Espejo Ciego - Samuel Vásquez
Espejo Ciego - Samuel Vásquez
Espejo Ciego - Samuel Vásquez
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DISEÑO /
DIBUJO DE LA CARÁTULA / DARÍO VILLEGAS
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SAMUEL VÁSQUEZ O LA VIGILIA SOÑANTE
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE
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Maillard, Chantal (2017). La razón estética. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
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Incandescente frases-meteoros como: el destino de la poesía no es azogue
sino epifanía, hay que restituir el abismo o escribo desde el olvido pudieran cifrar
la aventura estético-existencial que se despliega en estas desasosegantes
páginas. Y ética: lo estético-existencial es solo un modo de nombrar lo
ético: lo que está siempre en juego es intentar dar forma, concluir al
inconcluso animal humano, siempre en obra negra, siempre por hacer.
Pero ¿dar forma, no sería un modo de mutilarlo?
EL YO QUE ES NADIE
¿Quién irisa estas páginas? ¿Quién habita esta palabra que se quiere
soberana cuya intencionalidad es carecer de sentido? ¿Quién habla aquí
si el sujeto que la dice ha sido expulsado de ella en “razón” de su
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soberanía, una palabra que a nadie debe y a nadie va dirigida? Entre aporías
se mueve esta voz que en sus pliegues y repliegues pretende afantasmarse,
hacerse Nadie. Curioso periplo de la atípica religiosidad de la
modernidad cultural-literaria que pretende sacrificar, ahora, al término
del arco descrito desde sus inicios, a uno de sus más sensibles objetos de
adoración: el fetiche del yo. El fetichismo del yo cuyos mayores
deificadores estarán –tomados de la mano– en la Ilustración y el
Romanticismo. De modo radical en los padres tutelares del
eurocentrismo: Descartes, Kant, Hegel, Fichte, por nombrar algunos. La
hybris del yo es la enfermedad de Occidente. Algunas de sus
manifestaciones más exasperadas las encontramos –curiosamente– en el
arte moderno, en la estela del romanticismo. Y también su
fragmentación, negación y disolución. El arte moderno, ya se sabe, es
esencialmente antimoderno. Vásquez en su postulación o sueño de
nadiedad está al final de este arco. Pero el sueño de Vásquez va más allá.
Al final de la cuerda del yo esta otro yo: el yo que sueña y el yo que
interpreta ese sueño. Vásquez en su pulsión de nadiedad anula ambos
polos de la elaboración estético-artística. No solo nadie que escriba sino
nadie que lea y rehaga (o deshaga) esa escritura. Solo la nadiedad resuelta
en Nada como una perplejante flor del abismo. Más allá: estallan,
desaparecen los tres ejes sobre que se han edificado las reflexiones sobre
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la creación en la modernidad: el creador, el receptor y, finalmente, la
obra. Nadiedad que lleva a declarar al autor [¿?]: Cavo una fosa para sepultar
esta palabra y que nadie ponga pie sobre ella.
OLVIDO Y MEMORIA
La nostalgia es, sin duda, uno de los vectores más recurridos de la poesía.
Tal vez el rostro más visible de lo conocido como Analogía. En Vásquez,
en principio, no pareciera haber un llamado de la nostalgia. Se observa
una mínima apelación a ella, en su manera ortodoxa, en uno de los textos
finales con epígrafe de Aurelio Arturo, el referente de lo analógico en la
poesía moderna en Colombia. Pero lo dominante es una analogía Otra,
una analogía acendrada en los arduos laberintos de la Ironía. Una
analogía que es una singular eversión de la Ironía. Se diría que ese trato
con la Ironía es el tránsito necesario por la noche oscura para el
merecimiento de la luz. Una luz Otra, por supuesto. No la luz ilustrada
que proyecta sus faros desgarradores en los dogmas científicos y
académicos. A esta otra luz, en la aventura imaginal de Vásquez, se accede
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por una ardua dialéctica de olvido y memoria. Quizás el texto de la poesía
colombiana donde se encuentre más bellamente expresada esta dialéctica
sea en el poema “Parábola”, de Quessep. Pero otra es la orientación
volitiva de Vásquez. En los tres casos se observa actuar en flagrancia el
ímpetu contrahistórico de la poesía moderna, que bien señala Paz.
Ímpetu contrahistórico, por otra parte, fuertemente anudado a la
Historia: pendencias del artista con su cultura, con su sociedad, con su
entorno, con su contemporaneidad
El yo lírico –Jano bifronte– mientras con una cara mira la Historia con
la otra mira la Contra-Historia. La mirada contrahistórica es la memoria
del Ser y el olvido del No Ser. La cara que mira a la historia, sostenida en
la mirada contrahistórica, es el no olvido del No Ser. En el sentido de
que está ahí para señalarlo en su traición al hombre y con ello posibilitar
la memoria del Ser y adivinar la utopía de un ser humano más rica y
complejamente humano, en la medida en que se abre al Ser. Esta forma
de estar en el No Ser con la mirada puesta en el Ser funda una ética. Va
en ello la lucidez y la verticalidad.
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Evidencia de la condición territorial y jerárquica del animal humano
De ese que en vano esperan que se divida Que use la heteronimia social.
Que acepte opuestas opiniones, disimuladas imposiciones
A aquel que en vano piden que se trague la lengua Que al menos desarme
su látigo. Que practique las normas apacibles del eufemismo y de la astuta
cortesía
Aquel que a ras de suelo aprende a volar para negar al ominoso público
el espectáculo de su caída
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RESTITUIR EL ABISMO
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la marca de fuego de los avatares de la poesía y el arte modernos: lo
sagrado que escapa del cerco de la religión y acampa en la Poesía.
Restituir el abismo es una apuesta por el re-encantamiento del mundo.
¿Reencantarlo para cantarlo? Acaso sí…pero todavía no parece murmurar
Vásquez entre los intersticios de su calcinante escritura.
Las tres líneas iniciales del “Proemio” proyectan las tres cabezas de la
hidra: la Fe como dogma religioso, la Belleza como dogma estético y la
Verdad como dogma científico-filosófico: la santísima Trinidad de esa
religión embozada que es el capitalismo y su mula de carga: la
modernidad: ¡Dios ha muerto, Viva la religión! La monstruosa hidra
postula su contracara: el arquetipo heroico. En verdad, hay algo de héroe
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en este yo lírico que estremece en su inquietante aventura. Pero se
trataría de un héroe de los siglos XX o XXI, esto es: un antihéroe. La
hidra lo sabe y sonríe cínica con sus numerosas bocas. Argos vigilante le
sostiene la mirada con sus numerosos ojos y se descubre que
simultáneamente es Hermes. Es, pues, héroe y monstruo. Y encamina su
errancia por los caminos –obviamente herméticos– de la Inefable
abismalidad. A la naturaleza sublime-kantiana del abismo, de la cosa en sí
responde la poesía precisamente acudiendo a su consanguinidad con lo
sublime, es decir: tensionando su actividad a forzar sus límites, poniendo
en crisis sus potencialidades, hasta llevarse a ese territorio movedizo
donde el lenguaje se desdice, donde muestra su suntuosa penuria para
nombrar la cosa. Y, sin embargo, de una manera extraña revelarla en su
pura inatrapabilidad, al señalarla, al dar indicios, rastros de ella; la
capacidad nominadora se derrumba y es solo ese no sé qué que quedan
balbuciendo. En esta expresión queda patente el meollo de la poesía: su
profunda voluntad mística, su ímpetu de religación. De allí que,
contradictoriamente, la poesía moderna no sea –en gran modo– otra cosa
que rebeldía mística, teofanía del revés: el cristianismo con hisopo de
satanismo de Baudelaire, el ángelus demoníaco que entonan Rimbaud o
Lautréamont y del que emerge el poeta como pavoroso vidente o el gran
maldito. El poeta moderno: criatura joánica que balbucea, mensajero
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tartamudo que inútilmente despliega su alfabeto de manos entre el
hombre que busca y la huidiza plenitud. En su enigmática gestualidad se
entrelazan el balbucir de San Juan de la Cruz y el aterrador never more de
Poe.
La sinuosidad del poemario se cierra en su tercer momento Diario sin días
en una suerte de anamnesis platónica hacia el centro misterioso donde
el abismo cambia de signo y se revela como luz. Esa especie de katábasis
que es la inmersión en la nadiedad. En la nadiedad de la Nada
deshebrando la madeja con vocación de cárcel del lenguaje: Significar es
fracaso que ostenta. Desovillando el tiempo en el sin tiempo de la luz: el
primer animal de lo visible, el animal que todo lo anima. El segundo animal
de lo visible: la Madre inaugural irradiando desde el sin-fondo la primera
mañana del mundo, la pureza irreparable de la infancia. Brotan las piedras
en su dura ontología fundante, matricial. Son las mismas piedras que con
su fuerza lapidaria serán lanzadas a los fariseos y sumos sacerdotes de la
cultura de todos los tiempos y lugares. Porque la restitución del abismo
es el conjetural punto de fuga para Salvar el horizonte. Pulsan destellos en
la intimidad del ser −su germinalidad siempre ha estado ahí:
CODA VOLÁTIL
El vuelo sinestésico del murciélago haría las delicias de
románticos y simbolistas: oye la luz. Tal vez por eso ilustra la
portada y los capítulos del aludido libro. Razón intuicional o
estética. La razón del logos se asocia al imperialismo del ojo. La
verticalidad del sapiens confía más en el ojo que en el oído. Entre
las imágenes obsesivas de la escritura de Vásquez resulta
especialmente notable la recurrencia al ojo. La mirada parece
querer abrazar o abrasar todas las cosas. Sin embargo, la música
de las esferas suena sus pífanos por toda la escena y pregona su
Silencio. Seduce la fantasía de que el sagaz Odiseo no se tapa los
oídos con cera y se ata al mástil para escuchar sino para poder ver
mejor el canto de las sirenas, tan fatal como el ojo de medusa.
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Odiseo ve el sonido. En algunas cosmogonías la creación empieza
por una vibración. El silencio originario es música callada, soledad
sonora. En poemas finales −ya se dijo− se conjura a Aurelio
Arturo que es todo pulsación melódica y René Char se desliza
con el sinestésico epígrafe: Por fortuna tengo el oído fino. ¿Cómo
podría distinguir un astro del otro? Una oculta tensión entre mística
y lucidez late en las entretelas de esta palabra. Sin duda el
impredecible vuelo del murciélago está más cerca de la mística
que el vuelo del ángel. Todo ángel es militar nos recuerda Gilbert
Durand. De allí su espada de luz aniquiladora, no plenificadora.
Palabra funámbula esta. Entre el sueño y la vigilia. En esta
ambivalencia Vásquez pareciera estar cerca de la estirpe de los
errantes a quienes es dado señalar la tierra prometida, pero se
prohíben entrar en ella. Vigilia soñante.
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ESPEJO CIEGO / samuel vásquez
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PROEMIO
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ESPEJO CIEGO
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BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA
SOY ESTE ENIGMA QUE TIEMBLA entre mis manos. Soy silencio que
escucha el reclamo del agua. Soy herida de luz que no sangra ni se
estanca. Soy ese que se niega a dormir fuera de su sueño. Soy el que llega
tropezando de la ceguera de su palabra. Soy ese que sabe que mañana es
un ardid. Soy el que huye para encontrar un sendero. Soy el que no posee
hacienda ni mandato, y no acepta patrones ni obediencia. Soy el que se
niega a habitar la palabra que se instala. Soy aquel que sabe que la poesía
es lo inesperado, que nada a la esperanza adeuda y ninguna esperanza
engendra. Soy el que aprecia la valentía del grito y el valor del silencio.
Soy el que hace de la ausencia un activismo. Soy ese que comprende que
el hombre es un pedazo, una pequeña muestra. Soy aquel que amanece
mordido por los sueños. Soy el equívoco que incendia lo que sabe y canta
temperado lo que ignora. Soy el que se aleja para quedarse en ti. Soy ese
que sabe que la caída es necesaria para que nazca el grito.
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PERMANENCIA EN EL VIENTO
La eternidad envejece
Paul Celan
LA HIERBA DEL TIEMPO borra los senderos. La ciudad aleja los lugares e
inaugura un extravío cada tarde. El sol se adelanta a nuestros pasos como
un perro sin amo
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En los pavorosos años del terror de Yezhov hice cola durante siete
meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me
"reconoció". Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los
labios azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre,
despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras y
me susurró al oído (allí hablábamos todas en voz baja): - ¿Y usted
puede describir esto? Y yo dije: -Puedo. Entonces algo como una
sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.
Anna Ajmátova
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NO SÉ QUE UNA MUCHACHA LLORA en su cuarto cerca de mi casa. No sé
que un niño cabalga en su potro de madera y nos deja rezagados en la
carrera del sueño. No sé que una mujer esconde un cuchillo de temor
bajo la almohada de su abandono. No sé que un músico se ahorca en el
sol temperado de su contrabajo. No sé que un hombre resbala en su
propio miedo. No sé que otro es desarraigado de su tierra como un árbol
sin sombra. No sé que alguien roe el muro que divide la luna para
conocer la justicia de sus manos. No sé que un taimado provoca un alud
para ocultar sus huellas. No sé que en un atezado crisol se muta plomo
en oro. No sé que el asesino da maíz a las palomas. No sé que tú me
deseas en un secreto que acrecienta mi soledad. No sé que un espejo
miente. No sé que una tarde muere un sabio, solo. No sé que alguien
censura en otra lengua palabras hechas con la sustancia del sueño. No sé
que usted lee ahora estas palabras:
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VIEJO
Es preciso regresar
antes de que la propia sombra se hunda en la noche
ahora que toda orilla ha naufragado
cuando las horas chorrean por las tapias
la apatía sube las escalas
y el espacio entra en uno y retira las barandas.
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Testarudo el fin se niega a comenzar
cuando el olvido es mi no-invitado
y este olor que no despega
y este surco de niebla que trasiego
y este invierno embozado entre los huesos
y este murmullo que mece la noche
en este polvo siena de junio…
Desear es jamás
ayer es ahora
hoy es el eco de un puente caído.
¿Cómo no querer
cómo olvidar
y que el recuerdo nada traiga?
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¿Cómo no buscar
cómo abandonar el deseo
y comenzar sin camino?
¿Cómo ir
cómo olvidar el fin
y encontrar el día?
¿Cómo seguir
cómo poder
antes que no pueda?
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CIEGO
El cielo le sostiene con hilos invisibles, como una marioneta torpe que
no convoca risas. Nadie sonríe ante su tropiezo con la piedra, ni ante
una mosca en su nariz.
Sabe del atardecer rojo que no ve y de los perros de viento que apalea
con su bastón. Una tufarada le anuncia el despertar del dragón del
verano, pero ha perdido el color del agua, del agua limpia, del agua que
lava el agua
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Tal vez el silencio le done su fulgor y le entregue la epifanía del cuerpo
que desea, semejante a una palabra dulce, al aroma de la orquídea al
mediodía.
Rey de su pobreza acaricia largo rato cada verbo nuevo como una
moneda antigua, inútil y bella. Ve con las manos, mira con las palabras.
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No padece fascinación por la noche y sus estrellas. No hace volver su
cabeza la muchacha bella. No ve el brillo del domingo, pero siente la
mano del sol que le acaricia.
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EL ABANDONADO
Cada olvido encubre una herida. Desconfía de quien pone otra venda al
ciego: de aquel que emboscado debajo de su sombra roe las certezas del
alba.
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EL VÉRTIGO, EL EXTRAVÍO
… ENTONCES
hundo mi sombra
en las tinieblas
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abre su grieta de fuego:
acallante es su lucidez
El destino
Imposible desenhebrarlo
de su dibujo sagrado
En mi desmemoria
pierdo mi tiempo
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VOY PASO A PASO por la cuerda de la palabra… A ambos lados el
abismo. Y abajo, el pozo de pirañas… Todos esperan aplaudir mi
caída… Avanzo lento, dibujando con mis zapatillas la línea en el aire…
esperan verme nadar en medio de la piscina roja de los peces
insaciables… resbalo… me tambaleo… ebrio de sima, parezco un
borracho que no encuentra su columna vertebral, su estructura ósea, su
equilibrio… parezco hecho de una gelatina que cambia su forma de
acuerdo al miedo que me contiene… la garrocha en mis manos, como
un gran lápiz, me sostiene… durante un momento… durante un poco
más… caigo… todos abren su boca grande y se tragan por completo el
aire del circo… caigo en cámara lenta para que el espectáculo sea
competente con el cine… en el trayecto vertical agito mis brazos sin
concierto ni orden… luego con alguna cadencia y ritmo… a veinte
centímetros del pozo aprendo a volar… Segundos más tarde aterrizo en
el centro exacto de la pista inundada de reflectores. Pido disculpas al
público por haber estropeado su espectáculo.
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NO ES BIEN RECIBIDA MI COHERENCIA. Coherencia que es herencia
elegida, no obligada.
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Dictaminan que mi falta de olvido es peligrosa, contagiosa. Que mis
ojos se dirigen siempre a lo que no debe ser mirado. Que veo
demasiado. Que la imprudencia de la mirada es pecado.
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manchas fundamentales. Se asemeja a una pintura de Bacon, y, así, se
hace más inaceptable aún. Me acerco un vaso de agua a esa mancha que
reemplaza la boca. Veo la armoniosa línea transparente del cristal y
acepto la verdad analfabeta de la belleza. Trato de restaurar mi rostro y
hacerlo lo más parecido a mí. Ya es imposible.
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GESTOS PARA HABITAR EL SILENCIO
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El silencio es estuche de una verdad
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Mil hombres que gritan no garantizan un hombre
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La poesía agrega deseo a la palabra
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El pan ha partido al hombre en dos
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Siento voces en mis manos
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El vino se ha bebido al hombre hasta la última copa
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La lluvia perdona el egoísmo de la ventana
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PRUEBA
germinó en mi oído
creció en mi lengua
de la voluntad de Dios
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POCAS PALABRAS
Tan pocas
que nunca una palabra me ha traicionado
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CON LAS FLECHAS QUE ME LANZAN
me he hecho un talismán
he construido un silencio
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MI CIUDAD
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DIARIO SIN DÍAS
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ESTA PALABRA CARECE DE SENTIDO y ese es el sentido de su escritura, esa
su soberanía. A nadie debe y a nadie va dirigida. Como la rosa. Como el
cuerpo de ella. En este espejo nadie se mira, nadie tiembla en esta página.
La luz se tapa los ojos, su sed de forma ha quedado insatisfecha. Esta
nada significa nada. Significar es fracaso que ostenta. Esta escritura
fracasa con prudencia, calla sin haber dicho cosa ninguna. Cavo una fosa
para sepultar esta palabra y que nadie ponga pie sobre ella.
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EL ESCRIBIENTE
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solo relatamos sus agónicas sombras
Prefiero escribir sobre mí
que soy mi desconocido más cercano
Escribo sobre mí
sin preguntarme ¿quién soy?
ni ¿por qué? ni ¿para qué?
eso sería filosofar y atar el lápiz
Cada vez que me pregunto
¿quién soy?
siento dentro de mí
un estadio vacío
una catedral a las cinco de la mañana
Sobra advertirlo
esto se escribe para mí
que soy quien puede extraer preguntas
de estas palabras
Los demás son como aquel
que encuentra unas piedras
en medio del campo
y no ve más que piedras
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ignorando que debajo yace
una madre amantísima,
muchos recuerdos
y muchas lágrimas
Aquí, cada palabra es una piedra
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ni de hacer llover
ni tratan de robar un segundo a la muerte
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Y no daré luz a las palabras
las dejaré en su propia oscuridad
sin maquillaje ni vestuario
sin decorado ni fanfarria
Las dejaré desnudas
sin deseos ni indolencia
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EL CALLADO
No dice su nombre.
Él no saluda de mano.
Él no se asoma a la ventana.
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No habla a pesar de sus opiniones mejores.
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HABÍA UNA VEZ
Ahora es ruina.
Inaudible.
El después es de puertas.
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Los puentes son oportunistas.
Salvar el horizonte.
La palabra huye
Al caer la tarde
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El mañana es de polvo.
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MAÑANA PRIMERA
El techo de barro soporta el peso del cielo. La sábana que cuelga al viento
asume de improviso su secreta vocación de bandera.
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La luz es el primer animal
visible de lo invisible.
J. Lezama Lima
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Por fortuna tengo el oído fino.
¿Cómo podría distinguir un astro del otro
René Char
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cuerpo. La distancia no se gana, se pierde. Prevalecemos
más cumplida que la de la rosa. Salgo al jardín, el sol me
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ÍNDICE
ESPEJO CIEGO
17 Proemio
21 Biografía no autorizada
22 Permanencia en el viento
24 Como perros
25 No sé
26 Viejo
29 Ciego
32 El abandonado
33 El vértigo, el extravío
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GESTOS PARA HABITAR EL SILENCIO
41 El silencio
42 Mil hombres
43 La poesía
44 El pan
45 Siento voces
46 El vino
47 La lluvia
49 Prueba
49 Pocas palabras
51 Mi ciudad
55 Esta palabra
56 El escribiente
61 El callado
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63 Había una vez
66 Mañana primera
67 La luz
68 Miro y parto
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Estos poemas reunidos en 2007
se publican a los cuarenta y seis años
del nacimiento del Taller de Artes de Medellín
2023
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