No Es Natural 2

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“NO ES NATURAL”[2]

“NO ES NATURAL”[2]

Dice Marqués:

“Algunas formas de vida distintas de las vigentes tienen gracia, indudablemente.


Para mejor y para peor, las cosas podrían ser de otra manera y la vida cotidiana de
cada uno y cada una, así como la de los ‘cadaunitos’ sería bastante diferente. La
persona lectora no obtendrá de este libro recetas para cambiar la vida ni –sin que
vayamos a hilar demasiado fino sobre la cuestión- grandes incitaciones a cambiarla,
pero sí algunas consideraciones sobre el hecho de que las cosas no son
necesariamente, naturalmente, como son ahora y aquí. Saberlo le resultará útil para
contestar a algunos entusiastas del orden y el desorden establecidos, que a menudo
dicen que ‘es bueno y natural esto y aquello’ y poder decirles educadamente ‘veamos
si es bueno o no, porque natural no es’.

Consideremos un día en la vida del señor Timoneda. Don Joseph Timoneda i


Martinez se ha levantado temprano, ha cogido su utilitario para ir a trabajar a la
fábrica, oficina o tienda, ha vuelto a casa a comer un arroz cocinado por su señora y
más tarde ha vuelto de nuevo a casa después de tener un pequeño altercado con otro
conductor a consecuencia de haberse distraído pensando en si le ascienden o no de
sueldo y categoría. Ya en casa, ha preguntado a los críos, bostezando, por la escuela,
ha visto en telefilme sobre la delincuencia juvenil en California, se ha ido a dormir y,
con ciertas expectativas de actividad sexual, ha esperado a que su mujer terminara de
tender la ropa. Finalmente se ha dormido pensando que el domingo irá con toda la
familia al apartamento. Lo último que recuerda es a su mujer diciéndole que habrá que
hablar seriamente con el hijo mayor porque ha hecho no se sabe qué cosa.
Este es el inventario banal de un día normal de un personaje normal. La vida,
dicen. Pero ATENCIÓN, si el señor Timoneda es un personaje ‘normal’, ‘medio’ y éste
es un día normal, es porque estamos en una sociedad capitalista de predominio
masculino, urbana, en etapa que llaman de sociedad de consumo y dependiente
culturalmente de unos medios de comunicación de masas subordinados al
imperialismo. El personaje ‘normal’, si la sociedad fuera otra, no tendría que ser
necesariamente un varón, cabeza de familia, asalariado, con una mujer que cocina y
cuida de la ropa y con un televisor que pasa telefilmes norteamericanos.
Hablando de José Timoneda Martinez, consideremos ahora cómo incluso su
nombre está condicionado por una red de relaciones sociales. Oficialmente no se
llama Joseph Timoneda i Martinez sino José Timoneda Martínez, vuelve la cabeza
cuando alguien lo llama Pepe, se cabrea en silencio cuando es el jefe de personal
quien le llama Timoneda sin el señor adelante y, enérgica y explícitamente, cuando es
un subordinado suyo quien lo hace; insiste o no en hacerse llamar Pepe por una mujer
según el aspecto que ella tenga y se siente bastante orgulloso de ser cabeza de
familia, porque así los niños han de nombrarlo según su cargo doméstico de ‘papá’.
Hay mucho más, sin embargo, en su nombre mismo. No diré simplemente que si
hubiese nacido en África quizás se llamaría Bambayuyu, que es un nombre muy
sonoro y de un exotismo justificable por la diferencia de lengua. No. Sin salirnos de
nuestro ámbito, observaremos que no naturalmente habría de componerse su nombre
del nombre de un santo de la iglesia católica, de un primer apellido que transmitirá a
sus hijos y que le vincula al padre de su padre y un segundo que no transmitirá y que
le vincula al padre de su madre. Es solamente una forma. Podría llamarse Joseph hijo
de Joan Timoneda o hijo de Empar Martínez, Timoneda Joseph o tomar el nombre de
su origen y resultar Timoneda de Borriaña, o haber podido elegir, al llegar a mayor, el
nombre o cuál de los dos apellidos prefería llevar delante. Podría ser de otra manera,
pero ésta es la que le ha correspondido, ya que vive aquí. Son costumbres. Atención,
sin embargo!!! Hay quien dice que ‘son costumbres’, como si, reconocido el carácter
no natural de las maneras de vivir éstas fueran resultado de un puro azar, cuando en
realidad nos reenvían una y otra vez a los datos fundamentales de la sociedad. El
nombre del señor Timoneda nos da pistas sobre la influencia de la Iglesia católica y
sobre el hecho de que los padres ‘pintan’ más que los hijos y el padre más que la
madre. Eso en el nombre solamente. Los actos cotidianos del señor Timoneda nos
proporcionan muchas más pistas.
El señor Timoneda podría haber pasado el día de muchas otras maneras. Nada
en su biología se lo impide. Podría haber trabajado en su casa, si es que se puede
hablar de casa al mismo tiempo a propósito de un espacio de 90 m2, en un sexto piso
y a propósito de un edificio que fue la casa de los antepasados y sigue siendo taller.
La mujer del señor Timoneda podría haber estado haciendo parte de la faena del taller
y el hijo mayor también mientras aprende el oficio del padre. El más pequeño de los
críos podría haber pasado el día en la calle o en casa de otros vecinos, sin noticia ni
deseo de escuela alguna.
O bien, el señor Timoneda podía haber pasado el día cocinando para la
comuna, por ser el día que le tocaba el trabajo de la casa, mientras los demás
trabajaban juntos en el campo, en la granja o en los talleres, grandes o pequeños,
todos proporcionalmente a sus fuerzas y habilidades; y al atardecer reunirse todos
para reírse ante una televisión más divertida o para discutir ante emisiones más
informativas.
(...) El día del señor Timoneda podía haber sido, pues, muy distinto y también el
de las personas que le rodean. Sería un error pensar que sólo podría haber sido
distinto de haber nacido en otra época. Con el nivel tecnológico actual son posibles
diferentes formas de vida.
Esta pequeña introducción impresionista a ‘una sociología de la vida cotidiana’
insistirá siempre sobre esa misma idea: que las cosas podrían ser –para bien y para
mal- distintas. Dicho de una manera más precisa: que no podemos entender cómo
trabajamos, consumimos, amamos, nos divertimos, nos frustramos, hacemos
amistades, crecemos o envejecemos, si no partimos de la base de que podríamos
hacer todo eso de muchas otras formas.
A menudo, cuando se muere un pariente, te atropella un coche, le toca la lotería
a un obrero en paro, se casa una hija o te hacen una mala jugada, la gente dice: ‘¡es
la vida!’ o bien ‘¡es ley de vida!’.
Lo que hacemos no es, sin embargo, la vida. Muy pocas cosas están
programadas por la biología. Nos es preciso, evidentemente, comer, beber y dormir;
tenemos capacidad de sentir y dar placer, necesitamos afecto y valoración por parte
de los otros, podemos trabajar, pensar y acumular conocimientos. Pero cómo se
concrete todo eso depende de las circunstancias sociales en las que somos educados,
maleducados, hechos y deshechos. Qué y cuántas veces y a qué horas comeremos y
beberemos, cómo buscaremos o rechazaremos el afecto de los otros, qué escala y de
qué valores utilizaremos para calibrar amigos y enemigos, qué placeres nos
permitiremos y a cuáles renunciaremos, a qué dedicaremos nuestros esfuerzos físicos
y mentales, son cosas que dependen de cómo la sociedad –una sociedad que no es
nunca la única posible, aunque no sean posibles todas- nos las defina, limite, estimule
o proponga. La sociedad nos marca no sólo un grado concreto de satisfacción de las
necesidades sino una forma de sentir esas necesidades y de canalizar nuestros
deseos.
Así, pensar una bomba nueva, desear una lavadora de otro modelo, comer más
a menudo platos variados aunque congelados, valorar a los demás por el número de
objetos que poseen y dedicar los esfuerzos afectivos a asegurar el monopolio
sentimental sobre una persona no es más ‘humano’, no es más ‘la vida’, no es más
‘natural’ que pensar nuevos trucos de magia recreativa, desear más sonrisas, hacer
una fiesta el día en que sí que comes pollo-pollo o valorar a una persona porque tiene
más capacidad de gozar que tú y está dispuesta a enseñarte.
El amor, el odio, la envidia, la timidez, la soberbia... son sentimientos humanos.
Pero, ¿en qué cantidad y a propósito de qué los gastaremos? ¿Es lo mismo odiar a los
judíos que a los subcontratistas de mano de obra? ¿Es igual envidiar ahora la casa
con jardín y piñada de un poderoso, cuando quedan ya pocos árboles, que cuando
eso sólo representaba un símbolo de poder o de prestigio? ¿Es igual amar a una
persona sometida que a una persona libre? ¿Se puede ser tímido del mismo modo en
un mundo donde es convenientes ser presentado para hablar con otro que en una
sociedad donde todos se tutean, tratando de imponer una familiaridad que no siempre
deseamos?
‘Nacer, crecer, reproducirse y morir’. De acuerdo, eso hacemos. Pero ¿acaso no
importa cómo y cuándo naces, qué ganas y qué pierdes al crecer, por qué reproduces
y de qué y con qué humor te mueres?
El señor Timoneda se levanta cuando el satélite artificial se hace visible en el
cielo de su ciudad. Antes de salir de su cápsula matrimonial mira a su compañero,
dormido todavía y se coloca la escafandra individual. Hoy es un día especial; la lotería
estatal sortea simultáneamente los quince que serán autorizados para procrear, los mil
treinta y uno que se someterán a las pruebas de guerra bacteriológica y sesenta y dos
viajes a los carnavales de Río para dos personas y una mutante. Sale a la calle ya
dentro de su heteromóvil y choca enseguida con otro. Se matan los dos conductores y
el viudo del señor Timoneda es obligado a seguir la costumbre de suicidarse en la pira
funeraria. ¿Es natural eso?
Esa sociedad imaginaria resulta ser capitalista, postnuclear, despótica, de
atmósfera precaria y homosexual neomachista. Es una sociedad posible. Podría ser
anticipada proyectando y acentuando los rasgos de la sociedad capitalista actual y
suponiendo que hubiese tenido lugar, tras una rebelión feminista aplastada, una
eclosión de la homosexualidad reprimida acompañada de un explícito culto al macho.
La persona lectora tiene ante sí ahora otra sociedad. ¿Es la única posible? Tal
vez diga que no, porque personalmente apuesta por el socialismo. ¿Pero qué
socialismo? ¿Un socialismo donde sólo cambie la forma de gestión del capitalismo?
¿Una sociedad igual a ésta excepto en el precio más barato de los electrodomésticos?
AH!!! Un poco de distancia respecto de su entorno no le vendría nada mal al
lector o a la lectora.

[1] La transcripción de esta introducción tiene objetivos didácticos y posibilita el acceso de los
estudiantes al contenido de la misma.
[2] Este texto circula desde hace más de quince años en el ámbito universitario; no hemos
tenido acceso al libro por lo cual desconocemos sus referencias editoriales. Los datos
disponibles son: Título: “Para una sociología de la vida cotidiana” ; autor: Joseph Vincent
Marqués. La riqueza de su contenido y la pertinencia con los objetivos pedagógicos del curso
ameritan su inclusión como material de cátedra.

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