La Cruz y La Expulsion de Los Judios de Roma
La Cruz y La Expulsion de Los Judios de Roma
La Cruz y La Expulsion de Los Judios de Roma
Hebreos 12: 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador2 de la fe, quien
por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz b, menospreciando la vergüenzac,
y se ha sentado a la diestra del trono de Dios
2 O, perfeccionador
b Fil. 2:8, 9; Heb. 2:9
c 1 Cor. 1:18, 23; Heb. 13:13
prisioneros de guerra (Jos. War 5.451) y los revolucionarios (Jos. Ant.
17:295; véase Hengel 1977:46-63).
2. Los juicios públicos ("misera est ignominia iudicorum
publicorum", Cicerón, Pro Rabinio 9-17) servían como rituales de
degradación del estatus, que etiquetaban al acusado como una persona
vergonzosa.
3. La flagelación y la tortura, especialmente el cegamiento de los
ojos y el derramamiento de sangre, acompañaban generalmente a la
sentencia (Jos. War 5.449-51 & 3.321; Livy 22.13.19; 28.37.3; Seneca,
On Anger 3.6; Philo, Flac. 72; Diod. Sic. 33.15.1; Platón, Gorgias 473bc y
República 2.362e). Puesto que, según m. Mak. 3.12, la flagelación se
realizaba tanto por delante como por detrás del cuerpo, las víctimas
iban desnudas; a menudo se ensuciaban con orina o excrementos
(3.14).
4. Los condenados eran obligados a cargar con el travesaño
(Plutarco, Retraso 554B).
5. Se confiscaban los bienes de la víctima, normalmente la ropa, por
lo que se les avergonzaba aún más desnudándoles (véase Diod. Sic.
33.15.1).
6. La víctima perdía el poder y, por tanto, el honor por la
inmovilización de manos y brazos, especialmente por la mutilación de
ser clavado en la cruz (Filón, Post. 61; Somn. 2.213).
7. Las ejecuciones servían como burdas formas de entretenimiento
público, donde las multitudes ridiculizaban y se mofaban de las víctimas
(Filón, Sp. Leg. 3.160), que a veces eran fijadas a las cruces de forma
extraña y caprichosa, incluido el empalamiento (Séneca: Consol. ad
Marciam 20.3; Josefo, Guerra 5.451).
8. La muerte por crucifixión solía ser lenta y prolongada. La víctima,
impotente, sufría distorsiones corporales, pérdida de control corporal y
agrandamiento del pene (Steinberg 1983:82-108). En última instancia,
se les privaba de la vida y, por tanto, de la posibilidad de obtener
satisfacción o venganza.
9. En muchos casos, a las víctimas se les negaba un entierro
honorable; los cadáveres se dejaban a la vista y eran devorados por
aves carroñeras y animales carroñeros (Plinio, H. N. 36. 107-108).
La política tolerante hacia los judíos se vio acentuada por los diversos privilegios
que les concedió Julio César, en deferencia a las exigencias del legalismo judío.
Este gobernante concebía la libertad de conciencia en el sentido de neutralidad
absoluta por parte del Estado, un punto de vista que consideraba en interés de la
unificación y la paz. Deseaba armonizar los diversos cultos con la ley civil sin
proteger, especialmente, ninguna forma particular de culto. El inteligente
escepticismo de César le hizo liberal.
2.1. Motivos de la persecución oficial por parte de Roma. En las fuentes romanas
de que disponemos, los motivos de la persecución parecen similares a los que
llevaron a los romanos a perseguir a los seguidores de Baco en 186 a.C., a los
judíos en 19 d.C. o a los astrólogos (véase Magia), que fueron expulsados
ocasionalmente de la ciudad de Roma en el siglo I d.C. En los casos de persecución
contra estos grupos, así como contra los cristianos, lo que impulsó a las
autoridades romanas a emprender acciones hostiles no fue un problema
ideológico con la práctica religiosa, sino más bien una amenaza a las ideas de los
romanos sobre una sociedad debidamente ordenada.