La Vida Com Unit Aria de Los Religiosos
La Vida Com Unit Aria de Los Religiosos
La Vida Com Unit Aria de Los Religiosos
No cabe duda que, uno de los aspectos de la vida religiosa que se revaloriz despus del Concilio Vaticano II fue el de la vida comunitaria: se puso en marcha un proceso de redescubrimiento de la vida fraterna, de la vida en comunidad, tanto por razones antropolgicas como teolgicas. Pero en ese proceso de renovacin de la vida comunitaria ha habido sus luces y sus sombras. 1 El hombre es, por su misma naturaleza, un ser comunitario y social. Se supone que, como ser esencialmente abierto a los dems, est capacitado para las relaciones y la convivencia. Ms que de incapacidad para la vida comunitaria, habra que analizar las circunstancias que han dificultado o debilitado nuestra convivencia fraterna en la vida religiosa. 1. Factores externos que dificultan la vida comunitaria Los valores y contravalores propios de una poca o de un mbito cultural que estamos viviendo, han afectado a la vida de las comunidades religiosas hasta tal punto que: En algunos lugares parece que la comunidad religiosa ha perdido relevancia ante los religiosos y religiosas, y que no es ya un ideal que se deba perseguir2. 1.1. El individualismo La afirmacin unilateral y exasperada de la libertad ha contribuido a difundir en Occidente la cultura del individualismo, con el debilitamiento del ideal de la vida comn y del compromiso por los proyectos comunitarios3. El individuo ha sido la gran conquista de la modernidad, pero su exacerbacin -el individualismoes nocivo y, desgraciadamente cada uno se hace cada vez ms celoso de su privacy, hasta extremos que van minando las bases sobre las que se construye la familia o la comunidad. Es curioso constatar que esto se da entre nosotros incluso en aquellos lugares en que la cultura ambiental no ha sido todava particularmente marcada por estos rasgos. Recuperar, cuidar y ahondar la experiencia y prctica comunitarias es, en este contexto, un gran desafo para la vida consagrada hoy. Deberemos buscar qu mediaciones pueden ayudarnos a volver a tejer o a consolidar el tejido comunitario. No es algo que se pueda dejar a la improvisacin4. 1.2. El consumismo y el hedonismo El consumismo y el hedonismo, que, junto con un debilitamiento de la visin de fe propio del secularismo, en muchas regiones no han dejado indiferentes a las comunidades religiosas, poniendo a dura prueba la capacidad de algunas para resistir al mal5.
Cf. Lucas Gutirrez Vega, Teologa sistemtica vida religiosa, Segunda edicin, Instituto Teolgico de Vida Religiosa 1979, pginas 353-374
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Cf. VFC 1
VFC 4 VFC 4
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Josep M. Abella, Nuestro servicio a los hermanos como superiores mayores. Reunin de superiores mayores SCJ. Roma, 18 de octubre, 2010
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1.3.
El activismo
A veces, la dedicacin a las obras del Instituto, como tambin las apremiantes necesidades de la Iglesia local pueden fcilmente llevar a religiosos y religiosas a sobrecargarse de trabajo, con la consiguiente menor disponibilidad de tiempo para la vida comn6. 1.4. El eficientismo y la profesionalizacin del trabajo pastoral El modo de comprender y vivir el propio trabajo en un contexto secularizado, entendido ante todo como el simple ejercicio de un oficio o de una determinada profesin y no como el desempeo de una misin evangelizadora, ha dejado a veces en la penumbra la realidad de la consagracin y la dimensin espiritual de la vida religiosa, hasta el punto de considerar la vida fraterna en comn como un obstculo para el mismo apostolado o como un mero instrumento funcional 7. 2. Factores internos que han generado desencanto en la vida comunitaria 2.1. La excesiva idealizacin de la vida comunitaria y sus exigencias8.
Por una parte, despus del concilio a la vida fraterna en comn se le pide y se le exige mucho. Las expectativas que volcamos sobre la misma son muy altas. De un lado nos topamos con que la comunin al interior de las congregaciones y las comunidades habra de ser uno de los signos ms preclaros y gozosos de nuestra propia identidad, de los que ms anhelamos y que ms nos satisfacen cuando, por la gracia de Dios, se otea y experimenta. Pero, del otro lado, est a la orden del da la constatacin de que esta comunin est siempre amenazada, resulta difcil de alcanzar, es muy vulnerable y, sobre todo, ni est del todo en nuestras manos lograrla ni nos aclaramos del todo con el camino que nos conducira hacia la meta9. Por otra parte, no hemos articulado, por lo general, un camino suficientemente claro, accesible y compartido para lograr fines tan altos: el intercambio espiritual profundo, el discernimiento, el sostenimiento recproco, la acogida real y gratuita al hermano, etc. La carencia de un itinerario y unas formas comunitarias compartidas capaces de conducirnos al objetivo al que hemos sido llamados ha generado un cierto desencanto en no pocos religiosos. Segn Felicsimo Martnez, la propia realidad de la vida religiosa hace pensar que la crisis actual de la misma es un crisis de realismo10. No sabemos, con frecuencia, cmo ponernos efectivamente
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Hoy se aspira a una vida fraterna idealmente marcada por el intercambio espiritual; que exige un clima de acogida, de respeto, de aceptacin, de libertad y de amistad espiritual, que no se da de antemano, y que no siempre es fcil de alcanzar. Se quieren comunidades en las que los unos nos sostengamos a los otros fraternalmente, con el apoyo mutuo el inters, la oracin, la comprensin y la amistad. Se pretende alcanzar un ritmo comunitario en el que sea posible compartir la misin y el discernimiento apostlico, con todo lo que implica de capacidad de transparencia, de apertura, de honestidad, de libertad interior, de desapego, de confianza en los dems, de intercambio espiritual rico y profundo, el exponer la propia vulnerabilidad, de bsqueda conjunta y abierta de la voluntad de Dios, de implicacin personal y el riesgo (Gabino Uribarri). 9 Gabino Uribarri, La vida comunitaria y sus demonios, en Revista Vida Religiosa, Junio 2006 10 La vida religiosa ha experimentado esa crisis de realismo en su propio cuerpo. Un elemental ejercicio de sinceracin la lleva a confrontar los ideales soados con los logros conquistados. Hay una gran distancia, una desproporcin entre aquellos y stos, entre el deseo y la realidad. Hoy la vida religiosa constata, no sin cierto desencanto, la distancia entre el excelso ideal evanglico descrito en abundantes y excelentes documentos producidos en casi todas la rdenes y Congregaciones religiosas en el perodo posconciliar, con la pobre realidad de
en camino, ni siempre estamos dispuestos a asumir la parte asctica, de esfuerzo y riesgo que comporta. 2.2. La falta o la debilitacin de la calidad de vida evanglica11
Sobre el aspecto comunitario se han concentrado una serie de proyecciones con races no propiamente evanglicas o no purificadas o ajenas a lo propiamente especfico de la vida consagrada, de tal manera que la vida comunitaria constituye hoy uno de los mayores captulos de malestar, de sufrimiento y de desorientacin en la vida consagrada12. Una es la calidad de vida que propone la sociedad del bienestar y otra es la calidad de vida que propone el Evangelio. La calidad de vida de la sociedad del bienestar se caracteriza por el cultivo de los sentidos, la bsqueda de sensaciones intensas, de gratificaciones sensibles. El placer se convierte en criterio de la calidad de vida. Se reduce o se identifica la felicidad con el estado placer. Pero como dice V. Frankl, el problema fundamental del ser humano no es el problema del placer, sino el problema del sentido. Sin placer se puede vivir; sin sentido, solo cabe el suicidio. Mientras existe el sentido, se puede mantener cierta calidad de vida porque sta no es incompatible con la ausencia del placer o incluso con el sufrimiento. El ideal de la calidad de vida evanglica es la felicidad, la bienaventuranza integral. Y contempla la necesidad de ciertas renuncias, que no siempre se han vivido con verdadero sentido evanglico. Por eso hay que cuidar las motivaciones y el sentido de las renuncias para garantizar la calidad de vida evanglica. El problema del sentido puede explicar la raz ms honda de la crisis actual de la vida religiosa. La calidad de la vida religiosa no depende slo y principalmente de las circunstancias ambientales, sino sobre todo de las fidelidades personales. En este sentido, el gran enemigo de la calidad de vida evanglica en nuestras comunidades es el olvido de la vocacin y el debilitamiento de las bases teologales que son imprescindibles para mantenerse fieles en este proyecto de vida. Es prcticamente imposible cultivar este gnero de vida comunitaria religiosa si falta una experiencia de Dios que proporcione sabor y sentido a esta vida13. Afectadas por todas estas circunstancias, pareciera que algunas comunidades han perdido su impulso vital y han quedado tan encantadas con los hermosos oasis que encontraron en su camino, que se conformaron con ellos y olvidaron su verdadera llamada. Otras se han convertido en un grupo muy preocupado por sus conflictos internos, inmersos en debates ruines e insignificantes sobre ritos, reglas y roles, y notablemente ciegos frente al hecho de que la mayor parte de su energa est siendo consumida en trivialidades mientras el mundo est al borde del suicidio. 14
una vida escasa en calidad evanglica y una misin no siempre eficaz evanglicamente. Ni somos tan radicales como pensbamos; ni nuestras comunidades son tan fraternas y sororales, en Vida religiosa y calidad de vida, p. 15. 11 Cf. Felicmo Martnez, Vida religiosa y calidad de vida, Frontera n. 48, pp. 19-27 12 Cf. Toni Catal, Seguir a Jess en pobreza, castidad y obediencia desde los excluidos -Frontera Hegian 18, Vitoria, Instituto Teolgico de Vida Religiosa, 1997 13 Felicmo Martnez, Vida religiosa y calidad de vida, Frontera n. 48, p. 18 14 Henri Nouwen, Intimidad, ensayos de teologa pastoral, Editorial Guadalupe, 1986
3. Necesidad de retomar la vida comunitaria como nuestra primera misin. El esfuerzo por formar comunidades fraternas no es slo preparacin para la misin, sino parte integrante de ella, desde el momento que la comunin fraterna en cuanto tal es ya apostolado15. La fraternidad evanglica, sin duda, constituye el primero de los apostolados de la comunidad religiosa. En este sentido, se tratar de: Estar en misin como comunidades que construyen a diario la fraternidad, en la continua bsqueda de la voluntad de Dios.16 Se trata de reajustarnos o adaptarnos a las nuevas realidades sociales, culturales y eclesiales, pero no podemos hacerlo sin juicio, sin sentido y sin criterios evanglicos. Es preciso actuar con realismo en el contexto que nos ha tocado vivir, con una conciencia muy clara de es posible tener calidad de vida evanglica en medio de la precariedad comunitaria e institucional de la vida religiosa: cuando la realidad se impone, es necesario traducir los ideales soados, y hasta ideologizados, en experiencias de vida, aunque se trate de experiencias de pequeez y de insignificancia, e incluso de sufrimiento y de fracaso. Vale ms una experiencia de este tipo vivida en fidelidad, que todos los ideales que ignoran la realidad y rehsan mezclarse con ella17 .
II.
En la identidad y significatividad de la vida religiosa hay elementos que son irrenunciables. Uno de ellos es la experiencia y la prctica comunitaria: La vida comunitaria, entendida en toda su profundidad, puede considerarse como el consejo integral, porque abarca todo el proyecto de vida evanglica. Viene a ser, adems, como el valor absoluto del seguimiento de Cristo, del que se derivan lgicamente todos los dems elementos constitutivos y todas las exigencias de la vida religiosa.18 Ahora y siempre, es preciso construir la comunidad desde sus fundamentos evanglicos: comunin de bienes, comunin afectiva, comunin espiritual19. Pero para que stos adquieran autntico valor testimonial y proftico, es necesario acompaarlos de algunas actitudes que los autentifiquen. Por eso sealamos tambin otros elementos que, despus del Snodo sobre la vida religiosa, hoy, vienen reclamados con mayor insistencia: el espritu de alegra fraterna, el saber sobrellevar la cruz en el seguimiento de Jess, y la comunin en la misin. 1. Participacin material Componente clsico de la vida de la comunidad religiosa es la coparticipacin de las condiciones materiales de vida, o sea el vivir juntos, en el mismo lugar. La vida comn es esencial a la vida religiosa20. Pero debe surgir con absoluta claridad el motivo y la perspectiva de fondo de esta eleccin y costumbre, que es de naturaleza evanglica: se comparte la vida de Cristo y su morada, si se quiere habitar con Cristo se abandona la casa paterna y se decide vivir con quien participa de una
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Cf. VFC n. 54 y 71 CIVCSVA, El servicio de la autoridad y la obediencia, n.22 17 Felicmo Martnez, Vida religiosa y calidad de vida, Frontera n. 48, p. 16 18 Severino M Alonso, La vida consagrada, ITVR, 1982, p. 325 19 Cf. Hech 1,14;2,42-47; 4,32-35; 5,12-16
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idntica pasin y ha hecho la misma eleccin. De la participacin con Cristo a la participacin con los hermanos. Mientras ms fuerte y apasionada la primera, ms radical y evanglica ser la segunda. Esta opcin, que est en la raz de la eleccin de vida comunitaria, conlleva una serie de consecuencias en el sentido de la participacin efectiva de la existencia en el interior de una comunidad, como son: estilo de casa, la ley comn del trabajo, uso de materiales, bienes e instrumentos de trabajo y de apostolado, la dependencia en este uso de la comunidad y de un hermano mayor, compartir servicios de casa, poner a disposicin los espacios, compartir tiempos y ambientes de vida, compartir disciplina comn (puntualidad y orden), tambin se comparte el desapego con los cambios de un lugar a otro, se comparten los alimentos, la mesa, la recreacin, 2. Participacin afectiva La participacin afectiva significa la participacin en los sentimientos de Cristo, como una identificacin con su mismo modo de sentir, de amar, de apasionarse, de vibrar interiormente ante las bellezas y las fealdades de la vida, pero significa tambin la libertad del creyente para ligarse al otro tan profundamente que pueda experimentar sus mismos sentimientos, al grado de formar y ser un solo corazn y una sola alma. Esta identificacin de sentimientos no es solo psicolgica sino que el criterio de comunin es la adhesin a la voluntad del Seor: supera la natural simpata para ubicarse en otro plano, puesto que es fruto del Espritu que obra en nosotros. Sin embargo siempre es necesario intentar comprender ese recorrido psicolgico que puede conducir a la unidad de corazn y de mente, a idnticos sentimientos. Mientras la persona no libere los propios sentimientos, no podr hacer ningn involucramiento, ni con Cristo, ni con el hermano. Es necesario un desbloqueo emotivo. Esta participacin afectiva incluye tambin el descubrimiento del rea comn, es decir, del conjunto de valores y convicciones que se poseen en comn, y que estn estrechamente ligados a la misma identidad carismtica. Compartir el carisma, significa tener en comn con los hermanos la misma identidad ideal, el mismo proyecto de s, los mismos sueos soados por Dios para uno y todos. Esto crea una afinidad que viene de lo alto y es ms fuerte que cualquier diferencia dada por nacionalidad, lengua, edad, experiencia, hbitos, cultura, sensibilidad. La estima recproca es otro elemento importante en esta comunin afectiva, donde se hace don al otro, significa el descubrimiento de su radical positividad y amabilidad objetiva que tiene su fundamento en el proyecto ideal ligado al carisma. La participacin afectiva nace de una constatacin: los destinos y las existencias de quienes viven juntos, se cruzan y se condicionan recprocamente, tanto ms si para unir estas vidas hay un factor comn que crea unidad, como es el carisma. Por virtud de esta unidad, en la comunidad cada uno somos responsables del crecimiento y de la fidelidad de los dems. La participacin en los afectos es una forma de responsabilidad, no de simple sentimentalismo. Slo quien acepta hasta el fondo ser responsable de su hermano puede comprender y vivir tal participacin en su vida. La estima y la responsabilidad hacen intensa la relacin interpersonal, profundizan sus razones e iluminan su objetivo final y se abren a la posibilidad de encuentro con toda la comunidad, es decir a la amistad y al desbloqueo interpersonal, donde se vive el compartir las preocupaciones y vivencias de los compaeros.
Somos hermanos de humanidad, hermanos hijos del mismo Padre-, y hermanos por profesin religiosa en la misma Congregacin. La hermandad nos ha sido dada y regalada. La amistad es un paso ms all en nuestra hermandad comn universal: la hemos de trabajar y conquistar. Ser amigo es ms que ser hermano dice Michael Quoist- porque el hermano puede no ser amigo, pero el amigo verdadero es siempre hermano. El ideal es ser amigos de nuestros hermanos. Por lo menos habr que intentar ser amigos de los hermanos con los que convivimos bajo un techo comn. Las exigencias de la caridad en la vida comn, el mismo llamamiento del Seor que nos rene y la responsabilidad que tenemos los unos de los otros, hacen que nuestra caridad fraterna deba, por lo menos, tender a la amistad21. 3. Participacin espiritual Los otros dos tipos de participacin estn orientados hacia este tercer modo de compartir, que indica un significado y un estilo y un contenido y una finalidad. La participacin material y afectiva, en la vida consagrada, tienen sentido y valor en la medida en que abren y conducen a la participacin espiritual, de otra manera corren el riesgo de ser slo operaciones parciales y a la larga se vuelven imposibles. La participacin espiritual abarca el compartir: La oracin, los momentos de oracin comn donde la comunidad asume su rostro fraterno al dirigirse hacia Cristo y hacia el Padre. Acercndose juntos a Aquel que es el fundador y el centro de su vida consagrada, los miembros de la comunidad se acercan entre s. Hacindonos progresar en el conocimiento de Jess, la oracin estrecha el lazo de nuestra vida comn y la abre constantemente a su misin. Sin el espritu de oracin, la plegaria personal se debilita; sin la oracin comunitaria, la comunidad de fe languidece. En una comunidad se ora juntos cuando cada uno en su oracin lleva al otro delante de Dios y se deja llevar por el delante del Padre comn: Tened pues conciencia de la importancia de la oracin en vuestra vida y aprended a dedicaros
generosamente a ella: la fidelidad a la oracin cotidiana seguir siendo para cada uno y cada una de vosotros una necesidad fundamental y debe ocupar el primer puesto en vuestras constituciones y en vuestra vida22.
La Eucarista, la comunidad religiosa es una fraternidad fundada en un Cuerpo partido y en la fuerza paradjicamente unificante de la Sangre derramada por muchos. Y es en la Eucarista celebrada cada da donde este proyecto de unidad cobra vigor y encuentra energa. Esta celebracin implica el sonido de la reconciliacin continua y de la construccin de relaciones serenas y de verdad fraternas. Esta participacin personal con el Seor en la Eucarista cumple y pide el mximo de coparticipacin interpersonal con los hermanos. Los bienes del Espritu, abrazan la vida toda, bienes del Espritu son nuestros talentos y las buenas inspiraciones, el deseo del bien y el don inestimable de la fe, la revelacin y la experiencia cotidiana de Dios, la Palabra y la capacidad de interpretarla, la vocacin religiosa y el carisma, la Congregacin y la comunidad, los hermanos y la amistad, la sabidura espiritual y el gusto de estar con Dios, la pureza del corazn y la pobreza de espritu. Todo es don del Espritu. Y no solo lo que es paz, alegra, serenidad, virtud, fuerza interior(Glatas 5,22), sino tambin la lucha, la prueba, la oscuridad, la duda, el trabajo, todo cuanto activa en nosotros la bsqueda de Dios, con la tensin y el sufrimiento que a veces esto conlleva. Estos bienes no pueden quedar circunscritos al individuo, sino que deben ser compartidos, entrar en un intercambio recproco, en el que lleguen a ser verdaderamente de todos (1 Cor. 12,7).
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Una comunidad que no celebra cotidianamente y en cuanto grupo los valores o los motivos que han determinado su nacimiento y garantizan su crecimiento en el presente, ya ha comenzado a morir. 4. Participacin de la alegra de estar juntos y del compartir fraterno No hay que olvidar, por fin, que la paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del reino de Dios. La alegra de vivir, aun en medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del reino. Esta alegra es fruto del Espritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano23, como aparece reflejado en esta historia:
El racimo de la alegra24 Un da, no hace mucho tiempo, un campesino se present a la puerta de un convento y llam enrgicamente. Cuando el hermano portero abri la pesad puerta de roble, el campesino le ense sonriendo, un magnfico racimo de uvas. Hermano portero dijo el campesino - , sabes a quin quiero regalar este racimo de uvas que es el ms hermoso de mi via? Tal vez al abad o a alguien del convento. Pues no. A ti! A m?. El hermano portero se ruboriz todo l por la alegra. De verdad que me lo quieres dar a m? Pues s, porque siempre me has tratado con amistad y me has ayudado cuando te lo he pedido. Quiero que este racimo de uvas te d un poco de alegra. La alegra sencilla y sincera que poda ver en el rostro del hermano portero tambin le iluminaba a l. El hermano portero dej el racimo bien a la vista y estuvo contemplndolo toda la maana. Realmente era un racimo estupendo. En un cierto momento le vino esta idea: Por qu no le llevo este racimo al abad para darle tambin a l un poco de alegra?. Tom el racimo y se lo llev al abad. El abad se sinti sinceramente feliz por este gesto. Pero se acord de que en el convento haba un hermano anciano y enfermo y pens: Le llevar a l el racimo, as se animar un poco. De este modo, el racimo de uvas volvi a emigrar. Pero no permaneci mucho tiempo en la celda del hermano enfermo. Este pens que el racimo podra darle una gran alegra al hermano cocinero, que se pasaba el da sudando junto a los fogones, y se lo mand. Pero el hermano cocinero se lo dio al sacristn (para darle tambin un poco de alegra), este se lo llev al hermano ms joven del convento, quien, a su vez, se lo llev a otro, a quien se le ocurri drselo a otro. Hasta que, de fraile en fraile, el racimo de uvas volvi al portero (para llevarle un poco de alegra). Y as se cerr el crculo. Un crculo de alegra.
La parbola de este racimo de uvas es y tiene que ser la historia de cada una de nuestras comunidades. Una fraternidad sin alegra es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se vern tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa25. En el campo de las vocaciones a la vida religiosa se percibe con mucha ms claridad la importancia de este factor. Uno de los elementos que intervienen de modo decisivo en la capacidad de atraer y suscitar vocaciones a un instituto, de seducir a los posibles candidatos potenciales, o de suscitar la pregunta vocacional, es la calidad de la vida y el testimonio comunitario, la felicidad que se percibe en los religiosos. Hemos de estar convencidos de que lo que hoy atrae, sobre todo, a los candidatos es el ejemplo de vida, el gozo espiritual y una voluntad firme de servir a Dios y a los hermanos26.
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Vita Consecrata n. 28 B. Ferrero, 40 historias del desierto. Pequeas historias para el alma. 25 VFC 28 26 Cf. ET 55
Es importante que exista la alegra en la vida religiosa para que sta tenga valor testimonial y capacidad de convocatoria. Pero es importante, ante todo, para que sus miembros tengan y disfruten calidad de vida: Una fraternidad donde abunda la alegra es un verdadero don de lo alto a los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y que se comprometen en la vida fraterna confiando en la accin del Espritu. Se cumplen, de este modo, las palabras del salmo: "Vean qu delicia y qu hermosura es vivir los hermanos unidos...; ah el Seor da la bendicin y la vida para siempre" (Sal 133, 1-3), porque cuando viven juntos fraternalmente, se renen en la asamblea de la Iglesia, se sienten concordes en la caridad y en un solo querer.27 5. Participacin de la presencia y la experiencia de la cruz en la vida comunitaria No es extrao que hablemos de las maravillas de la comunidad religiosa, y a continuacin experimentar la cruda realidad de nuestras limitaciones en la relacin interpersonal: El ideal comunitario no debe hacer olvidar que toda realidad cristiana se edifica sobre la debilidad humana Las comunidades, por tanto, no pueden evitar todos los conflictos.28 No puede haber significatividad comunitaria si soslayamos esta realidad: no somos comunidad de ngeles. En la comunidad proyectamos deseos y necesidades, conflictos personales no resueltos, luchas soterradas por el poder y el prestigio, Muchos conflictos en las comunidades religiosas tienen que ver motivos comunes a todos los grupos humanos. Durante un tiempo nos empeamos apasionadamente en alcanzar el ideal de comunidad que Jess nos propuso. Con los aos, el realismo de nuestras limitaciones se nos impone. La tentacin del desencanto nos acecha. Tenemos que asimilar de forma realista y positiva estas situaciones, y aprender que somos signo del Reino exactamente as, en ese contraste entre el deseo y la limitacin, en la medida en que somos capaces de amar. No se nos pide perfeccin, sino fidelidad humana al don de ser hermanos cada da. Y ante las dificultades en la vida comunitaria, plantearnos que donde ms claramente experimentamos la cruz en nuestra vocacin, ms hondamente se nos da percibir el milagro de Dios en nuestras vidas. En el esfuerzo por cumplir las exigencias del amor cristiano en la entrega generosa a los hermanos de comunidad podremos testimoniar la accin de Dios que nos convoca a la vida fraterna. La cruz nos manifiesta que a todos nosotros subyace una pobreza comn, un sufrimiento comn, un pecado comn. Pero la comunidad de la cruz, encuentra que la cruz es instrumento de salvacin: por eso no elude el aparente fracaso; hay que desechar todo farisesmo e hipocresa, cualquier tipo de autojustificacin. La comunidad nace, se construye, y vive permanentemente bajo el signo de la cruz29. No puede haber significatividad comunitaria si no asumimos la presencia y la experiencia de la cruz en nuestra vida comunitaria desde una espiritualidad de comunin, que incida en nuestro modo de sentir y de obrar: compartir las alegras y los sufrimientos de los hermanos; intuir sus deseos y atender a sus necesidades; ofrecerles una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunin es tambin capacidad para ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios; es saber dar espacio al hermano llevando mutuamente
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VFC 28 VFC 26 29 Cf. Jos C. R. Garca Paredes, Teologa de la vida religiosa, BAC, Madrid 2002, pp. 342-360
los unos las cargas de los otros. Sin este camino espiritual, de poco serviran los instrumentos externos de la comunin30. 6. Participacin de la misin desde la comunin fraterna. Cada comunidad religiosa es, por su misma naturaleza apostlica no se repliega sobre s misma, sino que se hace anuncio, diakona y testimonio proftico31. Es ste el elemento ms fundamental reclamado despus del Snodo sobre la vida religiosa, para que sta sea realmente significativa: Se pide a las personas consagradas que sean expertas en comunin. La vida de comunin ser un signo para el mundo y una fuerza atractiva que conduce a creer en Cristo. De este modo, la comunin se abre a la misin, hacindose ella misma misin: Ms an, la comunin genera comunin y se configura esencialmente como comunin misionera32. Se seala como elemento fundamental para la misin de la vida religiosa la vida fraterna en comunidad33. Hoy en da hemos tomado conciencia con bastante claridad de que el elemento comunitario y fraterno pertenece a la esencia de la vida consagrada y al modo de cumplir la misin: La comunidad religiosa tiene como tarea irrenunciable y como misin, ser y aparecer una clula de intensa comunin fraterna, que sea signo y estmulo para todos los bautizados34. Dicho en otros trminos, la vida comunitaria es un factor de credibilidad de nuestro mensaje sobre el Dios amor: La vida fraterna en comn, adems de constituir un testimonio esencial para la evangelizacin, tiene una gran importancia para la actividad apostlica y para su finalidad ltima La comunin fraterna est, en efecto, en el principio y en el fin del apostolado35. De ah que pase a formar parte de nuestro testimonio, de lo que decimos y significamos con nuestra propia existencia, con mucha ms fuerza que nuestras palabras o, incluso, nuestras acciones. Entonces resulta claro que el sujeto apostlico primero y por antonomasia es la misma comunidad religiosa, mucho ms que los individuos aislados: conviene que cada uno, en su tarea, tenga conciencia de que es el enviado de su comunidad, y que todos se consideren interesados y comprometidos por la actividad y la misin de cada uno, sobre todo cuando una comunidad debe asumir diversas tareas. Si cada uno se pone en el centro y se afirma a s mismo, no hay modo de construir algo conjunto, comn, comunitario. El activismo, la sobrecarga excesiva de trabajo, la primaca del trabajo individual sobre la vida fraterna en comn, suponen un gran obstculo que llega a impedir lograr esas cotas de comunin y de bienestar comunitario que no obstante, anhelamos. Y aqu nos encontraremos con un arte muy difcil de conjugar: respeto a las diferencias, la paciencia con los procesos personales y el hecho inapelable de la llamada comn, segn un carisma compartido, con una misin global nica, en un estilo y modo comn de seguimiento, que incluye entre sus componentes la vida fraterna y su cultivo. Evidentemente, no es lo mismo un conglomerado de magnficos apstoles, que una comunidad apostlica. El sujeto de la misin y el agente misionero es la comunidad, mucho ms que el individuo aislado.
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Por otra parte, Juan Pablo II nos recuerda, la fecundidad de la misin pasa directamente por la comunidad, por la calidad de las relaciones fraternas: Toda la fecundidad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en comn. Ms an, toda la renovacin actual de la Iglesia y de la misma vida religiosa se caracteriza por una bsqueda de comunin y de comunidad36. Y en Vita Consecrata se insiste tambin: La vida religiosa ser ms apostlica, cuanto ms ntima sea la entrega al Seor Jess, ms fraterna la vida comunitaria y ms ardiente el compromiso en la misin especfica del Instituto.37
III.
Para favorecer la comunin de espritus y de corazones de quienes han sido llamados a vivir juntos en una comunidad, es til llamar la atencin sobre la necesidad de cultivar las cualidades requeridas en toda relacin humana: educacin, amabilidad, sinceridad, control de s, delicadeza, sentido del humor y espritu de participacin Los documentos del Magisterio de estos ltimos aos son ricos en sugerencias e indicaciones tiles para la convivencia comunitaria como: la alegre sencillez, la sinceridad y la confianza mutuas, la capacidad de dilogo, la adhesin sincera a una benfica disciplina comunitaria.38 Se trata por lo tanto de poner de relieve, en primer lugar, los valores, las cualidades y actitudes sin las cuales los instrumentos o herramientas, los medios y dinamismos para animar hoy la comunidad no podrn aportar efectividad alguna en la vida comunitaria. 1. Promocionar o reforzar valores, actitudes y cualidades fundamentales para la vida comunitaria Lo primero ser concienciarnos del valor mismo que tiene la vida fraterna: la fraternidad es el sacramento del Reino. La comunidad religiosa debe ordenar toda relacin y servicio en orden a la vivencia y significacin del amor y de la unidad propuestos por Jess. La comunidad religiosa es profeca de la fraternidad universal. La actitud fundamental es la de situarse, en primer lugar como discpulos que tienen que aprender a ser y a vivir como hermanos.39 Ser discpulos de Jess es condicin permanente y absoluta. Nuestra pertenencia comunitaria se enraza en la personal convocatoria que el Seor nos hace permanentemente. Se trata de aprender a ser permanentemente hijos y hermanos. Desde estas premisas, hay que proponer y descubrir la fraternidad concreta como objetivo de la propia vocacin: el Seor me llama desde estos hermanos, con ellos y para ellos. La pertenencia comunitaria configura la identidad de la vocacin. La mejor manera de vivir dinmicamente la pertenencia comunitaria es entregndonos a servir a los hermanos. En el corazn del Evangelio encontramos actitudes y tareas fundamentales a cultivar en la construccin de la fraternidad (Mt 18): - La minoridad como actitud en relacin con los hermanos (Mt 18,1-5) - Evitar todo cuanto pueda ser motivo de escndalo para los hermanos (Mt 18, 6-10) - La misericordia y la solidaridad con el hermano cado (Mt 18, 12-15)
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JUAN PABLO II, A la plenaria de la Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida apostlica, 20 de noviembre de 1992 (Cf. L'Osservatore romano, 20-XI-1992,n. 3. Citado en VFC 71) 37 VC 72 38 VFC 27 39 Cf. Jos Luis Prez, Para que una comunidad sea significativa, pp. 25-33
10
La correccin fraterna (Mt 18, 15-19) La oracin comunitaria (Mt 18,19) El perdn de las ofensas (Mt 18, 21-35)
Y como signos sacramentales caractersticos de la fraternidad encontramos en el Evangelio dos ejercicios fundamentales: - Lavarnos los pies unos a otros (Jn 13,1-6) - La fraccin comunitaria del Pan (Lc 24,30) 2. Cuidar el funcionamiento y desarrollo de la dinmica comunitaria40 Entre los instrumentos o herramientas fundamentales para la animacin de la vida comunitaria, sealamos 4 tipos de propuestas vlidas para cualquier grupo humano que se desarrolla en el tiempo y que, por lo tanto, tiene una historia. 2.1. La evaluacin mutua entre la comunidad y sus miembros: Proyecto comunitario.
La vida comunitaria debe pasar por un proyecto comunitario. La comunidad debe repensar su propia organizacin y su estilo de vida, y reflexionar peridicamente sobre su misin, en conformidad con el proyecto comn de la Congregacin. La elaboracin del Proyecto Comunitario es un medio adecuado para actualizar y profundizar la evaluacin mutua entre la comunidad y sus miembros. Como mediacin, quiere incorporar a la vida religiosa una serie de actitudes y destrezas que nos ayuden a aprovechar las grandes posibilidades que pueden generarse en la vida comunitaria y a trazar el sendero concreto y operativo por donde avanzar hacia la comunin. No nos detenemos aqu a concretar la estructura y la metodologa del proyecto comunitario41. Pero aclaremos que el proyecto quiere ser un mtodo de discernimiento para: concretar en el aqu y ahora por dnde se va concretando la dinmica del seguimiento de Jess en comunidad, los pasos que tenemos que dar, dnde nos encontramos atascados, qu dimensiones de nuestra vida concreta necesitamos potenciar, etc.; buscar que las comunidades se sientan protagonistas de su propia historia tratando de desbloquear las resistencia y despertar y movilizar los dinamismos de crecimiento que los miembros de una comunidad llevan dentro, tanto a nivel humano, espiritual, profesional y de misin.
En concreto, la elaboracin del proyecto comunitario y su evaluacin tiene como finalidad: Desarrollar la iniciativa de los miembros de la comunidad y su participacin en el proceso comunitario. Reforzar la conciencia de responsabilidad de los religiosos en relacin a la comunidad y de sta en relacin con cada religioso. Preparar a los religiosos para un buen manejo de las situaciones conflictivas dentro de la comunidad. Crear un sistema de comunicacin que sea directo.
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Los contenidos de este tema estn tomados de Sabino Ayestarn, Crecimiento personal en comunidad, pp. 36-49 Cf. Juan Mari Martnez de Ilarduia, El proyecto comunitario: camino de encuentro y comunin, Frontera, n. 14
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2.2.
La misin relaciona a la comunidad con la Institucin religiosa a la que pertenece (congregacin). Los objetivos hacen referencia a la planificacin de las actividades de la comunidad para llevar a cabo su misin. Las tareas de la comunidad deben estar orientadas a la consecucin de unos resultados definidos (objetivos) para orientar su misin. El anlisis y la distribucin de tareas es muy importante para el crecimiento de la comunidad por los siguientes motivos: Obliga a los miembros a verificar su grado de identificacin y compromiso con la comunidad. Ayuda a la clarificacin de los objetivos, tanto comunitarios como individuales. Obliga a la comunidad a definir los objetivos de una forma operativa. Obliga a discutir y precisar los criterios que utilizamos en la valoracin de las tareas y su coherencia con la misin de la comunidad. Facilita la adaptacin de los objetivos comunitarios a las exigencias de los miembros. Facilita la adaptacin de los objetivos individuales a las exigencias de la comunidad. Exige un proceso de negociacin de los objetivos y de las tareas concretas, as como de los criterios de valoracin. Acenta la conciencia de interdependencia de los miembros de la comunidad. Refuerza la conciencia de responsabilidad de los individuos en el funcionamiento del grupo y la conciencia de responsabilidad del grupo en el desarrollo de los individuos. La estructuracin de funciones dentro de la comunidad
2.3.
El anlisis y distribucin de tareas desemboca necesariamente en una diferenciacin de funciones dentro de la comunidad: direccin y gestin, ejecucin y mantenimiento de la vida comunitaria, tareas externas,.. La diferenciacin de funciones tiene dos consecuencias importantes: Diferenciacin de estatus: no todas las funciones tienen el mismo reconocimiento social ni ofrecen la misma posibilidad de influir sobre la comunidad. El estatus de las personas en el grupo no depende solamente de caractersticas individuales, sino que depende igualmente de la funcin que realizan en el grupo. Diferenciacin de roles: las expectativas de conducta respecto a los individuos varan en funcin de su estatus. No se espera lo mismo de un superior que de un sbdito. A mayor estatus, mayor exigencia y responsabilidad.
La diferenciacin de funciones y, en consecuencia, de los estatus y de los roles- pueden ser formal (sancionada por la autoridad institucional legtima) o puede ser informal (construida en la interaccin interpersonal de los miembros de la comunidad. La acentuacin unilateral de la estructura formal conduce a la prdida de iniciativa y de participacin de los miembros del grupo. La excesiva acentuacin de la estructura informal crea una falta de direccin que puede desembocar en el individualismo. Un buen equilibrio entre lo formal y lo informal constituye la clave del buen funcionamiento de las comunidades religiosas.
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2.4.
Es fundamental cuidar tambin los momentos de descanso y de ocio para recrearse. Es importante que en las comunidades religiosas se respete un margen suficiente de privacidad y un grado razonable de autonoma para el descanso y el ocio de cada religioso. Y por supuesto, ser necesario cuidar los momentos de ocio comunitarios y los momentos de fiesta y celebracin. Son un tiempo de recreacin que cumple numerosas e importantes funciones en la vida comunitaria: distiende las tensiones y es como una vlvula de escape para el estrs y la presin que producen el trabajo y tambin la convivencia. Todo grupo humano necesita de la fiesta y la celebracin, que proporcionan al grupo cohesin social e intensifican las relaciones entre sus miembros, acrecientan en las personas la alegra, el entusiasmo, el gusto por vivir y convivir. Hay ocasiones que lo merecen y hacen casi obligatoria la fiesta: aniversarios de hermanos y de la propia comunidad, logros y xitos apostlicos y profesionales, bienvenidas y despedidas, fechas sealadas del calendario y de la congregacin Pueden ser celebraciones domsticas, privadas o abiertas a las personas cercanas a la comunidad (familiares, amigos, colaboradores en la misin). Pueden ser salidas comunitarias para un acto cultural, una comida, un paseo Hay que aprender a cultivar el arte del descanso, del ocio, de la diversin y de la alegra en nuestras comunidades. 3. Manejar los conflictos en la comunidad43 Hay que asumir que el conflicto en la vida comunitaria es inevitable. Se desarrolla porque estamos trabajando con las vidas de las personas, sus trabajos, su orgullo, auto-concepto, ego y su sentido de propsito y misin. 3.1. Identificar y prevenir los conflictos Los conflictos, bsicamente, se producen cuando: - A nivel personal, no vivimos conforme a los valores asumidos, o los valores propios se sienten amenazados. - A nivel comunitario, el seguimiento de los objetivos marcados resulta incompatible para diferentes personas o grupos, aparecen posiciones divergentes entre grupos que tratan de imponer sus criterios, y no se tiene la habilidad suficiente para llegar a un entendimiento o a un consenso. Se puede aprender a prevenir los conflictos. Existen indicadores que son un punto de partida para la posible creacin de conflictos: - Comunicacin pobre - Bsqueda de poder o anhelo de poder - Insatisfaccin con el estilo de liderato - Liderazgo dbil - Falta de apertura
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Felicsmo Martnez, Vida religiosa y calidad de vida, pp. 42-44 y 69-72 Cf. Luis Alberto Gonzalo, Vivir con otros o la capacidad de asumir el conflicto (Apuntes de clase). Ver tambin Sabino Ayestarn, Crecimiento personal en la comunidad, pp. 50-67
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Cambios en la estructura organizacional Desconfianza Lenguaje corporal. Desacuerdo, sin importar el asunto Retener noticias/airear debilidades comunitaria
Y hay tambin indicativos de actitudes y atenciones que nos ayudan a evitar o aminorar la aparicin de conflictos. - Trabajo en equipo y liderazgo - Escucha activa - Capacidad de observacin - Comunicacin efectiva y asertiva - Conciencia de una tica personal, grupal y social - Negociacin y acuerdos a travs del dilogo - Capacidad y responsabilidad personal en la gestin social de los proyectos comunitarios - Capacidad de evaluar los impactos en las intervenciones comunitarias 3.2. Atender los conflictos
El conflicto siempre es una oportunidad de crecimiento cuando es minimizado, canalizado o resuelto. Hay maneras de proceder que pueden resultar contraproducentes, y hay estrategias (o destrezas) en la resolucin de conflictos que pueden ayudarnos. a) Algunos estilos inadecuados para atender los conflictos Huda: Huir o negar la existencia del conflicto. Muchas personas esperan que el problema desaparezca por s solo. Esto normalmente no ocurre. Este es un acercamiento no recomendado, pero muchas personas lo siguen. Acomodacin: Muchos o muchas prefieren ajustarse en vez de luchar. Por qu? Algunas veces para hacerse los mrtires, otras veces porque estn asustados o asustadas, en otras ocasiones buscan reconocimiento, etc. En todo caso este es otro acercamiento errneo al conflicto, es injusto, no genera soluciones creativas, y casi siempre el acomodador no es feliz con la situacin que vive. Competicin: Algunas personas culpan a otras, dicen: ests ignorando mi autoridad o ests siendo muy injusto o me has herido, me las voy a cobrar. Este tipo de conflicto desemboca en batalla. Se quiere ganar a toda costa, detiene el pensamiento constructivo. Transigencia: Algunas personas buscan encontrar un arreglo, encontrar un trmino medio y "elaborar un acuerdo." Esta sera una buena solucin si fuera enteramente cierta. Muchas veces el acuerdo es efmero y slo trata de ganar ms terreno al oponente. Este es el tipo de acuerdo que muchas veces se ve en los polticos, conlleva a la falsa representacin, intimidacin con una sonrisa, en lugar de buscar soluciones optimas a los problemas en ambas partes. b) Atender los conflictos con un estilo integral con la colaboracin de todos los miembros posibles de la comunidad, controlando las emociones, evitando actitudes competitivas, tratando de buscar soluciones que sean justas para las partes en conflicto.
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Claves para la mediacin integral para crecer en comunidad, desde la verdad de la comunidad - Orientarse sobre las formas en las que ambos grupos ganan; tu actitud en la mediacin juega un papel importante en los resultados que obtendrs - Planificar, pensar las cosas. - Tener claridad en lo que es importante y por qu es importante - Buscar la mejor alternativa en la negociacin - Separar la persona del problema - Enfocar el inters, no en las posiciones, y considerar la situacin de la otra parte - Entender el sufrimiento, las luchas y las frustraciones de las personas en el problema 4. Recuperar o reintegrar la comunin fraterna44 Hay una serie de prcticas o ejercitaciones espirituales que durante mucho tiempo fueron elementos esenciales de la vida comunitaria de los religiosos: la correccin fraterna, la revisin de vida y la reconciliacin. No se comprenda el progreso en la vida evanglica y en el seguimiento radical de Jess sin estos ejercicios comunitarios. Luchar con todas las fuerzas para construir, da a da, o reconstruir la comunidad en medio de nuestras fragilidades y limitaciones humanas es fundamental. Pero no podemos olvidar que es la comn fe la que constituye la verdadera razn de nuestro vivir en comn y el fundamento de nuestra convivencia. No podemos confiarnos solo a nuestras fuerzas y capacidades para superar los conflictos. Necesitamos cuidar la dimensin teologal de nuestra vida religiosa. La calidad de vida comunitaria ha de basarse ms en la experiencia teologal que en las garantas comunitarias. Desde el punto de vista teologal, uno de los dos grandes pilares de una convivencia evanglica es la reconciliacin permanente. Probablemente la ausencia o el olvido de estas prcticas haya contribuido al deterioro y al debilitamiento de la calidad de vida en las comunidades religiosas. Despus de un largo parntesis de olvido, estas prcticas estn recuperndose y proponiendo como medios para la comunicacin de los bienes del Espritu45 que fortalezcan la vida comunitaria. Son instrumentos que nos ayudan a sintonizar con la misericordia de Dios y canalizarla para favorecer la vida comunitaria. En definitiva, la misericordia es una fuerza de integracin porque la misericordia recibida de Dios y donada a los hermanos es el centro vital de la existencia de cada hombre y de cada comunidad humana. Slo en torno a ella se puede construir y reconstruir una fraternidad cada vez ms rica y ms fuerte. Nos limitamos, aqu, a significar la relevancia de estas prcticas y sealar algunas orientaciones generales. 4.1. La correccin (y promocin fraterna)
Desde los inicios de la vida religiosa, la correccin fraterna se ha recomendado como praxis normal de una vida comunitaria que tiene que enfrentarse con las limitaciones de cada uno de sus miembros. Ha sido siempre leda e interpretada teniendo en cuenta las indicaciones evanglicas propuestas por Jess mismo.
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Cf. Amedeo Cencini, Como ungento precioso. Instrumentos para la integracin comunitaria del bien y del mal, San Pablo, Madrid 2000 45 Cf. VFC 26 y 32
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Se reconoce normalmente que esta tarea es de los superiores, aunque se atribuye tambin implcitamente a cualquier miembro de la comunidad. Siempre es calificada como signo de fraternidad; por tanto hay que ejercerla con amabilidad y comprensin, con humildad y desde la conciencia del propio pecado. Tiene como finalidad ayudar al crecimiento de las personas y de la comunidad. Por lo tanto vincula la propia vida a la del hermano y a la comunidad: el mal del hermano es tambin mo, me interpela. No basta con sentir pesar por el mal del hermano, hay que llegar al convencimiento de ese mal tambin me pertenece. No es una simple tcnica de intervencin. Se trata de una actividad espiritual, que nos exige confrontarnos nosotros mismos con la Palabra de Dios, dejarnos juzgar por ella cada da y encontrar en ella el camino de la propia verdad. Slo el poder de la Palabra nos hace verdaderos con nosotros mismos y comprensivos con el hermano, convirtindonos en instrumento eficaz de reconciliacin. Sealamos algunas indicaciones sobre el modo de proceder: Toda correccin fraterna debe ir precedida de un serio discernimiento. La norma general es tener suficiente sentido comn como para no hacer una correccin en el caso de cuestiones que no tengan remedio y para no excederse en la correccin. Debe ejercerse con la intencin de superar las realidades negativas con una actitud positiva y propositiva. Se trata de corregir promoviendo y de promover corrigiendo. Hay que apoyarse en lo positivo para corregir lo negativo. Evitar hacer la correccin en situaciones de fuerte emocin (ira, ansiedad, impaciencia, depresin, euforia), pues en la medida de lo posible, hay que decir las cosas importantes cuando hay calma y serenidad suficientes para poder razonar con lucidez. Tener presente la relacin entre verdad y caridad: una verdad que no es caritativa procede de una caridad que no es verdadera. Esto significa entender que no hay que decir siempre e inmediatamente toda la verdad a la persona, que hay que tener en cuenta su capacidad para comprender y aceptar determinadas observaciones, hay que considerar el especial momento por el que est atravesando y que, tal vez, podra aconsejar buscar una ocasin ms propicia. Hace falta respeto, prudencia, sentido de la oportunidad y valenta. Considerar el carcter progresivo o gradual de la correccin fraterna inspirndose en las indicaciones evanglicas46: en primer lugar, la llamada de atencin absolutamente confidencial, despus pidiendo ayuda a algunos hermanos, finalmente la intervencin de la autoridad, siempre movidos por un inmenso respeto por la persona. La revisin de vida.
4.2.
Como mtodo de revisin de vida, puede servir el que se difundi desde la Accin catlica. Esta prctica consiste en la reflexin crtica acerca de un acontecimiento, un hecho de la vida comunitaria, que se evala a la luz de la Palabra de Dios y de las Constituciones del Instituto o del Proyecto comunitario, y que se desarrolla segn el procedimiento del ver, juzgar y actuar.
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Es una especie de examen de conciencia comunitario sobre el modo de vivir juntos y de administrar los dones que Dios ha hecho a cada uno. Por eso no implica tanto una discusin acerca del tema propuesto, cuanto una reflexin en voz alta, hecha con toda libertad, en un clima de confianza mutua para tratar de ver juntos ms all de las apariencias con objeto de descubrir los motivos profundos de lo sucedido y desenredar la madeja de causas que han interferido en el hecho de vida. Pero quiz habra que hacer algunas adaptaciones para la comunidad religiosa su manera de proceder para apuntar directamente al anlisis del propio mal y del comunitario. Se pueden plantear tres modos distintos y progresivos de entenderla y practicarla: Anlisis y confesin solamente de la propia conducta por parte de cada uno. Reflexin crtica sobre aspectos de la vida comunitaria en general, sin hacer referencia a los individuos. Dar la posibilidad de observaciones crticas a cada uno de los hermanos, en una especie de correccin fraterna pblica. Sin duda este tipo de revisin resulta muy comprometida. No todas las comunidades pueden pensar en este tipo de revisin porque podra ser peligroso o contraproducente. La prctica comunitaria de la reconciliacin47
4.3.
Los seres humanos tambin los religiosos- somos dbiles y necesitamos constantemente el perdn. Hemos de pedirlo y recibirlo peridicamente para no quedar psicolgica y espiritualmente aplastados por el sentimiento de culpa, encorvados bajo el peso de nuestros pecados. Si falta este ejercicio comunitario de la reconciliacin, lo ms probable es que los problemas se vayan enquistando hasta cauterizar las conciencias y hacernos insensibles a ellos. Y ste es el mayor enemigo de las comunidades y de la convivencia. Cada comunidad deber marcarse a s misma los ritmos de su periodicidad o marcar los momentos que considere ms oportunos. Parecera natural, por ejemplo, culminar las reuniones de revisin de vida con una celebracin penitencial (con o sin posibilidad de reconciliacin sacramental). Una comunidad que se abre a estas prcticas, estar en mejores condiciones de regenerar y acrecentar la calidad de la convivencia y las relaciones entre sus miembros, de mejorar, en definitiva, su calidad de vida comunitaria.
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ANEXO 1
ASAMBLEA EN LA CARPINTERA Cuentan que en la carpintera hubo una vez una extraa asamblea. Fue una reunin de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerci la presidencia, pero la asamblea le notific que tena que renunciar. La causa? Haca demasiado ruido! Y, adems, se pasaba el tiempo golpeando. El martillo acept su culpa, pero pidi que tambin fuera expulsado el tornillo; dijo que haba que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo acept tambin, pero a su vez pidi la expulsin de la lija. Hizo ver que era muy spera en su trato y siempre tena fricciones con los dems. Y la lija estuvo de acuerdo, a condicin de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los dems segn su medida, como si fuera el nico perfecto. En eso entr el carpintero, se puso el delantal e inici su trabajo. Utiliz el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirti en un lindo mueble. Cuando la carpintera qued nuevamente sola, la asamblea reanud la deliberacin. Fue entonces cuando tom la palabra el serrucho, y dijo: -"Seores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. As que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrmonos en la utilidad de nuestros puntos buenos". La asamblea encontr entonces que el martillo era fuerte, el tornillo una y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarn. Cuando en una comunidad cada uno de sus miembros busca a menudo defectos en los dems, la situacin se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los dems, es cuando florecen los mejores logros humanos. Es fcil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para los espritus superiores que son capaces de inspirar todos los xitos humanos.
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ANEXO 2
Jess, hemos sentido tu llamado a encontrarte y quererte de una manera especial en nuestros hermanos de consagracin religiosa. Pero estamos lejos de conseguirlo. Por eso, en vista de nuestro fracaso, venimos una vez ms a confesarnos ante Ti en espera de tu ayuda. Nos une un mismo ideal y un mismo amor. Lo hemos dejado todo con tal de seguirte. Por eso es muy triste que crezca con frecuencia entre nosotros la cizaa de la discordia. En verdad que somos unos mentirosos, pues decimos amar a Dios, pero no nos queremos de veras los unos a los otros. No nos sabemos querer como hermanos, Jess. No somos ante los hombres un signo escatolgico de la unidad y la alegra profundas en Ti Celos, rencillas, desconfianzas y murmuraciones forman a veces una atmsfera malsana alrededor de nosotros, que enferma de muerte nuestra vocacin religiosa, y cierra la puerta de entrada a nuevas vocaciones. No sabemos querernos con la profundidad, la limpieza y la extensin de tu Amor, Jess. Por eso venimos a pedirte que nos des un corazn grande como el tuyo, que sepa lo que es la amistad verdadera y la entrega hasta la muerte. Un corazn universal, que pueda sobrepasar las barreras de las antipatas y las incomprensiones naturales. Que a la manera de los primeros cristianos, nuestras comunidades religiosas tengan un solo corazn y un solo espritu, fruto de este comer juntos tu pan con alegra y sencillez de corazn. Que sepa servir, y no busque en recompensa ser servido. Que el servicio comn a los pobres, vindote presente en ellos, sea en fermento de la madurez de nuestra unin. En nuestra vida en comunidad y en nuestro apostolado, ensanos T mismo a querernos unos a otros, Seor, con el respeto y la complementacin de un equipo. Que no nos empeemos en ser todos iguales, sino en complementamos y en poner cada uno sus carismas al servicio de los dems. Ensanos a ejercitarnos en el pluralismo, sabiendo que lo que nos une no es la misma actividad y la misma forma de vida, sino un mismo ideal de fe. Aunque somos muchos, formamos todos un mismo cuerpo en unin contigo, y estamos unidos unos a otros como miembros distintos, pero cada cual con su misin especfica de servicio a los dems. Ensanos a vivir alegremente unidos en la esperanza. A vivir en armona, sin orgullo, sin considerarnos superiores a nadie, ayudndonos en nuestras necesidades con desinters. Ensanos a estar alegres con los que estn alegres y a llorar con los que lloran. A bendecir a los que no nos quieren. A no devolver a nadie mal por mal. A hacer todo lo que est en nuestras manos por vivir en paz con todos. Que no nos dejemos vencer por el mal; sino que, al contrario, aprendamos a vencer el mal por medio del bien. Ensanos, Jess, a tener paciencia unos con otros. A perdonamos sin guardar rencor. A superar en tu Amor nuestra incapacidad natural de encuentro con algunas personas de nuestras comunidades. Que tu paz interior, Jess, dirija nuestros corazones, de manera que podamos, formar un solo cuerpo contigo. Llena nuestro espritu de tu Amor. Un amor verdadero, que sepa de comprensin, de bondad y de confianza en los dems. Un amor que anule nuestra presuncin y nuestro orgullo; que impida enojarnos seriamente y ser rencorosos; que todo lo soporte con paciencia y esperanza. Un amor
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de iniciativa: que no esperemos ser amados para amar. Un amor constante, gratuito, que no est condicionado a la correspondencia para seguir amando. Un amor que sea testigo de tu propio Amor, Jess. Te suplicamos, Padre nuestro, en nombre de Jess, que los religiosos seamos unidos con la sinceridad y la verdad con que T y El sois una misma cosa, de manera que el mundo pueda creer en tu Amor. Que lleguemos a ser un solo cuerpo, por medio de un solo Espritu. Un solo Seor, Una sola fe; un mismo bautismo y profesin religiosa. Un Dios y Padre de todos, que est en todos. ORACIN PARA INICIAR EL PROYECTO COMUNITARIO48 Seor Jess, nos hemos reunido en tu nombre y sabemos por la fe que ests en medio de nosotros, para ensearnos como maestro, para curarnos como mdico, para guiarnos como pastor, para querernos como hermano, para alegrarnos como fuente del gozo, de la esperanza y de la vida. Haznos sensibles a la accin de tu Espritu que construye y alienta nuestra comunidad. Que no huyamos de las tensiones que puedan surgir entre nosotros, sino que acertemos a superarlas desde la transparencia evanglica, la aceptacin en la fe y el dilogo humilde, abierto y confiado. Danos el coraje necesario para enfrentarnos a nuestra propia verdad. Que no caigamos en la tentacin de confundir la paz con evasin, la fidelidad con la rigidez, la franqueza con la agresividad, el dilogo con la palabrera, la aceptacin mutua con la complacencia estril, la comprensin con la huda de los problemas, la benevolencia con la falta de radicalidad. Haz, Seor, que nuestra reunin sea fecunda y que al final del encuentro no nos quede otra deuda que el amor mutuo. Que nuestra fraternidad siga creciendo hasta que no tengamos ms que un solo corazn y una sola alma, hasta que nos amemos unos a otros como t nos ha amado. Que podamos ser testimonio de tu unin con el Padre y el Espritu para que el mundo crea y se cumpla as el supremo anhelo que te llev a dar la vida por nosotros.
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ngel Sanz Arribas, El alzar de mis manos, Publicaciones claretianas, Madrid 1995, p. 110
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ORACIN POR MI COMUNIDAD (ITVR) Padre, hoy quiero pedirte por mis hermanos de comunidad. T los conoces personalmente, conoces su nombre y su apellido, sus virtudes y sus defectos, sus alegras y sus penas, su fortaleza y su debilidad, sabes toda su historia; los aceptas como son y los vivificas con tu Espritu. T, Seor, los amas no porque sean buenos, sino porque son hijos tuyos. Ensame a quererles de verdad a imitacin de Jesucristo, no por sus palabras o por sus obras, sino por ellos mismos, descubriendo en cada uno, especialmente en los ms dbiles, el misterio de tu amor infinito. Te doy gracias, Padre, porque me has dado hermanos. Todos son un regalo para m, un verdadero sacramento, signo sensible y eficaz de la presencia de tu Hijo. Dame la mirada de Jess para contemplarlos, y dame su corazn para amarlos hasta el extremo, porque tambin yo quiero ser para cada uno de ellos sacramento vivo de la presencia de Jess.
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BIBLIOGRAFA 1. Documentos CIVCSVA, La vida fraterna en comunidad. 2 de febrero de 1994; Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio, 19 de mayo de 2002; El servicio de la autoridad y la obediencia. 11 mayo de 2008 Juan Pablo II, Vita consecrata (Exhortacin apostlica postsinodal sobre la vida consagrada y su misin en la Iglesia y en el mundo) 25 de marzo de 1996 Pablo VI, Evangelica Testificatio (Exhortacin apostlica sobre la Renovacin de la Vida Religiosa segn las enseanzas del Concilio). 29 de junio de 1971 2. Libros Alonso, Severino M, La vida consagrada, ITVR, 1982, pp. 313-332 Ayestarn, Sabino, Crecimiento personal en la comunidad, Frontera n. 9 Bonhoeffer, D., Vida en comunidad, Sgueme, Salamanca 1897 Carrasco, Manuel, Palacios Jess, San Romn Jos, Formacin para la vida consagrada. Temas para el noviciado, Publicaciones Claretianas, Madrid 2010 pp. 155-177 Cencini, Amedeo, Vida en comunidad: reto y maravilla. La vida comunitaria y la nueva evangelizacin, S.E. Atenas, Madrid, 1997; La vida fraterna: comunin de santos y de pecadores, Salamanca, Sgueme, 1999; Como ungento precioso. Instrumentos para la integracin comunitaria del bien y del mal, San Pablo, Madrid 2000 Garca Paredes, Jos C. R., Teologa de la vida religiosa, BAC, Madrid, 2002, pp. 341-360 Garrido, Javier, Comunidad y personalizacin, Frontera n. 7; Identidad carismtica de la vida religiosa, Frontera n. 43 Guerrero, Jos Mara, La utopa de la comunidad religiosa, Madrid 1996 Gutirrez Vega, Lucas, Teologa sistemtica vida religiosa, Segunda edicin, Instituto Teolgico de Vida Religiosa 1979, pginas 353-374 Lucas, Miguel, El desafo de la vida comunitaria. Clave para la renovacin religiosa, San Pablo, Santa fe de Bogot 2000 Legido, Marcelino, Fraternidad en el mundo, Sgueme, 1982, pp. 209-282 Maccise, Camilo, Un nuevo rostro de la vida consagrada, Frontera n. 45 Martnez , Jos Luis, Viviendo en comunidad, San Pablo, Bogot, 1993 Martnez de Ilarduia, Juan Mari, El proyecto comunitario: camino de encuentro y comunin, Frontera n. 14 Martnez, Felicsimo, Refundar la vida religiosa. Vida carismtica y misin proftica, San Pablo, Madrid 1994 pp. 233-263; Situacin actual y desafos de la vida religiosa, Frontera n. 44 pp. 58-60; pp. 45-75; Vida religiosa y calidad de vida. Bienestar o vida evanglica?, Frontera n. 48 Matelln, Serafn, Los llamados a seguir a Cristo, ITVR, Madrid 1974, pp. 159-191 Melendo, Maite, La comunicacin: base de relaciones comunitarias profundas, Frontera n. 11
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Perales Pons, Eduardo, Vivir el don de la comunidad, San Pablo, Madrid 1995 Prez, Jos Luis, Para que una comunidad sea significativa, Frontera n. 8 Prado, Fernando (ed.), Adonde el Seor nos lleve. Vida consagrada en el mundo: tendencias y perspectivas, Publicaciones Claretianas, Madrid 2004 Rovira Arum, Jos, La vida consagrada hoy. Renovacin-Desafos-Vitalidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 2011, Vanier, J., La comunidad, lugar del perdn y de la fiesta, PPC, Madrid 1995 Varios, La comunidad religiosa, ITVR, 1972, Voillaume, Ren, Hermano de todos, Narcea, Madrid 1982 3. Artculos Abella, Josep M., Nuestro servicio a los hermanos como superiores mayores. Reunin de superiores mayores SCJ. Roma, 18 de octubre, 2010 Asiain, M. A., voz Comunidad (Reflexin teolgica) en DTVR, Publicaciones Claretianas, Madrid 2009 pp. 274-292 Campo, F., voz Comunidad (Aspectos psicolgicos) en DTVR, Publicaciones Claretianas, Madrid 2009 pp. 292-300 Pujol, J., voz Comunidad ( aspectos pedaggicos) en DTVR, Publicaciones Claretianas, Madrid 2009 pp. 300-317 Uribarri,Gabino, La vida comunitaria y sus demonios, en Revista Vida Religiosa, Junio 2006 4. Otras fuentes Carrasco Dez, Manuel, Construccin actual de la comunidad religiosa (Apuntes del curso 20102011, realizado en la Escuela Regina Apostolorum ) Clcena, Rosa, Vida comunitaria (Recopilacin de apuntes del IVR 2005) Gonzalo, Luis Alberto, Vivir con otros o la capacidad de asumir el conflicto (Apuntes de clase)
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INDICE I. DIFICULTADES EN LA VIDA COMUNITARIA. 1. Factores externos que dificultan la vida comunitaria. 1.1. El individualismo 1.2. El consumismo y el hedonismo 1.3. El activismo 1.4. El eficientismo y la profesionalizacin del trabajo pastoral 2. Factores internos que han generado desencanto en la vida comunitaria. 2.1. La excesiva idealizacin de la vida comunitaria y sus exigencias. 2.2. La falta o la debilitacin de la calidad de vida evanglica. 3. Necesidad de retomar la vida comunitaria como nuestra primera misin. II. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA VIDA COMUNITARIA PARA QUE STA SEA SIGNIFICATIVA 1. Participacin material. 2. Participacin afectiva. 3. Participacin espiritual. 4. Participacin de la alegra de estar juntos y del compartir fraterno. 5. Participacin de la presencia y la experiencia de la cruz en la vida comunitaria. 6. Participacin de la misin desde la comunin fraterna. HERRAMIENTAS DE ANIMACIN PARA LA VIDA COMUNITARIA 1. Promocionar o reforzar valores, actitudes y cualidades fundamentales para la vida comunitaria. 2. Cuidar el funcionamiento y desarrollo de la dinmica comunitaria. 2.1. La evaluacin mutua entre la comunidad y sus miembros: Proyecto comunitario. 2.2. La identificacin y compromiso con la misin y los objetivos de la comunidad. 2.3. La estructuracin de funciones dentro de la comunidad. 2.4. La organizacin del descanso y del ocio en la comunidad. 3. Manejar los conflictos en la comunidad 3.1. Identificar y prevenir los conflictos. 3.2. Atender los conflictos. 4. Recuperar o reintegrar la comunin. 4.1. La correccin (y promocin fraterna) 4.2. La revisin de vida. 4.3. La prctica comunitaria de la reconciliacin. ANEXO 1 ANEXO 2 BIBLIOGRAFA UN CUENTO PARA LA INTEGRACIN COMUNITARIA ORACIONES COMUNITARIAS
III.
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