias, doctor Martin. Se lo agradezco —le dice Sophia.
Nos estrecha la mano a los dos, le da a Sophia las fotos que imprimió
del ultrasonido y se va.
En el momento en que se va, Sophia me mira como si estuviera
dispuesta a arrancarme la cabeza… con suavidad, eso sí.
—Lo siento, St. James. He estado preocupado por eso. Tuve una
maldita pesadilla la otra noche y no puedo dejar de pensar en eso.
Utiliza las toallas de papel que le proporcionó el doctor Martin para
quitar el resto del gel transparente de su estómago y se baja de la mesa de
examen.
—Podrías haberme preguntado Hayes —dice suavemente—. No es que
vaya a suceder de todos modos. Te lo dije… estamos emparentando y
conviviendo. No hay sexo involucrado.
—Lo que sea que te ayude a dormir por la noche, St. James.
Quince
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Sophia
106
Hayes está en la puerta, mirando el montón de vestidos tirados a un
lado. Se ve ridículamente guapo y arreglado con su esmoquin y pajarita a
juego. Yo, en cambio, parece que me he comido todo lo que había en la casa.
Dos veces.
—Nada me queda bien. Todo me hace ver gorda.
Estoy oficialmente en la fase del embarazo en la que las cosas ya no
me quedan bien, y mi bulto se está volviendo prominente.
Hayes niega con la cabeza y entra en la habitación.
—St. James, estás jodidamente caliente. No hables así de ti.
Sus palabras me calientan por dentro pero no hacen nada para
hacerme sentir menos como una ballena. No hay forma de que él y yo
estemos apareciendo por primera vez como pareja, y mucho menos
hablando con alguien sobre nuestras próximas falsas nupcias.
Ser la falsa prometida de Hayes es una cosa, pero estar en el ojo
público conlleva una tremenda presión. Existe una expectativa de
perfección, y si no cumples esa expectativa, destrozarán cada uno de tus
defectos. Lo veo todos los días en las revistas de chismes.
—¿Qué tal esto? Ve tú y yo me quedaré aquí y me aseguraré de que
nadie entre. —Me acuesto en la cama y vuelvo a caer sobre la pila de
vestidos.
Le escucho reír y luego se cierne sobre mí, poniendo sus enormes y
mágicas manos a cada lado de mi cabeza mientras me mira a los ojos.
—¿Qué tal si no? Ponte el último que te probaste y te llevo por el trozo
de tarta de queso más grande que encuentre en Seattle.
Tentador.
Pero, no.
—¡¿De verdad estás tratando de sobornarme con comida ahora
mismo, gran zoquete?! Me estoy quejando de que nada me queda bien y de
que peso más que tú. La comida no es la respuesta en esta situación.
Se ríe y agacha la cabeza hasta que siento sus labios contra mi oreja,
su cálido aliento baila sobre la piel haciéndome temblar.
—¿Qué tal si hago que te corras en mi rostro antes de irnos, y así
estarás relajada?
Mis ojos se agrandan. No esperaba que Hayes fuera un hablador de
obscenidades. Y además… se está saliendo del tema.
—Una oferta única, ¿recuerdas? —Empujo suavemente sus hombros
y él se arrodilla entre mis piernas abiertas.
—Escucha, tu cuerpo está cambiando. Lo entiendo. No todos los
cambios son cómodos o bienvenidos. Pero piensa que está cambiando por
nuestro bebé. Nuestro hermoso bebé que valdrá la pena. Eres hermosa, y
107
resulta que creo que tu cuerpo es jodidamente perfecto.
Mierda, ¿cuándo se convirtió en este tipo que puede hacer que me
derrita con solo unas palabras? Esto es demasiado para mí.
—Eso fue muy dulce. Gracias —murmuro—. Es fácil decirlo cuando
pareces un modelo en ropa deportiva, Hayes.
Sus labios se curvan con una sonrisa burlona antes de sacarme de la
cama y abrazarme a pesar de mis protestas.
—Es una hora, St. James. Eres la mujer más fuerte que conozco, y lo
digo en serio. Casi me matas esa vez en casa de Scott y Holly.
—Te lo merecías. Todavía lo mereces.
—Vístete y déjame sacarte. Quiero mostrarte al mundo, falsa o no. La
Baby mama más sexy de todo Seattle. Es un evento de caridad. Sonreiremos
para algunas fotos, haremos una breve entrevista para la revista más
importante del lugar, estrecharé algunas manos y donaré algo de dinero, y
estarás en casa antes de que te des cuenta, comiendo Tostadas Strudel y
viendo Good Girls.
—Bien. Pero necesito que subas la cremallera de este, porque está tan
apretado que no puedo respirar.
—Es un placer.
Una hora después, estamos en el asiento trasero de una limusina y
Hayes está sentado a mi lado, sonriendo mientras nos acercamos a la
alfombra roja. Alfombra roja en un evento de caridad.
Suspiro.
Llevo treinta minutos dándome ánimos a mí misma, intentando
convencerme de que parezco una mocosa malcriada y de que tengo que dejar
de serlo. Este evento es para caridad. Además, si el mundo pensaba que me
veía demasiado gorda en Dolce, era su problema, no el mío. Estoy horneando
un bebé.
Coloco la mano sobre mi estómago y respiro profundamente para
calmarme.
—¿Estás lista? —me pregunta. No me había dado cuenta de que la
limusina había dejado de moverse.
—Hagámoslo.
Él extiende su mano y pongo la mía en su palma. Su cálido y fuerte
agarre es reconfortante… y entonces me veo empujada a un mundo que
nunca pensé que experimentaría.
108
El conductor abre la puerta y nos reciben los fans. La gente grita, saca
fotos y grita el nombre de Hayes. Él pone la misma sonrisa que he visto en
las páginas de tantas revistas de chismes, y brilla. Esto es algo natural para
él. Yo, en cambio, me siento como un pez fuera del agua. Logro esbozar una
pequeña sonrisa cuando me atrae hacia su cuerpo.
—¡Hayes, Hayes! —Alguien con una cámara grande da un paso
adelante desde la sección de prensa antes de que siquiera hayamos llegado
al final de la alfombra—. ¿Quién es la afortunada de la noche?
Mi sangre se convierte en hielo. Por supuesto que los medios de
comunicación pensarían que soy una conejita del hielo. Es por lo que Hayes
Davis es famoso: sus modales de playboy y su naturaleza fiestera.
Siente que me pongo rígida contra él y empiezo a alejarme, pero me
sujeta con firmeza y me mira, negando con la cabeza y susurrando:
—No dejes que te moleste, Sophia. Estoy aquí contigo. Eres la mujer
más hermosa de este lugar.
Asiento.
Se gira hacia el periodista, sonríe y me guía hacia donde está el
hombre.
—Hola. Esta es mi prometida, Sophia St. James.
Las cejas del periodista se elevan hasta la línea del cabello,
sorprendido.
—Vaya, lo tenías muy oculto. ¿Cómo es la vida de los prometidos?
Cuéntanoslo todo.
—Hace poco dimos una entrevista exclusiva. Aparte de eso,
preferimos mantener nuestra vida privada —dice Hayes con firmeza.
El reportero asiente:
—¿Puedo obtener una foto de los dos?
—Claro.
Hayes me atrae hacia él y me mira justo cuando la cámara dispara.
Sonreímos, y él saca otra foto, luego se va corriendo a la siguiente limusina.
—Jesús, eso fue intenso. —Respiro, agradecida de que se haya ido.
—Los medios de comunicación son… abrumadores en general. Tienes
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que ser severo y no dejar que piensen que controlan tu vida. Eso es algo que
aprendí de Kyle. Vamos, entremos y tomemos asiento.
—Una hora.
—Una hora.
Mientras avanzamos por la alfombra, una mujer y su cita aparecen a
nuestro lado. Estoy tan absorta en no caerme y caer sobre mi trasero delante
de todos que ni siquiera la escucho acercarse.
Parece una modelo: cabello largo y oscuro, ojos azules penetrantes,
pómulos altos y mandíbula afilada. El tipo de aspecto por el que las chicas
normales y aburridas como yo matarían.
—Hayes, ¿eres tú? —Su voz es aterciopelada. No tengo ni idea de cómo
una voz puede sonar como a sexo, pero inmediatamente me siento como un
pez fuera del agua.
—Brielle, ¿cómo estás? —Hayes le dedica una sonrisa amable, y ella
se inclina hacia delante para depositar besos al aire a cada lado de su rostro.
Pues, genial. Ahora puede que tenga que luchar con ella en la
alfombra roja.
No puedo evitar el sentimiento de celos que me atraviesa, haciendo
que mi piel se caliente y que mi agarre en el brazo de Hayes se apriete.
—Esta es mi prometida, Sophia. Sophia, esta es Brielle. Es modelo
de… —Se detiene, obviamente olvidando para qué compañía, y ella se ríe,
un sonido tan falso y plástico como nunca he oído.
—Muy gracioso, Hayes. En realidad, hicimos una sesión de fotos
juntos para Dolce aquella vez. Te acuerdas, ¿verdad?
Él asiente, la sonrisa en sus labios vacila ligeramente. Su
comportamiento ha cambiado. Ahora retrocede, se acerca a mí y aprieta mi
mano para tranquilizarme.
Hayes no está interesado en esta hermosa mujer, ni siquiera un poco,
y mi corazón canta.
Cualquier pizca de celos que sentía se evapora y es sustituida por un
sentimiento de… satisfacción.
—Me alegro de verte, Brielle. Que tengas una buena noche. —Hayes
vuelve a sonreír.
Y entonces, delante de todo el mundo, inclina la cabeza y coloca el
beso más pequeño y suave que he tenido en mis labios, sin importarle ni
una sola vez que el mundo entero probablemente esté mirando en este
110
momento. O que todas las tostadas Strudel que he estado comiendo hayan
ido directamente a mi trasero. Ni siquiera cuando las cámaras parpadean o
se escucha un grito desde la multitud mientras me besa. Le importa una
mierda que Brielle labios grandes esté mirando, o que la mirada en su rostro
sea absolutamente rancia.
Si no lo conociera mejor, diría que Hayes Davis acaba de hacer su
reclamo para que el mundo lo vea.
—Muchas gracias por estar aquí esta noche, Hayes, y muchas gracias
por ser su cita, Sophia. Estás preciosa. —El presidente de la fundación nos
da las gracias a los dos antes de irse a hablar con los demás asistentes.
Ahora que nuestro primer evento como pareja ha terminado, siento
que tal vez he exagerado un poco. Todo el mundo ha sido muy amable y
acogedor, y me siento un poco culpable por la forma en que actué en la casa.
—Hayes, siento la forma en que actué antes venir aquí. Fue grosero,
y me disculpo.
Me mira con el ceño fruncido.
—Estabas molesta, Sophia. Nunca te disculpes por lo que sientes.
No estoy dispuesta a admitirlo en voz alta, pero la mayor parte de mi
culpa proviene de la forma en que he tratado a Hayes durante la mayor parte
de nuestra vida adulta. A pesar de que ambos dijimos e hicimos cosas que
eran… bueno, infantiles e inmaduras, he sido horrible con él. Ahora que lo
he conocido, veo que no es nada de lo que imaginaba. En todo caso, es mejor
de lo que cualquiera cree que es. Las revistas de chismes lo pintan como un
playboy fiestero sin preocupaciones, pero la verdad es que es amable y
cariñoso. Se ofrece como voluntario con los jóvenes, dona a los niños
enfermos y visita a su mamá cada vez que tiene la oportunidad. Esas son
las cosas en las que los medios de comunicación deberían centrarse, pero
nunca se ven publicadas. Solo se ven las veces que lo atrapan en una
situación más obscena.
—No eres nada de lo que pensaba —susurro.
No dice nada durante tanto tiempo que creo que es posible que no me
haya escuchado. Pero estamos solos en el reducido espacio del asiento
trasero de la limusina. Si extiendo la mano, mi mano rozaría la suya en el
cuero frío junto a la mía.
111
Finalmente, dice:
—Nunca me diste la oportunidad. No soy perfecto, Sophia. Lo arruino
todo más a menudo de lo que parece. Cometo errores, como todo el mundo.
Soy culpable de muchas cosas, incluso de pasar tiempo con mujeres con las
que no tenía nada que hacer. Soy hombre. No es que eso lo justifique, pero
quiero que sepas que, aunque nada de nuestro compromiso es real, y sé que
todavía tienes esas reservas sobre quién soy, estoy comprometido. No te
avergonzaré persiguiendo a nadie más, y nunca te faltaría al respeto de
ninguna manera.
Sus palabras estrujan mi corazón y siento que las lágrimas se
acumulan en mis ojos. Estúpidas hormonas.
—Te agradezco que digas eso. Espero que podamos ser amigos, olvidar
todo el pasado y seguir adelante. No solo por el bebé, sino… ¿por nosotros?
—Pregunto.
—Como si pudieras deshacerte de mí. —Sonríe, tomando mi mano y
entrelazando sus dedos con los míos. El gesto es simple y no es algo que
esperara de él.
No puedo evitar la sobrecarga de sentimientos que hay en mi interior
y que amenazan con estallar en cualquier momento. Estoy… confundida,
confundida por cosas que no debería, ni puedo, sentir por Hayes.
Lo último que necesito es enamorarme accidentalmente de mi futuro
falso esposo. No importa lo encantador y ridículamente sexy que sea.
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Dieciséis
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Hayes
113
—¡Hayes! —Escucho a Sophia gritar desde el otro lado de la casa,
sobresaltándome y haciendo que casi deje caer el peso de veinticinco kilos
que estoy levantando en el banco.
Rápidamente vuelvo a poner la barra en el estante y salgo corriendo
del banco, llegando al otro lado de la casa en un tiempo récord. Encuentro
a Sophia acostada en el sofá, con la tabla recta, mirando al techo.
—¿Estás bien? ¿Qué pasa? ¿Es el bebé? —jadeo, patinando hasta
detenerme a su lado.
—No, estoy bien. Todo está bien. Lo siento. —Ella sonríe y, aunque
me ha dado un susto de muerte, quiero más de la sonrisa con la que me
está honrando en este momento.
—Me has dado un susto de muerte, pensé que algo andaba mal.
—Estoy bien… ¡pero creo que sentí que el bebé se movía!
Mis cejas se levantan.
—¿De verdad? ¿Por fuera?
Durante las últimas dos semanas ha estado sintiendo que el bebé se
mueve en momentos aleatorios, y cada vez se sorprende más que la vez
anterior. No puedo esperar a sentir.
—Sí, como un pequeño movimiento, pero definitivamente lo sentí.
Me arrodillo junto a ella, mirando fijamente su vientre, como si mi
mirada hiciera que mi Rookie9 se mostrara.
Rookie.
Así la apodé cuando decidimos que ambos estábamos cansados de
llamarla “el bebé”. Todavía no sabemos el sexo, pero Sophia está convencida
de que es una niña.
Así que la llamamos Rookie, y le queda bien.
—Rookie, ¿estás ahí? —Toco suavemente el estómago de Sophia. Ella
tiembla con una risita, pero por lo demás todavía no hay ningún movimiento
que pueda ver. Coloco mi oreja contra su estómago, tratando de obtener
una risa de Sophia—. Escucha, no sé si puedes oírme bien ahí dentro, pero
realmente necesito que aparezcas y te muestres esta noche, ¿de acuerdo?
Papá muere por verte.
Cuando termino de hablarle al estómago de Sophia, sabiendo que
Rookie puede escucharme, pero no responderá hasta dentro de cinco meses
más o menos, mi mirada se conecta con la de Sophia, y hay una amplia y
feliz sonrisa en su rostro. Joder, eso lo he puesto yo.
114
Sophia es hermosa sin una sonrisa, pero con una… es impresionante.
La perfección, si es que alguna vez la hubo.
—Oh, eres suave.
Me encojo de hombros:
—Solo cumplo con mi deber de padre.
Nos sentamos juntos en silencio durante un momento, mientras yo
sigo mirando su estómago con atención, y justo cuando estoy a punto de
levantarme y tomar una bebida de la nevera, veo el más mínimo movimiento.
—¿Fue eso? ¡Sophia, lo vi! —Grito.
Riendo, ella asiente.
—Joder, sí, soy el susurrador de bebés. —Vuelvo a poner mi mano en
su estómago y pongo mis labios justo por encima de la cintura de los
pantalones cortos de Sophia—. Gracias, Rook. Sabía que ibas a ser la niña
de papá.
Sophia sisea cuando mis labios bailan sobre su sensible piel, y sus
ojos se tornan tormentosos. Es la misma mirada que me lanza cada vez que
se niega a sí misma. Al vivir juntos, sé cuánta frustración sexual acumulada
tiene. Y cada vez que puedo, socavo su resolución, derrumbándola hasta
115
Ella toma mi mano y me levanta de mis rodillas para ubicarme en el
sofá a su lado.
—Hayes, solo porque yo sea la embarazada, no significa que tú no
puedas tener preocupaciones o miedos. También es tu bebé.
Asiento.
—Tengo miedo de que algo le suceda a ella. A ti. A las dos. Y estar en
el médico, por muy irracional que sea, parece que empeora las cosas. He
estado teniendo estas pesadillas, casi todas las noches desde que llegaste.
Son jodidamente terribles. Estamos conduciendo sobre un puente, y de
alguna manera golpeo un parche de hielo, enderezo el vehículo, pero caemos
por la borda.
Trago saliva con fuerza, empujando el miedo en mi garganta hacia
abajo.
»Es mi culpa. Estoy prestando más atención a una historia que estás
contando que a la carretera, y entonces golpeo el hielo y caemos al agua.
Joder, hace tanto frío que ni siquiera puedo moverme. Consigo desatar el
cinturón de seguridad, pero trabajo en el tuyo hasta que mis dedos están en
carne viva, y no puedo conseguirlo. No importa lo mucho que tire, no
importa lo que intente. No consigo soltarte. La expresión en tu rostro es
suficiente para matarme, St. James.
Ella se gira hacia mí y me abraza, apretándome contra su cuerpo. Es
tan suave, tan jodidamente perfecta en mi abrazo, que no quiero dejarla ir.
—No nos va a pasar nada a mí ni al bebé, Hayes — dice en voz baja,
retrocediendo y colocando su mano contra mi mejilla—. Es perfectamente
normal tener estos miedos. Leí en alguna parte que muchos padres
primerizos están plagados de pesadillas y preocupaciones de estropear algo
o de que pase algo, pero yo creo de verdad que todo va a salir bien. Rookie
tiene suerte de tenerte como padre.
Estos momentos poderosos y profundos con Sophia son escasos, pero
cuando ocurren, echan raíces en mi corazón y crecen. Cada maldito día, me
enamoro más y más de una mujer que no puedo tener.
—Lamento mencionar eso, ni siquiera debería habértelo dicho.
—Sí, deberías haberlo hecho. Estamos juntos en esto. Eso es lo mejor
de estar aquí contigo, incluso si ninguno de nosotros tiene ni idea de lo que
estamos haciendo, podemos aprender y navegar juntos. —Deja de hablar y
coloca una mano sobre su estómago, sonriendo—: Y ahora mismo está
armando una tormenta. Me gustaría pensar que es ella diciéndote que dejes
de preocuparte y disfrutes de este momento. Aquí, siente.
116
Toma mi mano y la pone junto a la suya. Unos segundos después,
siento el golpeteo constante contra su estómago, y eso me hace sonreír.
Joder, muero por las dos.
—Ahora, ¿qué tal si cenamos y vemos una película? La película más
sangrienta y aterradora que puedas encontrar. —Sus ojos se iluminan.
Oh, ¿he mencionado que es un nuevo… síntoma del embarazo de
Sophia? Es una aficionada al terror renacida. Llámame cobarde si quieres,
pero después de Saw VI, mi estómago no puede soportar más artilugios de
mierda. Solo pensar en esa mierda hace que mi estómago se revuelva.
—¿Cena y algo… no tan sangriento? —Digo, esperanzado.
Ella pone los ojos en blanco.
—Bien. Sabes, para ser un jugador de hockey grande y macho, eres
un bebé.
—Oye, no me hieras así, mujer. Soy el jugador de hockey más grande
y más macho que conoces.
—Eso es solo porque aún no he conocido al resto del equipo.
Sé que está bromeando, pero una punzada de celos golpea en mis
entrañas. Mierda, nunca pensé en lo que sucedería si Sophia decide tener
una cita.
Dios, esta mierda es complicada. Si alguna vez decide tener una cita,
tendré que golpear a todos. Entonces se correrá la voz y dejarán de aparecer.
¿Verdad?
Gimo por dentro. Añádelo a mi lista de “problemas de falsa prometida
Baby mama”
119
—Mmm, me encanta cuando dices eso. Dilo otra vez. —En lugar de
frotar, mis dedos le hacen cosquillas en la planta del pie, ella aparta
rápidamente mi mano.
Merodeo hacia ella mientras retrocede en el sofá para escapar.
—Lo siento, St. James, eso no va a pasar. —La agarro por el tobillo y
tiro de ella hacia mí hasta que estoy sobre su pequeño cuerpo, con la cabeza
inclinada a escasos centímetros de la suya. Puedo sentirla presionada
contra mí, estamos tan cerca. Presiono mis dedos en su costado
suavemente, haciéndole cosquillas hasta que chilla y se agita debajo de mí.
—Detente, detente. Hayes, oh Dios mío.
Hay risas en su voz, así que tiento la suerte.
—No puedo hacerlo. Solo lo haré si dices: “Hayes es el mejor papá del
planeta, y lo elegiría antes que a las tostadas Strudel”.
—¡Vas a hacer que me orine! —grita.
—No me importa. Déjame escucharlo.
Detengo mi asalto para darle la oportunidad de respirar y hablar, pero
ella sella sus labios, doblándolos en un movimiento de labios cerrados.
Oh, así que se siente luchadora esta noche.
—No me hagas esconder las tostadas Strudel.
—¡No lo harías! —jadea.
—Puedes apostar tu dulce trasero a que lo haría.
—Bien. Bien. Para. Oh, Dios.
Estoy disfrutando esto más de lo que debería. Estoy disfrutando
especialmente de cómo se contonea debajo de mí, frotándose
convenientemente contra mi polla, que ahora se está tensando contra la tela
de mis pantalones deportivos. Todo lo que tiene que ver con ella me excita,
y no podría frenarla, aunque lo intentara.
Sí, me refiero a mi polla en tercera persona.
—Eres el mejor papá del bebé. —Ella resopla. Hay una expresión de
fastidio en su rostro, el pequeño espacio entre sus cejas, que están juntas,
va acompañado de la pequeña mueca que frunce sus labios. El mismo gesto
que desaparece, porque la sonrisa que trata desesperadamente de reprimir
se le escapa.
—Yyyyyyyyyyy…
Esta vez golpea mi pecho.
—Ugh, y te elegiría a ti antes que a las tostadas Strudel. Eres
imposible, Hayes Davis.
120
—Gracias, doctor Martin.
Sophia sostiene el sobre con el sexo de nuestro bebé en la mano, y me
mata no saber qué hay dentro. Acordamos que lo abriremos juntos delante
de nuestra familia y amigos cuando lleguemos a casa. Ella dijo que las
personas que amamos ya se están perdiendo gran parte de su embarazo,
por lo que quiere hacer esto rodeada de todos.
En ese momento, no podría estar más de acuerdo. Pero ahora me estoy
replanteando seriamente nuestra decisión de esperar. Tenemos que
conducir más de tres horas con ese sobre entre nosotros, rogando que se
abra para revelarnos si Rookie es realmente una niña como piensa Sophia,
o si iba a ser mi mini-yo.
Estoy feliz de cualquier manera, pero la espera podría acabar conmigo
incluso antes de averiguarlo.
—Es un placer. Enhorabuena a los dos. —El doctor Martin estrecha
mi mano con una cálida sonrisa y me da unas palmaditas en la espalda. Se
gira hacia Sophia y le da un abrazo antes de retirarse—. Ahora, si tienes
más náuseas matutinas, asegúrate de tomar la medicina e intenta tomar
unos bocados de galletas con unos sorbos de ginger ale. Y, por supuesto,
llámame si necesitas algo.
—Lo haré. Gracias de nuevo. —Sophia sonríe y da un pequeño saludo
mientras sale por la puerta de la sala de examen.
—Vaya. Así que aquí está.
Ella levanta el sobre simple blanco y sellado.
—Aquí está.
»Tengo muchas ganas de abrirlo. Quiero decir, no lo haremos. Porque
nos prometimos que lo haríamos con nuestras familias, pero la anticipación
me va a comer viva. Estoy tan emocionada —exclama. Sus ojos son tan
brillantes y felices. Brillan con una emoción que coincide con la mía.
—Lo sé, estaba pensando en que no puedo esperar ni un segundo
más. Parece que hemos esperado una eternidad.
121
Ella asiente y baja de un salto de la mesa de examen, toma su bolso
antes de volver a mirar hacia mí.
—Exactamente, y aunque me mata esperar, tenemos que hacerlo.
Hemos llegado tan lejos. Imagina los rostros de todos. Holly dijo que podría
conseguir ese cañón que tiene azul o rosa para que lo hagamos estallar
delante de todos… pero tendríamos que darle el sobre para que lo compre.
¿Qué te parece?
—Creo que sería increíble. Hagámoslo.
Cuando salimos de la habitación, la enfermera del doctor Martin se
asoma para felicitarnos y despedirse de nosotros, y luego salimos de la
clínica, de vuelta a la camioneta. Antes de salir de casa, Sophia empacó
suficiente mierda para nosotros como para seis meses para nuestro viaje de
tres días de regreso a casa. El plan era venir a su cita y, como es bastante
temprano, salir a la carretera y llegar a nuestra ciudad natal antes del
anochecer.
—Genial. —Sophia murmura cuando me deslizo en el asiento junto a
ella y arranco la camioneta.
—¿Qué?
—Tengo que orinar.
—¿Ya? Han pasado cinco minutos. —Me río.
Parece ofendida por el “ya”, pero… ni siquiera hemos entrado en la
carretera.
—¿Y? Tengo un bebé bailando sobre mi vejiga. Podemos intercambiar
felizmente los lugares, ya sabes.
—Sólo estoy bromeando, St. James. No te pongas las bragas torcidas.
—No llevo ninguna.
La miro, y mi mirada se dirige inmediatamente al par de leggings que
lleva puesto y que se adhieren a su cuerpo como un guante. Joder, incluso
con leggings y un par de converse, supera a cualquier modelo que haya visto.
Simplemente hermosa. No tiene que esforzarse ni un ápice en su
aspecto, y sigue siendo la mujer más hermosa de la sala. ¿Y la parte más
loca? Ella ni siquiera se da cuenta. Ella realmente no tiene idea del efecto
que tiene en el sexo opuesto. Es parte de lo que la hace tan atractiva.
—¿Quieres ir allí? —Le pregunto, esperando una respuesta genuina.
Porque si lo dice, estacionaré esta camioneta y la colocaré en mi regazo aquí
mismo.
—Mmm, no sé a qué te refieres, Hayes.
—Tienes suerte de que mi madre nos esté esperando para cenar, o te
mostraría exactamente lo que estoy pensando ahora mismo.
Me mira con los ojos entornados.
122
—Qué bueno entonces.
El momento se interrumpe cuando un auto toca el claxon detrás de
mí. Maldigo, luego retrocedo y salgo del estacionamiento para entrar en la
autopista. Encontramos la gasolinera más cercana para que Sophia orine,
hacemos una parada rápida y nos dirigimos a casa.
Durante todo el trayecto, Sophia cambia de estación de radio cientos
de veces hasta que encuentra algo que no tengo ni idea de lo que es, y canta.
Luego paramos a orinar, otra vez. Después de salir con pepinillos y una
Sprite, volvemos a la carretera. Una hora más tarde, paramos a orinar… otra
vez.
Es un milagro que lleguemos a casa de mis padres antes de
medianoche. Con un ligero retraso y con una mujer embarazada y
malhumorada en el asiento delantero, no podía esperar a encontrar la cama
más cercana y dormir.
—Eso fue… —Ella bosteza, estirando los brazos sobre la cabeza nos
detenemos en el camino de entrada de mis padres. El sol acaba de ponerse
y la luna está en lo alto del cielo, proyectando una sombra de luz lunar sobre
su rostro. Sus mejillas están rosadas, sus ojos cansados pero brillantes, y
joder… esos labios… magullados por la cantidad de tiempo que ha pasado
mordiéndolos nerviosamente. Después de este viaje, no voy a esperar ni un
segundo más para tenerla.
Ya había escuchado suficientes gemidos guturales y jadeantes
durante todo el trayecto, y había observado cómo subía y bajaba su pecho
con cada respiración tensa que tomaba. Sabía que ella también lo sentía,
solo necesitaba mostrárselo. Hay cosas que no se pueden decir, hay que
sentirlas.
Me muevo hacia adelante y la tomo entre mis brazos, capturando sus
labios en un beso lleno de cada pedacito de frustración y tensión reprimidas
con la que hemos estado bailando durante semanas. Ella gime, fundiéndose
en mí. El sonido es tan dulce para mis oídos que se necesita todo lo que
tengo para no levantarla y llevarla adentro.
¿Lo que no puedo evitar notar? Ella no protesta ni una sola vez. Tal
vez, solo jodidamente tal vez, esté sintiendo exactamente lo mismo que yo
desde hace semanas.
Retrocediendo, la miro a los ojos mientras mis manos acarician su
123
rostro.
—Ahora que eso está fuera del camino. ¿Lista?
No habla, está momentáneamente sorprendida de que la haya besado
como si tuviera derecho a hacerlo. Sus ojos vidriosos sostienen los míos
antes de susurrar, todavía aferrada a mis manos que la sostienen.
—No, pero algo me dice que voy a tener que estarlo.
Diecisiete
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Sophia
124
Ahora, sentada aquí en la mesa de la cena de su madre, rodeada por
su padre, su hermano y su hermana, solo puedo pensar en el cosquilleo que
siento en los labios desde que me besó hasta dejarme sin aliento.
—Aquí tienes, cariño. —Hayes sonríe y me entrega el plato. Se
comporta como siempre de forma sobreprotectora, asegurándose de quitar
el brócoli, porque sabía que estaría a medio camino del baño en cuanto lo
viera en mi plato.
—Así que, Sophia, Hayes me dice que ustedes dos se van a casar. ¿Ya
se han decidido por un lugar? —su hermana Adrian, pregunta desde el otro
lado de la mesa. Con su largo y oscuro cabello y sus cejas gruesas, se parece
tanto a Hayes que resulta casi cómico.
—No, todavía no. Nos lo estamos tomando con calma. —Sonrío. Ella
asiente, y yo vuelvo a empujar un trozo de comida en mi plato.
—Sophia, ¿podría hablar contigo un momento? ¿A solas? —Darlene,
la madre de Hayes, interrumpe.
Se me hace un nudo en el estómago. Significa más para mí de lo que
nadie sabe que la familia de Hayes me acepte. Sé que estamos a punto de
sorprender a todo el mundo con nuestra noticia, y sé que su madre ya estaba
molesta por nuestro compromiso secreto. Odio el hecho de que estemos
mintiéndole a todo el mundo, pero proteger la carrera por la que ha
trabajado tan duro es importante. Sé que quiere decirles a sus padres, al
menos, la verdad, pero no quiere herirlos de ninguna manera. Lo mataría si
lo hiciera.
—Por supuesto.
Empujo mi silla hacia atrás y pongo la servilleta en mi plato. De todos
modos, ya he terminado por esta noche. Mi estómago está lleno de nervios
como para disfrutar de algo.
La sigo mientras me conduce por el pasillo hacia un estudio, pero no
antes de que Hayes me llame la atención y me guiñe un ojo. Dentro del
estudio, cierra la puerta detrás nosotros y señala el sofá que hay junto a la
pared. Nos sentamos, y ella ocupa el lugar junto a mí, sorprendiéndome al
poner mis manos en las suyas.
—¿De cuánto tiempo estás? —Su tono es suave y nada
condescendiente. Decir que estoy sorprendida es quedarse corta.
—¿Cómo lo sabes?
—Una madre lo sabe todo, cariño. Hayes no me lo dijo, si es eso lo que
te preocupa. Es muy… protector contigo. Incluso nos habla de ti —dice—.
Pero, algunas cosas simplemente… las sabes. Y una cosa que sé es que mi
125
hijo está loco por ti.
Mi corazón da un vuelco, un latido en mi pecho desapareció con sus
palabras. Poco sabe ella, su hijo y yo estamos engañando a todo el mundo.
—Estoy de dieciocho semanas. Hoy hemos descubierto el sexo y
hemos planeado decírselo a todos después de la cena. Todavía no sabemos
el sexo, pero tenemos un sobre con él escrito dentro. Lo siento… no se lo
hemos dicho a nadie. Me puse este jersey holgado con la esperanza de que
no se notara hasta que estuviéramos listos para anunciar la noticia.
Las arrugas cerca de sus ojos se profundizan mientras ella sonríe, una
amplia y genuina sonrisa que disminuye mis nervios y deshace algunos de
los nudos dentro de mi estómago.
—Querida niña, no te disculpes. Me alegro de que Hayes haya
encontrado a alguien que le haga tan feliz como tú. Se nota lo mucho que te
quiere, solo por la forma en que te mira.
¿Qué? Hayes… ¿siente algo por mí?
—Él es maravilloso. Mucho más de lo que esperaba. Hizo que este
embarazo sea muy fácil. Es amable, atento y hace todo lo que puede para
asegurarse de que estoy cómoda y feliz. No podría haber hecho esto sin él.
Ella asiente.
—El matrimonio es un trabajo duro. Si se añade un recién nacido, es
aún más difícil. Recuerdo cuando Hayes era un bebé. Yo era madre
primeriza, recién casada, y no tenía ni idea de ser madre o esposa. Estaba
aprendiendo sobre la marcha. No será fácil, Sophia, pero no tengo ninguna
duda de que los dos lo resolverán juntos.
Su consejo es amable y alivia mis preocupaciones. Me pregunto a
diario si seré una buena madre. ¿Haré las cosas bien? Tener un hijo que lo
espera todo de ti es la mayor responsabilidad del mundo, y estoy decidida a
hacerlo bien. Nunca esperé esto, pero estoy agradecida de no estar sola y de
que Hayes esté aquí conmigo.
—Gracias, señora Davis. —Le digo—. Aprecio su amabilidad. Espero
ser aunque sea la mitad de madre que eres tú.
—No tengo dudas de que serás aún mejor. Solo quería tener un
momento a solas contigo y decirte que tanto el padre de Hayes como yo te
apoyamos totalmente y estaremos aquí para cualquier cosa que necesiten.
Estoy más que encantada de ser abuela. —Ella chilla, sin poder contener su
emoción.
Su aceptación significa mucho para mí, y ahora que hemos tenido esta
126
conversación, siento que puedo pasar el resto del fin de semana con un
corazón más alegre. Ya no me preocupa que esté molesta o que ellos se
resientan de que estemos juntos de alguna manera.
—¿Mamá? —Hayes llama desde el otro lado de la puerta, antes de que
se abra y entre en el estudio.
—Solo estamos hablando, hijo. —Ella sonríe y le hace un gesto para
que entre.
No puedo apartar los ojos de él mientras se acerca. Lleva unos jeans
que dejan ver su ridículamente perfecto trasero, con un polo de un gris claro
que hace que sus ojos destaquen aún más. Verde brillante y enfocados en
mí. Nuestras miradas se encuentran y, como una polilla hacia una llama,
me siento atraída.
—Escuché que vas a ser papá.
Hayes se vuelve de un blanco fantasmal antes de girar su cabeza hacia
su madre, tartamudeando:
—Yo… eh… ¿Sophia? —Sus ojos me suplican que lo ayude.
—Ella ya lo sabía. No tuve que decírselo.
—Pero ¿cómo?
—Intuición materna, Hayes —dice simplemente su madre. No hace
falta ninguna explicación.
Hayes se acerca a donde está sentada, la levanta y la abraza. Su
abrazo es tan dulce que me hace llorar.
Malditas hormonas.
Y antes de darme cuenta, estoy sollozando como una tonta.
—Sophia, cariño, está bien. —Hayes suelta a su madre y envuelve sus
brazos alrededor de mi cuerpo tembloroso, acercándome. Sus brazos son
fuertes e inquebrantables.
—Ni siquiera sé por qué estoy llorando —sollozo, lo que hace que
Hayes eche la cabeza hacia atrás y se ría antes de presionar sus labios en
la parte superior de mi cabeza depositando un suave beso.
Su afecto es demasiado. Mis emociones están desbordadas y soy un
completo desastre.
Hayes no hace más que abrazarme y dejar que limpie mis mocos en
su polo sin rechistar. Mi mente vuelve a lo que dijo su madre. Sus brazos
me rodean con fuerza, como si tuviera miedo de soltarme y que me
127
desmorone. Es un consuelo que nunca supe que necesitaba. Y puedo
admitir ahora mismo que lo necesito a él y a su fuerza.
¿Hayes siente algo por mí? ¿O simplemente está cumpliendo con el
deber del falso prometido cariñoso, y del futuro papá? ¿Quiero que Hayes
sienta algo por mí?
—Seca esas lágrimas, St. James. Eres demasiado hermosa para estar
llorando. Vamos a averiguar qué es nuestro bebé y a decírselo a nuestra
familia y amigos. Creo que Scott y Holly han llegado hace un minuto.
Asiento, pero no hago ningún movimiento para desenredarme de su
abrazo, esperando poder estar un minuto más cerca de él.
La verdad es que, en algún momento del camino, creo que comencé a
enamorarme de Hayes Davis. No fue todo a la vez, sino más bien pequeñas
piezas de un complicado rompecabezas que empezaron a encajar. No estoy
segura de lo que está pasando entre nosotros, pero lo veo como nunca antes
lo había visto. Realmente lo vi.
Vi el lado de él que las revistas nunca retratarían: el hombre que frota
mis pies porque están doloridos, y el mismo hombre que puede besarme
hasta dejarme sin aliento, todo en el mismo momento. He sido demasiado
orgullosa para admitir mis sentimientos por él, pero después de hoy…
después de la forma en que me ha besado y el amor que su madre ha visto
en sus ojos, estoy dispuesta a admitir que quiero que esto sea real.
Y rezo para que él sienta lo mismo.
—¡Vamos ustedes dos, tengo mimosas para beber! —Holly canta desde
su silla en el porche trasero.
Toda nuestra familia y amigos están reunidos alrededor, esperando
que los dos hagamos nuestro anuncio. Holly y Scott son los únicos que
conocen nuestro secreto, y Holly es la única que sabe realmente el sexo del
bebé Davis. Agradezco que haya tenido la sensatez de conseguir un cañón
para ambos sexos, ya que no pude entregarle el sobre hasta esta noche y ya
me cansé de esperar.
—Estamos embarazados —dice Hayes con una amplia y orgullosa
sonrisa.
Un jadeo colectivo pronto se convierte en gritos y todos se abalanzan
sobre nosotros a la vez con felicitaciones, abrazos y buenos deseos.
Todo esto es mucho mejor de lo que esperaba.
—Te felicitaría, pero tener que vivir con mi hermano el resto de tu vida
va a ser una mierda —se burla su hermano Hart.
—Cállate, Hart, antes de que te rompa la nariz —responde Hayes.
Se ríen, pero veo que Hayes va en serio con su amenaza. Sus hombros
están tensos y su postura es defensiva. Cavernícola.
Su hermano solo está bromeando.
128
—También tenemos otra sorpresa. Vamos a descubrir el sexo —dice
Hayes—, ahora mismo.
Holly se acerca y nos entrega a cada uno un cañón color blanco con
una flecha que indica hacia dónde hay que girar, ambos sonreímos y
tomamos nuestros lugares frente a todos.
—¿Lista, St. James? —pregunta, mirándome. Por segunda vez esta
noche, veo algo en sus ojos que quizá no había notado antes. Son suaves y
se clavan en los míos, y de repente deseo que estemos solos en lugar de
rodeados por una multitud.
Le doy una pequeña sonrisa antes de levantar mi cañón junto al suyo
y cerrar los ojos con fuerza.
Escucho a Scott empezar a contar:
—¡Tres… dos… uno!
Al escuchar uno, giro y abro los ojos mientras el cañón explota,
revelando confeti rosa brillante.
¡Es una niña! Lo supe desde el principio. ¡Una niña!
Grito y salto, girándome hacia Hayes, que grita y se gira para
levantarme y hacerme girar hasta que los dos nos quedamos sin aliento.
—Una chica, Soph. ¿Puedes creerlo? Mi Rook va a ser una niña. —
Respira antes de que sus labios encuentren los míos en un beso
desordenado y caótico que siento hasta los dedos de mis pies. Sus manos
se enredan en mi cabello mientras me acerca, respirando, succionando mi
labio inferior en su boca. El beso se vuelve inapropiado rápidamente y me
aparto.
—Dios, Hayes. —Estoy sin aliento, y mi voz es ronca por la necesidad.
—Muy bien, todos, las celebraciones terminaron, Sophia y yo tenemos
que estar en un sitio —dice Hayes burlonamente, pero comienza a tirar de
mí hacia la puerta trasera.
—Hayes, detente —me rio—. Estamos cerca de tus padres.
Él gime y mira al cielo como si estuviera rezando para tener paciencia,
y por una vez… lo entiendo. Me gustaría que estuviéramos a solos ahora
mismo para poder contarle todo lo que amenaza con estallar en mi pecho.
Pasamos el resto de la noche con las personas que queremos, y es una
129
noche de risas y felicidad. Tanta felicidad que mi corazón parece que va a
explotar de tanta alegría que hay dentro. Voy a tener una niña, una que, si
se parece en algo a su papá, será amable, persistente y desinteresada. Un
trozo de cada uno de nosotros en esta niña que nos robará el corazón a
todos.
Después de ayudar a su madre a limpiar y de que nos haga salir por
la puerta, subimos a la camioneta de Hayes y nos dirigimos a la pequeña
cabaña que ha alquilado para el fin de semana. Para consternación de su
madre, él insistió en que tuviéramos nuestro propio espacio y rechazó
amablemente su antiguo dormitorio que ella le ofreció.
Argumentó que éramos adultos y necesitábamos nuestro propio
espacio. Además, mi insomnio era cada vez peor y necesitaba poder
moverme libremente sin preocuparme de si iba a despertar a alguien.
Yo digo que es mentira.
Creo que me quiere a solas para poder hacer lo que quiera conmigo.
Mi corazón se acelera al pensarlo.
Cuando llegamos al camino de entrada, Hayes toma nuestras maletas
y me hace entrar, y me sorprendo por lo pintoresca y bonita que es la
cabaña. Parece sacada directamente de una revista de decoración.
—Hayes, esto es perfecto.
Él asiente.
—La vi y pensé que te encantaría.
Otra cosa que hace: elegir cosas que sabe que me harán feliz porque
me conoce. Me conoce, aparentemente mejor de lo que yo me conozco, y eso
dice mucho. No me merezco a este hombre.
Deja las bolsas en la cama junto a la puerta y la cierra con fuerza,
luego se gira hacia mí.
—Sophia… —Antes de que pueda terminar, me lanzo hacia él y en sus
brazos, donde me atrapa con facilidad, levantándome hasta que mis piernas
se envuelven con fuerza alrededor de su cintura. Esta vez, yo hago el
movimiento.
Llámalo un momento de deseo descarado, o llámalo hormonas, ni
siquiera me importa. No me doy la oportunidad de echarme atrás o de
disuadirme, ni siquiera de pensar en el resultado de mis acciones.
Simplemente siento.
Mis labios encuentran los suyos y lo beso como debería haber hecho
hace tantas semanas. Lo beso hasta que mis labios se sienten magullados
130
y su lengua baila con la mía con tanta fuerza que se traga el aire de mis
pulmones.
—Sophia, Sophia —murmura Hayes y luego se aparta para mirarme.
Sus ojos examinan mi rostro—. ¿Por qué tanta prisa, St. James?
Su sonrisa con hoyuelos hace que mi corazón se acelere en
anticipación. Es tan guapo.
—Yo solo… quiero estar cerca de ti.
Cuando las palabras salen de mi boca, él apoya su frente contra la
mía y exhala:
—Siento que he esperado algunos malditos meses para escucharte
decir eso, Baby Mama.
Baby Mama. El estúpido apodo hace que mi estómago se llene de
aleteos, y sé que no es Rookie.
—Aunque me duela, y jodidamente mi pene me odie ahora mismo, no
puedo… Tenemos que hablar.
Un doloroso gemido de protesta sale de mis labios, pero aflojo las
piernas y me deslizo por su cuerpo hasta que mis pies tocan el suelo. Tiene
razón, aunque mi descontrolada y hormonal vagina no se haya enterado.
Camina hacia la cama y se sienta, esperando a que me siente a su
lado. Dudo, porque sinceramente… ahora mismo no puedo hacerme
responsable de mis actos. Hemos estado bailando alrededor de esto durante
demasiado tiempo, y mi cabeza finalmente se ha puesto al día con mi
corazón.
—Ven aquí, preciosa.
Me quito los zapatos y me acerco a la cama, luego me siento a un buen
metro de él, lo que hace que eche la cabeza hacia atrás, se ría y me atraiga
hacia él de todos modos.
—¿Crees que no estoy loco por ti, Soph? —Su mano se envuelve
alrededor de la mía y la lleva hacia la tensa erección que tiene en sus
pantalones, gimiendo cuando mi mano la roza ligeramente.
Oh, chico. Esto es demasiado para mí.
—Tengo que hacer las cosas de la manera correcta contigo. Tengo que
demostrarte que esto va en serio para mí. No puedo imaginarme estar dentro
de ti sin decirte lo que siento. Sueno como una nenaza, y ni siquiera me
importa. Significas demasiado para mí, Sophia.
131
Sus ojos buscan los míos, y sus dedos apartan un solitario mechón
de cabello que ha caído sobre mis ojos, metiéndolo detrás de mis orejas. Me
acerco poco a poco hasta que nuestras rodillas se tocan en la cama y puedo
sentir el ascenso y descenso de su pecho con el mío. Puedo ver la guerra de
contención que se libra detrás de sus ojos, y me sorprende no haberme dado
cuenta antes.
—Ya terminé de fingir. Eres mía, Sophia, y si alguna parte de ti,
incluso la más pequeña, siente como si no lo fueras, entonces tienes que
salir por esa puerta, porque ya no puedo contenerme más. Terminé de fingir
que esto no es real y que tú no eres lo único que quiero. Joder, Soph. Esto
es lo último que esperaba que ocurriera, pero en algún momento dejó de ser
sobre el falso compromiso y lo que la prensa sensacionalista publicaría. No
me importa. Pueden hacer lo que quieran. Lo único que sé es que te quiero
a ti y a nuestro bebé.
Asiento.
—Me siento de la misma manera. Solo tenía demasiado miedo de
admitirlo ante mí misma, de admitirlo en voz alta. Pero después de esta
noche, el beso y la conversación con tu madre… estoy cansada de luchar
contra eso, Hayes.
—Me alegro de que estemos en la misma página, nena, porque estoy
jodidamente cansado. A partir de este momento, ambos hemos terminado
de fingir.
Sus labios chocan con los míos, y aunque odio que hayamos detenido
el frenesí en el momento en que entramos por la puerta, me parece correcto
saber lo que siente cada uno de nosotros. No preguntarme o cuestionar lo
que el otro está pensando. En vez de eso, sé exactamente lo que Hayes siente
por mí, y eso solo hace que lo desee más.
Mis manos tiemblan mientras aprieto su camisa, acercándolo a mí. Mi
lengua se enreda con la suya y un escalofrío recorre mi espalda cuando su
mano se enreda en mi cabello y su agarre es de hierro.
Hayes Davis es un amante como nunca he conocido, y ni siquiera he
sentido su ridículamente grande… ¿Sabes qué?, quizá no debería estar
pensando en esto ahora mismo.
Trago saliva y me retrocedo sin aliento.
—Te deseo. Ahora mismo.
Cansada de esperar, quito la camisa por encima de mi cabeza y la tiro
132
a un lado, mis mejillas se calientan cuando sus ojos recorren mi cuerpo,
deteniéndose en mi estómago.
—Dios, eres tan jodidamente hermosa, Sophia.
Muerdo mi labio y miro hacia otro lado, su mirada es demasiado,
demasiado caliente sobre mi piel. Me paro frente a donde él está sentado en
la cama, y él coloca su mano en la parte posterior de mis muslos,
deslizándose hacia arriba y hasta que tiene mi trasero en sus manos. Se
inclina, presionando suaves y dulces besos sobre mi estómago, continuando
más abajo, hasta que sus dedos se introducen en la cintura de mis leggings
y trazan la línea de mis bragas.
Mi cuerpo está en llamas. Tarareo con anticipación mientras sus
dedos bailan sobre mi piel.
Quiero que se apresure, que calme el dolor que ha creado tan
fácilmente en mi interior. Pero él se toma su tiempo, memorizando todo lo
relacionado con mi cuerpo. Con sus dedos, cataloga cada centímetro de mi
piel, desde el hundimiento de cada una de mis caderas hasta las marcas en
mi estómago de nuestra hija.
—Hayes —respiro cuando sus dedos finalmente, con tanta suavidad,
se sumergen en la parte delantera de mis bragas y se conectan con mi centro
ya resbaladizo. Sus dedos son callosos y ásperos contra mi piel, y la
sensación es incomparable: la textura áspera hace que el placer recorra mi
cuerpo de una manera que mis propios dedos nunca podrían.
—Estás goteando, St. James. —Respira con fuerza y comienza a bajar
mis leggings y bragas por mis caderas hasta dejarme completamente
desnuda. Intento cubrirme bajo su mirada, pero me detiene, apartando mis
manos y besándolas—. No te escondas nunca de mí, cariño. Tu cuerpo es
una obra de arte y voy a pasar las próximas doce horas adorándolo hasta
que entiendas lo hermoso que es.
Sus palabras son gasolina para un fuego ya descontrolado. Cuando
su áspero pulgar frota un círculo en mi clítoris, mis piernas se sienten de
repente incapaces de sostener mi peso. Él me levanta con facilidad, me
acuesta en la cama y se cierne sobre mí, quitándose lentamente la ropa.
Cuando quita la camiseta por encima de su cabeza, mostrando los
mismos abdominales que han protagonizado muchos de mis sueños
húmedos en los últimos meses, se me hace agua la boca. Mis muslos se
aprietan juntos con anticipación.
—Deja de mirarme así o no duraré ni un segundo, Sophia —murmura.
—Lo siento —chillo.
Engancha los dedos en la cintura de sus bóxers negros ridículamente
ajustados y comienza a bajarlos por las caderas; me quedo boquiabierta. 133
Dios mío.
—Ahora solo estás haciendo que mi ego sea aún más grande. —Sonríe.
Decir que Hayes es el hombre más grande con el que he estado es un
eufemismo. ¿Cómo no recuerdo esto? ¿Cómo es posible que no haya sentido
esto durante una semana después?
El papá de mi bebé está equipado.
Antes de que siquiera tenga tiempo de pensar en cómo va a encajar,
él se arrastra sobre mí y mete sus piernas entre las mías, y luego pierdo el
hilo de mis pensamientos.
—Oh, Dios —gimo, mientras su boca se cierra alrededor de mi clítoris,
chupando. Con fuerza.
Tan fuerte, que veo estrellas detrás de mis ojos. Veo todo un nuevo
universo. ¿Ese es Plutón?
—Sabes aún mejor de lo que imaginaba —dice, antes de pasar su
lengua por completo por mi abertura, sus palabras vibran en mi parte más
sensible. El placer es demasiado. Tan intenso, tan absorbente. Él me devora
como si estuviera muerto de hambre.
No puedo aguantar más, el orgasmo me invade por completo. Mi
espalda se arquea sobre la cama, mis ojos se cierran mientras el placer más
grande que jamás he conocido sacude mi cuerpo. Deliciosos choques de
placer, cada gramo exprimido por el hombre que está entre mis piernas.
Se aparta un poco y me mira, con mi deseo brillando en sus labios y
en su barbilla; me sonrojo furiosamente. Es una imagen que nunca quiero
olvidar nunca: Hayes Davis cubierto de mí. Es tan deliciosamente perverso.
Cuando ve el color de mis mejillas, se ríe, limpia su boca con las manos y
trepa por mi cuerpo.
—¿Eso te excitó, Baby Mamá? —bromea, y no puedo evitar asentir.
Siento cómo mi rostro se calienta—. Bueno, créeme cuando digo que me
excita que mi bebé esté dentro de ti. Mío, cada maldito centímetro de ti.
Primitivo. Carnal. Crudo. La mirada en sus ojos me hace temblar. Lo
deseo. Deseo más de él.
Sus dedos se entrelazan con los míos mientras se hunde lentamente
en mi interior, centímetro a centímetro, hasta que nos unimos por completo.
Noto cómo el vello púbico roza mi clítoris. Es tan profundo. Estoy tan llena,
y sin embargo… quiero más.
134
—Por favor, muévete —le suplico.
Un gemido gutural suena en algún lugar profundo dentro de su pecho
mientras gimo.
—Estoy tratando con todas mis fuerzas de no perder el control, St.
James, pero joder, estás tan apretada.
Reprimo una risita y elevo mis piernas hasta su cintura, empujándolo
aún más hacia adentro, y ambos gemimos. Entonces, me folla.
No se contiene. Sus embestidas son profundas, cada una más
profunda que la anterior, lo siento en lugares que nunca había sentido, y
soy adicta a la sensación de Hayes enterrado dentro de mí.
Cada vez que me penetra de nuevo, mi cuerpo se levanta un poco más
de la cama por el poder de sus embestidas.
Sintiendo que estoy cerca, extiende su mano entre nosotros para
frotar su pulgar contra mi clítoris. No pasa mucho tiempo antes de que
caiga.
Caigo libremente en un estado de dicha tan poderoso que todo mi
cuerpo se siente como si estuviera en llamas. El fuego arde por mis venas,
quemando una parte de mí que nunca volverá a ser la misma.
Estoy embriagada de él. Estoy saciada y agotada cuando resuenan las
últimas réplicas de mi orgasmo, sus embestidas se ralentizan mientras me
penetra y se derrama dentro de mí, gimiendo con cada gota de semen que
brota dentro de mí.
—Joder, Soph —grita, y me penetra una última vez, completamente
agotado.
Rueda hacia un lado, me toma en sus brazos y deja escapar un
suspiro entrecortado.
Ninguno de los dos habla, ambos simplemente nos deleitamos en el
cómodo silencio que reina entre nosotros, hasta que mis ojos comienzan a
cerrarse. Justo cuando me duermo, juro que lo escucho susurrar:
—Nunca te dejaré ir, St. James.
135
Dieciocho
Traducido por OnlyNess
Corregido por Sand
Hayes
—Hayes, no creo que esa pieza vaya ahí. —Sophia dice en voz baja.
Obviamente, está preocupada por herir mi ya deshilachado ego que
disminuye lentamente por segundos mientras armo este desastre de cuna.
—¿Qué? —Digo con más brusquedad de la que pretendía—. Lo siento,
cariño, ¿por qué crees que esa pieza no encaja?
Succiona el labio inferior en su boca y arruga la nariz como para
atenuar el golpe, luciendo tan ridícula y jodidamente caliente… Está sentada
en la mecedora blanquecina que acaban de entregar. La misma que
buscamos en cuatro tiendas porque quería que la habitación de Rook fuera
exactamente lo que Sophia imaginaba y nada menos. Es por eso que quiero
saborear su apariencia con los pies apoyados en la otomana a juego, el
136
cabello recogido en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza
y la barriga grande y redonda, absolutamente perfecta. Ya está de treinta
semanas. Ocho meses y medio. Cuesta creer que hace nueve meses nos
odiábamos y que ahora nos estemos preparando para darle la bienvenida a
la mayor bendición que cualquiera de nosotros haya conocido.
—Bueno, porque está etiquetado como “tres”, lo que significa que es
una pieza de acabado, no una pieza base, según las instrucciones.
—Malditas instrucciones. No sirven de nada si todo está en maldito
chino. —Murmuro.
—De acuerdo, creo que es hora de un descanso. Eso o me veré
obligada a apuñalarte con ese destornillador.
Mis ojos se ensanchan mientras su sonrisa burlona se extiende.
—Pruébame. Hoy las hormonas están desbocadas.
Suspirando, dejo la llave inglesa y cualquier maldita pieza que esté
sosteniendo y me acerco a donde está sentada en la mecedora, ofreciéndole
mis manos para ayudarla a levantarse. Sé exactamente lo que necesitamos
los dos, y no se trata de jodidas instrucciones ni de muebles sin construir.
—Ven aquí, St. James. —La atraigo hacia mí, con su vientre
presionado contra mí mientras enredo mis manos en su cabello y acerco mis
labios a los suyos. Su suave gemido contra mi boca se dispara directamente
a mi polla, y me pregunto… ¿siempre será así entre nosotros?
Cuando Rook esté aquí y las cosas sean diferentes, ¿seguirá
deseándome como yo la deseo? ¿Seguirá siendo tan insaciable como lo ha
sido desde la noche que volvimos a casa? ¿Siempre queriendo más,
queriendo que la toque?
Sus manos se aferran a mi camisa, me agacho y la levanto por los
muslos, llevándola hacia mi habitación. Nuestra habitación, desde la noche
que volvimos a casa. Sophia no ha dormido separada de mí desde el día en
que le dije que había terminado de fingir. Suave y dócil, todas las noches
duerme arropada contra mi costado con mi mano en su estómago.
Jodidamente perfecto.
Gruño y ella se ríe.
—¡Bájame! Estoy demasiado pesada para que me cargues.
—¿De verdad? Soy un jugador profesional de hockey, cariño,
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literalmente aro a tipos que te triplican en tamaño. ¿Estás tratando de
volverme loco? En realidad, ahora te voy a arar a ti. —Digo, con una sonrisa
burlona.
—Tal vez. —Ella se ríe de mi ridícula broma del “arado”.
—Mmm —sumerjo mi cabeza en su cuello y le doy un mordisco,
bajando por su cuello hasta que está jadeando contra mí—. ¿Te sientes como
una chica sucia hoy, Baby Mama?
No responde, pero maúlla cuando arrastro mis dientes por su sensible
pezón a través de su fina camiseta. Sus tetas han crecido y estoy en el
maldito cielo. Ella las odia, pero yo quiero pasarme todo el día, todos los
días, dándole todas las razones por las que es perfecta y éstas son un regalo
de Dios del Cielo.
Joder, me voy a venir en los pantalones como un adolescente.
Finalmente, después de lo que parece una vida entera, entro en el
dormitorio y cierro la puerta de una patada con un pie detrás de mí, la coloco
suavemente sobre la cama. Se recuesta con una sonrisa que dice que se
siente muy mala esta noche, y yo pienso aprovechar cada segundo.
Mis manos se deslizan por la parte exterior de sus muslos hasta llegar
a la cintura de sus pantalones de yoga, y los bajo rápidamente, dejándola
en nada más que un trozo de encaje rosa pálido que hace que su piel luzca
deliciosa.
—Eres tan jodidamente perfecta, Sophia —susurro antes de bajar la
cabeza para recorrer el encaje con mi nariz, inhalando su aroma—. Cada
centímetro de ti. —Beso las nuevas marcas que se han grabado en su piel a
causa del embarazo. Las mismas marcas con las que pasa demasiado
tiempo perdido, quejándose frente al espejo.
—Estas estrías están por todas partes. —Ella lloró. Lágrimas de
verdad. Y yo quise decirle que era una tontería porque era hermosa con o sin
ellas, pero estaba dolida. En lugar de eso, se lo mostré. Las palabras no tienen
sentido sin las acciones.
Me tomo mi tiempo, besando todas y cada una de ellas desde el
interior de sus muslos hasta su estómago, donde más se queja de ellas.
—¿Estas marcas? Muestran lo valiente y desinteresada que eres,
llevando a nuestro bebé. Eres la mujer más hermosa que he visto nunca. La
madre de mi hija.
—Estoy llorando, durante el sexo. —Se ríe con lágrimas en las mejillas,
pero a la mierda. Quiero que sepa que la deseo como a ninguna otra mujer,
y pasaré el tiempo que haga falta hasta que se dé cuenta de que es la mujer
de mis sueños. Deslizo mis manos por sus costados, contra su piel bajo la
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camiseta y la levanto por encima de su cabeza y hacia un lado.
Ahora está acostada frente a mí sin nada más que su ropa interior,
sus tetas lucen pesadas y llenas y quiero enterrar mi cabeza entre ellas y no
salir nunca a la superficie. Sus pezones se han oscurecido hasta convertirse
en el rosa más rosado, y se me hace agua la boca. Cierro mis labios alrededor
de su pezón respingón, chupando, rodándolo con mi lengua hasta que ella
pone sus manos en mi cabello, ya tan cerca de caer por el borde.
Tan sensible. Tan receptiva. Tan perfecta.
Extiendo una mano detrás de mi cabeza y me quito la camiseta, me
coloco sobre ella lo mejor que puedo con su estómago. Mis labios están sobre
los suyos, mi lengua se enreda con la suya en un frenesí. No podemos tener
suficiente el uno del otro. Sus manos están sobre mí. Arrastrando sus uñas
por mi estómago cuando muerdo su labio, pasando por mi cabello,
acercándome a ella.
Salvaje.
—Hayes —respira, empujando contra mi pecho.
—¿Qué pasa, cariño?
Me alejo de ella, preocupado de haber puesto demasiada presión sobre
ella.
No responde, pero me empuja hacia atrás y hacia la cama, y se sienta
a horcajadas sobre mis caderas.
Esto es nuevo.
—Te quiero así. —Gime cuando su coño se frota contra mi polla
tirando de mis pantalones. Sus caderas se balancean hacia delante y hacia
atrás mientras me monta, dejando que mi polla golpee su clítoris una y otra
vez.
—No sin mí —gruño, tirando de mis pantalones cortos y mis bóxers
con un solo movimiento, levantándola solo un poco para quitármelos.
Me muevo más arriba en la cama para que ella pueda estar más
cómoda con sus rodillas a cada lado de mis caderas. Sin esperar ni un
segundo más, deslizo la mano por la parte delantera de sus bragas,
envolviendo el encaje con el puño y tirando. El encaje se rompe con un
movimiento fluido y lo tiro a un lado.
—¿Acabas de arrancarme las bragas, Hayes Davis? —Su voz es ronca
por la necesidad y rasposa por el deseo.
Me incorporo y la beso, lento y lleno de promesas.
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—Claro que sí, St. James. —Empujo hacia arriba, rozándome
suavemente contra ella, y sonrío ella toma una bocanada de aire—. ¿Te
gustó? Porque recién estoy comenzando. —No espero a que responda, sino
que succiono su pezón en mi boca hasta que su espalda se arquea.
»Estos pezones. —Me muevo al otro y muerdo la punta suavemente—
. Son hermosos. —Otro roce de mis dientes—. Y me encanta verte retorcerse
en mi polla, Sophia.
Ella gime cuando llevo mi pulgar a su clítoris y gime cuando la
encuentro empapada, cubriendo mis dedos.
—Estás tan mojada, tan preparada. —Gimo, empujando dos dedos
dentro de ella. Se siente apretada y caliente alrededor de mis dedos,
absorbiéndome aún más. Ni siquiera necesito prepararla, está más que
preparada. Ella se presiona contra mí y aprieta mi polla, moviéndola hacia
arriba y abajo y frotando la cabeza contra su clítoris, y juro que casi me
vengo en ese momento.
Nunca la había visto tomar las riendas de esta manera y hacer los
primeros movimientos. Me alinea con su entrada y, lentamente,
tortuosamente, se hunde en mí. Su coño es como un guante apretado
mientras me introduce hasta la empuñadura. Esto es lo más profundo que
he estado en ella, y todavía necesito más.
—Oh —gime y gira sus caderas en círculo, presionando la cabeza de
mi polla contra su cuello uterino.
—Joder —gimo.
—¿Por qué no hemos hecho esta posición antes?
Se levanta un poco y vuelve a hundirse sobre mí, una y otra vez.
Deslizo mis manos de sus caderas a sus tetas mientras me cabalga. Lento,
y tan jodidamente dulce. Encajan en mis manos en un puñado perfecto, tan
atrevidas y suaves. Nunca necesitaré a nadie de la forma en que la necesito
a ella. Nunca desearé a nadie como la deseo a ella. Estoy obsesionado con
esta mujer.
—Estoy cerca —jadea, bajando las manos a mi pecho para hacer
palanca mientras sus caderas giran sobre mi polla. Su coño me envuelve en
una funda muy apretada. Sabiendo lo que necesita, acerco mi pulgar a su
clítoris, frotándolo suavemente en pequeños círculos, y observo cómo su
boca forma un “oh”, con los ojos fuertemente cerrados por el placer.
Miro hacia abajo y veo cómo mi polla se desliza dentro y fuera de ella.
El mejor espectáculo de mierda. Y entonces siento el momento en que cae,
el momento en que se aprieta contra mí, y el segundo en el que se viene,
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inundándonos a los dos.
Es jodidamente glorioso. La perfección absoluta.
Y ella es mía.
Mis manos encuentran sus caderas y la hago caer sobre mi polla
mientras las réplicas de su orgasmo aún la atraviesan. Gime cuando toco
fondo. La follo una y otra vez como el hombre obsesionado que soy.
Hasta que siento un cosquilleo en la base de mi columna vertebral,
esa sensación familiar que nunca se ha sentido tan bien, sujeto sus caderas
y me planto tan profundo como puedo y me dejo ir, disparando mi semen
en su interior.
La parte primitiva y cavernícola de mí ruge. No puedo esperar a dejarla
embarazada de nuevo después de Rook. Llenarla de tantos bebés como ella
me permita. Si hay algo de lo que me he dado cuenta durante el embarazo
de Sophia, ¿es que la vida familiar de la que pasé tanto tiempo huyendo…
Aterrorizado?
Fui un tonto. Sophia está hecha para mí. Esta vida que estamos
construyendo juntos será lo único que importe.
Sophia suspira feliz, completamente saciada en un montón sobre mi
pecho, acurrucándose en mí.
—Vaya.
Me rio, mi pecho tiembla con el movimiento
—¿Así de bien, mamá bebé? —Me burlo de ella.
—Mejor. ¿Cómo es que no haces eso más a menudo?
—¿Hacer qué?
—No sé… ponerte rudo y no contenerte.
Paso los dedos por su cabello, con un movimiento distraído mientras
ella permanece acostada sobre mí.
—Tengo miedo de hacerlo. No quiero hacerle daño al bebé. Sé lo que
dijo el médico, pero no dijo nada sobre ser… más brusco. Tengo miedo de
hacerte daño a ti o al bebé.
Se sienta y me mira, todavía conmigo dentro de ella.
—No me harás daño, Hayes. Los cuerpos de las mujeres están hechos
para tener hijos. Me gusta eso… —Sus mejillas están sonrojadas y sé que
está avergonzada.
—Oye, deja de tener vergüenza de decirme lo que te gusta, nena.
141
Necesito que seas siempre sincera y honesta conmigo. Si te gusta que sea
más rudo, y te gusta que sea menos contenido contigo, no tengas nunca
miedo de decírmelo.
Ella asiente. Mordiéndose el labio inferior, gira las caderas y mis cejas
se levantan.
—¿Otra vez? —Pregunto, sorprendido.
Vuelve a asentir.
Puede que esta sea mi parte favorita del embarazo hasta ahora.
—Di menos, St James —sonrío y me siento, dándonos la vuelta y
enterrando mi rostro en su cuello mientras ella se ríe.
Di menos.
Diecinueve
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Sophia
30 SEMANAS
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Asiento con la cabeza, secándome las lágrimas.
—Ahora, sequemos estas lágrimas, mamá. Tú y yo tenemos mucho
trabajo que hacer antes de que Hayes regrese a casa. Sin mencionar que
tenemos que encontrarte el atuendo más perfecto para tu cita de mañana.
—Tienes razón. ¿Por dónde deberíamos empezar?
Sus ojos se agrandan mientras mira alrededor de la habitación.
—Uh, comencemos con su habitación, esto es un poco abrumador.
—Ahora puedo estar de acuerdo.
145
de que hemos cruzado el territorio “falso” hacia algo mucho más real. Con
cautela, saco el lazo blanco del paquete y rasgo el papel rosa. Una vez que
ya no está, quito la parte superior de la caja blanca y aparto el papel de
seda. En el interior, hay una camiseta de hockey de color rosa pálido de
tamaño infantil con el nombre “Davis” en la espalda.
Inmediatamente, lágrimas llenan mis ojos, y después de la tarde
emotiva que he tenido con mi mejor amiga, me desmorono. Los ojos de
Hayes se agrandan cuando se deja caer a mi lado y me jala a sus brazos.
—Joder, lo siento, cariño, no quise hacerte llorar. Solo pensé que sería
perfecto para ella. Puede usarlo en mis juegos.
Sollozo y me cubro la boca con la mano. Este increíblemente, gran oso
de peluche molesto y protector. Tengo tanta suerte de que sea mío.
—Te amo —respiro.
Poniendo mis manos en sus mejillas, su piel rozando mis dedos,
coloco mis labios sobre los suyos y lo beso con todo lo que tengo. Quiero
mostrarle, no solo decirle, lo mucho que lo amo y todo lo que hace a diario
tanto por mí como por su hija.
Él rompe el beso y deja caer su frente sobre la mía.
—Maldita sea, cariño, si supiera que te encantaría tanto, te habría
traído regalos mucho antes.
Disfrutamos juntos el momento, el verdadero cambio de las cosas,
hasta que él dice:
—Te amo, St. James. Me alegro de que finalmente te hayas dado
cuenta.
Me río a través de otro sollozo.
—Gracias. A ella le encantará.
—Aunque, hay otra sorpresa debajo. —Él sonríe.
Sin detenerme, muevo el resto del papel a un lado y miro la parte
inferior, viendo que hay un montón de ropa en la parte inferior. Lo saco y
dejo la caja a un lado. Una vez que lo sostengo, veo que es un vestido
precioso.
—¿Para qué es esto?
—Planeé una noche afuera en unas cuantas semanas para nosotros,
una última noche con nosotros dos antes de que Rook esté aquí.
—Es hermoso. Gracias por estos regalos. ¿Eso es lo que hiciste todo
el día, fue de compras?
146
Sus ojos brillan.
—Tal vez. Sin embargo, no te diré. Es hora de alimentar a mis dos
bebés.
Se levanta y se va con un beso en la mejilla.
Cada día me sorprende más y más. En lugar de mi enemigo número
uno, en realidad es la única persona que quiero a mi lado a través de esto. Mi
hombre número uno.
Veinte
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Hayes
36 SEMANAS Y MEDIA
147
dos años de antelación, lo cual es una locura porque ¿quién sabe qué
quieren comer con dos años de antelación? Pero lo que sea. Está bien
decorado, irradia clase y tiene la lasaña más increíble de la ciudad. A Sophia
le encantará.
—Cariño, tenemos que irnos o perderemos nuestra reservación —grito
desde la sala de estar. Me acerco al espejo del pasillo y me ajusto la
corbata. Siento que podría estar ahogándome hasta la muerte, pero creo que
probablemente tenga algo que ver con mis nervios.
—Ya voy, ya voy. —Su voz resuena por el largo pasillo que conduce a
nuestra habitación.
Cuando me doy la vuelta, ella está parada allí con una pequeña
sonrisa en sus brillantes labios rojos, y maldita sea, creo que he perdido el
hilo de mis pensamientos.
Su largo cabello rubio está rizado y cae en ondas por su espalda. El
vestido negro que le compré se ajusta a su cuerpo como un guante. Parece
increíble, como si estuviera hecho solo para ella. Ella ha renunciado a los
Louboutin que ama y tiene unos tacones bajos que todavía me hacen más
alto que ella.
Ella es impresionante.
—Cariño... tú... —respiro.
Sus mejillas se sonrojan.
—Me siento como una ballena varada.
Cierro la distancia entre nosotros, acercándola a mí.
—Eres la definición de perfección, y no puedo esperar para sacarte ese
vestido. Pero... los tacones se quedan —gruño.
—Puede que tenga que cojear hasta la cama, pero si te gusta.
—Mucho, mucho.
Ella se ríe mientras la llevo afuera y cierro detrás de nosotros. Una vez
que estamos en el auto, tomo su mano durante todo el camino hasta el
restaurante, llegamos y el aparcacoches le abre la puerta. Cuando
entramos, sus ojos están muy abiertos mientras me mira con emoción, y sé
que valió la pena la impía cantidad de dinero que pagué para traernos aquí.
—Hayes, es imposible entrar aquí... ¿Cómo?
—Magia, nena.
El camarero nos lleva a una mesa en la trastienda donde solo estamos
nosotros dos en la mesa del chef.
148
Esta noche preparará nuestra comida y la traerá personalmente. Otra
impía cantidad de dinero gastada para que eso sucediera, pero joder, valió
la pena.
Saco su silla y la ayudo a sentarse, tomo su chaqueta y la cuelgo en
el respaldo de la silla antes de acercarla a la mesa. El camarero trae
nuestras bebidas y un aperitivo con el mejor pan que he comido en mi vida,
y Sophia me mira con una sonrisa.
—Esto es increíble.
—Eres increíble. —Le digo—: Sabes, no te traje aquí esta noche
solo por tu afición a la comida italiana. Sabía que te haría feliz, pero tengo
un motivo oculto.
Su frente se frunce en confusión.
Siento que la corbata alrededor de mi cuello se aprieta con cada
segundo que pasa, pero de alguna manera me las arreglo para expresar:
—Te amo. Nuestra historia es poco convencional y no es perfecta de
ninguna manera. Pero Sophia, St. James, al final del día, lo poco
convencional es el único amor que es para mí.
La comprensión cruza su rostro cuando me levanto de mi silla y me
arrodillo frente a ella. Gruesas lágrimas brotan de sus ojos y su mano vuela
hasta su boca, la otra en la mía de nuevo. Puedo sentir el temblor en su
mano y acerco mis labios a ella.
—Nunca tuve la oportunidad de pedirte que te casaras conmigo de la
manera que te mereces. Si pudiera hacerlo de nuevo, te haría mía desde el
principio. No para fingir, sino para siempre. Eres todo lo que siempre
necesitaré o querré en una mujer, Sophia. La forma en que te amo nunca se
desvanecerá. Quiero pasar cada día por el resto de la eternidad mostrándote
lo perfecta que eres, adorándote, amándote. Quiero dedicar mi vida a
nuestra familia Sí, dije nuestra, porque no hay nada que quiera más en este
mundo que poner mis bebés dentro de ti, tan a menudo como sea posible.
Ella solloza y se ríe al mismo tiempo que las lágrimas corren por su
rostro.
—Sophia St. James, ¿te casarías conmigo? ¿De verdad esta vez y para
siempre? Necesito ser tu esposo, y no uno fingido. El verdadero.
Los segundos pasan como horas. Una gota de sudor corre por mi
espalda mientras espero su respuesta. Una parte de mí está jodidamente
aterrorizada de que ella pueda decir que no, que podría tener que vivir
separado de las únicas dos chicas que necesitaré.
149
Luego, lanza sus brazos alrededor de mi cuello y me aprieta con tanta
fuerza que ni siquiera puedo respirar mientras susurra que sí, una y otra
vez. No la detengo hasta que acerco su boca a la mía y sello su destino.
Sophia. St. James es mía, y nunca más volvería a fingir.
—Gracias, joder, dijiste que sí, o iba a tener que idear un plan
elaborado para retenerte.
—¿Oh? —Ella solloza, todavía riendo, hasta que tomo su mano y
deslizo el anillo en su dedo. La confusión estropea sus rasgos—. Pero...
—Lo sé. Tienes un anillo, pero no lo elegí yo, y no se sentía bien. Este
anillo se siente bien. Eres tú, y significa mi amor y devoción por ti.
El anillo en sí es un óvalo de diamante de oro rosa, rodeado por doce
diamantes en un engaste antiguo. Es todo lo que podría haber imaginado
para Sophia. Cuando le pedí al joyero que lo hiciera a la medida, le dije quién
era ella, le proporcioné fotos, inspiración y él lo hizo basándose en eso.
—¿Cuándo recibiste esto?
¡Ah!
—Lo hice a medida. Creo que me reuní con él dos semanas después
de que te mudaras.
Su mandíbula cae esta vez. Está en estado de shock y no esperaba
menos.
—Sí, Baby Nama mama, mi prometida, el amor de mi vida. Sabía que
quería casarme contigo desde las pocas semanas que viviste conmigo. Desde
el mismo momento en que te sentabas en mi sofá a llorar por Harry Potter
a medianoche mientras devorabas Tostadas Strudel... Lo sabía. Solo la
madre de mi hija, y eres perfecta para mí. Nunca hubo una pregunta. Solo
era una cuestión de cuándo ibas a estar lista para ver que mis sentimientos
por ti eran ciertos y que sentías lo mismo. Te tomó bastante tiempo.
Le guiño un ojo y dejo otro beso en sus labios.
— Esto es... surrealista. Es hermoso, Hayes, el anillo más perfecto que
podrías haber elegido para mí. Todo esto es tan hermoso y reflexivo. Significa
más para mí de lo que jamás sabrás.
—Me alegro, cariño. Si has terminado, realmente me gustaría llevarte
a casa para poder follarte hasta que grites mi nombre.
Ella mira a su alrededor y luego grita:
—¡Hayes!
150
—Prometí ser siempre honesto contigo, y honestamente no puedo
esperar para llevarte a casa para poder estar enterrado dentro de ti con mi
anillo en tu dedo. De verdad esta vez. Te ves absolutamente deliciosa.
Su mirada se oscurece y muerde ese maldito labio que me vuelve loco.
—Supongo que es hora de irse entonces.
Una hora más tarde, entramos por la puerta principal, un revoltijo de
ropa esparcida por la sala de estar. Mis llaves aterrizan junto a la mesa, al
lado de mi billetera. Mi corbata está en algún lugar de la otomana, y apenas
llegamos al dormitorio antes de que ella busque a tientas la cremallera de
mis pantalones.
—Nena, espera, déjame ayudarte con el vestido —gimo y ella niega con
la cabeza, colocando sus labios sobre los míos hasta que ambos estamos
jadeando.
—Te necesito. Ahora.
Mis dedos encuentran la parte de atrás de su vestido en la oscuridad,
y lentamente bajo la cremallera, con cuidado de no lastimarla. La tela negra
se acumula a sus pies y la retira, rompiendo nuestro beso solo para
hacerlo. Se pone delante de mí con sujetador y unas bragas de color rojo
manzana caramelo a juego, y sus tacones negros.
—Joder —gemí—, eres como una diosa, Sophia.
Ella es la personificación de mis sueños. Su estómago, grande y
redondo con mi bebé, su piel brillante e impecable. El rosa de sus mejillas
por mi lectura de su cuerpo.
—Por mucho que me guste esa ropa interior, te la quiero quitar. El
sujetador también. Te quiero desnuda y extendida frente a mí, para poder
devorarte, nena.
Camina hacia atrás hasta que sus rodillas golpean la cama y se sienta
lentamente, recostándose para que pueda quitárselas. El sexo tan tarde en
el embarazo era... diferente, pero no menos asombroso que antes. No podía
tener suficiente de su cuerpo.
Mi jodido placer.
Arrastro el encaje por sus caderas y alcanzo detrás de ella para
desabrochar el sujetador, mirando cómo sus tetas caen libremente. Se ven
tan deliciosas que no puedo evitar agachar la cabeza y capturar su pezón
con mi boca. Ella gime cuando mis labios se cierran a su alrededor,
enredando sus dedos en mi cabello.
—No puedo esperar bebé, te necesito —mi voz es entrecortada por la
necesidad, y ella asiente.
Me quito los pantalones, luego mis bóxers, calcetines y zapatos y me
paro delante de ella desnuda, como está. Se inclina hacia adelante en la
cama, envolviendo sus manos alrededor de mi polla, antes de cerrar su boca
151
alrededor de mi cabeza, chupando.
Joder, no esperaba esto. No esperaba que ella pusiera mi polla en su
boca, y ahora estoy mucho más cerca de perder el control. El destello de su
anillo a la luz de la luna atrae mis ojos y gimo.
El mejor momento de toda mi puta vida.
Si muero ahora mismo, moriré feliz.
Me aparto, liberándome de su boca, a pesar de sus protestas, y la
ayudo a colocarse en la cama, con una almohada de felpa debajo de ella. Ella
está sobre sus manos y rodillas frente a mí, su trasero a la vista, y me agacho
para darle un mordisco a su cachete, lo que la hace gritar.
Si no estuviera embarazada, le daría una palmada, pero eso tendrá
que esperar hasta más tarde. Agachándome, paso mi lengua a lo largo de
su coño, desde su abertura hasta su clítoris, solo deteniéndome para chupar
su clítoris sensible en mi boca. Su espalda se arquea en respuesta. Deslizo
un dedo dentro de ella y continúo mi asalto a su clítoris.
—Hayes —gime ella entre dientes, el sonido es apenas más que un
susurro. Llego debajo de ella hasta sus tetas que se balancean con el
movimiento de mi dedo dentro de él, haciendo rodar su pezón entre mis
dedos.
Puedo decir por la forma en que comienza a temblar entre mis dedos
que está cerca, y no quiero que se corra sin estar dentro de ella. Tomo la
cabeza de mi polla y la froto a través de su abertura, cubriéndome con
su humedad antes de empujar lentamente.
Joder, nunca se sintió así.
Está increíblemente apretada y tan jodidamente húmeda para mí. Me
deslizo hasta que estoy completamente dentro de ella, y sus manos están
apretadas en las sábanas mientras se agarra. Me tomo mi tiempo
follándola. Embisto lentamente, lánguidamente, sin prisa hasta que ella se
empuja contra mí, desesperada por más.
—¿Necesitas más, bebé? —pregunto.
—Por favor, por favor, Hayes. Estoy tan cerca.
Obviamente, está sintiendo mi deseo de escucharla cuando necesita
algo. Acelero el ritmo, chocando contra ella una y otra vez, hipnotizado por
la forma en que su trasero se sacude cada vez que mis caderas se
152
encuentran con ella. Es jodidamente perfecta.
—Me vengo—grita, arqueándose sobre mi polla, apretándome tan
fuerte que casi veo doble.
—Joder, Sophia —maldigo, agarrándome de sus caderas mientras
caigo por el borde, corriéndome a borbotones dentro de ella. Mis embestidas
disminuyen mientras experimento el mejor orgasmo de mi vida, sacando
cada gramo de placer que puedo de su cuerpo. Puedo ver que está exhausta,
así que salgo de ella y la ayudo a ponerse de costado donde suspira feliz
sobre la almohada.
—Usted, Señor Davis, me hace una mujer muy feliz —murmura.
Río, luego camino al baño para limpiarme y agarrar una toalla tibia
para secarla. Después de limpiarme, lavarme las manos y mojar la toalla,
camino de regreso al dormitorio y la encuentro de pie junto a la cama, con
una expresión de pánico en el rostro.
—¿Qué ocurre? —pregunto, corriendo hacia ella—. ¿Estás bien?
Sus ojos están muy abiertos y está mirando al suelo con incredulidad
antes de que sus ojos vuelvan a los míos.
—Um... creo que acabo de romper aguas.
Veintiuno
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Hayes
153
froto la cara con las manos, tratando de ordenar mis pensamientos. Esto
era diez veces más fácil cuando solo era práctica y no estaba cara a cara con
mi prometida muy embarazada y obteniendo un asiento de primera fila para
su dolor.
Sus ojos se ponen en blanco y hace una mueca, colocando su mano
sobre su estómago.
—Mierda, son como cinco minutos de diferencia. Tenemos que irnos.
—Espera, ¿estás cronometrando mis contracciones? — Su tono es de
sorpresa.
—¿Para qué crees que leí ese libro para bebés doce veces? Las bolsas
ya están en el auto. Todo lo que tengo que hacer es tomar tu almohada de
la cama y estamos en camino, nena.
Agarro su mano con fuerza en la mía mientras la ayudo a subir al auto
y a la camioneta, justo a tiempo para que otra contracción golpee,
contorsionando su rostro de dolor. Su agarre en mi mano se aprieta, y estoy
un poco sorprendido por su fuerza. Pero he oído que las mujeres que sufren
son una fuerza de la naturaleza.
—Vuelvo enseguida. —Dejo un beso en el costado de su cabeza y corro
adentro para agarrar su almohada, apagar las luces, poner la alarma y
cerrar. La próxima vez que estemos aquí, llevaremos a Rook por la puerta
principal. Es la última vez que saldré por esta puerta sin que mis chicas
regresen a casa.
El pensamiento esparce felicidad en mi pecho, floreciendo en partes
de mí que nunca supe que existían.
Corro de regreso a la camioneta, tiro su almohada en el asiento trasero
y entro.
—Hayes —dice en el segundo en que cierro la puerta de golpe.
—¿Qué? —La miro y veo que sus nudillos se ponen blancos mientras
se agarra a la manija de la puerta de la camioneta.
—Date prisa. Por el amor de Dios, ¡date prisa!
Mierda. Bien. Enciendo la camioneta y la pongo en marcha, salgo a la
autopista. Voy a ochenta y, por primera vez, Sophia no se queja de mi forma
de conducir. Cuanto más nos acercamos al hospital, más intenso se vuelve
su dolor, y en el momento en que me detengo en la entrada de la sala de
emergencias, grita con una contracción. Sorprendentemente, mi
sincronización es impecable.
—Dios, lo siento mucho, nena —murmuro, sintiéndome
154
absolutamente impotente. Salto de la camioneta y corro a su lado,
ayudándola a salir.
Las enfermeras salen corriendo con una silla de ruedas grande y nos
saludan en la rampa.
—¡Hola, guau! Parece que es la hora del bebé. —Una enfermera mayor
sonríe y agarra la otra mano de Sophia, ayudándola a sentarse en la silla de
ruedas. No quiero soltar su mano ni por un maldito segundo, pero tengo que
mover mi camioneta.
—Hayes —dice Sophia—. Llama a Holly y a tu familia. Asegúrate de
que puedan llegar.
—Lo sé, cariño, lo haré.
Ella asiente y aprieta mi mano mientras una sonrisa tira de sus labios.
—Es el momento, eres un papi demasiado protector, molesto y guapo.
¿Estás listo?
—Nací listo. —Sonrío.
—Muy bien, papá, tenemos que llevar a mamá adentro y conectarnos
a los monitores para que podamos ver el ritmo cardíaco del bebé. Cuida la
camioneta y las bolsas y reúnete con ella adentro. Soy la enfermera Abby, si
necesitas algo. —La enfermera mayor sonríe y comienza a llevarse a Sophia.
La emoción y los nervios me atraviesan. Hoy es el día que hemos
esperado ansiosamente durante los últimos nueve meses, y no parece que
sea real que finalmente esté aquí.
Hoy es el día en que conozco a mi chica.
Estaciono la camioneta y agarro nuestras maletas, todo mientras hago
malabares con las llamadas telefónicas para notificar a nuestros amigos y
familiares. Holly casi rompe mi maldito tímpano con su grito, y Scott
rápidamente tomó el teléfono y dijo que estaban en camino.
Sophia y yo ya hablamos de que nos gustaría que Holly y Scott fueran
los padrinos de Rook. Parece apropiado, ya que son nuestros mejores
amigos y nosotros somos los padrinos de sus hijos. Si algo me pasara a mí
o a Sophia, no puedo imaginarme a nadie más que a Scott y Holly criando a
nuestros hijos.
Son amigos fenomenales e incluso mejores padres.
Joder, esto es real. Voy a tener un bebé. No saldremos de este hospital
sin un bebé.
Corro de regreso al hospital, llevando las doce bolsas. De acuerdo...
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tres bolsas, pero están empacadas tan malditamente pesadas que son como
doce, y le pido a la recepción que me indique en qué habitación está. Llego
al tercer piso en un tiempo récord, especialmente con la carga que llevo, y
camino hacia el caos.
—Hayes —grita, agarrándose a las barandillas de la cama mientras el
Doctor Martin se para entre sus piernas.
—Papá, es hora de tener un bebé. Mamá está lista para pujar. —El
Doctor Martin sonríe.
Joder, creo que me voy a desmayar. Me balanceo sobre mis pies,
cerrando los ojos con fuerza, desesperado por el mareo que acaba de
golpearme.
—¿Está bien, Señor Davis? —pregunta una de las enfermeras que se
mueven por la habitación.
—Sí —chillo.
Tiro las bolsas en la silla más cercana, maldito mareo, y corro al lado
de Sophia, agarrando sus dos manos en las mías.
—Va a estar bien, cariño, eres tan valiente, tan malditamente fuerte.
Su agarre sobre mí es aplastante, y asiente, tomando una respiración
profunda y larga.
—Muy bien, Sophia, ¿estás lista para pujar? ¿En tres? —pregunta el
Doctor Martin.
—Duele —grita, apretando su agarre en mi mano.
¡Mierda, vamos a tener un bebé!
La enfermera me pasa un trapo húmedo y se lo pongo en la frente de
Sophia para que se enfríe mientras el sudor brota de ella. Incluso con el
cabello pegado a la frente, rímel corriendo por sus mejillas y sin maquillaje
por completo, es la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
Este momento es todo lo que me aterrorizaba, y ahora estoy
completamente asombrado por la mujer que yace frente a mí. Ella es tan
fuerte.
—Eres una diosa, Sophia. Aférrate a mí, nena, lo superaremos juntos
y conoceremos a Rook. —Le sonrío y ella se suaviza un poco hasta que otra
contracción golpea con toda su fuerza.
—¡Ahora, Sophia! —exclama el Doctor Martin.
Tomando una gran bocanada de aire, me agarra con ambas manos y
luego expulsa ese aliento y empuja con tanta fuerza que los huesos de mi
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mano se rompen bajo su agarre.
—Eso es, cariño, empuja —la animo. Limpiando el cabello húmedo de
su frente, le ofrezco el único apoyo que puedo.
—Lo estás haciendo muy bien, Sophia, sigue respirando
profundamente y vamos a pujar en una contracción.
Ella asiente.
—Usted es la súper mujer, St. James. —le dije a ella.
—No se siente así en este momento.
Ella me da una pequeña sonrisa antes de descansar su cabeza en la
almohada.
—Creo que con dos buenos y fuertes empujones más, el bebé estará
aquí. —El Doctor Martin dice—: Papá, ¿te gustaría venir a ver?
Siento que el color desaparece de mi cara. ¿La gente hace eso? Mirar
cómo salen sus hijos. Mi estómago se revuelve ante el pensamiento.
—No, está bien, creo que me quedaré aquí arriba con Sophia —
murmuro.
El Doctor Martin se ríe.
—La mayoría de los papás optan por no participar, pero me gusta
ofrecer la opción en caso de que sea algo que le interese. El nacimiento es
un proceso hermoso.
—Estoy de acuerdo, pero odiaría terminar en el suelo y perderme el
nacimiento de mi niña.
—Hayes Davis... ¿eres escrupuloso? —me pregunta Sophia. Otra
contracción golpea momentos después, y vuelve a su agarre mortal.
—Otro fuerte empujón, Sophia, creo que será este.
Ella gime, luego deja escapar un grito que suena tanto como el grito
de un jodido guerrero entrando en batalla, y esta vez empuja aún más fuerte.
Segundos más tarde, un grito agudo llena el aire, miro hacia abajo y
veo al Doctor Martin sosteniendo a mi niña, que ha salido de su madre con
pulmones fuertes y ruidosos. No esperaría menos de Rook.
La gente te cuenta momentos de su vida que los cambian. Escuchas
a tus amigos, familiares y conocidos hablar de ello, pero nunca comprendes
realmente lo que quieren decir hasta que lo ves por ti mismo.
En el segundo en que miro a mi hija, mi vida cambia frente a mis
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ojos. Entonces sé que, ningún momento que venga después se comparará
con verla respirar por primera vez. Es como si todas las cosas de mi vida me
llevaran aquí mismo, a ser su padre.
Sophia solloza a mi lado, profundos sollozos que siento en mi interior.
—Lo hicimos, St. James. Lo hiciste, carajo. Mírala. Dios, mírala —llevo
mis labios a su cabeza y la beso mientras mis propias lágrimas caen y joder,
me importa una mierda. No hay nada más hermoso que el nacimiento de tu
hijo.
—Papá, ¿te gustaría hacer el honor? —El Doctor Martin me tiende las
tijeras esterilizadas, y me tiende un trozo de su cordón umbilical.
La habitación frente a mí se balancea, pero alejo el mareo de una puta
vez, porque este momento es más importante. Utilizo las pinzas y corto el
cordón largo que conecta a Rook con su madre, y las enfermeras la llevan a
Sophia, colocando a Rook en su pecho.
Piel con piel, mi bella prometida llora y besa a su hija, y joder, sé que,
en este momento, mi vida está completa. Estas chicas son mi mundo.
—¿Cómo deberíamos llamarla? —pregunta Sophia, mirándola con
ojos llorosos y cansados.
—Ella siempre será mi Rookie, pero ¿qué pasa con Ava Maria... el
mismo barco que nos unió?
Sophia asiente con más lágrimas.
—Ava Maria Rook Davis, bienvenida al mundo mi niña.
Pasan las horas y, sobre todo, se nos permite el lujo de unirnos sin
interrupciones. En este momento, Rook está envuelta en la manta rosa más
jodidamente adorable con pequeños palos de hockey y discos, con un lazo
rosa ridículamente grande en la cabeza. Parece una muñeca, un ángel de la
vida real. El pequeño botón de su nariz, sus pequeños labios que se
fruncen mientras duerme.
Nunca en mi vida he sido más feliz de lo que soy en este momento.
Sophia finalmente está descansando un poco después de amamantar
por primera vez, y he pasado la última hora observándolas dormir a las
dos. Decir que estoy en estado de shock y completamente asombrado por
ella es una interpretación. Ella es asombrosa en todos los sentidos. Ella me
dio a mi chica y lo hizo como una verdadera campeona. Ava tiene apenas
tres horas y ya me tiene envuelto alrededor de su dedo meñique, literal y
figurativamente. Ella ha estado agarrando mi dedo con su pequeño puño
durante treinta minutos, y tengo miedo de moverme una pulgada o respirar
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profundamente por miedo a que me suelte.
Cualquier cosa y todo lo que había imaginado como padre sería ni
siquiera tocar lo que se siente tenerla en mis brazos. Lo real supera diez
veces las expectativas. Nuestras familias estarán aquí pronto, y luego
nuestra burbuja de silencio a medida que nos conocemos se verá
interrumpida. Así que estoy sumergido en estos momentos,
aprovechándolos todos mientras tengo la oportunidad de hacerlo.
Ava suspira mientras duerme y saco mi teléfono para tomar algunas
fotos y se las envío a Kyle, quien inmediatamente responde que vendrá más
tarde para visitarme. Todavía duda sobre Sophia, pero creo que es solo su
naturaleza. Lo superará, porque me desharía de él antes de pensar en
lastimar a Sophia de alguna manera.
La vida iba a ser diferente de ahora en adelante, pero diferente en la
forma en que ya no soy el mismo hombre que antes. Ahora mi familia es lo
primero. Antes del hockey, las apariciones, las revistas, cualquiera de
esas tonterías que alguna vez pensé que necesitaba. Mis chicas han llenado
un lugar en mi vida que ni siquiera sabía que faltaba.
Mi vida recién comienza.
Veintidós
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Sophia
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Se relaja visiblemente.
—Uf. Estuve preocupado por un segundo, Rook, pero no te preocupes,
papá siempre te amará. Incluso si tienes un ombligo extraño —Él le habla,
sonriendo mientras frota su pulgar sobre sus dulces mejillas.
Eso es todo.
Ovarios. Explotando.
Suspiro, colocando mi cabeza en su brazo y mirándolos a los dos
juntos.
—Muy bien, deje de acaparar a la bebé, señor. Déjeme prepararla para
ir a la cama, y usted y yo necesitamos un poco de tiempo de calidad.
Estoy bromeando, pero la forma en que sus ojos se oscurecen me
muestra que extraña nuestra intimidad tanto como yo. Demasiado. Según
las órdenes del médico, estoy fuera de servicio durante al menos otras cuatro
semanas.
—Está bien, sólo me voy a acostar en la cama durante cinco minutos.
En caso de que llore.
Me río.
—Hayes. Lo tengo. Ve a descansar.
Finalmente, de mala gana la pasa a mis brazos y deja un casto y
rápido beso en mis labios antes de salir de su habitación por el pasillo hacia
nuestra habitación. Paso por nuestra rutina nocturna, dándole un baño con
jabón y loción de lavanda, poniéndole un pijama limpio, abrazándola contra
mi pecho todo el tiempo y asimilando cada momento.
Siento que ser madre es lo que siempre he querido.
Después de unos minutos de mecerla y cantarle las mismas canciones
de cuna que mi madre me cantaba cuando era niña, se queda dormida. Me
aseguro de envolverla bien y colocarla en su cuna. Con monitor en mano,
camino por el pasillo y encuentro a Hayes desmayado en la cama.
Le empujo suavemente con el pie para asegurarme de que todavía
respira y, efectivamente, ronca tan fuerte que estoy segura de que ha
despertado a Ava.
—Hombre loco. —Suspiro, le quito los zapatos y los dejo a un lado de
la cama—. Tan exhausto que te desmayas con los zapatos puestos.
Gruñe mientras duerme, pero aún permanece tan dormido como un
tronco.
161
Aprovecho los momentos de silencio y algunos de mis primeros
momentos a solas como madre, y me doy un largo baño caliente. Mis
músculos y mi cuerpo todavía están algo adoloridos por el nacimiento y la
recuperación. Paso tanto tiempo en el baño, mirando a Ava en el monitor,
que me he vuelto mojigata. Duerme profundamente, al igual que su papá en
la otra habitación. Puedo escuchar sus ronquidos profundos a través de la
puerta del baño. Quiero intentar dormir unas pocas horas antes de que Ava
se despierte para alimentarse, así que salgo, aunque el agua tibia todavía
está como el cielo para mis músculos, y me seco. Me pongo una camiseta
vieja de Hayes para meterme en la cama.
—Hayes, despierta —digo suavemente en su oído.
Sus ojos se abren de golpe y se levanta de un salto, completamente
desorientado.
—Ya voy, Ava. —Su voz es ronca y llena de sueño.
Me río.
—Woah, cálmate, Ava está bien, tipo grande.
Cómo un hombre de seis pies cuatro, de puro músculo letal, puede
estar tan envuelto alrededor del dedo de esta niña, me sorprende. Cuando
se trata de ella, él es completamente blando.
Él arrastra su mano por su rostro, tratando de despertar.
—Lo siento, cariño, debo haberme desmayado. ¿La dormiste?
Asiento con la cabeza.
—Sí, toda acomodada y dormida. —Le muestro el monitor que está
enfocado en su cama, mostrándole cómo duerme profundamente.
—¿Quizás debería ir a ver cómo está? Sólo para asegurarme de que
todo esté bien. —Empieza a levantarse de la cama, pero lo empujo por los
hombros y me siento a horcajadas sobre su regazo.
—No, déjala dormir. Abrir la puerta podría despertarla. Nos avisará
cuando necesite comer o que la cambien. —Puse mi dedo debajo de su
mentón y arrastro sus ojos del monitor a los míos—. Eres el mejor papá,
Hayes. Me hace muy feliz ver lo atento y cuidadoso que eres con ella. Pero
tienes que cuidar de ti también. Eso significa dormir, en tu cama, durante
más de una hora antes de levantarte y vigilarla, o dormir junto a su cama.
Ella está bien.
—Solo me preocupa que suceda algo si no estoy allí.
—Lo sé, y es un miedo legítimo, pero tenemos que saber que, como
sus padres, estamos haciendo lo mejor que podemos y nos aseguramos de
162
que ella esté protegida y segura.
Piensa en lo que estoy diciendo antes de hablar. Su rostro se relajó.
—Tienes razón. Tal vez iré al gimnasio o algo. Solo para salir de la
casa, pasar el rato con los chicos.
—Ve, nene, te lo mereces. Ella y yo tendremos un día de chicas y nos
relajaremos aquí en la casa. Manicura y un reality de mierda. O bueno,
mejor aún, pondré una película de terror y la haré comenzar temprano.
Me lanza una mirada que dice que no me encuentra nada divertido y
echo la cabeza hacia atrás y me río.
—Mira. Sobreprotector. Estaremos bien. Mañana, te echaré todo el
día. Está hecho.
—Bien, pero voy a ponerte en videollamada y así verlas a ambas a la
cara porque las quiero muchísimo a las dos.
—Lo sé, y te amamos, nene. ¿Vamos a dormir un poco?
Él asiente con la cabeza.
—No puedo esperar hasta que el Doctor Martin te dé de alta y pueda
hacer lo que quiera contigo, porque, St. James, ser madre te hace mucho
más caliente. Creo que deberíamos tener más... comenzando ahora.
—Está bien, Casanova. Duerme, luego hablaremos de hacer más
bebés. ¿Bien?
Una amplia sonrisa tira de la esquina de sus labios.
—Bien.
163
Veintitrés
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Hayes
165
levanta la mano para detenerme.
¿Qué diablos está pasando? Me pregunto.
Ella es fría y distante, ¿y ahora no me quiere cerca de ella?
—Ava está bien. Yo estoy bien. —Su voz está rota, y joder, algo dentro
de mí se quiebra.
No lo entiendo, todo estaba bien cuando me fui al gimnasio esta
mañana.
—¿Qué pasó? Dime qué está pasando; me estás asustando como la
mierda.
Sus ojos bajan al objeto en la mesa, y solo entonces noto que hay algo
en el medio de la mesa de la cocina.
Rojo y encaje... parece lencería. Nada como algo que ella usaría.
—Tu conejita de hockey dejó esto esta mañana después de una breve
visita.
—¿Qué mierda? ¿Por qué mierda había alguien en mi casa sin
invitación? —Le pregunto, tratando de cerrar la distancia entre nosotros,
pero parece que realmente podría asesinarme si doy un paso más hacia ella.
Estoy perdido. No tengo ni idea de qué diablos está pasando.
—¿Becca? Beth? Lo siento, no pude concentrarme en su nombre
cuando me pasó y entró a la casa.
—¿Qué? —La rabia llena mis venas al pensar en alguien entrando a
mi casa, alguien tocando a Sophia. ¿Alguien que amenaza la seguridad de
mi hija? Diablos no.
Cálmate, Davis.
—Dime qué pasó, Sophia.
Sus ojos se entrecierran antes de hablar.
—La otra noche cuando dijiste que estabas en la pista, dedicando
horas extras, ¿realmente estabas con ella?
—¿¡Qué!? Joder, no, estaba patinando sobre hielo, haciendo
ejercicios. ¿Por qué iba a estar con otra mujer que no fuera tú o Ava?
Ella se encoge de hombros y luego hace un gesto hacia la ropa interior
en mi mesa. El rojo crudo contra la mesa color crema.
Después de un momento me doy cuenta de que está hablando de la
chica de antes de que estuviéramos juntos, la misma que Kyle me ha estado
diciendo que se ha estado contactando con él, diciendo que es urgente que
hable conmigo. Ella ha sido como un puto mal sueño. Kyle la ha amenazado
con una orden de restricción, pero parece que hace que me desee más. El
hecho de que soy inalcanzable y quiero que ella me deje en paz, y el hecho
166
de que no quería molestar a Sophia con este drama durante su parto o
nuestro tiempo con Ava después.
Aparentemente, el nacimiento de Ava en los tabloides la está haciendo
buscarme de nuevo. Desesperada por atención.
—Dijo que vendría a verte después de la noche que pasaron juntos la
otra noche. Quería dejar esto —mira la ropa interior—, para ti. Dijo que te
dijera que te extraña y que no puede esperar a verte.
—Qué mierda. Sophia, escu…
Ella me interrumpe levantándose de la silla abruptamente, las patas
raspando contra la madera dura.
—No, Hayes. No quiero escucharlo. Sabes, después de las últimas dos
semanas, realmente pensé que esto iba a funcionar. Realmente pensé que
de alguna manera en esta loca situación que íbamos a estar bien. Me habías
engañado por completo. Totalmente. El anillo, el padre cariñoso, todo. ¿Fue
toda una mentira?
Las lágrimas corren por sus mejillas y una parte de mí muere. Estoy
causando esas lágrimas, pero si ella solo escuchara, podría explicarlo.
Mi mandíbula se aprieta, los dientes empiezan a dolerme de lo
apretada que la tengo. Joder. Esta es la peor mierda que nos podría pasar
ahora.
—Pensé que estabas haciendo un esfuerzo real. Para ser diferente,
para ser mejor. Por nuestra hija. Realmente me engañaste. Todo lo que has
hecho es mostrarme que nunca cambiarás. Siempre serás el mujeriego. Esta
niña y yo no encajamos en tu estilo de vida, y nunca lo haremos.
—Sophia, espera —doy un paso hacia ella, y ella da un paso hacia
atrás—, la chica está obsesionada conmigo. Te lo juro, estaba en la pista,
no con una chica que no significa absolutamente nada para mí. ¿Crees que
arriesgaría esto? ¿Mi familia? —La palabra se siente extraña saliendo de mis
labios, pero eso es lo que somos, ¿no es así? Incluso por poco convencional
y tonto que sea, estas chicas son mi familia—. Nunca te faltaría el respeto
ni me burlaría de ti. Te amo. Amo a Ava, haría cualquier cosa por ti. Nunca
estaría con otra mujer.
Cruza los brazos sobre el pecho mientras otra lágrima cae de sus ojos,
otra flecha penetrante en mi corazón.
—Solo sé lo que dijo, Hayes. ¿No es esto exactamente lo que siempre
167
has sido? Hayes el mujeriego. Ella sabía exactamente dónde estabas ahora.
¿Cómo lo supo?
—Joder, no la conozco, Sophia. Ni siquiera la he visto desde meses
antes de que nos juntáramos —paso mis dedos por mi cabello, frustrado.
—Ni siquiera me preguntaste por qué te odiaba tanto. ¿No recuerdas
lo mucho que me lastimaste cuando éramos niños?
¿De qué está hablando?
Ella se ríe con altivez.
—A juzgar por la expresión de tu rostro, no tienes ni idea. Me rompiste
el corazón, Hayes, y ni siquiera cruzó tu radar. ¿Recuerdas el noveno grado,
cuando tú y tus amigos decidieron hacer esa apuesta? La cual era llevarme
al baile de graduación, y nadie más pensó que aceptaría. St. James la
nerd. ¿Cierto?
Intento recordar esos días. Joder, solo era un niño jodido.
—Me invitaste al baile de graduación y estaba muy emocionada. Había
tenido un enamoramiento contigo durante años, y finalmente, pensé,
finalmente te habías fijado en mí. Yo era mucho más robusta entonces,
molestada implacablemente por ello. Y finalmente, te habías fijado en mí y
en el amor infantil que tenía por ti. Compré el vestido perfecto, pasé horas
maquillándome y peinándome, todavía pellizcándome porque Hayes
Davis, el Hayes Davis, estaba llevando a una estudiante de primer año, a
mí, al baile de graduación. —Hace una pausa, sacudiendo la cabeza—.
Luego llegaron las siete y se fueron. Luego las ocho, las nueve, y nunca
apareciste.
¿De qué está hablando? Demonios, apenas recuerdo la escuela
secundaria, punto. Pasaba las clases patinando.
Oh, mierda. Cuando estaba enfermo. Pensé que le había dicho que
estaba loco por todos los medicamentos para la tos del mundo. Cosas
prescritas fuertes. Estaba enfermo como la mierda.
—Tenía gripe, Sophia, apenas recuerdo la noche del baile de
graduación. Lo siento mucho por haberte lastimado…
Ella me detiene.
—Esa fue la noche en que me di cuenta de que no importaba en
cuánto pedestal te pusieran, siempre serías la misma persona que me dejó
plantada esa noche. Quien tomó mi autoconfianza ya rota y se burló de
mí. Puede parecerte una tontería aferrarse a algo así, pero nunca lo
olvidé. Tener que estar cerca de ti la mayor parte de mi vida adulta por Scott
y Holly fue solo la guinda del pastel. Yo confiaba en ti. Dejé de permitir que
168
el pasado viviera en el futuro y confié en ti. Y todo lo que hiciste fue
demostrar que tenía razón en todos los sentidos. Que sigues siendo ese
chico que no tiene consideración con nadie a quien hace daño.
—Sophia, espera, deja de…
—No. No dejaré que me lastimes a mí ni a Ava porque no puedes
comprometerte con nada ni con nadie.
Desliza el anillo libre de su dedo, el mismo que le acabo de dar hace
meses, con el que confesé mi amor. Cada palabra que quise decir, y todavía
lo hago en este momento, a pesar de que ella me mira con tanto odio que
me hace retroceder unos pasos tambaleantes.
—No puedo creer que me enamoré de él. Me enamoré de ti y de todas
las mentiras que arrojaste, y caí directamente en la trampa. No, ya no somos
niños de escuela secundaria, Hayes. Tus acciones tienen consecuencias. No
somos dos niños que no tienen nada que perder. Tenemos una hija y ella
será lo primero, siempre. Mi corazón roto quedará en un segundo plano por
ella, siempre.
—Nos vamos y nos quedaremos con Holly por un tiempo. Necesito
salir de esta casa. Necesito estar en cualquier lugar donde no estés
ahora. Quema la mesa de la cocina, tengo miedo de que puedas contraer
una ETS por tocar eso —Ella pasa a mi lado, su dulce aroma invade mi
corazón de una manera que nunca planeé, y me deja ahí parado sin idea de
qué diablos acaba de pasar, o alguna idea de cómo solucionarlo.
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Veinticuatro
Traducido por Albaxxi
Corregido por Mar
Sophia
Lo odio.
No, eso es mentira. La misma que me he estado diciendo una y otra
vez desde que llegamos a casa de Holly y Scott. Me derrumbé, sollozando,
en los brazos de mi mejor amiga y recé para que esto terminara pronto. Que
el dolor disminuyera y así yo podría ser el pilar de fuerza que Ava necesitaría
en el futuro.
Pero me duele. Me duele tanto que puedo sentirlo en mis huesos.
Angustia. Recordándome lo que he perdido.
No puedo comer no puedo dormir. No puedo dejar de sentir el amargo
aguijón de la traición cuando pienso en Hayes. ¿Cómo pudo hacer
esto? ¿Cómo pudo destrozar a nuestra familia... por una conejita de hockey?
171
Eligió su antigua vida y nos dejó a Ava y a mí para hallar nuestro
camino sin él.
Duele.
—Soph, ¿quieres un sándwich? —pregunta Holly desde la cocina.
—No gracias —murmuro.
Ava me mira con ojos muy abiertos y curiosos, y le agradezco a Dios
por ella. No puedo imaginar cuánto me dolería si no tuviera a mi hija a mi
lado porque, a pesar de todo esto, me trae mucha felicidad. Ella es la única
razón por la que he podido sonreír la última semana.
Cinco días completos desde que lo dejé. Cinco días desde que
empaqué todas nuestras cosas y vine a quedarme con Holly y Scott. Cinco
días desde que lo toqué o inhalé su aroma.
El pensamiento de esas cosas trae otra nueva tanda de lágrimas a mis
ojos.
Cambio entre la ira y el dolor, a veces con la ira pesando sobre el
dolor. Estoy enojada con él por hacer esto no solo a mí, sino también a
Ava. Ella se merece algo mejor, y me entristece que me haya dado la
razón. No es lo que quería.
—Soph, ¿qué tal si llevamos a los niños al parque esta noche? Salir
de la casa, estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco. Creo que todos
podríamos necesitarlo.
Holly regresa a la sala de estar y me sonríe. Me compadece, y odio ese
sentimiento.
—Suena bien. —Le doy una sonrisa falsa y acuosa de la cual ve a
través.
—Tal vez deberías hablar con él, Soph. Escúchalo, ve lo que tiene que
decir. Puede que te sorprenda.
Me doy la vuelta para mirarla.
—¿Has hablado con él?
Traidora.
Ella se encoge de hombros.
—No, pero Scott lo ha hecho. Él también está sufriendo, Soph. Nunca
172
había visto a Hayes así.
—No significa que no sea culpable.
—Solo digo. ¿Qué pasa si todo esto es solo un gran malentendido?
—Lo dudo. Voy a acostar a Ava para que duerma la siesta; estaré lista
para ir al parque esta noche.
Me levanto y dejo a Holly en la sala de estar. Estoy herida y no quiero
escuchar su sensibilidad. Quiero que ella me diga que es un imbécil y que
ella pinchará sus neumáticos conmigo si quiero, lo cual no quiero; pero si
lo hiciera. Ella siempre ha sido mí luchar o morir, pero ahora parece que no
está eligiendo un bando.
Y me hace dudar.
¿Debería haberle dado más oportunidad de explicarse? ¿Qué había
que explicar sobre esto? La evidencia está ahí, claras.
¿Cierto?
Suspiro, meciendo a Ava, esperando que sus ojos curiosos y brillantes
se cierren para poder dejar salir las lágrimas que he estado conteniendo.
Nada de esto se siente bien. No se siente bien que el hombre del que
estoy enamorada me rompa el corazón en mil millones de pedazos. Que me
traicionara haciendo lo único que necesitaba que nunca hiciera.
Haciéndome perder mi confianza.
—¿Por qué Scott quería llevar a los niños de nuevo? —le pregunto a
Holly. Estoy empezando a sentirme un poco nerviosa, porque no parece que
vayamos en dirección al parque—. Holly, ¿a dónde vamos?
Ella me mira con una expresión de culpabilidad.
—No al parque.
Mis ojos se amplían.
—¡Lo sabía! —Suspiro—. Sabía que estabas tramando algo cuando
preguntaste sobre el parque. Dime a dónde vamos ahora antes de que te dé
un golpe en la vagina. No me tientes; me siento más violenta hoy.
—Esta soy yo, como tú mejor amiga de toda la vida, interviniendo y
asegurándose de que saques la cabeza de tu trasero y no pierdas al hombre
que las ama a ti ya tu hija con todo lo que tiene.
—¿Así que estás de su lado? ¿Eso es lo que estás diciendo? —Cruzo
mis brazos sobre mi pecho, apartando mi mirada.
—No, eso no es lo que estoy diciendo. Lo que estoy diciendo es que no
173
estoy de ningún lado. Te amo Soph, con todo mi corazón. Lo suficiente para
meterme en tu vida como si fuera mi derecho, si eso significa que te haré
feliz al final. Solo escúchalo. Escucha lo que tiene que decir. Eso es todo lo
que te pido como tu mejor amiga: solo escúchalo.
Aprieto la mandíbula y sigo mirando por la ventana.
—Es demasiado tarde para poder decir que no, ¿verdad?
Conducimos más y más fuera de la ciudad, más cerca del lado de la
bahía y pronto, el mismo puerto deportivo en el que comenzó todo este lío
aparece a la vista.
Bueno, si esto no es un círculo completo. Holly interfiriendo,
de nuevo. Atrapándonos en el mismo barco, de nuevo.
—¿De verdad? —pregunto.
Ella se encoge de hombros.
—Solo las estoy dejando a ustedes dos. Esto es todo suyo. —Aparca el
coche y sale, ayudándome con el asiento y el bolso de Ava.
—Por allí. —Señala el yate en el que se suponía que tendríamos
nuestra sesión de fotos.
¿Qué está pasando?
—No voy —digo, a pesar de que me siento infantil. Estoy herida y lo
último que quiero hacer es encontrarme cara a cara con él.
—Vas a ir. Créeme, Soph, ¿de acuerdo? —dice Holly en voz baja antes
de tirar de mí para un fuerte abrazo. Le devuelvo el abrazo después de unos
segundos, luego me suelta y asiente con la cabeza hacia el bote—. Ve a
buscar a tu hombre.
Cierto.
Se me hace un nudo en el estómago. Miro a mi hija dormida y veo una
pequeña sonrisa en su rostro, y me da el valor para terminar con esto.
En todo caso, tal vez ofrezca algún cierre.
Encuentro el barco que está iluminado con una cadena de luces,
reluciente y brillante; me llaman como un faro, el nombre “Ava Marie”
escrito en el costado, y sé que estoy en el lugar correcto. Mi estómago se
revuelve, haciéndome sentir náuseas por encontrarme cara a cara con
174
Hayes por primera vez desde que me fui.
Y así, aparece desde el costado del bote, luciendo tan guapo, tan
perfecto que hace que mi estómago dé un vuelco. Incluso con lo enojada y
traicionada que me siento, no puedo evitar la reacción de mi cuerpo hacia
él.
Lleva un esmoquin con pajarita y el pelo engominado y no le cae en la
frente como de costumbre. Se ve impresionante y, oh, me roba el aliento.
Cuanto más me acerco, más pesado se siente cada paso hacia
él. Finalmente, llego a la entrada que me llama, pidiéndome que vuelva al
bote que nos unió en primer lugar, pero mi dolor reemplaza los sentimientos
de la última vez que estuve aquí.
—Hola —susurra, dándome una sonrisa triste. Es la menos favorita
que he visto en sus labios, pero de todos modos es hermoso.
Hayes Davis podría ser el mismo diablo, con la sonrisa de un ángel, y
aun así cegar a todos en la habitación con lo guapo que es.
—Hola —le respondo.
—Gracias por venir.
—No tenía muchas opciones.
Él asiente.
—Holly.
—Sí.
Da un paso adelante para ver a Ava, e instintivamente me estremezco
cuando su esmoquin roza el mío.
—Lo siento —dice, pero el dolor está escrito en su rostro.
—No lo hagas. Ella está sonriendo ahora —le digo, señalando con la
cabeza a Ava.
—Hola, la dulce niña de papá —exclama mientras le desabrocha el
seguro y la saca de su asiento, apretándola con fuerza contra su pecho.
Entonces casi me arrepiento de haberme ido en primer lugar, sin
importar cuán herida esté. Casi. No es como si le estuviera quitando a
Ava. Nunca haría eso. Solo tengo que dejar espacio entre nosotros dos, y
que ella esté pegada a mi pecho veinticuatro siete significa que ella vendrá
conmigo.
—Papi te ha echado mucho de menos, Rook. Tanto.
Mi corazón está a punto de explotar con el intercambio, y no puedo
evitar las lágrimas que brotan de mis ojos. Esto simplemente se siente
mal. Mi familia completamente partida a la mitad por sus horribles
decisiones.
Ojalá pudiéramos rebobinar el tiempo, borrarlo todo y volver al amor
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que nos rodeaba a diario cuando estábamos juntos.
—¿Sophia? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.
Lo siguiente que sé es que está cargando a Ava y su asiento para el
automóvil en el bote y yo lo seguí de cerca. El suave vaivén de las olas me
tranquiliza, y hago una pausa por un segundo, respiro profundamente y
trato de recuperar la compostura.
Sé que lo que suceda después nos cambiará y una parte de mí no está
preparada para eso.
Hayes vuelve a poner a Ava en su portabebés, luego coloca su manta
rosa suave encima de ella, arropándola, mientras le dice cuánto la ama.
—Sophia, sé que estás enojada conmigo. Y el último lugar donde
quieres estar es aquí, pero por favor escúchame y escucha lo que tengo que
decir.
Cruzo los brazos sobre el pecho y me siento en el banco frente a él.
—Bien.
Asiente, luego saca un papel del bolsillo interior de su chaqueta. Ojalá
pudiera pasar mi dedo por la parte de su frente que está arrugada por la
frustración. Tan enojada como lo estoy, no puedo evitar acercarme a él.
—¿Probablemente te estés preguntando por qué aquí?
Asiento, pero no digo nada.
—Yo lo compré.
Mi mandíbula se abre en estado de shock.
—Espera, ¿tú qué? Hayes... este yate tiene que costar millones de
dólares. —Mi mente se tambalea ante el precio, y sí, es un rico jugador de
hockey profesional, pero ¿un yate?
—No importa. Este yate será para siempre un lugar de felicidad para
mí. Es donde me enamoré de ti por primera vez, y ni siquiera lo sabía
todavía. Mirándote bailar, borracha con tequila barato, con esa horrible
música de los noventa que me hizo sangrar los putos oídos. Dios, estaba
loco por ti. Debí haberme dado cuenta entonces.
Muerdo mi labio para contener una sonrisa.
—Y luego, el Ava es donde creamos a Rook. Es su tocayo, y es
importante para mí. Quiero que sea parte de nuestras vidas. Sé que estás
enojada, St. James, y si yo fuera tú, algo como eso me sorprendería también.
Pero quiero que sepas que nunca te engañaría. Nunca te traicionaría. Y
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nunca haría nada que pudiera dañar a nuestra familia.
Se acerca y me tiende el papel que sacó de su chaqueta. Me tiembla
la mano cuando lo tomo y bajo mis ojos lo mejor que puedo con solo las
tenues luces del yate. Lo que creo que estoy viendo es un informe
policial. Veo... ¿acecho y una orden de alejamiento?
—¿Qué es esto?
—Ese es el informe policial que presenté, así como la orden de
restricción que se presentó en su contra. Si se acerca a mil pies de
cualquiera de nosotros, incluyéndote a ti, irá a la cárcel. No me acosté con
ella, Soph. Joder, ni siquiera pensé en esa mujer hasta que me la
mencionaste. Todo lo que he visto es a ti; por eso me sorprendió tanto
cuando me di cuenta de su nombre. El hecho de que ella apareciera en mi
casa, en la que ella nunca había estado, por cierto, ¿y se abrió paso? Joder,
no. Nuestra casa es un lugar donde se supone que nos sentimos seguros, y
para que alguien tan loco haga una mierda como esa... no estaba jugando.
—Se sienta a mi lado en el banco y toma mis manos, mirándome a los
ojos. Puedo ver su sinceridad, y siento que las paredes de mi corazón
comienzan a agrietarse—. Actualicé el sistema de seguridad a una puta
fortaleza. Si alguien se acerca a treinta metros de la casa y hace algo, incluso
estornudar, el departamento de policía lo sabrá. Estará allí en tres minutos
o menos. No es que crea que ella será un problema. Con su nombre en las
redes sociales por acosarme, gracias a Kyle y la historia que filtró,
probablemente esté saliendo del país.
—Si quieres mudarte de la casa y encontrar otra, la vendo. Podemos
elegir una casa juntos. Arreglarla, construirla, realmente me importa una
mierda mientras tenga a mis chicas en casa.
Abro la boca para hablar, pero me detiene.
—Todavía no, cariño. Escucha. Entonces me di cuenta de que, si bien
esta psicópata es la razón por la que esto sucedió, había más. Hay cosas en
las que nunca trabajamos, de las que nunca hablamos, acechando debajo
de la superficie, y es realmente lo que te hizo dudar de mí. La forma en que
te traté en el pasado... la persona que solía ser. No estoy nada orgulloso de
eso, y desearía poder deshacerlo, pero no puedo. Todo lo que puedo hacer
es demostrarte a partir de este día en adelante que tú y Ava son mi vida,
toda mi puta vida, y nunca jamás haré nada para poner en peligro lo que
tenemos.
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Se pone de pie, llevándome con él, sus manos entrelazadas con las
mías, todavía gentil y vacilante.
—Te creo, Hayes.
—¿Lo haces? —Sus ojos se ensanchan.
—Lo hago. Si bien fue un completo shock encontrarse cara a cara con
alguien de tu pasado lanzando estos escenarios locos, una parte de mí
estaba esperando que algo pasara. No debería haberte lanzado acusaciones.
Debería haberte dado la oportunidad de explicarte, pero estaba tan cegada
por la familiar traición que tuve que salir y escapar. Fue demasiado. Lo
siento también, lo siento, dejé que mis propias inseguridades ganaran.
—Lo entiendo. Te di espacio porque no quería empujarte tan lejos que
nunca te recuperaría. Mi vida no es nada sin ustedes dos, Soph. Eres todo
para mí. Nunca conseguimos bailar en el baile de graduación... así que
quiero bailar contigo ahora, bailar contigo y con Ava para siempre.
Se mete la mano en el bolsillo y saca mi anillo que tontamente le
devolví por el dolor y la ira. El arrepentimiento destella en mi corazón al ver
la expresión de su rostro.
—Esto es tuyo, y espero que con el podamos comenzar de nuevo, que
podamos dejar atrás el pasado y no dejar que esos errores y cosas hirientes
definan nuestro futuro. Te amo, Sophia, y quiero ser tu esposo. Quiero ser
el hombre que sane tu corazón, sin importar quién lo rompa.
Las lágrimas finalmente se escapan, y extiendo mi mano
temblorosa para que deslice el anillo en ella. Una vez que está seguro, me
lanzo a su brazo y lo beso. Toma mi boca con rudeza, con toda la frustración
que probablemente ha estado conteniendo desde nuestra pelea.
Al liberarse, dice:
—Por favor, no me dejes nunca más. No puedo soportarlo, St. James.
Asiento y sello mis labios sobre los suyos de nuevo, susurrando mis
promesas contra sus labios hasta que su lengua se burla de la comisura de
mis labios, deslizándose dentro de mi boca y bailando con el conocido baile
que una vez hicimos aquí mismo en este barco.
—Soy tuya, para siempre. A menos que amenaces con esconder mi
Tostada Strudel de nuevo, entonces... no soy responsable.
Se ríe y me acerca a él hasta que el grito de Ava nos separa.
Nuestra vida no siempre será fácil y tampoco nuestro matrimonio. El
amor no es fácil. El amor es un viaje. Debe combatirse, sacrificarse y
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manejarse con cuidado. A veces tienes que ceder en las cosas que juraste
que nunca lo harías. A veces tienes que convertirte en la persona que dijiste
que nunca te convertirías. Y a veces te enamoras de tu enemigo número
uno, que resulta ser lo mejor que te ha pasado.
Hayes Davis es el jugador de hockey número uno del país y el amor
de Estados Unidos, pero también es mi mejor amigo, mi futuro esposo y el
mejor papá del planeta.
Váyanse a la mierda, conejitas de hockey. Él es mío.
Epílogo
Traducido por Coco S.
Corregido por Mayra D.
Hayes
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—Joder —maldigo, cogiendo los guantes de cocina de la isla y
utilizándolos para alejar el espeso humo mientras me dirijo al horno
humeante. Me devano los sesos intentando averiguar en qué me he
equivocado. ¿Dijo una hora o treinta minutos?
¿Realmente importa ahora? Maldita sea, ¿qué demonios estoy
haciendo? Lo más cerca que he estado de cocinar son fideos de ramen en el
microondas o una cena congelada, si me siento elegante. Esta es el área de
experiencia de Sophia, pero quería hacer algo agradable para ella ya que ha
estado trabajando tan duro en clase.
Miro a Ava, que está cubierta de puré de camote, chupándose el puño
en su sillita alta.
Mi niña bella es tan bonita como siempre, incluso cubierta de pies a
cabeza de camote.
—Mi camotito, ¿te has logrado meter algo de eso en la boca? —le
pregunto, rascándome la cabeza, sonriendo cuando ella suelta una
carcajada.
—Pa, Pa, Pa, Pa —chilla.
Los dos somos un completo desastre, pero de alguna manera somos
perfectos juntos.
Cuando Rook cumplió cuatro meses, Sophia decidió que quería volver
a la escuela para ser maestra de jardín de infancia y, por supuesto, le dije
que apoyaba todos y cada uno de sus sueños. Lo que significa que, cuando
no estoy en la pista de hielo, sólo estamos Rook y yo en casa.
Soy como la versión de 1,92 metros de la Sra. Doubtfire, excepto que
yo soy mucho más guapo, si me preguntan.
—Llámame Señor Mamá, Rook. —Sonrío cuando me contesta con
unas palabrerías infantiles que ni siquiera intento descifrar. Me alegra ver
su sonrisa sin dientes.
La puerta principal se abre y se cierra justo cuando he apagado el
horno y he tirado la lasaña carbonizada y ennegrecida al fregadero.
—¿Hayes?
Sophia está de pie junto a la isla y me mira a través del humo.
—St. James. Vienes en el momento perfecto —gruño.
Se ríe antes de acercarse, y yo suspiro y la atraigo para darle un beso
que nos deja a los dos sin aliento. Cuando se retira, me mira.
—¿Has... cocinado? —Su nariz se arruga con desagrado.
—No parezcas tan sorprendida. Ya ves cómo ha quedado.
—Umm... ¿qué era? —Se ríe, señalando el desastre carbonizado en el
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fregadero que aún humea.
—Lasaña.
—Ah, la receta de Gordon Ramsey.
Ella ve más allá de mis tonterías,
—¿Acaso no es obvio?
—No, pero Holly me llamó después de que tú la llamaras y me dijo que
tal vez quería venir antes de que quemaras nuestra casa.
—Bueno, al menos lo intenté. Quería quitarte un peso de encima ya
que tienes mucho que estudiar. Si cuenta de algo, Rook me ayudó a hacer
la salsa.
—¿Lo hizo?
Se acerca a Ava y la levanta de su silla infantil riéndose al ver la
cantidad de puré del que está cubierta.
—Directo al baño para ti, señorita. Gracias por intentarlo, guapo. —
Me da un dulce beso antes de pasar por delante de mí hacia el baño de Ava
para darle un muy necesario baño.
—Comida a domicilio será Mademoiselle. ¿China? ¿Griega? ¿Italiana?
Elige lo que quieras. —Le digo por el pasillo y saco los montones de menús
de comida para a domicilio que tengo en el cajón junto al horno, el lugar
más lógico para un hombre que no ha cocinado nada que no fuera procesado
en toda su vida.
—Mmm, el pollo Fun Shu me está apeteciendo. Creo que se me ha
antojado —oigo su voz flotar por el pasillo.
Nunca falla. Sophia es una chica de comida china hasta la médula.
Debería haberlo sabido antes de preguntar. Sin embargo, uno de estos días
me iba a sorprender.
Después de llamar y pedir la comida, recojo rápidamente todo en la
sala, preguntándome realmente cómo una bebé de ocho meses es capaz de
crear tanto desorden. Hay juguetes diminutos esparcidos por todas las
superficies de la sala... y debajo del sofá, y detrás del sofá, y encima del
centro de entretenimiento...
Me río cuando recojo el bloque y lo vuelvo a poner en su caja de
juguetes.
—¿Sabes lo caliente que es verte recoger juguetes? Sinceramente, es
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muy caliente. —Sophia entra en el salón y se deja caer en el sofá. Lleva el
pelo rubio amontonado en la cabeza y tiene bolsas oscuras bajo los ojos.
Parece agotada, y lo que más deseo es quitarle algo de eso. Si eso significa
recoger los juguetes y cuidar de Rook mientras ella estudia... considérenlo
hecho.
—Hay más de donde viene eso St. James —me burlo, guardando las
cajas en el espacio de juegos de Ava—. Hoy hemos ido a la pista de patinaje
y los chicos se han pasado una hora pasándosela, soplando en su estómago
y mimándola como a una banda de tontos. Tengo muchas fotos para un
futuro chantaje.
Ella se ríe y me hace un gesto para que me acerque a ella.
—Gracias. En serio, Hayes, por aguantarme y ser el mejor compañero
y el mejor padre de todos. Significa mucho para mí tener tu apoyo.
Me llevo su mano a los labios y le beso el anillo del dedo izquierdo.
—En las buenas y en las malas, cariño. Prometí estar a tu lado.
—Aprecio estos momentos. Los momentos de paz y tranquilidad, en
los que sólo puedo respirar.
La Navidad está a la vuelta de la esquina, y planeo sorprenderla con
una escapada a las montañas para ella y Ava, ya que estará de vacaciones
en la escuela, pero se siente tan lejos, a pesar de que falta poco más de un
mes. Con la escuela y la planificación de la boda, está más que agotada. Se
merece una semana en la montaña para recuperar el sueño y sentirse
rejuvenecida.
Tomo sus pies entre las manos y froto círculos en las plantas,
diciéndole a mi polla que se calme cuando empieza a gemir de placer.
No es que me escuche nunca, pero...
—Oye, se me olvidó preguntarte, tengo un amigo al que acaban de
contratar como entrenador principal en Chicago y está buscando una
niñera. ¿Por casualidad no sabrás de alguien? Ya sabes, en ese gigantesco
grupo de texto que todas ustedes tienen.
Ella se ríe.
—Que me haya hecho amiga de todas las esposas de hockey no
significa que esté al día de sus niñeras, Hayes. Pero le preguntaré a Jessica.
Creo que su marido juega ahora para Chicago.
—Eres la mejor —sonrío y dejo caer mis labios sobre los suyos—. Él
lo está pasando mal. Su mujer falleció hace unos años y no puede dejar
pasar este trabajo, así que necesita a alguien para cuidar de su hija. Sólo
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pienso en Rook y en lo que pasaría en una situación así.
—Tienes el corazón más grande. Eres mucho más un oso de peluche
gigante de lo que imaginaba.
—Vamos, St. James, ¿puedes no compararme con un maldito oso de
peluche? Mi masculinidad no puede soportarlo. —Hago una mueca.
—¿Qué tal si vamos a trabajar para que te sientas mejor entonces? He
estado leyendo este nuevo libro .... —Sus cejas se alzan y me dedica una
sonrisa que me dice todo lo que necesito saber.
—Creo que va a haber muchos besos y hacer que me sienta mejor
acerca de esto.
—Oh, no tienes ni idea.
—Te amo, Sophia St. James.
—Y yo te amo a ti. ¿Es el momento adecuado para mencionar que
quiero un hermano para Rook? Tuvimos una larga charla la semana pasada.
Ya sabes... Ava y yo.
Echo la cabeza hacia atrás y me río:
—¿Ah, sí?
Ella asiente y me da un encogimiento de hombros indiferente.
—Tenemos mucho tiempo para practicar.
Y eso es exactamente lo que hicimos.
Practicar.
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