Espejo Ciego - Samuel Vásquez

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ESPEJO CIEGO / samuel vásquez

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DISEÑO /
DIBUJO DE LA CARÁTULA / DARÍO VILLEGAS

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SAMUEL VÁSQUEZ O LA VIGILIA SOÑANTE
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE

En la portada de La razón estética 1 de Maillard aletea una amorfa mancha


de acuarela. Es un murciélago. El murciélago construye su mirada del
mundo sin ojos. Su vuelo ciego abierto al azaroso mapa de las
sonoridades acaso sea una espléndida metáfora del mirar sin ver de la
Poesía, de su oscura o luminosa vocación de abismo. Un pariente no muy
lejano, el vampiro, no carece de ojos, pero no puede ver su reflejo en el
espejo o el espejo se niega a reflejarlo. Entre estas tres cegueras gravita
ambigua la palabra deseante y lúcida y vertical de Samuel Vásquez.

La lucidez subvierte el vuelo del deseo y lo potencia. Y de esta tensión


surgen siameses el designio autorreflexivo de la escritura y la verticalidad
como temple para habitar el mundo.

1
Maillard, Chantal (2017). La razón estética. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

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Incandescente frases-meteoros como: el destino de la poesía no es azogue
sino epifanía, hay que restituir el abismo o escribo desde el olvido pudieran cifrar
la aventura estético-existencial que se despliega en estas desasosegantes
páginas. Y ética: lo estético-existencial es solo un modo de nombrar lo
ético: lo que está siempre en juego es intentar dar forma, concluir al
inconcluso animal humano, siempre en obra negra, siempre por hacer.
Pero ¿dar forma, no sería un modo de mutilarlo?

Ahora corresponde narrar esta aventura. Aunque el autor ha minado


cuidadosamente el terreno poniendo avisos como: Esta escritura no tiene
un orden / Al saber toda la historia puedo eliminar el tiempo /¿cómo escribir si
nada pasa/ y, si la historia no llega, mejor / sin historia no habrá relato / Y no
daré luz a las palabras las dejaré en su propia oscuridad. Así, pues, siguiendo
este fragmentario manual de instrucciones no habrá, pues, lugar a
secuencialidad en este relato, abierto a la dispersividad.

EL YO QUE ES NADIE

¿Quién irisa estas páginas? ¿Quién habita esta palabra que se quiere
soberana cuya intencionalidad es carecer de sentido? ¿Quién habla aquí
si el sujeto que la dice ha sido expulsado de ella en “razón” de su

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soberanía, una palabra que a nadie debe y a nadie va dirigida? Entre aporías
se mueve esta voz que en sus pliegues y repliegues pretende afantasmarse,
hacerse Nadie. Curioso periplo de la atípica religiosidad de la
modernidad cultural-literaria que pretende sacrificar, ahora, al término
del arco descrito desde sus inicios, a uno de sus más sensibles objetos de
adoración: el fetiche del yo. El fetichismo del yo cuyos mayores
deificadores estarán –tomados de la mano– en la Ilustración y el
Romanticismo. De modo radical en los padres tutelares del
eurocentrismo: Descartes, Kant, Hegel, Fichte, por nombrar algunos. La
hybris del yo es la enfermedad de Occidente. Algunas de sus
manifestaciones más exasperadas las encontramos –curiosamente– en el
arte moderno, en la estela del romanticismo. Y también su
fragmentación, negación y disolución. El arte moderno, ya se sabe, es
esencialmente antimoderno. Vásquez en su postulación o sueño de
nadiedad está al final de este arco. Pero el sueño de Vásquez va más allá.
Al final de la cuerda del yo esta otro yo: el yo que sueña y el yo que
interpreta ese sueño. Vásquez en su pulsión de nadiedad anula ambos
polos de la elaboración estético-artística. No solo nadie que escriba sino
nadie que lea y rehaga (o deshaga) esa escritura. Solo la nadiedad resuelta
en Nada como una perplejante flor del abismo. Más allá: estallan,
desaparecen los tres ejes sobre que se han edificado las reflexiones sobre

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la creación en la modernidad: el creador, el receptor y, finalmente, la
obra. Nadiedad que lleva a declarar al autor [¿?]: Cavo una fosa para sepultar
esta palabra y que nadie ponga pie sobre ella.

¿Este furor nihilista encubre acaso un paradójico retorno inversivo de la


hybris romántico-ilustrada del yo?

OLVIDO Y MEMORIA

La nostalgia es, sin duda, uno de los vectores más recurridos de la poesía.
Tal vez el rostro más visible de lo conocido como Analogía. En Vásquez,
en principio, no pareciera haber un llamado de la nostalgia. Se observa
una mínima apelación a ella, en su manera ortodoxa, en uno de los textos
finales con epígrafe de Aurelio Arturo, el referente de lo analógico en la
poesía moderna en Colombia. Pero lo dominante es una analogía Otra,
una analogía acendrada en los arduos laberintos de la Ironía. Una
analogía que es una singular eversión de la Ironía. Se diría que ese trato
con la Ironía es el tránsito necesario por la noche oscura para el
merecimiento de la luz. Una luz Otra, por supuesto. No la luz ilustrada
que proyecta sus faros desgarradores en los dogmas científicos y
académicos. A esta otra luz, en la aventura imaginal de Vásquez, se accede

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por una ardua dialéctica de olvido y memoria. Quizás el texto de la poesía
colombiana donde se encuentre más bellamente expresada esta dialéctica
sea en el poema “Parábola”, de Quessep. Pero otra es la orientación
volitiva de Vásquez. En los tres casos se observa actuar en flagrancia el
ímpetu contrahistórico de la poesía moderna, que bien señala Paz.
Ímpetu contrahistórico, por otra parte, fuertemente anudado a la
Historia: pendencias del artista con su cultura, con su sociedad, con su
entorno, con su contemporaneidad

El yo lírico –Jano bifronte– mientras con una cara mira la Historia con
la otra mira la Contra-Historia. La mirada contrahistórica es la memoria
del Ser y el olvido del No Ser. La cara que mira a la historia, sostenida en
la mirada contrahistórica, es el no olvido del No Ser. En el sentido de
que está ahí para señalarlo en su traición al hombre y con ello posibilitar
la memoria del Ser y adivinar la utopía de un ser humano más rica y
complejamente humano, en la medida en que se abre al Ser. Esta forma
de estar en el No Ser con la mirada puesta en el Ser funda una ética. Va
en ello la lucidez y la verticalidad.

Porque la Historia es la historia de la barbarie, bien lo señala el


mesiánico Benjamin

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Evidencia de la condición territorial y jerárquica del animal humano

Glorificación del poder, crúor del bronce y el acero, triunfo de la


genuflexión como gimnasia social y de la persona como máscara

De allí surge la imagen del poeta en su polémica irreconciliable con la


polis, contra los espurios pontificados y la estulticia y el crimen
ornamentados

De allí la ética de varasanta del Callado, cuyo silencio no otorga

De ese que en vano esperan que se divida Que use la heteronimia social.
Que acepte opuestas opiniones, disimuladas imposiciones

A aquel que en vano piden que se trague la lengua Que al menos desarme
su látigo. Que practique las normas apacibles del eufemismo y de la astuta
cortesía

Aquel que a ras de suelo aprende a volar para negar al ominoso público
el espectáculo de su caída

El Callado, aquel a través del cual habla el Silencio de la contrahistoria,


el que excava para no olvidar la raíz de la culpa originaria. Amanuense
en vigilia del abismo.

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RESTITUIR EL ABISMO

¿Y para qué habría de restituirse? Porque la Nada-nada anida la


seminalidad del sentido. Pero ¿es que hay algo de eso moviéndose por
ahí? Dónde, si ya no queda donde. Acaso no, acaso sea siempre necesario
una mirada desde la cual inventarlo. Y cuando este se deslía abrirse a una
nueva andadura y así en una deriva infinita. Pero el abismo es la matriz
originaria, la matriz imaginal. El pleroma que soñaron los gnósticos. El
ensoph cabalístico. La membrana comunicante. Allí se opera el paso de lo
invisible a lo visible. El paso del universo implicado al universo explicado
de Bohm. Allí la luz se llama sombra y la sombra se llama luz. Allí inicia
sus primeros pasos de baile Shiva Nataraja. De allí provienen todas las
imágenes que pueblan todos los mundos, incluida la imagen de este espejo
ciego y el espejero que se esfuerza en borrar su azogue. El abismo es el
magma tremendum et fascinans que constituye la condición de posibilidad
de toda poiesis, incluida la poesía. Otto lo denominó lo numinoso.
Rimbaud en sus Cartas del Vidente le llamó simplemente lo desconocido. Es
la vagina misteriosa del Tao. Es el cimiento en flujo de la analogía otra.
Es lo sagrado a que le abrieron las puertas los románticos, clausuradas por
el totalitarismo de la racionalidad del logos. El retorno de lo sagrado es

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la marca de fuego de los avatares de la poesía y el arte modernos: lo
sagrado que escapa del cerco de la religión y acampa en la Poesía.
Restituir el abismo es una apuesta por el re-encantamiento del mundo.
¿Reencantarlo para cantarlo? Acaso sí…pero todavía no parece murmurar
Vásquez entre los intersticios de su calcinante escritura.

EL PRIMER ANIMAL DE LO VISIBLE.

LLEGA A LA TIERRA PROMETIDA y no levanta allí su casa; reconoce que


dios la ha engañado de nuevo. Llega a la belleza y quiebra su espejo: sabe
que su destino no es azogue, sino epifanía. Llega a la verdad y no se
amaña allí: echa sobre sus hombros la pesada carga y descubre un sendero
hacia lo inefable con su lámpara de oscuridad…

Las tres líneas iniciales del “Proemio” proyectan las tres cabezas de la
hidra: la Fe como dogma religioso, la Belleza como dogma estético y la
Verdad como dogma científico-filosófico: la santísima Trinidad de esa
religión embozada que es el capitalismo y su mula de carga: la
modernidad: ¡Dios ha muerto, Viva la religión! La monstruosa hidra
postula su contracara: el arquetipo heroico. En verdad, hay algo de héroe

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en este yo lírico que estremece en su inquietante aventura. Pero se
trataría de un héroe de los siglos XX o XXI, esto es: un antihéroe. La
hidra lo sabe y sonríe cínica con sus numerosas bocas. Argos vigilante le
sostiene la mirada con sus numerosos ojos y se descubre que
simultáneamente es Hermes. Es, pues, héroe y monstruo. Y encamina su
errancia por los caminos –obviamente herméticos– de la Inefable
abismalidad. A la naturaleza sublime-kantiana del abismo, de la cosa en sí
responde la poesía precisamente acudiendo a su consanguinidad con lo
sublime, es decir: tensionando su actividad a forzar sus límites, poniendo
en crisis sus potencialidades, hasta llevarse a ese territorio movedizo
donde el lenguaje se desdice, donde muestra su suntuosa penuria para
nombrar la cosa. Y, sin embargo, de una manera extraña revelarla en su
pura inatrapabilidad, al señalarla, al dar indicios, rastros de ella; la
capacidad nominadora se derrumba y es solo ese no sé qué que quedan
balbuciendo. En esta expresión queda patente el meollo de la poesía: su
profunda voluntad mística, su ímpetu de religación. De allí que,
contradictoriamente, la poesía moderna no sea –en gran modo– otra cosa
que rebeldía mística, teofanía del revés: el cristianismo con hisopo de
satanismo de Baudelaire, el ángelus demoníaco que entonan Rimbaud o
Lautréamont y del que emerge el poeta como pavoroso vidente o el gran
maldito. El poeta moderno: criatura joánica que balbucea, mensajero

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tartamudo que inútilmente despliega su alfabeto de manos entre el
hombre que busca y la huidiza plenitud. En su enigmática gestualidad se
entrelazan el balbucir de San Juan de la Cruz y el aterrador never more de
Poe.
La sinuosidad del poemario se cierra en su tercer momento Diario sin días
en una suerte de anamnesis platónica hacia el centro misterioso donde
el abismo cambia de signo y se revela como luz. Esa especie de katábasis
que es la inmersión en la nadiedad. En la nadiedad de la Nada
deshebrando la madeja con vocación de cárcel del lenguaje: Significar es
fracaso que ostenta. Desovillando el tiempo en el sin tiempo de la luz: el
primer animal de lo visible, el animal que todo lo anima. El segundo animal
de lo visible: la Madre inaugural irradiando desde el sin-fondo la primera
mañana del mundo, la pureza irreparable de la infancia. Brotan las piedras
en su dura ontología fundante, matricial. Son las mismas piedras que con
su fuerza lapidaria serán lanzadas a los fariseos y sumos sacerdotes de la
cultura de todos los tiempos y lugares. Porque la restitución del abismo
es el conjetural punto de fuga para Salvar el horizonte. Pulsan destellos en
la intimidad del ser −su germinalidad siempre ha estado ahí:

Vivimos la posteridad del pasado.


Habrá (todavía no) otra vez.
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Si bien
No estará en mis manos
Se adentra en claros del bosque interior, la voz lírica enniñece:
¿No es este día luminoso un bello pedazo de eternidad?
……………………………………………………………….
Salgo al jardín. El sol me necesita

CODA VOLÁTIL
El vuelo sinestésico del murciélago haría las delicias de
románticos y simbolistas: oye la luz. Tal vez por eso ilustra la
portada y los capítulos del aludido libro. Razón intuicional o
estética. La razón del logos se asocia al imperialismo del ojo. La
verticalidad del sapiens confía más en el ojo que en el oído. Entre
las imágenes obsesivas de la escritura de Vásquez resulta
especialmente notable la recurrencia al ojo. La mirada parece
querer abrazar o abrasar todas las cosas. Sin embargo, la música
de las esferas suena sus pífanos por toda la escena y pregona su
Silencio. Seduce la fantasía de que el sagaz Odiseo no se tapa los
oídos con cera y se ata al mástil para escuchar sino para poder ver
mejor el canto de las sirenas, tan fatal como el ojo de medusa.

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Odiseo ve el sonido. En algunas cosmogonías la creación empieza
por una vibración. El silencio originario es música callada, soledad
sonora. En poemas finales −ya se dijo− se conjura a Aurelio
Arturo que es todo pulsación melódica y René Char se desliza
con el sinestésico epígrafe: Por fortuna tengo el oído fino. ¿Cómo
podría distinguir un astro del otro? Una oculta tensión entre mística
y lucidez late en las entretelas de esta palabra. Sin duda el
impredecible vuelo del murciélago está más cerca de la mística
que el vuelo del ángel. Todo ángel es militar nos recuerda Gilbert
Durand. De allí su espada de luz aniquiladora, no plenificadora.
Palabra funámbula esta. Entre el sueño y la vigilia. En esta
ambivalencia Vásquez pareciera estar cerca de la estirpe de los
errantes a quienes es dado señalar la tierra prometida, pero se
prohíben entrar en ella. Vigilia soñante.

Montelar de la Nieves, primavera de 2023

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ESPEJO CIEGO / samuel vásquez

¿Quién preguntará por mi palabra?


César Vallejo

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PROEMIO

LLEGA A LA TIERRA PROMETIDA y no levanta allí su casa; reconoce que


dios la ha engañado de nuevo. Llega a la belleza y quiebra su espejo: sabe
que su destino no es azogue, sino epifanía. Llega a la verdad y no se
amaña allí: echa sobre sus hombros la pesada carga y descubre un sendero
hacia lo inefable con su lámpara de oscuridad. Llega al domingo y no
descansa entonces: ama su pie errante. Adelantada a sus propios pasos,
invisible y silenciosa, no posee luz propia, pero sabe encender el fuego.
Sin fe en el camino, cuanto más se aleja más cerca está del comienzo hasta
alcanzarse a sí misma por la espalda, pero no se reconoce. No mira hacia
el horizonte que la llama. No vuelve la cabeza para reconocer el sendero
de sal. Su rostro desaparece entre la bruma. Su equívoco pie importa
nada. Camina con zapatos de felpa entre el simún para que su rastro no
pueda ser seguido. Sólo el orden del polvo que ha levantado en su
errancia es lo que queda. Para evitar explicaciones se defiende con olvido.
La poesía.

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ESPEJO CIEGO

Lo visible es sólo el traje manso


del terror que nos ocultan.

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BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA

SOY ESTE ENIGMA QUE TIEMBLA entre mis manos. Soy silencio que
escucha el reclamo del agua. Soy herida de luz que no sangra ni se
estanca. Soy ese que se niega a dormir fuera de su sueño. Soy el que llega
tropezando de la ceguera de su palabra. Soy ese que sabe que mañana es
un ardid. Soy el que huye para encontrar un sendero. Soy el que no posee
hacienda ni mandato, y no acepta patrones ni obediencia. Soy el que se
niega a habitar la palabra que se instala. Soy aquel que sabe que la poesía
es lo inesperado, que nada a la esperanza adeuda y ninguna esperanza
engendra. Soy el que aprecia la valentía del grito y el valor del silencio.
Soy el que hace de la ausencia un activismo. Soy ese que comprende que
el hombre es un pedazo, una pequeña muestra. Soy aquel que amanece
mordido por los sueños. Soy el equívoco que incendia lo que sabe y canta
temperado lo que ignora. Soy el que se aleja para quedarse en ti. Soy ese
que sabe que la caída es necesaria para que nazca el grito.

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PERMANENCIA EN EL VIENTO
La eternidad envejece
Paul Celan

LA HIERBA DEL TIEMPO borra los senderos. La ciudad aleja los lugares e
inaugura un extravío cada tarde. El sol se adelanta a nuestros pasos como
un perro sin amo

Buscan nuestra retirada,


pero permanecemos. Nos llevan hasta el terror para que traguemos la
esperanza, pero permanecemos. A la intemperie permanecemos
aceptando el abrazo del viento. Permanecemos en lo desconocido, pero
lo desconocido arriba tan pronto que llega sin forma.

Cada certeza es una presunción,


una sospecha. Patinamos en las palabras: unos aplauden nuestro
desenfado, otros rechazan nuestra falta de simetría, nuestra preferencia
por una canción a un himno. La fe esperaba lenguas de fuego sobre
nuestras cabezas, pero sólo alcanzó a multiplicar el vino. La luz no nos
llega de lo alto, emana de las cosas que no compramos.

El futuro, que no existe,


crece sin control entre la hierba:
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EL ESTILETE DEL SOL divide mi ayer en dos olvidos iguales. El canto de la
mañana clava su pico de luz, pequeña huella que guía mi pie incierto.
Una araña de oro teje una runa en la palma de mi mano. El verano en
su caída se aferra a la rama más terca del guayacán. Mis brazos no me
alcanzan: me despeño en esta ciudad donde Cupido y Muerte equivocan
sus carcajes: los jóvenes mueren, los viejos se enamoran.

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En los pavorosos años del terror de Yezhov hice cola durante siete
meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me
"reconoció". Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los
labios azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre,
despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras y
me susurró al oído (allí hablábamos todas en voz baja): - ¿Y usted
puede describir esto? Y yo dije: -Puedo. Entonces algo como una
sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.

Anna Ajmátova

COMO PERROS SATISFECHOS esconden los huesos entre la tierra árida.


Madres enloquecidas de amor, la cal en su corazón, abrazan fémures
ajenos. No hay luz en las cosas ni por encima de ellas, y lo que ayer era
exacto no encuentra ahora una forma mansa donde posarse. Del terror
de la noche guarda la mañana, solamente, sus tenis blancos. Entre
escombros la muerte nos da en adopción a sus hijos. La piedra arde en
palabras insondables. Hay orgías en la cárcel y ataúdes mordidos por
termitas entre las madres de la Candelaria. El dolor es la única brisa de
la acacia.

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NO SÉ QUE UNA MUCHACHA LLORA en su cuarto cerca de mi casa. No sé
que un niño cabalga en su potro de madera y nos deja rezagados en la
carrera del sueño. No sé que una mujer esconde un cuchillo de temor
bajo la almohada de su abandono. No sé que un músico se ahorca en el
sol temperado de su contrabajo. No sé que un hombre resbala en su
propio miedo. No sé que otro es desarraigado de su tierra como un árbol
sin sombra. No sé que alguien roe el muro que divide la luna para
conocer la justicia de sus manos. No sé que un taimado provoca un alud
para ocultar sus huellas. No sé que en un atezado crisol se muta plomo
en oro. No sé que el asesino da maíz a las palomas. No sé que tú me
deseas en un secreto que acrecienta mi soledad. No sé que un espejo
miente. No sé que una tarde muere un sabio, solo. No sé que alguien
censura en otra lengua palabras hechas con la sustancia del sueño. No sé
que usted lee ahora estas palabras:

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VIEJO

VIEJO, uno regala tiempo todo el tiempo.


Uno sale a encontrarse con nadie
a desmentir el espejo que otro habita
a farfullar una canción borroneada
a luchar contra el ángel del olvido
a andar sobre esta sombra que conduce a nada

La boca, una herida en mitad del rostro


Los oídos, potes donde otro arroja sus babas
Las piernas, dos grilletes cosidos hacia atrás
El corazón, leño que no recibe fuego
Los ojos, dos ratones que van por los rincones

Es preciso regresar
antes de que la propia sombra se hunda en la noche
ahora que toda orilla ha naufragado
cuando las horas chorrean por las tapias
la apatía sube las escalas
y el espacio entra en uno y retira las barandas.

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Testarudo el fin se niega a comenzar
cuando el olvido es mi no-invitado
y este olor que no despega
y este surco de niebla que trasiego
y este invierno embozado entre los huesos
y este murmullo que mece la noche
en este polvo siena de junio…

Desear es jamás
ayer es ahora
hoy es el eco de un puente caído.

¿Cómo no querer
cómo olvidar
y que el recuerdo nada traiga?

¿Cómo decir nada


no tener ya palabras
y este zumbido que crepita adentro?

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¿Cómo no buscar
cómo abandonar el deseo
y comenzar sin camino?

¿Cómo ir
cómo olvidar el fin
y encontrar el día?

¿Cómo seguir
cómo poder
antes que no pueda?

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CIEGO

ESTÁ A MERCED DE LOS DIOSES y sus inapelables decisiones.

Impío, no alcanza a esquivar las bendiciones que le agravian, pero


prefiere una oración a una esperanza. Un viento expiatorio abofetea su
estoicismo, su carencia de fe en los milagros.

El cielo le sostiene con hilos invisibles, como una marioneta torpe que
no convoca risas. Nadie sonríe ante su tropiezo con la piedra, ni ante
una mosca en su nariz.

Sabe del atardecer rojo que no ve y de los perros de viento que apalea
con su bastón. Una tufarada le anuncia el despertar del dragón del
verano, pero ha perdido el color del agua, del agua limpia, del agua que
lava el agua

Los espejos no le restituyen las caras que reclaman su porción de sal.


Las ventanas no le entregan su diaria ración de paisaje. Su hambre de
horizonte no es saciada.

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Tal vez el silencio le done su fulgor y le entregue la epifanía del cuerpo
que desea, semejante a una palabra dulce, al aroma de la orquídea al
mediodía.

Rey de su pobreza acaricia largo rato cada verbo nuevo como una
moneda antigua, inútil y bella. Ve con las manos, mira con las palabras.

No tiene evidencias, sólo indicios. No ve la ceiba que le regala su


sombra, pero oye el canto vespertino de sus ramas. No ve el rostro de su
hijo, pero -hábil alfarero- lo modela en el aire limpio de la mañana. No
ve el caoba de su guitarra, pero sabe de lo temperado de sus melodías.
Difícil cantar entre tinieblas sin la acústica de rostros que recojan su
endecha.

Para él todo viaje es de ida, a contracorriente. La ciudad esconde los


lugares, inventa un laberinto en cada parque. Su sendero es el extravío.

Sus pasos de hierba borran el camino. Deja muescas de olor en el aire,


señales que facilitan su regreso. El viento pone el brazo sobre su
hombro y le acompaña en su errancia que improvisa una canción. A
enero también le gusta callejear por estas llagas.

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No padece fascinación por la noche y sus estrellas. No hace volver su
cabeza la muchacha bella. No ve el brillo del domingo, pero siente la
mano del sol que le acaricia.

No teme el abismo, teme la caída.

No teme la obscuridad, teme la soledad.

No teme al cielo, teme al prójimo.

No teme los recuerdos, teme el olvido que ha hecho madriguera en sus


ojos.

Lo único visible es el miedo

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EL ABANDONADO

EL ALCOHOL SE BEBE AL ABANDONADO hasta la última copa… pero el


recuerdo no descansa. El viento y él viajan por paisajes distintos: paisajes
sin ventanas. El abandonado contradice el camino, retarda sus pasos,
persigue su no arribar. Su quietud sin sosiego imita a los árboles. No
tiene a quien anunciar su no llegada. Perdió su cielo, perdió su sendero,
perdió su lugar, perdió todo: sólo el momento le acompaña. La oxidación
de las horas le alcanza, mientras la lengua roja de la tarde lame la
montaña. El abandonado calla bajo la ajena fiesta del véspero.

¿Qué será del viento?


¿Qué del ahora que conmina?

Cada olvido encubre una herida. Desconfía de quien pone otra venda al
ciego: de aquel que emboscado debajo de su sombra roe las certezas del
alba.

El alcohol se bebe al abandonado,

pero el recuerdo no descansa.

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EL VÉRTIGO, EL EXTRAVÍO

… ENTONCES

hundo mi sombra

en las tinieblas

y tropiezo con el silencio

que arde en las cosas

No hay risas ni bufones

todo es hondo, todo secreto.

Algo nos mira detrás del umbral

desde la poltrona nos llega su aliento

Lo que nos hace ver

es lo que se nos esconde

El instante sin bordes ni ecos

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abre su grieta de fuego:

acallante es su lucidez

-herida que no sangra-

El destino

fino hilo dorado

enredado entre delgados placeres

se aturde en nudos de olvido.

Imposible desenhebrarlo

sin reventar la línea

de su dibujo sagrado

En mi desmemoria

pierdo ese hilo de oro,

pierdo mi tiempo

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VOY PASO A PASO por la cuerda de la palabra… A ambos lados el
abismo. Y abajo, el pozo de pirañas… Todos esperan aplaudir mi
caída… Avanzo lento, dibujando con mis zapatillas la línea en el aire…
esperan verme nadar en medio de la piscina roja de los peces
insaciables… resbalo… me tambaleo… ebrio de sima, parezco un
borracho que no encuentra su columna vertebral, su estructura ósea, su
equilibrio… parezco hecho de una gelatina que cambia su forma de
acuerdo al miedo que me contiene… la garrocha en mis manos, como
un gran lápiz, me sostiene… durante un momento… durante un poco
más… caigo… todos abren su boca grande y se tragan por completo el
aire del circo… caigo en cámara lenta para que el espectáculo sea
competente con el cine… en el trayecto vertical agito mis brazos sin
concierto ni orden… luego con alguna cadencia y ritmo… a veinte
centímetros del pozo aprendo a volar… Segundos más tarde aterrizo en
el centro exacto de la pista inundada de reflectores. Pido disculpas al
público por haber estropeado su espectáculo.

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NO ES BIEN RECIBIDA MI COHERENCIA. Coherencia que es herencia
elegida, no obligada.

Esperan que me divida. Que use la heteronimia social. Que acepte


opuestas opiniones, disimuladas imposiciones.

Que la multiplicidad de rostros podría abrirme infranqueables puertas a


la admisión, a la aprobación, al aplauso. Prefieren la monstruosidad de
varias cabezas a la armonía de una sola.

Piden que me trague la lengua. Que al menos desarme su látigo. Que


practique las normas apacibles del eufemismo y de la astuta cortesía.

Exigen que cambie mi pensamiento. Ante mi negativa, como a un loco


me llevan hasta el aislamiento total. Me hice pintor, bailarín, actor.
Que cambie mis convicciones. Me hice músico creyendo que la melodía
encantaría culebras, que llevaría las ratas al río. De nada sirvió. Que
renuncie a mis creencias. Al borde del abismo me jugué la vida, me hice
funámbulo. Todo fue inútil. Exigen que deje mis opiniones en casa.
Que no las saque a reuniones, fiestas, conferencias, cafés. Que deje, que
abandone, que me abstenga de mis deseos. Que extermine mis ideas.
Que no sueñe. Que las utopías pasaron de moda.

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Dictaminan que mi falta de olvido es peligrosa, contagiosa. Que mis
ojos se dirigen siempre a lo que no debe ser mirado. Que veo
demasiado. Que la imprudencia de la mirada es pecado.

Que la conciencia necesita playa, mar, hamaca, ron. Que necesita


descansar.

Que es necesario el disimulo ante la estupidez, la comprensión ante los


abusos, el perdón ante los crímenes. Que se hace imprescindible pasar
mis entusiasmos por el cedazo razonable que ellos han diseñado.

Que debo desdibujar mi rostro, demasiado recio, demasiado altivo.


Que mis ojos señalan, acusan, que mi respiración es profunda, ansiosa,
agresiva, que mi boca es burlona, de carcajada o risitas, que mis oídos
oyen lo que no debiera.

Me prometen que hay esperanzas, que habrá cambios, que no me afane.

Me aconsejan que me ablande. Blando podré encajar sin dolor en los


moldes que han diseñado. Que acepte el mundo que han construido.
Que aceptando seré aceptado.

Desdeñado, al borde de la nada, hago ejercicios para cambiar mi rostro.


Alcanzo a allanar formas. Logro suprimir todo dibujo hasta llegar a tres

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manchas fundamentales. Se asemeja a una pintura de Bacon, y, así, se
hace más inaceptable aún. Me acerco un vaso de agua a esa mancha que
reemplaza la boca. Veo la armoniosa línea transparente del cristal y
acepto la verdad analfabeta de la belleza. Trato de restaurar mi rostro y
hacerlo lo más parecido a mí. Ya es imposible.

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GESTOS PARA HABITAR EL SILENCIO

(versos para ser puestos


en la géstica manual de los sordos)
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dibujos / DIANA GIL

40
El silencio es estuche de una verdad

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Mil hombres que gritan no garantizan un hombre

42
La poesía agrega deseo a la palabra

43
El pan ha partido al hombre en dos

44
Siento voces en mis manos

45
El vino se ha bebido al hombre hasta la última copa

46
La lluvia perdona el egoísmo de la ventana

47
PRUEBA

La semilla del silencio

germinó en mi oído

creció en mi lengua

y mi corazón se llenó de arena

Soy una triste prueba

de la voluntad de Dios

48
POCAS PALABRAS

Tan pocas palabras sé


que estoy impedido para la indiscreción

Tan pocas palabras


que no alcanzan para completar una mentira

Tan pocas
que nunca una palabra me ha traicionado

Tan pocas sé...


Sólo el miedo sabe menos palabras

49
CON LAS FLECHAS QUE ME LANZAN

he construido una brújula

Con las piedras que me lanzan

he construido unos cimientos

Con los palos que me lanzan

me he hecho una fogata

Con los colmillos que me alcanzan

me he hecho un talismán

Con las mentiras que me lanzan

he construido un silencio

50
MI CIUDAD

En mi ciudad se fabrican los mismos ladrillos


para la cárcel y el templo

En mi ciudad de la misma troza de madera


se hace una cama y un fusil

En mi ciudad al agricultor lo han convertido en jardinero

En mi ciudad oigo desde la puerta del banco


al oro que se burla de mí

En mi ciudad he sentido orgullo de ser humano


y vergüenza de pertenecer a la humanidad

En mi ciudad los árboles no trabajan


pero nunca pierden el tiempo

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52
DIARIO SIN DÍAS

Lo sencillo es, a veces, una máscara de lo profundo


para no espantar al hombre común.

53
54
ESTA PALABRA CARECE DE SENTIDO y ese es el sentido de su escritura, esa
su soberanía. A nadie debe y a nadie va dirigida. Como la rosa. Como el
cuerpo de ella. En este espejo nadie se mira, nadie tiembla en esta página.
La luz se tapa los ojos, su sed de forma ha quedado insatisfecha. Esta
nada significa nada. Significar es fracaso que ostenta. Esta escritura
fracasa con prudencia, calla sin haber dicho cosa ninguna. Cavo una fosa
para sepultar esta palabra y que nadie ponga pie sobre ella.

55
EL ESCRIBIENTE

NO PORQUE MIS PALABRAS sean sencillas


esto es sencillo. No lo es
No por simples duelen menos
Como es poco lo que sé
escribo con esfuerzo
Como no sé escribir
escribo con ignorancia
escribo desde el olvido
porque es abundante
y hay mucho para olvidar

Escribo en el misterio de lo que no sé


Escribo para ver algo:
los ojos saben de distinta manera
que las palabras
No escribo sobre el mundo y su boato
No escribo sobre príncipes ni revoluciones
la realidad es inatrapable:

56
solo relatamos sus agónicas sombras
Prefiero escribir sobre mí
que soy mi desconocido más cercano
Escribo sobre mí
sin preguntarme ¿quién soy?
ni ¿por qué? ni ¿para qué?
eso sería filosofar y atar el lápiz
Cada vez que me pregunto
¿quién soy?
siento dentro de mí
un estadio vacío
una catedral a las cinco de la mañana

Sobra advertirlo
esto se escribe para mí
que soy quien puede extraer preguntas
de estas palabras
Los demás son como aquel
que encuentra unas piedras
en medio del campo
y no ve más que piedras

57
ignorando que debajo yace
una madre amantísima,
muchos recuerdos
y muchas lágrimas
Aquí, cada palabra es una piedra

Esta escritura no tiene un orden


porque sabiendo todo desde antes
se anticipa el final
sin haber aclarado los comienzos
Al saber toda la historia
puedo eliminar el tiempo
que es lo que se opone
que es lo que estorba
Como en este escrito
no hay que salvar a nadie
ni hay final feliz con perdices
el tiempo se puede eliminar
Estas palabras, pues,
no tienen afán de rescatar a la muchacha
ni de vencer al malvado

58
ni de hacer llover
ni tratan de robar un segundo a la muerte

¿Cómo escribir si no hay aventuras,


proezas ni amoríos?
¿cómo escribir si no hay dioses,
princesas ni guerreros?
¿cómo escribir si nada pasa?
Hay que dejar que pasen las palabras
y, desordenadas, dejen
sus huellas en el papel
Abrir un sendero con palabras
construir castillos de palabras
encender amores entre las palabras
y si la historia no llega, mejor
sin historia no habrá relato, no habrá acción
no habrá presunción, no habrá empalago
no habrá maneras, no habrá estilo
no habrá traiciones, no habrá sangre
pero habrá palabras
habrá escritura

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Y no daré luz a las palabras
las dejaré en su propia oscuridad
sin maquillaje ni vestuario
sin decorado ni fanfarria
Las dejaré desnudas
sin deseos ni indolencia

No porque mis palabras sean sencillas


deja de ser una fuerte vocación la mía:

60
EL CALLADO

LLEGA EL CALLADO y llena de ojos el salón.

No dice su nombre.

No dice qué oficio tiene.

No dice qué quiere.

Dice, el último, qué bebe.

Él no saluda de mano.

Él no saca a bailar a las muchachas.

Él no se asoma a la ventana.

Él solo, sereno, como el que más.

Llega el callado y no hay palabra que no se sienta escuchada.

Sus manos mansas reclaman atención, suscitan espera.

61
No habla a pesar de sus opiniones mejores.

No coquetea a pesar de su belleza de árbol.

No retira su red de silencio a nuestros ojos.

No solicita cortesía, ni conmina consideración alguna

Las palabras al borde de sus labios se demoran, esperan, se retienen,


regresan inéditas a su interior: su canto duerme.

Su silencio afila su mirada.

Su arrinconamiento amplía su enfoque.

Hay un pozo dentro de él que no abrirá: no toda agua es para la


sed.

Llega el callado y el espejo no lo repite.

Sólo recordamos de él, que no lo vimos.

62
HABÍA UNA VEZ

HABÍA UNA VEZ.

Ahora es ruina.

Inaudible.

Ahora la tapia, y el viento que la cruza.

Ahora la lluvia que no germina la huerta de piedras.

Pero las ruinas no son iguales.

Son bellas aquellas que cuentan de patios, corredores, escaleras.

El después es de puertas.

El nunca, de copa que cae.

63
Los puentes son oportunistas.

Hay que restituir el abismo.

Salvar el horizonte.

Llega el viento afanado

y lame migajas de sílabas en mis manos.

La noche zahorí cava en el hontanar de los sueños.

La palabra huye

con mi mirada clavada en su espalda.

Al caer la tarde

mis manos destejen el aire y su mortaja:

dejo un hilo suelto para no quedar atrapado en su textura.

64
El mañana es de polvo.

Desdice las horas y los pasos.

Desdice formas y ventanas.

Desdice el umbral y su luz agachada.

Vivimos la posteridad del pasado.

Habrá (todavía no) otra vez.

No estará en mis manos.

65
MAÑANA PRIMERA

He escrito un viento… sólo un poco de viento


Aurelio Arturo

LAS PALABRAS SABEN MÁS de mi silencio que yo de sus cantos. El patio de


mi infancia es un palimpsesto de tiza que raya sin descanso. El afán del
corazón no alcanza la velocidad de su alborozo, no cubre su bronca
distancia. La madre convoca al lienzo del alba en una plegaria. Una astilla
de luz florece en nuestros párpados y un rumor de aguas pasa por
nuestros oídos que aún sueñan. Este domingo de verano es eterno desde
su aurora. Arrodillada, en un rito de pureza, la lavandera azota el agua
con nuestras sábanas blancas.

La belleza no es un lugar, es ese vértigo que cae.

El techo de barro soporta el peso del cielo. La sábana que cuelga al viento
asume de improviso su secreta vocación de bandera.

La escritura es el cofre de un recuerdo en peligro.

Todo ha sucedido después del olvido.

66
La luz es el primer animal
visible de lo invisible.

J. Lezama Lima

EL PERSONAJE DE MI NIÑEZ fue la luz. No hablo de esa luz siamesa de la


sombra, ni de esa luz tibia leche en el oscuro líquido de la noche. Hablo
de la luz franca que acaricia con sus dedos la belleza, que sin cerrar los
ojos delata los crímenes del bronce y del acero. La luz y su carta blanca
debajo de la puerta de la mañana. La luz y sus voces en el patio de la
infancia. Los coros de la luz entre los árboles y su grito desafiante en el
prado del estío. Hablo de la luz, de esta luz inefable que ahora divide en
dos la mariposa de mi olvido.

67
Por fortuna tengo el oído fino.
¿Cómo podría distinguir un astro del otro

René Char

MIRO Y PARTO. Me levanto y parto. Parto de mí mismo.


¿No es este día luminoso un bello pedazo de eternidad?

Estoy huyendo de todo momento. Cada noche es una


No hay fisuras en el aire, respiramos infinito. Con

despedida. ¿Qué terror antiguo oculta nuestro rostro que


anticipos de pequeñas alegrías creen que pagan lo que

revela todo lo que muestra? Miedos recónditos tiemblan


nos adeudan de felicidad. La esperanza ha derogado más

en nuestras manos. Odios ancestrales duermen en nuestro


de la mitad de las palabras. La promesa de la piedra es

68
cuerpo. La distancia no se gana, se pierde. Prevalecemos
más cumplida que la de la rosa. Salgo al jardín, el sol me

frente al viento, pero no frente al aire.


necesita.

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70
ÍNDICE

3 Samuel Vásquez o la vigilia soñante / Rómulo Bustos Aguirre

ESPEJO CIEGO

17 Proemio

21 Biografía no autorizada

22 Permanencia en el viento

23 El estilete del sol

24 Como perros

25 No sé

26 Viejo

29 Ciego

32 El abandonado

33 El vértigo, el extravío

35 Voy paso a paso

36 No es bien recibida mi coherencia

71
GESTOS PARA HABITAR EL SILENCIO

41 El silencio

42 Mil hombres

43 La poesía

44 El pan

45 Siento voces

46 El vino

47 La lluvia

49 Prueba

49 Pocas palabras

50 Las flechas que me lanzan

51 Mi ciudad

DIARIO SIN DÍAS

55 Esta palabra

56 El escribiente

61 El callado

72
63 Había una vez

66 Mañana primera

67 La luz

68 Miro y parto

73
74
Estos poemas reunidos en 2007
se publican a los cuarenta y seis años
del nacimiento del Taller de Artes de Medellín
2023

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