Memoria
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Historia[editar]
Fases[editar]
Memoria sensorial[editar]
Artículo principal: Memoria sensorial
Se denomina memoria sensorial a la capacidad de registrar las sensaciones
percibidas a través de los sentidos. Constituye la fase inicial del desarrollo del
proceso de la atención. Esta memoria tiene una gran capacidad para procesar
gran cantidad de información a la vez, aunque durante un tiempo muy breve.
Existe una serie de almacenes de información provenientes de los
distintos sentidos que prolongan la duración de la estimulación. Esto facilita,
generalmente, su procesamiento en la llamada memoria operativa.
Los almacenes más estudiados han sido los de los sentidos de la vista y el oído:
El almacén icónico se encarga de recibir la percepción visual. Se considera un
depósito de gran capacidad en el cual la información almacenada es una
representación isomórfica (con la misma estructura) de la realidad de carácter
puramente físico y no categórico (aún no se ha reconocido el objeto).
Esta estructura es capaz de mantener nueve elementos aproximadamente, por un
intervalo de tiempo muy corto (alrededor de 250 milisegundos). Los elementos que
finalmente se transferirán a la memoria operativa serán aquellos a los que el
individuo preste atención.
El almacén ecoico, por su parte, mantiene almacenados los estímulos auditivos
hasta que el receptor haya recibido la suficiente información para poder procesarla
definitivamente en la memoria operativa.
Subsistemas[editar]
La memoria operativa o memoria de trabajo está formada por varios subsistemas,
a saber: un sistema supervisor (el ejecutivo central) y dos almacenes secundarios
especializados en información verbal (el lazo articulatorio) y visual o espacial
(la agenda visoespacial).
El sistema neuronal ejecutivo central coordina los recursos del sistema y los
distribuye por diferentes almacenes, denominados esclavos, según la función que
se pretenda llevar a cabo. Se centra, por lo tanto, en tareas activas de control
sobre los elementos pasivos del sistema; en este caso, los almacenes de
información.
El lazo articulatorio o bucle fonológico, por su parte, se encarga del
almacenamiento pasivo y mantenimiento activo de información verbal hablada. El
primer proceso hace que la información se pierda en un breve lapso, mientras que
el segundo —repetición— permite refrescar la información temporal. Además, es
responsable de la transformación automática del lenguaje presentado de forma
visual a su forma fonológica, por lo que, a efectos prácticos, procesa la totalidad
de la información verbal. Esto se demuestra cuando se trata de recordar una lista
de letras presentadas de forma visual o auditiva: en ambos casos, una lista de
palabras de sonido semejante es más difícil de recordar que una en la que éstas
no sean tan parecidas. Asimismo, la capacidad de almacenamiento del «lazo
articulatorio» no es constante como se creía (el clásico 7±2), sino que disminuye a
medida que las palabras que deben recordarse son más largas.
La agenda visoespacial es el almacén del sistema que trabaja con elementos de
carácter visual o espacial. Como el anterior, su tarea consiste en guardar este tipo
de información. La capacidad de almacenamiento de elementos en la «agenda
visoespacial» se ve afectada —como en el «lazo articulatorio»— por la similitud de
sus componentes, siempre y cuando no sea posible traducir los elementos a su
código verbal (por ejemplo, porque el «lazo articulatorio» esté ocupado con otra
tarea). Así, será más difícil recordar un pincel, un bolígrafo y un lápiz que recordar
un libro, una pelota y un lápiz.