El Analfabetismo Emocional

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El analfabetismo emocional

El término “inteligencia emocional” es relativamente nuevo en la cultura


occidental. Se viene utilizando, sobre todo, en ambientes empresariales, en
donde se ha puesto muy de moda, sobre todo a partir de la última década del
siglo XX. Parece que el concepto lo construyó Peter Salovey, de la universidad
de Yale, Pero ha sido Daniel Goleman, sobre todo, quien , desde que publicó
su libro “La Inteligencia Emocional” ha iniciado una cadena cultural de interés
creciente sobre el tema.

El término se inventa para resaltar el descubrimiento de otro tipo de inteligencia


que la que habitualmente estamos habituados a percibir. Cuando íbamos a la
universidad o a la escuela básica, creíamos que la persona más inteligente del
grupo era aquella que tenía mejores promedios académicos, sobre todo si ello
ocurría en asignaturas de alta exigencia conceptual, como matemáticas,
álgebra, física y ciencias exactas. Pero, luego, en el transcurso de la vida,
vemos que las personas que lograron vivir más felizmente, es decir, las
personas más exitosas; no siempre sino solo en algunos contados casos eran
las que tenían mejores puntajes en la educación formal. Por que?.

Porque, evidentemente, no eran las mas inteligentes para la vida, aunque


fueran muy inteligentes para conceptualizar, abstraer, memorizar, analizar,
sintetizar, investigar y relacionar conceptos en forma creativa. Esto nos
muestra que hemos hecho caso omiso de otro tipo de inteligencia: la
inteligencia emocional. De hecho, hoy en dia muchos autores agregan varios
tipos de inteligencia a la inteligencia típica, o inteligencia cognitiva: no solo está
la emocional, sino también la existencial y la espiritual, entre otras.

Pero , en qué consiste la inteligencia emocional ?. Muy simplemente definida,


es la capacidad que tenemos para hacer el mejor uso de nuestras emociones.
Y por “mejor uso” se entiende aquí, la capacidad para darles a las emociones
de todo tipo un giro, una intensidad y un estilo tal que, dentro de las
circunstancias y el entorno en el que nos movemos, produzcan una óptima

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satisfacción de nuestras necesidades y de las necesidades ajenas, en términos
afectivos, interpersonales, laborales, productivos, económicos, espirituales, etc.

Resulta que de la interacción que establecemos con los demás y con nuestro
entorno, se siguen una serie de eventos. Y a veces la forma como
interactuamos, sin que nosotros mismos nos demos cuenta, no nos trae los
mejores resultados, ni se los traen a los demás. La habilidad para que eso no
ocurra, sino que la vida personal, familiar, social , empresarial, y ecológica
fluya de la manera más armónica posible, es la que se cifra en el nivel de
inteligencia emocional que una persona o una comunidad poseen.

Pero vivimos en una cultura muy racional, y creemos en la falacia de que


cuando las normas de conducta están claras en una familia , cuando los
protocolos de trabajo están definidos en una empresa; entonces todo fluirá
perfectamente. Y resulta que la claridad conceptual es un factor, pero muchas
veces no el más importante, para el logro del óptimo funcionamiento de un
sistema social, y para el éxito de una vida individual.

Las tres condiciones del éxito

Para lograr algo se necesita, en general, una combinación de tres factores:


conocimiento conceptual, pericia práctica, e inteligencia emocional. El primero
tiene que ver con el cúmulo de conceptos, representaciones e ideas que se
poseen sobre un tema dado, que es a lo que se dedican principalmente los
sistemas educativos básicos y universitarios:a enseñarnos a asimilar, retener ,
reproducir y utilizar información teórica. Un estudiante de medicina, por
ejemplo, tiene que memorizar cadenas de reacciones químicas que suceden
en el metabolismo humano, saber asociar síntomas y enfermedades, etc. El
segundo queda parcialmente cubierto por la educación formal, cuando a los
estudiantes se les exige un cierto nivel de éxito en el desarrollo de cierto tipo
de habilidades. El estudiante de medicina, por ejemplo, necesita saber
diagnosticar a un paciente, y saberle prescribir los medicamentos que necesita.
A veces las habilidades reales no se desarrollan en el periodo de estudios, sino
en los ambientes reales de trabajo, una vez se va escalando en la vida laboral;

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y por eso salen tan inseguros muchos egresados universitarios:porque no han
experimentado, ni siquiera simuladamente, los retos prácticos que tendrán que
superar en el ejercicio efectivo de sus profesiones. Pero el tercer factor si que
lo descuidan mucho , no solo los sistemas educativos, sino las instituciones
humanas en general : són muy pocos los espacios para experimentar y
aprender en relación con el manejo de nuestras emociones, de nuestras
relaciones interpersonales, y del éxito colectivo en tareas tales como cultivar un
ambiente familiar armonioso, llevar una relación de pareja en forma madura y
satisfactoria, generar un ambiente de trabajo productivo y al mismo tiempo
estimulante y enriquecedor en lo personal, o saber negociar intereses y tomar
decisiones mutuamente enriquecedoras en lo político y en lo internacional.

La capacidad intelectual necesaria para conseguir, retener, analizar, sintetizar ,


recrear y utilizar información conceptual, es la que se ha venido midiendo
desde principios del siglo veinte como coeficiente intelectual. Puede llamarse
“inteligencia cognitiva”, y puede medirse en forma relativamente sencilla,
mediante cuestionarios estandarizados. El razonamiento abstracto puede
ponerse a prueba mediante secuencias de formas, conceptos y figuras
respecto a los cuales el encuestado debe sacar conclusiones en un tiempo
límite, y de ahí se saca una cifra que permite comparar la lucidez de unas
personas con la de otras. Por supuesto, se necesita que una persona
desarrolle habilidades de lectura y de escritura, así como de razonamiento
matemático básico, para que esté en capacidad de responder un test de
coeficiente intelectual. Y ese nivel de agilidad y de precisión en las respuestas,
al parecer, es mas o menos constante a lo largo de la vida.

Se discute hasta que punto puede desarrollarse el nivel de inteligencia


cognitiva, pero muchos autores coinciden en afirmar que después de cierta
edad ( muchos dicen, después de los 15-18 años) ya no es posible mejorar el
nivel alcanzado. Algunos opinan que los factores biológicos y genéticos són
determinantes, y otros resaltan que la influencia social y cultural juega un papel
importante en el coeficiente que tiene un ser humano, y que por lo tanto el
coeficiente intelectual no debe ser medido con los mismos parámetros para
todas las culturas, ya que las habilidades cognitivas responden a diferentes

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expectativas sociales y demandas del entorno natural a las que están
expuestas diferentes comunidades humanas (en ese sentido, los primeros tests
de evaluación tendrían un sesgo europeista, occidental;injusto para evaluar,
por ejemplo, la inteligencia cognitiva de los latinos, o los africanos).

Analfabetismo emocional

Hay cada vez más personas alfabetizadas que no alfabetizadas en el mundo, si


se comparan las estadísticas de los últimos dos o tres siglos. Y eso indica que
la capacidad para leer, escribir, y realizar operaciones matemáticas es cada
vez más común en el mundo. La creación de la imprenta , la divulgación de
información de todo tipo , el desarrollo de los medios de comunicación, la
democratización de las sociedades; ha sido un conjunto de factores
íntimamente ligados con un mejor nivel de alfabetización , y, por consiguiente,
de posibilidades de elevación del nivel de inteligencia cognitiva de la
humanidad. Para que este se eleve, es necesario que un individuo logre, no
solo manejar las operaciones concretas del razonamiento mental; sino las
operaciones abstractas o formales.

Jean Piaget, el famoso sicólogo francés, estudió en detalle los procesos de


desarrollo de la inteligencia cognitiva de sus propios hijos, descubriendo que
tenemos unas predisposiciones que se van despertando conforme madura el
sistema nervioso y se recibe la estimulación social adecuada.El culmen de este
desarrollo es el uso de operaciones abstractas o formales, sin las cuales no es
posible el pensamiento científico ni el razonamiento filosófico. El progreso
científico y tecnológico depende, entonces, de la democratización de las
habilidades formales en la población, que, por supuesto, se fundamenta en un
estado de alfabetización generalizada.

Pero , aunque lográramos el cien por ciento de niveles de alfabetización y de


logro del pensamiento formal en la población mundial; hay muy buenas razones
para pensar que ello no traería de por sí, ni necesariamente ; un mundo mejor,
mas justo, más próspero y en paz. De hecho, buena parte de la investigación

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científica que se ha patrocinado en el siglo veinte, ha sido dirigida hacia fines
militares y (o) comerciales. Esto significa que la motivación de ciertas naciones
y grupos por el poder y por el beneficio personal , a costa del sometimiento y el
perjuicio de otros grupos de la humanidad, en un sistema socioeconómico
mundial que no ha logrado encontrar una fórmula para que prevalezcan al
mismo tiempo la justicia y la igualdad, ha estado a la base del así llamado
“progreso” de la sociedad contemporánea. En resumidas cuentas, las
emociones, y no los ideales racionales de un mundo justo e igualitario; han
prevalecido en la historia humana.

Este “analfabetismo emocional”, tiene que ser superado con urgencia, ya que
los problemas mundiales no dan espera. Las guerras y el terrorismo, la
desnutrición y la destrucción de la capa de ozono, la devastación de las
reservas forestales, el enriquecimiento económico de los paises del hemisferio
norte a costa del empobrecimiento del hemisferio sur, són todos problemas
para los cuales la conciencia racional no basta. Se necesita que empezemos a
actuar, globalmente, sobre la base de emociones tales como la compasión, el
respeto, y la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, o sensibilidad
empática. Es necesaria una “alfabetización emocional” a todo nivel, como ya lo
propuso la creadora de este término Eileen Rockefeller Growald, fundadora del
instituto para el progreso de la salud, en Estados Unidos. Puede decirse que el
ser humano , actualmente, está creciendo cojo:mucha inteligencia cognitiva, y
poca inteligencia emocional: esa es la fórmula que define los problemas de
comienzos del siglo veintiuno. Y si definimos “inteligencia” como la capacidad
para resolver problemas , entonces es consecuente decir que somos seres
muy poco inteligentes, porque tenemos muchos problemas individuales,
familiares, colectivos, empresariales y mundiales sin resolver apropiadamente.
Estos podrían llegar a ahogarnos, hasta el punto en que tengamos que
lamentar no haber sido más inteligentes, habiendo obrado en forma preventiva,
cuando aun estábamos a tiempo.

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