Néstor Perlongher
Néstor Perlongher
Néstor Perlongher
Néstor Perlongher
Alambres
El poema que voy a presentar es “El palacio del cine” y se encuentra en el libro Alambres, el
segundo libro del autor, publicado en 1987 (escrito en Brasil) que continúa con la estética de
su primer libro, Australia-Hungría. En el libro, Prosa plebeya(1980-1992), obra póstuma, el
autor reflexiona en un texto que justamente se llama, “Sobre Alambres”, y es la única vez
que hace referencia a su propia obra, por lo menos de forma directa. En ese texto nos cuenta
que con Alambres, sigue la estética que venía cultivando y que él la llama, una épica sensual,
pero ahora avanza hacia una épica barroca, donde la historia es deseada, alucinada en el
deseo.
Alambres, dice Perlongher, tiene dos partes o campos gravitacionales que se atraen,
repelen y afectan mutuamente. Una primera parte histórica, una evocación épica a los
recuerdos de Echeverría, Juan Moreira, Rivera, etc. (“un neochachesco risible”,
Echavarren). Otra sección en la que ese yo poético además de multiplicarse entra en un
devenir mujer: Amelia, Camila O´gorman, Ethel, Deisy, etc. No se vuelve la enunciación
de una mujer, justamente lo que plantea es el agenciamiento de unas emociones femeninas,
que escapan a la identidad, son puro devenir mujer. Hay otra parte del libro en la que el
deseo es una fuerza que se dirige hacia un territorio llamado Frenesí, en el que se desata
una proliferación asociativa desenfrenada con la que se rompe todos los sentidos dados y
culmina con la catástrofe final: “Cadáveres”. Este libro es más complejo y denso que el
anterior y se pueden advertir las lecturas de Deleuze, como el Antiedipo y Mil mesetas,
curiosamente el libro sobre el barroco de Deleuze fue publicado en 1989.
Roberto Echavarren,
Poeta, narrador, ensayista, etc. uruguayo, amigo y albacea de Néstor Perlongher a quien le ha
dedicado diversos ensayos, y ha prologado las ediciones de los poemas completos del autor;
reconoce la impronta además del barroco áureo del siglo XVII, el posterior neobarroco
caribeño de Lezama Lima y Severo Sarduy. Atravesado tambien por el psicoanalisis
lacaniano, la militancia en el Frente de Liberación Homosexual argentino y su participación
política en general. Néstor Perlongher ha señalado también la influencia de sus lecturas de los
poetas surrealistas argentinos, como Aldo Pellegrini, Francisco Madariaga o Enrique Molina
fueron fundamentales en su formación, como definitivo fue su encuentro con Osvaldo
Lamborghini.
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Humberto Manccione
Perlongher
Por otra parte podemos seguir las definiciones del mismo autor respecto del barroco, al
neobarroco y el neobarroso:
Barroco
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Humberto Manccione
solamente la formación, sino más bien la operación, el acto operatorio que hace de
él un gran poeta barroco”.
● En barroco es un estado de espíritu, estado de sensibilidad colectivo que marca un
clima, “caracteriza” una época, un foco, el barroco consistía básicamente en cierta
operación de plegado de la materia y la forma.
● El barroco es una poética de la desterritorialización, siempre choca y corre el límite
preconcebido y sujetante.
● El barroco llega a América vía España. Lorca y la generación del 27 reivindican a
Gongora.
Neobarroco
Neobarroso
● Si el barroco del Siglo de Oro, como dijimos , se monta sobre el suelo clásico, el
neobarroco carece, ante la dispersión de los estilos contemporáneos, de un plano
fijo donde implantar sus garras. Se monta, pues, a cualquier estilo: la reversión
-diríase- puede florecer en cualquier canto de la letra. En su expresión rioplatense, la
poética neobarroca entra en una tradición literaria hostil, anclada en la pretensión de
un realismo de profundidad que suele acabar chapoteando en las aguas lodosas del
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Humberto Manccione
En esta primera estrofa se introducen una serie de elementos del neobarroco, que cunde el
la letras latinoamericanas: el drapeado, orlas iridiscentes, en este caso el “cairel de las
mejillas” o también las bolas calcinadas que despiden ese olor a sexo, lo nupcial como un
encuentro erótico sin lugar a dudas. El neobarroco dice Perlongher es, “la lepara creadora"
lezamesca que todo lo invade. La escena canta, no cuenta, sobre un lugar recóndito labrado
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Adorno en forma de fleco formado por hilos o cordones que quedan colgando en el borde de algunas telas o
vestidos.
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Adornar el borde de una cosa con festones bordados, dibujados o recortados.
"se escondió en uno de los múltiples pórticos que festonean las casas"
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Humberto Manccione
por el deseo. Los baños de los cines( el paraíso del olor), el olor que pringa todo, incluso
las pantallas en las que las guerras, la lucha el encuentro de los cuerpos, incluso de los
enemigos, replica la sexualidad, “nupcial” de los habitués.
El escozor, el ardor de la franela, ahora se trasladó a la sala, se despliega sobre una alusión,
tal vez a la novela vanguardista de Antonio Espina. Entre las butacas los cuerpos libran
otra batalla. De esta forma se van generando pliegues, las escenas de los baños, las de la
pantallas y las de la franela en las butacas. En medio de este torbellino de las formas y los
claroscuros que se proyectan, como señala Tamara Kamenszain, lo cotidiano, aquellos
elementos que parecieran imposibles de ingresar al poema, son nombrados, barroquizados
para contarlo todo y antes de que Fernanda Laguna le escriba su poema “A mi toallita
femenina”, los preservativos (también prohibidos)son carreteles de goma que se baban.
Siguiendo a la autora antes citada, mientras Fernanda Laguna escribe un poema para el
futuro, Perlongher escribe para que, tal vez más tarde, el poema se asiente en alguna época
que lo pueda ver con la claridad que al momento de su escritura no llegó; podríamos
preguntar si esa época ha llegado.
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Sensación de picor y ardor intenso y doloroso parecida a la que produce una quemadura.
"el humo produce escozor en los ojos"
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Alevoso
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Humberto Manccione
Otra vez el devenir animal, “perras que arrojan tarascones lascivos”, por supuesto no en las
piernas de los amantes sino en las tibias de los que se acezan y otras vez el vértigo de las
palabras por las que se deja llevar la voz, las voces: el fetiche del lamé, una tela que podría
ser propia de palacios y la reiteración “lame” y ya embarrado el barroco con el “brin”, una
tela ordinaria, suburbana pero que también puede convertirse en el soporte de una imagen
cuando es parte de un bastidor.
El marinero que ve mirar la pantalla/donde los ojos pasan otra cinta; una reverberación de
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1. intr. jadear. 2. intr. Sentir anhelo, deseo vehemente o codicia de algo
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Humberto Manccione
palabras que forman un pliegue con la mirada, las ojeras y la escena sexual en la que el
“follaje” de la noche hace un binomio con “follar” o con el despojar de los nombres e
identidades.
Este último verso parece cerrar una nota del observador que va rotulando sus fichas.
El sexo de las locas: Y una arenga final: no queremos que nos persigan, ni que nos
prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni
que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos
deseen.