El Desierto Que Viene - Lectura
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El Desierto Que Viene - Lectura
Mike Davis
El desierto que viene
La ecología de Kropotkin
Mike Davis
Índice general
La exploración de Siberia
Desecación de Asia y Marte
Ciencia patológica
Mike Davis
10
Capitulo 1
La exploración de Siberia
El famoso anarquista fue también un naturalista,
geógrafo y explorador de primera categoría. En
1862 se exilió voluntariamente a Siberia Oriental
para escapar de la sofocante vida de un cortesano
en una corte cada vez más reaccionaria. El zar
Alejandro II le ofreció un puesto en el regimiento
de su elección y Kropotkin eligió una unidad cosaca
recién constituida en la re mota Transbaikalia,
donde su educación, coraje y entereza rápidamente
le llevaron a encabezar una serie de expediciones —
con propósitos tanto científicos como de espionaje
imperial— en un enorme e inexplorado laberinto de
montañas y taiga recientemente anexionado por el
imperio. Tanto si se miden por los desafíos físicos
como por los logros científicos, las exploracio
nes de Kropotkin en el valle bajo del Amur y en
el corazón de Manchuria, seguidas por un audaz
reconocimiento de la «vasta y desierta región mon
tañosa entre el río Lena en Siberia septentrional y el
curso alto del Amur cerca de la ciudad de Chita»,2
son comparables con las grandes expedicio nes
septentrionales de Vitus Bering en el siglo XVIII o
con las exploraciones contemporáneas de la Meseta
del Colorado por parte de John Wesley Powell y
Clarence King. Después de miles de kilómetros
22
Desecación de Asia y Marte
Kropotkin desafió radicalmente esta ortodoxia
afirmando una continuidad de las dinámicas
climáticas globales entre el fin de la Edad de Hielo
y los tiempos modernos; lejos de ser estacionario,
como los primeros meteorólo gos pensaban, el
clima había estado cambiando continuamente
en un sentido unidireccional y sin la ayuda del
hombre a lo largo de la historia. En 1904, en el
trigésimo aniversario de su presentación a los
geógrafos rusos, y en medio de un gran interés
público por las recientes expediciones al interior
de Asia del geógrafo sueco Sven Hedin y el
geólogo estadounidense Raphael Pum-pelly, la
Real Sociedad Geográfica invitó a Kropotkin para
que presentara su visión actual.
En su artículo sostenía que exploraciones recientes
como la de Hedin confirmaban plenamente su
teoría de una rápida desecación en la era posglacial,
demostrando que «de año en año los límites de
los desiertos se amplían». Basándose en esta
inexorable tendencia, que va desde la capa de hielo
hasta la tierra de lagos y pasa después de prados a
desierto, propuso una sorprendente nueva teoría de
la historia.23 El este de Turquestán y la Mongolia
23 Una visión general de la centenaria controversia sobre la
desecación en Asia Central se encuentra en David Moon, «The Debate
over Climate Change in the Steppe Region in Nineteenth-Century
Russia», Russian Review, núm. 69, 2010. Las perspectivas contemporá
neas incluyen a Franijois Herbette, «Le probléme du desséchement de
23
Central, afirmaba, una vez estuvieron bien regadas
y tuvieron una «civilización avanzada».
Todo esto ha desaparecido ahora, y tuvo que ser la
rápida desecación de esta región la que obligó a sus
habitantes a precipitarse por la Puerta de Zungaria
hacia las tierras bajas de Balkhash y Obi y desde allí,
empujando a los anteriores habitantes de las tierras
bajas, dieron lugar a esas grandes migraciones e
invasiones de Europa que se produjeron durante
los primeros siglos de nuestra era.24
Tampoco fue esta una fluctuación cíclica,
Kropotkin resaltaba que la desecación progresiva
«es un hecho geológico», y el periodo lacustrino
(el Ho-loceno) debe conceptualizarse como una
época de creciente sequía. Como ya había escrito
cinco años antes: «Y ahora estamos inmersos por
completo en el periodo de una rápida desecación
acompañada por la formación de praderas y estepas
secas, y el hombre tiene que encontrar los medios
para controlar esa desecación de la que ya ha caído
víctima Asia Central y que amenaza al sudeste
de Europa».25 Solamente una acción heroica y
globalmente coordinada —plantando millones de
árboles y cavando miles de pozos— podía detener
l’Asie intérieure», An-nales de Geographie, vol. 43, núm. 127, 1914; y
John Gregory, «Is the Earth Drying Up?», The Geographical Journal,
vol. 43, núm. 2, marzo de 1914.
24 P. Kropotkin, «The Desiccation of Eur-Asia», The
Geographical Journal, vol. 23, 6, junio
de 1904.
25 P. Kropotkin, Memoirs of a Revolutionist,[1899] Boston,
1930, p. 239.
24
a una futura desertización.26
La hipótesis de Kropotkin sobre un cambio climático
natural y progresivo fue acogida de diferentes
modos: se recibió con mayor escepticismo en
la Europa continental que en los países de habla
inglesa o entre los científicos que trabajaban en
medioambientes desérticos. En Rusia, donde
sus contribuciones a la geografía física eran bien
conocidas, tras la gran hambruna de 1891-1892 había
habido un gran interés por comprender si la sequía
en la estepa de «tierra negra», la nueva frontera
de la producción de trigo, era una consecuencia
del cultivo o un augurio de una progresiva
desertificación. Finalmente, las dos autoridades
sobre la cuestión reconocidas internacional-
mente, Aleksandr Voeikov —un pionero de la
climatología moderna y viejo colega de Kropotkin
en la Sociedad Geográfica a principios de la década
de 1870— y Vasili Dokuchaev —aclamado como
el «padre de la ciencia de la tierra»— encontraron
pocas evidencias del funcionamiento de ambos
procesos. En su opinión, el clima de la estepa no
había cambiado en el tiempo histórico, aunque la
26 P. Kropotkin, «The Desiccation of Eur-Asia», cit. Desde
luego, la desecación es un hecho geomorfológico en muchos entornos,
pero la arqueología impresionista de los exploradores europeos no
proporcionaba relaciones causales entre ruinas y desertificación ni
establecía una cronología comparativa. Petra, por ejemplo, es un
ejemplo muy citado de un catastrófico cambio climático, pero el
declive de la ciudad Estado fue realmente el resultado del cambio en
las rutas del comercio y de un terremoto en el año 333 de nuestra era
que destruyó su elaborado sistema de suministro de agua.
25
sucesión de años de lluvias y de sequía podría tener
una naturaleza cíclica. Voeikov, como muchos
otros científicos contemporáneos en Europa, estaba
intrigado, aunque no convencido, por las ideas
sobre la variabilidad del clima adelantadas por el
brillante glaciólogo alemán Eduard Brückner.27
En su importante libro de 1890, Klimaschwankungen
seit 1700 [El cambio climático desde 1700],
Brückner abogaba a favor de fluctuaciones
climáticas a escala de décadas en los tiempos
históricos.28 De una manera increíble mente
moderna, inigualada en su rigor hasta el trabajo
de Emmanuel Le Roy Ladurie y Hubert Lamb,
combinó fuentes documentales y sustitutivas —
como los datos de vendimias, retroceso de glaciares
e informes sobre in viernos extremos— con un
análisis de los datos instrumentales recogidos du
rante el siglo anterior por diferentes estaciones
meteorológicas para obtener una imagen de un ciclo
de treinta y cinco años, casi periódico, entre años
lluviosos/fríos y secos/cálidos, que regulaban los
cambios en las cosechas europeas y quizá el clima
del mundo en su conjunto. Brückner, que tenía
pocos conocimientos de meteorología y ninguno
sobre la circulación general de la atmósfera,
fue extremadamente cuidadoso para evitar las
27 David Moon, ThePlough that Broke the Steppes: Agriculture
and Environment on Russia’s Grasslands, 1700-1914, Oxford, 2013,
pp. 91-92, 130-133.
28 Eduard Brückner, Klimaschwankungen seit 1700, Viena,
1890, p. 324.
26
conjeturas y afirmaciones circunstanciales que
contaminaron la siguiente generación de debates
sobre el cambio climático, y sabiamente rehusó
especular sobre la causalidad de lo que llegó a
conocerse como el «ciclo de Brückner». En países
cuya cultura científica era mayormente alemana
(la mayor parte de Europa Central y Rusia en el
cambio de siglo), se prefería el cauteloso modelo
de oscilación climática de Brückner antes que el
catastrofismo climático de Kropotkin.29
Por otra parte, en el mundo de habla inglesa el
artículo de 1904 de Kropotkin se recibió en general
con un gran interés, aparentemente reforzado por
recientes investigaciones científicas en los grandes
lagos fosilizados y ríos secos del oeste de Estados
Unidos, del Sahara y del interior de Asia. Pero su
impacto más inmediato y notable, sin embargo,
fue extraterrestre. Percival Lowell, un acaudalado
brahmán bostoniano, había abandonado en 1894
su carrera como orientalista para construir un
observatorio en Flagstaff, Arizona, donde pudiera
estudiar los canali de Marte, «descubiertos» por
Giovanni Schiaparelli en 1877 y posteriormente
«confirmados» por varios destacados astrónomos.
Hasta la llegada de Lowell, la mayoría consideraba
que estos alucinantes canales o fisuras eran
características naturales del planeta rojo, aunque
29 Nico Stehr y Hans von Storch, «Eduard Brückner’s Ideas:
Relevant in His Time and Today», en N. Stehr y H. von Storch, eds.,
Eduard Brückner: The Sources and Consequences of Climate Change
and Climate Variability in Historical Times, Dordrecht, 2000, pp. 9, 17.
27
el periodista de Belfast y escritor de ciencia
ficción Robert Cromie ya había sugerido en una
novela de 1890 que los canales eran oasis creados
por una civilización avanzada en un mundo seco
y agonizante.30 Cinco años más tarde Lowell
propuso en su sensacional libro Mars que la
ficción de Cromie era ciencia observable: debido
a su geometría, los canales debían ser un sistema
artificial de irrigación construido por una vida
inteligente. Además, la civilización marciana había
puesto fin a las «naciones» y a las guerras para
construir a escala del planeta. Pero «qué clase de
seres puedan ser es algo que no podemos concebir
por falta de datos».31
Los lectores de los periódicos de todo el mundo
quedaron electrizados, los compositores escribieron
himnos a Marte y un periodista inglés llamado
Wells encontró el argumento para un libro que
continua fascinando y aterrorizando a los lectores.
Lowell se ganó con rapidez implacables enemigos
30 Robert Cromie, APlunge into Space, Londres, 1890.
31 «Hablar de seres marcianos no significa hablar de hombres
marcianos. Igual que las probabilidades apuntan a los primeros también
se alejan de los segundos. Incluso en esta Tierra el hombre es un
accidente por naturaleza. Es el superviviente, no es el organismo físico
superior. Ni siquiera es una forma superior de mamífero. La mente
ha sido su logro. Por lo que podemos ver, algún lagarto o batracio
podría igualmente haber ocupado su lugar en la carrera y ser ahora la
criatura dominante de esta Tierra. Bajo diferentes condiciones físicas,
sin duda lo habría sido. En medio del entorno que existe en Marte, un
entorno tan diferente al nuestro, podemos estar prácticamente seguros
que han evolucionado otros organismos de los que no tenemos ningún
conocimiento», Percival Lowell, Mars, Boston, 1895, p. 211.
28
entre los científicos, como el codescubridor de la
selección natural y conocido de Kropotkin, Alfred
Russel Wallace; pero con la prensa popular como
aliada pronto convenció a la opinión pública de
que una civilización marciana era un hecho, no una
especulación. Le gustaba asombrar a las audiencias
con fotografías de los «canales», siempre
disculpándose de lo borroso de las imágenes.32 Sin
embargo, ¿cuál era la naturaleza e historia de esta
civilización extraterrestre? Puede ser que Lowell
coincidiera con Kropotkin cuando este último
dio una serie de conferencias sobre la evolución
en el Boston Lowell Institute en 1901, pero fuera
como fuere, el artículo de 1904 sobre la desecación
progresiva impactó a Lowell como un relámpago.
Ahí estaba la narrativa maestra para explicar
no solo «la tragedia de Marte», sino también el
destino de la Tierra. Lowell sostenía que debido a
su menor tamaño, la evolución planetaria se había
acelerado en Marte, mostrando así un adelanto de
cómo cambiaría la Tierra en los próximos eones. En
su libro de 1906, Mars andIts Canals, «en nuestro
propio mundo solamente podemos estudiar nuestro
presente y nuestro pasado; en Marte podemos
tener alguna clase de atisbo sobre nuestro futuro».
Ese futuro era la desecación del planeta a medida
que los océanos se evaporaban y se secaban, los
bosques daban paso a las estepas y los prados a los
desiertos. Estaba de acuerdo con Kropotkin sobre
32 Alfred Russel Wallace, Is Mars Habitable?, Londres, 1907.
29
la velocidad de la aridización: «Palestina se ha
desecado en los tiempos históricos».33
Dos años más tarde, en charlas populares publicadas
bajo el título Mars as Abode of Life, dedicó una
conferencia a «Marte y el futuro de la Tierra»,
advirtiendo que «la circunstancia cósmica más
terrible sobre los desiertos no es lo que son, sino lo
que han empezado a ser. No hay que representarlos
como males locales, evitables, sino como la garra
mortal sobre nuestro mundo». No sorprende que su
principal ejemplo fuera Asia Central: «El Caspio
está desapareciendo delante de nuestros ojos, como
los restos, a alguna distancia de su orilla, de lo
que una vez fueron puertos que calladamente nos
informan de esa desaparición». Algún día, la única
opción que quedará para los humanos en esta «lucha
por la existencia en la decrepitud y decadencia de
su planeta» será emular a los marcianos y construir
canales para llevar el agua polar a sus últimos
oasis.34 A Lowell, un matemático cualificado pero
un desafortunado geólogo, le gustaba impresionar a
los visitantes de Arizona con el Bosque Petrificado
como un ejemplo de la desecación en marcha,
aunque los árboles fosilizados datan del Periodo
Triásico, doscientos veinticinco millones de años
33 Percival Lowell, Mars and its Canals, Nueva York, 1906,
pp. 153, 384. No he podido averiguar la opinión de Kropotkin sobre
las tesis de Lowell. Por temperamento científico era más probable que
hubiera estado de acuerdo con su amigo Wallace.
34 P. Lowell, Mars as Abode ofLife, Nueva York, 1908, pp. 122,
124, 142-143.
30
antes. Del mismo modo daba por hecho la evidencia
de un cambio climático rápido y unidireccional en
la Tierra.
De hecho, la teoría de Kropotkin, basada en
impresiones del paisaje y en la hipótesis de
una capa de hielo euroasiática, era un salto
especulativo muy alejado de cualquier dato sobre
climas pasados o sus causas. Realmente, era
esencialmente incomprobable. La meteorología
teórica, a diferencia de la meteorología descriptiva,
por ejemplo, todavía estaba en pañales. Por
pura coin cidencia, el artículo de Kropotkin fue
publicado casi simultáneamente con un oscuro
artículo de un científico noruego llamado Jacob
Bjerknes, que puso los primeros fundamentos
de una física de la atmósfera, en forma de media
docena de ecuaciones fundamentales derivadas de
la mecánica de fluidos y la termodinámica. Gabriele
Gramelsberger, un historiador de la geofísica,
señala que «Bjerknes concebía la atmósfera desde
un punto de vista puramente mecánico y físico,
como un “motor para la circulación de una masa de
aire”, impulsado por la radiación solar y desviada
por rotación, expresada en diferencias locales en la
velocidad, densidad, presión del aire, temperatura
y humedad». Haría falta más de medio siglo para
que estas semillas concep tuales crecieran en la
moderna meteorología dinámica; mientras tanto
era imposible proponer un modelo climático para
31
la teoría de Kropotkin.35
La evidencia cuantitativa para entender el clima
pasado era igualmente un armario vacío. Brückner
había utilizado registros instrumentales con im
presionante pericia, pero solamente para el periodo
posterior a la Revolución Francesa. En 1901, el
meteorólogo sueco Nils Ekholm, escribiendo en
el Quarterly Journal ofthe Royal Meteorological
Society, había estudiado con seriedad la evidencia
documental preinstrumental existente y encontró
que gran parte de ella era simplemente inútil:
«Prácticamente el único fenómeno climatológico
del que informan fidedignamente las viejas
crónicas son los inviernos severos». Comparando
las pioneras lecturas instrumentales del clima
de Tycho Brahe en 1579-1582 desde una isla de
la costa danesa con medidas modernas desde el
mismo lugar encontró algunas muestras de que
los inviernos eran más suaves y que el clima del
Norte de Europa en general era más «marítimo»
que tres siglos antes. Pero esto era todo lo que se
podía deducir con certeza: «En otros aspectos, las
características y las causas de esta variación son
desconocidas. No podemos decir si la variación es
periódica, progresiva o accidental. Ni hasta dónde
llega en el espacio y el tiempo». Ya que Ekholm
suponía razonablemente que la insolación había
35 Gabriele Gramelsberger, «Conceiving Processes in
Atmospheric Models», Studies in the History and Philosophy ofModern
Physics, vol. 41, núm. 3, septiembre de 2010.
32
permanecido constante por lo menos durante un
millón de años y que la variación orbital de la Tierra
tenía una influencia mínima sobre el clima del
último milenio, la causa más probable del cambio
climático (basado en los famosos experimentos de
su colega Svante Arrhenius) era una fluctuación
en el dióxido de carbono atmosférico y por ello el
efecto invernadero.36
33
Ciencia patológica
Pero científicos y geógrafos, así como el público
en general, mostraban un ávido apetito por teorías
más audaces y como la Real Sociedad había sin
duda esperado, el artículo de Kropotkin, aparte
de ser un regalo para la obsesión marciana de
Lowel, estimuló un debate de largo alcance que
duró hasta las vísperas de la Primera Guerra
Mundial. Incluso Lord Curzon, virrey de India,
entró en el debate apoyando a los exploradores
que habían visto la desertificación con sus propios
ojos, a diferencia de los «científicos sedentarios»
que negaban el cambio climático.37 Uno de los
eminentes viajeros y científicos que abrazaron
la evidencia de la progresiva desecación fue
otro príncipe rojo europeo, Leone Caetani, cuya
obra Annali dell’Islam (diez volúmenes, 1905-
1929) se convirtió en la piedra fundacional para
los estudios islámicos en Occidente. Caetani, un
cualificado lingüista, había viajado extensamente
por el mundo musulmán antes de entrar en política
desde posiciones de izquierda. Aunque era un
príncipe papal, se convirtió en parlamentario del
anticlerical Partido Radical y en 1911 se unió a la
37 Los comentarios de Curzon se recogen en Sidney Burrard,
«Correspondence», The Geographical Journal, vol. 43, núm. 6, junio
de 1914. Curzon estaba hablando en defensa de su amigo Sir Tilomas
Holdich de los Royal Engineers, que se convirtió en un desecacionista
convencido después de un tiempo estudiando la frontera noroeste de
India.
34
facción mayoritaria de los socialistas para oponerse
a la invasión de Libia. Después del ascenso del fas
cismo se trasladó a Canadá y continuó trabajando
en los Annali.38 Caetani planteó la hipótesis de
que la originalmente fértil península arábiga fue
el hogar de todas las culturas semitas, pero la
aridificación y la posterior sobre-población habían
obligado a que uno tras otro todos los grupos
emigraran; desde luego, la desecación había sido la
fuerza medioambiental impulsora de la expansión
del Islam. Hugo Winckler, el afamado arqueólogo/
filólogo alemán que descubrió Hattusa, la capital
perdida de los hititas, llegó de manera independiente
a la misma idea y la teoría de «Winckler-Caetani»
o de la «Ola semita» posteriormente se convirtió
en la piedra angular de la ideología panárabe en las
décadas de 1920 y 1930.39
Sin embargo, el más ferviente partidario de la
hipótesis de la desecación fue un geógrafo de Yale,
Ellsworth Huntington, antiguo misionero en Tur
38 Cuando los trabajadores de las fincas familiares ocuparon la
tierra durante el biennio rosso, Caetani abdicó de sus títulos a favor
de su hermano menor y emigró a Vernon, una ciudad a los pies de las
magníficas montañas Selkirk en la Columbia británica donde en sus días
de juventud había cazado osos grizzli. Después de su muerte en 1935, su
mujer y su hija, una consumada artista, se convirtieron en legendarias
ermitañas. Véase Sveva Caetani, Recapitulation: A Journey, Vernon,
1995; y «Sveva Caetani, A Fairy Tale Life», disponible on line.
39 Véase Premysl Kubat, «The Desiccation Theory Revisited»,
les carnets de llfpo (Institute franjais du Proche-Orient), 18 de abril
de 2011, http://www.ifpo.hypotheses.org/1794; y Nimrod Hurvitz,
«Muhibb ad-Din al-Khatib’s Semitic Wave Theory and Pan-Arabism»,
Middle Eastern Studies, vol. 29, núm. 1, enero de 1993.
35
quía y un veterano de la Expedición Pumpelly a
Transcaspia en 1903 y de la Expedición Barret al
Turquestán chino en 1905. Sus observaciones de
esta última misión confirmaban las de viajeros
anteriores en Xinjiang y apoyaban la teoría de
Kropotkin: «Toda la parte más árida de Asia, más de
4.000 kilómetros al este desde el Mar Caspio, parece
haber estado sometida a un cambio climático por el
cual se ha ido volviendo cada vez menos habitable
durante los últimos dos mil o tres mil años».40 Al
principio, Huntington defendía enérgicamente las
ideas de Kropotkin por completo, pero en su libro
de 1907, The Pulse of Asia, enmendaba la teoría
en un aspecto decisivo. Considerando el abanico
de posibles hipótesis climáticas —«uniformidad,
deforestación [cambio antropogénico], cambio
progresivo y cambio pulsátil»— ahora se decantaba
por la última. Huntington sostenía que el cambio
climático tomaba la forma de grandes oscilaciones
impulsadas por el sol de una duración de siglos:
periodos de lluvias seguidos de megasequías.41
Aunque atribuía la idea a la lectura de Brückner,
sus ciclos eran de un orden de magnitud con una
frecuencia más larga y tenían las trascendentales
consecuencias que Kropotkin adscribía a la
desecación progresiva.
40 Ellsworth Huntington, «The Rivers of Chinese Turkestan and
the Desiccation of Asia», The Geographical Journal, vol. 28, núm. 4,
octubre de 1906.
41 Geoffrey Martin, Ellsworth Huntington: His Life and Thought,
Hamden, 1973, pp. 92-93.
36
Como Lowell, Huntington era un excelente
publicista. Buscó enconadamente nuevas
evidencias para la tesis cíclica en Palestina,
Yucatán y en el Oeste de Estados Unidos, donde
trabajó con el pionero del estudio de los anillos de
los árboles, Andrew Douglas (anterior asistente de
Lowell en el observatorio) en las seculares sequoias
californianas.42 De cada nueva investigación llegaba
un artículo o un libro reforzando su afirmación de
que las sociedades y las civilizaciones surgían y
desaparecían con estas oscilaciones climáticas.
«Con cada paso de la pulsación climática que
hemos sentido en Asia Central, el centro de la
civilización se ha movido en una u otra dirección.
Cada vibración ha enviado dolor y decadencia a
las tierras que habían llegado al fin de sus días y
vida y vigor a las que todavía tenían tiempo por
delante».43 (Owen Lattimore, autor en 1940 de la
42 Douglas (1867-1962) había sido el principal asistente de Lowell
en el «cartografiado» de los canales marcianos antes de interesarse en
la posible relación entre la actividad de las manchas solares y la lluvia.
Perfeccionó la utilización del tamaño de los anillos de los árboles
como una referencia para el clima, una tarea propiamente llamada
dendroclimatología. Pero sus técnicas también abrieron la posibilidad
de poner fecha a árboles de muchos años o, por la misma razón, a vigas
de madera de pueblos en ruinas. Al principio solamente era posible una
cronología flotante (relativa), pero en 1929 Douglass descubrió «HH-
39», un tronco de unas ruinas de Arizona que le permitió enlazar una
serie continua de medidas desde el año 700 hasta la actualidad y de ese
modo permitir la primera datación de un emplazamiento arqueológico
prehistórico.
43 E. Huntington, The Pulse ofAsia, Boston, 1907, p. 385. En
cuanto a su original apoyo a las ideas de Kropotkin y su posterior
modificación de esas ideas, véase E. Huntington, «Climatic Changes»,
37
clásica obra The InnerAsian Frontiers of China,
parodiaba la imagen que presentaba Huntington
de «hor das de erráticos nómadas, dispuestos a
lanzarse hacia nuevos horizontes ante la sacudida
de un barómetro, a la búsqueda de unos pastos
repentinamente desvanecidos»).44
Las grandiosas oscilaciones de Huntington fueron
un inesperado regalo para los buscadores de causas
últimas en la historia y The Pulse of Asia ayudó a
inspirar la famosa teoría de Arnold Toynbee de los
ciclos de civilizaciones impulsados por respuestas
a desafíos medioambientales.45 Pero las afirma
ciones sumarias de Huntington pusieron nerviosos
a otros. Tanto la Real Sociedad Geográfica como
la Universidad de Yale (que estaba considerando
promoverle a una cátedra) discretamente
sondearon la opinión de importantes autoridades.
El explorador Sven Hedin se burlaba de toda la
idea de la desecación: «los hombres y los camellos,
el campo y el clima, ninguno de ellos ha sufrido
ningún cambio digno de mención».46 Albrecht
The Geographical Journal, vol. 44, núm. 2, agosto de 1914.
44 Owen Lattimore, «The Geographical Factor in Mongol
History»,[1938] en Studies in Frontier History: Collected Papers,
1928-1958, Oxford, 1962.
45 Toynbee escribió un elogioso prólogo para la biografía de
Huntington que realizó Geof-frey Martin.
46 Philippe Fóret, «Climate Change: A Challenge to the
Geographers of Colonial Asia», Perspectives 9, primavera de 2013.
En su libro de 1914 sobre la parte rusa del Asia Central, Aleksandr
Voeikov describió la teoría del «pulso de Asia» de Huntington como un
desatino. Aleksandr Voeikov, Le Turkestan Russe, París, 1914, p. 360.
38
Penck, uno de los gigantes de la moderna geografía
física, cuidadosamente señaló sobre Huntington
que «algunas veces sus pensamientos van muy
por delante de sus hechos. Trabaja más con una
vital imaginación científica que con una facultad
crítica».47
Desde Viena, Eduard Brückner, a quien Huntington
reconocía como uno de sus maestros, también se
mostró cortés pero devastador en su valoración:
Toma sus datos de obras históricas sin examinarlos
adecuadamente. No es suficientemente consciente
de hasta qué punto puede utilizar los datos como
hechos. Los resultados arqueológicos en especial
no son de ninguna manera tan suficientemente de
finitivos como él los explica en su obra The Pulse
of Asia [...]. Ha mostrado en diversas ocasiones el
deseo de hacer encajar los hechos en su historia.
Durante mi visita a Yale el doctor Hunting-ton
me mostró los resultados de sus investigaciones
respecto a los anillos de árboles de mucha edad
en su relación con las fluctuaciones del clima.
Ha recogido un material muy interesante, pero
de nuevo tuve la impresión de que sacaba más
conclusiones de sus curvas de las que una persona
prudente debería sacar. Afirmó en varios casos que
veía un paralelismo en la curva mientras que yo no
veía ninguno.48
Huntington no obtuvo la cátedra y abandonó Yale.
47 G. Martin, Ellsworth Huntington, cit., p. 86.
48 Ibid., p. 86.
39
La crítica de Brückner anticipó la famosa definición
de Irving Langmuir sobre la «ciencia patológica»
como una investigación «que se deja engañar por
efectos subjetivos, ilusiones o interacciones en
el límite».49 Además de los habituales pecados
de confundir la coincidencia con la correlación
y la correlación con la causalidad, Huntington
y sus diversos y eminentes co rreligionarios —
especialmente el geógrafo de la Clark University,
Charles Brook— eran unos adictos a la
argumentación circular. Le Roy Ladurie señalaba en
su Histoire du climat que «Huntington explicaba las
migraciones de los mongoles por las fluctuaciones
en las lluvias y la presión barométrica en las zonas
áridas de Asia Central. Brooks proseguía el trabajo
basando un gráfico de las lluvias en Asia Central ¡en
la migración de los mongoles!».50 En otro ejemplo,
Brooks, que seguía a Huntington en la creencia
de que los climas tropicales no podían mantener
civilizaciones avanzadas, llegaba a la conclusión
de que la existencia de Angkor Wat demostraba
que el clima de Camboya en el año 600 tuvo que
ser más templado.51
En cuanto a las espectaculares ruinas en los
desiertos, el geógrafo e historiador Rhoads Murphey
49 Transcripción de su conferencia Physics Today, octubre de
1989, p. 43.
50 Emmanuel Le Roy Ladurie, Histoire du climat depuis Van mil,
París, 1967, p. 17.
51 Charles Brooks, Climate through the Ages: A Study of the
Climate Factors and Their Va-riations,[1926] Londres, 1949, p. 327.
40
demostraba en un artículo de 1951, contra Hunting
ton, que en el caso del norte de África había pocas
evidencias de un cambio climático desde el periodo
romano. En vez de ello, explicaba los desolados
paisajes donde una vez florecieron campos de
trigo y ciudades romanas como el resultado de la
negligencia o destrucción de las infraestructuras
para almacenar el agua. (Huntington parecía haber
olvidado la dependencia que tenían las sociedades
del desierto del agua de los pozos en vez de la
de lluvia). En un clásico ejemplo de la clase de
«experimento natural» que décadas más tarde Jared
Diamond urgiría que adoptaran los historiadores,
Murphey citaba el ejemplo de Air Massif (Níger)
donde los franceses expulsaron por la fuerza a la
rebelde población tuareg en 1917: «A medida que
disminuía la población se dejó que pozos, jardines
y ganado se fueran deteriorando y en menos de
un año la zona parecía exactamente igual a otras
zonas que se han utilizado como evidencia de la
progresiva desecación».52
Por todo esto, el debate Kropotkin/Huntington
sobre el cambio climático natural en la historia pudo
haber dejado un legado más fructífero si hubiera
permanecido dentro del terreno de la geografía
física. Sin embargo, Hun-tington fusionaba sus
idiosincráticas ideas sobre los ciclos climáticos
41
con el extremado determinismo medioambiental
que defendían el geógrafo alemán Friedrich Ratzel
y su discípula estadounidense Ellen Churchill
Semple. Ambos sostenían que las características
étnicas y culturales estaban impresas mecánica
e irreversiblemente sobre los grupos humanos
por sus hábitats naturales, especialmente por el
clima. Huntington también se quedó fascinado
por las extravagantes ideas de un profesor de
alemán radicado en Siracusa de nombre Charles
Kullmer, que pensaba que la actividad mental
humana, tanto individual como social, estaba
gobernada por el potencial eléctrico de las de
presiones barométricas. Como explica el biógrafo
de Huntington, «Kullmer contabilizaba el número
de libros de no ficción sacados de las bibliotecas
y la presión barométrica en cada momento; “las
presiones altas significan libros más importantes
y las bajas menos”». Huntington, «electrizado»
por los hallazgos de Kullmer, escribió: «he estado
meditando mucho sobre el Renacimiento italiano;
ahora me pregunto si tal vez estuvo asociado con
algún cambio en la frecuencia de las tormentas».
Huntington posteriormente comprobó la tesis de
Kullmer tomando al hijo de un amigo para que
mecanografiara cada día y durante meses tres
estrofas de la obra de Spencer, The Faerie Queene,
mientras su padre registraba la presión barométrica.
Huntington comparó después la pauta de errores:
«Parece haber una conexión entre el tiempo y la
42
capacidad mental mucho más estrecha de lo que
hemos sospechado hasta ahora. Actualmente estoy
trabajando tratando de aplicar esto a Japón».53
Pero Huntington pronto dejó de lado el barómetro
llegando a la conclusión de que realmente era la
temperatura, quizá en colusión con la humedad,
la que determinaba la agudeza mental del
hombre y la eficacia industrial. Este «taylorismo
meteorológico», como lo denomina James
Fleming, fue entonces subsumido por la pasión
de Huntington por la eugenesia y la ingeniería
racial.54 Mientras un enfermo Kropotkin, que
había regresado a Rusia en 1917 para apoyar al
movimiento anarquista, estaba luchando para
acabar su magistral testamento científico, Glacial
and Lacustrine Periods,55 Huntington estaba
publicando artículos cada vez más extravagantes
sobre la adaptación del hombre blanco a los
trópicos australianos y el impacto del clima sobre
la productividad humana en Corea. Varios años
después se encontraba luchando por entender el
53 G. Martin, Ellsworth Huntington, cit., pp. 102-103, 111.
54 J. Fleming, Historical Perspectives on Climate Change, cit.,
p. 100. Añade: «Aunque el pensamiento de Huntington fue realmente
influyente en su época, desde entonces su sesgo racial y su crudo
determinismo han sido ampliamente rechazados. No obstante, sus
contundentes errores parecen destinados a ser repetidos por aquellos
que realizan afirmaciones excesivamente dramáticas referidas al clima
y a sus influencias», ibid., p. 95.
55 Fue publicado en Rusia en 1998. Hace mucho que debería
haberse realizado una anto logía en lengua inglesa de los escritos
científicos de Kropotkin, sobre geografía, glaciología, ecología y
evolución.
43
efecto de la sobrepoblación sobre el carácter chino,
denunciando la inmigración de puertorriqueños a
Nueva York y pontificando en Harper sobre «La
temperatura y el destino de las naciones».56 De he
cho, Huntington, como Raztel, Semple y muchos
otros, estaba ampliando las teorías climáticas de
la raza de Herodoto y Montesquieu —el primero
convencido de que Grecia era el perfecto hábitat del
hombre, el segundo, pensando que era Francia—
en una antropología meteorológica global.
En las décadas de 1910 y 1920 estaba en su apogeo
el racismo científico (del que Huntington era un
ferviente defensor) y esas ideas fueron fácilmente
asumidas por la corriente académica dominante. Sin
embargo, en la década de 1930 una nueva generación
de académicos empezó a alejarse de las oscuras
implicaciones del determinismo medioambiental
unido a la supremacía blanca y a su apoteosis, el
fascismo. Como señala cautelosamente su biógrafo,
«la insistencia de Huntington en una jerarquía de
facultades innatas y la consistente investigación
en la causa de la eugenesia en la década de 1930,
quizá fue desafortunada. Cuando en vísperas
de la Segunda Guerra Mundial propuso que los
caucásicos con pelo rubio y ojos azules tenían
mayor longevidad que otros, su declaración pareció
peculiarmente non sequitur».57 (Mientras tanto
56 Véase «Appendix A: The Published Works of Ellsworth
Huntington» en G. Martin, Ells-worth Huntington, cit.
57 Ibid., pp. 249-250.
44
los nazis estaban integrando en su argumentación
ideas desecacionistas para la eliminación y
asesinato en masa de las poblaciones de Polonia
y la URSS. Los eslavos estaban simultáneamente
condenados por fracasar en drenar los pantanos
posglaciales al este del Vístula y por permitir
que se convirtieran en desiertos, Versteppung.
Solamente la raza superior podía detener la gran
desecación).58 Las enloquecidas teorías y el crudo
determinismo de Huntington, unido a la ausencia
de datos climatológicos históricos fiables, empezó a
enturbiar para geógrafos e historiadores la empresa
de la historia del clima. En 1937, el físico Sir
Gilbert Walker, que había pasado su vida buscando
una estructura en los datos del clima, escribió un
obituario por el determinismo climático, una teoría
que él equiparaba con la astrología: «Considero
que la extendida fe en el control real del clima
por periodos está basada en parte en un manejo
equivocado de datos trasladados a gráficos y en
parte en un instinto que sobrevive en muchos de
nosotros, como el efecto de la luna sobre el clima,
desde el tiempo en que nuestros antepasados
creían en el control de los asuntos humanos por los
cuerpos celestiales con sus ciclos establecidos».59
58 David Blackbourn, The Conquest ofNature: Water, Landscape,
and the Making ofModern Germany, Nueva York, 2006, pp. 278, 285-
286.
59 Sir Gilbert Walker, «Climatic Cycles: Discussion», The
Geographical Journal, vol. 89, núm.
3, marzo de 1937.
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Además, en el periodo de la posguerra, surgió
entre los climatólogos «un nuevo consenso
disciplinario», «concretamente que el sistema
climático global contenía fundamentales procesos
niveladores que proporcionaban resistencia contra
las seculares fluctuaciones climáticas».60 Mientras
tanto, los archivos naturales de la Eurasia profunda
que escondían los secretos de su historia climática
se encontraban cerrados, los únicos occidentales
que visitaron la cuenca del Tarim durante la Guerra
Fría fueron los agentes de la CIA (Lop Nor era el
emplazamiento de las pruebas nucleares chinas).
Finalmente, en 2010-2011, más de un siglo después
de las controvertidas expediciones de Stein,
Heden y Huntington, un equipo interdisciplinar
de investigadores chinos, estadounidenses, suizos
y australianos pasó una temporada en la cuenca
del Tarim, recogiendo vestigios de hidrologías
y tomando muestras de poten ciales archivos
climáticos, como sedimentos en el desaparecido
lago Lop Nor y árboles muertos enterrados en las
dunas de arena.
Sus resultados fueron publicados a principios
de este año. Resultaba que la desecación era un
fenómeno moderno, no una antigua maldición:
«La cuenca del Tarim fue de forma continua más
húmeda que en la actualidad por lo menos desde el
año 1180 hasta mediados de la década de 1800».
60 N. Stehr y H. von Storch, «Eduard Brückner’s Ideas», cit., p.
12.
46
Esto cae dentro de los parámetros, generosamente
interpretados, de la Pequeña Edad de Hielo, y
los investigadores atribuyen la humidificación
a un cambio hacia el sur de los vientos boreales
de poniente, que producían la intensificación de
las nevadas en las montañas tributarias del río
Tarim y sus afluentes. Fue este «reverdecimiento
del desierto», no su incesante expansión, el motor
principal de la historia de finales de la época
medieval y principios de la moderna:
Nosotros proponemos que la humidificación del
corredor de desierto del interior de Asia estimuló la
migración hacia el sur de los pastizales de invierno,
que fueron esenciales para alimentar las conquistas
a caballo de los mongoles por los desiertos euro-
asiáticos. Además, los desiertos asiáticos más
húmedos que en la actualidad pueden haber
ayudado a la propagación del pastoreo fuera del
corazón de Mongolia, fortaleciendo las afinidades
culturales y económicas entre los mongoles y los
grupos de habla turca en la periferia de la estepa.61
Sin embargo, desde finales del siglo XIX el
progresivo calentamiento del in terior de Asia
ha producido una desecación neta de la que los
47
investigadores advierten que puede ser el preludio
para la futura expansión hacia el norte de los
desiertos. Entre tanto, otros investigadores del
clima han expresado sus preocupaciones de que los
regímenes de precipitaciones en Asia Occidental
puedan estar igualmente cambiando. Un grupo
de investigación, basado en el Lamont-Doherty
Earth Observatory de la Universidad de Columbia,
que ha estado estudiando sequías contemporáneas
e históricas, publicó reciente mente un artículo
advirtiendo que la desastrosa sequía de 2007-2010
en Siria, la más severa entre las instrumentalmente
registradas y un catalizador im portante de la
agitación social, era probablemente parte de «una
tendencia hacia la desecación a largo plazo»
asociada con el crecimiento de las emi siones
de gases de efecto invernadero. Esto coincide
62
48
que el antropoceno puede reivindicar a Kropotkin.
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